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DS. Congreso de los Diputados, Pleno y Dip. Perm., núm. 4, de 08/05/1996
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CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



PLENO Y DIPUTACION PERMANENTE



Año 1996 VI Legislatura Núm. 4



Discurso de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I a las Cortes Generales
en la solemne sesión conjunta del Congreso de los Diputados y del Senado,
celebrada en el Palacio de las Cortes el miércoles, 8 de mayo de 1996,
con motivo de la apertura de la VI Legislatura Constitucional.




PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. FEDERICO TRILLO-FIGUEROA
MARTINEZ-CONDE



SUMARIO



Se abre la sesión a las doce y quince minutos del mediodía.




Entran en el salón de sesiones Sus Majestades los Reyes y Su Alteza Real
el Príncipe de Asturias, acompañados por los Presidentes del Congreso de
los Diputados y del Senado, así como por los miembros de las Mesas de
ambas Cámaras.




Discurso del señor Presidente del Congreso de los Diputados
(Trillo-Figueroa Martínez-Conde) (Página 118)



Discurso de Su Majestad el Rey (Página 119)



Termina la sesión a las doce y cuarenta minutos del mediodía.




Sus Majestades los Reyes y Su Alteza Real el Príncipe de Asturias
abandonan el salón de sesiones con el mismo ceremonial que a su llegada.




A las doce y quince minutos del mediodía, Sus Majestades los Reyes don
Juan Carlos y doña Sofía y Su



Página 118




Alteza Real el Príncipe de Asturias hacen su entrada en el salón de
sesiones, a los compases del Himno Nacional, siendo recibidos por los
señores Diputados y Senadores, así como por las personalidades y público
invitado que ocupan las tribunas, todos puestos en pie.

Acompañan a Sus Majestades los Reyes y a Su Alteza Real el Príncipe de
Asturias los Presidentes del Congreso de los Diputados, don Federico
Trillo-Figueroa Martínez-Conde, y del Senado, don Juan Ignacio Barrero
Valverde, quienes toman asiento en el estrado presidencial, a derecha e
izquierda respectivamente de Sus Majestades y de Su Alteza Real. Ocupan
igualmente asiento en el estrado presidencial los miembros de las Mesas
de ambas Cámaras; el Letrado Mayor de las Cortes Generales, don Ignacio
Astarloa Huarte-Mendicoa, y el Letrado Mayor del Senado, don Manuel Alba
Navarro.




Acto seguido, dijo:



El señor PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS (Trillo-Figueroa
Martínez-Conde): Se abre la sesión.




Majestades, Alteza Real, las Cortes Generales, Congreso de los Diputados
y Senado, reunidas hoy en sesión conjunta y solemne, se honran en recibir
a quien simboliza la unidad y la permanencia del Estado.

Al abrir hoy las puertas de este Palacio centenario, no sólo cumplimos la
exigencia de una tradición solemne; las abrimos, con profundo
reconocimiento, al Rey garante de la paz, impulsor de la democracia y
defensor de la libertad en España.

Desde las primeras Cortes Constituyentes en Cádiz, ha sido aspiración de
quienes representan la soberanía del pueblo español en la Monarquía
Parlamentaria que la Corona estuviera presente en la apertura de cada
Legislatura, como símbolo de la continuidad de nuestra historia común.

Vuestra presencia, Majestades, en este acto, refuerza nuestra conciencia
de que, al abrir la VI Legislatura, abrimos también entre todos un nuevo
capítulo de la Historia de España.

Está presente también el Gobierno de la Nación y nos acompaña la
representación de los demás órganos constitucionales del Estado, que dan
plenitud a esta solemnidad. Están aquí, en fin, unidos en la Corona, como
los antiguos Reinos y territorios de la Monarquía Hispánica, quienes
constitucionalmente representan a los distintos pueblos de una España que
se enriquece con su pluralidad.

Majestades, en los orígenes del parlamentarismo, el Presidente de la
Cámara trasladaba al Monarca el sentir del Parlamento. Actos como el que
ahora celebramos permiten actualizar visiblemente el valor de ese viejo
vínculo, cumpliendo con toda solemnidad los primeros pasos de una nueva
Legislatura, una vez dado cauce y trámite parlamentario, en los días
transcurridos desde el pasado 3 de marzo, de acuerdo con la Constitución,
a la voluntad de los españoles expresada en las urnas.

Los miembros del Congreso y del Senado que constituyen la VI Legislatura
representan, por su media de edad, a una nueva generación de españoles,
muchos de los cuales no protagonizamos la transición política. Pero lo
decisivo en cada encrucijada es, con palabras de Ortega y Gasset, que las
generaciones nacen unas de otras, de suerte que la nueva se encuentra ya
con las formas que a la existencia ha dado la anterior. Por ello, me
honro en proclamar que esa nueva generación reconoce en aquella etapa
histórica y en quienes, parlamentarios o no, aquí la representan, el
modelo de tolerancia, el ejemplo de conciliación y de amor a la libertad
que a todos nos compromete al iniciar esta nueva andadura.

Porque la voluntad actual de los españoles no deja lugar a dudas: nos
exige un nuevo entendimiento, basado en el diálogo, en el mejor espíritu
de los constituyentes.

Así lo han asumido ya las fuerzas políticas y Grupos Parlamentarios que
han propiciado la alternancia, desde quienes han asumido lealmente su
papel de oposición a quienes forman la nueva mayoría que apoya al
Gobierno.

Deja el Gobierno el partido político que durante cuatro legislaturas ha
tenido el respaldo mayoritario de los españoles y que une ahora a su
historia centenaria el honor de haber ejercido durante trece años el
Gobierno de España. Se ha encargado de su formación quien, tras las
últimas elecciones generales, sumó a su nueva mayoría una confianza
parlamentaria basada en el diálogo previo y reforzada por unos acuerdos
que tienen el singular valor de posibilitar, quizás, la superación de
históricos desencuentros, como renovación esperanzada del pacto por la
concordia.

Esta nueva realidad política exige también a las Cortes, al Congreso y al
Senado, un esfuerzo de actualización que viene a unirse al firme
propósito de potenciar una institución que no podemos aceptar que
languidezca en la inercia de la llamada crisis de los Parlamentos.




Página 119




Si representar es hacer presente a otro allí donde no está, hemos de
hacer cuantos esfuerzos y reformas sean necesarios para que aquí esté
presente, más presente todavía, el pueblo español al que representamos.

El poder democrático no se sustenta, como en la Antigüedad, en los arcana
ni en la distancia, sino en la cercanía, la transparencia, la inmediatez,
en el contacto próximo y en el recíproco conocimiento, que engendran y
renuevan la confianza.

Por eso, nos proponemos, Majestades, al tiempo que desarrollar con la
mayor eficacia los trabajos ordinarios de las Cámaras, revisar y
completar nuestras normas y procedimientos internos.

A tal fin, habremos de desarrollar, en primer término, el aún pendiente
Reglamento de las Cortes Generales, que articule normativamente las
relaciones con la Corona. Hoy, los Reyes de España y la Familia Real
habéis querido saludar personalmente a cada una y cada uno de SS. SS..

Podríais recordar, al hacerlo, lo que en ocasión histórica decía Tomás
Moro al presidir la Cámara de los Comunes: «Que puedan libremente
descargar su conciencia y dar valientemente su parecer sobre cualquier
cosa y, aunque llegue a decir cualquiera lo que le plazca, Su Majestad
tome todo en el buen sentido, pues está inspirado siempre por el buen
celo para el interés de vuestro Reino.» Porque todas y cada una de SS.

SS. representan a todo el pueblo español.

Debemos, también, culminar los trabajos de reforma del Reglamento del
Congreso. La experiencia de estos años nos permite buscar fórmulas más
prontas y eficaces de control del Ejecutivo y procedimientos más ágiles
para el ejercicio de la función legislativa. Permite igualmente revisar
el estatuto y los medios con que los miembros de las Cámaras deben
desarrollar sus trabajos, para que éstos puedan cumplimentarse cada vez
con mayor adecuación a la complejidad de los problemas que hoy se
planteen y, en consecuencia, servir mejor al interés de sus electores.

Entre los retos pendientes, no puedo dejar de mencionar asimismo la
culminación de los trabajos que potencien al Senado como auténtica Cámara
de representación territorial.

Para que todos estos esfuerzos rindan sus mejores frutos, sus trabajos
han de transmitirse con prontitud al pueblo que los sustenta y ser
debidamente conocidos por los españoles en la justa medida que
corresponde al esfuerzo, pleno de entrega y no siempre bien conocido, que
los parlamentarios desarrollan. Desde los orígenes de nuestra vida
constitucional, el Parlamento y las libertades de expresión e información
constituyen pilares democráticos indisolublemente unidos. En una sociedad
tan comunicada como la que vivimos, tal relación debe beneficiar más que
nunca a los ciudadanos. Permítame, por ello, hacer un llamamiento a todos
los medios de comunicación para que el Parlamento pueda hacer llegar
intensamente su voz a quienes representa y sirve.

En unas Cortes, cuyo mandato constitucional lleva esta Legislatura hasta
el año 2000, cabe quizás recordar, como el poeta dijera de España, que
dos mil años de Historia no acabaron de hacerla. Y es verdad, porque
España se hace cada día y aún nos queda esfuerzo por delante, para que
cada cual encuentre posibilidad de desarrollar su derecho a ser su propia
identidad, que es la manera más plena de ser, con y junto a los demás.

A nosotros, Señor, nos queda la palabra, la razón dialogada y dialogante,
razón de ser del Parlamento. Que el diálogo sea también para el futuro la
razón de España.

Muchas gracias.




(Aplausos.)



A continuación, SU MAJESTAD EL REY pronuncia el siguiente discurso:



Señor Presidente del Congreso de los Diputados, señor Presidente del
Senado, señor Presidente del Gobierno, señoras y señores Ministros,
señoras y señores Diputados y Senadores, quiero que mis primeras palabras
en esta sesión de apertura solemne de la VI Legislatura expresen, ante
todo, mi saludo y cordial felicitación por haber sido elegidos como
representantes del pueblo español, así como mis mejores deseos para el
trabajo que vais a desarrollar como miembros de las Cortes Generales.

Se inicia esta Legislatura cuando se cumplen veinte años desde la primera
consulta democrática de nuestra historia reciente. En 1976, el pueblo
español se declaró, por mayoría abrumadora, en favor de una transición
pacífica, cuyo texto fundamental aprobó en el referéndum constitucional
de 1978. Desde entonces acá, las sucesivas elecciones generales han ido
conformando y confirmando la secuencia de nuestra normalidad democrática,
en la que felizmente vivimos.

Paso a paso hemos ido afirmando la convicción de que la manifestación de
voluntad del cuerpo electoral es el eje del funcionamiento de nuestro
sistema político, el acto fundamental del ejercicio de la soberanía que,
conforme a la Constitución, corresponde a nuestro pueblo.




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Es esencia de la Democracia, que la confirma y actualiza, que se sucedan
con normalidad nuevas formas y prioridades en la formulación de la
política concreta que se manifiestan en mayorías parlamentarias de
distinto signo.

Vivimos una coyuntura importante para nuestro futuro. Os corresponde en
este momento construir el presente con la vista puesta en el porvenir,
despejando incógnitas y abriendo caminos para iniciar el siglo XXI con
decisión y eficacia.

No es, por tanto, extraño que una empresa de esta envergadura requiera no
sólo vuestra atención y experiencia en sus aspectos propiamente
normativos, sino también, y quizá principalmente, las actitudes adecuadas
para llevar a buen término esta tarea. De todas éstas, destaca, en primer
lugar, el espíritu de concordia y coincidencia en los fundamentos últimos
y los valores esenciales del sistema democrático, que recoge y especifica
nuestra Constitución.

Fue precisamente este espíritu el que presidió la redacción de nuestro
texto constitucional, confiriéndole el mérito, nada desdeñable en
situaciones como la presente, de adaptarse con flexibilidad a las
circunstancias cambiantes y proponer vías de solución que no debemos
temer explorar.

Las legítimas y necesarias diferencias en el modo de llevar a cabo este
propósito que caracterizan vuestras respectivas posiciones, pueden así
sustanciarse a la luz y al amparo de la coincidencia en lo esencial,
mediante un diálogo que huya del enfrentamiento Y en el que la expresión
y defensa de las diversas posiciones enriquezcan y contribuyan a la
búsqueda de soluciones beneficiosas para todos. Así lo requieren tanto la
misma dignidad de la institución parlamentaria como el cumplimiento
eficaz del mandato que habéis recibido.

Pues si todos somos corresponsables del buen transcurrir de la vida
pública, nadie lo es con mejor título que quienes tenéis a vuestro cargo
tareas de tanta transcendencia para el bien común como, por un lado, la
aprobación de las Leyes, que concretan la letra y el espíritu de la
Constitución en mandatos singulares que afectan a la existencia cotidiana
de cada ciudadano, al tiempo que conforman, en su conjunto, la estructura
primaria de nuestro Estado de Derecho y, por otro, el control de la
acción del Gobierno.

Cada vez es más difícil discernir y, sobre todo, coordinar los intereses
generales en medio de los requerimientos individuales y colectivos que
van a presentarse a vuestra consideración. A ello contribuye la
complejidad de los asuntos, en los que tienen tanto peso la
especialización característica de la vida moderna y las complicadas
cuestiones de orden técnico que inevitablemente le acompañan.

Por eso resulta más necesario que nunca mantener un contacto estrecho y
directo con la realidad, acertar a interpretarla e incorporarla en el
mayor grado posible a vuestro diario quehacer.

De ahí también la conveniencia de seguir atentamente la evolución de las
corrientes de opinión, sobre todo en los estratos más profundos, en los
que se manifiestan con mayor autenticidad sus tendencias más constantes y
duraderas.

Comprender y asumir este conjunto de voces de las más variadas
procedencias, armonizándolas e integrándolas, son cometidos importantes y
significativos de vuestra tarea como legisladores. Con este talante,
podéis abordar confiadamente las importantes cuestiones que os aguardan
al comienzo de esta Legislatura.

De entre todas ellas, sé que os merece particular atención la
articulación de un marco adecuado para la evolución de nuestra economía,
de modo que responda a las exigencias inexcusables de la dignidad de la
persona humana y asegure el progreso y el bienestar social.

En esta Legislatura que hoy se inicia, no menos importante será la tarea
legislativa que llevaréis a cabo en beneficio de la consolidación del
Estado de las Autonomías, desde la solidaridad, el mutuo entendimiento y
la sólida convicción de que el presente y el futuro de España exigen
conjugar con sincera inteligencia, lealtad y diálogo profundo, las
peculiaridades propias de cada comunidad autónoma con los elementos y
valores comunes que a todos nos enriquecen y definen.

De igual modo, la solidaridad y la unidad de todas las fuerzas
democráticas abren una vía por la que podemos transitar sin miedo hacia
la erradicación de la violencia terrorista, que priva de la vida y de la
libertad, todavía hoy, tan brutal e injustamente a ciudadanos inocentes.

Solidaridad y unidad para respaldar el rechazo mayoritariamente expresado
por la sociedad española y afianzar los pasos significativos que se van
dando en este sentido.

Habrán de afrontarse también los nuevos retos que nos plantean aquellos
otros problemas de las sociedades modernas que, como la erradicación de
la marginación social, la lucha contra la lacra de la droga o la
preservación del medio ambiente, exigen renovados esfuerzos de
imaginación de legisladores y gobernantes.

Los años que se avecinan van a plantearnos una serie de decisiones que
afectan muy especialmente al papel de España en el concierto
internacional. No es preciso subrayar la importancia de las que se
refieren a nuestra participación en el proceso de integración europea,
del que depende nuestro futuro en



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el conjunto de los países desarrollados y al que hemos de acceder sin
mengua de nuestros legítimos intereses.

De forma no menos significativa e intensa, tenemos que incrementar el
protagonismo de la Comunidad Iberoamericana, de la que formamos parte,
mediante una continua y creciente atención al desarrollo de sus
instituciones democráticas, a su progreso económico y social y a su
personalidad cultural, basada, entre tantos otros factores de unión, en
nuestra lengua común.

Dirigimos también una mirada de esperanza al mundo mediterráneo, cuna de
nuestra civilización y foro de encuentro y diálogo entre mentalidades,
estructuras económicas y experiencias culturales diversas, pero unidas en
un propósito común de cooperación en un área vital para nuestro futuro.

Señoras y señores Diputados y Senadores, grande es el trabajo que os
espera, pero estoy seguro de que serán aún mayores vuestra dedicación y
vuestro entusiasmo.

Cada tiempo histórico tiene sus propias exigencias, pero también trae
para afrontarlas nuevas dosis de ilusión y de compromiso colectivo. Las
jornadas transcurridas desde la celebración de las elecciones y los actos
vividos en este mismo salón hace pocos días, ponen de manifiesto, junto
al sólido asentamiento de los procedimientos constitucionales, la
concurrencia de todas las voluntades para que estas Cámaras y el Gobierno
de la Nación, parlamentariamente investido, puedan desarrollar un intenso
trabajo para beneficio de todos los españoles.

Permitidme reiterar en esta Cámara mi reconocimiento y respeto a las
Cortes Generales y a las tareas que desarrollan.

Con estas convicciones y la seguridad de vuestra dedicación al servicio
de España, declaro abierta la VI Legislatura. (Grandes y prolongados
aplausos por parte de los señores Diputados y Senadores puestos en pie.)



El señor PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS (Trillo-Figueroa
Martínez-Conde): Se levanta la sesión.




Terminada la sesión a las doce y cuarenta minutos del mediodía, Sus
Majestades los Reyes y Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, abandonan
el salón de sesiones con el mismo ceremonial que a su llegada.