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DS. Cortes Generales, Comisiones Mixtas, núm. 20, de 01/03/1994
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DIARIO DE SESIONES DE LAS
CORTES GENERALES
COMISIONES MIXTAS
Año 1994 V Legislatura Núm. 20
PARA EL ESTUDIO DEL PROBLEMA
DE LA DROGA
PRESIDENTE: DON ANTONIO MARTINON CEJAS
Sesión núm. 5
celebrada el martes, 1 de marzo de 1994
en el Palacio del Senado



ORDEN DEL DIA:
Comparecencias:
--Del señor Presidente de la Asociación Proyecto Hombre, don Isaac Núñez
García. (Números de expedientes: Congreso 219/000077 y Senado
715/000011.) (Página 324)
--Del señor Presidente de la Unión Española de Asociaciones de Asistencia
al Toxicómano, don Juan Ignacio Jiménez Frisuelos. (Números de
expedientes: Congreso 219/000078 y Senado 715/000012.) (Página 324)
--Del señor Vicepresidente Ejecutivo de la Fundación de Ayuda contra la
Drogadicción, don Eduardo Serra Serrach. (Números de expedientes:
Congreso 219/000079 y Senado 715/000013.) (Página 324)



Todos ellos evualarán el informe elaborado por la Comisión Mixta para el
Estudio del Problema de la Droga en la IV Legislatura.




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Se abre la sesión a las nueve horas y quince minutos.




--COMPARECENCIA DEL SEÑOR PRESIDENTE DE LA ASOCIACION PROYECTO HOMBRE (C.

219/000077, S. 715/000011), DEL SEÑOR PRESIDENTE DE LA UNION ESPAÑOLA DE
ASOCIACIONES DE ASISTENCIA AL TOXICOMANO (C. 219/000078, S. 715/000012) Y
DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE EJECUTIVO DE LA FUNDACION DE AYUDA CONTRA LA
DROGADICCION. (C. 219/000079, S. 715/000013.)



El señor PRESIDENTE: Buenos días, señorías. Iniciamos la sesión, que
tiene por objeto la comparecencia del Presidente de la Asociación
Proyecto Hombre, don Isaac Núñez García; del presidente de la Unión
Española de Asociaciones de Asistencia al Toxicómano, don Juan Ignacio
Jiménez Frisuelos, y del Vicepresidente Ejecutivo de la Fundación de
Ayuda contra la Drogadicción, don Eduardo Serra Serrach.

Como es habitual, empezaremos con una intervención de cada uno de los
tres comparecientes y, a continuación, habrá un turno de Portavoces de
los distintos Grupos Parlamentarios.

Iniciamos la sesión con la intervención de don Isaac Núñez.




El señor PRESIDENTE DE LA ASOCIACION PROYECTO HOMBRE (Núñez García):
Buenos días. Muchas gracias por la citación a esta comparecencia.

He leído el informe de la Comisión Mixta correspondiente a 1991 y voy a
intentar ceñirme a él, siguiendo los puntos que marca dicho informe y
haciendo una valoración del proceso que se ha seguido respecto a dichos
puntos desde 1991 hasta hoy.

En cuanto al aumento del consumo de drogas, creo que se podría hablar de
una cierta estabilidad, una continuidad en dicho consumo. Se dice que
está disminuyendo el consumo de heroína, aunque quizá faltan datos para
poder asegurarlo. Sí es cierto que hay un aumento en el consumo de
cocaína y drogas de diseño y también de alcohol, especialmente entre los
jóvenes. Es un dato muy significativo el aumento del consumo de alcohol
entre los más jóvenes, porque viene a demostrar, entre otras cosas, que
los jóvenes no hacen diferencias entre drogas legales y drogas ilegales,
en la práctica consumen toda clase de drogas y, por tanto, no es la
penalización o no penalización lo que es significativo en cuanto al
consumo de drogas.

Podemos, pues, decir que no hay signos de una disminución general en el
consumo de drogas. Aumenta el consuno de unas y disminuye un poco el
consumo de otras, pero no se puede hablar de una disminución general del
consumo de drogas. Solamente cambia la forma de consumo.

En cuanto al consumo de heroína, el cambio más significativo consiste en
que se está difundiendo cada vez más la heroína fumada, debido al riesgo
de contagio del VIH. Está, pues, cambiando el sentido del consumo, la
significación del consumo de drogas entre los jóvenes que se ha
banalizado, se ha extendido, se ha generalizado en los ambientes
juveniles, se ve como algo normal, como algo que produce un poco más de
placer, de hedonismo, de búsqueda de sensaciones, sin mayor
significación.

Los mismo ocurre con la periodicidad. Se da un tiempo más largo de
experimentación con la droga; los chavales empiezan a consumirlas a
edades muy tempranas, a los 13 ó 14 años, y a los 19 ó 20 años un
porcentaje de ellos pasa a consumir heroína o cocaína. Es importante
subrayar un dato: según nuestra experiencia en el Proyecto Hombre, cada
vez son más jóvenes los drogadictos que acuden a nosotros y que acceden a
centros de rehabilitación. Antes acudían drogadictos de más edad con
muchos años de consumo de drogas, drogadictos de calle, muy
desestructurados. Cada vez más, acceden a centros de rehabilitación del
Proyecto Hombre drogadictos más jóvenes con poco tiempo de consumo de
drogas, menos desestructurados, tanto a nivel individual como a nivel
social.

En cuanto al tema de la prevención, quisiera subrayar un dato que, para
nosotros, es fundamental: la ausencia de la familia en la prevención,
siendo la familia el primer agente, tanto natural como institucional, de
prevención y sin cuya participación queda neutralizada cualquier otra
acción preventiva, incluida la de la escuela. Si se leen los programas de
prevención se ve que la presencia de la familia en muchísimos casos no
existe, en otros está muy difuminada y se da más importancia a otros
agentes preventivos, cuando la familia, como digo, es el agente
imprescindible, que no anula a los demás pero siempre debe estar
presente. Prevenir es educar, socializar no es hacer campañas de
prevención puntuales, sino que es un proceso lento, largo, sistemático,
continuo de educación y socialización.

En cuanto a la prevención juvenil, yo echo en falta una política juvenil
tanto a nivel macropolítico de todo el país como a nivel concreto
comunitario, en cada ayuntamiento o municipio. Es importante, es urgente,
es necesario establecer una política juvenil que atienda a las
necesidades y demandas juveniles.

También es muy importante, en cuanto a la prevención, la potenciación de
agentes mediadores juveniles. Si se quiere trabajar con los jóvenes, hay
que trabajar desde los jóvenes; esto es fundamental. Es, pues, muy
importante la potenciación de asociaciones, de actividades culturales,
etcétera. Aunque es cierto que el nivel cultural no inmuniza contra la
drogodependencia, pues obedece a factores existenciales y relacionales,
es cierto también que un ambiente cultural bajo favorece la
drogodependencia. Cuando el horizonte del joven, del adolescente está
cerrado y no tiene inquietudes «superiores», cae fácilmente en un
ambiente de consumismo, de búsqueda de sensaciones, de desmotivación, y
ése es el camino más fácil hacia la drogacción. Es fundamental positivar
los ambientes y territorios juveniles de diversión. Creemos que en este
aspecto hay un verdadero caos en el país, existen unas contradicciones
tremendas; el ambiente de diversión de los jóvenes es antiformativo.

Habría que tener mucha más imaginación para hacer frente a este tema, que
es muy difícil. No se trata sólo de regular legalmente el funcionamiento
de los locales de diversión; hay que pasar



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de toda una actitud penalizadora, sancionadora a una actitud más
pedagógica, mentalizando a la sociedad sobre estos recursos de diversión.

Hay que potenciar recursos alternativos desde los propios jóvenes en
cuanto a los actuales recursos, modos o medios de diversión, y no sólo a
través de ofertas institucionales, que no se ajustan a las necesidades y
demandas de ese colectivo.

En cuanto a la prevención escolar, es fundamental posibilitar el cambio
de actitud del Cuerpo educativo, creando espacios reales dentro del aula,
que no se queden en meras comunicaciones unidireccionales de formación,
sino que sean unos planteamientos más afines con lo que se entiende como
educación integral. La educación integral no consiste en dar muy buenas
clases, explicar muy bien los temas y que se aprenda mucho a nivel de
información, de conocimientos, sino que se trata de formación, de
educación integral en todos los aspectos de la persona, tanto a nivel
intelectual, emotivo, afectivo, como a nivel relacional; es decir, que la
problemática de la persona debe entrar en el campo de la escuela. Hay que
tratar de cambiar la actitud del Cuerpo educativo en este sentido,
haciéndolo partícipe y protagonista, juntamente con la familia. Como
decía antes en el tema de la prevención, también en este aspecto
educativo la familia es imprescindible, esencial. No se puede hacer nada
ni desde la escuela ni desde ningún otro ámbito sin contar con la
familia, y todo lo que sea integrar, implicar a la familia en el proceso
escolar es muy importante siempre, muy positivo, como lo es el potenciar
las relaciones sociales, institucionales, etcétera.

La escuela es el ámbito primero de socialización externa de un niño y
marca definitivamente la personalidad o estilo de vida y visión de la
vida de ese niño. Si fracasa la escuela, fracasa la socialización; es
así. Un porcentaje muy alto de drogadictos proceden del fracaso escolar.

En el Proyecto Hombre concretamente, el 40 por ciento de los toxicómanos
en rehabilitación no han terminado la EGB. Esto marca negativamente todo
el futuro de una persona. Es necesario abrir la escuela a la realidad
social. Creemos que no se han cumplido o se han cumplido mínimamente las
propuestas de 1991 de prevención en el ámbito de la escuela.

En cuanto a los medios de comunicación, hablan de prevención, que es un
tema muy serio, de forma muy contradictoria y en general muy negativa.

Existe una contradicción tremenda en la forma en que los medios de
comunicación abordan el tema de la drogadicción y la imagen y el discurso
social tanto sobre la drogodependencia como sobre el drogodependiente,
pues envían un doble mensaje. Se difunde un estilo de vida consumista y a
la vez se mandan mensajes contra la droga y contra la drogadicción. Se da
una imagen del drogadicto marginal y criminógena que no responde a la
realidad más que en un porcentaje muy pequeño, muy limitado. El
drogadicto como tal no es una persona marginal ni criminógena sino en un
porcentaje muy pequeño de todo el espectro del mundo de los drogadictos.

Se habla de drogas y se refieren exclusivamente a las ilegales
reduciéndolas casi a la heroína, pero drogas son también la cocaína, los
fármacos sustitutivos, el alcohol, etcétera.

Realmente, creemos que el mensaje que están mandando y la forma en que
están abordando los medios de comunicación el tema de la drogadicción es
antipreventivo. Es necesario revisar a fondo todo lo referente a la
prevención, establecer criterios claros a ese respecto y apoyar con
continuidad programas válidos y no sólo campañas puntuales o charlas que
tienen poca relevancia y que a veces son contrapreventivas.

En relación con la asistencia, quiero subrayar la necesidad de dar más
importancia a la coordinación, integración y apoyo económico suficiente a
programas válidos de asistencia a toxicómanos (me refiero a programas de
instituciones privadas, sin ánimo de lucro), en todos los aspectos, sea a
nivel preventivo y asistencial, sea a nivel de organización social.

Muchos de estos programas, que por las motivaciones humanitarias de donde
nacen resultan especialmente eficaces, debieran recibir el mismo
tratamiento que los programas de la Administración, si realmente creemos
en una sociedad civil y no sólo en una sociedad estatalista. Siempre que
quede demostrado que se trata de programas válidos, ya acreditados que
tienen garantías suficientes de validez y eficacia terapéutica, debieran
recibir el mismo tratamiento a nivel de coordinación, de participación y
de apoyo económico, debería contarse con ellos en todo y al mismo nivel
que los programas potenciados directamente por la Administración.

En este sentido, creemos que existe una auténtica discriminación que ya
va siendo hora de subsanar.

En cuanto al Consejo Asesor de las Organizaciones No Gubernamentales
(ONGs) que quiere potenciar el Plan Nacional de Drogas, es necesario
perfilar bien dicho Consejo, dada la heterogeneidad de programas e
instituciones que, de algún modo, tienen que ver con la drogodependencia.

En las ONGs existe una gran heterogeneidad de programas, que son muy
distintos. A veces son programas específicamente rehabilitadores o de
intervención en el campo de las toxicomanías, otras veces no lo son
específicamente. Si se quiere que el Consejo Asesor sea ágil y operativo,
habrá que perfilarlo bien, pues, de lo contrario, puede ser un ente que
nazca muerto.

En el Proyecto Hombre nos preocupan de forma especial los programas
alternativos con sustitutivos opiáceos; concretamente la metadona. Nos
parece que ha llegado a tener una excesiva extensión la aplicación de
estos programas. En 1992 hubo más de 9.000 tratamientos con metadona, que
ya se puede decir que es un número muy importante. Estos tratamientos en
su mayoría han sido bien diagnosticados, se ha hecho un seguimiento
suficiente y responden a objetivos terapéuticos. Nos preguntamos:
Realmente estos programas de objetivos intermedios, ¿son programas
terapéuticos, cuando está la droga por medio? Quizá habría que quitarles
el calificativo de terapéuticos. Pueden ser programas válidos para
mitigar ciertos problemas, pero nosotros no los denominaríamos programas
terapéuticos.

Además, son peligrosos porque pueden anular la motivación en la
rehabilitación. Todos sabemos muy bien que un toxicómano, cuando se le da
droga, no se plantea dejarla; al contrario, siempre que el toxicómano
pueda



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disponer de droga no se lo plantea, sino que va a seguir consumiendo
droga. Esta situación puede servir para dificultar la motivación para la
rehabilitación al hacer crónica la drogodependencia.

También pueden ser simples fórmulas de control sanitario y social.

Estamos en momentos en que se dice que han fracasado las políticas, la
represión, etcétera, que hay pocos resultados positivos a nivel
terapéutico. (Nosotros no estamos de acuerdo tampoco con esto.) Y para
evitar problemas de tipo social, de seguridad ciudadana, o problemas
sanitarios, se acude a la utilización de esta fórmula que va a mitigar
situaciones difíciles, una fórmula de control sanitario y social, repito.

También parece que podría ser un camino encubierto hacia la legalización
de hecho de una droga que por esa vía puede utilizarse dentro de la
legalidad.

Estimamos igualmente que en ciertas comunidades se ha potenciado la
creación de servicios de captación y derivación de toxicodependientes,
pretendidamente con buena intención desde la base social para comprometer
e implicar a instituciones que están en contacto con la realidad social
pero que no tienen suficiente preparación y cualificación. Por ello, hay
una serie de servicios de captación y derivación ineficaces y a veces
contraproducentes.

Quisiera subrayar un último aspecto en este tema. Me refiero a la
integración social del drogodependiente, que es un aspecto esencial de la
rehabilitación. Es necesario seguir insistiendo en el cambio de
mentalidad de los ciudadanos, de los cuales casi un 50 por ciento dicen
que hay que apoyar al drogadicto, pero apoyarlo lejos, aislado de la
sociedad; que se cure fuera de la ciudad. Eso es totalmente
antirehabilitador y antiintegrador. La integración social es un aspecto
esencial de la rehabilitación. Hay, pues, que seguir insistiendo en
normalizar al máximo los programas, en hacerlos más acordes con la vida
real, integrarlos más en la sociedad.

El tema de la formación ocupacional, especialmente dentro de los propios
programas de rehabilitación, a lo largo del proceso terapéutico, es muy
importante. En las propuestas de 1991 se hablaba de desarrollar convenios
con el INEM para formación ocupacional. Se han hecho algunas cosas, pero
creemos que no las suficientes. Es triste ver cómo en muchos programas de
rehabilitación --y hablo del Proyecto Hombre-- de una duración de dos o
tres años, los chicos se van rehabilitando a nivel personal pero deberían
terminar el programa con una capacidad profesional, y resulta que por
falta de medios, de coordinación el INEM en ciertos casos, no se pueden
llevar a cabo. Habría que seguir potenciando este aspecto, que es muy
importante.

Creemos asimismo que es necesario seguir trabajando en relación con el
cambio del discurso social sobre las drogodependencias. Siguen
funcionando estereotipos, como el miedo, la compasión fácil, el
paternalismo. Todo esto no es positivo para los propios
drogodependientes. La primera labor terapéutica es combatir y cambiar
este discurso social.

En cuanto al aspecto penitenciario, no cambiará el problema de la
drogodependencia mientras no se renueven sustancialmente los centros
penitenciarios. El ambiente penitenciario no es un ambiente humanizado,
no es un ambiente formativo, no es un ambiente motivador y estimulante
para solucionar ningún problema y menos el de la drogodependencia.

Existen grandes dificultades para poder trabajar terapéuticamente dentro
de los propios centros penitenciarios, porque dentro de ellos hay lo que
yo denomino un verdadero clima antiterapéutico: desmotivación en los
funcionarios, hacinamiento, etcétera. Sin embargo, es necesario potenciar
decididamente los programas que, a pesar de todo, se van implantando
dentro de las prisiones y que son efectivos.

El Proyecto Hombre está trabajando en España en bastante prisiones en
programas distintos elaborados desde cada lugar, desde cada programa
concreto del Proyecto Hombre y está trabajando con cierta eficacia con un
porcentaje bastante alto de reclusos que una vez iniciado su proceso de
motivación dentro de la prisión continúan después su rehabilitación en
los programas propios del Proyecto Hombre.

Quiero señalar un último punto muy concreto. En el artículo 57.1 del
Reglamento de Instituciones Penitenciarias figuran unas disposiciones
para facilitar y agilizar al máximo la excarcelación a través de la
clasificación en tercer grado de estos ex-drogadictos que ya están en
proceso de rehabilitación o que ya han finalizado dicho proceso. Y, sin
embargo, esas disposiciones no se están cumpliendo. Hay directrices de la
Dirección General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio de
Justicia, pero en la práctica son las prisiones las que tienen que tomar
las decisiones. Y en unos centros penitenciarios se ha actuado con mucha
agilidad y en otros se tarda mucho tiempo, a veces meses. Habría que
urgir la aplicación, la puesta en práctica del Reglamento y de dichas
disposiciones.

En cuanto al aspecto legislativo, el Proyecto Hombre está en contra de la
actual penalización administrativa del consumo y tenencia de drogas. Nos
parece rechazable porque acrecienta la idea de prohibición, que es
antipreventiva. Lo mismo ocurre con la imagen criminógena del toxicómano.

Está pendiente el tema de la reforma del Código Penal. Es un absurdo
legal el ingreso en prisión de drogodependientes rehabilitados o en
proceso de rehabilitación. Nos parece que ello contradice la propia
Constitución, que habla de la finalidad rehabilitadora de las leyes
penales. Se producen abusos en cuanto a la solicitud de indultos. El
indulto debería ser una medida totalmente excepcional y, sin embargo, se
convierte en muchos casos en el único recurso para obtener el no ingreso
o la salida de prisión de toxicómanos en proceso de rehabilitación o
rehabilitados; indultos que se conceden tarde, a unos sí y a otros no
aunque estén en las mismas circunstancias. Hay una arbitrariedad y no
sabemos cuáles son las razones para que en unos casos se conceda y en
otros no. Nos parece un verdadero anacronismo esta situación, que se
produce por falta de voluntad política.

Cuando se habla con personas del mundo de la política o de la
Administración, con jueces, etcétera, todos están de



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acuerdo en que habría que reformar ya el Código Penal en este sentido,
pero así llevamos año tras año sin que esto se lleve a cabo.

Para nosotros, la reforma del Código Penal en este sentido debería ir en
la línea de lo que se llama la libertad a prueba.

En cuanto a otros aspectos concretos, por ejemplo los afectados por el
VIH o enfermedad del SIDA, habría que potenciar los centros de atención a
enfermos afectados por el VIH o el SIDA, centros de atención y apoyo en
aquellos casos en que sea necesario. Porque la línea mejor sería la
normalización de la vida de estas personas; siempre sería mejor que
vivieran en su medio social normal, en su medio familiar, mucho mejor que
internarlos en esos centros. Pero se dan muchos casos en que no son
aceptados ni siquiera en sus propias familias. Y para estos casos es
necesario potenciar centros para ellos, de los que existe ya un cierto
número en España.

Nos preocupa mucho el problema de la atención a los adolescentes en
riesgo de caer en la drogodependencia o ya iniciados en ella. En cierto
sentido es un absurdo que esperemos a que un drogadicto esté ya
enganchado en la droga, esté muy mal, para intervenir. Habría que diseñar
y potenciar el desarrollo de programas preventivos intermedios, entre
preventivos y rehabilitadores, dedicados a adolescentes de 14, 15, 16,
18, 20 años, programas muy diferentes de prevención, rehabilitación,
formación, etcétera, pero, repito, muy diferentes a los que hoy existen
para toxicómanos en general.

Este tipo de programas se pueden efectuar; en otros países se están
desarrollando. Habría que ponerlos en marcha en cooperación con el
Ministerio de Educación y Ciencia.

También nos preocupa y nos parece un tema muy abandonado la relación
entre marginalidad y drogodependencia. Existe una serie de colectivos,
como los gitanos, la prostitución, los ambientes de los barrios
marginales, en los que se suman dos problemas, el más grave de los cuales
es el de la marginalidad, marginalidad en la que está arraigada muy
fuertemente la drogodependencia. Habría que hacer un esfuerzo especial
por potenciar programas o intervenciones, reflexionar seriamente cómo
intervenir en esos ámbitos.

El tema de legalización versus penalización es un falso dilema. No se va
a solucionar el problema de la drogodependencia ni va a cambiar
sustancialmente a través de la penalización, que es el aspecto
predominante hoy, incluso desde la figura del toxicómano, ni desde la
legalización. Hay que ir por otro camino que el de la liberalización de
la droga; hay que ir por una vía de rehabilitación, de asistencia, de
reinserción e integración social, pero cambiando el discurso social e
implicando a toda la sociedad y de forma muy especial a la familia. Es
importante también potenciar la formación en drogodependencia desde un
modelo de comprensión, y la intervención que no sea simplemente
médico-sanitaria, que es la predominante. El problema de la
drogodependencia no es un problema médico-sanitario, sino un problema
personal, existencial de la persona, es un problema psico-social y
también socioestructural. Habría que ampliar la formación de los agentes
de intervención en drogodependencia y de toda la sociedad en esta línea.

Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Núñez.

Tiene la palabra don Juan Ignacio Jiménez Frisuelos.




El señor PRESIDENTE DE LA UNION ESPAÑOLA DE ASOCIACIONES DE ASISTENCIA AL
TOXICOMANO (Jiménez Frisuelos): Buenos días y muchas gracias a la
Comisión Mixta Congreso-Senado, por habernos permitido venir aquí a
comparecer ante us-tedes. La Unión Española de Asociaciones de Asistencia
al Toxicómano, a la que represento (y permítanme que lo primero que haga
sea presentarme), es la unión de 226 asociaciones de carácter no
lucrativo, muchas de ellas declaradas de utilidad pública. La propia
Unión está igualmente declarada de utilidad pública.

En estos momentos, a través de subvenciones del Ministerio de Asuntos
Sociales, la Unión está desarrollando 63 programas realizados por 50
asociaciones. Los programas que se desarrollan son fundamentalmente de
intervención, rehabilitación, reinserción, programas en prisiones y pisos
de acogida para jóvenes que tienen familia para que no sea esto un
inconveniente y puedan llevar un proceso terapéutico.

También tenemos como novedad esas unidades de alternancia al cumplimiento
de pena de prisión. Quizá no sea este el momento de extendernos sobre
ello, pero podríamos ver que están siendo de un rendimiento social
importante.

Cuando me invitaron ustedes a venir a esta Comisión, lo primero que hice
fue ponerme en contacto con las 226 asociaciones para que me enviasen las
propuestas que querían que les trasladase. Con lo cual, aunque voy a
ceñirme al esquema del documento del año 1991, todas las aportaciones
mías en este caso voy a hacerlas como portavoz de las 226 asociaciones.

De ellas, unas 110 ó 112 me contestaron inmediatamente por fax, teléfono
o carta, mandándome sus propuestas. Por tanto en estos momentos me
considero la voz de las asociaciones, de los grupos de personas que están
a pie de obra, grupos que en muchos casos son técnicos y en todos los
casos se trata de ese movimiento y entramado social en torno a la droga
que ha hecho que se vaya articulando, que se vaya estructurando un poco
más nuestra actuación.

Voy a seguir el esquema del documento de ustedes. Y siguiendo ese
esquema, voy a darles la visión que nosotros tenemos sobre la oferta de
la droga.

Se ha detectado quizá un aumento no excesivo del consumo de heroína.

Creemos que el consumo de heroína se ha estabilizado, casi no ha
umentado. Lo que nos preocupa mucho es la gran oferta de drogas
sintéticas que se hace en muchos establecimientos públicos para menores
de edad. Es de subrayar que eso ocurre en discotecas, gimnasios, fiestas,
en lugares a los que los padres saben que van sus hijos y que son
discotecas «light», porque no venden alcohol, pero en ellas a cambio de
alcohol se están ofertando



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drogas de diseño, drogas que en muchas ocasiones no sabemos qué son.

Puedo contarles, como anécdota, que en alguna fiesta escolar incluso los
profesores han intentado que no se venda alcohol y lo menos posible de
tabaco, y la sorpresa fue que en el caso de algunos chavales simplemente
un vasito de agua era suficiente para alterar su comportamiento. Y cuando
se analizó por qué se alteraba ese comportamiento se vio que no era ni la
música psicodélica ni el ambiente de diversión que había; se había
ofertado en ese local una droga de diseño.

Las Asociaciones de Valencia decían que en el País Valenciano eso está
siendo enormemente común. Y no solamente ya por lo que hemos dado en
llamar o más bien lo que a veces los medios de comunicación han
presentado como algo muy atrayente para la juventud, que es la «ruta del
bakalao», sino en discotecas muy pequeñas, en centros muy pequeños donde
la moda de la «marcha del bakalao» no ha llegado todavía, si es que en
algún sitio no ha llegado, porque la televisión tiene tal poder que las
noticias llegan rápidamente a todos los sitios.

También vemos que cuando las drogas de diseño se toman con agua son
ciertamente perniciosas, pero cuando se mezclan con alcohol, ocurren
cosas tremendas. En muchas ocasiones cuando llevan a un joven al hospital
y tratan de atender su problema de alcohol, se encuentran muchas veces
los médicos que tienen miedo de aplicar cualquier terapia de choque,
porque con el alcohol hay otra droga de diseño de la que no se sabe su
composición química y en algunas ocasiones el antídoto puede llegar a
causar males más graves que la droga misma. Por ello, los servicios de
urgencia de los hospitales se encuentran con este grave problema.

Ante esto, nos parece que si bien es necesaria la represión contra la
droga directamente, también creemos que hay que tener en cuenta que la
droga hay que elaborarla. ¿Qué pasa con los componentes químicos con que
se elabora la droga? Creemos que en esto hay que ejercer también un
control.

Nuestra propuesta sería que, así como no estamos de acuerdo con que se
sancione el consumo público de droga, habría que poner unas sanciones
fuertes y clausurar si es preciso los locales donde se permite el tráfico
y el uso de drogas; en definitiva, los responsables de los locales tienen
que encargarse de que en sus locales no se realicen acciones que vayan
contra la salud pública.

Y decimos que no estamos de acuerdo con que se pongan sanciones a los
consumidores de drogas en público, por dos razones. Porque, ¿qué se hace
con los consumidores? ¿Se les pone una multa? Si realmente muchas de
estas personas, al menos los que atendemos nosotros, son personas que no
trabajan, no tienen medios económicos y están enormemente
desestructuradas. ¿Se les lleva a la cárcel por una medida
administrativa? ¿O es una ley que existe pero no se cumple, con lo cual
se está dando la sensación de tolerancia? ¿Y por qué una ley se cumple y
otra no? Se puede estar dando la sensación de tolerancia, porque no hay
medidas concretas para hacer efectiva esa sanción y lo más que se puede
hacer en algún momento es castigar a los padres, a la familia, que son
los que tienen que pagar las multas. Y se está dando la sensación de
tolerancia al no reprimir al pequeño traficante.

Por un lado estamos diciendo: Vamos a castigar al consumidor. Y por otro
lado, al pequeño traficante, que es el que se ve en la calle, no se le
está castigando. La experiencia es que se pone en conocimiento de las
fuerzas de seguridad del Estado y, como es algo tan habitual, éstas no
tienen medios para actuar, y si los tienen no sé si después disponen de
herramientas jurídicas para reprimirlos de forma efectiva.

Por tanto, creemos que la oferta necesariamente hay que reprimirla, eso
nos parece importante, pero no solamente con el control del blanqueo del
dinero que produce el narcotráfico, sino también con la represión en esos
otros sitios, como discotecas y locales públicos, donde van los más
jóvenes de nuestra sociedad.

En cuanto a la prevención, opinamos lo siguiente. Hay dos tipos de
prevención que necesariamente deben estar guiados por las características
de la población a la que queremos prevenir.

Señorías, la mayoría de los jóvenes con los que nosotros tratamos son
jóvenes que proceden o de familias humildes, a veces de barrios
marginales, o de familias enormemente desestructuradas; familias
desestructuradas en las que el primer inicio, en muchas ocasiones, en el
consumo de drogas se lo proporcionan a los hijos los mismos padres.

Podríamos contar infinidad de casos y, aunque no siempre (sería un error
confundir ciertas etnias con el tráfico de drogas), en ciertos barrios se
están utilizando niños.

Me contaba anteayer una persona que una madre con el dinero que le habían
dado por la indemnización de un seguro de vida que tenían de una hija, se
fue de Madrid a Santander llevándose al niño --el hermano pequeño de la
que había muerto y por cuyo accidente mortal le habían dado el dinero,
dos millones de pesetas-- en el tren y volvió cargado de droga. Pero es
que esa misma madre (y me estoy refiriendo a un hecho concreto, aunque
desgraciadamente se multiplica en ciertos barrios) para que el niño no
tuviese excesivas molestias en el tren y pudiera salir al parque a vender
la droga, la propia madre, digo, le daba un poquito de droga para que el
niño no fuera plenamente consciente y no quisiera irse a jugar con otros
niños.

No les estoy contando anécdotas, les estoy contando situaciones que se
dan con bastante frecuencia y que se dan en zonas de cierta marginación,
que es donde nosotros trabajamos. Ocurre otro problema con hijos de
toxicómanos. El padre o la madre o bien ambos están en la cárcel y los
niños tienen que continuar viviendo, además en esa edad fronteriza de los
16, 17, 18 años en que tardan mucho en llegar las medidas judiciales de
protección al menor, en que la oferta de actividades marginales no
existe. Esos chicos se convierten primero en distribuidores y después en
consumidores.

Por ello proponemos que se dote de medios para que haya una mayor
eficacia en el GRUME, la policía de menores, que es la que tiene que
intervenir en estos casos, para que intervenga en cuanto se dé la alerta
de que una familia tiene desprotegidos a los niños o de que están siendo
utilizados los pequeños para la venta de droga y al



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mismo tiempo les dan para consumir con el fin de que estén más «a gusto»,
que puedan ser unos vendedores eficaces de droga.

Por todo ello, creemos que el GRUME tiene que ser potenciado para que
pueda intervenir inmediatamente cuando se den situaciones de estas
características.

Y en esos barrios se trata de chicos y chicas la mayoría de los cuales se
han quedado en 2.º o 3.º curso de EGB. A nosotros nos parece que la
oferta escolar no es suficiente, que en este momento no está dando
respuesta a los problemas de esos barrios concretos.

Sin embargo, la LOGSE prevé unas aulas, que se llaman aulas de garantía
social, en las que se imparta una enseñanza alternativa a la reglada, que
podría ofertar a estos chicos y chicas el aprendizaje de un oficio, pero
aprendiéndolo de manera simultánea, para que no suponga un esfuerzo
excesivo. Porque muchas veces, en el ambiente familiar en el que están,
no pueden esforzarse en un trabajo intelectual.

Esos talleres ocupaciones de barrio que prevé la LOGSE como aulas de
garantía social todavía no se han puesto en marcha en muchas localidades.

Solamente se han establecido una o dos a título experimental. Tal es el
caso de Móstoles, que tiene más del 40 por ciento de fracaso escolar y en
donde se han establecido dos aulas de este tipo para una población de
casi 40.000 jóvenes. También la hay en Baracaldo y en algún sitio de
Valencia.

La misma LOGSE prevé que estas aulas las gestionen o bien directamente el
Ministerio de Educación y Ciencia o bien los ayuntamientos o las
entidades asociativas sin ánimo de lucro. Las asociaciones sin ánimo de
lucro en este caso están trabajando al pie de los barrios de tal manera
que creo que tienen que ser entidades medias privilegiadas para hacer
este trabajo o responsabilizarse en parte de este trabajo en las aulas de
garantía social.

En cuanto a los otros chicos que están ya en edad escolar, también hay
otra alternativa. Ciertamente que el INEM ha hecho un esfuerzo por
concertar acuerdos con algunas asociaciones y entidades sin ánimo de
lucro. Es cierto que el INEM ha hecho ese esfuerzo, pero no parece que la
misma estructura de los cursos del INEM respondan a las demandas de los
chicos y chicas que están desestructurados, porque no tienen normalizada
su vida, no tienen unos hábitos laborales, no tienen una disciplina
mínima para caminar por la vida.

Yo entiendo que sea así a veces, pero deberíamos entablar un diálogo con
el INEM para ver qué se puede hacer con estas personas no normalizadas.

Entiendo que efectivamente hay que ser exigente. Vuelvo a repetir que
tiene que ser así. Pero hay poblaciones que, si queremos normalizarlas y
crear en ellas hábitos laborales, no tenemos más remedio que ser más
flexibles en la oferta de esta enseñanza profesional alternativa a la
enseñanza reglada.

También en la prevención específica de colectivos de riesgo, creemos que
hay algo que se prevé en las leyes. Se trata de las Juntas de Seguridad
Ciudadana, pero en la mayoría de los pueblos y localidades, las Juntas no
funcionan o no tiene la eficacia que se preveía al crearlas.

Cuando hablamos de seguridad, no hablamos sólo de medidas policiales. Al
hablar de seguridad, hablamos de que todo hombre y mujer pueda tener la
mínima igualdad de oportunidades para desarrollarse. Y como digo, las
Juntas de Seguridad Ciudadana, por un lado, no funcionan y, por otro, se
han fijado mucho más en lo policial y represivo que en aumentar la
calidad de vida de los ciudadanos.

Pero después de esta prevención específica, que yo llamaría prevención de
choque, relativa a una población muy concreta, hay otra prevención
inespecífica que nosotros creemos que necesariamente tiene que darla la
escuela, y no sólo con asignaturas específicas sobre drogas. A nosotros
nos parece que, en ciertas edades, en la prevención contra la droga ni
siquiera tiene que utilizar la palabra droga. Creemos que la acción de la
escuela tiene que consistir en una acción transversal, a través de todas
las asignaturas, acciones transversales, acciones sistemáticas, acciones
progresivas. De lo contrario, podríamos hacer una buena campaña, pero
sería una campaña y no educación en la prevención. No nos gusta hablar en
educación de prevención, porque parece que estamos admitiendo algo que no
podemos teóricamente admitir, aunque de hecho sea así, y es el riesgo de
la droga. Nos gusta más hablar de educación para una vida saludable, que
es donde deben fijarse estas acciones transversales y esta educación para
la vida saludable que debe comprender desde los elementos básicos de
educación para una higiene personal hasta los elementos básicos para una
relación saludable con los compañeros, incluso con los diferentes.

Por otro lado, aun siendo esto importante, muchas veces el profesorado no
está lo suficientemente preparado para estas acciones. Creemos que sería
muy importante otra cosa que, como humanos, tenemos que decir. El
profesor se pregunta: «Si me cuenta mi preparación en el problema de
droga para mi situación curricular, voy hacer un curso.» «Si el
Ministerio no lo tiene en cuenta», se dicen los profesores muchas veces,
«no tengo motivación suficiente». Creemos que habría que motivar a los
profesores, no sé con qué medios. (Hablo de los profesores y luego
hablaremos de los funcionarios de prisiones, que creo que también hay en
ellos falta de motivación.) Habría que incentivar al profesorado para que
tengan ansias de prepararse sobre este tema.

Los profesores no son los únicos que tienen que dar un servicio desde la
escuela. Es la escuela la que tiene que dar el servicio. Las doctrinas
más tradicionales así lo reconocen. La escuela no es sólo un centro de
enseñanza sino un centro de formación y educación. Creo que está superado
el debate de los años setenta, cuando los profesores nos planteábamos qué
teníamos que ser en la escuela, si enseñantes o educadores. Creo que eso,
gracias a Dios, está ya superado con creces y todos, aunque sea
teóricamente, creemos que debemos ser educadores.

Pues bien, para una auténtica educación creemos que es preciso que la
escuela tenga los medios suficientes para detectar los problemas que
surgen en los alumnos, no sólo detectarlos sino poder dar una respuesta
muchas veces psico-social a esos problemas. El maestro es la persona
privilegiada en ese aspecto por su preparación, por la



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cantidad de horas que pasa con el alumno y por la edad de los alumnos.

Los alumnos, que son confiados, cuentan las cosas a los profesores. El
profesor y la escuela son los privilegiados para empezar a detectar
algunos de los problemas que después llevarán a los jóvenes a consumir
drogas.

Si en las escuelas estableciéramos unos gabinetes de atención
psico-social, que colaborasen con el profesorado y las asociaciones de
padres y que formaran parte, en definitiva, de toda la comunidad
educativa, estaríamos detectando los problemas. Los problemas unas veces
tienen su origen en la oferta y otras en el ambiente. Pero en otras
ocasiones hemos detectado que los problemas pueden venir por estructuras
distorsionadas de la personalidad de algunos jóvenes alumnos que, si se
les hubiera cogido en su momento podrían haberse corregido, no
produciendo un mal para ellos mismos, para la familia y para la sociedad.

Por tanto, propugnamos la creación de esos gabinetes de atención
psico-social que serían una auténtica herramienta de prevención y que
ayudarían a los chicos y chicas a que fuesen desarrollando auténticamente
toda su personalidad.

Pero la escuela y la familia no son los únicos sitios de donde el niño
recibe los mensajes. Posiblemente hace unos años, cuando nosotros éramos
niños, la mayoría de la influencia, el 50 por ciento de la influencia que
se ejercía sobre nosotros venía de la familia, el 25 o el 30 por ciento
procedía del colegio y el tanto por ciento mínimo restante procedía del
exterior. Hoy a nosotros nos parece que han cambiado los porcentajes. Hoy
el joven y la joven desgraciadamente reciben de la familia una influencia
mínima, de la escuela reciben una influencia mínima también, mientras que
los medios de comunicación, la televisión es la que está ejerciendo sobre
los niños y los jóvenes una influencia que en muchos casos, como se ha
dicho anteriormente, es totalmente permisiva por el doble mensaje que
está lanzando. Los modelos de identidad que se están lanzando a los
jóvenes a través de los medios de comunicación son modelos totalmente
nefastos. Les invito a que vean la televisión. Hace unos meses pusieron
un programa sobre «la ruta del bakalao». Si se hace un análisis de ese
programa, se debe reflexionar sobre si ese programa les ha servido a los
jóvenes como prevención o como invitación a situaciones de placer, como
invitación a situaciones en las que realmente se pasa muy bien.

Simplemente me gustaría que, si tienen ocasión, analicen esos programas.

Por un lado, nos mandan el mensaje directo contra las drogas, pero, por
otro, los modelos de identidad que desde los medios públicos de
comunicación, desde la televisión, incluso a través de programas
aparentemente inocentes como los dibujos animados, son no sólo de
consumismo sino de violencia, incluso en algunas ocasiones de racismo.

Tratando de aligerar, voy a pasar al tema de la rehabilitación. Muchos
padres y madres de asociaciones están con bastante miedo porque en muchas
ocasiones la calidad de los tratamientos no es la mínimamente exigible.

Tenemos en España muchos centros que, bajo la excusa de estar tratando a
toxicómanos, están buscando otros objetivos, ya sean filosóficos,
religiosos o económicos. Hay muchos centros que no están desprovistos de
unos objetivos distintos a la rehabilitación. Las familias que tienen una
mínima estructura y quieren y pueden mandar a sus hijos a programas
estables y de calidad, no tienen ese problema. Pero muchas familias no
tienen medios para mandarlos a esos programas y los llevan a centros
donde se está utilizando realmente a los toxicómanos como mano de obra
barata y haciendo competencia desleal a pequeñas empresas, y al mismo
tiempo se les está cambiando la adicción a una droga física por otra
droga que no me atrevo a llamar espiritual, porque sería quizás elevar
demasiado el rango del caso a que me refiero.

Por tanto, creemos que, como preveían ustedes en su informe anterior y no
se ha hecho, debería haber un sistema de evaluación de centros para que
éstos necesariamente tengan la mínima calidad exigible y en los cuales la
dignidad de la persona no se vea de alguna forma invadida.

Yendo con mucha rapidez, también creemos necesario tener en cuenta que
hay muchos trabajadores que son consumidores, para los cuales el
someterse a terapia les puede suponer el marcharse de la empresa. Creemos
que en la Seguridad Social se debería contemplar el establecimiento de la
incapacidad laboral transitoria para los trabajadores consumidores, pues,
de lo contrario, o tienen que mentir a la empresa y decir que tienen otra
enfermedad, o en muchos casos renunciar al tratamiento, con lo que eso
supone, porque corren el riesgo de que si dicen en la empresa su
situación se queden sin su puesto de trabajo.

En esta misma línea vemos que en muchas ocasiones, cuando se trata de
trabajadores que se están iniciando en el consumo, sería importante crear
algún centro en el que la terapia se impartiese en horarios no comunes de
trabajo. Sé que esto es un grave inconveniente, pero debería haber
algunos centros de atención terapéutica para que estas personas no tengan
necesidad de darse de baja cuando no sea preciso.

Paso ahora al tema de la inserción y reinserción. Y quiero simplemente
poner de manifiesto dos notas. Entendemos que no hay reinserción si no
hay capacidad para trabajar. La mejor, y no sólo la mejor sino la
auténtica reinserción o inserción es que una persona pueda acceder al
mundo del trabajo. De lo contrario, ¿inserción para qué? ¿Para estar en
el campo viéndolas venir o para estar toda la vida en la comunidad
terapéutica que me ha curado? La inserción ha de consistir en meterse en
el tejido social productivo que necesita toda la nación.

Por tanto, creemos que hay que aprovechar el tiempo que las personas
están bajo terapia, cuando se trata de personas carentes de formación
profesional adecuada, aprovecharlo para darle formación profesional,
porque muchas veces, de las personas que llegan a nuestras asociaciones,
no llegan al 30 por ciento las que tienen terminada la EGB ni completado
ningún nivel, aunque sea mínimo, de Formación Profesional. En
consecuencia, es muy difícil su acceso al mundo del trabajo. Por ello
repito que podríamos aprovechar la situación terapéutica de esas personas
para que sigan cursos de formación profesional o cursos de reciclaje para
los que ya estaban preparados profesionalmente.




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Pero tampoco hay reinserción si después de muchos años de estar
rehabilitado --y esto lo vemos todos los días en la prensa--, tienen que
volver a cumplir una condena por delitos que cometieron en situaciones
que ya no existen cuando se ha terminado con éxito un programa
terapéutico. Creemos que esto se debe tener en cuenta, porque una de las
cosas que, a mi juicio, tendríamos que hacer es agilizar la
Administración de Justicia, pues, de lo contrario, se pueden estar
causando muchísimos más perjuicios de los que se quieren remediar.

Permítame, señor Presidente, hacer solamente una revisión del
cumplimiento de las penas. Creemos que el cumplimiento de penas tiene que
ser un momento terapéutico. El ir a prisión se tiene que convertir en un
momento terapéutico, con las limitaciones propias de una prisión. Por eso
creemos que se tienen que dar muchas más facilidades para el cumplimiento
de penas en centros terapéuticos.

La Ley General Penitenciaria prevé en su artículo 57.1 que se puedan
cumplir penas alternativas en centros terapéuticos. Sin embargo, no
siempre es así, dependiendo mucho de la arbitrariedad de las Juntas de
régimen o Juntas de tratamiento de los centros la utilización de lo
previsto en la ley para que sea posible esa rehabilitación.

También nos parece necesario algo que ya se está haciendo en las
prisiones y la experiencia de la Unión Española de Asociaciones de
Asistencia al Toxicómano nos demuestra que es positivo en estas
situaciones y dentro de las limitaciones, repito, de las prisiones. Me
refiero a los programas libres de droga. Esos programas son necesarios y
eficaces aunque haya grandes dificultades para su realización. La primera
de ellas es la gran cantidad de droga que circula en las prisiones.

Habitualmente yo trabajo en una prisión, estoy casi todas las tardes en
la prisión, sábados y domingos incluidos. Y hay veces que no se puede
hablar con la gente porque se caen de lo drogados que están. Es
significativo que la mayoría de los altercados que se producen en las
prisiones es por la droga. Hace dos semanas tuve que recoger a un chaval
al que habían matado en el patio de la prisión; cuando pregunté qué había
pasado me dijeron que era por la droga.

Es también significativo que los internos que tienen ganas de salir y
hacer un programa dentro de la prisión, se ven mediatizados y a veces
amenazados por otros internos si hacen el programa. Como digo, las
dificultades son grandes, aunque consideramos que son importantes en las
prisiones donde se establecen módulos o galerías exclusivamente para
estos casos.

Muchas veces, el salir fuera a cumplir la pena supone que la familia
tenga medios para pagar una comunidad terapéutica, con lo cual nos causa
gran preocupación el caso de las familias que no tienen medios para pagar
esa comunidad terapéutica en la que hacer un programa alternativo a la
prisión.

¿Qué pasa? ¿Es que el cumplimiento de penas alternativas a través del
artículo 57.1 va a ser preferentemente para las familias acomodadas que
tienen medios para pagar la alternancia o, por el contrario, se van a dar
oportunidades a todos para que no siempre tengan que estar en los sitios
menos aconsejables las personas menos favorecidas?
Hace un par de semanas, hice una visita con el Comisionado de la Droga de
Andalucía a una comunidad terapéutica de Córdoba y después, en una
reunión con los pacientes, con los usuarios, constatamos (y esto ocurre
no sólo en esa comunidad terapéutica sino en otras muchas) que gracias a
los programas de metadona muchos jóvenes que ni siquiera se habían
planteado el hacer un programa libre de drogas se habían acercado a la
red pública o a la red privada sin ánimo de lucro y habían terminado
haciendo un programa libre de drogas. Con lo cual creemos que lo mismo
que en Madrid existe el programa del «Isidro-bus», que creemos que está
dando buenos resultados, habría que acercar algún medio terapéutico a los
barrios y ambientes donde se está dando el problema.

Creemos que los programas de metadona y los programas de reducción de
daño en muchos casos son el primer paso para llegar a un programa libre
de drogas.

También queremos manifestar aquí que son necesarios centros de acogida
para tercer grado para enfermos terminales. Muchos de estos enfermos
terminales tienen que morir en la enfermería de las prisiones porque a
veces la familia está tan desestructurada que ni siquiera les acogen en
los últimos momentos de su vida. Aunque a mí me consta el esfuerzo que
están haciendo muchas prisiones, muchos médicos de prisiones, incluso
muchos funcionarios, la prisión no es el sitio ideal para el acto supremo
del hombre que es morir. Por eso, esos centros en que se pueda aplicar el
artículo 60 para los enfermos terminales creemos que son imprescindibles.

Muchas gracias por la paciencia que han tenido. Al final he tenido que
correr un poco. Me hubiera gustado matizar algunas cosas, pero comprendo
que su tiempo tiene un límite. Repito, muchas gracias por su paciencia y
perdónenme.




El señor PRESIDENTE: Señor Jiménez, posiblemente en la intervención
posterior habrá ocasión para desarrollar algunos temas con mayor
amplitud.

Tiene ahora la palabra el señor Serra.




El señor VICEPRESIDENTE EJECUTIVO DE LA FUNDACION DE AYUDA CONTRA LA
DROGADICCION (Serra Serrach): Muchas gracias, señor Presidente. Buenos
días, Señorías. También yo quiero agradecer, personalmente y en nombre de
la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, la invitación que se nos ha
formulado por esta Comisión Mixta para comparecer ante ustedes y
exponerles nuestra opinión sobre la situación actual de la droga en
España y el cumplimiento del informe del año 1991 de esta misma Comisión.

En primer lugar, creo que el informe recoge magníficamente el
diagnóstico, la situación del problema de la droga que es, como se dice
recurrentemente, una de las tres principales preocupaciones de los
ciudadanos, junto con el paro y el terrorismo. Asimismo, las
orientaciones y recomendaciones del informe me parecen, modestamente,
acertadas.




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Me gustaría hacer especial hincapié en un párrafo de dicho informe que
mueve al optimismo, y es que se va avanzando en el rechazo social al
consumo de drogas. Desde la Fundación que, como saben, desde su creación
hace siete años concentra su actuación en el campo de la prevención,
hemos constatado empíricamente, técnicamente, científicamente, que la
sociedad española ha incrementado la concienciación contra la droga y ha
incrementado su rechazo contra la misma.

Ahora bien, si me lo permiten diré que creo que se podría profundizar en
el diagnóstico que se hizo en su tiempo. Hay que ser conscientes de que
éste no es un problema nuevo, no es la primera vez que en Europa aparecen
las epidemias del consumo de drogas. En concreto, con relación a la
cocaína es la quinta en este siglo.

Lo que sí es nuevo es que es la primera vez que reviste caracteres
generalizados y una incidencia especial en los sectores más jóvenes de la
población con que se presenta en la actualidad. Esta novedad hace que
haya una rápida evolución en el problema, en el conocimiento del problema
y en el tratamiento del drogadicto.

Pondré sólo un ejemplo. En nuestras campañas publicitarias en los medios
de comunicación siempre comenzamos intentando seguir los consejos de las
distintas clases de expertos. Pues bien, al comienzo ni siquiera podíamos
utilizar la palabra droga; había que huir de cualquier connotación
autoritaria y sólo podíamos utilizar la figura de los pares, de otros
jóvenes que mostraban implícitamente el rechazo a la droga. Ahora, la
conciencia ha cambiado. Ahora mismo se puede hablar abiertamente de
rechazar la droga.

Y a mi juicio, esto es así y esta evolución del problema se debe, como
decía, a la novedad. Pero esto mismo hace que a lo mejor lo que era
absolutamente correcto el año 1991, puede no serlo tanto y debe
profundizarse en la actualidad. Me explicaré brevemente.

Digo que es verdad que la droga es un problema y a continuación tengo que
decir que, en mi opinión, la droga no es el problema, sino que es la
consecuencia de un problema previo y subyacente. Se dice en el informe, y
no puedo más que aplaudirlo, que hay que dar prioridad a la demanda.

Efectivamente, en España hay consumo de droga porque hay oferta; se casan
la oferta y la demanda y se consume droga.

Pero, ¿cuál es, en lenguaje castizo, la madre del cordero? ¿Qué es antes
el huevo o la gallina? ¿Hay droga porque hay oferta y hay tráfico de
droga, o hay consumo de droga porque la gente, sustancialmente los
jóvenes, demandan droga?
A mi juicio, estas son unas preguntas clave. Creo adivinar que ya
entonces en 1991 se decía que había que dar prioridad a las medidas de
reducción de la demanda que, a mi juicio, es el camino acertado. Cuando
comenzamos en esta aventura en la Fundación, alguien dijo: «Si usted
termina absolutamente con la droga en España no habrá solventado el
problema.» «Los jóvenes», continuaba, «se nos irán de otra manera, a
través del alcohol, los suicidios juveniles, el fracaso escolar, los
accidentes de tráfico... Se irán».

Un indio aymará boliviano, en un congreso hispano- americano celebrado en
Madrid hace tres años, decía: «¿Por qué tenemos que sufrir en mi país
muertes de policías, jueces, maestros, funcionarios? ¿Para evitar que se
dé satisfacción a un Yuppy de las calles de Nueva York o de Madrid que
demanda un producto que es el único que da riqueza a mi país? Y si
ustedes no le sancionan está muy bien por lo de los derechos humanos,
pero por eso no van a morir. Porque si ustedes no sancionan al consumidor
final, al Yuppi de Nueva York, no pueden exigir el sacrificio del pueblo
boliviano». Eso es, al menos en parte, lo que decía.

Creo que, efectivamente, la raíz está en la demanda y, si no hubiera
demanda, no tendrían razón de ser las redes del narcotráfico, tan
poderosas hoy.

Entonces, ¿por qué hay demanda? ¿Por qué nuestros jóvenes
mayoritariamente demandan drogas? Este es un tema importante. Ha habido
un segmento importante de la ciencia española últimamente que ha pensado
que era un ejercicio de cinismo y de hipocresía el atacar a las drogas
ilegales preferidas por los jóvenes y no atacar a las drogas legales que
no han preferido los jóvenes, pero que son aceptadas, consumidas y
anunciadas por los adultos. En cierto modo es verdad. Sin embargo, me
parece que el tratamiento debe ser radicalmente diferente cuando se trata
de un producto con el que se ha convivido durante siglos, en algunos
casos durante miles de años, que cuando se trata de otros productos
nuevos.

Es verdad que las drogas legales --alcohol y tabaco-- producen más
muertos al año que las drogas ilegales, es verdad que le cuestan más al
sistema público de la Seguridad Social. Pero no es menos cierto que están
dentro de la ciudad. Las drogas ilegales, las otras, permanecen
acechantes extramuros, quien entrar. Las drogas legales son como las
ratas: ya están dentro. El tratamiento tiene que ser radicalmente
diferente, a mi juicio.

Con unas y con otras hay que mostrar rechazo, pero habría que mirar al
problema de frente y ver (como se ha visto en las intervenciones
anteriores, a mi juicio acertadamente) que drogas ilegales y juventud son
términos que van a la par. De alguna manera, según las estadísticas que
manejamos, el 90 por ciento de la iniciación en el consumo de drogas
ilegales se produce entre los 14 y los 16 años. El Proyecto Hombre tiene
estadísticas que avalan esta conclusión.

¿Qué pasa a los 14, a los 16 años para que una parte, afortunadamente
minoritaria aunque muy importante por desgracia, de nuestra juventud se
acerque al consumo de drogas ilegales?
Como en todo, puede haber causas sociales y causas individuales. Me
gustaría detenerme en dos de esas causas, en una causa social y en una
causa individual.

En cuanto a esa causa social a que me refiero, junto a la evolución que
ha sufrido España, donde hemos conseguido cotas absolutamente impensables
de libertad, bienestar social, solidaridad, etcétera --impensables, digo,
hace relativamente poco tiempo--, algunas cosas malas también han
entrado. Y una de ellas es pensar que el mismo tratamiento es bueno para
todas las situaciones.




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Antes había una escalera por la cual los niños pasaban a ser adultos,
incluso desde el punto de vista legal: a los 12 ó 14 años se podía uno
casar, a los 21 era mayor de edad, a los 18 se podía sacar el carnet de
conducir, a los 25 las mujeres, a los 35 años se podía ser tutor. Como
digo, había una escalera. No soy psicólogo, pero el tránsito de la
sensibilidad infantil a la sensibilidad del adulto es un tránsito
extremadamente difícil. Desdichadamente ya hace mucho tiempo que pasé ese
tránsito, ya casi se me ha olvidado, pero creo que es muy difícil y
pasarlo en varios tragos parece una terapia más adecuada que hacerlo de
un solo sorbo.

Y ahora (hablo en términos generales pero creo que se me puede entender),
en cambio, apenas es uno un niño, apenas es adolescente, ya es adulto. Y
se les dice: Ahí lo tienes, báilalo. Y el mundo de los adultos para un
adolescente es trágico. Y como decía la pintada de mayo del 68, muchos
prefieren bajarse, y una vía fantástica para bajarse del mundo son las
drogas, y no me refiero sólo a la muerte.

Y me parece que esa inhibición o estímulo, en todo caso esa huida de la
realidad que esencialmente implican las drogas es una tentación demasiado
fuerte para que puedan resistirse en el momento de acceso a la edad
adulta. Por tanto, considero que sería más correcto el intentar
transmitir desde los centros dirigentes --y éste lo es por antonomasia--
la idea de que sería mejor hacer un tránsito desde la niñez a la
adolescencia, que es la única experiencia que se tiene pero que no sirve
para ser lo único que se va a ser en el futuro, que es adulto.

Segunda causa: después de siglos de cifrar la felicidad en la otra vida,
me parece que hemos concentrado nuestra atención obsesivamente en el
presente y hemos olvidado el futuro. Y en el futuro residen conceptos tan
caros para la humanidad como ilusión y esperanza, especialmente caros a
la juventud. Decían los clásicos que cada ser humano es sucesivamente en
su vida autor, actor y espectador. En la juventud autor, el tiempo es el
futuro; en el período adulto, actor, el tiempo es el presente; en la
vejez espectador, el tiempo es el pasado.

En la medida en que nuestra sociedad de hoy está concentrando
obsesivamente la atención en el presente, está negando la dimensión de
futuro, en la que por definición vive instalada la juventud. De esta
manera, me parece que estamos implícitamente «invitando» a los jóvenes a
bajarse del mundo porque no les gusta el presente que tienen ante sí.

He puesto estos dos ejemplos, Señorías, porque me parece que son dos
maneras de ver las concomitancias que hay entre el fenómeno de la droga y
el fenómeno juvenil.

Reitero lo acertado del informe al poner el énfasis en la prevención.

Creo que si esas pueden ser causas profundas que nos ayuden a entender
por qué una parte sustancial, aunque repito que minoritaria, de nuestra
juventud se va por el mundo de la droga, convendría intentar poner los
remedios. Y los remedios, a mi juicio, residen básicamente en la
prevención. Y cuando digo esto no me olvido, primero, de que las labores
que realizan mis compañeros de mesa hoy son las más meritorias, labores
de asistencia, tratamiento y rehabilitación; ni me olvido, segundo, de
que es esencial la labor que realizan los poderes públicos, porque así
debe ser: la labor de represión del tráfico de drogas.

Ya las Naciones Unidas, en el período extraordinario de sesiones dedicado
monográficamente al narcotráfico, puso el énfasis en la prevención que,
como decía, es el área en que ha centrado su actuación la Fundación de
Ayuda contra la Drogadicción. Estamos haciendo programas de formación,
como se dice en el punto 2.1 del informe. Tenemos 9 universidades que
están impartiendo cursos de master y experto en drogodependencia. Tenemos
acuerdos con 14 colegios profesionales en los que se imparte formación
continuada que, como dice la Constitución, es competencia de esos
colegios. Y tenemos cursos de formación básica para padres de familia,
principalmente del medio rural y poco nivel cultural, que impartimos
gracias al apoyo de los medios de comunicación. Tienen respectivamente
300 ó 600 y 50, 10, 12 horas de duración. Hasta el momento se han formado
cerca de 800 expertos o poseedores del master, y cerca de 10.000 de
formación continuada y 20.000 en formación básica.

Como recomienda el punto 2.11, tenemos una línea telefónica de ayuda,
ahora con respaldo y apoyo de la Delegación del Gobierno en el Plan
Nacional contra la Droga y hacemos (aunque a veces nos equivocaremos)
campañas de concienciación social a través de los medios de comunicación.

Si me permiten haré ahora un paréntesis. No hemos descubierto el
Mediterráneo. Los Estados Unidos se habían adelantado en hacer campañas
de concienciación social a través de la llamada AAAA, es decir,
Asociación de Agencias de Publicidad Norteamericanas, y ya por el año
1987 previeron una gigantesca campaña de publicidad de tres años de
duración y con un presupuesto de 1.500 millones de dólares (la mayor
campaña de publicidad en tiempos de paz, pues la de la emisión de bonos
del tesoro había sido mayor durante la segunda guerra mundial) y sobre la
base de gratuidad. Al cabo del primer año el informe rendido era que de
los 500 millones presupuestados habían conseguido la inserción de
publicidad por valor de 125, un 25 por ciento.

Traducido a escala española, diseñamos allá por el año 1989 una campaña
de tres años de duración y con un presupuesto de 10.000 millones de
pesetas. Lo solicitamos a los medios de comunicación y agencias de
publicidad. Y les puedo decir ahora cuatro años después que, en los tres
primeros años de esta campaña se consiguió insertar no por valor de los
10.000 millones presupuestados, sino por valor de casi 12.000 millones;
es decir, cuatro veces más éxito que en el país que muchas veces se pone
como modelo. Y digo esto en honor de los medios de comunicación social
que son los que gratuitamente nos hacen las inserciones: televisión,
radio y prensa.

Llegado este momento, esto es, siete años después de la creación de la
Fundación por el General Gutiérrez Mellado, nos encontramos con que es
necesario trabajar en el área de la prevención, pero vemos que algo nos
falta. Y ese algo que nos falta, después de darle muchas vueltas, me
parece modestamente, estoy convencido de que podría ser el siguiente paso
adelante que se podría dar. Me refiero



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--y ya se ha citado antes-- a la prevención inespecífica. Hasta ahora
hemos hecho lo que los técnicos llaman prevención específica, aquella que
se refiere concretamente al consumo de drogas, mostrando el rechazo a la
droga. Ahora nuestras campañas se llaman genéricamente «No». Y no nos
parece suficiente. Nos parece que tenemos que devolverle el joven eso que
nosotros tuvimos, los adultos, en nuestra juventud, que era la dimensión
de futuro. Y esto parece que es pura filosofía. Pero el trabajo que nos
espera y al que invitaría a SS. SS es considerar cómo se puede hacer
realidad esa devolución de la dimensión de futuro.

Pondré sólo un ejemplo, que se puede multiplicar, en mi opinión. Si somos
capaces de unir un importante medio de comunicación social o el sector de
la Administración Pública responsable del mismo --en este caso Deportes--
y hacemos, sin decir nada respecto a la droga, que gran parte de nuestra
población escolar, millones de niños, de adolescentes, se incardinen en
unos juegos olímpicos infantiles deportivos, sin decirles nada de la
droga; si somos capaces de que se estén entrenando sábados y domingos a
las 9 de la mañana, no van a estar en la «ruta del bakalao» obviamente.

Con el intento de conseguir un título, un campeonato, de ganar a la
escuela del pueblo vecino estaremos, de una manera fácil y generalizada,
devolviendo esos conceptos de esfuerzo y sacrificio que hoy en el ámbito
del deporte es en el único en el que se puede hablar sin que asome la
sonrisa en los labios del interlocutor. Podemos hacer que nuestros
jóvenes comprendan y conozcan esa dimensión de futuro.

Me parece que esa fase de la prevención inespecífica, que hoy empieza a
ser considerada en algunos países, no crean que muchos, es el secreto. Si
somos capaces, digo, de que nuestras Administraciones tengan la
coordinación suficiente para que iniciativas como las que digo y cien
otras que pueden salir, con base en la escala local, autonómica o
nacional, brinden actividades en las que subyace esta dimensión de
futuro, será un escalón superior para evitar que por ese embudo del
consumo de drogas caigan más niños y niñas españoles. Van a seguir
cayendo. Hay una frase del informe que me parece especialmente acertada.

Se dice más o menos que las consecuencias de la heroína superan hoy su
consumo y los consumos de la cocaína son superiores a sus consecuencias.

También nos faltan datos pero igual que estamos venciendo en la lucha
contra la heroína, se vencerá contra la cocaína. Pero no importa cuál sea
la droga. El problema --vuelvo a lo dicho anteriormente-- es subjetivo;
no es la substancia, es el consumidor. Es ahí dónde deberíamos
profundizar.

Pero no quiero aburrirles. Terminaría diciendo que uno de los fracasos en
estos siete años, y ya se ha puesto de manifiesto, es que tenemos que
conseguir que a través de los colegios profesionales de licenciados y
doctores se haga prevención en el medio escolar. Ese fracaso es
atribuible a nosotros. Hemos intentado paliarlo, está en vías de
solución, si no solucionado. Queremos que el Ministerio de Educación
pondere en los «curricula» de los maestros la formación en
drogodependencia, para estimular su asistencia a esos cursos. Pero sobre
todo, hemos diseñado un programa muy completo, a mi juicio, de prevención
escolar que se está empezando a desarrollar en escuelas públicas
españolas, con evaluaciones más que satisfactorias. Si se consiguiera
esta fórmula de educación transversal, esa concienciación general; si se
consiguiera devolver esa dimensión de futuro que se opone a la fijación
obsesiva en el presente hedonista y consumista, me perece que daríamos un
paso esencial en el tratamiento y lucha contra la droga.

Desde el punto de vista de la metodología, también en el punto 2.25 se
dice que debe reconocerse un cierto protagonismo a la sociedad civil. No
lo digo como miembro de ella. El Consejo de Europa ya lo dijo hace siete
u ocho años. Yo simplemente digo, para evitar cualquier idea de
propaganda, que los Estados modernos son muy grandes, elefantiásicos. Un
Estado que fabrica tabaco, que permite anuncios de alcohol tiene quizá
menos legitimidad, por su propia dimensión, que pequeñas organizaciones
como las que estamos aquí, que pueden tener mucha menos fuerza y potencia
pero quizá mayor credibilidad.

Si algo se pudiera remarcar de la actuación del Estado y, desde el punto
de vista de la sociedad civil, puedo decir que ha sido correcta, me
parece que el invento del Plan Nacional como entidad coordinadora ha sido
bueno; con fallos, naturalmente, pero creo que ha habido logros
importantes, que se han limado asperezas y que la Administración y las
Administraciones españolas han actuado bastante bien, si seguimos en el
campo de la coordinación y se hace una buena evaluación.

Hay otro peligro: Hoy en España quizá haya más gente que vive de la lucha
contra la droga que los que viven de la droga, gente que se monta un
«chiringuito» asistencial, que tienen dos o tres sueldos y viven de las
subvenciones. Sería muy bueno que la Administración evaluara la eficacia
de las instituciones civiles.

Por último, quiero dar una opinión mía particular. Se ha hablado de un
tema en el que no me gustaría que no quedara constancia por lo menos de
la opinión contraria. Se dice, a mi juicio de forma particularmente
acertada, en el informe que algunos consumos deberían sancionarse, porque
transmiten mensajes de tolerancia. Aquí, en la casa del legislador,
quisiera decir (y ruego que no se considere esto un atrevimiento) que
además de su virtualidad normativa las disposiciones generales tienen un
efecto ejemplificador enorme sobre todo para grandes capas de la
población española. No entiendo muy bien cómo una norma que no se cumple
puede dar mayor idea de tolerancia que la ausencia de norma. Creo que si
pensamos que el consumo de drogas es malo, hay que decirlo; que todo el
mundo sepa que los legisladores, los administradores españoles están en
contra de las drogas.

En segundo lugar, ¿la represión incita al consumo? Yo creo que si en el
tráfico rodado no hubiera prohibiciones no habría vida. Me parece también
esencial, por su valor ejemplificador, que los que tienen bajo su
responsabilidad el cuidado de la comunidad, como dicen los clásicos,
tienen que decir lo que es bueno y lo que es malo. Y no se trata de
dogmatismos. Hay que decir lo que se piensa que es mejor para la
ordenación de la sociedad. Creo que, en ninguna esfera de la vida, jamás
es suficiente una política



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represiva, sino que hay que llenar de sustancia positiva cualquier
proyecto colectivo. Pero me parece que hoy --y aquí tengo alguna pequeña
diferencia con lo que dice el informe-- el tratamiento legal es
sustancialmente adecuado, y si pecamos de algo, pecamos más por la falta
de criterios que por el exceso de dogmatismo.

Algunas veces he visto críticas abiertas a la legislación española porque
no se cumple, según dicen --ya sé que hay tendencias contrarias--, el
artículo 3 del famoso Convenio de Viena.

Yo creo que si pretendemos mejorar la situación actual de nuestros
problemas y creemos que las drogas son malas, lo primero que tenemos que
hacer es decirlo. Séneca decía que no se le culpara de que no vivía
conforme pensaba, porque al menos decía lo que pensaba. Que no se pueda
decir de nosotros que no hemos dicho lo que pensábamos, y si pensamos que
las drogas son malas, digámoslo.

Para terminar, no estoy seguro, señorías, de esa clase adulta que hoy
dirige los destinos de nuestra patria; estoy seguro de que el futuro es
bueno y esto es difícil transmitirlo a los jóvenes. Creo, y con esto
acabo, que hoy el futuro para nuestros jóvenes es especialmente difícil,
mucho más para los jóvenes de la posguerra. A mi juicio, debemos ser,
sobre todo, comprensivos con el fenómeno y tajantes con las
consecuencias.

Nada más y muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Serra.

Iniciamos el turno de Portavoces. Por Izquierda Unida, tiene la palabra
el señor Vázquez.




El señor VAZQUEZ MORENO: Señor Presidente, empiezo por pedir perdón, pues
dificultades de desplazamiento me han impedido estar presente en la
primera intervención del representante del Proyecto Hombre. Por tan-to,
haré alguna reflexión sobre las dos intervenciones siguientes.

Empezaré polemizando con el señor Serra respecto a la virtualidad
positiva de las sanciones administrativas del consumo público de drogas.

Sinceramente no encuentro que sirvan de mucho. Las razones más
importantes que se han dado para sancionarlo administrativamente han
sido, por una parte, la sensación de tolerancia que se transmite si no se
hace y, por otra parte, la inducción que a través del ejemplo se pueda
ejercer sobre la juventud, etcétera.

Yo creo que eso se corresponde con una cierta expresión de hipocresía
social que intenta ocultar algo que no le gusta, al modo y manera de los
antiguos manicomios, los de la psiquiatría reclusional. No se trata, en
esos casos, de curar al loco, sino de ocultarlo y si no lo vemos es como
si no existiera.

La visión de un alcohólico, de un borracho en la calle no creo que
induzca a entrar en el mundo del alcohol, como tampoco creo que la visión
de una persona drogándose en un portal induzca a nadie a inyectarse o
consumir drogas.

Yo creo --y no es por polemizar en este aspecto, y me parece correcto que
así lo hagamos-- que no es, en mi opinión, una actitud que nos valide
moralmente ante la sociedad. A mi juicio, y comparto lo que decía el
señor Jiménez, en buena medida es expresión de hipocresía, un
ocultamiento de lo que no nos gusta, y como no nos gusta lo apartamos, al
margen de otras consideraciones en cuanto al castigo a la familia, que
bastante tiene, dejándolo como una discusión de lo abstracto.

Coincido con muchas de las cosas que ha dicho el señor Jiménez respecto a
la importancia determinante del fracaso y el absentismo escolar. Hablemos
de los barrios marginales, y esto nos podría llevar a otro debate sobre
si la marginación lleva a la droga o viceversa; en más del 90 por ciento
de los casos, la marginación lleva a la droga y sólo en determinadas
clases sociales la droga lleva a la marginación. En los barrios
marginales de nuestras ciudades, donde es difícil plantearse un proyecto
de futuro, el control del absentismo y el fracaso escolar, que está
abonando el terreno sin duda, debería ser una medida necesaria, a través
de esos gabinetes de atención psicosocial, como usted los ha llamado,
aunque el nombre es indiferente. En todo caso, la dedicación y el enfoque
en ese tipo de actividades en el terreno de la prevención sería muy
importante, y así lo intentamos remarcar en el Plan al que están ustedes
refiriéndose.

Efectivamente, la educación para la salud, el fomento del rechazo social
a la droga, todo eso es altamente positivo. Habría que dedicar más
esfuerzos a una estrategia más seria, intensa y profunda de educación
para la salud entre las capas más pobres de la sociedad.

Otro problema importante es el de la homologación de los centros, que en
no pocos casos tienen objetivos de captación económica, religiosa e
ideológica y no una dedicación a la noble tarea de sacar a la gente del
submundo en que se encuentra. Siguen existiendo, a mi juicio, problemas
con la homologación de los centros, cosa que todavía no está resuelta y
que habría que agilizar.

Y siguiendo el hilo de lo que han dicho, el hecho de que dentro de las
cárceles se siga consumiendo droga de forma masiva, como ha dicho, nos
tendría que hacer pensar a todos y, en esta misma esfera de reflexiones
más o menos «filosóficas», sería también expresión de algo poco útil, que
no nos carga de mucha razón ante la sociedad. No sé si ustedes
compartirán mi opinión, pero creo que la única razón moral de existencia
de la cárcel es la posibilidad, en todo tipo de delitos, de rehabilitar
al sujeto que ha delinquido para devolverlo a la sociedad. Si no
solamente no lo rehabilitamos en ese sentido sino que además dentro de la
cárcel se sigue manteniendo ese mismo hábito que le llevó a delinquir,
nos encontramos en otra situación que nos debemos plantear seriamente.

Estas son reflexiones muy globales.

Estoy de acuerdo absolutamente con las estrategias de terapia
sustitutivas, como metadona, etcétera, con las que se consiguen
resultados muy importantes e interesantes.

Pasando a la intervención del señor Serra, intervención muy interesante y
conceptualmente muy rica, después de lo que he dicho anteriormente, es
verdad que hoy --y probablemente lo ha descrito perfectamente-- el
tránsito brusco de la sensibilidad del joven o adolescente a la
sensibilidad del adulto, con todas las responsabilidades que le



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caen encima y que no puede metabolizar de forma adecuada, puede que tenga
algo que ver con la crisis de la juventud. Pero eso es así. Sin embargo,
hay datos más concretos que acaban apuntillando la situación.

Cuando se dice, por ejemplo, que de los jóvenes españoles entre 18 y 29
años no llegan al 20 por ciento los que tienen independencia económica,
eso lo explica todo. Difícilmente nadie puede hacerse un proyecto de vida
individual o colectiva o de pareja si no tiene independencia económica.

Decía usted antes --y también polemizo con usted--, ¿qué es primero, la
demanda, y en tanto que existe demanda aparece la oferta? Yo no estoy tan
convencido. Creo que existe el sustrato, el caldo de cultivo para que con
algún estímulo de la oferta se estimule la demanda, que no es exactamente
lo mismo. Hay condiciones sociales para que con poco que aportemos a ese
caldo de cultivo se estimule la demanda.

Pero la demanda subyace porque existen condiciones sociales para que se
dé. Y desde el estímulo de la oferta se estimula la demanda. Esa es mi
interpretación que me lleva a decir, globalizando, que mientras no
acabemos con la droga como negocio no acabaremos con ella; mientras siga
produciéndose la enorme plusvalía que produce, es imposible que seamos
seriamente eficaces.

Decía usted también que las drogas legales, como el alcohol y el tabaco,
tienen un uso ancestral. Pero las ilegales, excepto algunas de nueva
creación, también son antiquísimas; lo que ocurre es que en nuestra
sociedad pierden el uso ritual, pues drogas como la morfina y la heroína,
etcétera, tenían un uso relacional, religioso. La estructuración que
permitía ese consumo controlado y limitado no genera problemas sociales
ni alarmas. Es la pérdida del uso ritual; es el uso de drogas como
mecanismo de escape, de salida para bajarse del mundo, a que usted se
refería, eso es lo que genera problemas en esta sociedad. Si el alcohol y
el tabaco son viejos en la historia de la humanidad, las drogas son
antiquísimas. No lo serán el MDM, etcétera, las drogas de diseño
actuales. Pero si nos remontamos hacia atrás en la historia del concepto
de droga, encontraremos tantas y tan ligadas al ser humano como lo pueda
estar el vino o el tabaco.

Estoy absolutamente de acuerdo en que hay que intentar devolver a los
jóvenes la dimensión de futuro que ahora no tienen. Pero me parece que lo
tenemos mal, francamente mal para lograrlo. Por todas las razones que
estamos aduciendo y muchísimas más, como bien ha dicho, el esfuerzo y el
sacrificio sólo se acepta en el mundo del deporte. Tenemos una cultura
más hedonista, escapista, consumista, insolidaria, individualista,
etcétera. Y las instancias públicas, la Administración, los ciudadanos,
todos lo tenemos muy difícil para, a nivel colectivo, devolver a la
juventud la dimensión de futuro.

No sé si se ha dicho nada --yo no lo he oído, al menos; quizá se haya
referido a ello el representante del Proyecto Hombre-- en cuanto al
debate que tenemos pendiente acerca de la legalización (no hace falta que
le ponga ningún parche a lo que digo) del uso y consumo de determinadas
drogas, con todos los controles que hagan falta. Creo que es un debate
que se tiene que producir. Probablemente, sea cual sea el resultado,
tendremos más información y probablemente una actitud mucho más válida a
la hora de enfrentarnos a los problemas de las drogas.

Quiero terminar dando las gracias a las personas a las que he oído, y
también al que no he oído, por sus intervenciones, que me han parecido
muy interesantes.

Nada más. Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Vázquez.

Por el Grupo Parlamentario de Convergència i Unió, tiene la palabra el
señor Bertrán.




El señor BERTRAN I SOLER: En primer lugar, quiero agradecer a los
comparecientes no sólo su presencia sino también el contenido de lo que
han manifestado, que será de gran interés para el trabajo que ha de
realizar la Comisión. Asimismo les agradezco las evaluaciones que han
hecho del informe realizado durante la Cuarta Legislatura por la Comisión
Mixta Congreso-Senado para el estudio del problema de la droga.

Con la mayor brevedad que pueda, soy a plantear unas preguntas, siguiendo
el orden de las intervenciones.

A Don Isaac Núñez le diré que estamos totalmente de acuerdo con muchas de
las cosas que ha dicho. Nos ha suministrado unos datos que nos serán de
gran valor. Me interesaría conocer su opinión en relación al rechazo
social sobre la ubicación de centros de rehabilitación en determinados
lugares, máxime cuando él ha dicho (y todos lo compartimos) que quizás el
50 por ciento de los ciudadanos opinan que esos centros se deben ubicar
fuera de las ciudades.

Quisiera saber, según su experiencia, cómo, por qué, en qué porcentaje se
produce ese rechazo social y si depende de las diferentes ubicaciones en
que pueden instalarse esos centros de rehabilitación.

También me interesaría conocer su opinión --y ya presumo que va a ser muy
difícil que nos la pueda dar, pero quiero intentarlo-- sobre cuándo se
produce la curación, en un proceso de rehabilitación, de un drogadicto.

¿Cuándo? ¿Cuándo lo sueltan?, por decirlo de alguna manera.

No puedo estar de acuerdo con usted en parte de lo que ha expresado sobre
los programas con metadona. Creo haber entendido que, a su juicio, esos
programas podrían anular la motivación para la rehabilitación, que
podrían ser una simple fórmula de control sanitario o un camino
encubierto hacia la legalización de esas drogas. Eso es lo que creo haber
entendido.

De acuerdo con la experiencia de Cataluña, le puedo asegurar que esos
programas, si se hace un análisis, no atendiendo sólo a una metodología
científica, que es importante, sino analizando los resultados del impacto
social, esos programas han sido realmente positivos. Creo que, hoy por
hoy, no deberían cuestionarse. Lo que no quiere decir que esos programas
sean incompatibles con otras acciones. El problema que estamos tratando
es tan importante que es necesaria la conjunción de esfuerzos y



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que todo el mundo sea capaz de ser punta de lanza en el camino hacia un
objetivo común, pero sin pretender que el de al lado se cuestione unas
acciones que está contrastado que tienen resultados muy positivos.

Me ha parecido que el señor Núñez decía que son necesarios centros de
atención específica para enfermos de SIDA. Creo que en la comunidad
científica internacional se rechaza esa idea. Los enfermos de SIDA deben
ser tratados en cualquiera de sus fases como un paciente más dentro del
sistema sanitario público, evidentemente con unas garantías determinadas
que los profesionales deben conocer bien. Pero creo que en estos momentos
se está cuestionando la existencia de centros específicos, porque
marginan.

También quiero comentarle al señor Núñez que me parece muy acertado que
haya tratamientos multidisciplinares con presencia de psicólogos y otros
profesionales en la formación de agentes a que se refería. Pero también
me gustaría decirle que hay que ir con mucho cuidado para no incurrir en
un error. Si esto es muy cierto también lo es que los profesionales
sanitarios y los profesionales de la educación tienen un papel
predominante en todo este sistema y, por tanto, creo que, si bien es
cierto que deben intervenir otros agentes, estos agentes que acabo de
citar deberán continuar liderando los aspectos tanto de tratamiento como
de rehabilitación.

A Don Juan Ignacio Jiménez, le quiero decir, con toda la brevedad que
pueda, que me gustaría saber su opinión, la opinión de las 226
asociaciones a que él aludía, sobre cuál es el índice de participación de
los padres que están angustiados por este problema, cómo está la
participación activa en esas asociaciones. ¿Tienen hecho algún estudio de
porcentajes? ¿Cómo está la motivación del voluntariado?
Creo que todos estamos de acuerdo en que es necesario el voluntariado y
más en el futuro, pero el voluntariado debe tener también una motivación
y unos incentivos; de lo contrario, espontáneamente a veces las inercias
son paralizantes. Por eso le pido su opinión.

Sólo quiero hacer un comentario sobre sus palabras relativas a la
educación para una vida saludable. No creo haber entendido bien por qué
no es lo mismo que educación para la prevención. Decía usted que estamos
a favor de la educación para una vida saludable. Yo creo que en realidad
es lo mismo. El estilo de vida se sabe hoy que es lo que más determina el
estado de salud de la población, mucho más que la existencia de grandes
centros sanitarios y de hospitales. Y lo mismo ocurre, aparte de la
alimentación, con los hábitos tóxicos y dentro de éstos el consumo de
alcohol, drogas, medicamentos, fármacos, etcétera.

Yo creo que sí es lo mismo la educación para la prevención que la
educación para una vida saludable.

En Cataluña estamos en este momento llevando a cabo una iniciativa de
profesores motivados, consistente en introducir en las escuelas esta
educación para la prevención y para conseguir un estilo de vida, para la
promoción de la salud que no consiste sólo en no estar enfermo, pues el
concepto de salud ha variado en los últimos años. Ya no es suficiente no
estar enfermo para ser considerado sano. Se trata, pues, de una educación
para la promoción de la salud. Todavía es pronto para hacer una
evaluación de esa iniciativa, pero parece que está dando unos resultados
muy positivos.

He agradecido especialmente la última parte de su intervención. Uno
siempre domina aquello a lo que dedica su actividad cotidiana y además
tiene capacidad para transmitirlo a los demás. He recogido muchos de los
datos que nos ha proporcionado.

Finalmente, al señor Serra le diré que nuestro Grupo está de acuerdo
totalmente con lo que él ha dicho, que ha sido muy interesante y sus
planteamientos los tendremos muy en cuenta.

En cuanto al tema de la demanda, podemos estar de acuerdo. Estamos lejos
de encontrar las soluciones. Incluso los miembros de la Comisión podemos
tener discrepancias importantes, pero a través del debate se irán
acercando posiciones en la búsqueda de las soluciones que convengan a los
ciudadanos que están esperando respuestas. El ejemplo que él ponía de qué
era antes el huevo o la gallina me parece muy adecuado. Probablemente la
culpabilidad total no es de nada ni de nadie y la solución absoluta no
exista.

Me ha parecido magnífica la exposición que ha hecho del tránsito desde la
sensibilidad infantil hasta la sensibilidad adulta, la falta de
escalonamiento y graduación. Pero quisiera manifestar que no es que al
niño no le resulte atractivo llegar a adulto, a la sensibilidad adulta.

El problema es que los adultos que conoce no son nada atractivos. El
análisis de lo que hemos hecho en los últimos años si alguien lo
encontrara atractivo le diríamos que lo mirara y que acudiera a un buen
profesional del cuello para arriba para que intentara arreglarlo.

Por tanto, lo que tenemos que hacer es intentar profundizar en la
promoción o aumento de la sensibilidad hacia el futuro, de la ilusión por
el futuro. No soy tan pesimista como mi predecesor en el Turno de
Portavoces. Creo que tampoco hay que ser tan catastrofistas y decir que
todo está tan mal cara al futuro. Es cierto que tenemos muchos problemas,
pero creo que debemos ser capaces de transmitir una ilusión, porque de lo
contrario este Portavoz se plantearía qué estamos haciendo aquí.

Estas son, señor Presidente, las cuestiones que quería comentar. Muchas
gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Bertrán.

Por el Grupo Popular, tiene la palabra el señor Robles.




El señor ROBLES OROZCO: Muchas gracias, señor Presidente.

En primer lugar, permítame dar la bienvenida a la Comisión a los tres
representantes de las tres entidades que comparecen ante la Comisión
Mixta.

Quiero empezar felicitando sinceramente, en nombre del Grupo Popular, a
las tres personas que nos acompañan en esta comparecencia, a título
personal, por su esfuerzo y trabajo al frente de las organizaciones en
las que están implicados, respectivamente, de forma muy activa. Los



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tres individualmente desarrollan una labor encomiable en el mundo de la
lucha contra las drogas, cada uno en su sector. Y quisiera que ellos
hicieran extensiva esa felicitación a las organizaciones que representan
porque, a nuestro juicio, merecen todo el reconocimiento de su meritoria
labor y esfuerzo. Y si están aquí en la Comisión es porque para todos los
Grupos Parlamentarios de la Cámara y todas las fuerzas políticas
españolas merecen una consideración importante y a la hora de replantear
nuestro futuro trabajo partiremos del conocimiento de su valoración de la
situación presente, de los informes políticos del Parlamento durante la
última legislatura y del propio Plan Nacional.

Tras iniciar mi intervención con este agradecimiento a las personas que
nos acompañan y a las asociaciones que representan, quiero centrarme en
lo que era realmente la filosofía de esta comparecencia en una fase de la
Comisión Mixta en la que estamos evaluando nuestro propio trabajo, en
cumplimiento de los objetivos y las orientaciones de las actividades del
propio Plan Nacional.

En ese contexto, para nuestro Grupo --y creo que para los demás Grupos de
la Comisión-- era fundamental conocer la opinión de las Organizaciones No
Gubernamentales (ONGs), de la sociedad civil, de los tres que nos
acompañan, que representan el equilibrio y una visión conjunta y amplia
de esa sociedad civil.

A mi juicio, no se trata de polemizar, sino de conocer la valoración que
hacen, su visión, que nos va a ser extraordinariamente útil.

Voy a hacer unas brevísimas preguntas sobre temas que hayan podido quedar
poco desarrollados, en mi opinión, y que nos interesa conocer. Lo
verdaderamente valioso para nosotros va a ser poder releer el acta de
esta Comisión, al redactar el nuevo informe que llevaremos al Pleno de la
Cámara. Nos aportará otra visión (porque no sólo nos interesa la visión
de las fuerzas políticas), que es una visión extraordinariamente útil, y
de la que digo de antemano que en un altísimo porcentaje este Portavoz y
su Grupo comparten de forma profunda. Voy, como digo, a hacer unas breves
preguntas, puesto que ésa era la filosofía de su comparecencia aquí:
conocer su visión para que podamos en el futuro trabajar.

Quiero empezar por el orden en que han intervenido las tres personas.

Al señor Núñez me gustaría pedirle que nos profundizara algo más en la
expresión o planteamiento de programas para adolescentes. Todos estamos
de acuerdo en que, si las cifras y las estadísticas no nos engañan, hay
un núcleo duro del problema en torno a la adolescencia como unidad de
consumo por debajo de la edad penal y que habría que plantearse un
esfuerzo adicional en el ámbito de los programas para adolescentes, no
sólo desde el punto de vista de la prevención, sino también de la
asistencia.

Quisiera saber si tienen definido cómo serían esos programas, qué
tendríamos que hacer para desarrollar esos programas de adolescentes
tanto desde el punto de vista de la prevención como de la asistencia. Es
decir, si es bueno que haya centros diferenciados, si es bueno que haya
programas dentro de los centros para los adolescentes que siguen
programas de rehabilitación; si tienen más definido cómo son esos
programas para adolescentes.

También ha mencionado la reinserción, que día a día cobra más importancia
en el campo del problema de la droga. A nuestro juicio, es necesario
plantear si cada programa de tratamiento debe inexorablemente llevar
vinculado un programa de reinserción para que sea considerado como tal y
merezca el apoyo de las diferentes Administraciones, o si es una utopía
inalcanzable hoy, es un planteamiento subjetivo, pero no es posible
realizarlo.

También ha planteado el tema del sistema penitenciario. Sería bueno
conocer más acerca de su visión en este momento de lo que se está
haciendo en instituciones penitenciarias, si se están cumpliendo los
programas de rehabilitación de forma satisfactoria o cómo habría que
plantear, dentro de las instituciones penitenciarias, programas de
tratamiento dentro de las unidades penitenciarias.

A don Juan Ignacio Jiménez, a quien también agradezco su presencia,
quiero hacerle algunas preguntas, ya que ha hecho una larga intervención
sobre el tema de las prisiones que a nosotros nos interesa mucho. Creo
que, efectivamente, hay una concentración del problema vinculado al mundo
penitenciario. Si las cifras son correctas, podemos hablar de unos 24.000
internos que tienen problemas de adicción a las drogas, por lo que
requieren un esfuerzo específico.

A mi juicio, el tema de los tratamientos alternativos dentro de las
prisiones es un tema a tener en cuenta. Me gustaría saber su opinión
sobre cómo tendrían que desarrollarse, si tendrían que hacerse en centros
al margen de las actuales redes de instituciones penitenciarias o si se
deberían hacer dentro de las actuales unidades penitenciarias creando
pabellones aislados. Si considera que lo que hoy se llaman unidades de
tratamiento en prisiones son correctamente desarrolladas o si, por el
contrario, son un buen intento pero se quedan en eso; qué condiciones
habría que crear para que los programas dentro de las prisiones pudieran
considerarse como tales.

Un tema del que interesa saber su opinión por la visión que tienen de
todo el territorio nacional, es el de la coordinación entre los
diferentes planes autonómicos; si realmente todos los planes autonómicos
están aplicando los mismos criterios, si aplican los mismos modelos
terapéuticos; por ejemplo, si encuentran dificultades, puesto que ustedes
trabajan en diferentes Comunidades Autónomas. Quisiera saber cómo está
coordinando estas diferentes posibilidades el Plan Nacional.

Y también, respecto a esa misma situación plural de los planes
autonómicos, quisiera saber cómo se produce el apoyo al movimiento
asociativo en los diferentes territorios autonómicos y si esto está
coordinado adecuadamente en el Plan Nacional para que surta sus efectos.

Ha planteado un problema en el que me gustaría profundizar. Se trata de
las sanciones al tráfico menor, como ha dicho usted. Me ha parecido una
contradicción en el sentido de que no se está en la idea de sancionar al
consumidor y, por otra parte, se quieren mayores castigos para el pequeño
traficante. Ahí existe una situación difícilmente disociable entre
pequeño consumidor y pequeño traficante.




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Le agradecería que nos matizase más qué es lo que usted quiere decir con
esa distinción. En cuanto al tema de los menores, en el que también ha
incidido, comparto la preocupación que ha expresado. Y me atrevo a
preguntar: ¿Cómo podríamos proteger mejor a los menores que están siendo
utilizados en el tráfico? Acabo de vivir una experiencia en Algeciras y
en otras zonas del país, que pasa frecuentemente. ¿Qué habría que hacer?
¿Modificar la situación legal para que la patria potestad no protegiera
en exceso a los padres en detrimento de los derechos de los hijos? ¿Qué
podría hacerse, a su juicio, para proteger a los menores que se
encuentran en esas situaciones tan dramáticas?
Por último, a don Eduardo Serra le agradezco igualmente su presencia y su
esfuerzo y la meritoria labor que hace desde la Fundación. También voy a
hacerle algunas preguntas.

Hay un tema que nos viene preocupando a todos, que es el de la
aceptación/rechazo social al mundo de la droga en general. Me parece que
(es una visión muy personal) estamos felicitándonos con demasiada
premura. Creo en el éxito respecto al rechazo a la droga. Esos altos
índices de rechazo que aparecen en las encuestas entre los jóvenes y la
población en general no sé si son hacia la droga o hacia la heroína.

Porque no cuadra que se hable de un rechazo del 70 por ciento de los
jóvenes hacia la droga, cuando por otra parte hay unas cifras a
considerar de consumidores de drogas, no las legales, como el alcohol,
que lo dejo aparte para no confundir. Pero estamos viendo todos los años
el aumento del consumo de drogas de diseño o la extensión bastante amplia
y no en retroceso de la cocaína. Me da la sensación de que el rechazo no
es a la droga sino a la heroína por los efectos perniciosos y la mala
imagen que está dando.

Con esto quiero decir que nuestras campañas de formación e información en
general de las Administraciones debieran empezar a centrarse más,
trasladando de verdad a la opinión pública y especialmente a los
adolescentes el concepto de vida saludable, extendiéndolo más allá no
sólo del deterioro producido por la heroína y el sida sino por otras
drogas estimulantes como la cocaína, el éxtasis y otras. Nos parece
importante perfilar más el análisis sobre el rechazo de las drogas. Tengo
entendido que la Fundación ha realizado una evaluación de sus propias
campañas en los medios de comunicación. Quizá sería conveniente conocer
la valoración que hacen ustedes de sus propias campañas de información y
cómo van a enfocarlas, por tanto, en función de esas evaluaciones.

También me gustaría que nos hablara un poco más de ese nuevo aspecto del
que me ha parecido entender que usted hablaba en cuanto a trasladar más
formación y menos información a la opinión pública, una vez cubierta esa
primera fase encaminada a provocar rechazo y que, a mi juicio, ha tenido
un éxito y un mérito extraordinario.

¿Cómo se puede profundizar más en este momento en la formación y
contrarrestar la enorme carga de valores que transmiten los medios de
comunicación audiovisuales a través de telefilmes y otros mensajes muy
complicados, que en realidad son los valores de la sociedad occidental y
con los que de alguna manera hay que convivir, pero tratando de
aminorarlos? ¿Hay algo pensado en ese sentido para que la programación de
los medios audiovisuales se adopte más a los contenidos formativos de
valores, en ese aspecto que usted antes mencionaba de valores de la
sociedad y de valores individuales? ¿Cómo se podrá trabajar más en ese
sentido que nos preocupa extraordinariamente?
El tema de los padres nos parece fundamental. Sé que la Fundación ha
venido trabajando en ese contexto, pero me da la sensación de que no se
está consiguiendo todo el apoyo de las asociaciones de padres en este
terreno. Creo que uno de los delegados del Plan Nacional contra la droga,
el señor Solans, dijo una frase a mi juicio bastante acertada. Decía que
la sociedad se preocupa mucho y se ocupa poco, en el fondo, de la droga.

Me da la sensación de que las asociaciones de padres no se ocupan lo
suficiente de este terreno. Me gustaría saber qué podríamos hacer, en su
opinión, para motivar más a las asociaciones de padres, para
involucrarles en este terreno.

Ustedes tienen un teléfono, aunque no lo ha mencionado, pero yo creo que
es muy importante. (Quizá haya mencionado, pero a mí se me ha pasado.) Y
creo que ese teléfono ha tenido un número extraordinariamente grande de
llamadas durante este último año. ¿Qué valoración hacen de los teléfonos
de asistencia? ¿Qué se percibe por esos teléfonos? ¿Qué radiografía nos
dan?
Nos ha hablado de los «master» sobre drogodependencia, que ha formado a
más de 800 personas. Me gustaría saber cuál es el perfil de esas personas
y cuál es después su proyección profesional, qué demanda está habiendo en
las Administraciones o en las asociaciones y qué implicación están
teniendo después esos programas en la actividad práctica.

Me gustaría que, si puede, nos dé una valoración sobre lo siguiente.

Nosotros venimos luchando por la implantación de la educación para la
salud. Me parece importante, pero quiero decir (ya lo han mencionado
otros interlocutores, pero lo dejo ahí en el aire por si quieren opinar)
que el planteamiento es teórico y acertado, pero no ha sido posible
ponerlo en práctica o desarrollarlo. Muchos de los objetivos planteados
en el informe sobre la implantación de la educación para la salud siguen
siendo objetivos por falta de material, de motivación curricular de los
profesores o por otras razones.

Nuestra opinión es que entre el planteamiento teórico, correcto de la
educación para la salud, y la realidad hay en este momento un abismo y
que quizás al tratar de conseguir ese objetivo estamos perdiendo eficacia
y tiempo respecto a otros proyectos que no serían exactamente la
educación transversal en todo el Plan, pero que podrían consistir en
crear centros piloto en núcleos extraordinariamente conflictivos, en
determinadas ciudades, con esos gabinetes psicosociales o con otros
proyectos no de educación transversal, pero sí proyectos puntuales
mediante programas, con lo que podría adelantarse el camino hacia el
planteamiento teórico de la educación transversal llena de valores de la
educación para la salud. Me refiero a que quizá podríamos establecer un
paso intermedio entre un



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objetivo ideal de que todos los centros españoles tuvieran esa educación
transversal para la salud, pero que en realidad es muy difícil de lograr,
debido a los profesores, a los padres y otras mil razones que en este
momento se podrían dar.

Reiterando mi agradecimiento personal a los tres por su labor y la
información que nos han dado hoy aquí, que nos va a ser
extraordinariamente útil para nuestro futuro informe, quedamos a su
disposición para lo que ustedes quieran.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Robles.

Por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra don Octavio
Granado.




El señor GRANADO MARTINEZ: Gracias, señor Presidente.

Ante todo, quiero sumarme a las expresiones de agradecimiento ya
manifestadas por otros oradores por la presencia entre nosotros de los
señores Núñez, Jiménez y Serra. Quiero resaltar que no son los primeros
representantes de sus respectivas asociaciones que vienen a comparecer
ante la Comisión Mixta. Ya antes el señor López, antiguo Presidente de la
Unión Española de Asociaciones de Asistencia al Toxicómano, y don Carlos
Alvarez Val, el Director Técnico de la Fundación de Ayuda contra la
Drogadicción, representaron a sus respectivas asociaciones en los
trabajos de la Comisión.

Quiero resaltar que la Comisión Mixta Congreso-Senado para el estudio del
problema de la droga tiene una relación privilegiada con la sociedad
civil, que sería muy interesante que se extendiera a otros ámbitos de
actuación parlamentaria. Creo que es buena muestra del interés de los
Grupos Parlamentarios de la Cámara en mantener contactos frecuentes con
las organizaciones más representativas en el ámbito de los problemas que
nos ocupan.

En primer lugar, quiero felicitarles por su intervención; el conjunto de
las tres intervenciones ha sido plural en la exposición. Hemos observado
una coincidencia básica que igualmente coincide con lo manifestado en el
informe de la Comisión, aunque con diferentes puntos de vista que nos
enriquecen a todos y que demuestran que el debate está abierto siempre en
el conjunto de la sociedad y en esta Cámara en torno al problema de la
droga. Ha sido un conjunto de intervenciones equilibradas. Han
manifestado las luces y las sombras de su propio trabajo, en primer
lugar, y también de la Administración pública. Sus puntos de vista son
evidentemente muy positivos porque no sólo nos ayudan a saber qué es lo
que tenemos que rectificar, sino también lo que debemos perseguir y
reincidir, valga la expresión, para enfrentarnos al problema de las
drogas.

Voy a hacer algunas consideraciones sobre sus intervenciones para
transmitirles el mensaje y las ideas del Grupo Parlamentario Socialista
sobre algunas de las cuestiones que han suscitado, no sin antes
señalarles que tomamos buena nota de todas sus demandas que nos van a ser
de mucha utilidad para la elaboración del dictamen de esta Comisión, de
la misma forma que en su día las intervenciones de sus antecesores nos
iluminaron en parte para el anterior dictamen, pues en el mismo figuraban
sugerencias de sus propias organizaciones que quedaron allí reflejadas.

En cuanto a la coincidencia en el diagnóstico, estamos llegando a un
nivel de coincidencia para hacer convención, en términos científicos, de
lo que antes eran opiniones más o menos divergentes. Creo que, desde
puntos de vista diferentes, todos estamos reflejando la complejidad de
este fenómeno sociológico. Han hablado ustedes de familias
desestructuradas, del fracaso escolar, de la marginación y también de
problemas existenciales, a los que aludía don Eduardo Serra.

Creo que todos venimos a coincidir en que el fenómeno de la droga es
evidentemente muy complejo y que no cabe hablar ni de causas ni de
consecuencias. La causalidad en ciencias sociales es muy difícil. En este
sentido, cuando hablamos de estos problemas, podríamos decir que cada uno
de ellos tiene una relación de «feed-back», de retroalimentación. El
fracaso escolar no es la causa de la drogodependencia, sino que ambas
cosas son síntomas interrelacionados de un problema anterior, y este
problema anterior estará relacionado con la marginalidad, con problemas
familiares, psicosociales y culturales.

En este sentido, quiero señalar que tenemos que compatibilizar los
diferentes discursos. Pero en la descripción de la realidad española,
estamos todos de acuerdo: la descripción del problema de la droga es que
vamos por un camino en el que se consumen drogas cada vez más
heterogéneas, pero siempre en relación a un patrón de consumo cada vez
más vinculado al uso combinado de estimulantes y euforizantes. En este
caso el consumo de las drogas legales, el patrón de consumo de alcohol,
anfetaminas, cocaína, está desterrando a otros patrones de consumo, como
es el patrón contracultural típico de los años setenta, de derivados del
cánnabis o de la heroína, y a este problema es al que tenemos que
enfrentarnos.

Yo creo que el estatuto jurídico de las sustancias (y en esto coincido
con las manifestaciones del señor Núñez) es irrelevante absolutamente. En
estos momentos, parte de los consumidores de heroína también la
consumirán en formas farmacéuticas, como morfina, o parte de los
consumidores de alcohol se están iniciando en el consumo de drogas
ilícitas, o personas que han consumido frecuentemente drogas ilícitas
consumen dosis cada vez mayores de alcohol. Y en este sentido, no se
trata de que las drogas estén dentro o fuera de la ciudad, como decía el
señor Serra, sino que se trata del consumo de drogas diferentes o de
diferente manera, con patrones más heterogéneos porque cada vez es más
heterogéneo el grupo de personas que las consumen, desde poblaciones
marginales hasta grupos de personas de alto poder adquisitivo.

Por todo ello, es difícil establecer fronteras de tipo legal o
sociológico en este consumo cada vez más heterogéneo, con mezclas de
drogas distintas y formas distintas de drogarse.

También pienso que es difícil --y sé que es una reclamación permanente
del movimiento asociativo-- que el conjunto de los sistemas comunitarios
y de los agentes sociales se comporte con lógicas terapéuticas. Repito
que



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ésta es una reivindicación permanente de las asociaciones. Ustedes dicen
que el sistema escolar debe comportarse con lógicas terapéuticas; lo ha
dicho el señor Jiménez brillantemente. Que el ingreso en la cárcel debe
ser un momento terapéutico, y tiene razón, debe serlo. Que los medios de
comunicación deben lanzar mensajes terapéuticos.

Pero el problema está en que estos agentes sociales no tienen nuestra
lógica. Es imposible que los medios de comunicación se comporten como nos
gustaría a las personas que estamos en el movimiento asociativo, porque
los medios de comunicación son por definición una caja de resonancia y
una caja de resonancia de la excepción, que es lo que es noticia. La
noticia no es la normalidad, la noticia es la norma, es la anomia. En
este sentido siempre decimos que los medios de comunicación tratan muy
mal el problema de la droga. No es verdad; creo que los medios de
comunicación cumplen una función y que deberíamos intentar entenderla. A
este respecto, algunas de las realizaciones de la Fundación de Ayuda
contra la Drogadicción son muy útiles y especialmente interesantes.

Deberíamos, digo, tratar de entender qué es lo que pueden hacer los
medios de comunicación y qué es lo que no se puede pedir que hagan. Es
verdad que son cajas de resonancia de estereotipos que son negativos para
el problema de la droga. Pero llevando esto al absurdo, esta propia
Comisión podría servir de caja de resonancia de esos estereotipos
negativos del problema de la droga.

Lo mismo se puede decir del sistema penitenciario o el sistema penal o el
sistema legislativo. Digo esto en relación a la intervención sobre la
sanción administrativa a determinados consumos de droga. El señor Serra
ha introducido parte de las consideraciones que yo quería hacer. La
principal función de la ley, tal como la definían los penalistas,
especialmente Burke, es mantener la cohesión social, y mantiene la
cohesión social trasladando mensajes disuasorios de que al infractor se
le castiga y estableciendo lo que está bien y lo que está mal. Al
sancionar administrativamente el consumo de determinadas drogas se
pretendía decirles a los toxicómanos que su tragedia personal no nos
dejaba indiferentes, que no estábamos dispuestos a ser tolerantes con su
problema. Si ellos eran toxicómanos ése era su problema. Eso es lo que
pretendíamos hacer, probablemente de manera inadecuada o poco eficaz,
pero también sería poco eficaz el dejarles en la más absoluta de las
inacciones del sistema penal. Tampoco es posible que el sistema penal sea
totalmente tolerante.

Ustedes nos dicen que la política de indultos es inadecuada, que la
clasificación del tercer grado no es todo lo rápida que desearíamos. En
octubre del año pasado salió una instrucción del Ministerio de Justicia
que permitía que los presos fueran clasificados en tercer grado sin pasar
un solo día en la cárcel. ¿Podríamos ir más allá? Quizá. Pero al final,
¿vamos a convertir la toxicomanía en una eximente? Eso tendría efectos
toxicógenos, por un lado, porque animaríamos a los delincuentes
habituales a ser toxicómanos para evitar las consecuencias penales de su
conducta, y tendría efectos criminógenos al alentar a los toxicómanos a
cometer delitos sabiendo que sus circunstancias les iban a dar inmunidad.

Creo que es inevitable un tratamiento equilibrado de estos problemas,
como es el caso de los tratamientos alternativos de los delincuentes en
centros de tratamiento. Debe garantizarse que el tratamiento es eficaz y
no es solamente una manera de evitar la cárcel.

Otro tema es el de la relación entre consumo y pequeño tráfico. Todas las
asociaciones demandan mayor rigor para el pequeño tráfico y menor rigor
para el consumidor. Pero todos los traficantes pequeños que conozco son
consumidores. Conozco muchísimos consumidores que no son traficantes, en
eso estoy de acuerdo con el señor Núñez. Pero todos los pequeños
traficantes que conozco son consumidores. Entre los grandes traficantes
habrá unos que son consumidores y otros no lo serán, pero los pequeños lo
son todos. Y cuando hablamos del consumo y del pequeño tráfico, estamos
hablando de una realidad que tiene dos caras. Tenemos que castigar al
pequeño tráfico, intentando no criminalizar al consumidor, pero también
tenemos que castigar al consumidor para tratar de evitar que se convierta
en pequeño traficante sistemáticamente.

A este respecto, hay que compatibilizar lógicas distintas. El sistema
penal tiene una lógica, el sistema asistencial tiene otra lógica, como
tiene otra lógica el sistema educativo. Yo participo en los cursos del
Ministerio de Educación y Ciencia para formar a los educadores para la
salud y siempre les digo lo mismo: Lo primero que tenéis que decir a los
padres que vayan a los cursos y a los compañeros que hablen con los
padres de sus alumnos, es que son padres, no sólo padres de alumnos.

Porque los padres se comportan como padres de alumnos y presentan
demandas al profesor y todos presentamos demandas a la comunidad escolar,
pero la comunidad escolar no puede sustituir a la familia ni puede
sustituir a los servicios sociales ni al sistema sanitario.

Tenemos que intentar encontrar entre todos una lógica cooperativa y que
la escuela cumpla bien su función y los servicios la suya, lo mismo que
la familia. Esto es lo más difícil. Porque los profesores tienen a veces
la sensación de que se descarga en ellos todo lo que los demás no pueden
o no quieren hacer. Y esa misma sensación la tienen los médicos, los
centros de salud y los que trabajan en los servicios sociales. Creo que
ustedes juegan un papel fundamental en la coordinación de los diferentes
sistemas, desde la sociedad civil, y en la coordinación de los diferentes
agentes sociales, un papel que muchas veces no puede desempeñarlo la
Administración. Pero tampoco se puede ser sólo reivindicativo y pedir a
los funcionarios, en este caso a los profesores, que hagan lo que otras
personas no hacen, que no se pone en esa situación.

Quisiera hacer algunas reflexiones sobre el problema de la atención, que
se ha planteado aquí. El señor Núñez hablaba de los programas con
metadona. Mi Grupo no puede estar de acuerdo en que se rechacen de plano
los programas de objetivos intermedios, cuando hay problemas de salud tan
relevantes como el caso de una persona que puede contagiar una enfermedad
que la va a llevar inexorablemente a la muerte. No podemos decir
simplemente que si alguien quiere salir de este tipo de prácticas de
riesgo debe entrar en un programa libre de drogas. Eso



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sería lo deseable, pero hay muchas personas que no están en esa situación
de entrar directamente a esos programas. En ese sentido estoy más de
acuerdo con lo manifestado por el señor Jiménez; los programas de
objetivos intermedios, de reducción de daños juegan un papel. Quiero
señalar que en España, según las cifras del Plan Nacional, una de cada
cinco personas que se tratan, está en un programa con metadona, y cuatro
de cada cinco están en un programa libre de drogas. Esa proporción es
exactamente la inversa de la de los países de nuestro entorno cultural,
es decir, del centro de Europa, de Estados Unidos o del norte de América.

No me parece preocupante que uno de cada cinco esté en un programa de
opiáceos sustitutivos.

Se ha aludido al problema de los centros no acreditados. Este es un
problema muy serio. Saben que hay una ponencia de diferentes Comunidades
Autónomas con el Plan Nacional. Si el centro no acreditado, perteneciente
a una secta con objetivos filosóficos o religiosos, que además no
desarrolla normalmente labores terapéuticas muy convalidadas, si ese
centro tiene ánimo de lucro, es fácil controlarlo. Se trata de una
actividad mercantil y a través de esa actividad es fácil su control. Si
no tiene actividad mercantil, entonces es muy difícil. Esto lo dicen
todas las Comunidades Autónomas y todos los grupos políticos. ¿Por qué?
Porque realiza sus funciones simplemente como una comunidad de vida. Se
puede evitar que hablen de comunidad terapéutica, pero no se puede evitar
que hablen de comunidad cristiana o comunidad esotérica o de comunidad
«gnóstica» o vinculada a una determinada confesión religiosa, que dicen
que atienden a toxicómanos porque es un convento a su propia manera de
entender. Esto plantea problemas serios, pero la verdad es que hasta
ahora las sentencias de los tribunales, cuando las autoridades han
cerrado esos centros, muchas veces han dado la razón a las sectas en
contra de la Administración.

No es, pues, un problema de normas, sino de respeto a la libertad
religiosa, si se garantiza que en esos centros las personas están
voluntariamente.

En cuanto a la discriminación hacia las entidades de iniciativa social,
problema planteado por el señor Núñez, no creo que se pueda hablar de
discriminación. Hay líneas importantes de subvención, especialmente
indicadas para esas entidades, como el programa sobre drogas del 0,5 por
ciento del Impuesto sobre la Renta. En todo caso, hay una posición de
relativo equilibrio. Si una entidad realiza sus programas con
profesionales, a esos profesionales hay que pagarles. Si una entidad
desarrolla sus programas con voluntarios, esto es un dato positivo para
el programa, pero se supone que los voluntarios no cobran. No hay
discriminación porque determinados programas tengan un coste económico
menor, sino que su razón de ser y su aspecto positivo radica en que
realiza sus actividades con voluntarios. Y los que trabajamos en
organizaciones no gubernamentales (ONGs) sabemos que nuestros programas
cuestan menos dinero y en este sentido son más atractivos para la
Administración. Porque si costaran lo mismo, entonces la Administración
iría a programas profesionalizados totalmente. Si le costara lo mismo
tener un médico y un psicólogo que tener un trabajador voluntario, iría a
los primeros que tienen mayor formación.

No hagamos de este aspecto, que es positivo, una reivindicación
permanente, diciendo que nos paguen lo mismo, porque no es justo y por
eso manifiesto que no es posible hablar de discriminación. El peso de las
ONGs en el sector de la asistencia en España es mucho mayor que en los
países de nuestro entorno en general. Hay algunos países en que tienen
mayor peso, pero estamos por encima de la media en relación a los
programas realizados por profesionales.

Algunas de las sugerencias que nos han hecho son muy interesantes. El
tema de los menores es importantísimo. En él tropezamos, como bien ha
dicho el Diputado señor Robles, con el concepto de la patria potestad,
que es un concepto milenario en nuestro sistema jurídico y que hace que
muchas veces la Administración de Justicia no entre a fondo en el
problema.

En cuanto a las relaciones con el INEM, es un tema interesante para
nuestro Grupo y pensamos que se podría profundizar en él en el seno de
los trabajos de la Comisión. Es posible que hagamos comparecer al
Director del INEM, para ver si esos programas se pueden reacomodar a las
necesidades de sus asociaciones. Porque en todo caso sería más deseable
que utilizáramos los recursos del INEM a que hiciéramos nuestros propios
programas ocupacionales, que tampoco serían muy reinsertadores. Y desde
luego nosotros estamos de acuerdo en una mayor participación, un mayor
protagonismo de la sociedad civil representada por sus organizaciones o
por otras en la solución del problema, y eso se desprende de mis propias
palabras.

Quiero terminar diciendo dos cosas. Primera, quiero decirle amablemente
al señor Serra que yo no creo que sea tan justo el plantear un futuro tan
negro a los jóvenes españoles, sobre todo tal como él lo ha comparado con
los jóvenes de la guerra civil. Creo que los jóvenes en los años cuarenta
o cincuenta tenían el futuro mucho más negro que los de ahora. Me refiero
a la posibilidad de realizar estudios universitarios, a su nivel de
renta, a las viviendas que habitaban, su nivel cultural, etcétera. Creo
que no debemos, por responsabilidad, ser tan pesimistas. ¿Que van a tener
problemas de inserción laboral? Es verdad, pero no olvidemos que los
estudios sociológicos sobre el tema de las drogas no coinciden en que el
empleo sea un factor fundamental a la hora de la prevención de la
drogodependencia. Muchas veces hay niveles similares de consumo de drogas
entre la población empleada y la población sin empleo, para iguales
cortes de edad.

En segundo lugar, quería decir que, como la sesión se ha prolongado
demasiado, tengo que asistir a otra Comisión del Senado a las 12 del
mediodía y me temo que no voy a poder escuchar a los tres comparecientes
en sus respuestas. En todo caso, las leeré en el «Diario de Sesiones».

Perdonen esta falta de cortesía, pero realmente no tengo más remedio que
ausentarme.

Con esto termino, señor Presidente.




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El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Granado.

Para responder a las distintas intervenciones, tiene en primer lugar la
palabra el señor Núñez.




El señor PRESIDENTE DE LA ASOCIACION PROYECTO HOMBRE (Núñez Frisuelos):
Gracias por su atención y sus observaciones, así como por sus críticas.

Voy a intentar ir respondiendo por el orden en que se han planteado las
cuestiones.

El señor Vázquez, como no estaba, no ha podido hacer ninguna.

El señor Bertrán i Soler y en relación con el rechazo social a la
ubicación de los centros de rehabilitación, preguntaba por qué ocurre
esto. Creo que todo responde al discurso social vigente, a la
interpretación social, a la imagen social del drogodependiente. Funcionan
una serie de estereotipos que es lo primero que habría que tratar de
corregir y eliminar a nivel de prevención. Uno de ellos identifica al
drogodependiente con un delincuente, también con un enfermo, pero
asociado además al contagio; un drogadicto no sólo es un peligro para la
seguridad ciudadana sino que difunde drogas a su alrededor.

Esta imagen, que sustancialmente no responde a la realidad, aunque tiene
una parte de verdad, está en el transfondo de la situación. Yo no creo
realmente que haya mala voluntad por parte de la sociedad cuando la
sociedad está bien informada, bien mentalizada. La experiencia la tenemos
nosotros en el Proyecto Hombre pues al principio, en muchos lugares,
aparecía cierta resistencia y desconfianza a que se establecieran esos
centros, pero después, una vez que se ha visto cómo funcionaban, esa
resistencia ha desaparecido. No se trata de mala voluntad, sino de mala
información y miedo realmente ante el toxicómano.

Preguntaba cuándo se produce la curación. ¿En qué consiste la curación?
¿En que un drogadicto deje de drogarse? Nosotros no lo creemos así. El
objetivo terapéutico no es ni una desintoxicación ni la abstención del
consumo de drogas. Para nosotros, es un proceso de rehabilitación. Cada
caso es diferente, depende de la necesidad de estructuración o
reconstrucción de la vida de la persona. Hay una gran diversidad en
cuanto a situaciones de drogadictos. El consumo de drogas afecta de
distinta manera a la persona tanto en su nivel individual, como
relacional, familiar y social. Pero globalmente hablando, entendemos el
proceso de rehabilitación como un proceso de crecimiento de la persona
hacia su propia autonomía individual, hacia su propia identidad; un
proceso hacia la propia identidad que tiene que ir unido a la integración
social. Es a la vez una identidad individual y social.

Todo este proceso transcurre sucesivamente, progresivamente, con
objetivos progresivos, y con el objetivo final de que esa persona se
sitúe en la sociedad desde él mismo, que desde la elección de su propia
forma de vivir, de sus propios recursos sociales, de su jerarquía de
valores, llegue a integrarse autónomamente en la sociedad. Entonces es
cuando se puede hablar de rehabilitación.

Para nosotros la droga no cuenta, es un síntoma, no la causa del
problema. Y dejar de drogarse no significa ninguna curación, al
contrario.

¿Y cuándo sucede esto? El Proyecto Hombre viene durando dos o tres años.

Incluso cuando un chaval termina un programa y le damos el alta
terapéutica, le decimos que no ha terminado el proceso personal sino que
ha terminado el programa, que son cosas distintas, y que tiene que seguir
avanzando.

Nosotros decimos que no se puede considerar a un chico rehabilitado hasta
que no han pasado cinco años desde que terminó el programa terapéutico y
vemos que lleva una vida individual, familiar y social estable, normal,
positiva. Hacemos estas consideraciones que son muy aleatorias, pero es
así.

En cuanto a los programas de objetivos intermedios, parece que han sacado
la conclusión de que el Proyecto Hombre se opone totalmente a ellos. No
es así, no es cierto. El Proyecto Hombre admite los programas de
objetivos intermedios, pero los cuestiona muy seriamente en algunos
puntos. Evidentemente, cuando hay situaciones especiales de fracaso
terapéutico comprobado, cuando hay situaciones especiales de tipo
patológico, de enfermedades orgánicas, pero situaciones muy específicas,
hay que aplicar programas de objetivos intermedios. Lo contrario sería
absolutamente suicida.

En cuanto al tema de los tratamientos con metadona, la política en España
ha seguido un proceso muy vacilante. En un tiempo remoto se empezó a
administrar metadona con abundancia, después se suprimió, después se
reguló más controladamente, hasta hoy en que desde 1989-1990 se
establecieron esos programas, que nos parece que se han extendido en
exceso. No negamos su validez, pero creemos que no responde la aplicación
a los objetivos terapéuticos teóricamente marcados; y esto creemos que es
peligroso.

Estas críticas que yo planteo, se refieren a los riesgos. No negamos la
validez del tratamiento pero podemos caer en la dinámica de convertir
todo en programas de control sanitario, control social, y conformarnos
con esto.

Es cierto que desde los programas de objetivos intermedios pasan muchas
personas a las comunidades terapéuticas, esto suele suceder. A los chicos
drogadictos les cuesta mucho pasar a programas libres de droga, les
cuesta mucho llegar ahí y antes juegan con todos los otros elementos más
fáciles. Y un porcentaje de ellos cuando fracasan en los programas de
metadona pasan a programas libres de drogas. Pero ¿cuántos drogadictos
pueden quedarse en el camino y conformarse con eso? Precisamente porque
tienen asegurada la droga. Todo depende, repito, de su aplicación. Pueden
asegurarse el mantenimiento de la drogadicción, porque les dan droga
gratis. Si no se estudian, se diagnostican claramente, se aplican
claramente y se lleva un seguimiento muy personalizado, entonces es
cuando a nosotros nos preocupa. Creemos que debería procederse a una
evaluación muy seria de los resultados de la aplicación de esos
programas. Ya ha transcurrido tiempo bastante, se han hecho muchos
tratamientos.




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Decía don Octavio Granado que solamente una de cada cinco personas en
tratamiento recibía este tipo de tratamiento. En la Memoria del Plan
Nacional del año pasado se decía que en 1992 había 9.000 personas en ese
tratamiento. En 1993 serán muchas más. Creo que no es un número
irrelevante, sino muy importante. Habría que hacer una evaluación muy
seria y si se demuestra que son efectivos, fenomenal. No es que seamos
fanáticos contra la metadona. Esto es lo que quería aclarar.

En cuanto a los enfermos de SIDA, usted cuestionaba la validez
terapéutica de integración social de estos centros de atención específica
de infectados de SIDA. Estoy totalmente de acuerdo. Pero eso pasa con
todo. También los drogadictos hay que atenderlos en su medio normal, en
centros de atención social, en centros sanitarios normalizados. No hay
por qué sacarlos de su medio, cuando sea posible. Pero hay situaciones
concretas en que es necesario. Con los drogadictos ha fracasado ese
sistema, no era suficiente.

También determinados tipos de enfermos de SIDA que no tienen cobertura o
mantenimiento suficiente, apoyo familiar, que en su medio social tampoco
son aceptados, encuentras dificultades, y en instituciones públicas
sociales, sanitarias tampoco son bien atendidos. Habría que ver si esto
es verdad o no. Yo creo que sí. Creo que igual que para los toxicómanos y
otros colectivos se arbitran servicios específicos especiales para su
rehabilitación, aunque sabemos que no es lo ideal, habría que hacer lo
mismo con los del SIDA, y no para marginarlos sino porque hay que
ayudarles de alguna manera. Todo lo que sea asistencialismo no es bueno
porque no integra a la gente ni la potencia ni la promociona a nivel
individual ni a nivel social. Pero a veces hay que dar asistencia; habría
que ir más allá. A esto es a lo que yo me refería.

Estoy totalmente de acuerdo en el planteamiento teórico, pero creo que
habría que ver si no convendría ayudarles, porque responde a una
verdadera necesidad y, si responde a una necesidad, hay que hacerlo.

Hablando del tema de los equipos multidisciplinares, decía que los
profesionales sanitarios y profesionales del mundo de la educación debían
ocupar una posición prevalente en el campo de la atención a los
toxicómanos. En esto estoy de acuerdo y no lo estoy. Hay determinados
tipos de problemas individuales y sociales en los que un acercamiento,
una intervención de tipo profesionalizado no es suficiente; problemas de
desestructuración personal, de inadaptación social, de rechazo social,
incompetencia, minusvaloración personal, etcétera, en los que no es
suficiente un acercamiento desde un punto de vista puramente profesional.

En el Proyecto Hombre hablamos de un nuevo concepto de profesionalidad.

La profesionalidad es necesaria pero no es lo más importante. Lo
importante es la actitud del profesional cuando habla con esa persona y
la implicación personal. No rechazamos el mundo de la profesionalidad; se
trata de subrayar las motivaciones de la persona que trabaja con los
toxicómanos, que tiene que profesionalizarse, cualificarse. Por las
propias exigencias del servicio de ayuda al toxicómano tiene que
cualificarse lo mejor posible.

El Proyecto Hombre es un equipo multiprofesional, un equipo mixto. Hay
muchos profesionales, pero si bien a nivel sanitario hay un médico que
controla y a nivel jurídico un abogado, a nivel terapéutico no trabajamos
desde el ámbito de la profesionalidad sino desde una metodología de
autoayuda, totalmente estructurada, en la que lo importante es el
espíritu de trabajo, la actitud de trabajo, no la técnica profesional.

Concretamente para los toxicómanos, nosotros creemos que esto es
fundamental. No es suficiente un tratamiento profesional.

Creo que he respondido a todas las preguntas del señor Granado.

Don Gonzalo Robles Orozco, del Partido Popular, preguntaba: ¿Qué hacer en
cuanto a programas para adolescentes? Nosotros estamos constatando que
existe una gran dificultad. De vez en cuando vienen chicos drogadictos,
quizá cada vez más jóvenes, adolescentes, con problemas de droga. Y para
nosotros es un problema muy serio cómo integrarlos en los programas
actuales. En el Proyecto Hombre, y lo mismo ocurre en otras
instituciones, los programas actuales no están adaptados a la situación y
a la problemática del adolescente. Yo a veces me planteo si puede ser
contraproducente, peligroso, integrarlos en una dinámica de grupos que
tienen unos problemas que no son los propios de los adolescentes y que
incluso hasta les pueden fascinar y deteriorar y deformar a nivel
personal. Tenemos esta inquietud ante esta realidad. Vienen adolescentes
y no hay programas adaptados específicamente para ellos.

En segundo lugar, constatamos que, efectivamente, a los 13, 14, 15 años
es cuando un drogadicto --que luego a los 20 años viene a rehabilitarse--
inicia su incierto psicológico. A los 19, 20 años un porcentaje, quizá un
30 por ciento (porque no todos ni la inmensa mayoría de los que empiezan
a drogarse a los 13, 14 años con alcohol, hachís y anfetaminas llegan a
ser drogadictos, heroinómanos, cocainómanos), se inicia en el mundo de la
heroína y la cocaína. Ahí habría que intervenir. Ello va unido al tema
del fracaso escolar y la inadaptación social. Fracasan en la escuela, se
integran en grupos desadaptados socialmente, viven una desmotivación,
crean problemas de tipo familiar; se droguen o no se droguen, con estos
chicos hay que hacer algo. Quizá debiera hacerse algo desde la propia
escuela o la familia, o de ambos únicos. La familia es el factor
fundamental, pero hoy tal como educan a estos chicos y como enfrentan el
problema de la adolescencia no están capacitadas para ello; hay que
capacitarles. Ahí es donde habría que intervenir con programas, no sé
cómo llamarles, de prevención; no de rehabilitación sino de prevención y
formación.

Se trata de preocuparles por esta situación, de analizar, elaborar,
diseñar planes de intervención que serían preventivos, formativos, no
rehabilitadores porque, salvo casos especiales, no hay drogadicción
arraigada ni desestructuración personal grave porque no ha dado tiempo.

Pero están en riesgo de avanzar por ese camino. De eso se trataría.




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Creemos que es factible y que habría que hacerlo. Me da mucha pena que no
se tenga en cuenta y que muchos de estos chicos, un porcentaje tan
grande, deriven a la cocaína, la heroína, se desestructuren, cuando se
podía haber evitado interviniendo en aquellos momentos.

¿Cómo habría que hacerlo? Elaborando planes de intervención, no sé cómo
llamarlos, pero siempre integrados socialmente, nunca hay que aislar a
estos adolescentes, bajo ningún concepto, salvo en casos especiales y no
sé hasta qué punto. No se les puede aislar. Hay que integrarlos
socialmente, elaborando planes desde la escuela, desde la familia, desde
el ambiente comunitario, servicios, agentes, asociaciones, o grupos
comunitarios, y si es necesario con programas terapéuticos. Una
integración desde la escuela. Pienso que ese debería ser uno de los
objetivos importantes que debería tener en cuenta el Ministerio de
Educación y Ciencia, que este trabajo de prevención escolar debiera
planteárselo. No se trata sólo de una labor formativa o informativa sino
de estudiar el colectivo concreto de los adolescentes, estudiantes en
situación de fracaso escolar e inadaptación social; estudiarlo y ver cómo
solucionarlo.

En el Proyecto Hombre nos preocupa este tema y nos lo estamos planteando
muy seriamente. En Italia están funcionando programas de este tipo. Tiene
que haber una mentalización muy grande y positiva en la escuela, en el
instituto, el profesorado, las asociaciones de padres, etcétera, para que
se acepte y se apoye.

No me atrevo a perfilarlo más, pero creo que merece la pena abrir este
frente que me parece fundamental.

En cuanto al tema de la reinserción, ¿creemos que cada programa de
tratamiento debe tener un programa de reinserción? Lo fundamental, en
cualquier programa terapéutico, es la integración social. El programa no
debe nunca aislar de la sociedad, al menos debe aislar lo mínimamente
necesario terapéuticamente al drogodependiente. Todo lo que sea aislarles
no es bueno. Un programa de rehabilitación, de intervención tiene que
estar integrado en la sociedad, no fuera, tiene que tener las puertas
abiertas a la sociedad; la gente debe poder entrar y salir y preguntar y
colaborar, conocer, etcétera. La familia tiene que participar en un
programa terapéutico. Una comunidad terapéutica debe ser lo menos rara
posible, lo menos artificial posible, lo más normalizada posible, tiene
que reproducir lo más acertadamente posible, la vida real de la sociedad.

Hay que educar para la vida, no educar como alternativa de vida. Y tiene
que ser una terapéutica muy abierta, y muy corta, porque es muy
peligroso, puede enganchar. Repito, pues, que a mi juicio debe integrar
socialmente.

En segundo lugar, hay muchos programas terapéuticos que hacen a la vez
rehabilitación y reinserción social. No todos los drogadictos necesitan
internarse. En el Proyecto Hombre tenemos modalidades terapéuticas
normalizadas totalmente, chicos que desde el principio al final no salen
de la familia, continúan trabajando, hacen su vida normal y se
rehabilitan. Son programas de apoyo, ambulatorios, sin entrar en
comunidades terapéuticas, programas vespertinos, fuera del horario
laboral, para que puedan trabajar y por la tarde sigan el proceso de
rehabilitación. La inserción social claramente forma parte del programa
terapéutico.

Para los casos en que se hace un proceso primero de rehabilitación, sin
aislamiento, pero centrado exclusivamente en el programa terapéutico, sin
separarse de la sociedad, pero que no pueden trabajar, estudiar, etcétera
(por ejemplo en el Proyecto Hombre hacen el programa de acogida en
comunidad terapéutica), sí creo que estos casos necesitan un programa
específico de reinserción social que es parte del proceso terapéutico y
tiene que ser específico, porque no se ha hecho antes. Nosotros lo
hacemos. Porque la reinserción social, la vuelta a la sociedad es el
momento más crítico de todo el proceso terapéutico y no se les puede
dejar solos. La reinserción social es un proceso de autonomía. No se
puede sustituir, pero hay que estar a su lado, apoyarle, porque tiene
muchas dificultades, es un momento que sale de un lugar en el que tenía
cierta protección, con ambiente favorable, y se encuentra inerme ante la
realidad de la vida social, en muchos casos desfavorable y que le anima
al consumismo y al consumo de drogas.

Y ante las dificultades, al tener que asumir por sí mismo esta realidad
se encuentra ante muchas dificultades, le entra pánico e insatisfacción
muy grande porque no se puede permitir ciertas cosas que le llevarían a
la drogadicción. Y desde la insatisfacción y el vacío vuelve a caer
fácilmente en la drogadicción. No se le puede dejar solo.

Por tanto creemos que es necesario, cuando no se ha trabajado antes,
ofrecerles esta fase. Pero la inserción social, la socialización no es
sólo el paro. Hay que trabajar en otros aspectos. Tan importante como la
situación laboral es que se inserten en su propio ambiente humano,
relacional. La selección de personas con quienes relacionarse, personas
positivas decimos nosotros, amigos que no estén relacionados con la
drogadicción, elección de la escala de valores, tipo de trabajo, otra
forma de estar en la familia, gestión del tiempo libre, que es
importantísimo en la socialización, porque si no saben gestionar su
tiempo libre es muy fácil que vuelvan a caer en la drogadicción porque se
aburren y aparece la desmotivación. En fin, hay una serie de puntos tan
importantes como el tema laboral que forman parte de la socialización.

Entremos en el tema penitenciario: programas de rehabilitación, ¿cómo
elaborarlos? Es muy difícil tratar terapéuticamente en el mundo
penitenciario actual. Supondría hacer un cambio de 180 grados, una
renovación de las prisiones, de los centros penitenciarios, de los
planteamientos de vida penitenciaria, muy radical.

¿Se puede trabajar? Yo creo que sí se puede trabajar. De hecho nosotros
estamos trabajando en las prisiones y con resultados, a mi juicio. Lo
mejor sería, pero no siempre se consigue, que el equipo de la prisión, la
junta, el equipo de tratamiento se mentalizase, conociese, apoyase el
trabajo que se hace, incluso a ser posible que los funcionarios se
mentalizaran y nos apoyaran, porque si encontramos mensajes contrarios,
resistencias, críticas, desprecios de los funcionarios, desconfianza, se
puede anular todo lo que se está haciendo.




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A nivel de infraestructura corremos el riesgo de que pueda decirse que
hay una discriminación positiva hacia los toxicómanos en programas de
rehabilitación. Pero sería necesario un cierto aislamiento del resto de
la prisión, porque el ambiente en la prisión es antiterapéutico, y si
queremos ayudar a las personas a un cambio positivo hay que crear un
clima terapéutico, y ésta es la primera condición. Anima más, alienta más
a uno el ambiente, casi más que lo que uno piense. El ambiente arrastra.

¿Cómo se puede estimular y motivar a estos chicos a que dejen de
drogarse, a que se planteen una rehabilitación en un ambiente tan
antiterapéutico, tan proclive al consumo de drogas, tan incitador, tan
desalentador, pues hasta se ríen de ellos? Si no se aíslan, de algún
modo, no se les protege y se crea un módulo especial, es imposible. Eso
es lo que habría que plantearse: hacer una infraestructura mínimamente
positiva para trabajar en esa línea; si no, es mucho más difícil.

Hay que seguir haciendo todos los esfuerzos posibles en este sentido
dentro del propio mundo penitenciario. Es muy difícil. No soy un iluso.

Estuve en León, iba muchas veces a la prisión y se me caía el alma a los
pies nada más entrar allí. ¿Cómo pueden estar aquí a gusto estas
personas? ¿Cómo se puede trabajar y motivar, y después estar en ese
ambiente? Hay que seguir trabajando en esa línea. No sé si me queda
alguna otra cosa por contestar al señor Granado.

Hacía una valoración de lo que yo había dicho sobre la discriminación a
las ONGs. Yo creo que existe y no se puede hablar de que, como somos
voluntarios, entonces no hay por qué pagarnos igual que a los demás.

Tampoco exigimos que se nos pague igual que a los demás; lo que pedimos
es que por lo menos podamos salir adelante con solvencia normal. Los
programas privados estamos ahorrando mucho dinero a la Administración y
resultamos muchísimo más baratos que los programas de la propia
Administración. Entonces, lo que pedimos es no estar agobiados por el
tema económico, que se contemplen nuestras necesidades reales en función
de eso. Estoy de acuerdo en que la Administración ha hecho un esfuerzo
muy importante y sigue haciéndolo en este tema de las drogas. Y siempre
que un programa es válido no lo deja sin nada. Pero creemos que es
insuficiente el tratamiento que estamos recibiendo.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Núñez.

Tiene la palabra don Juan Ignacio Jiménez.




El señor PRESIDENTE DE LA UNION ESPAÑOLA DE ASOCIACIONES DE ASISTENCIA AL
TOXICOMANO (Jiménez Frisuelos): Muchas gracias. En primer lugar, quiero
contestar al señor Bertrán.

Usted me preguntaba acerca de los padres y acerca de la motivación del
voluntariado.

La participación de los padres en este caso es doble. Los padres han sido
los primeros que han vivido la angustia de tener un toxicómano en casa.

Esta angustia ha llegado a tal grado que o bien los padres buscan
soluciones fuera y crean grupos de autoayuda o bien esa misma situación
de toxicomanía del hijo les crea una angustia desesperante y
desesperanzadora.

Por tanto, los padres participan por voluntad pero también por necesidad
terapéutica. Así se han creado los grupos de autoapoyo. Todos sabemos que
es mucho más fácil tratar a un toxicómano cuyos padres están en un grupo
de autoapoyo o en un grupo en el que la familia participa en la terapia,
que cuando participa sólo el individuo, el consumidor habitual.

Pero también los padres en este caso son conscientes de sus limitaciones.

Anteayer estuve en Villafranca de los Barros, viernes, sábado y domingo,
con una asociación de padres, fundamentalmente de madres. Es un pueblo de
12.000 habitantes y hay más de 40 familias en la asociación. Y las madres
me decían: «Si usted supiera lo que hemos aprendido desde que estamos en
la escuela de familia. Hemos aprendido más que en todo el tiempo que
estuvimos en la escuela.» Los padres están participando en los grupos de
autoapoyo, en la terapia de los toxicómanos y al mismo tiempo ese momento
está sirviendo como momento pedagógico, porque se han dado cuenta de sus
limitaciones y lo que no han podido hacer con los hijos están aprendiendo
a hacerlo con los nietos.

Para esto, se están llevando a cabo distintas metodologías; entre ellas
la metodología de la radio ECA esta haciendo una buena labor en este
aspecto. En muchos grupos de autoayuda y escuelas de padres y de familia
se utiliza la metodología y el material de nuestra Fundación. El 50 por
ciento de nuestras asociaciones son asociaciones de padres que usan
nuestra metodología. Muchas de ellas al mismo tiempo han creado servicios
en comunidades locales, de pueblos o de ciudades, en que esos servicios
no existían ni tenían posibilidades de existir. El material que la
Fundación está proporcionando a las escuelas de padres de nuestras
asociaciones es enormemente valioso, con lo que también los padres
participan en esos grupos.

Al mismo tiempo, los padres, no todos pero sí lo que han superado y
pasado la barrera de la vergüenza (porque hay muchos padres que
desgraciadamente todavía no se atreven a manifestar al exterior cuál es
la situación de algún miembro de la familia), están haciendo una labor de
concienciación de otras familias y vecinos en un doble sentido. Primero,
haciendo caer en la cuenta de cómo esas actitudes no saludables están
provocando nuevos consumidores. Segundo, están enseñando a otros padres a
que estén pendientes de los chivatos que se encienden en un individuo
cuando empieza a consumir drogas. Con lo cual, sin crear situaciones de
sospecha, pues puede ser muy contraproducente que unos padres estén
continuamente haciendo labor fiscalizadora de sus hijos, logran que estén
atentas las familias a la evolución de sus hijos, sobre todo en el
momento de la adolescencia, cuando empiezan a cambiar de moda en la
música, de ornamentación en su cuarto, etcétera.

Pero es más, los padres están también participando generalmente con las
Administraciones locales y comunitarias. Tenemos en Cataluña 25
asociaciones, unas de ellas son asociaciones de padres y otras de
voluntarios, que han creado su propia estructura para dar respuestas a
los



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problemas. Están colaborando con las Administraciones en un doble
sentido, que creo que es una faceta muy importante de las asociaciones.

Están haciendo llevar a los gobernantes, que muchas veces la misma
burocracia les hace perder la visión de la realidad, están llevando,
digo, la fenomenología del problema y las nuevas situaciones que provoca
esa nueva fenomenología.

El mundo de la droga es enormemente cambiante y lo que anteayer se veía
como no necesario, por ejemplo los programas intermedios o de reducción
de daños, hoy se ve necesario. Entre otras cosas porque los padres
empiezan a presentar los problemas a las Administraciones. Por tanto, la
participación consiste en este caso en colaborar con las Administraciones
haciéndoles ver cuál es la situación de la calle, y al mismo tiempo
colaboran haciendo de mediadores sociales. ¿Qué mejor mediador para una
persona que su vecino? ¿Qué mejor mediador para un chaval que su
entrenador de fútbol o su profesor de física?
En cuanto a la motivación del voluntariado, le diré que muchas veces el
voluntariado ha surgido de estos mismos padres o personas muy cercanas a
ellos.

Aquí tenemos que decir que hay muchos profesionales, la clase médica, en
algún momento los abogados, cuando una familia se encuentra en una
situación así y no sabe qué hacer al primero que acude es al médico.

Tenemos la suerte de haber conectado con muchísimos médicos que se han
hecho voluntarios de las asociaciones, y la motivación ha sido la del
médico de cabecera que vela por la salud no sólo física sino la salud
familiar y del entorno. Por eso, ¡cuántos médicos son voluntarios porque
han visto el problema!
Lo mismo se puede decir ¡cuántos voluntarios son profesores! Muchas veces
las motivaciones de los voluntarios nacen del hecho de estar muy cerca
del problema, nacen de una sensibilidad social o simplemente, en muchos
casos, por compromiso religioso o filosófico. Estas son las motivaciones.

En cuanto a la relación entre vida saludable y prevención, posiblemente
no me haya explicado bien. Al hablar de prevención digo que se puede
quedar muy corto para los que no estamos introducidos. Digo que
prevención no, vida saludable sí, porque en esta última entra la
prevención. Cuando hablo de vida saludable no me refiero a hábitos
higiénicos o a la salud física, sino también a unas habilidades sociales
solidarias. La creación de esas habilidades sociales solidarias es lo que
nosotros entendemos como vida saludable. Por tanto, es posible que no me
haya explicado bien y ahora se lo he aclarado.

Creo que he contestado, dentro de mis posibilidades, a lo que usted me
planteaba.

En cuanto a las preguntas del señor Robles, me planteaba primero el tema
de los tratamientos alternativos al margen de la cárcel o dentro de la
cárcel.

Yo digo que toda persona que comete un delito tiene que cumplir la pena
que por ley le corresponde. Pero la pena es por un lado para asegurar que
no atenta contra la sociedad, pero sobre todo es para que esta persona se
rehabilite, se normalice su situación de tal manera que con sus hábitos
normalizados pueda ser un elemento constructivo y deseable dentro de la
sociedad.

Antes he dicho que el cumplimiento de pena tendría que convertirse en un
momento terapéutico o pedagógico. Creemos que es imprescindible tener una
alternativa a la prisión y no haríamos nada nuevo en nuestro país, porque
en otras naciones ya existe lo que se llama «probation», la libertad a
prueba. Creemos que tiene que haber tratamientos alternativos a la pena.

¿En la cárcel o fuera de la cárcel? La cárcel no creemos que sea el lugar
idóneo para un tratamiento. Sin embargo, yo no me opongo radicalmente a
la cárcel. Digo que cada situación o persona es un caso, cada situación o
persona concreta. Todo lo que en un tratamiento sea efecto campana, que
es aislar al individuo de todo su entorno, no nos parece lo más adecuado.

¿Y al margen de las cárceles? La Ley General Penitenciaria, en su
artículo 57.1, prevé que por el período de tiempo que tenga que estar en
prisión un individuo puede estar haciendo un tratamiento penitenciario.

Esto no es nada nuevo. Pero, ¿qué es lo que sucede? Suceden dos cosas.

Primera, que no hay suficientes centros para ello y, segunda, que en
muchos casos los centros que hay y los que más se están ofertando son
centros de pago. Y desgraciadamente muchas familias y muchos toxicómanos
no tienen los medios necesarios para acceder a esos centros.

También tengo que decir que el Plan Nacional y los Planes Regionales
contra la droga están posibilitando experiencias en ese sentido. Hasta
ahora son pocas, no son suficientes pero se están empezando a
posibilitar.

¿Pabellones aislados? Sólo conozco dos prisiones, en Tenerife II y en
Navalcarnero, con pabellón específico para toxicómanos, que no son
pabellones aislados, unos pabellones donde se está llevando un programa
libre de droga.

Unicamente en la prisión de Lisboa se está haciendo la experiencia de
crear un pabellón con 60 plazas aproximadamente, un pabellón aislado,
pero todavía no ha dado tiempo de evaluar esa experiencia. Por tanto, no
me atrevo a proponer cosas que todavía están sin evaluar. He visitado ya
la prisión de Lisboa en tres ocasiones, cuando se estaba montando y
cuando los internos están ya en ese pabellón. Están surgiendo
dificultades. Pero no lleva el tiempo suficiente este pabellón para poder
decir que hemos encontrado la solución. Todavía no está evaluada. Sería
por mi parte una gran osadía propugnar una cosa u otra. Quizás ustedes
tengan medios o nosotros nos comprometemos a informarles, porque tenemos
una Plataforma Ibérica donde el tema, como el de la droga en el trabajo,
está siendo analizado y en la próxima reunión de la Plataforma Ibérica
vamos a analizar esa evaluación con las autoridades judiciales
portuguesas que están abiertas a cualquier solución en este campo. Por
tanto, en algún momento mandaríamos a la Mesa la información que se me
proporcione en este ámbito.

En cuanto a las penas alternativas, quiero decir que hay otra cosa que no
se ha contemplado, y es que muchas veces los toxicómanos tienen delitos
que no son excesivamente grandes aunque producen gran alarma social. En
esos delitos



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todavía se ha puesto muy escasamente en marcha la pena de trabajos en pro
de la comunidad. Hace unos meses leí que en un ayuntamiento a unos
señores que habían pintado las paredes, se les impuso la pena de
limpiarlas. A lo mejor, con una cosa parecida desdramatizaríamos el
problema de la droga, que está excesivamente dramatizado. Si a estos
señores en lugar de pena de prisión se les aplicaran penas de trabajos en
pro de la comunidad, creo que podríamos estar viendo una posible solución
a una situación de prisión que a nadie nos gusta, porque nos parece
inútil casi siempre, y aportaríamos a la sociedad una visión más positiva
del toxicómano que se quiere reinsertar.

Y con ello haríamos otra cosa. Creo que a Isaac le han preguntado ustedes
de dónde venía el rechazo a los centros. El rechazo a los centros supone
dos cosas: primero, una visión totalmente negativa de la persona que está
sufriendo por el consumo de drogas. Y segundo, que a la persona que
quiere curarse, con el esfuerzo que supone curarse, se le impone el
esfuerzo de ir lejos de su hogar a buscar un recurso para curarse. Si un
señor comete un delito bajo los efectos de la droga y los mismos vecinos
le ven que a los dos meses está trabajando en favor de la comunidad,
estamos cambiando la imagen, viendo la parte positiva de los centros de
rehabilitación y que el cumplimiento de pena sea eficaz para la
comunidad.

Voy a procurar ser más rápido.

Paso al tema de la coordinación con los planes autonómicos. Aunque el
Plan Nacional tiene la obligación de coordinar, esta obligación no supone
impulsar un modelo. Hay Comunidades Autónomas que admiten varios modelos
de intervención, el modelo conductual, el modelo sistémico o un modelo
híbrido como pueden ser las comunidades terapéuticas. Sin embargo, hay
otras Comunidades Autónomas que en ocasiones se han empecinado con un
solo modelo terapéutico y los consumidores de esas Comunidades tienen que
buscar fuera de su Comunidad otros modelos porque los que su Comunidad
Autónoma les ofrece no responden a sus necesidades. No todas las
Comunidades Autónomas, por tanto, actúan de la misma forma.

Lo mismo ocurre en las Comunidades Autónomas respecto a los movimientos
asociativos. Hay algunas, como la de Madrid, que están apoyando el
movimiento asociativo de una forma a mi juicio eficaz. Lo mismo ocurre
con Cataluña, Galicia, y Castilla y León. Pero hay otras Comunidades
Autónomas que están haciendo muy difícil el desarrollo del movimiento
asociativo e impidiendo que el movimiento asociativo sea cauce de
soluciones. Por ejemplo, en la Comunidad de Cantabria no hay posibilidad
de trabajar, no apoya el movimiento asociativo. A la Comunidad de
Extremadura en algunos casos está costándole mucho trabajo apoyar al
movimiento asociativo.

Aunque el Plan Nacional contra la droga reúne a los Planes Regionales y
analiza con ellos la situación, no hay un criterio uniforme ni en cuanto
a criterios terapéuticos ni en cuanto a apoyo al movimiento asociativo.

Pasando al tema de protección de los menores, ¿qué hacer? Yo no creo que
en el aspecto legal haya que hacer mucho más sino posibilitar que la ley
se cumpla. Los Grupos de Menores de la policía, los GRUME, me consta,
porque he tenido que echar mano de ellos en bastantes ocasiones, que
tienen una gran motivación para cuando surge el problema de un niño en
situación de riesgo. A veces no tienen dotación para acudir a los sitios.

Y no es cuestión de hacer más leyes sino de crear instrumentos para que
las leyes existentes sean eficaces o tener la eficacia que el legislador
--o sea, ustedes-- se proponía cuando aprobó esas leyes.

Y también hacen falta servicios de atención durante 24 horas. Hay
servicios de información durante 24 horas, pero la información por sí
sola no es atención. La información en algunos momentos puede rebajar el
nivel de angustia de una persona en situación de incertidumbre, pero si
en ese momento no hay un servicio de intervención no se está dando
eficacia a esos servicios informativos.

Paso a otra pregunta. ¿Sanción del tráfico menor? ¿Sancionar el tráfico o
sancionar el consumo? A veces es muy difícil limitar qué es tráfico y qué
es consumo, qué cantidad se tiene para el consumo personal y qué cantidad
es ya tráfico. A veces es muy difícil, pero otras no lo es. Hay veces que
sabemos que una persona se pone dos dosis y lleva encima 40 ó 50, luego
transporta dosis. Me preocupan mucho ciertos sistemas de ambulancia, de
mensajería, porque son a veces instrumentos para la distribución y no de
personas consumidoras. Y tampoco se puede decir que son traficantes a
gran escala sino a escala media. Y ahí es donde queremos incidir cuando
hablaba antes.

Muchas gracias, creo haber respondido a sus preguntas. Y muchas gracias
de nuevo por la oportunidad de transmitirles lo que las asociaciones
pensamos de esta situación.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Jiménez.

Finalmente, tiene la palabra el señor Serra.




El señor VICEPRESIDENTE EJECUTIVO DE LA FUNDACION DE AYUDA CONTRA LA
DROGADICCION (Serra Serrach): Muchas gracias, señor Presidente. Muchas
gracias, Señorías, por su atención a mi intervención y a las de mis
compañeros y por las palabras de felicitación y apoyo que, en mi caso,
transmitiré a quienes las merecen.

Aprovecho la oportunidad para anunciarles el envío de la Memoria de los
siete años de realizaciones de la Fundación de Ayuda contra la
Drogadicción, que acabamos de hacer y que puede ilustrarles de lo que
pensamos de este período y por tanto de la actuación de las no sé si bien
llamadas ONGs.

Voy a tratar de ser más breve y quizá por eso mis contestaciones puedan
resultar polémicas.

Al señor Vázquez le diré que estoy de acuerdo en que no estimula el
consumo el ver a un drogadicto poniéndose una inyección hipodérmica. No
estoy seguro de que un «juppy» en una terraza del paseo de la Castellana
no estimule el consumo, y eso, en principio, no está sancionado, al menos
no penalmente y en algunos casos no administrativamente.




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Aprovecho para decir que me parece que en gran parte tiene razón usted.

Las drogas están presididas por la antigüedad. Son antiguas y son
modernas. Estamos hablando de un problema nuevo. Son tan antiguas como la
humanidad, tiene razón. El consumidor víctima, el traficante y
delincuente es una distinción mental a veces, es lo mismo muchas veces.

Me preocupa mucho y me parece que hace ineficaz nuestra actuación el que
estemos considerando que el consumo no debe tener ningún tipo de
tratamiento. Y digo esto porque me parece que es la vía de escape que
utilizan los traficantes pequeños (los grandes normalmente no están al
alcance de las fuerzas de seguridad), se disfrazan de consumidores y
evitan la sanción legal. Puedo decirles que llega mucha gente a la
Fundación, incluso a través del teléfono, diciendo que tenían tres hijos,
dos han muerto por droga, la policía lo ha detenido 300 veces (la media,
me dijo el Director General de Policía, era de 17 detenciones anuales),
alegando consumo, el juez los pone en la calle y se repite la historia y
aumentan las víctimas.

En ese sentido, hablaba del ejemplo del consumo, respecto de lo que
habría que decir que tiene opinión negativa el que puede darla.

¿Pérdida del uso ritual o vejez de las drogas? Tiene usted razón. Tan
viejo como el alcohol en Occidente es el opio en Oriente o la coca en
Sudamérica. Pero es que tenemos nuestra propia droga y estamos tratando
de importar las de otros. No creo tanto que sea el uso ritual, sino que
cada cultura ha tenido su droga y a lo mejor la cultura occidental, que
ha invadido culturalmente otras culturas, está importando lo bueno y
también lo menos bueno.

¿Oferta y demanda? En esto discrepamos. Creo que lo fundamental es la
demanda. Y la razón y la prueba, a mi juicio, de que es primero la
demanda es que no tenemos un problema de drogas; tenemos un problema de
drogas, de las que el pueblo llama ilegales, y tenemos un problema de
alcohol. Técnicamente lo son. Si fuera el problema el de las drogas
ilegales, seguiría existiendo el problema del alcohol. Por eso creo que
hay una raíz común a esos dos problemas simultáneos y paralelos, y la
raíz común es la demanda y la insatisfacción que quizá de manera
demasiado existencial he pretendido explicar antes.

No estoy muy de acuerdo en que no tengamos mal el futuro. Creo que se
puede ser más optimista, pero en cualquier caso es absolutamente
opinable.

¿Legalización? ¿Debate? De acuerdo; sólo una cosa: lo que puedan hacer
millones de ciudadanos a los que les preocupa el problema de las drogas,
casi ninguno puede influir en el tratamiento legal que se dé al problema.

Pueden influir los padres, las madres, los que escuchan, ven o leen los
medios de comunicación. Me parece que hay una vía de escape fácil
(aquello que decían los italianos: «Piove, porco goberno»), si ponemos el
énfasis en el tratamiento legal. La culpa la tiene el Gobierno porque
legaliza o porque no legaliza.

Me parece que, aunque es absolutamente imprescindible profundizar en este
debate, preferiría que los medios de comunicación fueran al otro lado del
problema.

Señor Bertrán, muchas gracias por esa conformidad casi del cien por cien.

Estoy de acuerdo en que no hay solución absoluta para el problema de la
droga. Pero creo que quizás una vía de distinción mental operativa,
metodológica, buena, sería ver que hay drogas en la sociedad, en las
zonas, en los barrios, en los estratos marginales, y como la hay esos
pobres son los que padecen todos los males de la sociedad.

La singularidad de la droga es que además de estar ahí, está no en los
núcleos marginales sino que está también en el corazón de la sociedad y
deberíamos trazar cómo se trata a unos y a otros, de la misma manera que
antes postulaba una distinción del tratamiento hacia el consumidor
inicial, inconsciente y no adicto del que es víctima, enfermo y adicto.

Pondré un ejemplo. Decimos que no se pueden poner penas porque no las
cumplen. Pero esa población marginal tiene muy difícil cumplir las penas,
incluso las sanciones de tráfico, porque el coche puede no ser suyo,
conducen sin carnet... No debemos pensar sólo en esa población marginal
cuando pensamos en disposiciones de ámbito general.

Tiene razón en que es multidisciplinar y lo es en la medida en que es un
problema nuclear y central.

El último comentario a su intervención: el tránsito del adolescente al
adulto y la dimensión de futuro. España, entre otras cuestiones en las
que se separa claramente de los países de su entorno, es en la propensión
al ahorro. La familia española ahorra menos --y no sólo por el nivel de
renta-- que sus análogos de otros países. Quizá eso sea un reflejo de que
hay una fijación en el presente. Si se hablara de la disponibilidad de la
renta, el consumo es el presente, el ahorro es el futuro y eso explica un
poco el hecho de que en nuestro país tenga mayor gravedad este problema
que en otros de nuestro entorno.

Muchas gracias, señor Robles, por su felicitación. Hacía usted unas
preguntas que trataré de contestar brevemente.

¿Es triunfalismo si hay mayor rechazo? Creemos que no, lo que sí es
posible es que yo sea optimista. Prefiero pensar con Churchill que el
optimismo es el coraje de los inteligentes y el pesimismo la lucidez de
los estúpidos, a que me llamen triunfalista. Pero hay algo en lo que me
parece que se puede ser optimista. A pesar de que ahora es verdad que se
acercan antes a los centros de tratamiento, no es menos cierto que de las
encuestas del CIS se deduce que ha aumentado la edad de entrada en el
consumo de drogas ilegales. O sea que están mejor vacunadas las hornadas
más jóvenes de la sociedad que sus predecesoras inmediatas. Conocen mejor
las cosas, en el caso de la heroína parece evidente, lo aprenderán con
sangre, como se ha aprendido con la heroína (y llamo sangre a las
víctimas), pero lo aprenderán también. Creo que en cualquier caso
sensibilizar y concienciar a la opinión pública siempre es bueno.

¿Evaluación de las campañas? Hemos cometido errores. Parece que la
crítica mayor en la evaluación global (que en general es positiva) es que
debemos dirigirnos --fíjense-- a los adolescentes con lenguaje de
adultos. Ya



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no aceptan un lenguaje de adolescentes, prefieren un lenguaje de
responsable a responsable que un lenguaje tuitivo.

Consideran especialmente adecuados dos tipos de campañas: una,
particularmente, que se hizo --quizá la recuerden SS. SS.-- con el gusano
contra la cocaína, y la que se hizo remachando la responsabilidad del
joven diciendo «El principal responsable en materia de drogas eres tú». Y
también parece adecuada la campaña actual del «No».

En general se nota una progresión de acierto, de concreción, de
focalización al problema en estos cuatro o cinco años de campaña.

¿Formación? ¿Información? ¿Programación y contenido de los medios de
comunicación social? Como han dicho la mayoría, me parece difícil dirigir
desde el centro el contenido de los medios de comunicación. Estoy
completamente de acuerdo. Son un eco, una caja de resonancia de la
sociedad. Es verdad que a veces se hacen verdaderas apologías del consumo
y de la droga en los medios de comunicación social, pero me parece que
cada vez menos y que la información que hemos estado haciendo debe pasar,
de la misma manera que la prevención, a ser inespecífica y que la
información debe pasar a formación.

¿El teléfono es sólo de información? Las personas que lo llevan, y a las
que voy a dedicar unos momentos, que constantemente les demandan
atención, son voluntarias que hacen un trabajo excepcional. Les critican
los profesionales que le dan un contenido demasiado «familiar» a sus
informaciones. A mí personalmente me parece que eso es una ventaja. No es
un tratamiento aséptico, hay que comprender al drogadicto o al familiar
del drogadicto que llaman.

¿Se ocupan los padres? De esto saben más mis compañeros de mesa. Como
dijo Solans, se preocupan más que se ocupan, pero eso nos pasa en casi
todas las esferas de la vida y SS. SS. lo saben mejor que yo. El problema
es que creen que su actuación es ineficaz. Como decía el clásico: Pueden
porque creen que pueden. Gran parte de nuestra sociedad cree que no puede
y como no cree, no hace. En otros países hay medidas que se están
ensayando y cuando se pregunta a los padres, no se creen capaces de
medidas de eficacia social, sólo de medidas de eficacia individual. Quizá
ésa es la explicación de por qué se preocupan pero no se ocupan.

Tiene razón, el teléfono nos ha desbordado en nuestras previsiones.

Empezamos con 5.000 llamadas anuales, el perfil era básicamente la madre,
ocupándose preponderantemente por la heroína. Ese perfil ha cambiado. El
porcentaje de drogodependientes que llaman es mayor ya, también la madre
sigue llamando y llaman los hermanos. Y hay dos fenómenos curiosos: se ha
incrementado el número de llamadas por cocaína y en consecuencia la
novedad de la droga en España; se han incrementado enormemente las
llamadas por alcohol, que es droga muy antigua, pero la sensibilización
sí parece que está incrementándose.

Teníamos el teléfono cinco días a la semana de 9 de la mañana a 9 de la
noche. Firmamos un convenio con la Delegación del Gobierno en el Plan
Nacional contra la droga y ayudó para que la pudiéramos tener los 7 días
a la semana y además nos ha dado ese apoyo, ese respaldo que a veces es
lo mejor que nos pueden dar las Administraciones públicas, y hoy tenemos
15.000 llamadas anuales. Es un teléfono gratuito, que empieza por el 900,
a veces nos gastan bromas especialmente los fines de semana, y llevado
íntegramente por voluntarias a las que reitero mi admiración, hacen un
trabajo magnífico, son personas mayores igual que hacen chicos
voluntarios otros trabajos, pero éste es excelente. También hay algún
objetor que realiza estas funciones, pero básicamente es el voluntariado
adulto.

En cuanto a los «master», hemos intentado dar unos master
multidisciplinares: un tercio médico y farmacológico, un tercio
psicológico y un tercio sociológico. Han llegado de todas las profesiones
y nuestro propósito era que pudieran estar capacitados para dedicarse
profesionalmente a la lucha contra la droga. De hecho, no tenemos
estadísticas, pero más del 85 por ciento de los que se han formado a eso
se dedican bien como responsables en alguna Administración pública o
trabajando en comunidades terapéuticas un porcentaje muy grande.

Pero nos pregunta ¿cómo está la demanda? Nos parece que habíamos recogido
una gran demanda embalsada pero ya empezamos a notar que la demanda ya no
es tan alta, se ha recogido, se ha dado satisfacción a esa demanda
embalsada y ya no hay tanto.

Por otro lado, hay un fenómeno (pasa lo mismo que dice el informe
respecto a la heroína), se ha notado un fenómeno curioso: cada vez hay
más universidades que nos solicitan impartir «master». Ahora me parece
que son 9 y empezamos con una en 1988, en 1989 fueron 3, y va a llegar un
momento muy cercano en que se equilibre la oferta y la demanda. Parece
mejor el irnos dedicando, y es lo que vamos a hacer como les he anunciado
antes, a la formación a niveles más bajos, concretamente a la prevención
escolar que nos parece que debe ser la atención prioritaria de la
Fundación para el inmediato futuro.

¿Educación para la salud? Naturalmente no seré yo quien esté en contra de
ello. Pero quiero hacer un par de comentarios. La Organización Mundial de
la Salud define la salud como un estado de bienestar físico y psíquico.

Yo preferiría lo que decía antes, enseñarles más que a bien estar a bien
ser. Me parece que hay un exceso de consideración estática de la vida, en
el sentido en que hablaba antes de presente y de futuro, y un defecto de
proyección dinámica. Palabras como vacío o razón de ser hay que dotarla
de mayor contenido real. En ese sentido me parece que no se trata sólo de
bienestar; es algo más.

Segundo comentario: La salud vuelve a ser, en el lenguaje ordinario al
menos, un concepto individual. Creo que si no les ofrecemos a los jóvenes
un proyecto que también considere a los demás seguiremos dejando manco el
fin que uno debe perseguir en su vida. Salud, pero salud colectiva,
entonces.

Por último, señor Granado, después de sus palabras hacia la sociedad
civil que agradezco, hablaba usted de coincidencias y divergencias. Decía
que su coincidencia conmigo era absoluta y genérica muy especialmente en
lo



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que ha dicho de que generan delitos y drogas ese tratamiento si nos
dejamos llevar sólo por conceptos altruistas y no por conceptos de
cuidado más genéricos.

Pero déjeme que le manifieste dos discrepancias, quizá malentendidos de
calado. La primera, he entendido que dice que no tiene relevancia el
estatuto jurídico del producto. Yo creo que la situación que tienen los
Estados Unidos por ser perfectamente legal y no necesitar autorización la
posesión de armas por los ciudadanos, ha generado un problema muy grande,
porque el estatuto en España es diferente ya que necesitan autorización.

Pero más cercano, no de un bien, de un objeto consumible como son las
drogas: en Estados Unidos la abolición de la ley seca disparó, multiplicó
por tres, como sabe, el consumo de alcohol, las cirrosis hepáticas y las
urgencias hospitalarias derivadas de las mismas. Es esencial, pues, es
muy importante. A mi modo de ver lo esencial es el sujeto, pero no hay
que descuidar el estatuto jurídico de las sustancias.

La segunda discrepancia (quizá me he explicado yo mal): era muchísimo
mejor el futuro de la posguerra que el futuro de hoy. El futuro de la
posguerra es el presente de hoy; muchísimo mejor. A mi juicio, el
presente es hoy tan suficientemente bueno que nos hace que nos olvidemos
del futuro, y el problema, señor Granado, para mí que soy adulto, es que
el presente de hoy para mí es muy importante, para los adolescentes de
hoy es más importante (porque la guerra o la posguerra están olvidadas)
el futuro que quizá no les sabemos brindar nosotros.

Nada más y muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Interpreto que ninguno de los Portavoces desea
volver a intervenir.

Quiero decirles a los comparecientes que si me quieren hacer llegar algún
tipo de información o documentación, con mucho gusto lo haré llegar a
todos los miembros de la Comisión. Y aunque lo diga de forma lacónica no
es menos sentida, agradezco muy vivamente su presencia y, como ha
expresado más de un Portavoz, especialmente agradecemos ese ejemplo de
coraje que nos dan a todos frente a lo que es hoy el segundo problema de
nuestro país. Muchas gracias de nuevo.




Eran las trece horas.