Ruta de navegació

Publicacions

DS. Cortes Generales, Sesiones Conjuntas, núm. 1, de 03/05/2000
PDF





DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES GENERALES



Año 2000 VII Legislatura Núm.




Discurso de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I a las Cortes
Generales en la solemne sesión conjunta del Congreso de los
Diputados y del Senado, celebrada en el Palacio de las Cortes
el miércoles, 3 de mayo el 2000, con motivo de la apertura de
la VII Legislatura Constitucional.




PRESIDENCIA DE LA EXCMA. SRA. D.a LUISA FERNANDA RUDI ÚBEDA



S U M A R I O



Se abre la sesión a las doce y quince minutos del mediodía.




Entran en el salón de sesiones Sus Majestades los Reyes y Su Alteza
Real el Príncipe de Asturias, acompañados por las Presidentas del
Congreso de los Diputados y del Senado, así como por los miembros de
las Mesas de ambas Cámaras.




Discurso de la señora Presidenta del Congreso de los Diputados (Rudi
Úbeda). . . (Página 2)



Discurso de Su Majestad el Rey . . . (Página 4)



Termina la sesión a las doce y cuarenta y cinco minutos del mediodía.





Sus Majestades los Reyes y Su Alteza Real el Príncipe de Asturias
abandonan el salón de sesiones con el mismo ceremonial que a su
llegada.




A las doce y quince minutos del mediodía, Sus Majestades los Reyes
don Juan Carlos y doña Sofía y Su



Página 2




Alteza Real el Príncipe de Asturias hacen su entrada en el salón de
sesiones, a los compases del Himno Nacional, siendo recibidos por los
señores Diputados y Senadores, así como por las personalidades y
público invitado que ocupan las tribunas, todos puestos en pie.

Acompañan a Sus Majestades los Reyes y a Su Alteza Real el Príncipe
de Asturias las Presidentas del Congreso de los Diputados, doña Luisa
Fernanda Rudi Úbeda, y del Senado, doña Esperanza Aguirre Gil de
Biedma, quienes toman asiento en el estrado presidencial, a derecha e
izquierda respectivamente de Sus Majestades y de Su Alteza Real.

Ocupan igualmente asiento en el estrado presidencial los miembros de
las Mesas de ambas Cámaras; la Letrada Mayor de las Cortes Generales,
doña Piedad García-Escudero Márquez, y el Letrado Mayor del Senado,
don Manuel Alba Navarro.




Acto seguido, dijo:



La señora PRESIDENTA DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS (Rudi Úbeda): Se
abre la sesión.

Majestades, Alteza Real, las Cortes Generales, reunidas hoy en sesión
conjunta de sus dos Cámaras para inaugurar formal y solemnemente la
nueva Legislatura, saludan en primer término Vuestra presencia con un
muy especial reconocimiento, dado que este mismo año, en el que
comparecéis ante ellas para abrir el séptimo período de trabajo
parlamentario desde la aprobación de nuestra Constitución, habremos
de celebrar, con todo el gozo que la ocasión requiere, el XXV
aniversario de Vuestro acceso a las altas responsabilidades que os
corresponden.

En este marco emblemático es obligado comenzar este acto honrándonos
en cumplimentar no sólo a quien simboliza la unidad, continuidad y
permanencia de esta plural y fecunda realidad histórica que es
España, sino también al Rey, garante de la Constitución, protagonista
concluyente de la profunda transformación que ha vivido nuestro país
en este último tramo del siglo que ahora despedimos.

En este espléndido tiempo histórico, la sociedad española, con una
determinación colectiva extraordinaria, ha superado viejos e ingratos
compañeros de viaje, ha relegado al olvido divisiones y
enfrentamientos seculares y ha hecho de la tolerancia y el
reconocimiento del pluralismo una nueva forma de ser, convirtiendo la
libertad y el diálogo democrático en algo tan natural para las
generaciones que no vivieron el proceso de cambio como el aire que
ahora respiran. Si Ortega y Gasset pudo escribir que en España
«abrumada por el peso inerte que lleva desde hace siglos... la alegría
no puede ser un derecho natural ibérico», hoy concluiría,
probablemente, como era su deseo y su esperanza: «Sea en España la
alegría un derecho político».

Esta normalidad, que es hoy sinónimo de paz, de estabilidad y de
progreso, es la que preside este acto.

Pero del mismo modo que el correcto funcionamiento de las
instituciones no debe hacernos olvidar el valioso privilegio que
constituye gozar de un régimen de libertades -tanto menos cuando el
terrorismo nos recuerda que lo anacrónico y lo irracional, por más
que minoritario, no ha desaparecido totalmente de nuestra vida-, el
sencillo ceremonial de este encuentro no impide comprobar que el
mismo está repleto de significado. No porque, como en las antiguas
Cortes de Aragón, se aproveche para enviar mensajes al Rey o
formularle quejas; tampoco porque, como ha ocurrido luego en nuestra
historia constitucional, los discursos persigan hoy concretar un
programa de gobierno, pero sí porque este acto simboliza, como lo
simbolizó en el pasado, la unión de la Corona con las Cortes,
traducida hoy constitucionalmente en la afortunada fórmula de la
Monarquía parlamentaria, y porque testimonia ante el pueblo español
la continuidad de las instituciones con la regia presencia de quien
encarna el poder moderador y arbitral de todo el sistema.

Está presente igualmente, enfatizando la solemnidad del encuentro, el
Gobierno de la nación, una vez verificado el otorgamiento
parlamentario de la confianza a su presidente, en consonancia con la
voluntad de los españoles expresada en las urnas, así como la
representación de los restantes órganos constitucionales del Estado.

Pleno de significado está también el hecho de que, con gran
naturalidad, cada inicio de legislatura ponga de relieve que se van
produciendo cambios profundos; por una parte, al reiniciarse las
sesiones tras cada proceso electoral, se comprueba que el voto
efectúa ajustes periódicos de la representación y provoca nuevas
sintonías del régimen democrático; de otro lado, no puede pasar
inadvertido que prácticamente la mitad de los parlamentarios que hoy
ocupan estos escaños han adquirido su condición por vez primera en
esta Legislatura, signo evidente de que la renovación y la
continuidad intergeneracional traspasa también las puertas que acaban
de abrirse para recibiros y saludar y agradecer Vuestra presencia,
como también resulta patente que el protagonismo de la mujer en
nuestra sociedad y en nuestra vida política avanza de forma tenaz y
afortunada, ganando día a día espacio hacia la plena equiparación.

¡Ojalá que el hecho inédito e histórico de que sean dos mujeres las
que en esta Legislatura han recibido el honroso privilegio de
presidir estas Cámaras sirva no sólo para hacer visible la intensidad
del camino ya recorrido, sino para estimularnos a todos en el camino
que todavía falta por recorrer!
Así, con cambios ciertamente reseñables, afrontamos la primera
Legislatura de nuestro siglo. Tomar conciencia de ello es importante,
no por una pura referencia anecdótica y retórica de la cronología,
sino para poner de manifiesto que, con naturalidad, pero también con
decisión y esfuerzo, estas Cortes Generales deben acometer retos de
gran magnitud y orientar la conquista



Página 3




del futuro, en un mundo que se mueve a tal velocidad que nos obliga
no ya a atender responsablemente cada desafío, sino incluso a
anticiparnos a los mismos, deliberando de un modo nuevo y decidiendo
con prontitud, rigor y eficacia. Ello reclama lógicamente nuestro
mayor afán, tanto en el trazado y desarrollo de las políticas
públicas que han de traducir en libertad y bienestar la
extraordinaria vitalidad nacional como en la confección de reformas
ambiciosas a medio y largo plazo.

Las llamativas exigencias de este tiempo histórico reclaman también,
y ha de destacarse en este acto, un importante esfuerzo para
acompasar el trabajo de las instituciones, y particularmente el de
estas Cortes Generales, a las nuevas necesidades y demandas que se
nos plantean y para proyectar y comunicar todo ello a la sociedad.

Los parámetros de nuestra vida institucional cambian -y deben
hacerlo- con las condiciones y las nuevas exigencias de su entorno.

Contamos para ello, de partida, con procedimientos muy valiosos, que
han acreditado su utilidad durante un largo período de génesis y
asentamiento de nuestra democracia. Los estudios, cada vez más
profundos y frecuentes en ambas Cámaras, el contraste de pareceres,
la traducción del pluralismo en acuerdos operativos y la elaboración,
mediante deliberación pública y transparente, de las leyes conforman
el día a día de estas Cámaras. Y cumpliendo la regla, que parece
extenderse universalmente, de que a los parlamentos modernos
corresponde muy especialmente desarrollar tareas de fiscalización y
control de inestimable valor en las democracias de opinión
contemporáneas, las Cortes Generales vienen acumulando un bagaje de
instrumentos de control que los expertos bien informados no dudan en
calificar como espectacular.

Somos conscientes, sin embargo, de que todo ello resulta insuficiente
para acometer lo que legítimamente se nos reclama.

Partiendo de que la democracia es el más exigente de los regímenes
políticos, cabe añadir que esa exigencia no hace sino incrementarse
cuanto más se consolida y más se profundiza en ella. Por definición,
la democracia es un régimen insatisfecho, perfectible, ha de
esforzarse permanentemente por abrir los espacios, por incrementar la
comunicación entre las instituciones y los ciudadanos, por incorporar
para éstos nuevos canales de participación y de compromiso, el valor
añadido de las nuevas técnicas de todo orden que, como las derivadas
de lo que ha venido a denominarse la democracia electrónica, anuncian
posibilidades de mejora de muy largo alcance.

Es bien sabido que desde hace años, de hecho hace ya más de una
década, se vienen desarrollando intensos trabajos, estudios y
deliberaciones para la reforma del Reglamento del Congreso de los
Diputados. Parece llegada la hora definitiva de concretar todos esos
esfuerzos en un nuevo texto que, aprovechando la acumulación
ya muy llamativa de precedentes y experiencias, resuelva las
lagunas mayores y menores que han podido apreciarse en la norma
vigente y, sobre todo, que incorpore todas aquellas innovaciones que
resulten precisas para ajustar nuestros ritmos y nuestros métodos de
trabajo a las posibilidades de este tiempo histórico. Dado el
ambicioso alcance de estos propósitos y la importancia del propio
Reglamento para el desenvolvimiento de nuestra vida institucional
democrática, es bien seguro que los órganos de la Cámara, los grupos
parlamentarios y cada uno de las señoras y señores diputados
acometerán esta tarea con criterio institucional, promoviendo, con el
mismo espíritu de diálogo y entendimiento que nos legaron los
constituyentes, la norma consensuada, duradera y estable que el
Congreso precisa para acometer su futuro.

Otro tanto cabría decir del Reglamento del Senado y de las señoras y
señores senadores. Es necesario culminar y concluir el debate en
torno al papel del Senado, como ya puso de relieve su presidenta en
la propia sesión constitutiva. Como Cámara de naturaleza
parlamentaria y de representación territorial, la Constitución le
atribuye muy importantes funciones. La mejora en el desempeño de
dichas funciones debe ser objeto de un diálogo entre las diferentes
fuerzas políticas, que debe tener como inspiración y como objetivo el
consenso básico que entre todos logramos alumbrar al principio de
nuestra etapa democrática. Y no cabe olvidar, en fin, que las Cortes
tenemos como tarea pendiente el mandato constitucional de aprobar el
Reglamento de las Cortes Generales.

Por si los factores ya referidos no resultasen suficientes para
justificar que semejante compromiso debe recibir cumplida respuesta
en esta VII Legislatura, cabe recordar que una buena parte del
llamativo crecimiento de órganos, actividades y procedimientos, antes
mencionado, experimentado en estos años por estas Cortes Generales,
ha tenido lugar de la mano de usos parlamentarios y normas
secundarias de desarrollo, con motivo de asuntos comunes a ambas
Cámaras, de la mayor importancia.

Por volver al terreno de los símbolos, cabe añadir que no resulta
fácil imaginar una fecha mejor para aprobar finalmente una norma de
tan significada trascendencia para las relaciones constitucionales
entre la Corona y el Parlamento que la de una legislatura que se
inaugura con la referencia del emblemático aniversario de Vuestro
Reinado.

Majestades, tenemos por delante, por tanto, como puede apreciarse con
estas someras referencias, tareas numerosas y de muy distinta
naturaleza. Como dice el verso de Lope de Vega: «Quien mira lo
pasado, lo por venir advierte». Y lo por venir se presenta tan
atractivo como complejo. Pero puede contarse con el mayor empeño de
las Cortes para emprender dichas tareas, con voluntad de mirar hacia
el futuro y una tensióntransformadora permanente. Conocemos el
método,



Página 4




conocemos lo que nos exige su puesta en ejecución; tenemos bien
presente que la complejidad de la sociedad de nuestro tiempo hace más
valiosa que nunca la consecución de consensos como técnica de
solución de los conflictos; partimos de la base común de la
coincidencia en la concordia y en los restantes fundamentos del
sistema democrático que recoge nuestra Constitución, para convertir
las discrepancias en compromisos y no en enfrentamientos, y contamos
por ello con un decidido talante: el del diálogo y la ética pública.

No faltarán razones para la crítica. Serán de gran ayuda todas las
que se formulen con rigor, ajenas a los tópicos viejos y a la
inconsistencia de las fórmulas mágicas. Por nuestra parte sabemos
que, como sentenciaba Montesquieu, no hay carta política que dispense
a los hombres de ser justos, cualidad sin la cual aquélla no sirve
para nada.

Estas Cortes Generales, trasunto de la sociedad más preparada y
dinámica de nuestra historia, disponen hoy, para cumplir con sus
responsabilidades, de condiciones impensables no hace mucho tiempo.

La posibilidad de acceder a una información inagotable, procedente
además de una pluralidad de fuentes, que facilita el poder efectuar
toda clase de contrastes, son activos preciosos de esta nueva
sociedad y significan mejores posibilidades de compromiso, de
participación, de transparencia, de mejora institucional y de
exigencia a los gobernantes. Todo ello, unido a una bien ganada
experiencia democrática que hoy, afortunadamente, suma más de dos
décadas, nos dice que estamos en condiciones de rendir nuestros
mejores frutos. Somos, Majestades, conscientes de ello, y todos los
españoles pueden tener la seguridad de que en esta Legislatura
haremos con tal propósito cuanto esté en nuestras manos.

Dice el poeta que sólo se cumple lo que no se ha soñado. No
comprometeré, por tanto, sueños, sino, en nombre de todos los que
conformamos estas Cortes Generales, nuestro mejor esfuerzo y el más
esperanzado deseo de acertar en beneficio de nuestros conciudadanos.

Muchas gracias. (Aplausos.)



A continuación, Su Majestad el Rey pronuncia el siguiente discurso:



Señora presidenta del Congreso de los Diputados, señora presidenta
del Senado, señor presidente del Gobierno, señoras y señores
ministros, señoras y señores diputados y senadores, sean mis primeras
palabras, al iniciar esta sesión solemne de apertura de la VII
Legislatura, para expresar mi respeto hacia las Cortes Generales,
representación máxima de la soberanía popular, y mi reconocimiento a
su trascendental tarea al servicio de España y de los españoles.

Las recientes elecciones han sido, una vez más, fiel reflejo de la
normalidad democrática con que nuestra sociedad quiere organizar su
convivencia en paz y libertad. Esto, que hoy es felizmente tan
natural y tan evidente para todos, es el resultado de un esfuerzo
largo y sostenido, de un continuado ejercicio colectivo de
inteligencia, generosidad y buen sentido del que todos, sin excepción,
podemos enorgullecernos, cuyos beneficios también todos, sin
excepción, debemos poder disfrutar y al que todos, en fin, tenemos
que seguir aportando nuestra diaria contribución.

Muchos de ustedes, señorías, se incorporan ahora por primera vez al
Congreso de los Diputados y al Senado; otros han renovado en estas
elecciones la confianza que ya recibieron de los electores
anteriormente. Atodos les expreso mi felicitación más sincera y les
animo a ejercer su tarea, respondiendo a esa confianza con eficacia
y responsabilidad. Su labor, en la que la sociedad deposita muchos
anhelos y esperanzas, será sometida al escrutinio permanente de
quienes, al votarles, han puesto en sus manos la responsabilidad de
contribuir al interés general mediante el desarrollo y el
perfeccionamiento del ordenamiento jurídico y su adaptación a las
exigencias de una sociedad en plena evolución.

Junto a esta trascendental labor legislativa, les corresponde también
la no menos importante de controlar la gestión del Gobierno. A él,
sin duda, deberán pedirle cuentas de su actuación, pero con él
también habrán de buscar puntos de encuentro en aquellos asuntos que,
por su naturaleza, aconsejen o requieran acuerdo y consenso.

Son SS.SS. los representantes del pueblo español en las primeras
Cortes Generales del siglo XXI. En el último cuarto del siglo XX,
España ha progresado mucho en todos los órdenes, pero nuestra
sociedad es cada día más exigente y sus aspiraciones son más
ambiciosas. Creo no exagerar si digo que este siglo que ahora
comienza abre al horizonte de España un gran futuro. Sé que es
difícil juzgar con lucidez y objetividad el tiempo presente y que a
veces creemos que vivimos momentos singulares y únicos en nuestro
devenir, pero tengo la íntima convicción de que España se encuentra
hoy, en este año 2000, ante una gran oportunidad, en uno de esos
períodos singulares en el que el viento de la Historia nos es
favorable. No nos llega por casualidad, sino como producto de un
trabajo riguroso y paciente, de todos, durante las últimas décadas.

Por eso creo también que es la hora de multiplicar todas nuestras
energías y aunar nuestros esfuerzos para aprovechar esa coyuntura
favorable, que no debemos bajo ningún concepto dejar escapar. No se
trata de un futuro de gloria transitoria ni de grandeza aparente,
sino de un horizonte de avances sólidos y duraderos que pueden y
deben hacer de España ese país cada día más libre, justo y próspero
que todos deseamos.

La unidad en la defensa de los valores democráticos que compartimos
ha de servirnos para que desaparezca de nuestra convivencia la
violencia terrorista. El terrorismo, negación máxima del orden de
derecho, de la paz social y de los más elementales derechos humanos,
no tiene cabida en una sociedad democrática. Por eso



Página 5




ha de ser rechazado con firmeza y sin fisuras, y combatido con todos
los instrumentos de los que dispone un Estado democrático hasta su
erradicación.

El interés público exige generosidad y conjugar lo particular con lo
general. Sé, señorías, que su sentido de la responsabilidad y de la
solidaridad les llevará a promover y defender, por encima de sus
diferencias, aquellas iniciativas y proyectos que estén en el interés
general de España. Para ello, es importante que el diálogo esté
permanentemente presente en su trabajo y que el respeto en la
confrontación legítima de ideas e intereses sea norma fundamental de
su conducta parlamentaria. La democracia es esencialmente un régimen
de mayorías y minorías. La contribución de unas y otras a la labor de
gobierno, legislativa y de control es fundamental para su
funcionamiento y eficacia.

Vivimos en una nación plural y nuestra Constitución recoge y ampara
esa pluralidad al configurar a nuestro Estado como un Estado
autonómico. En nuestra Nación y en nuestro Estado hay sitio para
todos. A SS.SS. corresponde en gran medida respetar esa pluralidad,
conciliar sus intereses, armonizarlos y hacer de nuestro proyecto de
vida colectiva una obra tolerante e integradora que sume en lugar de
restar, que a todos nos sirva y a todos nos haga progresar.

Vivimos en una España que se abre cada día más al exterior, que está
participando en la mundialización, convergiendo con la Unión Europea
e incorporándose a la nueva sociedad de la información. Ésta exige
que hagamos un gran esfuerzo en el terreno de la educación, de la
investigación y de la innovación para potenciar la incorporación de
las nuevas tecnologías en el desarrollo económico y social de España.


Nuestro Estado y su sistema jurídico deben prepararse y adaptarse
para no entorpecer sino, al contrario,
para potenciar esta evolución social de la que depende tanto nuestra
prosperidad como el bienestar de las próximas generaciones.

Nuevas demandas sociales, que corresponden a una sociedad avanzada y
de bienestar, tienen que ser atendidas desde los poderes públicos por
los representantes políticos y por todos aquéllos que tienen como
misión fundamental velar por los intereses generales. En este
sentido, es importante que SS.SS., representantes electos, estén
cerca de los ciudadanos y próximos a sus preocupaciones, en un
esfuerzo permanente para adaptar la institución parlamentaria a las
nuevas realidades, de forma que les permita ser capaces de atender en
su labor a estos cambios sociales y a las nuevas necesidades que la
sociedad española genera.

Señoras y señores diputados y senadores, con una nueva legislatura se
abre un período de ilusión y esperanza. Aguarda a SS.SS. una labor
apasionante y trascendente, que no tengo duda que afrontarán con
dedicación y entusiasmo. Hago votos para que su trabajo en estos
próximos años sea particularmente fructífero al servicio de España.

Queda abierta la Legislatura. (Fuertes y prolongados aplausos por
parte de los señores diputados y senadores puestos en pie.)



La señora PRESIDENTA DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS (Rudi Úbeda): Se
levanta la sesión.




Terminada la sesión a las doce y cuarenta y cinco minutos del
mediodía, Sus Majestades los Reyes y Su Alteza Real el Príncipe de
Asturias abandonan el salón de sesiones con el mismo ceremonial que a
su llegada.