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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 617, de 16/02/1999
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CORTES GENERALES



DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



COMISIONES



Año 1999 VI Legislatura Núm. 617



DE ECONOMÍA, COMERCIO Y HACIENDA



PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. FERNANDO FERNÁNDEZ DE TROCONIZ DE
MARCOS



Sesión núm. 62



celebrada el martes, 16 de febrero de 1999



ORDEN DEL DÍA:



- Comparecencia cuatrimestral del señor secretario de Estado de
Economía (Montoro Romero), acordada por la Comisión, para informar
sobre las materias propias de su competencia, previa remisión del
informe correspondiente (número de expediente 212/001857 ... (Página 179665
)




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Se abre la sesión a las diez y treinta y cinco minutos de la mañana.




El señor PRESIDENTE: Vamos a comenzar esta sesión de la Comisión de
Economía, Hacienda y Comercio correspondiente al día 16 de febrero de
1999, consistente en la comparecencia cuatrimestral, acordada por
esta Comisión, del señor secretario de Estado de Economía, don
Cristóbal Montoro, para informar sobre las materias propias de su
departamento previa remisión del informe correspondiente a todas sus
señorías.

Sin más, comenzamos la sesión. A los efectos de ordenar adecuadamente
el debate, rogaría a todas SS.SS. que fueran concisos en sus
intervenciones, lo cual no significa brevedad sino puntualización, y
que sean absolutamente contundentes en sus afirmaciones,
aseveraciones y en los razonamientos que pronuncien. Lo mismo sugiero
al señor secretario de Estado de Economía, a quien ruego no solamente
brevedad sino también concisión. Esto significa que el tiempo de
intervención para el señor secretario de Estado de Economía puede
estar en torno a los veinte minutos o media hora. Rogaría a los
señores portavoces que ciñeran sus posteriores intervenciones en
torno al cuarto de hora o veinte minutos en una primera intervención,
para poder desarrollar adecuadamente la sesión y celebrar a
continuación un turno de réplica por cinco o diez minutos y una
última contestación del señor secretario de Estado de Economía, a los
efectos de intentar concluir esta Comisión alrededor de las dos de la
tarde, que es lo mismo que las catorce horas.

El señor secretario de Estado de Economía tiene la palabra.




El SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMÍA (Montoro Romero): Señor
presidente, trataré de ceñirme lo más posible al horario, sin que por
ello deje de revelar la información que traigo a esta comparecencia
que, por lo demás, supone una comparecencia regular, cuatrimestral,
cuya obligación cumplo con satisfacción, para rendir cuentas del
estado de la economía española en el final del ejercicio 1998 y
comienzo de 1999. Señorías, en esta comparecencia me corresponde
informarles de un ejercicio económico que ha sido muy satisfactorio.

En conjunto, 1998 puede y debe considerarse el mejor año económico de
la democracia española, y ello sienta las bases para que España pueda
dar un paso definitivo en el acercamiento de nuestros niveles de
bienestar y de empleo a los más avanzados de Europa.

En efecto, en 1998 la economía española ha crecido a un ritmo
elevado, un 3,8 por ciento; se han creado 440.000 puestos de trabajo;
la inflación ha descendido a un nivel nunca conocido en España, el
1,4 por ciento; se ha conseguido dominar el déficit público por
debajo del 2 por ciento, que también es otra cota excepcional. El
descenso de los tipos de interés hasta el 3 por ciento y el abundante
ahorro han permitido una financiación holgada de la economía y un
fuerte incremento de la inversión tanto interior como exterior, y
hemos completado el proceso del euro, culminando un esfuerzo
extraordinario de la sociedad española. El año 1998 ha sido completo
y equilibrado. Las principales
variables han mostrado un crecimiento favorable. La relación
entre ellas demuestra que el progreso económico ha sido real y
consistente y, en el nivel alcanzado, componen un conjunto
equilibrado y sostenible. El vigoroso crecimiento del producto
interior bruto del año pasado se ha apoyado con más fuerza en la
demanda interna, respaldada por la creciente confianza de empresarios
y consumidores, por los ciudadanos en general y por la decidida
creación de empleo. Una creación de empleo muy elevada en sí misma y
también en relación con el crecimiento del producto interior bruto.

Alrededor de un 3,8 por ciento del crecimiento ha generado un 3,4 por
ciento de nuevo empleo, es decir, ha mejorado significativamente la
capacidad de traducir crecimiento en movilización de recursos ociosos
de nuestro país. Como veremos, aumenta también de manera importante
la porción de empleo indefinido en el conjunto de los nuevos puestos
de trabajo y sigue mejorando a buen ritmo la incorporación de las
mujeres y los jóvenes a la población ocupada.

Cada día natural de 1998, es decir, contando sábados, domingos y
festivos, la economía española ha sido capaz de generar unos 1.200
puestos de trabajo. La inflación ha terminado el año en el 1,4 por
ciento, una cifra que resulta tan grata como extraña en nuestros
cuadrados macroeconómicos. A pesar del alto ritmo expansivo de la
economía, impulsada por una vigorosa demanda interna y a pesar de la
baja de los tipos de interés hasta mínimos históricos, los precios
han seguido conteniéndose, incluso por debajo de lo inicialmente
previsto. Este dato de inflación es el que más elocuentemente expresa
la calidad del crecimiento del año, porque es el índice principal del
equilibrio general del proceso económico.

Continúa a mayor ritmo del previsto el saneamiento de las finanzas
públicas. El déficit público ha seguido bajando facilitado por una
concesión efectiva del gasto público basada en un considerable
esfuerzo de austeridad y en una mejor administración de los recursos
públicos. Es, como veremos, una de las señales de confianza, una
invitación a la iniciativa, un desahogo para la financiación de la
economía y una garantía de que se está en el camino que conduce a la
reducción de la carga tributaria de los ciudadanos y de las empresas.

En 1998 la financiación de la economía ha seguido alimentándose del
abundante ahorro interior y exterior, que se ha ofrecido a unos tipos
descendentes de interés, que han sido posibles gracias a la
estabilidad del entorno del crecimiento. Ello ha permitido financiar
no sólo el proceso inversor español, sino también la creciente
internacionalización de la economía española a través de importantes
flujos de inversión directa. En 1998, por primera vez en muchos años,
ha sido compatible el consumo con el ahorro; la financiación pública
con la financiación privada; la flexibilidad laboral con la mayor
estabilidad en el empleo; el crecimiento del producto, del empleo y
el descenso de los tipos de interés con la estabilidad de los
precios; la expansión exterior con la fortaleza de la demanda interna
y la bajada de los impuestos con la reducción del déficit público,
además de la mejora de la protección social y elfortalecimiento de la
inversión pública. Esta nueva capacidad



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de conciliar contrarios, o lo que se pensaban contrarios desde
algunas ópticas, es la prueba de que la economía española ha sido
capaz de acceder a un nivel superior en el que no hay límites
estrechos para la financiación ni para el crecimiento cuando las
economías son estables y están bien administradas.

La economía no es ya aquella manta escasa en la que cuando te tapabas
la cabeza se te enfriaban los pies; al final, no quedaba más remedio
que volver a encogerse y devaluar para poder cubrirse bajo una
economía inextensible. Estos últimos años, y de modo especial en el
que acaba de terminar, estamos descubriendo el camino del crecimiento
desde la estabilidad, que puede conducirnos paso a paso a la
convergencia real en renta y en empleo con los países de la Unión
Europea.

El año 1998 ha sido también excepcional, porque con él hemos
concluido la construcción de la unión monetaria. España, junto a
otros diez países de la Unión Europea, ha podido celebrar el año
nuevo brindando por el euro. Por primera vez, España ha estado
también en uno de los momentos claves de la integración económica y
política de Europa: hemos llegado en buenas condiciones económicas
a una meta que, en realidad, es una línea de salida. Con el euro
iniciamos una nueva etapa que conduce a una Unión Europea más amplia
y más profunda, mejor preparada para contribuir a encauzar la
economía global por las vías más provechosas. Además de su inmediato
sentido económico, el euro tiene un sentido político de gran
trascendencia. También en esta ocasión, un acuerdo económico está en
el origen de una modificación de las relaciones entre las personas,
las empresas y las instituciones europeas que luego hacen posible e
incluso exigen y demandan cambios en el marco político.

El euro obliga a incrementar la cuota de soberanía compartida entre
las naciones europeas, mejora las condiciones para el progreso
económico y aporta un nuevo elemento a la identidad europea y al
sentimiento de pertenecer a Europa. En todo este proceso de
implantación del euro, España ha demostrado -sobre todo, se lo ha
demostrada a sí misma- que dispone de suficiente capital político, de
la suficiente estabilidad política, madurez institucional y capacidad
de iniciativa y de gestión en sus diversos niveles políticos,
territoriales y administrativos para acometer uno tras otro los
peldaños que aún nos faltan para acercarnos a los países más
avanzados de Europa. En 1998 hemos dado un paso muy importante en esa
orientación, un paso que está basado en la recuperación de una
confianza en nuestra propia capacidad, de la sociedad española, una
confianza que es imprescindible para caminar al lado de los países
que todavía consideramos ejemplos a seguir.

Ya conocen SS.SS. los ingredientes del modelo de política económica
que está aplicando el Gobierno. En primer lugar, una política
presupuestaria austera y orientada a consolidar cuanto antes las
cuentas públicas, las del Estado y las de la Seguridad Social,
comprometida con el Pacto de Estabilidad propio de la unión
monetaria. Después de tres años de cumplimiento, los agentes
económicos y la sociedad en general confían ya con naturalidad en las
previsiones presupuestarias y confían también en que mientras se
mantenga esta pauta no van a subir los impuestos, antes al contrario,
se está ganando margen para reducirlos. Esta
confianza facilita las negociaciones colectivas y difunde un clima de
certidumbre que beneficia a toda la economía. En segundo lugar, una
política monetaria rigurosa, vigilante de la inflación, que ha
permitido al Banco de España ir reduciendo prudentemente el precio
del dinero sin generar problemas inflacionistas. En tercer lugar, la
aplicación de programas de reformas estructurales que fomentan y
protegen la libertad de los mercados y estimulan la competencia. Esas
reformas han contribuido a reducir el déficit público y la inflación
y siguen aportando nuevos impulsos al constante perfeccionamiento del
mercado. Además, el apoyo a la apertura de la economía española
estimula la creciente internacionalización de nuestras empresas,
moviliza la inversión exterior y reduce los riesgos de desequilibrios
en las balanzas de pagos. A estos ingredientes se añade el incansable
diálogo social, que busca fórmulas capaces de conciliar la mayor
flexibilidad del mercado laboral con la coveniente estabilidad del
empleo, un diálogo cada vez más responsable y eficaz porque se aleja
de la confrontación ideológica y política y se libra en un terreno de
mayor coincidencia, como es la preocupación común por el empleo. La
elevada capacidad de conversión del crecimiento económico en empleo
en 1998 es una buena muestra del éxito de esta política de diálogo.

El modelo de estabilidad económica reúne, como puede verse, las
cualidades propias de lo que es una buena administración, que debe
ser a su vez previsora y previsible, meticulosa en el gasto, prudente
en la inversión y celosa en la tarea de limpiar y mejorar los cauces
por donde transitan los recursos de la economía. La economía
española, como ya he insistido desde el comienzo de la intervención,
ha ido ganando confianza dentro y fuera. La confianza se aprecia en
el ambiente, pero también tenemos medios adecuados para reconocerla
y, desde luego, para medirla. Cuando despega el consumo con buen
ritmo es que los ciudadanos tiene confianza en el futuro y no sienten
tanta necesidad de alimentar la bolsa de ahorro de carácter
preventivo. Cuando se mantiene la inversión en cotas elevadas es que
los empresarios confían en aumentar sus beneficios en el futuro
y cuentan con unas perspectivas de crecimiento sostenido. Sobre todo,
cuando desciende el precio del dinero ya no queda la menor duda: los
mercados tienen confianza, el precio del dinero es el precio de la
desconfianza. Cuando las buenas perspectivas generales de la economía
española respaldan la viabilidad y el éxito de los negocios y, en
general, de las iniciativas y las inversiones disminuyen los riesgos
de incumplimiento de los pactos y pierde interés - nunca mejor dicho-
la función crediticia de la intermediación financiera.

En 1998 han aumentado el consumo y la inversión y ha caído el precio
del dinero. Luego, se ha fortalecido la confianza, pero también los
instrumentos que analizan el pulso de la opinión coinciden en
apreciar un sensible ascenso del barómetro de la confianza. Los
últimos sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas revelan
una buena valoración de la situación económica de 1998 y una elevada
proporción de encuestados espera que mejore aún más el presente año.

Pero aún más firme es la confianza que muestran



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los desempleados, sobre todo los jóvenes, en encontrar trabajo en los
próximos meses y, por el contrario, hay un descenso del tenor a
perder el puesto de trabajo. El 82,3 por ciento de los trabajadores
encuestados por el CIS han juzgado poco o nada probable que vayan a
perder su empleo en los próximos doce meses, en cambio, casi la mitad
de los desempleados opina que es bastante o muy probable que
encuentren trabajo en estos próximos doce meses. La totalidad de las
encuestas de opinión que se han hecho públicas estos meses coinciden
en dibujar el perfil creciente de la curva de confianza de la
población en la economía española. Las expectativas de los
empresarios también son netamente favorables.

En la última encuesta elaborada por las Cámaras de Comercio de Europa
los empresarios españoles, los de todas las comunidades autónomas,
muestran uno de los índices más elevados de confianza en la próxima
evolución de las cifras de negocio, la inversión y el empleo.

La confianza tiene dos caras: una interna, que es la que acabamos de
analizar, que goza de buena salud, y otra externa, que, como vamos a
ver a continuación, también merece significados adjetivos. En efecto,
los mercados financieros siguen demostrando gran interés por la
economía española, por las empresas españolas y por nuestra deuda
pública, a pesar de las turbulencias de los últimos meses y de la
reducción de los márgenes en la renta fija por la caída de los tipos
de interés. Los organismos económicos internacionales reconocen e
identifican a España como unos de los países de la OCDE con mayor
tasa de crecimiento económico y mantienen esa valoración para sus
previsiones en el futuro próximo. La opinión pública especializada ha
encomiado también recientemente, sin reservas, la trayectoria
económica de la sociedad española. Y es que pasaron ya los tiempos de
recelos y los gestos de escepticismo de cuando existía la opinión
extendida de que España no accedería a la unión monetaria por no
reunir las condiciones objetivas.

El año 1998 ha sido muy positivo para la economía española. Los
esfuerzos realizados para la aplicación de un modelo de crecimiento
equilibrado están rindiendo los frutos pretendidos. Es el año en el
que comienza una nueva etapa para nuestra economía, que es la etapa
de su pertenencia a la moneda única europea. Esta nueva situación
única e inédita en la historia de España abre una serie de
oportunidades a los agentes económicos españoles y a la sociedad
española en general para mejorar su nivel de vida y bienestar.

Los españoles han manifestado recientemente a través de las encuestas
su adhesión a la moneda única y su convicción de que los efectos del
euro serán beneficiosos para su vida cotidiana. Los españoles piensan
así. En primer lugar, identificando cuáles son las condiciones, las
virtudes inherentes al euro, pero sobre todo lo hacen porque 1998 ha
sido un año muy positivo para su economía y ha preparado el camino
para aprovechar las oportunidades que el euro nos brinda a sus
miembros.

El ejercicio pasado ha sido un año de crecimiento, que se sitúa en
ese entorno del 3,8 por ciento y que nos coloca, junto con Portugal,
Países Bajos e Irlanda, a la cabeza del
crecimiento europeo, creación de empleo que, recuerdo, ha alcanzado
un aumento interanual medio del 3,4 por ciento, lo que significa que
se han creado de media 440.000 empleos durante 1998. Todo ello en un
escenario de estabilidad de precios que ha situado la tasa de
crecimiento del IPC en términos anuales en ese histórico 1,4 por
ciento con que cerramos el año pasado. 1998 ha sido un buen año para
la economía española, que incluso capeó un feliz éxito temporal
financiero que nos afectó severamente en el último trimestre del año,
y que afectó al conjunto de la economía internacional.

La etapa más grave de la crisis financiera internacional parece haber
ocurrido durante el mes de octubre de 1998. Sin embargo, los
acontecimientos recientes del mes de enero, especialmente en el área
iberoamericana, hacen que debamos seguir esos acontecimientos, las
evoluciones de las crisis financiera internacional, con gran
atención. En nuestro caso, la evolución de la economía internacional,
especialmente en la última parte del año 1998, ha profundizado las
diferencias entre las tasas de crecimiento de la demanda interna y la
evolución de nuestro sector exterior, lo que implica sin duda alguna
una menor aportación al crecimiento de nuestras cuentas exteriores.

Haciendo un repaso de lo que ha sido la situación económica
internacional, en el año 1998 la crisis, que se inició en el verano
de 1997 en el sudeste asiático, fue adquiriendo mayor amplitud e
intensidad, y sus efectos se dejaron sentir en el conjunto de la
economía mundial a través del alto grado de globalización y de los
flujos comerciales y de inversión. Aunque a principios de 1998 la
situación en los puntos de origen de la crisis, es decir en el área
asiática, parecía estabilizarse, lo cierto es que a mediados de año
se produjo un deterioro de la situación internacional que culminó con
la severa crisis política y económica en Rusia. Ello originó una
pérdida de confianza de los inversores internacionales que dio lugar
a fuertes tensiones en otras áreas emergentes, especialmente
Iberoamérica y los mercados bursátiles norteamericanos y europeos.

Hasta comienzos de octubre, el clima internacional estuvo cargado de
fuerte tensión y de temor a una posible regresión global. Apartir de
entonces, el clima ha evolucionado hacia una mayor confianza y
optimismo. Aprincipios de 1999, la crisis se agudizó en Brasil, y aún
nos debemos mantener expectantes por la evolución de los
acontecimiento en esta zona. No parece probable que se produzca una
recesión en el ámbito mundial en el corto plazo, pero no cabe duda de
que tanto la producción como el comercio mundial han ralentizado su
evolución en el último trimestre del año pasado, lo cual tiene un
significativo impacto sobre la economía europea y, por tanto, sobre
la economía española.

Refiriéndose a áreas concretas, entre las zonas más afectadas por la
situación de incertidumbre destaca la asiática. Japón, que es la
principal economía del área, ha experimentado una severa recesión,
que en el conjunto del año pasado implicó un descenso del producto
interior bruto del 2,8 por ciento. En octubre este país aprobó un
paquete de medidas para saneamiento de su sector financiero que se
espera permita cambiar la tendencia negativa de la actividad
económica de esta importante economía. Otros países de la zona
parecen estar en mejor posición después de la



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grave crisis por la que atravesaron en 1998. Así, Corea, que
experimentó una caída del PIB del 7 por ciento en 1998, parece haber
recuperado la confianza de los inversores internacionales. También la
economía china, que se ralentizó en la primera mitad del año pasado
con un significativo descenso de las exportaciones y de los flujos de
inversión, ha experimentado una recuperación en el segundo semestre
y, sobre todo, ha podido mantener la paridad de su moneda. También
podemos encontrar ejemplos de recuperación en otros países como
Malasia o Tailandia.

Iberoamérica ha sido otra área afectada por la crisis financiera,
especialmente después de los problemas financieros y a pesar de la
relativa solidez de sus fundamentos económicos y de la envergadura de
los procesos de reforma estructural que había acometido la mayoría de
los países de esta zona. El crecimiento del área iberoamericana
durante 1998 se estima que fue del 2,5 por ciento, la mitad de lo que
registró 1997. La crisis de Iberoamérica no es sólo financiera pues
también se ha visto agravada por la caída de los precios de las
materias primas en los mercados mundiales, que agrava el déficit
fiscal de estas economías y, por consiguiente, el déficit exterior de
las mismas. Especialmente delicada ha sido la situación de Brasil,
debido a sus considerables desequilibrios fiscales y exterior.

Durante 1998 se aplicó una política de ajuste que se reforzó con un
severo plan aprobado en octubre del año pasado. Sobre la base de este
programa, el Fondo Monetario Internacional y una serie de países,
entre ellos España, han facilitado ayudas financieras para colaborar
a alejar los principales riesgos de la crisis financiera mundial
sobre la economía brasileña. Con todo, esta economía está viviendo
los procesos de un ineludible ajuste interno, dentro del que se ha
producido una significativa devaluación de su moneda.

Los países industrializados tuvieron unos resultados positivos
durante 1998. La crisis financiera ha tenido sobre el área de países
desarrollados un efecto innegable en el último trimestre del año
pasado, pero, al mismo tiempo, ha propiciado la continuidad del
proceso deflacionista en el área y el descenso de los tipos de
interés, ya que, a su vez, ha posibilitado el avance la demanda
interna, compensando las repercusiones desfavorables del sector
exterior. En este sentido, debemos destacar la buena evolución que en
los últimos meses ha presentado la economía de Estados Unidos, con un
crecimiento en el último trimestre del año del 3,9 por ciento
interanual, crecimiento que ha superado todas las expectativas. La
primera economía mundial también sigue ofreciendo significativos
desequilibrios en el ámbito de su déficit exterior, en la baja tasa
de ahorro de sus economías domésticas y en lo que desde los mercados
financieros se considera una importante valoración de sus mercados de
renta variable. Todo ello constituye una serie de riesgos potenciales
que, al día de hoy y dada la apreciación que está experimentando el
dólar, no parecen cercanos en el tiempo. Me refiero, por supuesto, a
esos riesgos potenciales.

Dentro de los países de la OCDE, los miembros que más directamente
influyen en el ciclo económico de la economía española son obviamente
los países de la Unión Europea. La Europa que aparece tras el proceso
de convergencia nominal presenta unas cifras macroeconómicas más
equilibradas de lo que eran hace dos o tres años. Asimismo,
el potencial de crecimiento de estos países es muy alto, por lo que
están dispuestas las condiciones económicas para lo que puede y debe
ser un despegue económico del conjunto del área.

Durante 1998 la consolidación de la demanda interna como motor de
impulso ha compensado ampliamente el efecto de la crisis asiática
sobre el sector exterior. En la segunda mitad del año pasado, la
crisis comenzó a deteriorar el clima industrial, si bien los
consumidores en general en los países europeos mantuvieron elevado su
optimismo. El conjunto del crecimiento de la Unión Europea en 1998 se
estima que alcanzó el 2,9 por ciento, prácticamente un punto menos
que para la economía española. El año pasado España, además de
conseguir el objetivo de integrarnos en la moneda única y, por tanto,
cumplir los criterios de la convergencia nominal, dio un paso
significativo en la convergencia real al crecer por encima del
crecimiento medio del área.

Los principales riegos que encontramos dentro de la Unión Europea
son, por un lado, la diferente situación en el ciclo en la que se
encuentran algunos de los principales países y, por otro, la
incidencia que la crisis financiera internacional está teniendo sobre
la expansión del área europea. En estos momentos, los países de
Europa que más crecen son los de tamaño menor o medio, como es el
caso de España. En nuestro caso nos encontramos en una fase avanzada
del ciclo económico en la que nos debemos mantener, de forma que
continúe el proceso de crecimiento y de creación de empleo. No
obstante, los países más grande de la Unión Europea, si bien
alcanzaron tasas altas de crecimiento de su actividad durante 1998,
estas tasas se concentran en los dos primeros trimestres del año
pasado. Al final del ejercicio han ralentizado su ritmo de aumento
como consecuencia del impacto de la crisis financiera internacional.

Cabe resaltar un hecho significativo para nuestro país. Quiero
recordar a SS.SS. que es la primera vez que la economía española ha
pasado por una crisis financiera tan severa como la que se acelera
desde la salida de finales del verano no sólo no perdiendo elementos
fundamentales de nuestra recuperación económica, sino ganando
confianza en el seno de nuestra sociedad. Eso es expresión de que
algo fundamental había cambiado en la economía de nuestro país como
para superar algunos de los peores efectos de esas crisis financiera
mundial de la forma en que hemos podido hacerlo.

La clave de ese tránsito tan positivo de la sociedad española por la
crisis financiera mundial está fundamentalmente en la elevada
credibilidad que tiene nuestro país en los mercados financieros
internacionales, credibilidad que procede de la fiabilidad de la
política económica y de los fundamentos en materia de baja inflación
y de saneamiento presupuestario sobre los que se asienta en este
momento nuestra recuperación económica. También debo citar como causa
concreta de esa evolución tan positiva los cambios que se han
producido en nuestra estructura económica, a raíz de las políticas de
reformas de mercados de bienes y servicios que se han practicado en
los últimos años. La España de hoy tiene mayor capacidad para
adaptarse a los cambios, incluso a las exigencias, de la situación
internacional, y es más flexible para afrontar los desafíos que ésta
le impone. Si es verdad que por el momento no es posible



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eliminar las incertidumbres a corto plazo sobre la situación
económica internacional, también es cierto que existen indicios
suficientes que proporcionan los pronósticos de los organismos
internacionales sobre una mejor situación de la economía mundial a
finales de 1999, en los últimos trimestres de este año. Si es así, a
finales de este año y, por tanto, comienzos del próximo, la economía
española también registraría las aportaciones positivas de esa
recuperación de la economía mundial.

Veamos con algún detalle la actividad económica en España durante
1998, apoyándose en los datos de la contabilidad nacional facilitada
por el Instituto Nacional de Estadística, hasta el tercer trimestre
de 1998. Recuerdo que el crecimiento se situó en el 3,9 por ciento
durante el primer semestre del año y en un 3,8 por ciento en el
tercer trimestre. Según nuestras estimaciones -ahora me refiero a las
estimaciones propias, del Ministerio de Economía y Hacienda-, el 3,8
por ciento será la cifra media con la que acabaremos el conjunto del
año, será el crecimiento que habremos registrado a tenor de las
estimaciones que tenemos de la evolución de las principales variables
de la economía de nuestro país. Ello proporciona la visión de un buen
año para la actividad económica, en cuyo proceso de recuperación han
participado todos los sectores de la economía, en especial el sector
industrial, que situó su tasa de aumento a lo largo del año siempre
por encima del 5 por ciento. También se ha observado una aceleración
progresiva de la tasa de actividad de la construcción, que, partiendo
del 4,5 por ciento a comienzos del año, alcanza el 5,7 por ciento en
el tercer trimestre.

El índice de producción industrial ha experimentado un aumento del
5,5 por ciento de enero a noviembre de 1998 en relación con el mismo
período del año anterior. La producción industrial se había
ralentizado en los meses que coincidieron con la crisis financiera
internacional, pero en el mes de noviembre aparece un fuerte repunte
en la producción industrial, lo que ha venido a corroborarse con la
evolución del índice de clima industrial que en noviembre también
mejoró después de tres meses de descensos consecutivos. Los servicios
mantienen una tasa de aumento ligeramente inferior a la del conjunto
del producto interior bruto. Es más reducida la tasa de aumento de
servicios no destinados a la venta, fundamentalmente los producidos y
demandados por el sector público, mientras los servicios destinados a
la venta crecen de media, durante los tres primeros trimestres de
1998, un 3,2 por ciento, cantidad acorde con el crecimiento del resto
de la actividad económica.

El sector primario ha experimentado una desaceleración media del 0,9
por ciento durante los nueve primeros meses de 1998, apreciándose en
el último trimestre una recuperación del 1,3 por ciento. Ello no debe
inducirnos la imagen de una escasa actividad del sector primario. Lo
que ocurre, como saben SS.SS., es que el año 1997 y, por tanto, el
año base de la comparación fue un año extraordinariamente alcista en
materia de actividad del sector primario y, por ello, el resultado de
la comparación con el año 1997 se traduce en la desaceleración que
acabo de citar. En lo que se refiere a la composición de la demanda
de la economía española, prácticamente todos los componentes de la
demanda agregada de nuestro país han evolucionado de forma positiva.

La situación económica internacional en el último trimestre del año
1998 -lo he señalado anteriormente- ha profundizado las diferencias
de crecimiento de la demanda interna y la aportación al crecimiento
de nuestro sector exterior. En los tres primeros meses del año la
demanda nacional creció un 4,4 por ciento, con una aportación
negativa del sector exterior del 0,7 por ciento. Para el último
trimestre del año se espera que la aportación negativa del sector
exterior se sitúe alrededor del 1 por ciento, de manera que cuando
tengamos las cifras definitivas y la visión del año podremos decir
que este valor será efectivamente el registrado por la evolución del
sector exterior y su contribución -en este caso, negativa- al
crecimiento de nuestra actividad económica.

El consumo privado ha tenido un proceso de crecimiento bastante
sostenido a lo largo del año, de forma que en el primer trimestre de
1998 aumentó el 3,8 por ciento y en el tercer trimestre -según los
datos de la contabilidad nacional, datos que, como saben SS.SS., son
objeto de revisiones, ligeras, pero en definitiva revisiones- se
situaba en el 3,5 por ciento. La estimación para el conjunto del año
será algo superior a esa cifra, estará en el 3,6 o quizás un poco más
elevada, pero siempre por debajo del crecimiento del producto
interior bruto. Este es un rasgo de la evolución de la economía
española que me parece importante destacar, presidente. En todo
momento en la actual evolución expansiva de nuestro ciclo, el aumento
del consumo se está manteniendo por debajo del aumento de la
producción. Ello quiere decir que el principal componente de nuestra
demanda interna no supera a la oferta de la economía y de esa manera
estamos dando una especial solidez a la actual fase de expansión,
permitiendo que no haya riesgos inflacionistas en esta fase del
ciclo. El aumento del consumo obedece, sin duda alguna, a lo que es
el avance real y percibido de la renta disponible en los hogares
españoles. La baja inflación y el aumento del empleo han contribuido
a reducir la incertidumbre y la variabilidad de las rentas en las
economías domésticas, lo que está propiciando una mayor demanda de
bienes de consumo y una mayor demanda también de bienes de consumo
duradero. Existe una mayor confianza de los consumidores en todos los
índices que se manejen, hasta el punto de que en la evolución de la
cofianza en los consumidores hemos alcanzado máximos históricos,
máximos desconocidos en la actual evolución económica. Quiero
recordar a la Cámara que esos máximos históricos no vienen de varios
años de crecimiento económico, sino que viene precisamente de las
características del actual crecimiento económico. Me refiero
precisamente a la baja inflación, a este fuerte avance del empleo y,
en definitiva, a la estabilidad y a la mayor calidad que se está
alcanzando en el empleo.

La buena evolución del consumo se traduce en la consiguiente
evolución de los indicadores de producción y también de los
indicadores de importación que abastecen la demanda de consumo en
nuestro país. Dentro de ese consumo figura también la venta de
automóviles, que, como SS.SS. saben, alcanzó en el conjunto del año
1998 unos máximos también históricos en España, lo que sin duda es



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importante, puesto que no hace falta que recuerde a la Cámara que
somos uno de los principales fabricantes de automóviles del mundo y
el automóvil es un exponente de ese bienestar de las familias
modernas. Junto a la fortaleza del consumo también he de destacar el
dinamismo de la formación bruta del capital fijo. El ciclo económico
actual está caracterizado como una etapa de capitalización de la
economía procedente de esa política de estabilidad que ha permitido
un abaratamiento espectacular de la financiación de las empresas. Ahí
hemos promovido un avance cualitativo al pasar de una inversión
puramente financiera, basada en buena medida en plusvalías, cuando o
artificiosa, a una sociedad que dedica los recursos de su ahorro a la
inversión productiva, inversión que ha avanzado en los tres primeros
trimestres del año 1998 a un ritmo del 8,4 por ciento, siendo
especialmente dinámico el componente de bienes de equipo que ha
crecido a lo largo de 1998, según los datos de que disponemos, un
12,7 por ciento. Entretanto la inversión en construcción continúa su
proceso de aceleración progresiva, situando su tasa de aumento en el
6,1 por ciento en el tercer trimestre de 1998, lo cual viene a
corroborar el alto crecimiento del empleo en el sector de la
construcción. Como SS.SS. saben, en la última parte del año el
aumento del empleo en este sector fue del 9 por ciento.

En términos del comercio exterior, según Aduanas, en el período de
enero a noviembre de 1998, las exportaciones crecieron un 7,2 por
ciento respecto al mismo período del año anterior, mientras que las
importaciones lo hicieron al 10,7 por ciento. Esta diferencia de
crecimiento entre exportaciones e importaciones se puso de manifiesto
a raíz de los efectos que la crisis internacional estaba ocasionando
sobre nuestro sector exterior, en especial con los países de la Unión
Europea. Sin embargo, en estos momentos la economía española -me
parece importante destacarlo- está abriéndose al exterior a una tasa
doblemente superior a la que crece el comercio mundial. Quiero decir
que, a pesar de la desaceleración de nuestro comercio exterior,
seguimos aumentando, en lo que es el grado de internacionalización de
nuestro país, el doble de lo que aumenta el comercio internacional,
lo cual expresa que nuestro sector exterior sigue mostrando un
dinamismo muy elevado.

Esta situación del sector exterior obedece a la coyuntura
internacional, si bien, como se puede constatar, la desaceleración es
menor en el caso de las importaciones que en el de las exportaciones,
consecuencia de la relativa madurez del ciclo económico español
respecto a nuestros principales socios comerciales. En este sentido,
considerando aspectos más amplios, sobre el sector exterior
facilitados por la balanza de pagos elaborada por el Banco de España,
la capacidad de financiación de nuestro país frente al resto del
mundo se sitúa en el período enero-noviembre de 1998 en 954.000
millones de pesetas, es decir, el equivalente al 1,2 por ciento de
nuestro PIB. Éste también me parece un rasgo muy importante,
significativo de este nuevo modelo de crecimiento económico que
estamos viviendo.

El año 1998, el de la expansión de nuestra demanda interna, es un año
que estamos cerrando con una capacidad de financiación frente al
resto del mundo superior a un punto porcentual de nuestro producto
interior bruto. El superavit por cuenta corriente para el mismo
período se
sitúa en 220.000 millones, menor, por supuesto, que el del año 1997,
y los saldos netos por turismo en estos 11 primeros meses alcanzaron
los 3,4 billones de pesetas, lo que significó un incremento del 13
por ciento en términos interanuales. Tengo que recordar la
importancia de las cifras de visitantes que registró España, con unas
entradas del orden de 70,9 millones de turistas -perdón, quiero decir
de visitantes; no todos son turistas, obviamente-, según los datos
facilitados por el Instituto de Estudios Turísticos. Esa fuente lo
que me ha inducido a confusión. Por su parte, la cuenta de capital
alcanzó un superávit de 734.000 millones de pesetas. Tanto la balanza
de pagos como la contabilidad nacional confirman estas tendencias del
sector exterior. En este sentido, la contabilidad nacional
correspondiente al tercer trimestre de 1998 arroja un crecimiento en
términos reales de las exportaciones del 8,6 por ciento y de las
importaciones del 9,9 por ciento. Para el último trimestre ya he
explicado antes que los índices de que dispone el Ministerio de
Economía y Hacienda revelan que estaremos en una aportación negativa
del sector exterior del orden de un punto porcentual.

El proceso de internacionalización de la economía española continúa
marchando a buen ritmo, si bien, como he dicho anteriormente, nos
estamos viendo afectados por la evolución de los acontecimientos a
nivel internacional. Este proceso de internacionalización se hace más
patente aún si vemos la evolución de los flujos de inversión directa
en los 11 primeros meses del año 1998. Así, las inversiones directas
españolas hacia el exterior han alcanzado 2,1 billones de pesetas,
frente a 1,3 en el mismo período del año anterior. También se ha
producido un incremento importante de las inversiones directas del
exterior en España, alcanzando en el período enero-noviembre de 1998
1,1 billones de pesetas, frente a 775.000 millones en el mismo
período del año anterior. Es decir, aunque España se ha convertido en
un exportador neto de capitales, sigue siendo un destino muy
atractivo para las inversiones extranjeras debido al potencial de
crecimiento que tiene nuestra economía y también al clima de
confianza y estabilidad alcanzados.

La mayor parte de las inversiones españolas hacia el exterior se
centran en el área iberoamericana, en la que nuestras empresas
continúan invirtiendo con plena confianza en la recuperación
económica de la zona y en sus buenas perspectivas de rentabilidad. La
crisis financiera no está reduciendo este proceso; incluso, por los
síntomas que hay, puede que induzcan a una aceleración, desde la
convicción de que al salir de la crisis las economías iberoamericanas
tendrán unas estructuras económicas más sólidas aún, efecto que
pretenden aprovechar los inversores que confían en su futuro. Como ya
hemos dicho, si bien es indudable que la situación económica
internacional afecta a la economía española, no es menor cierto que
ésta experimenta en estos momentos un período de expansión y que
tiene una capacidad razonable de soportar los efectos los efectos de
las perturbaciones financieras internacionales. Buen ejemplo lo
tenemos en la evolución del empleo, tal y como demuestran los datos
de la encuesta de población activa. Ya he referido a SS.SS. que, en
media anual, 1998 se cerró con la creación de 440.300 empleos,
superando



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claramente la muy importante creación de empleo habida en el año
1997. En términos de incremento interanual del crecimiento de la
ocupación, se situó en el 3,4 por ciento; es decir, prácticamente
todo el aumento de la actividad económica se tradujo en crecimiento
de empleo. Dado el alto aumento de la ocupación en España, la
evolución de la población activa, el desempleo disminuyó en un 8,8
por ciento, situándose la tasa de desempleo a final de año, según la
encuesta de población activa, en el 18,2 por ciento. En el último
trimestre de 1998 el total de población ocupada ascendió a 13.342.000
personas, lo cual es un máximo absoluto en la serie histórica de la
evolución de la población activa en nuestro país.

Desde el punto de vista sectorial, la construcción continuó siendo el
sector más dinámico en cuanto a ocupación, con una tasa de variación
anual del 9,6 por ciento en el cuarto trimestre y del 5,2 por ciento
para el conjunto del año. Con ello se confirma la fuerte senda de
aceleración del empleo en este sector. Por su parte, también es muy
significativa la evolución ocurrida en la ocupación de la industria,
que fue del 4,9 por ciento en 1998. En cuanto a los servicios, la
tasa de variación interanual también permitió un crecimiento
importante del número de empleos en dicho sector. Es de destacar en
la evolución del empleo que el empleo creado en nuestro país en el
último año prácticamente se centro en el ámbito de los asalariados,
hasta el punto de que su tasa de variación interanual fue del 4,6 por
ciento; es decir, la tasa de aumento fue superior a la del empleo. Y
dentro de ello, el asalariado con contrato indefinido fue el que
registró un avance más importante, hasta el punto de que el año
pasado el 83,4 por ciento del empleo fue precisamente empleo estable.

Estas cifras de la encuesta de población activa, que me parecen
especialmente ilustrativas en la comparecencia de esta mañana, se
completan con las muy positivas, que no voy a relatar para no hacer
más tediosa mi explicación, de la evolución del paro registrado en el
Inem y también a la muy importante evolución de los afiliados a la
Seguridad Social, que, como recordarán SS.SS., tuvo un incremento
neto en el año 1998 de 787.000 personas, tendencia que sigue fuerte y
positiva en los comienzos del año 1999. En materia de inflanción,
como he dicho, cerramos el año pasado en una cuota muy importante,
histórica, que fue la que permitió esa recuperación de poder
adquisitivo que está en la base de la fortaleza de la demanda
interna; permitió un considerable avance del poder adquisitivo de
asalariados y pensionistas en nuestro país.

Quiero insistir en la importancia que tiene la evolución de los
precios a los efectos de garantizar la continuidad de nuestro
crecimiento económico en el futuro. Es importante que los agentes
económicos españoles queden convecidos definitivamente de que, con
independencia de la propia pujanza de la demanda interna, la
evolución de los precios y de los bienes y servicios comercializables
debe desarrollarse acorde con la evolución de los precios de sus
competidores. Yes que la economía española no puede permitirse el
lujo experimentar pérdidas de competitividad en aquellos ámbitos en
los que, por aspectos coyunturales de alta demanda, puedan existir
situaciones propicias para ello. La base de la política de lucha
contra la inflanción es la aplicación
continuada de políticas rigurosas en el ámbito monetario y en el
ámbito fiscal, pero también lo es en la progresiva liberalización y
en el incremento de competencia en numerosos e importantes mercados
de bienes y servicios, que conviene intensificar en el futuro.

Otro de los importantes objetivos y logros conseguidos en el año 1998
se refiere a la evolución del déficit público. No voy a describir las
principales cifras de evolución, se lo dejaré a los servicios de la
Cámara, puesto que me consta que los otros secretarios de Estado del
ámbito del Ministerio de Economía y Hacienda ya las han descrito,
para el mejor conocimiento de SS.SS., en la Comisión de Economía y lo
harán en la de Presupuestos.

Pero la evolución de la recaudación, en primer lugar, la evolución de
los ingresos del Estado y de la Seguridad Social ha sido francamente
positiva, hasta el punto -y destacará sólo un rasgo, señorías- de que
lo que se ha producido en el 1998 es una recuperación clara de
elasticidad de renta de los principales impuestos del Estado. Esa
elasticidad ha recuperado un tono y ha permitido, en definitiva,
financiar la evolución de las arcas públicas a un ritmo que era ya
desconocido desde hace prácticamente una década. Ese tono, esa vuelta
a una elasticidad renta relativamente alta es propia de una
normalización en las relaciones entre contribuyente y Hacienda
pública, normalización que es fundamental cuando se están aplicando
reformas de tanto calado como es la nueva Ley del impuesto sobre la
renta de las personas físicas, que ha entrado en vigor a comienzos de
este año.

En materia de gasto público, dejaré los datos a los servicios de la
Cámara, pero ya han sido anticipados, a través de los medios de
comunicación, en concreto por la Secretaría de Estado de
Presupuestos. En definitiva, en lo que tengo que insistir esta
mañana, en esta comparecencia que pretende abarcar los principales
aspectos de la evolución económica de 1998, es en que, con toda
seguridad, el objetivo marcado de un déficit público, un déficit del
conjunto de las administraciones públicas del 1,9 por ciento, se va a
conseguir, se va a cerrar definitivamente, una vez que tengamos las
cifras de la propia evolución económica y las cifras presupuestarias
ajustadas a la contabilidad nacional.

En el ámbito financiero destacaré dos hechos muy conocidos. En primer
lugar, el significativo descenso operado por los tipos de interés.

Hemos finalizado el año con un tipo de intervención del Banco de
España, homogeneizado con todo el área del euro, del 3 por ciento. Y
quiero también insistir en destacar lo relevante que es ello para la
financiación de la economía de nuestro país, lo importante que es
para la financiación, para el alivio de la carga de las hipotecas en
las familias, lo que supone para la financiación de la pequeña y
mediana empresa y lo que aporta en el alivio de las cargas públicas,
en el alivio de las cargas que todos los españoles tenemos en los
presupuestos del Estado. De esta manera, esos presupuestos pueden
dedicarse a garantizar las bases del Estado del bienestar, a sanear
esas bases, en definitiva, de nuestro sistema público de pensiones,
fortaleciendo el proceso de inversión pública, el crecimiento
económico y la creación de empleo.

Hemos empezado el año cambiando nuestro sistema monetario, hemos
empezado el año con una transformaciónque es fundamental para el
presente de los españoles y



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que lo va a ser para su futuro. Me refiero a la transformación de
nuestra unidad monetaria, de la peseta, en el euro. Realmente, la
importancia de este hecho de conformar una unidad monetaria para un
ámbito europeo es el que ha marcado el comienzo del año 1999. Quiero
expresar mi agradecimiento y mi felicitación a todos los
profesionales en el ámbito del sector público, en el ámbito del Banco
de España y en el ámbito del sector privado, por su dedicación, por
su esfuerzo, y sobre todo por el logro que ha supuesto el ingreso en
el euro de forma que no solamente no hayan aparecido problemas, sino
que haya sido todo un éxito. En estos momentos, muchas de las
operaciones financieras ya se están realizando en la nueva moneda,
las bolsas cotizan en euros y la deuda pública ya se denomina en la
nueva moneda. Asimismo, ya es un hecho la nueva política monetaria
común, los bancos españoles han acudido al nuevo sistema de emisión
monetaria gestionado directamente por el Banco Central Europeo y
realizan las compensaciones de los pagos interbancarios a través del
nuevo sistema, del sistema target, que integra al sistema financiero
europeo.

También quiero referirme -muy brevemente ya, presidente- a lo que
está siendo la evolución del tipo de cambio del euro, de la nueva
moneda común, un tipo de cambio que en sí mismo es tranquilizador en
cuanto a lo que puede y debe aportar en relación a su cambio frente
al dólar y a fortalecer el ciclo económico de los principales países
europeos en este comienzo del año 1999.

Señorías, todos compartimos el mismo interés por el progreso de
nuestra sociedad, con independencia de las diferencias en los
análisis, en los diagnósticos o en la definición de las políticas.

Tanto en el acuerdo como en la discrepancia nos une el objetivo común
de colaborar desde la acción política a mejorar el bienestar de los
españoles. Desde esta coincidencia básica, deseo manifestarles de
nuevo mi agradecimiento por esta ocasión para el diálogo y en general
por la motivación y colaboración que estamos recibiendo de la Cámara
para aplicar las políticas económicas que han hecho esta realidad tan
fructífera para la sociedad española. Como hemos visto, el año 1998
ha sido, sin lugar a dudas, el mejor año económico de la democracia
española. Confieso que cuesta un poco decidirse a pronunciar una
afirmación tan rotunda, pero los hechos son muy claros y las
estadísticas así lo revelan. Por otra parte, creo que ya está pasando
el tiempo en España de hablar desde determinados complejos. Somos lo
que somos, tenemos la dimensión económica que tenemos, pero sobre
todo lo que está demostrando la evolución económica es que somos un
país que tiene capacidad para afrontar un futuro en unas condiciones
francamente positivas. Los datos que he traído, datos que resumen el
comportamiento de un año, revelan que el año 1998 ha sido muy
positivo, ha sido un año que nos coloca entre los mejores países de
la Unión Europea. Sobre todo ha sido un año que sienta las bases, que
sienta las condiciones para que España pueda dar un paso adelante en
la convergencia de bienestar y en la convergencia de empleo, una vez
conseguido nuestro ingreso en el euro. Desde esa perspectiva, el año
1998 es la mejor de las plataformas para que podamos tener por
delante una recuperación
económica tan sólida como la que ya actualmente disfrutamos
los españoles.

Gracias, presidente. He excedido algo el tiempo, pero ciertamente el
informe que traía a la Cámara era prolijo, aunque he tratado de
abreviarlo. Por eso decía que lo que hará será dejar alguna de las
estadísticas en los servicios de la cámara, por si SS.SS. las quieren
consultar.

Gracias, de nuevo, por su paciencia.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Montoro.




Por parte del Grupo Socialista, tiene la palabra el señor Eguiagaray.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Señor secretario de Estado, una cosa me
ha quedado clara después de oír su intervención y es que, quizás por
su edad, quizás simplemente porque no está en esa circunstancia
biológica, o en sentido figurado al menos, habría que decir que usted
no tiene abuela. Como no tiene abuela, naturalmente se encarga usted
mismo de expresar lo satisfecho que está de haberse conocido y de
describirnos el mundo de una manera que a todos nos gustaría que
fuera algo aproximado a la realidad. Ello se parece muy poco a un
ejercicio de información, señor Montoro, y en cambio se convierte en
un untuoso ejercicio de propaganda.

Creo que se equivoca cada vez que tiene usted a contarnos los récord
históricos, a decirnos que vivimos el mejor de los momentos. Todos
los mejores momentos que hemos vivido los ha relatado usted ya, no sé
qué es lo que relatará en el siguiente momento. Hoy parecía todavía
amenazarnos con que incluso la crisis financiera y los problemas que
tienen algunos países en Latinoamérica, en Asia, etcétera, no harán
sino producir ventajas para la economía española en el futuro. El
ejercicio de información del secretario de Estado, en una
comparecencia ante la Comisión de Economía del Congreso, no puede ser
venir a hacer un informe tan absolutamente preñado de intentos de
propaganda.

Ha dicho usted, con un atrevimiento que desde luego es muy difícil de
justificar, que el año 1998 es el mejor año económico de la
democracia española. No ha dicho por qué, no ha dicho en virtud de
qué parámetros, que pudieran servir para que lo juzgáramos unos y
otros. Usted concluye que ha sido el mejor. ¿Será por ventura porque
es el año en el que la economía española ha crecido más en toda la
democracia española? No parece. ¿Será el año en el que más hayamos
progresado en la igualdad social o en la lucha contra las
discriminaciones y las desigualdades? No parece. ¿Será el año en el
que más esfuerzos se hayan hecho, más dinero se haya colocado, más
políticas activas se hayan puesto en marcha para generar empleo o que
más empleo se haya generado en toda la historia de la democracia
española? No parece. ¿Cuál es el parámetro en virtud del cual usted
concluye, señor Montoro, que el año 1998, un año que me apresuraré a
decir que estoy dispuesto a calificar como un buen año desde el punto
de vista económico, es el mejor año de la democracia española? Porque
probablemente estamos partiendo de valoraciones, de criterios que
solamente si se explicitan y se analizan será posible concluir. Por
eso digo que usted está haciendo un ejerciciode propaganda. No es el
mejor año para muchísimas personas.




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Puede ser uno de los mejores años para algunas personas dentro de
esta sociedad, no me parece que para la generalidad, pero, en todo
caso, no creo que sea el año ni en el que hayamos combatido más las
desigualdades, ni hayamos crecido más, ni hayamos hecho un país
notoriamente más justo. Es un año importante e histórico por un
hecho, porque es el año que antecede a esa aventura, que no se gesta
en el año 1998, ni siquiera desde que usted está al frente de la
Secretaría de Estado, que es la aventura del euro. Sin embargo, a
partir de ahí, esto, que es un hecho relevante sobre el que no vamos
a discutir porque ya no vale la pena, lo hemos dicho muchísimas
veces, no le autoriza a usted a construir un discurso triunfalista
como el que ha hecho y a ignorar incluso todos los elementos de
incertidumbre, de preocupación que en este momento existe.

Me gustaría empezar por recordarle algo que usted olvida
frecuentemente. Señor Montoro, todo lo que sube en la vida acaba por
bajar, absolutamente todo. Suben las cosas, los precios, en algún
momento bajan, suben las producciones, descienden, suben las
emociones, se calman, suben los entusiasmos, se apagan. Hay cosas que
suben y suben y todos los días no podemos estar en el récord
histórico. Terminaba usted el año 1998 diciendo una cosa que propongo
que pase al récord de los Guinness: es el mejor año de inflación de
la economía española, es un récord histórico. Mi pregunta, que la
hacía ya en unas declaraciones, es: ¿a quién diablos le importa el
récord histórico que usted señalaba que había cumplido la economía
española con llegar a una tasa del 1,4 por ciento de inflación
interanual diciembre sobre diciembre, cuando al mismo tiempo habiamos
ampliado nuestro diferencial de inflación con los países de la unión
económica y monetaria? ¿A quién diablos le importaba? Al parecer, a
ese libro de los récord específico que llevan en su Secretaría de
Estado, pero que es absolutamente irrelevante en términos del interés
general o en términos del análisis económico.

Dejando claro que usted no tiene abuela, el problema es: ¿qué es lo
que ocurre en el futuro? ¿Cuáles son las previsiones? (Rumores.) Si
tiene abuela, creame que le expreso mi afecto más cordial. (Risas.)
Las previsiones en este momento, señor Montoro, son de
desaceleración. Y quiero hacerle una pregunta que me parece
relevante. Se la he hecho, y usted la ha escuchado, al ministro de
Economía, al vicepresidente segundo del Gobierno. Es: ¿cuándo van
ustedes a modificar sus previsiones de crecimiento para el año 1999?
Ustedes saben que no se van a cumplir las que tiene trazadas. Por si
no lo saben, o simplemente no les interesa, ya han sido
desautorizadas por todos los organismos nacionales e internacionales
que existen: la OCDE, el Fondo Monetario Internacional, el Banco de
España, la Unión Europea, todos. Estos días pasados analizaba la
Comisión Europea, el Ecofin, el comisario Silguy, las previsiones del
Programa de Estabilidad -naturalmente, entre otras muchas cosas que
seguramente tendremos ocasión de comentar- y ponía de manifiesto que
los datos de crecimiento previstos para el año 1999, que eran
increíbles incluso cuando ustedes los formularon, en este momento no
sólo sufren la crítica de la credibilidad sino que ésta es la
acrecentada. El Banco de España, en su último informe, y el propio
gobernador, con la prudencia que le caracteriza,
avanzaba que tasas de crecimiento por debajo del 3,8 por ciento, más
en la frontera del 3,5, incluso menos, podían ser relativamente más
creíbles. A la misma conclusión ha llegado la Comisión Europea, como
ya había llegado la OCDE o como han llegado un buen numero de
analistas económicos de nuestro país.

En el ámbito internacional, como usted sabe, señor Montoro, se ha
producido una desaceleración. Yme parece muy bien. La he citado ya
varias veces en esta Comisión de Economía y ahora la recogen en el
informe de coyuntura, al cifrar las previsiones económicas del Fondo
Monetario Internacional de diciembre de 1998 que corregían sus
propias previsiones de octubre de 1998. No sólo un decrecimiento
o una desaceleración del crecimiento mundial extraordinariamente
sensible en relación con años anteriores, incluso con las previsiones
anteriores, sino, por lo que hace referencia a los países más
desarrollados, desaceleración en Estados Unidos, en la Unión Europea
y en algunos de los países más significativos, hasta el punto de que
las tasas del propio Fondo Monetario Internacional, más allá del buen
dato coyuntural de la economía americana recientemente conocido para
el año 1999, otorgan un crecimiento del 1,8 por ciento. Esto es tanto
como empezar a pensar que en los Estados Unidos se está viviendo una
situación extraordinariamente compleja; compleja por el deterioro de
su balanza comercial, sin duda alguna, compleja por el desahorro o el
ahorro negativo, que, como ustedes reflejan en el informe, se ha
producido por primera vez desde los años de la gran depresión en los
Estados Unidos. Yesa burbuja financiera o sobrevaloración del mercado
de capitales que existe en Estados Unidos, fundamentalmente en la
Bolsa de New York, está determinando que, con cargo al efecto
riqueza, se esté produciendo todavía un mantenimiento de la demanda
interna que probablemente en algún momento entrará en una
desaceleración. Esto nadie lo desea, pero es un riesgo existente y
cierto, que está ahí amenazando con afectar a las insuficientes tasas
de crecimiento de las otras economías del mundo occidental,
fundamentalmente de la Unión Europea, ya que lo que provenga de Asia
y de Latinoamérica para el año 1999 no me parece que vaya a ser una
contribución al crecimiento, sino todo lo contrario.

Por tanto, señor Montoro, la pregunta es: ¿Cuándo van a dejar ustedes
de decir lo que no piensan? Ustedes no piensan que la economía
española vaya a crecer tal y como lo han trazado en la tasa que han
establecido en los presupuestos ni en el Programa de Estabilidad y
simplemente se niegan a reconocer, porque tiene un coste político,
que se han equivocado en la previsión y que probablemente vamos a
tener una tasa de crecimiento que yo desearía que no se produjera.

Desde luego, no va a ser la que ustedes predicen, sino menor.

Algunos elementos en esa dirección son evidentes. Recuerdo la
penúltima comparecencia del ministro de Economía en esta Comisión, en
la que pretendía explicar los datos de desaceleración, de
exportaciones y, fundamentalmente, el deterioro de la balanza
comercial, por errores o sesgos estadísticos en la toma de los datos
de exportaciones e importaciones que se podía haber producido a
finales del verano y comienzos del otoño. Ahora ya tenemos algunos
datos bastante más relevantes para examinar que algunas



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disculpas formales no pueden explicar el que entre enero y noviembre
se haya producido un deterioro de la balanza comercial, del saldo
comercial, del 38,9 por ciento. Ello, sin duda alguna, pone de
manifiesto en efecto que era previsible, consecuencia de la
desaceleración del comercio mundial y que, evidentemente influirá en
nuestro crecimiento general.

En esa misma dirección, algunos datos son relevantes. La industria,
por mucho que usted siga todavía hablando de los índices de
utilización de la capacidad productiva, que siguen siendo elevados,
no es menos cierto que ha entrado en un proceso de desaceleración
desde hace ya meses, hace bastantes meses. Lo señalaron en el
informe. Usted ha sido mucho menos explícito en eso. Se ha referido
mucho más a las expectativas de los consumidores que a los datos
reales. Pero el índice de producción industrial, corregido, de
calendario, redujo su ritmo interanual desde un máximo del 7,9 por
ciento, que se alcanzó a finales de 1997, al 3,6 por ciento en
octubre-noviembre. Eso a pesar de que somos, como usted ha dicho de
una manera tan grandiosa como inexacta, uno de los mayores
fabricantes de automóviles del mundo. Ya se sabe que Renault, Ford,
Volkswagen, etcétera, son todas empresas nacionales y nos sitúan al
margen totalmente de lo que vaya a ocurrir en esas casas matrices. En
todo caso, la producción industrial se está desacelerando de una
manera extraordinariamente importante. Señor Montoro, usted se enfada
porque le haga estos matices, pero resulta un poquito hasta irónico.

Uno, aunque no sea más que por las obligaciones que ha tenido que
cumplir, tiene algún conocimiento de lo que eso significa y lo
aprecia mucho, desde el punto de vista de la contribución industrial,
pero decir que España es una gran potencia automovilística es ignorar
la mitad del problema.

En relación con la desaceleración de la industria, no sólo es que se
haya producido una desaceleración del índice de producción
industrial, sino que es que ya los datos de valor añadido bruto o los
datos del índice de clima industrial, mejor dicho, ponen de
manifiesto un retroceso de 6,3 puntos respecto al máximo alcanzado en
julio y de 4 puntos en relación con el valor de un año antes. Por lo
tanto, estamos ante un proceso continuado de desaceleración
industrial que pone de manifiesto, sobre todo cuando hay una cierta
inflexión, que ojalá no sea muy intensa, una cosa que en todos los
ciclos se produce y es que las expectativas de los consumidores van
por detrás de la realidad económica. Es un ciclo en general de
adaptación de expectativas, en el que los consumidores todavía no
acaban -ocurrió también en la fase expansiva, en que les costó
entrar- de entrar en la valoración positiva del ciclo, y ahora no
tienen suficiente conciencia de lo que está ocurriendo o puede
ocurrir, para decirlo con más precisión y, si quiere usted, con algo
más de cautela. Nos consuela, pues, relativamente poco algo que se
viene produciendo y es que hayamos alcanzado de nuevo máximos
históricos en el índice del clima cuando simultáneamente lo que se
está produciendo de hecho es una desaceleración de la producción en
algunos de los sectores que son relevantes para el crecimiento
general de nuestra economía. Esta es la parte que usted no ha
señalado, en la que no ha puesto el énfasis ni ha explicado siquiera.

Me parece una ocultación de información del
secretario de Estado sobre lo que está ocurriendo, precisamente
tratando de dar una impresión que es diferente a la que sus propios
datos revelan en el informe de coyuntura.

Ya he hecho una referencia anteriormente a la inflación. Usted señaló
esa frase que es también para el libro de los récords y hoy ha vuelto
a repetir que en 1998 España se situó a un nivel nunca conocido. ¿Y
qué, señor Montoro? Estábamos y estamos en un marco absolutamente tan
distinto que, simplemente, la comparación es completamente
irrelevante. Era mucho más importante un nivel de inflación del 5 por
ciento hace algunos años que una del 1,4 por ciento en 1998,
simplemente porque el marco es radicalmente distinto, y la única
inflación relevante en este momento es la diferencial, señor Montoro.

Si los países europeos estuviéramos en este momento en tasas de
inflación medias, por ejemplo, del 2,5 por ciento, del 2 por ciento
o del 1,8 por ciento, esto no serían un problema especialmente grave.

Estamos conociendo tasas de inflación desconocidas a nivel
internacional en términos medios; estamos en un período de baja
inflación que a algunos incluso les lleva a hablar de riesgos de
deflación; estamos además con la incidencia de una caída en los
precios internacionales de las materias primas y de la energía,
consecuencia, entre otras muchas cosas, además de los cambios
estructurales en la demanda, de la situación de algunos de los países
productores; estamos, por lo tanto, en una situación muy singular en
la que lo que nos importa de verdad es cuándo incluye en la
competitividad de la economía que sigamos persistentemente teniendo
tasas de inflación superior a la media. Terminamos el año con una
inflación diferencial sobre la unión económica y monetaria de 0,6
puntos, por lo tanto, con una situación extraordinariamente
preocupante, sin duda alguna, mucho más importante en términos de
inflación diferencial con algunos países centrales del euro: Alemania
ha terminado con un 0,4 por ciento, Francia con un 0,3 por ciento e
incluso algún país fuera de la unión económica y monetaria como
Suecia con el 0 por ciento de inflación. ¿Esto qué quiere decir,
señor Montoro? Que tenemos un problema, sobre todo en la medida en
que no mejore, y eso es lo que me preocupa, saber qué piensa usted
hacer para que las cosas mejoren, porque en el medio plazo esto
plantea algunos problemas como los que ya se detectan -se los señalé
hace unos días también al ministro de Economía-. Cuando uno analiza
el comportamiento del tipo de cambio efectivo real, sin duda alguna,
este depende no sólo de los precios sino también de la evolución de
otros elementos (de la productividad y de los costes salariales),
pero no es menos cierto, sobre todo en la expectativa de que la
relación entre el euro y el dólar no se mantenga como hasta ahora,
esto es, con una relativa pujanza o fortaleza del dólar, que este
tema es especialmente preocupante para el comercio extracomunitario,
y para el comercio intracomunitario es más preocupante en cuanto no
reduzcamos nuestro diferencial, lo cual plantea el viejo problema que
espero que tengamos ocasión de analizar en otra comparecencia suya
-cuando finalmente nos informe sobre los éxitos alcanzados, supongo
que históricos también-, el de las reformas estructurales que nos
permiten seguir manteniendo una tasa de inflación tendencial del 2,2
por ciento en 1998, que incluso de acuerdo con los analistas más
competentes se eleva para los años 1999 y 2000 al



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2,28 por ciento y al 2,34 por ciento, con un IPC previsto para el año
1999 superior al alcanzado en 1998, que según algunas previsiones, y
ojalá no se cumplan, llega al 2,11 por ciento en 1999 y al 2,40 por
ciento, con todas las dificultades que tiene prever el IPC, en el año
2000. Por ello no estamos ante un problema que hayamos ni mucho menos
resuelto. Ciertamente, el problema de la inflación de servicios,
sobre el que machacona y desde luego aburridamente vengo insistiendo,
sigue teniendo una extraordinaria importancia cuando se congela
prácticamente en niveles cercanos al 4 por ciento. Le pondré un caso.

Hay sectores en los cuales hay competencias -yo no pondré en duda que
en el sistema bancario la hay-, pero la hay fundamentalmente en
aquellos que son los servicios tradicionales, esto es, aquellos que
dan lugar al estrechamiento permanente del margen de intermediación.

Si usted analiza las cuentas de los bancos y el resultado agregado
recientemente presentado por la Asociación Española de la Banca de
los beneficios empresariales bancarios a lo largo del año 1998,
resulta que una parte nada desdeñable del incremento de los
beneficios se produce por debajo de la raya, por debajo del margen de
intermediación, por un incremento de nada menos que del 18 por ciento
en la aportación de comisiones a los beneficios de la banca. Si usted
pretende que en ese terreno, como en otros muchos, se haya hecho todo
lo que se tiene que hacer en materia de competencia, creo que está
perfectamente equivocado, señor Montoro, porque no es posible
imaginarse un sector en competencia en el que puedan crecer los
precios de unos servicios o la suma de precios en un 18 por ciento en
1998 sin que haya ejercicios de poder económico mantenidos por la
banca frente a los que utilizan sus servicios. Le podría poner un
ingente número de casos sin duda alguna como los que tienen que ver
con el sector sanitario o con otros servicios como los de turismo o
transportes, que en el IPC de enero también se han vuelto a expresar
extraordinariamente refractorios a la competencia.

Voy a hacer tres consideraciones finales; en cuanto al empleo algunas
me las ha oído usted expresar. El de 1998, en términos de crecimiento
del empleo, es un año, sin duda, agregado, más allá de los problemas
de calidad-desempleo, de interés -un 3,5 por ciento según la EPA-,
pero ustedes están previendo para el año 1999 una evolución de empleo
notoriamente peor que la de 1998 -un crecimiento del 2,8 por ciento-,
que todavía piensan incluso que se reducirá en los años próximos. Ya
he hecho este análisis en alguna otra ocasión. Con los datos que
ustedes tienen para 1999 y las perspectivas para los años próximos,
de las que ustedes se confiesan tan satisfechos, resultará que
terminaríamos el Programa de Estabilidad -si ustedes están al frente
de su dirección- con una tasa de paro que salvo que no se produjera
ningún aumento de la población activa femenina, sería prácticamente
la misma que tenemos en este momento. Es decir, si ustedes redujeran
la diferencia de población activa femenina española solamente a la
mitad de la diferencia que tiene todavía en relación con la tasa de
actividad femenina de Europa, alcanzaríamos el mismo nivel de tasa de
paro con sus proyecciones que el que tenemos en este momento, lo
cual, señor Montoro, está muy lejos de satisfacer, me parece, no
solamente las aspiraciones de una parte nada desdeñable de la
población -las
mujeres-, sino del conjunto de la población, hombres y mujeres, que
aspiramos a que la tasa de paro en nuestro país no sea una tasa de
paro sin nivel de incorporación o sin mayor actividad del conjunto de
la población, sino lo contrario. Por lo tanto, estamos ante un
problema que sigue siendo tan serio como lo ha venido siendo, a pesar
de que usted se confiese tan satisfecho de sí mismo y de lo que han
venido haciendo.

Un elemento de propaganda que me parece que no se puede pasar por
alto, señor Montoro, es que se empeña usted en decir que hemos
alcanzado estos eximios resultados incluso con reducción de
impuestos. Como ya he venido diciendo en Pleno, lo mismo que en
Comisión, hasta ahora ustedes no han hecho sino elevar la presión
fiscal de nuestro país. Los datos que están contenidos en su propio
informe lo ponen de manifiesto. Es más, ustedes confiesan que desde
que llegaron al Gobierno no han hecho sino aumentar la presión
fiscal. Esto es lo que han hecho. Es verdad que han hecho el discurso
contrario, pero la presión fiscal ha aumentado. La han aumentado por
la vía de tasas y de impuestos indirectos, y es verdad que hay un
buen número de beneficiarios de algunas de sus medidas, pero desde
luego una parte muy exigua de la población en términos relativos.

Según sus datos del año 1995 al año 1998 hay un aumento de 1,2 puntos
del PIB de presión fiscal, y lo que nos prometen para los años
próximos es reducción en 1999 y en el 2000 e incluso en el horizonte
del 2002, año en el que tendríamos estabilizada la presión fiscal
alcanzada en el 2000. Esto quiere decir, sin embargo, que nos
situaríamos en esa fecha con una presión fiscal media superior a la
que tenía nuestro país cuando ustedes llegaron al Gobierno. Diego
esto, señor Montoro, porque es bastante irritante escuchar un
discurso sobre una reducción de la presión fiscal que los hechos no
avalan; un discurso sobre reducción de los impuestos que es no
solamente injusta en términos de equidad, sino que simultáneamente
produce al final un aumento medio de la presión fiscal en nuestro
país por encima del nivel que ustedes ya alcanzaron cuando llegaron
al Gobierno. Ya va siendo hora de que algunas de las falacias de su
análisis y algunos de los ejercicios de su propaganda sean al menos
comparados con los datos que ustedes mismos aportan. Es verdad que en
el año 1999 y en el año 2000 -ya veremos cuál es el coste que tiene
todavía el IRPF- se produciría una reducción de la presión fiscal si
tiene lugar el crecimiento económico que ustedes están pronosticando.

Ya veremos, y ya veremos si no tienen que adoptar todavía ulteriores
medidas para hacer frente a algunos de los otros objetivos sobre otro
tipo de tributos u otro tipo de ingresos públicos.

Finalmente, el gasto social es uno de los elementos a los que usted
no ha hecho ni una sola mención, quizá porque le parece que para
calificar el año 1998 como el mejor año económico no hay que hacer
ninguna referencia a los problemas de equidad, de igualdad y de
distribución de la renta. En 1995, último año en el cual, con datos
europeos homologados y establecidos de acuerdo con una metodología
común, se pueden conocer los gastos de protección social de los
diferentes países europeos, España estaba todavía en gasto social un
poquito antes de llegar ustedes al Gobierno a más de 6 puntos de
diferencia de la media de la



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Unión Europea. Sin embargo, no es menos cierto que en los años
anteriores se había producido en un buen número de prestaciones,
aunque solamente voy a referirme en este momento a una, las
pensiones, una participación creciente del gasto en relación con el
IPB. Por eso, para muchas personas en esta sociedad, señor Montoro,
el mejor año de su vida económica desde luego no habrá sido 1998,
sino alguno o varios de los años anteriores. El gasto en pensiones,
que era el 5,76 por ciento en 1980, se colocó en el año 1996 en el
9,13 por ciento del PIB. Desde 1996 hasta la actualidad, de acuerdo
con sus propios datos, el gasto en pensiones en relación con el IPB
no hace sino reducirse, y eso, para que nadie me entienda mal, es
compatible, como ya he dicho, con el mantenimiento del poder
adquisitivo, incluso con la ganancia, si efectivamente se producen
desviaciones en la inflación como ha ocurrido este año. Esto expresa
bien a las claras hasta qué punto la prioridad por la lucha contra
las desigualdades, por el reparto o por aprovechar los frutos del
crecimiento para beneficiar a quienes están en peor situación no ha
formado ni formará el parecer parte de sus objetivos.

Todavía en 1998, incluso con las subidas de pensiones que ustedes han
aprobado, resulta que la pensión mínima de jubilación para una
persona con 65 años y con cónyuge a cargo estaba casi 3 puntos del
salario mínimo interprofesional. Esta es la situación en la que
estamos, señor Montoro, por no hablar de las pensiones no
contributivas, que a pesar del esfuerzo hecho en décadas anteriores,
especialmente en la década anterior, están situadas en niveles de
37.000- 38.000 pesetas mensuales. Eso significa, señor Montoro, que
resulta escasamente inteligible que en un momento como el que estamos
viviendo, en el que usted se expresa de la forma en la que lo hace:
estamos en el mejor de los mundos posibles, hemos tenido un éxito
galáctico, no nos gana nadie, somos los mejores, sin embargo, el
énfasis en presentar imagen de autoridad se traduzca por parte de su
Gobierno en el empeño en perseguir a comunidades autónomas que
pretenden hacer un esfuerzo precisamente en relación con las personas
menos favorecidas. Yo no entiendo, señor Montoro, que usted venga
aquí tan triunfante hoy a decirnos esto, cuando estamos escuchando
estos días a algunos de los ministros del Gobierno que dicen que van
a llevar al Tribunal Constitucional a una comunidad autónoma por
haber subido un poquito las pensiones mínimas, y no precisamente de
una forma consolidada, a través de un mecanismo técnico perfectamente
legal y sin que tengan nada que ver ni con el principio de unidad de
caja ni con el Pacto de Toledo. Me parece realmente irritante
escuchar esta historia o este cuento de la buena pipa de la España de
las oportunidades, de lo bien que nos va todo, cuando ustedes hacen
un ejercicio de insolidaridad y de fortaleza con los que parecen ser
los más débiles de la sociedad.

Señor Montoro, yo creo que esto es escandaloso. Debiera usted venir a
decirnos hoy aquí qué es lo que piensa hacer precisamente para que en
esta España que yo mismo estoy dispuesto a reconocer naturalmente que
está teniendo unos ejercicios económicos razonablemente buenos, los
frutos del crecimiento económico llegaran a otros. Con las
prioridades que usted está expresando, con la autosatisfacción
untuosa con la que usted se manifiesta en esta Comisión,
señor Montoro, da la sensación de que es muy difícil ponerse de
acuerdo ni con usted ni con su Gobierno para aprovechar un período
que es razonablemente bueno y sobre el que todos tendríamos que
advertir de los riesgos de que pueda entrar en un período bastante
menos triunfante si efectivamente la desaceleración mundial se
confirma a lo largo del año 1999.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Catalán (Convergència
i Unió), tiene la palabra el señor Sánchez i Llibre.




El señor SÁNCHEZ I LLIBRE: Señoras y señores diputados, agradezco en
primer lugar la comparecencia del secretario de Estado de Economía,
señor Montoro, ante esta Comisión. La valoración que hace nuestro
Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió) de sus conclusiones
y de sus resultados podría ser similar a la que realizó ya en la
comparecencia del vicepresidente segundo del Gobierno, señor Rodrigo
Rato, ya que, en definitiva, los planteamientos expuestos por el
secretario de Estado, así como también la intervención del
vicepresidente del Gobierno en cuanto a las propuestas del Plan de
Estabilidad, podrían converger en una misma dirección. En aquella
intervención nuestro grupo también se posicionó ante diferentes
propuestas de resolución y el balance que hoy podríamos hacer sería
el mismo que entonces ante la comparecencia del señor Rato, junto con
la posición en la votaciónconsiguiente de las propuestas de
resolución.

El Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió) va a hacer
básicamente una serie de consideraciones en cuanto a las
posibilidades y el comportamiento de la economía española durante el
año 1999, así como algunas sugerencias para que se puedan tener en
cuenta a fin y efecto de que en caso de recalentamiento de la
economía el Gobierno tenga la previsión suficiente para hacer las
variaciones adecuadas para que finalmente los resultados se ajusten
lo máximo posible a las realidades previstas.

Es cierto que hace aproximadamente tres meses, cuando los países
avanzados todavía no se habían puesto de acuerdo para resolver la
crisis financiera de Brasil, parecía inminente un recalentamiento
incluso del sistema financiero norteamericano; es cierto también que
fue una realidad que las bolsas no paraban de caer y se temía que el
crecimiento del consumo y de la renta fueran muy inferiores a los que
se esperaban. En conclusión, podríamos decir que hace tres meses una
recesión global parecía algo muy plausible ante tales
acontecimientos. También es verdad que desde entonces, si exceptuamos
los tropiezos de la crisis financiera de Brasil y la crisis del Gitic
de China, todo parece ser buenas noticias, sobre todo y especialmente
para España. Una crisis de liquidez parece hoy día una posibilidad
muy remota y es cierto que ante estas posibilidades y ante estas
buenas expectativas también las bolsas han recuperado los índices del
primer trimestre del año 1998. Cabe preguntarse si efectivamente
podríamos dar por terminada la crisis y hacer una balanza de los
saldos correspondientes, tanto positivos como negativos. A nuestro
entender existen tres consideraciones que el Gobierno debería teneren
cuenta y que valdría la pena que se analizaran en profundidad,



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tomando también, como es lógico, las precauciones necesarias que le
puedan permitir tener un margen de maniobra suficiente para
reaccionar, si es necesario y si se producen estas eventualidades,
con la máxima efectividad y con la máxima eficacia.

En primer lugar, señor secretario de Estado, no es seguro que el
sureste asiático haya tocado fondo. Tanto Corea del Sur como
Tailandia parece que van a tardar en recuperar el índice de
crecimiento que habían tenido en épocas o en años anteriores. Si a
estos le añadimos que la crisis política de Indonesia puede tener
consecuencias negativas para la economía, es un parámetro a tener en
cuenta de cara a las previsiones de internacionalización de nuestra
economía, así como también de la economía europea. Japón, por otra
parte, no parece en el camino de salir de la recesión y también hay
riesgo de posibles devaluaciones en China, con lo cual este panorama
da como resultado unas variables que nos pueden impedir hacer un
balance definitivo, y ustedes han de tener las previsiones
correspondientes para tomar las medidas necesarias en el caso de que
en estos mercados se produjera un recalentamiento de su economía.

Por otra parte, desde la perspectiva de las bolsas españolas,
habríamos de tener un motivo de inquietud, más que de satisfacción,
amenos que los inversores estuvieran decididos a vender lo que
compraron hace mucho tiempo. Hace seis meses no se negaba que el
nivel de cotizaciones era muy elevado y es cierto que se ha
recuperado el del primer trimestre del año 1998, pero también, a la
vista de ello, hay que añadir que las expectativas de beneficios de
las compañías para el año 1999 son uniformemente inferiores a los
beneficios efectivos del año 1998. Por tanto, esta es otra variable a
tener en cuenta de cara a analizar cuáles van a ser las previsiones
del mercado de capitales.

Hay otras cuestiones a las que también es necesario prestar atención,
como podrían ser los efectos de la crisis sobre los flujos
comerciales. Las exportaciones españolas a finales del año 1998 han
descendido respecto a las cifras previstas en el año 1997 en una
magnitud de cierta consideración y que nosotros consideramos
apreciable. Teniendo en cuenta que los exportadores españoles tienen
un saldo relativamente bajo con aquellos países del sureste asiático
y con los mercados chinos, ya que nuestras exportaciones van
dirigidas básicamente a clientes europeos, italianos, belgas,
franceses y alemanes que, a su vez, son proveedores de los mercados
asiáticos, entendemos que quizás la recesión de estos mercados va a
dar como resultado que la crisis de pedidos que puedan tener nuestros
clientes europeos va a afectar negativamente , quizás a medio plazo,
más a nuestros exportadores españoles que a nuestros socios europeos.

Por tanto, esta es otra variable importante que habría de tener en
cuenta por si existiera un recalentamiento efectivo de estas
economías asiáticas y que, por consiguiente, pudiera afectar
negativamente a estos clientes importantes de compañías españolas.

Señor secretario de Estado, nuestra valoración de los resultados del
año 1998 es positiva. Los resultados han permitido que España se
pudiera incorporar a la convergencia de Maastritch con unas
previsiones que se ajustaron incluso muy por encima de lo realmente
previsto a principios del año 1998, pero nosotros querríamos
complementar su comparecencia con estas consideraciones para que se
tuvieran
en cuenta en el caso de que existieran contingencias económicas
que provocaran unas expectativas menos favorables de las que usted ha
presentado ante esta Comisión.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Vasco, EAJ-PNV, tiene la palabra el
señor Zabalía.




El señor ZABALÍA LEZAMIZ: Desde mi grupo parlamentario queremos
agradecer al secretario de Estado de Economía su comparecencia y la
información que nos ha proporcionado, que por otra parte ya es
conocida. Pocas cosas nuevas podemos decir desde el debate del pasado
día 2 de febrero sobre el Programa de Estabilidad y la posterior
presentación de las propuestas de resolución o desde el debate que
tuvimos con ocasión de la aprobación de los Presupuestos Generales
del Estado, donde se ha analizado la situación económica, los logros
conseguidos y las propuestas de futuro. Pocas novedades podemos
aportar a lo que ya se ha dicho hasta ahora sobre lo que cada grupo
parlamentario piensa con respecto al análisis que se hace de la
economía española en el momento actual y las previsiones de futuro.

Reconociendo los logros económicos, que indudablemente están ahí
-nadie puede eludir que los parámetros macroeconómicos expresan una
situación económica saneada-, hemos de ser justos en el
reconocimiento de que esta situación económica es el resultado de
muchas variables, endógenas y exógenas, donde de alguna forma se ha
intervenido desde fuera por una situación de la economía
internacional y desde dentro por el apoyo y una estabilidad
parlamentaria y política que ha sido fundamental para el logro de
estos parámetros económicos y de la situación de la economía
española. Todo ello es necesario reconocerlo porque también va a ser
lo que puede influir en el futuro de la marcha de la economía. No
quiero pensar que en los momentos en los que la crisis económica
pueda aflorar tengamos que repartirnos entre todos las consecuencias
de dicha crisis. Hay que ser justos en el reconocimiento de los
méritos de cada uno y de por qué se ha llegado a esta situación. Eso
es algo que su Gobierno no hace habitualmente, no lo ha hecho el
ministro de Economía ni usted tampoco. Aquí hay muchas medallas que
repartir.

No quisiera volver a hablar de temas pasados porque ya lo hemos hecho
en infinidad de ocasiones y no merece la pena volver a lo mismo,
están ahí, en el «Diario de Sesiones». De lo que a mí me gustaría
hablar es del futuro de la economía española y de esas previsiones
que están recogidas en el Plan de Estabilidad, que marcan la política
económica del Gobierno en los próximos años y que tienen como
objetivo acercarnos a esa convergencia real, basada principalmente en
una renta per cápita y en unas tasas de empleo que estén dentro de la
media de la Unión Europea. Es curioso que los objetivos que estamos
estableciendo en política económica, cuando somos el país que más
estamos creciendo y en una situación como en la que estamos, tiendan
a ser los de la media de los países europeos. Ahí hay una
contradicción. ¿Qué quiere decir esto? Que, indudablemente,
procedíamos de una situación económica que estaba muy deteriorada y
ha habido que hacer un esfuerzo importante para ponernos en una senda
en la que, al final,el objetivo a medio plazo sea el de poder estar
entre la



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media de los países europeos, no entre los primeros. Esto es algo que
tiene que hacernos recapacitar, bajarnos un poco del pedestal y ser
un poco más humildes para ver que nuestra economía es la que es y que
todavía nos falta mucho camino por recorrer.

En las propuestas de resolución que se presentaron y que fueron
aprobadas aquí la semana pasada se señalaba entre otras cosas que en
este caminar de la economía española hace falta establecer toda una
serie de reformas estructurales. Decíamos que hay reformas que no se
han hecho; hay algunas que se han hecho, pero no han tenido las
consecuencias que preveíamos, y hay otras en las que está claro que
hay que hacer ajustes. Pues bien, nosotros pretendíamos que el
Gobierno hubiese incidido más en ese Programa de Estabilidad y que
ahora, cuando ya hemos analizado el final del año 1998 y la coyuntura
de la economía española, viéramos qué hay que hacer en el año 1999.

Para eso, pedíamos un calendario de las reformas estructurales que
piensa realizar el Gobierno, porque si bien en algunas
manifestaciones se decía que se puede tardar todavía diez años en
conseguir llegar a esa renta media per cápita de la economía
española, desde luego, el informe de la Comisión Europea no es nada
alentador, porque prevé que esa convergencia real de España con la
media europea se puede producir, en una situación en la que haya
grandes desequilibrios en la economía internacional, hacia el año
2025. Que tengamos que esperar todavía veinticinco años para estar en
la media de los países europeos en cuanto a renta per cápita y,
consecuentemente, alcanzar las tasas de desempleo que deseamos creo
que es un objetivo muy poco alentador.

El informe de coyuntura económica que ha presentado el Gobierno, como
es lógico, se basa en lo que ya está contemplado en el Plan de
Estabilidad, aunque hay algunas pequeñas diferencias que hemos
observado y que nos han llamado la atención, sobre todo en los datos
relativos al mercado de trabajo. Dichas diferencias no son más que de
algunas décimas, pero tampoco entendemos por qué en el informe de
coyuntura aparecen unas previsiones en el mercado de trabajo
distintas a las del Plan de Estabilidad. En cualquier caso, el
programa trabaja con unas medias de previsión para el período 2000-
2002, y esto también lo dijimos en el debate de presentación del Plan
de Convergencia. No tenemos nada en contra de que se trabaje con
medias en períodos, pero lo importante no es tanto la media de
crecimiento en el período 2000-2002 como el ritmo de crecimiento, y
está claro que ese ritmo de crecimiento en 1998 ha marcado un punto
de inflexión de la economía española en cuanto al crecimiento
económico. A partir de 1999 ya no vamos a crecer igual, va a haber un
descenso en el crecimiento, que previsiblemente en el 2002, en el
mejor de los casos, puede ser del 3 por ciento. Esa tendencia
decreciente es la que sería interesante conocer, porque no es lo
mismo que el crecimiento económico descienda al 3 por ciento en el
año 1999 y se mantenga en esa cifra hasta el año 2002 que vaya
bajando paulatinamente todos los años. No está claro cómo se han
calculado esas medias de crecimiento económico.

Seguimos insistiendo en que vamos a crecer por encima de todos los
países de la OCDE, cuestión en todo caso dudosa por cuanto que
características tiene la economía
española para estar al margen de las de los demás países y crecer por
encima de todos ellos. Me refiero a países que están en la OCDE, no
sólo en la Unión Europea. Por eso digo que esta cuestión es en todo
caso dudosa. Hay que tener en cuenta que como no crezcamos al ritmo
que está previsto, se nos caen todas las previsiones macroeconómicas,
se nos cae el déficit público y se nos cae la inflación. Por lo
tanto, es fundamental que no nos confundamos en el crecimiento
económico porque, si no, al final, se nos pueden venir abajo todas
las previsiones tanto en el Plan de Estabilidad como las de política
económica. Creo que esto es importante. Por eso nos hubiese gustado
que en ese Programa de Estabilidad también hubiese habido un
escenario alternativo de crecimiento, y no ha sido así; simplemente
se ha apuntado un escenario alternativo, pero que ha sido
prácticamente el mismo que la previsión de crecimiento superior. No
ha habido un escenario de crecimiento como el de la media de los
países europeos, lo que nos hubiera dado oportunidad de saber cómo se
enfrentaría el Gobierno en caso de que el crecimiento económico no
fuese el que está previsto, es un escenario de crecimiento mucho
menor del que está establecido, y eso es lo que tampoco tenemos.

Desde luego somos optimistas -yo creo que no está mal serlo-, pero
también hay que ser realistas, porque sabemos muy bien cuáles son las
razones que tiene la economía española para que en un mercado tan
globalizado como el que existe seamos una excepción. Esto es lo que
verdaderamente a mi grupo parlamentario le hace pensar en ciertas
cuestiones que no están contempladas con el suficiente realismo. Creo
que no hay que instalarse en el triunfalismo, como parece que se está
haciendo, porque en cada intervención que tiene el Gobierno en esta
Cámara, y llevamos varios meses, el triunfalismo en absoluto, y
habría que dedicar tiempo, más que a leer lo que se ha conseguido en
el año 1998, a decir cómo hay que trabajar en las reformas que hay
que acometer decididamente, porque en caso contrario, si no
alcanzamos la convergencia real, lo que tenemos que poner en cuestión
es uno de los aspectos que ha sido también muy debatido, en otras
épocas que es el nivel alcanzado en el Estado del bienestar, cuestión
importante, porque todavía desde mi grupo parlamentario apreciamos
que hay algunas luces rojas encendidas que no se han apagado. Me
refiero a varios aspectos que están relacionados con el Estado del
bienestar: la sanidad, la educación y las pensiones, que son los
capítulos más importantes. Hay que volver de nuevo sobre el necesario
equilibrio de estos capítulos. La reforma sanitaria no ha llegado a
buen término, el gasto en educación crece de una forma incontrolada y
el equilibrio financiero de la Seguridad Social en cuanto al tema de
las pensiones no se ha resuelto con las medidas tomadas en las
recomendaciones del Pacto de Toledo. Todo esto hace necesario que se
vuelva nuevamente a insistir desde el ámbito de Gobierno y desde el
ámbito parlamentario, porque este es un tema que nunca se puede dar
por resultado, en que tiene que ser un ejercicio permanente buscar el
equilibrio de cara al futuro, porque no se puede luego resolver los
problemas cuando ya están encima de la mesa, y el asunto tiene una
importancia tan grande como la de que puede ser dentro de unos años
los sistemas del Estado del bienestar tengan que ser rebajados.




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Esto hay que preverlos antes. De ahí que no debamos sentarnos
o instalarnos en el triunfalismo y que debamos trabajar permanentemente
en conseguir que estos equilibrios sean sólidos.

Otro peligro que puede existir es que entramos en un año electoral,
con unas elecciones municipales y europeas a la vista, algunas
autonómicas y las generales después. ¿Qué quiere decir esto? Que
normalmente en períodos electorales se ralentiza la labor
legislativa, se ralentiza la labor y la dedicación del Gobierno al
trabajo habitual, porque hay muchas personas en ambos estamentos
dedicadas a las elecciones. Esto es así y creo que no digo nada
nuevo. Por tanto, entramos en un período donde puede haber un parón
en muchos aspectos, como pueden ser reformas estructurales que
necesitan ser debatidas en esta Cámara y que no sé si el Gobierno
está en disposición de traer. De ahí que hayamos pedido el calendario
de reformas, porque me gustaría conocer cuáles son las previsiones,
por lo menos del Ministerio de Economía y su departamento sobre las
reformas legislativas que va a traer a la Cámara en esta legislatura.

También hay que tener en cuenta que estas decisiones en períodos
electorales están muy influenciadas por la incidencia que puede
provocar en el electorado. Normalmente no se toman decisiones que
puedan no ser entendidas por la sociedad, independientemente de que
sean necesarias o no. Al final, en estos períodos las decisiones
políticas se convierten en decisiones electorales, y esto es
peligroso. En definitiva, vemos que es posible que todas las reformas
previstas o en marcha sufran una paralización en este ejercicio, lo
cual no sería nada bueno para los fines que estamos persiguiendo y
que están en los objetivos del programa económico, en el Plan de
Convergencia. Por eso, es muy importante que el Gobierno se
comprometa a presentar un calendario sobre las reformas legislativas
que piensa realizar en este período legislativo en cada uno de los
sectores. Al menos usted conocerá cuáles son las previsiones en el
departamento de Economía y Hacienda.

No quisiera terminar mi intervención sin hacer alusión a algunas
declaraciones que hizo usted, señor secretario de Estado, en una
reciente conferencia en el Club Siglo XXI, que me han producido
cierta inquietud. Hablaba usted, si no entendí mal, de los peligros
de la economía española por dos hechos: por el terrorismo y por la
descentralización autonómica. Peligros por el terrorismo, lógicamente
todos los compartimos. Sí me gustaría que precisara que quiso decir
cuando se refirió, si es que lo hizo, a que la descentralización
autonómica pondría en peligro la economía española. ¿Estaba pensando
en que no es conveniente el desarrollo competencial de las
comunidades autónomas? ¿Está en contra de que exista una
corresponsabilidad fiscal de las comunidades autónomas cada vez
mayor? ¿Si eso es así, cuál es a su entender el papel que debemos
jugar desde las comunidades autónomas en el sistema económico y en la
política económica del Estado? ¿Cree que el Gobierno central debe ser
el que unilateralmente defina y ejecute la política económica? Me
gustaría que de todo lo que le he preguntado, al menos me contestara
a esta última parte, porque creo que es muy importante, por lo menos
para mi grupo parlamentario, que quede aclarado.




El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo Parlamentario Popular tiene
la palabra el señor Aguirre.




El señor AGUIRRE RODRÍGUEZ: No puedo por más que empezar agradeciendo
su presencia al secretario de Estado y el informe que nos ha leído,
sin entrar en calificar si se trata de un informe sobre el que tenga
que pedir disculpas, perdón o cualquier cuestión añadida. Utilizando
el mismo casticismo con el que otros portavoces han iniciado su
intervención, y sin entrar en el parentesco de nadie, hay otros
portavoces que están a piñón fijo desde hace aproximadamente dos
años; parece que son incapaces de salir de ese cuarteto de
interrogantes que plantean permanentemente a la economía española,
sobre si las previsiones son o no creíbles, sobre si se ensancha o se
estrecha el diferencial de inflación, sobre si sube o baja la presión
fiscal (tanto le gusta lo de la subida y la bajada de los elementos
económicos); y tengo que reconocer que nada nuevo en el horizonte de
las intervenciones que he podido constatar y nada nuevo en las
propuestas que se hacen desde lo que se supone es la alternativa al
Gobierno del Partido Popular, me hace presuponer que por mucho que
las ilusiones permanezcan y los deseos sean políticamente
realizables, el Programa de Estabilidad, señor Montoro, va a seguir
siendo una decisión política de un Gobierno del Partido Popular, por
cuanto sigo sin escuchar en esta sala ni una sola alternativa
ilusionante para el pueblo español. Eso sí, escucho algunos
cuestionamientos respecto al asunto del gasto social redactado desde
alguna comunidad autónoma y repiqueteado aquí desde portavoces del
Partido Socialista, que olvidan varias cosas. En primer lugar que
hace poquísimo tiempo, doce meses, desde esa misma comunidad autónoma
se prometió un incremento del salario social y nasti de nasti.

Aquella promesa se hizo y no se ha pagado ni un duro de aquel
incremento del salario social. Por tanto, supongo que aquí estaremos
con el mismo planteamiento respecto a realizar la revisión de una
política concreta del Gobierno sobre lo que es el incremento de las
pensiones no contributivas. Sobre esta cuestión tengo que decir
-porque algún compañero mío me ha ayudado en la tarea de esta
afirmación- que si no recuerdo mal las pensiones no contributivas y
el incremento de dichas pensiones ha de hacerse a través de la ley de
presupuestos de cada año. Yo he pedido que me revisaran la ley de
presupuestos de este año y las enmiendas que se habían producido
desde el partido que ahora hace tanta alharaca de este
posicionamiento y he comprobado que no hubo ni una sola enmienda que
precisara y pidiera ese incremento de las pensiones no contributivas
en la ley de presupuestos. Por tanto no estamos ante una propaganda
electoral; estamos ante una propaganda electorera, que es aquella que
dice una cosa y luego no la cumple. También es cierto que están muy
entretenidos en buscar cómo pagan sus compromisos con la Seguridad
Social, que parece ser también andan permanentemente incumplidos, a
pesar de que ha habido algún pacto que debería conducirles
a cumplirlo. He querido empezar mi intervención tratando este asunto,
porque considero fundamental que no intentemos enredar desde lo que
entiendo una actitud de cinismo parlamentario, y creo que como mínimo
los hechos que se puedan denunciar tendrían que estar avalados



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por el cumplimiento de algunas de estas cuestiones. En definitiva,
estudiaremos con agrado las propuestas que en este planteamiento se
formulen y haremos residir las soluciones en los textos legales que
correspondan.

Dicho esto, señor secretario de Estado y señor presidente, tengo que
reconocer que por más que leo en los informes de instituciones
internacionales, de la propia Comisión o de los debates que se están
celebrando en estos días en Europa, no hago más que ver afirmaciones
en torno a que la estrategia de la economía española diseñada desde
1997 en aquellos presupuestos y en aquel Programa de Convergencia, es
una estrategia -y sí lo reafirman todos los organismos
internacionales-, y probablemente debamos tener un específico debate
sobre algún pronunciamiento europeo en las próximas semanas, pero
todos los organismos internacionales vienen a reafirmar que España
está instalada en un crecimiento no inflacionario, que la política
económica española está orientada de manera precisa e insistente en
el incremento del empleo, que la política presupuestaria española es
en sí misma un ejemplo de consolidación y que se sigue avanzando en
las reforma estructurales. Estos cuatro elementos conjugados de
manera conjunta, debo reconocer que deben estar dando como mínimo un
período de la economía española bastante bonancible.

Es todavía más importante poder leer (podremos hacerlo en breve ya
que ha habido algún periódico que ha anticipado párrafos del informe
de la Comisión Europea) cuáles son los pronunciamientos respecto de
la economía española cuando vemos que la Comisión Europea va a
insistir y ha insistido (esto lo digo al paso de que aquí seguimos
insistiendo en que no son creíbles algunas de las previsiones
macroeconómicas del Gobierno Aznar) en el que el escenario
macroeconómico español para 1999 y años venideros es un escenario
realista. Es más, confirma que en el año 2002 la economía española
estará en superávit presupuestario y habrá logrado vencer uno de los
elementos que todavía guarda distorsión con las economías europeas
como es situar por debajo del 60 por ciento nuestro nivel de deuda.

Es decir, ese superávit se consigue con dos elementos principales de
la política presupuestaria. Quiero resaltarlo porque aquí se insiste
con mucha frecuencia acerca de cuál es el grado de presión fiscal que
tienen los españoles. Hace muy poco estuve dando una charla en mi
distrito electoral sobre la situación económica española y pude
constatar en las preguntas de aquellos universitarios cómo los
profesores de la facultad insistían en que habían tenido un
incremento importante en su nómina de enero de 1999 y que no era un
incremento debido a la revisión salarial, sino debido a otras
cuestiones del mundo de los impuestos. Insisto, esa reducción del
saldo que se está produciendo en nuestras cuentas públicas se
consigue, así lo reafirman los informes internacionales y si no a las
pruebas me remito, con dos palancas muy interesantes de la política
presupuestaria que son el incremento de las inversiones y la
reducción de los impuestos; insisto, y la reducción de los impuestos.

Van a ver ustedes cómo esto no es una afirmación del portavoz del
Grupo Parlamentario Popular en esta Comisión sino que la hacen
incluso órganos internacionales europeos, que terminan diciendo que
el presupuesto español y los objetivos macroeconómicos para el año en
curso y los años venideros
son unos presupuestos creíbles (no son palabras mías, son
palabras de la Comisión), son unos presupuestos ambiciosos, y así lo
deja expresamente dicho la Comisión, gracias a que en ejercicios
anteriores ha habido esfuerzos presupuestarios cumplidos.

Por tanto, respecto de esas pretendidas sombras sobre la economía
española, creo que existen incertidumbres que mi grupo reconoce y no
sólo él, sino que así lo ha reconocido el propio secretario de Estado
y a medida que van avanzando en esta Comisión de Economía los
informes de los sucesivos representantes del Gobierno todos
reconocemos cuál es la situación verdadera y los orígenes de una de
las incertidumbres más importantes que están pendiendo sobre la
economía española, como es el deterioro de la balanza comercial. Está
anunciado, está asumido; incluso cuando se habla de los horizontes de
esos escenarios macroeconómicos quiero recordar -y de paso agradecer
a grupos que con sus votaciones respaldan las propuestas de este
grupo parlamentario- que hace breve tiempo y en esta Comisión, con
motivo del debate del Programa de Estabilidad, se planteó la
aprobación de una propuesta de resolución en la que se solicitaba al
Gobierno -y así se le ha instado desde esta Cámara- que si se
produjera un decrecimiento del incremento de la economía española, es
decir, si se produjera un escenario de desaceleración del
crecimiento, esa desaceleración no tuviera repercusión sobre los
objetivos del déficit presupuestario que está planteado para 1999.

Ésa es una propuesta de resolución creo que sensata y agradezco el
respaldo que obtuvo la misma de los grupos parlamentarios que nos
ayudaron a sacar adelante esa propuesta.

Por último, reconocidas las incertidumbres que puedan residir en
nuestra balanza comercial, me gustaría hacer dos menciones muy
precisas y una pregunta al secretario de Estado desde mi grupo
parlamentario. Digo dos precisiones, una en torno a la evolución del
mercado laboral. Bien es verdad que la evolución en 1998 -no sé si
habrá que pedir perdón por esa evolución del mercado laboral o de las
cifras de creación de empleo- ha sido bastante satisfactoria. Estamos
hablando grosso modo de la creación de 440.000 empleos netos, de los
cuales quiero reseñar un elemento que lleva esta creación de empleo,
y es que 356.000 son empleos fijos. Creo que esto es bastante
resaltable; por tanto, nos llevaría a decir que del orden de los
71.000, 70.000, 69.000 son empleos temporales. Seguimos con una
construcción de empleo que presenta defectos, también hay que tener
en cuenta de qué estructura del mercado laboral partíamos, pero que
presenta grados de satisfacción y horizontes de esperanza si se
siguen cumpliendo esta estructura y composición de la creación de
empleo.

Por tanto, estamos hoy ante un cierre del año con una tasa del 18,17
por ciento, que constrasta en positivo con la tasa que el mandato
Aznar se inicia en torno a casi el 23 por ciento de la tasa de
desempleo. Por ello yo personalmente considero -y desde mi grupo así
lo afirmamos- que se está produciendo creación de empleo con un
horizonte muy esperanzador y con cifras satisfactorias; en cualquier
caso queda muchísimo recorrido por hacer y seguramente habrá que
interrogar en su momento al Gobierno sobre qué otras medidas podrá ir
tomando de forma añadida para mejorar nuestra posición más débil que
es en la economía nuestromercado laboral.




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Pero curiosamente, y volviendo a la información que se puede tener
sobre cuál es la opinión de los organismos internacionales respecto
al mercado laboral español, cuando se ven las perspectivas de empleo
y de creación de empleo del pacto de estabilidad que se ha presentado
en Bruselas, he podido anotar que nadie ha dicho absolutamente nada
en contra sobre las perspectivas de esa tasa de paro del 12,7 por
ciento para el año 2002 que prevé el cuadro del pacto de estabilidad.

Yo me preguntaría -y esta no es pregunta que realizo al Gobierno sino
que es una pregunta que hago en voz alta- cómo será posible que la
Comisión Europea no haya criticado esa cifra y confirme en sus
informes que esas cifra es creíble y es alcanzable si se siguen
manteniendo las políticas. Parece ser que otros portavoces consideran
inalcanzable esa cifra de tasa de paro de la economía española en el
horizonte del 2002.

Por último, como les decía, señor Secretario de Estado de Economía,
la interrogante. Ya lo han dicho varios periódicos, aquí me parece
que no se ha apuntado pero de alguna manera planeaba cuando se
hablaba del gasto social, aunque veo que no se ha planteado y por eso
lo quiero hacer; pensé que lo iba a hacer la oposición, pero lo voy a
hacer yo desde el grupo que apoya al Gobierno. Es verdad que en los
horizontes de cumplimiento de estos cuadrados macroeconómicos para
1999 y hasta el año 2002 la Comisión confirma que son unos horizontes
realistas, que son creíbles, que son ambiciosos, pero la Comisión
pone un pero, lo he podido leer en la prensa y leo literalmente.

Dice: En materia de pensiones, no obstante, los problemas de
envejecimiento a largo plazo de la población requieren la adopción de
reformas adicionales. ¿Qué opinión le merece, señor secretario de
Estado, este no obstante, puntos suspensivos, que planea la Comisión?
Si le conduce a una opinión coincidente con la Comisión, ¿de qué
reformas adicionales estaríamos hablando o de qué reformas
adicionales considera usted que está hablando la Comisión?



El señor PRESIDENTE: Señor secretario de Estado.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMÍA (Montoro Romero): En primer
lugar, mi agradecimiento por las intervenciones. Cuando he empezado
la mía me he referido a que si hoy es posible que España esté en el
euro y es posible que esté viviendo esta clase de recuperación
económica es por el activo político que tiene nuestro país, por la
coincidencia en lo fundamental de las grandes fuerzas políticas en
España, por la eficiencia de su aparato administrativo, y en
definitiva de su distribución del poder político en nuestro país. El
debate de esta mañana es un exponente en buena medida de ese activo
que es fundamental para que España siga mereciendo el crédito en los
mercados financieros, en definitiva en los organismos
internacionales, en las grandes inversiones que definen la creación
de empleo en nuestro mundo y que podamos ser miembros plenos, como ya
somos de la unión monetaria, puentes con el desarrollo de otras zonas
del mundo.

El informe que he traído a la Cámara esta mañana estaba animado por
un espíritu, y es comprobar que en España hay una clase de
crecimiento económico diferente de lo que ha sido el crecimiento
económico en el pasado; una clase de crecimiento económico en el que
es posible que la
demanda interna de la economía, es decir, el consumo y la inversión
de nuestras empresas, crezcan a niveles cercanos al 5 por ciento, y
con todo ello la inflación quede por debajo del 1,5 por ciento. Una
clase de crecimiento económico que traduce casi plenamente el nuevo
nivel de actividad económica a nuevo empleo y una clase de
crecimiento económico en el que es posible ese crecimiento de la
demanda interna con una posición de nuestra balanza de pagos en la
que seguimos manteniendo una capacidad de financiación frente al
resto del mundo, superior a un punto del producto interior bruto y
además las empresas españolas continúan invirtiendo el equivalente a
más de dos puntos de nuestro producto interior bruto, de manera que
seguimos comprometiendo nuestro crecimiento económico, el de la
economía y el de la sociedad española, con otras zonas emergentes del
mundo. Ése es el cuadro que he traído de evolución económica y lo he
llamado el mejor por ser el más sólido y más estable de la historia
económica de los últimos 20 años; ciertamente, en esa historia hubo
otros crecimientos económicos, pero éstos no compatibilizaban los
elementos a que me acaba de referir. Cuando la economía española
crecía a través de su demanda interna, la inflación no sólo no bajaba
sino que subía. No se traducía ese crecimiento económico tan
plenamente en materia de empleo y el equilibrio económico tan
plenamente en materia de empleo y el desequilibrio de nuestra balanza
de pagos era tal que nos acercaba a déficit por cuenta corriente del
orden de casi el 4 por ciento del producto interior bruto, lo que
obligaba a traer capitales sobre un diferencial de tipos de interés
que a su vez era disuasorio en las inversiones de nuestras empresas,
y no digo nada en las hipotecas que pagaban nuestras familias.

Con todo eso he resumido claramente que estamos viviendo una clase de
crecimiento económico diferente del pasado. En un tono más irónico
-si me lo permiten SS.SS., y dejando familiares de lado, comprendo
que cuando no hay argumento en el debate parlamentario se utilizan
determinadas chanzas, pero ya no sabes qué clase de informe traer a
la Cámara. Bastaría recordar que el resumen estadístico que he traído
aquí ha obligado a revisar dos veces al alza el crecimiento económico
previsto por el Gobierno durante el año 1998. El aumento de empleo
previsto, señorías, era del 2,5 por ciento, del 2,6 inicialmente y ha
sido del 3,4 por ciento. La inflación prevista inicialmente por el
Gobierno era del 2,1 por ciento, y hemos revisado dos veces a la baja
la inflación de cierre de año. Quiero decir en un tono irónico que
nos hemos equivocado, señorías, pero nos hemos equivocado porque la
realidad ha sido mejor de lo que preveía el Gobierno.

En materia de déficit público, su reducción nos ha colocado entre los
países con el presupuesto más saneado del conjunto de la Unión
Europea. Eso ha sido posible porque estamos aplicando una determinada
concepción de política económica que hace que realmente cosas que
antes se entendían antagónicas -y eso es lo que he descrito en mi
anterior intervención-, cosas que hasta no hace mucho se entendían
antagónicas por los gobiernos de España, ahora se demuestra que no
solamente no lo son, sino al contrario, que con la reducción del
déficit público se crece más y se crea más empleo, señorías; que con
una baja inflación realmente estamos sentando las condiciones para
seguir recuperando



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bienestar, seguir recuperando empleo y además para la auténtica
cohesión social en España; que con unos impuestos modernizados y
aliviados sobre los contribuyentes se financia mejor el Estado. Son
realidades hoy constatables a partir de un determinado planteamiento
de política, que a algunos en la Cámara todavía les llama la
atención. Yo lo comprendo y les invito a que estudien estos
fenómenos, que ciertamente son relativamente nuevos en España porque
desgraciadamente durante mucho tiempo no hemos tenido estas políticas
económicas que hacían compatibles estos elementos, que son las bases
de la cultura de estabilidad económica que es el mejor acervo de la
unión monetaria, el mejor acervo del euro y que nos está permitiendo
sentar esta clase de recuperación económica y esta clase de confianza
que existe en nuestro país.

Por tanto, aparte de referencias a familiares más o menos graciosas,
hay una realidad económica en marcha, una realidad que compatibiliza
elementos que hasta ahora no lo eran y que incluso es mejor que los
pronósticos del propio Gobierno. Por tanto, se podrá decir todo menos
que el Gobierno ha exagerado sus previsiones hasta ahora; se podrá
decir todo por parte de los miembros de la Cámara con la libertad por
supuesto que nos da el debate político, pero, y aquí sí tomo un tono
irónico, realmente me sonrío ante los pronóstico que hemos escuchado
por parte de determinados portavoces en las sucesivas comparecencias
en esta Cámara.

He insistido en que las bases de nuestro crecimiento económico son
las bases para seguir perfeccionando y corrigiendo nuestro problemas.

Tenemos problemas por delante como el empleo que tenemos que seguir
creando; tenemos que seguir reduciendo el nivel de paro; tenemos que
seguir creando empleo femenino precisamente para demostrar que en la
sociedad española de este final de siglo la igualdad de oportunidades
es efectiva en el ámbito de la mujer con su inserción en la actividad
laboral. Tenemos un trabajo importante por delante, tenemos que
seguir en ese saneamiento presupuestario, compatibilizándolo con los
elementos fundamentales de crecimiento ecónomico, con la inversión y
con la financiación de los servicios públicos esenciales de nuestra
sociedad, pero desde luego la tarea, señorías, no la vamos a resolver
haciendo gracietas en la Cámara, eso desde luego. Realmente
quisiéramos que además de gracietas escucháramos alternativas de
política económica. Llevamos una legislatura más que madura, hemos
pasado el ecuador, y todavía no conocemos proyectos alternativos
concretos. Quisiera recordar que en la anterior legislatura, a los
tres meses de formación de Gobierno ha había una moción alternativa
de política económica en la Cámara con 43 medidas, una a una
concretas, medidas que por cierto son las que se están aplicando
actualmente y están permitiendo esta categoría de crecimiento
económico.

Respondiendo y adecuándome a lo que ha sido la interpretación de los
diferentes portavoces, en relación con el portavoz socialista no he
entendido bien su discurso sobre la evolución económica. Supongo que
no desea que haya menos crecimiento económico. No he entendido bien
si lo estaba deseando o induciendo a través de las expectativas,
cuando ha hecho además unas reflexiones sobre la evolución de la
opinión de los consumidores que no se atienen a
las circunstancias, señor Eguiagaray. Si usted observa la evolución
de la opinión de los consumidores en España - la serie histórica-
verá que esa opinión flexiona precisamente en los años 1990 y 1991,
antes de la crisis. Lo que ocurre es que si esa flexión de la opinión
de los consumidores luego se completa con unas políticas económicas
que agudizan la crisis, el resultado es el que es, una crisis donde
se destruye un millón de puestos de trabajo en menos de dos años. Las
cosas han sido como han sido y cada uno es responsable de lo que hace
en la vida pública y en la vida política. Esta es la historia
económica trazada a partir de la evolucción de nuestra economía y de
la serie de opinión de los consumidores y si se anticipan o no a la
evolución de esa economía.

En el discurso del portavoz de Grupo Parlamentario Socialista también
aprecio una atención realmente alta o lo social en nuestro país. El
Partido Socialista entiende que crear empleo no es social; que se
creen 440.000 empleos más 360.000 en el año 1997 eso no es política
social, señorías, no es política de igualdad de oportunidades. Que el
85 por ciento de ese empleo sea estable no es social porque lo que
hace realmente falta es que los nuevos ocupados no tengan empleos
estables. Tampoco es social el incremento de afiliados a la Seguridad
Social que se ha producido este año; es decir que 760.000/770.000
personas que no tenían Seguridad Social en 1997 la tengan a final de
1998 no es social, no son políticas sociales, son políticas de olvido
y de marginación de la protección social en nuestro país. Que el
nivel de afiliación a la Seguridad Social alcance 13.700.000 personas
no es social. Como sin duda alguna tampoco es social bajar los
impuestos sobre los salarios en un país moderno; no es socia, aunque
sea eso lo que están intentando hacer todos los países europeos en
este momento. Aparte de esa pequeña connotación, tampoco es nada
social, señorías -tenemos que reconocerlo así-, que los salarios en
España sufran una sobreimposición, como estaban sufriendo, y se haga
una modificación tan significativa como la del impuesto sobre la
renta bajando la carga fiscal sobre los salarios. Y sube la
recaudación, fíjense qué cosas ocurren en la vida económica moderna.

Es verdad, sube la recaudación del impuesto sobre sociedades casi un
20 por ciento, sube la recaudación del IVAentre un 10 y un 11 por
ciento, porque hay más actividad económica, porque se venden más
automóviles. Por cierto tampoco es social que en un país como España
se vendan 1.200.000 coches, es decir que 1.200.000 españoles, muchos
de ellos familias, estrenen automóvil, y que estén financiando la
compra de un bien que es esencial para su bienestar, además de mover
a una industria tan potente, como usted sabe por sus
responsabilidades anteriores, señor Eguiagaray, como es la
fabricación del automóvil -y aquí me quedo y no entro más en su
planteamiento ni califico más lo que ha sido su responsabilidad
anterior - (Risas.) pero me refiero a que no es social que los
españoles, haciendo uso de la confianza que tienen en el futuro, se
compren un automóvil y la mayoría lo paguen a plazos, lo están
pagando a plazos porque confían en la economía. No es social esto, no
es social estrenar automóvil.

Tampoco lo es que bajen las hipotecas en nuestro país y de esa manera
aumente la renta disponible de una familia media española entre
30.000 y 40.000 pesetas. Eso no es



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política social tampoco, señorías, ni tampoco lo es, por supuesto, el
incremento de la capacidad adquisitiva de los pensionistas españoles
por tercer año consecutivo. No es social estabilizar el valor de las
pensiones a raíz efectivamente de la contención de la inflación. Por
eso es tan importante el nivel absoluto de inflación, señor
Eguiagaray, por eso es tan importante, y usted asombrosamente lo ha
despreciado en su intervención. Es lo mismo tener una economía con
una inflación del 1,5 que tener una economía con inflación del 5 o
del 6 por ciento; es lo mismo, señoría, lo importante es la
diferencia con los otros países. No, señor Eguiagaray, es muy
importante tener un nivel absoluto diferente, porque eso recompone el
crecimiento económico, garantiza el poder adquisitivo de los
asalariados y la subida de rentas nominales y garantiza el poder
adquisitivo de los pensionistas. ¿Por qué, señorías, son precisamente
los jubilados, los pensionistas de los países desarrollados quienes
más valoran la estabilidad de los precios en esos países? ¿Por qué?
Otra cosa es que en nuestro país, lamentablemente y durante mucho
tiempo se haya acostumbrado al asalariado a intentar recuperar poder
adquisitivo después de haber perdido año tras año el valor real de su
pensión. Es distinto que hayamos vivido en una cultura de alta
inflación con lo que es el valor de la estabilidad de precios para su
pensionista, porque un pensionista tiene que tener seguridad de que
el valor de una pensión que ha merecido después de una vida de
trabajo se mantiene con independencia de los precios y de los
caprichos de una clase política. Son muy importantes para un país la
seguridad y la estabilidad, y la estabilidad de precios aporta
fiabilidad al sistema público de pensiones.

Si usted no reconoce lo que significa el valor que está aportando una
inflación baja par auna sociedad como la española -y ahora me
referiré a aspectos sociales de la misma-, realmente no me extraña
que después tengamos problemas para conocer cuáles so las
alternativas de política económica de Grupo Socialista. Ha hecho una
intervención sobre gasto social que realmente y con todos los
elementos que he puesto sobre la mesa me cuesta mucho decir que esta
política, la que ha traído esta clase de crecimiento económico, no
tiene un fuerte componente social. Insisto, en materia de
recuperación de empleo, de recuperación de poder adquisitivo, de
racionalización de las decisiones, de bajada de impuestos sobre los
salarios, de bajada de las hipotecas permitiendo que los jóvenes
puedan adquirir sus pisos en unas condiciones financieras que ni
usted ni yo, los que ha tenemos una determinada edad disfrutamos en
su tiempo. Ciertamente eso no es política social, señoría; eso es
hacer política de unos pocos y de privilegios. Yo creo que los
españoles saben de qué clase de economía estamos hablando y eso es lo
que hace que estén valorando esta recuperación económica antes
incluso de que haya tenido lugar varios años de crecimiento y varios
años de aumento de la demanda.

En materia de inflación diferencial, que es un discurso que todavía
escucho continuamente al Grupo Socialista sólo les invito a
reflexionar -está en el Programa de Estabilidad; hay que leer el
razonamiento-, y tengo que decirle, señor Eguiagaray, que es la
diferencia entre bienes y servicios comercializables y bienes y
servicios no comercializables. Entre bienes y servicios
comercializables, que
por cierto he hecho en mi exposición referencia concreta a eso y he
hecho un llamamiento para que a pesar de que la demanda interna pueda
ser alta no suban los precios en los bienes y servicios
comercializables, en esa diferencia es donde realmente se aprecia lo
que es la pérdida de la capacidad de competir de la producción
española. Hay otros tipos de servicios que son no comercializables,
es decir no están expuestos a esa competencia no se están exportando
al exterior y por tanto no se puede decir que en ese marco de mercado
único que España está viviendo -España está integrada en el mercado
único europeo- haya pérdida de competitividad alguna a través de
ello. Eso tiene la consecuencia de mantener unos índices generales de
inflación excesivamente altos a largo plazo, y eso es lo que hay que
tratar de evitar haciendo evolucionar los costes y los costes
laborales por unidad de producción, desacerándolos y acercándolos
a los que tienen otros países competidores. Esa diferencia es bien
fácil de entender porque, por ejemplo, en precios industriales como
usted conoce, no hay inflación en España. El índice de precios
industriales nos está marcando un descenso en tasas anuales entre el
2 y el 3 por ciento, o que quiere decir que allí donde la producción
española está más expuesta a esa competencia no existe inflación
diferencial. Sí existe en otros ámbitos donde realmente la diferencia
entre bienes y servicios comercializables no es tal.

Espero que en esta última intervención podamos avanzar en el debate
económico -esto lo explico cada mes en las ruedas de prensa sobre la
evolución del IPC- y en lo que es la pérdida de competitividad o no
de un país, que es fundamental cuando hemos fijado el tipo de cambio
y cuando estamos haciendo evolucionar los costes e incluso los costes
laborales por unidad de producción acorde con esa nueva situación.

En relación con la ambición del Programa de Estabilidad en materia de
empleo ahora me referiré a él, en relación con la intervención del
portavoz del Grupo Popular. Sí quiero cerrar mi referencia a lo que
ha sido la intervención del Grupo Socialista en materia de pensiones
lamentando su intervención, y quiero decírselo en mi condición de
secretario de Estado y en mi condición de miembro de esta Cámara y
antiguo firmante del Pacto de Toledo. Lamento esa posición. Lo
lamento porque si en su día fuimos capaces de alcanzar el Pacto de
Toledo fue precisamente porque su espíritu era no utilizar
políticamente las pensiones. Y usted lo acaba de hacer esta mañana
una vez más. Lo ha intentado y lo hizo el secretario general del
Partido Socialista ayer mismo ante los medios de comunicación. Eso se
llama utilizar políticamente las pensiones. Por diferentes motivos.

En primer lugar porque usted sabe como yo, que el lugar para proponer
la subida de un capítulo de pensiones son los Presupuestos Generales
del Estado. Estamos en febrero y ustedes no presentaron ninguna
enmienda en su momento para promover esa subida de pensiones.

(Rumores.) No tuvo lugar ese debate y no le dieron ese relieve
político y público que realmente intentan dar ahora.

Si ustedes entienden que la Seguridad Social española soporta bien
esa subida, ¿cómo se compagina esto con su discurso sobre la quiebra
de la Seguridad Social, que fue el discurso que oímos en esta Cámara
con motivo del último debate del estado de la Nación, diciéndonos el
actual líder



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del Partido Socialista que el sistema público de pensiones tenía unos
agujeros no reconocidos? Realmente esto no se compadece en nada con
que ustedes ahora demanden esas subidas, no distinguiendo, como usted
acaba de hacer, que el asiento de cualquier prestación social -en
este caso, me refiero a las pensiones- es precisamente la Ley de
Presupuestos y que una comunidad autónoma no tiene capacidad en sí
misma para modificar esa ley. Lo que sí hacen las comunidades
autónomas es la gestión directa de esa prestación económica, pero se
trata de una gestión y no de la capacidad de cambiar leyes, de
modificarlas o influirlas.

El discurso que acabamos de escuchar no se compadece con lo que se
entendía que era la postura del Partido Socialista en el Pacto de
Toledo. No me diga usted que no es posible pactar con nosotros, como
acaba de manifiestar. Yo le propongo todo lo contrario, le ofrezco la
mano para que dialoguemos sobre el Pacto de Toledo y evitemos este
discurso político sobre el futuro de las pensiones en España.

Hablemos en sede parlamentaria, que es su lugar natural, y hagamos lo
mismo que hizo el anterior Gobierno socialista, que fue traer e
incitar en esta sede parlamentaria el planteamiento anterior del
Pacto de Toledo, precisamente para dar tranquilidad a nuestros
pensionistas, pero no formulaciones que, en términos de contabilidad
nacional, son absurdas. No se puede pedir que se utilicen ingresos de
privatizaciones para financiar incrementos de pensiones, porque el
único destino de los ingresos de privatizaciones en contabilidad
nacional, como saben SS.SS., es reducir la deuda pública. No se puede
plantear así un debate social de esta importancia y no se pueden
escuchar estos planteamientos del principal partido de la oposición
en un país que es miembro del euro.

Racionalicemos y formulemos correctamente este debate, digamos a los
españoles que confiamos en que este crecimiento económico tiene que
promover la mejora de su bienestar, pero sigamos trabajando, como
hemos venido haciéndolo, en el saneamiento y en la corrección del
déficit del sistema público de pensiones, en la división de fuentes.

No suscitemos este debate cuando esta Cámara ha aprobado con el voto
mayoritario una nueva ley de pensiones en esta legislatura en la que
se contiene el futuro inmediato de las pensiones y cuya revisión
sería objeto de una nueva formulación del Pacto de Toledo.

Señor Eguiagaray, yo le invito a que medite sobre el discurso con el
que ha cerrado su intervención -no sé exactamente cómo lo relacionaba
con el informe que yo traía sobre el año 1998, no he entendido bien
la relación que establecía-, sobre su importancia social habida
cuenta el envejecimiento de la población en España, como insiste la
recomendación que nos hace la Comisión de la Unión Europea en
relación con el Programa de Estabilidad, que llama la atención sobre
el futuro que tendrá en nuestro sistema público de pensiones el
citado envejecimiento de la población. Llama la atención pero
advierte también que el Gobierno está realizando un trabajo y toma en
cuenta los compromisos que figuran en el programa para seguir en la
racionalización del sistema de Seguridad Social y tranquilizan a los
ciudadanos porque ese sistema es viable. Si ese sistema es viable es
porque está asentado en esta nueva categoría de crecimiento
económico, un crecimiento económico
con una baja inflación, insisto, que es lo que realmente
garantiza el poder adquisitivo de esas pensiones.

El futuro del crecimiento económico establece es el futuro de nuestro
sistema de bienestar y es el futuro del sistema público de pensiones
en nuestro país, desarrollando plenamente el Pacto de Toledo. No
debemos superar ese espíritu de lo que fue el Pacto de Toledo por
premuras electorales, que tampoco tienen éxito porque el ciudadano
sabe que a veces las cosas que se dicen desde la oposición, cuando no
se han dicho desde el Gobierno, no siempre merecen toda la
credibilidad que se pretende y se busca. Es el momento de plantearse
un futuro de una manera mucho más seria, mucho más coherente y mucho
más rigurosa de lo que significa esta oferta que el Partido
Socialista, a raíz de la posición de una comunidad autónoma, ha
decidido acometer.

En relación con la intervención del portavoz del Grupo Parlamentario
Catalán (Convergència i Unió), además de agradecerle el alto nivel de
coincidencia en las características y en el diagnóstico de la
situación económica, quiero repetir lo que he dicho al comienzo de mi
intervención -y, en este sentido, también al portavoz del Partido
Nacionalista Vasco- y es que, si hoy estamos en una situación
económica como la que estamos y podemos aspirar a lo que aspiramos
-desde nuestras propias limitaciones y nuestros propios recursos, sin
duda alguna- es por la estabilidad política que hemos disfrutado. El
apoyo parlamentario que se le ha dado al Gobierno ha permitido
aplicar políticas de austeridad presupuestaria arrostrando
dificultades de entendimiento por parte de la sociedad e
introduciendo reformas económicas que permitieran ese
perfeccionamiento de los mercados de bienes y servicios. La
estabilidad política ha sido clave en todo este período, la
estabilidad política es condición sine qua non para que haya un
crecimiento económico en una sociedad de final de siglo. Sin
estabilidad política, señorías no puede haber recuperado económica
porque no hay el marco institucional suficiente para tomar decisiones
en materia de política económica y, por tanto, no puede haber impulso
de recuperación, impulso de bienestar e impulso de creación de
empleo.

El señor Sánchez i Llibre se ha referido también a la situación
internacional, que sigue sembrando el futuro de amenazas y desafíos.

La interpretación que existe, de la que participa el Gobierno
español, es que estamos una situación en la que efectivamente hay una
desaceleración económica en parte del mundo -la hay en la Unión
Europea-, pero que esa desaceleración es pasajera. Tal como
pronostican en este momento los organismos internacionales, habrá una
recuperación más decidida a finales de este año y comienzos del año
próximo. La cuestión ahora es sostener nuestra recuperación económica
en tanto que haya un despertar económico más decidido en otras áreas,
también en otros países centrales de la Unión Europea, cuyo
pronóstico es que eso ocurrirá a finales de este año, comienzos del
año próximo, aunque la situación internacional sigue siendo delicada;
hay que seguirla muy de cerca. Ya hemos dicho desde el principio,
desde el mes de agosto, que las raíces son profundas, que nadie podía
esperar que los problemas se resolvieran de la noche a la mañana,
habida cuenta de la naturaleza y de las causas de estacrisis
financiera internacional, pero que se sigue avanzando



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en la solución. Se está acotando, no se está produciendo una eclosión
de crisis financiera en los mismos niveles, con el mismo ritmo, sino
que se está resolviendo en una parte del mundo cuando se dedican a
resolverla en la otra, como es el caso de Asia, donde ya hay una
salida de esa situación de crisis, que es esperanzadora porque buena
parte de la econonomía europea depende -y depende mucho- de la
aportación hacia esa zona del mundo. Podemos decir que sigue este
ambiente de dificultades y eso, sin duda alguna, a nosotros nos
perjudica en materia de sector exterior. El portavoz del Grupo
Parlamentario Popular ha insistido en ello, pero es que además lo ha
hecho el Gobierno.

Quiero recordar aquí que ya en la primavera pasada, allá por el mes
de marzo, el vicepresidente económico explicó en esta Cámara una
evolución delicada de la crisis mundial. Otra cosa es que algunos
estuvieran entretenidos con las posiblidades de recalentamiento de la
economía en aquella primavera, pero ya había una evolución que había
que seguir de cerca porque, para nosotros, sin duda alguna, suponía
una complicación de primera magnitud y la disposición ha sido siempre
participar junto a los organismos multilaterales para dar salida, lo
más rápidamente posible, a esa situación. En eso estamos. Confiamos
en que la economía europea, en su conjunto, tome el testigo de otras
economías avanzadas del mundo y, de esa manera, la economía del euro
también juegue el papel de estabilizador, no sólo financiero, sino
económico mundial.

El portavoz del Partido Nacionalista Vasco se ha referido a los
méritos. Le puedo asegurar que son compartidos. Si no, no se habría
explicado que hayamos sido capaces de alcanzar los logros que hemos
alcanzado, incluido el ingreso de España en la moneda única. Ha hecho
alusión a un debate que tendremos en la Cámara en pocas semanas,
puesto que vamos a remitir el documento sobre reformas estructurales
y tendremos ocasión de ir devanando las reformas acometidas en cada
uno de esos campos. En ese debate -por lo que adivino, que es casi un
entusiasmo por las reformas estructurales- me tiene a su disposición
para seguir trabajando por su implantación en España.

Ha hablado S.S. de la importancia que tiene el Estado del bienestar,
su reforma y financiación correcta. Coincido plenamente en cuanto a
objetivos y comparto su preocupación. Ya hemos comentado que hay una
insistencia que nos llaman desde organismos internacionales para que
sigamos trabajando. No nos dicen que no hemos hecho nada, nos indican
que estamos en la línea correcta de darle la seguridad a los
españoles afianzando nuestro sistema de bienestar. Tenemos que seguir
en ese esfuerzo, en ese entendimiento, que es el principal de los
activos a la hora de transmitir esa confianza tan importante para esa
parte de la población española, los mayores, que lo necesitan
fundamentalmente en esa etapa de su vida.

Quiero recordarle al señor Zabalía que el espíritu del Pacto de
Estabilidad es tener un margen para que si la economía evoluciona de
forma diferente haya unas respuestas de política económica, incluida
la política presupuestaria. Ese es el diseño. Lo que se hace es una
preparación que empiezan a valorar bien los organismos
internacionales: España está preparada para afrontar otra clase de
ciclo económico a partir del propio saneamiento presupuestario que
estamos realizando. Es muy importante la valoración que
recibimos porque se nos está enjuiciando que tenemos un dispositivo
suficiente de política económica para introducir los correctores
necesarios y garantizar y sostener el ciclo económico. Por eso, en
los proyectos del Programa de Estabilidad hasta el año 2002 tener un
superávit y tener corregido el déficit estructural proporciona los
instrumentos para corregir el ciclo e influir también en los ciclos
futuros con políticas presupuestarias, sin incumplir nunca el límite
de la convergencia del 3 por ciento del déficit público. Ese es el
margen que estamos reservando a partir de la propia evolución
económica y por eso es tan importante que sigamos en el saneamiento
de todas las administraciones públicas; subrayo de todas las
administraciones públicas, porque es una tarea de todos, de la
Administración central, del Estado, de la Seguridad Social, de las
comunidades autónomas y de los ayuntamientos, porque de ahí nace ese
margen para seguir financiando la actividad económica en las
condiciones en que lo estamos haciendo y para acometer en el futuro
el que haya una política presupuestaria común, en este caso
organizada y ordenada, que permita acometer otras fases de evolución
cíclica que puedan venir en el futuro. El panorama que se dibuja ante
nosotros, que es lo que la Comisión Europea ha anticipado, es
realista. Realista es que España siga teniendo crecimientos
económicos superiores en un punto a la media de la Unión Europea y,
consiguientemente, nuestro ciclo económico siga una evolución más
positiva de lo que está siendo el ciclo europeo.

Aclaro con mucho gusto lo que era una titular. Sus señorías saben que
los titulares son siempre resúmenes. Vivimos en una sociedad
mediática y el titular es lo que importa. ¡Cómo iba a decir yo otra
cosa! El titular es lo que manda de cara a los medios de
comunicación. Lo que ocurre es que los titulares resumen a veces de
una determinada forma y cada uno lo puede interpretar como lo crea
conveniente. Lo que yo quería decir es que España es una sociedad
capaz de organizarse políticamente en un Estado de la autonomías,
capaz de dar saltos hacia adelante como integrarse en el euro y
asentarse en esa cultura de estabilidad desde una nueva organización
política pues en veinte años hemos sido capaces de asentar un Estado
de las autonomías sin parangón. No hay un ejemplo internacional en la
historia de la organización de un Estado, de descentralización
administrativa tan poderosa, como hemos sido capaces de hacerlo en
España, como tampoco lo tienen las haciendas forales en cuanto a lo
que significa su funcionamiento autonómico y la corresponsabilidad
que implica. Esa España de las autonomías es, como se ha demostrado,
una España muy constructiva, que no tiene nada que ver con una España
en déficit público o en duda pública creciente. No es verdad que el
Estado de las autonomías fuera el causante del déficit, ni de la
deuda pública. Es una España en la que se puede estar en
estabilidades económicas, en estabilidades presupuestarias, con un
Estado de las autonomías desarrollado plenamente, con un
funcionamiento de auténtica y de efectiva corresponsabilidad fiscal.

No verá ningún matiz en mis palabras relativo a la plenitud de ese
concepto de corresponsabilidad fiscal, que es el que ha aplicado el
Gobierno desde el principio de su legislatura y al que yo
modestamente contribuí, en tiempos pasados, a diseñar



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como programa. La corresponsabilidad fiscal es una absoluta necesidad
en un Estado descentralizado administrativamente como,
afortunadamente, hoy es el Estado español.

Una cosa es esto y otra el debate a que yo me refería, el debate
desintegrador que a veces se plantea desde el ámbito del Estado de
las autonomías. Eso no es lo mismo. Lo que no tiene sentido -y ya lo
advertí en la conferencia- es que demos un paso hacia la integración
económica y la integración política europea y después se oigan
todavía discursos económicos y políticos en España que no se sabe
bien qué quieren decir y que confunden a la ciudadanía en cuanto a
contenidos económicos. A eso me refería. Esos discursos son los
mismos que escuchemos, a veces, en la financiación de la Unión
Europea: yo pongo esto; tu pones esto; el otro pone allá. Si estamos
construyendo una integración económica, estamos construyendo un marco
de libertades donde las gentes quieran y puedan trabajar, donde las
empresas inviertan libremente. Hay que hacer los discursos
integradores económicamente en ese marco de las autonomías. Eso es lo
que yo quería allí. Eso es posible. Se ha dado un paso definitivo de
integración de España en el euro, que es de integración plena en un
mercado único, que traerá consigo, en mi opinión, rápidos desarrollos
de integración política. Es importante que traigamos a nuestra propia
sociedad esos modelos, con independencia de que esa sociedad sea
compleja. Aeso me refería y lo que trataba de explicar, que nada
tiene que ver con ningún recelo. Antes al contrario, cuando una
sociedad es capaz en 20 años de hacer el desarrollo autonómico que
hemos realizado, es un activo formidable que explica buena parte de
lo que pueden y deben ser las posibilidades de nuestra sociedad para
el siglo XXI. No hay, insisto, ejemplo histórico que se pueda
comparar con lo que ha sido capaz de evolucionar nuestra sociedad.

Cuando eso es así, objetivamente, lo que tenemos que hacer es sacar
los mejores activos y no enredarnos en discursiones y polémicas que
económicamente son negativas porque no son acordes con la realidad,
que es la integración económica y política que estamos creando en la
Unión Europea.

Quiero agradecer, por último, la intervención del portavoz del Grupo
Popular que ha expuesto con gran acierto y claridad lo que no
solamente es el presente, sino los desafíos de futuro, que es lo que
justifica el proyecto político y el trabajo por ese futuro. En
relación con su pregunta fundamental, que nace -por los avances que
hemos conocido, ya que todavía no han tenido lugar las discursiones
en el seno de las instituciones europeas- de las recomendaciones de
la Comisión en relación con el Programa de Estabilidad del Reino de
España, había una referencia oportuna que haya que clarificar desde
el reconocimiento y la tranquilidad de la sociedad española de que
nadie nos pone peros en los organismos internacionales. Lo que nos
dicen es que sigamos trabajando por afianzar las bases de nuestro
sistema de pensiones y de Seguridad Social.




El señor PRESIDENTE: Señor Eguiagaray.




El señor EGUIAGARAYUCELAY: Me gustaría decir algunas palabras después
de escuchar al señor Montoro, y hacer también alguna referencia a mi
amigo el señor Aguirre, portavoz del Grupo Popular, que ha hecho
algunas
manifestaciones que a lo mejor está dispuesto a retirar. Es legítimo
que tengamos diferencias. No solamente es legítimo sino que es
conveniente que se expresen, pero no he renocido el tono habitual del
señor Aguirre cuando ha dicho, -no creo que se refiriera a su grupo
parlamentario, sino a otro, aunque no lo citaba por su nombre- que
alguna intervención le merecía el calificativo de cinismo
parlamentario, electorero, en la medida en que algunas de sus
afirmaciones parecían estar basadas en la ignorancia de las
alternativas que el Grupo Parlamentario Socialista ha presentado en
materia de pensiones. Yo le invito amablemente a retirar los
calificativos y a consultar el «Diario de Sesiones», especialmente
las enmiendas presentadas a la Ley de Acompañamiento de presupuestos
en Congreso y Senado en relación con una cuestión en la que también
ha incidido después el secretario de Estado y a la que me voy a
referir.

Señor Montoro, quiero empezar agradeciéndole las lecciones que me
parece ha pretendido dar a la Cámara, y a mí en particular. Yo
siempre estoy dispuesto a aprender. Usted ha utilizado un tono
paciente, incluso en algunas ocasiones paternal en sus reconvenciones
y me ha venido a confirmar lo convencido que está de sus
conocimientos y, al parecer, de lo que usted entiende que es la
ignorancia ajena y lo satisfecho que está también de unos resultados,
aunque algunos no los vemos en los mismos términos en que usted los
expresa. Esto no hace sino confirmar la primera apreciación que he
hecho después de escucharle. Más allá de los parientes, me da la
sensación -y lo entenderá como algo no ofensivo- de que usted no
necesita abuela. Rebosa por los poros autosatisfacción cada vez que
se pregunta: ¿Cómo es posible que diciendo las cosas tan exacta, tan
precisa, tan conveniente, tan técnica, tan fundamentalmente, no sea
creído? ¿Será porque los demás son incompetentes? ¿Será porque son
ignorantes? ¿Será, señor Montoro - le invito también a una humilde
reflexión-, porque sin ser ignorante, teniendo algún grado de
competencia, habiéndose tomado uno algún trabajo para reflexionar
sobre las cosas, a pesar de todo, uno no ve las cosas de la misma
manera que usted, o no las ve en todos los aspectos de la misma
manera que usted? Supongo que esta es nuestra función: decir usted lo
que piensa y nosotros reprocharle que venga aquí a hacer propaganda
mucho más que un análisis riguroso no solamente de los éxitos, sino
también de los problemas, que me parece que es de lo que tenemos que
ocuparnos. Sin duda alguna, todo el mundo entenderá justificado que
la oposición ponga el acento en aquello que precisamente es menos
convicente, menos satisfactorio. Pero llama un poco la atención que
pretendan sacar la conclusión (demasiado fácil esto de construir
maniqueos para después jugar al pimpampum y sacar esa conclusión
escrita de antemano) de que no hay alternativa, no hay política
económica, no hay otra forma de ver distinto. Es una especie de
visión unilateral del mundo, una suerte de pensamiento único; no hay
otra forma, los demás, los que no están conmigo no tienen, salvo por
ignorancia, ninguna razón en lo que dicen, ningún elemento nuevo que
añadir, ningún aspecto que subrayar, ninguna alternativa que
proponer. Es demasiado ridículo intelectualmente y, sobre todo,
demasiado conocido como para que a nadie vaya a engañar.

Quiero hacer dos o tres precisiones sobre las revisiones al alza. Si
usted repasa la historia, no solamente la pequeña



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de este Gobierno sino la historia algo más dilatada de los gobiernos
anteriores, incluso de los anteriores a los anteriores, se
encontrará, y no solamente en este país sino en los demás, con que
hay una relativa constancia en un hecho, y es que en los períodos de
expansión en general los gobiernos se equivocan en las previsiones
porque han previsto menos de lo que después ocurre, lo cual es una
norma de buena conducta y de prudencia política. Cuando la expansión
no es prevista en la intensidad con la que después acaba por
producirse es legítimo que se queden las previsiones por debajo.

Pero, además, es que hay una constancia en los comportamientos
políticos de los gobiernos para curarse en salud y poder decir que se
han superado los objetivos establecidos. No importa si se han
superado incluso por vías distintas de las que ellos mismos han
previsto, después las predican como si fueran sus propios éxitos. Lo
hacen ustedes, lo han hecho otros gobiernos anteriores. Y ocurre al
revés en los períodos en los cuales hay inflexión en los ritmos de
actividad económica. Casi siempre se trata de retrasar no solamente
las expectativas, sino la visión común de los ciudadanos y de
contribuir a que el proceso de ralentización del crecimiento tenga
una suerte de acomodación paulatina. Algo de eso es lo que está
ocurriendo.

Mi pregunta continúa siendo relevante, señor Montoro. Yo no deseo,
como usted se imagina a pesar de que diga lo contrario, que la
economía española crezca menos, lo que no deseo es que crezca más.

Cuando usted y yo tenemos los mismos niveles de evidencia sobre lo
que está ocurriendo, el problema es por qué ustedes no revisan lo
que, a todas luces, saben que no se va a cumplir. Ahí hay un problema
muy comprensible en términos políticos: ustedes tienen diciendo a
todos los que le rodean que probablemente esto no se va a cumplir. No
se va a hundir el mundo por eso, ni yo he pretendido que se hunda, ni
lo deseo, el problema está en que algún nivel de reconocimiento de
que estamos en un proceso de desaceleración tendría que hacerse, y
esto lo harán ustedes antes o después. Ojalá que tengan que revisar
poco, pero revísenlo para ser creíbles porque, si no, les seguiré
haciendo la misma pregunta. Mientras que las circunstancias sean las
que hoy son -y yo rectificaré si acaban por ser diferentes- ustedes
tendrán que revisar. ¿Cuándo lo van a hacer? Este mes, no. ¿El mes
próximo, quizá, más acompañados por las previsiones de la Unión
Europea, más acompañados por un nuevo informe de coyuntura del Banco
de España o de otros organismos...? ¿Cuándo lo van a hacer? Porque lo
tendrán que hacer.

En segundo lugar, el empleo. No se enfaden porque yo les señale
limitaciones a sus objetivos. Tanto el señor Aguirre como usted no
han entendido algo que yo he dicho y es que ojalá puedan ser
superados los objetivos que se trazan en materia de empleo, pero,
desde luego, en este momento son mucho menos ambiciosos que los
resultados actuales y nos conducen a algo que no creo que deba ser
precisamente enfatizado, como es una reducción de la tasa de paro en
el año 2002 de 12,8 por ciento porque eso, con los cálculos que
ustedes hacen, solamente se podrá producir si no hay incorporación de
la mujer al trabajo, lo cual es tanto como condenar a mantener una
tasa de actividad femenina muy baja. Eso es lo que dije en la
discusión del Programa de Estabilidad y lo que he tratado, no sé son
con éxito, de repetir
hoy, porque pone de manifiesto hasta qué punto lo que ustedes
están diciendo en este momento es escasamente compatible con las
aspiraciones sociales, no del Partido Socialista, sino las sociales,
las del conjunto de la sociedad, porque no es posible alcanzar esa
tasa que ustedes dicen y enfatizan más que si se produce un hecho
nada deseable y es que no haya un aumento de la actividad femenina,
lo cual me parece que supone un mal acompañamiento de una
determinadas política económica.

En cuanto a las alternativas de política económica, señor Montoro, si
hiciera aquí el ejercicio de traer lo que usted planteó en
legislaturas anteriores sobre alternativas de política económica, por
no recordarle nada más que una que ustedes ni han cumplido ni piensan
cumplir, la rebaja de las cotizaciones sociales, me parece que se
sonrojaría bastante. Por ser bastante más humilde en esa cuestión, en
el reciente debate sobre el Programa de Estabilidad recordará usted
un buen número de alternativas que al portavoz del grupo
parlamentario que sostiene al Gobierno le parecieron que eran
desdeñables porque significaban debates sectoriales. Una política
económica no es solamente establecer una convicción ideológica sobre
el valor del déficit público o de la inflación, que se hace para
alcanzar un determinado déficit público o inflación, y eso
naturalmente implica descender al terreno, hablar de los diferentes
sectores, de la composición de la actividad social y económica, así
como plantear alternativas en todos los terrenos. Eso es un conjunto
de alternativas de política económica que ustedes pueden descalificar
si quieren, pero que no pueden ignorar como inexistentes.

Crear empleo no es social, lo ha dicho usted en un ejercicio de
ironía que no sé si ha sido siquiera comprensible. Por resumir esta
cuestión, señor Montoro, mi reproche no es que no se produzca el
mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones. Esto no es de
este Gobierno, viene de mucho tiempo antes, cuando no solamente se
mantenía el poder adquisitivo sino que se elevaba. Si usted analiza
la evolución entre 1980 ó 1982, si usted quiere, y el año 1995 ó
1996, se encontrará no solamente con un crecimiento sino con una
elevación galáctica en el poder adquisitivo de las pensiones a lo
largo de un período que es el de la creación de nuestro sistema de
protección social moderno. El problema es qué es lo que ha venido
ocurriendo en estos año. Lo que ha ocurrido en estos años ha sido una
desatención relativa que pone de manifiesto una menor prioridad por
algo en lo que -lo reconozco- usted me ha concedido el que yo pudiera
expresar una cierta sensibilidad social, aunque luego la ha
descalificado. Algo de eso está ocurriendo también con la educación,
algo de eso está ocurriendo con la sanidad, y algo de eso está
ocurriendo con un conjunto de cosas que hacen que hoy nuestro sistema
se haya hecho más regresivo, aunque las evidencias estadísticas sólo
empiezan a aparecer y todavía no son suficientemente notorias.

Reconozco que no era excesivamente progresivo en el pasado en sus
efectos económicos globales; probablemente era más proporcional que
progresivo aunque tuviéramos impuestos progresivos, pero en su
conjunto era relativamente proporcional y ahora es claramente
regresivo.

Este en un año en el que, por primera vez en la democracia-y esto
también es por primera vez en la democracia,



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señor Montoro-, la recaudación por impuestos indirectos será superior
a la recaudación por impuestos directos. Si une a eso la pérdida de
progresividad efectiva que tendrá el impuesto sobre la renta, nuestro
modelo anterior, que básicamente tenía incidencia proporcional, ha
pasado a ser claramente regresivo. Y ello precisamente en un momento
en el que la suma de las prestaciones sociales, que eran las que
tenían un carácter más progresivo en nuestro sistema de protección
social, se está reduciendo en términos relativos.

Através de las encuestas de presupuestos familiares y de los análisis
que está haciendo la Unión Europea en este sentido, acabará por
aparecer la evidencia de que el grado de igualdad creciente o de
menor desigualdad relativa en la distribución de la renta que en los
años de los Gobiernos anteriores se produjo y se consiguió en nuestro
país, en este año no solamente se ha paralizado, sino que ha dado
marcha atrás. Hay un retroceso de la igualdad en cuanto a la
distribución de la renta, como tendremos ocasión de discutir.

Al hablar de inflación, señor Montoro, supongo que no me considera
tan estúpido -perdone que me autocalifique- como para pensar que un
nivel de inflación absoluta es irrelevante. Me ha entendido usted
perfectamente; tampoco le considera a usted tan estúpido como para no
entender el argumento que he expuesto en repetidas ocasiones. Cuando
el Banco Centro Europeo ha definido la estabilidad de precios en la
Unión Europea en torno al 2 por ciento, a nadie le puede parecer que
estar en el 1,4 es estar en unos niveles de inflación exagerada; pero
usted sabe que el argumento en términos económicos no es ese. El
argumento en términos económicos es que el problema, por ejemplo, de
la comunidad por la que yo soy parlamentario, Murcia, no es tener una
inflación absoluta mayor o menor, en términos de inflación en que
participa en el conjunto de España, sino tener una mayor inflación
que incida en el precio de los productos y haga relativamente más
difícil la competencia en el mercado nacional lo mismo que en el
internacional. mutatis mutandis, tenemos el mismo problema en la
relación con el mundo; ignorarlo, señor Montoro, con ese argumento,
por otro lado, tan viejo como los análisis del comercio internacional
o el problema de los bienes y servicios comercializables y no
comercializables, es tanto como ignorar que los propios servicios no
comercializables tienen incidencia en el coste de producción de los
bienes y de los servicios que sí son comercializables. Es un problema
que existe en todos los lugares, como en botica, solo que también en
esto tenemos una diferencia con los demás países europeos o con los
Estados Unidos, donde también existe este problema.

Termino, señor Presidente, con las pensiones. Usted ha lamentado mi
intervención en esta cuestión; no sé por qué lo lamenta, si porque lo
denuncie y lo diga o porque lo que yo digo no es verdad. Si que no
diga cosas que no le gustan le sirve para lamentarlo, estamos
simplemente ante una disparidad de criterios; pero si de lo que
estamos hablando es de que lo que yo digo no es verdadero, no es
exacto, no es preciso, entonces yo tendría que estar dispuesto a
rectificar.

Me acusa usted de utilizar el Pacto de Toledo. Le voy a explicar qué
es el Pacto de Toledo, y usted fue uno de los que trabajó como
diputado en su consecución. El Pacto de Toledo, consiste,
políticamente, hablando, en un ejercicio
de zanjar diferencias, todas las diferencias que en materia de
protección social habían separado a la derecha de la izquierda; eso
es el Pacto de Toledo. La derecha de este país -lo digo sin ningún
ánimo peyorativo- no solamente no ha sido partícipe sino que ha
estado en contra de todas las normas e instituciones en las que se ha
traducido el Estado del bienestar en nuestro país. Las leyes de
pensiones, las leyes sanitarias, las leyes educativas, todos lo que
integra, en el sentido amplio del término, el Estado del bienestar,
merecieron a lo largo de más de diez año la oposición de la derecha
democrática española.

El Pacto de Toledo, por el contrario, en un esfuerzo por poner en
común algo en lo que, entendido como un logro social, la derecha
debía participar. Estoy satisfecho de que hiciéramos un Pacto de
Toledo. Algunos creían que no era razonable dar la oportunidad de
participar en Pacto de Toledo a quienes se habían opuesto a todo eso,
porque era tanto como contribuir a lavar lo que podríamos llamar
coloquialmente sus pecados. ¿Qué es lo que ha ocurrido, señor Montoro
-y esta es la gran decepción-? La gran decepción, señor Montoro, es
que ustedes han firmado un pacto y no lo cumplen; no solamente no lo
cumplen sino que dicen abiertamente que no tienen la menor intención
de cumplirlo; dicen abiertamente que ahora lo que quieren es otro
Pacto de Toledo, un Pacto de Toledo II, lo han dicho en las ponencias
del Partido Popular, lo ha dicho el señor Rato recientemente en esta
misma Comisión, lo ha dicho usted hoy con otras palabras diferentes,
lo ha sugerido el portavoz del grupo parlamentario haciéndose eco de
qué interpretación habría que dar al hecho de que tenemos todavía que
ajustar el sistema de pensiones.

Me reprocha algunas cosas que debería usted corregir. Primero, no es
verdad, señor Montoro, que el Grupo Parlamentario Socialista no haya
presentado enmiendas en el momento de la discusión. Repase usted las
enmiendas presentadas por el Grupo Parlamentario Socialista en el
Senado, repase las hemerotecas y se encontrará con una rueda de
prensa, a la que dimos mucha importancia, que convocamos para
expresar lo que queríamos que se hiciera en materia de complementos
de mínimos y pensiones no contributivas para alcanzar exactamente lo
mismo que en este momento estamos planteando en el Congreso de los
Diputados: una elevación de 2000 pesetas mensuales en los
complementos de mínimos y en las pensiones no contributivas, que
solamente servirían para que las pensiones mínimas de jubilación, con
cónyuge a cargo, para mayores de 65 años, al menos llegaran a este
año al salario mínimo interprofesional.

Segundo. Usted cree que una comunidad autónoma pretende sustituir al
Congreso de los Diputados y no se ha tomado, al parecer, ni siquiera
el trabajo de leerse las disposiciones. Porque las pensiones
establecidas en los presupuestos solamente se pueden modificar en los
presupuestos, pero por parte de una comunidad autónoma no se trata de
modificar los presupuestos, se trata de hacer un proceso adicional,
sin modificación de las pensiones establecidas, que signifique,
incluso sin consolidación, una paga adicional este año para hacer
aquello que ustedes debían hacer para repartir mejor los frutos de
crecimiento y que nosotros queremos extender a todas las comunidades
autónomas a



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través de la propuesta que hemos hecho en el Congreso de los
Diputados.

Ustedes no cumplen el Pacto de Toledo; y no lo cumplen -y eso es
perfectamente compatible con nuestra afirmación de la situación
patrimonial de la Seguridad Social porque ni han cumplido el
compromiso de separación de fuentes de financiación desde el año 1995
hasta aquí ni -según sus afirmaciones- lo piensan cumplir. En el año
1995 el Estado aportó para los complementos de mínimos, que
evidentemente es una prestación no contributiva, 232.000 millones de
pesetas. ¿Saben cuánto han aportado en los años 1997, 1998, y 1999?
En el año 1997, 16.000 millones; 16.000 millones en 1998 y 16.288
millones en el año 1999. Dicho de otra forma, señor Montoro, si en el
año 1995 la transferencias del Estado cubría aproximadamente el 40
por 100 de los complementos de mínimos, ahora cubre solamente el 3
por 100. Eso quiere decir que en esta materia se ha deteriorado el
equilibrio financiero del sistema de la Seguridad Social precisamente
por la no separación de fuentes de financiación en un cifra,
dependiendo de que se hubiera estimado que debieran crecer con el IPC
o con el PIB, que oscila entre 725.000 y 785.000 millones de pesetas.

El Gobierno no solamente no ha configurado un fondo de reserva, como
estaba previsto en un período de bonanza en el Pacto de Toledo, sino
que ha llevado a una situación de deterioro patrimonial. Liquidadas
las cuentas de la Seguridad Social del año 1997, y el proceso
continúa en 1998 y en 1999, resulta que el endeudamiento de la
Seguridad Social ha sido de casi un billón 300.000 millones de
pesetas más de lo que existía en 1995. O, dicho de otra manera, con
los datos de 1997, y la cuenta continúa aunque no hay cifras todavía
de la liquidación definitiva de 1998 y 199, pero las hay de previsión
presupuestaria, resulta que el neto patrimonial, es decir, los fondos
propios del sistema de la Seguridad Social, arroja un saldo negativo
de un billón 155.315 millones de pesetas, cifras oficiales de 1997.

Tiene la significación que tiene, pero expresa lo que he dicho, que
es perfectamente compatible el deterioro patrimonial con el hecho de
que haya habido aumento de cotizantes, con el hecho de que haya
habido aumento de ingresos, con el hecho de que disminuya la
participación de las pensiones en el PIB y con el hecho de que
sigamos todavía con una ridícula participación del Estado en la
financiación de los complementos de mínimos.

Por lo tanto, señor Montoro, cuando habla de protección social le
rogaría que tuviera usted al menos el decoro de pensar que quienes
estamos defendiendo este tema no lo hacemos por querer poner en
cuestión ni instituciones del Estado que nos son muy queridas ni un
criterio de igualdad de los ciudadanos, sino porque en su ejercicio
legítimo, las comunidades autónomas, salvando la ley, pueden hacer
uso de sus recursos para hacer aquello que ustedes no hacen. Además,
el Grupo Parlamentario Socialista, que ya lo ha planteado en el
Congreso de los Diputados, lo va a seguir planteando porque aquí
ustedes no solamente están tocando el violín, si me permite la
expresión, sino poniendo de manifiesto, legalmente, hasta qué punto
una aparente fortaleza del Gobierno es capaz de expresarse contra
aquellos que tienen más necesidad. Señor Montoro, le rogaría que,
además de darnos lecciones y de pretender que somos ignorantes
e incompetentes, tuviera la humildad de reflexionar un poquito
sobre lo que le he dicho.




El señor PRESIDENTE: Señor Zabalía.




El señor ZABALÍA LEZAMIZ: Simplemente quiero agradecer al señor
Montoro las aclaraciones, porque podríamos llegar a preocuparnos si
fuera cierto lo que aparecía en la prensa. Veo que no es así y que
analiza la consideración del Estado de las autonomías como un caso
único en la historia -no sé si ha dicho en la historia, pero al menos
como caso único-, que no quiere decir que sea el mejor o el peor,
sino distinto a otros casos. Hasta ahí llegamos. De todas formas, y
sobre la base de todo lo que ha dicho y del espíritu que subyace en
sus afirmaciones, brindo porque vayan en la línea de la consolidación
del Estado de las autonomías, sobre todo en la corresponsabilidad
fiscal. Nosotros no creemos que esté consolidado y no podemos decir
que lo esté cuando a la Comunidad Autónoma del País Vasco, desde hace
20 años, le faltan 42 transferencias por hacer. Y, por favor, no me
conteste lo que me contestó en la anterior comparecencia el señor
Rato, que dio a entender que era porque no queríamos. Usted sabe que
eso no es cierto. Nosotros pedimos transferencias, no
descentralización de algunas cuestiones, que es lo que ustedes
ofrecen. Por eso le invito, en ese análisis que ha hecho y en esa
buena voluntad que parece que tiene el Gobierno de conseguir una
verdadera consolidación, a que lo hagan en la práctica y lleven a
efecto esa etapa que está absolutamente paralizada en lo que a
transferencias se refiere, por lo menos en la Comunidad Autónoma del
País Vasco. Yo le animo a que, si es cierto lo que ha dicho, lo
lleven a la práctica, porque si no nos quedamos simplemente en
manifestaciones que, al final, no conducen a ninguna parte.




El señor PRESIDENTE: Señor Aguirre.




El señor AGUIRRE RODRÍGUEZ: Retomando el tono de serenidad,
abandonando la grandilocuencia de algunos intervinientes en el primer
turno y no pretendiendo en ningún caso instalarme en el paternalismo,
señor Eguiagaray, debo reconocer que la afirmación de cinismo
parlamentario no es en absoluto nada personal y más viniendo de
usted. Y como ha hecho gala de la amistad que nos une, yo también, si
quiere, inclusive, empiezo por retirar el término.

Pero déjeme decirle una cosa. Se puede rectificar, pero los
antecedentes vienen mal para las rectificaciones, porque desde la
ignorancia en la que yo puedo navegar en este momento respecto a la
existencia o no de enmienda a los presupuestos o a la Ley de
acompañamiento, yo le afirmo que no hay tal enmienda relativa a las
pensiones no contributivas. Le recuerdo más, las únicas enmiendas en
materia de pensiones que su grupo presentó hablaban del período de
cotización, de las pensiones de viudedad y de las pensiones de
invalidez. Por tanto, podemos confrontar quién tiene más ignorancia
sobre aquel trámite parlamentario, pero, una vez que usted se lo
demuestre a sí mismo y yo me lo demuestre a mí mismo, no se esgrima
que existe tal enmienda como antecedente de una posición en la que
quiere usted fundamentar su actuación actual. Si usted me



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demuestra que existe una enmienda, razón de más para que retire lo
que ya le he dicho que retiro. En segundo lugar, si usted consigue
demostrar que la comunidad autónoma de la que usted y yo estamos
hablando ha alcanzado un pacto para cancelar la deuda que mantiene
con la Seguridad Social y lo ha incumplido, si me demuestra que no es
verdad lo que le digo, razón de más para que retire el término.

Ytodavía le digo otra cosa más, si usted me demuestra que la
comunidad autónoma a la que usted y yo hacemos referencia puso y se
comprometió en sus presupuestos a cumplir con un incremento de
salario social, cosa que luego incumplió y que no ha pagado, si me
demuestra que esto que digo no es verdad, que yo estoy en la
ignorancia y, por tanto, utilizando arteramente este tipo de
incumplimiento, razón de más para que retire lo dicho.

Lo que ocurre es que los únicos que se permitieron aquí la licencia
política, parlamentaria y mitinera de decir que si Aznar llegaba al
Gobierno bajábamos y quitábamos las pensiones fueron ustedes y,
claro, llueve sobre mojado. No obstante, retiro lo del cinismo
parlamentario y le dejo a usted que redacte cómo calificaría la
actitud de aquellos que prometen un salario social y no lo pagan, de
aquellos que alcanzan un pacto para cancelar la deuda de la Seguridad
Social y lo incumplen o de aquellos que dicen que han presentado
enmiendas defendiendo la mejora de las pensiones contributivas y no
es cierto. Le dejo que califique como quiera esa actitud.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Montoro.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMÍA (Montoro Romero): En este
turno, ya final, diré que no le quepa duda a nadie, y mucho menos al
señor Eguigaray, de que lo que muchas veces define los objetivos
fundamentales de la vida es aprender, y es evidente que todos estamos
aprendiendo mucho de todos. Pero también es cierto que si la
democracia enseña algo es que la democracia es Gobierno y es opinión,
y para hacer un buen ejercicio de oposición hay que controlar al
Gobierno y presenta alternativas de Gobierno, y eso significa que hay
que construir todo un instrumento alternativo de políticas económicas
y políticas sociales. Eso es lo que, a estas alturas de la
legislatura -y lo digo quejándome de ello, lamentando que ello sea
así, créanme, señorías, porque creo que en un país plenamente
democrático el papel de la oposición como alternativa es muy
importante-, todavía no vemos sobre la mesa y cuando hacemos un
debate como el de esta mañana, sustentado en una evolución económica
estadística, yo no aprecio que se discutan las estadísticas para nada
ni aprecio que se discuta nada, sino que se nos advierte que puede
haber un desacelebración. Y yo le pregunto a su vez a quien nos lo
advierte: ¿Tanta importancia tiene una o dos décimas de crecimiento
sobre la actividad económica? ¿Qué ocurre cuando un país crece de un
manera superior o inferior en décimas? ¿Es que se rompe algo
fundamental en ese país, se deja de estar en la convergencia real o
se deja de reducir el déficit público? Señorías, lo importante es
estar en una fase de pleno crecimiento, diferencial con el de la
Unión Europea, en el sentido de convergencia real, y fundamentalmente
sano, asentado en los valores de baja
inflación, con una balanza de pagos que permite adivinar un futuro
sustentado por la financiación económica del país y con la
consiguiente reducción del déficit público. Por eso, si todo el
debate de esta mañana con el Grupo Socialista, en esta Comisión, se
centra en esa décima sobre la que me pregunta, la verdad es que yo no
acabo de entender sobre qué estamos debatiendo, si en cuanto a
alternativas de política económica, que ésas son las importantes, o
en cuanto a las de política social a las que se refería.

En relación con la progresividad de los impuestos, eso es algo que
les dejo a ustedes mientras sigan anunciando que suben los impuestos
en España. Yo ya he debatido durante muchos años con usted el futuro
de las imposiciones; estamos aplicando un programa fiable, donde se
anuncia una bajada de los impuestos y una reforma de los mismos, pero
ustedes, por supuesto, anunciarán subidas por la progresividad.

Ustedes sigan anunciando que, cuando lleguen al Gobierno, subirán los
impuestos a los españoles y yo no tendrá más remedio que estar en la
oposición explicando que se puede hacer otro tipo de política
tributaria. Repito, ustedes, en aras a eso que llaman progresividad,
anuncien subidas de impuestos a los asalariados en España, que el
futuro electoral que se adivina de este tipo de estrategia ya está
suficientemente demostrado.

Vamos al debate de las pensiones, que me parece especialmente
relevante. El ejercicio que acaba de hacer es, en primer lugar, un
ejercicio explicativo del espíritu de Toledo, que, por cierto,
arrancaba de una explicación sobre las previsiones de los gobiernos
que realmente ha sido interesante escuchar por el hecho de haber sido
miembro de varios gobiernos anteriores. Los gobiernos, decía, siempre
fallan en expansión económica, sin duda alguna, y por eso en España
siempre se han cumplido los objetivos gubernamentales de inflación,
de estabilidad, de balanza de pagos y sobre todo de déficit público y
de deuda pública. Éste es el resumen de los últimos 20 años de la
historia económica española y no hay más que leer los diarios de
sesiones de los debates parlamentarios -está todo publicado y hecho
realidad en las estadísticas económicas españolas- para ver la
fiabilidad de los pronósticos en un momento determinado. Dejemos que
la historia juzgue esos comportamientos, dejemos que sean ella y los
historiadores los que hagan este tipo de balance. Lo que pasa es que
me ha resultado interesante esa expresión, sobre todo cuando en una
historia económica como la española ha habido tal grado de aciertos
en el pasado, en especial en inflación y déficit público, donde los
aciertos han sido siempre plenos y siempre se han conseguido los
objetivos con holgura. Subrayo la palabra siempre de forma irónica,
por supuesto, para que quede claro en el «Diario de Sesiones» que lo
de siempre es a cuento de una cierta ironía parlamentaria. (Risas.)
En lo que se refiere al debate de las pensiones, yo creo que, en
primer lugar, ha quedado claro que no es verdad que ustedes
presentaran esas enmiendas en su momento procesal y, en segundo
lugar, lo que tampoco es cierto, aunque eso ya lo escribirán los
historiadores, es por qué se inició en España el Pacto de Toledo. El
Pacto de Toledo se inicia en España en un momento económicamente muy
delicado y, si no se reconoce esto así, no nos daremos cuenta nunca
de los avances en la estabilidad que están registrando. En primer
lugar, el Pacto de Toledo surge en España



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porque hay una evolución del propio sistema de pensiones que, al
estar ligado a la inflación y con un bajo crecimiento económico, se
está desequilibrando presupuestariamente, tendiendo a incurrir en un
peligroso déficit del sistema. A raíz de ese planteamiento, una de
las cosas más razonables que ha hecho la democracia es conseguir ese
pacto, que, efectivamente, es un pacto político traducido después a
la arena social en una ley que se vota en esta Cámara y que se
acuerda con los sindicatos -le recuerdo a su señoría que se acuerda
con los agentes sociales y se vota en esta Cámara-, donde se plasma y
se concreten los preceptos fundamentales en materia de evolución del
sistema público de pensiones, entre ellos la actualización, que
corresponde a la Ley de Presupuestos Generales del Estado y a la Ley
General de la Seguridad Social de cada año en materia de presupuestos
de la Seguridad Social. Además, en esa ley, señor Eguiagaray, también
se define qué va a ocurrir con los complementos de mínimos.

Le recomiendo que se lea la Ley porque ahí es donde se hace
referencia y se explica cómo a partir de que se lleve adelante esa
separación de fuentes se tratará y se estudiará la naturaleza de los
complementos de mínimos. Lo dice la Ley que seguramente usted mismo,
sentado en su escaño, votó, con lo cual no entiendo nada de lo que me
ha planteado esta mañana aquí sobre complementos de mínimos, sobre
división de fuentes, etcétera. Todo eso está claro en la Ley,
respaldada por los agentes sociales, respaldada por los sindicatos.

Les recomiendo a SS.SS. que lean la Ley, que lean sus preceptos y que
a partir de ahí se lo expliquen a la opinión pública.

Sobre el futuro del Pacto de Toledo les diré que lo que prevé el
Pacto de Toledo es que se revisará a los cinco años. En ese sentido,
no hay ninguna oferta de resucitar el Pacto de Toledo, hay que
cumplir con las previsiones del propio pacto; los cinco años se
cumplen en el año 2000 y los que hemos participado en el Pacto de
Toledo sabemos que ese procedimiento es laborioso, que exige mucho
análisis, mucho diagnóstico, muchas comparecencias, mucho contraste
de opiniones no sólo entre los miembros políticos y las
administraciones públicas, sino también con la propia sociedad con
los agentes sociales, con los expertos estudiosos del sistema de
pensiones y, en definitiva, todo eso lleva su tiempo. Por tanto, no
hay ninguna oferta de recrear ningún Pacto de Toledo, hay que cumplir
con lo que establece ese Pacto de Toledo, igual que lo está haciendo
el Gobierno en la separación de fuentes de la Seguridad Social.

Estarán perfectamente separadas el año próximo y será en esa revisión
del Pacto de Toledo donde habrá que definir la financiación del
complemento de mínimos, tal y como establece -insisto- la Ley de
Pensiones vigente en España.

Por tanto, no confundamos a la opinión pública, no le digamos cosas
extrañas, no le digamos cosas anómalas y, sobre todo, no hagamos otra
vez el discurso que le acabo de oir de que el balance patrimonial es
deficitario o está desequilibrado. Usted mismo ha dicho que esto es
relativo. Claro que es relativo, porque usted sabe que ese balance
patrimonial no es más que la deuda con el Estado. En definitiva,
usted está llamando patrimonio deficitario a una deuda que tiene la
Seguridad Social con el Estado y que es el Estado el que está
financiando, dentro de su cuenta financiera, las consecuencias de la
existencia de esa deuda.

Por tanto, no hay ningún problema en la Seguridad Social por esa vía,
no existe ese balance patrimonial inducido negativamente, no hay
ningún problema ni ninguna consecuencia económica, señor Eguiagaray,
está financiado ya plenamente en el mercado, está descontado en los
mercados en forma de deuda y, por ello, no nay nada pendiente a ese
respecto, porque la Seguridad Social de hecho funciona como una caja
de ingresos y pagos mensuales, algunos meses con la doble paga
correspondiente. Por tanto, no hay por qué lanzar ninguna duda -como
usted acaba de volver a hacer esta mañana- sobre la situación
patrimonial o el balance patrimonial o la situación financiera de la
Seguridad Social, que está tendiendo al equilibrio, y aquí tengo el
gráfico correspondiente. En el año 1995, el déficit de la Seguridad
Social era del 0,72 en el año 1999 será, según la previsión
presupuestaria, del 0,10 y en el año 2000, según el programa de
estabilidad, estará en equilibrio presupuestario pleno. Ese
equilibrio presupuestario es la mejor garantía que han de tener los
pensionistas en España, como lo es el superávit mismo del Estado. El
superávit del Estado es la mejor garantía de que el Estado tiene
recursos suficientes para atender sus necesidades básicas, incluidas
las del propio sistema de Seguridad Social. Para ello es fundamental
continuar con este crecimiento económico y para ello también es
fundamental continuar con las características esenciales del
crecimiento, empezando por la baja inflación. Me alegro de que no
tengamos ningún tipo de discrepancia sobre el nivel absoluto de
inflación -la verdad es que había apreciado otra cosa en su
intervención inicial-, me alegro de que lo veamos todos tan claro,
porque cuando la inflación es tan baja obviamente se hacen los
presupuestos de una manera completamente distinta a cuando la
inflación era tal alta. Les recuerdo que en el año 1995 el
diferencial de inflación de la economía española no cumplía el
criterio de Maastricht y, por tanto, no podemos decir que ahora
hayamos empeorado ese diferencial cuando lo que nos está separando de
la zona de la unión monetaria, en este caso, son 6 o 7 décimas y
cuando el criterio de acercamiento de la inflación nunca ha llegado a
los niveles tan bajos que, afortunadamente, registrammos en la
actualidad.

Acabo, pues, presidente -además me parece obligado hacerlo-,
insistiendo en que más allá de determinadas peticiones de grupo
parlamentarios lo importante es que para afianzar el crecimiento
económico conozcamos realmente cuáles son las alternativas de
políticas económicas y transmitamos a los ciudadanos la seguridad, la
fiabilidad de que su sistema público de pensiones está asegurado
desde este crecimiento económico, que tiende realmente a superar los
viejos déficit, los viejos problemas de endeudamiento preexistente.

Al señor Zabalía tengo que insistirle en que la voluntad del Gobierno
claramente es completar el Estado de las autonomías, completarlo en
los dos tramos, tanto en el ámbito de prestaciones de gastos a
gestionar como en el tramo financiero, en el sentido de dotar de
recursos suficientes para que las autonomías colaboren con su
equilibrio presupuestario a la estabilidad económica del conjunto del
país. A ese respecto he de decir que se han completado las
transferencias puntualmente, como sabe no ya el portavoz del Partido
Nacionalista Vasco, sino todo el grupo, en momentos en los que se
llegó a acuerdos para desarrollar el



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Estatuto de Guernica que, por lo demás, es apoyado por la mayoría,
por no decir la totalidad, de los partidos políticos que están
implantados en esa comunidad autónoma. (El señor Eguiagaray Ucelay
pide la palabra.)



El señor PRESIDENTE: ¿Para qué solicita la palabra?



El señor EGUIAGARAYUCELAY: Señor presidente, no tema. Solamente
quería hacer llegar a la Presidencia la intención de mi grupo de que
conste en el «Diario de Sesiones» de esta Comisión la enmienda que el
Grupo Parlamentario Socialista presentó en el Senado a la Ley de
acompañamiento, que ha sido negada por el secretario de Estado y por
el por el portavoz del Grupo Parlamentario Popular.




El señor PRESIDENTE: Artículo 73.2, señor Eguiagaray. La puede leer.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Es para quequede constancia.

Enmienda número 683 del Grupo Parlamentario Socialista. Al amparo de
lo previsto en el artículo 107 del Reglamento del Senado formula la
siguiente enmienda al artículo 45. De modificación. Sustituir el
cuadro... etcétera (imposible de reproducir la palabra). Permitir la
repercusión de la situación económica en colectivos excluidos de las
ventajas fiscales del Gobierno. Era la justificación. Ahí se
contienen las propuestas de modificación, lo mismo en pensiones de
jubilación, de incapacidad permanente, de viudedad, de orfandad, como
en favor de familiares, etcétera, etcétera.

El texto es el mismo que hemos presentado también en el Congreso de
los Diputados en relación con esta misma cuestión en el año 1998,
reiterando la iniciativa que ya presentamos.




Como se ha negado esto...




El señor PRESIDENTE: Señor Eguiagaray, por favor. Estamos en un
trámite relativo al artículo 73.2.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Como me ha pedido que lo lea, lo leo.




El señor PRESIDENTE: Si lo lee, hágalo. Si no, déjenos copia y se la
pasaremos a todos los grupos parlamentarios.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMÍA (Montoro Romero): Perdón.

Para aclarar esto tengo que preguntar al Grupo Socialista dónde
aparece el
extremo que acaban de solicitar en esa enmienda en relación con las
pensiones no contributivas, porque no lo leo ahí, señoría. (Rumores.)



El señor PRESIDENTE: Señor secretario de Estado y señores diputados,
procedo a leer la enmienda número 683. ¿Es la enmienda 683, señor
Eguiagaray? En esta hoja vienen varias.




El señor EGUIAGARAYUCELAY: Si no me he equivocado, sí.




El señor PRESIDENTE: De acuerdo.

El Grupo Parlamentario Socialista, al amparo de lo dispuesto en el
artículo 107 del Reglamento del Senado, formula la siguiente enmienda
al artículo 45 (no sé a qué se refiere; dice usted que se refiere a
la Ley de acompañamiento para el ejercicio 1999), de modificación.

Sustituir el cuadro por el siguiente. Clase de pensión: jubilación.

Titular con sesenta y cinco años con cónyuge a cargo, pesetas/ año
966.700; sin cónyuge a cargo, pesetas/año 825.860. Y al final usted
señala: Justificación: Permitir la repercusión de la situación
económica en colectivos excluidos de las ventajas fiscales del
Gobierno.

Se suministrará copia a los grupos parlamentarios. (El señor Aguirre
Rodríguez pide la palabra.)



Señor Aguirre.




El señor AGUIRRE RODRÍGUEZ: Sencillamente quiero señalar a efectos
del acta, que mi grupo, tras la lectura de la enmienda que acaba de
hacer la Presidencia, se ratifica en la intervención última, en la
que se trataban...




El señor PRESIDENTE: Señor Aguirre, no es un problema de actas o de
no actas. El señor Eguiagaray ha pedido un trámite al amparo del
artículo 73 del Reglamento: aportación de documentos al debate de la
Comisión, y no hay más.




El señor AGUIRRE RODRÍGUEZ: El señor Eguiagaray ha demostrado que no
le bastaba con las pensiones no contributivas.




El señor PRESIDENTE: Señor Aguirre, no tiene la palabra.




Se levanta la sesión.




Eran las dos y quince minutos de la tarde.