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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 543, de 06/07/1995
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CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
COMISIONES
Año 1995 V Legislatura Núm. 543
ECONOMIA, COMERCIO Y HACIENDA
PRESIDENTE: DON ANGEL MARTINEZ SANJUAN
Sesión núm. 47 (Extraordinaria)
celebrada el jueves, 6 de julio de 1995



ORDEN DEL DIA:
Comparecencia cuatrimestral del señor Gobernador del Banco de España
(Rojo Duque), para informar de la política monetaria que se desarrolla,
así como la evolución de las principales magnitudes, previa remisión del
correspondiente informe. (Número de expediente 212/001526). (Página 16560)



Comparecencia cuatrimestral del señor Secretario de Estado de Economía
(Pastor Bodmer), para informar de la evolución de la economía española,
previa remisión del correspondiente informe. (Número de expediente
212/001525). (Página 16580)



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Se abre la sesión a las diez de la mañana.




-- COMPARECENCIA CUATRIMESTRAL DEL SEÑOR GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA
(ROJO DUQUE), PARA INFORMAR DE LA POLITICA MONETARIA QUE SE DESARROLLA,
ASI COMO DE LA EVOLUCION DE LAS PRINCIPALES MAGNITUDES, PREVIA REMISION
DEL CORRESPONDIENTE INFORME. (Número de expediente 212/001526.)



El señor PRESIDENTE: Buenos días, señorías. Se abre la sesión de la
Comisión de Economía con la comparecencia del Gobernador del Banco de
España, para dar cumplida cuenta de la proposición no de ley aprobada por
esta Comisión, que implica la comparecencia cuatrimestral del Gobernador
del Banco de España para informar sobre la política monetaria que se
desarrolla, así como de las principales magnitudes de la economía
española.

Era en torno a estas fechas, finales de junio o principios de julio,
cuando correspondía, de acuerdo con el calendario fijado por la Comisión,
la comparecencia del Gobernador del Banco de España, y hemos preferido
celebrarla de acuerdo con la Mesa del Congreso y con la Junta de
Portavoces, en estos primeros días de julio, incluso en período
extraordinario de sesiones.

La comparecencia del Gobernador del Banco de España se celebrará, como
suele ser habitual, por el procedimiento reglamentario de esta Comisión,
interviniendo, en primer lugar, el Gobernador del Banco de España, para
que, a través de la intervención que desee realizar, amplíe el informe
escrito que SS. SS. conocen y que fue remitido por el Gobernador del
Banco de España a los miembros de esta Comisión a principios de esta
semana.

A continuación, intervendrán los grupos parlamentarios que deseen
hacerlo, para intervenir posteriormente el Gobernador del Banco de España
y, si es necesario, abrir un segundo turno de aclaraciones por parte de
los portavoces, cerrando como es habitual, el Gobernador del Banco de
España.

Por tanto, sin más dilación, doy la palabra al señor Rojo, para que
realice una intervención que amplíe el informe escrito que ha sido
distribuido.




El señor GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA (Rojo Duque): Muchas gracias,
señor Presidente.

Señorías, trataré de enlazar mi intervención preliminar de hoy con el
contenido de mi última comparecencia ante SS. SS. el pasado mes de marzo,
y lo haré comentando los puntos básicos del informe que he remitido a la
Comisión el pasado lunes y que lleva por título: «La situación económica
y la política monetaria.»
Desde mi anterior comparecencia se ha comprobado, en primer lugar, que la
economía española ha continuado registrando un ritmo vivo de recuperación
de la demanda y de la actividad. Según las recientes estimaciones
publicadas por el Instituto Nacional de Estadística, y referidas al
primer trimestre de este año, el producto interior bruto mostró un
crecimiento real del 3,1 por ciento, en términos interanuales, en dicho
período. Las exportaciones de bienes y servicios y la inversión, tanto en
construcción como en bienes de equipo, han sido los grandes impulsores de
la demanda, en tanto que el consumo viene mostrando, como ocurre en toda
Europa, un ritmo de avance más lento, debido al moderado incremento de la
renta real disponible para el gasto familiar y al mantenimiento de una de
ahorro relativamente elevada, relacionada con las incertidumbres
relativas al empleo y a los tipos de interés. La respuesta de las
importaciones a la demanda final ha ido reduciendo, hasta anularlo
prácticamente, el papel que la demanda exterior neta tuvo en las primeras
fases de la recuperación. La demanda nacional ha sido, en los últimos
meses, la impulsora básica y fundamental del avance de la economía.

Si la economía española continuara progresando, a lo largo de 1995, al
mismo ritmo de crecimiento que el Instituto Nacional de Estadística ha
estimado para el primer trimestre, el crecimiento del producto interior
bruto sería superior al cuatro por ciento en el conjunto del año. Sin
embargo, los fuertes ritmos de avance intertrimestral en la fase de
recuperación tienden a ceder a medida que la economía se adentra en una
fase estable de expansión. Por ello, el Banco de España prevé para el
conjunto de 1995 una tasa de crecimiento real del producto interior bruto
del tres por ciento, o sólo ligeramente superior, básicamente coincidente
con la prevista para el conjunto de la Unión Europea en el año.

Las previsiones relativas al conjunto de las economías exteriores a la
Unión Europea han reducido las tasas de crecimiento esperadas para este
año, pero confían en un mayor ritmo de avance el año próximo, basándose
en una recuperación de la economía japonesa, de las economías de los
países del centro y del este de Europa y de las economías de los países
de la OPEC, a pesar de que se espera un debilitamiento, aunque no una
recesión, en el crecimiento de la economía de los Estados Unidos. Para
los países de la Unión Europea se espera un mantenimiento de la tasa de
crecimiento real del tres por ciento tanto para 1995 como para 1996, tasa
esta última que podía ser algo más alta en el caso de España.

Por lo que se refiere a la inflación, mi comparecencia anterior se
produjo cuando sólo se disponía de las cifras del índice de precios al
consumo correspondientes a los dos primeros meses del año 1995; y tal vez
recuerden SS. SS. las incertidumbres a las que entonces hice referencia.

Por su parte, la transmisión a los precios de la elevación del IVA y
otros impuestos indirectos parecía estar siendo inferior a la
teóricamente posible, y esto, unido a la moderación mostrada por los
salarios monetarios acordados en los convenios, ofrecía algún margen para
el optimismo. Por otra parte, sin embargo, los efectos de la sequía
amenazaban con incidir significativamente sobre los precios,
especialmente en los renglones de alimentación. Las fuertes elevaciones
de los precios de numerosos alimentos, materias primas y bienes
intermedios industriales en los mercados internacionales estaban
afectando a los precios de importación y reforzando los efectos
retrasados de la depreciación de la peseta. En fin, la persistente
recuperación



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de la demanda, los factores alcistas indicados, que ya se manifestaban en
un elevado crecimiento del índice de precios industriales al por mayor y
el clima creado por la depreciación de la peseta en los primeros meses
del año actual favorecían posibles elevaciones permanentes, y no ya
transitorias, de la tasa de inflación. El examen de la evolución de tan
varios y complejos factores había de ser crucial para que el Banco de
España pudiera decidir si las elevaciones de su tipo básico de
intervención, acordadas a comienzos de enero y de marzo por un importe
total de 115 puntos básicos, eran suficientes o si, por el contrario, el
comportamiento de la tasa de inflación aconsejaba adoptar decisiones
preventivas adicionales.

El índice de precios al consumo correspondiente al mes de marzo,
publicado en abril, fue malo, sin paliativos. Una activación de casi
todos los riesgos posibles hizo saltar la tasa de inflación, medida por
tal indicador, del 4,8 por ciento al 5,1 por ciento. La conjunción de
factores adversos era, de hecho, tan notoria que cabía esperar que
tuviera un cierto carácter transitorio. Sin embargo, el índice de precios
al consumo correspondiente al mes de abril, y publicado en mayo, no
dejaba lugar a dudas de que se estaban activando factores permanentes de
inflación, que colocaron la tasa de inflación en el 5,2 por ciento. La
publicación posterior del índice de precios industriales al por mayor
reflejaba las mismas tensiones. En consecuencia, el Banco de España
acordó elevar su tipo básico de intervención en 75 puntos básicos en los
primeros días del mes de junio.

La cifra del índice de precios al consumo correspondiente al mes de mayo,
y publicada en junio, ha sido algo mejor. Un incremento nulo de los
precios en el mes ha permitido que la tasa de inflación descendiera una
décima, hasta el 5,1 por ciento. Por otra parte, también la última cifra
del índice de precios industriales al por mayor registra una moderación
en su componente de bienes intermedios, que era el que venía mostrando un
mayor dinamismo alcista --moderación seguramente relacionada con la
también observada en los mercados internacionales para los precios en esa
gama de bienes.

A pesar de los recientes síntomas de moderación, no cabe mostrar la menor
complacencia con la evolución de la tasa de inflación. Las estimaciones
disponibles indican que la traslación a precios de la elevación del IVA y
de otros impuestos indirectos se ha limitado, hasta ahora, a seis décimas
de punto porcentual, aproximadamente, frente a casi un punto de efecto
teórico posible.

Ahora bien, compensado lo anterior, los efectos de la sequía sobre los
precios de una serie de productos entre los que destacan la patata, el
aceite de oliva y el vino de mesa, han introducido un componente alcista
en el índice de precios al consumo que cabe estimar, hasta ahora, en unas
tres décimas de punto porcentual. En general, tanto los precios de los
bienes industriales no energéticos como los servicios muestran tasas de
avance excesivas. Desde los niveles actuales, la tasa de inflación medida
por el índice de precios al consumo podría registrar algún descenso a
partir del otoño. Si esto es así, la posterior desaparición mecánica del
efecto del IVA y el efecto esperado de las medidas monetarias adoptadas
deberían permitir que las tasas de avance del índice de precios al
consumo se situaran por debajo del 4 por ciento en la primera parte de
1996.

Los agregados monetarios y crediticios son tratados, como SS. SS. saben,
dentro del esquema de política monetaria definido por el Banco de España,
como indicadores muy relevantes para evaluar las condiciones monetarias
de la economía y las perspectivas acerca de los precios. El principal de
esos indicadores, los activos líquidos en manos del público, ALP, ha
registrado a lo largo de los meses transcurridos de 1995 un crecimiento
del orden del 10 por ciento, lo que representa en torno a dos puntos más
que su tasa de aumento en 1994, que fue del 8,2 por ciento. No obstante,
en esta evolución han tenido un gran peso ciertos fenómenos de carácter
financiero.

En efecto, en el período final de 1994 y en los primeros meses de 1995,
se ha podido observar un desplazamiento de las tenencias de activos
financieros del público, desde valores públicos a medio y largo plazo
hacia instrumentos incluidos en los ALP (valores públicos a corto plazo
y, sobre todo, depósitos a plazo). Tales desplazamientos fueron
favorecidos por la inestabilidad de los mercados financieros en este
período, con una fuerte variabilidad de los tipos de interés a largo
plazo que estimuló la adquisición por parte de los ahorradores de
instrumentos más líquidos y con rendimientos menos erráticos. Como
resultado, en el primer trimestre de 1995 el crecimiento de los ALP se
situó cerca del 12 por ciento, mientras que la cartera de deuda pública a
medio y largo plazo, mantenida en firme por el público, permaneció
prácticamente estancada, con un aumento de un billón y medio de pesetas
en el transcurso de 1994.

En cambio, a partir del 10 de abril pasado, en un contexto de mayor
estabilidad de los mercados financieros y cambiarios, el crecimiento
monetario se ha moderado significativamente. Con datos de junio, todavía
provisionales, el crecimiento de los ALP en el segundo trimestre se
situaría en torno al 8 por ciento, con lo que la expansión acumulada de
esta variable entre diciembre y junio sería de, aproximadamente, el 10
por ciento. Esta última tasa es, sin duda, todavía elevada. Sin embargo,
ha de tenerse en cuenta que recoge el efecto de los fenómenos antes
señalados de desplazamientos financieros, con una cuantía difícil de
determinar con exactitud, pero que en ningún caso es inferior a un punto
porcentual.

Por otra parte, los agregados monetarios más reducidos, como M1 y M2,
están creciendo a tasas muy moderadas, del orden del 4 por ciento, aunque
estos agregados están reflejando también desplazamientos --esta vez de
signo contrario-- desde los depósitos a la vista y ahorro hacia los
depósitos a plazo, que no están incluidos en dichas magnitudes.

El crecimiento monetario, desde el punto de vista de sus contrapartidas
de activo, refleja principalmente el comportamiento del crédito interno a
las administraciones públicas, cuyo crecimiento interanual es muy elevado
(del orden del 26 por ciento en mayo y cercano al 23 por ciento, con
datos provisionales, en junio). También esta variable se ha visto
condicionada por la evolución de los mercados financieros en los primeros
meses de 1995, que obstaculizó



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la colocación de valores del Estado a medio y largo plazo. De hecho, en
el segundo trimestre se ha producido una corrección muy significativa. El
crecimiento del crédito interno a las administraciones públicas, según
estimaciones provisionales, se situaría en torno al 4 por ciento en el
período abril-junio, frente a tasas superiores al 50 por ciento en el
trimestre anterior. Con todo, la financiación del sector público continúa
siendo la fuente principal de expansión monetaria. Un agregado financiero
amplio que recogiera todas las vías de captación de recursos de las
administraciones públicas, registraría un crecimiento interanual en torno
al 17 por ciento, según los últimos datos.

Por su parte, el crédito interno a las empresas y las familias continúa
en una senda de expansión moderada, con una suave tendencia a la
aceleración. Su crecimiento interanual en el período enero-mayo (último
para el que se dispone de datos) alcanza el 6,3 por ciento, dos puntos
superior al registrado en 1994. La tasa de crecimiento en abril y en mayo
del crédito interno a familias y empresas ha sido del orden del 8,2, 8,5
por ciento. Debe resaltarse que esta tasa es relativamente baja en
relación con la tasa cíclica de expansión en la que se encuentra la
economía española, lo que cabe atribuir, por una parte, al profundo
saneamiento financiero y al aumento de los recursos generados por las
empresas en los dos años anteriores, que les está permitiendo
autofinanciar gran parte de sus inversiones y, por otra, es debido
también a la expansión moderada del consumo de las familias.

En la evolución de los tipos de interés puede señalarse, como ya he hecho
notar, dos fases bien diferenciadas en el período transcurrido de 1995.

Los tipos de interés a corto plazo han seguido los movimientos del tipo
oficial de intervenciones del Banco de España, pero los tipos de interés
a medio y largo plazo determinados no por el Banco de España, sino por
los mercados, muestran una evolución más errática. En efecto, estos
últimos tipos a medio y largo plazo ya habían experimentado una fuerte
tendencia al alza a partir de los primeros meses de 1994. A partir de
diciembre del año pasado, esta tendencia volvió a acentuarse, al tiempo
que la peseta se debilitaba, reflejando una cierta sobrerreacción de los
mercados a la percepción de problemas políticos que, a su vez, podrían
obstaculizar la corrección de los desequilibrios que aquejan a la
economía española. En este contexto, las subidas de los tipos oficiales
de interés del Banco de España en enero y marzo no fueron suficientes
para despejar las incertidumbres que el comportamiento de los mercados
revelaba, en parte porque fueron interpretadas con movimientos defensivos
para sostener la cotización de la peseta y no como lo que eran: medidas
orientadas a prevenir el riesgo de una aceleración de los precios. Los
tipos de interés a diez años alcanzaron un máximo, a finales de marzo,
cercano al 12,5 por ciento, lo que representaba más de un punto de
aumento con respecto al nivel del cierre de 1994.

Sin embargo, a partir de ese momento se produjo una tendencia a la baja
de los tipos de interés en los plazos más largos, con algunas
oscilaciones, producto de los rebrotes de inestabilidad política o de la
aparición de los datos desfavorables de inflación en marzo y abril, a los
que antes me he referido. Esta tendencia ha persistido hasta el presente.

Actualmente, los tipos de interés a diez años se sitúan en torno al 11,6
por ciento, 11,53 cuando he dejado el Banco hace media hora, próximos a
sus niveles de finales de 1994.

Como resultado de ello y del alza de los tipos de interés a corto plazo,
la curva de rendimientos que presentaba una fuerte pendiente positiva se
ha aplanado de forma considerable, reflejando una cierta recuperación de
la confianza de los mercados en la capacidad de la economía española para
hacer frente a sus desequilibrios y proseguir la convergencia con las
economías más estables de Europa.

No obstante, he de destacar que, a pesar de la corrección reciente, nos
queda mucho todavía para recomponer plenamente la confianza de los
mercados. El diferencial de los tipos de interés a diez años con Alemania
se sitúa actualmente en 4,75 puntos básicos, después de una disminución
de en torno a medio punto con respecto al máximo alcanzado en el primer
trimestre del año. Ello supone que, aun en el momento actual, este
diferencial registra un aumento cercano a un punto con respecto al que
existía en diciembre de 1994 y de cerca de tres puntos con respecto a su
nivel mínimo en los primeros dos meses del año 1994.

También el tipo de cambio de la peseta se vio sometido a fuertes
presiones en los primeros meses de 1994. La tendencia a la depreciación
de la peseta frente al marco, que llevó a la devaluación de nuestra
moneda, reflejaba, en un contexto de intenso debilitamiento del dólar, el
mismo tipo de reacciones adversas de los mercados a las que antes me he
referido. De la misma forma que los tipos de interés a largo plazo
tomaron un curso más favorable a partir de mediados de marzo la peseta
experimentó una notable recuperación, hasta situarse en las últimas
semanas en torno a 87 pesetas por marco, desde niveles próximos a 94. Con
ello, la peseta se encuentra todavía depreciada frente al marco,
aproximadamente en un 3 por ciento con respecto a su cotización de
diciembre del pasado año. Pero, para valorar adecuadamente esta evolución
y sus implicaciones sobre la evolución futura de los precios, es preciso
contemplarla desde una perspectiva más amplia. Al propio tiempo que la
peseta se ha depreciado frente al marco y algunas divisas europeas, se ha
fortalecido de manera considerable frente a otras divisas importantes,
como la lira, la libra o, sobre todo, el dólar. Como resultado de todo
ello, el índice del tipo de cambio nominal medio de la peseta frente a
las divisas de la Unión Monetaria se encontraba en el mes de junio de
1995 exactamente en el mismo nivel que en diciembre de 1994, y el índice
frente al conjunto de los países desarrollados se había apreciado en
torno a un 1 por ciento. De esta manera, los potenciales efectos
inflacionistas de la depreciación de la peseta en la primera parte del
año se han corregido con su fortalecimiento posterior.

En resumen, desde mi anterior comparecencia ante esta Comisión la tasa de
inflación ha experimentado un avance considerable, que nos ha alejado más
de la tónica de estabilidad de precios que continúa dominando, aun con
pequeños repuntes, en el núcleo central de países de la Unión Europea.

Una importante parte de ese avance de los precios tiene un carácter
transitorio, pero también han actuado factores más duraderos que han
llevado al Banco de España,



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en cumplimiento de sus funciones en relación con la estabilidad de los
precios, a elevar, de nuevo, sus tipos de interés. Los mercados, tras las
graves perturbaciones del primer trimestre del año, han vuelto a cauces
de mayor tranquilidad, que han permitido una recuperación sustancial de
la peseta. Los tipos de interés a medio y largo plazo continúan
mostrando, sin embargo, elevados grados de incertidumbre referidos,
principalmente, al futuro de la política de consolidación fiscal y de
reducción de nuestro elevado déficit público.

Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: ¿Grupos que desean intervenir?
Como SS. SS. conocen, este tipo de comparecencias se rige por el artículo
203, en el que, después de la intervención oral del compareciente, en
este caso el Gobernador del Banco de España, los representantes de cada
Grupo Parlamentario, por diez minutos, pueden fijar sus posiciones. Sus
señorías saben que la Presidencia en este tipo de comparecencias suele
ser flexible y magnánima con los tiempos. Pediría a los portavoces que
colaboren con la Presidencia para que, dentro de la flexibilidad, podamos
encontrar el justo equilibrio entre la equidad y el respeto al
Reglamento.

En primer lugar, por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra el
señor Montoro.




El señor MONTORO ROMERO: Señor Presidente, señor Gobernador del Banco de
España, señorías, la comparecencia del señor Gobernador del Banco de
España ante la Comisión de Economía constituye el cauce previsto en la
Ley de Autonomía del Banco de España para el rendimiento de cuentas de la
autoridad monetaria ante el poder legislativo, que es un rendimiento de
cuentas caracterizado a partir de lo que es la propia virtud de la
autonomía. El Banco de España en estos momentos es el propietario de una
rama muy importante de la política económica, me refiero a la política
monetaria, una rama poderosa en cuanto a sus efectos y, en definitiva,
una rama de política económica que tiene que ejercer la acción que le
corresponde en situaciones económicas como la que estamos viviendo.

La comparecencia del señor Gobernador del Banco de España se produce en
unas circunstancias que podemos, cuando menos, calificar de especiales y,
sin exagerar, también podemos calificar de bastante difíciles para
nuestro país, tanto en términos económicos como en términos políticos.

Las dificultades nacen de lo que pudiéramos llamar unas circunstancias de
ámbito o de orden interno. Me refiero a que el Banco de España está
ganando esa autonomía en las decisiones que va adoptando en su quehacer
del día a día, y es importante que el Banco de España continúe en esa
senda de confirmar la autonomía y, en definitiva, de ganar credibilidad
como institución realmente autónoma, fuera de las injerencias del poder
ejecutivo. Esta ligazón, esta relación tan directa entre la autonomía del
Banco de España y la credibilidad de la institución, es fundamental para
que España pueda contar con una política monetaria realmente eficaz y que
a partir de ahí podamos contar con una colaboración de esa rama poderosa
de la política económica para corregir nuestros principales problemas
económicos. Pero también es cierto que tenemos dificultades evidentes en
la aplicación de la política monetaria moderna, dificultades que ya hemos
tratado suficientemente en sesiones anteriores de esta Comisión; ya nos
hemos referido continuamente a lo que significan los cambios en los
mercados financieros, no ya las inestabilidades, sino los cambios, las
innovaciones financieras, las consecuencias de esa apertura de la libre
circulación de capitales, las consecuencias, en definitiva, de un nuevo
orden financiero que se está estableciendo y que está complicando
extraordinariamente el buen quehacer de la política monetaria moderna.

Tanto es así que un informe que el Banco de España nos remitió hace unos
días versa, se construye sobre un análisis de la situación económica en
primer lugar, a continuación se dedica fundamentalmente a la inflación y
sólo al final del informe se trata, no digo de tapadillo, pero sí de una
manera secundaria, de una forma un tanto marginal, la evolución de las
propias magnitudes monetarias. Ello es representativo de cómo hoy día
tenemos que enjuiciar o valorar la política monetaria.

El señor Gobernador, en su intervención verbal ante esta Comisión, ha
insistido en la primera característica, en la primera variante respecto
de lo que fue su intervención anterior en el seno de esta Comisión, y esa
característica, esa variante, es la negativa evolución de los precios en
nuestra economía, que está condicionando las acciones de política
monetaria y está llegando a convertirse en una severa, en una seria
amenaza para el crecimiento de nuestra economía y, en definitiva, para la
creación de empleo y para el aumento y la mejora del bienestar de los
españoles.

Pero, sin duda alguna, antes de abandonar este capítulo de dificultades
de la acción de la política monetaria en nuestro país, tengo que
referirme al contexto político en el que se está produciendo esta acción
de política monetaria. ¿Por qué he de hacerlo así? Pues porque estamos
ante una crisis política del Gobierno socialista que está mermando
fundamentalmente la credibilidad del conjunto de la política económica, y
eso desplaza la responsabilidad hacia la política monetaria. Es decir,
ante una pérdida de credibilidad del conjunto de la política económica,
ante una falta de apoyo de las otras políticas económicas --me refiero a
la presupuestaria y a la política de reformas estructurales--, la
política monetaria tiene que suplir esa carencia recurriendo a cubrir esa
laguna de falta de credibilidad con una acción presta, decidida y que en
ocasiones no será bien comprendida ni bien aceptada por el conjunto de la
sociedad, pero sin ese fallo de credibilidad de la política económica de
conjunto que se está produciendo, un fallo, insisto, derivado de una
crisis política del Gobierno socialista, no se entiende realmente lo que
es la aplicación de la política monetaria en nuestro país.

A ese respecto, el Grupo Popular quiere hacer manifestación pública de su
rechazo a las declaraciones que a finales del mes de mayo hizo el
Ministro de Economía, el señor Solbes, aconsejando al Banco de España que
no subiera los tipos de interés porque --decía-- no veía razones
objetivas para ello. Esas declaraciones tuvieron lugar en



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un marco previo a unas decisiones muy importantes del Banco de España,
fueron mal interpretadas dentro y fuera de nuestras fronteras y restaron
credibilidad a la institución, al Banco de España, como apareció así
denunciado no sólo en artículos en la prensa nacional, sino en los
principales periódicos económicos de orden internacional.

El Banco de España ha tomado decisiones muy graves en los últimos meses,
el señor Gobernador ya se ha referido a ellas, y ha tomado una decisión
muy grave en la misma línea, y me refiero, obviamente, a la subida de los
tipos de interés, una decisión que antes he dicho que no será bien
comprendida ni bien aceptada por la sociedad española, porque sin duda
alguna perjudica al crecimiento económico y a la creación de empleo, o
sea, no podemos ver como un acontecimiento satisfactorio, con una actitud
complaciente, la subida de los tipos de interés. El Grupo Popular
entiende que la subida de tipos de interés es una amenaza para la
continuidad del crecimiento económico y para la creación de empleo, pero
también entiende que la decisión que ha tomado el Banco de España de
subir los tipos de interés viene exigida por la negativa evolución de los
precios en nuestro país, por las tensiones inflacionistas que hemos
vivido en los primeros meses, que constituyen uno de los problemas
fundamentales de la economía española, tal como se denuncia en el informe
que ha remitido el Banco de España a esta Cámara. Las expresiones de ese
informe son bastante claras, bastante contundentes, al calificar a la
inflación como el principal problema, el principal desequilibrio que
tiene nuestro país. Nosotros no nos atrevemos a tanto, lo pondríamos en
clara competencia con la presencia de un déficit público importante en
España.

Desde el Grupo Popular también vemos de forma preocupante la evolución de
los precios, porque esa evolución de los precios a lo que nos lleva es a
una asignación deficiente de recursos en nuestra economía, provoca
situaciones de grave injusticia social y hace que la moderación salarial
que se estaba aplicando en España sea un hecho que no conduzca a un mayor
bienestar de los españoles. En definitiva, la alta inflación está
perjudicando la evolución de la renta disponible de las familias y está
llevándonos a una pérdida del bienestar colectivo. Además, la alta
inflación está causando una pérdida de competitividad de nuestra economía
frente a la que ya no podemos reaccionar con nuevas pérdidas de valor de
la peseta, la alta inflación es una causa de divergencia con la Unión
Monetaria Europea. A este respecto tenemos que citar esa divergencia a
través de la inflación como causa también de otras divergencias, como
puede ser la divergencia en tipos de interés o la divergencia en la
estabilidad de la moneda. Un país que cuenta con una alta inflación
comparada con sus socios comerciales no puede merecer la estabilidad de
su moneda. En definitiva, la alta inflación perjudica los Presupuestos
del Estado, presiona al alza al gasto público y está causando, a su vez,
nuevos problemas de déficit público, que igualmente son la razón o la
causa de mayores tensiones inflacionistas. Por tanto, la subida de tipos
de interés es una acción exigida por las tensiones inflacionistas en
nuestro país, pero es también un mal necesario. Para calificar este
extremo, puesto que no lo vamos a encontrar suficientemente claro ni en
las páginas del informe ni en las palabras pronunciadas en su
intervención por el Gobernador, tenemos que formular la siguiente
cuestión al Gobernador del Banco de España: ¿Cree el señor Gobernador que
es sostenible el objetivo que se fijó el Banco de España a comienzos de
año de que la economía española registre en los primeros meses de 1996
una tasa de inflación entre un tres y medio y un cuatro por ciento, a
raíz del crecimiento de los precios de los primeros meses de 1995? ¿Esta
presión inflacionista no ha sido suficiente como para variar las
previsiones del Banco de España? En definitiva, ¿no estamos asistiendo a
una presión de los tipos de interés motivada por la necesidad de
reaccionar ante un cambio en el objetivo de inflación que se ha
programado el Banco de España?
También entendemos que la subida de los tipos de interés ya no es sólo
una decisión del Banco de España, e incluso entendemos que ni siquiera en
las circunstancias presentes es una decisión principal o primaria del
Banco de España. Entendemos que quienes están imponiendo altos tipos de
interés a la economía española son los mercados financieros tanto
internacionales como nacionales. Esos mercados que están juzgando y
sentenciando, día a día, la credibilidad de un país, la credibilidad de
una economía, la capacidad de sus autoridades económicas a la hora de
corregir sus desequilibrios básicos y a la hora de corregir sus defectos
estructurales. En este sentido, tenemos que lamentar que los vaticinios
de los mercados sean negativos con respecto a la evolución de la
inflación en nuestro país, puesto que, como el señor Gobernador sabe,
prácticamente todos los analistas de los mercados estiman que la
inflación en España en el año 1995 no se va a alejar mucho de un cinco
por ciento, en el mejor de los casos. Esos mercados siguen vaticinando
una subida de tipos de interés en España porque están concediendo un
estimable valor a lo que el propio informe del Banco de España que ha
sido remitido a esta Comisión llama factores políticos, que, por
supuesto, no son otra cosa que la sucesión de escándalos derivados del
abuso de poder que se ha producido en nuestro país y que, en definitiva,
está redundando negativamente y está haciendo que padezcamos una prima de
riesgo que no abandona esa cota de los 500 puntos básicos. Obviamente, a
partir de esa altísima prima de riesgo, es comprensible la mayor
estabilidad de la peseta, pero no es ése el sistema de mantenimiento de
un valor de la peseta en el sistema de cambios del Sistema Monetario
Europeo; no debe ser ése el baluarte de la estabilidad de la peseta.

En relación con la evolución de la economía, queremos aprovechar la
presencia del Gobernador para, en primer lugar, agradecerle lo que ha
sido la estimación novedosa que no aparece en el informe por escrito,
pero que ha tenido a bien hacernos esta mañana, una estimación del
crecimiento de la economía española que el Gobernador ve no yendo a más,
sino ralentizándose en el entorno del tres por ciento. El Gobernador
insiste en que el Banco de España estima para este año un crecimiento de
la economía española del orden del tres por ciento.

Una característica de ese crecimiento es realmente que no estamos ante
una recuperación del consumo privado.




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Eso se defiende como un hecho favorable en los sucesivos informes
elaborados por el Banco de España, y sin duda lo es, porque de esa manera
lo que hacemos es no tensionar aún más los precios de la economía
española.

Pero también hay que ver otros aspectos negativos de la situación
económica que estamos viviendo. Esos aspectos negativos los resumiría de
la forma siguiente. Si la economía española crece un tres por ciento, si
ése es el modelo óptimo al que podemos aspirar, si eso nos lleva a una
tasa de crecimiento del empleo como la que estamos registrando en los
primeros meses del año, ¿cuánto tiempo vamos a tardar en España en
reducir la tasa de paro a niveles comparables a los de comienzos de los
años 90? ¿Cuánto tiempo vamos a tardar en situar la tasa de paro de
nuestro país entre un 16 y un 17 por ciento? Dicho de otra manera, ¿es
que España no puede aspirar a tener un crecimiento económico superior a
un tres por ciento? ¿Es que España tiene un óptimo en ese tres por
ciento? ¿Es que una economía con una tasa de paro tan elevada y una
infrautilización de recursos tan importante no debe hablar con propiedad
de que tiene un potencial de crecimiento económico muy superior a ese
tres por ciento? Recuerdo a este respecto la estimación de la OCDE. La
OCDE, en sus recientes previsiones económicas, establece una estimación
del potencial de crecimiento de la economía española de un 5,5 por
ciento, es decir, tasa de crecimiento que podría conseguirse sin
tensiones inflacionistas si se hicieran bien las cosas internamente en la
economía española, cosa que, obviamente, no está ocurriendo en estos
momentos.

Si queremos reconocer el realismo de estas cifras en niveles de
crecimiento como los que yo he citado, en niveles de crecimiento que
parecen altos y que a algunos nos parecen realmente alcanzables, tomemos
el ejemplo de Irlanda. Ahí tenemos un miembro de la Unión Europea que
está registrando tasas de crecimiento de un seis por ciento, con unos
niveles de inflación realmente moderados y con una reducción del déficit
público verdaderamente importantes. Es decir, hay quien hace los deberes
en casa y recoge los frutos en forma de una alta tasa de crecimiento en
países que, como España, siguen guardando un gran potencial de
crecimiento. Con esto lo que quiero decir, y en lo que el Grupo Popular
quiere insistir, es que una tasa de crecimiento del tres por ciento es
una tasa insuficiente. No podemos recrearnos, no podemos complacernos en
el registro de unos crecimientos como los que estamos registrando porque
esos crecimientos no son percibidos por la mayoría de la población
española. La mayoría de los españoles no se enteran de que existe ese
crecimiento de la economía, y el crecimiento económico no puede ser una
variable reservada a técnicos y a especialistas, sino que tiene que ser
una realidad social, una realidad económica que se haga patente en una
mejora del bienestar.

Nosotros discrepamos cuando, por ejemplo, el Banco de España habla de que
es aconsejable que el consumo privado no se recupere. Eso depende de
dónde venga la recuperación de la renta disponible de la economía
española. Si viene de una mayor creación de empleo, lo que se puede
conseguir realmente en España es que con esos ritmos de crecimiento como
los que estamos registrando se registre, a su vez, un mayor aumento de
empleo. Eso mejoraría la renta disponible y hay que mejorar la renta
disponible por otras vías, como es la moderación de los impuestos y la
reducción de la inflación a partir de la mejora de las expectativas, en
vez de citar causas como, por ejemplo, la recuperación de los beneficios
empresariales. Si las empresas mejoran su beneficio se dice que eso
provoca tensiones inflacionistas; eso será siempre bajo la hipótesis de
que las empresas tienen demanda suficiente, porque, si no tienen demanda
suficiente, nunca se podrá producir una recuperación de beneficios, por
otro lado a mayores precios,y eso nos devuelve otra vez a la premisa de
la evolución del consumo privado.

Hay otras causas de la inflación que seguramente se han hecho presentes
en los primeros meses de este año, como es el efecto de la sequía y su
impacto sobre la evolución de los precios de la alimentación o la
depreciación de la peseta frente a alguna de las monedas de los países
con los que principalmente comerciamos. Hay causas como la presión
ejercida por una política presupuestaria que no se estás corrigiendo en
el año 1995 al ritmo que sería necesario conseguir en nuestro país y a
ese respecto --y aunque el Gobernador en sus palabras de esta mañana ha
corregido la laguna-- hemos advertido una laguna de valoración en el
informe que nos ha remitido, donde no se habla de la presencia de un
déficit público como causa de esa inflación; no se habla del
comportamiento de la ejecución presupuestaria como causa de esa
inflación.

El Gobernador del Banco de España lo ha dicho esta mañana con toda
nitidez, pero le quiero recordar las palabras que pronunció en su
discurso de presentación del informe anual ante el Consejo de Gobierno
del Banco de España como parece reflejado en la página 11, donde destacó
la siguiente idea: El Banco de España insistió --está hablando de su
planteamiento ante los presupuestos de 1996, y vuelvo a citar
textualmente-- en la necesidad de que la ejecución del presupuesto
aprobado para 1995 fuese muy estricta y que se abordasen con decisión las
reducciones del déficit previstas para los años siguientes. Sólo así se
podría retener la confianza de los mercados, evitar los problemas de
financiación y de refinanciación de una deuda en rápido aumento, deducir
los efectos negativos sobre la inflación y el crecimiento y conjugar los
efectos perturbadores, ya bien conocidos, de la combinación de una
política fiscal expansiva y de una política monetaria de signo
estabilizador.

La pregunta que queremos hacer esta mañana al señor Gobernador es si el
Banco de España está satisfecho con el discurrir de los Presupuestos
Generales del Estado que están, en definitiva, recurriendo a ingresos de
privatización para solventar el problema del déficit público del año
1995. Esta es una mala vía, es un mal recurso para conseguir la
estabilidad de los presupuestos, para corregir la estabilidad de los
presupuestos, para corregir el déficit público, aparte de que no es un
recurso válido a efectos de valoración del déficit público, según
criterios del Tratado de la Unión Europea, según criterios del Tratado de
Maastricht.

En definitiva, la pregunta es: ¿se siente el Banco de España cómodo con
el «mix» de política fiscal y monetaria



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que se está ejerciendo en nuestro país en estos primeros meses?
Quisiéramos que nos dijera cuál es su valoración de lo que ha sido el
efecto de la subida de los impuestos indirectos que, como el propio Banco
de España reconoce en el informe anual, tiene el principal riesgo de
incorporarse a expectativas de los agentes económicos que entenderían que
no estamos ante circunstancias especiales o coyunturales de tensión de
precios, sino que estamos ante una consideración de unas expectativas que
son amenazantes para la evolución futura de los precios.




El señor PRESIDENTE: Vaya concluyendo, señor Montoro.




El señor MONTORO ROMERO: Sí, señor Presidente.

También hemos echado en falta en el informe la reclamación de reformas
estructurales. No lo hemos echado en falta en las palabras del Gobernador
en su discurso ante el Consejo de Gobierno del Banco de España y no lo
hemos echado en falta en el informe anual del Banco de España del año
1994. Obviamente, no hemos echado en falta la reclamación, pero sí hemos
echado en falta este último aspecto; un último aspecto que es fundamental
para reducir las tensiones inflacionistas; un último aspecto, decía en
definitiva, que habla de la falta de flexibilidad de nuestros mercados y
nuestros sectores económicos principales, que es lo que está explicando
en buena medida la inflación en España. Porque un país en el que no se
recupera la demanda de consumo no puede encontrar otra explicación para
las tensiones de precios tan elevados como los que está viviendo en otra
fuente que no sea ésta: la mala formación de los precios que se sigue
registrando en una economía como la actual, mala formación, que además se
percibe claramente en el sector servicios, en el sector industrial y, en
definitiva, en un mercado de trabajo que sigue funcionando
deficientemente.

Una última cuestión que formulo al señor Gobernador del Banco de España
es que nos diga su valoración sobre la convergencia de la economía
española con la Unión Económica y Monetaria de Europa; que nos diga el
grado de satisfacción del Banco de España con la evolución de esa
convergencia en los primeros meses del año 1995; su valoración sobre si
estamos haciendo los deberes en España y si los estamos haciendo al ritmo
que nos marca el calendario de la Unión Económica y Monetaria de Europa,
ritmo que, sin duda alguna, es exigente, puesto que el calendario de
nuestra incorporación a la tercera fase de la Unión Monetaria Europea es
exigente.

Todo tiene que ver con lo que estamos tratando esta mañana, porque, en
definitiva, la inflación es un criterio de convergencia fundamental, como
antes, en la primera parte de mi exposición, he destacado
suficientemente, del que dependen los otros criterios, hasta cierto
punto.

Acabo con una valoración final, y es que, en primer lugar, el Grupo
Popular quiere insistir en que momentos, en circunstancias políticas
complejas, delicadas, difíciles como las que estamos viviendo quiere
reafirmar su convicción en la autonomía del Banco de España, tenemos que
seguir progresando en esa autonomía, tenemos que ganar credibilidad por
parte del Banco de España como institución autónoma independiente del
poder político.

En segundo lugar, el Grupo Popular se muestra crítico con la subida de
tipos de interés; ve con preocupación esa subida de tipos de interés,
porque realmente esa subida de tipos de interés va a cercenar el
crecimiento de la economía española y de hecho va a ser realmente
imposible que la economía se acerque a su potencial de crecimiento
mientras persistan unos tipos de interés tan elevados en términos reales
como los que estamos registrando. Entendemos, como ya he explicado
suficientemente, que esa decisión era necesaria por parte del Banco de
España a raíz de los problemas de precios que se estaban originando, pero
tenemos que juzgarla --como antes la he calificado-- como un mal
necesario que va a impedir el crecimiento de la economía si se mantiene
en las cotas actuales.

En tercer lugar, y juzgando la situación económica, vemos que la
persistencia de desequilibrios básicos, como en este caso la inflación de
las cotas actuales, la persistencia de defectos estructurales de nuestra
economía en niveles de rigidez, de falta de eficiencia en su
funcionamiento y el asentamiento de expectativas negativas en los agentes
económicos para la próxima evolución de la inflación (expectativas que,
además, tienen bastante que ver con la crisis política, con factores
políticos, expectativas que, en sí mismo, constituyen una amenaza para la
propia recuperación económica), son riesgos que pueden obstaculizar la
consecución de un mayor bienestar económico y el éxito de la economía
española en su convergencia europea.

A este respecto, lo que también tenemos que advertir es que, si no se
modifican todas estas circunstancias, si no se modifican realmente los
elementos que acabo de citar (en definitiva, la presencia de esos
desequilibrios básicos, la existencia de esos defectos estructurales) y
si no se corrigen esas expectativas de los agentes económicos, nuestros
pronósticos sobre los tipos de interés son bastante lamentables, bastante
tristes y seguiremos asistiendo en el futuro a una tensión de nuestra
autoridad monetaria que deberíamos verla liberada.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo de Izquierda Unida, tiene la palabra el
señor Frutos.




El señor FRUTOS GRAS: Encuentro cada vez más difícil intervenir en
relación a la actuación del Banco de España. Por eso voy a ahorrar
bastantes palabras y voy a ser bastante conciso.

Me disculpo porque seguramente tendré que ausentarme antes de que el
señor Rojo me dé su respuesta, por compromisos adquiridos antes de esta
convocatoria, pero he querido estar aquí presente para escuchar sus
palabras.

Su informe, señor Rojo, refleja lo que hay, y además, lo refleja bien,
según las políticas que se están realizando. No creo que puedan ustedes
reflejar desde el Banco de España otra cosa que la realidad que se
expresa. No nos podría usted plantear otra cosa ni aunque fuera usted
«supermoney», ni aunque tuviera la voluntad, a través de los flujos
financieros, de una política de tipos de cambio, de hacer



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otra cosa, porque la realidad de la producción, la realidad del mercado
de trabajo es la que es y no puede ser de otra forma.

La elevación de los tipos de interés es, pues, la «solución» --entre
comillas--, cuando fallan las demás soluciones, entre ellas la solución
que debería venir por unas tasas de inflación más bajas; tasas de
inflación que continúan siendo altas, elementos transitorios, por una
parte --como ha dicho usted--, pero, luego, hay elementos estructurales
de fondo que están imbricados, relacionados, interrelacionados con todo
lo demás, que es lo que yo quiero exponerle muy brevemente.

¿Qué es lo que yo quiero exponerle? Pues que debe de haber más empleo.

Usted puede decirme: Cómo; no es ése el debate; ya lo hemos dicho; se
sabe nuestra posición. Se califica que nuestra posición está en otra
galaxia, pero en ella planteamos algunas cuestiones, algunas
alternativas, algunas propuestas.

Naturalmente, debía de estar ligado a que haya más empleo, más consumo y
más sostenible; es decir, crecimiento sostenible. ¿Por qué? Porque
pensamos que nuestra economía tiene un gran margen, y estoy hablando
desde el punto estricto del desarrollo de nuestra economía, en trabajar
sobre cosas que no se han tocado; elementos emergentes de la economía
mundial, de la economía de nuestro país que no se tocan, que no se
inspeccionan. Y, además, para colmo, se está en un proceso prácticamente
de liquidación del sector público como motor, desde la Administración,
para intentar activar, impulsar al conjunto de la economía. Las políticas
que se están aprobando estos días, las mociones que se aprobaron ayer, en
relación al sector público, independientemente de retóricas, son
políticas que van en el sentido de que cada vez haya menos instrumentos
desde lo colectivo para hacer determinadas políticas, para inducir
determinadas políticas del sector privado.

Hay menos seguridad por parte de la gente, y ustedes lo saben mejor que
yo, en el presente, tener un puesto de trabajo mínimamente estable, y
sobre todo en el futuro que no se ve. Y la inseguridad no es el mejor
caldo de cultivo para hacer las cosas bien hechas y para, además de
hacerlas bien hechas, intentar que el trabajador, el asalariado tenga más
confianza. Podríamos hablar de que los pequeños empresarios y
trabajadores autónomos, a partir de que tengan más confianza en su
presente y en su futuro, tengan la capacidad de ser más creativos en todo
lo que se aborda, desde el punto de vista del pequeño empresario, del
trabajador autónomo o desde el punto de vista del trabajador asalariado,
al que yo supongo, porque además lo he sido prácticamente toda mi vida,
que tiene una responsabilidad y una corresponsabilidad con el producto
que se hace o con el servicio que se da.

La política de los tipos de interés y cambio, como elemento central de
todas las políticas económicas, es un imperialismo que impone el dinero
frente a la producción real, realizada con sabiduría social. Por eso le
he dicho que el Banco de España no puede hacer otra cosa porque está en
la órbita, en el magma fluido de una realidad que es imperativa, que se
impone a nivel europeo, a nivel internacional y, naturalmente, al nivel
de España.

Yo sé que algunos políticos, economistas muy sesudos, que se equivocan
muy frecuentemente o que aciertan cuando ya se ha producido... (y no
estoy hablando de usted, estoy hablando en general; también nos pasa a
los que no somos economistas), miran con condescendencia cuando decimos
cosas como las que estoy diciendo yo, porque dicen que esto es hacer
ideología, que no es tener en cuenta la política real, la economía real,
lo que pasa, las macromagnitudes de la economía, etcétera. Lo tenemos en
cuenta, pero intentamos relativizarlo y no darle la categoría de nuevo
becerro de oro que es el que, en este caso, se impone sobre la producción
real; es decir, los bienes y servicios que somos capaces de crear
utilizando todas las tasas de actividad posibles de una sociedad,
procurando que haya poca gente desempleada; procurando que la gente tenga
una seguridad, etcétera, que son elementos que nos parecen a nosotros que
son los centrales para tener una economía que luego repercuta
favorablemente sobre macromagnitudes, como la inflación, que ayuden a
superarlas.

Para terminar, quiero decirle que todo el «stablishment» político y
económico proclama los tipos de interés como el principal instrumento de
la política económica, con total menosprecio, falta de atención, de
sensibilidad hacia lo que representan los trabajadores en firme,
trabajadores en precario, parados, empresarios con vocación de ejercer de
empresarios, de crear riqueza socialmente útil, de crear empleo,
etcétera; en definitiva, todo lo que es un país.

Debo decirle que valoro lo que es su actuación al frente del Banco de
España, relacionándolo ya con la autonomía que se aprobó el año pasado en
este Parlamento a través de la ley del Banco de España. Pero yo no creo,
en nuestro Grupo lo creemos cada vez menos, en la autonomía entre el
dinero y la política. Pensamos que las decisiones políticas deben ser
decisiones que tengan en cuenta todos los elementos técnicos de cualquier
situación, pero, al mismo tiempo, se tienen que hacer opciones políticas
en momentos determinados a los cuales los elementos técnicos se deben
subordinar.

A mí no me sirve esta especie de otro becerro de oro que el señor Montoro
señala siempre en sus intervenciones de que los mercados financieros son
y serán los únicos que determinarán... Entonces yo creo que sobramos un
poco. Valdría más que cerráramos el Parlamento y dejáramos a cuatro
técnicos que se ocuparan de que haya un buen funcionamiento de las
finanzas y de la economía, en relación a los mercados financieros
internacionales, a que lo asignen todo. Yo creo que las decisiones
políticas deben presidir --y también en el PP, si tienen vocación de
gobierno-- cualquier actuación en el terreno económico, en el terreno
financiero. Esta idolatría ciega hacia los mercados financieros la verdad
es que me aterroriza, porque prácticamente deja marginados al resto de la
sociedad, y el resto de la sociedad somos unos cuantos miles de millones.

Esto lo están diciendo en este momento economistas que para mí pueden
tener un nivel importante de influencia en las cosas que ocurren, pero
que, al mismo tiempo, tienen un nivel de conocimiento bastante
importante. No me refiero a los «Chicago boys», que son a los que se
puede



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referir el señor Montoro. Yo me refiero a otros economistas que tienen un
peso y no quiero citar a las vacas sagradas del keynnesianismo, sino a
otros economistas que están mirando las cosas que ocurren en el mundo con
menos religiosidad hacia el mercado, como rey y dictador absoluto, que
intentan mirar otras realidades que tiene el mundo, como son las
realidades culturales, sociales y económicas que tienen que ver con la
producción de bienes de servicio, etcétera.

En definitiva, cuando se impone la libertad total de capitales, la
desregulación, la deslocalización de empresas, de sectores económicos que
han estado localizados en determinados lugares, cuando hay cotas de
investigación y desarrollo bajísimos --y estoy hablando en concreto de
nuestro país--, poca seguridad en un puesto de trabajo y una tasa de
actividad tan baja con todo lo que representa en relación al consumo, no
me extraña que nos encontremos con que el Gobernador del Banco de España
tenga que venir aquí a hacer una valoración escueta, al mismo tiempo muy
centrada en los problemas que están ocurriendo, porque la realidad que
está ocurriendo --la que explica el Gobernador del Banco de España-- está
fundamentada en políticas económicas que, a nuestro entender, han
representado ya fracasos sociales o socioeconómicos importantes y
continuará representándolos.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Catalán (Convergència i Unió), tiene la
palabra el señor Homs.




El señor HOMS I FERRET: Muchas gracias, señor gobernador, por su informe.

Desde nuestra responsabilidad política podemos compartir el diagnóstico
de la situación económica que nos ha expuesto aunque, a mi juicio, podría
usted haber dicho muchas más cosas. Ello no implica que podamos aceptar
complacientemente la actual realidad que presenta esta situación
económica y mucho menos podemos admitir resignadamente que ante esta
situación no pueda ofrecerse un conjunto de actuaciones y medidas de
política económica y de Gobierno más importantes y que permitan corregir
los actuales problemas e insuficiencias, transmitiendo de esta forma a
los agentes económicos y a la sociedad en general una mayor seguridad y
confianza para superar los problemas que hoy tenemos, especialmente el
del paro.

No basta con indicar objetivos y prioridades o directrices, consideramos
que se puede hacer más y mejor de lo que estamos haciendo. Tenemos la
obligación, así lo entiende nuestro grupo parlamentario desde nuestra
posición política y nuestra responsabilidad política, de exigirnos más y
mejor en materia económica.

Constatamos una excesiva relajación y una falta de iniciativa para que se
afronten con mayor intensidad las situaciones actuales, relajación que
está invadiendo la actuación del Gobierno. (Rumores.--Pausa.) Me he
detenido porque la expresión siguiente iba dirigida a usted. Decía que
constatamos una excesiva relajación en la iniciativa del Gobierno para
afrontar actuaciones y dirigirse a la situación económica, y no
quisiéramos extenderla al Banco de España; pero en el ámbito económico
creemos que estamos perdiendo tiempo. Quisiera conocer su opinión y si
comparte esta primera constatación. Estamos perdiendo tiempo y no
deberíamos, porque, como usted conoce muy bien, el proceso de la Unión
Económica y Monetaria, al que irreversiblemente estamos vinculados, nos
impone unas condiciones y exigencias que no nos permiten relajarnos en
materia económica. Lo cierto es que las mayores energías e iniciativas
que en estos momentos se observan en el ámbito político, se están
dirigiendo más, señor gobernador, a la confrontación política, a la lucha
por el poder y a su resistencia que a afrontar con mayor eficacia los
retos económicos, sociales y tecnológicos que están afectando a nuestra
sociedad. Este tiempo que no podemos perder, es el mismo que tienen
nuestros principales competidores europeos, especialmente países como
Alemania, Japón y Estados Unidos. Nuestras debilidades, nuestros errores
y nuestros retrasos son siempre bien aprovechados por otros países que
avanzan posiciones en nuestros ámbitos, difícilmente recuperables para
nosotros.

He escuchado su informe. Desde la perspectiva técnica es un informe
correcto, pero permítame le diga que es un informe suave, tímido, quizá
restrictivo, aunque coherente con la política monetaria que está
aplicando y que comparto. Podía haber dicho más y espero que diga más.

Esperamos que se pueda hacer más, y desearíamos que se hiciera más ante
la actual situación económica.

Ha indicado en su exposición que en los últimos meses la economía
española ha continuado su ritmo de crecimiento. Estamos de acuerdo, pero
podríamos tener un mayor crecimiento. Ha hecho usted unas estimaciones,
pero con tasas de inflación del 5 por ciento, y un déficit del 5,9 es
aconsejable ser prudentes al lanzar estrategias económicas a unos
crecimientos demasiado elevados. Con el 5 por ciento de inflación y un
déficit del 5,9 del PIB, hay que ser prudentes.

Quiero recordar, porque ha habido algunos portavoces que me han precedido
que no lo han constatado, que nuestra posición política parte de esta
premisa inicial: la economía en proceso de recuperación. Hoy la situación
económica no es, ni mucho menos, la de junio de 1993. Se está creciendo a
tasas alrededor del 3 por ciento y se está creando empleo. Esta es una
constatación que comparto con usted, señor gobernador, que es muy
importante y políticamente hay que reconocerlo.

Quiero recordar a la comisión que desde junio de 1993, cuando se
celebraron las últimas elecciones generales, han transcurrido sólo dos
años. Entonces la economía española se encontraba inmersa en una
situación crítica. En aquellos momentos estaba en su nivel más profundo.

En 1993 el producto interior bruto experimentaba crecimientos negativos,
se redujo el 1,1 por ciento, el peor comportamiento de la reciente
historia de la economía española; el paro llegó a 3,6 millones de
personas, con destrucción de 422.000 puestos de trabajo; y el déficit
público de todas las administraciones públicas se elevó al 7,3 por ciento
del PIB, un porcentaje jamás obtenido. Dos años más tarde, la situación
ha cambiado. La economía ha iniciado un proceso de reactivación a la que
ha contribuido, de manera muy positiva, la nueva orientación de la
política económica



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impulsada por mi grupo parlamentario, Convergència i Unió, y por el
Gobierno, sin duda. Pero si hoy afirmamos que hay bases suficientes para
continuar esta recuperación que es cierta, con la misma contundencia,
señor gobernador, queremos transmitirle que la economía española presenta
importantes desajustes, importantes deficiencias, importantes
problemáticas que nos exigen responsablemente unas mayores y más intensas
actuaciones para superar estos problemas. Hoy somos más autoexigentes,
porque podemos serlo.

La situación económica nos presenta un contexto general para poder dar un
paso adelante más intenso y más exigente. Queremos transmitirle nuestra
convicción de que nos parece que hoy podemos hacer más de lo que estamos
haciendo. Se podría aprovechar más el tiempo que tenemos y no relajarnos
ante la situación actual.

Ha presentado también en su exposición, señor gobernador, el análisis de
la inflación, del crecimiento de los agregados monetarios, ha analizado
la evolución de los tipos de interés, ha dado unas conclusiones finales,
pero ha hablado poco del déficit público. Yo le invito a que en su
réplica se extienda un poco sobre la problemática del déficit público. Ha
analizado poco la magnitud déficit público cuando es la clave de la
situación en estos momentos.

Ha dicho y compartimos con usted que es necesario profundizar y continuar
el proceso de descenso de la inflación. Para ello es necesario reducir el
déficit público --así ha concluido su informe-- y corregir, también a
nuestro juicio, la falta de competencia en muchos mercados en los que,
como dice su informe, aunque no recuerdo haberlo escuchado en su
intervención, las subidas de precios se perpetúan con gran facilidad. Hay
que reducir el déficit público y hay que hacer reformas estructurales en
sectores en los que la subida de precios está excesivamente estabilizada.

A la vez y en la medida que se avanza en la contención del déficit
público y en las reformas estructurales de determinados mercados, hay que
reducir los tipos de interés. Nuestro grupo quisiera transmitirle en ese
punto la contundente posición de que tampoco podemos prever a corto plazo
una consolidación y una superación de los problemas económicos que
tenemos, si no se reducen los tipos de interés en nuestra economía. Con
los tipos de interés que tenemos quizás controlemos la inflación, pero no
vamos a reducir el paro y el objetivo último de toda la política
económica que hay que impulsar debe permitirnos llegar a reducir las
tasas de paro.

Ha dicho que hay un elevado diferencial de tipos de interés en relación
con otros países de la Unión Europea, y eso nos lleva a ser muy exigentes
en reducir dichos tipos de interés. Somos conscientes de que el avance en
la contención y la reducción de los tipos de interés debe ir a la par que
el esfuerzo de contención y de reducción del déficit público y la
aplicación de reformas en determinados mercados que todavía experimentan
demasiadas alzas en sus precios.

Quiero transmitirle, señor Gobernador, que desde Convergència i Unió y
nuestro grupo Parlamentario siempre hemos defendido la necesidad de
reducir el déficit público y así lo hemos expresado en los dos
presupuestos, el de 1994 y el de 1995, en cuya aprobación nuestro grupo
ha comprometido su posición política. El balance de 1994 fue positivo, se
alcanzó el objetivo inicial; esperamos que el de 1995 también lo sea. No
obstante, hoy hemos levantado voces cautelares y discrepantes en torno a
algunos propósitos de contención drástica y dura de ese déficit público.

Quisiera transmitirle algunas consideraciones sobre este tema.

Estamos de acuerdo en el objetivo, no lo cuestionamos, sin duda que no lo
cuestionamos; pero recelamos de los procedimientos. El recelo está en el
procedimiento, en el cómo la política económica debe afrontar la
contención y reducción del déficit público. Se trata de reducir y
eliminar en lo posible las causas del déficit público, no de maquillarlo.

Se trata de reducir los orígenes que generan déficit público en nuestra
economía. Se trata, señorías, de intentar ir más a reducir que a
centrifugar. Por esa razón nos oponemos. No estamos de acuerdo en
centrifugar el déficit público; estamos de acuerdo en reducirlo atajando
sus orígenes y sus causas. Por eso, señor Gobernador, le invito a que en
su réplica hable más del déficit público, porque es la clave de la
situación económica y del que se desprenderá la posible actuación en
materia de política monetaria.

Hay dos prioridades: reducir el origen del déficit público y no
centrifugarlo --ya se ha dicho--; y, segunda, no podemos actuar
drásticamente en la contención del déficit público trasladando su
esfuerzo a las rentas salariales y a los pensionistas. Llevan tres años
con una política de contención de actualización de rentas; llevamos tres
años continuados en España --positivamente, y gracias a ello podemos
estar creciendo en estos momentos y se crea empleo-- de políticas
moderadas de actualización de rentas, dando ejemplo el sector público,
haciendo los mayores esfuerzos de contención y actualización de las
rentas salariales. Por tanto, no se puede hacer descansar ahora la
contención de un presupuesto expansivo aplicado durante muchos años en
las rentas salariales de los españoles. En ese punto no vamos a compartir
las estrategias de contención del déficit público.

Tampoco podemos aplicar las mayores reducciones de gastos en aspectos
como la educación o la sanidad. España afronta unos retos futuros
inmediatos que no permiten en educación ni en sanidad contener los
gastos. Si el Gobierno desea el apoyo de Convergència en los presupuestos
futuros para reducir el déficit público deberá poner el acento de la
contención en los orígenes, en los problemas que hoy generan el déficit
público. Quizás ahí podríamos intentar buscar algunos acuerdos.

Reducir 2,9 puntos el déficit público en dos ejercicios --estamos en el
5,9 y el 3 por ciento es el objetivo que tenemos para 1997-- es un
esfuerzo de contención muy duro e intenso; y hay que ser conscientes de
ello.

Señor gobernador, en cualquier caso, quisiera conocer su posición y su
opinión sobre si el margen que tenemos es estrictamente de dos ejercicios
presupuestarios o podrían ser tres ejercicios presupuestarios. No es
cuestión baladí ni superficial; no es una cuestión de plazos. Es una
cuestión importante porque de ella se desprende la posibilidad de



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compartir contención de déficit público y cubrir los objetivos y
exigencias de Maastricht con otras políticas paralelas de creación de
empleo y mejora de la competitividad de la economía española que
necesitamos para estabilizar nuestro crecimiento económico. En cualquier
caso, no centrifugar déficit público.

En el informe que nos ha remitido el Banco de España y en el cuadro que
usted ha acompañado donde se analiza el estado de ejecución
presupuestaria, se nos dice que los ingresos no financieros de enero a
mayo han crecido el 0,5 --en el presupuesto inicial era el 0,4--; por
tanto, primera conclusión: hay una mala gestión de recaudación de
impuestos. En segundo lugar, los pagos no financieros crecen al 43 por
ciento, hay cierta contención en ese punto, a la par que la previsión
inicial. Vemos que las compras crecen el 22,4 por ciento. No es posible
compartir el objetivo de contención drástica del déficit público y
presentar a los cinco meses un balance de crecimiento de compras del 22,4
por ciento o del 7 por ciento en personal, por encima del 6,2 por ciento
previsto inicialmente. No es coherente. Tampoco es coherente que
apuntemos que las inversiones reales previstas en el presupuesto inicial
sean del 16 por ciento y estén siendo del 10,2. Es verdad que todavía hay
margen de medio año para corregir esta evolución, pero las transferencias
de capital a otras administraciones o a otros sujetos en la economía se
desaceleran el 5,4 por ciento. Se está centrifugando el déficit público.

No podemos compartir la tesis de que la Administración del Estado, que es
quien genera mayor déficit público en su origen, para reducirlo descanse
bien en las rentas salariales o bien centrifugando a otras
administraciones o a otros sujetos de la economía.

Por eso hemos levantado voces cautelares en ese punto y en el segundo, en
el tiempo, en el plazo. Quisiera reflexionar sobre ese aspecto.

Maastricht nos exige dos plazos: entrar el 1.º de enero de 1997 o entrar
el 1.º de enero de 1999. La opción ya se ha definido: vamos a ir a la
incorporación a la Unión Monetaria el día 1.º de enero de 1999. Muy bien.

Nos parece acertada esa decisión; es más, creemos que con la presidencia
española debería oficializarse políticamente esa decisión.

Si entramos en la Unión Monetaria en 1999, el 1.º de enero de ese año hay
que estar en condiciones de cumplir las cuatro exigencias: cuatro
exigencias que serán analizadas por la Comisión en 1998 en base,
evidentemente, a los datos y a la situación económica que presente
nuestra economía en 1997. Si estamos en 1995, señor gobernador, tenemos
dos ejercicios presupuestarios, 1996 y 1997; pero también sobre la base
de haber cumplido los objetivos de 1996 y 1997 y presentando, pues, una
tendencia razonable de contención del déficit público, podríamos realizar
el último ajuste en el ejercicio de 1998. El Tratado de Maastricht, en el
artículo 109-J, dice: Las finanzas públicas deberán encontrarse en una
situación sostenible, lo que quedará demostrado en caso de haberse
conseguido una situación del presupuesto sin un déficit público excesivo,
definido de conformidad con lo dispuesto en el artículo 104-C.

Cuando vamos al artículo 104-C se dice: Si la proporción entre déficit
público previsto o real y el producto interior bruto sobrepasa un valor
de referencia a menos que la proporción --dice-- haya descendido
sustancial y continuadamente y llegado a un nivel que se aproxime al
valor de referencia. (El valor de referencia se determina, no en el
Tratado de Maastricht, sino en un protocolo, en el 3 por ciento.)
Por tanto, el Tratado da mucho valor y es muy contundente respecto a la
tendencia, es decir, el proceso sustancial y continuado de reducción del
déficit. En consecuencia, si en el año 1996 alcanzamos el objetivo, en
1997 también lo alcanzamos y nos situamos en torno al 3,5 por ciento,
¿por qué no podemos entonces también utilizar el ejercicio de 1998 para
terminar de hacer el esfuerzo de contención?



El señor PRESIDENTE: Vaya concluyendo, señor Homs.




El señor HOMS I FERRET: Sí, señor Presidente.

¿Esto quiere decir que nuestro grupo no desea reducir el déficit público?
No, en absoluto. No deseamos hacerlo enseguida y rápidamente. Sí lo
haríamos, si pudiéramos, pero lo malo es que no vamos a poder. Recordaré
las voces que se levantaron con motivo de la discusión del Tratado de
Maastricht y nuestras propuestas respecto al plan de convergencia. El
Ministro de Economía nos lanzaba propósitos de contención del déficit
público para situarnos en el uno por ciento y no lo pudimos cumplir. No
hagamos propósitos que no vamos a cumplir, que nos va a ser muy difícil
cumplir.

Para ser rigurosos, para ser efectivos y para dar mensajes de seriedad y
de eficacia al mercado en el objetivo de contener el déficit público,
hagamos planteamientos serios, posibles y asumibles en cuanto a la
contención de ese déficit público.

Por esa razón, señor gobernador, aprovechando su comparecencia, le ha
transmitido nuestras posiciones en torno a ese punto.

Estamos de acuerdo en contener el déficit público pero discrepamos o
tenemos recelos de estos procedimientos.

Termino señor Presidente, diciendo al señor gobernador, aprovechando su
presencia y el informe realizado, que a la par y de forma coordinada con
nuestro propósito de ir más allá de lo que hemos ido hasta la fecha y de
ser más eficaces y más contundentes en nuestras actuaciones, en materia
de política económica, así como en la contención de los tipos de interés
mi grupo quisiera conocer si podíamos hablar un poco del sector
financiero, de las instituciones financieras, porque también guardan
proporción con la política monetaria. No quiero hablar de la crisis del
sistema financiero, porque no me gusta utilizar esa expresión, pero sí de
la necesaria reestructuración del sector financiero, porque buena parte
de las razones por las que se resiste el mercado a reducir los tipos de
interés subyace en la dificultad que tienen las instituciones financieras
de poder realizar los productos y las funciones a más bajo coste.

¿El sector financiero puede ir más allá de lo que ha ido hasta la fecha
para reducir sus costes y ofrecer productos financieros del mercado a
unos intereses y a unos costes



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más reducidos? ¿Podríamos ir más allá en el esfuerzo de reestructuración
de este sector? Me gustaría conocer algunas de sus opiniones, así como
acerca de una de las problemáticas que afecta más intensamente a la
actividad económica, que es la morosidad; morosidad que afecta al sector
financiero y que lo hace sujeto de las soluciones que habría que aportar
a la problemática de la morosidad. Hoy pagar los impuestos es un problema
para muchos agentes económicos, pero cobrar es un problema mucho más
elevado e importante para estos sujetos económicos. La autoridad
monetaria debería también transmitirnos y trasladarnos qué acciones vamos
a emprender en el corto plazo para poder avanzar en la necesidad de ir
reduciendo el cerco de la problemática y del contexto que permiten hoy
comportamientos de morosidad en nuestra economía.

Por último, señor Presidente, y disculpe si me he extendido, reitero lo
que ya dije en la última comparecencia de que quizá sería interesante,
con la iniciativa del Presidente de la Comisión, organizar un día una
sesión de los portavoces de los distintos grupos de esta Comisión, para
tener un intercambio de opiniones en torno a la Unión Monetaria y a la
actual situación, ante los próximos dos años, en torno a la Unión
Monetaria, porque creo que sería conveniente e ilustrativo para todos los
grupos parlamentarios de esta Cámara.




El señor PRESIDENTE: Por el grupo Vasco (PNV), tiene la palabra el señor
Zubalía.




El señor ZABALIA LEZAMIZ: Ante todo, quiero dar las gracias al señor
Gobernador del Banco de España, por su comparecencia.

Desde nuestro grupo parlamentario, el informe que ha presentado y las
opiniones que nos ha dado en esta comparecencia nos permiten hacer
algunas reflexiones sobre la situación de la tasa de inflación. Voy a
partir de uno de los aspectos con que ha terminado su intervención el
señor gobernador y es que desde su última comparecencia, en el mes de
marzo, la evolución de la tasa de inflación sigue estando alejada de los
objetivos previstos por el Gobierno para este año, y de los objetivos de
convergencia de la Unión Económica y Monetaria.

Como se reconoce en el informe del Banco de España sobre la situación
económica y la política monetaria, tiende a estabilizarse la tasa de
inflación por encima del 5 por ciento, lo que nos consolida como uno de
los países más inflacionistas de la Unión Europea. Hay que vencer esta
resistencia a la baja de la tasa de inflación, aconseja el mismo informe;
sin embargo, este deseo de reducir la inflación a los niveles deseados y
propuestos como objetivo por el Gobierno, está quedando más que en una
posibilidad en un gran deseo, y no es por falta de conocimiento de los
factores que actúan sobre este comportamiento. Creo que hay coincidencia
en reconocer los factores que están incidiendo durante este año en el
comportamiento inflacionista de los precios. Por una parte, la subida de
la imposición indirecta, del IVA y de los impuestos especiales, con una
incidencia que por algunos analistas está valorada en 0,7 puntos sobre el
IPC y que, según las declaraciones del señor Gobernador del Banco de
España, se sitúa alrededor de 0,6 puntos del IPC?
Por otra parte, la depreciación de nuestra moneda respecto a los países
de la Unión Europea; la elevación de los precios de las materias primas y
de los bienes intermedios en algunos productos, con motivo también de la
sequía que se está produciendo; con una incidencia especial, por su
intensidad, de los incrementos de precios industriales con motivo de la
recuperación económica, y de los precios de los servicios,
fundamentalmente de sectores o empresas protegidos de la competencia, con
una incidencia, según el Banco de España, de un punto en el diferencial
de inflación entre la tasa correspondiente a los precios de los sectores
protegidos y de los que están totalmente liberalizados; y la necesidad de
financiación en el sector público, teniendo en cuenta que en mayo el
déficit por operaciones no financieras ha sido de 714.800 millones de
pesetas, y que, entre enero y mayo, tenemos acumulado un déficit de 1,4
billones de pesetas, con lo cual, analizando los ingresos y pagos del
Estado, observamos que se separan claramente de lo presupuestado, lo que
está consolidando los problemas que la financiación del déficit público
genera, que son mayor déficit público y mayor precio del dinero.

En definitiva, a final de año la inflación rondará el 5 por ciento,
manteniendo posiblemente un diferencial de tres puntos, con la media de
los países de la Unión Europea, lo que hace que cada vez sea más difícil
cumplir el calendario de reducción de la tasa de inflación que el propio
Consejo de Gobierno del Banco de España fijó como objetivo, en un proceso
paulatino de reducción que fijase esta tasa en el 3 por ciento a final
del año 1997.

Además, hay que tener en cuenta que esta tasa de inflación se ha
alcanzado a pesar de la moderación de los salarios, a través de una
contención de los incrementos salariales en la negociación colectiva,
fruto de la situación de crisis económica en que hemos estado. Este hecho
ha permitido que la media de crecimiento de los salarios, pactada en
convenio colectivo, haya sido, en lo que va de año, alrededor del 3,6 por
ciento.

Sin embargo, el crecimiento de la economía española en estos momentos,
está incidiendo en reivindicaciones de incrementos salariales nuevamente
por encima del índice de precios al consumo. Con esta situación, el
riesgo de incumplimiento de objetivos de inflación es evidente. Así lo
entiende también la OCDE, que en su informe, elaborado recientemente,
pone de manifiesto el empeoramiento de las expectativas de inflación.

Ante esta situación, el Banco de España, atendiendo a su objetivo de
control de inflación, se ve obligado a mantener el precio final del
dinero en el 9,25 por ciento, tipo de interés muy por encima de la media
de los países europeos, con el consiguiente efecto negativo en la
recuperación económica y en el empleo.

Bien es cierto que los desequilibrios macroeconómicos que afectan al plan
de convergencia han obligado al Consejo del Ecofin, reunido en
Luxemburgo, a reconocer unánimemente la imposibilidad de pasar a la
tercera fase de la Unión Económica y Monteria en 1997, acordando la
puesta en marcha de las modalidades técnicas para responder



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a la expectativa de la moneda única, a más tardar en 1999.

Este nuevo escenario que se nos presenta va a ser clave en la política
económica que proyecte el Gobierno en los próximos años, pero
independientemente de que el programa de convergencia y la consecución de
la tercera fase de la Unión Económica y Monteria sean el marco de
referencia de nuestra política económica, es claro que al margen de esta
referencia el Gobierno está obligado a combatir decididamente los
desequilibrios que tiene nuestra economía: el déficit público, la
inflación, la deuda pública y fundamentalmente el paro.

El Gobierno está elaborando en estos momentos --mejor dicho ya las tiene
elaboradas-- las líneas generales de los presupuestos para el año 1996.

Es indudable que en ellos se debe establecer la política económica y
presupuestaria que acometa la solución de estos desequilibrios. Nosotros
no conocemos oficialmente, por lo menos nuestro grupo parlamentario,
cuáles son esas líneas, pero quizá el Gobernador del Banco de España
pueda conocerlas e indicárnoslas. De cualquier manera, sí me gustaría que
nos diese su opinión en cuanto a la política monetaria que en estos
momentos está pensando establecer el Banco de España ante la evolución de
la inflación prevista. Es indudable que existe esa evolución y que, por
tanto, políticas monetarias que han podido quedar establecidas para la
contención o reducción en un momento determinado, tienen que ser variadas
de acuerdo con la evolución que en estos momentos está teniendo la
inflación de los precios.

Por otra parte, las medidas de política económica que debería establecer
el Gobierno en los presupuestos de 1996 para intentar, como digo,
resolver el problema de los desequilibrios macroeconómicos.

En épocas anteriores la política monetaria ha sido utilizada y, desde
luego, criticada por nuestro grupo, para desacelerar el crecimiento de la
demanda controlando la inflación a costa de sacrificios en materia de
producción y empleo. Esa ha sido la tónica de la política monetaria que
ha tenido el Gobierno. Hoy la política monetaria debe servir desde
nuestro punto de vista para tres cosas: primero, para mantener el tipo de
cambio de la peseta en el Sistema Monetario Europeo; para coadyuvar a la
estabilidad de los precios interiores, y para reducir los tipos de
interés, es decir, para reducir el costo del capital. El tipo de cambio
de la peseta parece que se estabiliza después de las turbulencias
sufridas hace unos meses, de cualquier forma, a expensas de los
movimientos financieros especulativos y de la necesaria recuperación de
imagen del país en los mercados internacionales de la cual carecemos. La
estabilidad de los precios interiores se está consolidando, pero es una
consolidación a un nivel muy elevado, alrededor del 5 por ciento del IPC,
y, por otra parte, la reducción de los tipos de interés parece imposible
a corto plazo. (El señor Vicepresidente, Andreu Andreu, ocupa la
Presidencia.)
Por tanto, desde nuestro punto de vista aquí subyacen varias cuestiones
que son las que de alguna forma hay que poner en marcha si queremos
atajar tanto el déficit público como el incremento del IPC. Por una
parte, es necesario conjugar la política monetaria con la política
económica y presupuestaria. Si sólo se controla la inflación con el
mantenimiento del tipo de interés elevado, esto repercute lógicamente en
el crecimiento; si se baja el tipo de interés sin tomar otras medidas se
descontrola la tasa de inflación; es como si para quitar el dolor de
cabeza tomamos unos medicamentos que nos estropean el estómago.

Indudablemente, hay que tener unas políticas monetarias y económicas que
se conjuguen ampliamente. Para conjugar la política económica del Banco
de España con la política económica del Gobierno es necesario conjugar no
sólo los objetivos y los programas, sino, además y fundamentalmente las
acciones entre los responsables de estas instituciones, y sobre esta
conjugación de acciones nuestro grupo parlamentario tiene serias dudas,
dudas que provienen de la falta de coordinación entre los diversos
departamentos del Gobierno que están incidiendo en las políticas del
Gobierno y, en concreto, en materia de política económica.

En definitiva, para la lucha contra los desequilibrios macroeconómicos es
necesario, además de detectar las causas y motivos que los producen,
establecer la política económica adecuada y, sobre todo, que los
responsables de esta política económica actúen de forma contundente y
coordinada. Desde luego, todo esto se tiene que producir desde nuestro
punto de vista dentro de una estabilidad política y social de la cual en
estos momentos desgraciadamente carecemos, y es uno de los aspectos que
creo está incidiendo también negativamente en la evolución de los
desequilibrios económicos que tiene nuestro país.

Nada más.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu (Andreu): En nombre del Grupo Socialista,
tiene la palabra su portavoz, la señora Aroz.




La señora AROZ IBAÑEZ: Señor Gobernador del Banco de España, quiero
agradecerle, en nombre del Grupo Socialista, su comparecencia en la
Comisión de Economía habiendo cumplido previamente el requisito de
presentación del informe cuatrimestral sobre la inflación y la política
monetaria.

El momento en que hoy se celebra su comparecencia, señor gobernador, es
sustancialmente distinto del que se producía, del que existía cuando se
produjo su anterior comparecencia en esta Comisión el mes de marzo, un
momento en el que nos encontrábamos en una situación en plena crisis
financiera internacional. Hoy nuestros mercados están normalizados y la
evolución de forma favorable de la crisis financiera española en paralelo
con la internacional confirma el análisis que en aquel momento realizó
nuestro grupo parlamentario en cuanto a las causas de la misma. La fuerza
de los hechos ha venido a poner las cosas en su sitio y a quitar la razón
a algún grupo, a quienes fundamentaban la situación política española
atribuyendo a la misma la potencia extraordinaria de llegar a
desequilibrar la relación dólar/marco, a quienes atribuían a la situación
política española dicha crisis económica internacional. No observamos,
sin embargo, señor gobernador, ninguna rectificación en los análisis y sí
se ha continuado en



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los mismos elementos, en los mismos parámetros para enjuiciar la
situación económica del momento presente.

Su comparecencia, por tanto, señor gobernador, se realiza en un momento
sustancialmente distinto, pero también de gran interés, un momento en el
que se está produciendo un debate económico que está centrado en las
decisiones que deben adoptarse respecto a los próximos Presupuestos
Generales del Estado, y este debate que se está produciendo aquí esta
mañana espera nuestro grupo, desea nuestro grupo que contribuya a la
reflexión y pueda inducir a los grupos parlamentarios a definir sus
posiciones en función de los objetivos, en función de los problemas y en
función de los compromisos que tiene planteados nuestro país.

Entrando en el informe presentado por el Banco de España sobre la
situación de la economía y la política monetaria y también en su
exposición, realizaré unas breves consideraciones. En primer lugar, a la
vista de los datos del primer trimestre de 1995, quisiera destacar la
fortaleza de la recuperación de nuestra economía, y así lo ponen de
relieve los datos de crecimiento a un ritmo similar a la media de la
Unión Europea, los datos del empleo, los resultados empresariales, la
composición de la demanda interna y los datos de la inversión. Un dato
que es revelador, asimismo, de las expectativas favorables y de la
confianza de los agentes económicos en nuestra economía, alejada de los
tintes sombríos de algunos análisis que se han hecho anteriormente.

Por tanto, es el momento oportuno para señalar el acierto de la política
económica emprendida por el Gobierno a partir de 1993, y lo digo, señor
gobernador, no con la intención de recrearnos en ello, no buscando la
complacencia, sino para reclamar perseverancia en dicha política, una
política que se plantea en un horizonte de medio plazo y perseverancia en
las decisiones que hay que tomar para el próximo ejercicio
presupuestario. Estamos en un momento crucial para nuestro futuro
colectivo y ante un doble reto que debemos afrontar: consolidar una etapa
de crecimiento económico duradero con creación de empleo y lograr la
convergencia europea y el acceso de España a la Unión Monetaria. Dos
objetivos que se identifican y que requieren cumplir los compromisos del
programa de convergencia que se resumen en dos: consolidación fiscal y
flexibilización de la economía a través de las reformas estructurales.

Sin embargo, y existiendo un consenso básico sobre lo que hay que hacer,
estamos asistiendo a un debate, a una reflexión abierta sobre el ritmo
que debe seguir la consolidación fiscal, la reducción del déficit.

Para el Grupo Socialista la posición sólo puede ser una: cumplir los
objetivos del programa de convergencia para situar el déficit en un 3 por
ciento del producto interior bruto en 1997, un objetivo que consideramos
asumible y que podemos cumplir sin recortar el gasto social. Así lo hemos
hecho en el presupuesto de 1994, lo estamos haciendo en el presupuesto de
1995. No proponen el Partido Socialista, el Gobierno, ni el Grupo
Socialista un recorte de gasto social en el proyecto de Presupuestos para
1996. No va a haber recorte de gasto social, no se va a poner en peligro;
con el objetivo que plantea el Gobierno para 1996 del 4 por ciento de
déficit, no se va a poner el peligro la cohesión social. Eso sería algo
que los socialistas solamente podríamos plantear con una
desnaturalización de nuestra propia razón de ser como Partido Socialista.

En relación a este debate hay consideraciones que al Grupo Socialista le
suenan a excusas; le suenan a excusas porque están fuera de lugar en este
terreno y en cuanto a otras consideraciones que se han vertido respecto a
un posible maquillaje en las cifras del déficit que se pretende para
1996. Debo decir que cuando las justificaciones están fuera de lugar hay
que sospechar que nos encontramos ante un discurso que poco tiene que ver
con lo que hay que hacer en términos económicos y, probablemente, mucho
que ver con determinado horizonte político o electoral.

Para el Grupo Socialista la austeridad y el rigor presupuestario en 1996
es clave en todo el proceso que tenemos que afrontar en los próximos
años, y el informe del Banco de España va en el mismo sentido. La
reducción del déficit es fundamental para reducir tipos de interés, a fin
de liberar recursos públicos para la economía productiva y fomentar el
empleo. Quisiera recordar que un punto en los tipos tiene una incidencia
de unos 300.000 millones de pesetas en términos de déficit anual, el
equivalente a la privatización de Repsol o Argentaria.

En relación a las consideraciones que se han vertido sobre el maquillaje,
habría que recordar cuál es la senda, la propuesta que realiza el
Gobierno en relación a la reducción del déficit. La senda que proponen el
Gobierno y el programa de convergencia, de un 3 por ciento en 1997, se
apoya en la reducción del déficit estructural, que deberá situarse en el
2,4 por ciento del producto interior bruto en dicho año 1997, el nivel
más bajo desde 1980. Es decir, la reducción efectiva del déficit
estructural será de 3,3 puntos desde 1993, mientras que la disminución
del déficit cíclico será de 1,2 puntos; en total, 4,5 puntos desde 1993.

Sin embargo, y en relación con el debate que se está produciendo, tengo
que decir que hay reflexiones que consideran que situar la tercera fase
de la Unión Monetaria en 1999 podría permitir relajar el objetivo de
consolidación fiscal.

Había previsto realizar una pregunta y veo que coincide con la de otro
portavoz, de lo que me alegro. Quisiera preguntarle, señor gobernador,
qué margen tenemos para moderar el ritmo de reducción del déficit en esa
perspectiva de situar la tercera fase de la Unión Monetaria en 1999.

Pasando a la evolución de la inflación y a la política monetaria
desarrollada en este período, es evidente que el comportamiento de la
inflación arroja unos resultados que no son satisfactorios, y así hay que
ponerlo de manifiesto --nuestro grupo coincide en esa apreciación-- pero
también debo señalar que el informe realiza, al igual que lo hacía el
informe anterior, un análisis equilibrado de los factores de riesgo,
poniendo de manifiesto la existencia de factores favorables, que van a
incidir en una evolución más positiva en los próximos meses y contribuir
al cumplimiento de las previsiones del Banco de España, previsiones que
nuestro grupo entiende no se cuestionan.

En cuanto a la decisión del Banco de España de elevar los tipos de
interés, quisiera reiterar la posición del Grupo Socialista, que ya hemos
manifestado en anteriores comparecencias,



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en el sentido de que el Grupo Socialista apoya al Banco de España en el
cumplimiento del programa monetario que en su día presentó en esta Cámara
y entiende que las decisiones que ha venido adoptando, que han supuesto
la elevación en 190 puntos básicos del tipo de interés de intervención,
han sido decisiones correctas en aplicación de las facultades, y
especialmente de las responsabilidades, que tiene el Banco de España para
llevar adelante la estabilidad monetaria. Son decisiones que aportan
credibilidad a la política monetaria y confianza internacional a la
política económica española. (El señor Presidente ocupa la Presidencia.)
Sin embargo, y en relación a la evolución de los tipos, el Grupo
Socialista considera que asumiendo el presupuesto de 1996, el ajuste
fiscal y que este déficit público se sitúe efectivamente en el 4,4 por
ciento, la peseta se reforzará ligeramente y los tipos de interés reales
a corto plazo se mantendrían en sus niveles actuales. En nuestra opinión,
ello daría margen para que, a medida que desaparezcan los efectos del
IVA, pudieran descender los tipos nominales. Quisiéramos conocer, señor
gobernador, cuáles son las previsiones que usted realiza al respecto y,
por tanto, la pregunta concreta es si adoptando las decisiones adecuadas
en el orden presupuestario, cumpliendo las previsiones de inflación que
se contemplan en el informe del Banco de España y en un contexto
internacional de descenso de los tipos de interés, podemos prever
razonablemente un descenso de tipos en los próximos meses, concretamente
hacia final de año.

Muchas gracias, señor gobernador, por su comparecencia y por su
intervención.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señora Aroz.

Concluido el turno de portavoces, el señor gobernador tiene la palabra
para contestar las intervenciones de los mismos.




El señor GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA (Rojo Duque): Muchas gracias,
señorías, por sus intervenciones.

Voy a hacer un comentario previo a la respuesta de sus preguntas, que se
refiere al informe que he enviado. Desgraciadamente, es un informe breve,
bastante sucinto, que seguramente no trata todos los problemas, pero he
de decir que, sin culpa de nadie, realmente esta comparecencia mía ha
sido determinada el jueves de la semana pasada por la tarde y el informe
tenía que llegar a la Comisión, como de hecho llegó, a medio día del
lunes; por consiguiente, a todos los efectos no hemos tenido más que un
día laborable para preparar el informe. Por otra parte, el lunes y el
martes yo he estado en Frankfurt, en la reunión mensual del Instituto
Monetario Europeo, de modo que me excuso porque el informe haya sido
relativamente breve. Desde luego, puedo asegurarles que en las próximas
comparecencias, siempre y cuando haya un margen de tiempo más favorable,
el informe será más extenso.

Dicho eso, paso a responder a las preguntas planteadas por SS. SS. El
primer punto que quiero comentar es el referente a la insistencia del
señor Montoro sobre la necesidad de que el Banco confirme y refuerce su
autonomía y su credibilidad. Es absolutamente cierto que ésta es la tarea
institucional más importante que el Banco de España tiene en estos
momentos. Estamos haciendo todos los esfuerzos para conseguir esa
autonomía y esa credibilidad, pero reconocerán ustedes que el clima del
debate político del país hace que esto sea difícil; a mí me parece que no
sólo estamos tratando de mantener autonomía e independencia y, a través
de ellas, ganando credibilidad a lo largo de los meses, sino que creo
estamos dando imagen de que esto es así. Este es un país con escasa
tradición en términos de autonomía de instituciones y, por consiguiente,
el proceso no va a ser sencillo, pero estamos haciendo todo lo que
podemos y creo que lograremos tener éxito en la tarea.

Paso ahora a los temas que han sido planteados, que habrán visto ustedes
han sido expuestos desde diferentes ángulos por los distintos
intervinientes, pero que básicamente plantean los mismos problemas; en
realidad, se ha tratado un grupo de temas muy reducido. Voy a intentar
responder a todos ellos.

En primer lugar, voy a contestar en relación con la inflación. ¿Qué
podemos esperar realmente de la inflación en los próximos meses? ¿Podemos
pensar que hay razones para seguir manteniendo nuestros objetivos a medio
plazo? Creo que sí; creo que hay margen para, en este sentido, tener
cierta esperanza en que las cosas pueden evolucionar favorablemente.

Realmente, como he señalado yo y han comentado SS. SS., los problemas de
los primeros meses del año han sido muy graves desde muy diferentes
puntos de vista. No sólo las alteraciones de los mercados han sido muy
importantes y han afectado transitoriamente de modo muy negativo a la
peseta, sino que, además, los mercados internacionales estaban
registrando subidas muy importantes de numerosos alimentos, materias
primas y productos intermedios. Hemos tenido los primeros impactos --muy
fuertes-- de los resultados de la tremenda sequía que padece el país;
hemos tenido el problema de la subida del IVA y otros impuestos
indirectos, que, sin duda, han alentado incrementos de márgenes. También
hemos tenido, es verdad, la ventaja de contar con una moderación salarial
razonable: los salarios se han mantenido en convenios en torno al 3,5 por
ciento. Según la reciente encuesta de salarios, el salario por persona,
sin embargo, ha aumentado al 4,5 por ciento. En definitiva, hemos contado
con una situación razonable de salarios en términos de experiencia
histórica.

Muchos de estos factores han tenido un impacto que no va a repetirse en
la segunda parte del año y, por consiguiente, esto hace que podamos
pensar que en la segunda parte del año hay posibilidad de que la tasa de
inflación baje. Yo no me hago ilusiones respecto de caídas muy
importantes, pero sí de una caída, que podría iniciarse hacia el mes de
septiembre, y que podría llevarnos por debajo del 5 por ciento de aquí a
finales de año.

Si las condiciones son tales que en los primeros meses del año próximo
los impuestos indirectos e incluso los efectos de la sequía de este año
nos devuelven, por así decirlo, incrementos de precios, cabría pensar que
la tasa de



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inflación puede situarse por debajo del 4 por ciento en los primeros
meses del año próximo, teniendo en cuenta, además, que contamos con que
las subidas de los tipos de interés que hemos practicado van a tener
también efectos en ese sentido.

Tengan ustedes en cuenta que no se trata simplemente de desacelerar el
crecimiento de la demanda. Todo esto y la subida de los tipos de interés
también afecta al lado de la oferta. Uno de los problemas con que nos
hemos encontrado en los primeros meses del año ha sido una muy fuerte
subida de márgenes. Realmente las subidas de tipo de interés tienen que
introducir un mayor grado de moderación en las subidas de márgenes. En
ese sentido pueden actuar, por así decirlo, por el lado de la oferta. De
modo que, sin entrar en mayores consideraciones respecto del medio plazo,
porque puede haber problemas muy complejos y factores que hoy día es
difícilmente previsible que operen a lo largo del año próximo, pensamos
que debemos mantener nuestros objetivos de inflación y tratar de luchar
por ellos.

Aparte de lo que la política monetaria puede hacer, existen otros
factores muy importantes para la moderación de la inflación, para la
reducción de los desequilibrios que ponen en peligro un crecimiento
sostenido de la economía a lo largo de los próximos años.

Es muy importante que la economía se acerque moderadamente (porque
tampoco hay que exagerar mucho dado el conocimiento econométrico que
tenemos de estos temas) a lo que entendemos que es el «output» potencial,
el producto potencial de la economía. Pero esto va a suceder en buena
medida si conseguimos un crecimiento estable a lo largo de los próximos
años. Lo peor que podríamos hacer es tener, una vez más, un crecimiento
con fenómenos de sístole y diástole que son los más perturbadores y los
que, en último término, afectan más negativamente al avance de la
economía e incluso a la creación de empleo.

Uno de los factores básicos para conseguir que ese crecimiento estable se
mantenga es la evolución de la tasa de inflación, porque si ésta no
cediera adecuadamente la economía acabaría viéndose imposibilitada de
crecer, ya que las economías hoy no crecen como en el pasado con
cualquier tasa de inflación durante por lo menos algunos años, sino que,
como aquí se ha señalado reiteradamente, los mercados se encargan de
introducir las correcciones oportunas que son siempre negativas para el
crecimiento de la economía.

No creo que se pueda decir que el Banco de España no viene insistiendo en
el tema de las reformas estructurales y en el tema de la necesidad de
reducir el déficit público en muchas direcciones y, desde luego, en
relación con el tema de la inflación. El Banco de España lo ha dicho
reiteradas veces, yo personalmente lo he dicho en varias ocasiones ante
ustedes y creemos que las llamadas reformas estructurales, que son una
forma de referirnos a problemas que exigen mayor liberación de los
mercados y de un conjunto de actividades que hoy día actúan como factores
de enrarecimiento de la oferta y de subida de precios, esas reformas
estructurales, esas actuaciones en un sentido liberalizador de
actividades y sectores son un tipo de actuación absolutamente fundamental
para que este país no se encuentre con esa tendencia a tener un suelo
alto en la reducción de la tasa de inflación, que una vez alcanzado hace
que la inflación tienda a rebotar al alza tan pronto como la demanda del
país se anima. El Banco de España, y yo personalmente ante ustedes, como
saben bien, muchas veces ha subrayado la necesidad de reducir el déficit
público.

Con esto paso a un segundo tema que ha sido planteado una y otra vez por
SS. SS. y respecto del cual me han hecho algunas preguntas y me han
pedido aclaraciones. El Banco de España ha expuesto --y yo lo he dicho
también muy recientemente-- que es extraordinariamente importante hacer
el máximo esfuerzo posible en la reducción del déficit, en la política de
consolidación fiscal. Voy a señalar una vez más cuáles son las razones
que aconsejan al Banco de España y que me llevan a mantener ese tipo de
actitud, que puede parecer dura, pero creo que está bien fundamentada.

Pienso que hay dos tipos distintos de argumentos. Unos son independientes
de Maastricht, de la Unión Monetaria, y se refieren simplemente al
crecimiento normal, sostenido de esta economía en los próximos años. Los
segundos factores se refieren a la Unión Monetaria y se fundamentan en el
hecho de que mientras la política europea de este país no cambie --yo no
he visto que haya cambiado, ni hay indicaciones de que vaya a cambiar--,
España tiene como objetivo tratar de incorporarse, si es posible en un
primer momento, a la Unión Monetaria Europea.

Digo que, en primer lugar, hay un conjunto de argumentos en favor de una
reducción fuerte del déficit público --cuando ese déficit público es tan
importante como el que actualmente padece el país-- que son argumentos
referidos al crecimiento y no ligados necesariamente al tema Maastricht y
al de la Unión Monetaria. Cuando se tiene un déficit tan fuerte, y de un
modo reiterado, ese déficit determina unas necesidades de financiación.

Esas necesidades de financiación van acumulándose en el tiempo y, por
consiguiente, va acumulándose la deuda que es preciso mantener en
circulación e incrementar cada año. Consecuentemente, esas necesidades de
financiación y refinanciación generan una presión alcista sobre los tipos
de interés y hacen crecientemente difícil financiar el déficit. Fíjense
ustedes que un país como Italia, que tiene un problema más importante que
el nuestro, tiene, en cambio, la ventaja de que el ahorro de las familias
en Italia es extraordinariamente elevado y el del sector privado en su
conjunto también. No es el caso de España. España aunque tenga menor
déficit tiene, en ese sentido, mayores problemas de financiación y
refinanciación de la deuda.

En la medida que se genera esa presión sobre la deuda, los tipos de
interés tienden a subir. Además, en la medida que los mercados ven que la
corrección del déficit no es suficientemente enérgica y ven que los
déficit van a seguir manteniéndose y alimentando el crecimiento de la
relación deuda-producto, los mercados tienden a castigar a los países que
están en esas condiciones. Esto es algo evidente en los últimos meses, en
el último período. Los mercados han castigado tremendamente, por ejemplo,
a la economía sueca, que, como saben ustedes, aunque tiene una tasa de
inflación que no llega al 3 por ciento, tiene un déficit público bastante
más importante que el nuestro. Pero, en definitiva,



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los mercados han castigado a la economía sueca con tipos de interés muy
elevados a medio y largo plazo y con una presión a la baja muy importante
sobre la corona sueca debido, fundamentalmente, al déficit público y no a
razones primordialmente de inflación, ya que la inflación es todavía
baja, aunque la depreciación de la corona sueca ya se está encargando de
impulsar al alza la tasa de inflación. De modo que los mercados, cuando
no consideran razonable la evolución del déficit público, tienden a
castigar esa economía. ¿Y cómo resulta castigada esa economía? Resulta
castigada por la vía del tipo de cambio y por la vía de los tipos de
interés, pero sobre todo me interesa en este momento este último punto.

Suben más los tipos de interés como consecuencia del castigo por parte de
los mercados de las economías que no reducen su déficit de modo adecuado.

¿Cuál es la consecuencia de ese aumento de los tipos de interés? Pues que
todavía tienen que incrementar más el déficit público porque aumenta la
carga de intereses financieros; carga de intereses financieros que
afecta, especialmente cuando un país tiene una estructura temporal de
deuda no muy larga, como es el caso de España, que afecta, repito, al
déficit del año siguiente, y lo hace a través de una masa muy importante
de deuda que tiene que renovarse a tipos crecientemente elevados
impuestos por los mercados. Entonces, el país se encuentra en una
situación verdaderamente muy difícil, porque aunque esté reduciendo su
déficit primario, es decir su déficit que excluye la carga de intereses,
el crecimiento de la carga de intereses le lleva a una situación
extraordinariamente difícil, que recuerda un poco a la situación de
Alicia en el país de las maravillas, que para estar en el mismo lugar
tenía que correr dos veces. Realmente, lleva a una situación
extraordinariamente compleja.

El caso italiano no es, contra lo que a veces se dice, un caso
simplemente de acumulación de déficit primarios; el caso italiano es un
caso en el que se ha llegado a una situación de deuda extraordinariamente
difícil. Como saben ustedes, el país tiene unas condiciones muy
complicadas como consecuencia del crecimiento a lo largo de los años de
la carga de financiación, eso a pesar de que realmente la financiación en
Italia, como digo, es, en buena medida, asumida por el sector privado, y
concretamente por las familias.

De modo que hay un primer argumento para tratar de hacer un gran esfuerzo
de reducción del déficit, porque si ese esfuerzo no se hace, la presión
inevitable para financiar y refinanciar un volumen creciente de deuda
pública, y el castigo que inevitablemente nos impondrán los mercados,
llevará a hacer crecer más el déficit a través de las cargas financieras,
con el resultado de que, para frenar esa situación, los gobiernos
tienden, como ya hemos visto en varios casos, a reducir los gastos no
financieros, y, al final, esa reducción de gastos no financieros, a la
que se ven obligados como consecuencia del aumento de los costes
financieros, es incluso mayor de la que se resistieron a hacer antes por
miedo a que el esfuerzo de consolidación fiscal fuera excesivo. Soy
absolutamente partidario de hacer un gran esfuerzo, el de consolidación
fiscal, y creo que esto es lo que el país necesita desde el punto de
vista del crecimiento.

Pero hay otro argumento, que es, como decía antes, el argumento de la
Unión Monetaria. Nunca hablamos de la Unión Monetaria cuando vengo aquí,
y créanme que estoy absolutamente a la disposición de ustedes para hablar
de un tema que se está acelerando sobre el que yo estaría encantado de
ofrecerles a ustedes toda la información que me pidan y pueda dar.

Quiero aclarar aquí cuáles son los términos del cumplimiento de los
criterios de convergencia, porque puede haber algún riesgo de
equivocación. Ciertamente no se va a ir a la Unión Monetaria en el año
1997. Dice el señor Homs si en el período de presidencia española se
podría formalizar esto. No se va a poder formalizar simplemente porque la
Comisión insiste en que el Tratado de Maastricht está en vigor y hay unas
normas de procedimiento, de estudios, informes, etcétera, que llevarán a
la conclusión de que no se puede iniciar la Unión Monetaria el año 1997.

Esto es así, pero no se formalizará porque la Comisión se va a oponer a
que se formalice; de hecho, es seguro ya que la Unión Monetaria no va a
decidirse en el año 1997. Por consiguiente, se retrasa hasta el primero
de enero del año 1999.

El primero de enero de 1999 es el día en que empieza lo que se llama la
tercera fase, es decir, empieza la Unión Monetaria; es el día en que
quedan definitivamente bloqueados los tipos de cambio, los tipos de
conversión de monedas en la moneda única; comienza la política monetaria
común; entramos, insisto, en la tercera fase. Eso es el día primero de
enero de 1999. Ahora bien, antes de ese momento hay que decidir cuáles
son los países que van a incorporarse inicialmente a la Unión Monetaria.

En el Tratado de Maastricht se dice que será con una anticipación no
menor de seis meses, pero realmente los hechos han mostrado que los
mecanismos de la Comunidad son tan lentos, son tan complejos, requieren
tales cantidades de idas y venidas de los temas, desde la Comisión al
Ecofin, al Parlamento Europeo, al Consejo Europeo, etcétera, que se ha
llegado a la conclusión de que la selección de países se tendrá que hacer
bastante antes, para tener más de seis meses hasta el momento en que
empieza la Unión Monetaria. Eso quiere decir que seguramente la selección
de países, creo yo, será en la primavera del año 1998.

En todo caso, sea en la primavera del año 1998, a principios o avanzada
ya, la selección se hace en base a unos criterios de convergencia; por
consiguiente, hay que estudiar cuáles son los países que cumplen esos
criterios, y esto se tiene que hacer sobre las cifras de los años
1996-1997. No hay margen más allá del año 1997 para cumplir el criterio
de convergencia fiscal. Los países que en el año 1997 no hayan alcanzado
el 3 por ciento, y además no muestren que lo han alcanzado con una
capacidad de mantenerse en el 3 por ciento o por debajo del 3 por ciento,
estos países quedan excluidos de su acceso inicial a la Unión Monetaria.

Se puede decir que a lo mejor resulta que lo que ahora es la exigencia
tan estricta de los criterios de Maastricht, cuando llegue el momento esa
exigencia tan estricta va a verse dulcificada por la negociación
política; es posible que esto sea así. Pero, de momento, los países que
son básicos en la operación, porque constituyen el núcleo durísimo



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de la Unión Monetaria, y de los que irradia realmente todo el proceso de
la Unión, están absolutamente decididos a que los criterios de Maastricht
se cumplan estrictamente para esa selección, y la razón es clara. Ellos
dicen, en una frase quizá no muy afortunada, que los países iniciales
tienen que ser pura sangre, porque, si no lo son, en los mercados habrá
dudas respecto del carácter irrevocable de los tipos de conversión en la
moneda única, y eso generará ataques de los mercados, habrá ataques
especulativos, habrá muchos problemas. Tienen que estar seguros de que
los países son tan puros, están tan de acuerdo con los criterios de
conversión, que nadie pueda pensar que van a echarse atrás o que va a
haber que modificar las tasas de conversión; es decir, todo tiene que ser
irrevocable. Esos países quieren imponer estrictamente los criterios de
convergencia. De modo que, a lo mejor, al final hay una negociación
política, pero esa negociación política va a tener márgenes
estrechísimos.

Usted me pide mi opinión y yo se la doy sinceramente. Creo que no hay
tiempo más allá del año 1997. Si no hemos alcanzado los criterios de
convergencia para entonces, será muy difícil que España pueda entrar
inicialmente en la Unión Monetaria. Esta es la segunda razón que
fundamenta mi opinión de que el esfuerzo hay que hacerlo ya, y hay que
iniciarlo porque es un esfuerzo muy fuerte. Si no lo hacemos, ello
equivale a renunciar al ingreso en la Unión Monetaria en la primera fase.

Además, no ingresar en la Unión Monetaria en la primera fase puede ser
muy desagradable; menos desagradable si el núcleo de países que
constituyen inicialmente la Unión Monetaria son, por ejemplo, sólo tres;
entonces la Unión Monetaria va a tener menos repercusión. Pero si son más
países, los que queden fuera --no porque quieran sino porque de hecho no
pueden entrar porque no cumplen los criterios de convergencia-- van a ser
muy probablemente atacados por los mercados, y el nerviosismo de los
mercados respecto de esos países les puede generar problemas muy grandes
y les puede dificultar enormemente el incorporarse más tarde a la Unión
Monetaria, porque cada vez que vayan a aproximarse a dicha incorporación,
los mercados les atacarán pensando que van a modificar el tipo de cambio
que va a entrar en la moneda única, ya que, al fin y al cabo, lo que se
llama los «fundamentals», en ese momento no serán los «fundamentals» de
ese período, sino los que se refieren a la eternidad, puesto que el
proceso es permanente y es irrevocable. Los países que queden fuera,
repito, van a tener dificultades; por tanto, entrar al principio es
importante. Y para entrar al principio por el momento no hay ninguna
duda: hay que cumplir los criterios en los años 1996 y 1997, y eso
ciertamente aconseja un esfuerzo fiscal importante.

Por otra parte, ese esfuerzo fiscal realmente importante afecta a la
confianza de la gente y mejora las expectativas del sector privado, de
eso estoy absolutamente convencido. Porque como va a permitir un
crecimiento mayor del sector privado, que no sería posible si el déficit
público siguiera siendo muy importante, el sector privado va a ver
mejoradas sus expectativas. De modo que no hay que pensar que una
reducción estricta del déficit público fuertemente contractiva, eso no lo
creo, puede verse compensada con una mejora del sector privado. Y con
esto vuelvo a otro tema sobre el cual me han planteado preguntas
perfectamente lógicas.

¿Qué piensa el Banco de España de los tipos de interés en esas
condiciones? ¿Qué sucede con los tipos de interés si hay un esfuerzo de
consolidación fiscal? Hemos dicho muchas veces que los tipos de interés
dependen de la evolución de la inflación y del comportamiento del déficit
público. Si se va a una reducción fuerte del déficit público y tenemos
suerte con la inflación, porque en parte es cuestión de suerte (el tema
del aceite de oliva o el tema del vino de mesa es una cuestión de suerte
que nadie controla); si la evolución de los precios va bien y hay un
esfuerzo de consolidación fiscal importante, efectivo y realista, no es
que el Banco de España tenga que decirlo, es que los tipos de interés
tenderán a ir hacia abajo; tenderán a ir hacia abajo los tipos de interés
a medio y largo plazo, que no los define, como sabe usted muy bien, señor
Homs, el Banco de España. El Banco de España actúa moderadamente en el
extremo corto del mercado, pero cuando los tipos vayan hacia abajo,
entonces el Banco de España podrá bajar los tipos de interés.

Evidentemente, el Banco de España no sólo no tiene interés en subir los
tipos de interés; tiene interés en que yendo bien la economía y no
planteando ello problemas, los tipos de interés sean bajos, normales,
aceptables y moderados. Este es el interés del Banco de España. De modo
que, si las cosas se hicieran así, podrían bajar los tipos de interés.

Lo que el Banco de España más teme y detesta es entrar en un proceso de
«policy mix» adverso, como se ha vivido en el pasado. Es una situación en
la que los tipos de interés suben porque el déficit público no mejora y
porque hay tensiones inflacionistas en la economía. Esto es, desde el
punto de vista del Banco de España, la peor situación imaginable. Esto es
lo que querríamos que se evitara. No es algo que nos guste, sino que, por
el contrario, el Banco de España tratará de eludir en cuanto tenga
posibilidad de hacerlo.

Por lo que se refiere a la pregunta que me ha hecho el señor Homs sobre
el sistema financiero, tengo que decirle que el sistema financiero
español está viviendo un momento de altísima competencia y, naturalmente,
esa competencia se está traduciendo en una reducción importante de los
costes operativos del sistema. Por supuesto, en otras condiciones de
mayor libertad, de mayor flexibilidad del mercado de trabajo, ese ritmo
de reducción de los costes operativos sería mayor. Se está produciendo
una reducción más importante en los bancos que en las cajas de ahorro;
pero, en definitiva, una reducción continua de los costes operativos.

Nuestro sistema financiero viene de una situación de extremada
regulación. El resultado de esa extremada regulación fue que generamos un
sistema muy poco eficiente; un sistema en el que, como no había
competencia en precios, por lo menos legalmente, las instituciones
bancarias españolas tendieron a competir a través simplemente de la
captación de depósitos, a través de la extensión de la red de oficinas,
con lo cual llegamos a una situación en que el



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grado de bancarización de esta economía es uno de los más importantes del
mundo, como es bien sabido.

¿En qué consiste el problema que estamos viviendo? Pues estamos viviendo
un período, digamos, de paso de una situación de extremada regulación e
intervencionismo, a una situación en la cual el sistema es básicamente
libre y, por consiguiente, compite extraordinariamente. A través de ese
proceso de competencia el sistema tiene que ir adelgazándose poco a poco
en su red, en sus costes, etcétera. Lo absolutamente deseable es que todo
ese largo proceso vaya avanzando sin traumas importantes, porque es
imposible pensar que todas las instituciones financieras del país
(grandes, medianas, pequeñas y de cualquier tipo), todas ellas puedan
mantenerse. El problema es conseguir, repito, que todo eso suceda sin
traumas, pero dentro de un proceso de fuerte competencia que está
reduciendo los márgenes de intermediación de la banca, que está
reduciendo muy fuertemente los costes reales de la financiación para el
conjunto de los usuarios del país y reduciendo los recursos reales
implicados en el proceso de financiación del país. La verdad es que el
mundo va, en general, en esa dirección; es decir, el aumento de
competencia en los sistemas bancarios es absolutamente general; la
tendencia al adelgazamiento de los sistemas es muy general, y las nuevas
formas de actuación, que van desde los bancos telefónicos hasta los
cajeros automáticos (por cierto, España es el país europeo que más número
de cajeros automáticos tiene por cien mil o por un millón de personas,
como lo quiera usted medir) están produciendo un adelgazamiento del
sistema --ése es el futuro de todos los sistemas-- y eso es lo que
tendrán que hacer para mantener tasas de rentabilidad adecuadas.

El Banco de España lo que trata es de asegurarse que la competencia
funciona razonablemente, porque no podemos hacer otra cosa en un régimen,
como digo, de competencia. Hay que tratar de velar porque en ese régimen
no se produzcan desgracias en la medida en la cual eso lo puede evitar el
supervisor, que, en contra de lo que se piensa, no siempre, como los
hechos lo demuestran, lo puede evitar, porque el supervisor jamás puede
sustituir al gestor; por consiguiente, el gestor tiene derecho a
equivocarse, aunque eso tenga consecuencias desagradables, en primer
lugar para él mismo, pero desgraciadamente tiene derecho, repito, a
equivocarse y nosotros no podemos sustituirle en sus decisiones, ni
obligarle a que haga determinadas cosas y no haga otras.

La morosidad, por otra parte, está bajando fuertemente. Me parece que ha
bajado, en el conjunto de bancos y cajas, de un 6,5 o un 7 por ciento; y
ésta es una reducción importante. Las recuperaciones de impagados están
yendo a un ritmo muy fuerte, y esto es lo que está básicamente alentando
a la banca en el año actual. En este sentido las cosas van bastante bien.

No sé qué podríamos hacer nosotros para que hubiera menos impagados. El
Banco de España no puede hacer nada. No sé si lo puede hacer alguien,
aparte del señor que tiene que hacer el pago. Nosotros, insisto, no
podemos hacer nada.




El señor PRESIDENTE: De una forma excepcional, ¿algún grupo parlamentario
desea consumir un brevísimo turno de aclaraciones o discrepancias?
(Pausa.) Les daré la palabra por un máximo de cinco minutos, y esta vez
seré firme en el tiempo que he fijado.

Tiene la palabra el señor Montoro.




El señor MONTORO ROMERO: Hago uso de la palabra para expresar la
satisfacción del Grupo Popular por las explicaciones dadas por el
Gobernador del Banco de España esta mañana, explicaciones que hemos
considerado más completas aún que las que se contenían en el informe
remitido sobre la inflación.

Quiero subrayar nuestra coincidencia con las advertencias que se derivan
de sus palabras respecto de la pertenencia de España a la Unión Económica
y Monetaria de Europa, sus advertencias sobre lo prieto del calendario
que tenemos por delante y, por tanto, sus advertencias sobre la necesidad
de acometer sin más demoras, sin perder más tiempo, los ajustes
económicos necesarios para que España pueda confirmarse como un miembro
de esa Unión Económica y Monetaria europea en un horizonte ya muy
próximo.

Estas advertencias son exactamente las nuestras, las que estamos
trasladando a la sociedad española convencidos de que nos estamos jugando
un futuro muy cercano ya de la economía española. Por tanto, no podemos
perder más tiempo, no podemos perder ni un minuto más en la aplicación de
las políticas económicas que nos encaucen hacia esa pertenencia, que nos
permitan llegar con éxito al final de esa carrera que significa la
pertenencia de España a la Unión Económica y Monetaria de Europa.

Hay algunas preguntas que he formulado al Gobernador del Banco de España
relativas a su valoración sobre si se están haciendo realmente los
deberes en este momento. Pero más que insistir en esa pregunta voy a
hacer la siguiente interpretación. Los elevados tipos de interés de la
economía española proceden, por un lado, de la penalización de los
mercados, que están castigando a España por no hacer los deberes, dicho
de una manera simple y llana; en definitiva, por no corregir esos
desequilibrios básicos y por la obligación que se está imponiendo al
Banco de España de elevar los tipos de interés ante una ausencia de
políticas económicas, presupuestarias y de reformas estructurales,
ausencia que se convierte en un riesgo fundamental, un riesgo realmente
grave, amenazante para la consolidación de la recuperación económica y
para el éxito de la carrera por la pertenencia de España a la Unión
Económica y Monetaria de Europa.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Homs.




El señor HOMS I FERRET: Efectivamente, señor Gobernador, su segunda
intervención ha complementado, para mi Grupo y para mí, muy positivamente
su inicial intervención porque se ha extendido en dos temas, el de la
inflación y el del déficit público, sobre los que me parecía que era
necesario sostener un más profundo debate de nuestras posiciones.

Quiero decirle que mi Grupo está de acuerdo en que el Banco de España
tiene que reforzar la autonomía, tiene que



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reforzar la credibilidad, y algún día discutiremos si la independencia,
porque ese debate sobre la independencia y no independencia de los bancos
oficiales es una discusión apasionante que quizá deberíamos abordar otro
día.

En cuanto a la inflación, quisiera destacar --quizá para los otros
miembros de la Comisión de Economía que asisten a esta sesión de hoy--
una cosa muy importante que ha dicho usted y que quizá no hemos resaltado
suficientemente en las primeras intervenciones de los distintos grupos.

Usted ha anunciado una previsión posible y realista de reducción de
inflación en 1996 por debajo del cuatro por ciento. Esto es muy
importante. Que el Gobernador del Banco de España diga en una sesión como
la de hoy que previsiblemente los datos de que hoy disponemos nos
permiten afirmar que hay indicios ciertos y seguros para situarnos en una
inflación por debajo del cuatro por ciento en 1996, es un anuncio
positivo porque consolida el proceso en que estamos. No quisiera dejar de
destacarlo.

En cuanto al déficit público, que ha sido donde hemos tenido más
contraposición, quiero decirle, señor Gobernador, que mi Grupo está de
acuerdo en hacer el máximo esfuerzo posible de contención. En cualquier
caso, lo que queremos es hacerlo bien y no entrar en procesos
discontinuos que no se cumplan, porque eso sería todavía peor, como usted
ha dicho. Lo peor que puede hacerse a los mercados es lanzarles objetivos
y propósitos que luego no se cumplan, esto es lo que distorsiona más, y
también la evolución de la economía.

Estamos de acuerdo en hacer el máximo esfuerzo posible, y precisamente
por eso lo queremos hacer bien, ir a los orígenes. Para ir a los orígenes
de contención del déficit público en España se necesita tiempo, porque
las causas que generan hoy nuestro déficit público no son simples. Cuatro
instituciones económicas dependientes del sector público generan más de
un billón de transferencias desde el presupuesto. Reducir en un año o dos
años este problema no es sencillo.

Contener las subvenciones, las ayudas y los gastos consuntivos que genera
nuestro presupuesto en todas las administraciones públicas es un esfuerzo
que hay que hacer, que queremos hacer. Unicamente discrepamos en una
posición de plazos, simplemente de plazos, y de procedimientos, de poner
el acento en determinados elementos y no en otros.

Ahora bien, compartimos que hay que hacer el esfuerzo máximo posible, y
en ese ámbito de reflexión usted ha dicho una cosa muy interesante, casi
al final también, que comparto completamente y que es un mensaje muy
importante a la sociedad. Si entramos en la Unión Monetaria, España
bajará los tipos de interés; de otra forma, no podremos estar en la Unión
Monetaria. Sepan, pues, los mercados que lo que tenemos enfrente los
próximos dos o tres años es un importante proceso de reducción de los
tipos de interés, porque ese esfuerzo es mucho mayor que el déficit
público, ya que nuestro diferencial es importante también.

En consecuencia, hay que avanzar en la contención del déficit público,
pero también habrá que reducir los tipos de interés. De otra forma no
entraríamos en la Unión Monetaria, porque no cumpliríamos otro de los
requisitos que nos exige el proceso de incorporación.

Por tanto, mensajes positivos en la Comisión de esta mañana: previsión de
inflación para 1996 por debajo del cuatro por ciento, avalado por un
criterio estimativo inicial del Gobernador del Banco de España, lo cual
es un buen mensaje. Y anuncio también de que en los próximos dos años hay
reducción de tipos de interés. Ahora, todo ello siempre condicionado a si
hacemos las cosas bien y las hacemos tal como las hemos de hacer, que es
en lo que nuestro Grupo pone el mayor acento. Si las hacemos bien y tal
como las hemos de hacer, no nos será difícil coincidir. Pero, repito, si
las hacemos bien y tal y como las hemos de hacer.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Zabalía.




El señor ZABALIA LEZAMIZ: En esos cinco minutos que nos concede voy a
referirme a tres puntos que me han quedado claros esta mañana.

En primer lugar, que estamos creciendo, pero que hay que crecer más. Si
no crecemos por encima del tres por ciento, si no crecemos por encima de
la media de crecimiento de los países de la Unión Europea, no vamos a
generar empleo. Por tanto, una de las condiciones previas es que tenemos
que crecer más de lo que estamos creciendo y de acuerdo con el
crecimiento potencial que tiene este país. Esto no lo estamos
consiguiendo y no lo vamos a conseguir porque, entre otras cosas, el
clima político y social no lo está permitiendo. Es un tema muy
importante.

La segunda reflexión, en la que antes no he entrado, es sobre el tema de
las medidas que el Gobierno va a adoptar para controlar los
desequilibrios macroeconómicos. Es decir, un presupuesto extremadamente
restrictivo. En esto también tengo que coincidir con el portavoz del
Grupo Catalán (Convergència i Unió). Nosotros estamos verdaderamente
preocupados con el presupuesto extremadamente restrictivo que está
anunciando el Gobierno. Porque esto, indudablemente, va a repercutir en
las inversiones públicas y, desde luego, al final va a tener una
repercusión en un retroceso de las inversiones en infraestructuras, con
unas consecuencias negativas para la competitividad.

Por eso, aun no conociendo a fondo cuáles son las medidas que va a
adoptar el Gobierno dentro de los presupuestos para contener el déficit
público en un año, estamos intentando en un año o en dos hacer lo que no
se ha hecho hasta ahora. Nosotros hemos presentado en todos los
Presupuestos Generales del Estado enmiendas para la reducción del gasto
público, continuamente. No han sido tenidas en cuenta. Por tanto, no se
puede contener el déficit público en dos años, tenía que haberse empezado
hace mucho y no se ha hecho, y ahora se quiere hacer, insisto, en dos
años. Yo creo que esto es peligroso y hay que tener mucho cuidado.

La tercera cuestión que me ha quedado clara es que los países que van a
entrar en la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria en 1999 van a
ser pura sangre, y aquí sí que tengo mis dudas. Yo creo que España
genéticamente



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no es un pura sangre. Desde luego, el pienso que está comiendo no es el
adecuado, y tiene unos cuidadores y unos entrenadores --y no me refiero a
usted, señor Gobernador del Banco de España-- que me ofrecen ciertas
dudas de que en 1999 nosotros podamos ganar alguna carrera hípica.

Una de las cuestiones que yo planteé en la anterior comparecencia era que
no tenemos que obsesionarnos con la entrada en la tercera fase de la
Unión Económica y Monetaria en 1999 porque igual no podemos;
genéticamente no somos pura sangre, y eso hay que tenerlo en cuenta, y
hay que ser conscientes de ello y hay que tener cuidado no vayamos a
hacer un esfuerzo de entrenamiento que nos vaya a agotar y no es que no
vayamos a ganar ninguna carrera, es que no vamos no a poder salir de la
meta. Hay que tener cuidado, insisto con estas medidas que ahora en dos
años queremos implementar para ser una Alemania en el año 1999.




El señor PRESIDENTE:Tiene la palabra la señora Aroz.




La señora AROZ IBAÑEZ: Intervengo únicamente por cortesía parlamentaria
para agradecer al señor Gobernador sus respuestas a las cuestiones
planteadas por el Grupo Socialista. No obstante, quisiera señalar que su
intervención ha sido sumamente clarificadora sobre la trascendencia de
las decisiones que tenemos ante nosotros en relación con el cumplimiento
de los objetivos del déficit público. En este terreno yo creo que la
conclusión más importante que podríamos sacar hoy de su intervención es
que estas explicaciones que usted ha dado obligan a una reflexión sincera
y serena a todos los grupos parlamentarios de la Cámara.




El señor PRESIDENTE:Tiene la palabra el señor Gobernador.




El señor GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA (Rojo Duque): Intervengo
brevemente para hacer algunas puntualizaciones.

Señor Homs, sabe que yo no he asegurado que la tasa de inflación esté por
debajo del cuatro por ciento en los presupuestos del año próximo. No lo
podría hacer, primero, porque no soy profeta y, segundo, porque realmente
esto depende de muchas circunstancias que, desde luego, de manera
fundamental escapan a los criterios del Banco de España y en alguna
medida escapan a todo el mundo. ¿Qué va a pasar con los precios de una
serie de productos en el otoño? No lo sé, porque va a depender de lo que
ocurra en ese momento. Por consiguiente, yo no he asegurado que la
inflación vaya a estar por debajo del cuatro por ciento, digo que deseo
que esté y que podría estar por debajo del cuatro por ciento. Tampoco me
he comprometido a que el Banco de España vaya a reducir los tipos de
interés, excepto que se den las condiciones adecuadas para ello.

Sí quería decirle al señor Zabalía lo siguiente: Suponga usted que
hacemos un gran esfuerzo, que estabilizamos la economía de cara a 1998 y
que después resulta que por una serie de razones no entramos en la Unión
Monetaria. Creo --y si de un modo consciente usted lo piensa llegará a la
misma conclusión que yo-- que el país que inicialmente quede fuera, pero
sea un país estable, sufrirá mucho menos por verse fuera de la Unión
Monetaria que si ese país ha llegado a esas circunstancias sin
estabilidad. Por consiguiente, pase lo que pase, nos interesa seguir una
vía de estabilidad.

Muchas gracias a todos, y, por supuesto, cuando quieran que yo les
informe de todo que está ocurriendo con la Unión Monetaria, estoy
absolutamente a su disposición para reunirme con ustedes.




El señor PRESIDENTE:Muchas gracias, señor Gobernador.

La Comisión se reunirá de nuevo a las cuatro y media con la comparecencia
del Secretario de Estado de Economía. Se celebrará en esta misma sala.

Por tanto, si alguna señoría quiere dejar los papeles, vamos a seguir
aquí a lo largo de la tarde.

Se levanta la sesión.




Era la una y diez minutos de la tarde.




Se reanuda la sesión a las cuatro y treinta y cinco minutos de la tarde.




--COMPARECENCIA CUATRIMESTRAL DEL SEÑOR SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMIA
(PASTOR BODMER), PARA INFORMAR DE LA EVOLUCION DE LA ECONOMIA ESPAÑOLA,
PREVIA REMISION DEL CORRESPONDIENTE INFORME. (Número de expediente
212/001525.)



El señor PRESIDENTE: Señoría, buenas tardes.

Reanudamos la Comisión con la comparecencia del Secretario de Estado de
Economía, que va a informar de la evolución de la economía española, una
vez recibido por todos los miembros de la Comisión el informe
correspondiente a la evolución económica del año 1995.

Como es habitual y conocen SS. SS., en primer lugar voy a dar la palabra
al secretario de Estado para que, brevemente, amplíe los términos del
informe que SS. SS. conocen, y posteriormente, daré la palabra a los
grupos parlamentarios, con el fin de que formulen las preguntas y
observaciones que deseen.

El señor secretario de Estado tiene la palabra.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMIA (Pastor Bodmer): Como los
miembros de la Comisión disponen del último informe de coyuntura, y para
ser breve, más que dar detalles de cifras, preferiría centrar mi
intervención en cuatro puntos. Resumir los datos más recientes, que son
los del primer trimestre de 1995; ver qué nos anuncian para este segundo
trimestre los indicadores que tenemos; las perspectivas que se pueden
adivinar para



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el resto del año 1995 y para 1996, y, finalmente, cómo todos estos
elementos sirven de marco a la política económica y en qué consiste esa
política económica. En este último aspecto me detendré de forma especial
en lo que considero pieza clave, que es el presupuesto de 1996.

En primer lugar, resumir lo que ha sido el primer trimestre de 1995.

Claramente, ha sido un trimestre de aceleración del crecimiento. El
crecimiento no sólo se ha mantenido, sino que se ha acelerado. La tasa de
crecimiento interanual del PIB en el primer trimestre de 1994, es decir,
hace un año, estaba en el 0,9; en el último trimestre de 1994, en el 2,8,
y en el primer trimestre de 1995, en el 3,1; esto es, el crecimiento se
ha acelerado en este trimestre respecto al anterior. En segundo lugar, ha
habido un cambio en la composición de la contribución a ese crecimiento
entre demanda interna y sector exterior. En el primer trimestre de 1994
la demanda nacional cayó todavía 1,1 puntos, mientras que en el primer
trimestre de 1995 crece el 3,1. Por el contrario, el sector exterior en
el primer trimestre de 1994 contribuyó dos puntos al crecimiento del PIB,
mientras que en este primer trimestre de 1995 no ha contribuido nada.

Dicho de otra forma, y como suele ocurrir, la demanda interna ha tomado
el relevo del sector exterior como autor del crecimiento del PIB.

El tercer rasgo es que dentro de la demanda interna se mantiene un
crecimiento muy fuerte de la inversión y un crecimiento todavía débil del
consumo privado. En cifras, la inversión, la formación bruta de capital
fijo que estaba cayendo al 4 por ciento en el primer trimestre de 1994,
estaba creciendo al 5,8 al final del año pasado y crece en este momento,
en el primer trimestre de 1995, al 8,3. Esto en sus dos componentes: la
inversión en bienes de equipo crece al 8,8 y la inversión en
construcción, que se ha acelerado mucho más que la de bienes de equipo,
crece al 7,9, frente al 5,6 del último trimestre del año pasado. Por
consiguiente, sigue un crecimiento muy fuerte de la inversión.

Por el contrario, el consumo privado, que caía una décima en el primer
trimestre de 1994, estaba creciendo ya al 1,9 en el último trimestre del
año pasado, y en el primer trimestre de 1995 se ha mantenido a la misma
tasa del 1,9. El consumo privado sigue lo que se había previsto; es
decir, no esperábamos que el consumo privado tuviera un crecimiento mucho
más fuerte durante los años 1994 y 1995. Sin embargo, hay que decir que
éste es un patrón de crecimiento atípico en nuestra economía porque, en
general, ya al principio de una expansión suele darse el caso de que el
consumo crece más que el PIB. En este caso está sucediendo al contrario.

No nos gustan mucho las razones de esa debilidad del consumo porque,
probablemente, hay que situarlos en el terreno de las incertidumbres,
esencialmente por lo que se refiere al empleo. Sin embargo, aunque sea
por malas razones, ese crecimiento moderado del consumo tiene buenos
efectos, porque ejerce una menor presión sobre los precios y, por
consiguiente, permite esperar que este crecimiento pueda sostenerse
durante más tiempo. Es decir, el crecimiento exagerado del consumo ha
sido sin ninguna duda un factor de debilidad de las anteriores
expansiones porque empezaba a presionar sobre los precios muy pronto.

Por lo que se refiere al fuerte crecimiento de la inversión, de verdad
que es muy fuerte, pero también hay que tener presente que la inversión
tuvo tasas negativas de crecimiento desde el primer trimestre de 1992
hasta el segundo trimestre de 1994, es decir, durante dos años. Por
consiguiente, hay todavía mucha capacidad productiva que recuperar. Hay
que felicitarse, además, por la aceleración de la construcción, que había
tardado mucho en despegar en esta última expansión.

Si pasamos ahora a los indicadores más recientes que tenemos, que están
entre el mes de abril y el mes de mayo, se confirma cierta debilidad en
los indicadores de consumo privado. La cartera de pedidos cae el 13 por
ciento; la cartera interior de pedidos cae el 25 por ciento, lo cual
indica que la exportación todavía es un componente muy importante de la
demanda de las industrias de bienes de consumo; finalmente, el indicador
de confianza también está débil, con una caída del 21 por ciento. Hay que
tener presente que éstas son caídas en indicadores, que seguramente
tienen una amplitud mucho mayor que las cifras reales. Por el contrario,
los indicadores de inversión en equipo, tanto en abril como en mayo,
prosiguen con su tendencia ascendente. El IPI de bienes de equipo crece
el 13,4; las importaciones de bienes de equipo todavía el 6,6; la
matriculación de vehículos de carga el 10,3, y los pedidos de bienes de
equipo todavía el 2 por ciento.

Si hubiera que hacer una evaluación global de estos primeros seis meses
del año 1995, habría que destacar dos cosas. La primera, sin ninguna
clase de duda, es que no hay ningún síntoma en este momento de un cambio
de signo de la coyuntura; es decir, todo deja prever que el crecimiento
se mantendrá durante los trimestres siguientes. Sin embargo, es verdad
que hay algunos elementos que pueden hacer pensar que algunos componentes
de la demanda interna, en particular algunos componentes de la inversión
en bienes de equipo, hayan alcanzado un techo en sus tasas de
crecimiento, es decir, que sigan creciendo pero no a una tasa más
acelerada de la que han mostrado durante estos dos últimos trimestres.

Perspectivas para el conjunto del año y para el año 1996, lo que permite
encuadrar la política económica del Gobierno durante el próximo
ejercicio. Como ustedes saben, nosotros no hacemos previsiones oficiales
más que, en general, cuando se presenta el presupuesto y justamente para
construir ese presupuesto. Por consiguiente, lo que he hecho ha sido
recoger una serie de previsiones, tanto de organismos internacionales
como de organismos e incluso de investigadores privados, para darles un
abanico de lo que en términos generales se prevé para este año y para el
año que viene.

Por lo que se refiere al crecimiento, tanto los organismos
internacionales como los analistas de aquí, coinciden bastante en la
cifra de crecimiento para el año 1995. La sitúan entre el 3 y el 3,2 por
ciento, que corresponde básicamente a lo que esperábamos al hacer la Ley
de Presupuestos. Respecto a 1996, hay una dispersión mayor. Los
organismos internacionales nos sitúan entre el 3 y el 3,4, es decir, en
general con un crecimiento superior al del año 1995; sin embargo, entre
los analistas nacionales, hay una dispersión



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mucho mayor y si bien estos valores se sitúan también en una media del
orden del 3,4, algunos prevén una disminución sustancial del crecimiento
en 1996 respecto a 1995. Las diferencias entre unas tasas del orden del
3,4 o del 4 (porque algunas previsiones nos sitúan por encima del 4), y
unas tasas más bajas, se debe fundamentalmente a divergencias en el
comportamiento del consumo y de la inversión; es decir, en algunos casos
se percibe cierto riesgo de un aplanamiento de la coyuntura. Más adelante
daré lo que es nuestra interpretación de ese riesgo, de qué factores
depende y lo que había que hacer para evitarlo.

En cuanto a la inflación, en general se ve, por parte de los organismos
internacionales, una inflación que desciende lentamente, que se sitúa en
el 4,8, en 1995, y que todavía está entre el 4 y el 4,5, en el año 1996.

En las previsiones nacionales no hay una diferencia muy grande para el
año 1995, donde la previsión media se sitúa en el 4,7, y hay una
dispersión mucho mayor en el año 1996, donde las previsiones van del 3,5
hasta casi el 5. Hay que hacer notar que las diferencias que se observan
en esas previsiones, que son previsiones todas recogidas por ahí, no se
deben al comportamiento de los salarios, que en términos generales todo
el mundo estima se van a comportar de manera bastante moderada, sino a
otros elementos: impuestos, precios de la alimentación o de materias
primas, etcétera.

Por lo que se refiere al paro, todo el mundo coincide en una reducción en
1995 y en 1996. En ambos casos una reducción modesta, del orden de un
punto. Los organismos internacionales hablan de un paro, en 1995, del 24
por ciento --de hecho ya estamos por debajo de esa cifra-- y prevén el 23
para el año 1996, que es más o menos lo que tenemos ahora. Los análisis
de aquí siguen una evolución parecida, pero con un nivel más bajo.

Finalmente, por lo que se refiere a la necesidad de financiación de las
administraciones, parece haber consenso general en que el objetivo del
déficit PIB para 1995 se cumplirá. El objetivo del Gobierno, como saben,
es del 5,9: las previsiones que nos vienen de los organismos
internacionales nos sitúan en el 6, que es prácticamente lo mismo. En
cambio, para el año 1996 los organismos internacionales, al revés de lo
que suele suceder en estos casos, son más pesimistas que nosotros. Las
previsiones de los organismos internacionales sitúan la necesidad de
financiación de las administraciones entre el 4,8 y 5,5 del PIB
(recuerden que el objetivo del presupuesto, del cual hablaré a
continuación, es el 4,4) y, en cambio, las previsiones de analistas
nacionales se sitúan en un promedio en torno al 4,6; es decir,
sensiblemente más cerca de lo que sería el objetivo del próximo
presupuesto.

¿Qué se puede destacar? Hay dos factores más a tener en cuenta: uno es la
estabilidad del tipo de cambio en los últimos meses (el tipo de cambio ha
oscilado entre 85 y 87,50 respecto al marco alemán, sin ninguna clase de
intervención, y por consiguiente, en este momento, en una situación
estable); y, por otra parte, unos tipos de interés ya elevados; como
ustedes saben, el Banco de España ya ha subido su tipo de intervención
casi dos puntos en los primeros seis meses de 1995, el diferencial con el
bono alemán a diez años desde 1.º de enero se ha ampliado en casi un
punto, del orden de 75 puntos básicos, y estamos en este momento en un
tipo a diez años próximo al 12 por ciento, que es un tipo ya
relativamente elevado.

Cabe destacar de este análisis por lo que se refiere a la formulación de
la política económica, en mi opinión, dos elementos. En primer lugar, no
hay que preocuparse por alentar el crecimiento a corto plazo, es decir,
la economía está creciendo de manera satisfactoria; el hecho de que el
consumo privado no esté creciendo tan aprisa como había crecido en
expansiones anteriores no es ningún motivo de preocupación, porque, a mi
juicio, ese crecimiento moderado tiene unas causas bien identificadas; la
inversión está creciendo muy bien y no hay que esperar ningún susto desde
el punto de vista del sector exterior. Por consiguiente, la coyuntura a
corto plazo se está comportando suficientemente bien, no necesita un
presupuesto expansivo que la ayude. En segundo lugar, y por el contrario,
hay que proteger el crecimiento futuro. Hay que recordar que los
elementos de incertidumbre que se expresan en medios profesionales sobre
el año 1996 se refieren fundamentalmente al comportamiento del consumo y
de la inversión, y relacionan el comportamiento de estos dos elementos
con el de los tipos de interés. Por consiguiente, hay que proteger el
crecimiento futuro creando margen en este momento para un descenso de los
tipos de interés. Desde nuestro punto de vista, ésta es la variable más
importante de política macroeconómica; es decir, es la variable sobre la
que se puede influir de manera más directa para mantener y fortalecer el
crecimiento de la demanda y del PIB.

¿De qué depende que se cree ese margen? Naturalmente de dos factores. En
primer lugar, la moderación de la inflación. No voy a repetir los
análisis que ha hecho esta mañana el Gobernador del Banco de España sobre
las perspectivas de la inflación en la segunda mitad de este año y el
primer trimestre del año 1996, porque creo que pueden resumirse diciendo
que hay muchos factores que permiten prever que en la segunda mitad de
este año el PIC retome la senda descendente que tenía el año pasado.

Dicho de otra forma, la mayor parte de los efectos inflacionarios que
hemos visto durante esta primera mitad del año son transitorios, ya deben
estar casi en su totalidad absorbidos y, siendo esto así y no habiendo en
enero de 1996 efectos parecidos a los de enero de 1995, es perfectamente
probable que en el primer trimestre de 1996 se pueda mantener el objetivo
del Banco de España de tener una inflación del orden del 4 por ciento. A
eso habrá que colaborar con una moderación de precios y costes que
acompañe la moderación salarial que hemos venido experimentando durante
los dos últimos años. En segundo lugar, depende de un presupuesto
riguroso, y ahí quisiera extenderme un poco sobre las razones que nos
mueven a defender el objetivo del 4,4 para 1996. Con esta defensa no hago
más que recoger argumentos que ya han expuesto el señor Presidente del
Gobierno en días anteriores y el Ministro de Economía y Hacienda, pero me
gustaría detenerme un poco sobre ellos. Quisiera distinguir esos efectos
de la política presupuestaria en dos, los efectos a largo plazo y los
efectos a corto plazo.




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Los efectos a largo plazo se refieren fundamentalmente a que, si no
cumplimos el objetivo de los presupuestos de 1996 y 1997 --y la primera
señal para ello es 1996--, estamos renunciando explícitamente a lo que ha
sido no sólo el compromiso del Gobierno, sino, además, el objetivo de la
política económica, y es poder optar a la entrada en la Unión Monetaria,
si ésta se produce, el 1.º de enero de 1999. Es decir, si no cumplimos
con nuestro programa de convergencia, que nos impone un déficit del 3 por
ciento del PIB en 1997, no tenemos posibilidad de entrar en la Unión
Monetaria el 1.º de enero de 1999. Sobre lo que esto puede significar no
quiero repetir los argumentos que ha dado el Gobernador del Banco de
España y que suscribo en su totalidad.

Me gustaría insistir más en los efectos a corto plazo, porque hay que
tener presente que esos efectos, de no cumplir los criterios de
convergencia en 1997, no se harán sentir en 1998, sino que empezarán a
sentirse ahora, es decir, exactamente si los analistas tienen la
impresión de que el presupuesto de 1996 no cumple el criterio del
programa de convergencia.

Para caracterizar mejor la diferencia que puede haber a corto plazo entre
un presupuesto que cumpla el objetivo del 4,4 por ciento del PIB, en 1996
y uno que no lo cumpla, quizá lo mejor sea hacer una descripción de lo
que podrían ser dos escenarios alternativos. Por una parte, si tenemos un
presupuesto que no cumple los criterios, que los cumple sobre el papel
pero con unas medidas que no resisten el análisis o, dicho de otra forma,
si las cifras que se presentan en el presupuesto no resultan creíbles
para los analistas que lo miran con mirada profesional, sin tener ningún
interés particular en esto, yo creo que la consecuencia inmediata va a
ser una elevación de los tipos de interés a largo plazo, y digo una
elevación inmediata. ¿Por qué? El Tesoro para financiar el «stock» de
deuda que tiene ha de emitir del orden de un billón de pesetas al mes en
los mercados. Si el presupuesto no cumple lo previsto, la actitud de las
personas e instituciones que invierten en valores españoles se hará más
exigente, dicho de otra forma, tenderán a reducir la proporción de deuda
española que mantienen en sus carteras. Algo muy parecido ha ocurrido en
los últimos nueve meses en países centroamericanos y sudamericanos, donde
las tenencias de esos valores que había en grandes inversores
institucionales ha pasado a cero.

Si esto ocurre, la financiación del Tesoro se hará necesariamente más
cara, eso ocurrirá inmediatamente y ese encarecimiento de la financiación
del Tesoro se transmitirá, también inmediatamente, a los demás tipos de
interés. Yo creo que en cuestión no de meses, sino de semanas, será el
nivel general de los tipos de interés el que aumente como consecuencia de
un presupuesto que no cumpla los compromisos. La consecuencia de este
mayor nivel de tipos de interés, que vendrá a sumarse a los aumentos que
ya se han experimentado en 1995, será, yo creo, una menor tasa de
crecimiento de la actividad y del empleo ya en 1996, y probablemente no
en diciembre, sino mucho antes. Si a esto se le suma, como tendría cierta
lógica, un aumento salarial en 1996, es decir, una renuncia a la
moderación salarial de los dos últimos años y un deseo bien de recuperar
poder adquisitivo o de no perder más, entonces la combinación de todo
esto puede ser una inflación que desciende pero no bastante, unos tipos
de interés que aumentan y unos aumentos de salarios que pueden obligar al
Banco Central a responder con nuevos aumentos de tipos de interés. Dicho
de otra forma, un presupuesto que no cumpla lo comprometido introduce el
riesgo de entrar en 1996 con un cambio de signo de la coyuntura, es
decir, de no cumplir las previsiones que tienen los analistas y de las
que les he hablado hace cinco minutos.

Por el contrario, un presupuesto que cumple, yo creo que puede permitir
una disminución de los tipos de interés de aquí a final de año. Como
consecuencia de ello se produciría una mejora de los márgenes
empresariales, una mejora de la inversión y del consumo y, finalmente,
una nueva disminución de la tasa de paro. Si además de cumplir el
criterio del 4,4 está bien hecho, es decir si se acepta que todas las
partidas del presupuesto, con excepción de aquellas que recogen
compromisos como los del Pacto de Toledo, han de contribuir a la
reducción del déficit y que, por consiguiente, todas son revisables,
aunque eso no quiere decir que todas deban ser revisadas de la misma
manera pero sí que todas son revisables, no tendrá efectos negativos
sobre la tasa de crecimiento y sobre el empleo. Por consiguiente, el
efecto neto de un presupuesto ajustado en 1996 será un efecto positivo
sobre la actividad y sobre el empleo. Esto es lo que, desde mi punto de
vista, hay que destacar. Es decir, un presupuesto contractivo en 1996 no
tendrá efectos negativos sobre demanda y empleo sino al contrario. Al
revés, un presupuesto expansivo, es decir un presupuesto que no cumpla
las condiciones de nuestro programa de convergencia tendrá, vía tipos de
interés, un efecto negativo sobre la actividad y sobre el empleo.

Antes de concluir esta intervención creo conveniente presentarles unas
reflexiones finales sobre la política presupuestaria del año 1996; unas
reflexiones que no son políticas ni técnicas sino nacidas de la
experiencia y donde se mezclan, en dosis variables, elementos políticos y
elementos económicos.

La primera reflexión sobre la que ha de formularse la política
presupuestaria es que la tendencia creciente del gasto, que ha duplicado
su peso en el PIB (en un espacio de menos de 20 años ha pasado del 20 por
ciento al 45 por ciento del PIB), es una tendencia que tarde o temprano
debe invertirse. Cuando hay que invertir esa tendencia es durante un
momento de expansión; no es realista pensar que el peso del déficit en el
PIB se puede corregir de manera sustancial durante una recesión, porque
en una recesión hay demasiados factores cíclicos que actúan para aumentar
el déficit. Es en una fase de expansión como la actual cuando hay que
hacerlo. La alternativa a no hacerlo en esta fase de expansión, después
de haber dejado pasar la última, es tenerlo que hacer más adelante y en
circunstancias más difíciles, probablemente fuera de la Unión Monetaria,
con un tipo de cambio más débil y con unos tipos de interés más altos que
harán más difícil la reducción del déficit. Es decir, ahora es más fácil
hacerlo que más adelante.




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Sin ninguna intención política sino, como he dicho antes, como fruto de
la experiencia, yo creo que hay que ser consciente de que en política
presupuestaria el gradualismo suele ser una falsa alternativa. Hay países
que dicen van a reducir su déficit de manera gradual durante un período
largo de tiempo, y hay otros países que dicen lo van a reducir de una
manera mucho más decidida al principio de un período. Los segundos, es
decir los que apuestan por una política más decidida de reducción del
déficit, normalmente consiguen reducirlo; los primeros lo que hacen en la
práctica, no sobre los libros pero sí en la práctica, es no reducir el
déficit hasta que al final las circunstancias les obligan a reducirlo, y
entonces tienen que reducirlo sin gradualismo alguno. Dicho de otra
forma, en una economía que se comporta de manera fundamentalmente cíclica
pensar que se puede ir reduciendo de manera uniforme durante un período
largo de tiempo y por cantidades pequeñas, cada año el déficit es una
estrategia que en la práctica no es realista.

Finalmente, como fruto de la experiencia recogida en la tarea de ir
tratando de convencer a inversores e instituciones extranjeras de la
solidez de la economía española y de sus perspectivas a corto y medio
plazo, saco la conclusión de que, en términos generales, las
instituciones, las personas y los gobiernos que siguen la evolución de la
economía española creen que el esfuerzo que requiere el programa de
convergencia es un esfuerzo difícil pero posible. Por consiguiente, si
esos objetivos del programa de convergencia no se cumplieran, pensarían
que en nuestro país no se toma bastante en serio ese objetivo de
convergencia y de integración en Europa. Yo creo que eso sería algo que
perjudicaría no sólo a nuestra imagen sino también a nuestras
posibilidades reales probablemente durante bastante tiempo.

Nada más.




El señor PRESIDENTE: ¿Grupos que desean intervenir? (Pausa.)
En primer lugar, por el Grupo Parlamentario Popular tiene la palabra el
señor Montoro.

Ya conocen SS. SS. el procedimiento y los tiempos.




El señor MONTORO ROMERO: Como portavoz del Grupo Parlamentario Popular en
esta sesión no sé si tengo que manifestarles mi satisfacción o mi
asombro, estoy en un sentimiento mezclado, porque realmente hemos
asistido a una explicación del Secretario de Estado de Economía en la que
él parece el portavoz de la oposición en materia económica. Su exposición
ha consistido en hacer una advertencia sobre los riesgos del crecimiento
económico en España, para lo cual ha utilizado los diferentes analistas
económicos que efectivamente están insistiendo en que puede producirse un
parón en el crecimiento de la economía española si no se corrigen esos
desequilibrios. En vez de utilizar sus propias palabras se ha parado en
las palabras de los demás, otorgándoles la cualificación que significa
convertirse en portavoz de las mismas. En segundo lugar ha venido esta
tarde aquí a insistir sobre la necesidad de hacer unos presupuestos
restrictivos para el año 1996. Es una recomendación que no entendemos a
quién va dirigida cuando estamos delante de la segunda personalidad del
Ministerio de Economía y Hacienda, es decir del responsable de hacer unos
Presupuestos del Estado que parece estar convenciéndose ante su propio
espejo, ante su propia realidad, o bien es que intenta convencer a otros
que no lo están tanto en el Gobierno de España.

Nosotros saludamos esa lección de economía que el Secretario de Estado de
Economía parece ha aprendido por fin --no me refiero sólo a él sino al
Gobierno de España--, que unos presupuestos formalmente restrictivos no
restringen la actividad económica si generan expectativas positivas y
producen un descenso de los tipos de interés. Por fin hemos llegado a
esta señera idea en nuestro país, aunque ha costado, porque lo que no se
entiende es por qué no han hecho esto en los presupuestos de 1994 y 1995
cuando el ciclo económico ya había cambiado y tenían una excelente
oportunidad para apoyar ese ciclo económico en el año 1995 haciendo
precisamente lo que dicen que hay que hacer en 1996. ¿Por qué no lo
hicieron con los presupuestos de 1995? Porque esos presupuestos iban
ligados al ciclo intentando beneficiarse de él sin otro motivo que
procurar una recuperación electoral a través de la no restricción del
gasto público, planteando una torpe decisión de subir los principales
impuestos indirectos en España.

Ya hemos aprendido esta lección, y yo la quiero llevar al frontispicio de
nuestros pensamientos. El Ministerio de Economía ha reconocido que hacer
unos presupuestos restrictivos es la mejor forma de apoyar la
recuperación económica en España en estos momentos. La siguiente pregunta
es por qué no lo ha hecho hasta ahora. Quizá porque les ha costado
entenderlo. No lo sé. Quizá haya sido fruto de un proceso intelectual
realmente complejo, pero, en fin, dadas las vicisitudes intelectuales de
los miembros del Gobierno, nos alegra que lleguen a conclusiones que ya
son algo favorables o algo positivas. Ya se están convenciendo de que hay
que privatizar determinadas empresas públicas y hay que cambiar la
participación del gasto público en nuestro país sobre el producto
interior bruto.

Lo formidable es la sentencia con que ha acabado su intervención. Es una
observación que no es política ni técnica, sino que se coloca en la
bisectriz según la cual los países que aplican el gradualismo en la
reducción del déficit público son los países condenados a incumplir esa
reducción del déficit público. ¿Y qué hace el programa de convergencia de
España? ¿Aplica el gradualismo o aplica la restricción presupuestaria, la
reducción del déficit público en los primeros ejercicios? ¿Cuál es el
motivo por el que el programa de convergencia plantea la reducción del
déficit público en los últimos años de ese programa? No habrá más
gradualismo que el que plantea el programa de convergencia. ¿Por qué el
programa de convergencia, señor Secretario de Estado de Economía, no hizo
lo que tenía que hacer en 1994 y en 1995, postergó ese ajuste y ha tenido
que venir esta tarde a la Cámara a advertir a los españoles, desde el
seno de la representación de la soberanía nacional, sobre los males que
nos acechan si no hacemos lo que tenemos que hacer en los presupuestos de
1996?
Tenemos que desprender de sus palabras el fracaso en la concepción de la
política presupuestaria hasta ahora, el



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fracaso del programa de convergencia que está vigente en nuestro país y
tenemos que reclamar un cambio de ese programa de convergencia porque
realmente no se puede creer en un programa que está mal diseñado y que no
ha reconocido esa gran verdad que ha dicho usted al final --es otra de
las grandes verdades--, que los países que no acometen su problema con
soluciones desde el primer momento son países que están condenados a
fracasar en ese intento.

Por eso decía que esta tarde hemos avanzado mucho, señorías. Hemos
avanzado mucho, en la expresión del Secretario de Estado de Economía, ya
vamos construyendo unos principios básicos sobre los que elaborar los
presupuestos. Yo imagino que la teórica que nos ha dado esta tarde va
dirigida a los miembros del Gobierno; desde luego no va dirigida a los
miembros de este grupo parlamentario que son firmes convencidos y que
hablan así continuamente a la sociedad española, hablan en todas sus
oportunidades, se refieren y se lo explican así a los españoles, qué es
exactamente lo que hay que hacer. Lo que ocurre es que ésa no es la
situación que tenemos en España. La situación que tenemos en España es la
de una recuperación económica, un crecimiento económico que es
insuficiente para recuperar el bienestar de los españoles, insuficiente
para resolver el problema del paro, claramente insuficiente aun en el
supuesto de que se mejorara la previsión de crecimiento de empleo
prevista en los Presupuestos Generales del Estado para 1995; aun en ese
supuesto estaríamos lejos de encontrarnos en el cauce correcto para
resolver ese problema social primario de la sociedad española, ese
problema económico básico que es el paro, el desempleo.

Eso es así porque realmente no nos podemos conformar con el registro de
un crecimiento económico de la magnitud que se está viviendo en estos
primeros meses del año 1995, porque la economía española tiene un
potencial de crecimiento muy superior. Ahí está la última publicación de
la OCDE, «Perspectivas económicas de la OCDE». Ese prestigioso organismo
internacional, identifica un crecimiento potencial de la economía
española en el 5,5 por ciento del producto interior bruto y ésa debería
ser una referencia válida para nuestra política económica y no este 3 por
ciento que, en definitiva, es un 3 por ciento que desde luego se está
registrando, pero que no es percibido por la mayoría de los españoles que
siguen pensando que España es un país que continúa padeciendo una crisis
económica profunda.

Además, esa situación de recuperación económica está coincidiendo con una
evolución de los desequilibrios básicos, me refiero al desequilibrio de
precios, a la inflación, que a pesar de la moderación del consumo privado
se mantiene muy elevada. Esta mañana en la Comisión de Economía hemos
tenido ocasión de tratar con cierta intensidad esta cuestión: Cómo es
posible que una economía donde el consumo tiene un comportamiento no ya
moderado sino errático, como se está demostrando en los diferentes
indicadores de los últimos meses o incluso semanas, cómo es posible
--digo-- que con esa moderación del consumo tengamos un incremento de
precios tan considerable.

En el informe que nos han remitido ustedes incluso reconocen que hay un
mal comportamiento de la inflación, pero es que reconocen algo más para
el año 1995, y son palabras de su informe que las leo textualmente:
Durante los primeros meses del año ha proseguido la tendencia subyacente
a la baja de la inflación, por lo que una vez absorbidos estos impactos
transitorios, la inflación debe retomar su tendencia descendente (hago
aquí un paréntesis para decir que eso es lo que nos ha advertido usted
esta tarde, que esperaba se comportara mejor en los próximos meses y
retomo la lectura del informe literalmente) aunque va a ser difícil que
se alcance el objetivo previsto en los presupuestos para el conjunto del
año. Es decir, el Gobierno reconoce que no se va a cumplir el objetivo
oficial mantenido verbalmente; reconoce en el documento que nos ha
remitido que no se va a cumplir el objetivo de precios para el año 1995.

A continuación, como otro desequilibrio, está el asunto del déficit
comercial, ese déficit comercial que se está ensanchando en nuestro país
y que registra una evolución preocupante para el futuro, puesto que ya
estamos otra vez en el viejo problema, en la vieja tesitura española de
que cuando crecemos vamos percibiendo que no tenemos suficiente ahorro y
que en nuestro país se va abriendo un déficit de la balanza de pagos.

Usted se felicita de que el consumo no crezca más para que ese déficit
comercial no se abra más aún y nos lleve a registros negativos de
nuestros saldos comerciales y saldos por cuenta corriente con el
exterior. Ahí está esa cuestión, que es muy importante, porque tenemos
problemas para financiar el déficit de nuestra balanza de pagos,
problemas muy importantes, como ya estamos acusando en un mercado
financiero cada vez más global, cada vez más competitivo y cada vez más
exigente.

A renglón seguido otro desequilibrio del año 1995 es el comportamiento
del déficit público estructural, que está registrando una evolución
bastante inquietante. No se está corrigiendo el déficit público. Usted
decía que la mayoría de los analistas reconocen que se va a cumplir el
objetivo del Gobierno. El objetivo es en sí mismo timorato. Es un
objetivo no decidido de reducción de déficit público para este año y si
con una economía creciendo al 3 por ciento no bajamos el déficit público
más allá de siete décimas, yo no sé qué vamos a hacer cuando hemos subido
los principales impuestos indirectos este año. Es decir, hemos atacado el
déficit estructural con la equivocada estrategia de subir los impuestos
indirectos y tenemos un crecimiento económico que no logra la reducción
del déficit público de carácter coyuntural. Realmente la pobreza de
comportamiento del déficit público es tal que incluso lo más inquietante
es que se registre el objetivo del Gobierno gracias a los ingresos de las
privatizaciones. Eso además sería negativo porque evidentemente, como
usted sabe, esos ingresos de privatizaciones no son computables a efectos
del déficit público, según el Tratado de la Unión Europea.

¿A quién estamos engañando? ¿A nosotros mismos? Lo que estamos haciendo
es precipitar la venta de empresas públicas, porque los ingresos
presupuestarios no van bien este año y no van bien porque no hay una
recuperación de la economía acorde con lo que hubieran sido las



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previsiones normales deseables. Estamos ante unas expectativas en España
que en buena medida tienen una raíz política, es lo que usted ha llamado
las incertidumbres, que amenazan, que ya se están haciendo sentir, sobre
el consumo privado, que se está resistiendo precisamente por la
existencia de la incertidumbre política. No lo digo yo; lo dice su
informe. Voy a leer otro párrafo textual de su informe. Ustedes llegan a
decir en el informe: La situación podría compararse en algunos aspectos a
la que se produjo en el verano-otoño de 1992 cuando el derrumbamiento de
las expectativas sumió a la economía española y a la europea en general
en una profunda recesión, si bien la fase cíclica y sobre todo los
fundamentos actuales de la economía son bien diferentes.

Ustedes en su propio texto hacen la advertencia de lo que puede ocurrir
si dominan esas incertidumbres. Matizo mi expresión anterior. Yo también
lo digo y lo dice mi grupo parlamentario que ha advertido a la sociedad
española sobre las consecuencias del dominio de estas incertidumbres,
dominio negativo, porque la economía es fundamentalmente confianza y
tanto los inversores como los consumidores toman sus decisiones
elementales basados en una confianza, necesitados de una confianza.

Estamos ante unas expectativas inflacionistas también asentadas en los
agentes económicos, como no puede ser de otra forma ante el reiterado
fracaso del Gobierno en materia inflacionista. Ya reconocen hasta en su
informe que no van a conseguir el objetivo. Y es que no sé si se acuerda
del viejo dilema que siempre plantea: no hacemos previsiones, hacen
objetivos; pero los objetivos no los alcanzan. Eso genera el asentamiento
de expectativas inflacionistas en la sociedad española, que es algo así
como perpetuar la inflación. Estamos ante lo que llamábamos en economía
las expectativas adaptativas, que es la forma de perpetuar el proceso
inflacionista, porque las decisiones de la inflación de precios se están
tomando en función de las inflaciones pasadas, además de indiciar buena
parte de la renta de la economía española.

En definitiva, estamos ante el temor de perder puestos de trabajo y de
que esta situación que estamos viviendo no sea suficiente para aclarar el
panorama, para precisar un futuro mejor. Este temor de muchos españoles
respecto de su puesto de trabajo es algo que está perjudicando la
evolución de la economía, como está perjudicando la presencia de los
tipos de interés.

Ahí está la prima de riesgo. Es inexplicable que España tenga una prima
de riesgo de 500 puntos básicos. No se explica más que por la crisis
política del Gobierno socialista que está pasando esa dura factura a la
sociedad española. ¿Es que el secretario de Estado sería capaz de darnos
una explicación diferente de por qué estamos pagando esa prima de riesgo?
¿Podría darnos una razón diferente de por qué el Banco de España tiene
que apelar a la subida de tipos de interés a corto plazo, razón diferente
de lo que es la patética soledad de la política monetaria a que la
estamos sometiendo, que la volvemos a colocar en el viejo dilema de tener
que hacer ella sola la tarea de la lucha contra la inflación, que tan
dura factura ha ejercido en el pasado reciente de la economía española?
Por supuesto, están los efectos de los tipos de interés sobre el
crecimiento económico, como usted ha advertido perfectamente esta tarde.

Tenemos que agradecerle la franqueza de sus palabras. Usted ha advertido
que con esos tipos de interés no vamos muy lejos, que llevamos plomo en
las alas de la recuperación económica. Eso es lo que nosotros hemos
advertido desde el primer momento cuando se produjo el cambio del ciclo
económico. Que estábamos en un ciclo expansivo con plomo en las alas, que
era la presencia de esos desequilibrios estructurales, que es la
presencia de esos defectos estructurales de la economía y que es la
presencia de esos elevados tipos de interés.

Voy a emplear otra cita, y es del informe anual del Banco de España que
en su página 16 advierte sobre lo que puede ser un ciclo no prolongado de
la economía española si persiste el problema de la insuficiencia del
ahorro nacional para financiar la inversión en la economía española que,
junto con un déficit público excesivo y la persistente tendencia a la
pérdida de competitividad, que se deriva del diferencial de inflación
respecto a los países más prósperos de la Unión Europea y la inadecuada
regulación de numerosos mercados de factores y productos, son los
obstáculos más importantes para mantener el crecimiento económico
sostenido y estable en los próximos años. Este párrafo sintetiza
claramente eso que nosotros hemos llamado con carácter más divulgativo el
plomo en las alas de la recuperación de la economía española. Esos son
los problemas de esta recuperación que está amenazada.

También vemos con inquietud, señor Secretario de Estado de Economía, las
advertencias que nos están realizando desde los organismos
internacionales. Ahí tenemos los pronósticos de la OCDE cuando advierte
que el déficit público en España será mayor, ya en el año 1995, que el de
la propia previsión del Gobierno si no se toman medidas adicionales, y
cuestiona el de 1996 si no se acometen reestructuraciones en el sector
público con bastante más decisión. Ahí está también la previsión de la
propia OCDE, donde corrige el objetivo del Gobierno y espera que para
este año España tenga un registro de inflación del 4,5 por ciento. Ahí
está la advertencia de que la tasa de paro no se va a reducir y ahí está
aquella otra llamada de atención que significa que la OCDE cuantifique el
potencial de crecimiento de la economía española en el 5,5 por ciento.

En lo que respecta a la Comisión Europea, qué podemos decir cuando ha
situado a España como un país con exceso de déficit público, cuando en
sus informes está incluyendo a España entre los países rezagados en la
lucha contra la inflación y, en definitiva, cuando en el seno del Ecofin
se está hablando ya de la necesidad de situar el déficit público, no ya
en el 3 por ciento, sino entre el cero y el uno por ciento, y España está
bien distante de esos niveles. Pero una cosa es hablar en el Ecofin y
otra cosa es planificar y aplicar políticas presupuestarias.




El señor PRESIDENTE: Vaya concluyendo, señor Montoro.




El señor MONTORO ROMERO: Concluyo hablando sobre el futuro e insistiendo
en lo que han sido esas advertencias



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sobre el futuro, realizadas desde los análisis del Grupo Parlamentario
Popular, en sus diferentes intervenciones, advertencias que también hace
el propio Banco de España, advertencias que se derivan de los diferentes
organismos internacionales y advertencias a las que veo se suma el
Secretario de Estado de Economía con gran entusiasmo en su comparecencia
parlamentaria. Estamos todos de acuerdo; sólo falta hacerlo.

Quiero insistir que ese futuro pasa por una lucha decidida contra el
déficit público, con actuaciones verosímiles, como usted las denomina muy
bien; perfecta la expresión. No sólo hay que dar unas cifras que pueden
ser rebatidas por los analistas o por la oposición parlamentaria; ustedes
no nos pueden traer unas cifras si más, tienen que traer unas cifras
sustentadas en unos cambios para hacerlas creíbles. Eso lo ha publicado
usted recientemente en un artículo en «El País», el jueves 29 de junio, y
lo ha vuelto a recordar esta tarde. Si no se hace por procedimientos
verosímiles, el presupuesto de 1996 no va a ser creído por los mercados;
en definitiva, va a sufrir la misma suerte del programa de convergencia y
la misma suerte del presupuesto de 1995, que ha sido un fracaso. Yo esta
tarde le pregunto ¿cómo se hace verosímil el presupuesto? ¿Qué partidas
de gasto público van a reducir?
Hace pocos días ha hablado en Barcelona de la necesidad de acometer el
cambio del sistema público de pensiones. ¿Van por ahí los tiros o vamos a
reducir la inversión pública en España? ¿Qué partidas son las que hay que
reducir en nuestro país para conseguir romper esa tendencia de la
participación ascendente del gasto público sobre el producto interior
bruto? ¿Van a elevar los impuestos por la vía de la revisión de las
desgravaciones fiscales? ¿Qué van a hacer para el año que viene? Algo
tangible hay que hacer; no se trata de hacer ajustes numéricos que, en
definitiva, ya no son válidos desde el momento que los ajustes vienen
impuestos por las circunstancias; no vienen de la propia voluntad del
Gobierno, sino que ustedes están en la tesitura de tener que recortar el
gasto público por no haber hecho una política económica creíble hasta
ahora y por someter al presupuesto a una carga de intereses que para el
año que viene les va a obligar a hacer esos ajustes de gasto público.




El señor PRESIDENTE: Concluya, señor Montoro.




El señor MONTORO ROMERO: Concluyo insistiendo en que el objetivo de
inflación para el año 1996, por lo que hemos visto en los medios de
comunicación estos días, ustedes insisten en el 3,5 por ciento. Parece
que vamos a repetir otra vez ese objetivo por tercer año consecutivo para
ver si se consigue de una vez. Eso significa que el objetivo del año 1995
ya lo da por fracasado. ¿O es que estamos haciendo una restricción
presupuestaria para el año 1996 de la que no confían que se pueda reducir
el nivel de inflación para el año que viene? ¿Qué es eso de hablar de una
inflación del 3,5 por ciento para 1996? ¿Qué significa?
Por último, es cada vez más evidente, señorías, que no es el momento de
las palabras; el momento de las palabras ya ha pasado. El calendario de
convergencia que el Gobernador del Banco de España nos ha recordado con
meridiana claridad esta mañana, como lo ha hecho el propio Secretario de
Estado de Economía esta misma tarde, ese calendario es muy apretado y muy
exigente; por tanto, no hay tiempo para hacer esos ajustes fiscales, esas
reformas estructurales, para hacer verosímil nuestra política económica
si seguimos insertos en esa situación de crisis política que supongo el
Secretario de Estado de Economía pretendía despejar esta tarde con ese
tipo de temores que quería infundir a los propios miembros del Gobierno
socialista. No hay tiempo para resolver ya la exigencia de convergencia.

El calendario político es muy apretado. Seguir en esta demora de la
situación de crisis política es, en definitiva, llamar a la condena del
fracaso a los próximos presupuestos del Estado, a las acciones de
política económica. Una política económica verosímil, una política
económica fiable, una política económica capaz de infundir confianza no
se puede aplicar sobre una crisis política general como la que está
viviendo el Gobierno de nuestra nación.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo de Izquierda Unida-Iniciativa per
Catalunya, tiene la palabra el señor Frutos.




El señor FRUTOS GRAS: No sé qué me pasa que cuando un representante del
Gobierno informa me siento, de inmediato, reconfortado; es porque siempre
acierta. Lo que pasa es que se pueden hacer varias previsiones en un año,
tampoco tiene tanta importancia, porque ya se sabe que la economía es muy
fluida y volátil y, por tanto, no se le puede pedir que sea una ciencia
exacta. Ya he escuchado este mismo año análisis que luego han tenido que
ser rectificados, y eso que estamos en una buena oleada, estamos en la
oleada de ascenso de la economía, de una cierta salida de la que luego
hablaré y me referiré en concreto a la recesión, etcétera.

Dice que no hay necesidad de un presupuesto expansivo, que tiene que
haber un presupuesto riguroso y fuerte porque la situación lo exige en
este momento. Precisamente en este momento de expansión de la economía,
con crecimiento que ustedes sitúan en torno al tres por ciento, y hay un
organismo internacional que incluso los sitúa más altos. Pero se debe ver
el contenido concreto de cada uno de estos crecimientos, dónde crecen,
cómo los percibe el ciudadano normal y corriente, cómo se siente más
seguro, cómo consume cosas que sean útiles socialmente y para las
personas, etcétera.

En todo caso, eso del presupuesto riguroso, que no sea expansivo, se lo
tendrán que explicar a sus socios de Convergència i Unió, que tienen
elecciones este año y que hasta este momento defendían su misma política,
aunque parece que ahora no están de acuerdo. No sé si el Partido Popular
lo está, parece que algunos otros dirigentes decían que estaba más de
acuerdo con lo que declaraba Convergència i Unió, pero tal vez es que yo
me he equivocado. En definitiva, tendrán que explicarlo ustedes a sus
socios en el Gobierno, porque como tienen elecciones, y se sabe cuándo
las tienen, deberán matizar el mensaje de una forma tan sustancial que a
veces no se reconozca.




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Se dice aquí que si no cumplimos los objetivos del programa de
convergencia no podremos entrar en la Unión Económica en 1999. No he
traído la hemeroteca porque le aseguro, señor Secretario que tengo buena
voluntad; no vengo con malas intenciones. Pero si trajera la hemeroteca,
repito, de los últimos cuatro o cinco años lo podríamos pasar muy
divertido en esta Comisión, seguramente mucho más de lo que lo estamos
pasando, porque a veces no hay bastantes elementos para que el debate
sea, además de ágil, menos aburrido, no por su parte, obviamente, usted
lo ha hecho muy bien, sino por parte de otros intervinientes.

En definitiva, ¿van a conformarse los trabajadores o los sindicatos con
continuar perdiendo poder adquisitivo? (Rumores.)



El señor PRESIDENTE: Por favor, rogaría silencio a los señores Diputados;
está interviniendo el señor Frutos.




El señor FRUTOS GRAS: Me parece bien que haya comentarios jocosos.




El señor PRESIDENTE: Señor Frutos, tampoco los provoque usted, porque
luego tengo que acallar los rumores de SS. SS. y podemos entrar en un
fuego cruzado. La comparecencia es del Secretario de Estado de Economía a
lo largo de esta tarde.




El señor FRUTOS GRAS: Perdone usted, señor Presidente, pero como soy muy
partidario de los parlamentos tan agitados que se ven en el norte de
Europa de vez en cuando me gusta que haya algún circunloquio.

Dice usted no perder más poder adquisitivo, mantenerlo. Está hablando de
que el presupuesto va a ser riguroso e inmediatamente --intentando
representar, aunque sea mínimamente, los intereses de algunos sectores
que quiere representar mi Grupo-- la pregunta que se me ocurre es ¿a
quién afectarán? ¿Serán de nuevo los salarios de los funcionarios, que
después de estar congelados tres o cuatro años han tenido una
descongelación muy parcial en el último ejercicio? ¿Serán los servicios?
¿Cuáles? ¿Lo de Toledo vale o no vale? ¿Lo de las pensiones vale o no
vale? Si vale, vale, porque, si no, sirve de objeto arrojadizo en las
campañas electorales y posteriormente también. Por eso tenemos que volver
de forma reiterada, repetida, a políticas monetaristas, para hacer frente
a situaciones que provoquen una recesión para sanear los desequilibrios
que se producen, lo que, sin embargo, aumenta el nivel de los
desequilibrios y no se recuperan macromagnitudes que serían absolutamente
necesarias para un desarrollo más armónico, etcétera.

Voy a utilizar exclusivamente sus conceptos y métodos en la valoración
del documento que nos ha remitido, y al final me referiré a algo más
alternativo, más propio de mi Grupo.

El informe comenta que hay que señalar la recuperación de un buen nivel
competitivo de la economía española tras los ajustes cambiarios de la
peseta desde 1992. Es verdad que el papel desempeñado por el sector
exterior en nuestra economía ha sido clave en los años 1993 y 1994. En el
año 1993 la contribución del sector exterior evitó un desplome mayor del
producto interior bruto, y en 1994 el 60 por ciento del crecimiento de la
producción se debe a la demanda externa. Ahora bien, al mismo tiempo que
se señala eso, tenemos que añadir que este comportamiento positivo del
sector exterior se ha conseguido por el efecto de las devaluaciones
realizadas en contra de la opinión de su Gobierno y por la profunda caída
de la demanda interna. Son factores con un efecto, como usted sabe,
limitado en el tiempo y, por tanto, progresivamente el producto interior
bruto irá incorporando un contenido mayor de bienes y servicios
importados.

La mejora del déficit comercial y por cuenta corriente se puede
considerar --así lo consideramos nosotros-- como meramente coyuntural. A
pesar de la profunda recesión que hemos padecido durante estos pasados
años, el saldo de la balanza por cuenta corriente ha permanecido en
cifras negativas. Y mi primera pregunta es ¿qué ocurrirá cuando la
economía crezca con más solidez, si es que crece con más solidez?
Debemos destacar que la pérdida de capacidad productiva de nuestra
economía, que se inserta en el marco de una abierta competencia
internacional, encontrará, tarde o temprano, su reflejo en el deterioro
de las cuentas del sector exterior. No se debe olvidar que en España se
ha producido una fuerte destrucción de tejido productivo por la práctica
de una inadecuada política económica y también por la práctica de lo que
llamaban ustedes la mejor asignación, que es la que hace el mercado y
que, por tanto, hacía que no fuera tan necesaria la política industrial;
por los elevados tipos de interés y tipo de cambio, amén de los procesos
de venta, capital transnacional que con posterioridad ha deslocalizado,
en muchas ocasiones, parte de la producción, consolidando las redes de
venta y distribución. Es decir, compran un tingladito, liquidan la
producción, pero consolidan ventas y distribución de los productos que no
son del país, naturalmente.

Se comenta a continuación en el documento del Ministerio que existen
algunos riesgos que podrían desincentivar y ralentizar el ritmo inversor,
entre ellos las tensiones inflacionistas y sus posibles repercusiones
sobre los tipos de interés, así como la ralentización de la demanda a
causa del moderado avance del consumo privado.

En primer lugar, respecto a tensiones inflacionistas, los precios de 1994
no tuvieron un comportamiento satisfactorio en la medida en que el IPC
creció un 4,7 en su media anual y, por contra, la intensa y reconocida
moderación salarial ha reducido el crecimiento del coste laboral unitario
a un 1,3 por ciento en 1994. Por tanto, creo que no se puede
responsabilizar a los salarios de la inflación. En el año 1994 los costes
laborales unitarios tan sólo explicaron el 14,1 por ciento del alza de
los precios implícitos del producto interior bruto, mientras que el
excedente empresarial explicó el 74,2 por ciento del mismo.

Es ésta una buena ocasión para recordar no sólo el efecto que sobre el
nivel de precios tiene la evolución del excedente empresarial, sino
también que la traslación de los beneficios a la inversión y al empleo no
es automática. Sin mecanismos democráticos, por supuesto, que controlen



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el excedente empresarial, los beneficios se pueden trasladar al consumo
nacional o importado, a actividades especulativas o a inversiones
ahorradoras de empleo, que es lo que está ocurriendo.

En segundo lugar, la política económica practicada es en buena media
responsable de la debilidad del consumo. No podemos olvidar que la
revitalización del consumo es fundamental para el proceso inversor y para
el nivel de empleo. ¿Alguien se extraña de esta situación, a la vista del
recorte de las prestaciones sociales, la incertidumbre sobre el futuro de
las pensiones (que he señalado anteriormente), la congelación de las
retribuciones de los empleados públicos, la moderación salarial o la
precariedad en el empleo?
He tenido ocasión esta mañana, en la comparecencia del señor Rojo, de
decir que una sociedad que tiene trabajadores, pequeños empresarios,
trabajadores autónomos, que tienen temor de la situación del presente y
del futuro, no es una sociedad que se atreva a emprender aventuras en el
terreno económico, en el terreno del desarrollo creativo de otras
actividades, etcétera.

Dice el documento que el empleo se está viendo favorecido por la
recuperación de la producción, la moderación salarial y los efectos de la
reforma laboral. A todo esto quisiéramos hacer algunas consideraciones.

En primer lugar, las mejoras que pueden producirse en el empleo son más
imputables a la salida de la crisis económica, esta cierta salida --la
economía crece como media un 2 por ciento en 1994--, más que a la reforma
laboral. El otro día incluso el Presidente del Gobierno fue muy prudente
al decir que no estaba todavía muy convencido de que el crecimiento del
empleo, este empleo absolutamente precarizado que existe, se deba a la
reforma laboral, pero parece que hay signos que así lo indican.

La aplicación de la reforma laboral y el inicio de la recuperación
económica han coincidido en el tiempo. Obviar esto es confundir las cosas
y renunciar a la objetividad; se puede ver una cosa absolutamente
interrelacionada.

Algo más grave todavía en relación a todo esto es la apuesta por un tipo
de sociedad que me imagino que ni usted ni nadie del Gobierno quisiera
para sí. Estoy hablando de este trabajador o trabajadora precarizado, que
tiene cada vez más dificultades sociales para encontrar un empleo en
mínimas condiciones; que tiene más temor por lo que pueda ocurrir en el
presente y en el futuro; que tiene más enfermedades de todo tipo; incluso
físicas, no únicamente psíquicas, y que muchas veces está muy alejado de
las preocupaciones de los gobernantes, en la medida en que, me da la
impresión, los gobernantes cada vez viven más cerrados en su torre de
marfil, en su «Torre del Homenaje», como se diría en sentido clásico,
mientras que la plebe, el pueblo va por debajo con todos sus problemas.

La precarización en el empleo ha aumentado tres puntos en el último año y
se sigue produciendo la destrucción de empleo indefinido y su sustitución
por empleo temporal. De los seis millones de contratos registrados en el
Inem en 1994, sólo el 2,4 por ciento era de carácter indefinido. Desde el
cuarto trimestre de 1993 hasta el primer trimestre de 1995 se realizaron
74.000 contratos indefinidos menos, y 232.000 contratos temporales más.

En la empresa privada, los trabajadores con empleo temporal superan ya el
45 por ciento en el conjunto de las empresas.

Es importante aclarar que el número de contratos o colocaciones no
equivale a creación de empleo. Más bien cada vez existe una mayor
rotación y peores condiciones laborales, y puntualmente sería preciso
convertir los contratos a tiempo parcial en empleos-año equivalente para
saber exactamente de lo que hablamos, de tal manera que podamos trabajar
con jornadas en cómputo completo y no se genere el espejismo sobre los
niveles de ocupación realmente existentes. De junio del año pasado a mayo
de 1995 se han realizado 1.041.671 contratos a tiempo parcial, 211.000 de
aprendizaje y 70.000 de prácticas. El 57 por ciento de los contratos a
tiempo parcial tienen una duración inferior a seis meses, y es de
destacar que cuando estos contratos son inferiores a doce horas semanales
o cuarenta y ocho mensuales no tienen derecho a incapacidad laboral
transitoria, jubilación y prestación por desempleo. El 87 por ciento de
los contratos de aprendizaje se conciertan por un período de tiempo
inferior o igual a seis meses e igual ocurre con los de prácticas, en los
que el 71 por ciento tiene duración inferior o igual a seis meses. Lo
demás es empleo de poca calidad, más precario, peor retribuido, de menor
coste para el empresario y de poca calidad profesional. Están servidas,
en definitiva, las condiciones para desincentivar los esfuerzos de
formación, la corresponsabilidad del trabajador en el proceso económico,
en el proceso productivo, y para descapitalizar el factor trabajo,
trabajadores con inseguridad y desmotivación profesional y empresas
perdiendo cualificación y productividad.

¿Qué pasará con la ocupación y con el desempleo cuando concurra un nuevo
ciclo depresivo, si esto está ocurriendo ahora en un ciclo expansivo?
Una de las líneas maestras de la política económica practicada es la
pérdida de protagonismo del sector público en la economía. Acabamos de
aprobar en el debate de ayer del plenario una serie de mociones, una de
ellas aportada por el magistral intelecto en política económica de
Convergència i Unió, que fue aprobada con los votos de dicho Grupo y del
Partido Socialista, que insta al Gobierno para que se abstenga de
adquirir empresas privadas en dificultades o proceder a la creación de
empresas de naturaleza pública en sectores susceptibles de ser
desarrollados por la empresa privada. Esta frase última es casi un «leit
motiv» de Convergència i Unió, es uno de los frontispicios de su política
global y económica.

Creo que, con estas decisiones tomadas en plenario, ustedes castran a
este colectivo que es la sociedad para hacer dos cosas, pero tendrán que
explicarlo en un momento determinado a los trabajadores, cuando haya
crisis, cierre de empresas. A lo mejor el señor Pujol tendrá que ir a la
Seat a explicar que, siendo una empresa privada, el señor Pujol permite o
fomenta que haya incluso, parece ser, vulneraciones de directivas
europeas en relación a subvenciones. Naturalmente no impulsar desde la
empresa privada sectores susceptibles de ser desarrollados,
potencialmente emergentes, creo que es no querer intervenir. Si no
interviene la empresa privada y la empresa pública no puede intervenir



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porque esta resolución se lo impide ¿qué va a pasar?



El señor PRESIDENTE: Vaya terminando, señor Frutos.




El señor FRUTOS GRAS: Voy terminando, señor Presidente.

En definitiva, la actual revitalización de la actividad económica es
insuficiente, a nuestro entender, para abordar con garantías el problema
del desempleo. Uno de los instrumentos, que es el gasto público, supone
hasta la fecha casi la mitad de la actividad económica en nuestro país.

Se olvida con facilidad el papel fundamental que cumple el gasto público
en la redistribución de la renta. Es difícil pensar en reducir las
desigualdades sociales y económicas sin una acción amplia de las
políticas públicas, que se van reduciendo, y en los Presupuestos
Generales del Estado para 1996 vamos a verlo.

En relación a los ingresos del sector público, el informe anual del Banco
de España de 1994, al hablar de los Presupuestos Generales del Estado
para este año, destaca la caída presupuestada del 27 por ciento en la
recaudación del Impuesto de Sociedades, producto sobre todo del
considerable aumento estimado del gasto fiscal. Más adelante, al comentar
la ejecución de la política fiscal en 1994 en relación a la recaudación
por el IRPF, comenta el desplazamiento del ahorro hacia los fondos de
inversión, que han limitado enormemente los ingresos sobre los
rendimientos del capital. En definitiva, se está consolidando una
distribución cada vez más injusta de la carga impositiva, y no sólo
porque las rentas del capital eluden la tributación en términos relativos
sino también por la mayor presencia de la imposición indirecta.

En resumen, y termino, señor Presidente, recuperación contradictoria y
cargada de interrogantes y de elementos negativos; eso es la recuperación
española y también otras, pero en especial la española. Hasta ahora se
han desarrollado las mismas políticas; nos están hablando de lo mismo,
«stop and go», recisión cuando conviene, privatizaciones,
desregulaciones, etcétera. Esto no va a producir, en absoluto, ningún
cambio en la tendencia. Hay un crecimiento económico y al mismo tiempo
hay un mercado laboral más desgarrado. Yo no auguro que haya en el futuro
más integración social. Además, prevengo sobre problemas sociales serios.

No estoy seguro de que una parte importante de la sociedad se acostumbre
gradualmente a esta especie de ley de la selva por la que el
individualismo frente al contratador, privado o público, es el que va a
prevalecer sobre otros valores que se habían puesto en marcha y que
estaban, en cierta manera, consolidados en nuestro país. Están liquidando
los resortes para hacer una política económico-social e industrial más
sensata, más inteligente y que tenga futuro.

Acabo ya definitivamente. Se puede ser moderado, se puede ser incluso
timorato en políticas económicas --no estamos aquí planteando nada
revolucionario--, pero lo que no se puede hacer es metabolizar en el
propio cuerpo las filosofías del otro, porque da la impresión, escuchando
al señor Montoro y escuchándole a usted, que cada vez son más amplias y
más profundas las coincidencias. No se puede ser el otro, en definitiva,
asumir la filosofía del otro; es decir, las políticas más ultraliberales
y, además, venderlas como virtud. Podrían continuar vendiéndolas como de
necesidad, únicamente. Al final, estas políticas, estoy convencido, les
van a explotar en las manos. Lo problemático es que nos exploten al
rostro de todos nosotros.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Catalán de Convergència i Unió tiene la
palabra el señor Homs.




El señor HOMS I FERRET: Gracias, señor Secretario de Estado de Economía,
por su informe.

Tengo que transmitirle que mi Grupo coincide básicamente con el
diagnóstico que usted ha realizado, un buen diagnóstico, un excelente
diagnóstico. Por eso le felicito en esa vertiente de su intervención. Le
felicito por la precisión, calidad y rigor en el análisis de la
situación. Pero no es suficiente quedarnos en ese análisis de la
situación. Puedo estar de acuerdo, repito, con sus criterios, pero
tenemos algunos matices, algunos recelos y algunas discrepancias.

La primera --creo que es fundamental trasladársela-- es que, respecto a
ese resumen valorativo positivo de la situación económica que ha hecho,
señor Secretario de Estado, es importante que digamos que sólo hace dos
años justos, junio de 1993, la economía española atravesaba por el peor
momento de los últimos tiempos. Hay que recordar que en junio de 1993 el
PIB tenía tasas de desaceleración negativa, del 1,1, como jamás había
tenido últimamente en España; teníamos tasas que generaban paro por razón
de 422.000 personas en el año 1993, tasas elevadísimas, y generación de
déficit público del orden el 7,3 por ciento, con lo cual, tan sólo a dos
años, el panorama que usted nos describe es claramente muy distinto. Es
importante, insisto, que lo valoremos como muy positivo. Pero a la vez
quiero trasladarle que observamos una cierta relajación en la acción de
gobierno en estos momentos; relajación dirigida ¿a dónde? Pues a todas
aquellas actuaciones que entendemos que deberíamos realizar para
aprovechar el poco tiempo que tenemos para situarnos en 1997 ó 1999 en
las condiciones que nos exige el proceso de integración en la Unión
Monetaria.

Nos ha hablado usted de las líneas de los presupuestos de 1996, de los
elementos que tienen que contener estos presupuestos, pero ¿y julio,
agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre, qué medidas, qué
actuaciones, qué reformas van a adoptarse para poder aprovechar ese
espacio que tenemos todavía, para poder, si podemos, hacer más intenso el
ajuste presupuestario en estos meses de 1995? Nos da la impresión que
estamos relajándonos ante la buena perspectiva que está dando, en
términos generales, la situación económica, y que estamos dilatando
decisiones y medidas que, a lo mejor, por coyunturas políticas y porque
las inercias están más situadas en otro contexto del debate, estamos
dejando en un segundo plano. Por tanto, señor Secretario de Estado de
Economía, aprovechemos ese espacio de tiempo y activemos todas aquellas
actuaciones



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que pudiéramos llevar a cabo para poder aprovechar esos períodos que
tenemos para poder entrar en la Unión Monetaria.

En segundo lugar, quisiera decirle que para nosotros aprovechar esa
coyuntura es afrontar reformas estructurales en sectores económicos, en
el marco laboral, en el sector financiero y en el sector público, que
luego comentaré. Ahí se pueden adoptar muchas decisiones y medidas que
deberían empezar en estos momentos, prolongarse en el año 1996 y
dilatarse en 1997 y 1998. Eso me lleva a indicarle cuando ha analizado
las perspectivas para los años 1995 y 1996, que comparto con usted que
ciertamente no hay elementos ni signos en estos momentos que nos indiquen
que va a haber un cambio de tendencia en la evolución económica, estoy de
acuerdo. Por consiguiente, razón de más para que aprovechemos ese ciclo
de crecimiento positivo para hacer esas reformas que hay que hacer y que
son las que nos permitirán cumplir las exigencias que nos impone
Maastricht.

Cuando usted ha hecho las valoraciones ha repasado la inflación, ha
repasado el paro, ha repasado la financiación de las administraciones
públicas, los tipos de interés. Comparto con usted, como decía, estas
reflexiones analizando las opiniones de organismos internacionales y
analistas privados y las que ustedes mismos hacen, pero todo ello me
lleva a que, en relación con determinadas variables, se tendría que hacer
mucho más de lo que se está haciendo, por ejemplo, en el tema de los
tipos de interés elevado y en el tema de la inflación --que usted ha
comentado brevemente--, en los que buena parte de las causas de no poder
afrontar reducciones en los tipos de interés o reducciones más profundas
en la inflación nacen y radican en las rigideces que tienen determinados
sectores en nuestra economía y en la escasa posibilidad de incidir en la
liberalización de determinadas realidades y actividades en sectores de
nuestra economía. Por tanto, razón de más para actuar inmediatamente en
estos ámbitos.

Ha hecho también un análisis sobre el presupuesto para 1996. Quizás ahí
se ha extendido con mayor reflexión en las características que tiene que
tener este presupuesto. Como en mi Grupo estamos manteniendo unas ciertas
controversias dialécticas en torno al tema del déficit público y de su
esfuerzo de contención, la verdad es que quisiera también trasladarle
algunas opiniones.

Dice usted que el presupuesto para 1996 no debe ser expansivo; estamos de
acuerdo, no debe ser expansivo. Y dice usted que no podemos alentar el
crecimiento moderado que estamos realizando en estos momentos; estamos
totalmente de acuerdo en que eso debe ser así. Ahora bien, cuando ha
analizado esta reflexión ha indicado que dos son las características en
que se fundamenta la propuesta de ajuste duro que ustedes están
analizando. Una es que depende de la moderación de la inflación que se
pueda hacer ese ajuste tan duro o menos duro, y depende del presupuesto
riguroso --es decir, reducir hasta el 4,4 por ciento-- el que se puedan
reducir luego los tipos de interés. La verdad es que, a nuestro juicio,
la coyuntura también impone y exige otro tercer elemento sobre el que
usted no ha comentado prácticamente nada, que es afrontar las reformas
estructurales, y vuelvo a ello. No solamente es la moderación de la
inflación al 4 por ciento ni el presupuesto duro y riguroso reduciendo su
déficit público al 4,4 para 1996 las dos características que nos imponen
el poder reducir los tipos de interés y poder asegurar ese crecimiento
que usted dice que hay que asegurar para los años 1996 y 1997. Para
reducir los tipos de interés también hay que afrontar las reformas
estructurales, por ejemplo, en el sector financiero, pero también en el
sector público.

Reducir el déficit público no es solamente un ejercicio de ajuste
monetario o de ajuste presupuestario, es también adoptar medidas
estructurales en el ámbito del sector público que nos permitan reducir el
gasto de las administraciones públicas. Por eso, nosotros estamos de
acuerdo en ese objetivo de hacer un presupuesto no expansivo, de ajuste,
que nos permita reducir el déficit público, pero discrepamos en el
procedimiento y en los tiempos. Es una discrepancia de matiz, no es una
discrepancia de propósito, de objetivo.

¿Alcanzar una reducción hasta el 4,4 por ciento? Estaríamos de acuerdo si
conociéramos en dónde se van a operar las reducciones, por ejemplo. Y
quisiéramos conocer si tiene credibilidad ese ajuste tan duro, si vamos a
poder realizar ese ajuste tan duro que ustedes proponen. Nuestra
posición, señor Secretario de Estado de Economía, es que hay que reducir
el déficit público, por supuesto, pero no hay que maquillarlo, que es lo
que hemos estado haciendo durante muchos años. Hay que ir a los orígenes
del crecimiento del gasto público. Hay que adoptar medidas que permitan
reducir los gastos porque hemos cambiado las condiciones generales de
prestación de esos gastos y hay que hacer reformas en el sector público
para evitar el crecimiento de ese gasto, pero no se habla de reformas. El
Gobierno no anuncia ninguna reforma, de momento; anuncia ajustes duros. Y
nos tememos que, al final, se centrifugue el déficit público, que vayamos
a una centrifugación del déficit público a empresas, a familias, a
administraciones locales y a administraciones autonómicas.

El Estado es el que genera con su máquina el déficit público, y en el
momento de hacer el ajuste duro decide centrifugarlo y trasladarlo a
otros entes y a otros sujetos en la economía. No podríamos compartir ese
procedimiento. Sí compartimos el propósito de poder alcanzar un ajuste
del déficit al límite del 4,4 por ciento del producto interior bruto.

Pero ¿dónde vamos a operar? ¿En qué punto vamos a operar? Por eso
levantamos algunas voces cautelares, porque entendemos que, tras tres
ejercicios en los que hemos sometido las rentas salariales a unas
contenciones de actualización de rentas, no podemos pensar en hacer
descansar en las actualizaciones de renta el ajuste duro; por tanto,
descartamos cualquier posibilidad de desplazarlo sobre las rentas
salariales vía impuestos por crecimiento de presión tributaria directa,
vía actualización de rentas de funcionarios, vía actualización de rentas
de pensionistas. No vamos a poderlo hacer. No es una cuestión de que mi
partido defienda tesis intelectuales distintas a las que defienden otros,
no; es que no vamos a poderlo hacer, ni mi partido ni ningún otro grupo
político. No vamos a poder sujetar en estos momentos ese ajuste duro
sobre los elementos



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que le estoy indicando. Tampoco vamos a poderlo hacer, creo yo, en
elementos como pueden ser los presupuestos destinados a educación, puesto
que hay unas reformas iniciadas que generan un incremento de gasto y no
se podrán operar ahí recortes. Tampoco se van a poder aplicar ajustes en
otros ámbitos como puede ser el sanitario, aunque sí se tendrían que
afrontar reformas dentro del conjunto de las prestaciones sanitarias,
pero desde el momento en que no conocemos el anuncio de tales reformas,
no sabemos dónde se van a operar esos ajustes tan duros.

Por tanto, lanzamos unas cautelas, no unas discrepancias en el objetivo,
no en el propósito de contención del déficit público, simplemente unas
cautelas en tanto que no conocemos exactamente dónde se va a aplicar esa
reducción tan drástica de un billón de pesetas en el presupuesto.

A la vez quiero trasladarle que cuando estudiamos con detalle la
estructura del presupuesto público nos damos cuenta, por ponerle un
ejemplo, que uno de los elementos que genera y produce mayor déficit, uno
de los elementos que causa mayores crecimientos de gasto son las
subvenciones a empresas públicas. Sólo cuatro instituciones hoy día,
señor Secretario de Estado de Economía, están generando la obligación de
conceder subvenciones del orden de un billón de pesetas. Entre Renfe,
Iberia, determinadas empresas del Grupo INI y Unosa se absorbe casi un
billón de pesetas. ¿Es que vamos a poder operar en un año una reducción
tan drástica como para bajar esas subvenciones? ¿Ello va a ser posible si
no hacemos unas reformas estructurales importantes? Y las reformas
estructurales que hay que hacer se han de diseñar y necesitan tiempo para
su aplicación. De ahí que nuestro Grupo también eleve una voz cautelar
sobre los plazos. No estamos de acuerdo en ir a tesis de gradualismos
dilatadores. No compartimos --y en eso coincidimos con usted-- que no
haya que ir a tesis de reducción del déficit público de forma gradual;
no. Es que estamos ya en el límite; estamos de acuerdo en que estamos en
el límite, y el mensaje debe ser contundente. Precisamente porque no
queremos fallar en la obtención de los resultados somos un poco más
realistas y no tan voluntaristas, y pensamos que si hay que operar
reformas estructurales habrá que hacerlo, pero se necesita tiempo;
aplicar esas reformas en las empresas públicas requiere un poco más que
dos ejercicios, quizá un tercero. Por ello somos un poco más cautos en la
periodicidad de la contención de este ajuste tan duro del déficit
público, que compartimos, y creemos que el objetivo es acertado.

¿Por qué razón lo comentamos? Porque vamos al análisis del proceso de
integración en la Unión Económica y Monetaria y vemos cómo el ejercicio
de incorporación a la Unión Monetaria va a situarse en 1999; la decisión
tendrá que centrarse en junio de 1998 sobre la base de los datos
conocidos ya del ejercicio de 1997. Este es el análisis simple del
proceso. Pero si en 1996 avanzamos en nuestro propósito de contención y
reducción del déficit público y en 1997 tampoco fallamos y conseguimos
ese objetivo de reducción del déficit público, tenemos todavía 1998 como
margen para poder realmente avanzar en los propósitos para cumplir el
tres por ciento en 1999. Me dirá usted, como me ha dicho el Gobernador
del Banco de España esta mañana, que la decisión se tiene que tomar en
junio de 1998 sobre la base de los datos conocidos de 1997, pero usted
sabe, señor Secretario de Estado, que en el Consejo de Versalles se
analizó la interpretación del Tratado de la Unión Europea, se analizó el
proceso de la Unión Monetaria y se estableció el acuerdo de que en junio
de 1998 se podría tomar la decisión, pero teniendo como base todo el
desarrollo del ejercicio de 1998. Y esa interpretación la están
realizando muchos países en Europa. Quizá los países de núcleo duro como
Alemania y Luxemburgo no la estén sugiriendo y se mantengan rígidos, pero
hay muchos otros países de la Unión Europea que sí son partidarios de que
no sea 1998 un año intermedio perdido en el objetivo de convergencia,
sino que sea un año válido, cuantificable y útil para poder avanzar en
esos objetivos.

Por tanto, no discutimos el objetivo de la contención del déficit ni la
intensidad de su ajuste duro, simplemente estamos contemplando que no
vaya a ser el Gobierno español tan incauto como para perder un ejercicio
que es básico para nuestra convergencia con Europa. Para nosotros 1998 no
es un año perdido, es un año útil y aplicable para los objetivos de
contención y los propósitos de convergencia; por tanto, en cuanto al
déficit público también operable.

Con todo esto ¿qué le estoy diciendo? Le estoy diciendo que estamos de
acuerdo en hacer ese ajuste tan duro, pero, cuidado, el ajuste duro se
tiene que fundamentar sobre transformaciones profundas para ir a los
orígenes del excesivo gasto público que tenemos. No vale maquillar,
reajustar los compromisos y cortar sin saber si el año que viene o el
siguiente podemos tener todavía mayores crecimientos de gasto. Para ser
efectivos hay que tomar medidas estructurales, y usted sabe perfectamente
que las medidas estructurales requieren tiempo, con lo cual nuestro matiz
simplemente es: cuidado, no vamos a poder hacer descansar este ajuste tan
duro en determinadas partidas, y no estamos de acuerdo en centrifugar;
simplemente no perdamos el año 1998. Creo que sobre estas reflexiones no
debería ser muy difícil mantener un diálogo, y no debería ser imposible
establecer unos compromisos que realmente se puedan cumplir en los
ejercicios de 1996, 1997 y 1998.




El señor PRESIDENTE: Vaya terminando, señor Homs.




El señor HOMS I FERRET: Voy a hacerlo, señor Presidente.

Quisiera aprovechar su informe y pedirle si podría anticiparnos algunas
cosas en otras materias, no solamente en el ámbito del presupuesto
público sino en el de las reformas estructurales. Creo que sería
interesante aprovechar su presencia en la Comisión para conocer algunas
cuestiones que se han trasladado por los medios de comunicación en torno
a dar un paso más, por ejemplo, en las reformas del ahorro a largo plazo,
o cómo podría avanzarse unos pasos más en el ámbito laboral, si podríamos
adoptar alguna decisión más de ajuste de marcos para poder permitir
también algunas actuaciones en esta dirección; o en el campo del sector
financiero, esas anunciadas reformas para hacerlo más competitivo, en
definitiva, para poder bajar costes



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y para que pueda ser más realista la reducción de los tipos de interés; o
por ejemplo determinadas prestaciones en el campo de la sanidad; o en
capítulos que yo entiendo que son importantes, como podría ser el tema
del sector del comercio, que es una de las leyes que desgraciadamente no
se desatascan en esta Cámara y de la que depende una buena actividad de
la economía española. Nos gustaría que se refiriese a otras medidas en
materia económica, no solamente en materia de presupuestos, para no dar
la sensación de que estamos relajándonos sino que estamos actuando con
intensidad para poder aprovechar esos breves plazos que tenemos para
entrar en Europa.

En resumen, señor Secretario de Estado de Economía, le felicitamos por
ese análisis sin duda riguroso y muy correcto que compartimos. Esperamos
que en su segunda intervención pueda darnos algunos detalles más sobre
estas otras materias que le hemos apuntado. Nos parece que la situación
económica está transcurriendo por un buen camino --en eso coincidimos-- y
hay que intentar mantenerlo en los años siguientes y aprovechar al máximo
esa coyuntura. Pero nos da la sensación de que estamos lanzando unos
objetivos presupuestarios para el año 1996 que dan prácticamente por
perdida la existencia de seis meses de 1995, en donde podemos operar
también y podemos actuar para incluso poder situarnos mejor en el
ejercicio de 1996.

Señor Presidente, simplemente quiero agradecer al señor Secretario de
Estado, en nombre de mi Grupo, su exposición y ponernos a su disposición
para poder compartir esas decisiones que le estamos increpando que se
adopten en ese período hasta diciembre de 1996.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Socialista, tiene la palabra el señor
Hernández Moltó.




El señor HERNANDEZ MOLTO: Haré un breve paréntesis de cinco segundos para
intentar aterrizar otra vez en el motivo de la comparecencia, que es el
análisis de coyuntura de los seis meses que ya han pasado de 1995, y para
asumir el compromiso, yo creo que muy razonable, del portavoz del Grupo
Catalán (Convergència i Unió) --que seguro que comparte el señor
Secretario de Estado--, de que hay que aprovechar los seis meses que nos
quedan de este año, aunque no comprendo las razones por las que piensa
que no puedan ser aprovechados al margen de que pueda haber
circunstancias de tipo político o electoral que se produzcan, que es
evidente que no van a afectar a la política nacional y que no van a
afectar a la política económica del Gobierno.

Por tanto, haciendo esa breve excursión y confiando y estando
absolutamente convencido --lo digo para que lo escuchen también los que
están fuera de esta Cámara-- de que en los seis próximos meses nadie se
va a tomar vacaciones, por lo menos nadie del Grupo Parlamentario
Socialista y supongo que nadie del Gobierno, quiero manifestar la
dificultad que supone un debate de estas características en el que,
viniendo a hablar de la coyuntura del momento, uno siempre tiene la
tentación de que el señor Secretario de Estado, persona de reconocido
prestigio y de reconocida autoridad dentro del Gobierno, pueda solucionar
todos los problemas que están pendientes en España desde hace algunos
siglos y que probablemente aún nos queden algunos años para poderlos
solucionar. Intentaré volver al tema, aunque no me resistiré a hablar
--ya sé que no es el momento, pero tendré que estar a la altura de mis
colegas en la Cámara-- de los presupuestos del año 1996.

Me permitirá, señor Secretario de Estado, que intente hacer un resumen de
lo que usted ha querido decir --y que parece que no le han escuchado
algunos grupos parlamentarios-- y de lo que además está reflejado en su
propio informe, avalado por lo que son las informaciones económicas que
desde un órgano tan autorizado como el Banco de España se está
manifestando; avalado también por las opiniones privadas y públicas,
individuales y colectivas, nacionales e internacionales, que ponen de
manifiesto todos los días, si no entiendo mal y si no leo mal, que el
crecimiento económico en España va a un ritmo más que satisfactorio. Hay
unas previsiones de incremento del producto interior bruto de este país
para el año 1996 incluso por encima de lo previsto en los presupuestos,
cosa que ya intuíamos y sabíamos todos --por cierto, todos menos el Grupo
Popular-- y además la previsión debe estar incluso por encima de lo que
es la media de crecimiento para la Unión Europea en el año 1995.

Ese satisfactorio ritmo de crecimiento se está trasladando a un
comportamiento satisfactorio del mercado de empleo, que está teniendo una
velocidad de crucero, por encima de lo esperado, por encima de lo
previsto; que el comportamiento del déficit del presupuesto está ajustado
a las previsiones y además está teniendo unos niveles de descenso en lo
que es su comportamiento básico, su comportamiento estructural de más de
un punto en relación al año 1994; que efectivamente la inflación está
teniendo un comportamiento insatisfactorio, pero todos, exceptuando
algunos analistas --por llamarles de alguna manera-- de la oposición,
consideran que la reconducción en el comportamiento para el segundo
semestre y para los primeros meses del año próximo va a volver a los
niveles de previsión y sobre todo de deseo por parte del Gobierno; que,
en cuanto a los tipos de interés, por las medidas que tomó en su momento
el Banco de España y por la situación de la economía no se prevé un
comportamiento al alza sino más bien lo contrario, con colchón suficiente
para que no haya riesgos de incrementos en el coste financiero de las
empresas en los próximos años, y que estamos teniendo un nivel de
estabilidad monetaria, a pesar de las tonterías que llegaron a decirse
por algunos analistas y políticos de este país, que permite que la peseta
haya recuperado su situación y desde luego no está operando como ningún
factor de distorsión en la economía española. Es decir, que estamos
avanzando y, desde el punto de vista de los analistas, estamos
corrigiendo desequilibrios; no todos, pero sí algunos.

En ese sentido parece evidente que no hay que bajar la guardia ni en la
ejecución del Presupuesto de 1995 ni en la elaboración del Presupuesto de
1996, sabiendo que tenemos algunos compromisos y algunas restricciones
presupuestarias y políticas, y una de ellas es mantener el Estado del
bienestar que tenemos en este país. Digo esto como



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aportación del Grupo Socialista, yo creo que innecesariamente, pero
también para evitar que algunos se pongan tacones en este debate de la
defensa del Estado del bienestar para tomar la estatura y la altura que
no le es dada, al menos en mayor medida que el Grupo Socialista y a este
portavoz que les habla.

Por tanto, yo comparo la opinión del señor Homs de que es una situación
satisfactoria. Mejor dicho --no quisiera dar una sensación más optimista
de lo necesario--, es una situación razonable, en la que, en relación a
las previsiones económicas, no sólo no hemos disminuido un milímetro la
expectativa que ajustamos en los Presupuestos de 1995, sino todo lo
contrario, la hemos mejorado.

Esto tiene una dificultad importante, y es la incapacidad de traspasar
esa cortina de la comunicación, por un lado, y de la sensación, por otro.

Muchas veces los avances económicos que se producen tienen un cierto
retraso en la forma de llegar a los ciudadanos tomados individualmente o
incluso colectivamente. Pero yo creo que haríamos un buen favor no al
gobierno, ni al Grupo mayoritario, ni al Grupo que pueda apoyar al Grupo
mayoritario, sino a la sociedad si le transmitimos una opinión real, y es
que la situación económica del país va bien, que incluso podría haber
sido mejorada, y probablemente sucederá eso a lo largo del año 1995.

Incluso podría haber sucedido ya si no hubiera habido también otro tipo
de aportaciones quizá más que en forma de gas para elevar, en forma de
plomo para retardar.

No creo que sea faltar a la realidad si digo que ojalá ciertos deseos que
se expresan por algunos portavoces de la oposición, fundamentalmente por
parte de la oposición que intenta articular el discurso económico, que es
la de derechas, la del Grupo Popular; esa aportación --que yo considero
sincera por parte de algunos de sus portavoces-- se transmitiera a la
propia dirección de su Grupo Parlamentario o de su partido político, para
evitar lo que sin duda alguna en muchas ocasiones ha sucedido, y es que
las iniciativas de la derecha, de la oposición de derechas de este país,
han sido un retraso y un peso de plomo a la velocidad de crucero de
superación de algunos de los problemas económicos que tiene el país en
este momento.

Hecha esta reflexión, repito, que comparto --y lo vuelvo a señalar para
que después no haya interpretaciones interesadas o confundidas de la
realidad-- con el señor Homs su percepción de la realidad económica que
en este momento tenemos. Y menos mal que usted, el Gobierno y el
Ministerio de Economía no compartieron ni escucharon las previsiones que
el Partido Popular hacía hace algunos meses, porque si así hubiera sido,
como diría el castizo, apaga y vámonos. Aquí parece que cada vez que uno
se sienta ante un micrófono o sube a una tribuna improvisa su discurso
como si no tuviera su historia, sus contradicciones y, en algunos casos
con demasiada frecuencia, sus propios errores; errores de predicción.

Yo he escuchado aquí hoy recriminar que el crecimiento económico que se
está produciendo en España es insuficiente --ahora apelan al crecimiento
potencial que tiene este país--, y que el objetivo de déficit público que
nos hemos trazado para 1995 es timorato, dice el señor Montoro. Si esto
lo hubiera dicho un finlandés que pasaba por aquí y se encuentra al
Secretario de Estado de Economía, estaría bien, pero que lo diga el mismo
grupo político que vaticinó --lo he dicho en alguna ocasión-- el
apocalipsis en los años 1994 y 1995 para España, yo, con todo el respeto
intelectual para los que quieran hablar aquí y que encima quieran darle
lecciones al Gobierno de talla intelectual, les pediría que no hicieran
más el ridículo.

El Grupo Parlamentario Popular, que dice que el objetivo que el Gobierno
previó para 1995 es timorato y que nuestro crecimiento es insuficiente,
ha encontrado una técnica intelectual curiosa. Es el único grupo que
predice el pasado y que se encuentra con la realidad económica todos los
días, cada vez que lee el periódico, cada vez que lee el informe del
Banco de España o cada vez que lee el informe de coyuntura del propio
Ministerio de Economía, y además se sienten orgullosos de las
advertencias que le hacen al propio Gobierno. Señor Pastor, cuídese usted
de las previsiones de algunos analistas y de algunas voces económicas, y
siga por ese camino, sigan desde el Ministerio por el camino que hasta
ahora se han marcado, porque, repito, no van mal.

En todo este debate, que a veces tiene más de catarsis para algunos
grupos que de otra cosa, a ustedes les han pedido un ejercicio de rigor y
de verosimilitud para el presupuesto del año 1996, y yo coincido en ello.

Coincido fundamentalmente con los que se lo piden con sinceridad, no con
los que se lo piden simplemente para intentar sacar un estado de opinión
de este debate político que es intentar quitarle credibilidad al
Gobierno. Ahora bien, cada uno atesora la credibilidad que va demostrando
día a día, y le aseguro que el Gobierno gana a la oposición. Desde esta
perspectiva quisiera hacer mi última reflexión en relación al presupuesto
de 1996.

Yo creo que hay que hacer un presupuesto posible, efectivamente, en el
que no hay que maquillar. Porque si alguien dice que no hay que maquillar
es porque tendrá datos para pensar que en este momento está maquillado;
ni hay que centrifugar, obviamente no hay que centrifugar. Y si alguien
cree que en este momento está centrifugado, debería decirlo. Ya sé que
las elecciones municipales a veces aumentan la dioptría política y la
visión de determinadas cuestiones, pero no es más que eso, es cuestión de
desenfocar el problema en un momento determinado. Una vez que va uno al
oculista, se sienta, habla y dialoga, vuelve a enfocar bien el problema,
y cuando lo enfoca bien y no se deja llevar por otras circunstancias de
tipo emotivo y sentimental, ve mejor el problema que quiere combatir.

Yo creo que aquí hay una visión bastante compartida del problema, al
menos con el Grupo de Convergència i Unió, por lo que yo he escuchado
esta tarde. Lo que pasa es que en ese espacio común del problema puede
haber un sesgo, y es que la opinión pública piense que el Gobierno, el
Grupo Parlamentario Socialista pueda llevar a tomar decisiones que ni
están en su ánimo, ni son necesarias, ni se ajustan a la realidad. (El
señor Vicepresidente, Andreu Andreu, ocupa la Presidencia.)
Aquí ha habido un concepto que ha salido en casi todas las posiciones de
los grupos parlamentarios que se proyecta



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hacia el presupuesto de 1996, y que les lleva a decir que se va a
realizar un ajuste duro. Pero a lo mejor después no hay un ajuste duro,
porque yo creo que ajustar no tiene que hacerse con dureza, sino
simplemente en función de las posibilidades y de los compromisos
políticos que nos lleven a mantener los gastos en educación, en
pensiones, en gasto social. ¡Estaría bueno que a estas alturas del curso
al grupo político y al Gobierno que ha diseñado y ejecutado un Estado del
bienestar en España tuviera que recordarle alguien todos los días lo que
es y lo que nunca va a dejar de ser! Yo sé que eso no pretenden hacerlo.

Pero que nadie tenga la tentación de recordárnoslo, que a mantener el
gasto social nadie va a ganar al que lo ha traído. Hago esta reflexión no
vaya a ser que los ciudadanos tengan una percepción equivocada de la
realidad, y que pueda ser aprovechada por adversarios políticos para
intentar hacer ver una opinión falsa en virtud de la cual pudiera parecer
que el Gobierno o el Grupo Parlamentario Socialista es rehén de algo o de
alguien. El Grupo Parlamentario Socialista y el Gobierno es
corresponsable de sus compromisos políticos, de su discurso de
investidura, de ejecutar compromisos que han sido aprobados en esta
Cámara y que están en el plan de convergencia. ¡Estaría bueno que no
asumiéramos los compromisos parlamentarios que han sido asumidos por un
gran número de grupos!
Para enfocar otra vez bien el problema, el presupuesto del año 1996 es un
presupuesto posible económica, financiera, política y parlamentariamente.

Es importante sobre todo para aquellos que parece que les repugna que
haya mayorías parlamentarias y que los grupos nos podamos entender. A
algunos les puede repugnar que coincidamos, y no sólo a Izquierda Unida,
como usted bien sabe, señor Homs. Izquierda Unida a veces lo hace desde
la ingenuidad; otros grupos lo hacen desde la absoluta falta de sintonía
con estos acuerdos. Y tiene que ser, repito, económica, financiera,
política y parlamentariamente. Yo creo que es posible porque sigue
habiendo un punto de encuentro importante; es posible porque hay altura
de miras suficiente en otros grupos parlamentarios para ir al «oculista»,
entre comillas, cada vez que se desenfoca el problema, sea por elecciones
pasadas o sea por elecciones futuras, y porque, en términos económicos,
el comportamiento de 1995 hace verosímil que puedan cumplirse nuestros
objetivos de convergencia en déficit, en deuda, en inflación, en
crecimiento y en tipos de interés.

No soy yo de aquellos que cree que los desequilibrios económico tienen
que corregirse de una forma espasmódica en un país; más bien creo lo
contrario. Lo que sí es necesario e imprescindible es tener escenarios
estables que se vayan cumpliendo, y por primera vez estamos cumpliendo la
velocidad de crucero y la dirección de los escenarios que se aprobaron en
esta Cámara y se revisaron en el año 1993.

Por tanto, no confundamos a la opinión pública. El Gobierno no tiene
ningún proyecto de presupuestos. Este Grupo Parlamentario no conoce
ningún proyecto de presupuestos, porque el Consejo de Ministros,
obviamente, aún no lo ha estudiado. Cuando lo conozcamos, porque hablamos
de política, abrirá el diálogo con los grupos parlamentarios que quieran
hablar, que tendrán además sus legítimos intereses que defender y que
tendrán que señalar en los presupuestos. ¡Estaría bueno que se le negase
ese diálogo a un grupo parlamentario que quiere negociar y estabilizar,
que se le impida o se le critique por tener objetivos legítimos y sanos y
que políticamente serán posibles! Y creo que si no recibimos tantas
ayudas como las que hasta ahora hemos recibido de algunos ámbitos de la
oposición política, parlamentaria y social, si no recibimos tantas ayudas
en términos de opinión, de algunas voces --cualificadas muchas de ellas--
del propio Grupo Parlamentario Popular o del entorno social y empresarial
de ese Grupo, es posible, incluso, que podamos cumplir nuestros objetivos
para el año 1996.

A eso le invito, por tanto, señor Secretario de Estado de Economía, y
vuelvo a reiterarle nuestra satisfacción por la información que usted hoy
nos ha trasladado sobre el estado económico que vive el país en este
momento.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu Andreu): Una vez que se han expresado
todos los grupos parlamentarios, para responder a las preguntas que han
tenido lugar y a las cuestiones que se hayan planteado, tiene la palabra
el señor Secretario de Estado de Economía.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMIA (Pastor Bodmer): Voy a tratar
de responder a las preguntas que se me han dirigido y supongo que, en la
medida en que no estoy obligado a responder más que a aquellas que se han
dirigido a mí, podré ser relativamente breve.

Quisiera situar la lógica de la intervención que he hecho al principio.

Compartiendo --y, además, creo que, en términos generales, lo comparte
todo el mundo-- la impresión favorable sobre la situación de nuestra
economía en este momento, sobre la evolución de nuestra economía en el
último año y medio y sobre las perspectivas de nuestra economía, sin
duda, durante el año 1995, si he hablado del presupuesto es porque estoy
convencido de que el que el presupuesto sea de una forma o de otra va a
afectar, de manera muy sensible, a lo que sean las perspectivas de
nuestra economía en el año 1996. Por eso me he entretenido en ese asunto,
no por ganas de analizar el presupuesto, cosa que ni puedo ni debo hacer.

Señor Montoro, usted me ha escuchado muchas veces, con una paciencia
digna de mejor causa, y sabe usted que digo algunas tonterías, pero no
tantas. Yo me dirijo en este momento a representantes de la Cámara; en
absoluto se me ocurriría dirigirme al Gobierno a través de ustedes. Es
más, me dirijo recogiendo y tratando de desarrollar el compromiso que ha
adoptado formalmente el Gobierno por boca de su Presidente la semana
pasada, de presentar un presupuesto que cumpla el criterio de nuestro
programa de convergencia. No estoy diciendo nada nuevo y se lo estoy
diciendo sólo a ustedes. Y cuando veo muchas de las preguntas que surgen
más adelante, me doy cuenta de que esto no es tiempo perdido, porque no
cabe la menor duda de que el papel del Gobierno es proponer un
presupuesto al Parlamento, pero es papel del Parlamento el aprobarlo. Y,
repito, las preguntas que surgen me confirman que aprobar un presupuesto
con el objetivo de nuestro programa de



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convergencia no es una tarea fácil y que no se puede limitar a una
propuesta del Gobierno, sino que necesita, creo que forzosamente, la
colaboración de todo el mundo. Por esto creo que el poner de manifiesto
ante esta Cámara la importancia de presentar un presupuesto que cumpla
nuestro compromiso es algo que hay que hacer, sin entrar en los detalles
de ese presupuesto.

No creo que haya que tomar este presupuesto como una admisión de
ortodoxia. En primer lugar, porque hay que ser modestos y hay que
reconocer que la ortodoxia ha ido cambiando a lo largo de los años. Hace
veinte años creíamos que había una elección posible entre inflación y
empleo. En este momento creemos que no, que hacer una economía más
inflacionaria, con mucha suerte, no crea empleo más que de manera muy
transitoria, y si la economía es abierta, como la nuestra, seguramente,
ni siquiera de manera transitoria. Y si encima hay ordenadores,
periódicos y televisiones, no crea nada, de nada.

Cuando empezamos a negociar el pacto social, en 1993, los sindicatos --y
creo que no habría que reprochárselo-- creían que de verdad se podía
elegir un poco más de gasto público a cambio de un poco más de empleo.

Nosotros, ya en aquel momento, creíamos que no, que tener un presupuesto
expansivo no iba a beneficiar el empleo de manera estable; que no era el
sector público el que tenía que crear empleo de manera estable, sino que
era, fundamentalmente, el sector privado y que un presupuesto más
expansivo no iba a favorecer esa creación de empleo. Esa fue la posición
del Gobierno en la negociación del pacto social de 1993. Por tanto,
primero, las ideas también han ido cambiando con los tiempos y, segundo,
esta posición ni es mía ni es una posición de ahora.

También hay que tener presente que lo que significa la ortodoxia en una
situación económica y en otra no es lo mismo. Es evidente que un país
como el nuestro tiene que dedicar una cantidad que en un país como
Alemania es una parte desproporcionada de su producto interior bruto a
cosas como la inversión en infraestructuras, porque en eso llevamos un
retraso que otros países no tienen. Y eso habrá que hacerlo mientras ese
retraso dure. Y se puede decir algo parecido de lo que se ha hecho en los
últimos años respecto al Estado del bienestar. No cabe la menor duda de
que si lo medimos en porcentaje de PIB, nuestro Estado del bienestar
está, poco más o menos, en la media europea, probablemente un poco por
debajo, pero no deja de ser cierto que se ha construido con una rapidez
extraordinaria y que lo que debe cambiar es la tendencia al crecimiento
de ese Estado del bienestar, pero no hay que hablar de recortarlo. Si
estuviéramos mucho más altos sería otra cosa, pero no estamos ahí. Lo que
hay que hacer es cambiar la tendencia. Y no hay que olvidar lo que
hubiera sido la crisis económica entre los años 1975 y 1985 o la de 1990
a 1993 si hubiésemos tenido un Estado del bienestar como el que existe en
Estados Unidos. Esto no hubiera sido sostenible. Por tanto, mi intención
no era criticar cosas pasadas, sino intentar dar la impresión de que son
esas tendencias las que hay que contener, que hay que contenerlas ahora,
y que ésta es la base fundamental del presupuesto para 1996. Esto,
primero, no reconoce el fracaso del programa de convergencia que se
presentó en 1994, porque es el mismo programa de convergencia. Como tal
fue discutido en el Gobierno, aprobado por el Consejo de Ministros,
discutido en el Parlamento Europeo y aprobado en el Consejo de Ministros
en Bruselas. Y todo el mundo estuvo de acuerdo en que ésta era una senda
realista para cumplir los criterios de Maastricht a final de 1997. Es el
mismo programa que estamos siguiendo, y lo que estamos proponiendo en
este momento es que sigamos cumpliendo los objetivos que nos marcamos en
los años 1996 y 1997. Nada más. Por tanto, creo que no hay ningún motivo
para cambiar ese programa. Ese es el programa que estamos siguiendo.

Puede haber apreciaciones de matiz sobre si hubiera podido hacer más en
el año 1995. Yo ya hablé de esto el año pasado y no quisiera volver sobre
el asunto. A mí me parece importantísimo que el objetivo de 1994 se
cumpliera y que el objetivo de 1995 se cumpla. En este momento esto me
parece fundamental y no volvería sobre si se hubiera o no podido hacer
más. Sobre esto puede haber apreciaciones diversas.

En términos generales, la razón por la que es lento cambiar la tendencia
del presupuesto es porque, como he dicho antes, el margen de discreción
que tiene un gobierno para actuar sobre un presupuesto es muy estrecho.

Por consiguiente, para cambiar la tendencia de un presupuesto no basta,
en este momento, con la acción del Gobierno, sino que hay que conseguir
un consenso más amplio. Y es posible que ni siquiera baste una acción del
Parlamento, sino que tenga que ser la sociedad entera la que esté
convencida de la necesidad de hacer ciertas cosas, y eso lleva tiempo.

Creo que ésta es la razón fundamental --y lo dije así el año pasado-- por
la que considero que hubiera sido un error querer dar un paso mucho mayor
en el año 1995.

Creo que con esto contesto a lo esencial de lo que me ha preguntado el
señor Montoro, pero hay algunas cosas más que se han preguntado después,
que en líneas generales coinciden y que contestaré en su conjunto.

El señor Frutos hace una pregunta que no por menos pertinente quedará más
contestada, porque no vamos a entrar en los detalles del presupuesto.

¿Por qué? Primero, porque no me corresponde a mí. Segundo, y más
fundamental, porque si éste es un presupuesto riguroso, es un presupuesto
que va a decepcionar a mucha gente, no va a responder no a los derechos,
sino a las expectativas de muchos. Por consiguiente, habrá que
presentarlo en su conjunto para que la gente vea que no se les ha tratado
de manera injusta, sino que las cosas que no gusten a todo el mundo
estarán más o menos bien repartidas. Eso no se puede hacer discutiendo el
presupuesto por partidas, por sectores, por colectivos o por regiones,
hay que hacerlo en su conjunto.

Creo que la preocupación inicial del señor Frutos merece una respuesta.

Este es un presupuesto que tiene como objetivo fundamental el hacer
sostenible eso que llamamos el Estado de bienestar. La tesis que he
tratado de desarrollar es que si este presupuesto no cumple el objetivo
va a costar mucho más mantener el Estado de bienestar en años futuros. No
cabe duda de que el no converger con Europa en los próximos años va a
afectar a nuestra prosperidad seguramente



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durante bastante tiempo. Por consiguiente, indirectamente va a afectar
también a nuestro Estado de bienestar. De manera que la primera
preocupación de este presupuesto es llegar a un Estado de bienestar
sostenible.

Es verdad, como ha dicho el señor Frutos, que los salarios han
contribuido de manera significativa a la moderación de los costes en
estos últimos años, y creo que lo hemos dicho siempre que hemos tenido
ocasión de decirlo. También dijimos en 1993, cuando negociábamos el pacto
social, que nos parecía que la estabilidad macroeconómica durante los
próximos años exigía necesariamente una pérdida de poder adquisitivo de
los salarios porque habían crecido demasiado deprisa en los años
anteriores. Esto es lo que se ha producido. Como consecuencia de esto, es
verdad, nos ha bajado la inflación.

La penúltima observación que quería hacer a lo que ha dicho el señor
Frutos es por lo que se refiere a la tributación de las rentas del
capital y del trabajo. Sólo es una observación que no creo que merezca
una respuesta aquí, pero sí que es un elemento de reflexión. No hay que
confundir la distribución funcional de la renta con la distribución
personal. En este momento y en los años futuros, esto nos puede llevar a
error. Las rentas del capital no son sólo las rentas del capitalista, son
las rentas del ahorro y lo que forman los fondos de inversión no son sólo
los ahorros del estrato superior de la sociedad, a menos que uno no sea
un fiel seguidor de Ricardo y piense que sólo los ricos ahorran y los
pobres no ahorran nada, son los ahorros de todo el mundo. Por
consiguiente, si bien es verdad que, a primera vista, hay un motivo de
discriminación en la tributación de las rentas del trabajo y de las
rentas del capital, yo no me atrevería a trasladar esa constatación al
ámbito de la distribución personal de la renta sin tener más datos.

Probablemente, en el futuro esa discriminación sea menos grave de lo que
parece.

Finalmente, también quisiera poner de relieve otra cosa. No creo haber
pronunciado el adjetivo liberal en toda mi intervención. Mi preocupación
no es una preocupación liberal, es una preocupación de ortodoxia
presupuestaria. Uno puede gastarse el dinero que tiene como le dé la
gana, pero un economista tiene la obligación de decir a los demás cuándo
se gasta más dinero del que se tiene. Mi preocupación en este momento es
que no podemos seguir aumentando nuestro déficit, no por tiempo
indefinido, sino ni siquiera este año que viene. Es decir, cuando
tengamos dividendos, lo que se haga con ese dividendo no es algo en lo
que un economista tenga que tener una importancia excesiva, mientras que
si lo que gastamos viene, en buena parte, no de dividendos, sino de
deudas, creo que tenemos la obligación de llamar la atención sobre este
hecho.

De manera que a mí me parece que una condición indispensable para poder
mantener una política de redistribución, una política social, etcétera,
es empezar por una política presupuestariamente ortodoxa. Si no, esto no
se mantiene a medio plazo.

Creo que lo que he dicho al principio para enmarcar la razón de mi
preocupación por el presupuesto contesta en buena parte las observaciones
del señor Homs. El señor Homs tiene razón cuando reconoce la conveniencia
de seguir impulsando las medidas estructurales. Hace dos días, yo tenía y
no la he traído aquí, una lista de 54 medidas estructurales, que se
habían analizado en la Comisión Delegada durante los últimos seis meses,
que iban desde las distancias entre las gasolineras hasta el segundo
operador de telecomunicaciones. Como ve, medidas algunas de ellas muy
poco importantes y otras que tienen una gran importancia. Todas esas
medidas están más o menos en marcha, siguen un camino más o menos
tortuoso, avanzarán más o menos durante los próximos seis meses. Desde
luego, por nuestra parte, avanzarán. Ahora, no nos equivoquemos, ninguna
de estas medidas nos salvará de hacer un presupuesto como es debido.

Desde mi punto de vista, la reforma estructural más importante que ha
introducido la Secretaría de Estado este año es la famosa Ley de
supervisión del seguro privado. El señor Homs me pregunta qué efecto va a
tener esta Ley sobre la inflación en 1995 o en 1996, qué efectos va a
tener sobre el presupuesto. Mi respuesta, a primera vista, sería que, si
va a tener alguno, va a ser marginal. Dicho de otra forma: esas reformas
estructurales son complementarias a lo que tenemos que hacer este año. Es
verdad que, a medio plazo, pueden contribuir a disminuir la inflación,
pueden contribuir a aumentar la eficiencia de nuestra economía, incluso
pueden contribuir a generar más riqueza, pero no ahora, sino más a medio
plazo.

Por consiguiente, con medidas que aumenten nuestra eficiencia en el medio
plazo no vamos a salvar la dificultad de presentar un presupuesto como el
que tenemos que presentar. Si emprendemos esas reformas estructurales y
no somos capaces de hacer ese ajuste en el año 1996, al final el balance
será negativo. Por esto me he concentrado tanto en esta medida del
presupuesto para 1996, que es, primero, importante y, segundo, urgente, y
no he querido discutir esas otras cosas.

La siguiente pregunta que formula el señor Homs es si este ajuste de 1996
es creíble. Doy por descontado que cuando el Presidente del Gobierno
habla de presentar un presupuesto que dé un déficit del 4,4 sobre el PIB,
se refiere a una cifra creíble. Cuando el Ministro de Economía y Hacienda
manifiesta su compromiso personal con que el presupuesto no sólo dé una
cifra de 4,4 sobre el papel, sino que se sustente en medidas verosímiles,
yo doy por descontado que habla en serio. Por consiguiente, creo que
estamos hablando de plantear un presupuesto creíble.

Creo que no hay que empezar a decir ahora que esto no se va a poder
tocar, esto tampoco, esto tampoco y esto tampoco, porque, efectivamente,
el déficit sobre el PIB en el año 1996 va a ser el que dice la OCDE, el
mismo de este año, corregido por el ciclo. Por consiguiente, creo que hay
que abordar el debate presupuestario con un mínimo de prejuicios.

Me he referido explícitamente a los compromisos referidos en el pacto de
Toledo, que han sido confirmados una y otra vez por todos los partidos
políticos y por nuestro Presidente del Gobierno. Para contestar a la
pregunta que hace el señor Frutos sobre si vale Toledo, sí vale Toledo.

Estos compromisos hay que respetarlos. Está establecido así y creo que no
hay que discutir más este asunto.




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Pregunta el señor Homs si no tenemos un año más de margen. Quiero ser
todo lo claro que se puede ser. La verdad es que es de las cosas sobre
las que se puede ser bastante claro. El Consejo de Versalles no alargó el
plazo de tomar la decisión del 1 de enero al 30 de junio, sino al revés.

El momento de la toma de decisión en el Tratado era el 30 de junio de
1998, es decir, seis meses antes del 1 de enero. Lo que dijo el Consejo
de Versalles, a la vista de lo que decía el Instituto Monetario Europeo,
es que en seis meses no habría tiempo; que, por consiguiente, la decisión
habría que tomarla, lo más tarde, el 1 de enero de 1998. Entonces fue
cuando el Ministro español dijo que si eso quería decir que había que
tener datos de 1996, porque en enero de 1998 no hay datos de 1997, hay
estimaciones, que esto sí iba contra el espíritu del Tratado y, por
consiguiente, había que dejar bien claro que las cifras que se tomarían
en cuenta serían las de 1997. De manera que yo creo que formalmente no
hay margen para hablar de 1998.

En segundo lugar, el compromiso de España como país frente a la Unión
Europea es el cumplir los criterios de Maastricht el 31 de diciembre de
1997. Creo absolutamente imposible que nosotros, en este momento,
pudiéramos volver a la Unión Europea a decir que donde dijimos 31 de
diciembre de 1997 vamos a decir 31 de diciembre de 1998. Creo que esa
propuesta no sería aceptada, porque en el momento en que el Consejo de
Ministros dio su visto bueno al programa de convergencia nuestro nos dijo
que era un programa de mínimos, hasta el punto que tomó nota por escrito
de nuestro compromiso de corregir cualquier desviación, en ingresos o en
gastos, para ceñirnos a la senda que habíamos previsto. De forma que creo
que pensar que vamos a tener mayor flexibilidad, es decir, que un país
como el nuestro, que ha incumplido un programa de convergencia, va a
tener una tercera oportunidad de presentar un programa, sencillamente no
es realista. Por consiguiente, hay que ser consciente de que no hacer ese
presupuesto equivale desde ahora a renunciar a entrar en la Unión Europea
el 1 de enero de 1999. Equivale, por consiguiente, a posponer la entrada
«sine die» y sin saber muy bien qué nos va a pasar entre el momento en
que se forme una Unión, si nosotros no estuviéramos, y el momento en que
podríamos, quizá, optar a entrar. Desde este punto de vista, creo que hay
que ser más bien pesimista. Es decir, si hubiera algún país que, habiendo
querido entrar --que es nuestro caso--, por alguna razón no pudiera
entrar el 1 de enero de 1999, creo que las consecuencias inmediatas sobre
su economía serían negativas.

Para terminar, sin saber si he contestado a todas las dudas y preguntas
que han puesto de manifiesto los señores Diputados, quisiera entretenerme
un poco en analizar si el Presupuesto es o no posible. Creo que hay que
plantearse esta pregunta en su contexto. Es decir, las cosas son más o
menos posibles según cuál sea el coste de la alternativa. El único papel
que yo puedo desempeñar en este terreno es decir que estoy convencido de
que el presupuesto es posible, que se puede hacer. Déjenme que les diga
que no es el único presupuesto que nos han propuesto. Es decir, en el año
1994 en Bruselas nos dijeron: ¿No podrían ustedes reducir el déficit al
tres por ciento del PIB el 31 de diciembre de 1996? Nos lo dijeron en
serio. Nosotros dijimos que no era posible. Eso nos pareció que no era
posible. Estoy convencido que reducir el déficit más de lo que lo tenemos
que reducir en 1996, con las previsiones de crecimiento que tenemos,
francamente no es posible. Es un compromiso que no firmaría. Ese 4,4 por
ciento creo que es posible.

Nos dijeron también: ¿Por qué no prueban ustedes a estabilizar su deuda a
finales de 1996, que no les siga creciendo? Lo miramos y llegamos a la
conclusión de que no era posible. Nos exigía una reducción del déficit
que considerábamos de todo punto exagerada. Por consiguiente, éste no es
el presupuesto más agresivo que se nos ha ocurrido, sino que es un
presupuesto posible.

Dejando el análisis del presupuesto para otras personas o para otra
ocasión, lo que sí he tratado de ponerles de manifiesto, como creo que es
mi obligación, es que la alternativa, es decir, el no hacer ese
presupuesto, desde mi punto de vista presenta unos riesgos muy elevados.

Hay que ser conscientes de esos riesgos y hay que saber cuáles son las
alternativas, no vaya a ocurrir que dentro de uno, dos o tres años, si la
economía española no fuera bien por no haber hecho un buen presupuesto,
alguien nos podría echar en cara no haber explicado claramente cuáles
eran los costes de no hacer ese ajuste que el Gobierno se propone hacer
durante este año 1996.

Nada más, señor Presidente.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu Andreu): Muchas gracias, señor Secretario
de Estado, por las respuestas a las preguntas de los diferentes grupos
parlamentarios.

Voy a dar un pequeño turno de réplica. Ruego a los señores portavoces que
lo utilicen con la mayor concisión de la que sean capaces.

Señor Montoro, por el Grupo Popular.




El señor MONTORO ROMERO: Seré breve, pero es que tengo que mostrar la
insatisfacción de mi Grupo por las respuestas del Secretario de Estado de
Economía. Voy a sintetizar lo que significa el hecho de las cuestiones
que hemos formulado comenzando por lo que el Secretario de Estado ha
sintetizado como que cualquier acción de política económica, cualquier
presupuesto necesita un determinado contexto para ser operativo, para ser
eficaz.

Ese contexto en España se llama una crisis política, y las recientes
aclaraciones del Presidente del Gobierno, señor González, no hace sino
contribuir a sembrar más desconcierto en lo que es el calendario
electoral de España. Pronosticar un adelanto de las elecciones para el
otoño del año que viene es equivalente a perder un tiempo precioso en la
aplicación de unos programas de política económica que tienen unos
calendarios muy ajustados y de los que depende, en definitiva, la
consolidación de la recuperación económica y la creación de empleo en
nuestro país. Además, equivale a pretender abrir una campaña electoral de
unas dimensiones exageradas, de una longitud exagerada, en la que,
sencillamente, no será creíble que el mismo Gobierno, cuyo Presidente
anuncia ya un calendario electoral, lleve un ajuste presupuestario serio,
claro, firme y justo en los meses que preceden a la celebración de las
elecciones



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generales. Por tanto, ese anuncio del nuevo calendario electoral en
España es un anuncio de desconcierto que no hace más que devaluar los
pretendidos anuncios que el Secretario de Estado de Economía nos ha
traído.

Quiero hacer un discurso, breve también, sobre lo que significa en un
país sufrir una crisis política como la que estamos sufriendo y lo que es
el papel de los diferentes grupos políticos en esa crisis. Lo que quiero
decir es que, en definitiva, es un elemento perturbador de la situación
económica y es un elemento que ha aplazado los ajustes económicos en
nuestro país el conocimiento de toda esta serie de escándalos que
obedecen a un abuso de poder, que se puede dar perfectamente en los
sistemas democráticos, pero que, para evitar eso, los sistemas
democráticos tienen que poner poderes compensadores, que es el ejercicio
que realiza la oposición cuando hace de control del Gobierno y cuando
confirma o plantea alternativas de programas económicos.

A ese respecto, me voy a basar en una cita, muy breve, de un eminente
economista, premio Nobel de Economía, defensor de las libertades de la
sociedad, como es Von Hayek, que hace más de cincuenta años escribió en
su obra «Camino de servidumbre», la siguiente expresión: La democracia es
esencialmente un medio, un expediente utilitario para salvaguardar la paz
interna y la libertad individual. Como tal, no es en modo alguno
infalible o cierta. Tampoco debemos olvidar que a menudo ha existido una
libertad cultural y espiritual mucho mayor bajo un régimen autocrático
que bajo algunas democracias, y se entiende sin dificultad que bajo el
gobierno de una mayoría muy homogénea y doctrinaria el sistema
democrático puede ser tan opresivo como la peor dictadura. Eso está
escrito en el año 1944.

Lo que quiero decir, en definitiva, es que la democracia necesita de
poderes compensados. Esta es la lección que tenemos que aprender cuando
estamos observando nada menos que una amenaza sobre la recuperación
económica que procede de una crisis política que lo que necesita es
contrapesar, corregir ese abuso de poder que se ha producido en nuestro
país para lograr superar lo que desde el Grupo Parlamentario Popular
hemos llamado la trampa de credibilidad. Esa trampa de credibilidad es la
que explica --y es lo que usted no nos ha explicado esta tarde-- por qué
España tiene una prima de riesgo tan elevada en los mercados financieros
internacionales, por qué España está soportando ese diferencial de tipos
de interés a largo plazo que está, en definitiva, explicando en buena
parte también que los tipos de interés a corto sigan una tendencia
ascendente, que puede ser muy peligrosa para la recuperación económica en
España.

Porque, en definitiva, esa prima de riesgo es la causa fundamental que
lleva a unos Presupuestos Generales del Estado para 1996 que están
obligados a realizar ajustes en el gasto público para responder a los
incrementos de esa carga financiera tan importante para los presupuestos
del año próximo, la auténtica novedad de 1996, esa enorme carga
financiera que va a dejar sobre las espaldas de los presupuestos de 1996
la crisis de los mercados financieros y, en definitiva, los elevados
tipos de interés en España. Es el déficit y es la deuda pública lo que
está provocando problemas sobre el Estado de bienestar español. Lo que
está amenazando la continuidad del gasto social en España es el propio
desequilibrio presupuestario, y lo que está abocando al Gobierno
socialista a hacer ajustes de gasto público, aunque no es capaz de
explicitar dónde va a hacerlos, es la propia situación de esas finanzas
públicas que tienen su origen en la falta de credibilidad del Gobierno y
que está mereciendo la penalización de los mercados financieros. Esto es
lo que está ocurriendo, eso es lo que, en definitiva, está lastrando el
presupuesto del año que viene, eso es lo que hace voltear las ideas sobre
lo que es un presupuesto contractivo o expansivo, y eso es lo que está
obligándoles a anunciar un ajuste para el año próximo con un
convencimiento en el que usted insiste esta tarde, pero que simplemente
se queda en un enunciado. Usted ha venido esta tarde a decir que el
Gobierno debe hacer esto, pero no nos ha explicado cómo va a hacerlo. No
ha hablado en absoluto de cuáles son las líneas matrices de esa
contención del gasto público, no ha hablado en absoluto de sus propósitos
en materia tributaria, propósito que usted mismo ha lamentado en
intervenciones públicas respecto de lo que fueron los proyectos del
Gobierno del año 1995. Usted mismo utilizó una expresión que apareció
escrita en los medios de comunicación diciendo que quizá fue un error
subir los tipos impositivos del IVA y de los impuestos especiales en un
año de inicio de la recuperación económica. Claro que lo fue, como así lo
está demostrando esa realidad económica. Y el fracaso del programa de
convergencia, en definitiva, es el fracaso que estamos viendo
manifestarse en los problemas de ajustar ese déficit público a un
objetivo como es el del déficit, un objetivo realmente modesto como el
que pretendían para el año 1995 y que tienen problemas para alcanzar; por
eso se está precipitando la venta de empresas públicas, para lograr unos
ingresos por privatización, cuando usted sabe perfectamente que eso no es
computable a efectos del déficit público, según los criterios del Tratado
de la Unión Europea. Es decir, todavía vemos peligrar ese objetivo, un
objetivo que, insisto, no puede ser más reducido, más pacato, como es el
de situar el déficit público en ocho o nueve décimas por debajo del año
anterior en un año en el que el crecimiento de la economía española se va
a situar en torno al tres por ciento. Ahí está el fracaso del programa de
convergencia, en las dificultades de la evolución del déficit público, y
lo está también en el fracaso de la consecución del objetivo de
inflación, porque, si fracasa el objetivo de inflación, señor Secretario
de Estado de Economía, no me negará que se está poniendo en cuestión todo
el programa macroeconómico. Si fracasa el objetivo de inflación, la
revisión del cuadro macroeconómico tiene que ser completa, como derivada
primera de ese fracaso. Ahí está lo que tenemos que llamar sin ningún
tipo de ambages un fracaso de programa de convergencia.

Cambiar la tendencia de la participación del gasto público, cambiar la
tendencia de los presupuestos --y en eso coincidimos con usted-- es un
asunto delicado, pero es mucho más delicado cuando el Gobierno no le dice
la verdad a la sociedad española sobre lo que tiene que hacer;



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entonces el asunto se convierte en imposible. Es decir, el mismo Gobierno
que trajo a esta Cámara unos presupuestos como los de 1995, que no eran
suficientemente restrictivos como lo exigía nuestra ganancia de
credibilidad ante los mercados financieros para procurar una bajada de
los tipos de interés, ese mismo Gobierno no puede ahora cambiar el
discurso y decir que ahora, como han visto que los tipos de interés
siguen al alza --no sé por qué, pero eso es lo que está ocurriendo, unos
tipos de interés que amenazan la propia recuperación económica--, se hace
un ajuste, cuando ese Gobierno no es capaz de explicitar en qué consiste
ese ajuste. Y así no se convence a la sociedad española, así no se
utiliza la autoridad propia de un Gobierno legítimo, un Gobierno
democrático que tiene que decir la verdad a los ciudadanos.

Díganselo; díganle en qué consiste el esfuerzo, porque es que no oímos
una sola palabra de auténtico contenido, como no sea la palabra vaga de
cumplir el objetivo del déficit. ¿Pero cómo vamos a hacer esto, señor
Secretario de Estado de Economía? ¿Cómo se hace esto con una carga
financiera tan importante para el año que viene, con un incremento de al
menos 700.000 millones de pesetas por incremento de los tipos de interés
de las obligaciones de pago de los Presupuestos del Estado, y con un
incremento de rentas del sector público importantes como consecuencia de
la desviación de los objetivos de inflación del Gobierno? Desviación que
no ha desmentido usted esta tarde, desviación que está dando por
supuesta. Usted mismo no hace ni una simple apuesta por el objetivo de
inflación. No le he oído una sola palabra en favor del mantenimiento del
objetivo gubernamental de inflación; quizá nos pueda aclarar en su
segunda intervención si sigue creyendo que el objetivo del 3,5 por ciento
es válido o no.

En definitiva, usted es plenamente consciente --y a este portavoz le
consta-- de que el problema esencial de la política económica española es
la falta de credibilidad. Y esa falta de credibilidad no se gana viniendo
a la Cámara a hacer una advertencia sobre el ajuste presupuestario del
año que viene; esa falta de credibilidad --como usted mismo se ha
comprometido por escrito-- se gana con hechos verosímiles, con acciones,
y esas acciones no pueden demorarse más tiempo porque, en definitiva, lo
que hacen es trasladar a la sociedad la impresión de que no saben lo que
van a hacer con los Presupuestos: Ya vendrán los Presupuestos, lo que sí
anunciamos es que vendrán unos Presupuestos austeros. Concreten porque,
si unimos un calendario electoral como el que ustedes pretenden aplicar a
nuestro país, realmente la credibilidad de la política económica se va a
resentir necesariamente, y de esa manera lo que estamos haciendo es
amenazar la recuperación económica y el proyecto europeo de España. No
hay otra solución como no sea la de ir al corazón del asunto, ir al
corazón de la crisis política, que es la raíz de los problemas de la
política económica y la raíz de la falta de credibilidad de esa política
económica. Por eso tenemos que rechazar esos anuncios de calendario
electoral que, como he dicho antes, no hacen sino sembrar más
desconcierto donde ya sobra incertidumbre.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu Andreu): En nombre del Grupo
Parlamentario de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya, tiene la
palabra el señor Frutos.

Ruego brevedad a todos los portavoces.




El señor FRUTOS GRAS: Lo intentaré, señor Presidente.

Señor Secretario de Estado, a ver si convocan elecciones pronto porque
nos quitaremos de encima un problema y podremos hablar de otros.

Decía usted que hace 20 años creíamos que en economía se podía elegir
entre inflación y empleo. Hace un tiempo que yo escucho reiteradamente lo
malos que éramos analizando los problemas del mundo hace 20 años, hace 25
o hace 15, lo ingenuos que éramos. Es verdad que usted no ha utilizado la
palabra liberalismo. Yo he hablado de ultraliberalismo, no de
liberalismo; si quiere, algún día podemos hablar de liberalismo entendido
en el sentido decimonónico, que era algo muy respetable, pero yo he
hablado de ultraliberalismo, que es otra cosa. Tampoco las gentes que
defendían lo que luego defendió Keynes con más fortuna tuvieron, valga la
redundancia, mucha fortuna cuando lo hicieron, hasta que tuvo que llegar
un «crack», y luego, claro, hubo que rebobinar y reconsiderar todos los
elementos de la situación económica, de las políticas económicas, de las
políticas de bienestar, etcétera.

Señor Secretario de Estado, hay menos inflación en este país, pero
también hay menos empleo. Desde el año 1974 hasta el año 1994 en España
no se ha creado un solo empleo neto, ni uno solo, según los informes del
Ministerio de Economía, ni uno solo.

Ha dicho usted que los sindicatos pensaban una cosa hasta hace dos años
--no sé si lo piensan ahora, porque como en este país se cambia de
opinión tan rápidamente, no se espera ni tan siquiera determinados
resultados para poder tener una opinión más fundamentada, más profunda--
y ustedes les decían a los sindicatos que un presupuesto más expansivo no
crearía más empleo. Yo no sé si el problema es un presupuesto más
expansivo en términos brutos. A lo mejor es un presupuesto más
articulado. Y un presupuesto más articulado --y esta mañana lo
discutíamos en la Comisión de Economía con la presencia del señor Rojo--
quiere decir tener en cuenta cuál es la tasa de actividad de este país;
quién crea empleo o quién no crea empleo, y en eso se deben considerar
los empleos netos --lo que decía antes-- que se han creado en este país
en 20 años; qué papel puede jugar el sector público. Ahora está de moda
la privatización y aunque todavía no se han caído todos los ladrillos del
muro de Berlín, ya prácticamente se ha liquidado todo lo que antes no se
potenciaba ni se defendía; no se potenciaba ni se defendía porque se
estaba polemizando con otro enemigo; en cambio, ahora se ha liquidado
todo.

Es decir, crear empleo, crear más empleo, es uno de los elementos
centrales de cualquier política económica que sea moderadamente avanzada
o socialmente progresista. Pero hay mucha gente aquí que no trabaja y
otra que tiene un empleo muy precario y esto va reduciendo todas las
capacidades que tiene el conjunto de la sociedad, el conjunto



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de las administraciones en nuestro caso concreto, para hacer determinadas
políticas. En la medida en que una persona no tiene un determinado nivel
de consumo, debo añadir --porque siempre lo añadimos y cada vez más--,
sostenible (saber qué se gasta y para qué se gasta), en la medida en que
no hay eso, hay gente de empresas que no trabajan.

Esta mañana yo hablaba con un pequeño empresario. Eran cuatro socios y se
ha quedado él solo trabajando. Los socios se han ido a trabajar a otras
empresas, privadas o públicas, no lo sé. Tenían un producto muy aceptado
a nivel internacional, pero ha llegado un momento en que tenían créditos
tan altos que no podían pagar y se ha quedado esta persona sola porque
los otros no aceptaban trabajar más horas de lo normal, estar las 24
horas pendientes del pequeño negocio, etcétera. Como este pequeño
empresario se encuentran otros muchos empresarios en este país, que crean
riqueza verdaderamente útil, que no son especuladores ni vampiros de la
sociedad sino que crean riqueza socialmente útil.

Dice usted que no va a entrar en los detalles del presupuesto. Mire
usted, yo le aceptaría este razonamiento por prudencia, siempre que mi
Grupo tuviera el mismo nivel de trato en eso de la información que tiene
el Grupo que representa en esta Comisión el señor Homs. Luego pacte el
Gobierno y el Partido Socialista que le apoya con quien les dé la gana.

Por cierto, señor Hernández Moltó, nosotros no somos ingenuos, como
parece que ha dicho usted. Simplemente, tampoco queremos ser cretinos
útiles al poder, a cualquier poder, al que haya. Queremos tener nuestra
personalidad y, naturalmente, nuestra independencia y, naturalmente,
defender lo que consideramos oportuno. Es decir, no es por ingenuidad el
que a nosotros no nos gusten los pactos y esas cosas. No vamos a ser
cretinos útiles de nadie, ni del Partido Socialista que ahora da sustento
al Gobierno ni de otro partido, cuando llegue otro partido, si es que
llega, a formar gobierno.

Usted, señor Secretario de Estado, ha dicho que el objetivo principal es
mantener sostenido el Estado del bienestar con estos presupuestos que van
a hacer. Nos encontraremos en el debate y en la confrontación cuando sea
necesario y en el acuerdo cuando sea necesario. Y si tenemos que defender
--y se ha probado suficientemente en este Parlamento-- determinadas
políticas --en algunos aspectos económicos casi nunca, pero sí en otros
aspectos-- demostraremos que, frente a estos señores de aquí, de la
izquierda, aunque están situados a mi derecha, podemos coincidir en
aspectos concretos.

Ya para terminar, en relación a los salarios, quiero decir que cuando
nosotros hablamos de salarios, ni tan siquiera estamos pensando en un
aumento nominal de los salarios de las personas que trabajan; estamos
pensando en claves de redistribución también en relación a los salarios;
estamos pensando en salario diferido; estamos pensando en salario
indirecto, en la masa salarial. Lo que pasa es que en este país, después
de los resultados de algunos aspectos de los Pactos de la Moncloa, es
difícil aceptar reducciones de salario si no hay instrumentos para saber
dónde va la masa salarial que se libera de estas reducciones de salarios.

Ya nadie se chupa el dedo y espero que los sindicatos no se lo chupen. Se
puede perder masa salarial en concreto de trabajadores que están en
activo, pero, al mismo tiempo, que esta masa salarial redunde en
beneficio para otros trabajadores que en estos momentos no están
trabajando, pero que pueden encontrar un puesto de trabajo, o en salario
indirecto o en salario diferido, etcétera.

Nosotros no confundimos las rentas del capital con las rentas personales.

Ahora bien, nosotros tenemos que decir que en el espacio de doce meses ha
habido una pérdida de un porcentaje importante, de entre un uno y un 1,5
por ciento, de lo que es la renta salarial en la renta nacional. Es una
pérdida importante en términos relativos y absolutos. Ha habido una
pérdida de diez puntos en cobertura del desempleo y tres puntos en
precarización o temporalización de los puestos de trabajo. Es decir, ha
habido una aportación importante. No es confundir salarios ni confundir
las rentas del capital con rentas personales, pero, claro, nosotros
queremos que, cuando haya estas pérdidas, esto se traduzca en un
beneficio de redistribución para el conjunto de la sociedad, que no está
reñido con una efectividad superior del conjunto de la economía. Yo he
intentado señalarlo antes. Un trabajador corresponsable es un trabajador
que tiene interés en mejorar su capacidad, sus conocimientos y su
intervención en la sociedad. Un trabajador que no está muy contento, que
está «precarizado», que tiene temor, es un trabajador que aporta el 50
por ciento de su posible rendimiento.

Señor Presidente, me está mirando y termino.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu Andreu): Señor Frutos, no pretendía
amenazarle con la mirada, ni mucho menos.

Para intervenir por el Grupo Catalán (Convergència i Unió), tiene la
palabra el señor Homs.




El señor HOMS I FERRET: Voy a ser breve, porque creo que las
argumentaciones que nos ha expuesto el señor Secretario de Estado de
Economía no dan lugar a muchas controversias y discusiones. Yo creo que
usted me ha entendido perfectamente en las cautelas que mi Grupo le ha
transmitido. Creo que yo le comprendo perfectamente a usted en cuanto a
las rigideces de sus respuestas y los argumentos que me ha devuelto. Lo
que sucede es que creo que lo importante es que algún día nos sentemos y
conozcamos exactamente dónde se va a operar ese ajuste, simplemente.

Nosotros observamos que desde el año 1993 hasta el 1995, dos ejercicios
presupuestarios, el de 1994 y el de 1995, se ha pasado de un déficit del
7,3 al 5,9. Hemos reducido 1,4 puntos en dos años y conocemos lo que se
ha hecho en estos dos años, entre otras cosas porque hemos puesto
nuestros votos en estos acuerdos y lo hemos podido comprender y conocer
con detalle. Ahora se nos presenta para el ejercicio de 1996 la reducción
de 1,5 puntos. Lo que se ha hecho en dos años ahora lo vamos a hacer en
uno. Bien. Queremos conocer dónde se van a operar esos ajustes. Tenemos
temores, tenemos recelos para que no se vaya a centrifugar ese ajuste y
se vaya a operar en unas variables



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que no compartimos. En cualquier caso, ésa es una discusión innecesaria.

Lo que hay que hacer es sentarse y conocer exactamente con detalle dónde
se va a operar esa reducción. Hay unos temores, unas cautelas, porque
vemos que ese ajuste de 1,5 en 1996 es duro, es importante.

Yo parto con usted que, si es posible, hay que hacerlo. Usted nos dice
que es posible. Bien. Conozcamos con detalle la decisión y juzguemos
luego si es o no es posible. Si es posible, hay que hacerlo, estoy de
acuerdo; y, si es posible, hay que estar en 1997 en el tres por ciento.

La discusión está en si vamos a ser capaces de hacerlo.

Lo que no entendemos muy bien es cómo se puede operar tan profundamente
en la reducción del déficit público en dos años sin hacer reformas
estructurales en el sector público. Estoy de acuerdo con usted en que las
reformas estructurales que se operan en la sociedad y que tienen
incidencia en la inflación, tienen un efecto más a medio plazo. Pero las
que hay que operar en el sector público, en el aparato de la
Administración pública, éstas podían tener incidencia inmediata. El
cierre o no cierre, el ajuste de una determinada administración, de un
organismo, evitar duplicidades en determinadas funciones, limitar la
concesión de ayudas o subvenciones, esto tiene incidencias directas. La
verdad es que eso sí es importante. La privatización de determinados
servicios o de determinadas entidades o empresas públicas tiene efectos a
corto plazo y son reformas estructurales importantes. Cuando me refería a
operar reformas estructurales en relación con el debate de la contención
del déficit público me refería a estas reformas, las que se centran en el
sector público.

En cualquier caso, no quiero discutir más, simplemente trasladarle que
por parte de mi Grupo Parlamentario, si ustedes necesitan colaboración
para aprobar unos presupuestos, sin duda importantes para el beneficio
del conjunto de toda la sociedad española, la van a tener en la coyuntura
que estemos políticamente.

Estoy de acuerdo con usted en que este esfuerzo de 1996 y de 1997 no debe
recaer exclusivamente en la acción de Gobierno y que debería comprometer
a todos los grupos políticos de la Cámara. Incluso ha ido más allá: debía
comprometer, ha dicho, a toda la sociedad, hasta a los agentes económicos
y sociales. Estoy de acuerdo. Porque el objetivo de entrar en la unión
monetaria, es decir, que a partir de 1999 vamos a tener ecus en el
bolsillo, en lugar de pesetas, es un tema que debía implicar a toda la
sociedad, no sólo al Gobierno ni a un determinado grupo político. Por lo
tanto, si ustedes necesitan colaboración durante dos años para poder
hacer esos ajustes y cumplir esos objetivos, por parte de nuestro Grupo
van a tener la colaboración para el diálogo. De la misma forma que le
digo que van a tener la colaboración para el diálogo, le transmito
también, después de una observación que ha hecho el portavoz del Grupo
Socialista, y que comparto plenamente, cuando ha dicho que ni el
Gobierno, ni, mucho menos, el Grupo Socialista, es rehén de nadie, tiene
razón, ni mucho menos de Convergència i Unió. Eso quiero dejarlo claro.

Yo he vivido durante dos años la relación que tenemos con ustedes y con
el Gobierno y siempre he constatado que el Gobierno nunca ha sido rehén
de Convergència i Unió. Pero también quiero decirle que Convergència i
Unió no es rehén de ustedes tampoco, ni del Gobierno.

Por lo tanto, va a tener colaboración el Gobierno, y vamos a hablarlo;
vamos a discutir dónde se van a operar esos ajustes y esas medidas y
vamos a poder hacerlo. No vamos a negar ese diálogo y esa predisposición
a compartir el riesgo de estas medidas que son importantes, pero también
necesarias y que comparto con usted que hay que adoptarlas.

También quiero indicarle que cuando ha hecho un comentario en relación a
Toledo y ha afirmado rotundamente que el acuerdo de Toledo se iba a
cumplir y que el acuerdo vale, estoy de acuerdo; entre otras cosas, yo
fui miembro de la ponencia de Toledo, y Toledo vale. Pero precisamente
porque fui miembro del acuerdo de Toledo y conozco los 18 compromisos de
Toledo, Toledo vale en todos sus puntos, en los 18; no en unos sí y en
otros no. Hay que avanzar, si es posible, en todos ellos, no sólo en el
que convenga y olvidarse de otros. No vaya a ser cosa de que ahora sólo
valga Toledo para un punto y no para otros. No quiero extenderme más
porque éste no es el debate de hoy, pero creo que el Secretario de Estado
me entiende perfectamente.

Por último, he utilizado la palabra maquillaje cuando he hecho referencia
a un temor de mi Grupo. Es una mala expresión y, además, desafortunada.

Pero como parece que está dentro del conjunto de recelos o de esas
cautelas que expresa nuestro Grupo en torno a esa previsión del
presupuesto para 1996, quería trasladarle al Secretario de Estado de
Economía y al portavoz del Grupo Socialista que nuestros recelos en ese
punto nacen de la información que nos remite el propio Secretario de
Estado de Economía en el informe y en la que nos ha dado hoy el
Gobernador del Banco de España. Porque en la realización del presupuesto
del año 1995, cuando lo interpretamos y lo leemos, vemos que el Gobierno
está adoptando un proceso de ejecución del presupuesto que nos permite
temer que puede haber un cierto maquillaje en la contención del gasto.

Por ejemplo, la previsión que hace en la página 71 el informe del
Secretario de Estado de Economía es que en inversiones reales se está
produciendo un crecimiento del 16 por ciento en el período que se analiza
--un crecimiento de las inversiones reales, que son las que ejecuta
directamente la Administración del Estado--, en cambio, en transferencias
corrientes y en transferencias de capital estamos desacelerando, estamos
gastando menos de lo que habíamos gastado en estas mismas fechas el año
pasado.

Todo aquello que va fuera y no se ejecuta directamente por la
Administración del Estado, pues no se ejecuta. Todo aquello en lo que sí
se actúa directamente, eso se ejecuta, y más y por encima y con tasas más
elevadas. Como también vemos que la previsión de gastos de compra de
bienes y servicios crece en ese período un 33,8 por ciento.

Yo invito al Secretario de Estado de Economía a que haga una llamada al
Secretario de Estado de Hacienda y le diga: ¡Oiga, vaya usted con
cuidado, porque a lo mejor no podemos cumplir el objetivo del 5,9 este
año! Porque si se mantiene la tendencia del 33,8 por ciento de
crecimiento de compras de bienes y servicios, estamos por encima de



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lo que nos gastamos en el ejercicio 1994. Claro que es un período corto y
que luego se integra en todo el ejercicio y probablemente las compras de
bienes y servicios se ejecutan en el primer período del año y luego los
últimos cinco o seis meses ya se han realizado y ya no se reflejan en el
presupuesto del Estado. Es posible que sea un dato puramente contable y
que no tenga más incidencia y que dentro del análisis global quede
perfectamente ajustado.

En cualquier caso, quiero trasladarle que vemos que el Gobierno hoy está
siendo cauteloso en todo aquello que es ejecutar sus compromisos que
implican a otras instituciones y a otras administraciones y, en cambio,
con los suyos es más exhaustivo. Esto es lo que nos lleva a ser temerosos
y decir: ¡Oiga, no vamos a maquillar también la previsión de contención
del déficit!
No quiero insistir en la discusión. No tiene más argumento político que
el que yo he trasladado. Simplemente, hay unas cautelas puntuales. Tomo
nota de su interpretación en cuanto a los plazos. Esta será una cuestión
que creo que traerá cola y no solamente la discutiremos en esta Cámara;
yo creo que habrá analistas y expertos e interpretadores del Tratado de
Maastricht que lo juzgarán y analizarán. Porque fíjese qué absurdo sería
que en 1997 cumpliéramos el tres por ciento y se nos autorizara a entrar
en la Unión Económica y Monetaria porque cumplimos todos los requisitos,
pero resulta que en 1988 nos vamos un poquito más allá del tres por
ciento. ¿Qué sucede entonces? ¿Qué sucedería si llegáramos al tres coma
algo y realmente la previsión de la tendencia nos permitiera
perfectamente digerir y asimilar que en 1988 la economía española se
situará por debajo del tres por ciento? ¿Es que sería lógico y razonable
que se nos excluyera de la incorporación a la Unión Monetaria por estar
unas décimas por encima y no poder prever que en 1998 terminaríamos de
estar en condiciones de cumplir ese requisito el 1 de enero de 1999?
Esta será una discusión que estoy seguro de que traerá cola. En cualquier
caso, entiendo que el punto de salida y las decisiones y los acuerdos
adoptados en estos momentos se centrarán de forma contundente en la fecha
de diciembre de 1997. Esta es la interpretación. Pero ese año 1998 va a
dar mucho de sí todavía y mucha discusión. Lo único que hacemos es
ponerlo sobre la mesa, como creo que están haciendo otros países en
Europa.

Simplemente, señor Presidente, para terminar, felicitar otra vez al señor
Secretario de Estado de Economía, porque su réplica ha sido todavía más
convicente que su intervención inicial.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu Andreu): Muchas gracias, señor Homs, por
su intervención, no tan breve como nos anunció, pero, en cualquier caso,
muchas gracias.

Para hablar en nombre del Grupo Socialista, tiene la palabra el señor
Hernández Moltó.




El señor HERNANDEZ MOLTO: Espero poder cumplir el compromiso de brevedad,
porque la verdad es que no hay mucha falta de sintonía con la
contestación del señor Secretario de Estado. Y, desde luego, no hay
muchas insatisfacciones; es más, hay satisfacciones en este caso, pues no
coincido con otros Grupos que yo creo que ya venían insatisfechos de
casa; venían, en definitiva, a intentar sacarle o algún elemento de
contradicción para el presupuesto de 1996 o algo que, al margen de la
gran capacidad política del señor Pastor, no lo es dado, que la capacidad
de convocar elecciones anticipadas, cosa que, como usted habrá podido
comprobar une --no sé si por ingenuidad o no, pero une claramente-- a dos
grupos de esta Cámara: a la derecha y a la izquierda, lo que viene bien a
la derecha. Coinciden bastante en este elemento de política económica que
usted habrá podido comprobar hoy. Y sinceramente no creo, se lo digo de
verdad, que sea la panacea, el elemento sustancial para seguir
recuperando la situación económica; más bien creo lo contrario.

Sinceramente, hay veces que me preocupan estos amantes de la libertad,
que, por cierto, debían buscar citas más democráticas que la del señor
Hayek. Señor Frutos, acostúmbrese a leer al señor Hayek, porque sus
compañeros parlamentarios se lo van a citar bastante más que el Gobierno
y bastante más que nuestro Grupo Parlamentario. Si no sabe quién es yo se
lo contaré después. En cualquier caso, convendría que hiciera citas de
autoridad del señor Hayek cuando avalan la democracia, no las que van
justo en contra del funcionamiento del sistema democrático.

Dicho esto, pregunto ¿quién viene al Parlamento a hablar de la
credibilidad de una sociedad? ¿En aras de qué? ¿Por qué alguien se sube a
una tribuna y utiliza un micrófono para hablar de la credibilidad que
tiene la política del Gobierno, si no es con cifras?, sobre todo si
alguien tiene aspiraciones a hablar como economista. Y cuando una
sociedad se comporta, en términos de consumo privado, en relación al
primer trimestre de 1994, con un descenso del 0,1 por ciento; el
siguiente trimestre pasa a +0,7; el siguiente al 1,3; el siguiente al
1,9, y en el primer trimestre de 1995, también el 1,9, parece que la
senda no es de falta de credibilidad ni de confianza, cosa que sucede en
la inversión en bienes de equipo. Si hace un año el descenso en los
recursos utilizados en inversión de bienes de equipo era --5,5 por
ciento; el siguiente trimestre fue del 0,6; el siguiente del 2,4; el
siguiente del 6,3, y el siguiente el 8,8, a pesar del señor Montoro, a
pesar del señor Aznar y a pesar del señor Anguita, parece que la gente
tiene una cierta confianza. Es decir tienen una cierta credibilidad la
política presupuestaria y la política económica. ¿Seguimos? En términos
de construcción --algo importante-- el sector de la construcción
descendía en el primer trimestre de 1994 en el --3,1 por ciento,
negativo. Pues bien, estamos en cifras de crecimiento, en el primer
trimestre del año 1995, del 7,9. ¿En términos del PIB, también vale? Del
0,9 al 3,1 por ciento.

¿Quién da el márchamo de credibilidad aquí, y en función de qué y por
qué? Es legítimo que se dé en términos de interés partidario, pero cuando
uno se hincha y pontifica tanto parece que va a poderlo demostrar
después, y cuando no se puede demostrar, al menos, que quede en el aire
la duda de que nadie tiene la verdad sobre la opinión pública en este
país. La tienen los votos y ya dirán si hay o no credibilidad. Que no sea
ansioso nadie, no se vaya a llevar



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sorpresas; que no sea ansioso nadie y que no se pase, en aras a la
contribución de la recuperación económica, y su discurso sea tan
alicorto; al señor Espasa le gusta decir gallináceo. Pues que no sea un
discurso tan gallináceo, que cuando parece que va a hacer una aportación
científica fundamental a la recuperación económica del país viene
simplemente a coincidir con algo tan poco original como la conveniencia
de anticipación de elecciones generales para aprovechar el momento
económico. Un momento económico que, por otra parte, repito que es
satisfactorio y que está cumpliendo sus objetivos.

Además, cuando a usted, señor Pastor, le ponen en esa situación para ver
si después pueden contar en la prensa que usted no ha contestado a algo,
a lo que no puede ni debe contestar, como por ejemplo que explique cómo
va a hacer los presupuestos para 1996, dígales: esperen a que lo discutan
en la Cámara; esperen a que el Gobierno tenga elementos de posibilidad no
sólo económica sino política. Es decir, que no vaya nadie segregando
jugos de antemano --me refiero a jugos políticos--, deseando que no haya
posibilidad política de presupuesto. Eso es lo que quieren algunos, señor
Pastor, no vaya usted a pensar que cuando le ponen tanta fuerza al deseo
de unos presupuestos determinados para el año 1996... ¡No, hombre, no!
Aquí hay grupos parlamentarios que no desean que haya presupuestos para
1996; que desean que continúe la situación de crisis política, de falta
de estabilidad parlamentaria, es su única aportación a la recuperación
económica y a la estabilidad política y social de este país. Son el Grupo
Parlamentario Popular y el Grupo Parlamentario de Izquierda Unida, que yo
sepa --no sé si habrá alguno más--, con acompañantes, con acompañantes
sociales, medios de comunicación; es decir, algo normal, lógico. Y no
digo que sea una conspiración, no, constato la realidad de todos los días
de gente que pretende coger atajos en el discurso político y en la
recuperación económica. Y, claro, usted ya entenderá nuestra preocupación
por los diseñadores de la política económica. Estamos preocupados por
algunos diseñadores de la política a secas, pero por los de la política
económica también. Por eso entiendo que algunos vayan a decir que usted
no ha contestado a lo que no puede contestar, me refiero a los
Presupuestos. Pero ya ha dado pistas --y yo me alegro de que algún grupo
político lo haya reconocido--, pistas de viabilidad, de voluntad, de
posibilidad y, desde luego, de algo que usted hace bien en traer a esta
Cámara, de respeto al trámite parlamentario y político que supone la
elaboración de un presupuesto para 1996.

Nada más y le reitero el agradecimiento por su comparecencia aquí hoy.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu Andreu): En este turno de réplica tiene,
a su vez, la posibilidad de responder, y con esto concluiríamos esta
comparecencia, el señor Secretario de Estado de Economía.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMIA (Pastor Bodmer): Voy a
responder muy rápidamente a las observaciones que hace el señor Montoro.

Implícitamente sí he explicado por qué el diferencial es tan alto. En mi
opinión lo es en buena parte porque estamos en este momento en un compás
de espera en que los analistas, los inversores y, en términos generales,
los mercados esperan a ver nuestro presupuesto. Eso lo he repetido varias
veces y estoy convencido de lo que digo, y, además, me lo han dicho
muchas veces y en muchos sitios distintos. Yo creo que esto explica buena
parte de nuestro diferencial, y cuando digo que creo que si el
presupuesto se hace como se debe hacer tenemos margen para reducir los
tipos de interés de aquí a final de año, me refiero fundamentalmente a
esto, a que podamos reducir nuestro diferencial con un país como
Alemania. Ahora estamos en el orden de casi un 5 por ciento y lo
podríamos reducir a uno o dos puntos fácilmente, y eso se debe, desde mi
punto de vista, fundamentalmente al presupuesto.

Lamento haberles hecho perder el tiempo si es que de verdad esperaban que
me pusiera a discutir el presupuesto, pero lo que no me gustaría sería
que se extrajera la inferencia de que porque el Secretario de Estado de
Economía en este momento no explica detalles del presupuesto esto quiere
decir que el Gobierno no sabe qué presupuesto quiere hacer. Yo creo que
son dos cosas completamente distintas y que cada cosa habrá que
explicarla en su lugar.

No creo que sea bueno insistir en el fracaso del programa de
convergencia, porque, es verdad, quizá haya sido demasiado sesgado en mi
apreciación y me he centrado fundamentalmente en la cuestión del déficit
porque yo sé que ése es el criterio por el que nos van a juzgar
fundamentalmente, por el déficit y por la deuda; mientras los demás
criterios estén más o menos en orden, yo creo que tendrán menos
importancia. En este momento no hay nada que permita afirmar que el
programa de convergencia no se está cumpliendo, y créanme que lo seguimos
con atención y lo vigilamos con preocupación, pero en este momento no hay
nada que permita pensar que no se va a cumplir esta reducción del déficit
prevista en 1995 como se cumplió la de 1994.

En cuanto al objetivo de inflación suscribo íntegramente la afirmación de
nuestro informe de coyuntura que el señor Montoro ha tenido la amabilidad
de leer. Dice que, efectivamente, se ve difícil el cumplimiento de ese
objetivo, y yo repetiría exactamente las mismas palabras.

Finalmente, las privatizaciones, efectivamente, no van al déficit, y no
se están llevando a cabo para mejorar los ingresos a corto plazo. Esa no
es la razón ni debe ser la razón de las privatizaciones.

Respecto a lo que dice el señor Frutos sólo voy a hacer dos
puntualizaciones: una, no es que hace veinte años la gente fuera muy mala
en hacer sus análisis, la verdad es que los problemas eran también
bastante distintos. Hubo una persona, que fue precisamente el señor
Hayek, que toda su vida dijo lo mismo y, como el mundo da muchas vueltas,
en un momento determinados tuvo razón y le dieron el Premio Nobel, pero
la mayor parte de la gente lo que ha hecho ha sido ir cambiando de
opinión a medida que aprendía cosas o que las circunstancias cambiaban
--esto es una broma, como ustedes comprenderán--.

La segunda es por lo que se refiere a la creación del empleo neto. Tiene
razón el señor Frutos, nuestra economía



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ha creado muy poco empleo neto en los últimos veinte años y es posible
que el problema de fondo de nuestra economía sea su escasa capacidad de
generar empleo. Ahora, no hay que medir tampoco la evolución de una
economía sólo por el empleo neto. Las economías en la sociedad española
en estos momentos son completamente distintas de lo que eran en el año
1974, aunque es verdad que no se ha creado empleo neto. Se ha destruido
una enormidad de puestos de trabajo en un sector, fundamentalmente el
agrario, y una parte de esa destrucción, sólo una parte, ha sido
compensada por creación de puestos de trabajo en otros sectores, en
condiciones de productividad y remuneración muy distintas. Eso es lo que
hace que, si bien no se ha creado ningún empleo neto, el país sea más
rico en 1995 de lo que era en 1974.

El señor Homs pregunta dónde está el ajuste. Creo que tiene toda la
razón. Ya entramos en el momento en el que el Gobierno tenga que aprobar
un proyecto de presupuesto y discutirlo con todo el mundo.

Finalmente, no se trata de maquillar la ejecución. Creo que el Gobierno
ha mostrado una seriedad en el compromiso de decir las cifras, tanto de
gastos como de ingresos, tal como son. En esto, somos muchos los que
tenemos un compromiso incluso personal.

No tengo nada que añadir a la intervención del señor Hernández Moltó,
sólo darle las gracias por su amabilidad. Ya que relaciona la cuestión
electoral con la inestabilidad, sí quisiera recordar lo que ya dije hace
meses aquí. Tengo la impresión de que la parte de la inestabilidad,
fundamentalmente de nuestros tipos de interés porque nuestro tipo de
cambio ha ido bastante bien los últimos meses, que se pueda explicar por
la situación política, a mi juicio, es relativamente pequeña. Como he
dicho anteriormente, desde mi punto de vista, la clave de todo esto está
en el presupuesto. Creo que ésta es la clave de la mayor o menor
estabilidad. No hay que olvidar que coincidió una mayor estabilidad de
nuestra moneda con el hecho de que el Presidente del Gobierno descartara
la posibilidad de unas elecciones en 1995. No quiero hacer relaciones de
causa-efecto, pero la coincidencia de esas dos cosas es algo que hay que
recordar.




El señor VICEPRESIDENTE (Andreu Andreu): Muchas gracias, señor Secretario
de Estado.

Con esta intervención termina la comparecencia. Deseo a SS. SS., a los
funcionarios y a los medios de comunicación que tengan un buen descanso
este verano.




Eran las siete y cuarenta y cinco minutos de la tarde.