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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 455, de 13/05/1998
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CORTES GENERALES



DIARIO DE SESIONES DEL



CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



COMISIONES



Año 1998 VI Legislatura Núm. 455



ASUNTOS EXTERIORES



PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. FRANCISCO JAVIER RUPEREZ RUBIO



Sesión núm. 35



celebrada el miércoles, 13 de mayo de 1998



ORDEN DEL DIA:



Dictamen sobre:



--Protocolo al Tratado del Atlántico Norte sobre la adhesión de la
República de Hungría, hecho en Bruselas el 16 de diciembre de 1997
(Número de expediente 110/000170) (Página 13104)



--Protocolo al Tratado del Atlántico Norte sobre la adhesión de la
República Checa, hecho en Bruselas el 16 de diciembre de 1997 (Número de
expediente 110/000171) (Página 13104)



--Protocolo al tratado del Atlántico Norte sobre la adhesión de la
República de Polonia, hecho en Bruselas el 16 de diciembre de 1997
(Número de expediente 110/000172) (Página 13104)



Proposiciones no de ley:



--Sobre adhesión de nuevos miembros a la Alianza Atlántica. Presentada
por el Grupo Socialista del el Congreso (Número de expediente 161/001024)
(Página 13110)



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Se abre la sesión a las cinco y cinco minutos de la tarde.




DICTAMEN SOBRE:



--PROTOCOLO AL TRATADO DEL ATLANTICO NORTE SOBRE LA ADHESION DE LA
REPUBLICA DE HUNGRIA, HECHO EN BRUSELAS EL 16 DE DICIEMBRE DE 1997
(Número de expediente 110/000170).




--PROTOCOLO AL TRATADO DEL ATLANTICO NORTE SOBRE LA ADHESION DE LA
REPUBLICA CHECA, HECHO EN BRUSELAS EL 16 DE DICIEMBRE DE 1997 (Número de
expediente 110/000171).




--PROTOCOLO AL TRATADO DEL ATLANTICO NORTE SOBRE LA ADHESION DE LA
REPUBLICA DE POLONIA, HECHO EN BRUSELAS EL 16 DE DICIEMBRE DE 1997
(Número de expediente 110/000172).




El señor PRESIDENTE: Señoras y señores diputados, buenas tardes.

Comienza esta sesión de la Comisión de Asuntos Exteriores, cuyo orden del
día conocen sobradamente, y tiene como único centro de atención, por una
parte, la ratificación de los tres protocolos de adhesión a la Alianza
Atlántica de la República Checa, de Polonia y de Hungría, y por otra
parte una proposición no de ley presentada por el Grupo Socialista que
versa exactamente sobre el mismo tema. No se les oculta que la
Presidencia, de acuerdo con la Mesa de esta Comisión, ha querido que esta
ocasión tuviera un carácter de cierta significación y por eso los únicos
puntos del orden del día se refieren a estos tres tratados y a la
proposición no de ley consiguiente.

Vamos a proceder, si les parece, de manera que haya una sola ronda de
portavoces, un solo debate donde tratemos conjuntamente los tres
protocolos, con independencia de que en el momento de las votaciones se
proceda individualmente a cada una de ellas, y después procederemos al
debate y eventual votación de la proposición no de ley con las enmiendas
que a ella se hayan presentado.

Sin más preámbulo, vamos a comenzar el debate sobre los protocolos de
adhesión de la República de Hungría, de la República Checa y de la
República de Polonia al Tratado del Atlántico Norte, constitutivo de la
Alianza Atlántica.

En primer lugar, voy a dar la palabra al portavoz del Grupo Popular, don
José María Robles.




El señor ROBLES FRAGA: Esta es sin duda una ocasión de especial
importancia. Estos tratados no son --por así decirlo-- como tantos otros
que tenemos ocasión de aprobar o de aceptar en este mecanismo
parlamentario. La adhesión de Hungría, de Polonia y de la República Checa
a la Alianza Atlántica, al Tratado de Washington, que significa la
entrada de tres nuevos países nacidos de la antigua Europa comunista en
la organización de seguridad más grande y más importante de nuestro
globo, es una ocasión especialmente relevante y que debe ser destacada,
por lo que sin duda es un acierto de la Presidencia de esta Comisión que
hayamos tenido esta reunión en estos días de intenso debate político en
la Cámara para acelerar o iniciar el proceso de ratificación de estos
protocolos de adhesión que, como ustedes saben, fueron firmados hace ya
unos meses.

España no podía llegar tarde a esta cita, no podía retrasarse, no podía
ser uno de los países que por último dieran su aprobación, su consenso a
la entrada de estos nuevos socios y aliados en nuestra organización de
defensa y seguridad.

Permítanme que continúe esta breve exposición, que espero no aburra
demasiado a SS. SS., haciendo una profesión de fe atlantista: creo que es
bueno decir que el debate abierto en el año 1989 sobre el sentido de una
Alianza Atlántica, de su existencia y continuidad después de la caída del
muro de Berlín y por tanto de la desaparición del gran enemigo soviético
y sus socios y aliados de entonces, es un debate que ha sido superado por
la propia capacidad de la Alianza Atlántica de adaptarse interna y
externamente. Ese proceso de adaptación, de reformulación y de cambio
está siendo realizado con éxito y consentido común. Los distintos pasos
que se han ido dando en las distintas etapas de este proceso están siendo
culminados con éxito, y la Alianza Atlántica en este tiempo ha sido capaz
de seguir suministrándonos esa garantía de estabilidad y seguridad que
nos permite garantizar no solamente nuestra libertad, sino también
nuestro progreso y nuestro desarrollo social y económico.

A mí me parece importante recordar que la ampliación es uno de los
elementos fundamentales de este proceso de adaptación interna y externa,
pero no es el único; hay otros. Naturalmente, la estabilización y
desarrollo de nuestras relaciones con Rusia y con Ucrania, el aumento de
la eficacia --eficacia en términos de seguridad, de efectividad militar--
y las nuevas misiones de la Alianza Atlántica, la creación de mecanismos
como son el Consejo Euroatlántico y la Asociación por la Paz, así como
toda esta nueva formulación de organización de fuerzas, de mandos,
etcétera, en la que nuestro país --y eso es importante decirlo-- está
teniendo un papel destacado.

El proceso de ampliación tenía como objetivo, si ustedes recuerdan,
contribuir a una mayor estabilidad mediante el apoyo a las reformas
democráticas, incluyendo el control civil y democrático de las fuerzas
armadas de los países candidatos, promoviendo --y cita a los nuevos
miembros-- en los nuevos miembros los hábitos de cooperación, consulta y
consenso y las buenas relaciones de vecindad, aumentando la transparencia
en el planeamiento de la defensa y en los presupuestos militares,
reforzando la tendencia, la integración y la cooperación en Europa, así
como la capacidad de la Alianza de contribuir a la seguridad europea
internacional, lo que incluye la realización de misiones de mantenimiento
de la paz, bajo la autoridad de Naciones Unidas o de la OSCE, ampliando y
reforzando el



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vínculo trasatlántico y permitiendo que los países candidatos asumieran
de este modo el compromiso de resolver sus disputas internacionales por
medios pacíficos, con abstención de la amenaza o del uso de la fuerza en
las relaciones internacionales.

Hubo quien dijo que este proceso de ampliación iba a crear nuevas
rupturas, nuevas fracturas en la realidad de la gran Europa, que si no
escucháramos la voz y la petición de los nuevos aliados íbamos a tener
nuevos enemigos allá donde no había en ese momento problemas de
seguridad, y tengo que recordar que esas previsiones pesimistas no se han
cumplido. La invitación y el proceso previo de la invitación a la
adhesión de la República Checa, Polonia y Hungría no ha provocado nuevas
fracturas, sino que ha acelerado los mecanismos de acuerdo, de buena
vecindad, de consenso, de concertación entre esos países y sus vecinos.

Eso ha sucedido con los candidatos que todavía están en la lista de
espera, que han sabido también comprender la importancia de reforzar los
mecanismos de cooperación, de consulta, de consenso en el seno de Europa,
del espacio de seguridad europeo; por tanto la Alianza Atlántica en este
momento sale reforzada, y no debilitada, del proceso de la ampliación.

Terminaré recordando que España siempre apoyó esta ampliación, que en la
cumbre de Madrid, cuya declaración es uno de los hitos fundamentales de
este proceso de ampliación y no solamente antes, sino después de esa
cumbre, nuestro país siempre fue partidario de la ampliación de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte, no solamente porque
pretendíamos así responder a nuestras legítimas aspiraciones de seguridad
y estabilidad en Europa, sino porque respondíamos así a las legítimas
aspiraciones de los países de Europa central y oriental, y porque
entendíamos, y lo entendíamos por experiencia reciente propia, que el
ingreso en la Alianza, como lo fue cuando España entró en la Alianza
Atlántica, era y es un factor importante de consolidación de las reformas
y de los procesos democráticos en esos países. El ingreso en la Alianza
contribuía y contribuye de forma decisiva a la estabilidad regional, pero
sobre todo y en primer lugar --ésa es una de las razones que han
explicado la urgencia y la voluntad de ingreso en la Alianza Atlántica--
contribuye a la estabilidad interna de esos países, y que la ampliación
de la Alianza contribuía a crear un marco de seguridad europeo extendido,
grande, sin nuevas líneas divisorias sin zonas grises ni zonas en las que
la seguridad estaba garantizada de forma mucho más deficiente.

Los países cuya adhesión a la Alianza Atlántica aprobamos hoy han
realizado bien sus deberes, han realizado los esfuerzos de cambio y de
adaptación interna que se les había exigido. Ese proceso que ha sido
gradual, largo y lleno de trabajo, de esfuerzo, de contacto, de
comunicación, les ha permitido ir participando de una forma que yo creo
no tiene precedentes en organizaciones similares desde el inicio del
proceso de adhesión, en la mayoría de los órganos y les ha permitido
conocer ya lo que es la vida interna de la Alianza Atlántica. Se trata,
por tanto, de tres países que pasan no solamente a la categoría de
aliados, a partir de la de países amigos, países que ya están preparados
para asumir desde el primer momento sus responsabilidades como socios y
aliados de la Alianza que nos une.

Terminaré señalando una última cosa: España, es evidente (y tendremos
ocasión de hablar luego, aunque sea brevemente, con motivo de la
proposición no de ley que hoy presenta el Grupo Socialista), ve así
ratificado su camino histórico reciente. La incorporación a este gran
espacio de seguridad que une los dos lados del Atlántico, el lado europeo
y el lado americano, es un camino irrevocablemente unido a la libertad
democrática conquistada y a la expresión mayoritaria de nuestros pueblos
que desean vivir en paz y asegurar su propia paz y la de sus vecinos
junto con nuestros socios democráticos.

Por tanto, el binomio libertad y seguridad que presidió la búsqueda del
camino de reintegración exterior de España es hoy también el binomio que
nos une y que nos hace socio y aliados, también hermanos, con estos
países que después de tantos años o tantas décadas de estar sometidos a
una dominación extranjera y negadora de la propia libertad de los
pueblos, hoy se reincorporan a la gran familia de las naciones europeas y
democráticas que participan juntas en la defensa, protección y promoción
de la libertad y la paz del mundo.




El señor PRESIDENTE: Si les parece bien, voy a dar la palabra primero al
señor Guardans, en nombre de su grupo; al señor Navas, en nombre del
suyo, y cerraremos con el señor Estrella en nombre del Grupo Socialista.

El señor Guardans, en nombre del Grupo Catalán (Convergència i Unió),
tiene la palabra.




El señor GUARDANS I CAMBO: Afortunadamente este tema entra desde hace
cierto tiempo con un alto grado de consenso en la Cámara, al margen de un
grupo concreto que muy legítimamente pueda tener una visión, me atrevería
a decir radicalmente distinta de la que tenemos todos los demás, por lo
que yo no puedo más que empezar sumándome a gran parte, por no decir a
todas las observaciones y comentarios hechos por el portavoz del Grupo
Parlamentario Popular. Hay cosas que a base de ir asumiéndolas, de
repetirlas o de ir insistiendo sobre ellas, nos pueden acabar pareciendo
normales, aunque no lo sean. Puede ocurrir que estemos debatiendo aquí el
protocolo de adhesión de Hungría, la República Checa y Polonia a la
Organización del Tratado del Atlántico Norte, a la Alianza Atlántica,
como quien discute un convenio de cooperación comercial sobre la
exportación de habas o de hortalizas a no sé muy bien qué país --eso nos
puede acabar pasando a todos--, perdiendo la dimensión histórica que
supone el hecho de que aquí estamos hablando de la materialización
jurídica de una decisión de enorme repercusión histórica, como es la
entrada en la Alianza Atlántica de esos tres estados. Es decir, los
anteriores enemigos hacia los cuales dirigía su propia capacidad ofensiva
la Alianza Atlántica, hoy pasan a ser miembros de esa misma Alianza; por
tanto, nuestros propios enemigos --aunque cueste decirlo en esas
palabras--, que en su día lo fueron en la medida en que nosotros
formábamos parte de la Alianza Atlántica, hoy no sólo son socios, sino
que forman parte de la propia alianza estratégica y militar.




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Esa dimensión de lo que hoy se está debatiendo aquí es algo que creo hay
que poner sobre la mesa, más que nada por sacar del anonimato o del
cierto aire de trámite que puede tener el dictamen --previsiblemente
favorable-- que esta Comisión va a emitir sobre los protocolos de
adhesión de estos tres Estados a la Alianza Atlántica. En términos
políticos, ya he dicho que, afortunadamente --y mi grupo se felicita por
ello--, este tema se lleva en la Cámara con enorme consenso. Así se
manifestó en el debate de 13 de noviembre de 1996, con motivo de la
comunicación del Gobierno a la Cámara relativa precisamente a la decisión
sobre la adhesión de estos estados. Entonces, todos los grupos
parlamentarios --incluido, evidentemente, el nuestro-- dejaron claro su
pleno convencimiento de que esto era no sólo bueno para esos estados,
sino también para la Alianza en su conjunto y para el futuro de Europa, y
que esas palabras no eran vacías, sino que era la constatación de una
enorme realidad. Todos coincidíamos entonces, a través de nuestros
respectivos portavoces --y no podemos menos que subrayarlo ahora--, en
que la Alianza Atlántica a la que se adhieren estos tres estados no es
exactamente la misma Alianza Atlántica a la que nos adherimos los
españoles en 1981. Tampoco es radicalmente distinta; pero es cierto que
la Alianza tiene un cambio evidente de objetivos, que deja de
constituirse con una dimensión estrictamente ofensiva --ofensiva no lo
fue nunca--, pero sí con un enemigo nítido y más bien como una Alianza en
favor de la paz y con un planteamiento bastante distinto de fondo, sin
perder su evidente e indiscutible carácter militar. De ahí que
lógicamente hoy el consenso de todas las fuerzas políticas sea distinto.

Quizá, si la situación política española en 1981 hubiera sido otra,
algunos hubiéramos debido decir --y hablo en nombre de mi grupo, no a
título personal-- cosas distintas de las que dijimos entonces, pero sí es
claro que hoy el balance es tremendamente positivo.

Quiero subrayar solamente la conveniencia en el momento que vamos a
emitir un dictamen favorable a la adhesión de estos tres estados --como
ya se hizo en aquel debate de noviembre de 1996--, que como tantas otras
cuestiones que afectan al futuro de Europa nos preocupe, nos inquiete o
nos ocupe como Cámara, el hecho de que no suponga una pérdida de
valoración de los problemas del sur de Europa, de los problemas
mediterráneos. El Mediterráneo no puede ser retórica en ninguno de los
planos, tampoco en el plano de la defensa. Hay veces en que puede acabar
pareciendo que es uno de esos tópicos para llenar discursos, y sin
embargo cualquiera que conozca un poco de cerca lo que es la realidad de
la ribera sur del Mediterráneo sabe que no es retórica, que no es mera
literatura para reuniones políticas de alto nivel, que hay ahí problemas
efectivos, reales y no sabemos con qué capacidad de riesgo para la
seguridad de Europa, materializada muy directamente en nuestras propias
fronteras. Esos problemas de seguridad han de ser también una
preocupación, una vía de inquietud para la propia Alianza Atlántica. La
adhesión de estos nuevos Estados no digo que debilite el flanco sur, pero
nos obliga a nosotros, como país principalmente afectado por lo que son
los problemas de seguridad del Sur, a llamar constantemente la atención
para que la Alianza Atlántica no se centre sólo en los problemas con sus
nuevos socios, con sus nuevas fronteras --entendidas como las fronteras
que pasa a tener a partir de la adhesión de estos tres Estados--, y que
por tanto también estos tres Estados y la Alianza en su conjunto no
pierda de vista en ningún momento los que hoy por hoy son probablemente
los problemas más urgentes que afectan a nuestra frontera. Sin duda,
también siguen siendo urgentes e importantes los problemas que afectan a
lo que es la antigua Unión Soviética --propiamente Rusia-- y a la
estabilidad de Rusia. La Alianza Atlántica tiene que tener también su
nivel de preocupación, pero creo que es importante subrayar esta
dimensión del sur.

Finalmente, quiero hacer dos menciones. En primer lugar la propia
felicitación por lo que supone de incremento de la estabilidad de Europa
en su conjunto el hecho de que estos tres Estados se adhieran.

Casualmente anteayer hubo elecciones legislativas en Hungría y esa
ambición de adherirse a la Alianza Atlántica era algo absolutamente
asumido por todas las fuerzas políticas que concurrían al debate
electoral, con lo que ello supone, es decir la dimensión de incorporación
a la Europa política, al mundo occidental, a una Europa en la que muchos
habían soñado mientras estaban bajo la opresión del régimen de fundamento
comunista. Esa aspiración, que puede ser comparable a la inquietud por
adherirse al mundo occidental que tenía España durante la transición, se
irá materializando en la medida que se vaya aprobando en los distintos
parlamentos el protocolo de adhesión. Por tanto, quiero hacer esa
manifestación de carácter político de dar la bienvenida (en la medida en
que modestamente se pueda hacer desde un grupo concreto y pequeño de esta
Cámara) a esos tres Estados que se adhieren a la Alianza.

En segundo lugar --y ahora sí para terminar--, querría destacar algo que
tiene mucho que ver con esta cuestión --ya en el debate que se planteó lo
pusimos sobre la mesa--, y es la importancia de poner en relación esta
ampliación de la Alianza Atlántica que se empieza a materializar con el
propio nivel de profesionalización de las Fuerzas Armadas españolas. Son
dos cuestiones que tienen muchísimo que ver en la medida que la
ampliación de la Alianza Atlántica es consecuencia de cierta
transformación de sus objetivos, es paralela a un incremento de las
contribuciones de la Alianza a la paz, y para eso necesitamos un ejército
profesionalizado adaptado a esa nueva realidad; por tanto, nos
felicitamos. Hace dos años hablábamos de que ese proceso de
profesionalización de las Fuerzas Armadas se estaba iniciando y hoy ya
tiene un calendario fijo. Mi grupo se siente orgulloso y legítimamente
satisfecho de haber sido uno de los principales impulsores de esa
profesionalización y creo que no está de más ponerlo hoy sobre la mesa,
porque tiene mucho que ver con lo que aquí estamos constatando, que es
nuestra satisfacción por la ampliación de la Alianza.

Para terminar formalmente diré como es obvio que con plena satisfacción
mi grupo votará favorablemente los tres dictámenes sobre protocolos de
adhesión de los tres Estados a la Alianza Atlántica.




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El señor PRESIDENTE: En nombre del Grupo Parlamentario Federal de
Izquierda Unida, tiene la palabra el señor Navas.




El señor NAVAS AMORES: Debo adelantar algo que ya es sabido y que hemos
puesto de manifiesto a lo largo de todos los debates parlamentarios en
los que ha habido que discutir asuntos relacionados con la OTAN y con su
posible ampliación a distintos países, desde el punto de vista de la
integración española en departamentos en los que todavía no estábamos
participando como miembros de pleno derecho dentro de la Alianza
Atlántica, y es el voto contrario del Grupo Parlamentario Federal de
Izquierda Unida. Son distintas las razones que nos mueven a ello. En
concreto, y por orden de antigüedad deberíamos resaltar la constitución
de la Unión Europea Occidental en 1948, que nace con el tratado de
colaboración en materia económica, social, cultural y de legítima defensa
colectiva. Se constituye una alianza defensiva que compromete de forma
incondicional al conjunto de las fuerzas de los países miembros en caso
de agresión contra uno de ellos. Hacemos referencia histórica también a
la Conferencia de Madrid que se celebró en 1991, donde se creó la
Asamblea parlamentaria que en 1994 pasó a llamarse OSCE. Entre sus
objetivos está desarrollar y promover mecanismos para la prevención y
solución de conflictos, así como favorecer el fortalecimiento y la
consolidación de las instituciones democráticas de los Estados
participantes. También está el Tratado del Atlántico Norte que es el
elemento que hoy nos trae al debate; distintos organismos, organizaciones
y distintos compromisos en las que participa el Estado español entre los
diferentes países de Europa, sobre un elemento común; elementos llamados
de defensa, de estabilidad democrática, etcétera. Sí estamos de acuerdo,
como han dicho el resto de los portavoces y nadie se ha mostrado
contrario en esta Cámara, respecto al fortalecimiento de las
instituciones democráticas en los distintos países de Europa. Hay también
consenso en cuanto a que Europa tiene que definir claramente una política
de defensa que nazca de la propia Europa y que la vayan a confeccionar
los europeos.

Si unimos todos estos factores llegamos a la conclusión de que no podemos
compartir los principios que la propia OTAN plantea para esa defensa en
Europa por cuanto que esos objetivos de estabilidad, de seguridad van a
verse trastocados no sólo por la incorporación de España a estamentos
militares, como ya ha ocurrido, sino por la ampliación a países próximos
a la extinta Unión Soviética, a la Federación Rusa y que hoy mismo el
presidente Yeltsin reconoce como una situación preocupante para los
órganos de dirección de Rusia.

Esos objetivos que estábamos planteando como de consenso en cuanto a
fortalecer la seguridad europea no se van a ver apoyados y respaldados
por una ampliación que va a levantar, de hecho ya se ha constatado, una
serie de reticencias por parte de los países que están dentro de la
órbita de la Federación Rusa. Estamos hablando de llamamientos a que se
vaya midiendo la auténtica dimensión de los pasos que pueden dar los
países que vayan a apoyar una ampliación, un fortalecimiento de la OTAN,
sobre todo cuando el nacimiento de esta organización militar estaba
argumentado por la existencia de un enemigo, que en su momento se venía a
confirmar como los países del Este, y que distintas estrategias militares
de fortalecimiento de los arsenales bélicos llevaron en 1991 a la caída
del muro de Berlín, y por tanto del Pacto de Varsovia. Lógicamente se
rompe esa referencia que había servido para justificar el fortalecimiento
de una Alianza que dentro de sus principios y de sus objetivos establecía
el fortalecimiento de la democracia, de la seguridad de Occidente.

¿Por qué la existencia hoy día de este organismo cuando Europa ha
diseñado una estrategia, unos organismos que deberían ser los
protagonistas del diseño de la política de defensa europea? Entendemos
que hay intereses más allá de los meramente enunciados; la hegemonía de
Estados Unidos sobre la planificación de la defensa en Europa no tiene
pues ninguna justificación para nuestro grupo, y sobre todo el desarrollo
de las industrias que fabrican armas. No estamos hablando para nada de
las consecuencias que va a tener también sobre las economías de los
países afectados y de las economías de algo que constantemente se estaba
reclamando a la Federación Rusa; la transformación económica que está
sufriendo va a verse frenada por cuanto que esta nueva situación de los
bloques militares va a hacer --de hecho así ha sido reconocido por sus
dirigentes-- resituar los objetivos respecto a las transformaciones
económicas internas y va a hacer situar una de las prioridades de los
presupuestos a fomentar de nuevo algo que ya creíamos superado; la
situación de rearme en un mundo en el cual ya aquel enemigo secular había
desaparecido. Estas son consecuencias para los propios países candidatos
por cuanto que el coste va a ser importantísimo y son países que están
inmersos en un proceso de incorporación a otras organizaciones, como la
propia Unión Europea, lo cual les va a exigir un sacrificio, un esfuerzo
importantísimo en sus economías que no les van a exigir los criterios de
convergencia llagar a unos niveles, a unas cotas de militarización
concreta de diseño de ejército, de su incorporación a las unidades de
intervención que vengan diseñadas por parte de las autoridades y de los
organismos militares de la OTAN. No van a ser criterios de unión, pero a
la vez van a tener que abastecer las exigencias que van a venir del
bloque militar y del bloque económico.

Queremos subrayar que estamos contra el velado chantaje --subrayo
velado-- que se les ha venido presentando a estos países. No se podía
entender una incorporación a la Europa económica si a la vez no venían
añadidas unas transformaciones en cuanto a la política de alianzas
militares. No entendemos que eso vincule a la entrada en la OTAN. Por
tanto, desde el punto de vista de la seguridad, del fortalecimiento y la
estabilidad política de esos países, desde el punto de vista de su
desarrollo económico no vemos conveniente la ampliación de la OTAN con
estos tres países ni de cualquier otro que pudiera ser candidato en un
momento determinado.

Estos son los argumentos básicos que nuestro grupo expone y propone para
no apoyar esta ampliación que proponen



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los tratados de la República de Hungría, como la República Checa y la
República de Polonia.




El señor PRESIDENTE: En nombre del Grupo Parlamentario Socialista, tiene
la palabra el señor Estrella.




El señor ESTRELLA PEDROLA: Se ha señalado ya la importancia de la
decisión que hoy vamos a adoptar, se ha hablado en términos de lo que
supone la ampliación de una organización como la Alianza Atlántica y
querría incidir en otra dimensión que para los españoles es fácilmente
comprensible: responder a una legítima aspiración de los pueblos de esos
tres países. Para un país que ha vivido en una situación como mínimo
anómala de aislamiento internacional durante la dictadura, que tenía la
aspiración de salir de esa dictadura y que tenía como referente de lo
contrario a esa situación de marginación internacional su incorporación
al conjunto de países que no es que disfrutasen de unos beneficios mucho
mayores que los nuestros, sino que eran diferentes a nosotros, se
entiende bien que argumentemos la necesidad de responder a lo que es una
aspiración legítima.

En segundo lugar hay que resaltar la importancia de una decisión que con
el texto del Tratado de Washington en la mano supone extender garantías
de seguridad, que España se comprometa por la aprobación de estos
tratados en la seguridad de los tres países miembros que se van a
incorporar a partir del año próximo. Es un compromiso importante, es un
compromiso solemne que no queda devaluado por el hecho de que en la
actualidad según reconoce la Alianza Atlántica y nos dicta la realidad,
no existen amenazas a la seguridad de la Alianza.

Ello no menoscaba la importancia que tiene que se mantenga la defensa
colectiva como elemento de cohesión de la Alianza, como elemento de
identidad, como el cemento que une a la Alianza, aunque no sea necesario
diluir ese cemento y ponerlo en funcionamiento, pero ése es el objetivo
que todos perseguimos: que no sea necesario el recurso a las capacidades
militares de la Alianza para la defensa colectiva.

Eso me lleva también a decir la importancia que tiene el que con esta
decisión estamos profundizando en la transformación de la propia Alianza
Atlántica. De una organización que estaba concebida por contraposición al
Pacto de Varsovia, vamos a pasar a una organización que, además de haber
dicho en sus propios documentos que ya no hay no sólo enemigos, sino ni
siquiera adversarios, abre sus puertas a países que han sido adversarios;
países con los que ha venido colaborando ya en un proceso de rodaje, de
interacción en actividades como las que se vienen desarrollando en
Bosnia-Herzegovina, antes en la SFOR, luego en la IFOR y ahora en la
nueva fuerza que se ha constituido; y no solamente han venido colaborando
estos países, sino también antiguos adversarios, entre ellos la propia
Unión Soviética; países con los que se han establecido mecanismos de
coordinación de interoperatividad, como puede ser la Asociación para la
Paz, para apoyar los procesos de democratización en una dimensión
importante como es el control democrático de las Fuerzas Armadas, y quien
ha vivido bajo una dictadura militar lo entiende perfectamente; países
que, en definitiva, detrás de esa aspiración legítima, expresan también
su voluntad de no quedarse en el limbo, en el vacío, y de estar
integrados en lo que ellos consideran su espacio económico, geopolítico,
geoestratégico natural en una Alianza Atlántica que ya se está
transformando y que, de hecho, en Bosnia-Herzegovina ha puesto en marcha
procedimientos que alteran por completo lo que es la noción de una
organización con estructuras militares rígidas, como es la OTAN. Esa
estructura militar integrada --en la que nosotros no nos integramos, por
una serie de razones-- está cambiando, ha cambiado hace muy pocos meses,
y venía cambiando desde el momento en que en la antigua Yugoslavia se
estaba operando con una estructura ad hoc, pero mucho más después de la
adopción del concepto de fuerza operativa combinada conjunta, el famoso
CJTF. Por tanto, está claro que se están operando cambios, no solamente
en la composición sino también en la propia naturaleza de la Alianza.

La Alianza no sólo no es ya una organización dirigida a frenar o impedir
cualquier posible agresión de un adversario visible, sino que, siendo una
organización que conserva una capacidad militar para la defensa
colectiva, rompe la estructura militar integrada, pasa a tener una
estructura flexible, pues dejar que sus capacidades y sus recursos
militares se utilicen a través del CJTF por países que no sean miembros
de la Alianza, el conjunto de los países de la Asociación para la Paz, o,
lo que sin duda puede ser más importante si los europeos somos capaces de
tomar ventaja de ello, para operaciones que se lleven a cabo por un
conjunto de países, fundamentalmente los que están englobados en la Unión
Europea Occidental. Operaciones donde se utilizarían esas capacidades
bajo la dirección política y la responsabilidad estratégica de la UEO,
con todo lo que ello supone de fortalecer la identidad europea de
seguridad y defensa, y de poner a su disposición esos medios que antes no
podían separarse de la estructura integrada rígida y que ahora sí pueden
separarse y ponerse al servicio de ese elemento de identidad europea de
seguridad y defensa que es y que debe ser cada día más la Unión Europea
Occidental. Esto nos parece importante resaltarlo.

También nos parece importante resaltar cómo esa transformación de la
Alianza --que se parece bien poco a lo que fue en su día, aunque conserve
el Tratado en su integridad en la realidad cotidiana, porque ésta ha
cambiado también-- ha operado una importante transformación en su
estructura de mandos. Esto ha permitido que España, con un amplio
respaldo de nuestro Parlamento, haya decidido comenzar a negociar su
incorporación a la estructura de mandos, desaparecidos los problemas que
se planteaban con Gibraltar o desaparecida una situación que impedía que
España pudiera asumir responsabilidades acordes con su peso específico y
con su contribución. Una Alianza que ya en Roma, en 1991, había adoptado
un nuevo concepto estratégico que, para quienes saben de esto bastante
más que quien les habla, suponía una transformación revolucionaria que
hoy, vista en la distancia de tan sólo cinco, seis o siete años, es un
paso que se queda corto, teniendo en cuenta la transformación que ha
sufrido el escenario de



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la seguridad europea. Porque aunque en Roma se decía que ya no había
adversario y que como consecuencia de ello la OTAN podía pasar a una
reducción de fuerzas, a una reducción del tiempo de alerta, a la creación
de unas fuerzas que fueran más operativas en términos prácticos, pero
mucho más reducidas, con la posibilidad de actuar de manera conjunta, es
decir, entre unidades de distintos ejércitos o combinadas, fuerzas
multinacionales, como se está haciendo, por ejemplo en la antigua
Yugoslavia, ese concepto estratégico ha quedado hoy incluso obsoleto. La
OTAN está elaborando un nuevo concepto estratégico que habrá que aprobar
también en la cumbre de mediados de 1999.

Digo esto porque es importante resaltar cómo desgraciadamente en los
cambios que se han producido en la Alianza, incluida la decisión de la
ampliación en los términos en que hoy la estamos debatiendo, es de
lamentar el escaso peso que ha tenido la voz de los europeos. Hay que
decir que si ha habido algún país europeo que ha impulsado el proceso de
ampliación ha sido fundamentalmente Alemania, por intereses nacionales de
carácter geoestratégico, pero la respuesta fundamental a la ampliación y
sobre todo la elaboración teórica, intelectual y política
desgraciadamente no la encontramos en Europa, sino que se encuentra en
los propios países y en Estados Unidos.

Esto me lleva a recordar cómo cuando se planteó en la cumbre de Madrid si
deberían ser tres o cinco los países que se incorporaran a la Alianza,
algunos observadores tenían la sensación de que al final se había
impuesto la tesis americana e iban a ser solamente tres países los que se
incorporaran, porque, en contra de lo que se había dicho, había muchos
países que por decisión propia querían estar. De hecho, se van a
incorporar a la Unión Europea países como Eslovenia y Estonia, que no
fueron invitados a incorporarse a la OTAN en la reunión de Madrid.

Lo que ocurrió en Madrid no fue que hubiese una imposición americana. Lo
que hubo fue una falta de posición común europea, una división que
impidió que se pudiera plantear una interlocución en términos de cuáles
eran los intereses de los europeos. Esa es la gran tragedia todavía del
proceso de construcción europea, que hemos sido incapaces de definir, no
ya cuál es nuestra política de defensa común, sino nuestros intereses de
seguridad común, en el sentido amplio del término. Ese es un ejercicio
que todavía está pendiente de hacer por parte de los europeos.

Nosotros entendemos, señor presidente, que es preciso cualificar esta
ampliación. No es una ampliación, a nuestro juicio, que tenga que ver con
un proceso de crecimiento armamentístico, ni de rearme. Ha habido debates
sobre los costes de la ampliación que contemplaban distintos escenarios y
cada escenario el resultado tenía una cifra diferente. Había quien decía
que si la ampliación se hacía a la antigua usanza, como en los tiempos de
la guerra fría, eso supondría construcción de nuevos aeropuertos, cambio
de armamento, etcétera. Al final todo indica que se ha optado por un
modelo de ampliación que responde a un objetivo político, que es el de
proyectar la estabilidad y la seguridad hacia el centro y el este de
Europa y, por tanto, los costes no irían más allá de aquellos que están
relacionados con hacer interoperables, por ejemplo, los sistemas de
telecomunicación, los sistemas de alerta y muy poco más. Nadie va a
obligar (y esto es importante, y lo tienen ya claro) a Hungría, por
ejemplo, a cambiar sus aviones soviéticos por aviones norteamericanos. No
lo necesitan, realmente. Probablemente quien vende aviones
norteamericanos intentará convencerlos de que les conviene, pero ellos
saben que no lo necesitan y que nadie se lo pide.

Y es importante esa definición de la noción y de la sustancia de la
ampliación, no solamente por los costes de la ampliación y de lo que se
decía antes de que estamos ante un concepto de rearme en Europa, que no
lo estamos, sino porque según se haga la ampliación, según sea el
concepto político que la presida, estaremos lanzando un mensaje u otro a
los países que o no se van a incorporar ahora o no se van a incorporar
nunca a la Alianza; países con los que la Alianza, en algunos casos, ha
establecido ya acuerdos de estrecha colaboración, como el acta
fundacional firmada con Rusia, países que han dejado claro que tienen
preocupaciones por cuál sea la naturaleza de la ampliación. En mi grupo
somos muy conscientes del debate que se ha planteado, por ejemplo, en la
Duma, pero sabemos que ahí están en juego una serie de intereses que no
tienen que ver necesaria ni directamente con los del pueblo ruso. Creo
que ahí hay que hacer un esfuerzo de interlocución, de comunicación con
los responsables políticos, con los responsables parlamentarios rusos,
pero también con la propia sociedad rusa. En cualquier caso, es
importante ese mensaje que se va a transmitir, a través del proceso de
ampliación, de que lo que se pretende es una proyección de seguridad y de
estabilidad que incluye también a Rusia, porque, si no la incluimos en
ese proceso, la estaremos antagonizando, estaremos creando situaciones de
inestabilidad. De la misma manera que, como se ha dicho hace un momento
por parte del señor Guardans, es importante que muy especialmente
nosotros los españoles seamos capaces de transmitir que un proceso que
pretende proyectar estabilidad y seguridad en una sola dirección
inevitablemente puede provocar vacíos de estabilidad o percepciones de
inestabilidad o de inseguridad en otras zonas hacia las que no se
proyecta, y el caso del Mediterráneo es absolutamente evidente. Este
proceso de proyección y de ampliación hacia el Este debe ir acompañado
necesariamente de un proceso de diálogo generador de medidas de
confianza, de cooperación, de interlocución sobre los procesos de
reducción, de transformación de las Fuerzas Armadas que se están
produciendo en Europa.

Termino, señor presidente, diciendo que el Grupo Socialista, ha
presentado una proposición no de ley que en su momento voy a dar
prácticamente por defendida, porque lo que se dice en ella es básicamente
lo que he expresado en mi intervención y, por tanto, poco más habrá que
añadir.

Quiero recordar, porque se ha cuestionado el valor de las alianzas en un
momento como el actual, que nos pueden gustar o no, pero lo que es cierto
es que hoy no existe ninguna institución en Europa que tenga capacidad de
defender a los europeos. Creo que ésa es la tarea en la que estamos
muchos de nosotros, así como --y me alegro de que lo reivindicara mi buen
amigo Enrique Curiel, cuando firmó un magnífico artículo sobre la Unión
Europea Occidental,



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hace ya bastantes años, en un periódico nacional--otros responsables de
Izquierda Unida sobre temas internacionales y de seguridad. Es un
escenario que, además del decálogo ampliado del que ayer se hizo
referencia, desde el Partido Socialista estamos dispuestos a mantener, a
abrir para profundizar en el diálogo y la interlocución con Izquierda
Unida.




El señor PRESIDENTE: Concluido el debate, vamos a proceder a la votación
individualizada de cada uno de los protocolos de adhesión.

En primer lugar, procedemos a la votación del Protocolo al Tratado del
Atlántico Norte sobre la adhesión de la República de Hungría, hecho en
Bruselas el 16 de diciembre de 1997.




Efectuada la votación, dio el siguiente resultado: votos a favor, 23; en
contra, uno.




El señor PRESIDENTE: Queda aprobado.

Votación sobre el Protocolo al Tratado del Atlántico Norte sobre la
adhesión de la República Checa, hecho en Bruselas el 16 de diciembre de
1997.




Efectuada la votación, dio el siguiente resultado: votos a favor, 23; en
contra, uno.




El señor PRESIDENTE: Queda aprobado.

Votación del Protocolo al Tratado del Atlántico Norte sobre la adhesión
de la República de Polonia, hecho en Bruselas el 16 de diciembre de 1997.




Efectuada la votación, dio el siguiente resultado: votos a favor, 23; en
contra, uno.




El señor PRESIDENTE: Queda aprobado.

Señoras y señores diputados, antes de pasar al debate y votación de la
proposición no de ley presentada por el Grupo Socialista, quería, como
muchos de los portavoces han subrayado, unir también mi voz a la
trascendencia del momento. No voy a decir cuáles son mis convicciones al
respecto porque ustedes las conocen sobradamente, pero quiero decirles
que, con independencia de cuál haya sido el sentido del voto, estamos, en
primer lugar, no sólo ampliando la Alianza Atlántica, sino también
haciéndolo en respuesta a sentimientos populares largamente compartidos
por los países a los cuales en este momento ampliamos la Alianza; creo
que es un dato que tenemos que tener en cuenta.

En segundo lugar, estamos admitiendo, no únicamente en el seno de la
Alianza sino también en nuestro propio seno, aliados que, a partir del
momento en que los protocolos entren en vigor, harán que esos tres países
sean efectivamente parte de nuestra Alianza; es decir, países, pueblos, a
los cuales extendemos nuestra voluntad de colaboración y de defensa y, al
mismo tiempo, exigimos, porque ellos también lo ofrecen, su capacidad y
voluntad de cooperación y de defensa.

Desde ese punto de vista, estamos contribuyendo a redefinir, en un
sentido muy preciso, profundo e importante, nuestros sistemas de
seguridad y de defensa. Creo que tiene que ser subrayado, con
independencia de cuál sea el sentido del voto o las opiniones al
respecto.

Quiero agradecerles a todos los portavoces que hayan tomado su tiempo y
su esfuerzo para desarrollar las ideas porque, como digo, en la
habitualidad de estas ratificaciones, estos tres protocolos no podían
pasar como si se tratara, como decía el señor Guardans, de un tratado más
o menos anónimo de los que normalmente ratificamos. Quería aprovechar
esta ocasión para agradecerles su participación y para subrayar la
trascendencia del momento; trascendencia que también se ve apoyada por el
hecho de que el Grupo Socialista haya querido someter a nuestra
consideración una proposición no de ley que subraya alguno de los
aspectos de este momento. Me parece que es una iniciativa feliz que
también contribuye a dotar al acto de ratificación de los protocolos de
una dimensión adecuada y que, seguramente, con las enmiendas que ha
presentado el Grupo Popular, reflejará no únicamente la frialdad de la
ratificación de los protocolos, sino también su sentido político y su
proyección.




PROPOSICIONES NO DE LEY:



--SOBRE ADHESION DE NUEVOS MIEMBROS A LA ALIANZA ATLANTICA. PRESENTADA
POR EL GRUPO SOCIALISTA DEL CONGRESO (Número de expediente 161/001024).




El señor PRESIDENTE: Pasamos al debate y votación eventual de la
proposición no de ley del Grupo Parlamentario Socialista sobre la
adhesión de nuevos miembros a la Alianza Atlántica.

Para su presentación, tiene la palabra el señor Estrella.




El señor ESTRELLA PEDROLA: La damos por presentada.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Robles para hacer mención
de las enmiendas que han sido propuestas al texto original.




El señor ROBLES FRAGA: Como estas enmiendas tienen el acuerdo del señor
Estrella, me limitaré solamente a recordar que se trata de un cambio, más
que una enmienda, en el que se recuerda que aquí estamos en trámite de
ratificación, no estamos directamente ratificando. En el punto segundo
señalamos y recordamos que fue en la cumbre de Madrid cuando se establece
el principio de que la Alianza permanece abierta a la adhesión de nuevos
miembros bajo el artículo 10 del Tratado del Atlántico Norte. Creo que es
importante recordarlo en esta proposición no de ley que, como muy bien ha
señalado el presidente, realza, refuerza y expresa la importancia que le
damos a la aprobación de los potocolos de adhesión de la República Checa,
Polonia y Hungría y, aparte de un pequeño cambio de palabra que significa
alguna mejora técnica, nos referimos a la necesidad de que esta
proyección de estabilidad y



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seguridad no solamente se realice hacia los nuevos Estados miembros, sino
también a toda Europa en su conjunto, incluyendo a Rusia y Ucrania.

Como no podía ser menos, recordamos nuestra voluntad, nuestro interés
nacional, nuestro deseo de que continúe el proceso de ampliación de la
Alianza también hacia aquellos Estados que expresen su voluntad de ser
miembros de la organización y reúnan las condiciones establecidas para la
adhesión. Y terminamos añadiendo un punto nuevo en el que instamos al
Gobierno a reforzar el vínculo trasatlántico de las relaciones con
nuestros aliados americanos en el curso del proceso de transformación y
ampliación de la Alianza, y añadiría a mi texto una frase que me sugiere
el diputado, señor Estrella: «y de la construcción europea». Con esto
creo que el texto queda todavía más redondo de lo que ya era cuando ha
sido presentado por el diputado, señor Estrella, lo cual significa que
hemos conseguido mejorar lo inmejorable; hemos conseguido redondear un
texto que ya era redondo y, por tanto, nuestro grupo quiere contribuir
así al consenso establecido, reforzado, recordado hoy en esta Cámara, no
solamente en torno al proceso de ampliación de la Alianza Atlántica, sino
a la misma Alianza Atlántica. Sin duda es una buena noticia que en medio
de todo este gran debate sobre el estado de la Nación recordemos que
existen algunos pilares básicos del devenir del Estado y de nuestro
camino en la historia común con nuestros socios aliados, y es bueno que
lo podamos decir claramente en esta votación sobre la proposición no de
ley del Grupo Parlamentario Socialista.




El señor PRESIDENTE: El señor Guardans tiene la palabra.




El señor GUARDANS I CAMBO: Señor presidente, yo quería tomar la palabra
brevemente para felicitar al Grupo Parlamentario Socialista por la
presentación de esta iniciativa y para manifestar nuestra plena sintonía
con su contenido y con los matices o perfeccionamientos aportados por el
Grupo Popular a la misma. También quiero subrayar, puesto que es algo que
no he dicho en la intervención anterior (en la medida en que no se
refiere propiamente a la ratificación de tres protocolos, sino en general
a nuestras relaciones con la Alianza Atlántica y con la defensa en
Europa), nuestra absoluta sintonía con dos de los puntos que se destacan
aquí y no quería dejar de poner de relieve: la importancia de que el
Gobierno de España promueva, no sólo siga, sino promueva, que no es lo
mismo, una postura común de los miembros europeos de la Alianza en el
diseño de la futura arquitectura de la seguridad europea. Insisto, no que
no se oponga, sino que promueva una postura común de los miembros y,
asimismo, que siga impulsando la asunción por los europeos de mayores
responsabilidades en su seguridad y defensa, comenzando por la definición
de los intereses de seguridad específicos de Europa y la construcción de
una efectiva política exterior y de seguridad común. He leído la
literalidad del texto de la proposición no de ley y no querría que esto
pasara inadvertido, es decir, no sólo nos felicitamos por el hecho de
haber aprobado el dictamen favorable a estos protocolos, sino que,
insisto y subrayo muy formalmente, esta Comisión al aprobar esta
proposición no de ley está instando al Gobierno, está reclamando del
Gobierno una posición más activa, más firme, más políticamente visible en
la construcción de una iniciativa europea de defensa, en la construcción
de una política exterior de seguridad común. Eso quería destacarlo,
porque si no parece que simplemente es un brindis al sol, y no es un
brindis al sol, es un compromiso político que la Cámara --creo que será
por unanimidad, ya lo veremos, o casi, o en todo caso por amplia
mayoría-- exige del Gobierno.




El señor PRESIDENTE: El señor Navas tiene la palabra.




El señor NAVAS AMORES: Intentando salir al paso, quiero comentar algunas
de las intervenciones que ha habido sobre el proceso de ampliación de la
OTAN, entrando también en el contenido de la proposición no de ley del
Partido Socialista.

Usted sabe, señor presidente, que en mi grupo tiene un gran apoyo para
desarrollar las funciones, competencias, objetivos que, según nuestro
criterio, debería desarrollar la organización que usted tan
brillantemente preside. Pensamos que ahí posiblemente tenemos uno de los
pilares de construcción de esa política de seguridad común europea, que
está deficientemente desarrollado hasta la fecha, pero que estamos
convencidos de que con los discursos que estamos escuchando en la Cámara,
y supongo que también compartidos por los distintos países europeos, de
la necesidad de fortalecimiento de esa personalidad, de ese marcado
carácter europeísta de la defensa que tiene que nacer de la política de
defensa de la propia Europa, posiblemente se consiga un desarrollo a muy
corto plazo de esos objetivos, de esas funciones, y sabe que en nuestro
grupo constantemente hacemos referencia al papel importantísimo que está
llamado a realizar la OSCE que usted preside. Mientras tanto, lógicamente
seguiremos insistiendo al resto de las fuerzas políticas para que
reflexionen sobre la posibilidad de introducir allí el potencial
desarrollo que tiene esa organización que actualmente nosotros
consideramos que está insuficientemente desarrollada.

El punto uno de la proposición no de ley primero hace una introducción en
la cual expresa su satisfacción por el amplio respaldo que ha obtenido,
tras el debate en la Comisión, la ratificación de los tratados de
adhesión. Evidentemente, nosotros nos reafirmamos, como hemos dicho en el
punto anterior, en nuestra postura. No lamentamos en absoluto que no se
recoja en este primer punto la unanimidad de los partidos de la Comisión.

Reconocemos lógicamente que es obvio el amplísimo apoyo y respaldo que
tiene estas posturas, pero seguiremos manteniendo levantada la bandera de
la necesidad de desarrollar otros organismos para la defensa europea que
no sea la propia OTAN.

El punto dos destaca que el objetivo que debe presidir la ampliación es
la proyección de estabilidad y seguridad, como hemos hablado en el punto
anterior, no sólo a los Estados miembros, que es obvio, sino también
hacia los otros



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Estados que no se van a incorporar, o no se quieran incorporar, no sólo
en este momento, sino quizá incluso, como la propia Rusia, en el futuro.

Este es un elemento fundamental que he subrayado en el debate anterior.

Si nosotros entendemos como uno de los objetivos fundamentales de la
ampliación el subrayar la estabilidad y la seguridad en Europa, desde
luego deberíamos ser muy cautos con los procesos de ampliación y no
mostrar una alegría sin matices, como propone la proposición no de ley.

Sabemos que Rusia está manifestando su preocupación por esta ampliación,
que la sitúa en un marco de distensión importantísima en la década de los
90 entre lo que se llamaba el este y occidente, y que están interpretando
como una nueva tensión en un proceso que entienden ilógico, porque
evidentemente ellos estaban participando con una convicción clara de que
el futuro de Europa y la seguridad en el mundo estaba en la disminución
de la tensión militar, y que esto, en el mejor de los casos, interrumpe,
pero quizá también se podría decir que rompe, ese proceso de distensión
de la década de los 90, que se considera como una nueva frontera que se
sitúa entre los países que no van a ser miembros de la OTAN y los que lo
van a ser, que esa frontera se había conseguido derribar en el año 1991
con lo que se denominó el efecto del muro de Berlín, y que lógicamente la
ampliación, como digo, rompe el espíritu actual de distensión entre los
bloques. Por tanto, este punto dos desde luego no coincide con la visión
que tiene nuestro grupo de los objetivos que va a conseguir una
ampliación de estas características.

Sobre los puntos en los que ya se insta al Gobierno a proveer una
posición común de los miembros europeos de la Alianza en el diseño de la
futura arquitectura europea, entendemos que se contradice con la
posibilidad de seguir fortaleciendo una organización que, a pesar de que
tiene en su seno miembros de la Unión Europea y de otros países europeos,
se contradice con el otro aspecto. Si estamos hablando de una posición
común europea, del fortalecimiento, como se dice en otro de los puntos,
de mayores responsabilidades en la seguridad y la defensa, etcétera,
parece que estamos intentando incorporar un aspecto que sí que he
subrayado y que es de consenso, la necesidad de no sólo conseguir una
Unión Europa desde el punto de vista económico, sino, desde el punto de
vista político, una política exterior y de defensa común. Desde luego en
ese consenso estaría nuestro grupo, pero no podemos incorporar el
fortalecimiento de la OTAN y a la vez estar incorporando el discurso del
fortalecimiento de una política, de una posición común de los países
europeos respecto a nuestra defensa.

Respaldar e impulsar la efectiva continuidad del proceso de ampliación de
la Alianza nuevamente contradice estos principios que estamos comentando
y desde luego nosotros, en la línea que decía el Partido Socialista en su
primera intervención, sí estamos por cooperar y colaborar en la
definición de la personalidad que debe regir la defensa y los principios
de la defensa europea para que realmente pasemos a unos principios que
sean evidentemente defensivos en un momento en el cual, lógicamente, las
circunstancias invitan a ello y que no situemos ni inventemos enemigos
allá donde no los haya.

El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Socialista, el señor Estrella tiene la
palabra.




El señor ESTRELLA PEDROLA: Señor presidente, antes de pronunciarme sobre
las enmiendas, insisto en que doy por defendida la proposición no de ley,
pero quisiera recordar algo que me parece muy importante y es que estamos
hablando de países que pueden pedir el ingreso en la Alianza Atlántica
porque son países soberanos, son países que han recuperado su soberanía,
y me parece importante destacarlo cuando se plantea que lo que habría que
hacer es no permitirles ejercer su soberanía. Eso era precisamente lo que
ocurría anteriormente. Es una decisión soberana que hay que respetar y es
una aspiración que creo que desde España podemos entender bastante bien.

Otra cosa es que se piense que es un error atender esa reclamación de los
países por las consecuencias que tiene, pero para eso tendríamos que
abrir ya un debate sobre la naturaleza de la ampliación, sobre los
cambios en la arquitectura de la seguridad europea, sobre los cambios en
la propia Alianza Atlántica, y creo que por ahí es por donde debe empezar
el debate entre nosotros; si no hacemos ese debate, no estaremos
hablando, seguiremos en la retórica de los eslóganes.

Hay algo que me parece importante destacar, aunque ha estado presente en
nuestras palabras anteriores y está presente también en la proposición no
de ley, y es que cuando hablamos de la relación trasatlántica tenemos que
ser conscientes de que estamos hablando de una relación absolutamente
dinámica, de que lo que en el pasado se denominaba el trato
trasatlántico, el trasatlantic bargain, por el cual Estados Unidos
garantizaba la seguridad de la defensa de los europeos y a cambio de eso
los europeos renunciaban a parte de su capacidad de decidir sobre su
propia defensa y seguridad, hoy evidentemente no tiene ese sentido; ha
habido una reducción a menos de un tercio de las fuerzas norteamericanas
que había en Europa hace escasamente una década, han desaparecido la
práctica totalidad de las armas nucleares norteamericanas que había
desplegadas en Europa occidental, y está claro que estamos en una
situación nueva, y esa relación ya no puede basarse tanto en el
componente militar, tiene que basarse en otras dimensiones como, por
ejemplo, las relaciones políticas, las relaciones comerciales y,
evidentemente, tiene que producirse en un marco diferente, no ya en el
trato trasatlántico sino en el acuerdo en la asociación en donde haya dos
colectivos que estén en pie de igualdad, y si no somos capaces de
construir esa Europa capaz de definir y decidir en sus intereses
internacionales y de seguridad, acabará constituyéndose algo así como un
directorio europeo en el que estarán en algunos países, Estados Unidos y
tal vez a lo mejor Rusia, no lo sé. Creo que eso no conviene desde luego
al proyecto de construcción europea.

Nada más, señor presidente, que decir que aceptamos las modificaciones
que ha presentado el señor Robles y yo le pediría que, por razón de
paternidad, en otras ocasiones no nos presente sus enmiendas con una
nueva redacción de todo el texto poniendo arriba Partido Popular o Grupo
Popular, que nos deje mantener la imagen de que la iniciativa



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estaba en el Grupo Socialista, no por nada, sino por el placer de
apuntarnos el tanto y de incorporar, por supuesto con toda la mejor
voluntad, las enmiendas del Grupo Popular en este caso.




El señor PRESIDENTE: Entiendo, señor Estrella, que acepta también el
añadido, en el último párrafo, de: «y ampliación de la Alianza y de la
construcción europea». (Asentimiento.)
Quería hacer algunas precisiones: primero, en el pasado hemos tenido
algún tipo de malentendidos sobre las exposiciones de motivos. Creo que
en este caso, si no hay inconveniente por parte de los grupos proponentes
al menos, deberíamos también someterla a votación como parte de todo el
texto. ¿Les parece oportuno? (Asentimiento.)
Segundo, les sugeriría, si me lo permiten también, que, a efectos de
claridad y de adecuada redacción del texto, allí donde se dice en el
punto primero «al Tratado de Washington», se añada «constitutivo de la
Alianza Atlántica», porque seguro que hay muchos tratados de Washington.

Por la misma razón sugeriría que en el párrafo siguiente, donde se dice
«como se afirma en la declaración de Madrid», añadiéramos «de 1997»,
también para saber exactamente a qué declaración nos estamos refiriendo.

Con estas precisiones vamos a proceder a la votación de la proposición no
de ley del Grupo Parlamentario Socialista con las enmiendas que han sido
presentadas por el Grupo Popular y aceptadas.




Efectuada la votación, dio el siguiente resultado: votos a favor, 19; en
contra, uno.




El señor PRESIDENTE: Queda aprobada.

Quería agradecerles a todos su colaboración, y decirles que el texto de
los protocolos será sometido a la consideración del Pleno el día 21 de
mayo, con lo cual conseguiremos también un aspecto importante, que es que
la Asamblea del Atlántico Norte, cuya sesión de primavera se celebra en
Barcelona a partir del día siguiente, podrá recibir la buena nueva de que
el trámite está en momento avanzado.

Si me lo permiten también, y atendiendo a las precisiones que siempre me
pide el señor Martínez con justeza, les diré que la próxima sesión de la
Comisión tendrá lugar el día 27 de mayo a las diez de la mañana, siempre
sujeto a confirmación y convocatoria.

Muchas gracias. Se levanta la sesión.




Eran las seis y veinte minutos de la tarde.