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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 39, de 22/06/2000
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CORTES GENERALES



DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



COMISIONES



Año 2000 VII Legislatura Núm. 39



COOPERACIÓN INTERNACIONAL PARA EL DESARROLLO



PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. PEDRO ANTONIO MARTÍN MARÍN



Sesión núm. 2



celebrada el jueves, 22 de junio de 2000



ORDEN DEL DÍA:



Aprobación de la delegación en favor de la Mesa a la que hace
referencia la resolución de la Presidencia de la Cámara, de 2 de
noviembre de 1983, en relación con el artículo 44 del Reglamento del
Congreso de los Diputados. (Número de expediente 042/000002.) . . .

(Página 726)



Comparecencia del señor ministro de Asuntos Exteriores (Piqué i
Camps) para informar sobre:



- Las líneas generales de la política de su Departamento en materia
de cooperación. A petición propia. (Número de expediente 214/000018.)
. . . (Página 726)



Página 726




- Prioridades y políticas que piensa impulsar en relación a las
materias vinculadas a dicha Comisión durante la VII Legislatura. A
solicitud del Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió).

(Número de expediente 213/000057.) . . . (Página 726)



- Programa y proyectos del ministro en relación con la cooperación
internacional de España y el ejercicio de las acciones de solidaridad
que tiene previstas el Gobierno de la nación. A solicitud del Grupo
Parlamentario Socialista. (Número de expediente 213/000063.) . . .

(Página 726)



Se abre la sesión a las cinco de la tarde.




APROBACIÓN DE LA DELEGACIÓN A FAVOR DE LA MESA A LA QUE HACE
REFERENCIA LA RESOLUCIÓN DE LA PRESIDENCIA DE LA CÁMARA, DE 2 DE
NOVIEMBRE DE 1983, EN RELACIÓN CON EL ARTÍCULO 44 DEL REGLAMENTO DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS. (Número de expediente 042/000002)



El señor PRESIDENTE: Iniciamos la primera sesión regular -regular en
cuanto a temporalidad que no a contenido, estoy seguro- sometiendo a
la consideración de esta Comisión la aprobación, en su caso, de la
delegación a favor de la Mesa a la que hace referencia la Resolución
de la Presidencia de la Cámara. La consideración de este punto del
orden del día sería que el rechazo de las solicitudes de
comparecencia exigirá el acuerdo unánime de los miembros de la Mesa.

Quedaría constancia, repito, de que el rechazo de solicitudes de
comparecencia exigirá el acuerdo unánime de todos los miembros de la
Mesa. ¿De acuerdo? (Asentimiento.)



El señor PRESIDENTE: Queda aprobado por unanimidad.




COMPARECENCIAS DEL SEÑOR MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (PIQUÉ I
CAMPS) PARA INFORMAR SOBRE:



- LAS LÍNEAS GENERALES DE LA POLÍTICA DE SU DEPARTAMENTO EN MATERIA
DE COOPERACIÓN. A PETICIÓN PROPIA. (Número de expediente 214/000018)



- PRIORIDADES POLÍTICAS QUE PIENSA IMPULSAR EN RELACIÓN A LAS
MATERIAS VINCULADAS A DICHA COMISIÓN DURANTE LA VII LEGISLATURA. A
SOLICITUD DEL GRUPO PARLAMENTARIO CATALÁN (CONVERGÈNCIA I UNIÓ)
(Número de expediente 213/000057)
- PROGRAMA Y PROYECTOS DEL MINISTRO EN RELACIÓN CON LA COOPERACIÓN
INTERNACIONAL DE ESPAÑA Y EL EJERCICIO DE LAS ACCIONES DE SOLIDARIDAD
QUE TIENE PREVISTAS EL GOBIERNO DE LA NACIÓN. A SOLICITUD DEL GRUPO
PARLAMENTARIO SOCIALISTA. (Número de expediente 213/000063)



El señor PRESIDENTE: Como conocen SS. SS., por acuerdo unánime de la
Mesa y los portavoces y por tratarse del mismo objeto, las
comparecencias, tanto las solicitadas por los grupos como la
solicitada por el propio ministro, se tramitarán conjuntamente.

Señor ministro, de nuevo bienvenido a esta Comisión y, sin más, tiene
la palabra.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Piqué i Camps): Señor
presidente, señorías, constituye para mí un gran placer y una
satisfacción comparecer por primera vez ante la Comisión de
Cooperación Internacional para el Desarrollo del Congreso de los
Diputados para dar cuenta de las líneas esenciales del Ministerio de
Asuntos Exteriores en lo que se refiere a la política de cooperación
para el desarrollo.

Ante todo, quiero felicitar al señor presidente por su elección,
deseando a él, a todos los miembros de la Mesa y a los portavoces
todo lo mejor en esta legislatura. También quiero agradecer
públicamente la labor realizada por el anterior presidente, don
Gabino Puche Rodríguez-Acosta y la de los portavoces durante la
pasada legislatura. También quisiera expresar mi mejor disposición y
la de todo mi equipo, lo digo con absoluta solemnidad, para colaborar
con SS. SS. y ayudarnos mutuamente, como ya pude afirmar en la
Comisión de Asuntos Exteriores el pasado día 6. Nuestra intención es
buscar permanentemente el consenso con todas las fuerzas políticas, y
sobre la base de los logros alcanzados por mis predecesores,
procuraré construir y coordinar nuestra acción exterior en materia de
cooperación adaptándola siempre a la realidad cambiante de la
sociedad internacional y de nuestro propio entorno.

Señorías, los últimos veinticinco años, desde la muerte del general
Franco, han constituido para España



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una etapa de crecimiento económico y de transformación estructural
sin precedentes. Nuestro país está hoy en el grupo de vanguardia de
los países desarrollados. Esta España próspera no puede permanecer
ajena a las necesidades de los países en desarrollo, por lo que tiene
que actuar con generosidad dedicando importantes y crecientes
recursos al desarrollo. En pocos años -y eso puede valer para muchas
otras cosas-, hemos pasado de receptores de ayuda exterior a ocupar
en estos momentos el duodécimo puesto del mundo como contribuyentes
netos de ayuda al desarrollo. Decía que podíamos poner muchos otros
ejemplos, entre ellos algo muy relacionado con nuestra política
exterior. Hemos sido siempre un país receptor importante de inversión
extranjera; lo seguimos siendo afortunadamente y así debe seguir
siendo, pero una de las grandes transformaciones estructurales que
hemos tenido es que hoy España es un país exportador neto de
capitales gracias a la actividad inversora de nuestras empresas en el
exterior. De la misma manera, es un gran cambio estructural que
hayamos pasado de ser, como éramos a finales de los años cincuenta,
uno de los países más cerrados del mundo, a ser en estos momentos uno
de los países más abiertos del mundo (dentro de la OCDE,
probablemente el segundo, después de Canadá). Ello explica todas
estas transformaciones y la necesidad de afrontar determinados
procesos (entre ellos, la ayuda y la cooperación al desarrollo
internacional) con la máxima seriedad y muy conscientes de nuestro
nuevo papel en el concierto internacional.

Por otra parte, la propia experiencia española es, sin duda, un valor
añadido de nuestra cooperación porque -de nuevo, vuelvo a decir lo
mismo- muchos miembros de esta Comisión recordarán que España ha sido
durante muchísimos años un país de emigración, un país con un modelo
de crecimiento que basaba la capitalización de su economía en
factores exógenos, que nos venían de fuera. Durante unos años, las
remesas de emigrantes, pero desde finales de los años cincuenta, con
dos factores que han permanecido hasta hoy y que han sido el turismo
y la inversión extranjera. Sólo cuando hemos dispuesto de
instituciones democráticas y de marcos de regulación económica
adecuados a los mecanismos de mercado, sólo cuando hemos estado
plenamente integrados en las instituciones europeas y en las
instituciones de cooperación transatlántica hemos podido dar el salto
cualitativo que significa pasar desde un grupo de países, en el que
estábamos, en los que las grandes orientaciones económicas
internacionales venían de fuera, eran variables exógenas (y estoy
hablando de nuevo del turismo y de la inversión extranjera), a estar
entre un grupo de países que participa directamente en la toma de
decisiones sobre los grandes agregados macroeconómicos a escala
mundial. Por eso hoy estamos en condiciones de hablar aquí de cómo
compartir y cómo extender nuestro bienestar, y sobre este punto creo
que debe haber pocas dudas.

La cooperación al desarrollo debe ser para ayudar, para ayudar a
otras naciones a conseguir un desarrollo que hoy en día, desde
nuestro punto de vista, sólo se puede lograr a través de determinados
mecanismos. Me refiero al Estado de derecho, a la defensa de la plena
vigencia y a la defensa beligerante de los derechos humanos, a la
universalización de la educación y de la sanidad, a la economía de
mercado, al respeto por el medio ambiente y a la protección y el
fomento de la cultura. La política de cooperación para el desarrollo
es parte de la acción exterior de España y es una manera de proyectar
hacia otros países los valores culturales y de convivencia que,
afortunadamente, hoy están plenamente instalados en la sociedad
española. Y no deja de ser una forma de inserción de nuestro país, de
España en el mundo, como un país avanzado, como un país comprometido
con los valores de paz y de desarrollo. Los crecientes compromisos
financieros de España en materia de cooperación para el desarrollo y
el afianzamiento de esta política, que es relativamente nueva en
nuestro país, reflejan el nuevo papel que España desempeña en la
escena mundial. Y permítanme, señoras y señores diputados, que hable
de política de España y no sólo de política del Gobierno, porque si
España ha logrado un desarrollo institucional, económico y social,
que nos ha situado en una posición destacada, se debe (y yo de eso no
tengo la menor duda) al esfuerzo y al compromiso de todos, durante
muchísimos años, en torno a principios y valores que tienen hoy su
máximo expresión en nuestra Constitución. El compromiso solidario y
generoso de España en materia de cooperación es compartido por todos.

Los sucesivos gobiernos de España y todas las administraciones
públicas, así como las iniciativas sociales o privadas que cada vez
contribuyen con más recursos y con la entrega personal -a la que me
referiré- a ayudar a quienes carecen de servicios sociales básicos o
viven en niveles de pobreza incompatibles con su dignidad como seres
humanos, es algo que debemos asumir cotidianamente.

Señor presidente, señorías, este entendimiento básico de la sociedad
española se plasma, por un lado, en la intensificación de nuestra
actividad de cooperación con aquellos países en desarrollo cuya
suerte nos incumbe especialmente, por razones históricas, por razones
culturales, por su pobreza extrema o por cualquiera de esas razones
añadidas; por otro lado, se refleja también en el refuerzo de la
presencia española en organismos multilaterales, tanto dentro del
sistema de Naciones Unidas como fuera de él. Efectivamente, el
Gobierno español ha comenzado a desarrollar una política de
multilateralismo activo, selectivo -después hablaré de ello- y
estratégico, con el fin de asentar la presencia española en el grupo
de países más influyentes del mundo y reforzar desde las
instituciones multilaterales nuestras prioridades de política de
cooperación. Por tanto, resulta enteramente lógico que venga hoy al
Congreso a explicar cómo dar cumplimiento a una política



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de cooperación en la que el propio Congreso es, en un sentido
esencial, la clave de bóveda.

Uno de los resultados más destacables del debate parlamentario de la
Ley de cooperación fue la potenciación de las funciones que
corresponde desempeñar al Congreso de los Diputados. Como se señala
en la propia exposición de motivos de la ley, la necesidad de aunar
voluntades para lograr el consenso básico, que debe estar en la base
de la política de cooperación para el desarrollo, hace imprescindible
que el Parlamento participe en la formulación de las líneas
esenciales y en la definición de las prioridades estratégicas de esta
política. De ahí que sea para mí, por supuesto, un deber, pero
también una gran satisfacción, comparecer hoy ante SS.SS. El marco
legal aplicable a nuestra cooperación viene dado por la citada Ley de
cooperación internacional para el desarrollo, que, como SS.SS.

conocen perfectamente, se aprobó en el mes de julio de 1998. En esa
ley se establecen los principios, los objetivos y las prioridades
para adaptar el día a día de nuestra cooperación a los retos que se
derivan de nuestra preocupación por incrementar tanto su cantidad
como su efectividad. La ley garantiza algo que para mí es básico, y
es la unidad de dirección de la política de cooperación,
salvaguardando al mismo tiempo las competencias de los distintos
departamentos que realicen actividades de cooperación para el
desarrollo. Con este espíritu queremos propiciar la colaboración
entre ellos -de hecho se seguirá propiciando- por medio de un
esfuerzo conjunto en el que una eficaz coordinación es de especial
importancia. El órgano cardinal de esta colaboración debe ser el
Consejo de política exterior, ya comprometido por el presidente del
Gobierno, que debe coordinar las actividades de todos los
departamentos y órganos de la Administración, de modo que la política
de cooperación para el desarrollo obedezca a los principios de
coherencia, de concentración y de eficacia.

La elaboración y ejecución de la cooperación pasa también, sin
ninguna duda, por la sociedad civil, por su expresión material en
este terreno, que son las organizaciones no gubernamentales para el
desarrollo, y también por otros agentes privados de la cooperación. A
estos efectos, el Gobierno -es un compromiso personal- mantendrá el
diálogo y la colaboración necesarios.




Mancomunar esfuerzos exige también la coherencia interna de estos. La
actividad del Gobierno en materia de cooperación para el desarrollo
se orientará de acuerdo con algunos principios operativos entre los
que quisiera destacar algunos: La búsqueda del equilibrio en la
consecución de los diversos objetivos y prioridades y la
concentración de esfuerzos; una concentración de esfuerzos que evite
una excesiva dispersión en la ayuda y que, por tanto, vaya en
beneficio de la eficacia real.

Señor presidente, quisiera referirme a continuación a las estrategias
y acciones que el Gobierno pretende aplicar en su política de
cooperación para el desarrollo
durante la presente legislatura. Ante todo, como define la propia Ley
de cooperación, nuestra acción debe orientarse hacia varios grandes
ámbitos geográficos que quisiera detallar. Empiezo, como a nadie le
extrañará, por Iberoamérica. Iberoamérica es el principal receptor de
los recursos de la cooperación española. Razones históricas,
culturales y también de demanda social explican esta prioridad.

Atales razones debe añadirse la mayor eficacia relativa en el uso de
los recursos. El impacto en desarrollo de los fondos dedicados a la
cooperación en esos países, en los países iberoamericanos, es sin
duda mayor que el que obtenemos en otros países.

En el ámbito iberoamericano, la cooperación seguirá tres líneas
fundamentales de trabajo. La primera va referida a los países menos
desarrollados del área, donde queremos reforzar las intervenciones
que apoyen las políticas de lucha contra la pobreza, las políticas
que busquen el fortalecimiento institucional y de desarrollo del
sector privado y que se hagan de acuerdo con los principios que
establece, como ya he dicho, la Ley de cooperación.

En segundo lugar, en los llamados países de desarrollo intermedio, se
acudirá a aquellos instrumentos que han probado su mayor eficacia e
impacto en entornos avanzados de sociedad civil y estructura
institucional. Así, queremos concentrar nuestras intervenciones en
procesos que busquen la modernización institucional, la cooperación
empresarial y la cooperación científica y educativa, todo ello sobre
la base de esquemas paritarios de cooperación e intercambio de
experiencias.

En tercer lugar, en el ámbito regional, queremos apoyar la
recientemente creada Secretaría de Cooperación Iberoamericana, que,
como SS.SS. saben, tiene su sede en España, así como los programas de
cooperación integrados en la Conferencia Iberoamericana, con el fin
de articular un espacio iberoamericano de cooperación.




El mundo árabe y mediterráneo es la otra gran área prioritaria para
la cooperación española como consecuencia de nuestros vínculos
históricos y geográficos. Dentro de esta región se otorgará una
especial atención al Magreb y, en particular, a Marruecos, donde
queremos concentrar nuestra cooperación en el desarrollo de la zona
norte del país. Asimismo, se prestará atención preferente a
Mauritania y a Túnez.

En Oriente Medio, España seguirá colaborando activamente en el
desarrollo económico y social de la región y muy especialmente en los
territorios palestinos, con el fin de contribuir a la estabilidad de
la zona y al proceso de paz. Déjenme que haga una pequeña referencia
también a la situación en estos momentos en el sur del Líbano después
de la retirada de Israel. El sur del Líbano en estos momentos tiene
unas necesidades muy importantes, desde el punto de vista económico y
desde esa perspectiva he comprometido que las facilidades financieras
que están comprometidas se concentren



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especialmente en proyectos que ayuden al desarrollo del sur del
Líbano. Hay también unas necesidades desde el punto de vista militar,
desde el punto de vista de las acciones de Unifil que estamos
analizando y que en su momento serán objeto de decisión, y también
unas necesidades de carácter humanitario y de cooperación que
quisiera mencionarles. El sur del Líbano en estos momentos tiene un
problema de desminado extraordinariamente grave. La previsión es que
solucionar esta cuestión puede demorar tres años y nuestra
experiencia en ese terreno puede ser enormemente útil, de la misma
manera que hay toda una problemática asociada a los refugiados, a los
presos, a la prestación de servicios básicos, las llamadas utilities,
de agua, electricidad, etcétera, y creo que la cooperación española
puede jugar un papel importante y que hoy quiero comprometer
públicamente.

Con respecto al África subsahariana, además de Guinea Ecuatorial
donde nuestra cooperación seguirá concentrándose en los sectores como
ha sido hasta ahora y creo que está bien, de salud y de educación, el
Gobierno quiere dar prioridad a los países con vínculos de afinidad
cultural, los países que han tenido vinculación con Portugal en su
momento, como son Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau y
también Santo Tomé y Príncipe.

Pasando a otra área, quisiera referirme a los Balcanes. España apoya
firmemente el pacto de estabilidad, ha adoptado compromisos muy
serios y los ha acrecentado en los últimos tiempos. El Consejo de
Ministros del pasado de viernes adoptó la decisión de incrementar
nuestra presencia en las fuerzas de la KFOR, del Eurocuerpo, al mando
del teniente general Ortuño, hasta totalizar del orden de 2.300
soldados y, desde luego, quiere continuar colaborando, ya que además
de las fuerzas de orden público hay más de 150 guardias civiles en la
zona. Además quiere colaborar desde el punto de vista económico, en
la reconstrucción de Bosnia- Herzegovina, de Albania y de Kosovo. En
ese contexto el papel de la cooperación también debe ser esencial.




En el caso de Asia queremos dirigir los esfuerzos, y ya está siendo
así, a consolidar nuestra presencia por razones evidentes en
Filipinas y a reforzar nuestra cooperación con China. El próximo
sábado el presidente del Gobierno -voy a tener el honor de
acompañarle- inicia una visita a China y a Filipinas que creo es muy
importante y ha tenido una gran repercusión internamente. Hay 250
empresarios aproximadamente que acompañan a la misión política, por
tanto, estamos hablando de algo realmente muy serio. En ese contexto
los esfuerzos por consolidar nuestra cooperación son absolutamente
esenciales.

Estas son las grandes líneas geográficas en términos muy someros. Me
disculparán SS.SS. pero tampoco creo que sea objeto de esta primera
comparecencia el entrar en muchísimos detalles. Éstas son las grandes
líneas geográficas y no quisiera que eso agotara los ámbitos de
actuación de nuestra cooperación.

Acontinuación, quisiera hacer una referencia a nuestra política de
cooperación en el ámbito multilateral y en ese contexto, en
particular en el ámbito europeo, dado que la cooperación española se
canaliza en una medida considerable a través de instituciones de
carácter multilateral. España quiere tener una intervención cada día
más activa en los procesos de elaboración de propuestas y decisión de
los correspondientes organismos, trasladando nuestros intereses y,
cómo no, nuestras prioridades. Nuestra política en este ámbito, me
refiero al ámbito multilateral, quiere ser -voy a decirlo en términos
precisos- decididamente selectiva, incrementando la presencia en
determinadas instituciones y modulándola en otras. Tal selección debe
llevarse a cabo a partir de criterios que me parecen evidentes, por
una parte, la correspondencia de la política de estos organismos
multilaterales con las orientaciones y prioridades de nuestra propia
política de cooperación y, por otra, buscando niveles de eficacia
operativa y niveles de participación de agentes españoles en los
organismos que acaben de completar este cuadro.

También en lo que concierne a la Unión Europea, de forma particular
nuestro objetivo básico es contribuir a la consolidación del peso y
la influencia de la Unión en el sistema internacional de cooperación
para el desarrollo.




Junto a las actuaciones comunes de la Unión hay países miembros, como
es España, que tienen unas vinculaciones especiales con áreas del
mundo determinadas, que se deben aprovechar sobre la base de
criterios de coordinación, coherencia y complementariedad en la
actuación de los donantes europeos.

Si bien las prioridades de la política española de cooperación para
el desarrollo coinciden en buena medida con las de la cooperación
comunitaria, es una evidenciaque no podemos decir lo mismo de las
orientaciones geográficas o de las prioridades geográficas. Me
explico. Nuestra orientación dominante, por ejemplo, hacia
Iberoamérica o hacia el Mediterráneo contrasta con la atención
comunitaria a los países firmantes de la Convención de Lomé, y eso
está bien, pero debemos ser conscientes de ello. Puesto que una
activa política española ha logrado una mayor atención hacia
Iberoamérica y hacia el norte de África, debemos insistir en unos
momentos además claves por muchas razones en el mantenimiento del
esfuerzo europeo de cooperación hacia aquel continente y hacia el
Mediterráneo. En unos casos como en otros, vamos a continuar apoyando
a las empresas españolas interesadas en participar en programas en la
cooperación comunitaria para el desarrollo. A tal efecto, estamos
instando a la Comisión a que mejore el suministro de información
sobre la participación de las empresas en la ejecución de contratos.

Una mayor transparencia en la gestión de los programas de cooperación
de la Comunidad es una exigencia



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que está muy extendida y que la propia Comisión nos ha reconocido ya
como necesaria.

Las actuaciones en el ámbito geográfico y multilateral tienen una
unidad temática determinada por las prioridades sectoriales que, por
otra parte, establece una Ley de cooperación. El objeto general de la
política de cooperación para el desarrollo es contribuir a erradicar
la pobreza y sentar así las bases que puedan conducir a continuación
a un desarrollo equilibrado. Este es el objetivo que recoge también
la Unión Europea y que por otra parte han incorporado como general
las instituciones financieras multilaterales. La erradicación de la
pobreza pasa a ser un objetivo que inspira el desarrollo de otras
políticas sectoriales, que a su vez también reconoce la Ley de
cooperación, como son la sostenibilidad del medio ambiente, la
formación de los recursos humanos, el refuerzo de las instituciones
democráticas, etcétera.

También quisiera referirme al papel de la iniciativa privada y del
mercado. La iniciativa privada y el mercado son consecuencia, pero
deben ser cada día más y cada vez más causa del desarrollo. La
política de cooperación para el desarrollo debe dirigir parte de sus
esfuerzos hacia el fomento de la iniciativa privada y el refuerzo de
todas aquellas instituciones que garanticen una economía de libre
mercado. Me refiero, por ejemplo, al refuerzo de la justicia, al
refuerzo de la seguridad ciudadana a la puesta en marcha de programas
de educación y de formación profesional o todo lo que signifique
fomentar la cultura de empresa.

Quisiera ahora, señor presidente, hacer una referencia muy específica
a las organizaciones no gubernamentales de ayuda al desarrollo. Son
una importante manifestación de algo que creo que es un motivo para
que los españoles nos sintamos orgullosos de nosotros mismos, porque
son manifestación de un generoso sentimiento de solidaridad de los
españoles hacia los países en desarrollo. Los fondos recogidos por
estas organizaciones en algunas circunstancias dramáticas, pongo un
ejemplo concreto pero que ha sido muy sentido en nuestro país, el
huracán Mitch, que abatió Centroamérica hace año y medio, constituyen
una manifestación nítida, muy transparente, de ese sentimiento de
solidaridad de nuestra sociedad, de nuestros ciudadanos, que el
Gobierno quiere reconocer y reconoce en términos tangibles y por lo
tanto a través de la dotación de las correspondientes partida
presupuestarias que se destinan a la financiación de proyectos que
nos presentan las ONG.

Tanto los programas de desarrollo como los proyectos tienen su razón
de ser. Cada vez más, la programación a medio plazo aparece como el
instrumento de mayor valor agregado y no quisiera referirme tanto al
volumen de recursos asociados a la ejecución de programas como
también y sobre todo a que permite una mayor coordinación, una mayor
ordenación y por lo tanto una mayor optimización de los recursos.

El programa de subvenciones a las ONG ha crecido exponencialmente en
los últimos años como SS.SS. conocen, y se trata ahora de hacer
confluir este programa con los objetivos y las prioridades que marca
la Ley de cooperación y los objetivos y prioridades que establezca el
correspondiente plan director que prevé la propia ley. Para ello
vamos a llegar a acuerdos con las ONG sobre sus estrategias de
cooperación, sus capacidades para desarrollarlas, y eso lo vamos a
hacer a través de convenios marco o convenios programa que puedan
tener una duración temporal que se sitúe en torno a los tres o cuatro
años para darles un suficiente horizonte que permita su eficacia.

Seguirá existiendo, no obstante, la posibilidad de obtener
financiación para proyectos singulares que requieran de una atención
específica.

Señor presidente, señorías, creo que a estas alturas no hay ninguna
duda de que la Ley de cooperación ha supuesto un hito en la
ordenación de la cooperación para el desarrollo. En esta legislatura
vamos a prestar especial atención a la puesta en marcha y
consolidación de todos los mecanismos previstos en la ley. Quisiera
destacar entre todos ellos el plan director que, con periodicidad
cuatrienal, establece las líneas generales y las directrices básicas
que informan la política española de cooperación para el desarrollo.

El plan director introduce, de esta suerte, la llamada planificación
plurianual con todos los componentes de racionalización y adecuación
a la naturaleza de la ejecución de programas y proyectos de
desarrollo que le implican. Estamos trabajando ahora en una
adaptación del plan director al marco cronológico que se define por
el período que va del 2001 al 2004, condensando además sus líneas de
trabajo de forma que podamos todos disponer, y después discutir, de
un documento ágil y eficaz.

Queremos también, como ya he dicho, que el plan director sea un
documento de acuerdo amplio, dentro de la Cámara y fuera de ella, y
que refleje las generosas aspiraciones de crecimiento de nuestra
política de cooperación de forma que sea compatible, como no puede
ser de otra manera, con las proyecciones del Plan de estabilidad.

Una vez aprobado el plan por el Gobierno, y tras el oportuno debate y
dictamen por parte de este Congreso de los Diputados, será necesario
iniciar su aplicación mediante la ejecución de las correspondientes
estrategias sectoriales, geográficas y multilateral. La aprobación
del plan director orientará a todas las administraciones públicas
-así lo dice la ley- que, sin perjuicio de sus propias competencias,
deberán tomar en consideración los objetivos y prioridades allí
establecidos, así como los recursos presupuestarios indicativos a la
hora de elaborar sus propias previsiones de gasto. Ulteriormente,
y sobre esta base, debe procederse a la elaboración del plan anual, que
desarrollará objetivos, prioridades y recursos que están establecidos
en el plan director y que deben tener una tramitación análoga a la
del propio plan director en términos anuales.




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Los planes anuales -y éste me parece un punto muy importante-
representan también una novedad importante en relación a los
tradicionales PACI -planes anuales de cooperación internacional-
desde el punto del seguimiento, porque ya no estamos hablando de un
seguimiento que consista en una simple verificación de ejecución
presupuestaria, sino de un seguimiento que se configure como un
instrumento de evaluación de la ejecución de una política pública y
del cumplimiento del plan anual que nos indique las desviaciones y,
por tanto, su repercusión en el cumplimiento del plan director, que
tiene una vigencia temporal de cuatro años. Ese es el mecanismo
previsto en la Ley de cooperación, en el que hay que prestar una
especial atención, como he dicho, a las evaluaciones. La evaluación
es un instrumento esencial en la gestión de la política de
cooperación. Es fundamentalmente un elemento de control de la calidad
de los proyectos y una manera objetiva de dar cuenta a SS.SS., al
Congreso de los Diputados, a los distintos agentes de la cooperación
y, en definitiva, a toda nuestra sociedad, de los resultados reales,
eficaces, concretos de la política española de cooperación para el
desarrollo. Se trata de un proceso que ya ha comenzado con la
realización, creo que exitosa, de varias evaluaciones de creciente
complejidad pero que, tengo que reconocer, dista de estar
consolidado. A corto plazo el principal reto consiste en la
introducción en el ciclo del proyecto, que incluye también la
programación y la identificación de los resultados de las
evaluaciones realizadas, con la perspectiva de la implantación
progresiva de una cultura de la evaluación en la propia Agencia
Española de Cooperación Internacional y en todos los actores
relevantes de la cooperación española.

Hasta aquí me he venido refiriendo a la aplicación de la Ley de
cooperación, pero quisiera dedicar a continuación, y muy brevemente,
un apartado a su desarrollo normativo. El Gobierno atribuye la mayor
relevancia a los tres órganos colegiados que crea la ley. Quisiera
destacar el Consejo de Cooperación al Desarrollo. El Consejo es el
órgano de participación de agentes sociales, de expertos, de
organizaciones no gubernamentales, de instituciones y organismos de
carácter privado, todos ellos en la política de cooperación para el
desarrollo. Es, en un sentido si se quiere fundamental, un elemento
definidor de las especificidades de la cooperación española, porque
es un órgano al que el Gobierno otorga una enorme trascendencia. Por
ello, queremos potenciarlo y adecuarlo a sus fines, porque queremos
que sea el gran foro de encuentro de todos los actores de la
cooperación y pueda cumplir cabal y materialmente las funciones que
le atribuye la ley.

También sé que queda por aprobar, tanto el estatuto del cooperante,
como el estatuto jurídico de la Agencia Española de Cooperación
Internacional, así como la reglamentación de las condiciones y plazos
para el
desempeño de puestos de cooperación del Estado en el exterior,
conforme al artículo 30.5 de la ley. Como es sabido, el Gobierno ha
elaborado ya un borrador del estatuto del cooperante, que debe ser
ahora objeto de análisis, a fin de atender debidamente los
requerimientos de nuestros cooperantes. La Ley de cooperación
atribuye a la Agencia de Cooperación, que preside el secretario de
Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, la
función de gestionar la política española de cooperación
internacional para el desarrollo. Se acometerán las modificaciones
estructurales oportunas, al objeto de permitir a la Agencia responder
de forma más efectiva a sus actuales responsabilidades. La Ley de
cooperación contempla unas ventajas fiscales para la ayuda de
cooperación. Muchas veces no se aprovechan suficientemente. No sé si
es un problema de falta de información que, en todo caso, habrá que
resolver, pero sería muy importante que en la nueva ley del
mecenazgo, que debe presentarse en esta legislatura, estemos muy
atentos -sería muy bueno que todos estemos muy atentos- para que se
incentiven desde un punto de vista fiscal las acciones filantrópicas.

Estas son en síntesis, señor presidente, señorías, las líneas
principales que el Gobierno se propone seguir en materia de
cooperación al desarrollo en los próximos cuatro años, todo ello sin
perjuicio de las directrices que emanen del Congreso de los
Diputados, de acuerdo con lo previsto en la Ley de cooperación. Sin
embargo, no quiero concluir sin decirles por qué entiende el Gobierno
que debemos ayudar a los países en desarrollo; dicho de otra forma,
por qué debemos ayudar a las sociedades de esos países, por qué
debemos exigirnos ese deber, si se quiere de generosidad o de
solidaridad. Creo que hay una respuesta inmediata, y es: debemos
hacer eso en interés de los más desfavorecidos. Ciertamente. Pero
creo que a nadie debe escandalizarle decir que debemos hacerlo
también en razón de nuestro interés. Lucrecio especulaba sobre si el
famoso batir de las alas de una mariposa en un extremo del mundo
afectaba al otro extremo. Lo cierto es que esa fábula de Lucrecio es
cada día más cierta, porque nuestro mundo es cada día más pequeño. La
información fluye en tiempo real. Nos enteramos de los dramas y de
las tragedias en tiempo real, y no podemos permitirnos a estas
alturas, en una sociedad sensible y solidaria como la nuestra, pensar
que el infortunio o la pobreza pueden tener barreras naturales de
contención. Es una evidencia que la pobreza de muchos nos concierne
directamente a todos. Esto tiene que ser un principio inspirador de
la política de un país como España que ha superado muchísimas
circunstancias y muchísimos avatares históricos realmente dramáticos
y que hoy está en condiciones de aportar cosas en términos positivos
al resto del mundo. Este es el principio orientador de nuestra
política, que espero que compartan sus señorías.




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El señor PRESIDENTE: Antes de conceder la palabra a los grupos
parlamentarios, permítanme SS.SS. que haga un ruego que espero que no
llegue tarde, y es que el uso y consumo de las nuevas tecnologías,
que todos debemos promocionar, debe encontrar un suspenso durante la
realización de las sesiones de esta Comisión o, al menos, un freno en
los muros de esta sala.

Una vez terminada la intervención del ministro, cedo la palabra a los
grupos parlamentarios. En primer lugar, al Grupo Parlamentario
Socialista. Tiene la palabra el señor Pérez Casado.




El señor PÉREZ CASADO: Empezaré por Lucrecio, De la naturaleza de las
cosas, y también citaré a un gran parlamentario de nuestro país, un
gran jefe de Gobierno y un gran presidente de Consejo de Ministros,
Manuel Azaña, para invocar la continuidad, invocar la continuidad
desde una perspectiva amable, porque, en efecto, en la Ley de
cooperación, en la VI Legislatura, Gobierno, partido mayoritario
-minoritario entonces- y mi grupo colaboraron de modo decisivo para
dar respuesta a una exigencia de una sociedad. Pero claro, cuando
invoco la continuidad no quiero invocar lo no hecho, sino confiar en
que ahora sí que vamos a hacer.

Coincido con el señor ministro en la descripción de nuestro país. Él
y yo sabemos, desde puntos de vista en el pasado coincidentes, cuán
difícil era la vida en nuestro país, cómo la tarjeta de la emigración
era la tarjeta de presentación de los españoles en Europa y cómo a
nuestras puertas llaman ahora otros requiriendo esa tarjeta. Pero
decía que estamos para responder a una exigencia de la sociedad.

Nuestra sociedad es algo que emociona a quienes llevamos largo tiempo
en estos menesteres. Es una sociedad solidaria, como no podía ser de
otro modo en una sociedad que haya sufrido tantas y tan rigurosas
penalidades en el pasado. En efecto, de emigrantes a receptores de
inmigrantes; de invocar la tolerancia y la libertad para defendernos,
a tener que invocar esa tolerancia y esa libertad en defensa de los
demás, de los que llaman a nuestra puerta, a veces de manera trágica,
no sólo en Dover, sino de manera casi cotidiana en las puertas
inmediatas a nuestro país. Yo creo, además, que si esta etapa de
bonanza económica, de la que todos nos alegramos y a la que todos
hemos contribuido, ha de servir para algo, es sobre todo para
manifestar esa exigencia y la expresión de una voluntad de nuestros
conciudadanos y conciudadanas hacia quienes sufren la desigualdad, la
exclusión, la persecución y a veces la muerte. Me ha sido dado por
experiencia -lo dije en el Pleno del Congreso de los Diputados- ver
el sudor frío del miedo y los ojos de la muerte, del hambre y de la
persecución y de la ausencia de libertad. Por tanto, respondemos a
una exigencia justa de una sociedad que quiere ser justa, la nuestra.

Pero tengo que recordar que desde el momento en que
se plasma en términos jurídicos, en este Congreso de los Diputados,
una Ley de cooperación -insisto, perfectible, como todo-, hemos
perdido algo de tiempo, me referiré más tarde a ello. (La señora
García Manzanares: Tres años.)
No obstante, es de agradecer la presencia del ministro. He consultado
a mis compañeros y compañeras, como es lógico, y el «Diario de
Sesiones», y yo espero que esta comparecencia sea asidua. Éste es el
primer deseo, en nombre de mi grupo y en el mío propio, porque
significa la asunción por parte del Gobierno de que no sólo es una
parte de la política exterior de España, sino una parte sustantiva,
una manifestación de voluntad de nuestro pueblo, de nuestra
ciudadanía, para ejercer esa solidaridad que de modo espontáneo se
da. Me ha agradado oír -por qué no confesarlo- que se trata de una
política de España y no sólo del Gobierno; pero es al Gobierno a
quien corresponde aplicarla, dirigirla, encauzarla y en muchos casos
liderarla. Hay elementos especialmente significativos, como este
consejo interterritorial que no hemos hecho, que nos llevan con
frecuencia al desparramamiento e incluso al despilfarro de esfuerzos;
no molestará a ninguna señoría ni al señor ministro que cite la
experiencia. Es necesario ese consejo interterritorial. Es
absolutamente necesario que exista un marco de referencia de
objetivos discutidos por este Congreso de los Diputados en tiempo y
forma y con dotación presupuestaria. Ese es el compromiso.

Esta mañana oía al presidente del Gobierno que decía a propósito del
Consejo Europeo de Santa María da Feira: Hemos de ir a Estocolmo con
los deberes hechos. Uno de los deberes, en el anexo V de los acuerdos
del Consejo Europeo de Feira, tiene muchos elementos de referencia
con los temas que tratamos en esta Comisión: la cooperación y la
acción mediterránea. Son compromisos en cuanto a los que, si nos
atenemos a la expresión literal del deber hecho, tendremos que hacer
los deberes.

Hay cuatro o cinco elementos sobre los que debo llamar la atención:
el desarrollo legislativo a que se ha referido el ministro; no sólo
el desarrollo legislativo sino su aplicación en tiempo y forma. Ya
vamos tarde respecto de los decretos de enero; ya vamos tarde
respecto de las previsiones que se hicieron a partir de la Ley de
cooperación. Esta es una oportunidad. Me gustaría saber por boca del
ministro si el Gobierno tiene intención de decirnos cuándo van a
presentar lo que falta del desarrollo normativo y cuándo nos van a
presentar la constitución de los órganos e instituciones que prevén
la Ley de cooperación y los decretos de enero de este año. Este sería
el primer toque de atención.

El segundo y más importante, si me lo permite, señor presidente, es
el plan director. Puesto que no está hecho y tenemos sólo un
borrador, podemos aceptar -cómo no, nadie se opondría a ello o al
menos yo nunca estaré en contra- una traslación cronológica porque es
obvio que ya no va a ser 1999, va a ser 2001-2004. ¿Cuándo



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lo van a presentar? Es un elemento que no concierne sólo a los grupos
parlamentarios sino a la sociedad, que reclama conocer qué se va a
hacer con los recursos públicos que se destinan a ayudar a los demás.

El plan director debe contener todos aquellos elementos que
caractericen una acción coherente, global y coordinada, y no sólo de
la Administración del Estado. Somos conscientes de algunas
fricciones, probablemente no de hoy, que pueden existir entre
distintos ministerios; pero también somos conscientes de la
dificultad de coordinar en el ámbito territorial de las comunidades
autónomas y de los ayuntamientos o municipios las iniciativas que
confluyen en la ayuda al desarrollo de nuestro país. ¿A dónde nos
conducen el plan director y su desarrollo normativo, sin algo de lo
que sin duda alguna el señor ministro es consciente y quien les habla
y su grupo lo son también especialmente? Con qué recursos, en qué
marco presupuestario y dentro de qué proporciones nos vamos a mover,
no sólo en términos de cuantía global sino también en términos de
ajuste a los compromisos tanto del Gobierno de España como de España
-lo admito- en su conjunto. Hoy por hoy, señor presidente, con su
venia, señor ministro, estamos descendiendo en términos relativos,
incluso (no me atrevo a decirlo, no dispongo de todos los datos, el
señor ministro los tiene más al día sin duda alguna), en términos
absolutos. Esto no es bueno porque hay un pacto de solidaridad del
año 1996, que firmamos la mayoría de los partidos políticos -lo
firmamos con convicción-, para emprender una senda que nos condujera
a aquello que ya es reclamación y clamor universal: el 0,7 del PIB.

Pero es que ahora el PIB crece, estamos mejor situados para hacer
crecer en términos absolutos nuestra contribución a la ayuda oficial
al desarrollo y estamos mejor situados para mejorar nuestra posición
relativa. Señor ministro, estamos por debajo de la media de la Unión
Europea y así nos lo dice la propia OCDE en sus informes.

En lo que concierne a la estrategia geográfica, sólo hay una cosa que
me inquieta, que nos inquieta, por supuesto, que es Iberoamérica.

Este compromiso mediterráneo o con los Balcanes ¿va a significar
alguna variación en los componentes? Es decir, ¿vamos a restarle
ayuda a alguien, que sin duda alguna la requiere y necesita, para
pasarlo a una nueva política? Yo tengo una sugerencia al respecto, si
me permiten la ironía: aumenten las dotaciones y tendremos para
todos.

Honradamente, señor ministro, me sorprende comprobar las cifras de
nuestra cooperación en Bosnia-Herzegovina. Salvo que incluyamos el
gasto cierto de nuestras fuerzas armadas y de seguridad desplegadas
en la zona, nuestra cooperación, en términos de ayuda a la
rehabilitación, a la restitución y a la reconstrucción de este país,
es francamente muy pequeña, tanto en el ámbito privado de la
cooperación entre empresas -apenas se ha movido- como en términos de
transferencias
directas. Otro tanto sucede con el Oriente próximo, en el
caso concreto de Palestina o del Líbano; por cierto, inquietud que
comparto vivamente.

Ha hecho usted mucho énfasis, señor ministro, en mucha empresa, mucha
iniciativa privada. Por supuesto, eso no lo voy a negar nunca. Pero
cuando se invoca luchar contra la pobreza hay que llegar más allá,
porque a veces las empresas no quieren llegar y usted y nosotros,
todos, lo sabemos; hay que llegar mucho más allá. Eso significa
programas contra la pobreza, por la sostenibilidad, pero que
impliquen al conjunto de las poblaciones destinatarias, y dentro de
estas poblaciones destinatarias hay algo que nosotros con frecuencia
decimos, que es la transversalidad. La transversalidad incluye, de
modo muy singular en los países altamente endeudados, en los países
más pobres, de manera absolutamente prioritaria la ayuda de género, a
las mujeres, base y sostén -cómo ignorarlo- tanto de las economías
privadas de subsistencia o de miseria como de las políticas de
solidaridad, como hemos visto en Serbia, en Voivodina y en tantas
otras partes de modo singular y específico. Eso yo no lo he escuchado
con todo el detalle que requeriría. Esta es una comparecencia que me
alegra y de la que espero asiduidad y continuidad, pero estaba
obligado a decirlo.

Respecto a la estrategia mediterránea, el Magreb es nuestro propio
país, pero no sólo el Rif. Al sur del Rif y al sur del Atlas,
millones de personas sumidas en la más estricta y negra de las
miserias y de las violencias empujan también a nuestros -si me
permiten la expresión- compatriotas del Magreb; por tanto, prioridad
absoluta al Mediterráneo, al Magreb, y también al África
subsahariana.

Esto me lleva a otro tema, el de la deuda externa. Creo que esta
Comisión es la sede adecuada en términos parlamentarios y de
reconocimiento de su propia función y de la importancia que le puede
otorgar el Gobierno de España a los trabajos que aquí llevamos. Ya
están en marcha numerosos mecanismos de compensación, de reconversión
o de condonación. Nos gustaría conocer la opinión del Gobierno y que
estableciera un calendario para discutir las formas de condonación,
de reconversión, de transformación en fondos para el desarrollo de
los países endeudados, porque creemos que este país está en
condiciones de ser líder en iniciativas ante este tema tan grave.

Además, debe hacerlo en los ámbitos donde participa, desde el Fondo
Monetario y el Banco Mundial -aunque sé que a veces es difícil-
predicar a todas las instituciones dándoles fórmulas que creo que son
factibles y posibles de ejercer.

No quisiera extenderme demasiado porque tengo la confianza de que
esta comparecencia no va a ser única, como se dice, de fin de
temporada, sino que va a ser un compromiso más continuo. Desde el
respeto que invocaba para esta Comisión, debe tratar y analizar, en
nombre de nuestros representados, todo aquello que



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concierne a la cooperación internacional de España; eso sí, debo
recordar el estatuto del cooperante. No podemos dejar a nuestras
gentes de la mejor voluntad abandonadas en cualquier parte de
cualquier manera. ¿Que eso va a exigir la cooperación por parte del
ministro, que es nuestro ministro? Es nuestro ministro de Asuntos
Exteriores pero también de la cooperación. Puede que tenga que exigir
alguna reconvención a colegas de gabinete para que apresuren las
necesidades de nuestros cooperantes en el mundo exterior. Insisto en
el plan director y me permito añadir algo muy evidente. La ley de
presupuestos empieza a debatirse muy pronto en esta Cámara. De
acuerdo con la propia ley, la propuesta anual del plan director
debería venir acompañada de la dotación presupuestaria que se incluya
en la Ley de Presupuestos Generales del Estado.

Podría añadir que hay compromisos internacionales del Gobierno y de
España que deben ser atendidos de modo singular, tal es el caso de
Copenhague o Copenhague más cinco. La semana próxima hay un encuentro
en Ginebra y nos gustaría conocer cuál es la opinión que va a llevar
el Gobierno de España como balance de la conferencia de Copenhague
para el desarrollo social. Creemos que es básica la educación
primaria universal. El señor ministro invocaba al principio de su
intervención la situación de nuestro país en los años cincuenta
y sesenta. Pues bien, uno de los primeros pasos es la educación
primaria, la educación básica como instrumento y herramienta para la
erradicación de las desigualdades, de la exclusión, y propiciando al
mismo tiempo el crecimiento económico. Nos gustaría ver la previsión
de los programas de la ayuda oficial española para desarrollar una
estrategia concertada con los países origen de flujos migratorios.

Tomo las palabras del señor ministro para decir que no sólo está en
juego la solidaridad sino también nuestros intereses, y añado
nuestros intereses solidarios.

Para concluir, quiero enfatizar que estamos retrocediendo -sé que no
le gusta escucharlo- en la senda de lo que esta sociedad y las
organizaciones sociales de todo tipo exigieron y que está plasmado en
un acuerdo entre partidos políticos, no entre Gobierno y oposición,
de caminar hacia el 0,7 con horizontes progresivos del 0,3 y del 0,5,
que ahora vamos desplazando en el tiempo, y aprovechando esa bonanza
económica de la que se enorgullece el Gobierno pero a la que hemos
contribuido absolutamente todos en el pasado y en el presente sería
bueno que lo hiciéramos desde ahora mismo.




El señor PRESIDENTE: A continuación tiene la palabra el portavoz del
otro grupo que solicitó la comparecencia del ministro, señor
Campuzano.




El señor CAMPUZANO I CANADÈS: Agradezco la comparecencia del señor
ministro por un doble motivo: por lo que ha expresado el portavoz del
Grupo Socialista, por el hecho de que esta Comisión inicie sus
trabajos con la comparecencia del máximo responsable en este ámbito
que no es otro que el propio ministro, y con la voluntad y la
esperanza de que podamos tener a menudo debates como el de esta
tarde; pero también por una razón estrictamente personal, y es que el
señor ministro y yo compartimos ciudadanía en la misma ciudad de la
costa catalana, Vilanova i la Geltrú, y es la primera vez desde que
el señor Piqué es ministro y yo soy diputado que los dos coincidimos
en un trámite parlamentario. Por tanto, lo digo en esa dimensión
estrictamente local, aquello de nuestros padres y nuestras madres,
nuestros vecinos, su hermana y mi hermana -una significación
suficiente- comparten guardería y hoy los tíos comparten sesión
parlamentaria. (Risas.)
Dicho esto, yo creo que al señor ministro le toca ejercer su
responsabilidad en un momento en el que en el conjunto del mundo
occidental existe una evidente sensación de perplejidad e
insuficiencia ante el conjunto de las políticas que estamos
desarrollando hacia esos objetivos que la comunidad internacional ha
definido como política de cooperación. Yo creo que la política de
cooperación ya no es la política de cooperación de España ni de la
Unión Europea, sino que simplemente es la política de cooperación de
la comunidad internacional. Y la comunidad internacional ha marcado
para el año 2015 cuatro grandes objetivos: reducir a la mitad la
población mundial que vive en extrema pobreza, reducir en dos tercios
las tasas de mortandad infantil, recortar en un 75 por ciento la
morbilidad materna y asegurar que la educación primaria sea
universal. No precisamente las ONG sino el propio presidente del
Banco Mundial, en la reciente reunión del Consejo de Gobernadores en
Washington en septiembre de 1999, afirmaba que con las actuales
tendencias difícilmente podríamos alcanzar esos objetivos en el año
2015; incluso el ex presidente del Fondo Monetario Internacional, el
señor Camdessus, afirmaba que si existe un peligro capaz de hacer
estallar este sistema, nuestro sistema, es la pobreza y las
diferencias enormes entre pobres y ricos que el propio sistema ha
generado. El gran debate que hoy nos planteamos en todo el planeta es
cómo somos capaces de conseguir que todo aquello de positivo que
tiene el proceso de globalización sirva para alcanzar esos grandes
objetivos. Hoy las desigualdades que crea la globalización nos
obligan a todos, en España, en la Unión Europea y en los países
desarrollados, a más y mejor ayuda al desarrollo. Creo que es el
debate de fondo, que se escapa de la estricta responsabilidad de este
ministro pero que le toca desarrollar.

Su primera intervención de esta tarde ha sido amplia y espero que
tanto en el debate posterior como en la comparecencia del secretario
de Estado, la próxima semana, avancemos en mayores concreciones sobre
las políticas del Gobierno. Hay un debate importante sobre la
cantidad, sobre el cumplimiento del objetivo asumido por todas las
fuerzas políticas en las elecciones del



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año 1996, el famoso pacto por la solidaridad, que es evidente que
hemos incumplido, el objetivo de avanzar paulatinamente hacia el 0,7
por ciento de nuestro producto nacional bruto para ayuda a la
cooperación al desarrollo. En este sentido, creo que hoy o en la
próxima sesión sería interesante que se concretase el objetivo
cuantitativo que el Gobierno piensa marcar en esta legislatura. En
los debates del plan director de finales del año pasado la discusión
se centraba en el 0,3 ó el 0,35. ¿Cuál va a ser la posición del
Gobierno?
Se ha tenido un debate sobre la concentración geográfica de la ayuda.

Recordemos que en el año 1998 nuestra cooperación llegaba a 103
países y existe una coincidencia en que hay una excesiva dispersión
de la misma. El señor ministro nos ha hecho un repaso lo
suficientemente amplio como para que nos quede la inquietud acerca de
si vamos a avanzar en esa mayor concentración geográfica. También hay
un debate sobre la mayor coordinación de las políticas y la
complementariedad entre los instrumentos de la ayuda reembolsable y
la ayuda no reembolsable. Todos conocemos el debate desgastador para
el anterior equipo de la secretaría de Estado de Cooperación en la
controversia con el Ministerio de Economía. Nuestro grupo
parlamentario no pretende en esta legislatura reproducir esos
debates, a veces corporativos, entre Economía y Exteriores, pero sí
nos parece que el conjunto de instrumentos de la cooperación, la
ayuda reembolsable y la ayuda no reembolsable, debe coincidir en los
objetivos y en la necesidad de su eficacia. No debería existir una
política de cooperación del Ministerio de Economía y una política de
cooperación del Ministerio de Asuntos Exteriores, sino una política
de cooperación del Gobierno. Nos parece que este es uno de los
debates esenciales que nos debe marcar la exigencia.

Existen dos grandes objetivos que enlazan con esa demanda de la
comunidad internacional. En primer lugar -el señor ministro lo ha
dicho y nos gustaría remarcarlo-, el objetivo principal de la
política de cooperación al desarrollo debe ser la erradicación de la
pobreza. Ese objetivo nos debe obligar a priorizar a los países más
pobres. Una crítica que hoy merece nuestra cooperación al desarrollo
es una excesiva concentración de las medias que dedican los miembros
del CAD a los países de renta media. Dedicamos menos a los países
pobres de lo que les dedican los países del CAD y dedicamos más a los
países de renta media. Debemos ser capaces de priorizar los sectores
sociales básicos, sanidad, educación, servicios sociales y seguridad
alimentaria. Nuestras cifras en esta materia son claramente
insatisfactorias. Hay que incorporar los aspectos transversales
-perspectiva de género, medio ambiente y derechos humanos- como
elemento conductor de esta política. Es evidente que debemos
incorporar -en su intervención ha hecho referencia a ello en diversas
ocasiones, y en eso también coincidimos- la capacidad institucional
de los países en vías de desarrollo y la
puesta en marcha del denominado buen gobierno. Son objetivos que
tienen que responder a ese objetivo central de la erradicación de la
pobreza.

Tanto en la intervención del señor ministro como en la del señor
Pérez Casado se ha hecho referencia a que hoy nuestra política de
inmigración debe incorporar la dimensión migratoria. Creo que todos
coincidimos hoy en que el único efecto llamada que existe realmente
en este planeta es la pobreza, la miseria, la vulneración de los
derechos humanos, la falta de democracia. No hay otro efecto llamada
para entender los flujos migratorios que esa realidad. Por tanto,
nuestra política de cooperación debe vincularse extremadamente a
nuestra política de inmigración. El nivel de coordinación entre las
actuaciones del ámbito de la cooperación con las actuaciones del
ámbito de la inmigración es fundamental. En ese sentido, coincidimos
en que debe ser prioritaria esa actuación en la zona del norte de
Marruecos, uno de los principales focos de origen de la inmigración
que llega en estos momentos al Estado español.

Señor ministro, hay que saber buscar también -seguramente la
situación es compleja- la coherencia con el conjunto de las políticas
que desarrolla el Estado español. Habrá que procurar que nuestra
política comercial, nuestra política de ayuda a los agricultores
y nuestra política de exportación de armas sean coherentes con ese
objetivo de la erradicación de la pobreza. Este es otro de los
grandes debates en el conjunto de la comunidad internacional. Porque
si aquello que nos gastamos en cooperación y ayuda al desarrollo
luego es contravenido por exportaciones equivocadas de armas, por
políticas equivocadas de excesivo proteccionismo de determinados
sectores económicos de nuestra sociedad, etcétera, quizás ese
esfuerzo colectivo que supone la política de cooperación al
desarrollo se nos pierda. En esta misma lógica, también habrá que
pedirle al Gobierno un papel activo en la escena internacional.

Existen tres dimensiones que nos preocupan. En primer lugar -lo ha
dicho en su intervención y coincidimos-, hay que reforzar la
dimensión multilateral de la cooperación. Seguramente, la eficacia
que pretendemos a escala planetaria pasa por ser capaces de
fortalecer estos organismos multilaterales que están funcionando.

Pues bien, señor ministro, habrá que pedirle algo que quizá sea
inédito en nuestro sistema democrático. En lo que llevamos de
democracia, en esta Comisión nunca ha comparecido ningún español con
responsabilidades en el Fondo Monetario Internacional ni en el Banco
Mundial. Lo que hacen hoy los responsables del Gobierno español en
estos organismos es un puro misterio, y no es responsabilidad de este
ministro ni de este Gobierno sino del conjunto de los ministerios de
Economía y de Asuntos Exteriores de nuestra joven democracia. Si
queremos potenciar de verdad esta dimensión multilateral de la
cooperación, hemos de procurar que en esta Comisión comparezcan los
responsables españoles en el Fondo Monetario



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Internacional y en el Banco Mundial y nos cuenten lo que están
realizando. Hay un misterio absoluto. Hemos de conseguir también un
seguimiento y una participación real del Parlamento y de la propia
sociedad en las diversas cumbres mundiales que han existido en
relación con los ámbitos de la cooperación: Copenhague, El Cairo,
Pekín, etcétera. También en esto hay que pedirle al Gobierno un
liderazgo real y contundente. Finalmente, el Gobierno deberá jugar un
papel importante para ser capaz de encontrar esa dimensión europea
para la política de cooperación. Hoy, más del 55 por ciento de los
recursos que en el mundo se destinan a la cooperación y ayuda al
desarrollo provienen de la Unión Europea. Por tanto, la
responsabilidad de encontrar eficacia y utilidad a esa cantidad
inmensa de recursos nos corresponde a los europeos. Nos parece que el
Gobierno también debería jugar ahí un liderazgo.

Cuestiones concretas. Nos gustaría conocer -como ya se ha planteado-
las previsiones del plan director y también las del plan para este
año. Estamos preocupados por el desarrollo de la Ley de cooperación.

Me permito avanzarle que el Grupo Parlamentario Catalán entiende, en
el ámbito del estatuto del cooperante, que si de verdad queremos dar
respuestas a las necesidades reales de los cooperantes españoles en
el exterior debemos ir a un marco legal superior al del mero
reglamento. Lo que se nos plantea desde el mundo de la cooperación
es, fundamentalmente, un marco fiscal, un marco de seguridad social y
un marco laboral propios, y difícilmente podremos dar respuesta a
esas necesidades con un reglamento. Por tanto, deberíamos avanzar
hacia una ley del cooperante. En este mismo sentido nos gustaría
conocer (hoy o en la sesión de la semana que viene) las previsiones
que tiene el Gobierno para potenciar todo lo referente a la ayuda de
emergencia. Los instrumentos que hoy tenemos son insuficientes para
dar respuesta eficaz a las situaciones de crisis que se han producido
en diversas ocasiones.

También nos gustaría conocer qué política de gestión de la deuda
externa piensa desarrollar el Gobierno. Ha existido una amplísima
movilización ciudadana, expresada tanto por la campaña del Jubileo
2000 como por la consulta popular celebrada el pasado 12 de marzo,
cuando más de un millón de ciudadanos españoles participaron en una
consulta democrática, cívica y alternativa. El Gobierno deberá jugar
ahí también un papel de liderazgo. Me preocupa que en una reciente
reunión a la que asistimos los diputados, los responsables del Banco
Mundial nos entregasen un cuadro en el que se nos informaba de las
posiciones de los diversos países del Club de París en relación con
lo que se conoce como la iniciativa HIPC, y en referencia al Estado
español en él se dice que no hay anuncios, por lo que probablemente
van a pasar por los acuerdos del Club de París. Más allá de las
declaraciones del ministro de economía, reiteradas desde hace más de
un año, anunciando la condonación de la deuda, nos gustaría conocer
en esta Comisión qué estamos condonando exactamente y cómo lo
estamos haciendo.

Finalmente, señor presidente, termino con dos cuestiones. En primer
lugar, nos parece que el Gobierno debe recuperar el diálogo y el
consenso con las organizaciones sociales. En este sentido, terminamos
mal la pasada legislatura, con las ONG abandonando el Consejo de
Cooperación por diversas razones. El Gobierno tiene que desarrollar
un trabajo político muy importante en esta cuestión. En segundo
lugar, esta Comisión ha sido creada respondiendo a una sensibilidad
que todos los grupos compartimos sobre la importancia de esta
política. Esta Comisión tiene un riesgo -ya lo tuvo en la pasada
legislatura-: que se nos vacíe, que quede como segundona,
complementaria de la Comisión de Asuntos Exteriores. Es un mal que
comparten todos los grupos políticos; todos somos responsables. Pero
si el Gobierno, empezando por el señor ministro, cree en la
importancia de esta Comisión, cree en la importancia del Parlamento,
tal como se deduce al menos de sus palabras, podemos convertirla en
un buen espacio para el diálogo, el consenso y la definición de una
política que el conjunto de la sociedad nos exige. Una sociedad como
la española, que es moderna, que avanza, que pretende situarse entre
las sociedades más avanzadas del mundo, nos exige que asumamos una
liderazgo en esta materia. En este sentido sepa -lo sabe por razones
obvias- que en la medida en que coincidamos en estas prioridades y en
estas perspectivas va a encontrar la complicidad y el apoyo del Grupo
Parlamentario Catalán.




El señor PRESIDENTE: A continuación, por el Grupo de Coalición
Canaria tiene la palabra la señora Julios.




La señora JULIOS REYES: Quiero agradecer al señor ministro su
presencia en esta Comisión y la exposición que ha realizado.

En primer lugar voy a hablar de algunas cuestiones de carácter
general, en relación con la política de cooperación internacional, y
luego me voy a referir a algunos temas más específicos, relacionados
con Canarias, y que nos preocupan especialmente.

Todos somos conscientes, sobre todo en esta Comisión, de que la
brecha abierta entre países pobres y ricos no sólo no se ha acortado
sino que se está ensanchando. Tampoco hay perspectivas de que a corto
o medio plazo se reduzca o de que no continúe creciendo. Estamos
inmersos en un proceso de globalización que está poniendo en
evidencia cada vez más la falta de equidad en el crecimiento generado
por el sistema económico vigente en el contexto internacional de los
países desarrollados. Esta situación es evidente para todos
y coincidimos en que requiere, por razones de solidaridad y por razones
de interés, que haya un mayor crecimientode las ayudas al desarrollo.

Francia asume



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ahora la Presidencia europea y en el primer semestre del 2002 la
asumirá España. Desde esa perspectiva, entre las prioridades de
trabajo para ese período debería figurar que España fuera
identificada por marcar un liderazgo y una política de cooperación
internacional decidida. Si coincidiéramos en este sentido habría que
empezar a marcar el camino desde ya. La incorporación de España en
las políticas de cooperación con respecto a otros países de Europa es
relativamente reciente y eso nos lleva a empezar a marcar el camino,
como decía, desde ya pues coincidimos con el ministro en que España
puede jugar un papel diferente al jugado hasta ahora en el concierto
internacional en lo que se refiere a las políticas de cooperación.

Hay que empezar a marcar caminos tanto cuantitativa como
cualitativamente. En cuanto al aspecto cuantitativo, como han dicho
otros portavoces, habría que poner punto final en la curva de
descenso del porcentaje del PIB dedicado a la cooperación y empezar a
protagonizar, entre todos, un ascenso progresivo en dicha curva. En
cuanto a los aspectos cualitativos, la coordinación con otras
políticas es muy importante. Hacemos una especial llamada de atención
a las políticas de inmigración que después desarrollaré. Como ya he
dicho, España tiene condiciones especiales para jugar ese papel. Esta
es una responsabilidad del Gobierno y de las administraciones
autonómicas ser más sensibles con este problema, puesto que la
sociedad civil lo es cada vez más, como se expresa en diversas
manifestaciones fundamentalmente a través de las ONG, que están
tomando un gran liderazgo y desarrollo. Existe una importante
participación ciudadana en las recolectas para los damnificados en
situaciones recientes como en el caso de Sudamérica, lo que ya se ha
comentado.

Queremos saber si tiene previsto -aunque ya se ha manifestado en ese
sentido en su exposición- reforzar y potenciar la Agencia Española de
Cooperación Internacional como consecuencia del desarrollo de la Ley
de Cooperación vigente. Entendemos que es importante seguir
profundizando en medidas decididas para asegurar el uso cada vez más
eficiente de los recursos públicos. Es importante, aunque sabemos que
es difícil, romper con criterios corporativos e integrar el esfuerzo
de los diferentes profesionales que trabajan en los distintos
ministerios del Gobierno y que están implicados en este tema, ya que
pueden dar una visión multidisciplinar mucho más compacta y rica. Nos
referimos a que no debemos olvidar que en la búsqueda de esa
eficiencia es necesario involucrar los conocimientos y la experiencia
de expertos y profesionales en áreas básicas como son la educación,
la sanidad el medio ambiente, etcétera.

Otro aspecto importante que ya se ha comentado aquí es la necesidad
de constituir la comisión interterritorial de cooperación lo más
rápidamente posible y desarrollar el reglamento que conllevaría una
vez constituida. En un real decreto que se publicó en enero ya
se establecía que la constitución de la comisión interterritorial
debía ser a los tres meses. Esto fue en enero y los tres meses han
pasado, entendiendo la situación por las elecciones que ha habido. Lo
digo sobre todo porque me preocupa que entre las funciones que se
encomiendan a dicha comisión está la de dictaminar con carácter
previo el plan director y los planes anuales, para lo que habrá un
plazo de dos meses una vez que los presente el Gobierno. Como S.S. ha
dicho que se pretende desarrollar el plan director a efectos del 2001
y es inminente, después del verano, la discusión de los presupuestos
en los que tendrán su expresión el plan director y el plan anual, es
importante que la dinámica de esta Comisión comience. Reforzando un
poco esas palabras, creo que el gasto ejecutado por los órganos de la
cooperación descentralizada, administraciones autonómicas,
administraciones locales, es de los que han tenido un mayor
crecimiento y expresa el esfuerzo que estas administraciones están
realizando. Por eso yo creo que es importante que se encauce ese
esfuerzo a través de esta Comisión interterritorial y que tenga un
sentido de reciprocidad la participación de las administraciones
locales y autonómicas a efectos del cómputo del gasto, o de
conocimiento por parte de la Administración central de lo que se está
haciendo con respecto a la cooperación, y a su vez la participación,
por medio de estas administraciones, no solo en el desarrollo del
plan director sino en su posterior evaluación.

Centrándome un poco más en temas que vemos con especial interés desde
Canarias, sí quisiera preguntar si se tiene previsto por parte del
Gobierno potenciar la puesta en marcha de programas de cooperación e
intervención que ayuden a frenar el alto índice de inmigración que
está llegando a las costas españolas, y en particular el gravísimo
problema que en estos momentos sufrimos en Canarias.

Todos somos conscientes de que el problema de la inmigración depende
fundamentalmente del desarrollo de los propios países de origen, y
entendemos que por medio de la puesta en marcha de estos proyectos,
la propia sociedad de estos países, en nuestro caso, de países del
norte de África, la propia organización política de estos países
podrá contar con más medios y recursos para intentar evitar la
emigración. Además, es necesario que nos impliquemos en la evaluación
de los proyectos de cooperación, resaltando que deben ir dirigidos
a crear empleo en estos países, poniendo una especial atención a
mejorar la situación de la mujer porque, como ya se ha dicho, juega
un papel importantísimo en la organización familiar y en el apoyo
vital a la familia en estos países. Quisiéramos preguntar si se tiene
previsto destinar fondos de la deuda externa con estos países para
encauzarlos hacia los proyectos de cooperación para el desarrollo en
países de África.

Señor ministro, insisto, creo que no debe estar solo el Gobierno y la
sociedad civil de Canarias, apostando porque esta es una medida
importante para poder frenar



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el fenómeno de la inmigración, porque entendemos que es un problema
de Estado -en esto estará de acuerdo conmigo- y como tal debe ser
priorizado de forma urgente, ya que, en este caso, no podemos esperar
al Plan director 2001 para empezar a tomar decisiones.

Canarias debe ser un recurso instrumental importante que sirva de
plataforma de paz pero también de cooperación en estos llamados
países subdesarrollados o países del Tercer Mundo con los cuales
tenemos especial vinculación, por proximidad geográfica e histórica,
y también de intercambio social y económico en lo que se refiere a
los países africanos.

Hablando de los países de América Latina, que entran dentro de las
áreas de prioridad que usted ha comentado, quisiera resaltar que es
reciente la situación en que Canarias ha pasado de ser una comunidad
autónoma que genera emigración, a la situación actual en donde somos
receptores de inmigrantes. Este cambio ha sido en nuestra historia
relativamente reciente y nuestra emigración hacia América Latina fue
de tal cantidad en un momento histórico que incluso nosotros
consideramos que tenemos una octava isla en algunos países como
Venezuela, por ejemplo, dentro del continente sudamericano. Quisiera
recordar la importante aportación que en este sentido se hizo por
parte del Gobierno y de la sociedad civil de Canarias con respecto
a las catástrofes naturales ocurridas en Venezuela. Hoy por hoy existe
en este país y en otros de Sudamérica un importante número
cuantitativo de población canaria y de descendientes de canarios que
están en situación de grandes dificultades ante prestaciones básicas,
como son la sanidad y la seguridad social.

En este sentido, y dentro de lo que es la acción exterior de España y
el contexto de la Comisión de Cooperación en la que estamos, quisiera
preguntarle si el Gobierno tiene previsto desarrollar medidas que
palien un poco esta situación, es decir, medidas que vayan a
favorecer el que haya una cobertura legal en la posible protección
social y fundamentalmente de salud de la población canaria, sobre
todo la mayor de edad, que hoy por hoy vive en estos países.

Por último, quiero insistir en un tema que, si bien ha sido discutido
ya en esta legislatura en alguna sesión plenaria, señor ministro,
insistiremos en todo lo posible y por supuesto en las ocasiones que
podamos en el seno de la Comisión en la que estamos hoy. Nos
referimos al problema del Sahara. Cuando ha comentado las áreas
geográficas y hablando del Magreb ha hablado de Marruecos y
Mauritania, yo creo que no hay que olvidar hacer una mención especial
al problema del Sahara. No voy a repetirme en manifestaciones que ya
hemos hecho en el Pleno en cuanto a la necesidad de que España, con
respeto absoluto por supuesto y en total coordinación con las líneas
y los compromisos adoptados en el seno de las Naciones Unidas,
adquiera un papel activo y protagonista en la culminación del Plan de
paz y en el desarrollo del proceso de autodeterminación
del pueblo saharaui. Tampoco voy a repetir las razones por
las cuales creemos que es importante que España asuma esta
responsabilidad ni las razones por las cuales Canarias vive con
especial preocupación este problema, pero sí voy a reiterarme en el
seno de esta Comisión haciendo referencia a lo que dice la Ley 23/
1998, de Cooperación Internacional, en la sección 2, que habla de los
principios, objetivos y prioridades de la política española de
cooperación internacional, y establece en su artículo 2 b) -leo
textualmente, brevemente- lo siguiente: como principios, la defensa y
la promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales,
la paz, la democracia y la participación ciudadana en condiciones de
igualdad para mujeres y hombres, y en general la no discriminación
por razón de sexo, raza, cultura o religión, y el respeto a la
diversidad.




Señor ministro, nos preguntamos si las condiciones en que vive el
pueblo saharaui no necesita de la defensa de principios que propugna
nuestra ley, y quisiéramos saber cuáles son las actuaciones que el
Gobierno de España tiene previsto realizar en su defensa.

También, y al hilo de las palabras que ha dicho el señor ministro, en
la línea de la importancia del ámbito multilateral en lo que es la
cooperación internacional, usted ha comentado el papel más activo que
tiene que adquirir España en los organismos internacionales para
trasladar nuestros intereses y nuestras prioridades. Yo le pido,
señor ministro, que esta sea una de las prioridades que traslade a
esos organismos.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo de Izquierda Unida, tiene la
palabra el señor Centella.




El señor CENTELLA GÓMEZ: Señor ministro, le saludo nuevamente, como
ya hice en la Comisión de Asuntos Exteriores, esperando que hoy
descubra alguno de mis encantos, que sin duda los tendré. (Risas.)
Permítame también que le diga, como ya le dije en aquella Comisión de
Asuntos Exteriores, que en estos debates siempre tenemos la sensación
de que existe un cierto doble lenguaje, por no utilizar palabras más
duras. Cuando usted habla de que el objetivo fundamental de la
política es erradicar la pobreza, a nosotros nos parece que no se
puede hablar de solidaridad, de cooperación, de erradicar la pobreza,
como usted dice, y luego mantener unas relaciones comerciales que son
injustas y que están basadas en una dependencia cada vez mayor de los
países pobres. Cuando entramos en el siglo XXI y hacemos balance se
constata que el incremento de la exclusión social de millones de
personas, especialmente de niños y de pobres, es cada vez mayor. Los
países pobres son cada vez más pobres, y esto no es una frase hecha,
sino un verdadero drama. Esa globalización que ustedes tanto adoran,
como el moderno becerro de oro, está alejando a demasiada gente de
unaplena integración en una nueva sociedad. Ahí están



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esos procesos de liberalización y privatización a los que obliga el
Fondo Monetario y el Banco Mundial, que lo que están haciendo en
realidad es paralizar la oferta del servicio educativo y la oferta
del servicio sanitario público para gran parte de la población. Por
eso a uno le resulta difícil oír hablar de solidaridad y ver luego
cómo se practica una política que va en sentido totalmente contrario.

En estos momentos los gobiernos del sur, los gobiernos de los países
pobres, están afrontando cuantiosos pagos de intereses y están
destinando su economía a sufragar esa deuda externa, que es una losa
y que está obligando a recortar la inversión en servicios sociales.

En este mundo en el que se habla de solidaridad, no paran de suceder
conflictos armados que están convirtiendo los campos de refugiados en
una realidad demasiado frecuente y llenando de miseria y de muerte
gran parte del mundo.

Por si todo esto fuera poco, los países más industrializados nos
dedicamos a convertir el planeta en una tierra enferma, donde se
calientan las aguas, avanza la desertización y se abren las puertas a
nuevos desastres naturales que van a contribuir todavía más a que los
países pobres sufran aún más las consecuencias de esos desastres
naturales que, al final, como se suele decir, siempre suelen afectar
a los mismos.

Desde esta óptica, hablar del desarrollo del norte no puede hacerse
si no es resaltando que este desarrollo es a costa de las materias
primas, de los recursos naturales, de la energía, de la mano de obra
y de la transferencia neta de capital del sur hacia el norte. En este
marco todavía hay quien se rasga las vestiduras cuando hay gente que
se juega la vida por venir a este norte rico por salir de la miseria,
por escapar de la muerte que le espera en sus países. Frente a esta
situación -y no voy a repetir lo que han dicho otros portavoces-
parece que lo que se pretende es construir un muro que nos aísle
-ustedes prefieren decir que nos proteja- de ese Tercer Mundo que
pretende invadirnos.

Ustedes están entendiendo el problema de la inmigración como un
problema de orden público y nosotros lo entendemos como un problema
de solidaridad y de cooperación. No se pueden poner puertas al mar,
ni construir muros, porque, al final, los muros serán saltados por la
desesperación y por la miseria. Hay que atajar, no los síntomas, sino
las causas. Existe una realidad en las causas y es que hay un
desequilibrio cada vez más profundo entre un pequeño grupo de países,
que aparentemente viven en la opulencia, aunque dentro de estos
países también existe un cuarto mundo que cada vez es mayor, y una
gran parte de la humanidad que vive en zonas de miseria, donde hablar
del mañana es hablar de algo prácticamente imposible para la
infancia. Y aunque usted me lo pueda decir, no son frases hechas,
sino que estamos describiendo una realidad que es diaria que, como
usted decía, se conoce en tiempo real por los avances tecnológicos;
pero el hecho de que lo conozcamos lo único que está produciendo es
que nos acostumbremos y no lo consideremos como algo existente en
estos momentos.

Además, esta realidad es presentada, a veces, como una realidad
objetiva y se dice que hay países que son pobres por naturaleza, que
hay guerras que se producen por una falta de civilización, que se
producen por unos odios ancestrales y que el caos que reina en gran
parte del Tercer Mundo es por falta de una preparación para la
democracia, cuando lo que se consigue es que los gobiernos del primer
mundo, las multinacionales, la sociedad en general evada su propia
responsabilidad y, al final, a lo más que se llegue sea a producir un
efecto de compasión, de generosidad, como usted ha dicho (y creo que
no es la palabra correcta), que lo que haga sea acallar conciencias.

Parece como si existiese una fuerza del mal que es la que condena a
la mayor parte del planeta a estar en la situación en la que está.

Por eso creemos, señor ministro, que hablar de cooperación tiene que
ser hablar de justicia, de solidaridad en términos reales, en
términos efectivos y en términos, sobre todo, que vayan directamente
al problema, con medidas eficaces, porque creemos que las cosas no
tienen por qué ser así ni que siempre hayan sido así ni siempre tenga
que seguir siendo así. Las situaciones de miseria y explotación no
son castigos divinos, sino la consecuencia de un mundo injusto, de
unas relaciones internacionales basadas en la primacía de los países
ricos sobre los pobres y, en consecuencia, de un mundo donde la
competitividad y el beneficio empresarial se sobreponen a los valores
de solidaridad y de justicia social.

Esto, que no es retórica, sino una descripción real, es lo que nos
debe llevar a un nuevo modelo de política de cooperación. Hay que ir
a las causas y hay que planificar -así se ha reconocido en diversas
cumbres internacionales-, pero en estos momentos empiezan a sobrar
declaraciones, buenos principios, buenas intenciones, y lo que hace
falta es una acción más eficaz y, sobre todo -y ahí coincidimos con
otros muchos colectivos-, es necesario un cambio sustancial en las
relaciones comerciales. Sin un comercio realmente justo y solidario,
es imposible cambiar la situación de pobreza, de miseria, es
imposible conseguir ese objetivo que usted señalaba de erradicación
de la pobreza. Por eso creemos que hay que ir a unas nuevas
relaciones financieras, a una nueva política internacional donde se
afronten esos objetivos. En ese sentido, planteamos algunos elementos
que usted podría concretar más. La verdad es que avanzar hacia el 0,7
por ciento debe ser algo más que una mera declaración de intenciones
que se firma ante la presión de miles de ciudadanos, debe ser un
objetivo real que se plasme en los presupuestos, y la realidad es que
hoy -ya se ha dicho antes- no estamos avanzando con seriedad hacia
ese objetivo.

Hay que desarrollar la Ley de Cooperación, en la que mantuvimos una
postura que quedó clara, pero en



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estos momentos lo que hace falta es aplicar unos reglamentos que sean
realmente participativos y eficaces. Usted no ha definido -me imagino
que porque será producto de otros debates- lo que será el plan
director, que ya viene tarde. No he captado las líneas fundamentales
de ese plan director, porque no solamente tenemos que tener un plan
director, sino que tenemos que saber, porque es algo fundamental,
hacia dónde va ese plan director.

En este sentido, consideramos importante una agencia pública de
cooperación internacional para el desarrollo que tenga una
personalidad jurídica propia y que sea autónoma tanto del Ministerio
de Asuntos Exteriores como, sobre todo, del Ministerio de Economía.

Y, ya se lo decía, hay que promocionar el comercio justo, la
educación para el desarrollo y un tema muy importante -sobre el que
no le he escuchado nada; no sé si lo habrá mencionado de pasada. Sí
creo que lo han hecho el resto de los portavoces-, que es el de la
condonación de la deuda externa, porque, junto con el tema del
comercio, el tema de la deuda externa es un segundo elemento a la
hora de hablar de cosas reales para avanzar. Nosotros defendemos
claramente -y ya lo hemos defendido en otros debates- la conversión
de la deuda externa en fondos de desarrollo económicos y sociales en
estos países deudores a través de instrumentos que, eso sí,
garanticen un control democrático y una participación de la sociedad
civil.

Creemos que el Gobierno español debe asumir un papel mucho más activo
a favor de los países empobrecidos en los foros internacionales, que
han tomado decisiones que evidentemente van en sentido contrario. El
papel del Fondo Monetario, del Banco Mundial, del Club de París no va
en el sentido de condonación de la deuda, que realmente vendría a
atajar el problema, sino en el de crear una mayor dependencia, y le
proponemos que nuestro país presione para que se desvincule el
tratamiento de la deuda del cumplimiento de los planes de ajuste
estructural, porque creemos que hay que incorporar criterios sociales
y no solamente criterios macroeconómicos. Quisiéramos saber hasta
dónde esta dispuesto a llegar el Gobierno en este sentido y cuáles
son sus planteamientos porque, repito, nosotros entendemos que es
imposible hablar de cooperación sin desbloquear este aspecto.

Por otra parte, no estamos de acuerdo con la dependencia de la
política de la cooperación -no digo dependencia orgánica- del
Ministerio de Economía; quizá en esta legislatura podremos avanzar en
ello. Es un mal camino que ilustra la inclinación de esta política
hacia la potenciación del comercio exterior y la defensa de los
mercados para las empresas españolas, que deberían tener un marco
distinto y en ningún caso el de la cooperación.

Le hacemos estos planteamientos porque la situación no nos gusta y
creemos que es posible mejorarla. Lo hacemos por la necesidad de
buscar consenso no
solamente en esta Cámara, en la que ustedes disponen de una amplia y
cómoda mayoría, sino sobre todo en la sociedad. Sin consenso social
no es posible avanzar en políticas de cooperación, por mucha mayoría
que se tenga en esta Cámara.

No sólo es necesario aumentar la ayuda, nos sigue sonando la cifra
del 0,7 y nuestras cuentas, si usted no me corrige, nos sitúan en el
0,26 y a la baja; también es necesario no hacer trampas en las
cuentas: no podemos incluir la cooperación militar en la cooperación
al desarrollo, sea en la guerra de Yugoslavia o en cualquier otro
sitio; hay que desligarlas. El plan Colombia no es un plan de
cooperación, es un plan militar; en la medida que no se desvincule de
lo militar, no puede ser entendido como plan de cooperación, hay que
hacer bien las cuentas. Ya se lo dijimos en la Comisión de Asuntos
Exteriores: creemos que España debe ser combativa contra el plan
Colombia y pedir que se haga un plan realmente solidario; no éste
que, de llevarse a cabo, podría frustrar las conversaciones de paz.

Ya sabe usted que, hoy por hoy, el plan Colombia no sólo es rechazado
por las fuerzas insurgentes sino también por gran parte de la
sociedad civil colombiana. No hemos pedido su comparecencia para
hablar del plan Colombia, pero se lo pongo como ejemplo de que los
planes de cooperación no pueden ir nunca ligados a asuntos militares.

Queremos pedirle -ya lo han hecho otros portavoces- que se exprese
usted con más claridad sobre el Consejo de Cooperación. Ha dicho una
frase que debería concretar; hablaba de adecuar este Consejo a sus
fines. Le pregunto si eso implicaría cambios y en qué sentido.

Coincidimos con usted en que este Consejo de Cooperación, que lleva
algún retraso ya, debe ser un elemento fundamental, pero en la medida
en que nos pongamos de acuerdo en los fines que deba perseguir.

Nos gustaría apuntarle otro elemento que sería positivo también. Cada
vez que se presenta una situación de emergencia, hay que inventar
mecanismos de coordinación entre el Gobierno, las ONG y la sociedad
civil. Tendríamos que estudiar la creación de alguna estructura que
funcione de forma automática permitiendo la actuación inmediata, de
modo que no haya que inventar mecanismos cada vez que surge una
crisis. Hemos visto no hace mucho, no solamente por responsabilidades
de España sino también internacionales, cómo las ayudas ante
catástrofes naturales tardan un tiempo precioso en llegar a su
destino, cosa que a todas luces no debería ocurrir.

Por último, coincidiendo con lo que planteaba el portavoz de
Convergència i Unió, nos gustaría saber el papel que el Gobierno
piensa que tienen que jugar nuestros representantes en el Banco
Mundial, en el Fondo Monetario Internacional. Hay que tener en cuenta
la importancia de este organismo, que no son funcionarios suyos y que
el Gobierno español debe tener un papel importante. Queremos sumarnos
a la petición de



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comparecencia que ha hecho el portavoz de Convergència i Unió. Sería
un buen debate en el que se nos podría dar cuenta de qué se hace allí
y podríamos discutir entre todos cuál es el papel de España en esos
foros. Creemos que no debe hacer seguidismo de los intereses de otros
países, sino que España puede desempeñar un papel muy importante
teniendo en cuenta sobre todo que en alguno de ellos incluso
representamos también a la comunidad latinoamericana; debería ser
mucho más autónomo y en línea con una política de solidaridad y no
para hacer más dependiente al Tercer Mundo.

En definitiva, señor ministro, para ir terminando, quiero señalar que
para nosotros la cooperación debe ser un tema trascendente, que debe
ser asumido por el Gobierno como una cuestión prioritaria, pero sobre
ello no nos vamos a alargar más en este debate, porque en cooperación
el debate importante, donde haremos pasar la prueba del algodón al
Gobierno, será en el debate presupuestario; ahí veremos si realmente
existe voluntad no sólo, como decía, de aumentar la cuantía, sino
sobre todo de ver en qué dirección se van a gastar estos fondos,
veremos si realmente el Gobierno opta por una política de cooperación
u opta, bajo una llamada política de cooperación, por seguir
defendiendo intereses que nosotros creemos que no sólo no ayudan a
alcanzar ese objetivo de acabar con la pobreza sino que lo que están
haciendo es crear todavía más pobreza y más dependencia del Tercer
Mundo.

Por tanto, en esta línea usted podrá contar con nuestro apoyo; en la
línea contraria tendrá a nuestro grupo siempre enfrente.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Popular, tiene la palabra el señor
Izquierdo.




El señor IZQUIERDO JUÁREZ: Señor ministro, el Grupo Parlamentario
Popular agradece su presencia porque lo hace a petición propia,
aunque cuando el Gobierno lo anunció después se sumaron los grupos
parlamentarios. A pesar de las dudas que a algunos les haya podido
suscitar su intervención, nosotros somos muy conscientes, como creo
que todos aquí, extraordinariamente conscientes de que sobre las
espaldas del ministro de Asuntos Exteriores recaen tres comisiones
parlamentarias y probablemente alguna más. Por tanto hagamos de la
necesidad virtud y tengo que decirle que su felicitación a los
portavoces, al anterior presidente, el señor Puche Rodríguez-Acosta,
al nuevo presidente y a los nuevos portavoces me hace mirar alrededor
y comprobar con alegría que hemos cambiado muchos o que han cambiado
mucho, y me refiero a los portavoces. Recuerdo al entonces portavoz
de Convergència i Unió, señor Recoder, que hizo con nosotros la Ley
de Cooperación, fue ponente de la misma, y fue sustituido al final de
la legislatura pasada por el magnífico portavoz de Convergència i
Unió, señor Campuzano; recuerdo
al portavoz del Grupo Socialista, Francisco Fuentes, que tampoco
está con nosotros y que dignamente ha sido sustituido por el señor
Pérez Casado; al portavoz de Coalición Canaria, Jesús Gómez; al
portavoz de Izquierda Unida, Pepe Navas, magnífico diputado que
también hizo con nosotros la Ley de Cooperación e integró la
ponencia, aparte de los veteranos miembros de la Mesa que están y los
nuevos que se incorporan. Esto me obliga a hacer una reflexión muy
rápida, no por recordar cosas de un portavoz que permanece -es el
único que parece que permanece en el intento-, que es el que les
habla. Si hubieran sido ustedes veteranos dirían: ya está el señor
Izquierdo repitiendo lo mismo.

De manera muy rápida, señor ministro, quiero hacer una breve
incursión histórica. La década de los 90, señorías, que ahora termina
prácticamente, comenzó con un escenario internacional muy distinto
como consecuencia, lo saben todos, del acelerado proceso de cambios y
reformas ocurrido en el año 1989 en la Europa del este. Lo que dio en
llamarse la caída del muro supuso, entre otras cosas, la desaparición
de la geoestrategia internacional del sistema bipolar de bloques este
y oeste vigente desde la II Guerra Mundial, tan vigente desde la II
Guerra Mundial como vigente está desde entonces el sistema
internacional de ayuda al desarrollo. El fracaso de lo que dio en
llamarse el socialismo real supuso también, por qué no decirlo, el
triunfo de las economías de mercado y de las democracias
occidentales. Al principio de los 90 en Europa se intenta acelerar su
proceso de unión y al mismo tiempo se reverdecen tensiones y
conflictos nacionalistas más propios del siglo XIX y que parecían
olvidados en la historia y los fundamentalismos de origen diverso
cobran un protagonismo internacional importante, repito, a principios
de los 90.

Con la desaparición de ese sistema de bloques y el final de la guerra
fría, ciertamente, empezaron a percibirse en el mundo con
extraordinaria nitidez, con claridad, las enormes diferencias y
desigualdades entre un norte rico y un sur pobre, subdesarrollado y
también endeudado. Este sistema bipolar este-oeste dio paso al
binomio norte-sur; el subdesarrollo y la pobreza pasaron a un primer
plano de la política internacional al ser considerados factores que
amenazaban la paz, la seguridad y la estabilidad internacional.

Señorías, el sistema internacional de ayuda al desarrollo se puso
inmediatamente en revisión y Naciones Unidas lideró un proceso de
revisión en su totalidad del sistema internacional de ayuda pública
al desarrollo y realizó un esfuerzo significativo para reformular y
consolidar un nuevo concepto de desarrollo humano. Río de Janeiro en
el año 1992, Viena en 1993, El Cairo en 1994, la conferencia de
Copenhague al año siguiente, Pekín en 1995, Estambul, pusieron de
manifiesto entre otras cosas, y por resumir de manera muy rápida, la
relación del desarrollo con el medio ambiente, que esun derecho
humano fundamental, que las políticas de



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población son un eje de desarrollo, su dimensión social, la
importancia de las políticas de género, la importancia del desarrollo
de la mujer y, finalmente, el derecho a la vivienda.

Las conferencias internacionales aportan formulaciones teóricas,
ideas, como se ha dicho aquí por anteriores portavoces, pero también
compromisos y planes concretos, junto a continuas llamadas de
atención, como la del PNUD en 1994, que en su informe anual aseguraba
que la comunidad de naciones no alcanzará sus objetivos mayores: paz,
medio ambiente, derechos humanos, democracia, demografía, integración
social, sin colocarse en un contexto de desarrollo durable, que
favorezca la seguridad humana.

El fenómeno de la globalidad, al que ha hecho referencia el portavoz
de Izquierda Unida, y que, en mi opinión, se sataniza con demasiada
ligereza, ha provocado, por la universalización de la información,
que tiene su origen en la aplicación de las nuevas tecnologías, la
creciente interdependencia de los países y sus economías. Este
fenómeno ha contribuido notablemente a considerar los problemas del
subdesarrollo y de la pobreza como algo que afecta al conjunto de la
comunidad internacional y no únicamente como algo que afecta a aquel
que padece el subdesarrollo y la pobreza.

Pero cuando Naciones Unidas y la comunidad internacional revisan de
manera rápida y contundente e insistente durante años ese sistema
internacional de ayudas al desarrollo, paralelamente se produce un
descenso en la ayuda oficial al desarrollo, provocado por lo que
todas SS.SS. conocen como la fatiga de la ayuda. La fatiga de la
ayuda viene como consecuencia de que las meras políticas de
transferencia de recursos del norte hacia el sur no habían provocado
desarrollo desde los fines de la II Guerra Mundial hasta la caída del
muro de Berlín. Y ese descenso de la ayuda tiene lugar en medio de
una abierta crítica a la eficacia del propio sistema, al tiempo que
esa nueva formulación del derecho al desarrollo impide concebir la
ayuda como una mera transferencia de recursos, dando paso a un
concepto más amplio y más importante, en nuestra opinión, de
cooperación internacional, no tanto de ayuda como sí de cooperación y
de integración internacional.




Si la captación de recursos sigue siendo importante, como es lógico,
la opinión pública, también la española, y los gobiernos empiezan a
considerar otras tareas de gran importancia. Esto viene a cuento de
las referencias que se han hecho a la cuestión del 0,7, sobre la que
después haré una reflexión: por ejemplo, el desarrollo de las
infraestructuras económicas y sociales, el desarrollo de la capacidad
tecnológica de los países, la formación de recursos humanos, el
fortalecimiento de la democracia y sus instituciones y el apoyo a las
prácticas del buen gobierno. Una nueva condición del donante sobre el
receptor de ayudas empieza a formularse con claridad, que es el
principio de corresponsabilidad.

Responsables en su desarrollo somos tanto los países del
norte como los del sur, los gobiernos de los países del norte como
los del sur, los ciudadanos del norte como los del sur.

Buscar, señorías, la eficacia, como ha dicho el señor ministro en su
intervención, de las políticas de ayuda va a promover también la
identificación de nuevos agentes en ese proceso, tanto en los países
donantes como en los receptores de ayuda, y tres actores aparecen
como agentes de desarrollo para abandonar definitivamente viejas
recetas estatistas o dirigistas que han demostrado en la historia su
falta de eficacia: el Estado, como un agente de desarrollo, el sector
privado y la sociedad civil.

Las organizaciones sociales de todo tipo articulan el tejido social y
permiten la participación plena de la sociedad en los procesos de
reforma y cambio que las políticas de desarrollo deben necesariamente
provocar. Una sociedad civil articulada y fuerte es la principal
garantía para el fortalecimiento de la democracia y el respeto de los
derechos humanos y las libertades y, como consecuencia de esto,
requisito para que, como dice nuestra Ley de Cooperación, las
políticas de desarrollo consideren al ser humano como único
destinatario y protagonista.

Los resultados de la evaluación a la que se ha referido el ministro
en su intervención, cuando se han hecho de los proyectos de
cooperación, arrojan resultados distintos según se considere el
impacto puntual de la ayuda, el impacto micro, que casi siempre es
positivo -y digo casi siempre porque no siempre es positivo- y su
impacto general o impacto macro sobre el desarrollo global en todos
los sentidos, el desarrollo político, el desarrollo económico y el
desarrollo social del país receptor, que no siempre es positivo y en
muchas ocasiones al menos completamente indiferente al mismo.

Cuestionar el sistema de ayudas en función de su eficacia real ha
supuesto también cuestionar no sólo la suficiencia de los recursos,
el famoso 0,7, sino también plantear nuevos principios para orientar
una política de ayuda al desarrollo distinta.

La Ley de Cooperación internacional para el desarrollo, a la que
todos hemos hecho mención en nuestras intervenciones, fue, señorías,
el instrumento jurídico fundamental de una reforma pendiente, una
reforma que llevaba pendiente en España desde principios de los 90,
cuando ya la sociedad civil le pidió al Gobierno de entonces una ley
de cooperación internacional para el desarrollo ante la caída del
muro y las circunstancias de las que hemos hablado, y se hizo en la
legislatura pasada. El consenso político, el acuerdo, el diálogo, el
debate social con todos los sectores sociales fue la nota dominante
durante el año que duro su tramitación parlamentaria. El futuro de la
cooperación y la defensa, coincidirán SS.SS. conmigo, la promoción de
los derechos humanos, las libertades desde España y hacia elresto de
la comunidad internacional necesitaba un



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marco jurídico estable y claro, un marco que consolidara las
políticas de cooperación desde la continuidad pero también desde la
reforma y el cambio que demandaba la propia sociedad, al margen de
los avatares políticos y al margen de los gobiernos. Por ello, para
el Partido Popular, señorías (permítanme que les recuerde algo que yo
siempre he dicho y que decimos a menudo), la erradicación de la
pobreza en el mundo, el desarrollo sostenible son objetivos que deben
estar en el centro de la política, son objetivos centrales.

El pasado congreso de nuestro partido, y me refiero a un documento
que es público, aprobábamos una ponencia y en ella se decía: El
objetivo fundamental de la política exterior de España debe ser la
lucha contra las desigualdades y la pobreza, la promoción de los
valores de la democracia, las libertades, la solidaridad y los
derechos humanos. La cooperación para el desarrollo -continúa el
documento- es uno de los instrumentos básicos de esa política que nos
ha de permitir seguir aportando nuestra contribución a los países
menos avanzados mediante transferencias humanas, técnicas y
financieras y también la defensa de los intereses de España. Y la
defensa de los intereses de España, señorías, es perfectamente
compatible con lo anterior si consideramos cuáles son realmente hoy
los intereses de España en el mundo.

Las empresas españolas, a las que se ha hecho referencia, más allá de
sus intereses económicos deben ser -yo aventuraría y diría son-
portadoras de los valores de nuestra democracia. El propio presidente
del Gobierno ha dicho en esta Cámara que España tiene en el mundo una
responsabilidad en la defensa de los derechos humanos, de las
libertades individuales y la democracia en la promoción de la
prosperidad y en la preservación del medio ambiente. La Ley de
Cooperación promovida por aquel primer Gobierno de Aznar se orienta
con decisión a esto, a la consolidación en España de estas políticas.

Damos por eso a la sociedad civil en general y a las organizaciones
no gubernamentales en particular, como ha dicho el señor ministro y
compartimos completamente su opinión, un papel relevante
y fundamental. La ayuda pública al desarrollo en los últimos años ha
cobrado un auge importante en medio de una sociedad cada vez más
solidaria. Ha habido referencias, y todos las hemos hecho, a la
crisis de los Grandes Lagos, tanto en 1994 como en 1996,
Centroamérica, el Caribe con motivo de los huracanes, el terremoto en
Colombia, la crisis de los refugiados albanokosovares o más
recientemente el terremoto de Turquía hace unos meses. La posición de
España es reconocida hoy por toda la comunidad internacional. A mí me
ha gustado también mucho esa expresión, porque refleja perfectamente
el espíritu de la Ley de Cooperación y el espíritu de consenso y
participación que animó tanto a aquella pequeña Comisión
parlamentaria que apenas constituíamos 12 diputados, de los cuales
cuatro se sentaban en la Mesa y otros ocho estábamos de tropa en
los escaños de abajo, como a la Comisión permanente que se creó con
motivo de la aprobación de la Ley de Cooperación.

En los últimos años se ha impulsado la solidaridad, hasta el punto de
que ésa es la imagen real que España proyecta hoy en el mundo. Lejos
del triunfalismo, sabiendo que queda mucho por hacer, quizá
adelantándome a eventuales respuestas del señor ministro y
respondiendo a alguna intervención, mientras que en los países de
nuestro entorno la ayuda oficial al desarrollo desciende, en España
está aumentando, se está produciendo el efecto inverso, reconocido
por el Comité de Ayuda al Desarrollo en su informe de evaluación
sobre la ayuda española, si no recuerdo mal de 1998.

La cooperación española alcanzó su cénit en 1994 con el 0,28 por
ciento sobre el producto interior bruto, pero quiero recordar a SS.

SS. que entonces la cooperación española era rabiosamente bilateral y
exclusivamente reembolsable, el 85 por ciento de nuestra cooperación
eran créditos FAD. Se ha tenido que hacer un esfuerzo de
extraordinaria importancia en los últimos años de gobiernos
anteriores y por el Gobierno del Partido Popular en los últimos
cuatro años para que la cooperación española, además de no descender
aumentara en términos absolutos, relativos y porcentuales y que
dejara de ser exclusivamente reembolsable, en base a créditos, para
ser más multilateral y menos bilateral. No es porque yo lo diga sino
que ha sido reconocido por quien cada cuatro años examina nuestro
sistema de ayuda al desarrollo. Por tanto, en España se está
produciendo el fenómeno inverso, y desde 1996 hasta la fecha el
incremento de nuestra cooperación, tanto porcentual como en términos
absolutos ha sido realmente importante.

No solamente se ha aprobado la Ley, sino que se ha incrementado la
ayuda, ha habido una mayor participación de las organizaciones
sociales en los presupuestos públicos. Frente a 30.000 millones que
en 1996 manejaban las organizaciones sociales, incluida la
cooperación descentralizada, hoy manejan más de 50.000 millones de
pesetas; se ha aprobado una Ley de prohibición total de las minas
antipersonas, se ha adoptado un código de conducta para regular una
mayor transparencia y control en el comercio de armas. España lleva
años perfilando una propuesta para condonar y reestructurar la deuda
externa de los países. La idea de convertir la deuda en proyectos de
desarrollo que ha apuntado el señor Centella, nació por iniciativa
del Gobierno anterior, está siendo seguida por los gobiernos,
y aplaudida, si me permiten el adjetivo, y apoyada por las
organizaciones sociales, algunas de las cuales han hecho operaciones
de conversión de deuda por desarrollo con el Gobierno de España, por
ser más preciso Intermón en Mozambique.

La cooperación española está dando prioridad a los programas y
proyectos que específicamente están destinados a la mujer, a
conseguir su igualdad de derechos



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y su plena integración económica, social y política. La igualdad de
géneros está siendo tenida en cuenta en todos los proyectos. Se han
hecho cosas y el impulso de los últimos cuatro años ha sido
significativo.

Después de años de experiencia, la ayuda al desarrollo, señorías -y
con esto voy a ir terminando-, no puede ser sólo una transferencia de
recursos, una fórmula para tranquilizar conciencias ante las
tremendas imágenes que a diario nos proporciona la pobreza o la
injusticia, un sistema solamente de ayuda o un mero mecanismo para
facilitar las relaciones internacionales de carácter político o
comercial. Desde el Grupo Parlamentario Popular, desde el Gobierno
-estamos seguros-, se van a aprobar políticas, como se deduce de la
intervención del señor ministro, que sean capaces de erradicar la
pobreza y combatir no sólo los efectos sino también las causas del
subdesarrollo.

En apenas 20 años, y lo decía el señor ministro al principio de su
intervención, España ha cambiado de manera notable su posición en la
escena internacional. En el año 1979, España todavía era considerada
por el Banco Mundial un país en vías de desarrollo y potencial
beneficiario de ayuda exterior. En la actualidad somos el duodécimo
donante del mundo, estamos presentes en los principales organismos
internacionales, contribuimos a la política de cooperación de la
Unión Europea y participamos activamente en el Comité de Ayuda al
Desarrollo de la OCDE. En este tiempo España ha tenido que crear los
instrumentos, las instituciones y generar los recursos materiales y
humanos necesarios para desarrollar estas políticas. Cualquier
previsión o programa que se haga acerca del futuro de nuestra
cooperación debe partir de este hecho, como lo ha hecho el señor
ministro.

Nosotros no podemos estar más de acuerdo con la agenda que el
Gobierno plantea a la Comisión de Cooperación para los próximos
cuatro años, y que puede articularse en torno y de manera general a
lo que se ha hablado de desarrollo de la Ley de Cooperación, de dotar
a nuestra cooperación de recursos económicos suficientes de acuerdo
con el plan de estabilidad (ése fue el compromiso de solidaridad
suscrito en 1996 con las organizaciones sociales y políticas),
establecer sus principales prioridades geográficas y sectoriales,
seguir fomentando la participación social, mejorar la gestión, la
coherencia y la coordinación y continuar, señorías, con políticas
transparentes capaces de demostrar resultados y que profundicen
activamente en una mayor y mejor coordinación internacional. En ese
sentido, señorías, la agenda que el ministro ha expuesto en esta
Comisión no puede ser, en nuestra opinión, más acertada. La unidad de
dirección de la política de cooperación, basada en la creación del
Consejo de política exterior, el refuerzo de la cooperación bilateral
de acuerdo con las prioridades generales de nuestra cooperación; una
cooperación multilateral que será el gran reto de los próximos años,
selectiva, estratégica y extraordinariamente activa.

Fíjense, señorías -y con esto voy a terminar-, que España, más que
por la cooperación bilateral, que podría determinarse como interesada
-entre comillas y en el peor sentido del término-, siempre ha optado
por una cooperación multilateral. Siempre hemos optado por ese
camino; en principio, porque necesitábamos respaldo internacional a
nuestro proceso democrático; luego, normalización e integración de
España en las estructuras políticas internacionales; y ahora porque
es la mejor manera de hacer una política de cooperación coordinada y
eficaz, selectiva, donde se produzca una concentración de esfuerzos y
donde se puedan obtener resultados evidentes.

Gracias, señor ministro, por su intervención. Gracias, señor
presidente.




El señor PRESIDENTE: Ahora, para cerrar este debate y esperando que
si el compareciente no consigue descubrir los encantos de SS.SS., al
menos dé cumplimiento al motivo de su comparecencia que es dar
respuesta a sus inquietudes y a sus preguntas, tiene la palabra el
señor ministro.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Piqué i Camps): Muchas
gracias, señor presidente.




Después hablaré del tema de los encantos (Risas.); pero déjeme en
primer lugar (y lo digo sin el menor asomo, digamos, de obligación
diplomática, sino desde la sinceridad y la franqueza más absoluta),
que celebre enormemente el desarrollo de esta sesión de la Comisión.

Lo celebro porque creo que se ha demostrado un nivel intelectual
francamente alto y francamente notable, con la exposición de
criterios que yo en gran medida comparto (y celebro que sea así;
entiendo también que en gran medida se comparten los criterios que he
expresado en nombre del Gobierno), que se han expuesto en un tono
absolutamente constructivo, no exento como es natural de críticas y
de reservas, como corresponde en particular a los grupos de la
oposición (es su papel adecuado, idóneo), pero que han ido siempre
orientadas a la búsqueda de un consenso en positivo y desde una
aproximación absolutamente constructiva. Por tanto, quisiera de
alguna manera apostillar al magnífico portavoz del Partido Popular,
al señor Izquierdo (Rumores.), y después también calificaré a los
otros portavoces, no se preocupen, en el sentido de que él continúa y
yo lo celebro. Celebro que siga porque de su propia intervención creo
que se deduce su extraordinaria preparación y su visión amplia de las
cosas. Quiero apostillarle en el sentido de que después de escuchar
al resto de los portavoces (y apreciando la labor de los portavoces
anteriores, como yo he hecho en mi intervención), creo que el alto
listón que nos dejaron los anteriores portavoces se mantiene y vamos
a poder celebrar unos debates de mucha altura y de mucho nivel. Lo
digo -insisto-, sin el menor asomo



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de cortesía parlamentaria o de actitud diplomática, sino porque creo
sinceramente que es así.

También quisiera decir algunas cosas sobre los temas concretos que se
han planteado, como es lógico y como debe esperarse. En relación con
la intervención del señor Izquierdo, que comparto de manera total, me
gustaría retener un concepto que él ha utilizado y que estaba también
en el frontispicio de mi propia intervención, que es la búsqueda
permanente del espíritu de consenso y de participación de todos los
grupos, que dio lugar a la Ley de Cooperación y que debe presidir
ahora cosas tales como el plan de cooperación, el desarrollo
normativo de la Ley o la evolución de la política de cooperación
internacional. Así lo dice la Ley, así lo dice su espíritu y así lo
dice su letra, pero además quiero que quede constancia de que así lo
dice también la clarísima voluntad política del Ministerio de Asuntos
Exteriores, del Gobierno y del ministro que les habla.

Quiero añadir un comentario a lo que ha dicho el portavoz del Partido
Popular. Él ha hecho referencia a una conclusión del último congreso
de su partido y del mío (permítanme que haga un pequeño comentario de
carácter partidista, que creo tiene cierto sentido en el actual
contexto) sobre cuáles debían ser los objetivos de la política
exterior de España. Quiero decir algo que todavía es más concreto:
eso se reproduce, en términos muy parecidos, tanto en lo que se
refiere a la política exterior como a la política de cooperación, en
el programa electoral con que nos hemos presentado a las elecciones.

Por tanto, no es un compromiso de una sola vez, no es un compromiso
que se ha hecho de cara a la galería, sino que constituye un contrato
con los ciudadanos españoles que tenemos la absoluta obligación de
cumplir.

Siguiendo -si me lo permiten- el orden inverso a las intervenciones,
aunque necesariamente voy a tener que mezclar temas, porque han sido
tratados por el conjunto de los portavoces, quisiera referirme en
primer lugar a la intervención del señor Centella. Hice una
referencia cariñosa -y así creo que lo interpretó él- respecto al
carácter encantador de su personalidad. Tengo que decir que es
verdad. Su intervención ha tenido un componente encantador, el
componente encantador de la concesión a la nostalgia que supone
rememorar el pasado. En algún momento de su intervención yo he
rememorado el espíritu de mayo del 68 -me lo permitirá con todo el
cariño-; pero después ha seguido hablando, y yo he pensado en el 68,
pero no del siglo XX, sino del siglo XIX, en 1868, año de la
revolución gloriosa que permitió después un intento fallido de
restauración monárquica -como saben bien-, que se abortó con la
muerte de Prim y que después pasó por una Primera República que duró
11 meses. Hace más de cien años, pero fueron años ilusionantes. En
algún momento, señor Centella, me he tenido que remontar cien años
antes, a 1768, antes de la Revolución Francesa, porque seguir su
línea argumental es a veces un
poco difícil desde la perspectiva actual y desde muchos puntos de
vista. Es cierto que hoy somos mucho más conscientes de los problemas
que tiene el mundo porque estamos informados de ellos en tiempo real,
los vemos por la televisión en vivo y en directo; pero de ahí a decir
que el mundo está hoy peor que nunca me parece que hay una distancia
muy considerable. Creo sinceramente que no. Desde el optimismo
histórico, que además está en una tradición que usted seguramente
respeta -y yo también-, que es la tradición del marxismo, creo que al
final la historia siempre avanza en positivo. Me parece que eso sigue
siendo verdad. Otra cuestión es que eso nos instale en el
conformismo, que sería lo peor que nos podría pasar. Debería ser al
contrario, en la medida que todos somos mucho más conscientes de lo
que pasa, nos debería instalar en la rebeldía y en la resistencia
ante situaciones que son absolutamente injustas y que debemos
combatir con seriedad, y con seriedad quiere decir no con palabrería
sino con recursos, con intervenciones y con actuaciones concretas.

Concretamente, ha habido una intervención suya que me ha alarmado,
porque no se puede hablar del Plan Colombia en los términos que usted
lo ha hecho, señor Centella, porque el Plan Colombia no es un plan
militar. El Plan Colombia es algo mucho más serio, mucho más complejo
que requiere del apoyo de todos, que entre todos lo estamos mejorando
y constituye una esperanza de paz. Colombia es un país absolutamente
atormentado, tiene un conflicto militar desde hace muchos años, y
requiere el esfuerzo y la solidaridad de todos y no aproximaciones
superficiales y poco rigurosas.




Señor Centella, a pesar de su opinión vamos a apoyar el Plan
Colombia, vamos a apoyar los esfuerzos de paz como hemos venido
haciendo hasta ahora en Colombia, propiciando encuentros entre el
Gobierno colombiano y los diferentes grupos guerrilleros porque eso
es lo que debemos hacer. Eso tiene que ir asociado a un compromiso
económico, a un compromiso político y a lo mejor a compromisos de
otro tipo.

No me gusta tampoco que quede de su intervención, y lo digo en
términos generales pero asociado a su intervención, una idea vaga de
que debemos contraponer los esfuerzos de solidaridad internacional,
de cooperación, de generosidad si se quiere, con las actuaciones
militares, porque una de las cosas que hemos ido aprendiendo en los
últimos años es que eso no solamente debe ser contradictorio, sino
que muchas veces es complementario. Hace falta complementar y añadir
a los esfuerzos de solidaridad y de cooperación, los esfuerzos de
intervención de fuerzas militares que sean fuerzas de interposición,
fuerzas de paz que suponen sin duda un riesgo, suponen un esfuerzo
presupuestario, que son absolutamente indispensables, cada día más, y
en los que además España tiene que aumentar en el futuro su nivel de
compromiso, como lo ha venido



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haciendo hasta ahora. En ese nuevo papel de nuestro país que comenté
en ni intervención inicial, que después ha sido comentado por otros
portavoces y en el que todos estamos de acuerdo, debemos irnos
despojando de algunos tópicos, de algunos lugares comunes, de algunos
eufemismos y de ciertos miedos a determinados conceptos y palabras.

El portavoz del Grupo Socialista, señor Pérez Casado, que ha hecho
una muy meritoria labor en Bosnia, en Mostar, y que quiero
agradecerle públicamente, comprenderá perfectamente lo que quiero
decir. Esa cooperación que podemos hacer con Bosnia, y puedo estar de
acuerdo en que como él ha dicho es escasa, y por tanto puede ser uno
de los temas que podamos ir tratando en el futuro y que puede ser uno
de los temas que debemos ver dentro del marco del plan director, no
hubiera tenido ningún sentido, no hubiera sido posible y en cualquier
caso no hubiera tenido la menor eficacia sin la participación de
nuestras fuerzas militares.

Me parece que eso es una evidencia absoluta y creo que deberíamos
hacer todos un esfuerzo pedagógico, las fuerzas políticas, los medios
de comunicación, para que esos conceptos vayan incorporándose al
acervo común. De la misma manera debemos ser, señor Centella
y permítame que le diga, muy rigurosos y muy serios cuando tratamos
cuestiones como la condonación de la deuda externa, porque España ha
condonado deuda externa y ha tomado la iniciativa de la condonación
de la deuda externa en muchos casos frente a otros países. Estoy
hablando de una cantidad de 60.000 millones de pesetas en los últimos
cuatro años; no estoy hablando de una cifra baladí, estoy hablando de
cifras serias. Estará usted de acuerdo en que esas cosas no se pueden
tomar estrictamente con carácter unilateral, hay que situarlas en un
contexto de rigor en el marco del Club de París, en el marco de lo
que hagan otros países y sobre todo evitando que esa condonación de
deuda externa sólo sirva para perpetuar regímenes que lo que hacen es
consolidar la división social, la aparición de conflictos en su seno
y la perpetuación de regímenes corruptos, que desafortunadamente
subsisten en muchos países del mundo. Por tanto, hablar de
condonación de deuda externa como solución más o menos mágica, un
lenguaje que suelen utilizar todos los dictadores del Tercer Mundo
para intentar atribuir responsabilidades al exterior cuando son
responsabilidades internas, me parece algo que debemos hacer en todo
caso con mucho rigor y con enormes matices. Aquí hay mecanismos, y
usted los ha mencionado muy de pasada, pero otros portavoces lo han
dicho mucho más claramente, que me parecen mucho más interesantes
porque permiten un mayor control.

Usted ha hecho referencia al control democrático de esos mecanismos
de condonación, pero dígame si en determinados países eso es posible.

Seguramente hay una cosa que puede parecer mucho más pragmática, pero
estoy seguro que es mucho más eficaz, mucho
más solidaria, y mucho más en favor de las sociedades afectadas de
esos países que están sometidos a regímenes dictatoriales corruptos,
que es intentar ir hacia mecanismos de conversión de deuda sin
capital, porque eso significa tener garantía de a qué se dedican esos
recursos finalmente, por tanto al desarrollo y a la mejora de las
condiciones de vida.

Esos son mecanismos que debemos ir profundizando. Los hemos utilizado
en países que están haciendo ya un esfuerzo de democratización, que
son de interés primordial para nuestro país, como puede ser Marruecos
al que ahora me referiré, pero debemos ir pensando en ese mecanismo
para ampliarlo a otros ámbitos.

Ha habido una idea que ha surgido en varias intervenciones que yo
comparto, y es que una de las líneas prioritarias de nuestra política
de cooperación debe ser cada día más la de concentrar nuestros
esfuerzos en aquellos países que precisamente son el origen
geográfico de los flujos migratorios que tenemos. A mí me parece que
éste es un tema esencial que han mencionado varios portavoces, si no
recuerdo mal de una manera muy clara lo ha mencionado la portavoz de
Coalición Canaria, también el portavoz de Convergència i Unió, y yo
estoy absolutamente de acuerdo con esto.

También quisiera hablar de otro concepto que ha utilizado el señor
Centella y que a mí me resulta difícil de precisar. No sé que quiere
decir el señor Centella cuando habla de comercio justo y solidario.

No sé lo que quiere decir con comercio justo y solidario. Supongo que
se refiere a levantar aranceles, a permitir la entrada de productos
de países del Tercer Mundo en los mercados occidentales, me imagino
que se refiere a eso. Entonces, nada puede ser más lógico y desde
luego es muy difícil que yo esté en desacuerdo por eso, pero me
gustaría que su grupo mantuviera la misma posición cuando estamos
discutiendo tratados comerciales con terceros países que pueden
afectar a intereses sectoriales en nuestro país. Agradecería que
mantuviéramos todos esa coherencia, de la misma manera que
agradecería que su grupo mantuviera la misma coherencia cuando
hablamos de los gastos en materia de defensa, orientados por ejemplo
a operaciones de paz pero no sólo, orientados también a la coherencia
de nuestro papel internacional, como país que quiere estar cada día
más presente en el concierto internacional, y al mismo tiempo se
hacen determinadas proposiciones o aportaciones, que yo puedo también
compartir con relación a la defensa de nuestra industria de Defensa,
que afecta a determinadas zonas de nuestro país y a muchos miles de
trabajadores.

Hay que procurar siempre decir lo mismo; la coherencia absoluta
seguramente no existe pero hay que procurar decir más o menos las
mismas cosas en todas partes. En cualquier caso, sí puedo compartir
con él su preocupación de fondo, porque al margen de que no comparta
su diagnóstico ni su visión del mundo, cosa que a él no le debe
extrañar ni a mí tampoco, creo que



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sí podemos compartir una misma preocupación y es intentar hacer una
política de cooperación que no sirva para sostener situaciones que
son insostenibles desde un punto de vista ético, sino precisamente
para intentar cambiar las cosas; en ese terreno estoy seguro que nos
encontraremos.

Sí le quiero decir para que no quede simplemente en el «Diario de
Sesiones» una afirmación que no haya tenido respuesta por mi parte,
que la problemática de la inmigración, una problemática muy seria y
muy compleja, nunca ha sido contemplada por este Gobierno y eso no es
de ahora, ni por el Gobierno anterior del mismo partido, nunca ha
sido contemplada -repito-, como una problemática asociada al orden
público. Tiene connotaciones, de orden público, qué duda cabe, pero
es un problema muchísimo más complejo que va ligado a cómo podemos
hacer una política de inmigración que sea solidaria, que defienda los
derechos de los emigrantes y que al mismo tiempo combata la
proliferación de mafias que trafican con los seres humanos, que
muchas veces lo hacen a costa de su propia vida, como lamentablemente
hemos visto ahora en Dover, pero como lamentablemente los españoles
vemos prácticamente todos los días en las costas de Andalucía o
también en Canarias. Por tanto, no me gustaría dejar esa afirmación
sin respuesta. Desde luego no es el debate de hoy, pero estoy
dispuesto a debatir esta cuestión cada vez que sea necesario en esta
Comisión, en la Comisión de Exteriores, o donde SS.SS. crean
conveniente, porque creo que es un tema suficientemente serio,
profundo y grave como para que no lo afrontemos con frases hechas y
con intentos de desgaste más o menos coyuntural de un determinado
Gobierno, sino que lo afrontemos como lo que realmente es, como un
fenómeno que va a ocuparnos a todos, desde luego a los españoles pero
también a los europeos y a muchísima más gente, no sólo en esta
década primera del siglo XXI sino en las próximas décadas. Éste es el
tema del siglo XXI que va muy ligado a las cuestiones de cooperación
pero que desde luego lamentablemente las sobrepasa. ¿Por qué? Recojo
un argumento que ha utilizado la portavoz de Coalición Canaria,
señora Julios. ¿Por qué estamos planteando estos temas de
cooperación, o surgen inmediatamente conexos a los temas de
inmigración, de desigualdad, a los temas de conflictos
internacionales, o conflictos internos, o de progresiva visualización
de las injusticias sociales? Porque hay un fenómeno de fondo que está
ahí, y es que hay unas grandes diferencias de renta entre diferentes
partes del mundo que tienen sus justificaciones en muchos ámbitos
y que tampoco tienen una aproximación simple. Ya sé que la tentación,
por ejemplo del señor Centella, es decir que esto es culpa del
sistema capitalista. Él sabe que no es así. Los otros experimentos
que ha habido han sido catastróficos desde el punto de vista de la
creación de riqueza, de la distribución de la misma, de la
calidad medioambiental; desde muchos puntos de vista. Lo cierto es
que, en cualquier caso el mundo en su conjunto va creciendo, también
es cierto que la población del mundo en su conjunto va creciendo, y
es otra cuestión que va absolutamente ligada a lo que estamos
diciendo, pero desde una perspectiva temporal probablemente podríamos
estar de acuerdo en afirmar que por ejemplo la situación en
Iberoamérica es preocupante en muchos sitios pero sin ninguna duda
ahora es mejor que la que había en los años ochenta; podemos decir
que hay situaciones muy preocupantes en Asia pero creo que al mismo
tiempo podemos decir que en su conjunto la situación en Asia es mejor
que hace veinte años. No estoy muy seguro de que podamos afirmar lo
mismo de África, probablemente no, en cualquier caso probablemente no
en el África subsahariana, y hago abstracción de África del Sur;
sería mucho más matizable, y desde luego creo que la conclusión sería
la contraria en los países del Magreb, en los países Mediterráneos,
también con matices. Es cierto que hay una serie de evoluciones y de
tendencias que nos obligan a reflexionar muy a fondo y que
probablemente también nos obliguen a nosotros a algún tipo de
consideración respecto a nuestras prioridades en política de
cooperación, y quiero de nuevo ligarlo a los orígenes geográficos de
las corrientes migratorias que estamos viendo todos los días.

Creo que todo ese esfuerzo, que va mucho más allá de las competencias
de esta Comisión, desde luego del secretario de Estado de Cooperación
que nos acompaña, que va a hacer estoy seguro un magnífico trabajo, y
que en la próxima semana comparece ante ustedes para precisar todos
los aspectos que tengan por conveniente, que desde luego sobrepasa al
ministro de Asuntos Exteriores y al Gobierno, requiere de la
integración de todo el mundo, como bien ha dicho la señora Julios, de
buscar la globalidad, buscar una coherencia en las políticas, de
integrar a todos los profesionales y de hacer las cosas bien. Ha
hecho una sugerencia que por otra parte es obvia porque está en la
Ley, y es que hay una serie de organismos colegiados que prevé la
propia Ley que hay que poner en marcha; hay unos decretos que
efectivamente se tomaron en las primeras semanas de este año, después
se disuelven las Cortes, hay un Gobierno en funciones, ha empezado un
nuevo Gobierno, y ahora tenemos que poner en marcha cuanto antes esos
organismos; yo me comprometo a que eso sea así.

Respecto al Consejo Interterritorial, es cierto que existe esta
obligación de un dictamen previo al plan director, y por tanto las
cosas que dice la Ley como es natural hay que cumplirlas y yo así lo
expreso; me refiero también a la comisión interministerial y al
Consejo de Cooperación, que en función de todo lo que estamos
diciendo creo merecen una reflexión y un planteamiento que a mi me
gustaría pudiera ir un poco más allá y que fuera más ambicioso que el
que se reflejaba en el decreto de principios de año. Por tanto, les



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anticipo también, y el secretario de Estado de Cooperación aportará
algunas ideas en los próximos días, que la voluntad del Gobierno es
reforzar ese Consejo o buscar su mayor operatividad, su mayor
eficacia y hacerlo desde el máximo consenso de todos los grupos
políticos.

Se ha referido a algunos temas muy directamente ligados a Canarias, y
uno de ellos no es que esté ligado a Canarias. Es verdad que Canarias
sufre las consecuencias todos los días -me refiero al tema de la
inmigración-; pero va mucho más allá de todo eso y tiene muchas
aristas que necesitarían un debate monográfico, que ya he mencionado.

Por tanto, me permitirán que lo deje ahí.

Ha mencionado otros dos temas que creo vale la pena comentar. Uno es
el uso de la deuda externa que creo tiene que hacerse en los términos
que he mencionado con anterioridad, sin ingenuidades que nos pudieran
llevar a que eso pudiera ser contraproducente, en el sentido de
sostener regímenes que perpetúan las desigualdades en sus propias
sociedades. Finalmente, ha hecho una mención al tema del Sahara.

Déjeme que desde la prudencia que corresponde a un ministro de
Asuntos Exteriores, le diga lo siguiente. El esfuerzo de cooperación
respecto al Sahara occidental, desde mi punto de vista debemos
mantenerlo. Hay un compromiso y una necesidad de solidaridad de
España respecto al pueblo saharaui por muchas razones entre ellas
históricas; pero no creo que eso (y se lo digo desde la prudencia que
le corresponde a un ministro de Asuntos Exteriores cuando habla de
estas cuestiones) debamos mezclarlo con el proceso en el Sahara
occidental, de acuerdo con lo establecido por el plan de arreglo de
Naciones Unidas. Una cosa es el esfuerzo de solidaridad y de
cooperación con el pueblo saharaui y otra que intentemos mezclar
estas cuestiones con lo que tiene que ser encontrar una salida
negociada, que hoy por hoy está enmarcada por el plan de arreglo de
Naciones Unidas, por los esfuerzos de su secretario general y por los
esfuerzos de su representante personal, señor Baker, para encontrar
salida a una situación que tiene 25 años de vida. Es bueno que
separemos las dos cosas por muchísimos motivos. Además, estoy seguro
que usted los comprende, sin necesidad de que se los explicite más.

Con relación a la intervención del señor Campuzano, aparte de
agradecerle su tono y la profundidad conceptual de la misma, quiero
agradecerle también su referencia a nuestro pueblo natal común,
Vilanova i la Geltru. Los que somos de Vilanova i la Geltru tenemos
un compromiso implícito que cumplimos siempre, y es que aprovechamos
cualquier excusa que no sea válida para poner de manifiesto que somos
de Vilanova i la Geltru. (Risas.) Él lo ha hecho y yo también lo
hago, aunque es cierto que lo podemos hacer desde cierta legitimidad,
porque mi pueblo y el suyo es un pueblo de pequeña dimensión, cerca
de Barcelona, con una tradición industrial muy importante, pero que
vivió una
segunda mitad del siglo XIX absolutamente asociada a lo que entonces
eran colonias españolas, y particularmente a Cuba, hasta el punto de
que hay muchas calles que recuerdan esa vinculación: la calle de
Cuba, la calle de La Habana, la calle Matanzas. Eso hace que haya
cierta sensibilidad, adicional si se quiere, a todo lo que signifique
la solidaridad respecto a determinadas zonas y determinados ámbitos
que entre todos creo que debemos conservar.

Al margen de este pequeño comentario, si se quiere marginal y espero
que la Comisión me permita desde su benevolencia, no puedo hacer otra
cosa que compartir la definición que ha hecho de los objetivos de una
política de cooperación, entre otras cosas porque son objetivos no
sólo nuestros sino de la comunidad internacional. Eso significa
luchar contra la pobreza, y así lo he dicho con total claridad,
contra la mortalidad infantil, contra la mortalidad materna e
intentar la universalización de la educación primaria. Pero ha hecho
un comentario en cuanto a que eso va a ser muy difícil conseguirlo de
aquí a 2015. Estoy de acuerdo con eso, no es algo que corresponda
estrictamente a la responsabilidad de España. Estamos actuando en esa
dirección con un esfuerzo relativo en los últimos años -como nos
recordaba también el señor Izquierdo-, superior al de nuestros
vecinos.

El señor Campuzano ha dicho una cosa que creo también merece un
pequeño matiz, porque me ha parecido interpretar que había un
componente de crítica al hecho de que estábamos dedicando nuestros
recursos para erradicar la pobreza en aquellos países que no son
estrictamente los más pobres del mundo. Eso puede ser una
constatación estadística, pero también estamos ante una cuestión de
eficacia y de concentración de recursos, y como es evidente que
España no puede atender a todas las necesidades que puedan existir,
lo lógico es que concentremos nuestra actuación en aquellas zonas
donde la eficacia de nuestro comportamiento sea la mayor posible. Eso
significa que concentremos nuestros recursos en América Latina o en
el Mediterráneo, pues todos sabemos que siendo países con
dificultades, muchos de ellos en términos relativos tienen menos que
por ejemplo el África Subsahariana. Pero yo eso no lo miraría con una
perspectiva crítica. Lo que tenemos que ver es si desde el punto de
vista de la actuación de los organismos internacionales y desde la
multilateralidad, todos en conjunto vamos orientando más recursos
a esos países que son en términos relativos los más pobres del mundo,
pero sin olvidar el componente bilateral, que tiene un enorme interés
para nosotros y que es muy difícil pueda ser compartido por los
organismos multilaterales, que puede venir dado, por ejemplo, en
relación a nuestro interés en América Latina o en el área del
Mediterráneo. Si nosotros consiguiéramos que desde un punto de vista
multilateral se prestara una gran atención a los países más pobres y
al mismo tiempo a todas estas zonas, no nos importaría compartir la



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multilateralidad; pero yo creo que es bueno que hagamos compatible
esa aportación a la multilateralidad con una definición de
prioridades y objetivos desde nuestro punto de vista, precisamente
desde la perspectiva de que los organismos multilaterales no
necesariamente los van a compartir. Le pongo un ejemplo que no tiene
nada que ver con la cooperación, pero que en estos momentos está tan
de actualidad que me parece viene al caso, y es el ejemplo de un
debate falso que está abierto en al Unión Europea y al que España se
opone, en relación a que hay que aumentar el esfuerzo en los
Balcanes. Digo que es un debate falso porque nadie pone en duda eso,
pero lo que sí debemos poner en duda es que eso se pretenda hacer en
detrimento de los recursos que se utilizan para el Mediterráneo o
para América Latina. Discutamos qué podemos hacer en los Balcanes,
pero no intentemos hacerlo en detrimento de otros. Por eso creo que
su aspecto crítico en cualquier caso requeriría matices adicionales.

Es cierto que puede haber un debate sobre las cantidades. Yo no voy a
discutir sobre números porque los números son incontestables, y los
números me dicen que en términos absolutos el esfuerzo de cooperación
ha subido, que en términos relativos unos años ha bajado y otros ha
subido, pero que estamos ahora en torno al 0,25 al 0,26 -depende-, o
al 0,27 del producto interior bruto. Por tanto, yo puedo aceptar
plenamente que se diga que hay que incrementar ese esfuerzo y hay que
ir a más. Es cierto también que eso ha sufrido mucho altibajos.

Déjenme que les diga que desde el año 1996 no ha habido año que no
haya subido, en términos absolutos el esfuerzo en cooperación y así
va a seguir siendo, pero también puedo aceptar plenamente, como
siempre se puede hacer en estos casos, que nunca se hace suficiente
esfuerzo. Saben ustedes que si estamos en condiciones de hacer un
esfuerzo en cooperación es precisamente porque nos hemos convertido
en un país serio desde el punto de vista de nuestra política
macroeconómica y desde el punto de vista de la política
presupuestaria. Por tanto, estoy seguro de que ustedes me aceptarán
que debemos hacer compatible ese esfuerzo de cooperación con el
mantenimiento de una política presupuestaria rigurosa, porque si no
difícilmente hubiéramos podido llegar a este estadio y difícilmente
lo podríamos mantener en el futuro.

Estoy completamente de acuerdo en cuanto a la concentración en
prioridades geográficas. Es verdad que podemos discutir cuáles puedan
ser, pero a mi me parece que la dispersión de ayudas -él hablaba de
103 países; esto ya no es así- no tiene mucho sentido. Es como en
otro ámbito que yo he vivido en años anteriores en virtud de mi
experiencia como ministro de Industria, donde no tiene mucho sentido
esa política de subvenciones más o menos generalizadas a proyectos
industriales que no se sabe muy bien si al final determinan
compromisos de inversión o no. Yo creo que es
mucho más importante concentrar recursos en cosas que sean realmente
serias.

En cuanto al estatuto del cooperante, tengo que decir que estamos
trabajando en ello. No sé si al final merecerá rango de ley o no;
puede haber componentes que aconsejen ese nivel. Espero que en muy
breve plazo pueda comparecer el Gobierno ante esta Comisión, bien a
través de mi persona o a través del secretario de Estado, a explicar
el estado actual de esta cuestión que nos gustaría cumplimentar lo
antes posible. Es un tema que ha tocado también el señor Pérez Casado
y tiene mi compromiso de que se discutirá lo antes posible en
términos lógicos.

Ha hablado también el señor Pérez Casado de la deuda externa, de la
condonación, de la conversión de deuda en capital y de los
compromisos del Club de París -creo que esos asuntos han sido
suficientemente tratados-, y ha planteado una cuestión a la que me
gustaría dedicar un poco de tiempo porque me ha parecido apreciar un
tono un tanto crítico. Al hablar de Marruecos, efectivamente me he
referido especialmente al norte y el señor Pérez Casado ha dicho con
mucha razón que más allá del norte de Marruecos está el sur de
Marruecos y, más allá del sur de Marruecos, está el norte de África
subsahariana y muchas más cosas. Estoy completamente de acuerdo con
eso, es una constatación real; pero también es cierto que tenemos que
buscar, primero, la máxima eficacia de nuestros recursos que deriva
de la concentración de los mismos y, además, buscar aquello que pueda
permitir un mayor grado de reconocimiento por parte de los países
receptores de las ayudas. En estos momentos, Marruecos está
absolutamente determinado a prestar una atención especial al norte,
al Rif, al antiguo protectorado español; eso es nuevo y es positivo.

Es de difícil discusión que España tiene que jugar un papel
fundamental en ese terreno, mucho mayor que el de otros países.

Primero, porque conviene así desde el punto de vista de los intereses
de España; después, porque los marroquíes están convencidos de que es
a España a quien corresponde la máxima responsabilidad a la hora de
ayudar al norte. Eso no es contradictorio, no me lo interprete mal,
por favor. Del mismo modo, creo que, desde el punto de vista de los
intereses de España, no interesa que concentremos nuestra ayuda
financiera exclusivamente en el norte; nuestro interés está en ayudar
a Marruecos en su conjunto, qué duda cabe; pero es cierto que, desde
la perspectiva de las sensibilidades relativas, nos puede interesar
poner ahora énfasis en ese punto territorial concreto.

Nada que añadir a lo que ha dicho, porque tiene toda la razón,
respecto a lo que llamamos las ayudas de género; también lo ha
mencionado el señor Campuzano y algún otro portavoz. Es un tema que
se ha desarrollado en muchas conferencias internacionales -en
Copenhague, en Pekín y en muchas otras- y lamento no haber hecho una
mención más específica a esta



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cuestión en mi intervención inicial de carácter general. No tengo
nada que añadir porque participo plenamente de los comentarios que se
han hecho.

Ha mencionado compromisos en el Mediterráneo y en los Balcanes, y
comparto su idea de que tenemos que aumentar nuestra cooperación en
los Balcanes occidentales. Nuestra cooperación en Oriente Medio
también ha sido muy baja hasta ahora; celebro que haya tomado nota de
algo que creo que podemos hacer y que puede ser objeto de discusión
más adelante en esta Comisión: tomarnos muy en serio la situación en
el sur de Líbano. En su momento, tendremos que hacer lo mismo todavía
más en cuanto a Palestina y seguramente habrá que hacerlo en cuanto
al conjunto de países del área. De acuerdo a como vaya la evolución
política de esos países, estoy pensando en Siria, por ejemplo; pero
eso es algo que iremos viendo más adelante.

Como todos los demás portavoces, se ha referido al plan director. Es
evidente que no tendría ningún sentido que les hablara ahora de un
plan director que comprendiera de 1999 a 2000; tampoco tendría mucho
sentido hacer referencia a un plan director que se iniciara en 2000.

Hasta ahora, la política de cooperación es la que es; los
presupuestos de 2000 están aprobados y se aplican; los presupuestos
de la Agencia son conocidos; pues hagamos un planteamiento que vaya
de 2001 a 2004. A partir de ahí, integremos a todas las
administraciones, no sólo a la Administración central sino a las
comunidades autónomas, a las corporaciones locales, porque cada día
se hace más cooperación desde esas administraciones; a mí me parece
que eso es algo que habrá que tomarse cada vez más en serio, porque
necesitamos un marco presupuestario, pero de carácter global, que
pase por la coordinación -por eso el Consejo interterritorial es
importante-, porque nos podemos encontrar a veces con situaciones en
las que las políticas de cooperación no sean estrictamente
coincidentes, incluso a veces pueden ser contradictorias y que eso es
malo. Eso sólo lo podemos hacer desde la cooperación, nuestra
Constitución no nos permite establecer criterios para otras
administraciones en cuanto a la aplicación de sus políticas; aunque
es cierto que estamos hablando de una política de proyección exterior
y, por tanto, podríamos interpretar que eso se establece desde el
Gobierno y, además, podría ser mi posición, efectivamente.




En cualquier caso, al margen de esa discusión conceptual, lo que sí
es cierto es que podemos reforzarnos mutuamente, muchas veces incluso
podemos usar recursos de la Administración Central que puedan ser
utilizados por otros, porque lo pueden hacer de manera mucho más
eficaz, como de hecho lo estamos haciendo con muchas ONG. Las ONG
están jugando un papel fundamental -lo han dicho muchos
intervinientes-, primero, porque son una expresión magnífica del espíritu
y de los deseos de solidaridad de nuestro pueblo, de los
ciudadanos españoles en general, pero, segundo, porque también hacen
cosas que la Administración por sí sola seguramente no podría hacer.

Por consiguiente, son palancas, instrumentos y mecanismos
absolutamente imprescindibles que merecen seguir teniendo todo
nuestro apoyo y que si podemos lo incrementemos. Pero eso puede valer
también, en algunos casos, para otros esfuerzos de cooperación que
hacen otras administraciones, siempre que estén dispuestas a
coordinar su política y a que sea aditiva respecto a lo que podemos
hacer desde el Gobierno central.

Se ha referido también al anexo V de las conclusiones de Feira: la
cooperación y la acción mediterránea. Creo que eso está claro. Hemos
aprobado la estrategia mediterránea, que creo que es
extraordinariamente importante y que nos puede permitir acrecentar
nuestra actuación también en el ámbito de la cooperación. Hay
muchísimo por delante.

Desde esa continuidad a la que se refería cuando citaba a don Manuel
Azaña lo que le puedo decir es que desde el Ministerio de Asuntos
Exteriores vamos a comparecer ante esta Comisión cuantas veces sea
necesario y no sólo cuantas veces sea necesario, sino que incluso
estamos dispuestos a acudir, aunque no sea necesario, de manera
asidua, ya sea a través de mi persona (he comprobado que eso tiene
sus dificultades porque he descubierto que la agenda del ministro de
Asuntos Exteriores es muy complicada), siempre que pueda, ya sea a
través del secretario de Estado de Cooperación Internacional y para
Iberoamérica, que está absolutamente a su disposición.

A partir de ahí, quiero reiterarles mi oferta de consenso, mi
voluntad de hacer una política de cooperación propia de un país
moderno, de un país solidario, de un país que quiere ser cada día más
importante en el contexto internacional, como quiere serlo España y
que eso requiere del mantenimiento de algo que he mencionado y que he
visto con agrado que era compartido prácticamente por todos los
portavoces, que es que no estamos hablando de una política del
Gobierno de España, que lo es, pero no sólo, sino que estamos
hablando de una política de España.

Gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor ministro.

Permítanme SS.SS, permítame, señor ministro, creo que recojo el
sentir de todos, que le diga que no lamentando haber nacido en la
Vilanova i la Geltrú, sí creo que todos compartimos el necesario
criterio de solidaridad del pueblo español.

Se levanta la sesión.




Eran las siete y cincuenta minutos de la tarde.