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Notas de prensa

Palabras de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, en el acto del 40º aniversario del 23 de febrero de 1981

23/02/2021
Majestad, Señor Presidente del Gobierno, Señora Presidenta del Senado, Señores Presidentes del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, Señorías,

Recordamos hoy que hace cuarenta años nuestra democracia supo responder con firmeza y con éxito al asalto que pretendía acabar con la libertad y el pluralismo en España.

Recordamos que la sociedad española y los poderes democráticos utilizaron su legitimidad y los instrumentos que la Constitución les confiere para derrotar el intento de golpe de estado y proteger los derechos de los ciudadanos y la convivencia libre y plural propia de nuestro sistema político.

Conmemoramos así la decidida reacción de nuestras instituciones públicas que, encabezadas por Su Majestad el Rey Don Juan Carlos, asumieron la defensa de la democracia ante la amenaza del golpe y usaron eficazmente sus capacidades constitucionales para derrotar a los golpistas: las del Gobierno y las administraciones, dirigidos por la Comisión General de Subsecretarios; las del Poder Judicial, que procesaría y condenaría a los autores del golpe; la dignidad de quienes en el Hemiciclo de este Congreso sufrieron la violencia de los asaltantes; y también la acción de las incipientes autoridades autonómicas y locales.

Celebramos el ininterrumpido compromiso con la democracia de la sociedad española, de la prensa y los medios de comunicación, a través de los cuales los españoles de aquel momento siguieron los acontecimientos.

Gracias a todos ellos, el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 pertenece al pasado y resulta inconcebible para la sociedad española de hoy. Sin olvidar el ataque entonces sufrido, la sociedad puede constatar ante todo la resultante consolidación de nuestro sistema democrático.

Una sociedad, la nuestra, que es fruto del triunfo de la Constitución en esos días; una sociedad que, con la exitosa superación de los retos de la transición, ha dado a luz una democracia reconocida en el mundo y plenamente integrada en la comunidad internacional de los estados libres.

Quienes pretendieron destruir la democracia no han dejado más que su recuerdo como ejemplo de fracaso. Quienes la defendieron y les vencieron perviven hoy en nosotros. Quienes tras el intento de golpe consolidaron el sistema democrático, construyeron la España actual. Quienes actuaron con decisión en defensa de la democracia mostraron el camino de compromiso constitucional y éxito que después han seguido todas las instituciones españolas. Quienes defendieron la Constitución, en fin, consiguieron que hoy sus valores y sus opciones sigan vivas y vigentes. Con ello, ganaron el futuro para España.

Ese futuro, que es nuestro presente, no teme ya episodios como el que hoy observamos con la lejanía de lo propio de otra época. Pero la democracia, como todo lo valioso, exige compromiso diario, defensa permanente y esfuerzo constante.

Señor, los riesgos para la democracia hoy, para nuestra democracia y la del resto de países libres, son otros; pero existen y no son desde luego de menor magnitud.

Hoy, el peligro está en la deslegitimación y la instrumentalización de las propias instituciones democráticas para desnaturalizarlas y convertir la democracia en una fachada despojada de sus contenidos fundamentales: el pluralismo, las libertades, la igualdad de las personas y la cohesión social de una comunidad formada por ciudadanos y ciudadanas libres. 

La discusión intelectual sobre cómo mueren las democracias se ha desarrollado en los últimos años, pero la práctica, también reciente y vista en directo en todo el mundo, ha mostrado la profunda razón y la virtualidad real de esas preocupaciones: la creciente polarización de la política y su traslado a los ciudadanos, con las fracturas sociales que genera; el populismo de las respuestas fáciles o de las presuntas verdades incontestables; o el miedo y la negativa a enfrentarse a la complejidad. Todos ellos son antiguos y bien conocidos enemigos de la democracia, que pueden reconocerse sin problema en nuestra realidad actual. Una realidad que nos muestra cómo incluso las democracias más asentadas y reconocidas no están exentas de esos riesgos y deben ser defendidas cada día.

La victoria de la democracia en nuestro tiempo se construye con los mismos mimbres que nos han traído hasta aquí: ciudadanía e institucionalidad.

Ante todo, con la identificación y el compromiso que sólo puede asumir una comunidad de ciudadanos informados y conscientes de su libertad y la tarea de construcción de su propio futuro.

En el mundo de las redes sociales y su paradójica consecuencia de comunidades crecientemente aisladas, en un entorno de identidades establecidas por contraposición al otro y cerradas al mutuo reconocimiento, en una realidad sometida a constante manipulación y expresión deformada, nuestra confianza en el futuro se fundamenta en nuestra capacidad de garantizar y reforzar los instrumentos de información libre y sólida, la capacidad de reflexión y de diálogo con los otros, la exigencia frente a nuestra propia actuación y la cohesión de la comunidad política por encima de sus identidades y realidades plurales.

La cohesión, hoy como ayer, la encontramos en los valores compartidos recogidos en nuestra Constitución, en las nuevas respuestas a los retos que nos depara la realidad y en la construcción diaria de un proyecto de futuro que incluya a todos. Un proyecto basado en el mantenimiento y la constante renovación y ampliación de nuestro pacto de convivencia y progreso, en el que sin duda es importante su contenido concreto de libertad, justicia e igualdad; pero en el que también es fundamental su naturaleza de acuerdo, de asunción de un consenso que dé satisfacción no sólo a nuestras propias opciones, sino también a las de los otros. 

La democracia, como todo proyecto valioso, como todo anhelo compartido, se defiende con su avance diario en nuevos entornos; con la seguridad y el orgullo de lo conseguido y con la ambición de lo que queda por conseguir. La defensa de la democracia es su progreso y su capacidad de generar futuro.

La democracia española seguirá acreditando su fuerza y su capacidad siempre que, junto con sus ciudadanos, sus instituciones sigamos el ejemplo de unión, valor y acción que nos brinda la respuesta que se dio hace 40 años.

Podemos confiar en la capacidad de las instituciones democráticas para ejercer sus funciones con decisión, de modo integrador e incluyente, sin generar ni dar carta de naturaleza a divisiones entre ciudadanos o fracturas de la sociedad, sin deslegitimar ni a las propias instituciones ni al adversario político; desde el reconocimiento, el respeto y la apertura al pluralismo ideológico y partidista, mediante el reconocimiento de lo común, de los espacios de coincidencia y acuerdo frente a la polarización.

No olvidemos que la democracia necesita también de la máxima capacidad de las instituciones para actuar en su defensa en momentos de crisis. En nuestra democracia todo es discutible y toda reforma puede plantearse en el Parlamento, pero ante ataques y amenazas que pretendan romper con el sistema no hay más respuesta que la activación de las facultades constitucionales para garantizar o restablecer el respeto del pacto fundamental vigente. Para recordarlo no hay mejor recurso que las palabras de Landelino Lavilla al reabrir la sesión el día 25 de febrero: ¿es el momento de declarar ¿dijo- que hoy un auténtico grito de ¿¡Viva España!¿ no encierra una verdad distinta que la de ¿¡Viva la Constitución!¿ y ¿¡Viva la democracia!¿.

El firme compromiso con nuestra democracia constitucional, que Vuestra Majestad expresó en esta Cámara el 19 de junio de 2014, es guía y ejemplo para todos nosotros. En un momento de pandemia, de crisis económica, de sufrimiento social, los españoles necesitan certidumbre y esperanza. Hoy estamos aquí todas las instituciones de este gran Estado para mostrar nuestra fortaleza como democracia y también para reafirmar nuestro compromiso con la democracia y nuestro sistema constitucional y, con ello, ofrecer certidumbre y esperanza.

Con vuestra presencia, celebramos la vigencia y la determinación de este compromiso: desde la Jefatura del Estado al resto de instituciones constitucionales, del Gobierno a los tribunales, de las administraciones a las Fuerzas Armadas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Proclamamos que España es un Estado de Derecho dispuesto a avanzar decididamente en el reconocimiento de derechos y en la justicia social, un país moderno y plenamente democrático. No hay democracia sin instituciones, no hay instituciones sin política, ni política sin respeto y confianza. Señorías, es el momento de seguir ganando el futuro para España.

Señor, en vuestras intervenciones late el recuerdo de lo logrado por el esfuerzo y el compromiso ciudadano, el requerimiento constante de atención a las demandas de la realidad y la reclamación de reconocimiento de lo que nos une y de refuerzo de los acuerdos compartidos. Por ello, este acto de compromiso con la democracia y nuestros valores constitucionales no puede tener mejor protagonista que vuestras palabras.