Ruta de navegación

Publicaciones

DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 609, de 02/02/1999
PDF





CORTES GENERALES



DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



COMISIONES Año 1999 VI Legislatura Núm. 609



ECONOMÍA, COMERCIO Y HACIENDA



PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. FERNANDO FERNÀNDEZ DE TROCONIZ MARCOS



Sesión núm. 59 celebrada el martes, 2 de febrero de 1999



ORDEN DEL DÍA:
- Comunicación del Gobierno, de acuerdo con lo establecido en el
artículo 196 del Reglamento, sobre el Programa de estabilidad del Reino
de España para el período 1998-2002. (Número de expediente 200/000005)
... (Página 17728)



- Comparecencia del señor Vicepresidente segundo del Gobierno y
ministro de Economía y Hacienda (De Rato Figaredo) para informar del
contenido, previsiones y consecuencias del Programa de estabilidad del
Reino de España para el período 1998-2002. A solicitud del Grupo
Socialista del Congreso. (Número de expediente 213/000958) ...

(Página 17728)



Página 17728




Se abre la sesión a las once y cinco minutos de la mañana.




El señor PRESIDENTE: Vamos a comenzar la sesión de la Comisión de
Economía, Comercio y Hacienda consistente en la comunicación del
Gobierno sobre el contenido, previsiones y consecuencias del Programa
de Estabilidad del Reino de España para el período 1998-2002, así
como en una comparecencia del ministro de Economía, Comercio y
Hacienda, solicitada por el Grupo Parlamentario Socialista para el
mismo fin.

A los efectos de ordenación de la sesión -hagan SS.SS. lo propio con
sus agendas-, les diré que la Mesa y Junta de Portavoces han acordado
que se puedan formular propuestas de resolución hasta el cierre del
registro de la Cámara, el próximo viernes. Celebraremos la
correspondiente sesión de la Comisión para el debate y votación de
las propuestas de resolución el próximo miércoles, día 10, a partir
de las 10 de mañana.

Habida cuenta de lo dicho, hoy no habrá votaciones y, a pesar de que
en la comunicación que se les remitió se les prevenía de que la
Comisión podría prolongarse a lo largo de esta tarde e incluso
mañana, les advierto que no será así. De acuerdo con todas las
previsiones, esta tarde no habrá Comisión, reanudándose ésta la
semana que viene, el miércoles, día 10.

Antes de dar la palabra al señor vicepresidente segundo del Gobierno
y ministro de Economía, Comercio y Hacienda, don Rodrigo Rato, quiero
hacer una mención muy especial del que ha sido nuestro compañero
parlamentario durante doce años y ha realizado una magnífica y
fructífera labor en esta casa, fundamentalmente en la Comisión de
Economía, Comercio y Hacienda. Su verbo fácil y hábil, siempre
ilustrativo, ha contribuido a la buena política de España, tanto en
la oposición como cuando su grupo apoyó al Gobierno, primero al del
Partido Socialista y después, en esta legislatura, al Gobierno del
Partido Popular.

Me imagino que SS.SS. ya saben que me estoy refiriendo a don Francesc
Homs i Ferret, magnífico parlamentario, estupendo amigo, gran
político. Ahora, supongo que temporalmente, abandona la actividad
pública, la actividad política pero, desde luego, su nombre quedará
escrito siempre con letras de oro en el «Diario de Sesiones», debido
a sus estupendas intervenciones, debido a que sus grandes
aportaciones, tanto a los proyectos de ley como a todos los asuntos
que se han debatido en la Cámara. Por eso, les ruego que con un
aplauso despidamos y honremos ahora a don Frances Homs. (Aplausos.)
Por supuesto, damos también la bienvenida como portavoz a todos los
efectos, no solamente tributarios, a don Josep Sánchez i Llibre, que
igualará a don Francesc Homs e incluso le superará en sus tareas
parlamentarias en los aspectos económicos. (Risas.)
Sin más, cedo la palabra a don Rodrigo Rato Figaredo, vicepresidente
segundo del Gobierno y ministro de Economía, Comercio y Hacienda.




El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO DEL GOBIERNO Y MINISTRO DE ECONOMÍA Y
HACIENDA (De Rato Figaredo): Muchas gracias, señor presidente.

Quisiera tomarme la licencia -espero que como antiguo miembro de esta
Comisión me lo permitan- de intervenir unos minutos no en calidad de
compareciente, no en calidad de miembro del Gobierno, sino de
diputado, y sumarme a las muy justas palabras del presidente
refiriéndose a Francesc Homs.

Yo he tenido ocasión, como muchos de los aquí presentes, de trabajar
con él a lo largo de muchos años, desde su entrada en esta casa en el
año 1986. Recuerdo varios proyectos de ley en los que hemos tenido
ocasión de trabajar como ponentes: en todas las leyes de
presupuestos, por ejemplo. He tenido ocasión de ser compañero suyo en
la oposición, he tenido ocasión de ser oposición a las leyes que él
defendía apoyando al Gobierno y he tenido ocasión también de
compartir con él trabajos como grupo parlamentario que apoyaba al
Gobierno al que yo pertenecía. En todos esos años, tengo que decir
que la capacidad de Francesc Homs de generar acuerdos ha sido muy
notable y muy valiosa, influyendo en un espíritu de esta casa que es
el de los acuerdos no sólo el de las críticas, y también -creo que
todos los aquí presentes coincidiremos- en un rigor y capacidad
técnica muy notable.

Quiero sumarme a las palabras del presidente de la Comisión, como
diputado y también como miembro del Gobierno, y subrayar en el
«Diario de Sesiones» nuestro respecto y nuestra amistad por el señor
Homs.

Ahora, señor presidente, paso a cumplir con mis obligaciones
parlamentarias, a informar a la Cámara del Programa de Estabilidad
del Reino de España para el período 1998-2002. Si SS.SS. me lo
permiten, me gustaría subrayar la satisfacción del Gobierno porque
los grupos parlamentarios presenten propuestas de resolución,
siguiendo una costumbre que hemos tenido en la mayor parte e los
programas de convergencia, que creo que ha sido muy útil desde el
punto de vista de los grupos y sin duda desde el punto de vista de la
sociedad española.

Con respecto al Programa de Estabilidad, como SS.SS. sabe, será
debatido en el seno del Ecofin a lo largo de este trimestre y, por
tanto, es importante que podamos tener en nuestro Parlamento el
debate previo a esa situación, de la misma manera que sucedió con el
Programa de Convergencia del año 1992, con el Programa de
Convergencia del año 1994 y con el Programa de Convergencia del año
1997.

En segundo lugar, quisiera hacer algunas breves referencias al lugar
o al punto de partida del actual Programa de Estabilidad, que no
puede ser otro que el Programa de Convergencia que tuve el honor de
presentar a esta Comisión en mayo de 1997 y que cubría el período
1997-1998; es decir, el período claramente referido a la entrada o no
de España en la tercera fase de la unión económica y monetaria.




Quiero subrayar, en primer lugar, que los objetivos presentados por
el Gobierno del Partido Popular en mayo de 1997 a la opinión pública,
al Parlamento y a la Comisión Europea, hoy somos conscientes de que
han sido cumplidos y en muchos casos superados. La sociedad española,
la economía española ha sido capaz de aumentar los márgenes y cumplir
de sobra los objetivos que se establecían en el año 1997, lo cual,
sin duda, es una de las principales



Página 17729




causas de la confianza que hoy tienen en sí mismos los ciudadanos
españoles y de la confianza que tienen en su economía. Esta mejora de
las expectativas claramente ha jugado un papel muy importante en la
recuperación de la economía y especialmente en la recuperación del
consumo privado y la inversión. Sus señorías recordarán que el
Programa de Convergencia presentado por el Gobierno del Partido
Popular en el año 1997, pudo parecer en aquel momento ambicioso para
aquellos que pudieran tener una visión pesimista de las posibilidades
de la economía española o que no compartían las posiciones de la
política económica del Gobierno. En aquel momento se habló de
voluntarismo, incluso de falta de realidad, pero el tiempo nos ha
permitido comprobar si nuestros objetivos eran posibles y si nuestros
medios e instrumentos eran los adecuados, y creo que en ese sentido
la experiencia y los resultados avalan que el camino elegido en el
año 1996, discutido a lo largo de varios meses en esta Cámara y
especialmente planteado en el Programa de Convergencia, era
efectivamente el adecuado. De alguna manera hemos conciliado dos
cuestiones que son siempre importantes: una es la ambición de unos
objetivos importantes y otra es la confianza de conseguirlos gracias
a unos instrumentos racionales y coherentes. Lo cierto es que en mayo
de 1996, como SS.SS. saben muy bien, acabábamos de finalizar el
ejercicio de 1995 con un déficit público del 7,3 por ciento y
teníamos un objetivo mínimo de conseguir un 3 por ciento a finales de
1997 para poder garantizar la entrada de España en la unión económica
y monetaria, lo cual nos ha permitido ser socios fundadores de un
paso muy importante en la historia de Europa, seguramente uno de los
pasos definitivos en su integración política y económica. De lo que
no cabe duda es de que en estos momentos -y siempre el ver las cosas
una vez sucedidas nos permite sacar algunas consecuencias que no
hubiéramos podido sacar antes o que no éramos capaces de ver con la
claridad del tiempo transcurrido-, primero, la Europa del euro es
claramente una Europa amplia y consolidada, en parte gracias a la
contribución española, es una Europa bien distinta de la anterior, no
hay dos europas, no va a haber una Europa del euro y otra fuera del
euro. Es claro que el objetivo de los países que hoy no pertenecen al
euro es pertenecer a él y se ha convertido, por tanto, en la fuerza
determinante y en el motor de la integración económica.

Segundo, y creo que esta es una cuestión válida, una reflexión válida
para la sociedad española, cuáles hubieran sido las consecuencias
para nosotros de no haber sido capaces de cumplir con los objetivos
de convergencia. En este sentido, creo que las consecuencias somos
conscientes de que hubieran sido extraordinariamente negativas, tanto
desde el punto de vista económico como desde el punto de vista
político. El hecho es que en el año 1997 no sólo alcanzamos el 3 por
ciento del déficit público, sino que superamos esa previsión con un
déficit público equivalente al 2,6 por ciento del producto interior
bruto y se ha situado ya en el 1,9 en el año 1998; es decir, es una
reducción de siete décimas del producto interior bruto con respecto
al año anterior y de seis décimas con respecto a las previsiones que
contenía la Ley de Presupuestos del año 1998.

Pero tan importante -y esto es significativo de cara a lo que vamos a
hablar después, al Programa de Estabilidad-
como la reducción del déficit es cómo se ha conseguido. Se ha
conseguido fundamentalmente, en un 80 por ciento, a través de la
reducción del gasto. El peso del gasto público en la economía ha
caído 5 puntos entre los años 1995 y 1998, pasando del 47,8 al 43,5;
pero es importante no sólo reducir el déficit público, no sólo
reducirlo por contener el gasto, sino reducirlo conteniendo
determinados tipos de gasto. En este sentido, me parece significativo
que tengamos en cuenta que, al mismo tiempo que reducíamos el déficit
público, cumplíamos a partir de 1997 con la llamada regla de oro, es
decir, que nuestras inversiones públicas superaban la cifra de
déficit público.

Quisiera subrayar, sin que con esto trate de evitar un debate que
seguramente es ilustrativo, que la opinión de la Comisión Europea es
claramente coincidente con lo que acabo de decir, desde el punto de
vista de subrayar que se ha conseguido una sustancial reducción del
déficit público, del 7,3 al 1,9 por ciento, sin aumento de impuestos,
sin recorte de políticas sociales y sin medidas de impacto puntual,
como, por otra parte, ya reconoció el propio Banco Central Alemán y
la propia Comisión en los informes que hicieron en marzo del año
pasado con respecto al cumplimiento de los criterios de convergencia
de los distintos países que querían entrar en el euro.

Es importante que nos demos cuenta de que el 85 por ciento de la
reducción del déficit público es estructural; 4,6 puntos del producto
interior bruto se han producido como reducción de los componentes
estructurales del déficit. Esta intensa reducción del déficit público
ha permitido que por primera vez invirtiéramos la tendencia de
crecimiento de la deuda pública con respecto al producto interior
bruto; en este sentido, como SS.SS. saben, la relación entre deuda y
producto interior bruto se redujo 1,2 puntos en el año 1997 y 1,5
puntos en el año 1998.

Sin duda, y me gustaría insistir una vez más en ello, la reducción
del déficit público se sitúa en el origen de la estabilidad alcanzada
por la economía española y es la consolidación fiscal la que ha
permitido, junto con las reformas estructurales, un control de
precios que ha sido compatible, por primera vez en nuestra historia,
con el crecimiento de la economía. Me gustaría subrayar que, en lo
que se viene a denominar el círculo virtuoso, es muy importante que
el crecimiento de los precios se sitúe claramente por debajo del
crecimiento real del producto interior bruto, como ha venido
sucediendo en nuestra economía en los últimos años; pero, además,
como he dicho, al control de precios ha contribuido de forma decisiva
la liberalización y competencia en los mercados de bienes y
servicios, que a su vez ha favorecido la mejora de las expectativas y
la aceleración del crecimiento.

Una vez más quisiera insistir en que los cambios de expectativas en
una economía moderna son imprescindibles para poder realizar aumentos
en el crecimiento. Como saben SS.SS., la inflación entre 1993 y 1995
se mantuvo estable en torno al 5 por ciento, reduciéndose en 1996 al
3,2, para situarse en el 1,5 en los últimos meses y en el 1,4
interanual en 1998. Si comparan la relación crecimientoinflación de
nuestro país con otras economías europeas, podrán comprobar
claramente los efectos positivos de nuestra liberalización desde el
punto de vista del crecimiento y del empleo. Una de las consecuencias
más importantes



Página 17730




que ha tenido la reducción de la inflación ha sido la disminución de
los tipos de interés. Se ha producido una reducción de 6 puntos en
los tipos de intervención del Banco de España entre 1995 y 1998 y
esta reducción se ha trasladado a todos los plazos, y así el interés
a medio y largo plazo se sitúa en este momento en un 4 por ciento
cuando en 1995 estaba situado en el 10 por ciento. Creo que somos
todos conscientes de que, coincidiendo con una importante crisis
financiera internacional en el pasado otoño el Banco de España ha
podido reducir los tipos de interés en varias ocasiones, lo que no
había sucedido en nuestra historia.

Todos estos resultados, que no sólo ratifican los objetivos
e instrumentos del Programa de Convergencia de 1997- 1998 sino que en
algunos casos han sido mejores, han producido un aumento considerable
de la credibilidad de la política económica española en esta
superación de los objetivos año tras año y en la consolidación de la
opinión pública, de los ciudadanos que, elegido un nuevo camino para
nuestra política económica, las cosas cambian y cambian a mejor.

Durante los últimos dos años nuestra tasa de crecimiento se ha
situado en una senda de recuperación hasta alcanzar en 1998 un
crecimiento del 3,8 por ciento, un punto por encima de la media
europea. Este crecimiento se apoya en el dinamismo de la inversión,
que se plantea continuar a lo largo de 1999, como saben SS.SS., con
un crecimiento del 9,1 previsto para 1999 y un crecimiento de consumo
privado suficiente pero moderado, inferior al producto interior bruto
real. Como consecuencia de este dinamismo de la demanda interna, el
sector exterior ha pasado a una contribución negativa al crecimiento,
pero manteniendo una situación de superávit en cuanto a su
financiación. En este sentido, todavía tenemos margen para aumentar
nuestra inversión en relación con el mantenimiento de altas tasas de
ahorro como consecuencia del cambio de signo del ahorro del sector
público.

El elemento más positivo desde el punto de vista de los intereses
generales de la evolución de la economía española en estos años ha
sido claramente el crecimiento del empleo. El incremento medio de la
ocupación en el período 1997-1998 ha sido del 3,2 anual frente a un
crecimiento medio de la economía del 3,7, lo que significa que más
del 80 por ciento del crecimiento se ha trasladado al empleo. Creo
que esta es una cuestión relevante porque para un país como España,
con graves problemas de desempleo, es imprescindible que nuestro
modelo de crecimiento sea un modelo de crecimiento intenso en empleo.

Si SS.SS. comparan la tasa de traslación del crecimiento al empleo en
recuperaciones anteriores, podrán comprobar cómo en ésta es
sustancialmente más intenso.

La tasa de paro se ha reducido en 4 puntos, del 22,2 en el año 1996
al 18 por ciento en el año 1998. Además, esta política económica no
sólo nos ha permitido cumplir el Plan de convergencia, sino que nos
ha permitido claramente aprovechar mejor que en ocasiones anteriores
la recuperación económica en términos de empleo y en términos de
bienestar, lo que nos ha situado entre los países que mejor se están
comportando ante un cambio de escenario internacional, y quisiera
también significar que este es un cambio importante en el
comportamiento de la economía española. Tradicionalmente la economía
española ha sido una de las economías europeas que peor ha
reaccionado a los cambios
internacionales y en todas las crisis internacionales el coste,
en términos de crecimiento y de empleo para España, ha sido
sustancialmente mayor que el de nuestros vecinos europeos. Esta
constante se ha quebrado en 1998, cuando en una crisis internacional
nuestro comportamiento es diferencialmente positivo con respecto a la
media europea, tanto en términos de crecimiento como en términos de
empleo.

Por lo tanto y resumiendo, señor presidente, políticas de saneamiento
de las finanzas públicas que liberan recursos para la inversión
productiva; políticas de reformas liberalizadoras que han dotado de
mayor flexibilidad a nuestraeconomía y a nuestras empresas; una
constante y profunda reforma fiscal que ha modernizado nuestro
sistema tributario, afectando tanto al ahorro de las familias como al
marco fiscal de la inversión en el exterior, a las pequeñas y
medianas empresas y finalmente a los trabajadores y pensionistas con
la entrada en vigor del nuevo IRPF, así como la modernización de
nuestro mercado laboral, con una constante política de diálogo social
con sindicatos y empresarios, han permitido que en este momento
España esté creando empleo a un ritmo tres veces superior a la media
de la Unión Europea. Creo que todos somos conscientes de que si
hubiéramos podido o hubiéramos sido capaces de hacer esto en el año
1970 y en el año 1990 no nos encontraríamos en la situación de
desempleo en la que nos encontramos en este momento. Por
consiguiente, y con esto termino con respecto a la referencia al Plan
de convergencia y a expensas de lo que SS.SS después me planteen, hoy
podemos contemplar el futuro no con euforia -creo que ese sería el
peor error que podríamos cometer los responsables del Gobierno, y
pienso que toda la sociedad española-, pero sí con confianza y sobre
todo con una confianza basada en nuestra propia capacidad de
esfuerzo.

Con respecto al Plan de estabilidad del Reino de España, como SS.SS
saben, cubre el período 1999-2002 y es una consecuencia de los
acuerdos establecidos para la entrada en la tercera fase de la unión
económica y monetaria y es una obligación de todos los países euro
presentarlo cubriendo ese mismo período. Es importante tener en
cuenta que este Plan de estabilidad del Reino de España se presenta
teniendo en cuenta a su vez cambios sustanciales en los instrumentos
tradicionales de política económica. Primero, la moneda única, el
euro, implica que el diseño de la política monetaria pasa a ser
responsabilidad del Banco Central Europeo y se diseña para el
conjunto de todas las economías euro, es decir, para un mercado de
300 millones de personas. Ya sabemos que el Banco Central ha fijado
un objetivo de estabilidad de precios inferior al 2 por ciento y, por
lo tanto, nuestras economías, las del conjunto de los países euro,
deben acomodarse a este objetivo de estabilidad de precios inferior
al 2 por ciento y, por lo tanto, nuestras economías, las del conjunto
de los países euro, deben acomodarse a este objetivo de estabilidad
de precios. Al mismo tiempo y como consecuencia de lo anterior, es
claro que compartir una moneda común supone que ha desaparecido
totalmente la posibilidad de compensar las diferencias de
competitividad a través de devaluaciones. En ese sentido, tendrán que
ser las políticas de reforma de oferta lasque nos permitan ampliar
nuestras posibilidades de crecimiento



Página 17731




y responder a las evoluciones de la economía mundial cuando estas se
produzcan.

Con estas premisas, que son consecuencia directa de nuestra
pertenencia al euro, el eje central sobre el que gira el Plan de
estabilidad del Reino de España profundiza en dos pilares básicos.

Por un lado, reducir el déficit público y convertir a la economía
española en una economía en situación de equilibrio o de excedente en
cuanto a las finanzas públicas, lo cual nos permite claramente
profundizar en la estabilidad económica y convertirnos en uno de los
países con mayores posibilidades de estabilidad económica,
manteniendo al mismo tiempo una política de reestructuración del
gasto. Es decir, y vuelvo a repetir los mismos argumentos del
principio de mi intervención, no se trata sólo de reducir el déficit
público, sino que se trata de reducirlo a través de la disminución
del gasto y no del aumento de los impuestos, y se trata de reducir el
gasto en aquellas partidas que menos incidencia tienen en el
crecimiento y en el bienestar.

El otro pilar del Programa de Estabilidad del Reino de España es, sin
duda, el que se refiere a las reformas estructurales que garanticen
el funcionamiento eficiente de los mercados de trabajo, de bienes y
servicios y de capitales.

La experiencia nos ha demostrado que este es el camino a seguir para
avanzar en la convergencia real con nuestros socios y de ahí que me
refiera antes a que la sociedad española ha recuperado confianza en
su economía porque ahora sabe cuál es el camino que produce
resultados, y esta convergencia real con nuestros socios es, sin
duda, el camino para acercar los niveles de renta y de empleo de
nuestro país a los de los países más prósperos de la Unión Europea y,
por tanto, no se trata ya de tener la misma moneda que Alemania o que
Francia, sino de tener el mismo nivel de vida que Alemania y Francia.

Ese es el objetivo de este Plan de estabilidad del Reino de España.

De ahí que el Plan de estabilidad continúe el esfuerzo de reducción
del déficit público iniciado a mediados de 1996 hasta alcanzar en el
2002 una situación de superávit presupuestario. La inflación se
situará en este período por debajo del 2 por ciento, es decir, dentro
de los objetivos de estabilidad de precios del Banco Central Europeo,
y al final del período la deuda pública se situará también por debajo
de la cifra del 60 por ciento, es decir, cumpliendo íntegramente las
previsiones establecidas en el Tratado de la Unión Europea. Todo ello
en una hipótesis de crecimiento medio para la economía española del
3,3 por ciento, es decir, sustancialmente inferior a la que se está
produciendo en estos momentos, crecimiento que está basado en un
aumento de la inversión en un contexto de crecimiento europeo del 2,5
por ciento, es decir, similar a las previsiones que en este momento
se plantean por parte de la Unión Europea para la Agenda 2000, lo
cual nos permitirá llegar al final del período, es decir, al año
2002, con casi el 83 por ciento de la renta europea, desde el 78 y
pico que tenemos en este momento, y también lograr que la economía
española tenga la capacidad de crear, entre el año 1999 y el año
2002, 1.300.000 empleos, lo que nos permitiría reducir la tasa de
paro, que ahora está en el 18 por ciento, por debajo del 13 por
ciento.

Las primeras previsiones que me gustaría significar para SS.SS. son
las que se refieren al año 1999, primer año del período del Programa
de Estabilidad del Reino de España,
que plantean un escenario al que me referiré. También comentaré a
SS.SS. el escenario alternativo que contiene el propio Plan de
estabilidad del Reino de España, que es un escenario menos favorable
y que creo que es imprescindible que sea conocido por la opinión
pública y debatido por esta Cámara en el caso de que nuestra
hipótesis, es decir, en el caso de que la economía europea crezca por
debajo del 2,5 por ciento en el período, y si eso fuera así qué
consecuencias tendría para nuestra economía -eso también lo contiene
el documento que tienen SS.SS. en su poder-, así como un análisis de
sensibilidad en cuanto a una evolución de los tipos de interés, tanto
al alza como a la baja, de un punto respectivamente, durante el
período.

Empezando por 1999, las previsiones que se recogen en el Plan de
estabilidad en el escenario de crecimiento, en el escenario medio, es
un crecimiento del 3,8 por 100 para el año 1999, similar al que
recogen los Presupuestos Generales del Estado debatidos por esta
Cámara. Estas previsiones están marcadas claramente por un contexto
internacional que, a su vez, esta afectado por la crisis financiera y
que se traducirá, según las hipótesis de crecimiento del 3,8 para
España, en una producción mundial del 2 por ciento y en un comercio
mundial en torno al 4,5 por ciento, es decir, similar al crecimiento
del año 1998 que, como SS.SS. saben, ha sido reducido a la baja
sustancialmente, del 9 por ciento al 4,5 en estos momentos.

Al mismo tiempo el principal cambio para la economía española
respecto a su evolución en 1998 reside en el mayor dinamismo de la
demanda interna, tanto en el consumo privado como en la inversión,
que van a compensar con una mayor aportación negativa del sector
exterior al producto interior bruto, como consecuencia, por un lado,
del crecimiento diferencial de la economía española y, por otro, de
los efectos en el comercio mundial de la crisis económica
internacional.

El incremento del empleo y el aumento de la renta disponible de las
familias que va a suponer la reforma del impuesto de la renta de las
personas físicas, proporcionará un crecimiento del consumo privado
del 3,8 por ciento, similar al crecimiento del PIB, y que, por lo
tanto, es perfectamente compatible con la moderación de precios. Por
el contrario, el consumo público crecerá a un ritmo del 1,2 por
ciento, como consecuencia de la contención de los gastos pero también
recogiendo el esfuerzo inversor que va a realizar el sector público.

Como he dicho anteriormente, el esfuerzo inversor será de un
crecimiento de la inversión privada, cercano al 10 por 100 en 1999,
que estará derivado de la estabilidad macroeconómica, de la fortaleza
de la demanda interna y de los bajos tipos de interés. La
construcción proseguirá una aceleración iniciada en 1997, impulsada
por el fuerte aumento de la inversión en infraestructuras que sí
recogen los presupuestos generales para 1998. Asimismo destaca en el
año 1999 el incremento de la inversión en vivienda residencial
derivada de la mejora de la renta disponible de las familias, el bajo
coste de la hipoteca y el aumento de la confianza de los
consumidores, así como los efectos positivos que tiene sobre la renta
disponible la reforma del impuesto sobre la renta de las personas
físicas y el aumento del empleo.

La demanda externa tendrá una aportación negativa alcrecimiento del
PIB claramente inferior a la registrada por



Página 17732




nuestra economía en fases similares en ciclos anteriores. El nuevo
modelo de crecimiento de nuestra economía se caracteriza por mantener
claramente una evolución favorable de las exportaciones, un 9,8 por
ciento en el año 1999, sensiblemente superior a la media del comercio
mundial, del 4,5 y a pesar de la fortaleza de la demanda interna, lo
que contrarresta en gran medida el avance de las importaciones, que
alcanzará una cifra superior al 12 por ciento. En este contexto, la
economía española mantendrá un fuerte ritmo de creación de empleo,
del 2,8 por ciento en el año 1999, lo que permitirá un nuevo descenso
de la tasa de paro hasta el 17,1 por 100 a finales del ejercicio.

Siguiendo con las previsiones, señor Presidente, del año 2000 al año
2002, es decir, el resto del período del Programa de Estabilidad del
Reino de España, se espera que la recuperación de la crisis económica
y financiera internacional, ya en esa parte de nuestro horizonte y
con una adecuada combinación de políticas económicas en los países
euro, así como una coordinación internacional de las políticas
monetarias en los países industrializados, permita continuar un
crecimiento del conjunto de la economía mundial entre el 2 y el 2,5
por ciento. En el caso de la Unión Europea el crecimiento para ese
período lo ciframos, como he dicho anteriormente, en una media del
2,5 por ciento. En este contexto, que vuelvo a repetir es el contexto
moderado o central del Programa de Estabilidad, la economía española
seguirá manteniendo un comportamiento diferenciado que le permitirá
crecer en los años 2000 al 2002 por encima de la media europea, a una
media del 3,3 por ciento. El motor de este crecimiento durante estos
tres últimos años del período será la demanda interna y en especial
la inversión, que crecerá a un ritmo del 6 por ciento, un ritmo muy
importante pero sustancialmente más moderado que en los años 1999 y
1998. Además, en este período el consumo privado crecerá, según
nuestras previsiones, el 3,1 por ciento, volviendo a tasas más
moderadas que en el año 1999, y el consumo público se mantendrá en un
promedio del 1,2 por ciento para permitir, a través de su contención,
la consolidación presupuestaria prevista en el año 2002. ¿Cuáles
serían los factores que explicarían el dinamismo de la inversión en
este período? Por un lado y en primer lugar, la estabilidad
macroeconómica, que va a permitir una evaluación de los tipos de
interés claramente positiva en el conjunto del área euro y va a
generar -y está generando ya- expectativas muy positivas de
inversión. En segundo lugar, las reformas en mercados que se han
producido en nuestra economía, tanto desde el punto de vista de
financiación de las empresas como desde el punto de vista de los
costes energéticos y de las telecomunicaciones, que permiten una
sustancial reducción de los costes empresariales y también nuevos
incentivos a la inversión privada. Y, finalmente, un saneamiento
financiero por parte de las empresas, que están en este momento en
cifras récord en la relación entre financiación ajena y rendimiento
de sus activos, lo que permite acelerar y consolidar procesos de
inversión. Este aumento de la inversión continuará financiándose con
ahorro interno, y creo que este dato es especialmente significativo
del cambio de modelo económico español, lo cual nos permite
contemplar una evolución estable del crecimiento, ya que, aun con un
aumento de la aportación negativa del sector exterior al producto
interior bruto,
vamos a mantener una situación excedentaria con respecto al resto del
mundo, lo cual nos permite financiar nuestro crecimiento sin
problemas.

No quisiera dejar de señalar en este punto que basar el crecimiento
en el dinamismo de la inversión es claramente la mejor garantía de
crecimiento para ejercicios futuros más allá de este período y
también en un proceso de consolidación y de modernización de nuestra
competitividad en lo que debe ser un aumento considerable de nuestros
recursos dedicados a la investigación y el desarrollo. En este
sentido, la inversión en infraestructuras, en tecnología, en capital
humano, junto con las políticas que ya he mencionado de consolidación
fiscal y de reformas de los mercados, nos van a permitir mantener un
ciclo de crecimiento sostenido a lo largo del período. Y es este
patrón de crecimiento el que, a su vez, hace posible que este
aumento, en promedio del 3,3 por ciento en el período, sea compatible
con un importante crecimiento del empleo, equivalente a una media del
2,3 por ciento que, como he mencionado, supondría la creación de
aproximadamente 1.300.000 empleos en el período. Esta es una cuestión
esencial no sólo desde el punto de vista del debate de la política
económica en España, sino del debate de la política económica en
Europa y creo que los españoles podemos claramente subrayar que
nuestro mayor esfuerzo en estos momentos -que es garantizar el
crecimiento del empleo- sólo es posible si se mantiene un crecimiento
que se traslade con intensidad a la creación de puestos de trabajo.

Me gustaría mencionar cuáles son las causas principales de esta
relación positiva que se está produciendo en España y que,
significativamente, no se está produciendo en algunos otros países
europeos. Por un lado, la caída de los tipos de interés reales, al
permitir un intenso incremento del capital físico, humano y
tecnológico, que aumenta claramente las posibilidades de
productividad. Por otro lado, las reformas abordadas en los mercados
de bienes y servicios, que reducen los costes de los insumos básicos
y posibilitan una oferta más ágil y generadora de empleo. Y, en
tercer lugar, por último, las reformas del mercado de trabajo, que
deben mantener su ritmo aumentando la flexibilidad en un contexto de
estabilidad de los puestos de trabajo que permita, a través del
diálogo social, modernizar nuestro mercado laboral de manera cada vez
más eficiente en beneficio de los ciudadanos.

Me parece significativo subrayar que este plan de estabilidad para el
Reino de España prevé una evolución muy moderada de los costes
laborales unitarios, por debajo del 1,5 por 100. Este es un factor
decisivo para mantener la competitividad de la economía española
claramente, dentro del contexto del mercado único con moneda única en
el que ya nos encontramos y si se mantiene una moderación de los
costes laborales unitarios, que indudablemente está ligada a una
moderación salarial perfectamente compatible con un entorno de
inflación controlada a su vez. Este entorno permite que el incremento
de la capacidad adquisitiva pueda producirse de forma compatible con
la creación de empleo. Por todo ello, creemos que el objetivo de una
tasa de paro del 12,8 por 100 en el año 2002 es hoy un objetivo al
alcance de la economía española en el contexto internacional que
acabo de describir.




Página 17733




Señor presidente, querría hacer ahora referencia muy brevemente a las
proyecciones presupuestarias del período 1999-2002. La consolidación
presupuestaria de la reducción del déficit público continuará siendo
el eje principal y jugará un papel decisivo en la política económica.

El plan de estabilidad del Reino de España establece el objetivo de
superávit presupuestario en el año 2002 en su escenario central. Esta
consolidación de las cuentas públicas continuará descansando en una
contención de los gastos corrientes, lo que, con un crecimiento medio
de los ingresos del 5,2, hará posible abordar al mismo tiempo un
importante esfuerzo de inversión pública, que ya les he mencionado,
con un incremento medio del 10 por 100. Y, como consecuencia de todo
ello, la relación entre deuda pública y productor interior bruto se
situará al final del período por debajo del 60 por 100.

Por el lado de los gastos, se prevé un crecimiento medio de los
mismos en este período del 4 por 100, en términos nominales, con lo
que su peso sobre el conjunto de la economía se reducirá hasta el
41,2 en el año 2002. Junto con las medidas que ya hemos adoptado para
hacer efectivo el control del gasto, quisiera también mencionar a SS.

SS. que el Gobierno tiene previsto remitir este año a las Cámaras una
ley general presupuestaria, que espero que pueda estar aprobada antes
de la finalización de este ejercicio, indudablemente con la decisión
que tomen los grupos parlamentarios en cuanto a los plazos, que
permitirá aumentar el control, la transparencia y la eficiencia del
gasto público, siguiendo las experiencias que ya hemos obtenido a
través de la Ley de Disciplina Presupuestaria, aprobada por esta
Cámara en el año 1997, y siguiendo también las recomendaciones del
Tribunal de Cuentas y experiencias de otros países vecinos a
nosotros. En esa ley, en opinión del Gobierno, debe establecerse una
responsabilidad directa de los gestores, en una gestión que se debe,
a su vez, estar orientada por objetivos. Esta ley recogerá además el
principio fundamental del equilibrio presupuestario a medio plazo e
instituirá asimismo la gestión presupuestaria plurianual.




Esta reforma contribuirá sin duda a la contención de los gastos
corrientes, pero también hay otros factores que explican la moderada
evolución de los gastos corrientes en los próximos años. Por un lado,
el entorno de baja inflación, que resulta decisivo para reducir la
participación del consumo público en el producto interior bruto. SS.

SS. son conscientes de que una gran parte del gasto en bienes y
servicios del sector público está ligada a la evolución de los
precios y en ese sentido la evolución moderada de los precios produce
un efecto beneficioso en la reducción del peso del gasto público en
el conjunto de la economía y de los gastos corrientes en el conjunto
del gasto público. Por otro lado, el crecimiento del empleo y las
políticas de modernización del mercado laboral vienen acompañados de
un cambio sustancial en la orientación del gasto relacionado con el
mercado laboral, haciendo que el peso de las políticas activas crezca
sustancialmente sobre el peso de las políticas pasivas, lo cual a su
vez alimenta el proceso de creación de empleo. Y asimismo, la
consolidación presupuestaria y el control de precios han provocado
una notable caída de los tipos de interés. En este sentido, es
importante subrayar ante la Cámara algo que ya hemos
mencionado en más de una ocasión, y es que todavía más del 50 por 100
de la deuda pública está situada en tipos de interés superiores al 7
por 100 y por lo tanto existe un amplio margen en ejercicios
posteriores para que los efectos positivos de la reducción del coste
del dinero en la política presupuestaria puedan seguir sintiéndose a
lo largo de los próximos años. La Cámara es consciente de que el
Gobierno ha hecho esfuerzos muy importantes adelantando déficit
público de años anteriores a los ejercicios 1997 y 1998, en una
política de canje de deuda que demuestra que el margen para mejorar
el coste de la financiación pública es todavía sustancialmente
extenso. Quiero volver a subrayar que más del 50 por 100 de la deuda
todavía está a tipos de interés superiores al 7 por 100.

Llegados a este punto, quisiera destacar ante SS. SS. que todas las
administraciones públicas -y creo que éste es un hecho muy
significativo de la economía y de la sociedad españolas- están
implicadas en el esfuerzo de consolidación fiscal. En el Consejo de
Política Fiscal y Financiera, en el que se discutió el Programa de
Convergencia del año 1997, hubo un consenso básico sobre esta
cuestión y existe ya un acuerdo entre las administraciones centrales
y las autonómicas para que el año 2001 las administraciones
autonómicas encuentren una situación de equilibrio presupuestario.

Por lo que se refiere a los ingresos, como he mencionado ya, éstos
crecerán en una media del 5,2 por 100 entre 1999 y el 2002, un
incremento inferior al PIB nominal, y la reforma del Impuesto sobre
la Renta de las Personas Físicas permitirá, como estaba previsto, que
en los dos primeros años del período, es decir, 1999 y 2000, se
produzca una reducción en cada año de 2 décimas de la presión fiscal,
que a partir de ahí se mantendrá estable. Esta evolución refleja el
compromiso del Gobierno de reducir la presión fiscal y hacer esto
compatible con la reducción del déficit, gracias a una previa y
continuada contención de los gastos.

Esta evolución de los ingresos y gastos es compatible con el
mantenimiento de la cobertura social, con una mayor atención a la
educación y a las políticas activas de empleo y con un esfuerzo
considerable en la inversión pública, a un ritmo del 10 por 100
anual, lo que claramente va a permitir avanzar en el objetivo de este
plan, que es acercar nuestro nivel de vida a la media del nivel de
vida europeo en el período 1999-2002. Quisiera significar que uno de
los objetivos del plan es también aumentar el superávit primario del
sector público de las administraciones centrales hasta situarlo en el
equivalente al 3,5 por 100 del producto interior bruto en el año
2002, sustancialmente por encima de lo que en este momento se sitúa,
y también garantizar el cumplimiento de la regla de oro, es decir,
que la inversión pública supere todos los años la cifra del déficit
público. Quiero subrayar también que en este desarrollo de ingresos
y gastos previsto se va a producir año tras año un aumento del peso del
ahorro público sobre el producto interior bruto que llegará incluso a
duplicar en el año 2002 el porcentaje de ahorro público que tuvimos
en 1998.

Sin embargo, como he dicho a SS.SS., creo que es absolutamente
necesario que nos planteemos un escenario alternativo a este, y es
una pregunta legítima no sólo de los grupos parlamentarios, sino
también de la sociedad española, la que se nos podría hacer en el
caso de que la crisis internacional



Página 17734




tuviera unas características distintas de las que hoy nosotros y el
conjunto de los organismos internacionales establecemos. ¿Qué sucede
si la economía europea no crece al 2,5 por ciento, sino al 2 por
ciento, en el período? Eso querría decir que la economía española, en
vez de crecer al 3,3, crecería alrededor del 2,5. Empezando por 1999,
nos situamos en que se produjese una reducción del crecimiento, no
del 3,8, sino del 3,5, y, como he dicho, el crecimiento pasaría en el
período 2000-2002, del 3,3 previsto, al 2,5. Éste sería el escenario
pesimista: Un crecimiento del 3,5 en 1999 y un crecimiento del 2,5 en
el conjunto del período. Esto significaría, para empezar, que el
sector exterior aumentaría su aportación negativa al PIB y que la
demanda interna tendría un incremento más moderado del previsto. En
este caso, se produciría una mayor contención de los precios y
también, como consecuencia más negativa, un menor crecimiento del
empleo pararían a un tasa anual del 2,5 en 1999, hasta el 1,5 en el
2002, por lo tanto inferior al 2,3 promedio que habíamos establecido
en el escenario moderado o en el escenario central. La tasa de paro,
en vez de reducirse hasta el 12,8, se reduciría hasta el 15 por
ciento al final del período, e incluso el déficit público se situaría
significativamente por debajo del 1 por ciento del producto interior
bruto, un equivalente al 0,7 del mismo, como consecuencia de la
contención de los gastos corrientes.

Por lo tanto, la primera consecuencia que quiero subrayar es que en
un escenario pesimista de la evolución de la economía mundial y de la
economía europea no perderíamos estabilidad. Nuestros precios
estarían más bajos que en el escenario central y nuestro déficit
público se situaría muy cerca del equilibrio, a siete décimas. La
economía española estaría en un período de crisis internacional,
aumentando y no perdiendo en ningún caso grados de estabilidad. Es
cierto que la reducción del paro sería menos intensa, pero, en
cualquier caso, se produciría un crecimiento neto del empleo y por
primera vez, en una crisis económica internacional muy prolongada
-estaríamos hablando de una crisis que durase desde 1997 hasta el año
2002; por tanto, ante una situación realmente muy prolongada-, la
economía española aumentaría su empleo y aumentaría también su
convergencia real con Europa, puesto que el crecimiento español sería
diferencial positivamente con la media europea. Por primera vez, por
lo tanto, la economía española, en un momento de crisis estaría
creciendo por encima de la media de nuestros principales socios y
competidores. Quisiera significar que en ese escenario, por ejemplo,
en 1999, si el crecimiento se acercase al 3,5, en vez de al 3,8
previsto, nuestro déficit público sólo empeoraría en una décima,
aproximadamente 80.000 millones, lo cual, seguramente, permite a la
Comisión de Economía contemplar que los márgenes de ampliación del
Gobierno son relativamente holgados. En cuanto a la disminución de la
deuda en relación al PIB, nos acercaríamos al 60 por ciento, en el 59
por ciento. ¿Cuáles son los desafíos de este Plan de Estabilidad y
crecimiento del Reino de España que acabo de presentarles y que creo
que, tanto desde el punto de vista del escenario pesimista, está
basado en supuestos prudentes y realistas y que coinciden con las
previsiones de los principales organismos europeos e internacionales?
El objetivo de este plan es situar a la economía española entre las
economías con
un excedente, por tanto, en superávit, en déficit público al final
del período. Quiero significar que éste no es el objetivo de todas
las economías euro y que por tanto nos situaríamos entre las
economías euro con un mayor grado de estabilidad desde el punto de
vista de las finanzas públicas y también con una mayor capacidad de
maniobra en cualquier escenario mundial.

Al mismo tiempo, hemos comprobado que la reducción del déficit
público es nuestro mejor instrumento en un escenario de crisis
financiera internacional. El control de la inflación y mantener una
tasa de inflación por debajo del objetivo del 2 por 100 que ha fijado
el Banco Central Europeo está ligado, por un lado, a la moderación
salarial y también a las reformas en los mercados de bienes y
servicios y en los mercados laborales que deben continuar a lo largo
del próximo período, del período que cubre el plan. En ese sentido,
la reforma del sistema tributario, y en concreto la reforma del
Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, son políticas que
coadyuvan claramente a conseguir estos objetivos y así lo ha puesto
de manifiesto, como SS.SS. saben, no sólo el Gobierno del Partido
Popular y los grupos parlamentarios que le apoyan, sino también,
claramente, la Comisión Europea, en su informe económico anual, que
acaba de ser aprobado, y donde se constata que el claro descenso del
déficit público desde el año 1996 ha jugado un papel decisivo en el
fuerte y saludable ritmo de crecimiento de creación de empleo que
tiene nuestra economía.




El principal objetivo de la política económica en el horizonte de
este programa, como he dicho, es aprovechar los efectos positivos que
tiene el euro para avanzar en la convergencia real, es decir, en el
aumento del nivel de vida de los españoles. Este plan, este Programa
de Estabilidad del Reino de España contiene todos los elementos para
que, junto con la aplicación de reformas estructurales y
liberalizadoras, se produzca una convergencia real muy intensa
durante los próximos años, equivalente a una reducción de nuestra
diferencia de renta de 0,75 puntos de promedio. El esfuerzo de
consolidación fiscal que se viene desarrollando desde 1996 nos va a
permitir tener un superávit presupuestario en el año 2002 y, además,
no sólo mantener el peso importante de las políticas sociales en
nuestra economía, sino aumentar el ritmo de inversión pública al 10
por ciento anual. Los objetivos básicos de la reestructuración del
gasto deberán ser, en nuestra opinión, la política de
infraestructuras ya mencionada, la investigación y desarrollo, la
educación y las políticas activas; además, mantener constante la
presión fiscal a partir del año 2000, después de que se haya reducido
en cuatro décimas como consecuencia de la reforma del IRPF. También
es importante que se siga manteniendo una política de modernización
del mercado laboral con el doble objeto de aumento de la flexibilidad
y la estabilidad de los trabajadores en un contexto de diálogo social
y de política de consenso.

Señorías -y con esto termino-, creo que en estos tres últimos años la
economía española ha dado un gran salto hacia adelante. Pero todos
somos conscientes de que es un salto insufiente y que de nada
serviría que tres años de estabilidad, de crecimiento y de aumento de
la competitividad fueran seguidos por otros años de falta de
estabilidad, acrecimiento del déficit público, ausencia de reformas
estructurales



Página 17735




y pérdida de competitividad. España, no sólo debe pertenecer al euro,
sino que, dentro del euro, debe distinguirse por ser un país de los
que aumente claramente sus márgenes de maniobra y de estabilidad y un
país que aumente claramente su flexibilidad.

Por ese camino hemos conseguido en estos dos últimos años y medio un
millón de nuevos empleos. Por este camino, señorías, podremos
conseguir cifras similares, incluso superiores, en los próximos
cuatro años. Creo que los objetivos de este programa pueden ser -y yo
espero que lo sean- compartidos por las fuerzas políticas, es
indudable que los instrumentos son cuestión de debate político y
estoy convencido de que, como en ocasiones anteriores, la Cámara
enriquecerá las propuestas del Gobierno y mantendrá el impulso
político y de control suficiente para que este Gobierno y los
siguientes mantengan el ritmo de crecimiento y de creación de empleo
y, por lo tanto, que la confianza que hoy tienen los ciudadanos
españoles en sí mismos pueda aumentar en los próximos años en
consonancia con su prosperidad.




Muchas gracias. (Aplausos).




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor ministro.




Por el Grupo Socialista, tiene la palabra el señor Eguiagaray.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Señor Rato, querría recordarle que,
después de los acontecimientos de los últimos días, algunos que
tienen que ver con la política, bajamos por fin de la burbuja, de la
espuma, de la propaganda, a la realidad. Y la realidad es un poquito
menos triunfante que la que nos han pretendido hacer ver en los días
anteriores a lo largo de la amplia cobertura televisiva que algunos
de sus buenos propósitos han tenido y han sido expresados a los
ciudadanos. Ya no estamos en un mundo sólo de oportunidades, no
estamos en un mundo en el que no existen dificultades, ni arista, ni
problemas. Estamos, por el contrario, en un mundo absolutamente lleno
de problemas y en el que el reconocimiento de las cosas que están
menos mal, o incluso bien, difícilmente nos puede empañar la visión
en el medio plazo.

Me gustaría empezar por decir, señor Rato, que, al pasar de las musas
al teatro, cuando del análisis del pasado queremos hacer una
proyección hacia el futuro, cuando de la contemplación de una fase
expansiva de la economía española y de la economía mundial sacamos
casi la conclusión de que los ciclos no han muerto y que el futuro
será, no solamente tan bueno, sino mejor que el pasado, estamos
haciendo simplemente un ejercicio de falta de realismo, de intentar
fascinar a la opinión pública, pero escasamente una contribución a la
credibilidad.

Esta comparecencia suya, señor Rato, es tardía. Es tardía porque ésta
es la presentación no ya de un Plan de Convergencia, pero sí de un
Programa de Estabilidad del Reino de España para el período 1998-2002
en el que no se han cumplido los precedentes ni las buenas
tradiciones que al menos en el pasado se habían asentado. El hecho de
si ha de darse alguna importancia a esto y que sirva como horizonte
para la estrategia económica en los próximos años merece algún
debate, alguna consideración en la Cámara, algún esfuerzo incluso de
aproximación con los distintos grupos políticos. Pero, por el
contrario, nos hemos encontrado con una presentación que bien se
puede calificar de clandestina en Bruselas, en el mes de diciembre,
de ese Programa de Estabilidad, un anuncio a todos los vientos
precisamente cuando no había actuación parlamentaria, cuando no había
sesiones en el Congreso de los Diputados. Se da la ruptura en ese
sentido de la tradición de debate y de aprobación de los planes de
convergencia del que éste es sucesor, que en años anteriores se había
instaurado y, desde luego -aunque esto forme parte de lo anecdótico-
hasta el incumplimiento de las promesas que yo obtuve de su Gobierno
e incluso de un grupo parlamentario de que en enero ustedes
solicitarían una comparecencia para debatir de esta cuestión
convocando a la Comisión de Economía y Hacienda. Debían estar
absolutamente ocupados con otras cuestiones más prioritarias para
ustedes, como su Congreso, y hemos tenido que esperar al mes de
febrero para que los representantes de la soberanía nacional
conociéramos de su boca el Programa de Convergencia. Me parece que es
una mala manera de empezar algo, no dando alguna seriedad a su
contenido.

A la vista de su actitud, permítame que se lo diga, uno tiene la
tentación de no tomárselo demasiado en serio. Ustedes han cumplido
con un trámite al que vienen obligados por la legislación o por la
normativa comunitaria, han cumplido un trámite en Bruselas y ya está.

Esta falta de consideración o de importancia viene también avalada,
si quiere, por el hecho de que están contemplado ustedes no solamente
el año 1999 sino un período en el que la estrategia puede ser ésta o
cualquier otra diferente, en la medida en que será el Gobierno que
surja de las próximas elecciones quien esté llamado a conducir el
período al que se refiere el Programa de Estabilidad.

Hay una buena dosis de propaganda en este programa, señor Rato, y una
buena dosis también de voluntarismo en algunas cuestiones. Lo que no
es contradictorio, sino tal vez paradójico es que, además de
voluntarismo y propaganda, hay una notoria falta de ambición con este
país. Veamos cuáles son sus objetivos. Los resumo muy brevemente;
usted ha hablado de ellos por extenso. Un incremento medio del
producto interior bruto, a lo largo del período considerado, del 3,3
por ciento; un escenario central al que me voy a referir todo el
tiempo. En segundo lugar, un crecimiento del empleo de 1,3 millones
de empleos, que significaría, según ustedes, el paso de una tasa de
paro del 18,5 al 12,8 por cien. Una convergencia con los países de la
Unión Europea, medida con la renta por habitante, del 79 al 82 por
ciento, en un escenario de estabilidad de precios que cifran ustedes
por debajo del 2 por 100 y junto con una reducción del déficit fiscal
hasta convertirse en superávit en el año último del período
contemplado. Todo eso a través de algún instrumento como es el que
señalan de una manera especialmente enfática, el incremento de la
inversión pública en un 10 por ciento acumulativo anual y un descenso
de la presión fiscal en los dos primeros años para estabilizarla en
el año 2001 y 2002. Hasta aquí no hago sino una descripción de lo que
está ahí contenido. Únicamenteun apunte de la presión fiscal, porque
esto de la presión



Página 17736




fiscal siempre da lugar a imágenes que se corresponden muy mal con la
realidad. La reducción de la presión fiscal se refiere exclusivamente
al año 1999 y al año 2000. Sin embargo, significa una reducción de
dos décimas en estos dos años, para estabilizarla posteriormente, en
los dos años siguientes, precisamente a un nivel que corresponde,
después de haber subido la presión fiscal en los años en los que
ustedes están gobernando por encima de los niveles alcanzados en años
anteriores, para estabilizarla, digo, según sus cifras, al 41,2 por
ciento en el último año, que es notoriamente superior a lo que ya les
parecía absolutamente insoportable en el año 1995, último año de
Gobierno socialista. Es decir, que de reducción de la presión fiscal
en el conjunto del panorama, nada. Aumento de la presión fiscal en
relación con la que ustedes se encontraron, según sus cifras también,
en el año 1995. Propaganda, por tanto, sí; realidad, un poquito
menos.

Veamos las inconsistencias. Señor Rato, creo -se lo digo no como
argumento dialéctico- que el programa, tal como está expuesto, por
las circunstancias y por las razones que he dicho, no es para
tomárselo hoy demasiado en serio. Se trata de crecer -insisto- un 3,3
por ciento de media, frente a un 2,5 por ciento de la Unión Europea y
un 2 por ciento para el conjunto del mundo, en el momento en que las
incertidumbres -usted ha reconocido esto en el último momento- son
abismales y cada día que pasa no sólo no se reducen, sino que tienen
a aumentar. Para empezar, dentro del programa han mantenido ustedes
las provisiones que estaban contenidas en el proyecto de ley de
presupuestos. La coherencia formal les obligaba a no modificar apenas
unos días después de aprobar la Ley de presupuestos lo que a todas
luces era ya discutible y sobre lo que ya habíamos discutido.

Pretender una tasa del crecimiento de la economía española, en el
escenario en el que nos situábamos al final del año 1998, del 3,8 por
ciento del PIB era escasamente realista. Se lo dijimos entonces, se
lo reitero hoy y me parece que los hechos han venido a confirmar lo
que ya era suficientemente evidente en aquel momento. Ahora algunos
datos incluso de la economía española vienen a confirmar la
inverosimilitud de las previsiones que ustedes habían trazado en el
proyecto de ley y que se confirman para el primer año del Programa de
Estabilidad. Tenemos la tendencia confirmada a la desaceleración,
desde el lado de la oferta, del sector industrial, medido a través
del índice del producción industrial, de las expectativas, de la
cartera de pedidos, etcétera. Sin duda alguna se está produciendo una
desaceleración importante que contrasta con la contribución
notoriamente positiva de la industria en los meses y en los años
anteriores. En segundo lugar, el efecto del comercio exterior no ha
hecho sino expresar de una manera inquietante la capacidad de
reducción de las tasas de crecimiento, que, aunque estaba anticipada
en su programa, sin embargo, está empezando a aparecer superior a lo
que se había contemplado. De hecho, frente a tasas de crecimiento de
las exportaciones del 17,4 por ciento a lo largo de 1997, los datos
interanuales que se pueden obtener de finales de 1998, de noviembre,
que creo son los últimos, nos sitúan en un 7,3 por ciento o, para las
importaciones, del 14,7 al 10,8, lo cual significa una contribución
más negativa o una tendencia a la contribución más negativa de la que
estaba anteriormente anticipada.

Usted parece ser el único, aunque hoy he visto un atisbo de
corrección, que sigue creyéndose que la tasa de crecimiento de la
economía para el primer año del programa es todavía una tasa que se
puede contar en público, que el 3,8 por ciento es una cifra
verosímil. Y fue corregido por casi todas las instancias, por el
Fondo Monetario Internacional, por la Unión Europea, por la OCDE. El
único que no la ha corregido es el Gobierno de España. Todos los
analistas, en sus informes, están dado tasas inferiores a la que
usted plantea, y solamente me pregunto en qué momento decidirá que ha
llegado la oportunidad de reconocer lo que, por otro lado, piensa
también el Ministerio de Economía. Mal empieza el programa en ese
sentido, señor Rato, cuando, al revés de lo que han venido haciendo
en Alemania, Francia, Italia y la propia Unión Europea, el Gobierno
español se empecina en decir que vamos a crecer lo que a todas luces
en verosímilmente imposible.

El único dato que tenemos en este momento en el escenario
internacional que sirve como elemento de una cierta tranquilidad, por
lo menos temporal, es el conocido del crecimiento de los Estados
Unidos en el último trimestre. Sin duda alguna, confirmar que la
economía americana ha crecido en el año 1998 lo mismo que en el año
1997, aunque tenga una explicación que es a todas luces inquietante,
suscita, al menos temporalmente, algunas dosis de tranquilidad, pero
estos días, que estamos escuchando las opiniones, por ejemplo, de ese
foro internacional que es Davos, o las opiniones que aparecen en la
prensa internacional, nos encontramos con una referencia bien
insistente a que la aportación de liquidez que ha hecho incluso la
Reserva Federal Americana está siendo el factor principalmente
explicativo de la persistencia de la llamarada especulativa en la
Bolsa de Nueva York, que es el factor en el cual se está asentando
todavía la demanda interna de los Estados Unidos o el consumo interno
de los Estados Unidos y el que explica que, frente al pronóstico, la
economía norteamericana todavía no haya entrado en algún síntoma de
recesión.

Este es un tema importante, porque nadie piensa que las cosas sean
eternas y porque nadie piensa que un proceso de esa naturaleza, por
mucho que se haya venido prolongando en el tiempo, sea un proceso
perdurable, pero ciertamente en sus previsiones no estaba contemplado
ni estaba anticipado todavía, porque no había ocurrido, lo que podía
ocurrir pero que está teniendo mayor gravedad que la inicialmente
pensada, la crisis de Brasil, la devaluación del real, el aumento de
los tipos de interés, los efectos que está teniendo, un 40 por ciento
de devaluación en lo que transcurre del año 1999, más los efectos
derivados de Mercosur, Argentina, etcétera, o los efectos que, en el
conjunto del subcontinente latinoamericano y por derivación en otros
países en vías de desarrollo y naturalmente en España, puedan
producirse. Sin duda alguna, son fenómenos que a usted, espero, le
preocupan tanto como a mí y que ciertamente no hacen pensar que el
horizonte pueda ser ni siquiera como el que se había trazado antes de
diciembre, sino, en todo caso, pero. Pero, señor Rato. Por tanto, yo
creo que, a estas alturas -se lo digo con toda amabilidad, pero
espero que la caracterización no quiera ser ofensiva-, mantener el
3,8 por ciento es un ejercicio de voluntarismo político y sobre todo
es una tontería en términos técnicos, con



Página 17737




las previsiones hoy existentes. ¿No lo piensan ustedes? Hagan el
favor de corregirlo cuando antes, porque será una forma de contribuir
a la credibilidad de sus propias cifras.

El resto de los años del programa, señor Rato, son ya mucho más un
ejercicio de ciencia ficción. Han tenido el buen gusto -en eso les
alabo- de presentarlos en términos agregados medios, lo cual, visto
lo que estamos viendo, sin duda alguna es un ejercicio de prudencia,
pero hace absolutamente imposible cualquier análisis sobre el perfil
de evolución de los componentes de la demanda o incluso de la oferta.

No es posible, simplemente, saber si estamos hablando de aceleración
o desaceleración y, con un cuadro establecido en términos medios para
el conjunto prácticamente del período y con la enorme incógnita o la
inexactitud de los datos de 1999, la verdad es que apenas puede
hacerse un análisis escasamente profundo de ello.

Tercer dato al que me quiero referir, señor Rato, el relativo,
estabilidad de precios. Ni usted ni yo probablemente somos
entusiastas de la deflación que está teniendo lugar a nivel mundial.

Es el resultado, entre otras cosas, de la recesión o de la depresión
en algunos casos de múltiples economías internacionales. Lo que sí me
preocupa, sin embargo, sin ningún entusiasmo porque los precios
puedan ser muchísimo menos que el 2 por ciento, o que el 1 por
ciento, o que se acerquen al 0 por ciento, que me parece que es una
discusión bastante estúpida en términos técnicos para una economía
como la nuestra, en elevado ritmo de transformación estructural, es
algo que he venido diciendo en múltiples ocasiones, que España sigue
perdiendo competitividad frente a nuestros socios europeos. Es lo que
ha ocurrido a lo largo de 1998 y continúa ocurriendo. Cuando uno
analiza los indicadores de tipo efectivo reales, contempla la
evolución de los precios y al mismo tiempo la evolución de la
productividad y el tipo de cambio, etcétera, no puede sino concluir
que seguimos teniendo un problema de competitividad en este momento,
como usted nos ha recordado, imposible de corregir ya por la vía del
tipo de cambio, pero que depende sustancialmente de la evolución
relativa de nuestros precios.

Los récords históricos que ustedes vienen predicando son
absolutamente irrelevantes cuando, con independencia de que se
comparen con nuestras cifras de hace diez años, ocho, seis o cinco,
no son récords, sino todo lo contrario, en relación con lo que está
ocurriendo con los países europeos. Y como la única inflación
relevante en este momento es la diferencial, vuelve a ser necesario
recordar que hemos terminado el año con un índice de precios
armonizado del 1,4, con una Unión Europea que tiene ese índice de
precios al 0,8. Francia, que tiene el 0,3, Alemania, el 0,4, o
Suecia, que tiene el cero por ciento. Por tanto, no sirve de ningún
consuelo cuando simultáneamente la inflación de servicios está
situada en los niveles que usted conoce, alrededor del 2,6 por
ciento, y cuando simultáneamente, a pesar de la palabrería de las
reformas estructurales, estamos ante uno de los procesos más intensos
de concentración oligopolística del poder económico en nuestro país,
con una enorme tendencia a que se convierta en un obstáculo a
progresivas liberalizaciones en el terreno de la competencia y, en
consecuencia, en el terreno de los precios.

Crecer, señor Rato, no es el resultado de los hados, especialmente
si, como le acabo de decir, el ciclo expansivo
internacional y el europeo declinan. Hace falta, sobre todo, una
estrategia y una estrategia dirigida al aumento del potencial de la
economía, no solamente a pensar que las cosas ocurren con
automatismo, en función del ciclo, si no se ponen los medios para
ello. Nada de esto se contiene en el programa, que sigue unido a la
marcha espontánea del ciclo alcista, de un ciclo que se sigue
pretendiendo eterno, con una excepción: se propugna un incremento de
la inversión pública del 10 por ciento acumulativo real. Es la única
medida precisa que aparece en términos de estrategia. Todas las demás
son vagarosas.

La verdad es que no sé qué credibilidad se puede dar a la cifra
establecida en los términos que ustedes la establecen, pero algunas
referencias quiero hacer. No se sabe cuál es la compatibilidad que
eso tiene con otros renglones del gasto público, porque es imposible
desentrañarlo a partir de las cifras agregadas contenidas en el
Programa de Convergencia. Lo que sí es verdad y quiero recordarle es
que a lo largo de los últimos años, precisamente en virtud de su
estrategia de convergencia, se ha producido un notorio deterioro de
la cantidad y de la calidad de los servicios públicos, que tiene que
ver con el gasto corriente, y se ha producido también -luego me
referiré más extensamente a ello- una reducción en el nivel de
prestaciones sociales en relación con el producto interior bruto de
nuestro país. La convergencia ha tenido un efecto de deterioro de las
prestaciones sociales percibidas en nuestro país, medidas por su
participación en el PIB.

Con las cifras del presupuesto para 1999 ustedes ya hicieron un
ejercicio de cierta habilidad dialéctica, pero escasamente realista,
que consistía en decir que el crecimiento de la inversión pública,
que se cifraba en un 8 por 100 sobre el año anterior, iba a ser una
variable relevante. Naturalmente, si uno comparaba las cifras de
realización de inversión en el año 1998 con las previstas para 1999,
se encontraba con que ya no teníamos crecimiento, sino incluso
decrecimiento en términos nominales, en concreto del 12 por 100 sobre
el año anterior. Por tanto, el crecimiento al que ustedes nos están
invitando en la inversión pública, que es el de los presupuestos, es
un decrecimiento respecto de la inversión que ustedes pensaban
realizada en 1998. En todo caso, la cifra de 1999, con su crecimiento
nominal aparente, se sitúa por debajo de la realizada en el año 1995
por el último Gobierno, que casualmente era socialista. Nada tiene de
extraño, pues, que la formación bruta de capital fijo, que se sitúa
hoy, según sus cifras, en el 21,5 por 100 del PIB, sea hoy cuatro
puntos menos de lo que era en el año 1990, que había alcanzado el
25,4 por 100.

Si estamos ante una estrategia inversora como elemento fundamental
del programa, realmente hay que preguntarse cuál es la ambición de su
influjo o de su actuación sobre la inversión.

Más aún, lo que ahora pretenden, además de no decir cómo lo van a
financiar en términos presupuestarios, significa un crecimiento medio
de la formación bruta de capital fijo, no la pública, en el período
2000 al 2002 del 5,9 por 100, exactamente el mismo que ha tenido el
crecimiento de la formación bruta de capital fijo durante el período
1995- 1998, esto es, ningún esfuerzo adicional de inversión sinotodo
lo contrario, el mantenimiento de la tasa de crecimiento



Página 17738




de la formación bruta de capital alcanzado en el período 1995-1998.

Convendrán conmigo en que, tras los recortes en la inversión que se
han operado en estos años y que han sido parte de su estrategia de
convergencia, volver a esa tasa de crecimiento no es precisamente
alcanzar la luna, es una clara falta de ambición en sus objetivos.

Para que se hagan una idea, en el período 1986-1990 la formación
bruta de capital fijo de la economía española creció como media un
11,6 por 100. Estamos, por tanto, absolutamente lejos de los momentos
en los que se ha podido mantener una estrategia de crecimiento, con
independencia de que las circunstancias hayan cambiado. Y esa
inversión pública tan proclamada por ustedes, en el año 2002
alcanzará, según sus cifras, la gloriosa cifra del 3,8 por 100 del
PIB frente al 3,2 por 100 actual, es decir, el mismo nivel que tenía
la inversión pública en 1995, último año del Gobierno socialista; un
gran viaje para llegar al punto de partida, en todo caso
absolutamente alejado de los años en los que el ciclo inversor
y también el influjo inversor del sector público en nuestra economía
habían permitido tasas de participación de la inversión pública en el
PIB del 5 por 100, como es el caso del año 1990.

El programa, insisto, señor Rato, no tiene una estrategia de
convergencia real con los países más avanzados, primero porque, ya le
he dicho, no hay estrategia; segundo, porque todavía no han entendido
y no han definido lo que haya de entenderse a su juicio por
convergencia real; tercero, porque a lo sumo identifican convergencia
real con renta por habitante, lo que está muy lejos de servir para
medir el bienestar económico de los ciudadanos y muchísimo menos las
aspiraciones de la sociedad española en términos de condiciones de
vida y de equiparación con el nivel de los países europeos más
avanzados.

Alguna referencia aritmética puede servir para ilustrar lo que trato
de decirle, señor Rato. Nuestro nivel medido en renta por habitante
en este momento se sitúa en el 78- 79 por 100 en relación con la
Unión. Converger en renta por habitante significa crecer por encima
de los países de la Unión y tener al menos un crecimiento menor de la
población. Si coincidiéramos con el Banco Central Europeo en que el
crecimiento potencial de la economía de la Unión Europea se sitúa en
el entorno del 2,5 por 100, necesitaríamos veinticinco años creciendo
a tasas medias del 3,5 por 100, que son mayores que las que ustedes
han señalado en el escenario central, para alcanzar esa convergencia,
veinticinco años ininterrumpidos creciendo al 3,5 por 100 para un
nivel de crecimiento permanente de la Unión del 2,5 por 100.

Supongamos que fuéramos un poco más ambiciosos, nosotros los somos, y
que hubiera que alcanzar la convergencia real en un período histórico
más alcanzable, por ejemplo, que alcanzara a mi generación. Si
creciéramos al 3,8 por 100 de media para el mismo nivel de
crecimiento de la Unión Europea, tardaríamos veinte años, y si
creciéramos al 4,2 por 100 acumulativo anual, tardaríamos quince
años, algo bastante alejado, señor Rato, de lo que usted propone y
desde luego nada fácil de alcanzar, se lo reconozco, pero
naturalmente para ello habría que ponerse al menos en torno a algunos
objetivos que habría que cifrarlos y establecerlos con toda claridad:
habría que actuar
sobre los elementos de los que depende fundamentalmente el potencial
de la economía, y entre otros al menos estos tres: el capital humano,
el capital tecnológico y el capital físico, al menos esos tres; y
habría, sin duda alguna, que tener una estrategia en materia de
generación de empleo notoriamente más ambiciosa que la que ustedes
han planteado.




La convergencia real, señor Rato, no es la renta por habitante, o no
es solamente la renta por habitante, para ser más exactos, tiene que
ver con el empleo sin duda alguna, tiene que ver también con la
equidad y con la distribución de la renta, y tiene que ver
evidentemente con las dotaciones de capital humano, de capital
tecnológico y de capital físico, de los que dependen en medio plazo
el grado de bienestar económico y social de una sociedad.

Si se analiza la convergencia real en estos términos, y le propongo
un indicador distinto del que usted está utilizando, que es un
indicador absolutamente estrecho, los resultados alcanzados por
nuestra economía en términos de convergencia son notoriamente menos
gloriosos de los que ustedes están exponiendo y sin duda alguna nos
plantean las ambiciones en términos bastante más amplios. Uno de los
indicadores, como alguien ha propuesto, y que me parece que
debiéramos adoptar, en todo caso será uno de los que nos guíen a
nosotros en el análisis de la estrategia económica para los próximos
años, es un indicador sintético en el que la renta por habitante es
solamente un 50 por 100 del indicador de convergencia, pero otros
elementos de la convergencia real, esto es, del potencial de la
situación de bienestar económico, de la equidad, de la distribución,
etcétera, y de otros elementos que influyen en el potencial, se
estiman en ese indicador a través de la tasa de paro, de la dotación
relativa de capital humano de nuestro país en relación con la media
de la Unión Europea, el stock de capital tecnológico o del porcentaje
de gastos en protección social en relación con otros países europeos.

Si ponderásemosesos cuatro indicadores distintos de la renta por
habitante a razón del 12,5 por 100, resultaría que obtendríamos en
este momento, en el que, frente a un nivel de la Unión Europea de
cinco, estaríamos situados hoy en 3,3. Esto quiere decir que
estaríamos en el decimotercer puesto en términos de convergencia en
relación con ese indicador sintético de convergencia que es
notoriamente más rico y más ilustrativo para expresar lo que debe ser
una estrategia ambiciosa para alcanzar la convergencia real en
nuestro país.

Se necesitan, por tanto, señor Rato, nuevas ambiciones, una
definición de objetivos diferente, y naturalmente una estrategia
también para lograrlo, lo cual no existe en absoluto en su programa.

En materia de empleo, por ejemplo, su falta de ambición sigue siendo
notable: el incremento de empleo -no entro ya en la calidad del
empleo creado- en el año 1998 ha sido del 3,5 por 100, según sus
datos; para el año 1999 plantean ustedes un objetivo que es un punto
inferior, un 2,8 por 100; y para los años siguientes, hasta el año
2002, ese objetivo de generación de empleo pasa a ser, no el 3,5 de
este año pasado, ni el 2,8 que piensan en 1999, sino del 2,3 por 100.

En virtud de tan gloriosos objetivos nos dicen que la tasa de paro se
reducirá del 18,7 al 12,8 por 100. Sin duda, salvo catástrofe, que
sería desde luego catástrofe en la Unión Europea y sería también la
nuestra, con una tasa de paro como la que ustedes señalan seguiríamos



Página 17739




siendo el farolillo de la Unión Europea. Me parece, por tanto, que
ese objetivo simplemente es la continuidad de la confianza en que el
ciclo económico y el crecimiento serán capaces de resolver como por
ensalmo los problemas que tenemos en materia de empleo. Sigo pensando
que ustedes no se han planteado de una forma distinta a la
continuación del puro proceso de crecimiento el tratar de generar
y de hacer el crecimiento más intensivo en empleo de forma sostenida a
través de tasas de crecimiento o a través de políticas activas.

Pero la cosa es aún más grave. Detrás de estos objetivos, incluso
aparentes si no se explica qué es lo que tienen en sus tripas, se
contienen cosas realmente inaceptables. De sus cifras se deduce que
entre el año 1999 y el 2002 las cifras de ocupación van a crecer en
1.329.000 personas, si no me equivoco y, como consecuencia, la tasa
de paro se reduce, según ustedes, hasta el 12,8 por 100.

Pues bien, para que esto ocurra, señor Rato, es imprescindible que la
población activa no crezca más que lo que vegetativamente está ya
creciendo. Dicho de otra forma, para que ustedes obtengan esa
reducción medida en porcentaje de la tasa de paro, la población
activa solamente podrá crecer en el período en 375.000 personas.

Todavía más; teniendo en cuenta que tenemos la tasa de actividad
femenina más baja que en el mundo civilizado existe -por lo menos en
el mundo europeo- y que un objetivo que al menos algunos creemos que
es importante política y socialmente es el de la incorporación de la
mujer al trabajo, si ustedes pretendieran hacer algún esfuerzo en
esta dirección, no se obtendría el nivel de reducción de tasa de paro
que están planteando. Solamente es posible que se obtenga la
reducción de tasa de paro si no hay aumento en la tasa de actividad
femenina; si las mujeres se siguen comportando, por no tener
oportunidades o porque no hay una política dirigida a la inserción de
la mujer en el mercado de trabajo, de la forma en la que se han
venido comportando.

Para que lo entiendan todavía de otra forma: si ustedes consiguieran
reducir a la mitad -sólo a la mitad- el diferencial de tasa de
actividad de la mujer española en relación con la media de la Unión
Europea -sólo a la mitad, no digo que se salde toda la diferencia-,
la tasa de paro que se obtendría al final del período con su gloriosa
política de empleo sería del 18 por 100; no del 12, sino del 18 por
100; todo un éxito. Y estaríamos todavía a la mitad de desarrollo de
nuestra población, en términos de actividad femenina, en relación con
la europea. Objetivos bien poco ambiciosos, señor Rato, que tienen
escasamente que ver con las proclamas de igualdad de la mujer y de
política que hemos oído a lo largo de los días pasados.

Dos últimas consideraciones, señor presidente; voy terminando. Una
sobre el gasto social. En su estrategia, el conjunto de gastos de las
administraciones públicas reduce su peso en el producto interior
bruto del 38,6, en 1998, al 35,9 por 100. Ustedes quieren que el peso
del conjunto del sector público sea menor. Como es verdad que somos
el país que tiene un sector público más amplio de la Unión Europea,
se trata de que se reduzca. Muy bien; ya saben que no participamos de
una estrategia dirigida por sistema a la reducción del tamaño, pero
eso es lo que dicen.

La presión fiscal, sin embargo, acaba por ser más elevada, el 41,2
por 100, de lo que era en el año 1995 -el 40,4
por 100, cuando ustedes se encontraron con la malhadada herencia
socialista-. El único compromiso que ustedes aceptan en esta materia,
y es congruente, es el del mantenimiento de las prestaciones sociales
en el 14 por 100 del PIB; si no he leído mal el Programa de
Convergencia las repetidas veces que lo he hecho, es el único
compromiso concreto que se contiene.

Ya sabemos, señor Rato, por el presupuesto del año 1999, que ni han
cumplido ustedes ni piensan cumplir en el tiempo útil que queda hasta
el año 2000, el compromiso de separación de fuentes de financiación
establecido en el Pacto de Toledo. No han cumplido tampoco el de
crear reservas en la Seguridad Social en los momentos de bonanza; mas
aún, han aumentado la deuda de la Seguridad Social, de los dos
billones 821.000 millones de endeudamiento que tenía en el año 1995,
hasta los cinco billones 551.000 millones que se prevén en el año
1999. Aun más, no han hecho la separación de fuentes de financiación
de la Seguridad Social, las prestaciones no contributivas financiadas
por cotizaciones, que alcanzaban el billón 100.000 millones de
pesetas en el año 1995, solamente se han reducido hasta 832.816
millones en el año 1999. Les queda, por tanto, un enorme trecho, y no
he computado algunas cosas que podrían razonablemente computarse.

En ese escenario presupuestario que ustedes trazan, no han incluido
la introducción de 800.000 millones de pesetas en el año 1999 para
cumplir con el Pacto de Toledo - usted ya dijo que no iba a cumplir-,
y tampoco cabe esperar que, si esto se produce, vaya a conducir a la
evolución de las otras magnitudes presupuestarias: habría menos
margen para inversión, para gastos en bienes y servicios y para otro
conjunto de cosas que no encajarían.

Han hecho ustedes una estrategia que consiste en prescindir de
ingresos; prescindir de ingresos ya he dicho en qué términos y para
obtener qué resultados: no la reducción de la presión fiscal media en
el período, sino su aumento. En todo caso, una estrategia dirigida a
hacer imposible, entre otras cosas, la financiación de compromisos en
gasto social y, simultáneamente, dirigida al aumento del potencial de
crecimiento de la economía.

Para que tenga constancia de que lo que digo no lo digo a humo de
pajas, los gastos en pensiones en los últimos cuatro años, y por
primera vez en la historia de la Seguridad Social, han decrecido en
su participación en el PIB; era el 9,13 hace cuatro años y es el 8,96
en 1999, y no utilizo cifras más -créame-, sino cifras oficiales.

Toda una forma de entender el proceso de convergencia real.

Finalmente -y ya termino-, en ese escenario que a mi juicio, señor
Rato, es escasamente ambicioso por los objetivos, difuso por su
instrumentación, difícil de desentrañar en muchos de sus aspectos
porque el carácter de las cifras agregadas lo convierte en una tarea
técnicamente imposible, ustedes no han establecido un marco para la
reducción de distancias reales ni en educación, ni en tecnología, ni
en infraestructuras, ni en políticas activas de empleo, ni en gasto
social.

A pesar de que la distancia del resto de la Unión Europea en todos
estos extremos que miden de verdad la convergencia real sigue siendo
todavía tan significativa, ¿creen ustedes que tiene sentido objetivo,
en un país como España, plantearse que el escenario presupuestario
tiene que ser



Página 17740




uno en virtud del cual el cumplimiento del Pacto de Estabilidad
signifique la interpretación más estricta de todos los países
europeos, hasta el punto de aspirar a alcanzar un superávit
presupuestario en el año 2002? ¿Creen que este país tiene que ser un
cumplidor del Pacto de Estabilidad notoriamente más riguroso que lo
que debe ser, y parece que va a serlo, Alemania o incluso Francia,
desde luego Italia, y el resto de los países, incluso centrales, del
euro? ¿Creen que esa es la estrategia no solamente deseable, sino
posible, en el mundo de incertidumbres que al principio trazaba?
Se ha referido a que, si las cosas vienen mal dadas, alcanzaremos en
el 2002 un déficit del 0,7, en vez de un superávit del 0,1. A mí me
parece que pretender presumir de querer alcanzar un superávit
presupuestario en un país que tiene todavía, en materia de
convergencia real, las deficiencias que tenemos, cuando los demás
países europeos están analizando si caben interpretaciones o
reinterpretaciones diferentes de las que ustedes han hecho, en el
contexto de recesión económica internacional en el que nos movemos,
es una asignatura que tenemos todos pendiente.

No creo que se trate de sacar más pecho. España tiene que hacer una
política sana, seré yo el último en plantear exoneraciones del Pacto
de Estabilidad, pero sacar pecho ante no sé muy bien quién
pretendiendo que queremos reducir nuestro déficit hasta niveles de
superávit, a la vez que reducimos nuestros ingresos públicos y,
simultáneamente, hacemos posible que nuestros niveles de inversión
sean incompatibles con los que exige la convergencia real, que no
avancemos en materia de dotación de capital humano o de capital
tecnológico y que, en consecuencia, tengamos que diferir muchísimo en
el tiempo lo que sería un proceso real de convergencia, no me parece
que puede merecer la calificación de proyecto ambicioso ni realista,
sobre todo a la altura de las circunstancias en las que todavía nos
movemos.

Termino, señor Rato. Las cifras del año 1999 ya no se las cree usted,
felizmente. Las de los años siguientes son difícilmente analizables.

Mientras ustedes no tracen un horizonte en el que pasemos de las
musas al teatro y sepamos cómo se traducen los escenarios
presupuestarios en cifras de ingresos y gastos en cada una de las
partidas, y cómo puede ser compatible el mantenimiento de tasas de
crecimiento de la inversión con el de las demás partidas que integran
el conjunto de gastos relevantes y significativos, tendremos que
decir que esto, hoy por hoy, señor Rato, es un ejercicio escasamente
interesante.

Pensar a estas alturas que hay que hacer por enésima vez el listado
de las reformas estructurales que contiene su programa, un listado
que lo hemos leído en cientos de ocasiones y cuyo efecto hasta ahora
ha sido tan brillante y tan glorioso como para tener que reiterar al
comienzo del año 1999 lo mismo que usted decía hace cuatro años, hace
tres, hace dos y hace uno, es algo que da escasa confianza sobre que
efectivamente se vayan a poner los medios para aquello que de verdad
necesita la economía española, que no es solamente aumento del gasto
público, sino políticas decididas dirigidas también a liberalizar
mercados, que es algo bien distinto a la política de privatización y
concentración del poder económico que usted está haciendo.

El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo de Izquierda Unida, tiene la
palabra el señor Alcaraz.




El señor ALCARAZ MASATS: La verdad, señor Rato, es que no lo
esperábamos tan pronto en esta Comisión. Da la impresión de que los
dirigentes que han tenido discurso en el congreso se aprestan a venir
a éste para dar el discurso correspondiente. Casi me voy a limitar,
señor presidente, a contestar parte por parte y explayando algunos
argumentos a la nota de prensa que ustedes han dado, que pertenece
mucho más al género literario de la propaganda que a la estructura de
una propuesta económica rigurosa y seria.

Da la impresión de que efectivamente participan ustedes de esa teoría
de la comunicación que habla de que el mensaje es el medio, es su
equivalente; con otras palabras, la mentira bien dicha equivale a la
verdad. El titular que ustedes dan es: El Plan de Estabilidad
consolida el proceso de creación de empleo y aumenta el potencial de
crecimiento, y después hay un subtitular que dice, muy a la defensiva
pero ocultando la auténtica dimensión de su contenido: Un menor
crecimiento del previsto no pondría en cuestión la consolidación
presupuestaria. Faltaría ya otro subtitular que dijera: Un menor
crecimiento del empleo no pondría en cuestión el crecimiento del
empleo, y ya entonces estaremos ante el virtuosismo económico del que
ustedes últimamente presumen tanto.

Nosotros pensamos, señor Rato, que el contexto en el cual se plantea
esta reedición de los famosos programas de convergencia viene
determinado por la puesta en marcha del euro como divisa común y por
una serie de limitaciones objetivas, materiales que plantea la
construcción europea como construcción eminentemente monetaria y en
absoluto como construcción que se conduzca hacia una cohesión
económica, política, social, fiscal.

No podemos obviar que la ausencia de armonización fiscal en el
espacio europeo, con los capitales circulando libremente, dificulta
la aplicación de políticas fiscales de corte progresivo que potencien
consecuentemente la recaudación y la redistribución del ingreso. La
insuficiencia del presupuesto comunitario, que ya se empieza a
discutir con una amplitud cierta fundamentalmente en los movimientos
sociales y en las organizaciones profesionales, y su también escaso
carácter redistributivo son un problema añadido. Ustedes y el PSOE
han hecho una especie de europinza aceptando esa quita que se va a
hacer con respecto a ciertos sectores, con respecto a ciertas
producciones agrarias en el seno de la Agenda 2000, pero nosotros y
muchas organizaciones profesionales no vamos a aceptar esa pinza que
conduce, aunque la hagan los dos partidos mayoritarios, a una
reducción seria con respecto a las políticas de solidaridad y de
cohesión precisamente en el terreno agrario.

A nuestro juicio, la ausencia del tipo de cambio, también la
independencia del Banco Central Europeo cuyo objetivo básico es la
estabilidad de precios, no se preocupa siquiera de hablar un poquitín
de la creación de empleo, y la sujeción de la política presupuestaria
a compromisos adquiridos en el pacto de estabilidad permiten afirmar
al Gobierno que las políticas de demanda ya están absolutamente
limitadas y que los esfuerzos por alcanzar la convergencia real se
van a centrar en las políticas de oferta, en un



Página 17741




mejor funcionamiento de los mercados. Eso es lo que nos plantea y
como segregación de este mejor funcionamiento de los mercados y el
posible crecimiento económico como segregación mecánica, virtuosa,
incluso mística a veces, plantean ustedes el crecimiento del empleo
aceptando que ya va a la baja de cara al año 2002 y sin aceptar en
ningún caso en su análisis dos cuestiones, señor Rato, que ya están
circulando libremente como realidades materiales: la primera es que
el ciclo económico alcista no es eterno y ustedes no nos están
preparando para algo que ya se ve venir y que todo el mundo acepta,
desde las reuniones en Davos hasta las reuniones en cualquier otro
país del mundo: Que es que viene un ciclo recesivo importante,
posiblemente a partir de 1999. Ustedes eso no lo tienen previsto y no
están preparando el país para ese ciclo recesivo, para ese fin del
ciclo económico actual. No lo están preparando y cuando llegue,
debido a estos ajustes porque han privatizado absolutamente todo, no
vamos a estar preparados sino para enfrentarnos a un choque
asimétrico en España, y dentro de ellas de territorios específicos,
bastante importante.

La segunda reacción que no tienen en cuenta es que este mercado que
ustedes conciben ya está cuestionado en su funcionamiento
absolutamente libre, según la teoría de la globalización. Está
empezando a ser cuestionado, usted lo sabe, porque los países están
respondiendo a las directrices que en función de los préstamos
realiza el Fondo Monetario Internacional con la gente en la calle de
manera muy fuerte. Pero no sólo con la gente en la calle. Usted
conoce como yo la reunión de los representantes de las cuatrocientas
multinacionales más importantes del planeta a la hora de analizar por
qué ha fracasado el acuerdo multilateral de inversiones en la
formulación que conocíamos y han dicho que en estos momentos detectan
una resistencia global a la política neoliberal y que naturalmente va
a cuestionar los ajustes durísimos que ustedes prevén para este país
de cara al futuro, encubiertos en una pompa eufórica efectivamente
pero no menos cierto, a corto y medio plazo, y estoy analizando
simplemente cuestiones que están sobre la mesa y que ustedes no
tienen en cuenta.

Leyendo la introducción del Programa de Estabilidad nosotros
deducimos que todas estas limitaciones, falta de armonización fiscal,
presupuesto comunitario insuficiente y el tema de la relación oferta-
demanda, son utilizadas por ustedes en buena medida como coartada
para aplicar una política económica de corte conservador que
difícilmente va a superar nuestro diferencial en términos de
convergencia real.

Por tanto, la canción que ustedes traen hoy aquí, a través de cuyos
intersticios se ve ya algo en el crecimiento económico y en el
crecimiento del empleo no es una canción viable, ustedes lo saben y
en todo caso nos introducen matices de cara a aceptar una parte de la
realidad que disfrazan inmediatamente con esa pompa eufórica del
círculo virtuoso.

Al Gobierno, por otra parte, no parece preocuparle que el Banco
Central Europeo sea independiente del poder político y que el
objetivo de la política monetaria se limite a la estabilidad de
precios. No sabemos qué piensa el Gobierno cuando el Banco Central
Europeo en su recientísimo informe se dedica a recomendar a los
Estados miembros las políticas económicas a seguir, con una gran
originalidad -
con comillas aquí en su conseja- y es el tema de seguir - usted lo ha
repetido aquí, pero luego no viene en la nota de prensa y es un tema
de enorme importancia- ahondando en la desregulación laboral. Para
entendernos, parece que ustedes han descubierto la máxima de que las
políticas económicas de los Estados miembros realmente no van a tener
un margen real sino que se van a apoyar directa o mecánicamente en
las estrategias marcadas por el Banco Central Europeo, exportando,
por tanto, una parte importante de las responsabilidades que ustedes
debieran tener en el problema de la creación de empleo.

Apartir de aquí, señor Rato, el otro día ya despedimos a don Luis
Ángel Rojo porque no va a comparecer más aquí a hablar de la moneda
ni de las responsabilidades que tenía en este momento; si al mismo
tiempo los presupuestos van a estar fundamentalmente determinados por
las directrices del Banco Central Europeo, nuestras charlas aquí se
van a parecer más a un charloteo que a un auténtico parlamento
representante de la soberanía popular. No sólo lo digo yo, lo han
dicho liberales como Kennet Clarke y gente muy importante, no sólo yo
que soy un marginado y un lunático; Kennet Clarke y la gente
neoliberal del gobierno de John Major. Demócratas europeos
convencidos, para qué sirven los parlamentos nacionales en función de
la estructura que ustedes están aceptando de manera absolutamente
servil.

En todo caso, las principales directrices de política económica que
plantea el Gobierno para los próximos años, señor Rato, serían las
siguientes, teniendo también en cuenta la nota de prensa que ustedes
han dado: culminar el esfuerzo de consolidación fiscal, logrando un
superávit presupuestario en el año 2002. Se nos repite constantemente
que la reducción del déficit público -usted lo ha referido de manera
notable- ha permitido disminuir los tipos de interés y la inflación,
cerrando el círculo virtuoso -expresión que al señor Montoro le gusta
mucho repetir, y cuando mira en lontananza me recuerda a San Juan de
la Cruz- de la economía, generando un marco de estabilidad económica
y financiera. Sin embargo, a la vista de los artificios contables
utilizados no sólo en España para reducir el déficit público, parece
bastante claro que si se han reducido los tipos de interés y la
inflación no es principalmente porque el déficit público esté
controlado; no es, señor Rato, por tanto, a nuestro juicio, uno de
los méritos que usted evoca constantemente para un aumento
consolidado y controlado. Para el Gobierno, para usted, señor Rato,
el ajuste macroeconómico es la principal garantía para adoptar el
proceso de convergencia real, y miren lo que hacen -a nosotros no nos
cuadra esta circularidad virtuosa, señor Rato-: proponen culminar, de
una parte, el saneamiento nominal de las cuentas públicas y, de otra,
intentan compatibilizar este hecho con la reforma del IRPF, que
conlleva una importante merma en la recaudación. A nuestro juicio,
esto comporta una especie de cóctel explosivo que bien puede conducir
a recortes en la protección social o a mayores déficit reales en el
futuro, en todo caso, a una combinación de ambas posibilidades.

En segundo lugar, ustedes plantean la necesidad de incrementar el
peso de las partidas presupuestarias en infraestructuras, en I+D,
educación y políticas activas de empleo. Es evidente que uno de los
factores que explican el atraso relativo en términos de convergencia
real de nuestro



Página 17742




país es el menor nivel absoluto de capital público, en concreto en
infraestructuras y gasto en investigación y desarrollo. Por tanto, no
se puede negar la necesidad de dedicar mayores recursos a estas
políticas, como ustedes dicen. Bien, coincidimos en la letra, pero no
en la aritmética; no coincidimos en lo real. Ya en los presupuestos
de 1999 el Gobierno afirmaba que ellos iban a garantizar el aumento
de las inversiones que favorecerían el crecimiento potencial a medio
plazo. Sin embargo, el ajuste en la inversión pública, señor Rato, ha
sido tal que en estos momentos el porcentaje sobre el PIB es muy
reducido. En 1999 la inversión pública no llegará al 2 por ciento del
PIB; en 1990 estaba en el 5 por ciento del producto interior bruto.

Señor Rato, son cifras que se comentan por sí solas. En valores
absolutos, la inversión presupuestada en 1999 será inferior en un 37
por ciento a la registrada en 1991; en términos reales estamos
hablando de la mitad, del 50 por ciento. Por tanto, señor Rato, el
escenario de restricciones presupuestarias que impone el pacto de
estabilidad, el posible agotamiento -digo posible por ser caritativo-
del ciclo económico o la propia reforma del IRPF y la merma de
recursos que supone, cuestionan la posibilidad de que el Estado
recupere mínimamente su papel inversor. Igual sucede con los gastos
de investigación y desarrollo. España invierte mucho menos que la
media europea, que está en el 1,5 por ciento, Alemania en el 2,3,
Estados Unidos en el 2,5, Japón en el 2,8; y el Gobierno apuesta por
aumentar a corto plazo los presupuestos de I+D, pero luego la
realidad es tozuda, es distinta. En los presupuestos de 1999 los
fondos destinados por el Estado a I+D siguen congelados en el 0,26
por ciento del PIB, menos del 0,30 por ciento con que comenzaba su
andadura el Plan nacional en 1988; en 1988 al Plan nacional de I+D se
dedicaba el 0,30 por ciento. Son números, señor Rato, y no nos
cuadran las cosas que ustedes dicen ni las consecuencias a corto y
medio plazo; no nos cuadran. Estoy entrando en su terreno, en las
cifras, en ver las cosas directísimamente, incluso olvidando cierta
parte del discurso político, de consecuencias políticas y sociales,
para demostrarle que desde su propia óptica no cuadra de ninguna de
las maneras el discurso gramatical con el discurso aritmético, señor
Rato.

En tercer lugar, ustedes hablan de que hay un pérdida de peso en la
economía del gasto corriente, las cargas financieras de la deuda y
las políticas pasivas -¡ojo al manojo!- de empleo. Me interesaría
destacar y denunciar la idea que intenta transmitir el Gobierno a
través de la complicidad del lenguaje, del polisenso del lenguaje.

Según ustedes, se trata de reducir las políticas pasivas y aumentar
las activas. Señor Rato, traducido esto, con los números en la mano
-y ahí están y son escandalosos-, incluso diciendo de dónde proceden
las partidas, significa recortar las prestaciones a los desempleados;
ahí está el ejemplo reciente de los Presupuestos Generales del Estado
para 1999: se recorta estas prestaciones para aumentar -cosa que
hemos denunciado ante la fiscalía del Tribunal de Cuentas- las
transferencias a los empresarios vía subvenciones. Por tanto, el
total de perceptores de prestaciones económicas por desempleo en 1999
será, en valores absolutos, un 42 por ciento inferior al de 1993.

Estamos ante una reducción de perceptores de esta prestación de unas
813.000 personas; y en pesetas constantes, descontando la
inflación, el gasto en desempleo en 1999 será un 44 por ciento
inferior al realizado en 1992. Es una cifra de ustedes; política
pasiva convertida en política activa. ¿Qué hacemos con esta gente que
existe realmente? Cuando uno está en la cola de un supermercado o de
un bar y oye decir a alguien: El que no trabaja es porque no quiere,
sabe uno que es votante del PP. El que no trabaja en este país es
porque no quiere. Estamos llegando a un nivel de euforia que no es
lógico. Ustedes habrán oído muchas veces esta frase, porque ya se
repite constantemente. Amí me lo dicen, porque me ven en la
oposición: El que no trabaja es porque no quiere. Estamos llegando a
un grado de falsificación de la realidad que nos preocupa
sobremanera.

En cuarto lugar, señor Rato, ustedes hablan de continuar el esfuerzo
de reforma estructural, tanto en los mercados de factores como de
bienes y servicios. ¿Qué reformas quedan pendientes en el mercado de
trabajo, señor Rato? Usted ha hablado de esto ahora mismo, ha dicho
que hay que continuar profundizando. Señor Rato, diga cuáles son las
reformas pendientes, cuáles son las reformas dialogadas pendientes,
porque estamos llegando a tal extremo que no sabemos si la
desregulación puede continuar. El otro día estuve en Jaén; la cifra
de empleos fijos por cada 100 que se crean es de 2,19 por ciento.

Estamos llegando a unos extremos absolutamente insoportables en la
realidad. Claro, ustedes parten la realidad en macroeconomía y en
cifras, pero estamos llegando a unos niveles bastante preocupantes,
máxime cuando hablan de congelar los salarios y no se dan cuenta
-lean los datos de la central de balances del Banco de España- de que
estamos ante unos beneficios récord de la empresa o de la banca
española. Un último banco acaba de dar sus beneficios con respecto al
año anterior. A ustedes no les preocupan nada las consecuencias de
los beneficios sobre la inflación ni ningún método de reinversión de
los beneficios de cara a la creación de empleo: para nada; de vez en
cuanto lanzan la frasecita de que hay que moderar el excedente. La
gente me pregunta: ¿qué es el excedente? Yo les digo: los beneficios.

Hay que moderar los beneficios, es la única frase que ustedes lanzan.

Nosotros vamos a presentar una iniciativa, señor Rato, para la
creación de fondos de inversión obligatoria con una parte del
excedente empresarial; no aquellas medidas confiscatorias de las que
hablaba el señor Guerra cuando citaba una ley de hierro de los
beneficios. No, una cosa normalita, absolutamente constitucional, de
reinversión del excedente en creación de empleo a través de una
regulación sistemática de unos fondos obligatorios de inversión.

Señor Rato, si no, aquí van a pagar el ajuste -mucho más agudo en
1999- más el ciclo recesivo los mismos de siempre frente a una parte
muy protegida, que es la que enuncia y simboliza la política
conservadora que ustedes están haciendo, con el sólo afán de un
centro modélico, pero que no afecta a la realidad estructural de la
política que practican. ¿Qué podemos esperar, en este contexto, señor
Rato, de la revisión del Pacto de Toledo con esta filosofía que
ustedes están enunciando? Se nos ponen los pelos como escarpias,
señor Rato. Vamos a ver qué nueva revisión del Pacto de Toledo se
realiza, teniendo en cuenta las políticas activas, los recortes, los
fondos privados, la ideología que ustedes relanzan con más velocidad
a partir de cualquier reunión que realizan.




Página 17743




Respecto a los procesos de liberalización y desregulación con idea de
fomentar la competencia y disminuir los precios, yo creo que existe
aquí mucha demagogia. En muchos sectores, por ejemplo el de las
comunicaciones, esta política se transforma en un simple traslado de
competencias, pasando las facultades del sector público al sector
privado. Parece evidente que en determinadas actividades los mercados
rara vez son libres, ya que o los controlan los poderes públicos o
los intereses privados de una determinada manera. En resumen, señor
Rato, el nuevo Programa de Estabilidad significa una continuidad
absoluta en la política económica sobre la previsión de que siempre
va a haber un ciclo alcista y sobre esa previsión imaginaria,
absolutamente irreal; continuidad, como consecuencia lógica del corsé
que impone este pacto de estabilidad, que en su tramo hasta el 2002
estamos analizando hoy aquí.

La desregulación y liberación económica son presentadas como el
bálsamo milagroso de todos los males, siguiendo las consignas de la
Unión Europea, de la OCDE o del Fondo Monetario Internacional, por
perlas, señor Rato, como la de la página 52, que no me resisto a
leer. Cuando habla de la sanidad, la Ley de medidas administrativas,
fiscales y del orden social para 1999 incluye una modificación de la
forma organizativa de los centros sanitarios públicos dirigida al
logro de una mayor eficiencia mediante las fundaciones públicas
sanitarias -ya sabe usted nuestra posición a estas fundaciones-.

Termina este párrafo diciendo que estos objetivos se alcanzan con la
introducción de una mayor flexibilidad en la gestión económica y de
recursos humanos, vinculando las retribuciones a la obtención de
resultados. Esto en el terreno de la sanidad, señor Rato; tremendo.

Esto es la policía 2000, medicina 2000. Es tremendo, señor Rato,
decir esto aquí en función de datos que se están obteniendo de
situaciones reales que estamos viviendo en estos momentos y vemos en
qué se traduce este tema de la competitividad vinculada a las
retribuciones y a los resultados; ya lo estamos viendo en el
tratamiento de los niños de los inmigrantes y en cosas por el estilo.

Ésa es la realidad, señor Rato; usted vive los números, el ajuste
macroeconómico y la macroeconomía como un gran dios, pero la realidad
es otra y la política que usted hace tiene estas consecuencias. Usted
dirá que es demagogia, pero si la competitividad tiene esos ajustes
durísimos que ustedes prevén, ¿por qué no se vincula la realidad
material que estamos viviendo a esa política que han realizado? ¿No
es posible vincularla? ¿No es posible vincular ocho millones de
pobres a una política que no los saca de esta situación, señor Rato?
Claro que es posible hacerlo. Creo que en esas posiciones
absolutamente tecnocráticas que ustedes están utilizando, con un
discurso absolutamente macroeconómico, cada vez falta más la
sensibilidad social, cada vez brilla más por su ausencia la
sensibilidad social.

El Partido Popular no puede ocultar, aunque a veces lo intenta, ese
marcado carácter conservador en la política económica en general, en
sus propuestas de acciones en política fiscal en particular. Ya se lo
he dicho, a nuestro juicio el actual ciclo económico puede hacer
menos evidentes los efectos negativos de las políticas orientadas a
disminuir la presencia del sector público en la producción y
provisión de bienes y servicios. Sin duda estas políticas mostrarán
su
lado más oscuro si, ante cambios en la coyuntura y con el euro ya
conformado, los instrumentos de cohesión, como parece que es seguro
que se va a producir con respecto a algunos sectores agrarios, se
muestran insuficientes tanto a escala nacional como en el ámbito de
la propia Unión Europea. Por lo tanto, señor Rato, nosotros no
estamos de acuerdo con ese optimismo en el horizonte de 10 años que
ustedes utilizan. Ustedes están confundiendo previsiones electorales
con previsiones económicas, sin darse cuenta de que las unas provocan
consecuencias sobre las otras. En todo caso, el ciclo conservador, el
ciclo económico alcista, a nuestro juicio, no va a durar 10 años.




El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo de Convergència i Unió,
tiene la palabra el señor Sánchez i Llibre.




El señor SÁNCHEZ I LLIBRE: En primer lugar, quisiera agradecer las
palabras de reconocimiento por parte del vicepresidente segundo del
Gobierno y del presidente de la Comisión hacia mi antecesor, portavoz
de la Comisión de Economía del Grupo Parlamentario de Convergència
i Unió, Francesc Homs por su colaboración, aportación y trabajo en la
Comisión de Economía del Congreso de los Diputados. Es por este
motivo por el que tanto yo como mis compañeros de grupo le vamos a
transmitir dichas apreciaciones y palabras cariñosas por parte del
presidente de la Comisión, así como del vicepresidente segundo del
Gobierno.




Voy directamente a lo que hoy nos trae a esta Comisión, que es la
comparecencia del vicepresidente segundo para hablar del plan de
estabilización de la economía. Es obvio que mi grupo parlamentario
está de acuerdo con el fondo de dicho programa, en el sentido de que
se trata de garantizar, después de reunir los requisitos para entrar
en la unión monetaria, que las políticas de cada país miembro, de
cada Estado son las que van a seguir con un modelo de crecimiento
económico, de creación de empleo basado en el equilibrio del
presupuesto público, así como en la estabilidad de los precios para
mantener los signos de entidad del euro. Ésta es la praxis general
que van a seguir todos los países que han presentado dichos programas
de estabilidad dentro del marco de la Unión Europea. Concretamente,
el programa que ha presentado el Gobierno español, en principio,
merece credibilidad por parte de Convergència i Unió, a juzgar por el
acierto conseguido por el Plan de Convergencia realizado por dicho
Gobierno, con la colaboración de Convergència i Unió, para los años
1997-2000; documento, por cierto, de naturaleza parecida, que con los
resultados alcanzados consiguió superar las previsiones sobre la
evolución económica de los años 1997-1998, dado el contraste con lo
que ocurrió con el primer plan voluntarista de convergencia del año
1992. También nos parece interesante a la coalición de Convergència i
Unió, y al mismo tiempo ambicioso, el objetivo de que durante el
período de vigencia del plan, 1999-2002, se pueda acercar la renta
por persona de España desde el 75 por ciento de su actual porcentaje
hasta el 82 por ciento de la media comunitaria, esto en condiciones
de estabilidad de precios, con una menor presión fiscal, sin déficit
presupuestario y manteniendo, por descontado, el nivel actual de las
prestaciones



Página 17744




sociales. La pregunta obligada es si es posible mantener tanta dicha
o lo que es lo mismo, si es verosímil y viable que esto pueda
continuar así, tal como se ha planificado en dicho Plan de
Estabilidad.




Por lo tanto, de entrada hay que reconocer, en principio, que el
diseño del modelo es perfectamente coherente. En 1999 se prevé que el
crecimiento de la inversión -o sea, el aumento del capital
productivo- supere el 9,1 por ciento del año 1998, llegando incluso
hasta el 10 por ciento. Estas tasas de crecimiento son todavía algo
inferiores a las conseguidas en los años 1986-1989, años en los que
la economía tuvo un crecimiento récord, con tasas superiores de
crecimiento al 5 por ciento. Para el resto de los años, en el
programa de estabilidad la inversión aumentará con un valor promedio
del 5,9 por ciento. Esta previsión es, a nuestro entender, verosímil
porque se basa en el bajo precio del capital, en el estímulo que
supondría el aumento de la demanda interior, así como las
expectativas de estabilidad, de mantenimiento de una política
económica que reconoce básicamente el papel fundamental de la
iniciativa privada.




Es discutible, a nuestro entender, que se pueda mantener una tasa del
6 por ciento de crecimiento en la inversión pública, dadas las
restricciones que va a tener el desarrollo del gasto público, lo cual
podría retraer consecuentemente a la inversión privada por la falta
de infraestructuras y otras aportaciones al sector público, como
podrían ser los gastos sociales y los gastos en investigación y
desarrollo. Todo ello retrasaría las mejoras de productividad que
nosotros necesitamos para que nuestra economía productiva sea
altamente competitiva. Se espera un crecimiento del consumo interior
ligeramente más bajo que el de la economía - del actual PIB-, que
junto con el supuesto aumento de capital en inversión harán que no
haya una subida de precios similares a las épocas anteriores. Por
ello, nosotros también coincidimos en este caso con la previsión del
Gobierno acerca de la posibilidad de mantener las tasas de inflación
que están perfectamente clarificadas en dicho plan.

La previsión del crecimiento del consumo parece realista, porque se
espera que se siga creando empleo a razón de 320.000 puestos de
trabajo, como media, hasta el año 2002, cifra algo inferior a la de
los dos años anteriores y a las conseguidas por las altas tasas de
inversión de la segunda mitad de 1980. El consumo aumentará también
por la disminución en cuatro décimas del producto interior bruto de
la presión fiscal, como consecuencia también de la entrada en vigor
del nuevo impuesto sobre la renta de las personas físicas, así como
también del bajo tipo de interés al que estará sometida nuestra
economía durante los próximos años.

En líneas generales podríamos decir que el modelo propuesto por el
programa de estabilidad es coherente en sí mismo y puede funcionar.

La mayor dificultad, no obstante, puede provenir, sin embargo, de lo
que ocurra en la economía internacional, porque podría repetirse lo
que sucedió con el primer plan de convergencia de 1992 -como antes se
ha mencionado-, que fracasó en parte por no haber valorado
convenientemente las señales de crisis que estaban apareciendo en el
horizonte mundial. Hoy también
nosotros tenemos pruebas evidentes de que hay algunos países
latinoamericanos en los que la situación de alerta ha llegado a la
opinión pública y a su economía real. No obstante, desde la
perspectiva de Convergència i Unió, entendemos que hay una serie de
cuestiones complementarias importantes que el Gobierno habrá de
prever y tener en cuenta en su futura actuación de gestión económica,
así como también en las propuestas de resolución que nuestro grupo va
a plantear la próxima semana para poder debatir y consensuar con los
grupos parlamentarios que damos soporte al Gobierno.

En primer lugar, respecto a las posibles cuestiones complementarias
que puedan afectar a la credibilidad y al buen funcionamiento de
dicho plan, parece difícil que se pueda mantener la inversión pública
prevista inicial y, por ello, nosotros creemos que será muy
importante que se continúe estimulando, en gran medida, la inversión
privada para poder conseguir tasas de crecimiento en la formación
bruta de capital fijo por un importe del 10 por ciento en el año
1999, así como del 6 por ciento en los próximos años, con el fin de
poder mantener este 5 por ciento de inversión pública en
infraestructuras para dar credibilidad al Plan de Estabilidad
presentado por el Gobierno. Por tanto será muy necesario el apoyo a
la inversión privada.

Desde el punto de vista presupuestario entendemos que hay que contar,
además, con varios factores de incertidumbre que pueden incorporar
dificultades importantes a la hora de la contabilización y el
cumplimiento de los datos previstos en dicho plan de estabilización.

En dicho plan no está resuelto cuál va a ser la financiación de la
televisión pública española ni su contabilización en el presupuesto,
así como tampoco se sabe cuál va a ser el coste real que supondrá la
profesionalización del ejército, con lo cual nosotros entendemos que
van a ser dos cantidades de gran magnitud a tener en cuenta a fin y
efecto de poder consolidar estos datos para que finalmente nos puedan
cuadrar los resultados.

En cuento a la creación de empleo prevista, aunque es algo inferior a
la conseguida en los años 1997 y 1998, el modelo de crecimiento de
los últimos años se fundamenta en que el aumento del producto ha
supuesto un incremento muy intensivo del empleo y se espera que esto
siga siendo así por la evolución moderada de los costes laborales
unitarios, como consecuencia del aumento intrínseco de productividad
y de la moderación salarial. El razonamiento nosotros entendemos que
es correcto, pero no es tan seguro si no se cumplen condiciones como
podrían ser las de impulsar todas aquellas medidas de fomento al
empleo que no han sido desarrolladas hasta la fecha y que nosotros
también, lógicamente, en las propuestas de resolución incorporaremos
para que finalmente estas condiciones de creación de empleo que ha
previsto el Gobierno puedan verse perfectamente cumplidas y
acreditadas al final de dicho período.

Otra cuestión interesante a nuestro entender son las previsiones
favorables de los incrementos de la inflación, o sea, la evolución
del IPC, partiendo de la base de que todavía se mantiene por encina
de algunos países comunitarios con los que tenemos intercambios
comerciales. A la vista de estos intercambios, en nuestras relaciones
industriales con los mismos corremos el riesgo de perder competitivi
dad.




Página 17745




Partiendo de la base de que todavía tenemos unos altos precios de
algunos servicios, esto implicará una mejora de las estructuras que
obligaría a reducirlos si se realizaran con demasiada lentitud en
sectores tan importantes como el del transportes, el de
telecomunicaciones o los servicios profesionales y en todas aquellas
cuestiones relacionadas con la vivienda. Aunque es cierto que se ha
propuesto un escenario de crecimiento reducido para que el producto
interior bruto pueda tener un decremento del 0,8, entre el 2,5 por
ciento de pérdida respecto al 3,2 por ciento propuesto en las
soluciones más favorables -en este caso se desacelerarían los
procesos de reducción de déficit, de la creación de empleo y de la
disminución de la inflación-, los recientes acontecimientos de la
economía mundial parecen aconsejar no considerarlo como demasiado
improbable. Por lo tanto, deberíamos acelerar las reformas
estructurales pendientes más necesarias por si se reduce el escenario
más perjudicial del cuadro macroeconómico que ha presentado el
Gobierno dentro del plan de estabilidad.

Por parte de Convergència i Unió entendemos también que es un
objetivo necesario conseguir la reducción gradual del déficit
público, así como también la congelación de la presión fiscal
prevista a partir del año 2000, pero también pensamos desde la
perspectiva parlamentaria de nuestro grupo que esto iría básica y
necesariamente acompañado del mantenimiento del actual sistema de
prestaciones sociales. Nos parece que en el cuadro de previsiones
planteado por el Gobierno no están perfectamente clarificados los
incrementos consolidados de los gastos de previsión social que
permitan satisfacer las necesidades de los aumentos de los
pensionistas y demás bonificaciones de las prestaciones sociales,
como son enseñanza, sanidad, empleo y vivienda. Estoy convencido de
que vamos a coincidir en las futuras propuestas de resolución con su
Gobierno para que puedan quedar perfectamente definidos y
relacionados los incrementos marginales consolidados para poder
atender los gastos de previsión social que llevan consecuentemente
implícito el mantenimiento del estado de bienestar social que hemos
previsto hasta el año 1999.

Respecto a las perspectivas de los años 2000-2006 contenidas en la
agenda llamada 2000 vamos a promover también una serie de propuestas
de resolución para la búsqueda de una solución equilibrada que
permita satisfacer los intereses de cada país con los principios
comunitarios de cohesión y solidaridad.

Nosotros entendemos que también va a ser necesario acometer una
profunda reforma de los mecanismos destinados a estimular las
actividades de investigación y desarrollo tecnológico en coordinación
con las diferentes comunidades autónomas, como ya apuntan algunas de
las reformas estructurales planteadas en el plan de estabilidad. He
hablado ya también de impulsar medidas que puedan completar, de
medidas en relación con los puestos de trabajo para los años 1997-
2000, de forma que se pueda impulsar con los nuevos objetivos de los
planes de empleo, así como de diferentes propuestas de resolución que
presentará nuestro grupo parlamentario. También vamos a impulsar
desde nuestra perspectiva las recomendaciones que ustedes prevén
entre líneas en su Programa de Estabilidad referentes al Pacto de
Toledo en cuanto a la separación y clarificación de las fuentes de
financiación de la Seguridad Social,
así como vamos a impulsar todas aquellas reformas estructurales
tendentes a la agilización de los procesos de cobro de todos los
morosos dentro de la actividad económica española.

Por último, quiero decir que dentro de las propuestas de resolución
estamos estudiando presentar algunas encaminadas a mejorar aquellas
comunidades autónomas que así lo deseen y una vez que haya finalizado
el marco de financiación previsto para el año 2001 -pendiente también
del pacto de estabilidad-, todas aquellas informaciones necesarias,
como será el conocimiento por parte de la Administración de cuál es
el flujo de las balanzas fiscales entre el Estado y las
correspondientes comunidades autónomas, al efecto de poder preparar
los futuros planes de financiación cuando finalicen los previstos,
esto es hasta el año 2001.




El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo Parlamentario Vasco (PNV),
tiene la palabra el señor Zabalía.




El señor ZABALÍA LEZÁMIZ: Mi grupo parlamentario quiere agradecer al
vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía su
comparecencia y la presentación de este Programa de Estabilidad, que
espero sea algo más que de estabilidad, porque todavía nos falta
bastante convergencia, sobre todo en convergencia real.

Desde luego, parece que es un hecho que el Programa de Convergencia
que definía las líneas básicas de política económica para el período
1992-1996, y posteriormente la actualización que hubo para el período
1994-1997 ha cumplido los objetivos; se ha conseguido acceder a la
tercera fase de la unión monetaria desde el comienzo y, por tanto, se
ha cumplido el objetivo previsto. Si hubiera que poner algún pero o
rebajar el mérito, diríamos que salvo Grecia todos los demás países
han cumplido con los criterios de convergencia. Si acaso, echamos en
falta en este Programa de Estabilidad un análisis que desde nuestro
punto de vista debía haber hecho más referencia a los motivos por los
que se ha podido cumplir con los criterios de convergencia; no se
hace referencia detallada a los aspectos y las variables, salvo la
clara determinación del Gobierno y de la sociedad -como dice el
programa- que han propiciado la convergencia nominal. Nos hubiera
gustado que ese análisis hubiese sido más detallado. No se evalúan
los aspectos estructurales, las reformas que ha habido y la
incidencia de esas reformas en la consecución de los objetivos.

Tampoco se habla de los aspectos coyunturales que también han
propiciado esta situación: la situación económica internacional, el
impacto de la política de las privatizaciones y las ayudas europeas
de fondos estructurales, que también han influido en poder conseguir
una convergencia nominal en algunos aspectos, como puede ser el
déficit público. Pero echamos en falta una indicación muy importante,
también dentro de estos aspectos que han propiciado que se pueda
conseguir la convergencia nominal: la estabilidad política y
parlamentaria. Una estabilidad política y parlamentaria que ha sido
propiciada por los partidos nacionalistas, a los que se nos tacha de
insolidarios, de anticonstitucionales -por lo menos a alguno-, y que
sin embargo hemos demostrado hasta ahora bastante más responsabilidad
de Estado que otros a los que se les llena la boca de
constitucionalidad y de autonomismo mas entendido. Nos hubiera
gustado que



Página 17746




esto quedara reflejado, porque creo que es importante y no se dice;
sólo se dicen los aspectos negativos, pero no los positivos. De todas
formas no voy a seguir por este camino de agravios, porque sería muy
largo, pero sí quiero recordar los aspectos positivos y al
responsabilidad de los nacionalistas en los logros hasta ahora
conseguidos.

Volviendo al Programa de Estabilidad, el informe dedica una parte
importante del mismo a analizar la evolución de la economía española
durante los años 1997 y 1998, es decir una especie de informa de
coyuntura económica que ya conocemos. No vemos que exista demasiada
conexión con el Programa de Convergencia, a pesar de ser la
continuación del mismos, con incumplimiento de las medidas y reformas
estructurales que se propusieron en el mismo. En cuanto a las
previsiones para el período de 1999 al 2002, teniendo en cuenta que
las directrices de política económica y las previsiones
macroeconómicas para el año 1999 han sido debatidas e incorporadas en
la Ley de Presupuestos Generales del Estado de este año, sólo quedan
como novedad en este programa unas previsiones para el período 2000-
2002. A esto se añade un apartado con un análisis de sensibilidad que
en realidad es un escenario alternativo basado en unas previsiones
menos favorables, pero que al parecer no tiene ninguna desviación, y
por tanto no requiere modificación alguna en las medidas de política
económica que se proponen para el escenario central. Es decir, que
aun en ese escenario digamos menos beneficioso, tampoco las
previsiones de desviaciones general que pueda haber unas medidas
adicionales. Por tanto queda ahí como una nota significativa dentro
del programa el hecho de que puede haber un escenario menos
favorable, pero que en realidad es prácticamente igual, porque de la
situación económica actual poco más se puede decir. El cuadro
macroeconómico refleja una situación desde luego impensable en 1994
cuando se presentó el Programa de Convergencia actualizado, salvo en
la situación del desempleo.

En cuanto a los objetivos de política económica que establece el
programa, en el Grupo Parlamentario Vasco (PNV) coincidimos en el
objetivo del déficit público con proyección descendente hasta el
equilibrio presupuestario, si bien llama la atención la previsión de
posible existencia de superávit. Yo creo que el superávit no es desde
luego un objetivo; el superávit puede ser consecuencia de una
política económica en una momento determinado, pero no debe ser un
objetivo ni siquiera de la Administración que exista superávit, sino
que el objetivo desde luego creo que es el equilibrio presupuestario.

Pero esto es algo que simplemente hace falta tener presente, porque
no deberíamos entrar en una senda en la que nos pusiésemos como
objetivo precisamente que al final hubiera superávit. Otra cosa es
que se cumplan las previsiones de ingresos tributarios y si el
esfuerzo de política fiscal en la reducción del gasto es suficiente.

Ahí habría más que discutir.

También coincidimos con el objetivo de reducción paulatina del índice
de inflación, que debe equipararse a la media de los países de la
Unión Europea, y en la que aún no estamos, porque la media europea
creo recordar está en las últimas estadísticas cuatro décimas por
debajo de nuestro índice de inflación.

Por lo que respecta a la previsión de crecimiento, está claro que
1999 significa un punto de inflexión a partir del
cual el crecimiento del producto interior bruto tiende a disminuir.

Se dice que la medida de crecimiento en el período puede ser del 3,3
por ciento, pero la realidad es que partimos de un crecimiento de la
economía del 3,8 en 1999, por tanto ese crecimiento medio del 3,3
significa que hay un proceso descendente que yo no sé si puede
significar que en el año 2002, en el mejor de los casos, estemos
creciendo al 3 por ciento para que dé esa media del 3,3 por ciento.

Es decir esa media no es una media estable, es una media que procede
de un proceso de decrecimiento del producto interior bruto. Pero yo
creo que lo importante, desde nuestro punto de vista, no es tanto la
tasa de crecimiento, que sí lo es por supuesto, lo importante es que
precisamente esa tendencia sea decreciente y saber cuál es el ritmo
de decrecimiento del crecimiento económico, algo que tampoco se ha
analizado.

En conjunto podemos coincidir por supuesto con los objetivos que dice
el programa; sólo hay un objetivo que sigue pareciéndonos poco
ambicioso, y es la creación de empleo. El Programa de Estabilidad
prevé un incremento del empleo del 2,8 por ciento en 1999, que va a
ir reduciéndose, suponemos, puesto que la media -porque aquí también
se analizan medias- es del 2,3 en el período del 2000 al 2002, lo
cual significa que en paralelo al crecimiento del producto interior
bruto también va a haber un decrecimiento de la tasa de empleo, y
puede ser que al final, en el año 2002, estemos hablando de tasas de
crecimiento del empleo del 2 por ciento para que nos dé esa media del
2,3. En cualquier caso, la previsión más favorable de la tasa de paro
lo sitúa en el 17,1 por ciento para el año 1999, algo mejor de lo
previsto en los Presupuestos Generales del Estado, que estaba al 17,4
-ahí ha habido una corrección-, pero que en cualquier caso se sitúa
muy por encima de la media de los países de la unión monetaria.

Estamos hablando de unas previsiones de creación de empleo basándonos
en el crecimiento económico actual, sin aplicar la variable de
tendencia descendente de dicho crecimiento. Se habla, como decía, de
medias de crecimiento; por tanto en la hipótesis más favorable, la
reducción de tasa de paro pudiera ser de dos puntos anuales, un ritmo
que difícilmente puede ser constante a medida que el crecimiento de
la economía no sea mayor.

Compartimos con el Gobierno que el principal objetivo de política
económica y por tanto del Programa de Estabilidad es alcanzar la
convergencia real, para lo cual el crecimiento económico es un
requisito necesario, pero desde luego no es suficiente. Sin embargo,
el escenario que contempla el programa de estabilidad, aun diciendo
que el objetivo principal es la convergencia real, nos permite
únicamente alcanzar entre el 85 y el 90 por 100 de la renta media de
los países comunitarios. No lo dice el programa pero creo haberlo
visto en declaraciones que ha efectuado el señor Rato a algún medio
de comunicación. Por tanto, estamos hablando de un escenario que es
el mejor que nos podríamos plantear de cara al 2002 y sin embargo, a
pesar de ello vamos a llegar a alcanzar una media del 85 al 90 por
100 de la renta media de los países comunitarios, por tanto ahí
todavía hay un gran camino que recorrer.

En definitiva, la convergencia real con estos países queda aún muy
lejos. No vamos a converger en tasas de desempleo, ni en renta per
cápita, y estamos hablando del



Página 17747




año 2002, es decir quedan cuatro años todavía, en un horizonte con
unas previsiones de crecimiento por encima del esto de los países de
la unión monetaria. Por tanto, desde mi grupo parlamentario,
entendemos que no podemos conformarnos con basar nuestra convergencia
real sólo en el crecimiento económico. Hay que acelerar las reformas
estructurales acometiendo las que están pendientes y profundizando en
aquellas que no han cumplido los objetivos para los cuales fueron
promulgadas. Es aquí, desde nuestro punto de vista, donde vemos que
el Programa de Estabilidad no incide suficientemente. En mi grupo
parlamentario esperábamos más de este programa; al menos en las
medidas y en las acciones que tiene pensado realizar el Gobierno para
conseguir estos objetivos.

Estimamos que lo fundamental no es establecer los objetivos, que como
he dicho antes nos parecen obvios, suficientes y necesarios, sino que
hay que establecer además las medidas de política económica que
soporten esas previsiones. Esto es lo que nos parece que no está
suficientemente desarrollado. ¿Por qué? Primero, por que el plan de
liberalización del impulso de la actividad económica, de febrero de
1997, establecía un catálogo de medidas que venía a complementar las
adoptadas hasta entonces y que abarcaban todos los sectores de la
actividad económica, con indicación de la normativa legislativa
necesaria para su cumplimiento.

Suponía un verdadero programa de política económica y un compromiso
del Gobierno para el desarrollo con el objetivo de garantizar
-entonces, porque estamos hablando del año 1997- la recuperación
económica, el crecimiento del empleo y la estabilidad de precios.

Posteriormente, en abril del año 1997, el Gobierno presenta el
Programa de Convergencia de España 1997 y el conjunto de medidas y
reformas estructurales dirigidas a mejorar y liberalizar el
funcionamiento de los mercados de factores y productos y mejorar la
competitividad empresarial. Básicamente contenía las mismas medidas
de política económica recogidas en el plan de liberalización, quizá
no tan extensas ni detalladas.

Por último hoy, alcanzada la convergencia nominal con la Unión
Europea, remontada la crisis económica y con perspectivas de mantener
tasas de crecimiento económico incluso superiores a la media europea,
creemos que era necesario hacer un balance, en primer lugar de las
medidas adoptadas, de las que aún faltan por poner en marcha y de las
modificaciones o ajustes que la práctica y la experiencia demuestran
que es necesario realizar porque las medidas que se pusieron en
marcha en su día no han tenido los efectos que estaban previstos.

Desde mi punto de vista, nada de esto aparece con el debido detalle
en el Programa de Estabilidad. Podemos entrar en la discusión de si
este Programa de Estabilidad es un programa de política económica o
no. Mi grupo parlamentario lo ve más o cree que debería ser más un
programa de política económica que un programa exclusivamente de
objetivos, porque además así se ha hecho con los anteriores programas
que se han establecido. Yes que no se profundiza en las medidas que
hay que desarrollar. Por otro lado, tampoco aparecen claramente
desarrolladas las medidas legislativas que podrían soportar estos
objetivos. Por tanto, creemos que ese anexo de reformas estructurales
debería
haber analizado, modificado y completado el programa de política
económica expuesto en el plan de liberalización y en el Programa de
Convergencia con un enfoque adecuado a la nueva etapa y a la nueva
situación económica tanto interna como externa.

Si repasamos la lista de la relación de normativas contenidas en el
plan de liberalización, nos encontramos con 23 normas con rango de
ley, 18 normas con rango de decreto; en fin, un número importante de
normativa con parte ejecutada y parte que no está ejecutada, y de la
ejecutada tampoco sabemos exactamente cuál es o ha sido el efecto en
la situación y en los resultados de este período. Quizá sea esto, que
es algo más que los objetivos del Programa de Estabilidad, lo que
desde nuestro punto de vista podría establecer un programa de
política económica que verdaderamente dé a la economía española una
situación de estabilidad y crecimiento sostenido, que es de lo que se
trata.

En cualquier caso y al margen de estas consideraciones, mi grupo
parlamentario estima que el Programa de Estabilidad es algo más que
unos objetivos macroeconómicos para un período determinado, es o debe
ser un programa de política económica, y como tal programa de
política económica debe contemplar la realidad socio-política de un
Estado formado por comunidades autónomas con competencias asumidas y
pendientes de asumir.

En la elaboración de un programa de esta importancia, parece que el
Gobierno olvida la composición del Estado. Es lo mismo que fuese un
Estado de comunidades autónomas que no, el Programa de Convergencia,
el programa de política económica, sería exactamente igual. ¿Qué
quiero decir con esto? Que hay que contar con las comunidades
autónomas en el diseño de la política económica y en su ejecución,
algo que no aparece en este programa.

En concreto, y en lo que respecta a la comunidad autónoma del País
Vasco, entendemos que la falta de desarrollo estatutario, que es
manifiesto en muchas áreas socioeconómicas, es algo que nos pone en
una situación de no poder compartir este diseño en el cual no nos
sentimos involucrados. A pesar de que últimamente haya podido haber
algún compromiso de transferencias, lo que sí está claro es que
existe una paralización y un incumplimiento por parte del Gobierno
del acuerdo de investidura y hace imposible que nuestro grupo
parlamentario apoye un programa de futuro de política económica que
no refleje esta situación, por cuanto que nuestros planteamientos en
estas áreas y en las áreas pendientes de transferir pueden no ser
coincidentes con los del Gobierno, o al menos queremos tener
capacidad para establecer una política económica y social propia,
para lo cual exigimos el cumplimiento de los compromisos adquiridos y
reconocidos en la Constitución y en el Estatuto de Guernika que son
los elementos claves que están propugnando tanto el Partido Popular
como otros partidos. Eso es lo que queremos, que se cumpla, y
mientras esto no se produzca difícilmente podremos compartir un
diseño de política económica.

Si queremos dejar claro que nuestro deseo no es crear incertidumbres
ni colaborar a crear situaciones de inestabilidad. Usted, señor Rato
ya nos conoce, y tiene experiencia de nuestro talante y del
cumplimiento estricto por nuestra parte de los compromisos que
asumimos. Lo que pedimos es el mismo trato. Está dentro de su
competencia un aspecto



Página 17748




muy importante dentro de las transferencias pendientes, y usted sabe
también que seguimos dispuestos a colaborar en los objetivos para
consolidar una economía en crecimiento y de creación de empleo. Por
tanto, queremos aportar nuestro apoyo a la convergencia real con los
países más adelantados de Europa, pero si usted quiere contar con
nosotros en el diseño de la política económica, tiene que cumplir con
lo que estaba establecido en su momento y que aún está pendiente, y
es el pleno desarrollo competencial en el País Vasco, sobre todo en
las áreas que a usted le afecten directamente. Ésta es nuestra
propuesta y éste es uno de los aspectos que hoy quiero aprovechar la
ocasión para dejar claro definitivamente.

Estamos cansados de repetir permanentemente el incumplimiento en el
desarrollo estatutario, tendremos que seguir diciéndolo, pero espero
que si hasta ahora hemos podido aportar esa estabilidad,
absolutamente necesaria en un proceso de situación económica como la
que estamos, no nos obliguen a no seguir en esa postura incumpliendo
por su parte los compromisos adquiridos.

Nuestra voluntad sigue siendo la misma, cooperar, apoyar a la
estabilidad, no sólo económica, sino también política, pero tiene que
haber una corresponsabilidad que no se está produciendo en estos
momentos.

Quiero que esto quede claro porque si no pueden darse algunos
confusionismos con la interpretación de nuestra postura y nuestra
postura es de responsabilidad como ha sido hasta ahora, pero
indudablemente eso pasa por que se llegue al cumplimiento estricto
del desarrollo competencial de la Comunidad del País Vasco que además
está comprometido por su Gobierno y está recogido en esas leyes marco
a las que ustedes hacen referencia.




El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo Popular, tiene la palabra el
señor Aguirre.




El señor AGUIRRE RODRÍGUEZ: Muchas gracias al vicepresidente del
Gobierno por la exposición que ha realizado en relación con la
presentación del Programa de Estabilidad.




Antes de entrar en materia, quiero sumarme en plenitud desde la a
hasta la z, sobre los subrayados que se han realizado cuando se
mencionaba la labor de nuestro antiguo compañero Francesc Homs, y
desear de la misma manera que la presencia del señor Sánchez Llibre,
como es seguro, no solamente iguale sino mejore la contribución que
en su día hizo el señor Homs.

Tengo que dirigirme al Gobierno para decirle con toda claridad que
gracias por la forma en que ha planteado el debate, pidiendo que se
lleve a cabo con una sesión de propuestas de resolución que contrasta
en positivo con la práctica que en 1994 se hizo en la presentación
del Programa de Convergencia de aquel momento. No alcanzo a entender
cuál podría ser la diferencia del contenido de este debate si se
hubiera celebrado el 13 de enero o el 2 de febrero. En cualquier caso
se admiten y se expresan las disculpas por no haber cumplido, lo que
sí es cierto se dijo en una conversación parlamentaria en que se
dibujó el horizonte de la posible celebración el día 13 de enero,
pero no alcanzo
a entender la diferencia entre este debate y el que se hubiera
podido producir quince días antes.

Nunca hubiera iniciado mi intervención con la mención de algún
calificativo hacia los congresos de los partidos políticos si no
hubiera sido ésta la forma, creo que desatinada, de entrar en este
debate pidiendo que bajáramos a la realidad porque nos habíamos
instalado en una especie de burbuja congresual. No sé si es que
alguien quiere que saquemos aquí los adjetivos que otros congresos
nos puedan merecer. No creo que sea bueno iniciar un debate de
convergencia haciendo mención a algún congreso donde se produjera
sustituciones con mando a distancia, donde se consagraron las
tricefalias o donde de alguna manera se desautoriza después todo lo
hecho en un congreso a través de un proceso de primarias.

No es éste el objeto del debate y por tanto no voy a entrar en esas
cosas. Sí considero que es clave el debate que estamos teniendo
porque como portavoz del Grupo Popular en esta Comisión tengo la
impresión de que hasta estas fechas hemos estado hablando
insistentemente de cuáles eran las claves para que España estuviera
en Europa en el momento de la integración, en el momento de la
aparición de la zona euro. En esta Comisión habíamos discutido
ampliamente sobre cuáles eran las claves para llegar y mantenerse con
potencia y en posiciones de vanguardia en este proceso de integración
en Europa. Hoy estamos empezando a entrar en el debate que va a ser
el debate de 1999 y posiblemente de años venideros; son los debates
concercientes a dos elementos fundamentales de la política económica:
el debate de credibilidad del modelo económico que está practicando
España y el de la convergencia real a la que tiene que conducir la
política de ese modelo económico. Creo que éstos van a ser los dos
grandes debates a los que vamos a asistir en días venideros.

Por ir entrando levemente en uno de ellos, en el debate de la
credibilidad, yo tengo que reconocer que, si hay algo que se puede
adjudicar al Programa de Convergencia de 1997 o al Programa de
Estabilidad que hoy debatimos, es que ambos programas vienen avalados
por el cumplimiento de unos cuadros macroeconómicos que contenían en
1997 y, ahora, en 1999, lo que se diferencia sustancialmente y de
raíz de aquellos otros incumplimientos que no sólo obligaron a
revisar el Programa de 1994 de Convergencia sino que obligaron
prácticamente a desautorizar electoralmente a los autores de aquellos
programas por irreales y por incumplidores.

Yo quiero recordar una frase, que creo que era muy precisa, que se
producía en el pasado debate del 16 de abril de 1997, una frase que
pronunciaba un buen orador de esta Comisión y representante del PSOE,
cuando nos decía que, en materia de previsiones, es un campo para
hacer un debate político brillante. Nos lo anticipaba en aquel
«Diario de Sesiones» que pueden leer SS. SS., del 16 de abril de
1997. Claro que son un campo para hacer un debate brillante en
política las materias de previsiones. También es un campo brillante
coger aquel «Diario de Sesiones» y poder comprobar cómo en 197 se le
anticipaba al Gobierno al que usted pertenece, señor Rato, que las
previsiones de ese año 1997 no se iban cumplir. Se decía con toda
claridad. Además, se decía que los objetivos que estaban planteados
enese Programa de Convergencia de 1997 eran unos objetivos



Página 17749




inalcanzables, si se utilizaban los medios que planteaba el señor
Rato, palabras textuales de ese «Diario de Sesiones». Sigo leyendo
aquel «Diario de Sesiones»: La previsión de crecimiento se sitúa en
la banda alta o, mejor dicho, en la banda del optimismo, o por qué no
decirlo, en la banda del riesgo. Se decía, respecto al crecimiento
para 1997, que tampoco, y se insistía, se iba cumplir. Si esto no se
cumple, señor Rato -le decían en aquella ocasión-, la credibilidad
irá proporcionalmente decreciente a la distancia que nos separa de
los años 1998, 1999 y 2000. Por lo tanto, nos estaban anticipando
que, como no se iban a cumplir las previsiones de 1997, mucho menos
iban a ser creíbles las previsiones de 1998, 1999 y 2000. Terminaba
diciendo en este debate de la credibilidad sobre si las previsiones
se cumplen o no se cumplen: no quiero ahogarle la fiesta, señor Rato,
pero el objetivo de inflación no lo cumplimos, aunque nosotros
deseamos que se cumpla. Dudo también, señor Rato -seguían diciendo-,
que se pueda crear un millón de puestos de trabajo en estos cuatro
años.

Esas palabras fueron pronunciadas con motivo del
va a ocurrir mañana para que mañana se desautorice la duda que se ha
puesto en cualquier debate.

Tengo que reconocer que el Programa de Estabilidad no sólo goza de
credibilidad para mí por el aval de cómo se ha cumplido el Programa
de Convergencia de 1997, cómo se han cumplido las cifras de la
economía española y cómo ha sido que España haya entrado en los
puestos de cabeza de la zona euro, sino porque, como dicen los
organismos internacionales, estos logros se han conseguido no sólo
gracias el ímpetu o a la vinculación de la economía española al ciclo
económico internacional. Y está ahí la autorizada voz de la Comisión
Europea diciendo que la clave de la corrección del déficit del que
partía España reside principalmente en que se han hecho las
correcciones en el tramo estructural del déficit y que no se basa
toda esa corrección en el tramo que se podría vincular a la evolución
del ciclo. No importa que alguien siga negando que la corrección del
déficit se logra precisamente por políticas del Gobierno y no sólo
por los vientos que soplen en un mejor, peor o bonancible ciclo
económico. Ahí está la acreditación de la debate del Programa
de Convergencia de 1997, en el que Comisión Europea. se volvía a
traer a esta Comisión el que yo creo que es un Cuando se habla de la
compatibilización que ha logrado debate muy interesante, que es el
debate de la credibilidad este Gobierno en lo que yo considero que es
un período de de las previsiones de los cuadros macroeconómicos y de
progreso económico y social, en una cantidad muy progresista las
proyecciones que contienen estos programas. Después de este Gobierno,
que ha sido compatibilizar crecimiento de esta agorería
parlamentaria, este practicar de agorero económico con creación de
empleo, momento en el permanente, de querer ensombrecer o de querer
aguar la que, cuando se da esa ecuación, se garantiza una de las
fiesta, están los hechos, el cierre y liquidación del crecimiento
aspiraciones de cualquier gobierno, que es incrementar la en 1997, el
cumplimiento del criterio de inflación, cohesión social, considero
que -a las cuentas me remito, la evolución del crecimiento en el año
1998, cómo ha cerrado ya sé que en 1997 alguien negaba que se fueran
a crear un ese crecimiento, las correcciones del déficit, como ya ha
millón de puestos de trabajo, pero ahí están creados en el dicho el
señor vicepresidente. No tengo yo por qué rememorar último trienio y
por tanto también queda desautorizado ahora cuáles han sido los
cumplimientos que, a fecha aquel mal augurio sobre la creación de
empleo- tenemos de 1998, se contienen en todos nuestros datos
estadísticos y que medir la cohesión social precisamente en el hecho
de se contienen en este Programa de Estabilidad. que conviva un
momento intenso de creación de empleo Los datos y la evolución de la
economía, tanto en sus con un momento intenso de crecimiento
económico. Ycreo aspectos fiscales como en otros indicadores,
confirman que que no sería bueno intentar hablar de que la cohesión
social el Gobierno del Partido Popular cumple sus previsiones y se ve
dañada por el hecho de que se está perdiendo capacidad que el
cumplimiento de esas previsiones otorga credibilidad de financiación
de las pensiones o que hay menos dinero a las proyecciones que esté
haciendo de cara a años en términos PIB destinado a las pensiones. Yo
comprendo venideros. Por tanto, en materia de debate de credibilidad,
que, si comparamos el PIB de 1995 con el de 1998, algo creo que está
suficientemente avalado quiénes cumplen y tendrá que variar el
porcentaje en términos de PIB dedicado quiénes no cumplen. Pero, por
si faltara algo, ahora que se a las pensiones, pero sería en términos
porcentuales, no vuelven a poner en duda las cifras que contiene el
Pacto de Estabilidad, yo rogaría a muchas de SS. SS. -sé que lo en
términos absolutos. Es lógico que, si se ha producido un han hecho,
pero que lo vuelvan a hacer- que mirasen cuáles crecimiento del PIB,
se tenga que corregir de alguna manera son las previsiones de los
organismos multilaterales respecto el término relativo, en relación
con el PIB, de lo que a la evolución de las grandes cifras
macroeconómicas comporta el absoluto de la participación y
contribución en que presenta el Gobierno español. Son idénticas las
de las políticas de pensiones. No me atrevería a decir que esto
organismos como el Fondo Monetario o la OCDE a las que pudiera entrar
en el campo de la tontería técnica y creo que están planteadas desde
el Gobierno español, y si me apuran, es una evolución que debería
medirse en esas características. cuando estos organismos hablan de
años venideros, en Siguiendo en este campo de lo que se ha venido en
llamar materia de crecimiento, son inclusive algo superiores al 3,3
tontería técnica, es cierto que el Programa de Convergencia contenido
en este Programa de Estabilidad que tanto se contiene un esfuerzo
importante en materia de pone en duda pero que los organismos
internacionales no inversión. El Programa de Convergencia lanza dos
avisos ponen en duda. al horizonte económico sobre el fortalecimiento
de tres Por consiguiente, yo creo que en el debate de la
credibilidad, aspectos principales de la política de un gobierno: el
fortalecimiento sobre el que tendremos que seguir hablando, hay un de
políticas de infraestructura, el fortalecimiento aval muy importante
en hechos contrastados, no en anuncios, de esfuerzos presupuestarios
para investigación y desarrollo y desde luego queda muy desautorizada
esa táctica o y el fortalecimiento de presupuestos para las políticas
técnica parlamentaria de poner en duda permanente lo que educativas.




Página 17750




Decía que no es bueno que se intente desacreditar cómo este Pacto de
Toledo. Sin embargo, hay quien quiere permanecer evolucionan los
esfuerzos presupuestarios en materia de poniendo en duda que vayamos
a cumplir algo de inversiones con alguna de las fórmulas que aquí
hemos lo relativo al mundo de las pensiones. podido escuchar, porque
creo que, cuando se mide el Como no podría ser de otra manera, señor
presidente, esfuerzo que tiene un gobierno presupuestariamente para
mi grupo respalda plenamente el contenido del Programa una partida
tan importante como es la inversión, hay que de Estabilidad y
crecimiento y estimula al Gobierno para hacerlo, como mínimo, en
igualdad de escenarios de inflación. que lo que ha sido toda una
cuenta de resultados muy positiva No me parece correcto medir el
incremento de la en materia económica y en materia social en este
país inversión en un 9 por 100, en el año 1994, con un tipo de lo
incrementen ustedes, teniendo muy presente que sería inflación del 5
por 100, y medir esa misma inversión también bueno que se
fortaleciera todavía más el grado de cohesión del 9 por 100 -y estoy
hablando de supuestos- con social que hemos alcanzado. un nivel de
inflación del 1,5. Creo que hay una diferencia importante, si se
produce ese tipo de comparaciones técnicas. El señor PRESIDENTE: Para
contestar a las observaciones Tampoco considero que sería un buen
elemento para formuladas, y espero que en una última intervención,
medir todo el esfuerzo de cohesión social que contiene este tiene la
palabra el señor ministro de Economía. Programa de Estabilidad volver
a abrir el debate de qué es exacatamente la convergencia real, si hay
que medirla en El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO YMINISTRO términos de
renta y empleo o hay que medirla con otro tipo DE ECONOMÍAY HACIENDA
(De Rato y Figaredo): de indicador. Ami grupo parlamentario, y así lo
anticipa, le Quiero ante todo agradecer a los grupos parlamentarios
gustaría que en el trámite de las propuestas de resolución sus
intervenciones, sus aportaciones y el tono de todas pudiéramos
debatir precisamente qué es la convergencia ellas que, como siempre
en la Comisión de Economía, es real y cómo queremos medirla política
y económicamente. constructivo, independientemente de las posiciones
crítica Puede ser interesante entrar en el debate de un indicador que
mantienen los diversos grupos. Trataré de contestar a sintético, y
que he tomado buena nota de sus componentes las matizaciones,
preguntas o críticas que me han planteado a los efectos de saber cómo
va a ser la composición de ese los diversos portavoces por el orden
de intervención. indicador, siempre y cuando se respete, lógicamente,
que la El señor Eguiagaray me recuerda que el munto de oportunidades
renta y el empleo sean los principales elementos que compongan es
contrario al mundo de las dificultades. Yo no cualquier indicador
para poder medir la convergencia coincido en esa apreciación. Creo
que el mundo de las real. Ahora bien, a mí, junto a esas propuestas
de resolución oportunidades no es un mundo sin dificultades, es un en
las que entráramos en el debate de qué indicador mundo con capacidad
para superarlas, y no puedo coincidir es mejor para medir la
convergencia real, dado que, parecer con su visión de que el futuro
por necesidad ha de ser peor ser, que en la situación actual estamos
a muchos años de que el presente. Señor Equiagaray, creo que lo ha
dicho conseguir esa convergencia real -se nos ha dicho que será usted
y, en cualquier caso, yo no coincido con esa apreciación. entre 15 ó
20-, me gustaría saber a cuánto estábamos Y lo que es más importante,
en 1995 la la mayoría de cuando la renta era del 76 por 100 y el
nivel de paro en los españoles coincidirían con esa apreciación y en
1999 la España era del 24 por 100. Simplemente cacular, con aquellas
mayoría de los españoles no coinciden con ella. Eso nos condiciones
económicas, cuanto nos distanciaríamos sitúa a cada cual en cómo
creemos en las posibilidades de de la verdadera convergencia real. la
sociedad española.

Considero, señorías, señor presidente, que uno de los Tengo que
decirle, señor Eguiagaray, que, independientemente elementos que ha
caracterizado al Gobierno del Partido de que, como es natural, yo
acepto plenamente las Popular, a los mandatos Aznar y al modelo
económico críticas que se hagan a las comparecencias del Gobierno,
puesto en marcha por la Vicepresidencia Segunda del señor esta
comparecencia es todo menos tardía. El debate sobre Rato, es que, con
grandes avances en el crecimiento económico, este plan no se ha
realizado en el Ecofín y, por tanto, en han quedado intactos los
pilares del eStado del bienestar. este momento S.S. puede hacer todas
las manifestaciones De forma y manera que hoy podemos decir que con
que quiera, puesto que éste no es un programa que el el gran
crecimiento económico se han fortalecido los pilares Gobierno ha
realizado exactamente igual que los anteriores del Estado del
bienestar y ahí están las políticas de y que será debatido en el
Ecofín en Bruselas, no sé la fecha inversión relativas a las áreas de
educación, de sanidad, de aún, probablemente en marzo y, por tanto,
tenemos más pensiones y de desempleo. Por tanto, hemos estado ante
que tiempo suficiente para debatirlo, habida cuenta de que una
auténtica política mirando a lo social, porque, quiero estamos a 2 de
febrero. Su señoría dice que no hay que insistir, no hay política más
social que aquella que crea tomárselo demasiado en serio. Esa es una
apreciación personal empleo. Ésa es la verdadera política social que
tiene que que S.S. mantiene; yo no tengo nada que decir. Yque hacer
un Gobierno. Ya hemos tenido que oír que está en la estrategia puede
ser ésta o cualquier otra; eso ya no, eso duda el cumplimiento del
Pacto de Toledo, como se dijo lo valor a ver, ya lo hemos visto, en
la estrategia de su señoría. también en 1997, cuando presentamos el
Programa de Convergencia. El tiempo ha confirmado que de 1997 a aquí
Yo, con todos los respetos y con la misma actitud que no sólo hemos
cumplido, sino que hemos avanzado en el S.S. cuando hace algunas
calificaciones sobre el Gobierno, desarrollo de ese Pacto de Toledo y
estamos anunciando en le diría que cuando le estaba escuchando
pensaba en que este momento que se van a abrir nuevas conversaciones
era una acelerada vuelta al pasado, y una acelerada vuelta para ver
el grado de cumplimiento, el grado de satisfacción al pasado quiere
decir un abróchense los cinturones de y aquellas nuevas propuestas
que haya que incorporar a seguridad porque viene el conocido
aterrizaje forzoso del



Página 17751




Partido Socialista Obrero Español en política económica. Porque lo
que usted nos ofrece, señor Eguiagaray, es más de lo mismo del año
1995; más gasto público, con más impuestos, en la creencia de que en
esa carrera los impuestos ganarán al gasto público. Y la última vez
que la sociedad española les dejó a ustedes hacer esa carrera acabó
con un 7,3 por ciento de déficit público. Ese es un debate en cuya
parte más cómoda S.S. me coloca, porque, como lo que yo le estoy
diciendo a S.S. recuerdan todas las personas que tiene hoy uso de
razón, incluso las que todavía no lo tienen, en España, con respecto
a cuál era la situación en el año 1995 y nuestras expectativas
económicas, es un debate en el que sin duda podemos adentrarnos a lo
largo de los próximos meses o de los próximos años, pero lo que no es
posible es que se quiera hacer pensar a la sociedad española que
valor a llegar al mismo punto por caminos tan distintos, no, novalos
a llegar. Si nosotros hubiéramos cometido el inmenso error de
acelerar el gasto público y no producir una reducción de las figuras
impositivas, probablemente en este momento nos encontraríamos, con
toda seguridad, fuera del euro, con una cifra de déficit público
claramente muy superior al 3 por ciento, no habríamos podido reducir
los tipos de interés y no tendríamos un millón de empleos nuevos. Si
lo que S.S. y su grupo creen es que, una vez que hemos entrado en el
euro, lo que tenemos es una patente para hacer lo que nos dé la gana,
porque al fin y al cabo los tipos de interés los van a fijar en
función de la economía alemana y el crecimiento de nuestra economía
está garantizado porque estamos en el euro, S.S. y su grupo cometen
un gravísimo error. De ahí que cuando S.S. nos pide que hagamos un
ejercicio de objetivos en el que nuestro déficit público se sitúe
igual o por encima del que plantea Alemania o Francia, S.S. comete un
gravísimo error, porque ni nosotros hiciéramos eso, estaríamos
garantizando que la convergencia real no se produciría. S.S. ha dado
un paso sobre el último debate que tuvimos en diciembre y es que S.S.

ahora parece que ya ve con claridad la evolución de la economía
internacional. En diciembre, S.S. me dijo -no recuerdo las palabras
textuales- que no se podían hacer previsiones sobre una situación tan
voluble y, sin embargo, parece que ahora, en el mes de febrero, S.S.

ha decidido, con sus conocimientos, como es natural, y los datos que
operen en su poder, que es capaz ya de hacer una predicción clara de
que estamos en un proceso de desaceleración en el contexto
internacional.

Nosotros seguimos manteniendo nuestra previsión de crecimiento y S.S.

cree que nos equivocamos. Ése es un debate legítimo. No es la primera
vez que se produce, que S.S. no cree en nuestra previsiones y que
pensaba que nosotros nos íbamos a equivocar. Pero lo que es
importante no es lo que ha sucedido; lo más importante para los
ciudadanos es lo que pueda suceder. ¿Qué es lo que sucede en este
momento en la economía española de finales de 1998? Pues estamos
asistiendo a un crecimiento muy intenso de la inversión. Los datos de
noviembre, por ejemplo, en cuanto a inversión industrial le van a
tranquilizar a su señoría. Estamos asistiendo a un crecimiento muy
intenso de la construcción. El consumo privado está en tasas altas,
respaldado por la absoluta racionalidad, primero, del aumento del
empleo; 450.000 personas que hoy tienen empleo no lo tenían a
principios de 1998. A esto hay que sumar el poder
adquisitivo que han ganado pensionistas y asalariados durante el año
1998, desde el punto de vista de la evolución de la infración; a lo
que hay que sumar una más que intensa, en función de las previsiones,
reducción de los tipos de interés, que se sitúan en este momento en
el tipo de intervención del 3 por ciento. Junto a eso tiene S.S. que
tener en cuenta también otras consideraciones, como es el hecho de
una considerable reducción del precio de las materias primas a lo
largo de 1998, que nos está incidiendo positivamente. Su señoría
prefiere pensar que la incidencia de los mercados internacionales va
a ser definitiva para nosotros. Es una previsión que S.S. hace, pero
yo le pediría que tuviera en cuenta lo siguiente: Es muy posible que,
desde el punto de vista del comercio internacional, el peor momento
de sus incidencias sobre nuestra economía haya sido el otoño de 1998.

Es también posible que estemos asistiendo a alguna consolidación de
algunas de las economías que estaba en peor situación anteriormente,
y es más que posible que la incidencia de la reducción más que
esperada de los tipos de interés, más la incidencia de una política a
la que S.S. y su grupo se han negado siempre, que es la reducción del
Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, tenga consecuencias
positivas, desde el punto de vista no ya de las consideraciones de la
equidad o la eficiencia, sino desde el punto de vista coyuntural del
año 1999 para España. Por ejemplo, este último aspecto sobre la
reforma fiscal del año 1999 y la bajada de retenciones no es una
opinión exclusivamente mantenida por el Gobierno del Partido Popular
o por los grupos parlamentarios que le han apoyado en esta reforma,
sino que es una opinión mantenida hace muy pocos días, por ejemplo,
por la Comisión Europea.

Si S.S. basa toda su estrategia o todo su análisis de lo que puede
suceder en España en términos de empleo, en términos de déficit, en
términos de resultados económicos, en una desaceleración, creo que
puede esta cometiendo un error. Pero es que, además, incluso en el
supuesto de que estuviéramos en el peor escenario posible, que no
viéramos en el segundo semestre del año 1999 una recuperación o un
mantenimiento del comercio mundial, sino una desaceleración, cosa que
en este momento no está sostenida por los organismos internacionales,
la economía española en 1999 tendría un comportamiento, que he
indicado en mi primera intervención, en el que mantendría una alta
tasa de crecimiento, una alta tasa de creación de empleo y una
reducción del déficit público, que en el peor de los casos,
empeoraría una décima. Eso nos permitiría situarnos claramente por
debajo de la media de los países europeos en déficit público,
posición que a lo mejor S.S. cree que no debemos sostener pero que
nosotros seguramente vamos a mantener con toda intensidad, lo que nos
llevaría a aumentar nuestro grado de estabilidad dentro de las
economías europeas.

El debate sobre la evolución de la economía brasileña, los efectos de
la economía brasileña en la economía argentina y los efectos de la
crisis financiera de la economía sudamericana sobre la economía
norteamericana es un debate muy interesante, en el que, por cierto,
nadie ha dado una solución definitiva, porque los efectos no son
fáciles de medir. Y se da la paradoja de que, en este momento, la
economía europea está en una situación de crecimiento inferior a la
norteamericana, pese a que el comercio de la economía norteamericana
con Sudamérica y con Asia es



Página 17752




más intenso que el de la economía europea. Hecha estas
consideraciones, el debate sobre si vamos a crecer al 3,8 ó al 3,6,
siendo un debate importante en el que S.S. tiene toda la legitimidad
-no sólo porque puede plantearlo, sino porque, además, es relevante-
no es el más importante. El debate más importante es qué estrategia
económica vamos a tener.

El Gobierno viene a esta Cámara a proponer una profundización en lo
que hemos hecho hasta ahora en términos, por ejemplo, de déficit
público. Creemos que la economía española se tiene que situar, junto
con la danesa, la finlandesa y la irlandesa, entre las economías
europeas en situación de superávit. Puede que haya grupos
parlamentarios que piensen que eso es un exceso; yo les pediría que
mirasen lo que está sucediendo en otras economías europeas en
términos de algo que nos interesa tanto a todos como es el empleo y
que vieran lo que está sucediendo en Europa en cuanto a cuáles son
las economías que están sorteando de una manera la crisis
internacional y cuáles son las que la están sorteando de otra. El
cualquier caso, es una propuesta importante, independientemente de
que el PIB del año 1999 sea el 3,6 ó el 3,8. Lo que estamos
planteando -y es una suerte que tiene la economía española en este
momento- es que, por primera vez, ante una crisis internacional, si
no nos equivocamos -y esto hay que subrayarlo-, vamos a salir mejor
parados que nuestros socios; por primera vez.

Es importante, si SS.SS. quieren que lo sea, que discutamos aquí
sobre las previsiones de la crisis internacional, pero lo que el
Gobierno ha traído aquí no es sólo una discusión sobre las
previsiones de la crisis internacional; es una estrategia económica
para España. Si la crisis internacional se supera rápidamente, esa
estrategia nos va a dar un margen de crecimiento muy alto; en el caso
hipotético -en este momento para nada comprobado- de que la crisis
internacional no haya tocado fondo todavía, vamos a poder
comportarnos de manera más saludable o más eficiente que otros
países.

Ha dicho S.S. que hacemos tonterías técnicas; nadie está libre de
pecado. Entre tontería y tontería, vamos haciendo algunas cosas que
van funcionando.

Hemos elegido la fórmula de agregados medios para el resto de los
años por una razón que creo que S.S. ha comprendido perfectamente:
porque en este momento no tiene sentido hacer un debate sobre
nuestras previsiones concretas del año 2001; lo tiene que planteemos
una estrategia que tenga un mínimo de credibilidad. ¿Es creíble que
la economía europea pueda crecer al 2,5 de promedio en los próximos
cuatro años? No me parece que sea una previsión ultraoptimista.

Piensen ustedes que es la previsión contemplada por las perspectivas
financieras, pero también por la Comisión Europea, en cuanto a las
previsiones de este año y en cuanto a las previsiones del futuro. Es
previsible también que pueda ir a peor, puede ir al 2 por ciento, y
tenemos que estar preparados para esa previsión. También es verdad,
y no hemos querido introducirlo en la discusión, que puede ir mejor;
nos podemos encontrar con que la economía europea crezca por encima
del 2,5 por ciento, en cuyo caso las consecuencias para nosotros en
muchos aspectos podrían ser más importantes.

Me habla S.S. del problema de la deflación; es un debate que se
plantea en algunos foros europeos. La opinión del Banco Central
Europeo es que no estamos en un escenario de deflación, dicho
oficialmente por su presidente. Creo que en el caso español, y en el
de un número importante de las economías europeas, esa situación no
se da. No estamos perdiendo competitividad, no tiene S.S. más que
comprobar cuál ha sido el aumento de nuestro porcentaje en el
comercio mundial; es decir, no estamos yendo para atrás. Su señoría
nos plantea que no hemos reducido nuestro diferencial de inflación
con los países Euro11, y tiene razón, pero sí hemos reducido nuestro
diferencial de crecimiento y, por tanto, no es posible olvidar ambos
aspectos. Aunque indudablemente nunca plantearé el debate de que no
debamos tener todavía menores precios, lo que no cabe duda es que una
economía creciendo al 3,8, con una inflación de precios en este
momento del 1,4 (puede parecer poco, no diré yo que no), no significa
para mi gusto una pérdida de competitividad, sobre todo cuando se ve
que nuestro porcentaje en el comercio mundial, vuelvo a repetir, está
creciendo.




Con respecto a la inflación de servicios -y este es un debate en el
que S.S. tiene razón, tenemos un 3,6 por ciento de inflación de
servicios-, es importante que comprobemos también -para que no nos
preocupemos en demasía, sino que nos preocupemos lo suficiente- que,
por primera vez, con una aceleración de la economía no se ha
acelerado la inflación de servicios. Eso quiere decir que no
necesitamos una crisis para que baje la inflación en servicios y que
cuando se acelera la economía no se dispara. Su señoría me dice: eso
no es suficiente. Tiene toda la razón S.S., la inflación de servicios
en España todavía tiene un diferencial en el que tenemos que
trabajar. Ahora, en lo que ya no estoy tan de acuerdo con S.S. es en
que me diga que las reformas planteadas por el Gobierno no han
servido para nada, porque entonces S.S. es el único español que no se
ha enterado de que hay tres compañías telefónicas o es el único
español que no se ha enterado que sólo en el año 1999 la inversión,
gracias a la liberalización de las telecomunicaciones, va a suponer
200.000 millones de pesetas, o es el único miembro del Grupo
Socialista que no se ha enterado de que hemos sido nosotros los que
hemos tenido que poner en marcha las políticas de cableado en este
país que estaban detenidas anteriormente.

Entonces, como estoy seguro de que S.S. se ha enterado de todo eso,
es indudable que S.S. nos podrá pedir que hagamos mayores esfuerzos
para que se liberalice más rápidamente el mercado eléctrico o el
mercado del gas. Hemos tenido ocasión de debatir aquí leyes y la
posición de su grupo ha sido conocida, pero creo que desde el punto
de vista de la liberalización los efectos sobre la inflación tienen
que salir de algún lado, porque, ¿cómo explicamos si no que tengamos
en este momento una inflación inferior a la italiana creciendo el
doble, cuando tradicionalmente nos hemos movido en la misma
dirección? ¿Qué es lo que sucede hoy en la economía española que no
sucedía hace cuatro años para que podamos crecer el doble que la
economía italiana y tener menor inflación? Su señoría no me atribuirá
a mí la capacidad de hacerlo simplemente con un lápiz; S.S. tendrá
que ser consciente de que algunas leyes se han aprobado en esta
Cámara y algunas más se tendrán



Página 17753




que aprobar y algunas se han aprobado sin que nosotros estemos
completamente de acuerdo, como es el caso de la Ley del Suelo, cuyo
resultado ha diferido de lo que hubiéramos planteado inicialmente.

Tiene S.S., desde luego, razón en todo ello.

Dice S.S. que hace falta una estrategia dirigida a aumentar el
potencial de la economía y no confiar sólo en el ciclo.

Efectivamente, eso es una política de oferta y eso es lo que creemos
nosotros que estamos haciendo. Pero en ese sentido lo que ya no
entiendo es cuando S.S. plantea que precisamente una clara mejora de
la oferta como es la reducción del déficit público no es una variable
esencial, porque el que nosotros tengamos un superávit primario
equivalente al 3,5 por ciento del PIB al final del período no es
ninguna tontería. ¿Su señoría sabe los efectos sobre la financiación
del sector privado que tiene eso? ¿Su señoría se da cuenta de que la
capacidad de ahorro de la economía ha cambiado sustancialmente por
dos motivos: primero, por el mantenimiento del ahorro de las familias
por primera vez también en un ciclo expansivo y, segundo, porque el
sector público ha dejado de ser elemento de desahorro? ¿Se da cuenta
S.S. de que eso es lo que hace que aunque tengamos una situación en
la que crecen nuestras importaciones, sin embargo tenemos una
capacidad de financiación con el resto del mundo? ¿Y se da cuenta S.

S. de que tener una capacidad de financiación con el resto del mundo
es lo que nos garantiza que el sector exterior no nos estrangule?
Porque desde el punto de vista económico, la suma entre nuestro
déficit comercial y nuestro turismo nos da un superávit de 500.000
millones de pesetas y no hay ninguna razón para considerar que el
sector turístico no es un sector, en términos macroeconómicos,
exportador. Lo importante en este momento es que por primera vez en
nuestra historia, después de tres años de ciclo expansivo, nuestro
ahorro financia nuestra inversión y aún nos sobra, lo cual nos
permite tener un horizonte de crecimiento sostenido, y en eso el
ahorro del sector público tiene mucho sentido, porque si no hacemos
un ahorro en el sector público, es más, si para mantener una
expansión del gasto aumentamos los impuestos -tampoco lo haremos en
el sector privado-, señoría, vamos a entrar en el aterrizaje forzoso
que ya hemos vivido en este país en más de una ocasión.

Por tanto, yo no puedo compartir la estrategia de S.S., que la tiene
y la ha dicho, pero no la comparto. (El señor Eguiagaray Ucelay:
¿Cuál?) La ha dicho claramente: más gasto público y más impuesto. Es
posible que a S.S. no le guste que se diga con esa claridad, pero
reconozca que el debate es el que tiene que ser y cada cual tiene que
ser consecuente con las cosas que plantea a la sociedad española, por
otra parte con total legitimidad.

Su señoría me dice que no hay que comparar la renta per cápita con la
convergencia real. Bien, S.S. puede plantear otras, pero a mí esa me
parece suficientemente sólida. No digo que sea la única, pero, por
ejemplo, es la que va a regir el papel que tengamos en las políticas
de cohesión europeas. Sin duda, si por ejemplo tenemos el 90 por
ciento de la renta europea a lo largo del próximo decenio, un montón
de cosas en España se van a parecer a la media europea. A partir de
ahí S.S. quiere hacer un índice sintético. No soy capaz de competir
con S.S. técnicamente, por tanto, estoy seguro de que todos los
estadísticos y sociólogos
de este país podremos tener todos los índices sintéticos y más de
uno satisfará a S.S. y un montón de ellos no. Pero el objetivo de la
renta per cápita a mí me parece coherente, lo cual no quiere decir
que no tengamos que tener otros objetivos. Y la prueba de que
nosotros creemos que hay que tener otros objetivos -por cierto,
coincidentes con ése- es que planteamos un incremento de la inversión
pública del 10 por ciento, que S.S. considera que no vamos a ser
capaces de cumplir.

La pretensión de S.S. de que los datos presupuestarios en inversión
se hagan mediante la comparación presupuesto liquidado sobre
presupuesto presentado es un cambio sustancial de las reglas. Los
datos de presupuestos con ustedes en el Gobierno y con ustedes en la
oposición son la comparación de presupuesto presentado sobre
presupuesto presentado. En ese sentido me parece que la inversión
pública crece el 9 por ciento entre los años 1998 y 1999. A partir de
ahí, si S.S. no quiere reconocerlo, siempre puede encontrar fórmulas
que respondan al viejo principio de que el papel lo aguanta todo.

Me plantea que el Gobierno no es ambicioso en términos de empleo. Yo
estoy dispuesto a aceptar más ambición, sin duda, pero nosotros
planteamos un crecimiento de 1.300.000 empleos en cuatro años. Su
señoría dice: Eso no es suficiente. Nunca podremos negarle que
necesitamos mayores esfuerzos; pero un plan de estabilidad que
presentamos ante la sociedad española en el que nosotros planteamos
como objetivo que el empleo crezca al 2,3 por ciento con un punto
para la productividad, ¿realmente a S.S. le parece tan irracional? En
el largo o en el medio plazo, ¿cree que no tiene sentido una
estrategia con la que el empleo crezca dos tercios de lo que aumenta
el crecimiento y un punto sea absorbido por la productividad? ¿Qué
cree que tiene sentido: que nuestra productividad disminuya a 0,5 a
0,3 a 0,1? Su señoría sabe las consecuencias que por otro lado tiene
eso desde el punto de vista de la competitividad y sabe que ese
círculo no es precisamente virtuoso, ese círculo es corto, ese
círculo es de aterrizaje forzoso. Alejémonos de los aterrizajes
forzosos y sepamos que lo que sacrifiquemos en el año 1 o en el 2, a
fin de que una parte del crecimiento se traslade a productividad, es
lo que nos garantiza que el en año 4 o en el año 5 sigamos teniendo
empleo, porque si todo lo que queremos hacer es dedicar a empleo y no
tener ninguna productividad, S.S. sabe como yo que eso es aterrizaje
forzoso y nosotros no queremos apostar por esa fórmula.

Su señoría levanta la bandera de la necesidad de tener en cuenta la
diferencia que hay entre empleo masculino y femenino. Absolutamente
de acuerdo. Creo que S.S. ha votado nuestras propuestas sobre las
políticas de formación e incorporación de la mujer a los sectores
subrepresentados que hay en esta economía, aunque no haya votado los
presupuestos. Ha votado S.S. el coste cero de la maternidad y es
consciente de que en estos últimos dos años y medio se han creado
casi 400.000 empleos femeninos en nuestro país.

Nosotros planteamos un crecimiento de la población activa como el que
se está produciendo en este momento, aproximadamente del 0,7, y en él
creemos que podemos llegar a una tasa de paro del 12,8 en el año 2002
y en todoel período siguiente acercarnos a la media europea. Nosotros



Página 17754




tenemos que tomar una decisión al respecto, para eso estamos en el
Gobierno. ¿Cuál cree S.S. que es un objetivo realista para que la
economía española crezca por encima de la media europea, un punto,
más de un punto? Plantéelo. Si quiere que tengamos un escenario en el
que nuestra economía crezca más de un punto sobre la media europea y
en el que nuestra productividad sea sustancialmente inferior al 1 por
ciento anual, va a tener una clara contradicción porque eso no es
sostenible. A partir de ahí, ¿podemos crecer por encima de un punto
de la media europea? Es un objetivo muy ambicioso y nosotros hemos
creído que precisamente este es un programa para no plantear
objetivos irreales. Hemos demostrado en el Programa de Convergencia
anterior que no nos gusta plantear objetivos irreales, que es mejor
plantear objetivos prudentes que puedan ser cumplidos y que nos den
cada vez mayor confianza como sociedad y como economía, así como
mayor credibilidad dentro y fuera de nuestras fronteras.

Su Señoría dice que no hemos cumplido el Pacto de Toledo; será el
próximo porque el presente lo hemos cumplido. (El señor Eguiagaray
Ucelay: Para nada.) Es una cuestión muy simple. El Pacto de Toledo
nos obliga a que en el año 2000 financiemos todos los gastos sociales
de la Seguridad Social sin prejuzgar cuál sea la característica de
los complementos a mínimos, y ese pacto -que, por cierto, se aprueba
con su mayoría y con nuestro total respaldo- lo vamos a cumplir. Si a
partir del año 2000, como ha dicho su portavoz, el Grupo Socialista
va a ser partidario de que todos los complementos a mínimos deben ser
financiados por el Estado, dígalo. Nosotros aún no hemos dicho cuál
es nuestra posición, pero si S.S. va a seguir las recomendaciones de
su portavoz en el debate de presupuestos, ya sabemos que el Partido
Socialista cree que a partir del año 2000 el Estado debe absorber la
totalidad de los complementos a mínimos. Sin embargo, lo que no me
puede decir S.S., porque no es cierto, es que estemos obligados a
hacerlo antes del año 2000, no sólo en el Pacto de Toledo sino por la
Ley de pensiones que votamos todos en esta Cámara, porque los
complementos a mínimos no están definidos como políticas sociales
hasta después. Otra cosa es que S.S. crea que es así; a partir de
ahí, debatiremos esas cuestiones.

Sobre la Seguridad Social, señoría, en el año 2000 ésta tendrá
déficit cero, el préstamo de tesorería del Estado se verá reducido
por debajo del 50 por ciento de lo que ustedes hacían y las
diferencias entre derechos reconocidos y derechos pendientes de cobro
se habrán puesto al nivel de cualquier país europeo, además, habremos
absorbido todo el gasto social que hoy se financia con cotizaciones
sociales de empresarios y trabajadores, exceptuando los complementos
a mínimos.

Su señoría me podrá decir que podíamos hacer más, lo que no puede
decir es que ustedes hacían más. Me podría decir: ustedes podían
haber hecho más; nunca podré discutirle esa afirmación, pero lo que
no me puede decir es que ustedes hicieron más, porque quiero
recordarle a S.S. cuáles eran las cuentas hace cuatro años, que las
conoce exactamente igual que yo.

El gasto social se ha mantenido en términos de producto interior
bruto y S.S. me dice que es la primera vez que las pensiones no
crecen por encima del producto interior
bruto, pero es la primera vez que ganan poder adquisitivo. A lo mejor
S.S. debería meditar sobre esas cuestiones porque hemos conseguido
que crezca el empleo y que los pensionistas tengan más dinero en el
bolsillo. Por el otro camino S.S. había conseguido justamente lo
contrario. Desde el punto de vista político y social en este país
nosotros apostamos por que crezca el empleo y el poder adquisitivo, y
lo estamos demostrando. Por lo tanto, independientemente de toda la
legitimidad de las argumentaciones de S.S. -que yo no le voy a
discutir-, creo que los argumentos son suficientemente explicativos.

Los datos sobre la evolución del gasto en España son muy ilustrativos
sobre el peso del gasto en el conjunto del presupuesto. Nosotros
hemos conseguido que se reduzca el gasto público en España y estoy
convencido de que, si no lo hubiéramos hecho, hoy no tendríamos un
millón más de empleos y no estaríamos en el euro. Mientras tanto -y
pienso que también es importante-, las pensiones han aumentado en el
total del gasto, hay menos gasto público pero se gasta en pensiones
más dentro del gasto público, exactamente se ha paso del 24,8 en el
año 1995 al 27,6 en el año 1999. En sanidad, tres cuartos de lo
mismo: el 11,8 en el año 1995 frente al 12,9 en el año 1999. En
fomento del empleo tres cuartos de lo mismo: el 1,3 en el año 1995 al
2,3 en el año 1999. Hay dos partidas que han caído, se lo voy a
reconocer a S.S.: las prestaciones por desempleo, que han caído al
5,9 y el gasto en incapacidad temporal, que estamos tratando de
controlar. Por lo tanto, S.S. puede discutir nuestra política
presupuestaria -no es que pueda, es que lo hace en cada ocasión que
tiene, ya que forma parte del papel de la oposición-, pero yo
sostengo que lo importante para los pensionistas españoles es que hoy
tienen garantizado por ley el poder adquisitivo de las pensiones, las
pensiones han ganado poder adquisitivo de manera sustancial en los
últimos tres años y además un millón de los hijos o los nietos de
esos pensionistas tienen empleo. En cualquier caso, las propuestas de
resolución que plantea a la Comisión S.S. las estudiará el Gobierno
con todo interés.

Paso a las apreciaciones del señor Alcaraz. Yo quiero decirle que
nadie discute que haya ciclos económicos. Yo no sé si es una
discusión que tiene mucha relevancia, pero ¿debe ser la única
discusión que hagamos? Lo importante es que la economía española, en
vez de dar un paso adelante y dos pasos atrás cada vez que el ciclo
económico es menos positivo, dé dos pasos adelante en el momento
mejor del ciclo y un paso adelante en el momento peor. Nuestra
experiencia como ciudadanos de los últimos 20 años es que hemos dado
siempre un paso adelante en los momentos buenos del ciclo y dos pasos
atrás en el momento malo. Por primera vez se está comprobando que
nuestra economía, en un momento en el que claramente el ciclo
económico mundial no es el que era en el año 1997 o principios de
1998, tiene mejores posibilidades que otras economías europeas. Se
daría por primera vez en la historia económica de nuestro país que en
un momento de crisis internacional ganásemos convergencia real.

Apartir de ahí, no es que creamos o dejemos de creer en los ciclos
económicos, es que estamos tratando de nuestra economía pueda
protegerse, aunque no totalmente, de los efectos de un ciclo
económico adverso, y creo que lo estamos consiguiendo. Eso no quiere
decir que si estuviéramos en un escenario en



Página 17755




el que el ciclo económico mundial se desacelerase hasta el año 2002
-escenario que en este momento no plantea nadie, pero si fuera así-
no tuvieramos consecuencias, claro que las tendríamos: en vez de
bajar la tasa de paro al 12,8, la bajaríamos al 15 por 100 y no
estaríamos ni usted ni yo ni nadie de los aquí presentes satisfechos.

Quero recordarle a S.S. que sólo en el año 1993 perdimos 800.000
puestos de trabajo y que la última vez que hubo una crisis económica
internacional tuvimos que devaluar la moneda en el año 1995, cortar
nuestra expansión y subir los tipos de interés.

Reconozcamos que estamos en otra situación. Puede S.S. perfectamente
decir que estamos en otra situación como consecuencia de lo que S.S.

quiera, pero estamos en otra situación y tenemos elementos para
mejorar esa situación. Uno de ellos -indudablemente, no le quepa
ninguna duda a S.S.- es la reducción del déficit público. Cualquiera
que sea el Gobierno que esté aquí en el año 2002, si tiene una
situación de superávit, nuestra credibilidad económica dentro y fuera
de nuestras fronteras compensará con creces cualquiera de los
defectos que S.S. pueda comprobar, en términos de inversión, en
términos de confianza, en términos de consumo y en términos de
empleo. Además, le digo lo mismo que le he dicho al señor Eguiagaray:
comparen ustedes las economías europeas en estos momentos,
olvidémonos de la nuestra, veamos cuál es la estrategia de algunas
economías europeas y otras y veamos cuáles están siendo los
resultados en unas economías europeas y en otras en término de empleo
dentro del euro. Sáquenos usted de la comparación, compare otras y
podrá ver cómo algunos viejos caminos algunas vueltas hacia atrás no
las está realizando todo el mundo, y los que no las están realizando
hoy por hoy están acertando.

Su señoría nos acusa de no prever un ciclo económico peor. No es
cierto, yo lo he planteado. Estoy planteando un ciclo económico en la
segunda versión del programa de estabilidad sustancialmente peor, un
crecimiento de la economía europea del 2 por ciento de media hasta el
año 2002; S.S. no me puede decir que no estoy planteando una
situación bastante pesimista, y, aún así, nuestra economía puede
defenderse, indudablemente, si mantiene una determinada estrategia de
déficit público y de liberalización de mercados.




Usted plantea que hay una resistencia global a un tipo de política
económica y liberalizadora. Yo no me atrevo a hacer esa afirmación.

Creo que seguramente en algunos países como Indonesia o Malasia hay
una resistencia a sus gobiernos, pero otros países como Corea y
Tailandia han conseguido superar sus dificultades. Entonces, esa
afirmación tan rotunda no sé si no es muy creíble. Lo que pasa es que
sin una política de liberalización de mercados y de apertura de
fronteras, ¿cuál es la alternativa a las economías emergentes? ¿Cuál
cree S.S. que debe ser la solución a la disparidad de rentas en el
mundo? ¿Cree que debe haber una transferencia de rentas automática y
obligatoria por parte de los países europeos y hasta qué porcentaje
que compense la no liberalización del comercio mundial? ¿Cree que los
Estados pueden suplantar a los mercados de capitales en este momento
en el mundo? ¿Hasta qué porcentaje? Yo creo que no es así, y con eso
no discuto. Es más, estoy de acuerdo con S.S. en que debemos hacer
más
cosas. Creo que nuestro país en los últimos meses ha hecho cosas,
segurante no suficientes. Se nos pide que hagamos más esfuerzos en
cooperación, con toda la razón, que respondamos a las expectativas de
la sociedad española. En todo eso le puede dar la razón a S.S., pero
hay ciertas cosas en las que, por suerte, la humanidad ha
evolucionado. Es verdad que los beneficios del comercio no llegan de
la misma manera a todas las personas, pero también es verdad que
tenemos que empezar a hacer hincapie no sólo en las condiciones
macroeconómicas de los países emergente, sino en la necesidad de que
esos países emergente hagan reformas internas. Creo que con el
respeto a la soberanía y a los gobiernos y a la democracia de esos
países los organismos multilaterales, como el Banco Mundial
probablemente, tienen que jugar un papel cada vez más decisivo en ese
camino.

Su señoría dice que el Estado debe recuperar su papel inversor. Estoy
de acuerdo. Primero, creo que no lo ha perdido, creo que,
efectivamente, hicimos un ajuste de inversión en 1997 muy importante,
creo que lo hemos recuperado claramente en 1998 y de ahí que el señor
Eguiagaray me diga que al final la liquidación del presupuesto ha
sido muy superior a la prevista en su inicio en el año 1998. Es
verdad. Se han aprobado en esta Cámara unos decretos-leyes en octubre
muy importantes en inversión pública porque hemos tenido un margen
pare reducir el déficit público hasta el 1,9 por ciento y, aún así,
avanzamos en la inversión pública más deprisa. Yesa decisión la ha
tomado el Gobierno (en este momento no sé si con el apoyo de S.S. o
no porque no tengo en estos momentos los datos, pero que tendría
bastante coherencia con lo que está diciendo que hubiera usted votado
que sí a esos decretos-leyes, en cualquier caso habrá votado lo que
le haya parecido, como es natural), y en el año 1999 nosotros
recuperamos un papel importante de la inversión pública. En el
programa de estabilidad y crecimiento que yo presento hoy ante esta
Comisión nuestro objetivo es que la inversión pública crezca el 10
por ciento. Su señoría me puede decir que eso no es suficiente. Yo
creo que en un contexto de superávit público como el que nosotros
planteamos es un esfuerzo muy importante.

Creo que recibimos beneficios por ambos lados; recibimos beneficios
porque el Estado no impide la financiación de la economía y el
crecimiento de la economía y recibimos beneficios porque aumentamos
las infraestructuras, y creo que ese equilibrio en este programa se
mantiene.

El Gobierno plantea reformas pendientes. ¿Y cuáles son las reformas
pendientes del mercado laboral? Sin duda, las que en este momento se
están debatiendo por parte de los interlocutores sociales y el
Gobierno, que es aumentar la estabilidad del mercado laboral; sin
duda, ser capaces de reducir los costes no salariales. Nosotros hemos
dado un paso con la reforma del IRPF, hemos dado algunos pasos en la
Ley de presupuestos reduciendo las cotizaciones de los colectivos que
tienen más dificultades para encontrar empleo, como por ejemplo las
mujeres o los parados de larga duración sin formación. Tenemos que
seguir en esta dirección, habrán que contemplar en el Pacto de Toledo
cuáles son las estrategias coincidentes de consolidación del sistema
público de pensiones y de mejora del mercado laboral. Esto lo hemos
hecho, por ejemplo, con el contrato a tiempo parcial, que se ha
aprobado por el Gobierno con el



Página 17756




respaldo de los sindicatos. En este camino creemos que tenemos que
continuar.

Me plantea S.S. que las empresas tienen beneficios récord en este
momento. El Estado está recaudando a un ritmo muy importante, muy
superior al crecimiento de la economía, al crecimiento del consumo
público y al crecimiento del empleo en cualesquiera de las variables
que quiera S.S., ya sea el impuesto sobre sociedades, el impuesto
sobre el IVA para grandes compañías o, por ejemplo, el impuesto de
las pequeñas y medianas empresas o las retenciones del trabajo de las
pequeñas y medianas empresas. Por lo tanto, desde el punto de vista
de la redistribución, el sistema fiscal y la capacidad de la Agencia
Tributaria de conseguir esta recaudación se está produciendo. Además,
se está produciendo un intensísimo proceso de inversión. No hace
falta que usted lo haga obligatorio. Lo que me dice el señor
Eguiagaray es que no se va a poder mantener en el futuro; ése es un
debate importante. Pero si consiguiéramos mantener la inversión en
España a ritmos de crecimiento del 9 ó 10 por ciento durante los
próximos años -nosotros planteamos un 6 de promedio, para ser
prudentes-, no le quepa ninguna duda a S.S. que habríamos hecho un
revolución desde el punto de vista de la inversión productiva en
nuestro país, como la que se ha producido en la industria en los
últimos dos años. Y algo tendrá que ver con que, por ejemplo, el
índice de precios industriales sea negativo en nuestro país y sea,
por lo tanto, más que competitivo con respecto a la apertura de
nuestras fronteras.

Me dice S.S. que en las telecomunicaciones no se ve la
liberalización. Le tengo que decir lo mismo que al señor Eguiagaray:
será el único español que no las ve. Si tiene usted tres compañías de
teléfonos. ¿Le parece mal a S.S. que haya tres compañías de
teléfonos? Pues el empleo se va a crear por ahí. Porque si sólo
tuviéramos una, no estaríamos viendo ningún empleo en ese sector.

Convénzase S.S. Si sólo tuviéramos una, no estaríamos viendo ninguna
bajada de costes. Me puede decir S.S. que bajan poco los costes,
y estaré siempre del lado de S.S. en esa argumentación. Pero no me diga
que no se ve la liberalización de las telecomunicaciones. En otros
aspectos S.S. podrá discutir más la política del Gobierno, pero no en
ése. Hemos anticipado en tres años la liberalización, la desaparición
de los monopolios que estaba prevista en nuestro Tratado de Adhesión,
y creo que los efectos han sido extraordinariamente positivos para el
consumidor, para los costes de las empresas, para la inversión y para
el empleo. Y creo otra cosa más, creo que los países europeos que no
han tomado estas decisiones y que se lo están pensando demasiado
están pagando un precio clarísimo en empleo en sus sociedades.

Plantea su señoría como una falta de sensibilidad social las
fundaciones sanitarias. Cree su señoría que es injusto que la calidad
de la sanidad prestada en un hospital tenga algo que ver con las
retribuciones de su personal. Yo no; yo creo que eso es justo, creo
que es bueno. Si los españoles va a un hospital público y en ese
hospital les dan mejor servicio que en otro, creo que es bueno que
eso se pueda notar. Yo creo que es bueno. Si su señoría cree que no,
pues yo no puedo ser más claro, yo no oculto mi posición. Si su
señoría no oculta la suya, para eso nos tienen aquí, para que la
gente sepa lo que opinamos, pero creo que no es injusto, creo que es
justo; creo que es lo que necesitamos y creo
que es lo que nos va a permitir que la sanidad pública pueda ser cada
vez mejor; pública, universal y gratuita, pero cada vez mejor. En
este sentido, no estamos de acuerdo. No es en lo único y, por tanto,
yo respecto a su señoría pero creo sinceramente, con toda modestia,
que no tiene razón.

Quisiera, respecto a la intervención del señor Sánchez i Llibre,
agradecerle su agradecimiento, así como -lo he dicho en muchas
ocasiones: en todos los debates de presupuestos y siempre que he
tenido oportunidad en esta Comisión- el papel que han jugado los
grupos que apoyan al Gobierno en la definición de su política
económica. La satisfacción que podemos tener, mucha o poca, respecto
a que se hayan cumplido los objetivos del Plan de Convergencia de
1997 hubiera sido imposible sin la estabilidad política y sin las
aportaciones y las críticas constructivas que se han hecho a la
política del Gobierno, y en este espíritu recojo las que usted ha
planteado, cuyo objeto son principalmente las dudas sobre el
crecimiento de la inversión -nosotros creemos que hay elementos
positivos en esa dirección-, sobre la necesidad de mantener el
objetivo de inversión pública en un 10 por ciento, en lo que coincido
con su señoría, y la necesidad de que las medidas de fomento del
empleo continúen siendo un elemento básico; por tanto, las políticas
activas. Creo que los debates que tenemos que tener en el futuro
sobre competitividad y comercio exterior tienen que ser muy
importantes; creo que la concentración de exportaciones que tiene
nuestro país en la zona europea no es conseguir todos los beneficios
de la economía mundial; creo que tenemos una concentración de nuestro
comercio exterior en una zona muy determinada del mundo y que eso nos
perjudica, podemos mantener ese nivel, pero tenemos que ir a nuevos
mercados en los que países como Italia y Francia nos triplican y nos
cuadriplican, como puede ser Japón. Es decir, tenemos todo un camino
de acción en el que los poderes públicos tienen que hacer cosas. No
sólo los poderes públicos, pero también los poderes públicos tienen
que hacer cosas relacionadas con nuestra capacidad de intervención o
nuestra capacidad de fomento de la explotación. Coincido con su
señoría, señor Sánchez i Llibre, en la necesidad de mantener el peso
de las políticas sociales en el producto interior bruto, como creo
que está reflejado en el programa de estabilidad, y también en la
importancia de las formas estructurales.

Paso a contestar a la intervención del señor Zabalía, al que también
agradezco su agradecimiento por la comparecencia, así como el papel
que juegan los grupos que apoyan al Gobierno, y han jugado hasta
ahora, en cuestiones relacionadas con la política económica y, en
general, con todo.

El señor Zabalía me plantea que echa en falta cosas en este
documento. Este documento responde a una iniciativa europea y, por
tanto, a un formato determinado. En este sentido, el documento es
exactamente igual desde el punto de vista de su intensidad, de su
análisis o de sus escenarios al que han presentado nuestros países
socios y será debatido en ese sentido. Sí creo que es bueno que haya
un debate sobre por qué hemos cumplido los criterios de convergencia
y así lo he planteado; hoy he planteado que la reducción del déficit
público, la estrategia de reducción del déficit público a través de
la reducción del gasto y la reducción del gasto selectivo, son un
elemento, como creo que lo son las



Página 17757




reformas estructurales. Ahí su señoría nos pide algo en lo que yo
coincido, y es que nosotros planteamos en febrero de 1997 un plan de
liberalización, plan que debía estar finalizado en febrero de 1998.

No fue totalmente finalizado en esa fecha y creo que un debate sobre
esa cuestión merece la pena, para sacar conclusiones sobre algo en lo
que su señoría también tiene razón: las liberalizaciones que han sido
eficientes, las que todavía no hemos hecho y las que no han
funcionado tan eficientemente como esperábamos. En ese sentido,
coincido con los planteamientos que hace su señoría.




Plantea qué ocurriría si hubiera un cambio de escenario en las
medidas adicionales. Si hay un cambio de escenario lo que nosotros
planteamos es que la política económica puede mantener sus objetivos,
digo en un cambio de escenario como el previsto. Su señoría me puede
plantear qué ocurriría si se produjese efectivamente una caída del
crecimiento en Europa hasta el 2 por ciento y eso no nos llevara a un
superávit primario en el 2002. ¿Debería el Gobierno subir los
impuestos o recortar los gastos? La posición del Gobierno es no.

Creemos que, en ese escenario, un déficit del 0,7 es perfectamente
compatible con nuestro objetivo de estabilidad, pero indudablemente
ése es un debate que seguramente no podremos cerrar hoy, sino que
tendremos que cerrarlo en su momento, aunque ése es el
posicionamiento inicial.

El señor Zabaldía ha dicho que debemos mantenernos en equilibrio
presupuestario y no irnos para un lado ni para otro; es decir, estar
en el centro. Yo creo que en cuestiones de déficit público a España
le conviene irse hacia un lado, lo he dicho antes y lo subrayo ahora.

Creo que vamos a obtener muchas más ventajas del euro si nos situamos
entre países como Finlandia, Irlanda, Dinamarca y no tanto Holanda,
pero cerca, que si nos situamos en otros escenarios posibles, que ya
veremos qué capacidad tienen de ser consistentes. Y con eso no quiero
anticipar un debate sobre la política europea, pero ya veremos qué
capacidad tienen de ser consistentes en el euro.

Plantea el señor Zabalía que el año 1999 es un punto de inflexión y
que a partir de ahí vamos a una tendencia decreciente. Nosotros hemos
presentado ese escenario, sí, pero creo, señoría, que era bueno que
lo presentáramos. Si nosotros hubiéramos venido hoy aquí a decir:
Miren, señorías, la crisis internacional se va a acabar en el año
2000, y a partir del año 2000 la economía española va a crecer otra
vez al 3,8 por ciento, creo que hubiéramos podido estar presentando
un escenario bajo. ¿Por qué? Porque creemos que la sociedad española
tiene que ser prudente; consecuente, pero prudente también. Es
posible presentar el otros escenario, pero en ese momento nos ha
parecido que lo que tenemos que demostrar es que la política
económica que tenemos en este momento, en un escenario moderadamente
decreciente, puede producir efectos muy satisfactorios. ¿Que el
objetivo de creación de empleo es poco ambicioso? Pues es posible. Un
crecimiento de la economía del 3,3 de media o un crecimiento del
empleo del 2,3 deja margen a la productividad, y me parece que es un
objetivo sostenible. Creo que tenemos que ser capaces de combinar la
ambición con la duración, de manera que todos los pasos sean hacia
adelante, que los años malos sean un paso, los buenos, dos y los
excelentes, tres. Pero procuraremos no
tener que dar ningún paso hacia atrás. Yo estoy convencido, por lo
que he escuchado en las intervenciones de su señoría y por las
aportaciones de su grupo, de que estas diferencias no son notables.

Por último, su señoría me plantea un tema muy político -hace bien S.

S., al fin y al cabo somos políticos-, y quiero decir a su señoría
que no es exacto que no hayamos contado con las comunidades
autónomas. Es más, yo lo he dicho en mi primera intervención: tenemos
un acuerdo con las comunidades autónomas para que en el año 2001 las
comunidades autónomas estén en equilibrio presupuestario. Es un buen
acuerdo, es un acuerdo que otros países de estructura similar a la
nuestra no tienen y es un acuerdo que nos da credibilidad. Habida
cuenta de que esa situación también la tenemos con las comunidades
locales a través del pacto local, creo que en este momento, desde el
punto de vista institucional, en España se produce una coincidencia
de objetivos presupuestarios muy saludable.

Entrando en otras cuestiones que no sé hasta qué punto son
determinantes de la política económica de este programa, pero que en
cualquier caso su señoría plantea, hay que decir que la capacidad
política del Gobierno del País Vasco en términos económicos ha
aumentado en esta legislatura notablemente en el concierto y en la
capacidad normativa del IRPF. Por cierto, la van ustedes a usar, y si
no, no la podrían usar. Por lo tanto, es un instrumento muy
importante de política económica, como se va a demostrar en el
conjunto de España.

A partir de ahí, su señoría plantea que nosotros incumplimos las
negociaciones sobre competencias. Podría parecer que S.S. entiende
que sólo se cumplen si estamos de acuerdo con los presupuestos de su
señoría para hacer las transferencias de competencias, y eso rompería
la tradición que el Estado central mantiene con todas las comunidades
autónomas, no sólo con las de derecho foral, sino también con el
resto, y es que las competencias se trasladan de mutuo acuerdo. Su
señoría podría acusarme de que no queremos transferirlas si no
hubiéramos hecho propuestas, pero yo podría decir a su señoría con el
mismo argumento que su señoría no quiere recibirlas. Su señoría me
dirá: ¿Cómo me puede usted decir eso? Y yo le digo que diciéndoselo,
exactamente igual que usted me ha dicho lo otro, exactamente igual.

No es que yo me niegue a transferirlas, sino que quiero hacerlo -no
yo, sino el Estado central- en unas condiciones que la Comunidad
Autónoma del País Vasco- o, mejor dicho, el Gobierno de la Comunidad
Autónoma del País Vasco no considera satisfactorias legítimamente.

Pero cuando hablo con las comunidades autónomas de régimen común
sobre las transferencias de educación, con las del PP, con las del
PSOE, me sucede exactamente lo mismo, y los gobiernos anteriores han
hecho eso también.

El Gobierno no se niega a abordar la transferencia de competencias.

Lo que pasa es que en las que no se han producido no nos hemos puesto
de acuerdo en qué condiciones hay que transferirlas. Su señoría no me
puede decir que no tengo voluntad de transferirlas, sino que no estoy
de acuerdo con su señoría en cómo. Creo que hay un largo trecho entre
una cosa y otra. En cualquier caso, a través del debate y en muchas
de las cuestiones que se plantean sabe su señoría como yo que,
independientemente de las transferencias,



Página 17758




para un ciudadano vasco, andaluz, castellanomanchego, en fin, para
cualquier ciudadano español, que podamos reducir el paro al 12,8 por
100 con una inflación por debajo del 2 por 100 y con superávit
público en el año 2002 es una de las mejores noticias; como digo,
independientemente de quién tenga las competencias o en qué
condiciones las tenga. Con eso no trato de quitar importancia al otro
debate, que la tiene. Pero no sé si todas las cosas se pueden
plantear en todos los momentos.

Por último, señor Aguirre, quiero agradecer la confianza de su grupo
parlamentario e insistir en algunas ideas que su señoría hadado.

Probablemente, la más importante de todas es que nosotros hemos
apostado, y lo hemos dicho, por que la mejor política social es la
política de empleo. No la única, pero sí la mejor. Seguimos pensando
eso. Seguimos pensando que en la España del siglo XXI todavía esa
afirmación es así. En el momento en el que podamos decir otras cosas
porque nuestra tasa de desempleo sea similar a la holandesa, a la
danesa, a la inglesa o incluso a la alemana, seguramente podremos
hacer otros debates. Pero en este momento esa es la mejor política
social. Agradezco que los grupos parlamentarios pidan al Gobierno que
acelere ese proceso. El Gobierno plantea hoy un Programa de
Estabilidad que creemos que lo acelera y, desde luego, está abierto a
las propuestas que hagan los grupos, ahora o en cualquier momento,
para mejorar esas condiciones y para debatir, en el tono en que
siempre lo hacemos, las propuestas y las alternativas que los grupos
parlamentarios tengan por bien plantearnos. (El señor Eguiagaray
Ucelay pide la palabra.)



El señor PRESIDENTE: Brevísimamente, señor Eguiagaray.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Para hacer algunas consideraciones al
hilo de la intervención del portavoz del Grupo Parlamentario Popular
y del señor vicepresidente.




En primer lugar, a efectos de clarificación. Sin duda alguna, la
hemeroteca nos puede causar a todos profundos estragos. Sin embargo,
señor Aguirre, no tengo la sensación de haber dicho cosas que no
puedan ser sostenibles en el tiempo con razonable coherencia. Entre
otras cosas, en las previsiones nos hemos equivocado todos: los
gobiernos anteriores, los portavoces actuales, el Gobierno actual,
etcétera. Probablemente la vida es así de plural. Sin embargo, cuando
me he referido a errores de previsiones no lo he hecho casi nunca a
las tasas absolutas de crecimiento, sino a lo que a veces se
considera que son aciertos en la previsión. Por ejemplo, un gobierno
puede plantearse una estrategia de crecimiento basada en la demanda
interna, en el crecimiento del consumo y en el crecimiento de la
inversión, y resulta que después se obtiene un crecimiento final que
es el resultado exactamente de lo contrario, de que el crecimiento
del consumo y de la inversión han sido mucho menores de los que el
Gobierno ha venido pronosticando durante dos años, que pueden ser
1996 y 1997, en cambio, el comportamiento del sector exterior ha sido
notablemente superior al que el Gobierno había considerado. Esto es
lo que le ha ocurrido a este Gobierno y, sin embargo, todos
nos felicitamos de que, a pesar de todo, el crecimiento de la
economía haya sido superior.

En segundo lugar, no es verdad, señor Aguirre, que las previsiones de
los organismos internacionales en relación con nuestra economía estén
dando exactamente las mismas tasas que el Gobierno ha planteado en el
Programa de convergencia. De hecho, ningún organismo internacional
está sosteniendo en ester momento -ni siquiera el Fondo Monetario
Internacional- que el crecimiento de la economía española en el año
1999 vaya a ser el que todavía el Gobierno sostiene. Pero, en fin,
alrededor de eso y sobre otras cuestiones me gustaría hacer algunas
matizaciones a las intervenciones del señor Rato.

Señor Rato, creo que usted ha pretendido hacer -siempre lo hace con
la gracia que le caracteriza y la habilidad que todos le reconocemos-
ese ejercicio en virtud del cual yo le coloco en un terreno que le es
incómodo y usted trata de devolverme la pelota diciendo: ustedes son
muy malos porque, encima, poco menos que quieren salirse del Pacto de
Estabilidad. Bueno, ése es un ejercicio que a estas alturas no
impresiona demasiado a nadie, pero sí me parece que no debiera usted
recurrir a esas pequeñas trampas propias del ejercicio dialéctico de
escasa entidad cuando se pretende imputar a la oposición algo que me
parece profundamente injusto, el deseo de que el futuro sea peor que
el presente o que el pasado. Eso me parece una imputación mayor
porque usted sabe que yo no lo deseo. No creo que nadie cabal, ni
siquiera para ganar créditos políticos, desee que el mundo empeore.

Ustedes en el pasado quizás hayan practicado, pienso que todos los
demás están dispuestos a hacer lo mismo: anunciar grandes males como
forma de hacerse populares. No, honestamente deseo que la economía
española crezca el 3,8, aunque lo considere imposible y que incluso
en el futuro podamos crecer por encima de lo que usted ha planteado.

De ahí no se deduce -y esta es la parte fundamental de mi reproche a
lo que ustedes están planteando- que puedan hacer un ejercicio de
ocultación de lo que ustedes mismos están viendo, y de hacerlo por
intereses políticos, porque no les interesa revelar lo que ustedes
también piensan. Todos aspiramos a que el mundo sea mejor, pero un
ejercicio de realismo, de sinceridad y de credibilidad seguramente se
ve avalado si además uno dice a los ciudadanos, en este caso a los
representantes de los ciudadanos, qué es lo que piensan de lo que
está ocurriendo.

No se trata de que ahora yo haya dado un paso más en relación con
anteriores intervenciones. Decía usted enfáticamente: ya es capaz
-así lo ha dicho, lo he tomado textualmente- de ver la
desaceleración. No veo ni mucho más ni mucho menos de lo que ve
usted, ni mucho más ni mucho menos de lo que ven los organismos
internacionales. Para no alargarme, le excuso de citar qué es lo que
pensaba el Fondo Monetario Internacional en diciembre de 1998 y cómo
cambian en dos meses, de octubre a diciembre, las previsiones de
crecimiento del mundo, las previsiones del comercio del mundo, las
previsiones de crecimiento de la economía europea, de los Estados
Unidos, de cada uno de los países, etcétera. Naturalmente, en los
primeros días del mes de enero las cosas no han mejorado desde ese
punto de vista, hasta el punto de que otros organismos que no habían
seguido al FMI y múltiples analistas no han ido



Página 17759




sino introduciendo factores que ojalá volvieran a cambiar en el
sentido contrario, pero que hoy por hoy forman parte de lo que me
parece que desde la sinceridad habría que decir.

Respecto a lo que pretende de que detrás de lo que yo he dicho hay
una especie de vuelta al pasado, descrito el pasado como una suma de
todos los males y sin mezcla de bien alguno, señor Rato, en la
confianza que tenemos en este ejercicio de Gobierno y oposición, sabe
usted que no le guardaré rencor, pero también humorísticamente, como
usted ha pretendido decirlo, me llama la atención la capacidad que
tiene usted de adornarse a veces con plumas que ni siquiera le son
propias. Por ejemplo, usted pretende un día sí y otro también, aquí y
en los medios de comunicación, que todo consiste en un proceso en
virtud del cual no sólo los ciudadanos pagan menos impuestos sino
que, como ya reconoce en los cuadros que acompañan al Programa de
Estabilidad, desde que ustedes gobiernan la presión fiscal ha crecido
en un 1,2 puntos, según ustedes. Yo ya lo he dicho más de una vez:
Apesar de que ustedes siguen insistiendo en que no hacen sino rebajar
los impuestos y que incluso rebajándolos -como efectivamente los
rebajan- en 1999 y en el 2000, según sus cálculos, la presión fiscal
media de nuestro país va a ser superior a la que se encontraron
ustedes cuando llegaron al Gobierno. Eso es una cosa digna de ser
destacada, porque luego se dice que los demás somos los voraces
recaudadores, pero ustedes no están dispuestos a confesar lo que con
tanta sinceridad como claridad dicen en sus cuadros y es que van a
aumentar la presión fiscal media de este país durante su período de
Gobierno, a pesar de una propaganda muy insistente de descenso de la
presión fiscal.

Un tema sí que debe quedar claro, señor Rato. No recomendaré jamás ni
al Gobierno de España ni a quien tuviera que diseñar una estrategia
de política económica, que desistiera de la búsqueda del equilibrio
en materia de déficit público. Debe quedar claro, por tanto, y me
parece que a estas alturas ya somos muy mayores como para que yo sea
ahora un furibundo partidario del abandono del Pacto de Estabilidad.

Es más, para que usted me entienda, cuando yo le planteo si ese afán
de sacar pecho en materia de reducción del déficit público le debe
llevar a usted o al Gobierno de España a que alcancemos un superávit
presupuestario frente a lo que hacen los demás y en estas condiciones
económicas, no estoy sugiriendo que hagamos lo que hace Alemania,
porque, y en esto sí le doy la razón; primero, nuestro país no es
Alemania y, segundo, algunos problemas de credibilidad y de
sostenibilidad a medio plazo de la política económica en nuestro país
dependen de que no utilicemos todos los márgenes que los más
ortodoxos y los que tienen una acreditada tradición en las finanzas
públicas han venido utilizando. No obstante, dicho esto hay una
discusión que supongo estará dispuesto a reconocerme porque la hacen
en el Ecofin y se está haciendo en todos los países europeos; en
virtud de la cual no sé si un país como el nuestro, con las
deficiencias y con las insuficiencias que hay, puede plantearse
solamente como objetivo el tener más reducción del déficit
presupuestario al margen de las circunstancias por las que pase del
nivel del que parta, de la coyuntura económica en la que nos movamos
y de la interpretación que acabe por hacerse en la discusión
europea de cuál sea el sentido del Pactado de Estabilidad. Ese es
todo el sentido de mis afirmaciones, pero nada que tenga que ver con
una especie de abandono de lo que son compromisos de nuestro país a
los que por cierto, como usted sabe, hemos contribuido bien lealmente
porque además creemos en ello.

Voy a hacer alguna consideración más. Sobre la desaceleración,
insisto señor Rato, me gustaría que hiciera el ejercicio de
sinceridad que ha empezado a hacer hoy. Ya le parece que no es
demasiado relevante pasar del 3,8 al 3,6. Le doy toda la razón. Si
estuviéramos aquí discutiendo de décimas sería bastante ridículo
porque ni usted ni yo somos capaces de prever una décima o de
analizarla. El problema no es éste. El problema es por qué un
Gobierno contra todo lo que piensan los demás persiste por razones
políticas - supongo- en mantener una tassa de crecimiento del 3,8
cuando hoy el problema no es pasar del 3,8 al 3,6, sino si nos
acercamos más al 3. Yo no lo deseo, no sé donde tengo que jurar para
que usted se lo crea. El problema es si el horizonte de recorrido de
algún lugar entre el 3 y el 3,5 por 100 que discutimos en el debate
presupuestario, hoy no es todavía más verosímil de lo que era
entonces. El problema ni siquiera es fijarse, tiene usted razón en
eso, en el año 1999 en el que usted tendrá que corregir, supongo que
algo más abruptamente, si no lo hace poco a poco, las previsiones que
haya hecho, sino que el problema es qué es lo que ocurre a lo largo
de los próximos años. Ahí le doy toda la razón. No se trata de hacer
previsiones detalladas sobre todos y cada uno de los años, pero a
continuación aceptará el que le haga una pregunta muy elemental: si
usted mismo no da credibilidad a sus previsiones para el año 1999,
2000, 2001 y 2002 -lo que me ha dicho es que no tiene sentido hacer
previsiones para el 2001- ¿por qué tengo que darle demasiada
importancia a los cuadros cuando usted solamente pretende tratar una
especie de gran marco general, una especie de gran estrategia en la
cual lo que importa es más la dirección que los detalles? Estaría
básicamente de acuerdo en esto. Sin embargo, como hay que hablar de
los cuadros que ustedes han trazado, alguna cosa hay que decir.

En cuanto a la competitividad, señor Rato, no es verdad su afirmación
de que no hemos perdido competitividad. Consulte los datos de su
propio Ministerio de Economía y sus indicadores de competitividad que
son los mismos que he citado yo ¿Cuál es la evolución del tipo de
cambio real efectivo de nuestro país, se mida en relación con los
servicios, con la industria, con el consumo, etcétera? Se dará cuenta
de que a lo largo del año 1998 hemos tenido una pérdida de
competitividad. No me preocupa tanto que tengamos en 1998 ligeras
pérdidas de competitividad combatibles, por cierto, con una evolución
razonable incluso del comercio exterior. Lo que me preocupa es el que
esto que viene de viejo sea una cosa sostenida y que las previsiones
incluso de inflación para 1999 sean de una cierta tendencia al alza
de la inflación en las cuáles usted tiene la esperanza de que otros
tengan también que crecer en su nivel de precios -voy terminando,
señor Presidente- para que las cosas nos vayan mejor. Usted me da la
razón al decir: Tiene usted la razón, señor Eguiagaray, con esto de
la inflación de servicios y de otra serie de cosas. No soy el último
que me he enterado de que hay tres compañías telefónicas, aunque las
sufro, pero los españoles estarían bastante de acuerdo



Página 17760




conmigo y, en todo caso, la Unión Europea lo ha puesto de manifiesto:
España es uno de los países de la Unión en que menos han bajado los
precios de los teléfonos o de las llamadas telefónicas en relación
con los países europeos desde que hay un marco más liberalizado. Éste
es un problema que forma parte de lo que usted se tiene que apuntar.

En cuanto a la electricidad, no mencione la soga en casa del ahorcado
no vaya a ser que tengamos que volver a recordar algunas de las cosas
que hemos venido discutiendo a lo largo de los últimos meses y que
por cierto no hacen especialmente creíble su política de
liberalización incluyendo el billón de pesetas de regalo para las
eléctricas, por no hablar de otras muchas cosas. De otra manera, si
tanto se ha hecho y tan bien, ¿cómo puede entenderse que tenga que
volver a contar las supuestas reformas estructurales que van a
hacer?, ¿Por qué si han sido tan eficaces las medidas, hay que volver
a repetirlas y lo haga exactamente con las mismas dicciones, si ya
alrededor de eso no hay apenas nada que hacer?
Sobre el índice sintético, no quiero apuntarme ni siquiera autorías
que no me corresponden. Como usted, trato de leer y de inspirarme en
otros, pero lo que sí me parece es que la convergencia no puede
entenderse en los términos en los que está trazada aquí, y creo que
haríamos muy bien todos si el concepto de la convergencia fuera algo
bastante diferente a como aquí se define. Por eso es por lo que he
formulado la idea de un índice sintético de convergencia, en virtud
del cual llegaríamos a la conclusión de que si en algunas cosas
tenemos la satisfacción de que estamos en 1978-1979 de renta por
habitante, hay otras en las que estamos aproximadamente en el 34 por
ciento de lo que es la media de la Unión Europea. Este es el caso,
por ejemplo, del stock de capital tecnológico medido en términos
homologables en la Unión Europea o en otra serie de indicadores que
me parecen tan relevantes desde la perspectiva de medio plazo como la
renta por habitante o cuasi.

Finalmente, en materia de empleo -voy terminando, señor Presidente,
le prometo que son tres minutos, lo he calificado de no ambicioso,
pero déjeme por lo menos en el mismo tono humorístico, porque estas
cosas forman parte más de la dialéctica que del intento de analizar
las cosas con realismo. Usted dice: Señor Eguiagaray, ¿se opone usted
acaso a que una parte del crecimiento se traslade a la productividad?
Planteado sí, señor Rato, ¿cómo le va a contestar nadie negativamente
a eso? Lo que me llama la atención es que ustedes se han llenado de
gloria contando algo que yo celebro, que el crecimiento del empleo en
el año 1998 haya sido de un 3,5 por ciento. Pero, ¿no se han
preguntado acaso si no tenían también que trasladar en 1998 una parte
a la productividad, según su argumento? Porque si lo mejor que nos
podía ocurrir era que el empleo creciera al 3,5 por ciento, ahora lo
menor no será que crezca al 2,3, aunque sea con el argumento de ¡Viva
la productividad! Me da la sensación de que su inconsistencia en ese
sentido es bastante manifiesta, pero yo creo que reducir las
aspiraciones no es bueno, sobre todo cuando eso tiene algunos
efectos. Ya le he dicho qué es lo que ocurre con la incorporación de
la mujer. Detrás de eso hay un objetivo explícito o implítico, que es
el que la tasa de actividad no mejore y en consecuencia que el
conjunto de ciudadanas españolas siga fundamentalmente
dedicado a otras labores distintas de las de su
inserción en el mercado laboral, lo que no me parece un objetivo
plausable. En consecuencia, si uno aspirante a otros objetivos
resulta que la tasa de paro a la que ustedes aspiran es simplemente
una tasa de paro aproximadamente parecida a la que en este momento
existe.

Finalmente, en materia de pensiones, reitero, señor Rato, lo que le
dicho. Ustedes no han cumplido el Pacto de Toledo. El presidente
haría muy bien seguramente interrumpiéndose si yo ahora la citada
todo lo que tengo aquí del Pacto de Toledo textualmente, pero no han
cumplido la literalidad del Pacto de Toledo ni tampoco la Ley de
Seguridad Social, en la que se dice qué es lo que es contributivo
y lo que no es contributivo. No es verdad, señor Rato, y esto es lo que
me parece más preocupante, el que, no cumpliéndolo y manifestado
explícitamente la voluntad de no cumplirlo, pretendan que esto sea
objeto de otro debate a partir del año 1000, para ver si el
complemento de mínimos se incorpora o no como parte de las cosas que
tendrían que ser financiadas con recursos generales.

Hay más cosas que tienen que ser financiadas con recursos generales
de acuerdo con la propia Ley de Seguridad Social y con el Pacto de
Toledo, como son, por ejemplo, las bonificaciones en contratos, que
ustedes están financiando con cargo a cotizaciones del INEM, cuando
simplemente no es compatible que se pueda entender esto con el Pacto
de Toledo de ninguna de las formas, señor Rato, ni han cumplido ni
piensan cumplirlo, y no me vale el argumento, que es el que ha
utilizado también el portavoz del Grupo Popular, de decir que es
bueno que crezcan las pensiones, que no siempre tienen que seguir
creciendo en términos del PIB, cuando de ahí no puede fácilmente
colegir que si las pensiones en los años que llevan gobernando
ustedes han crecido en número de 400.000 nuevos pensionistas y al
mismo tiempo cae la importancia de las pensiones en el PIB, sin duda
alguna, aceptando su argumento de que además ha habido aumento de
poder adquisitivo (por cierto no por primera vez, también en el
pasado había aumento de poder adquisitivo de las pensiones, no me
confunda los términos) el aumento de la dignidad, de la cuantía,
etc., de las pensiones no forma parte de sus objetivos prioritarios,
porque ciertamente uno no podrá estar muy satisfecho con los
complementos de mínimos que todavía tenemos o con las pensiones no
contributivas o, puestos a pensar en algunos otros elementos de la
convergencia, con los salarios de inserción social que siguen
existiendo todavía dentro de nuestro país. Por tanto, creo que ahí
existe un terreno en el que las diferentes políticas ilustran de las
prioridades que cada uno puede tener en este terreno; pero seguiremos
discutiendo.

Termino, señor Presidente. Creo que a partir de aquí me parece que lo
que hay es una no estrategia, unida a unos no medios claros para
alcanzar algunos objetivos notoriamente inciertos y bastante
insatisfactorios.




El señor PRESIDENTE: ¿Les parece a ustedes que suspendamos unos
minutos, mientras avisamos al señor Alcaraz para que venga?
(Denegaciones).

Entonces, a continuación, por parte del Grupo Catalán(Convergència i
Unio), por si acaso tiene que aportar algo



Página 17761




al Programa de convergencia, tiene la palabra el señor Sánchez
i Llibre.




El señor SÁNCHEZ I LLIBRE: Con la mayor brevedad posible quiero
manifestar que de las respuestas que ha dado a los planteamientos de
nuestro grupo parlamentario en su intervención es posible ya predecir
que en las propuestas de resolución haya coincidencia con nuestros
argumentos.




También quiero manifestar al señor Vicepresidente que en su
intervención no he apreciado, quizá no estaba al corriente, que me
haya contestado respecto a la posibilidad de saber si finalmente el
Gobierno remitiría el saldo de las balanzas fiscales respecto a los
territorios de las comunidades autónomas y el Estado, para poder
hacer los planteamiento necesarios y los cálculos para determinar,
cuando finalice el período de financiación el año 2001, todas las
cuestiones relativas para que se puedan incorporar en el Programa de
Estabilidad. Quiero preguntárselo por, si acaso, me hubiera
despistado en la contestación que ha dado el Vicepresidente.




El señor PRESIDENTE: Señor Zabalía.




El señor ZABALÍA LEZAMIZ: Con mucha brevedad, porque creo que lo
agradecerán todos, tengo que contestarle, por lo menos, a la última
parte de la respuesta que me ha dado. No voy a entrar en otros
detalles anteriores propios del plan que habría de matizar porque
creo que lo más importante para mi grupo parlamentario es lo último.

Es curiosa la contestación. Ha empezado diciendo que lo que tienen
ustedes es muy importante. Fíjese la competencia en el impuesto sobre
la renta lo que les va a producir. Tenemos la sensación de que lo que
tenemos es ya suficiente, que es mucho lo que están cediendo, y
entramos aquí en un concepto que puede pensarse que es parecido a un
mercantilismo. Usted cree que nos están dando algo y nosotros creemos
que no nos están dado nada, que simplemente lo que se está es
cumpliendo con lo establecido en una composición de un Estado y de
unas leyes orgánicas, que son las que están en vigor, en este
momento.

Usted no ha leído el acuerdo de investidura donde su Gobierno dice,
en el primer punto, que se compromete al pleno y leal desarrollo del
estatuto, del acuerdo con lo aprobado por el Parlamento vasco, porque
no sé si sabrá, señor Rato, que la defensa del estatuto no es algo
del Partido Nacionalista Vasco, ni siquiera del Gobierno, es del
Parlamento vasco donde están todas las fuerzas políticas, incluida la
suya, y eso es lo que ustedes se comprometieron a desarrollar. No nos
están dando nada. Lo que están haciendo es cumpliendo con una ley, en
parte, y cuando no cumplen con todo, eso es lo que nosotros
reclamamos.

Dicen que lo que nos ofrecen, no lo queremos, que no nos ponemos de
acuerdo. En todo lo que tenemos nos hemos puesto de acuerdo ¿Por qué?
Porque, al final, es la voluntad política lo que hace que se puedan
cumplir estas cosas. No hay mejor cuestión para realizar las cosas
que ofrecer algo que se sabe que es imposible de admitir. Ésa es la
mejor situación para que las cosas no anden. Pero hay momentos
determinados en que sí andan ¿Por qué será? ¿Por qué será que en
momentos determinados sí andan las
cosas? Porque hay una voluntad política de las partes y en este
momento no hay voluntad política por una de las partes. Eso está
absolutamente claro porque es así y sabe que cuando ha habido
voluntad política por su parte se ha llegado a acuerdos. Por tanto,
yo creo que aquí hay que dejar claro estas cosas: Primero, que aquí
no se está dando nada a nadie, que esto no es un mercantilismo, lo
que nosotros estamos diciendo que hay que hacer es cumplir unas leyes
orgánicas, unos acuerdos adoptados y aprobados por el Parlamento
vasco y lograr el cumplimiento precisamente del desarrollo de esos
acuerdos a que ustedes se han comprometido. Eso es lo que nosotros
reclamamos y que creo que hay que dejar suficientemente claro.




El señor PRESIDENTE: Señor Aguirre.




El señor AGUIRRE RODRÍGUEZ: Contestaré al señor Eguiagaray en el
mismo tono y con la misma brevedad. He de decirle que agradezco que
reconozca que todos nos confundimos. Lo que ocurre es que en
previsiones económicas y sacando la lectura a que ha hecho referencia
de su intervención en 1997 usted descalificaba las previsiones que
contenía el Programa de Convergencia y lo único que ha ocurrido es
que se han cumplido magníficamente y con mucha holgura. Por tanto, yo
creo que al final se trata de quién se confunde más veces o quién
acierta más veces.

En relación con el crecimiento de la economía española realizada por
el Fondo Monetario INternacional, la OCDE y la Comisión Europea, le
remitiré los datos al señor Eguiagaray para que compruebe que lo que
he dicho se ajusta a la realidad y lo que él ha mencionado, negando
la existencia de previsiones que confirman las del Gobierno español,
no coincide con la realidad; pero yo le pasaré esta documentaci´n
para cerrar el debate, que no creo que tenga mayor importancia.




El señor PRESIDENTE: Ahora que el cuerpo deja de ser más místico, una
ve que se ha ido el señor Montoro, y dada la hora que es, para
cocluir tiene la palabra el señor ministro de Economía y Hacienda.




El señor VICEPRESDIENTE SEGUNDO YMINISTRO DE ECONOMÍAY HACIENDA (De
Rato y Figaredo): Muy brevemente, señor presidente.

Una vez más deseo agradecer a los portavoces de los grupos su tono y
sus aportaciones.

Quisiera decir, señor Eguiagaray, empezando por el orden en que
ustedes han intervenido, que el futuro es peor que el presente, lo ha
dicho usted en su primera intervención. Yo me alegro que crea que no
es así, yo también lo pienso; creo que no es necesariamente así.

Yo no digo que la vuelta al pasado tenga todos los males, sin duda no
voy a decir que todos los males se produzcan, lo que sí se provoca
con el tipo de política económica que conlleva la vuelta al pasado
son ciertos efectos que ya hemos conocido. Los años 1992, 1993 y 1994
están en la memoria de los españoles precisamente con recortes
drásticos de los derechos sociales, no ya de las cantidades que se
ponen en los presupuestos, ni del porcentaje del PIB, sino de los
derechos sociales, de la ley, cosa que no ha sucedido desde que
gobernamos nostros. Eso tiene su consecuencia



Página 17762




en errores previos cuando no se veían las cosas con la suficiente
profundidad.

En cualquier caso, sobre el debate de la presión fiscal es verdad que
ha crecido en España, pero es verdad al mismo tiempo que han caído
los impuestos sobre ganancias del capital, los módulos, la
internacionalización de la empresa y el IRPF. Su señoría a lo mejor
se debía preguntar por la elasticidad de los impuestos, y a lo mejor
eso le podría llevar a la consecuencia de cómo funciona en este
momento la elasticidad de nuestros impuestos con respecto a cómo
funcionaba con ustedes. Su señoría no se va a hacer esa pregunta,
pero se la dejo yo para otro debate, porque yo sí se la voy a hacer a
su señoría, porque ésa es una pregunta muy interesante.

Me alegro muchísimo, pero le he entendido mal en la primera
intervención y le pido disculpas. Yo le he entendido que para su
señoría la reducción del déficit público no era importante; pero no
me importa nada pedirle disculpas. No puedo alegrarme más de que su
señoría mantenga esa posición; me parece, no diré lo más importante
del debate, pero desde luego de una gran relevancia para el futuro de
la economía de este país, habida cuenta de la importancia del grupo
político que representa su señoría y de la importancia de su señoría
sin duda.

Yo no quiero entrar en una discusión de décimas, aunque al final
acabamos en ella. No es que yo haya dicho -si lo he dicho, rectifico,
si me dan ustedes la oportunidad- que las previsiones del 2001 tengan
o no importancia. Hemos preferido hacer una media de previsiones que
nos parece más útil. ¿Podemos pensar que es realista que de aquí al
2002, con una oscilación que no sabemos exactamente cómo puede ser,
la media de nuestro crecimiento sea del 3,3 y la media del
crecimiento europeo sea del 2,5? Eso es posible, previsible; eso es
lo que en este momento dicen la mayor parte de los organismos
internacionales. ¿Podemos pensar que la peor hipótesis normal, dentro
de que lo peor sea normal, es un crecimiento del 2 en Europa y un 2,5
para nosotros? Eso es lo que estamos planteando y a partir de ahí
creo que las conclusiones se asemejan a las que nosotros planteamos.

Es verdad que se produce una apreciación del tipo de cambio -y ahora
hablo de la competitividad durante este año-, pero también es cierto,
como sus señorías saben muy bien, que hemos aumentado de forma
importante nuestra participación en el comercio mundial; luego,
estaremos manteniendo niveles de competitividad. A partir de ahora ya
no vamos a tener apreciaciones del tipo de cambio con nuestros
competidores en el entorno europeo, y creo que ahí vamos a reflejar
la mayor flexibilidad que demos a nuestra economía.

Por otro lado, los costes de transformación a la competencia no son
un invento nuestro. Primero, no son un invento; y, segundo, no son
nuestros, son de la Administración anterior. Lo que nosotros hemos
hecho es bajarlos, pero ése es otro debate en el que no quiero
meterme; lo cito porque su señoría ha sido quien lo ha mencionado, no
he sido yo.

Por último, es verdad que el empleo en el año 1988 ha crecido muy
intensamente. No es previsible que eso se pueda producir todos los
años con un crecimiento de la productividad, e incluso, si queremos
tener un crecimiento sostenido, es posible que no sea ni bueno,
porque deberemos
de tener ganancias de productividad. Tenemos que ser capaces de
combinar la productividad con el crecimiento del empleo. Este
programa establece unas hipótesis y unos objetivos que a mi me
parecen razonables y que indudablemente no se sitúan en los
crecimientos más intensos del empleo que hemos tenido, pero tampoco
dejan de resolver el problema básico de crecimiento del empleo. Y
vuelvo a repetir, lo importante es que tengamos una política
económica que nos permita no dar pasos atrás. En otros momentos hemos
tenido que dar demasiados y sonoros pasos atrás y no tan lejanos en
el tiempo.

Me propone el señor Sánchez i Llibre que el Gobierno le remita al
Parlamento las balanzas fiscales. Efectivamente, una enmienda votada
por el Grupo Socialista y por el Grupo de Convergència i Unió y no sé
si por algún grupo más plantea la necesidad de que haya balanzas
fiscales. Hay una petición al consejo de política fiscal y financiera
para que le diga al Gobierno cómo las elabora, porque su señoría sabe
como yo que el tema de las balanzas fiscales es un traje a la medida.

Depende de lo que metamos en las balanzas fiscales, como en los
índices sintéticos, el obtener un resultado u otro. Por eso, no
creemos en esa medida, pero tenemos un mandato, efectivamente, y lo
realizaremos cuando el consejo de política fiscal y financiera, es
decir, todos los consejeros de las comunidades autónomas, nos digan
qué es lo que ellos creen que hay que meter en un equilibrio de
balanzas fiscales. Todavía ni siquiera sabemos lo que opinan algunos
gobiernos. No voy a entrar ahora en debates con gobiernos
autonómicos, que no me parece conveniente, pero el día que los
gobiernos autonómicos le digan al Gobierno central: ésta es la
metodología para hacer un desarrollo de balanzas fiscales, que es lo
mismo que decir: ya sabemos cuál es el resultado que nos conviene, el
Gobierno no tendrá ningún inconveniente en pedirle a los funcionarios
que lo elaboren. Pero ése es un debate en el que no hemos sido
capaces de conseguir que los gobiernos autónomos nos den un mandato.

Si su señoría tiene influencia quizá pueda conseguir que el Gobierno
andaluz, extremeño, gallego, catalán, vasco, valenciano, todos nos
digan cuáles son los criterios exactos de las balanzas fiscales, y su
señoría demostrará una gran capacidad de consenso para conseguirlo.

En cualquier caso, lo hemos planteado en el consejo de política
fiscal y financiera. Si no me falla la memoria, pero puede fallarme,
hay un grupo de trabajo de los consejeros de las comunidades
autónomas para llegar a un acuerdo, y el Gobierno cumplirá
escrupulosamente el mandato que tiene del Parlamento a ese respecto
o, si no, el Parlamento le tendrá que decir con qué criterios los
tiene que elaborar; y los grupos parlamentarios que nos lo han
propuesto, algunos de los cuales tienen un partido de representación
nacional y, por tanto, podrá conciliar seguramente las opiniones de
todas las comunidades autónomas, que nos digan exactamente cómo
quieren que elaboremos ese trabajo que al final, como ya les he
dicho, depende mucho de a dónde queramos llegar.

Señor Zabalía, yo no he dicho nunca -hoy desde luego no lo he dicho;
creo que no lo habré dicho nunca, y si lo he hecho me he equivocado,
pero hoy estoy seguro de que no le he dicho- que el Gobierno central
haya regalado nada anadie. Por otra parte, sería impresentable que el
Gobierno



Página 17763




central le regalara nada a nadie. Yo lo que he dicho es que para
llegar a un acuerdo entre una comunidad autónoma, la comunidad
autónoma vasca o la comunidad autónoma gallega o la comunidad
autónoma andaluza, hay que ponerse de acuerdo.

Su señoría parte de la base de que la voluntad política para ponerse
de acuerdo sólo tiene que ser la del Gobierno de la nación. Mi
experiencia personal me dice que, cuando hemos llegado a un acuerdo
con la comunidad autónoma vasca, es que también el Gobierno de esa
comunidad autónoma ha tenido voluntad de llegar a él, lo cual quiere
decir que ambas partes han acercado posiciones.

En su comunidad autónoma son ustedes especialistas, grandes jugadores
de pelota; esto no es un juego de pelota. Cada vez que hemos entrado
en el juego de pelota, no hemos llegado a un acuerdo. No trato de
decir que unos sean la pared y otros los pelotaris, sino que, para
llegar a un acuerdo, hace falta otro tipo de juego, otro tipo de
partido y otro tipo de condiciones. Me consta, porque he sido testigo
y participe, que esos acuerdos se dan, pero no que se produzcan sólo
como consecuencia de que una parte ha entendido
que tenía que tener voluntad política; voluntad política existe.

La referencia que yo tengo de alguna de esas negociaciones, por otra
parte muy importantes y que llevan años sin solucionarse, sobre la
interpretación exacta de cuáles son las competencias -que es lo que
tenemos con todas las comunidades autónomas, no crea su señoría que
es exclusivamente una cuestión entre la comunidad autónoma vasca y el
Gobierno de la nación- es que necesita una aproximación de
posiciones, estoy de acuerdo con su señoría. Yo estoy dispuesto a
hacerla, pero me gustaría que mis interlocutores también lo
estuvieran.

Sin pretender tener toda la razón, que desde luego no la tengo, creo
que si somos capaces en este momento de recorrer el camino que hemos
transitado en otros casos, obtendremos muy buenos resultados, y
espero que podamos lograrlos.

Muchas gracias, señor presidente.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, ministro.




Se levanta la sesión.