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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 432, de 27/02/1995
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CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
COMISIONES
Año 1995 V Legislatura Núm. 432
INDUSTRIA, ENERGIA Y TURISMO
PRESIDENTE: DON JOAQUIM MOLINS I AMAT
Sesión núm. 32
celebrada el lunes, 27 de febrero de 1995



ORDEN DEL DIA:
Comparecencia del señor Ministro de Industria y Energía (Eguiagaray
Ucelay), para presentar el documento «Una política industrial para
España, propuesta para un debate». A petición propia. (Número de
expediente 214/000093.)



Se abre la sesión a las cuatro y cinco minutos de la tarde.




El señor PRESIDENTE: Buenas tardes. Si les parece vamos a iniciar esta
sesión número 32 de la Comisión de Industria, Energía y Turismo, con un
único punto del orden del día: Comparecencia, a petición propia, del
excelentísimo señor Ministro de Industria y Energía, para presentar el
documento: «Una política industrial para España», propuesta para un
debate.

Tiene la palabra el señor Ministro de Industria y Energía.




El señor MINISTRO DE INDUSTRIA Y ENERGIA (Eguiagaray Ucelay): Señorías,
como ya sin duda alguna conocen, a propuesta del Ministerio de Industria
y Energía, el Consejo de Ministros aprobó, en base al documento titulado:
«Una política industrial para España», el inicio de un debate en
profundidad sobre el presente y el futuro de la política industrial y de
la industria española, elevando los



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retos y las expectativas de este importante sector productivo al mayor
nivel de prioridad política del Estado.

Quiero empezar por decirles, con una cierta falta de satisfacción, que
comparezco en este momento cuando, como ya tuve ocasión de decírselo a
ustedes y a otros miembros del Congreso de los Diputados en el Pleno, era
mi intención personal y, desde luego la del Gobierno, el que, habiéndose
originado este debate en los términos a los que después haré referencia,
el inicio del mismo tuviera lugar en las Cortes, como también su
desenlace, de acuerdo con los compromisos asumidos. No es menos cierto el
que este debate, cuya orientación y dirección el Gobierno se las ha
encomendado al Ministro de Industria que les habla, forma parte del
compromiso electoral del Partido Socialista establecido en el año 1993,
en el que ya se hacía un especial hincapié en la implantación de una
política industrial destinada a favorecer la competitividad y a apoyar la
internacionalización de nuestro sistema productivo. Si me permiten,
citaré lo que se decía textualmente en aquel compromiso electoral,
después tomado como parte de los compromisos del programa de Gobierno: La
sociedad española tiene ante sí un importante reto industrial, por lo que
elaboraremos las líneas maestras de una nueva política industrial. Dentro
de ello se buscará un amplio consenso con las partes interesadas para
adaptar a los diversos sectores industriales el conjunto de actuaciones
públicas en materia de política industrial.

Posteriormente a este anuncio, hecho en campaña electoral, he tenido en
diversas ocasiones ante esta Comisión de Industria del Congreso de los
Diputados la oportunidad de reiterar ese compromiso y anunciarles los
trabajos preparatorios que, desde el Ministerio de Industria, se estaban
haciendo para la elaboración de un documento previo; pero, sin duda
alguna, el Presidente del Gobierno en diferentes ocasiones, y
notablemente en el discurso de investidura y en la contestación al
portavoz del Grupo Nacionalista Vasco, el señor Anasagasti, en el debate
del estado de la Nación de hace diez meses y, posteriormente, en la
respuesta a una pregunta formulada también por uno de los Diputados aquí
presentes, se ratificó inequívocamente en ese compromiso. Por tanto, es
un compromiso que debía formularse con el inicio de un debate ante la
Cámara y, al mismo tiempo, con un debate que debiera concluir,
posteriormente, desde el punto de vista metodológico, en el Congreso de
los Diputados.

Quiero a la vez decirles, porque he tenido la ocasión de escucharles y al
mismo tiempo de leer algunas quejas por parte de ilustres representantes
del Congreso de los Diputados, por qué el Ministro no ha comparecido
antes. Desde luego, el Ministro comparece cuando ustedes le llaman, y ha
solicitado su comparecencia con fecha 18 de enero, por tanto, antes de
que expirase el período de las vacaciones parlamentarias. Debo decir que
no es, en ningún caso, imputable al Gobierno el que esta comparecencia se
haya dilatado hasta la fecha presente, pero ciertamente mi intención,
antes de convocar a ningún otro tipo de interlocutores ni sociales, ni
sectoriales, ni industriales, era anunciarles lo que hoy voy a anunciar
dentro de esta comparecencia, solicitada obviamente para poner de
manifiesto la voluntad del Gobierno de iniciar este debate y, al mismo
tiempo, no para concluir el debate en esta inicial comparecencia, sino
para explicarles la metodología del mismo.

El objetivo que nos proponemos, al iniciar el proceso del debate es, por
tanto, proporcionar un marco estratégico y definir las líneas básicas de
la política industrial para España, lo que ciertamente está lejos de ser
una cuestión estrictamente técnica. Tras una serie de reflexiones y de
debates con numerosos colectivos y agentes sociales, que sin duda alguna
matizarán, ampliarán, modificarán y mejorarán el contenido del documento
que ha sido presentado, el proceso --quiero dejarlo claro desde el
principio-- culminará en una propuesta de política industrial que será
sometida al Parlamento y que, por tanto, presentaré a esta Cámara.

Permítanme que insista en esta idea. No estoy presentando la propuesta
del Gobierno. He presentado públicamente un documento para consideración
por parte de diferentes agentes sociales, pero no un documento que en
este momento signifique la última posición del Gobierno, entendiendo en
este caso por Gobierno el Consejo de Ministros. Cuando termine el debate
que hemos iniciado socialmente, debate del que, insisto, me hubiera
gustado que ustedes hubieran estado inicialmente enterados por mi propia
comparecencia, el Gobierno asumirá, del resultado de todas las
conversiones, discusiones, análisis que se hagan a lo largo de estos
meses, aquellos elementos que le parezcan relevantes para complementar
los hoy contenidos en el documento sometido a consideración, los
presentará a la Cámara y la Cámara tendrá la oportunidad, en todo caso,
de pronunciarse. A mi juicio, no es, por tanto, hoy --me apresuro quizá a
salir al paso de algunas pretensiones de los grupos parlamentarios, por
lo menos no era éste el sentido de la comparecencia-- el momento de hacer
el debate. El debate se está iniciando en la sociedad y el debate en sede
parlamentaria se producirá obviamente a partir de un documento hecho por
el Gobierno y de un conjunto de propuestas de resolución sometidas a la
consideración de la Cámara.

¿Por qué se plantea este debate en este momento? Ciertamente por la
existencia de una reflexión importante: la aparición de un nuevo
escenario que se ha venido configurando en estos últimos años, y de una
manera especialmente notable y sensible en los dos últimos. Vivimos en un
mundo que cada día cambia con mayor rapidez. Es difícil evidentemente
pronosticar sobre el nuevo modelo de desarrollo si seguimos aferrándonos
a análisis que están ya claramente periclitados, siendo necesario
reconocer que nos encontramos en el umbral de un cambio significativo en
la cultura industrial de nuestro entorno. Por un lado, se percibe un
imparable avance de unas reglas de juego comerciales y económicas
acordadas a veces en las instituciones económicas internacionales, mucho
menos intervencionistas que en el pasado, y que dejan, a la vez, mayor
espacio a la libertad de mercados. Por otro lado se avanza hacia una
mayor globalización y competencia, y además la introducción de
tecnologías nuevas de aplicación tanto en los productos como en los
procesos, las mejoras producidas en los transportes y las comunicaciones,
posibilitan



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una mayor competencia a nivel mundial, hechos que no por conocidos son,
sin embargo, menos significativos. Estos hechos están produciendo cambios
importantes en la división internacional del trabajo. La mayor
competencia se expresa, entre otras formas, en la aparición de nuevos
competidores, no solamente en el ámbito nacional, sino naturalmente en el
ámbito también internacional.

Todo ello, de alguna forma --y ésta es una reflexión significativa para
las perspectivas de las posibilidades mismas de la política industrial--,
resta autonomía, muchas veces también eficacia, a las herramientas que
tradicionalmente considerábamos como parte del bagaje de la política
económica y de la política industrial, y surge la necesidad objetiva de
utilizar lo antiguo de manera bien distinta y más eficiente, a la vez que
de encontrar nuevas herramientas y nuevas formas de acción.

Quiero destacar también la aparición de nuevas incertidumbres que
responden a cambios en la percepción social de algunas cuestiones. Me
refiero a elementos que sólo de una manera parcial han sido incorporados
en nuestra práctica, y a veces también en nuestra política, elementos
relevantes desde el punto de vista estratégico para la idoneidad de una
industria competitiva. La conservación del medio ambiente, la nueva
consideración de los derechos de los consumidores, los cambios en la
población activa, los cambios, naturalmente, ligados a la igualdad de los
sexos, son elementos todos ellos relevantes en una reconsideración de los
elementos de la competitividad y del papel de la industria. Todo ello
lleva a nuevas formas de producir y de vender, siendo cada vez más
relevante en la venta la calidad o el servicio y no sólo el precio, a la
vez que asistimos a procesos de desregulación económica o de nueva
regulación en muchos sectores productivos.

Pues bien, en este marco someramente descrito, que es un marco nuevo por
acumulación de hechos, algunos de ellos de larga trayectoria o de
tendencias conocidas, pero sin duda alguna con una incidencia cada vez
más intensa en el mundo económico y, notablemente, en el mundo
industrial, aconsejan, no solamente una reflexión sobre lo que hemos
venido haciendo, sino sobre todo una consideración sobre qué es lo que
podemos y lo que debemos hacer en un futuro que se nos presenta no
solamente lleno de riesgos, como algunos de una manera apocalíptica
anuncian, sino también lleno de oportunidades si efectivamente las cosas
se plantean de una manera correcta.

En algún caso he oído hablar de por qué se hace este debate precisamente
ahora. Es legítimo el que desde sensibilidades distintas de las del
Gobierno o desde la política de oposición se pueda caracterizar un debate
como un debate concebido con fines electoralistas, con independencia de
que estuviera anunciado en el propio compromiso electoral del año 1993.

Ciertamente hay algunas buenas razones para hacer este debate en este
momento y no haberlo hecho antes o no posponerlo para más adelante.

En primer lugar, los últimos años han conocido una crisis económica
internacional, y en concreto en el sector industrial, tanto en España
como fuera de nuestras fronteras, que ha estado en el centro de la
polémica sobre las posibilidades mismas de la industria. Esta situación
se ha repetido con casi idénticas circunstancias en la mayor parte de los
países occidentales y en el propio Japón, donde por cierto, como sin duda
conocen, se han registrado también resultados negativos en su producto
industrial por primera vez en décadas. No es, por tanto, un momento no
significativo o no singular el que hemos vivido en los dos últimos años y
el que todavía estamos viviendo. La incidencia de estos hechos sobre la
inversión, consiguientemente sobre el empleo, produjo un cierto
sentimiento de pesimismo en amplias capas sociales e intelectuales. Hoy,
sin embargo, la situación ha mejorado considerablemente. El ambiente es
más propicio para situar los debates en ámbitos de mayor interés
colectivo, como el papel que en estos momentos y de cara al futuro le
corresponde jugar a la política industrial. Por eso creo que éste es un
buen momento, un momento especialmente oportuno. Las crisis llevan a
situaciones y estados de ánimo donde la urgencia de los problemas hace
difícil la reflexión serena sobre el medio y largo plazo, mientras que,
al haberse consolidado la recuperación, podemos hacer planteamientos
estratégicos, no planteamientos meramente coyunturales, notablemente más
desapasionados. De hecho, como conocen, sin duda, desde el inicio del año
1994 la industria, a pesar de los negativos propósitos que en esta misma
Comisión de Industria se hicieron por algunos, se ha convertido en el
sector más dinámico de la economía española, en el auténtico protagonista
de la recuperación. Durante el año 1994 el índice de producción
industrial ha crecido en términos reales nada menos que un 7,1 por
ciento; la cartera de pedidos o el grado de utilización de la capacidad
productiva de las empresas españolas están alcanzando niveles muy altos y
crecientes, incluso superiores a los de un excelente año industrial como
fue el año 1989. Este comportamiento, todavía, naturalmente, bien lejos
de la saturación o del punto óptimo, ha hecho que durante el año 1994 el
paro registrado en la industria haya disminuido en más de 58.000
personas, lo que representa una mejora del 9,3 por ciento; o que algunos
análisis, como los que derivan de la evolución del empleo medido a través
de la encuesta de población activa, expliquen una aceleración de la
generación de empleo también en el sector industrial.

Alguna vez hemos tenido ocasión de debatir o de analizar estos datos en
esta propia Comisión de Industria. Creo que en algún momento tuve ocasión
de referirme a que en el segundo trimestre de 1994 se rompió la tendencia
en la disminución del empleo industrial y se crearon apenas 900 nuevos
puestos de trabajo en relación con el trimestre anterior. El tercer
trimestre significó una creación neta de empleo, medido por la EPA, de
5.000 empleos adicionales. El cuarto trimestre, en una adicional
aceleración, 16.000 nuevos empleos industriales en una tendencia que
espero siga siendo creciente durante el año 1995. Además, las
exportaciones de productos industriales están creciendo a tasas
superiores al 20 por ciento en términos reales, por lo que estamos
ganando importantes cuotas de mercado a nivel internacional. De todos
estos datos se deduce claramente que estamos ante un contexto económico
industrial, no desde luego exento de problemas, pero claramente positivo.

Hemos de tratar de consolidar esta recuperación y



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hacerla sostenida en términos coyunturales y, sobre todo, desde una
perspectiva estratégica, convirtiendo a la industria en el motor
permanente del crecimiento de nuestra economía.

Permítame que, justificadas desde mi punto de vista la oportunidad, la
conveniencia y el momento del debate, trate de explicarles brevemente la
metodología que desde el Ministerio de Industria y del Gobierno hemos
puesto en marcha. Insisto en lo que les decía en mis palabras
introductorias. Hoy trato de hacer una presentación de este debate, no de
hacer el debate, trato por lo tanto de que el congreso de los Diputados y
la Comisión de Industria conozcan qué es lo que pretendemos hacer. A la
vez espero pedirles el que participen en el debate, pero que, al mismo
tiempo, aguarden a que el documento final del Gobierno pueda ser objeto
del análisis correspondiente, sobre todo a los efectos de la aprobación
de resoluciones parlamentarias.

¿Cuál es la metodología? ¿Cuáles son las fases del proceso? El gobierno
es plenamente consciente de que política industrial no es lo que hace o
pueda hacer exclusivamente el Ministerio de Industria; es una afirmación
ampliamente compartida por SS. SS. No podemos abstraernos de los efectos
que sobre la industria tienen los tipos de cambio, los tipos de interés,
la reglamentación del mercado de trabajo, el funcionamiento de las
administraciones públicas o de muchos otros servicios, públicos o no, la
condición y precios de nuestras infraestructuras, la disponibilidad y
precios del suelo, el grado de cualificación con el que los jóvenes
acceden al mercado de trabajo, por no citar sino unos pocos. De ahí la
necesidad de implicar en la política industrial a los agentes sociales,
esto es a toda la Administración, también a la sociedad en su conjunto.

Tratamos de avanzar en la coordinación, en la concertación, en la
vertebración de las políticas que, de manera relevante, incidan en la
industria, ya sea directa o indirectamente, y que el desarrollo y
aplicación de estas políticas se lleve a cabo en el ámbito de la
Administración más apropiado, no sólo atendiendo a razones de orden
competencial, sino haciendo también de la eficacia un criterio esencial
de la acción política. Por tanto, hemos de continuar reforzando los
instrumentos de cooperación y coordinación entre las distintas
administraciones públicas, de manera que pueda alcanzarse una verdadera
implicación de todas ellas en un proyecto de competitividad global de la
Nación, comúnmente compartido, como los mecanismos de articulación de las
relaciones entre las administraciones públicas y las empresas. Se trata,
desde esta aproximación, de un diálogo serio y constructivo a todos los
niveles para encontrar el máximo nivel de consenso que sea posible sobre
lo que debemos hacer y con qué instrumentos, en la línea de fortalecer
las estructuras del entorno productivo, de proporcionar el apoyo
necesario a las estrategias competitivas de las empresas para influir
sobre el conjunto del tejido industrial y económico del país. Se trata,
por tanto, de una apuesta por la mejora de la competitividad industrial,
por el empleo futuro de los españoles, por el progreso económico y social
de toda España.

¿De qué manera? Como saben, se ha presentado el documento base de
discusión. Hemos empezado a contactar con autoridades autonómicas, con
agentes sociales, con otros colectivos a los que se unirán a lo largo del
proceso del debate muchos más para que, en primer lugar, conozcan este
documento inicial.

A fin de ordenar el citado debate, se han definido unos módulos de
discusión que tratan de cubrir las vertientes. Uno, territorial; dos,
institucional; tres, sectorial; y, por último, las grandes cuestiones que
condicionan la competitividad de nuestra industria, lo que hemos dado en
llamar los factores globales de competitividad.

Para incorporar en concreto el punto de vista territorial, el documento
fue presentado el 2 de febrero pasado --por lo tanto, con posterioridad a
mi solicitud de comparecencia ante esta Comisión-- a la Conferencia
Sectorial de Industria, donde tuvo una buena acogida y las comunidades
autónomas se han comprometido a enriquecer el documento final con sus
propuestas.

La vertiente institucional la estamos cubriendo reuniéndonos con muchas y
variadas instituciones, entre las cuales, y quizá no las menos
importantes, están las organizaciones sindicales y las organizaciones de
carácter patronal.

La vertiente estratégica sectorial se está atendiendo principalmente a
través de encuentros con grupos de empresarios de sectores
representativos de la industria, así como otros agentes económicos
comprometidos en cada uno de estos sectores. No sólo se está consultando
a los organismos sociales representativos de empresarios y trabajadores,
sino también a otras organizaciones, como universidades e instituciones
diversas, particularmente en temas relativos al reforzamiento de las
capacidades competitivas a partir del análisis de los factores clave.

Adecuadamente hemos iniciado ya, y sin duda lo conocen a través de los
medios de comunicación, la discusión en torno a una serie de mesas de
trabajo en las que se están discutiendo y analizando en profundidad y con
rigor, y así continuará a lo largo de los próximos meses, los principales
aspectos referentes a nuestra industria y la política industrial que ha
de desarrollar España.

Por un lado, se han convocado seis mesas sectoriales que están referidas
a industrias básicas y bienes de equipo; automoción y material de
transporte; electrónica, informática y telecomunicaciones; farmacia y
química; sector alimentario; y manufacturas diversas. Estas mesas cuentan
con la presencia de destacados empresarios del propio ámbito material,
responsables de la administración directa o indirectamente relacionados
con los sectores, de las organizaciones patronales y de los sindicatos
sectoriales. Espero poder distribuirles, por si no lo conocen, dentro de
esta comparecencia, el calendario previsto para las reuniones de las
diferentes mesas sectoriales. Hasta el momento presente se han celebrado
dos de estas mesas. Para mañana está convocada una tercera, la referente
a las industrias de electrónica y telecomunicación.

También se han establecido mesas de discusión sobre lo que he dado en
llamar los principales factores de competitividad, en concreto los
siguientes: Diferenciación de producto; calidad y diseño, tecnología e
investigación; política de relaciones laborales; formación y recursos
humanos y organización de la producción; financiación y fiscalidad



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de las iniciativas industriales; internacionalización de la empresa
española; servicios conexos a la industria, infraestructuras y
equipamientos; demanda institucional; empresa pública y energía,
construcción e industria. Estas mesas, lo mismo que las mesas
sectoriales, cuentan también con la presencia de destacados empresarios y
de expertos investigadores o profesores de universidad.

No nos hemos propuesto, quiero dejarlo muy claro porque también he oído
opiniones en este sentido, supongo que interesadas, pero no por ello
menos inexactas o más falsas, un plazo fijo y cerrado para la
finalización del debate. Por lo tanto, quiero que sepan que no está
previsto terminar ni antes, ni después, ni durante las elecciones
convocadas de carácter local o autonómico. El debate durará lo que tenga
que durar, pero no hay un término prefijado para el debate. Quiero que
sepan que el Ministro de Industria no tiene el menor interés en que este
debate termine antes del proceso electoral. Quiero dejar claro, sin
embargo, que tendremos que darnos un plazo razonable para el debate.

Ultimado el debate en las mesas sectoriales y en las mesas horizontales
de los factores de competitividad, vendrá una fase ulterior que es la
fase de diálogo, por así decirlo, más específico con las organizaciones
patronales y las organizaciones sindicales. En base al resultado de todo
ese proceso, a la participación y a las aportaciones que directa o
indirectamente, a partir de todo este entramado así establecido, pueda
producirse, el Gobierno conocerá un informe del Ministerio de Industria y
Energía y hará suyo un documento con un conjunto de propuestas de
política industrial que es el que trasladará finalmente al Congreso de
los Diputados para su debate.

Espero que la metodología, después de estas palabras, quede
suficientemente definida. Espero que no tengan ustedes la sensación de
que se está hurtando un debate a la Cámara, sino que en este momento
estamos en un proceso de consultas sobre un documento que ni siquiera es
el documento final del Gobierno, sino una propuesta para el debate; que
el Gobierno, por tanto, hará un documento suyo, después del debate, y que
ese documento es el que se propondrá a la discusión del Congreso de los
Diputados.

Algunas consideraciones me restan, señor Presidente, para terminar lo que
tiene como objetivo fundamental el informarles y, al mismo tiempo,
ponerme a su disposición para ordenar o hacer lo más eficaz posible esta
discusión. Alguna consideración sobre los fundamentos de la política
industrial, por un lado, y un breve resumen también sobre algunos
elementos contenidos ya en el documento presentado a debate que me parece
lógico reseñar.

En primer lugar, el empleo y la competitividad se han convertido en los
temas centrales del debate político y económico en España, y no sólo en
España. Dos conceptos que están íntimamente relacionados: sin
competitividad no hay ventas; sin ventas no hay inversión ni tampoco hay
o habrá empleo. Una política, por tanto, que priorice la competitividad,
la creación de empleo y el cambio tecnológico, íntimamente relacionado
con la aparición de nuevos productos y procesos, son las claves para el
logro de nuestra prosperidad económica, porque, quiero decirlo desde mi
profunda convicción, la alternativa al progreso tecnológico es la pérdida
de competitividad para, a continuación, perder también empleo.

Por otro lado, y ante lo cambiante del entorno, la flexibilidad y la
rapidez en el ajuste son valores claramente en alza. En otras palabras,
la Administración debe facilitar a las empresas, por un lado, una máxima
sensibilización hacia los beneficios a medio y largo plazo que suponen
factores estratégicos como la investigación y el desarrollo y, por otro,
la posibilidad de acometer ajustes estructurales, es decir, adaptarse con
rapidez ante cambios de la oferta o de la demanda. Esta adaptación
estructural es propiciada por el mercado y las empresas son las que
asumen el papel de protagonistas. Sin duda alguna me parece que éste es
un cambio radical, o por lo menos de singular acento que quisiera dejar
claro en la orientación de lo que ha de ser una política industrial. No
es el poder público quien tiene que decir cuáles son los sectores
--pregunta que por cierto recibo todos y cada uno de los días de los
medios de comunicación y a veces de otros agentes sociales--. No piensa
el Ministerio de Industria ni el Gobierno definir cuáles son los sectores
prioritarios, lo que sí piensa el Gobierno y el Ministerio de Industria
es acompañar el proceso de adaptación marcado por el mercado y tratar de
facilitar la adaptación estructural, la adaptación competitiva de
nuestras empresas.

La Administración puede y debe, por tanto, promover medidas de
acompañamiento introduciendo criterios de política industrial. Pero es
necesario para esto continuar y profundizar en las políticas activas que
se están llevando a la práctica para apoyar y complementar aquellas
iniciativas empresariales que permiten fortalecer a largo plazo los
factores claves de la competitividad, haciendo, como les decía hace un
momento, que la industria se constituya en motor permanente de la
expansión económica y de la creación de empleo.

El documento en este sentido presenta o concreta estas ideas que he
expuesto muy brevemente. Se detallan las condiciones del entorno; se
examina la evolución más reciente de nuestra industria para llegar a un
diagnóstico; se presentan los grandes retos para el futuro; se delimita
cuál puede ser el papel de la Administración y se diseña, en grandes
líneas, lo que pueden ser los fundamentos de una política industrial para
el futuro, con el fin de fortalecer las estructuras del entorno
productivo. En él se incluyen una serie de estrategias y propuestas que
orientan lo que podría ser nuestra acción futura. Dentro de esta
estrategia hay una especial preocupación, atención y enfoque hacia las
pequeñas y medianas empresas, conteniéndose propuestas de acción
específicas en este terreno y aunque no está en el ánimo de este Ministro
hacer una defensa a ultranza de este documento, sin duda alguna
perfectible, espero que conozca importantes matizaciones y añadidos fruto
del proceso de debate. En cualquier caso, permítanme decirles que en las
presentaciones que hasta ahora hemos realizado, hemos encontrado una
excelente receptividad hacia el propio proceso de discusión, digamos que
sin entrar en el contenido. También, por lo que se refiere en concreto al
documento, hemos encontrado una valoración más bien de idoneidad



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del documento como base, obviamente, del debate, no como conclusión final
del debate.

Concluyo, señor Presidente. Quiero señalar que estoy plenamente
convencido de que la industria española que fue capaz de realizar un
extraordinario esfuerzo de adaptación, de competitividad, de creación de
riqueza y de empleo en la segunda mitad de la década de los ochenta, a
ritmos manifiestamente superiores a los de otros países, está también en
condiciones de afrontar un nuevo y duradero período de expansión, si
actuamos decidida y colectivamente sobre los factores que en los últimos
años se han demostrado como más limitativos del desarrollo industrial
español.

Hoy estamos en un momento en el que los temores del pasado se tornan en
algunas esperanzas, no exentas, naturalmente, de incertidumbres, pero
esperanzas de consolidación del proceso de recuperación económica y
esperanzas de hacer participar también a este país de una ambición
industrial. No se trata, en todo caso, de una ambición basada en el
voluntarismo ni en la ingenuidad ni en la ignorancia de las dificultades,
sí la ambición basada en la racionalidad y en el esfuerzo de que España
tiene que seguir siendo un país con una base industrial sólida.

Hoy, que la industria española, sin ningún temor a equivocarse, se puede
decir que es mucho más competitiva en su conjunto que en ningún momento
de su historia pasada --y ahí están los datos de nuestra cuota en el
comercio mundial o el crecimiento de las exportaciones-- es también el
momento para repensar dónde estamos y qué es lo que podemos hacer de cara
al futuro. Este es el sentido de que el Gobierno haya planteado a la
sociedad la oportunidad de hacer este debate sobre nuestro presente y
nuestro futuro. Por supuesto, no tenemos ninguna intención de inventar
mediterráneos. Con este debate podremos poner a punto, si existe un gran
compromiso social por la industria, aquellos instrumentos que permitan
hacer política industrial de una manera eficaz, hoy, en un mundo distinto
del de años pasados, más abierto, mucho más globalizado, en una economía
mucho menos intervenida, en mercados mucho más liberalizados, en una
economía que se inserta en esta economía global que es el mundo.

Es seguramente el momento también de huir de errores del pasado que
todavía siguen pululando como parte de los elementos que se consideran
tradicionales y necesarios de una política industrial, para poner mucho
más énfasis en aspectos nuevos, en aspectos a los que sin duda se les ha
dado menos importancia en el pasado y que son hoy más relevantes si
queremos seguir manteniendo un tejido sólido, competitivo y de dimensión
internacional.

A este debate, señorías, no me canso en convocar a todos los agentes
sociales, no solamente a los empresarios de la industria y a los
trabajadores industriales; no solamente a los que por razón de profesión
y oficio saben algo de industria o de economía, sino también a quienes no
tienen una relación directa ni con la industria ni con la economía, a los
ciudadanos en general de este país, que me parece que tienen mucho que
esperar también de una industria, lo sepan o no, que sigue siendo la base
de su bienestar material y que debe seguir siéndolo para las próximas
generaciones.

La industria tiene que conseguir ser más eficiente y más competitiva si
queremos hacer políticas, como sin duda alguna este Gobierno quiere, de
redistribución, porque no será solamente mediante la subvención, ni
mediante los apoyos presupuestarios, que no pueden tener otro origen más
que la riqueza material del país, como se podrá hacer programas sociales
o política redistributiva. Es mediante un sistema económico cada vez más
eficiente, mediante una cultura social, no solamente del sector
industrial, en favor y en beneficio de la industria como podrá
continuarse una política también al servicio de la igualdad.

A lo largo de este debate tengo la intención de que se planteen, y así lo
espero, muchas cosas: problemas relacionados con la situación de los
diferentes sectores de la industria de nuestro país, problemas
relacionados con lo que habitualmente llamamos los factores de
competitividad (la formación, el mercado de trabajo, la tecnología, la
financiación, la internacionalización) y tantas otras cosas que están en
la mente de SS. SS. y de todos los conocedores de los problemas del
sector industrial. Pero quizá el fruto más relevante que pudiera surgir
de un debate de esta naturaleza es que además de lo que estamos haciendo
pudiéramos conseguir generar algo así como lo que, a veces
pretenciosamente, se llama una cultura, en un sentido amplio, de apoyo a
la actividad productiva mucho más intensa de la que ha existido
tradicionalmente en nuestro país, y no me refiero a los últimos años,
sino a la que ha existido a lo largo de décadas en nuestro país.

No sé por qué, si me permiten una pequeña expansión, a veces señalamos
que la cultura con mayúscula es el trabajo dedicado a la expresión
artística, cuando el trabajo, incluido el industrial (esto es la
producción de manufacturas), el trabajo bien hecho en todas las áreas de
la actividad social es una parte fundamental de la cultura occidental,
una cultura de «homini fabri», una cultura asentada en el trabajo.

Convertir la apuesta por la industria en una auténtica tarea social no
sólo del Ministerio de Industria en relación con los industriales o no
sólo de las relaciones industriales entre empresas y sindicatos, sino
parte de un consenso social nuevo que permita apostar cada vez más
decididamente por la industria, me parece que debiera ser uno de los
frutos del debate, un fruto que naturalmente debería ser complementado
por el necesario perfeccionamiento de los instrumentos técnicos con los
que se hace la política industrial.

Por tanto, lo más importante es quizá esta apuesta por que un debate con
estos contenidos sociales, con esta vocación de globalidad, con esta
vocación de implicación de diferentes colectivos, pueda aportar un nuevo
esfuerzo, no un esfuerzo coyuntural, un esfuerzo de largo plazo, a favor
de la industria.

Sin embargo, señorías, sin duda alguna pueden tener ustedes la tentación
de pensar que el Gobierno quiere refugiarse en un debate de esta
naturaleza para eludir lo que son sus responsabilidades. Quiero
despejarles en todo caso esta duda. Este no es un debate para que se
apoye la política



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del Gobierno. Es un debate a favor de mayores niveles de acuerdo en los
instrumentos adecuados, útiles y eficaces de la política industrial, pero
el Gobierno de ninguna manera va a diluir su responsabilidad por llevar a
cabo una política industrial que cumpla precisamente estos objetivos. Por
tanto, si podemos implicar en este debate a todos los sectores sociales,
si es posible ampliar los elementos de aproximación y de acuerdo con los
diferentes grupos políticos, este debate habrá cumplido también una
importante finalidad.

Si esto no fuera posible, sin duda alguna el Gobierno seguirá siendo
responsable de llevar a cabo aquella política industrial que considera
adecuada, que considera eficaz. Sin embargo, esto es lo que ahora
iniciamos, las conclusiones las obtendremos al cabo de unos meses y
entretanto, naturalmente, seguiremos trabajando a partir del programa de
Gobierno que en este momento está aprobado.




El señor PRESIDENTE: Corresponde ahora el turno de los distintos grupos,
iniciándolo, como es costumbre, de mayor a menor, y finalizando con el
Grupo Parlamentario Socialista, en turnos que deberíamos procurar no se
excedieran de los quince o veinte minutos, tiempo que me parece
razonable.

En representación del Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra don
Luis Gámir.




El señor GAMIR CASARES: Señor Ministro, felicitación por el debate. Así
de escueta, y ahí acaba la felicitación.

En el debate --tengo aquí la forma en que se plantea en una de las
Mesas-- las intervenciones de cada uno de los participantes deben ser de
tres minutos. En broma ya, en círculos industriales, se habla del debate
de los tres minutos por participante, que tiene que acabar --según
declaraciones repetidas a prensa-- en la segunda quincena de marzo, de
aquí a tres meses (hoy ha habido una contradicción sobre esas
declaraciones repetidas y me quedo con lo dicho hasta ahora, con los
conocimientos hasta este momento), fecha de presentación del plan, que
viene a coincidir con una situación electoral. Estos son simplemente
hechos y los hechos son tozudos.

Este documento nos recuerda otro largo debate que hubo entre los años
1990 y 1992 --hace tres años-- propiciado por el anterior Ministro, del
cual no salieron medidas concretas. Pasamos de debate a debate, por lo
que parece, aquél de tres años, éste de tres minutos.

Agradezco, por otra parte, al señor Ministro, que presente su documento
--el documento de su Ministerio-- a esta Comisión. Agradecimiento también
escueto. Sinceramente creo que el señor Ministro, el día 18 de enero,
debía haber pedido que se reuniera la Comisión de Industria para que
tuviera la primicia. Consideró oportuno que hubiera una reunión especial
de una comisión para que tratara un proyecto de ley, por ejemplo,
llamándolo en términos vulgares, sobre los controles que puede tener el
Gobierno de las empresas una vez privatizadas, pero no al respecto.

La Mesa (Mesa que no debe pensar en ningún caso que tenga antagonismo al
señor Ministro, ya que su Presidente pertenece a un partido que es
público que apoya a este Gobierno) se reunió en tiempo después y nos
encontramos con una situación curiosa. Por cortesía parlamentaria se
pedía que ninguno de los temas que hasta entonces teníamos que tratar, se
tratara; que nos saltáramos todos y que pasáramos a éste, e incluso, para
que pasáramos a éste, nos teníamos que ir a fechas de algún jueves, el 23
de febrero o más adelante. Recordando que había una cortesía
parlamentaria por nuestra parte, pero que no había habido la misma
cortesía parlamentaria por parte del Gobierno al empezar el debate en
Comisión, lo aceptamos. Se nos dijo que jueves no, que lunes. Lo
aceptamos también y empezamos ahora el debate mes y medio después de que
se haya presentado a la opinión pública.

Debate en esta Comisión que es desigual. Acepto que es el debate que
marca el Reglamento. Desigual no sólo por lo que las personas que se
conocen mucho las técnicas de imagen saben de la diversa situación en que
están colocados los participantes, sino por la diferencia de tiempos. El
señor Ministro ha hablado durante cuarenta y cinco minutos y yo confío en
la benevolencia de la Presidencia para que los tiempos no sean los
marcados. En este caso y excepcionalmente, por lo menos la primera
réplica, debería ser de un tiempo cercano a la primera intervención del
Ministro. En este caso y excepcionalmente, como en los grandes debates en
el Pleno, en los cuales ocurre esa situación, y éste es un gran debate.

Un gran debate en el que hay que entrar en los temas de fondo de este
documento que creo que no tiene un nivel técnico adecuado, que no tiene
la elegancia (de momento no voy a utilizar otra expresión) de reconocer
que una serie de ideas que en él se plantean provienen de otros partidos
e incluso fueron votadas en contra por el Grupo Parlamentario Socialista,
que es contradictorio con el programa electoral planteado por el Partido
Socialista para las elecciones de 1993 y que puede que no sea la mejor
base para iniciar ni siquiera ese debate de los tres minutos. Sin
embargo, para que esto no se quede en puras generalidades, voy a lo
concreto, sin ambigüedades. Hojas e ideas.

Secciones 1 y 2 del Informe: Introducción y evolución de la industria
española. Se declara que en España disminuye el peso del sector
industrial en grado similar al de Europa y se da como razón básica la
externalización de los servicios. No es cierto. En España, en relación a
Europa, desde 1982 hasta la actualidad, la disminución del sector
industrial es el doble en puntos del PIB. Y no se puede decir que en
España la única causa sea la externalización de los servicios. Hay una
causa muy importante, analizada por economistas muy diversos, por ejemplo
un tal Julio Segura, que quizá le suene al señor Eguiagaray, que tiene
hecho un buen análisis de los efectos muy negativos sobre el tejido
industrial que tuvo la política de sobrevaloración de la peseta que
mantuvo el Gobierno socialista y que hizo precisamente que esa pérdida
relativa de la industria española, esa desindustrialización de España
fuera muy superior a la europea; política de la que no se salió por
voluntad del Gobierno, sino, como le gusta decir al Presidente del
Partido Popular, a José María Aznar, se salió a gorrazos --a gorrazos
desde fuera-- cuando por tres veces obligaron



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al Gobierno a devaluar, después de diversas declaraciones hechas, dicho
sea de paso, por parte del Gobierno sobre lo adecuado de la política de
sobrevaloración de la peseta.

Seguimos. En la página 3 se indica de forma destacada que la
desindustrialización de España es menor medida a precios constantes de
1980. Esto es una broma. Esto sería como si el señor Boyer, en el año
1992 hubiera dicho que el peso de los alquileres en el PIB no había
aumentado tanto porque había que hacerlo a precios constantes del año
1984 ó 1985 --me da igual, en una fecha anterior al Decreto Boyer--,
cuando es la propia política del Gobierno a través de un tipo de cambio
la que hace que los precios de la industria, en la industria, en ella, en
la base industrial, hayan estado subiendo durante una serie de años en un
1 ó 2 por ciento, cuando los precios de los servicios, como no tenían el
límite y la disciplina que implicaba la sobrevaloración de la peseta
podían subir a más del 10 por ciento y los salarios en términos nominales
también en cotas parecidas; ese cambio en los precios relativos sería la
política del Gobierno por lo que parece simplemente divertido en términos
económicos que se diga, incluso destacado en un cuadro, que la
desindustrialización es mucho menor en precios relativos del año 1980.

Sección 4, puntos fuertes y débiles. Es curioso que una serie de puntos
fuertes (no todos, para hablar con exactitud) tengan que ver con la labor
del Gobierno, en opinión de este documento, y algunos puntos débiles con
la labor de los industriales. Por ejemplo, respecto al punto fuerte de la
estabilidad del Gobierno --página 26-- se dice esto el 18 de enero, pero
no se hace ni una mención a todos los problemas que ha habido
financieros, monetarios, de tipo de cambio, ni una mención al tema del
diferencial de cuatro puntos entre nuestro tipo a largo plazo y el tipo
de Alemania. Ni una, no ha existido. No existe en este documento. No está
en el mundo, no está en la realidad. Estabilidad política. Ese es uno de
los grandes activos que han tenido. Ni una mención a toda esa
problemática que seguimos encontrando, en gran parte por debilidad
política del Gobierno, por desconfianza hacia la política del Gobierno,
por desconfianza hacia el clima político en que vive este Gobierno, como
están diciendo los analistas de todo tipo, desde los cercanos al mundo
económico y financiero hasta los economistas que hablan también de los
climas psicológicos en que se mueve el sector económico y hasta los
industriales, de ello ninguna mención. Es un punto fuerte y nada más la
estabilidad política.

Es curioso también que se destaque como punto fuerte la reciente
reducción de los tipos de interés (18 de enero). Los tipos de interés han
seguido subiendo. No es conocido el incremento del diferencial de los
tipos de interés en esta época.

Puntos débiles (página 32): la reducida cultura de exportación de los
empresarios españoles. Se repiten expresiones parecidas, por ejemplo, en
la página 74: cultura empresarial que está incorporando con mucho retraso
la variable exterior. Al contrario. Lo que pasa es que al empresario
español industrial le era muy dificil exportar con el tipo de cambio
sobrevalorado que ustedes le habían impuesto con su política
macroeconómica de altos déficit, tipos de interés que dañan mucho más a
un sector que se basa en bienes comercializables internacionalmente, es
decir, en bienes exportables que compiten con importaciones, como es la
industria, y en un tipo de cambio sobrevalorado. En cuanto le quitaron
esa tremenda mochila que tenía encima la política del Gobierno, pegó un
salto adelante la exportación. Las cifras que usted ha dado de
crecimiento del sector industrial son básicamente de exportación. En
cuanto ocurrió eso, en cuanto la política del Gobierno dejó de ser el
fardo que le impedía exportar, al contrario de lo que usted aquí dice,
los empresarios tuvieron esa reacción incorporando la variable exterior.

Claro que la tuvieron, la tuvieron porque desde fuera se tiraba de
nuestra economía y también por el fuerte ajuste de costes del año 1993
--con un fortísimo coste laboral, digámoslo de pasada-- en absoluto
previsto por el Gobierno, como se puede ver en sus cifras sobre lo que
iba a ocurrir en el año 1993 y finales de 1992.

Página 30: No hay más grupo industrial nacional que el público. No hay
más grupo industrial nacional que el público quizá a unos costes bastante
elevados. Un periódico digamos no siempre contrario al Gobierno --estoy
hablando de «El País»-- destacaba: Una década en números rojos. El
titular no es exacto, sería que las empresas públicas han costado 23
billones al Estado en el último decenio. El titular que habla de
pérdidas, no es pérdidas, pero sí es cierto que en pesetas de 1994 y de
la forma que realizan el cálculo es exacto. Sí es un grupo que ha costado
23 billones. ¿Qué son 23 billones? Casi la mitad de la renta nacional de
un año en nuestro país, dicho sea de pasada, para que tengamos una idea
de las cifras. ¿Que no hay otro grupo industrial? Señor Ministro, usted
lee los periódicos, sin duda, y, por ejemplo, en la prensa de ayer se
recoge que el BBV decía que tenía una participación industrial superior a
313.000 millones de pesetas en 93 sociedades, y no precisamente con estos
resultados en los últimos 10 años, dicho sea de paso.

Bancos y grupos. Insiste usted en ese tema en bastantes páginas del
informe y también en sus declaraciones una vez más. Usted me puede decir,
como siempre, que la prensa recoge mal sus declaraciones, pero toda la
prensa recogió, más o menos, el titular: Eguiagaray reclama a los bancos
más apoyos a la industria, de diversas formas, así como la polémica al
respecto. Polémica que, entre otros, fue entablada con un compañero suyo
en el Consejo de Ministros, un señor que usted conoce bien, el señor
Solbes, y que también fue recogido por la prensa con el siguiente
titular: Solbes contradice a Eguiagaray sobre banca e industria. Una vez
más se plantea que ustedes más que una política de Gobierno, hacen una
política de ministerio, cada ministro dice una cosa distinta sobre el
mismo tema, con lo cual, indudablemente, ayudan a que disminuyan los
problemas de incertidumbre de los agentes económicos en nuestro país.

Y no solamente es eso. ¿Por qué --aunque este tema habrá que tocarlo
mucho más intensamente-- la banca en estos momentos se está retirando del
mundo industrial? Básicamente, porque, en su momento, hubo unas
decisiones de



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Bruselas, a las que su Gobierno no se opuso, en las cuales planteaba un
modelo de banca en el que la banca mixta no va a tener sentido en un
plazo que, de acuerdo, va hasta el 2003, pero que tiene que irse
preparando para ello. La banca les pidió a ustedes que se opusieran a esa
regulación, que si quiere se la detallo, aunque no he creído conveniente
hacerlo para no hacer más larga esta primera exposición. Incluso los
alemanes les concedieron a los bancos pequeños plazos mayores --que es la
otra banca mixta conocida--, pero no a los españoles. Prácticamente
supone decirle a la banca española: Si usted tiene más del 10 por ciento
en una empresa, tiene usted unos costes bancarios tremendamente elevados.

Simplificando el tema en esta primera exposición. Con lo cual se
configura un modelo de banca comercial, que era la que querían en aquel
momento los representantes del Gobierno español que trataron ese tema.

Son curiosas, «a posteriori», las declaraciones de este documento y
diversas manifestaciones a la opinión pública ante esta comparecencia
sobre este campo.

Página 31: Necesidad de reformas estructurales en los mercados de
servicios. Se insiste en otros puntos en muy diversas páginas. Es
curioso. He contrastado las frases y son, en gran parte, las mismas
palabras que utilizaba el señor Solchaga para hablar de este tema en su
plan de competitividad de hace cuatro años. Palabras, palabras, palabras.

El lenguaje de los hechos y el lenguaje de las palabras parece que no van
en sintonía y, como tal, son repetibles las mismas palabras cuatro años
después.

Página 36: Contradicción entre el Gobierno central y los gobiernos de las
comunidades autónomas. ¿Quiénes son los gobiernos de las comunidades
autónomas? ¿Quiénes las gobiernan? El Partido Socialista, en algún caso
un partido que apoya al Partido Socialista en el Gobierno central, y en
otro caso la coalición de Gobierno en la que figura el Partido Socialista
del País Vasco. Pues bien, señor Ministro, si usted encuentra esa grave
descoordinación entre el Gobierno central y los gobiernos autonómicos en
los cuales está su partido representado, coordínense ustedes, lleve usted
ese problema a la Ejecutiva del PSOE y pida una coordinación interna de
su partido en este caso.

Página 37. Se declara usted Ministro de la empresa. Por ambición que no
quede, señor Ministro. Perdóneme, sin acritud, un poco de manía de
grandeza sí es, porque la industria española no llega al 24 por ciento
del PIB, menos de una cuarta parte. Habrá muchas otras empresas en muchos
otros sectores que no sean industriales. Podía usted haber dicho que
serían un ministerio con una sensibilidad especial hacia el problema de
los industriales. De acuerdo. Pero lo de Ministro de la empresaÉ Deje
usted que el resto de la economía también exista. Precisamente nosotros
decíamos en un documento de febrero de 1993 sobre política industrial,
aprobado por el Congreso Nacional del Partido Popular, que se ha de
industrializar la política macroeconómica en nuestro país. Pero una cosa
es esto y otra cosa es que su ministerio se convierta en el ministerio de
las empresas.

Parte cuarta. Política a aplicar. Página 40: Política macroeconómica.

Ahora resulta que la política macroeconómica --se dice ya desde la página
35-- tiene mayor importancia que las propias políticas industriales.

En su comparecencia del 6 de octubre de 1993, en la que usted expuso, por
primera vez, un plan muy amplio, muy extenso sobre política industrial en
esta misma Comisión, no mencionó ni una sola línea sobre política
macroeconómica. En absoluto. Tengo aquí el «Diario de Sesiones» de esa
comparecencia y no aparece ni una sola línea. Al contrario, cuando yo
mencioné la importancia de la política macroeconómica para la política
industrial, miembros de su grupo me criticaron diciendo que no daba
suficiente importancia a los instrumentos industriales, que quería
desviar el debate hacia los temas macro porque a lo mejor en ellos me
encontraba más cómodo, que de lo que había que hablar aquí era de las
políticas industriales concretas y no de esos temas, etcétera. En este
caso hay un cambio de postura que le hubiera dado más credibilidad si lo
hubiese reconocido. Ha habido un cambio de postura desde su comparecencia
aquí, cuando hizo aquella larga exposición sobre la política industrial a
desarrollar, sin decir ni una palabra sobre la política macro, y lo que
dicen ahora de que la política macro es a veces más importante para la
industria que las políticas llamadas estrictamente industriales. Ahora
bien, cuando usted habla de política macroeconómica, perdóneme, pero no
lo trata bien. Creo que usted fue profesor de política y de estructura
económica --corríjame si me equivoco-- y me figuro que en la lección
primera de política económica hablaría del tema de los objetivos y de los
instrumentos, de que los objetivos no se deben contradecir entre sí, de
la prioridad de los mismos, de la relación instrumentos y objetivos. En
política macroindustrial los objetivos son muy claros, y usted no los
recoge con esa claridad, en absoluto, en este libro que ha presentado a
debate. La inflación debe ser similar a la de los países europeos, debe
estar en la misma línea, los tipos de interés deben estar alineados, el
tipo de cambio debe ser adecuado a las dos variables anteriores. Los
instrumentos básicamente son la política fiscal, la disminución del
déficit de las políticas estructurales, sin que se deba sobreutilizar la
política monetaria. Muy escuetamente le recuerdo que es así, y así no es
como se dice. Usted ahí hace una mezcla, una suma extraña de objetivos e
instrumentos cuando llega a meter la política macroeconómica, por fin, en
su documento, sin duda poco explicada.

Página 45. Externalidades medioambientales y política económica. Aquí es
muy curioso, porque entre el punto 1 y el punto 3 hay una contradicción
de un tema que ha sido muy tratado. En el punto 1 usted dice que los
precios deben incorporar todas las externalidades. Eso es una decisión,
es una decisión muy importante decir eso. Pero en el punto 3 dice que hay
que corregirlos por problemas de competitividad con ayuda pública,
supongo que con subvenciones y con créditos blandos, que es una forma de
subvencionarlas.

Recuerdo que en algún debate de los que he tenido con usted, señor
Eguiagaray, usted me decía que hablaba a veces de los temas
universitarios y que aquí estábamos en la pura política. No desprecie
tanto la universidad. En la universidad se ha trabajado mucho sobre este
tema. Por ejemplo, estoy seguro de que usted de su época conocerá el



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Teorema de Coase, se lo deletreo, c, o, a, s, e. Entonces, simplemente
desde ahí, o, por ejemplo, le invito a que lea las conclusiones del
seminario sobre déficit y externalidades que se celebró hace dos años en
la Facultad de Económicas, y verá que usted va por una vía o va por otra.

O considera que todas las externalidades van al precio, o usted considera
que por razones de competitividad se debe ayudar a que no vayan al
precio. No puede ir por las dos vías simultáneamente como usted plantea
en esta página.

Página 46. Tres mil disposiciones sobre medio ambiente e industria,
algunas de municipios, la mayoría de comunidades autónomas y de Gobierno
central. Contradictorias entre sí. Coordínense ustedes. Usted es miembro
de la ejecutiva del PSOE. Lleve a la ejecutiva del PSOE ese tema y
consideren la coordinación de esas tres mil disposiciones.

Compras públicas, página 46. Aquí es curioso. Moción consecuencia de
interpelación del Partido Popular, Diario de Sesiones de 12 de abril de
1994. Se insta al Gobierno a que realice una política de compras públicas
más estable y predecible, sobre todo en los sectores en los cuales la
demanda del sector público supone un elevado porcentaje de sus ventas con
el finÉ, etcétera. Es una moción bastante larga sobre compras públicas.

Voto en contra del Partido Socialista hace nueve meses. La misma idea
aparece recogida en este documento. Yo no le pido derechos de autor, pero
una nota a pie de página no hubiera venido mal. Hay notas a pie de página
en otras partes de su documento cuando usted recoge ideas de otros
economistas, dicho sea de paso, o sea que conoce la técnica de la nota a
pie de página. ¡Cómo no la va a conocer! Una nota a pie de página en el
sentido de decir: Esta idea fue propuesta por el Partido Popular en tal
fecha. Nuestro grupo votó en contra, pero ahora la reconocemos adecuada y
la apoyamos hubiera quedado mejor, hubiera quedado un poco elegante si
usted hubiera utilizado la nota a pie de página, porque, si no, y viendo
la relación entre la universidad y la política --y se lo digo sin
acritud, como usted sabe que se lo digo siempre--, eso se llama plagio, y
eso no está bien en el fondo.

Sigamos. Página 49. Habla usted de la magnífica política socialista para
las zonas industriales en declive, y pone entre ellas el ejemplo de
Cartagena. Usted va mucho por Murcia, es cierto. Creo que usted conoce
muy bien la vida política interna del partido en Murcia. Usted conocerá
también el incumplimiento del plan de reactivación de Cartagena. Mire, en
esta Cámara tiene usted al Alcalde de Cartagena que es Diputado del Grupo
Socialista. Hable usted con él sobre ese tema. Lo pone usted como ejemplo
de algo que funciona muy bien y que el Alcalde de Cartagena dice que no
conoce. Simplemente curioso.

Página 54. Puertos. Pues, mire, nosotros hemos hecho una política
distinta a la de ustedes. Nosotros llevamos año y medio reuniéndonos
todas las semanas con sectores y subsectores industriales, hasta ahora
con veintiún subsectores, hemos tenido un total de 64 reuniones, que
indudablemente vamos a seguir y a mantener cualesquiera que sean las
fechas electorales. Una de esas reuniones, que son reuniones de más de
dos horas con intervenciones que no son de tres minutos, le aseguro, fue
con las personas que están en el puerto de Tarragona, con representantes
de la industria química del puerto de Tarragona, y nos plantearon el tema
del puerto, lo cual nos dio lugar a presentar una proposición no de ley
al respecto que el Grupo Socialista votó en contra, aunque poco después
cambiaban la regulación del puerto de Tarragona. Es cierto, y también lo
es que una de las zonas que Ucin ha planteado para irse al Sur de Francia
ha sido precisamente el coste de los puertos, un 6 por ciento de los
costes de Siderinsa, por ejemplo. Yo acabo de venir de Galicia donde el
tema de los puertos es muy conocido, y en gran parte es cierto. Ustedes
llevan en el Gobierno desde 1982 y en puertos, con la importancia que
ahora ustedes le quieren dar, lo que han hecho es digamos que poco,
siendo un tema que tiene una verdadera importancia dentro de toda la
política de infraestructuras a la que ya me he referido.

Señor Ministro, en la página 55 habla usted de la liberalización de las
comunicaciones. En este momento tengo una duda sobre el tema del teléfono
móvil. Sé que es España, y acláreme la duda, por favor: ¿es Lituania o
Estonia el otro país que, junto con España, tiene menos liberalizado este
problema del teléfono móvil? Ha aparecido en toda la prensa de hace unos
días. En este momento no recuerdo cuál es el otro país. Están Letonia,
Estonia, el resto de los países europeos lo tienen en una situaciónÉ (Un
señor Diputado: Chechenia.) Chechenia, no. Son Letonia y Estonia en este
caso. No exageremos. Mantengamos la objetividad. La inversión en
infraestructuras debe ser más del 5 por ciento. El lenguaje de las
palabras es el lenguaje de los hechos. No lo es en este presupuesto y no
lo va a ser después de los recortes anunciados por el señor Solbes.

Página 55. PDI. ¿Se está cumpliendo el PDI, señor Ministro, o son esos
planes que presenta el señor Borrell, sin duda admirables, antes de las
elecciones y que luego no se cumplen?
Página 58. Tratamiento de la formación de los trabajadores dentro de la
empresa. Hemos hecho varias propuestas sobre el tratamiento fiscal de
este tema, y han sido votadas en contra por su grupo parlamentario.

Algunos de estos temas los puedo dejar para el segundo turno cuando el
Presidente considere que es demasiado larga esta intervención, pero, en
todo caso, entre éste y un segundo turno sí quisiera hacerÉ



El señor PRESIDENTE: Ya que incita a la Presidencia, quiero advertirle
que lleva ya consumidos 25 minutos y que valdría la pena que fuera
concluyendo.




El señor GAMIR CASARES: Le recuerdo que el señor Ministro en una
intervención de tipo metodológico ha utilizado 45 minutos, pero procuraré
ser muy breve.




El señor PRESIDENTE: No, señor Gámir. Ha utilizado 34 minutos
exactamente. Hemos empezado a y cuarto la sesión.




El señor GAMIR CASARES: Usted lleva siempre la razón. Nuestros relojes no
funcionan de la misma manera, pero usted lleva seguro la razón.




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El señor PRESIDENTE: No, el suyo funciona como el mío. A las cuatro en
punto no había nadie aquí, y hemos empezado la sesión a las cuatro y
cuarto, señor Gámir. Ha consumido hasta las 4,50, y son 35 minutos.

Intente acabar, señor Gámir, por favor.




El señor GAMIR CASARES: Página 61. El Gobierno perseguirá. Es una frase
curiosa la expresión de perseguirá. Puedo perseguir a la oposición, puedo
perseguir a otros estamentos, pero perseguirán la equiparación de la
inversión exterior en relación a la doméstica, nuestros incentivos;
perseguirá la plena compensación de las pérdidas sufridas fiscales en
relación con los beneficios. Pero ¿por qué perseguirá cuando está tantos
años en el Gobierno y está el Boletín Oficial del Estado? ¿Por qué no
dice lo realizará o lo ha hecho ya?
Página 62. Incremento importante de los precios de los servicios de los
productos industriales. Se queja. He explicado antes la sobrevaloración y
la falta de reformas estructurales.

Página 64. Pide una sustancial reducción de los tipos. ¿Por qué no
realizan la política al respecto?
Página 65. Renovar el compromiso de las empresas financieras con la
empresa industrial. Lo hemos tratado.

Dan mucha importancia al I+D y a la tecnología. Sin duda la tiene, y sin
duda es por esa razón por la que el Grupo Parlamentario Socialista votó
en contra de la enmienda a los Presupuestos Generales del Estado de este
año en que se pedía un incremento entre una política nuestra y la
disminución del gasto público, un incremento de los gastos en I+D. Se
rechazó por su grupo.

Página 68. Usted ha aclarado lo de los nichos tecnológicos y sectores.

Pero el mercado de I+D, ¿quién lo define? El resto dice usted que es el
mercado. Tal y como está redactado en la página 68 parece que es el
Gobierno. Si no, por favor, en la redacción aclárelo, porque la
interpretación normal sería la contraria. Nichos y sectores tecnológicos
para el I+D.

Página 71. Dice usted que las compras públicas se deben hacer sobre todo
cuando haya ventaja local y que ésta sea incuestionable. ¡No lo diga tan
claro! ¡No lo diga tan claro porque va a tener problemas con Bruselas! Si
quiere, hágalo, pero no lo diga así de claro en un caso como las compras
públicas. Sabe usted las limitaciones del lenguaje cuando se habla de
este tema.

Página 79. Habla del progresivo alineamiento de nuestros tipos de interés
a los internacionales y que es una de las ventajas de las pymes. Lo
contrario, progresiva diferenciación entre nuestros tipos de interés y
los internacionales.

Página 80. Créditos del ICO, como uno de los instrumentos para las pymes.

Mire, según los estudios que se han realizado, el crédito medio del ICO,
subvencionado por el ICO, es de 100 millones. Luego es muy probable que
una gran parte del mismo no esté yendo a las pymes.

Página 82. Contradicción con el programa electoral en la función de la
empresa pública. En el programa electoral de su partido ustedes decían en
relación a la empresa pública algo curioso; era su idea. Decía que la
empresa pública debe mantenerse cuando tenga liderazgo en un sector.

También decían que solamente rechazan los planteamientos de la empresa
pública cuando impliquen una presencia indiscriminada de la empresa
pública en todos los sectores de la actividad económica, incluyendo en
ellos posiciones de privilegios; cuando sea indiscriminada en todos los
sectores de privilegios; cuando pueden pensar que no está tan bien la
empresa pública. Parece que aunque faltara una de estas tres, no sé si
esto es del todo coherente con lo que se dice en este documento y si
quiere en la réplica profundizaremos más sobre las partes en que el
documento electoral y el documento que ustedes han presentado no parecen
claros.

Página 83. Empresas públicas comerciales. Igualdad en las competencias.

No hay. En las empresas públicas comerciales no hay igualdad en la
competencia con las privadas. Primero porque normalmente no hay
suspensión de pagos en las empresas públicas --tema, por ejemplo,
analizado por, entre otros, Julio Segura--, lo cual les concede ventajas
a la hora de la financiación y tampoco lo hay por otro tema. Voy a poner
un ejemplo. En la empresa siderúrgica Siderinsa compite con la empresa
pública al 50/50 y cuando alguien de Siderinsa va a un director general o
a un alto cargo de la Administración dependiente de usted a plantearle un
problema, se encuentra con que esa persona es al mismo tiempo consejero
de la empresa rival. Yo creo en la honestidad profunda de sus consejeros,
sin duda, pero no me parece que sea una competencia igual cuando en los
consejos de uno de los que compite se sientan las personas que norman y
deciden sobre el sistema de competencias en ese sector. Esto da lugar a
que la competencia no sea todo lo perfecta posible. En posteriores
declaraciones usted ha hablado de ciertos cambios en otros consejos, no
en éste, pero sobre este punto no hay nada en el libro al que nos
referimos.

Para finalizar, la página 87, empresas energéticas e industrialización.

Hay objetivos contradictorios. No hace usted una llamada desde el
Ministerio a que las empresas energéticas entren en la campaña de
industrialización diciendo un poco que ahora que la banca gasta menos,
que estén más las empresas energéticas. Después dice que siempre y cuando
los accionistas no tengan el menor menoscabo de sus beneficios, sean las
que consideren de mayor rentabilidad para sus empresas, etcétera. Si es
así, lo hubieran hecho según el mercado. Pero comprendo que en el marco
actual, en el que usted tiene influencias sobre las empresas eléctricas,
puede hacerlo con una cierta contradicción de objetivos. Si la hay,
dígalo y si no diga que lo deja al mercado.

Se ha hablado de las empresas energéticas y puede que usted se refiera a
Endesa, que ya ha estado cumpliendo muchos papeles. A veces se venden
acciones de Endesa relacionados con déficit de Iberia. A veces Endesa
hace unas compras de proveedores del grupo INI; se las hemos presentado y
no hemos tenido respuesta al respecto. Ahora parece que a Endesa se le
quiere colgar un grupo industrial. ¿Es así? Porque la situación
financiera y de fondos de Endesa es mucho mejor que la del resto de las
empresas eléctricas.




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Lo más importante en este campo sería que hubiera mayor competencia; son
las enmiendas que nosotros planteamos a la LOSEN. Un mayor grado de
competencia dentro del sistema eléctrico hubiera implicado, por ejemplo,
que se creyeran de verdad el sistema independiente. ¿Sabe usted que por
una enmienda nuestra se eliminó el que el sistema independiente tuviera
tarifas? Porque en el proyecto que el Gobierno mandó el sistema
independiente estaba sometido a tarifa, lo cual demuestra lo que ustedes
creían del sistema independiente. Usted conoce perfectamente que el
sistema de importación y exportación de esta ley ha sido en Bruselas y
está bajo un expediente porque no cumple las normas adecuadas en cuanto
al mercado se refiere. La autorización que usted exige para la empresa
privada marca un sistema que no va a reducir el coste de la energía, que,
al final, es lo fundamental, para la industria. A una parte importante de
nuestra industria el coste energético es lo que le hará más competitiva.

Yo estoy seguro que usted conoce la idea de Miguel Morán, con la que
acabo. Miguel Morán dice que la victoria más atractiva es la victoria
sobre lo improbable. Yo comprendo que usted se ha planteado una labor
realmente improbable. Desde este texto conseguir un buen libro blanco es
una labor improbable. Es un más difícil todavía circense. Y, como tal, es
verdaderamente atractivo que usted se lo plantee. Pero, ¿por qué no
planteárselo desde un primer documento del ministerio, como usted lo
llama, con mayor rigor técnico?
Realmente --acabaré citando a un conocido parlamentario de esta Comisión,
el señor Fernández Norniella-- podríamos decir sobre este documento que
la industria española se merece otra cosa.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario de Izquierda
Unida-Iniciativa per Catalunya, tiene la palabra don Manuel García
Fonseca.




El señor GARCIA FONSECA: Buenas tardes, señor Ministro. Le agradezco su
comparecencia para explicar ante esta Comisión las propuestas a debate
que ustedes ya han presentado en otros foros sobre la política industrial
española y quizá me veo obligado a empezar diciendo algo que ya le dije
en la interpelación que mi Grupo presentó en el Pleno respecto de estas
iniciativas.

Mi Grupo está contento, está de acuerdo, se felicita y le felicita de que
se haga un debate sobre propuestas de política industrial, sobre política
industrial en cualquier momento. Le añadía entonces y le añado ahora que
si se busca --y yo creo que ésta es la condición para que realmente sea
laudable la iniciativa, para que se pueda tomar en serio--, si se busca,
digo, que efectivamente sea fiable, sea creíble y sea eficaz, no han
escogido ustedes el momento más adecuado. Y cuando digo el momento no me
estoy refiriendo a grandes espacios temporales. Es decir, hacerlo antes o
después de que terminase el debate presupuestario era cuestión de pocos
meses, por poner un ejemplo. Hacerlo antes o después de que se hubiera
agudizado la crisis política que pasa el Gobierno, también era cuestión
de pocos meses, no porque la crisis sea de hace poco, sino porque es
cierto que la crisis se ha agudizado en los últimos meses. Todo ello,
señor Ministro, hace que, al margen de su intención, de su motivación, de
su voluntad, pueda ser tomado, y así lo es en la práctica en muchos
sectores, como algo hecho por razones de oportunidad más que por razones
de fondo.

En todo caso, frente a esta impresión que puede quedar en muchos
sectores, obviamente hay la posibilidad de superarla y hacer un plan o un
conjunto de medidas, de propuestas de política industrial que realmente
vayan en serio al fondo de las cuestiones.

Señor Ministro, mi Grupo, sinceramente --aunque ya sé yo que no es muy
creíble en los pagos en lo que nos movemos el aludir a la sinceridad o a
la bienintencionalidad de las propuestas de cualquier Grupo, pero yo le
aseguro que por mi parte y también por parte de mi Grupo es así--, estaba
dispuesto a hacer esfuerzos para que realmente este debate de política
industrial terminara en algo serio, constructivo, creíble, etcétera. A
nosotros nos parecía que para ello eran importantes algunas condiciones
previas --previas, no porque se dieran previas en el tiempo, sino porque
se asegurara previamente que se iban a dar--, tales como que
efectivamente se diera un debate amplio y a fondo, sin límites
temporales, como usted ahora parece indicar y que se diera un debate de
estas características en el Parlamento.

Usted, por ejemplo, cuando hicimos la interpelación hace una semana, se
quejaba de que no le parecía el marco adecuado la interpelación en el
Pleno para un debate que usted pensaba que debía ser amplio, profundo,
serio. Yo espero que tengamos más marcos que éste de hoy, porque
realmente usted ha intervenido poco más tiempo --no sé si ni siquiera más
tiempo-- del que lo hizo en el Pleno y, desde luego, ha dicho más o menos
las mismas cosas. De entrada, no estaría mal que usted diseñara el marco
metodológico y el procedimiento que se va a seguir. Yo doy por supuesto,
casi implícitamente, que el siguiente debate sería cuando ustedes ya
tengan las conclusiones y las sometieran a una sesión, normalmente de una
atacada, de esta Cámara. Si esto es así, señor Ministro, sería una buena
ocasión perdida. Si usted pretende, y me parece bien, diseñar las líneas
fundamentales, los ejes de una política industrial a medio plazo, que
vaya más allá de las turbulencias o incluso de los recambios políticos
que puedan darse en nuestro país, razón de más, señor Ministro, para que
esta Cámara, y esta Comisión, o cualquier otro instrumento parlamentario
habilitado al efecto, participara de la manera más activa en la búsqueda
de algo que mi Grupo planteaba, en esta interpelación y en la moción
subsiguiente, como un objetivo fundamental: conseguir un acuerdo de
mínimos; acuerdo de mínimos que mi Grupo no descarta que todavía fuera
posible. En todo caso, lo que no descarta mi Grupo es intentarlo.

Dentro de ese acuerdo de mínimos nosotros señalábamos que se constituyera
alguna ponencia, grupo de trabajo o como se quiera llamar, es igual,
donde los distintos grupos parlamentarios pudiéramos ponernos de acuerdo
sobre las líneas maestras fundamentales. Y entre ellas habría que
asegurar algún tipo de criterio o compromiso



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económico-presupuestario. Evidentemente que un plan no depende solamente
del presupuesto, pero, obviamente, el presupuesto o las condiciones
económicas son necesarias y fundamentales. Mi Grupo no planteaba ninguna
medida ni acuerdo concreto definido. Lo que sí planteaba es que, al final
de ese debate, el plan tuviera algún tipo de referencia
económico-presupuestaria, como lo han tenido otros planes, y no me
refiero al de las Fuerzas Armadas, que fue acompañado de una ley de
financiación paralela, sino a la LOGSE (la de la enseñanza, no la del
sector eléctrico), al Plan de transportes ferroviarios y al Plan
energético, que, al menos, tienen algún tipo de referencias
económico-financieras. Yo creo que este plan, si quiere ser creíble y que
responda a una voluntad de prioridad por parte del Gobierno, debería
tener algún tipo de criterios sobre el particular. Desgraciadamente,
hasta ahora, estos criterios, traducidos en forma de propuestas, que son
las que mi Grupo hacía y que no se salen del ámbito metodológico, han
sido rechazados por su Grupo, sin que, sinceramente, lo acabe de
entender. Me da la impresión (más que impresión, tengo una vehemente
sospecha) de que tampoco esto se ha entendido por mucha gente de su
Grupo, pero eso ya no es mi problema.

Puesto que nos movemos en un marco metodológico y usted ha ido más allá,
e incluso el portavoz del Grupo Popular ha ido todavía más lejos, yo
quisiera avanzar algo más en el análisis del documento. En primer lugar,
quiero plantear algunas cuestiones que mi Grupo considera importantes y
que hay que establecer con los agentes sociales, con todos los sectores y
subsectores industriales, con otros interlocutores, tanto institucionales
como sociales de todo tipo, y también con esta Cámara. Mi Grupo cree que
debiéramos estudiar a fondo y llegar, al menos, a algún tipo de acuerdo
de mínimos. En primer lugar, señor Ministro, y como punto de partida
metodológico, con la valoración que nos merece (empezando por la de
ustedes, que no la conozco; la puedo deducir implícitamente, pero es un
poco aventurada la deducción), la política industrial seguida hasta ahora
en esta década, con la incidencia que la política económica o la
macroeconómica, monetaria, ha tenido «de facto» en esa política
industrial. ¿Cómo valoran ustedes la política de reconversión en sus
consecuencias, en sus realidades fácticas? ¿Cuál es la valoración que
ustedes hacen, con datos, de la política de reindustrialización, que
teóricamente acompañaba a la reconversión?
Otro tema, señor Ministro, sobre el que es muy importante ponernos de
acuerdo de alguna forma es sobre cuáles han sido las repercusiones
reales, «de facto», en la industria española con nuestra entrada en la
Unión Europea, desde 1986, primero en la Comunidad Económica Europea y
ahora en la Unión Europea, pero no simplemente haciendo afirmaciones
genéricas más descriptivas que valorativas, como las que ustedes hacen en
el documento, sino intentando ser capaces los distintos grupos de la
Cámara, ante un hecho de tal relevancia, de detectar cuáles han sido los
aspectos positivos que ha supuesto la entrada en Europa para nuestra
industria y cuáles son los aspectos negativos y los grandes desafíos
pendientes. Yo creo que ésta sería una cuestión importante.

Como lo sería también, señor Ministro, que también nos pusiéramos
mínimamente de acuerdo en la valoración de cuál ha sido el efecto de la
entrada de capitales extranjeros para la industria de nuestro país. A
partir de esta realidad ¿qué medida debemos tomar?
Debiéramos ponernos de acuerdo también, señor Ministro, sobre el tema,
que sale siempre en debates absolutamente ideológicos, en el peor sentido
del término, de cuál debiera ser el papel del sector público, que, guste
o no guste, está ahí; más en concreto; qué es lo que habría que hacer con
las empresas o grupos públicos rentables. Como también, qué es lo que
habría que hacer con las empresas o grupos públicos no rentables, qué es
lo que habría que hacer con las empresas públicas estructuralmente
deficitarias; cuál sería la función que debieran jugar, «de facto», los
grupos públicos en la formación de grandes corporaciones industriales
nacionales, con proyección internacional; cómo valoramos (pasando a otra
cuestión de fondo; al menos así la señalan ustedes en el documento, y yo
estoy de acuerdo con ello) el papel de la participación hoy de los
agentes sociales, tanto en la vida de la empresa como en el diseño de las
políticas industriales. ¿Cómo se compagina esto, por ejemplo, con la
reforma laboral? ¿Van en la misma dirección o son direcciones
contrapuestas el reconocimiento a partir de lo que los análisis ponen de
manifiesto de que la participación hoy no es solamente una consideración
social, más o menos teñida de cuestiones ideológicas, sino que la
participación de los agentes sociales parece que se considera cada vez
más como uno de los elementos de efectividad de competitividad? ¿La
reforma laboral que estamos haciendo empuja en esa dirección o empuja en
la contraria?
Señor Ministro, sobre la polémica que ha habido en otras ocasiones
referida a si debe hacer o no políticas sectoriales o simplemente
políticas horizontales, teniendo en cuenta el mercado y las
potencialidades del mercado, ¿cabe o no cabe señalar determinadas medidas
para aquellos sectores más adecuados a la realidad industrial de nuestro
país, con más potencialidades de cara al futuro dentro de nuestro marco
europeo? No sé si es esto lo que usted entendía por políticas oblicuas,
término que nunca más volvió a aparecer y parece que usted se agarra de
nuevo como algo exclusivo a las famosas políticas horizontales tan caras
de su antecesor.

¿Qué instrumentos, señor Ministro, puede usar el Estado, las
Administraciones públicas, en relación al diseño y a la aplicación de una
política industrial activa? Término que su predecesor rechazaba y del
cual huía como gato escaldado (no sé de qué escalde, por cierto, pero así
se manifestaba), que, sin embargo usted empleó sin ningún tipo de temor
ni de rubor. Pero al hablar de política industrial significa decir, no
implícita, sino explícitamente, algún tipo de actuación de las
Administraciones en la promoción de los sectores industriales de nuestro
país. Pero ¿con qué instrumentos? Porque a usted, si seguimos por este
camino, casi no le queda más que la plegaria; es decir, rogar a las
empresas eléctricas que hagan un esfuerzo y encabecen una política de
reindustrialización o pedir piadosamente a los bancos que, a su vez,
lejos de seguir por donde van



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hasta ahora, del abandono absoluto de los sectores industriales de ellos
dependientes, retomen, al menos algunos, la vocación industrial.

Estas son, señor Ministro, una serie de cuestiones y seguramente habría
más, posiblemente algunas de ellas más pertinentes, que mi Grupo cree
que, sin pretender --hasta ahí no llega mi ingenuidad-- que de aquí
pudiéramos todos llegar a definir una política industrial, repito, creo
que sí sería posible definir una serie de criterios o de líneas ejes,
criterios de mínimos de actuación sobre estos puntos y de respaldos
eonómicos y presupuestarios.

Dicho esto, y si el señor Presidente me permite todavía algunos minutos,
quiero avanzar en algunas de las reflexiones que a partir del documento
mi propio Grupo se está haciendo sobre algunas de estas cuestiones. Sobre
la primera que le decía, señor Ministro, de que yo creo que antes de
saber lo que queremos hacer tenemos que conocer bien, y haber analizado y
valorado bien lo que hemos hecho, ya le dije que ésta me parece que es
una de las lagunas más graves, más clamorosas, casi, del documento que
ustedes presentan a debate. Así como hacen cierta descripción, no
excesiva tampoco, de la situación de la industria y de su evolución, sin
embargo análisis de las políticas industriales seguidas no he visto. Creo
que eso es fundamental para saber en lo que hemos acertado y en lo que
nos hemos equivocado.

A veces esta falta de análisis, incluso de autocrítica, llega a cosas que
pueden resultar grotescas, señor Ministro. Por ejemplo, le decía el otro
día que ustedes, cuando hablan de los sectores en declive de la industria
en esta última década, se refieren a que los impactos principales en la
fase recesiva tuvieron lugar en el bienio 1981-1982, donde el empleo se
redujo un 4,3 por ciento y, sin embargo, no dicen nada de que en el
83-85, en tres años, se redujo nada menos que el 25 por ciento el empleo
industrial. Esto es un simple ejemplo de lo que quiero decir; que si
realmente no nos tomamos en serio analizar --muy autocríticamente y sin
ningún miedo-- lo que hemos hecho, difícilmente podremos mejorar lo
segundo.

La valoración que hacen ustedes, por ejemplo, de la entrada en la Unión
Europea, es una más de las paradojas, que abundan. Yo he descubierto más
de una docena de paradojas, por llamarlas de manera un poco suave; en
muchos casos son claras contradicciones entre lo que dicen por una parte
y lo que luego dicen por otra. Pero no voy a ir más que apuntando algunas
de ellas y quizá, a lo mejor, decir algo sobre alguna en particular.

Una de estas paradojas, por llamarla de alguna manera, y que ustedes
utilizan como una cuestión central, casi nuclear, casi la que entresacan
de todo el conjunto y plantean como el tema fundamental a discutir, es lo
que podríamos casi decir reconversión «versus» reindustrialización. Es
decir, ustedes plantean: tenemos que incidir en si tenemos que seguir
haciendo una reconversión que supone sostener empresas, sectores maduros,
caducos, etcétera, y que ha absorbido la inmensa mayoría de los dineros
del presupuesto del Ministerio de Industria y otros, o indicamos otra
orientación, otro sentido, otra dirección a esos recursos hacia nuevos
sectores con más futuro.

Señor Ministro, simplemente quiero apuntarle que desde las perspectivas
de mi Grupo --y éste sería uno de los temas a discutir a fondo-- ésta es
una antinomia falsa. Lo de hablar de sectores maduros, señor Ministro, es
una forma bastante poco rigurosa, casi un tanto estrafalaria de hablar;
ya sabe lo que decía el señor Castells cuando decía que no hay sectores
maduros, hay empresas que funcionan o empresas que no funcionan. Lo que
hemos llamado aquí, lo que han llamado sus predecesores --obviamente, a
usted como Ministro de Industria no le puedo hacer responsable directo de
ello-- sectores maduros, son precisamente sectores que siguen funcionando
y siguen siendo base del tejido industrial en los países más avanzados,
dígase la siderurgia, dígase el sector naval u otros. Sin embargo,
nosotros no hemos podado para que crecieran, para que se fortalecieran
esos sectores; simplemente los hemos tronchado, hemos reducido nuestra
reconversión a eliminar plantillas y a rebajar capacidad. Luego resulta
que en las épocas de crecimiento, como las que empieza a haber ahora, nos
encontramos con un tejido industrial en muchos subsectores inexistente, y
eso ha conllevado el agravamiento de la balanza comercial en el sector
industrial.

Esto sería para discutir, repito, casi monográficamente este tema.

Nosotros pensamos que no es contraponiendo
reconversión-reindustrialización, sino haciendo una buena reconversión
como debiera, a partir de ahí, hacer una reindustrialización. El sector
siderúrgico, señor Ministro, en todas partes ha sido un sector que ha
dado pie a una diversificación del tejido industrial allí donde estaba
instalado y ha ido siempre creciendo, en los países más desarrollados,
hacia otro tipo de producciones que tuvieran que ver directamente con el
sector siderúrgico o incluso que no tuvieran nada que ver, en todo caso,
de mucho más valor añadido, de «inputs» mucho más valorables, por ponerle
otro ejemplo.

Más contradicciones. Repito, yo he señalado unas cuantas, doce calculaba
yo. Señor Presidente, no se preocupe que voy a terminar ya, no voy a
entrar en las doce porque me tomo en serio las inclinaciones de cabeza
que hacía el señor Ministro cuando yo le decía que el debate debiera
continuar y, desde luego, de forma más explícita y casi rotunda que me
hacían desde los bancos socialistas. En todo caso, permítaseme añadir
alguna que me parece bastante significativa. No voy a hacer un glosario,
página por página, como hacía muy legítimamente mi antecesor; eso lo
hacía yo antes, cuando estudiaba la Biblia. (Risas.--El señor Gámir
Casares: Será «El capital».) Era un trabajo que yo me tomaba muy en
serio.

En el documento ustedes hablan en muchas ocasiones del sector público;
por ejemplo, ustedes, en varias de las páginas y en varios capítulos de
su libro, desde el principio hasta el final, explícita o implícitamente,
ustedes reconocen cosas tales como que es el único que creó empleo. El
privado no. En la página 23, por ejemplo, dicen ustedes que en los
últimos 20 años el sector privado de la economía no ha creado empleo
neto. Usted estoy seguro de que no me va a responder como respondió don
Felipe González a don Julio Anguita cuando le hizo esta cita, diciendo
que eso era que el sector industrial pasaba empleos al sector



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terciario o al de servicios. Aquí ustedes hablan de la no creación de
empleo en el conjunto de la economía, no en el sector industrial.

Ustedes dicen, además --y no es que lo digan ustedes, es que cualquiera
que lo haya estudiado lo tiene que decir--, que en el sector público
español, para bien o para mal, es donde están los únicos grupos con
capacidad suficiente --y la capacidad hoy no es «conditio» suficiente,
pero sí «sine qua non»-- para competir en un espacio abierto como el
nuestro. Ustedes tienen que reconocer que algunas empresas públicas, las
empresas públicas en general, perdón, son las que más investigan en
nuestro país; cuatro veces más por unidad de empresa que las privadas y
dos veces más por unidad de empresa que, incluso, las empresas
multinaciones que funcionan en nuestro país como tales empresas
industriales.

Ustedes dicen, explícitamente, que algunas empresas del sector público
son las que mejor situadas están en los sectores punteros
tecnológicamente: el electrónico, el aeronáutico, el informático, y que
tienen ahí un papel «de facto» de liderazgo y, además, que pueden
prácticamente ser las únicas que abran camino en alguno de estos
sectores. Sin embargo, dicho eso, paralelamente ustedes concluyen: El
Gobierno considera que la política industrial (además, esto enmarcado,
encuadrado), dirigida a las industrias de titularidad pública, debe tener
como resultado un sector más reducido, y en especial más sano,
competitivo y mejor adaptado a las necesidades.

Obviamente, no estamos hablando de que ustedes piensan privatizar, como
desea Convergència i Unió, las empresas públicas deficitarias, que están
muertos de ganas por quedarse con Hunosa; yo sé que ustedes no pretenden
privatizar eso, pero resulta que, en sectores punteros, donde la empresa
pública, acaban de reconocer ustedes en la página anterior, tiene un
papel único a jugar (único «de facto» hoy), dicen: Las acciones a adoptar
en el ámbito de la empresa pública deben dirigirse a la corrección de
tres defectos fundamentales de la misma: la escasa sensibilidad del
accionista principal, por la rentabilidad del capital, el comportamiento
asimétrico de los agentes sociales en la negociación.

No era ésta la cita que quería leer, pero me vale igual. (Risas.) Se la
leo a continuación. Dice: A medida que estas empresas consigan consolidar
(son las empresas punteras) su actividad de manera estable en los
mercados internacionales, resultarán más atractivas para el capital
privado. (O sea que no es Hunosa, como pretende Convergència i Unió, sino
que son éstas, en la medida que vayan siendo más atractivas para el
capital privado.)



El señor PRESIDENTE: Señor García Fonseca, no por las citas que está
haciendo, sino porque lleva consumidos veintiocho minutos, le ruego
termine.




El señor GARCIA FONSECA: Termino ya y, si se me permite, termino con la
cita que ya leí, que no voy a releer, en la que se habla simplemente de
que, de los tres problemas importantes sobre los que hay que tomar
medidas para eliminarlos de las empresas del sector público, uno de ellos
es el excesivo protagonismo o el excesivo peso de los sindicatos, dicho
en términos más directos.

Ya me dirá usted cómo se compagina eso con varios capítulos en los que
ustedes, de manera hasta bella, desde luego con una literatura no muy
frecuente en este tipo de áridos documentos, hacen un canto a la
participación de los trabajadores como una de las características
fundamentales de esos albores de la nueva civilización que aparecen en
lontananza.

Estos son algunos comentarios a algunas de las cuestiones que mi Grupo
considera que debieran ser objeto de un debate a fondo en esta Comisión,
y, señor Ministro, aunque sé que este tipo de afirmaciones (repito una
vez más) o suelen ser muy creíbles, yo le aseguro que, por parte de mi
Grupo, y desde luego por parte del Diputado que le habla, tomaríamos muy
en serio, y con una actitud mucho más allá de cualquier posición
partidista, el poder participar en algo que realmente hiciera que la
política industrial gozara de la prioridad que debe en nuestro país,
tuviera el compromiso de los apoyos que necesitara y tuviera también un
diseño de, al menos, algunos criterios fundamentales sobre los cuales
todos los Grupos, o la inmensa mayoría, pudiéramos estar de acuerdo.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Catalán de Convergència i
Unió, tiene la palabra el señor Sánchez i Llibre.




El señor SANCHEZ I LLIBRE: En primer lugar, queremos manifestar nuestro
agradecimiento por la comparecencia del señor Ministro ante la Comisión
de Industria para debatir las propuestas de política industrial.

Señoras y señores Diputados, ustedes me perdonarán que empiece aludiendo
al tópico de que es objetivamente bueno proceder a debatir la política
industrial. No habrá nadie en esta Comisión, creo, que dude de la bondad
del intercambio de opiniones y de la búsqueda de propuestas para mejorar
la situación de nuestro sector industrial. Por ello, el libro blanco ha
de ser, en cualquier caso, favorablemente recibido. Sin embargo, no
debemos permitir que lo obvio nos deslumbre; siempre ha de ser bueno
promover un debate entre los agentes sociales a propósito del papel de la
industria, pero no podemos permanecer siempre en el debate, puesto que
también hay que decidir y actuar con la rapidez y la contundencia
necesarias, so pena de padecer el triste destino de las liebres que se
enzarzaron a discutir si los canes perseguidores eran galgos o podencos.

La política industrial que se adopte en el año 1995 no puede demorarse a
la espera de los frutos de un debate que, en cualquier caso, se presume
largo y complejo a raíz de las manifestaciones que ha hecho el señor
Ministro. Porque, no nos engañemos, ni éste es el primer libro blanco de
política industrial (creo que es el tercero de la etapa socialista) ni
tampoco el libro que nos ocupa contiene las propuestas concretas que
evidencien una política gubernamental delimitada, puesto que la impresión
es que no se busca tanto la mejora de un programa existente, sino la
elaboración del mismo. En suma, el importante esfuerzo preparatorio de
este libro y el amplio y costoso estudio de sectores industriales



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efectuados a principios de la década de los 90 permitían esperar
propuestas más concretas y definidas.

Este primer estadio de reactivación económica es un buen momento para
proceder al diseño de la política industrial y emprender reformas
estructurales profundas, pero la discusión sólo puede ser beneficiosa si
se construye sobre la base del realismo y del conocimiento exacto. No
podemos adentrarnos en la definición de un programa industrial sobre las
dudosas premisas de ser un país de bajos costes laborales, porque supongo
que nuestra competitividad ha de provenir de la calidad y de la
tecnología y no a través de los salarios. Tampoco somos, por más que lo
afirme el libro blanco, un país dotado de excelente situación
estratégica, por cuanto las sucesivas ampliaciones de la Unión Económica
y la apertura de los países del Este nos están situando en la periferia
de la nueva Europa. Tampoco disponemos de importantes empresas
multinacionales de capital español y nuestro conocimiento de los mercados
internacionales se debe, casi en exclusiva, al esfuerzo de pequeños
empresarios que han sabido aprovechar el respiro de las tres
devaluaciones de la peseta y, además, nuestra inversión en investigación
y desarrollo sólo alcanza el 0,85 por ciento del PIB, mientras que la
media europea es del 2 por ciento, y en algunos países la proporción
excede del 5 por ciento.

Coincidirán, señoras y señores Diputados, en que apremia la adopción de
medidas urgentes destinadas a fomentar la investigación y el desarrollo.

¿Es posible, en esta España de 1995, confiar la recuperación industrial a
la creación de nuevos grupos industriales? La primera reflexión a que se
llega, tras la lectura del libro blanco, es que el mismo es un ejercicio
de laboratorio, un experimento de alto nivel intelectual y de profundos
conocimientos económicos, pero, en suma, alejado de la realidad. Yo
diría, parafraseando a San Anselmo de Canterbury, que la mejor política
industrial no es aquella que mejor queda sobre el papel, sino aquella,
tal vez más humilde, que pueda ser llevada a la práctica.

Entonces, ¿sobre qué premisas debemos edificar nuestra política
industrial? La observación de nuestra realidad nos depara dos claves de
cualquier futura actuación: en primer lugar, la constatación de que
carecemos de grandes empresas multinacionales, que su creación requiere
un largo período de maduración y que, en definitiva, las pequeñas y
medianas empresas constituyen el 98 por ciento de nuestro tejido
industrial y, por ahora, el núcleo motor de la recuperación. Y, en
segundo lugar --ya hemos tenido ocasión de comentarlo en esta Cámara--,
procede una racionalización del sector público empresarial español. Con
dichas dos observaciones no se trata de eludir el debate relativo a todos
y cada uno de los aspectos que han de conformar una deseable política
industrial. Es importante discutir qué medidas pueden adoptarse en
materia de política presupuestaria y monetaria; de qué manera podemos
mejorar los transportes o las telecomunicaciones; qué podemos hacer para
conseguir mayores dotaciones de suelo industrial o de qué manera podemos
configurar un abanico de propuestas en materia de política energética.

Todo ello, señoras y señores Diputados, es importante. Pero sí conviene
fijar prioridades de actuación; conviene determinar, de entre todas las
actuaciones posibles en materia de política industrial, qué medidas
tienen carácter urgente y una mayor rentabilidad colectiva. En cierta
manera, no se trata de hacer avanzar la caballería en la confianza, como
decía Napoleón, de que la intendencia seguirá detrás. Hoy por hoy, es
imposible crear «ex novo» y de la nada grandes empresas multinacionales
de capital español; incluso las existentes tienen dificultades en asumir
un papel dinamizador de la economía, y si queremos disponer de un tejido
industrial sano, el sector empresarial público deberá constreñirse a las
lógicas limitaciones de la utilidad pública y de la subsidiariedad. Por
ello, la política industrial tendrá que hacerse partiendo de lo que hay,
que no es otra cosa que un conjunto de pequeñas y medianas empresas, que
son dichas pequeñas y medianas empresas las que han constituido el primer
motor de nuestra incipiente recuperación económica. Es el pequeño y
mediano empresario, porque casi no disponemos de otro, el que con su
esfuerzo y su competitividad ha ido abriendo mercados al exterior y ha
ido posibilitando el auge del sector exportador.

Es sabido que el mercado único acentúa la necesidad de concentración de
empresas, a fin de garantizar ciertas dimensiones mínimas, y por ello
nuestras pymes no tienen asegurado por ahora un puesto al lado de las
grandes corporaciones europeas. En el caso español, este hecho resulta
doblemente perjudicial, no sólo porque carecemos de centros de decisión
empresarial, sino porque, además, sin pequeñas y medianas empresas,
dotadas de buena vitalidad, resulta impensable la creación de
multinacionales de capital autóctono. No nos engañemos: toda
multinacional, antes de serlo, ha sido primero una pyme.

Pues bien, por mera coherencia, un debate sobre política industrial ha de
tener como primer objetivo el de arbitrar medidas que ayuden a superar
los déficit estructurales de dichas pequeñas y medianas empresas; sus
debilidades continúan siendo las mismas de siempre: graves dificultades
de financiación, imposibilidad de acceso a créditos a largo plazo,
elevados tipos de interés, escasas garantías, niveles tecnológicos muy
bajos, escasa inversión en formación de personal y en investigación y
desarrollo, todo ello en un marco fiscal y laboral bastante adverso.

Necesitamos una activa política de fomento a la economía productiva que
tenga como eje las pequeñas y medianas empresas, que apueste por la
innovación tecnológica y por las industrias ubicadas en los sectores
emergentes, tales como transportes, telecomunicaciones y biotecnología.

No podemos anquilosarnos en el fomento de una industria de sectores
maduros porque cada vez estamos más prontos al declive de los mismos, y,
contrariamente a lo afirmado en el libro blanco, no parece por ahora que
el sector energético pueda actuar como punta de lanza de nuestras
empresas en el mercado exterior. No se vislumbra, creo, la posibilidad de
que dicho sector pueda desempeñar el papel del motor tecnológico
financiero que la industria española necesita, máxime cuando las propias
tarifas energéticas representan un grave obstáculo para la competitividad
de nuestras empresas.




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Urge aprobar, según nuestro criterio de Convergència i Unió, un estatuto
para la pequeña y mediana empresa, cuya finalidad ha de ser la de definir
un marco legal estable y seguro que permita sentar las bases de su
desarrollo y expansión.

Pocos días atrás, el Conçeller de la Generalitat de Catalunya, el señor
Ignacio Farreras, Conçeller de Trabajo, ante la realidad de que la mayor
parte de los nuevos contratos son de naturaleza temporal, incluso para
puestos de trabajo que requieren mayor estabilidad, abogó por un nuevo
modelo de contrato laboral de duración indefinida, para que garantizase
al empresario la posibilidad de conocer su coste en caso de tener que
rescindirlo por causas tecnológicas o por necesidades de producción. Se
trata, en síntesis, de eliminar la inseguridad que a veces limita la
concertación de contratos indefinidos.

A mi entender, el espíritu y fundamento de dicha propuesta del Conçeller
de la Generalitat puede extenderse en buena parte de la normativa que
regula las pequeñas y medianas empresas, incluso de las grandes. Se
trataría de establecer un marco seguro en el que las empresas tengan
perfectamente definidos sus derechos y sus deberes, se fijen con claridad
las iniciativas de fomento y apoyo adoptadas a su favor por las
instituciones y, en función de dicho marco, otorgar a las empresas una
base sólida a partir de la cual puedan tomar sus decisiones, bajo la
garantía legal de que aquellas condiciones sean respetadas y no
dependerán de los vaivenes de la política económica general.

El Tratado de Maastricht ordena a los Estados garantizar las condiciones
necesarias para fortalecer la competitividad de la industria y su
adaptación a los cambios estructurales, facilitar la incorporación de las
innovaciones técnicas, potenciar la cooperación industrial y empresarial;
en definitiva, fomentar un entorno favorable al desarrollo empresarial,
con especial atención a las pequeñas y medianas empresas.

En el estatuto que se propone deberían articularse las medidas adoptadas
o que se adopten en favor de las pequeñas y medianas empresas
industriales tanto de orden fiscal como laboral y de seguridad social, y
debería incluso desplegar sus efectos en otros ámbitos, tales como la
cuestión de la financiación empresarial, sociedades de garantía recíproca
o de capital-riesgo, protección de los modos de pago y la promoción del
suelo industrial. Más en concreto; el estatuto sería el marco apropiado
para recoger las iniciativas fiscales en favor de la concentración de
empresas, los beneficios fiscales a la exportación y, en particular,
debería establecerse determinadas modificaciones fiscales para aquellas
empresas que reinviertan beneficios obtenidos en el exterior o en méritos
a su actividad exportadora, sin perjuicio de las medidas ya adoptadas.

El estatuto debería también consagrar los beneficios fiscales existentes
para el caso de transmisión onerosa o «mortis causa» de la actividad
empresarial y establecer mecanismos no sólo para evitar la doble
imposición, que ya es una cuestión resuelta, sino también para asegurar
al empresario individual un tratamiento fiscal equiparable al de las
sociedades. También hay que decir en beneficio del documento que el
Ministro nos ha expuesto que algunas de estas iniciativas ya están
contempladas sustancialmente en las propuestas que nos ha enviado a todos
los Diputados. Un tratamiento similar debería extenderse a la regulación
de las obligaciones de seguridad social y de ámbito laboral. Se trata de
proporcionar solidez y estabilidad a las decisiones empresariales, evitar
la precariedad de determinadas medidas, cuya vigencia no es posible
asegurar por ahora más allá de la Ley de Presupuestos de turno, y además
avanzar en el espíritu expuesto en el Tratado de
Maastricht y en la normativa de la Unión.

Es cierto que el libro blanco dedica el apartado 14 de su Capítulo V a lo
que denomina un enfoque moderno de apoyo a las pymes, que examina
cuestiones tales como el compromiso gubernamental de llevar a cabo un
conjunto integrado de actuaciones en cooperación con las Comunidades
Autónomas o diversos instrumentos para mejorar la financiación de las
empresas.

Una vez más, me gustaría insistir no sólo en la urgencia de una mayor
concreción de las propuestas anunciadas, sino también en la necesidad de
dar carácter prioritario a toda aquella medida beneficiosa para las
pequeñas y medianas empresas. Su efecto multiplicador de la economía será
sin duda alguna trascendental.

También quisiéramos manifestar, desde nuestra coalición de Convergència i
Unió, nuestra opinión respecto al tratamiento que se da en el documento a
las Comunidades Autónomas, que es particularmente negativo, ya que existe
una evidente contradicción entre la voluntad del Ministerio de Industria
de llegar a un máximo consenso y la escasa relevancia que en el informe
se otorga a las Comunidades Autónomas. Creemos que las referencias que se
hacen parecen más una fórmula retórica sin contenido que el
reconocimiento de su papel en la implementación de la política industrial
en el Estado español. Este hecho es criticable no sólo porque se ignora
la realidad territorial y política de España, sino también porque las más
importantes y recientes aportaciones teóricas de Michel Foster señalan la
necesidad de aplicar el principio de subsidiariedad a ámbitos
territoriales reducidos para establecer diagnósticos precisos y ejecutar
estrategias de actuación tendentes a reforzar los factores de la
competitividad industrial.

Una última cuestión radica en la necesidad de establecer los límites
entre el sector privado y el sector empresarial público. Esta Cámara
aprobó días pasados la Ley de Privatizaciones, y todo ello es un paso
importante, máxime cuando el sector empresarial público se ha ido
configurando en función de las diversas situaciones padecidas, tales como
la autarquía, el desarrollismo o la recurrencia al sector público de
empresas en quiebra.

Es obvio que dicho conglomerado actual no se articula de conformidad con
ningún modelo clave coherente de actuación. La propuesta, incluida en la
moción conjunta aprobada en el debate del estado de la Nación, ya
establece la necesidad de impulsar las acciones conducente al saneamiento
y reorganización del sector público empresarial, la neta separación de
INI y TENEO y la progresiva privatización de las compañías de la
corporación en sus empresas y las otras empresas públicas propiedad del
patrimonio del Estado.




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En este debate a que se nos invita debemos tener muy presente la
necesidad de una nueva mentalidad económica. La economía productiva es la
condición indispensable para cualquier tipo de desarrollo económico y
social, y en méritos de tal premisa debemos construir un nuevo espíritu
de política fiscal que prime los impuestos indirectos sobre los directos,
especialmente los que gravan el trabajo, y que estimule el ahorro y la
inversión, todo ello sin perder de vista la necesidad de reformas
estructurales urgentes que han de pasar obligatoriamente por la
liberalización de determinados sectores, la adaptación y flexibilización
del mercado de trabajo, la reforma de la administración y la contención
presupuestaria. Todos somos conscientes de que la industria no alcanzará
sus objetivos si no se realizan previamente las reformas estructurales
pendientes tanto en el ámbito industrial como en el más general de la
política macroeconómica.

El debate propuesto es sin duda ambicioso e interesante, pero conviene
recordar que nuestra misión no es la de formular brillantes debates
teóricos, sino que estamos obligados a dar la mejor respuesta inmediata a
problemas inmediatos, no sea que el exceso de ambición nos haga perder de
vista lo que de verdad importa, y es que en estos momentos, dada la
estructura de nuestro tejido productivo, no existe otra prioridad en
materia de política industrial que el apoyo decidido e incondicional a la
actividad de las pequeñas y medianas empresas. He ahí el motor de nuestra
recuperación económica. En base a este breve planteamiento que hemos
manifestado en esta Comisión pensamos, en Convergència i Unió, que a
partir de este debate, a partir de la aceleración de las propuestas será
posible implementar una política industrial que beneficie a la actividad
económica y a la competitividad de nuestro tejido industrial.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Mixto tiene la palabra
don Xabier Albistur.




El señor ALBISTUR MARIN: Como saben el señor Presidente y el señor
Ministro expondré también, con mis propias palabras, la opinión del Grupo
Vasco en este tema, en el que nos sentimos, como ha dicho el señor
Ministro, de alguna forma protagonistas. Mi intención es ser muy breve,
señor Ministro, porque quiero solamente destacar en mi intervención seis
condiciones que figuran en el borrador del Libro Blanco o documento que
se nos ha entregado, y hasta prácticamente con sus mismas palabras. Son
seis objetivos que consideramos que deben conseguirse, que forman parte
de la responsabilidad del Gobierno, que forman parte de la
responsabilidad también del Parlamento --no nos queremos hurtar a ello--,
y que sobre todo consideramos que deben acompañar la política
gubernamental en medio de este debate. Es decir, que no hay que hurtar al
Gobierno la metodología que el propio Ministerio se ha propuesto.

Consideramos que debemos imbuirnos en este debate desde este momento.

¿Por qué? Porque a nuestro modo de ver es una de las medidas más
interesantes, por no decir la más importante, que se puede tomar en esta
legislatura, si de verdad, como decía mi compañero de Convergència i
Unió, este tercer intento de Libro Blanco termina siendo un instrumento
de gobierno, termina siendo además un verdadero instrumento de política
industrial. No digo éste, puede ser el que termine saliendo precisamente
de este debate.

Manifestamos nuestra gran preocupación por este debate y sobre todo por
sus resultados. Creo que no se trata de que cambiemos en general. Antes
ha hecho usted una referencia a un cierto cambio que se está produciendo
en la sociedad, no solamente en la española sino en toda Europa y en el
mundo en general. Me conformaría con pedir que se volviera a introducir
en nuestra sociedad el consenso social y político que reinaba, por
decirlo de alguna manera, en la sociedad española en la década de los
setenta en relación a una fuerte inversión industrializadora,
precisamente cuando nos cogió y nos golpeó la primera crisis del
petróleo, o en los años ochenta, cuando nuestra economía todavía era
próspera aparentemente y nos vino la segunda crisis del petróleo y un
impresionante sopapo tecnológico que nos dejó verdaderamente en las
puertas de una reestructuración industrial, la cual, como usted dice en
el Libro Blanco, todavía tenemos que terminar. Nos ha sacudido esta
reestructuración y quince años más tarde las instituciones, los políticos
no hemos sabido buscar una verdadera alternativa o no hemos reaccionado;
hemos reaccionado con parches, pero realmente no ha habido una reacción
social. Creo que ésta es la gran responsabilidad de este debate. Por eso
se solicitó en el debate del estado de la Nación de mayo del año pasado y
se volvió a preguntar al señor Presidente cuando el tema se iba
atrasando.

No le voy a decir que el hecho de que pueda afirmar que no me gusta el
libro o que tenga lugares comunes o que un cierto triunfalismo le rodee,
incluso que tenga una visión uniformizadora y hasta, a mi modo de ver,
aterritorial de la economía española y de la economía industrial en
particular sea significativo. No le doy más valor que el de un documento
que se ha puesto en marcha para iniciar un debate. Además, le diría que
no nos preocupa mientras no se imponga como doctrina o se convierta en un
catecismo que hay que seguir. Creo que lo que importa verdaderamente es
el método que se nos ha descrito, el método que vamos a tratar de seguir
también por nuestra cuenta y que lleve a conclusiones operativas. Y creo
que lo que hay que destacar sobre todo es la voluntad de que a partir de
este método, bien llevado y bien controlado, se elabore una política
industrial que apruebe este Parlamento y se ponga en práctica ya en 1995.

En conclusión de mi introducción diría que coincido con lo que el señor
García Fonseca decía antes de la prioridad que hay que tener, de acuerdo
al que hay que llegar --el máximo acuerdo posible-- y que detrás haya un
Gobierno. Es decir, que la presentación al Consejo de Ministros no haya
sido una mera presentación, como muchos documentos que van y el Ministro
del ramo correspondiente los saca adelante y los gestiona, sino que, como
decía antes, tiene que imbuirse la política del propio Gobierno. Pondré
ejemplos más adelante. Hecha esta introducción, nos gustaría que este
debate de política industrial sirviera



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para varias cosas, dos fundamentales. Una de ellas, para introducir un
cambio de mentalidad social y un cambio incluso de actitudes sociales. El
desarrollo industrial supone un pacto social basado en la competitividad,
en la producción a bajo coste y en la reinversión constante. Es decir,
capitalización empresarial y no dispersión de recursos obtenidos
precisamente en la industria, haciendo en la práctica que las empresas
vivan casi con hambre o alimentos escasos. Supone un esfuerzo
impresionante en formación profesional, mucho más que el que la sociedad
española considera que debe hacerse, y en un criterio de enriquecimiento
paso a paso, basado en la calidad, en el dominio tecnológico y en el
servicio, junto a un esfuerzo de distribución y comercialización
internacional que debe acompañar al esfuerzo inversor y al trabajo.

En segundo lugar, sería interesante que se empezaran a romper
determinados mitos o empezáramos a no convivir con ellos. Por ejemplo, el
hecho que ustedes marcan en el Libro Blanco --no suficientemente
destacado-- de que España es ya un país terciario o que existe una
terciarización significativa en nuestra economía o un espectacular
crecimiento del sector terciario. La economía industrial sigue siendo
verdaderamente nuestro fuerte, y como ustedes mismos dicen: No obstante
la terciarización de la economía española tiene un componente monetario o
financiero importante por el efecto de la dispar evolución de los precios
sobre distintos sectores económicos. O sea, que descontando este
componente se observa que el proceso no es tan intenso. En el año 80 los
servicios suponían el 40 por ciento de la producción total a precios
constantes y la industria, sin energía ni construcción, el 37 por ciento.

En 1993 los porcentajes siguen prácticamente iguales, de forma que si
sumáramos energía y construcción, la industria sigue siendo lo más
importante, verdaderamente lo más significativo, vamos a decirlo así.

Desde la crisis del petróleo a que antes hacía referencia, desde el año
1973, los países industrializados y sobre todo los más próximos a
nosotros han ido tomando posiciones dominantes, por llamarlas de alguna
forma diría que especializadoras. Alemania se especializó, por decirlo
simplemente pero creo que los enunciados son ciertos, en bienes de
equipo, en el sector del automóvil, en maquinaria eléctrica y mecánica;
Francia en informática y telecomunicaciones; Japón en el acero, en
automóvil, en la máquina herramienta. ¿Y España en qué se especializó? Yo
diría que lo más significativo ha sido nuestra capacidad subcontratadora
de estos grandes sectores europeos, sobre todo. Se nos ha llamado taller
de Europa, y vemos que vamos perdiendo posiciones frente a países
emergentes como pueden ser los casos significativos de Méjico y
Marruecos, por no citar los países asiáticos.

Otro mito que creo que tenemos que tratar, no sé si abandonar pero sí por
lo menos tratarlo en su justa medida, es el de que España es un lugar
atractivo para invertir. En todo caso habrá que hacerlo un lugar
atractivo para invertir. La inseguridad política, donde hemos dado el
ejemplo de fomento del rigor y del compromiso con la sociedad, y el que
falten gobiernos que verdaderamente tengan autoridad y credibilidad y que
sean capaces de animar el impulso industrial o el impulso económico que
en estos momentos está viviéndose hoy en día son problemas.

Carecemos de un pacto social estable. Los interlocutores sociales,
trabajadores y empresarios, los sindicatos y los representantes de los
empresarios no han sido capaces de llegar a establecer un pacto social
estable ni el Gobierno siquiera a darle una cobertura. Por decirlo con un
ejemplo sencillísimo, hoy día no se respeta un convenio del sector porque
automáticamente en la empresa se rompe.

Tenemos un sector público que sigue estando indefinido --no es momento
para precisar conceptos, pero yo me atrevería a decirlo y a discutirlo--
y que muchas veces resulta ser hasta competidor precisamente de la
iniciativa empresarial privada. Las compras públicas, que deberían ser un
motor --se habla hasta del 15 por ciento del producto interior bruto en
algunos países europeos--, se hacen en el exterior con verdadero
perjuicio para nuestras industrias y los ejemplos son recientes. El
sector del acero especial está comprando en estos momentos maquinaria
eléctrica en el exterior con absoluta tranquilidad, habiendo un sector de
producción de maquinaria eléctrica en crisis en nuestro país.

Yo creo que vivimos todavía del camelo de la típica multinacional que se
instala, pone un chiringuito en los alrededores de Madrid y dice que aquí
produce; todavía eso se sigue considerando como una compra de producto
español. Yo creo que ése es un tema que sigue siendo preocupante y
gravísimo. Las multinacionales se van, se han empezado a ir o se han
producido movimientos. Las pequeñas y medianas empresas se quedan, pero
allí donde se puede invertir nos encontramos que hay empresas con poco
capital, con escasa dimensión --como se dice en el Libro Blanco-- y mucha
deuda, y verdaderamente da miedo instalarse y situarse en ese capital y
en estas sociedades.

¿Qué vamos a hacer nosotros como Grupo desde el punto de vista político?
Desde luego participar activamente, señor Ministro, y además con mucho
entusiasmo como parte de un esfuerzo más que creemos que hay que hacer,
un esfuerzo responsable para que este debate salga adelante. Pero como
premisa inicial a estas seis condiciones que antes mencionaba, quisiera
decir que es necesario que se haga una política real; una política real
por parte de ustedes, que son los que tienen que gobernar, pero también
por parte nuestra, que hemos de dedicarnos a debatir y no a mezclar
churras y merinas. Como decía antes, ésta es para nosotros una de las
medidas más importantes o más interesantes de esta legislatura y
consideramos que en lo que queda de legislatura tenemos que centrarnos en
ella. Vamos a trabajar, y ya lo anunció nuestro Consejero de Industria en
la reunión sectorial-- no sé si se llama así en la convocatoria que
ustedes hacen a las comunidades autónomas-- en torno a los cluster-sortus
--no me gusta en absoluto la palabra pero aquí está como técnica--, que
en definitiva no son más que unas formas de comarcalización, de impulso y
de desarrollo industrial comarcal, donde los agentes sociales están
participando de forma activa y con la mesa de política industrial que
figura en el Departamento de Industria del Gobierno vasco. Trabajaremos y
trataremos de traer aquí las conclusiones para su debate y,



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desde luego, intentaremos que se pongan en práctica y puedan llegar a ser
operativas en 1995.

En concreto, en cuanto a las seis condiciones u objetivos a conseguir, yo
me voy a centrar fundamentalmente en la página 11 del resumen, donde yo
creo que están bien expuestos y enunciados. En primer lugar, es necesario
incidir en la política macro-económica, tener un objetivo de crecimiento
sólido, estable y duradero, lo cual significa control de la inflación,
estabilidad de los tipos de cambio, reducción del déficit público,
potenciación de la inversión pública e impulso de las reformas
estructurales; yo añadiría que empezando por el sector público, con
instrumentos como los que ya existen, por ejemplo el último que acabamos
de aprobar y de alguna forma querido por usted, que es la llamada de
forma sencilla y directa ley de privatizaciones.

En segundo lugar, quiero insistir en lo que también ustedes califican de
desarrollo sostenible, donde se está intentando conjugar crecimiento y
medio ambiente. Y aunque el Libro Blanco no lo dice, yo sí quiero
destacar el tema del medio ambiente, no sólo por oportunismo político o
por moda sino por especialización económica, diría yo. Un país que vive
una pertinaz sequía, que le afectaba no sólo a don Francisco sino a todos
los gobernantes que han venido detrás y sobre todo a los ciudadanos
generación tras generación, no puede dejar de considerar como un producto
de investigación y como un producto económico, como una actividad
económica, el medio ambiente. Creo que si en algo tenemos que ser
especialistas es precisamente en este tema, y habrá que tomar mayor
conciencia que la que actualmente existe para que nuestra actividad
económica se centre en materia precisamente de medio ambiente. Por tanto,
sí somos partidarios de un desarrollo duradero y respetuoso del medio
ambiente, como dicen ustedes, incluyendo los costes externos causados a
la sociedad y que habrá que incluir en la competitividad, a nuestro
entender, clarísimamente, no podemos consentir que sea una excusa para
decir que no somos competitivos, sino que tenemos que buscar la
competitividad, priorizando la investigación y el desarrollo de los
sectores donde ya se viene realizando un esfuerzo importante en los
últimos quince años, introduciendo también nuevas actividades como la que
he citado. Y dentro de este desarrollo sostenible, dado que estamos en un
Estado de las autonomías, con la coordinación de la intervención pública,
que es absolutamente necesaria.

El tercer punto es la potenciación de los mercados públicos, haciendo que
la Administración y el sector público, que tienen y van a seguir teniendo
durante décadas un gran peso, actúen con rigor en sus decisiones, con un
compromiso de impulso industrial y, como ya he dicho anteriormente, sin
discriminación, con el sentido de que están impulsando una actividad
industrial con sus decisiones y, además, entendiendo que debe cumplirse
una cosa que ustedes dicen, que es la aplicación objetiva de las reglas
de la competencia, lo que en este momento no se está haciendo. Hoy día se
compra o se dice que se compra por más barato en Turquía, en Pakistán o
en cualquier otro país, alegándose razones de competitividad, y se está
contribuyendo a los dumpings más escandalosos a los que se puede asistir.

El cuarto punto --siguiendo sus propios epígrafes-- es una referencia al
equilibrio territorial. Por supuesto que manifestamos y reiteramos
nuestro sentido de la solidaridad, pero siempre que este equilibrio
territorial no signifique abandono o despreocupación por políticas ya en
curso, o por decisiones políticas que hubo que tomar y que han dejado a
veces un terreno bastante deteriorado, sino que signifique apoyo a
iniciativas e incluso que la propia Administración se sume a las
existentes en las diferentes zonas del territorio peninsular, sin
boicoteos y competencias, sino sumándose positivamente dentro de lo que
ustedes califican de estrategia de adaptación a los cambios y de fomento
de la adaptación estructural, desarrollando el potencial endógeno de las
regiones españolas más atrasadas, suponiendo que este concepto no es
discriminatorio, sino que incluye también el de las zonas que han sufrido
unas brutales reconversiones, unas durísimas reconversiones que han
dejado en el desempleo a una parte importantísima de la población activa,
cualificada o no, a edades todavía productivas y que deben ser tenidas en
cuenta, intentando siempre que sea con la voluntad política de
reorganizar estrategias cooperativas integradas, que en este caso
entiendo que se refieren a la cooperación y al diálogo entre las
comunidades autónomas y la Administración central.

Quiero hacer un pequeño paréntesis, quiero detenerme un momento, si tengo
tiempo, porque me parece que en el Libro Blanco --y permítame la
crítica-- las comunidades autónomas de alguna forma estorban y hay que
buscarles una salida. Se trata de coordinarlas más que de encauzar
iniciativas que puedan ser conjuntas. ¿Por qué el Libro Blanco, que tan
claramente quiere atribuir papeles al Gobierno, al Estado, como dicen
ustedes en el epígrafe, «Papel del Estado, del Ministerio, de la empresa
y las comunidades autónomas,» define el Estado y el Ministerio y no acaba
de definir un papel --ya sé que es muy difícil--, el que ya tienen
reconocérselo a las comunidades autónomas? La verdad es que los
epígrafes, tal y como están hechos, incluso los párrafos subrayados
invitan a bien pensar, incluso se aplican criterios de subsidiariedad
cuando se dice que el desarrollo y aplicación de estas políticas se
lleven a cabo en el ámbito de la Administración más apropiado; o cuando
se dice que en esta perspectiva el Gobierno entiende que es necesario
reforzar, reorientar y, en su caso, crear instrumentos de cooperación y
coordinación entre las distintas administraciones. La preocupación
aumenta cuando se dice que, a los fines de esta propuesta de política
industrial, el Ministerio de Industria y Energía está dispuesto a asumir
un papel específico como Ministerio de la empresa, idea que a mí me
parece personalmente muy buena, pero que me deja ciertamente preocupado
cuando dice que contribuyendo a dar fluidez y eficiencia al diálogo y
colaboración entre los interlocutores sociales y la Administración
general del Estado, y de ésta con las administraciones territoriales.

¿Por qué no han de tener las administraciones territoriales un diálogo
con los interlocutores sociales? En nuestro caso --y no le es a usted
ajeno y desconocido-- sabe que un instrumento de política industrial
importante es el marco autónomo de relaciones laborales que supuso
precisamente en el debate de la reforma



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de la ley laboral una importante enmienda, la introducción de un nuevo
artículo 84 en la Ley del Estatuto de los Trabajadores. Pero nos preocupa
más el tema cuando se está hablando todavía de conceptos que yo pensaba
que habían desaparecido; yo que he participado precisamente en las
comisiones mixtas de transferencias, en los años ínclitos de los
comienzos de la década de los ochenta, y se nos apelaba a no
transferirnos a la unidad del mercado (creía que hoy con la Unión Europea
y el GATT ese tema había desaparecido), pero se nos dice que, en términos
más gráficos, los beneficios que procura la unidad del mercado económico
no pueden quedar perjudicados por la fragmentación de los mercados
políticos y administrativos. A mí me preocupa que este párrafo tan
chiquitito eclipse los párrafos anteriores. Yo creo que si esta frase,
«unidad de mercado económico», desapareciera de este libro, todavía
querría más a este libro. Me parece que este tema, hoy día, habiendo ya
pasado por aprobaciones tan importantes como el acuerdo del GATT en este
Parlamento, no tiene mucho sentido.

Para nosotros éste es un tema significativo e importante, como lo es
también un quinto punto, el diálogo y la concertación social. Para no
alargarme, para nosotros el marco autónomo de relaciones laborales es un
tema clave porque significa que los protagonistas del desarrollo van a
ser precisamente los agentes sociales. Pero dentro del diálogo y la
concertación social (aunque parece que no suena nada, no tiene nada que
ver) creo que es necesario un importante compromiso del sector financiero
que queda aparentemente siempre fuera de todos los marcos de política
industrial. No estoy hablando, en absoluto, de que este sector financiero
no esté comprometido. Los hay, y ha puesto ejemplos el representante del
Partido Popular, que ha citado expresamente el peso específico que tienen
determinadas empresas significativas del sector financiero en el sector
industrial y en el esfuerzo que está realizándose. Pero realmente debe
haber un compromiso de este sector financiero, incluso hasta con
sacrificio, como ha supuesto para otros sectores de actividad y para el
gran conjunto de la sociedad española; sacrificio que no se ha aplicado a
este sector en la crisis económica que ha habido.

En sexto lugar, y dentro del espíritu de lo que ya ha sido reiterado aquí
por el representante del Grupo Catalán, quiero referirme a todo lo que
pueda significar la política con la pequeña y mediana empresa. Yo creo
que no hay que inventarse nada nuevo. Ustedes mismos lo dicen. Hay que
desarrollar una política fiscal para la pequeña y mediana empresa. Aquí
quiero poner los ejemplos a que antes me refería de lo que significa
imbuirse del espíritu de este debate. Hay que tener en cuenta que están
entrando iniciativas importantes, sobre todo en materia fiscal, en este
Parlamento: la reforma de la Ley General Tributaria, la ley de
presupuestos del año pasado y la próxima, las referencias jurídicas al
Impuesto de Sociedades o al Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y a
otra serie de impuestos. Son reivindicaciones que hemos ido haciendo a lo
largo de las leyes de presupuestos en los años anteriores que afectaban
precisamente al aplicarse una política fiscal para la pequeña y mediana
empresa, pero que desde ya, sin esperar a este debate, consideramos que
deben iniciarse. Estamos de acuerdo también en que es necesario gestionar
una política tecnológica para la pequeña y mediana empresa.

Hay que realizar un esfuerzo importante porque existe ya la red de
grandes o pequeños centros de investigación y hay que darles una
participación importante. También hemos reivindicado que se rompan las
trabas a que los centros de investigación calificados de públicos o no,
tengan hasta su limitación de acceso al presupuesto para poder entrar en
temas de precompetitividad. Y hay que facilitar la política de
financiación de la pequeña y mediana empresa permeabilizando el mercado
financiero --vuelvo a recordar el compromiso del sector financiero-- y
además una búsqueda de fórmulas que vayan hacia la integración, a las
fusiones y sobre todo a una mayor capitalización de las empresas.

Estas seis condiciones, que consideramos básicas, deben ser asumidas por
el Gobierno; son objetivos porque consideramos que forman parte de la
política económica general que debe asumir este país, y suponen una
responsabilización del Gobierno, una mentalización y una forma de
conducta que desde ya debe dirigir la gestión del Gobierno y que
esperamos que acompañe todo este debate.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Socialista tiene la
palabra don José Félix Sáenz Lorenzo.




El señor SAENZ LORENZO: En primer lugar quiero dar las gracias al
Ministro por la presentación de este debate; debate que nuestro Grupo
considera que es muy importante de cara al futuro de nuestra economía y
de nuestra industria. Parece fundamental que a través de este debate se
logre llevar a la sociedad la cultura de la producción frente a la
cultura del beneficio fácil. Yo creo que éste debe ser uno de los
objetivos de este debate sobre política industrial, en cuyos
planteamientos básicos no vamos a entrar. Creo que es negativo que aquí
se quiera discutir permanentemente sobre los procedimientos, cuando por
parte de nuestro Grupo y por parte del Gobierno se ha pretendido, en todo
momento, dar todo tipo de facilidades. Afortunadamente en el debate de
hoy estamos oyendo algunas ideas y, sin embargo, vemos que hay falta de
rigor por parte de algún grupo, porque no deja de ser un cierto sarcasmo
que alguien quiera patentar en la Cámara el patrocinio de las compras
públicas. Da la impresión de que con algún grupo no nos podemos poner de
acuerdo siquiera en el cómputo del tiempo utilizado por cada uno de los
grupos en su intervención. No sé si tendremos que pedir a los servicios
de la Cámara que lo computen para poder llegar a un acuerdo en eso.

Nos parece que éste es un debate para dar ideas alternativas, no
solamente para criticar documentos o para hacer referencia a documentos
que nadie conocemos, excepto el portavoz principal del partido de la
oposición. Yo he escuchado ideas alternativas por parte de otros grupos y
las he echado en falta en el principal partido de la oposición. Yo he
escuchado ideas alternativas por parte de otros grupos y las he echado en
falta en el principal partido de la oposición. Pienso que el objeto
también de este debate sobre política



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industrial es instrumentar una política de apoyo al riesgo y a la
competitividad. Nuestro Grupo no pondría el acento en las consecuencias
presupuestarias del tema. Nos da la impresión de que es muy importante
crear un clima social favorable a ello, y a lo mejor hay que instrumentar
algunas medidas presupuestarias. Pero no es el mecanismo de las
subvenciones el más eficiente para buscar que la economía sea cada vez
más competitiva. Sin duda hace falta algún tipo de apoyo, pero yo creo
que lo fundamental es crear un clima social, un clima institucional de
cooperación social, un clima de cooperación institucional que de alguna
forma es lo que por parte de algún grupo de la Cámara se nos está negando
conseguir. Cuando se está produciendo una recuperación industrial
indiscutida, cuando se está produciendo una recuperación económica que
tiene un alto contenido industrial, nos parece importante poner en valor
todas estas cuestiones, fundamentalmente apoyando los intereses de futuro
de la producción en nuestro país y en particular de la producción
industrial. Si hablamos de la industria, lógicamente tendremos que hablar
de competitividad y tendremos que hablar de empleo, que son los dos
elementos básicos de este plan: por una parte la preocupación por la
competitividad y, por otra, la preocupación por el empleo. Tenemos que
buscar cuáles son los elementos de competitividad. Hay unos elementos
clásicos que se basan en el coste del capital, en el coste de la mano de
obra, en el coste de la materia prima, en el coste del proceso
productivo, pero quizá en los últimos tiempos y para los países
desarrollados en los que algunos de estos costes son muy superiores a los
de los países en vías de desarrollo se pone más el acento, mediante la
introducción de tecnologías, en los costes del proceso productivo. Es ahí
donde se puede generar una cierta ventaja competitiva. Sobre ello se han
desarrollado distintas teorías creando un entorno favorable que no
solamente corresponde a la política industrial sino a una política
globalmente entendida, en la cual elementos básicos de este entorno para
que pueda producirse un elemento básico de competitividad, que es la
innovación industrial, son un sistema educativo eficiente, no sólo en sus
ramas superiores para que la investigación sea algo que tenga relación
con la creación de riqueza, sino también en aspectos como la formación
profesional, la adaptación del sistema educativo a las necesidades de la
producción.

También es muy importante la política de infraestructuras:
infraestructura del transporte e infraestructura de comunicaciones. No se
puede entender que pueda desarrollarse una política industrial eficaz sin
un sistema de comunicaciones adecuado; un sistema de ciencia y tecnología
que permita que haya una comunicación entre la inteligencia teórica, que
es la universidad y el sistema educativo, y las necesidades del sistema
productivo, para que la investigación y el desarrollo en las empresas
pase a ser una realidad, porque lo que demuestra la experiencia de estos
últimos años es que los sectores que más crecen en nuestra industria son
justamente aquellos más intensivos de tecnología, en los que hay más
investigación y desarrollo, en los que hay más innovación. La calidad del
producto y la diversificación son elementos de innovación que necesitan
de este entorno, por tanto, que no es independiente de las políticas que
se vienen haciendo, en las que habrá que poner todavía más el acento.

Creo que la política de ciencia y tecnología tiene todavía unas
necesidades significativas de desarrollo en nuestro país.

Al mismo tiempo tendremos que tener, lógicamente, medidas económicas,
medidas fiscales, elementos de política macroeconómica. ¿Cómo vamos a
negar desde nuestro Grupo que es importante la política macroeconómica,
el coste del capital, la inflación? Es básico todo esto para que haya una
política industrial. Lo que echamos en falta son ideas alternativas
respecto a cuáles son las propuestas de política industrial y cuáles son
esos documentos que solamente conocen algunos Diputados de esta Cámara y
que no conoce la opinión pública ni el resto de los grupos.

En política energética hemos estado debatiendo la Ley de Ordenación del
Sistema Eléctrico, en la cual el objetivo de toda esa ordenación es que
los costes de un input importante en la industria, como es la energía, a
medio plazo sean los menores posibles y que ello nos garantice cada vez
más la competitividad de nuestro sistema, y que el sector eléctrico esté
orientado a suministrar una energía a la industria a precios razonables y
de calidad.

En definitiva, nosotros pensamos que es importante que se abra este
debate y que haya también un cierto liderazgo industrial, que haya
empresas que lideren la industria. Nuestro Grupo ha dicho muchas veces
--y al Ministro también se lo hemos oído decir-- que se echa en falta un
cierto liderazgo por algún empresario industrial privado. Nos gustaría
que, sea procedente del capital financiero, sea procedente de la banca,
alguien colabore en que haya empresas líderes. Cuando se ha puesto en
marcha algún procedimiento de cooperación --porque los dos grandes grupos
industriales, el INI y el INH, son públicos-- entre el sector público y
el sector privado para crear empresas líderes en el sector del gas, se ha
criticado tremendamente en esta Comisión. No entendemos qué es lo que
algunos grupos quieren respecto a la industria. Nos parece importante que
haya empresas con tamaño suficiente, con liderazgo industrial y que en
ellas participe el sector privado; que venga el sector privado y que
participe en la producción industrial y no solamente en el sector
financiero.

Da la impresión, cuando algunos grupos hablan de la empresa pública, de
que no conocen realmente qué empresa pública tenemos. Analicemos un grupo
como el Instituto Nacional de Industria. Hay grupos que cuando hablan de
la empresa pública se refieren sobre todo a privatización y a que va a
disminuir el déficit. Me gustaría saber cuántas empresas hay --quisiera
que fueran más-- que pasadas al sector privado supusieran un ingreso para
el sector público y no un gasto. Porque la mayor parte de las empresas,
desgraciadamente, si las pasáramos al sector privado no supondrían que
ingresáramos dinero, sino que tendríamos que poner dinero de los
presupuestos para que alguien se quedara con ellas. (Un señor Diputado:
Roldán.) La falta de rigor de algunos grupos se pone de manifiesto hasta
en los comentarios. Es como lo que ha ocurrido con la British en
Inglaterra, donde la privatización no ha supuesto ingresos para el
presupuesto ni disminución del déficit,



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sino que ha supuesto que el presupuesto haya tenido que poner una
cantidad de dinero muy estimable.

Me da la impresión de que es importante tener un tejido industrial. Yo no
sé lo que algunos quieren cuando hablan de privatizar empresas que
difícilmente pueden sostenerse en el sector privado, si es que se está
hablando de destruir tejido industrial. Por tanto, me parece que es bueno
que abramos debate y que lo hagamos con ideas alternativas. Repito que me
parece muy importante y que la sociedad española y los grupos sociales
económicamente interesados han demostrado interés por este debate. El
clima social es importantísimo para definir el futuro de la industria,
así como la cooperación entre las instituciones. Las comunidades
autónomas tienen competencias muy importantes en el tema industrial. Yo
creo que este documento no es el lugar de definir sus políticas, sino que
es un documento para el debate, no va más allá. Algunos lo han criticado
por cierta ambigüedad. A mí me parece que es un buen documento para el
debate. Creo que el papel y el acuerdo con las comunidades autónomas es
un elemento básico de este planteamiento. Si se logra esa cooperación
institucional habremos dado un paso de gigante en los objetivos que
pretendemos. Creo que hoy no se puede ir mucho más allá. Vamos a ver las
conclusiones cuando se planteen y si por fin hay alternativas globales y
logramos un debate de ideas que no sea de crítica permanente y
sistemática y de patentes que no tiene ningún sentido plantear en esta
Cámara.




El señor PRESIDENTE: Finalizado el turno de intervención de los distintos
grupos, para un turno de réplica tiene la palabra el señor Ministro de
Industria y Energía.




El señor MINISTRO DE INDUSTRIA Y ENERGIA (Eguiagaray Ucelay): Gracias,
señor Presidente.

Gracias también a todos los que han intervenido con sus aportaciones a
esta comparecencia, en la que, si me dejan hablar --que creo que me
dejan-- con mucha sinceridad, como siempre tengo la sensación de que
cuando vengo a la Comisión de Industria yo hablo de unas cosas y otros
hablan de otras. Probablemente alguna vez tendremos que ponernos de
acuerdo sobre cuáles son nuestras respectivas reglas del juego. Si
ustedes quisieran que habláramos del contenido de la política industrial
que se propone o del documento que haremos al final, éste no era el
momento; si de lo que teníamos que hablar era de metodología,
probablemente tenía bastante más sentido mi intervención inicial que
algunas de las intervenciones que después he escuchado. Pero, en fin,
supongo que hay una parte inevitable en la vida política en la que cada
uno tiene que cumplir su papel: el Gobierno la obligación de presentar
sus iniciativas, la oposición la necesidad mucho más dirigida a la
crítica que a la búsqueda de lugares de aproximación y, finalmente, otras
posiciones intermedias. En todo caso --y no me lo tomen como una crítica
ni a la metodología ni al papel de la Comisión--, sí me parece que es
bueno que tratemos de ponernos de acuerdo al menos sobre algunas cosas, y
yo creo que puedo colegir --ustedes quizá me corrijan después--, de todo
lo que hoy he oído, que no hay un solo grupo que esté en desacuerdo con
que se inicie un debate de política industrial. En esto me parece que
hasta el Grupo Popular está dispuesto a felicitar, aunque no sea muy
estridentemente, al Ministerio o al Gobierno por iniciar el debate, con
independencia de cuál sea su contenido y con independencia de su
desacuerdo en diferentes aspectos del contenido de los documentos que hoy
circulan.

Hay un segundo aspecto que me parece que es importante también, y que no
he visto más allá del papel que se le asigne al Parlamento y a la propia
Comisión de Industria, en el que podríamos todos coincidir: en la
necesidad de una información permanente entre el Gobierno y la Comisión
de Industria que yo me apresto, sin dirigirme a nadie en especial (luego
me referiré a las intervenciones de SS. SS.), a que se cumpla desde el
primer momento; esto es, a que haya una información de todo lo que se
está haciendo y de todos los documentos que se están produciendo y
generando con motivo del debate, de tal manera que cuando el Gobierno
traiga a la Cámara sus propuestas definitivas tengan ustedes todos los
antecedentes del debate y puedan ser capaces de apreciar también hasta
qué punto el Gobierno ha sido sensible a unas o a otras posiciones, en
qué medida ha incorporado como propias las posiciones de unos y de otros.

Una tercera consideración, que me parece que también se deduce de las
intervenciones de ustedes y de la mía, es la de que no estamos ante un
debate de política coyuntural. Por tanto, el hacer un debate sobre
política industrial no significa ver cuáles son las medidas que tenemos
que adoptar el mes que viene. Estamos haciendo un debate con una
pretendida visión de medio plazo, un debate que naturalmente no elude la
necesidad de adoptar decisiones, de tomar medidas en el corto plazo y de
seguir haciendo política industrial, pero que pretende trascender las
medidas actuales, la situación actual, para trazar un horizonte
estratégico en relación con la industria que hay que esperar que pueda
ser seguido en sucesivos años y por diferentes gobiernos. Por tanto, un
debate de política industrial no es un debate sobre las medidas
presupuestarias del próximo mes o sobre la próxima ley o sobre el próximo
decreto; es un debate de elementos básicamente estratégicos en el cual,
naturalmente, las medidas coyunturales, o las medidas que están en este
momento en vigor, tienen que estar subsumidas, pero tiene que ir más allá
para ver hasta qué punto somos capaces de superar el estado actual de la
cuestión, qué más podemos hacer en relación con lo que ya estamos
haciendo.

Me parece que éstos serían aspectos de coincidencia en las intervenciones
que he escuchado, de las cuales, por tanto, me felicito en la medida en
que se pueda entender que son aspectos de coincidencia con el
planteamiento del Gobierno. Si efectivamente estamos de acuerdo en la
metodología, en un intercambio importante de información, en que el
Parlamento, particularmente la Comisión de Industria pueda recibir
documentos, mantenerse enterada y, naturalmente, participar como otros
agentes de la propia sociedad en este debate, creo que tendríamos una
parte de las discusiones previas resueltas, con independencia de que
tengamos que analizar, en el momento oportuno, cuáles son las medidas
concretas que más allá de lo que se está



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haciendo vendrían a reforzar una política industrial dirigida al medio
plazo, con carácter estratégico por encima de lo que ya en este momento
existe.

Me referiré a continuación a algunas de las intervenciones de SS. SS. de
manera breve. Yo creo que el señor Gámir ha adoptado (se lo digo
respetuosamente y sabe que con la misma falta de acritud que usted mismo)
la actitud que le corresponde. Se supone que la oposición se tiene que
oponer y, por tanto, no he visto demasiados elementos de búsqueda de
coincidencia. Yo quiero hacer una apuesta, señor Gámir, que seguramente
es arriesgada, probablemente ingenua y a lo mejor incomprendida. Quiero
apostar por la posibilidad de que el Partido Popular pueda sumarse a este
debate constructivamente, y lo hago contra toda evidencia, lo hago
incluso contra todo lo que la realidad sugiere. Pero como creo que la
política industrial es muy importante para todos y que éste es un aspecto
en el que cuantas más aproximaciones existan tanto mejor nos irá, más
allá de que cada uno tengamos que mantener posiciones diferenciadas en
algunos aspectos, aspiro, señor Gámir, a que usted y su Grupo puedan
tener una participación constructiva; no solamente la de la negación del
pan y la sal, que es lo que habitualmente escucho, no solamente la de la
descalificación, muchísimo menos la de la atribución de primogenituras
que desde luego no les corresponden en la mayor parte de los casos, sino
una actitud que espero pueda ir al encuentro de la mano tendida que yo
simplemente le ofrezco alrededor del debate de política industrial. Este
no es un debate para oponerse porque sí. Espero que desde el Partido
Popular no se entienda que hablar de industria y del futuro de la
industria sea solamente una ocasión para discutir, y a veces quizá de
manera descalificatoria, sobre las intenciones de un Gobierno o sobre la
preocupación por el futuro de la industria.

En fin, ésta es mi posición y mi punto de partida. Les corresponde a
ustedes, señores del Partido Popular, decidir en qué nivel se quieren
situar. Si lo que quieren es situarse exclusivamente en el nivel de la
confrontación, tendrán confrontación, pero me va a permitir, señor Gámir,
que no le conteste a ninguna de las a veces impertinentes manifestaciones
que a mi juicio ha hecho en relación no solamente con lo que yo he dicho,
sino a veces con las cosas que dice el documento, incluso hasta citando
mal lo que dice el documento. Le voy a poner nada más que un ejemplo. Ha
citado usted la página 30 y ha dicho textualmente, como sin duda alguna
recogerán los taquígrafos, que el documento dice que no hay más que un
grupo industrial, refiriéndose al grupo industrial público. Déjeme
decirle que lo que dice el documento textualmente es: A excepción del
sector industrial público, no hay en España corporaciones industriales de
capital nacional en sentido estricto que obedezcan a estrategias
productivas comunes propias de un grupo. Que es una cosa radicalmente
distinta, señor Gámir, de lo que usted ha dicho atribuyéndolo al
Gobierno, a este Ministro o, si quiere, a este documento. Y como yo no he
venido aquí a hacer una polémica barata alrededor de tal o cual frase,
sino a hacer un planteamiento metodológico sobre lo que creo que
debiéramos hacer en una ambición común, en una ambición nacional sobre la
industria, me va a permitir que mi sentido crítico me impida entrar en
algunas de las consideraciones que usted ha hecho, como, por ejemplo,
esas fáciles imputaciones de contradicciones en el Gobierno, atribuidas a
posiciones que naturalmente significan el que cada uno en un Gobierno
tenemos que cumplir nuestro papel, sea el Ministro de Economía, sea el
Ministro de Industria. Me gustaría personalmente que todos mis
contradictores fueran como el Ministro de Economía y Hacienda, con el que
coincido en el 99 por ciento de las posiciones y que, por cierto,
coincide conmigo exactamente en idéntico porcentaje, con independencia de
que esté tan interesado como él en la salud del sistema financiero y,
como sin duda alguna puedo decir, está tan interesado como yo en que un
desarrollo financiero sano sea al mismo tiempo un desarrollo en favor de
la industria.

Pero este tipo de polémicas me parece bastante fuera de lugar, con
independencia de que tiene usted el legítimo derecho a plantearlo. Ahora
bien, que usted pretenda, probablemente sin conocer las opiniones o, en
todo caso, utilizando en vano el nombre de economistas importantes como
Julio Segura, aseverar lo que ha aseverado sobre la evolución del PIB
industrial, simplemente me parece una falta de rigor digna de mejor
causa. Yo no solamente no desprecio la Universidad, como usted (como
usted no la desprecia, quiero decir), sino que aprecio el trabajo
intelectual, y me parece que no merece la afirmación que usted ha hecho
sobre el análisis de la desindustrialización en España, porque no hay un
economista de rigor en este país que sea capaz de aseverar, en los
términos en los que usted lo ha hecho, el proceso de la
desindustrialización. Su análisis, en términos de pesetas constantes y de
pesetas corrientes, es simplemente, señor Gámir --créame-- algo digno de
un análisis probablemente de primero de carrera, pero desde luego no de
alguien como usted, dedicado a esto desde hace mucho tiempo, con
independencia de que (se lo digo amablemente) en la polémica, a veces
periodística, le vaya. Pero como no hay un analista en este momento que
pueda sostener esto en los términos en que usted lo ha hecho, simplemente
se lo recuerdo.

Fíjese, su tesis fundamental, que la repite una vez tras otra, es un
proceso de desindustrialización en España, incluso creo que ha citado
usted el período temporal 1988/1992. Es algo tan manifiestamente
tendencioso que para la polémica política, ciertamente, puede ser útil y
a veces hasta se impresiona a quien realmente no conoce de verdad cuáles
son estos procesos. Pero si uno lo analiza como lo tiene que hacer, lo
que se encuentra es que comparando cuál es la situación de la industria
en nuestro país en relación con la que era hace unas décadas,
aproximadamente en tres décadas la participación en el producto
industrial de Europa de la industria española se ha duplicado. Por tanto,
si hemos pasado del 4 por ciento a aproximadamente un 8 por ciento de
participación en la industria europea, en el producto industrial europeo,
caben dos posibilidades: una, que nosotros hayamos crecido más que los
demás, lo cual en términos relativos significa exactamente eso, o que el
proceso de desindustrialización al que usted se refiere ha sido mucho más
intenso en otros lugares del que ha sido en nuestro país, y seguramente
una combinación



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de las dos cosas es la que ha tenido lugar. No hay ninguna evidencia
objetiva empírica, que ponga de manifiesto que el proceso de
desindustrialización en España, más allá de lugar común de que cualquier
economía desarrollada tiende a reducir su peso nominal industrial, como
es bien conocido desde Colin Clark, hacia el sector servicios, no hay más
razón para considerar que ese proceso tenga una especial incidencia en
nuestro país. En fin, esto en un seminario de política económica lo
podríamos discutir con bastante más fruto y probablemente con más reposo
que en una Comisión de Industria del Congreso de los Diputados.

En todo caso, señor Gámir, le quiero decir con toda sinceridad que espero
que pueda haber una participación honesta (se lo digo desde luego sin
ningún tipo de reticencia), una participación colaboradora en un proceso
que me parece que es útil para ustedes para nosotros y probablemente para
el país, y tengo la absoluta convicción de que podremos llegar a
posiciones que puedan ser comunes. ¿Por qué tendríamos que diferir
necesariamente en todo? Yo sé que tenemos que diferir y diferiremos en
muchísimos aspectos de política, de política industrial y de política
económica, pero estoy también seguro de que el afán artificial por
señalar barreras en términos de posibilidades de entendimiento es
simplemente una parte de lo que se espera de los políticos, no
necesariamente de un debate de política industrial por lo menos en todos
los aspectos.

Me planteaba usted algunas cuestiones como su deseo de que esto fuera una
victoria sobre lo improbable, y citaba como argumento de autoridad al
señor Fernández Norniella --cuya autoridad ciertamente no negaré nunca--
para hablar de lo que podemos esperar de un documento hecho con la falta
de rigor, a su juicio, del que está hecho éste, pero teniendo en cuenta
lo que ha escrito el señor Fernández Norniella en un artículo que, como
antes le he dicho, he leído y la absoluta falta de rigor de sus
afirmaciones, no me pronunciaré en este preciso momento. Solamente espero
que tanto el señor Fernández Norniella como usted no digan, por lo menos
en vano y sin saberlo, algo que me han oído decir en repetidas ocasiones.

Esto no está planteado desde una perspectiva electoral, obedece --como
les he dicho-- a un compromiso de Gobierno, a un compromiso electoral, a
un compromiso del programa del Gobierno; no tiene una fecha definida, y
no me interpreten ustedes en términos de intenciones que tal vez fueran
las suyas las que no son las del Gobierno.

Señor García Fonseca, sabe que tengo una especial debilidad no solamente
por su persona --si me interpreta usted en términos intelectuales la
afirmación--, sino también por lo que es un sincero ofrecimiento con el
que ha empezado y con el que ha terminado; ofrecimiento a creer en la
sinceridad de su persona y de su Grupo en torno a este debate y a su
deseo de participación. No solamente le creo, señor García Fonseca, sino
que haré todo lo posible porque podamos hacer una aproximación, toda, la
que sea necesaria y posible, de posiciones en este tema. Yo creo que la
industria es lo suficientemente importante como para encontrar puntos de
acuerdo.

Usted tenía alguna duda sobre si éste era el momento más adecuado y me
planteaba, por ejemplo, por qué no se ha hecho esto antes de los
presupuestos. Quizás ello significa tanto como desconocer algunas de las
urgencias que hemos tenido en otros momentos, y no niego el que, de
haberse hecho en otro momento, probablemente no hubiera estado preparado
ni el ambiente maduro como para llevar a cabo lo que ahora podemos llevar
a cabo, entre otras cosas en los trabajos preparatorios previos del
Ministerio de Industria, que no quería solamente tomar en cuenta trabajos
que se habían hecho en años anteriores, sino hacer un enfoque nuevo, un
enfoque mucho menos sectorial, un enfoque mucho más de política general,
con un carácter mucho más estratégico, con independencia de que se
pudiera complementar con otro tipo de análisis como los que estamos
haciendo y presentando en las distintas mesas sectoriales.

Usted me pedía que el debate fuera amplio en el tiempo, que hubiera una
participación de la Comisión, que hubiera un acuerdo de mínimos, que
hubiera un compromiso económico presupuestario, y se preguntaba por qué
se rechazaron sus propuestas en la interpelación. Seguramente, si no lo
plantea como un problema de relaciones entre el Gobierno y la oposición
lo entenderá más fácilmente. Yo le dije en el Pleno que no era demasiado
útil hacer una interpelación sobre política industrial, no era demasiado
útil probablemente porque no había demasiadas posibilidades de debatir
entre todos los grupos ni siquiera de debatir sobre propuestas definidas
y finales, y, en todo caso, porque no estábamos haciendo más que iniciar
el proceso, un proceso que nos va a llevar, como usted reconocía, tiempo.

Por tanto, lo que le ofrezco es un planteamiento informativo amplio, el
que por esta Comisión cuantas veces deseen ustedes yo pasaré para darles
cuenta de cómo va el debate dentro de la sociedad. Creo que tenemos que
diferenciar entre lo que es un debate dentro de la sociedad de un debate
entre el Gobierno y el Parlamento. Son cosas diferentes. No es el
Parlamento el que hace un debate con la sociedad, es el Gobierno el que
conduce un debate en la sociedad y es el Gobierno, no la sociedad, quien
se compromete ante el Parlamento con sus propuestas. Por tanto, me parece
que eso es lo que democráticamente corresponde, consultar a la sociedad,
tratar de incorporar el máximo posible de aportaciones sociales, pero no
eludir la responsabilidad que el Gobierno tiene en sus propuestas,
propuestas que naturalmente tienen que ser juzgadas después por los
distintos grupos de la Cámara y tienen que ser sometidas al veredicto
ineludible de las mayorías y de las minorías, sin renunciar también a la
aproximación de posiciones que pueda darse dentro de la Cámara. Este
marco, y si esto que me parece metodológicamente correcto es posible --yo
lo creo--, el buscar una mayor participación de SS. SS. y tener acceso a
toda la información disponible, desde luego estoy muy gustoso de
facilitarlo, como ya he dicho antes.

No me parece, en cambio, idóneo, señor García Fonseca, el que nos
planteemos un debate estratégico sobre política industrial en términos
presupuestarios. No soy de los que ignora que para que se tomen
determinadas medidas, medidas que pueden ser a veces de gasto o de
ingreso público o tener relación con el ingreso y el gasto público,



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seamos insensibles a las consecuencias presupuestarias. Pero creo que
trazar la estrategia no quiere significar que lo confundamos con un
debate sobre los presupuestos en materia industrial. Son cosas
diferentes. Los presupuestos se deben a una estrategia de prioridades
sociales que tendremos que ir plasmando en cada uno de los años.

Tendremos que plasmar las conclusiones de una determinada política
industrial en función de las posibilidades presupuestarias y de las
prioridades que en cada momento del tiempo siga teniendo la sociedad,
sabiendo que, por otro lado, no es exclusivamente la industria lo único
que preocupa a los ciudadanos.

Me ha planteado también por qué en el documento no se hace una
valoración, a su juicio, de la política industrial seguida o de la
reconversión o de la reindustrialización o de la entrada en la Unión
Europea o de la entrada de capital extranjero o del papel del sector
público o de la política industrial activa, etcétera. Yo creo, señor
García Fonseca, que en el documento hay muchas valoraciones sobre el
pasado, sobre el presente y probablemente también sobre el futuro. Ahora
bien, reconocerá o supongo que por lo menos entenderá que políticamente,
teniendo en cuenta los juicios que a muchas personas o a muchos grupos
políticos les puede merecer lo que se ha hecho, la situación en la que
estamos, incluso los errores o los aciertos del pasado, ésta sea una
valoración que no me parezca lo más relevante para hacer el análisis
sobre todo mirando hacia el futuro y, en todo caso, probablemente
corresponde más a los grupos tener su opinión, como por cierto exponen
una y otra vez.

El señor Gámir ha expuesto antes legítimamente sus valoraciones sobre lo
que el Gobierno ha hecho o sobre lo que ha dejado de hacer, o sobre lo
que a su juicio son o han sido políticas inadecuadas. Usted en parte lo
ha hecho. Hagan ustedes las valoraciones que quieran sobre el pasado,
pero éste no es un debate sobre el pasado sino un debate, a partir de la
situación actual, sobre lo que tendríamos que hacer. En todo caso, estoy
de acuerdo. El documento contiene, a mi juicio, bastantes elementos sobre
lo que podían ser definiciones del papel del sector público que nos
llevan a pormenorizar cuál sea el presente o el futuro de cada una de las
empresas --luego me referiré a esta cuestión-- del sector público. Saben
ustedes que ésta es una moción que tendremos que debatir también en la
Cámara. Espero que en breve esta Comisión de Industria pueda tener
conocimiento y celebrar el correspondiente debate sobre lo que era un
compromiso del Gobierno que está ya, por cierto, ultimado para ser
presentado a la Cámara. El documento lo que sí contiene son líneas
estratégicas sobre el sector público, aunque en algunas barrunto que no
con total coincidencia con lo que usted plantea en la medida en que
parece sugerir que una política de privatizaciones sería una política
inadecuada. Sabe usted que nunca afirmo las cosas en términos
incondicionales. Una política de privatizaciones puede ser perfectamente
inadecuada como puede ser perfectamente adecuada. Hay que analizar cada
caso en su contexto y en una perspectiva más bien singular que general.

Dice usted que se afirma la política industrial activa, pero que no sabe
muy bien con qué instrumentos. Si usted analiza nada más el índice --que
luego está desarrollado en el documento-- se encontrará con que éstos son
básicamente los instrumentos de una política industrial, salvo que usted
crea que hacer un documento de política industrial es explicar cuáles son
los créditos que va a conceder el ICO el mes que viene. Creo que no. Una
política industrial tiene que tener un marco de política macroeconómica,
un marco de política de competencia y, después, tiene que centrarse en
todo lo que en el índice se señala como elementos que tienen una
incidencia significativa en el ambiente generado para hacer posible la
existencia de una industria competitiva: el equilibrio territorial, el
diálogo y la concertación social, el crecimiento y el medio ambiente y
las infraestructuras, los recursos humanos, la internacionalización de la
actividad, el sistema financiero, la política científica y tecnológica,
la política de apoyo a las pymes y otra serie de cuestiones que se
contemplan para decir en qué consiste una política industrial activa que
cuente con instrumentos precisos y que no se conforme solamente con
palabras o con expresiones retóricas.

No es una contradicción, señor García Fonseca, por lo menos a mi juicio,
hablar de posibles procesos de privatización en la empresa pública y, al
mismo tiempo, de una tarea de liderazgo de aquellas empresas públicas que
tengan la idoneidad para ejercer ese determinado liderazgo, incluso para
ser la base de nuevas empresas, y con minoría de participación pública,
pero que sean líderes en el ámbito sectorial o en el ámbito de actividad
en el cual estén insertas. No son cosas contradictorias, aunque quizá a
usted se lo parezcan. Como no es antinómico hablar de la existencia de
sectores maduros o de sectores de futuro. Creo que tiene usted razón. Es
decir, dentro de un sector, incluso dentro del sector siderúrgico, hay
actividades que de maduras tienen muy poco en la medida en que se
producen nuevos desarrollos tecnológicos, en la medida en que se producen
actuaciones a través de procesos productivos que se convierten en
fuertemente competitivas de las tradicionales. Por tanto, es más cierto
que hay que hablar de empresas competitivas que de sectores más o menos
maduros. Pero no es menos cierto, descritas las cosas en términos
generales, que lo que sí se observa en los países europeos, y desde luego
en nuestro país, son distintas tasas de crecimiento hacia el futuro de
algunos de los sectores que a veces se consideran maduros en relación con
los sectores llamados de futuro o sectores incipientes o que tienen otras
posibilidades de crecimiento. En esto se diferencian fundamentalmente
unos de otros. No en una consideración más o menos positiva o más o menos
negativa, sino que la tasa de crecimiento generalmente observada de unas
actividades en relación con otras es completamente distinta a lo largo de
los últimos años y, por tanto, nuestra industria está teniendo cada vez
más una participación de sectores, digamos, de futuro, en relación con el
papel que históricamente tenían los sectores, llamémosles ahora, más
tradicionales. Pero de eso no se deriva una desatención a esos sectores
sino, por el contrario, la adopción de las medidas necesarias para que
sean más competitivos, aun cuando a veces exija una reducción del empleo
que son capaces de mantener.




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Termino, señor García Fonseca, señalándole --como usted hacía-- el
sincero deseo de aproximación de posiciones y de participación. Espero
que esto podamos cumplimentarlo a través de los términos que he propuesto
y que sinceramente le ofrezco.

Señor Sánchez i Llibre, creo que algunas de las posiciones que usted ha
expresado hacen probablemente poca justicia al mayor nivel de acuerdo
que, a mi juicio, existe con usted y con el Grupo que representa. Me da
la sensación --y es una cuestión con la que no estoy de acuerdo, y quiero
decírselo, en los términos en que la ha planteado-- de que un debate con
una perspectiva de medio plazo no es, en absoluto, contradictorio con la
adopción de medidas a corto plazo y de medidas urgentes. Y un debate de
política industrial y de competitividad de la industria para los próximos
años no es, en absoluto, exclusivamente reducible a un debate sobre las
pymes. Por tanto, si usted hace una oposición entre un debate estratégico
y la adopción de medidas a corto plazo creo que se equivoca; y si usted
confunde la política industrial con la política de pymes creo que también
se equivoca. Yo no soy especialmente sospechoso, creo, de no haberle
dedicado una importante atención, desde la actividad ministerial, a la
política de pequeña y mediana empresa, sino todo lo contrario. Por tanto,
me parece que ese enfoque metodológico no es adecuado. Creo que esta
puntualización sirve nada más que como puntualización, porque me parece
que estamos bastante más de acuerdo en la orientación general que lo que
podría desprenderse de sus palabras.

Esto no es un debate intelectual, señor Sánchez i Llibre, y a mí me
parece que es muy importante, si creemos en lo que de verdad influye en
la competitividad de la industria, que nos planteemos básicamente algo
que muchas veces es más importante que la adopción de una determinada
norma de política fiscal: el establecimiento de aquel ambiente, en todos
los órdenes, que hace posible la creación y el impulso de empresas y de
industrias competitivas. A eso se dirige un debate de esta naturaleza en
términos sociales, que naturalmente no nos excluye después de adoptar
otro tipo de medidas mucho más concretas.

No es en consecuencia, creo yo, un ejercicio intelectual tampoco el
pensar que es relevante para este país, para España en su conjunto y para
cada una de sus regiones, la posibilidad de contar con grupos
industriales si podemos contribuir a crearlos. Yo soy de los que, como
usted, no se engaña sobre la posibilidad de que esto se pueda hacer de la
noche a la mañana. Pero de lo que sí estoy convencido es de que tiene que
haber una orientación política y estratégica adecuada para que eso sea
posible. Naturalmente, hay muchos ejemplos de pymes que se han convertido
en multinacionales en ocasiones no tan pequeñas ya, sino en empresas que
tienen una dimensión internacional muy fuerte y que, además,
probablemente seguirán creciendo tanto internamente como en el mercado
exterior.

En la política de pymes usted ha puesto un énfasis sobre dos cosas, pero
creo que no son las dos únicas sobre las que había que poner atención:
política de pymes y racionalización del sector público. Si le parece a
usted que ésa es la forma de definir sus especiales intereses, no tengo
nada que objetar, pero ciertamente esto no es lo que, sin duda alguna,
cubre un planteamiento global de política industrial.

En la política de pymes, de todas formas, creo que estamos haciendo ya un
buen número de cosas. Usted ha planteado una serie de medidas urgentes.

Algunas de ellas no son tan urgentes y otras están contempladas. Por
ejemplo, en este momento --y creo que su Grupo ha tenido también alguna
participación en esta cuestión; espero que podamos encontrar acuerdo-- en
materia de política fiscal, y de cara a la discusión del Impuesto sobre
Sociedades, tengo la satisfacción de podre decirle que los planteamientos
en relación con pequeñas y medianas empresas y los planteamientos, en
general, en relación con la industria alrededor del anteproyecto de ley
del Impuesto sobre Sociedades que el Ministerio de Industria ha planteado
forman parte de una sensibilidad del Gobierno que se traducirá,
naturalmente, en el proyecto de ley del Impuesto sobre Sociedades. Por
tanto, me parece que éste es un paso importante, como me parece que es
importante toda la política que hemos venido generando, a lo largo de
este último año, en materia de acción en política de pequeñas y medianas
empresas. En el fondo, si los problemas de las pequeñas y medianas
empresas son los que usted señalaba, sabe que en este momento, y
conjuntamente con las comunidades autónomas, estamos trabajando en todos
esos aspectos a los que usted se ha referido.

Yo no creo que es justo lo que usted ha dicho, señor Sánchez i Llibre
--se lo digo con esta rotundidad--, porque ni siquiera se corresponde con
la relación que con el Gobierno de la Generalitat de Cataluña hay en este
aspecto. No se lo tome a mal, pero no me parece razonable que diga usted
que estamos dando poca relevancia a las comunidades autónomas, entre
otras cosas, porque el propio debate y toda la orientación de la política
industrial es de cooperación y de concertación con las comunidades
autónomas, que se ha expresado, entre otras cosas, en que el documento
--ojalá hubiera tenido la ocasión de presentárselo a ustedes en primer
lugar-- fue presentado también en la conferencia sectorial, se ha pedido
la colaboración expresa de las comunidades autónomas, se han previsto
reuniones con ellas y estamos trabajando con las comunidades autónomas,
incluida la Generalitat de Cataluña, para el desarrollo de estos y otros
aspectos. Por tanto, no creo que eso debiera merecerle una valoración
negativa, y soy de los conscientes de que la política industrial ha de
hacerse por todos aquellos que tienen determinados poderes en este
ámbito. En algunos casos se trata exclusivamente del Gobierno de la
nación, del Gobierno central o de la Administración del Estado, como
quieran ustedes; en otros casos, naturalmente, son muchas veces más las
comunidades autónomas las que tienen que hacer este esfuerzo. Pero esto
solamente se puede hacer desde la perspectiva de concertación y con
absoluto respeto a la distribución de competencias, tal y como existe,
entre la Constitución y los estatutos.

Al sector público ya me he referido antes. Tendremos que discutir la
moción consecuencia de una propuesta de S. S., y espero que nos dé lugar
a clarificar, en términos



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también estratégicos, cuáles son las posiciones y las acciones a tomar
sobre el sector público industrial.

Señor Sánchez i Llibre, no quiero que el tono de lo que le he dicho le
suene a demasiado contradictorio, pero me sonaba demasiado contradictorio
con lo que yo creo que es la posición hasta ahora de su Grupo en algunas
de las precisiones que tal vez usted se ha visto obligado a formular.

Pero, ciertamente, ni en materia de concertación ni en materia de
cooperación con las comunidades autónomas tenemos en este momento
problemas. Seguramente --se lo digo sin ninguna jactancia--, no ha habido
otro período de la política industrial de España en la que haya habido
una mejor relación y más estrecha cooperación con el conjunto de
comunidades autónomas de este país. Lo digo sin ninguna jactancia,
sabiendo que todo es mejorable y que tendremos que seguir trabajando en
esta dirección.

Señor Albistur, le contestaré brevemente. Yo creo que el tono de su
intervención ha sido especialmente constructivo. Es verdad que usted ha
tenido también protagonismo, sobre todo en la precisión de en qué manera
se iba a hacer este debate, pero también es verdad --y no quiero que
tengamos una discusión sobre protagonismos de unos y de otros-- que este
tema era un compromiso del Gobierno; un compromiso que, por cierto, me
parece que va al encuentro de preocupaciones que no son exclusivas del
Gobierno sino, felizmente, de todos los grupos parlamentarios, tal y como
se ha expuesto a lo largo de de esta comparecencia. Me alegro de que le
parezca a usted que esto puede ser una de las iniciativas más
interesantes de esta legislatura, y me preocupa que haga una
caracterización, que creo que no se corresponde en absoluto con la
realidad, sobre una pretendida visión uniformizadora y en todo caso
aterritorial, probablemente porque es difícil comunicar todos los
esfuerzos de información, de análisis y de concertación que se están
haciendo, pero ésta es exactamente la orientación de la política
industrial, tal y como se expresa a través de la conferencia sectorial.

Por cierto, me felicito además deque, por fin, el representante del
Gobierno vasco se siente con el resto de los consejeros de las
comunidades autónomas, porque creo --y siempre lo he defendido así-- que
tiene mucho que decir en materia de política industrial, pero es difícil
decir si no se está y es probablemente injusto quejarse si no se
participa. Como ésta no es la situación, creo que tenemos un buen
ambiente de cooperación en este momento.

Yo estoy muy de acuerdo con lo que usted ha dicho de la necesidad de
introducir un cambio social. Me parece que éste es uno de los elementos
relevantes y probablemente es más fácil de decir que de conseguir, pero
creo que en esa dirección tienen que orientarse nuestros esfuerzos.

También coincido con usted en que hay que romper algunos mitos, por
ejemplo, el mito de la terciarización, por lo menos entendido de acuerdo
con algunas interpretaciones, porque es un mito que simplemente no da
cuenta de la importancia cualitativa, si quiere usted --menos
cuantitativa pero en todo caso cualitativa--, que la industria tiene para
el propio desarrollo del sector terciario. Por eso esto me parece
importante. Yo creo que tiene usted razón en decir que tenemos que seguir
haciendo que España sea un lugar atractivo para invertir, pero le quiero
puntualizar que España sigue siendo un lugar atractivo para la inversión
exterior. El año pasado, a pesar de algunas de las apariencias, las
cifras de inversión extranjera directa en la industria crecieron un 26
por ciento sobre el año 1993, en plena situación de crisis, a pesar de
los problemas. Y en el año 1993 nuestro país conoció también un
importantísimo récord en materia de capacidad de atracción de inversiones
extranjeras. De ahí se derivan probablemente otros problemas, pero en
todo caso esto, que naturalmente no se consigue para siempre, me parece
que es algo que debemos destacar. No es tampoco verdad, señor Albistur,
algo que sí quiero puntualizarle, porque me parece que forma parte de un
ambiente que hace poca justicia a lo que de verdad ha ocurrido en nuestro
país, incluso en la fase de recesión. Es falsa la idea que a veces se ha
dado de que algunas multinacionales se van e incluso si alguna se ha ido.

Me parece que no es una buena descripción de lo que ha ocurrido. Más
bien, la descripción más justa sería que ha habido muchas otras que han
entrado e incluso que ha habido más empresas españolas que también han
invertido en el extranjero.

En todo caso, su oferta es también de colaboración activa y yo quiero
ofrecerle la posibilidad, como lo hacía anteriormente con los demás
grupos, y espero de la contribución suya como parlamentario, la de su
Grupo y también la del Gobierno vasco, que pueda haber una aportación
importante a la elaboración de un documento que tome en cuenta, por
cierto, las diferencias específicas en el ámbito territorial, que
existen. Por tanto, cooperación y diálogo con las comunidades autónomas,
sin duda. No negaré yo --y usted se ha referido a ello-- la necesidad de
que las administraciones territoriales tengan contacto, relación, como ya
tienen, por cierto, en todos los ámbitos, no sólo en el País Vasco, con
los interlocutores sociales. Y no le preocupe, señor Albistur, algo que
usted, que también es economista, conoce bien: la importancia que tiene
un mercado amplio. La contradicción existente, o posiblemente existente,
entre la unidad de mercado y la fragmentación del mercado político no es
un invento de un jacobino, que yo no soy, sino es una realidad que en
términos económicos se puede evaluar. Y precisamente uno de los grandes
problemas que tiene nuestra política industrial, como otras políticas de
este país, es que la descentralización, en ocasiones, tiene también
costes de ineficiencia. Como sé que usted no me negará que a esto es a lo
que se refiere el documento, y como no tiene una solución jurídica sino
en términos de cooperación y concertación, por eso es por lo que me
parece muy importante que avancemos en esa dirección precisamente con las
comunidades autónomas. Pero la misma lógica que tiene la extensión del
mercado en el ámbito europeo y en el ámbito internacional la tiene
también la extensión o la no negación del mercado amplio que es el
conjunto de España o, si quieren, eso que a veces ustedes llaman el
Estado español.

Ya me he referido al compromiso con el sector financiero y con las pymes.

Vuelvo a reiterar lo que acabo de decir sobre política fiscal, en la que
usted ponía énfasis, y política



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tecnológica. Yo soy también partidario de que no sólo con los centros
públicos de investigación, sino con los centros privados de
investigación, haya la posibilidad de establecer una política tecnológica
adecuada, como, por cierto, estamos haciendo en el marco de la política
de pymes que hemos diseñado en la conferencia sectorial y en las
relaciones con el Ministerio de Educación y Ciencia a través de los
planes concertados de investigación, que se han abierto, en mayor medida
de lo que estaban anteriormente, hacia la colaboración también con
centros privados de investigación.

Finalmente, señor Sáenz Lorenzo, creo que no puedo sino manifestar,
obviamente, mi acuerdo por algo que hemos tenido muchas ocasiones ya de
debatir: la importancia de este debate, la importancia de la cultura de
la producción, la cultura del trabajo, la cultura, en consecuencia, de
una economía productiva. A mí me parece que usted ha puesto el dedo en la
llaga o lo ha definido de la manera que me parece más concisa al decir
que hablar de una industria competitiva es hablar también del empleo;
dicho de otra manera, no habrá empleo suficiente sin competitividad, y
plantearlo en términos antinómicos competitividad-empleo es simplemente
negar la realidad. Si lo que se pretende es salvar empleo mediante la
negación de la competitividad, no solamente no generaremos empleo sino
que destruiremos industria. Es, por el contrario, mediante industrias y
empresas competitivas como será posible generar empleo. Cosa distinta es
si ese empleo que seremos capaces de generar será suficiente para las
necesidades de nuestra sociedad, cosa que en este momento probablemente,
para ser sinceros, casi nadie sabe. Esta es la apuesta de este país, pero
la condición sine qua non para apostar por el empleo es apostar por una
industria competitiva y crear, en consecuencia, un nuevo clima social en
esa dirección, no solamente a través de una competitividad basada en
costes, como usted señalaba, sino con una competitividad a través de la
creación de un entorno favorable y de otros aspectos, que no son
exclusivamente los de costes, que inciden en la posición de las
industrias en los mercados.

Se ha adelantado y me ha ayudado en algunas de las posiciones que el
Grupo Socialista sostiene, que son también las del Gobierno, en relación
con el posible papel de los grupos públicos en esta materia y en la
relación que el Grupo Socialista, lo mismo que el Gobierno, desea
mantener con las comunidades autónomas alrededor de este debate. Por
tanto, le agradezco su intervención en esta cuestión.

Señor Presidente, doy por contestadas, espero que sin crear nuevas
ocasiones de debate, las posiciones de unos y de otros, reitero,
señorías, mi máximo deseo de una gran transparencia en el debate y espero
que, no obstante las acusaciones de unos y de otros, podamos encontrar el
clima adecuado para, de vez en cuando, hacer un alto en el camino y a lo
mejor pensar que hasta en industria podemos tener algunas posiciones de
acuerdo, no sé si porque el Gobierno plagie al PP o más bien porque el PP
esté de acuerdo alguna vez con el Gobierno y no le importe confesarlo.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Ministro.




El señor FERNANDEZ NORNIELLA: Señor Presidente, por reiteradas alusiones
solicito la palabra.




El señor PRESIDENTE: Señor Fernández Norniella, el señor Ministro le ha
mencionado porque su portavoz en la Comisión ha hecho uso de una frase de
S. S. a lo largo del debate.




El señor FERNANDEZ NORNIELLA: No, señor Presidente. Consulte a la Mesa.




El señor PRESIDENTE: Estaba yo en la sala en ese momento.




El señor FERNANDEZ NORNIELLA: El señor Ministro se ha referido a mí
reiteradamente hablando de falta de rigor en un artículo que se ha
publicado en un diario.




El señor PRESIDENTE: Efectivamente, no sólo ha hecho referencia a la
frase pronunciada por don Luis Gámir en su nombre sino a un artículo.

Para ese punto concreto del artículo tiene un minuto.




El señor FERNANDEZ NORNIELLA: Señor Ministro, muchas gracias por
referirse a mí y darme esta oportunidad de dirigirme a usted en esta
comparecencia.

Si mi falta de rigor se refiere a que en el artículo yo he dicho que el
documento que usted presenta está plagado de generalidades, permítame que
le diga que no cuadra mucho con ese ánimo de crítica, que usted está
dispuesto a aceptar, y de colaboración. Usted se ha referido a falta de
rigor. Señor Ministro, si todo lo que usted expone se plantease por un
nuevo gobierno me parecería ideal y razonable el debate que está
proponiendo. Pero no nos olvidemos de que lo está planteando el ministro
de un gobierno socialista, después de doce años de gobierno socialista,
después de doce años de destrucción sistemática de industria en este
país, después de doce años de destrucción de puestos de trabajo
industriales en este país.

Señor Ministro, es usted un teórico excepcional, es usted un gran erudito
de la economía, pero me da la sensación de que los pies en el suelo en
estos temas hay que tenerlos pateando la industria española y conociendo
las impresiones de los empresarios españoles.

Se hablaba antes también de la empresa pública. Decía mi querido colega
el compañero socialista que reprivatizar empresas públicas con dinero
público para que se lo lleven otros no es un buen fin. Yo me permitiría
preguntar, volviendo a lo mismo de doce años de gobierno socialista, si
se estaban refiriendo a Marconi, a Intelhorce, a Rumasa o a alguna de
todas esas empresas reprivatizadas con dinero público.

Señor Ministro, yo venía hoy aquí muy pacífico y sin querer intervenir en
este debate, pero puesto que me obliga usted le diré que vamos a ser
realistas. El Partido Popular



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entiende que la política industrial es una política de Estado.




El señor PRESIDENTE: Intente acabar, señor Fernández Norniella. Su
intervención es por la alusión del señor Ministro, no para plantear en
nombre de usted mismo la política industrial. (Risas.)



El señor FERNANDEZ NORNIELLA: Acabo, señor Presidente.

La política industrial es una política de Estado y el Partido Popular
como tal está dispuesto a colaborar en todo lo que sea necesario. Pero,
señor Ministro, seamos serios, hagamos un debate como debemos hacerlo, no
un debate para la televisión, para los medios, y dando tres minutos a los
participantes.

Gracias.




El señor PRESIDENTE: El señor Ministro tiene la palabra.




El señor MINISTRO DE INDUSTRIA Y ENERGIA (Eguiagaray Ucelay): Señor
Presidente, son unas raras alusiones o, por lo menos, el turno de
alusiones ha sido raramente utilizado. Al parecer se refería al artículo
que en el periódico ABC firmaba don José Manuel Fernández Norniella y que
yo he citado como una expresión de lo que me parece una falta de rigor.

Pero hablar de política industrial y decir que en estos momentos el
principal enemigo de la competitividad necesaria para el crecimiento es
precisamente el Gobierno me parece la típica expresión digna,
naturalmente, de un análisis sesudo sobre los factores de la
competitividad en este país. (El señor Fernández Norniella: Es mi
opinión.) Como oposición política del principal partido de la oposición y
opositor furibundo me parece muy legítima, otra cosa es que sea rigurosa.

Termina ese artículo diciendo que la industria española se merece otra
cosa. Señor Fernández Norniella, con toda amabilidad, yo tampoco he
venido hoy aquí a acalorarme especialmente. Si alguna vez --ojalá este
país se merezca otra cosa--, si alguna vez usted estuviera en el Gobierno
y su partido gobernara (tal vez alguna vez llegue, yo espero que cuanto
más tarde mejor) quizá usted plantee un debate de política industrial
diferente pero creo que ustedes no debieran caer en la tentación, por el
hecho de que aspiren a estar en el Gobierno, a negar que éste sea un
debate interesante y mucho menos a calificarlo en términos
electoralistas, atribuyéndose --como dice en ese artículo-- que ahora,
ante las próximas elecciones, el Gobierno trata de articular un debate en
pocos meses, que termine antes de mayo, con poca seriedad y escaso rigor
--cito textualmente.

Por cierto, señor Fernández Norniella, lo de las intervenciones de tres
minutos es una broma, porque aunque sé que ustedes se han reunido en
estos días con 61 subsectores, por fin (espero que puedan tener
propuestas concretas, y que las sepamos, sobre política industrial),
desde que soy Ministro de Industria estoy reuniéndome con todos los
subsectores y créame que no solamente los que están en esas mesas sino
otros están teniendo la oportunidad de venir y de hablar. En ese debate,
en el que se refiere usted a la metodología, la verdad es que nadie se
atiene al tiempo y, ciertamente, hay no sólo la posibilidad de más
vueltas en esas sesiones, sino que después se continúa hablando y
posteriormente a las sesiones, en este momento de carácter sectorial, hay
las intervenciones de los órganos representativos, por ejemplo, de la
patronal, que a través de sus asociaciones representativas se han
comprometido también a enviarnos nuevos documentos. Este es el típico
caso, señor Fernández Norniella y señor... --no lo voy a citar porque si
no pedirá la palabra--, de utilización torticera de una metodología
dirigida a ser eficaz en una reunión en la que todo el mundo quiere estar
en perjuicio precisamente de la participación. Pero en fin, si ustedes lo
único que tienen que decir sobre la idoneidad de un debate es que en un
papel se dice que los primeros turnos de palabra son de tres minutos,
incluidos los de la Administración, pues probablemente tienen muy poquito
que decir.




El señor PRESIDENTE: ¿Desean intervenir algunos de los grupos para un
breve turno de réplica? (Pausa.) En representación del Grupo
Parlamentario Popular tiene la palabra don Luis Gámir.




El señor GAMIR CASARES: Señor Presidente, señorías, señor Ministro,
siempre sin acritud, pero en este caso con un punto, aunque parezca
contradictorio, de amable dureza.

El orden del día de esta sesión decía: presentación del documento, no de
la metodología del documento. Usted no ha cumplido lo que decía el orden
del día de esta sesión. Se ha limitado a hacer una primera intervención,
extensa, de metodología del documento. Usted está buscando --se lo digo
con amable dureza-- probablemente hurtar el debate. El otro día en el
Pleno usted dijo que ése no era el lugar del debate, porque tiene usted
el tiempo limitado y aquí no lo tiene; tiene incluso ese último turno que
ahora va a utilizar, al que luego me referiré.

Aquí parece que todo lo que quería es un debate sobre metodología y decía
que había confusión entre Gobierno y oposición. Ninguna. El orden del día
es clarísimo: presentación del documento. Usted no ha presentado el
documento ni ha hablado prácticamente de él. ¿Qué es lo que desea?
¿Posponer la discusión parlamentaria a después, a cuando lleguen las
conclusiones? ¿A entonces? ¿Por qué no quiere presentar el documento a
esta Comisión más que en aquel momento? ¿Quiere seguir posponiendo, no
sabemos hasta cuándo, la discusión? ¿Ni siquiera en esta Comisión?
Sinceramente, con amable dureza, me parece mal. Me parece que es hurtar a
este Parlamento la discusión, lo cual contradice, sin duda, la decisión
de Mesa y portavoces de convocar esta sesión para la discusión del
documento, no de su metodología.

La felicitación que le he hecho por abrir el debate tenía un tono irónico
que usted ha percibido, no solamente por el tema de los tres minutos. Yo
no voy a discutir sobre ello. Es lo que dice el papel que ha presentado
la consultora coordinadora



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Coopers & Lybrand, que coordina las propuestas. Por cierto, es curioso
que ese debate no lo puedan montar ustedes desde el Ministerio y que se
lo monte una consultora, dicho sea de paso. La exposición por cada uno de
los 15 participantes de las principales ideas que quiera transmitir sobre
el tema es de tres minutos: 45 minutos. Esto viene aquí y se ha comentado
mucho. Se ha hablado mucho de estos famosos tres minutos en todos los
medios. ¿Que a veces a alguno le dejan cuatro minutos? Pues,
¡felicidades!, señor Ministro. ¿Qué quiere que le diga?
¿Escepticismo ante este debate? ¡Claro! Ya ha habido otros libros
blancos. Ya le he comentado el debate que hubo desde 1990 hasta 1992 con
su antecesor. ¡Claro que escepticismo ante este debate! Desde el Gobierno
tiene usted un sistema, aparte de los libros blancos, que es el «Boletín
Oficial del Estado» y gobernar: el lenguaje de los hechos. Hay un cierto
escepticismo. Ahora bien, una vez que usted ha planteado este documento y
que la Mesa y portavoces han dicho que usted presente ese documento a
esta Comisión, por respeto al Ministro (porque ya sé que es un documento
de un ministro, no del Gobierno, y un ministro no será un bien de Estado,
como decía un predecesor suyo de otro Ministerio, pero es un ministro) he
hecho un análisis de este documento.

Hay una expresión que no me gusta por su origen histórico, pero quizá
podamos ya olvidarnos un poco de la historia: la crítica constructiva. He
analizado su documento con todo detalle y le he expuesto 43 puntos de
análisis crítico-constructivo de su documento, desde el respeto con que
hay que hacer la labor de oposición a un documento que plantea un
ministro, por mucho que sea mi escepticismo sobre los documentos de
industria que han presentado los gobiernos socialistas.

Usted, sinceramente, no me ha contestado. No ha contestado en absoluto a
lo que veníamos aquí a hacer, según el orden del día de esta reunión, que
era no a discutir la metodología --o, si acaso, dedicarle unos minutos
previos, como yo hice--, sino a discutir el fondo del documento que usted
ha elaborado. Usted no ha contestado realmente a estos 43 puntos que les
he tenido que enumerar muy rápido, ¡claro!, por razones de tiempo, a
menos de un minuto por cada uno de estos puntos críticos constructivos
sobre temas que, indudablemente, deben ser cambiados o mejorados en el
documento.

En su respuesta usted ha dicho cosas realmente curiosas. Dice que usted y
el señor Solbes se llevan muy bien. ¡Se llevarán ustedes muy bien! En la
prensa, el día 19 de enero, el titular de varios periódicos --y tengo uno
de ellos-- era: «Eguiagaray reclama a los bancos más apoyo a la
industria.» El día 24 de enero otra serie de periódicos titulan: «Solbes
contradice a Eguiagaray sobre banca e industria.» He comentado que en
prensa existe este problema. Usted dice muchas veces que la prensa recoge
mal lo que usted dice. Habrá que facilitarle algún sistema para conseguir
que la prensa le recoja mejor. En el «Diario de Sesiones» se podrá
comprobar que hemos hablado de este tema cantidad de veces y que usted
dice: La prensa recoge mal lo ocurrido. La prensa ha recogido así la
postura de usted y la del señor Solbes.

Usted tampoco ha contestado en absoluto al tema de fondo. En este libro
no hace ninguna mención a la regulación de Bruselas y es fundamental para
la tesis que usted mantiene en este libro, porque señala --lo dice aquí y
aparece en las declaraciones públicas de usted y de su Secretario de
Estado muy a menudo-- la importancia que tienen la banca y las
instituciones financieras en este campo.

El problema fundamental, que quizá no ha querido recordarle el señor
Solbes, es que con el apoyo de gobiernos socialistas, y a pesar de que
desde la banca se les dijo que no apoyaran estas medidas, en este
momento, con la regulación de Bruselas, no puede haber en la Unión
Europea una banca industrial. Tendremos una banca comercial, pero no una
banca industrial.

Este es el tema de fondo que ustedes tenían que haber analizado en este
documento. Como tendremos otras ocasiones, en la siguiente le leeré
--porque parece que usted no las conoce-- todas las disposiciones de
Bruselas a este respecto y cómo no hay la menor alusión en sus reiteradas
manifestaciones aquí y a los medios de comunicación antes de venir a esta
reunión, sobre la relación entre banca e industria.

Lo que he dicho sobre Julio Segura, que constará en el «Diario de
Sesiones», es exactamente lo que Julio Segura ha dicho. Julio Segura ha
trabajado bastante, como usted sabe, en temas de industria. Ha criticado
la política de tipo de cambio y sus efectos sobre la industria. Como está
publicado, si quiere, no tengo ningún inconveniente, si no la ha leído,
en mandarle dedicado lo que ha escrito Julio Segura sobre el tipo de
cambio que existía y los efectos en lo que, en su terminología, son
bienes comercializables internacionalmente, especialmente los
industriales. No era sólo la terminología de Julio Segura, es la que él
utiliza en este caso.

Yo no he dicho que Julio Segura se refiriera a los precios constantes.

Esto es algo obvio. Los precios relativos juegan en la historia
económica, como es lógico. No sé qué teoría puede haber en que solamente
se midan las cosas por cantidades. Cuando los precios relativos han
cambiado de manera tan importante como lo han hecho en servicios y en
industria, en gran parte por la política de ustedes, lo importante acaban
siendo los valores y no las cantidades. Esto lo entiende un estudiante de
primero de Económicas. Las valoraciones a precios constantes son otro
instrumento que se puede utilizar precisamente para ver la diferencia y
cómo se producen los cambios en cantidades con los cambios en valores. En
la actualidad lo importante son los cambios en valores. Esto es bastante
obvio. Usted sabe que es así en la práctica.

Yo he citado el período 1982-1992, no 1988-1992. Es de las pocas cosas
que usted ha contestado de las 43 que le he planteado. Los datos del
Instituto Nacional de Estadística y de la Unión Europea también se los
mandaré. Son muy claros. Se compara, desde 1982 hasta 1992. Son las
estadísticas disponibles, pero el resultado no cambiaría mucho si las
actualizáramos a 1993, incluso con el remonte de 1994. El grado de
desindustrialización de España es el doble en puntos del PIB que el de la
media de la Unión Europea. También le remitiré con la tarjeta estos
datos,



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que son públicos, publicados tanto por el Instituto Nacional de
Estadística, los españoles, como por la Unión Europea, los europeos, que
aparecen, por ejemplo, en «Eurostat», entre otras muchas publicaciones.

Yo no quiero discutir con usted de temas universitarios. No es Colin
Clark precisamente en este momento la persona más a citar en los temas de
la relación servicios-industria. ¡Hay tanto escrito sobre Colin Clark que
es curioso! Comprenda que hace muchos años que usted salió de la
universidad, pero que usted cite a Colin Clark es curioso, casi
divertido. Esto es lo que usted ha contestado de los 43 puntos. A lo
demás, no ha habido respuesta. Eso sí que me parece mal en el debate
parlamentario. Si hay unas críticas constructivas a un documento, creo
que usted debería haber empezado contestándolas y planteando su postura,
porque también desde la crítica constructiva se colabora, como es lógico.

En algún momento usted ha planteado que no hablemos del pasado,
respondiéndome a mí y a algún otro parlamentario. Lo ha dicho usted
muchas veces en intervenciones parlamentarias en Pleno, como consta en el
«Diario de Sesiones». Aquí se menciona el pasado porque ustedes hablan
del pasado, con un análisis mal hecho. Ustedes empiezan por hablar del
pasado.

En la intervención del portavoz del Grupo Socialista hay un punto que
quisiera hacer constar, porque no es la primera vez que ocurre. Se
contesta al portavoz del Grupo Popular más que exponer la postura del
Grupo Socialista. En el «Diario de Sesiones» constan las ocasiones en que
la Presidencia ha llamado la atención al portavoz del Grupo Parlamentario
Socialista por este tipo de actuación. Hoy, en una parte --como quedará
constancia clara en el «Diario de Sesiones» la intervención del portavoz
del Grupo Parlamentario Socialista--, lo que ha hecho es contestar a este
Diputado más que exponer su posición, lo cual teóricamente me hubiera
obligado a tener un turno de réplica, porque ésa no es esa intervención
para contestarme a mí. El Ministro se defiende a sí mismo, sin necesidad
de que le defiendan escuderos anteriores en esas intervenciones.

Se ha hablado, entre otras cosas, de propuestas positivas. Quiero
comentar que un periódico conocido, «El País», recordaba no exactamente
lo ocurrido, pero sí recogía --cuando estaba en el Gobierno la UCD y el
PSOE en la oposición-- que en el debate del voto censura tuve que
recordar que en el último congreso de su Partido no habían podido
producir un programa de política económica. Tuve que recordarlo debido a
las dificultades de la oposición de hacer un programa, pero no en la
línea del programa en aquel momento. Aparte de este tema, nosotros sí que
lo tenemos. Lo que he enseñado aquí es conocido y el que quiera, como es
lógico, lo puede ver. (Rumores.) En febrero de 1993, el Partido Popular
tuvo un congreso nacional y, como es lógico, hasta el siguiente congreso
el documento básico es el del anterior congreso. Este es el documento que
hay sobre industria, que es conocido y cuando quiera lo puede recoger en
la sede. Está a disposición de los parlamentarios del Grupo Socialista.

Con todas las aportaciones posteriores que ha habido, se va a presentar
en la próxima ejecutiva del Partido una actualización de este documento,
como es lógico basándose mucho en él. Esto será a primeros de marzo.

Depende de las fechas en que pueda realizarlo nuestro Partido, pero
entonces será aprobado. Podría haberme extendido dando algunos datos a
título personal, pero no lo he hecho porque creo que dentro de poco podré
hacerlo a título de la ejecutiva nacional del Partido. Espero poder decir
que la actualización del programa del Partido Popular sobre industria es
ésta determinada. Hay un primer borrador de 70 folios, que ya está sobre
la mesa y que será aumentado con las aportaciones de los miembros de la
ejecutiva nacional del Partido en este campo.

La perspectiva electoral a la que hemos aludido es a la que alude Coopers
& Lybrand, la empresa coordinadora que dice que el Gobierno trasladará al
Parlamento, en un plazo de tres meses, las propuestas. Parece que son los
plazos justos para antes de las elecciones. Porque esto lo dice el 19 de
enero, parece que es en tiempo preelectoral.

Usted y el señor Borrell mantienen una técnica electoralmente hábil:
presentar una serie de planes antes de las elecciones y olvidarlos
después. No sé el grado de representación externa que tendrá su programa,
pero esto es así y hay numerosas declaraciones suyas y de su Secretario
de Estado en el sentido de que se realizarían en la segunda quincena.

Termino diciendo, aparte de que la frase: La industria se merece otra
cosa --que es una frase obvia--, que si había estos 43 puntos de crítica
--parece que no contestados por usted--, la industria se merece un
documento mejor, como es lógico. Yo apoyo claramente esa frase que me
parece que es consecuencia deductiva del debate que aquí hemos tenido.

Señor Ministro, aquí tenemos un problema. Usted tiene que consumir su
turno cuando terminen de intervenir los portavoces. Ese famoso turno del
señor Eguiagaray, que ya es conocido en las Cortes. El señor Eguiagaray
normalmente en sus primeros turnos en los que hay respuesta se reserva
muchos temas. Lean el «Diario de Sesiones» y verán cómo esto ha ocurrido
vez tras vez. Después en el último turno, en el que no hay respuesta,
entonces contesta lo que estima oportuno, ya sin posibilidad de
respuesta. El Reglamento de la Cámara está a favor, no lo discuto.

Simplemente con esa amable dureza con la que hablaba, creo que usted
abusa de ese último turno. Su práctica parlamentaria abusa en este
Parlamente de ese último turno. Me figuro que ahora puede ocurrir algo
así. Para disminuir ese abuso que usted normalmente tiene en su último
turno --a lo mejor esta vez no sucede y estamos ante una excepción en
este momento--, yo le propongo algo muy simple: un debate en igualdad de
condiciones entre usted y yo en cuanto la ejecutiva de nuestro Partido
apruebe este documento, que será a principios de marzo, sobre el modelo
de su política industrial contra nuestro modelo de política industrial.

Nuestras críticas a su modelo y sus críticas a nuestro modelo. Los puntos
de coincidencia --que también los habrá, sin duda-- y los puntos de
discrepancia surgirán de allí. Un debate en que tengamos las mismas
reglas de juego: igualdad de situación. Seguirá usted contando en estas
actuaciones parlamentarias con el abuso del último



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turno, pero eso igualará un poco el conocimiento de unas y otras
propuestas. Luego, amablemente, está el reto avanzado. Si usted quiere, a
mediados o finales de marzo podremos tener esta discusión sobre
propuestas y críticas --las suyas como Ministro y las mías como portavoz
del principal Partido de la oposición-- respecto a este tema. Ni que
decir tiene que si al mismo tiempo se montan debates parecidos con otros
partidos políticos u otros grupos parlamentarios, yo estaré encantado de
que sea simultáneamente a ello en el ámbito que se considere más
adecuado.




El señor PRESIDENTE: Señor Gámir, no será en la sede parlamentaria donde
se podrá realizar ese debate. El Parlamento tiene sus reglas. Por cierto,
sobre una regla que usted ha mencionado le quiero hacer una aclaración.

Existe larga tradición de que en trámites parlamentarios como éste,
cuando en su intervención los grupos parlamentarios mencionan a otro
grupo, si no existe una posibilidad de réplica por parte del Grupo, es
cuando la Presidencia interviene mencionando ese hecho. Existiendo como
existía después del turno del Grupo Socialista el del Grupo Popular, no
me ha parecido necesario hacerlo. Si el Grupo Socialista en la última
intervención hiciera mención a otros grupos parlamentarios, esta
Presidencia actuaría en consecuencia. Habrá observado el señor Gámir que
ha habido otro interviniente que ha hecho mención a un grupo
parlamentario. Creo que es legítimo en el debate parlamentario mientras
exista posibilidad de replicar. Así es como siempre lo ha aplicado la
Presidencia.

Para el turno de réplica, en representación del Grupo Parlamentario de
Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya, tiene la palabra el señor
García Fonseca.




El señor GARCIA FONSECA: Mi intervención será muy breve y esquemática.

Respecto al tema metodológico, me parece bien que se nos envíe la
información a la que ha aludido el señor Ministro. Mi Grupo cree que
sería, además, interesante que el señor Ministro compareciera en alguna
otra ocasión para hablar sobre el tema. Mi Grupo sugiere dos aspectos más
dentro de este proceso metodológico por si pudieran ser tenidos en
cuenta; que pudiera haber, dentro de este proceso de debate sobre las
propuestas de política industrial, algunas comparecencias ante esta
Comisión tanto de sectores empresariales como sindicales o sociales, y
que se realizaran algunos debates monográficos sobre las cuestiones que
se juzguen como más fundamentales. Quiero aclarar que cuando yo empecé
enumerando una serie de cuestiones no me refería a determinados temas que
en el documento estuvieran sin contestar con relación al pasado. No,
realicé una introducción y dije que en el documento faltaba un análisis
de la política seguida pero mis cuestiones querían orientarse de cara al
futuro, aunque, obviamente, debieran partir también del análisis de la
situación creada; pero todas ellas eran cuestiones para un posible debate
en esta Comisión.

Quiero terminar diciendo que cuando mi Grupo señala que sería importante,
y daría bastante seriedad y credibilidad a las propuestas que resultaran
al final de todo el proceso, que hubiera consensuados algunos criterios
de apoyo económico-financiero, incluso por una mayoría mucho más amplia
que la que actualmente sustenta al Gobierno, obviamente no estamos
entablando un debate presupuestario en el sentido de fijar partidas o
cantidades específicas. Yo sólo hice alusiones a otras prácticas seguidas
en otros planes, tanto aquí como fuera de aquí.

Decía el otro día en la interpelación que en el plan coreano, por
ejemplo, se establece que en el año 2000 van a gastar el 5 por ciento del
producto interior bruto en investigación y desarrollo. Ustedes hacían
alusión a factores de competitividad estructural, como es el caso de la
Formación Profesional o de I+D. El documento y usted se refiere a la
política macroeconómica y a las prioridades que deben jugar las políticas
productivas y, particularmente, las de orden macroeconómico. Por tanto,
sería importante que se fijaran unos criterios por la mayor parte o todos
los grupos de esta Cámara, precisamente porque se trata --como usted bien
dice, con lo cual estoy totalmente de acuerdo-- de un debate estratégico
que debería permanecer más allá de posibles cambios de gobierno, del
signo que fueran.

Por último, tengo un cierto malestar al mencionar el tema de la empresa
pública porque bien parece que doy razón a los que puedan pensar que lo
público y lo privado es el elemento ideológico o político fundamental
para mi Grupo en cuanto a política industrial. Desde luego, quien así lo
piense está bastante equivocado. Otra cosa es que, ante afirmaciones que
se hacen, no tenga más remedio que intentar fijar mi posición y pedir
mayor rigor.

En cuanto al sector público y a las privatizaciones, usted ha puesto en
boca mía expresiones que yo no utilicé. Yo sencillamente quería subrayar
que en el documento, cuando se habla del sector público, se reconoce una
serie de virtualidades en el sentido etimológico de fuerza, de
posibilidades de futuro, de potencialidades y, sin embargo, parece que
cuando habla de medidas a tomar, insiste fundamentalmente en la
privatización. Creo que debiera apostarse por participaciones de la
empresa pública en proyectos de futuro, mediante fórmulas como capital de
riesgo u otras.

Termino manifestando mi coincidencia en este caso con algunas de las
cuestiones que usted planteaba en relación con otros grupos, por ejemplo,
las pymes o de las grandes corporaciones. Mi Grupo, desde luego, se ha
manifestado siempre, desde hace bastante tiempo, a favor de las pymes
como uno de los elementos fundamentales, desde muchos puntos de vista, de
una política industrial pero, en especial, de uno particularmente querido
para mi Grupo, como es la creación de empleo. Contraponer política en
relación con las pymes con la búsqueda y la potenciación de corporaciones
industriales nacionales --nacionales en el sentido estatal del término--
de la dimensión que hoy requiere un mercado abierto, es una mala óptica.

En ese sentido, mi Grupo comparte las apreciaciones o críticas que usted
hacía a otros grupos que hoy les apoyan. Creo que no solamente no hay
contraposición, sino todo lo contrario. Uno de los factores
--posiblemente, además de él no haya más que otros-- de apoyo a una
política de pymes es precisamente



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la existencia de corporaciones nacionales de determinada dimensión y
capacidad. Y si no, que se lo pregunten a no pequeña cantidad de pymes
que puedan hoy depender, por ejemplo, de una empresa como la Seat en
Cataluña.

Son algunas de las cosas que quería decir. Termino diciendo que mi Grupo
está dispuesto a colaborar de manera constructiva en el proceso que se
establezca. He sugerido algunas cuestiones que pudieran añadirse a esa
metodología diseñada por el Ministro, pero, en todo caso, sea cual sea la
metodología, vamos a participar con el mayor esfuerzo, con todo el rigor
y el ánimo constructivo de que seamos capaces.

Nada más.




El señor PRESIDENTE: En representación del Grupo Parlamentario Catalán
(Convergència i Unió), tiene la palabra el señor Sánchez i Llibre.




El señor SANCHEZ I LLIBRE. El señor Ministro tendría que entender que el
que el Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió) dé soporte a su
acción de gobierno, de la cual no forma parte, no quiere decir ni
muchísimo menos que no pueda discrepar con documentos que no van a ser
sometidos a votación, que ha presentado el señor Ministro o que ha
enviado a esta Cámara el Gobierno del cual usted forma parte.

Cuando el señor García Fonseca, de Izquierda Unida-Iniciativa per
Catalunya, presentó la interpretación sobre medidas industriales, en mi
intervención respecto a dicha interpelación y en la moción ya dije que no
estaba de acuerdo con la estrategia adoptada por el Gobierno en cuanto a
la presentación de un libro blanco en estas circunstancias porque
entendía que no se presentaban resoluciones ni conclusiones determinadas,
sino que se abría un debate que podía durar bastantes meses, lo que
retrasaría la adopción de medidas urgentes para aplicar en política
industrial.

En ningún momento me atreví a decir: Ustedes se equivocan, ustedes están
equivocados en política industrial, con la rotundidad y la arrogancia con
que el Ministro se ha dirigido cuando ha contestado mi intervención --yo
diría que con una crítica constructiva-- respecto a las conclusiones que
nosotros deducíamos de las propuestas industriales a debatir en esta
Comisión y en las diferentes instituciones y estamentos de la sociedad.

También nosotros, a través de un mecanismo más concreto y adelantándonos
a las conclusiones que puedan venir conformadas del debate que se va a
instrumentar durante los próximos meses, hemos intentado centrar una
serie de actuaciones respecto a las propuestas sobre política industrial
que nos han presentado.

He hablado a lo largo de mi intervención --y estará reflejado fielmente
en el «Diario de Sesiones»-- de los esfuerzos que se han de realizar,
orientados básicamente a la innovación tecnológica, a la investigación y
al desarrollo. He hablado también de la política industrial de futuro
respecto a los sectores que creemos que van a ser muy importantes, como
son los transportes, las telecomunicaciones y la biotecnología. Quizás
hemos discrepado respecto a que el sector energético no debe ser la
plataforma futura de la internacionalización y de política industrial de
nuestra economía, sino que seguramente habrá otros sectores importantes
que podrán diseñar una buena política industrial. He hablado de los
problemas estructurales que conforma el tejido industrial de las pequeñas
y medianas empresas en el sentido de que si no tenemos grupos importantes
a nivel de las multinacionales es por lo que durante los últimos años la
pequeña y mediana empresa ha carecido del soporte y de la ayuda necesaria
para haberse consolidado como grandes multinacionales. Por último, he
dicho en mi intervención que había medianas empresas que sin ser
multinacionales son hoy un paradigma de la internacionalización de sus
productos, tanto en la Unión Europea como en los mercados
internacionales.

Quizás nos hemos adelantado en el sentido de sacar una serie de
conclusiones que pueden ser buenas para incorporar a este debate que se
está iniciando, no en el sentido de no prestar debida atención a la
política industrial, porque los grandes rasgos de dicha política
industrial los hemos comentado brevemente y se están debatiendo, sino de
ir directamente a lo concreto y a lo programático para empezar a adoptar
decisiones importantes.

No hace falta que exponga aquí cuál es la preocupación de nuestro Grupo
Parlamentario hacia dicho sector, que seguramente la comparten todos los
grupos de la Cámara. Empezar a diseñar estrategias de futuro es
importante. Por eso hemos planteado la posible puesta en marcha de un
estatuto de las pequeñas y medianas empresas en el sentido de
racionalizar más las actuaciones de política industrial hacia dichos
sectores para poderlas incorporar en una política integral y consolidar,
para que en un futuro puedan ser pequeñas multinacionales que se puedan
internacionalizar.

Asimismo, nuestro Grupo ha hablado del sector público empresarial
español. Nuestro Grupo piensa que una parte importante de la actividad de
su Ministerio, histórica y actual --quizás la actual no tanto, porque es
verdad que desde que usted está en el Ministerio se han elaborado y se
han propuesto políticas activas orientadas a la economía productiva--,
una parte importante es la existencia del sector público empresarial
español, y consideramos que para mejorar la eficiencia productiva y
económica del tejido industrial español hay que hablar de dicha
racionalización, de privatizaciones y del saneamiento de las empresas
públicas españolas que no tienen rentabilidad. No se trata de privatizar
las empresas con pérdidas, sino de buscar soluciones a estas empresas a
través de un saneamiento, que seguramente no será el de las
privatizaciones, por desgracia.

Permítame decirle, señor Ministro, que si nosotros hemos querido centrar
el debate, desde nuestra perspectiva, sin olvidar el debate general, en
dos temas fundamentales ha sido con el ánimo de darle más profundidad, de
aportar soluciones, que podrán o no ser incorporadas, pero en ningún
momento ha sido para hacer una crítica destructiva de lo que, en un
planteamiento inicial de mi intervención he dicho, que era bueno que se
empezara a hablar de política industrial. A pesar de que nosotros ya lo
dijimos en nuestras



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intervenciones pasadas, no compartimos la estrategia adoptada por el
Ministerio, pero, ya que está diseñada de esta manera, tampoco vamos a
poder cambiar el signo de los acontecimientos. Por lo tanto, empezamos a
hacer aportaciones positivas desde nuestra perspectiva para ver si se
consigue incorporarlas en las conclusiones definitivas.

Respecto a las consideraciones que he hecho de la poca sensibilidad
quizás en la elaboración del libro blanco sobre las posibilidades que
tienen las comunidades autónomas de diseñar políticas industriales
integrales, me mantengo en mis afirmaciones hechas en mi intervención
anterior, no en el sentido de que ustedes no tengan buenas relaciones con
las comunidades autónomas, que sé que las tienen y nos congratulamos de
ello --no solamente con la Generalitat de Catalunya, también con el resto
de las comunidades autónomas--, sino desde la perspectiva de su
redacción. Encontramos falta de sensibilidad en la participación de las
comunidades autónomas en el diseño de una política industrial del Estado.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Socialista tiene la palabra el señor
Sáenz Lorenzo.




El señor SAENZ LORENZO: Quiero citar tres cuestiones brevemente. Primera:
estamos de acuerdo con que se pidan comparecencias informativas para que
esta Cámara y esta Comisión puedan tener un seguimiento más directo del
debate, sean del señor Ministro u otras que puedan parecer interesantes.

Nuestro Grupo también está de acuerdo con el Reglamento de la Cámara y
con reformarlo, y hay que decir que este Reglamento se elaboró cuando
nosotros estábamos en la oposición. Estamos abiertos a todo, pero lo que
parece lógico es que se respeten las líneas básicas del actual
Reglamento.

Señor Gámir, hay documentos que se ocultan...




El señor PRESIDENTE: Señor Sáenz Lorenzo, por favor, limítese a...




El señor SAENZ LORENZO: Señor Presidente, en esta Cámara siempre se ha
podido debatir entre los grupos...




El señor PRESIDENTE: No en el último turno, por favor, señor Sáenz
Lorenzo, porque me obligará a dar la palabra al Grupo Parlamentario
Popular. Limítese a la intervención del Ministro y a comentarla. Por
favor, señor Sáenz Lorenzo.




El señor SAENZ LORENZO: Muy bien. Simplemente quería decir que a nuestro
Grupo le llama la atención que determinados documentos se oculten por su
falta de coherencia.

Por nuestra parte, estamos de acuerdo con las manifestaciones del señor
Ministro y, por tanto, voy a finalizar aquí mi intervención.

Nada más.

El señor PRESIDENTE: Señor Ministro, tiene la palabra.




El señor MINISTRO DE INDUSTRIA Y ENERGIA (Eguiagaray Ucelay): En la
medida en que usted, señor Presidente, no me ha llamado la atención
acerca de la utilización que como miembro del Gobierno he hecho de esta
comparecencia, supongo absolutamente inadecuadas las expresiones del
portavoz del Grupo Parlamentario Popular sobre mi abuso de la posición y
no solamente referida a esta comparecencia sino a otras anteriores. Por
lo tanto, es algo a lo que no me voy a referir.

Señor Gámir, no necesito decirle que las palabras que utilice sean
amables. Pretendo ser simplemente amable, incluso si en algún momento
digo cosas en las cuales discrepo. Yo no he presentado en esta
comparecencia la metodología. He hecho una referencia expresa a alguno de
los elementos que me parece que son centrales en el documento. Confío en
que las personas inteligentes no esperen de mí un resumen de lo que ya
han leído, sino valoraciones. No tenía demasiado sentido repetir lo que
ustedes han tenido ocasión de desmenuzar. En todo caso, he hecho
referencia a ello y está en los textos que he utilizado como uno de los
puntos de mi contenido.

No le ha gustado mi contestación. Dice usted que no le he contestado. Sí
lo he hecho en aquello que he entendido que era oportuno. Hay otras cosas
que, con todo respeto, señor Gámir, me parecen tan profundamente faltas
de contenido que entendía que daban lugar mucho más a una pequeña
refriega dialéctica que a algo que pudiera ser especialmente útil. Por
ejemplo, no me he referido, por no volver a generar una discusión, pero
lo voy a hacer únicamente de pasada y sin que sirva de referencia, a su
caracterización sobre lo que aquí se llama puntos fuertes y puntos
débiles.

A su juicio, uno de los puntos débiles que tiene la competitividad de la
industria es de nuevo la acusación que ustedes hacen a la posición actual
del Gobierno. No he querido contestarle. Le podía haber contestado, pero
no he querido hacerlo por no organizar una discusión. Naturalmente, uno
de los problemas sin duda de nuestra industria --ahora le contestaré,
porque usted me obliga a ello, señor Gámir-- y de nuestra economía es que
probablemente este país tiene una oposición que no se merece. La actitud
de la oposición no contribuye de ninguna manera a resolver los problemas,
sino, por el contrario, a agravarlos. De ahí que muchos inversores
internacionales se quejen a este Ministro, por ejemplo, de no conocer qué
es lo que ustedes pretenden. Yo deseo saber lo que ustedes pretenden. Por
eso me alegraré siempre de que presenten ese documento al cual ha hecho
referencia.

Le agradezco, señor Gámir, que usted me informe habitualmente no sólo
sobre lo obvio, sino a veces sobre lo que yo mismo pienso; que me
explique no solamente lo que he querido decir, sino las declaraciones que
he hecho. Es siempre una táctica que ustedes utilizan bastante divertida,
a través de la cual ustedes me explican lo que yo pienso o lo que he
dicho, y así sucesivamente generamos polémicas bastante artificiales a
las que yo soy, en principio y por



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temperamento, poco dado. Me suele gustar mucho más hablar francamente que
utilizar este tipo de subterfugios.

Yo me he referido --y le hago una precisión tal vez equivocadamente-- no
a lo que ustedes hablaban sobre los tipos de cambio, sino a las opiniones
de Julio Segura alrededor de otras cuestiones, como el tema de la
tercialización. La mención a Colin Clark no la he hecho por su
actualidad, sino que me he referido --y lo he dicho textualmente-- desde
los tiempos de Colin Clark.

No me opongo en absoluto a que se hable del pasado. Es su función.

Ustedes están permanentemente hablando de lo que hemos hecho nosotros en
el pasado y comprenderá que la función de cualquier Gobierno es gobernar
hacia el futuro.

Por cierto, su bellísima intervención en aquel debate de la moción de
censura no pasará a la historia. Recuerdo que en aquel momento, ya que
usted lo ha mencionado, cuando le vi por televisión me pareció una de sus
intervenciones menos triunfales.

En cuanto al programa del Partido Popular sobre industria, estoy deseando
conocerlo. Lo que yo he podido conocer de ese documento la verdad es que
me parece bastante endeble, pero hoy no estábamos hablando del documento
del Partido Popular. Si alguna vez --ojalá este país no lo permita--
ustedes gobiernan, quizá tengamos la ocasión de conocer algo más sobre
él.

Finalmente, quiero hacer una precisión sobre su famosa polémica alrededor
de los tres minutos. De acuerdo con el esquema establecido para el
proceso de debate, usted ha dicho que lo que se da es una ocasión de
participar a la gente por tres minutos. Pues bien, la metodología
establecida, señor Gámir, tiene tres partes: una parte en cada una de las
mesas, con independencia de que haya nuevas mesas y nuevas vueltas, como
caracterización de lo que ustedes hacen y dicen. Otra parte de
introducción, con un inicio de la sesión y una presentación por quince
minutos y la proyección en vídeo. Posteriormente, una exposición por
parte de los dos relatores, uno para grandes empresas y otro para
pequeñas empresas, con un total de veinte minutos, y una intervención de
cada uno de los participantes, que suman en total 45 minutos. Después de
esta primera intervención hay una pausa y una determinación, por parte de
todos, de aquellos cinco puntos principales, con nuevas intervenciones
que permiten en principio --luego se puede ampliar-- hasta 75 minutos
adicionales más. Posteriormente, hay un almuerzo en el que se sigue
debatiendo sobre las mismas cuestiones y, finalmente, hay una parte de
conclusiones.

Si ustedes caracterizan esto en los términos en los que lo han
caracterizado, si quieren sacar punta, sáquenlo a todo, pero, como
comprenderán, me merece tan poco respeto su caracterización, a la vista
de la falta de exactitud de lo que dicen, que me puedo tomar muy poco en
serio en este sentido sus alegaciones, las alegaciones de abuso, de falta
de rigor y, sobre todo, esa voluntad aparente, que ha señalado, de
contribuir con aportaciones constructivas que, después, usted, señor
Gámir, desmiente una y otra vez porque no tiene aportaciones aparentes
que hacer, salvo quizá alguna puntualización sobre alguna cuestión.

El teorema de Coase, si le parece, lo discutiremos en otro momento.

Señor García Fonseca, le agradezco lo que ha dicho y estoy totalmente de
acuerdo con ello. Sobre el envío de la información, ya he dicho que haré
todo lo posible, a través del Presidente de la Comisión, para ponerles al
corriente de los diferentes debates, de las eventuales conclusiones que
puedan ir saliendo y también de los documentos que se presenten a esos
debates como material de trabajo.

Sobre las comparecencias que les parezca oportuno que yo pueda tener,
saben que en el momento en que lo soliciten estoy presto a comparecer;
incluso en algún momento lo puedo solicitar yo voluntariamente.

Estoy de acuerdo con esa puntualización sobre el análisis del pasado,
pero mirando al futuro, que es lo que a usted le preocupa y a mí también.

Con independencia de eso, lo que quería decirle es que les corresponde
más a ustedes, como miembros de la oposición, hacer la crítica del pasado
que al Gobierno hacer la autocrítica, quiero decir en términos políticos.

Es obvio que me parece de interés para todos pensar, llegados hasta aquí,
sea cual sea la valoración del pasado que cada uno haga, qué es lo que
debemos y podemos hacer.

Sobre el sector público, no le dé apuro decir lo que piensa. Yo no quiero
colocarle en una posición incómoda. En ocasiones hemos diferido sobre
cuál puede ser el papel del sector público y el papel que las
privatizaciones puedan tener o no, pero sabe que yo tampoco soy de los
que creen que la única solución o receta de los problemas del sector
público sea la privatización. Por el contrario, creo que en ocasiones la
reducción del sector público, que me parece importante en términos de
estrategia, debe ir unida no precisamente al debilitamiento de las
empresas existentes sino como una fórmula de fortalecimiento de las
empresas existentes.

Sobre las Pyme y grandes corporaciones, estamos de acuerdo. Mi impresión
es que la política de Pyme, y creo que he dado pruebas de ello, es muy
importante, absolutamente relevante en este país, y no una cuestión
meramente retórica, como tal vez en algún momento ha podido considerarse
por unos o por otros. Es un tema absolutamente capital, lo es en la Unión
Europea. Estamos insistiendo en esa dirección, pero me parece que sería
bastante vano, y probablemente bastante ingenuo, pensar que la única
política industrial es aquélla que puede centrarse exclusivamente en
atender a las Pyme. Las corporaciones industriales, empresas de mayor
tamaño, con independencia de que a veces hayan sido Pyme, son un elemento
de preocupación por su déficit en nuestra actual estructura industrial.

Por lo tanto, con ánimo constructivo, le sigo reiterando y ofreciendo esa
colaboración y espero que podamos instrumentarla de la mejor de las
formas. Creo que su posición es muy sincera y la mía también, por lo
menos igualmente sincera que la suya, en el esfuerzo de encontrar puntos
de aproximación, si es posible, manteniendo al mismo tiempo las
diferencias a que haya lugar.

Señor Sánchez i Llibre, tengo la sensación de que nos hemos enzarzado,
tal vez amablemente, pero en todo caso más allá de lo necesario en
algunas cuestiones. Quiero empezar



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diciendo que lamento haberle dado la sensación de rotundidad y
arrogancia, que son las palabras que ha utilizado usted. Desearía retirar
aquello que le haya podido parecer arrogante. A la vez, le quiero decir
que, lo mismo que usted tiene el derecho a discrepar, yo, humildemente,
también tengo el derecho a discrepar de usted. En consecuencia, discrepo
de una caracterización que usted ha hecho de la política industrial en la
que esto sería un debate académico, teórico --creo que lo he tomado
textualmente-- y, por el contrario, lo que hay que hacer es tomar medidas
a corto plazo sobre el sector público y sobre las Pyme, que ha sido su
entrada. Eso es lo que dialécticamente he querido decir que me parece
incorrecto, no arrogantemente, sino intelectualmente incorrecto.

Reconozco que a usted le preocupan otra serie de cosas --por cierto, he
dicho que sé que su posición no hacía demasiada justicia a lo que yo creo
que es el propio planteamiento del Grupo-- y me atrevo a recordarle que,
aunque usted ha insistido en que no estaba de acuerdo con la manera de
plantear el debate, yo tengo la constancia, porque me lo ha dicho
expresamente y lo ha manifestado en la conferencia sectorial. No pretendo
en este sentido establecer contradicciones; por ejemplo, al Consejero de
Industria de la Generalitat le ha parecido bien la metodología y lo ha
expresado en público. Me parece que, en general, vamos en una línea que
puede ser bastante congruente, que naturalmente no impide que podamos
tener discrepancias que, por cierto, será razonable y bueno que sigamos
teniendo, pero que no debieran empañar un ambiente de aproximación de
posiciones. Me parece que su actitud, que yo agradezco, responsable en
materia política y en materia económica no debe impedir que nos digamos
también aspectos en los que ciertamente discrepamos.

Déjeme hacer una puntualización nada más sobre esa idea del estatuto de
las pequeñas y medianas empresas y naturalmente no pretendo decir lo que
ustedes tienen que hacer. Creo que eso es un planteamiento filosófico,
seguramente atractivo, pero, sin embargo, quiero decirle que hay una
política de Pyme que significa un estatuto de las Pyme, que se traduce en
medidas que tenemos que ir articulando con las comunidades autónomas en
materia de financiación, en materia tecnológica, en materia de sociedades
de garantía recíproca, en creación de sociedades de capital-riesgo, en
materia de internacionalización, en materia de redes tecnológicas, y en
materia fiscal y que son las que ya están prefiguradas en los acuerdos
establecidos con las comunidades autónomas. Pensar que ésa pueda ser una
iniciativa de carácter legislativo --quisiera expresarle mi opinión-- me
parece inadecuado jurídicamente porque quizás será imposible establecer
un marco tan diferencial respecto de las Pyme que implique derogaciones
de regímenes de carácter general, con independencia de que la
preocupación Pyme debe estar en todas las normas que sobre financiación,
fiscalidad, etcétera, vaya poniendo en marcha este Gobierno, como hasta
ahora creo que lo estamos poniendo en marcha, pero sobre todo eso, si
quiere, podemos seguir discutiendo.

Yo termino, señor Sánchez i Llibre, volviendo a lamentarme, porque no le
entiendo cuando dice que este documento es poco sensible a la
participación de las comunidades autónomas. Perdone, este documento es lo
que piensa el Ministerio de Industria, no lo que las comunidades
autónomas puedan o deban hacer; lo que piensa el Ministerio de Industria
que se debe hacer en política industrial y quién lo debe hacer depende de
las competencias que cada uno tenga. En todo caso, le puedo asegurar que
yo no veo por qué he de definir lo que tiene que hacer ni la Junta de
Andalucía ni la Generalitat de Cataluña, por qué lo vamos a decir en un
documento, cuando todo el mundo sabe qué es lo que hacen y lo que pueden
hacer cada una de las comunidades. Aquí no hay una atribución de
competencias a unos o a otros, pero ni yo puedo hablar en nombre de las
comunidades autónomas ni las comunidades autónomas en mi nombre. Lo que
sí podemos hacer es, alrededor de un conjunto de ideas, ver cuál es, cómo
lo estamos haciendo, la parte que le corresponde a cada uno. Por eso es
por lo que no acierto a entender por qué terminaba su intervención, señor
Sánchez i Llibre, hablando de la poca sensibilidad del documento a la
participación de las comunidades autónomas. El documento no es ni
sensible ni insensible; es lo que pensamos de la política industrial, no
de las comunidades autónomas ni de los ayuntamientos ni de las empresas;
es lo que pensamos que hay que hacer en este país.

Señor Sáenz Lorenzo, me parece que lo único que le puedo decir en este
momento en relación con su intervención, que ha sido breve, es que le
sigo agradeciendo al Grupo que representa, que es el mío, que podamos
llevar esta iniciativa adelante.

Me gustaría concluir, señor Presidente, diciendo que espero que, no
obstante, las diferencias, los matices y a veces las pequeñas o grandes
refriegas dialécticas, podamos encontrar lugares de aproximación de
posiciones. Yo lo deseo. Me parece que la obligación de un gobierno y
desde luego la de este Ministro es pensar en términos de una política
industrial para España, no en términos de una política industrial para
este inmediato período electoral ni una política que no pueda estar
abierta a aproximaciones de posiciones o incluso simplemente sin
aproximación de posiciones. Me parece que hay áreas de intersección en lo
que pensamos unos y otros, que creo que harían muy bien en expresarse y
dar lugar a algo que me parece que es lo más relevante: un mayor nivel de
acuerdo social y político sobre lo que es posible y lo que tenemos que
hacer.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Ministro, por su intervención.

Dado que al hilo del debate ha salido en repetidas ocasiones y en la
última reunión de Mesa y portavoces también se puso de manifiesto, y muy
particularmente lo relataba aquí el señor García Fonseca a lo largo de la
intervención, querría comentar a SS. SS. que, conocidos los términos en
los que el Ministerio plantea el debate sobre el libro blanco, se ha
hablado de la posibilidad de crear una ponencia que pudiera estudiar en
profundidad su contenido, y así se haría de ser ésa la voluntad de los
grupos. Con seguridad, en el momento en que el Gobierno remita a la
Cámara las conclusiones para la realización de un debate, ese



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debate se tendrá por parte de todos los grupos, pero quizá podría ser
conveniente la creación de una ponencia específica que iniciara el
estudio del libro blanco con las comparecencias, si es que se estima
necesario, de quien se entendiera conveniente por parte de la Comisión.

Eso, en cualquier caso, es competencia de la Comisión y ahí no tienen
nada que opinar ni el señor Ministro ni el Ministerio. Recogemos el
ofrecimiento que ha hecho el señor Ministro en cuanto a poner en manos de
la Comisión la información que pueda llegar al Ministerio relativa al
proceso de discusión del libro blanco con los distintos sectores, que
obviamente será puesta a disposición de los miembros de la Comisión en
cuanto obre en poder de la Presidencia de la Comisión.

Muchas gracias, señor Ministro.

Se levanta la sesión.




Eran las ocho y veinticinco minutos de la noche.