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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 376, de 16/02/1998
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CORTES GENERALES



DIARIO DE SESIONES DEL



CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



COMISIONES



Año 1998 VI Legislatura Núm. 376



ECONOMIA, COMERCIO Y HACIENDA



PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. FERNANDO FERNANDEZ
DE TROCONIZ MARCOS



Sesión núm. 31



celebrada el lunes, 16 de febrero de 1998



ORDEN DEL DIA:



Comparecencia del señor secretario de Estado de Economía (Montoro Romero)
para informar sobre:



--La revisión del objetivo de inflación para 1997 anunciado por el
Gobierno. A petición propia (Número de expediente 212/000700)



--El dictamen emitido por la Dirección General de la Competencia,
vinculado a los incrementos tarifarios que las compañías aéreas españolas
Iberia, Aviaco, Air Europa y Spanair han aplicado desde el día 25 de
abril de 1997. A solicitud del Grupo Parlamentario Socialista del
Congreso (Número de expediente 212/001095)



--Las materias propias de su competencia, previa remisión del informe
correspondiente. Comparecencia cuatrimestral (Número de expediente
212/001224)



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Se abre la sesión a las cinco y cinco minutos de la tarde.




El señor PRESIDENTE: Señoras y señores diputados, vamos a comenzar esta
sesión de la Comisión de Economía, Comercio y Hacienda del Congreso de
los Diputados, consistente en la comparecencia del señor secretario de
Estado de Economía para explicar la revisión del objetivo de inflación
para 1997 anunciado por el Gobierno, a solicitud del Gobierno; para
informar sobre el dictamen emitido por la Dirección General de la
Competencia y vinculado a los incrementos tarifarios que las compañías
aéreas españolas Iberia, Aviaco, Air Europa y Spanair han aplicado desde
el día 25 de abril de 1997, a solicitud del Grupo Parlamentario
Socialista; asimismo, para informar de las materias propias de su
competencia, previa remisión del informe correspondiente, según acuerdo
de esta misma Comisión, en virtud de proposición no de ley aprobada en su
día. (El señor Martínez Noval pide la palabra.)
Señor Martínez Noval.




El señor MARTINEZ NOVAL: Señor presidente, le pido hacer uso de la
palabra, supongo que en términos reglamentarios, puesto que hay algunos
puntos en el orden del día que justifican la comparecencia del señor
secretario de Estado de Economía y que se producen a petición del Grupo
Parlamentario Socialista. Por tanto, creo que es conforme a reglamento
que en estos momentos quiera hacer uso de la palabra para tocar varias
cuestiones. Lo primero que quiero que quede claro en mis palabras es
nuestro absoluto respeto por el señor secretario de Estado de Economía,
que esta tarde comparece en esta Comisión. Por tanto, cuanto diga a
continuación nada tiene que ver con una falta de cortesía hacia el
representante del Gobierno que esta tarde tenemos entre nosotros. En
segundo lugar, también quiero dejar perfectamente claro que la posición
que nosotros queremos mantener esta tarde, como Grupo Parlamentario
Socialista, tampoco tiene nada que ver con un rechazo ni con una no
aceptación de decisiones tomadas legítimamente en el ámbito de esta
Comisión de Economía en la última sesión de la pasada semana, con todo el
respaldo reglamentario.

Nosotros queremos dejar sentado una vez más --ya lo hizo otro portavoz
del Grupo Parlamentario Socialista en esa reunión reciente a la que me
estoy refiriendo--, y bien claramente, el menosprecio del Gobierno por el
funcionamiento de esta Comisión. Señor presidente, señorías, hasta este
momento no ha sido posible, lamentablemente, que el Gobierno compareciera
en esta Comisión en las mejores condiciones para llevar a cabo lo que es
nuestra tarea, que es de oposición y control al Gobierno. El propio orden
del día que SS. SS. se proponen discutir esta tarde, señor presidente, lo
dice bien claramente. Fíjense: primer punto del orden del día, explicar
la revisión del objetivo de inflación --la revisión-- para 1997,
anunciado por el Gobierno. A estas alturas tiene muy poco sentido que el
Gobierno nos explique cuáles fueron las bases para la revisión que se
llevó a cabo --no recuerdo exactamente el mes-- a mediados del año 1997.

Tendría sentido que la comparecencia de hoy fuera para que el señor
Montoro nos explicara por qué el objetivo de inflación del año 1997
incluso estuvo por debajo de la revisión que el Gobierno hizo en
determinado mes del año; pero que hoy el secretario de Estado comparezca
para explicar por qué se hizo aquella revisión parece que tiene poco que
ver con la realidad, parece que tiene poco que ver con el interés de los
ciudadanos, parece que tiene poco que ver con el tiempo que los
parlamentarios dedicamos a nuestra tarea.

En segundo lugar, señorías, el Gobierno va a informar, a través del
secretario de Estado, sobre el dictamen emitido por la Dirección General
de la Competencia vinculado a los incrementos tarifarios que las
compañías aéreas Iberia, Aviaco, Air Europa y Spanair han aplicado desde
el día 25 de abril de 1997. Después de eso --y fíjense bien en que esa
comparecencia la pidió en su origen el Grupo Parlamentario Socialista--
han ocurrido muchas cosas con otras muchas tarifas, con el precio del
tabaco, con la tasa de interconexión de Telefónica, con tantas otras
cuestiones que tienen que ver con la política tarifaria del Gobierno y
con la política del Gobierno de defensa de la competencia y de regulación
de sectores en los que anteriormente había situaciones de monopolio o de
oligopolio. Por tanto, segundo punto del orden del día que a nosotros nos
parece extemporáneo y absolutamente fuera de la realidad.

En tercer lugar, el Gobierno va a informar de las materias propias de su
competencia, previa revisión del informe correspondiente. Son las
comparecencias cuatrimestrales que obligatoriamente tienen que cumplir
los secretarios de Estado del Ministerio de Economía y Hacienda. Tengo
que decir que esa obligación --que creo que está presente en la Ley de
Presupuestos Generales del Estado-- no ha sido cumplida por los
secretarios de Estado del Ministerio. La única autoridad --esto hay que
decirlo en beneficio de la persona--, en este caso monetaria, que ha
cumplido con ese requisito de la comparecencia cuatrimestral ha sido el
gobernador del Banco de España. Por tanto, en los términos de las
comparecencias de los secretarios de Estado del Ministerio de Economía y
Hacienda, que están comprometidas por ley, no ha habido cumplimiento por
parte del Gobierno.

En último término, señorías, quiero resaltar, una vez más, que nosotros
no estamos en desacuerdo con la comparecencia del señor secretario de
Estado de Economía. Lo que nos irrita profundamente es que no haya manera
de que el ministro de Economía y Hacienda comparezca en esta Comisión;
eso es lo que de verdad nos irrita. Y bien que lamento --y lo lamento no
sólo como grupo, sino personalmente-- que sea precisamente don Cristóbal
Montoro la persona que esta tarde esté sufriendo las iras --si se puede
llamar así-- de mi grupo parlamentario; porque quiero recordarles que el
señor ministro de Economía y Hacienda ha comparecido, desde que ostenta
ese cargo, dos veces en esta Comisión. Una comparecencia obligada por el
sentido común y por la lógica política, la primera para explicar su
programa de Gobierno; y una segunda, que es la última, en el mes de abril
del año 1997, para explicar el Programa de Convergencia. Esas han sido
todas las presencias del señor ministro de Economía en esta Comisión.




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Nosotros, en sucesivas reuniones de Mesa y portavoces, hemos hecho todos
los esfuerzos para lograr que el ministro de Economía acudiera a esta
Comisión siquiera fuese para explicar la marcha de la economía española,
para darnos a conocer sus puntos de vista en relación con tantos
acontecimientos que hacia el futuro se le van a presentar --novedosos,
por otra parte-- a la economía española; en todos esos intentos hemos
malgastado nuestros esfuerzos, todos esos empeños han sido baldíos e
inútiles.

Señorías, hay que poner de relieve que no debe haber ninguna otra
Comisión de esta Cámara en la que se haya dado una circunstancia similar
a la que estamos obligados a vivir quienes no tenemos mayoría
parlamentaria. Quiero decir con claridad también, señor presidente, que
nosotros aceptamos la decisión mayoritaria de la Comisión, pero también
tenemos que poner de relieve una cuestión más filosófica que aritmética.

No puede ser el Gobierno o la mayoría parlamentaria quien decida cómo y
cuándo se le hace el control y cómo y cuándo se le hace la oposición,
porque si esto es así no habrá ni oposición ni habrá control posible del
Gobierno. Señorías, nosotros lamentamos tener que adoptar estas
posiciones, pero probablemente el conjunto de la Comisión, si es que en
esta semana se produce un punto de inflexión en la actitud de todo el
Ministerio de Economía y Hacienda, en definitiva del Gobierno, respecto a
su presencia en esta Comisión, dé por buena esta actitud que estamos
manteniendo esta tarde y que les puedo confesar con sinceridad que en
modo alguno es para comodidad nuestra.

Concluyo, señor presidente, salvando una vez más --y lo haré cuantas
veces sea necesario-- el aprecio y la estima por el señor secretario de
Estado de Economía, pero nosotros tenemos que dejar sentado con claridad,
en último término, que no hay explicación posible para que el ministro de
Economía no haya aparecido por su Comisión desde el mes de abril del año
1997. (El señor Alcaraz Masats pide la palabra.)



El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Alcaraz.




El señor ALCARAZ MASATS: Señor presidente, nos queremos sumar a las
consideraciones que acaba de hacer el portavoz del Grupo Socialista como
lo hemos hecho también en otros momentos en que se ha reunido la Mesa y
los portavoces, con respecto a este problema. Efectivamente, estamos
viendo cómo el señor Rato, por ejemplo, a la hora de clausurar el
congreso de los empresarios dice cosas importantísimas que hay que
debatir de inmediato en esta Cámara: que la reforma laboral no ha sido
más que el principio, a la vez que se anuncia reiteradamente que se trata
de profundizar en la reforma laboral; cosas, en todo caso,
importantísimas que deben ser debatidas en esta Cámara y no conseguimos,
tal como se ha dicho, que el señor Rato comparezca. Creo que a partir de
ahora lo que corresponde, en función de esta voluntad que se ha
demostrado (aunque últimamente parece general, porque nos hemos enterado
de cosas importantísimas a través del señor Blair y no del señor Aznar y
estamos esperando enterarnos de las reuniones en Córdoba y Granada por el
señor Prodi, con respecto a las consecuencias que pueda haber sobre el
olivar), es cambiar la táctica de esta Comisión y convertir las
comparecencias, que pueden ser lo normal, lo usual, en una batería de
preguntas y cosas por el estilo, porque si no no parece seguro que el
señor Rato quiera comparecer de manera regular, sobre todo teniendo en
cuenta las declaraciones que públicamente está haciendo sin que se
contrasten, sin que se debatan en el seno de esta Cámara. Por tanto,
conste también nuestra protesta con respecto al tema que el señor
Martínez Noval acaba de tocar. (El señor Aguirre Rodríguez pide la
palabra.)



El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Aguirre.




El señor AGUIRRE RODRIGUEZ: Señor presidente, mi grupo solicita la
palabra porque considera que ha habido una toma de posición de los
restantes grupos sobre aspectos estrictamente formales de funcionamiento
de la Comisión y entiende que debería dejar también su huella en el
«Diario de Sesiones».

Es evidente que los puntos que aparecen hoy en la convocatoria, a
excepción de uno, que es la comparecencia cuatrimestral, podrían
resultar, de alguna manera, algo retrasados; pero también es evidente, y
creo que sería bueno reconocerlo, que todos y cada uno de ellos han
tenido su motivo, y lo saben mis compañeros y colegas de otros grupos
parlamentarios. No tengo que decir cuál fue el motivo, porque ya se dijo
en aquella ocasión, por el que tuvo que aplazarse la comparecencia en
relación con la revisión del objetivo de inflación para 1997, pero sería
bueno recordar que el fallecimiento de la madre del señor Montoro fue el
origen de aquel aplazamiento. Saben también SS. SS. que hubo una
casualidad, y es que en el secretario de Estado de Economía coincide el
segundo semestre de cada año y se solapa de manera siempre necesaria el
debate de las grandes cifras de la evolución de la economía con el debate
que se plantea en torno a todo el proceso de los presupuestos.

Probablemente tendrá que ser objeto de revisión el mecanismo de la propia
Cámara pero, de hecho, hemos tenido también la satisfacción de contar con
el secretario de Estado señor Montoro en esta Comisión y en otras, como
la de Presupuestos, a tenor de los debates que se solapan sobre la
evolución de la economía y la propia impronta que introduce en la Cámara
el debate de presupuestos.

Por tanto, quiero reconocer y dar las gracias por los términos en los que
se han expresado las personas que me han precedido en el uso de la
palabra y no entrar en si se trata de una filosofía o de una aritmética,
porque a la filosofía me remito. No sólo en esta Comisión, en la Comisión
Mixta hay diversas comparecencias para estudiar la evolución del Programa
de Convergencia que tiene una unión muy estricta, en este momento, con
todo el proceso de la evolución económica; también semanalmente, en el
Pleno, a las sesiones de control el vicepresidente asiste con toda
regularidad, teniendo presente que las agendas están mucho más apretadas
en este momento que en otras circunstancias,



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ya que debido al proceso de la Unión Europea se están sucediendo toda una
serie de reuniones internacionales que de alguna manera condicionan el
funcionamiento de los ministerios. Tengo que hacer también mi valoración
respecto a que en el año 1998 es la voluntad de este grupo y de la
mayoría que le respalda en todas las decisiones democráticas legítimas y
reglamentarias que se adoptan en el seno de las reuniones de la Comisión,
en sus esferas de Mesa y portavoces, es la voluntad de este grupo
--insisto-- guardar los ritmos reglamentarios de acuerdo con las
exigencias que plantea el Reglamento. Por tanto, miramos el horizonte con
esa voluntad de poder contar, el mayor tiempo posible, con la presencia
de todo el Gobierno en sus diferentes departamentos y áreas y que la
oposición ejerza su control y su labor de oposición adecuadamente, como
siempre en esta Cámara.




El señor PRESIDENTE: Señor secretario de Estado, tiene usted la palabra
para exponer los términos de sus comparecencias relativas al objetivo de
revisar la inflación para 1997 y al informe cuatrimestral. Respecto al
orden de los trabajos de esta sesión de la Comisión, señor Martínez
Noval, si le parece a usted, en la medida en que son ustedes los autores
de la solicitud de comparecencia para informar acerca del dictamen
emitido por la Dirección General de Política Económica y Defensa de la
Competencia en relación a las tarifas aéreas de determinadas compañías,
propongo que lo ordenemos de la siguiente forma: bien que una vez
concluida la primera comparecencia en bloque se inicie la segunda --en
cuyo caso agruparíamos la primera y la tercera de las comparecencias--,
bien que en su turno pueda intervenir posteriormente para fijar los
términos de la segunda comparecencia, de forma y manera que el secretario
de Estado, en la segunda de sus intervenciones, también le conteste a
usted a los términos de su comparecencia.

Señor Martínez Noval.




El señor MARTINEZ NOVAL: Señor presidente, con mi intervención anterior
he agotado todas las intervenciones de esta tarde del Grupo Parlamentario
Socialista. Por tanto, al no pretender intervenir de nuevo, en modo
alguno queremos condicionar el orden del día, que respetamos tal como
está establecido en el documento recibido desde la Presidencia de la
Cámara.




El señor PRESIDENTE: En tal caso, en la medida en que ustedes no van a
intervenir respecto a las tarifas aéreas, en los términos de la
comparecencia, entiendo que desisten de la celebración de esta
comparecencia en lo relativo a ese punto.




El señor MARTINEZ NOVAL: Sí. En realidad desistimos de toda la
comparecencia, señor presidente.




El señor PRESIDENTE: Muy bien.




El señor GOMEZ RODRIGUEZ: Señor presidente, sólo quería aclarar una duda.

¿Quiere eso decir que el tema de las tarifas aéreas, que es el que afecta
a Canarias, no se va a tocar esta tarde?



El señor PRESIDENTE: Efectivamente, señor Gómez Rodríguez. No se va a
tocar.




El señor ALCARAZ MASATS: Señor presidente, en función de la intervención
precedente, yo creo que lo que corresponde es la comparecencia regular,
la cuatrimestral.




El señor PRESIDENTE: Señor Alcaraz, usted cree lo que tiene a bien creer,
evidentemente, pero el orden del día es el orden del día. Lógicamente, si
el Gobierno solicita una comparecencia para explicar la revisión del
objetivo de inflación, puede explicar la revisión del objetivo de
inflación. En la medida en que hay otra comparecencia acumulada en
relación a la exposición de la marcha de la política económica, con
carácter cuatrimestral, será el señor secretario de Estado, en uso del
tiempo y de sus atribuciones, el que lo organice y decida de la manera
que crea conveniente. Me imagino, señor Alcaraz, que se hará de pasada
una visión sobre la revisión del objetivo de inflación para 1997 y,
lógicamente, el núcleo de la intervención del señor secretario de Estado
será la marcha de la política económica. Pero estoy aventurándome a un
futuro que no me corresponde y, por supuesto, estoy ojo avizor para
observar en qué consiste esta comparecencia.




El señor ALCARAZ MASATS: Señor presidente, el señor secretario de Estado
es dueño de su tiempo, no del de los demás. (Rumores.) Por otra parte, no
vayamos todos a caer en la estrategia proustiana de ir en busca del
tiempo perdido hablando de 1997, cuando de lo que se tiene que hablar es,
en líneas generales, del próximo futuro, en función de la comparecencia
cuatrimestral. Eso es lo que le quería decir, señor presidente. El señor
Montoro es dueño de su tiempo, pero no del mío. Lo digo para ver si
podemos organizar las cosas de manera más racional.




El señor PRESIDENTE: Señor Alcaraz, si se refiere a los tiempos, en esta
Comisión nunca ha habido dominio de los tiempos, y se lo digo en
particular a usted. Ahora bien, si quiere que tengamos referencia y
respeto hacia los tiempos ajenos, señor Alcaraz, apretémonos todos el
cinturón. Se lo advierto.




El señor ALCARAZ MASATS: No me refería a eso, señor presidente. Me
refería a que la comparecencia sobre el primer punto del orden del día,
la corrección del índice de inflación, no tiene sentido realizarla. Podrá
dar explicaciones de tipo retrospectivo, pero yo creo que no es demasiado
interesante que nos centremos en ese tema.




El señor PRESIDENTE: Señor Alcaraz, en su turno de intervención haga las
oportunas reflexiones y críticas, pero no de antemano por cuanto todavía
no sabemos de qué va a hablar el señor secretario de Estado. Luego si
quiere, a la salida de la Comisión le cuento el chiste del gato, que
viene absolutamente al caso.




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El señor AGUIRRE RODRIGUEZ: Señor presidente, en orden al debate mi grupo
plantea que, habida cuenta de que hay una comparecencia ordinaria
cuatrimestral, basada en un informe de coyuntura sobre la evolución de la
economía en 1997, en esa exposición quedaran inmersas las apreciaciones
que quisiera hacer el secretario de Estado en relación a las sucesivas
revisiones que se han producido en torno a la inflación, y de esa manera
subsumir en la comparecencia cuatrimestral la primera de las señaladas en
el orden del día.




El señor PRESIDENTE: Señor secretario de Estado, hable usted de lo que
quiera, siempre y cuando tenga que ver con las comparecencias solicitadas
por el Gobierno. No haga usted caso a los portavoces de los grupos
parlamentarios por cuanto su tiempo es de usted y evidentemente la
exposición es suya.

Tiene usted la palabra, señor secretario de Estado.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMIA (Montoro Romero): Señorías, yo
creo que está muy claro que los argumentos que hemos escuchado aquí en
relación con un supuesto menosprecio a esta Cámara tienen tal endeblez
que no merece la pena entrar en mayores valoraciones. Además, algunos de
los asuntos, como el de la revisión del objetivo de inflación del
Gobierno para el año pasado, fueron a iniciativa propia de este
secretario de Estado, del Gobierno en definitiva, y quedaron subsumidos
en posteriores comparecencias relativas a la presentación de los
proyectos de Presupuestos Generales del Estado para el año 1998.

En relación con el punto que solicitaba el Grupo Socialista, me
interesaría precisar con su permiso, señor presidente, que en virtud del
artículo 52 de la Ley de Defensa de la Competencia este secretario de
Estado no puede dotar de mayor información sobre hechos que están sujetos
a un expediente en trámite de investigación y de sanción. Por tanto, no
puedo aportar al Congreso una información más completa que la que está ya
en los medios de comunicación escritos.




El señor PRESIDENTE: Señor secretario de Estado, perdóneme que le
interrumpa. No puede aportar ningún tipo de información porque no se le
recaba ni se le requiere; por consiguiente, no tiene usted por qué
aportarla.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMIA (Montoro Romero): Quería
explicar en qué consistía la argumentación relativa a un menosprecio por
calendario de la presencia de la Secretaría de Estado de Economía en la
Cámara. Yo creo que está bastante claro, señorías, que se trataba de
debatir sobre lo que nos concita hoy aquí, que es la evolución reciente
de la economía española, la política económica que está instrumentándose
desde nuestro país para despejar el futuro de nuestra economía, el futuro
de la creación de empleo y el futuro de nuestra integración en la Unión
Monetaria Europea. En ese sentido, voy a pasar a desarrollar con algo más
de atención el contenido del punto tercero del orden del día, relativo a
la comparecencia cuatrimestral en los términos establecidos.

Créanme, señorías, que pocas ocasiones hay para comparecer en esta Cámara
con unos resultados tan positivos y tan favorables como los conseguidos
por la economía española en el año 1997. En efecto, en dicho año hemos
dado algún paso que podemos calificar de histórico en la modernización de
nuestra sociedad al cumplir con exquisito rigor los requisitos de nuestra
integración definitiva en la Unión Monetaria y al conseguir entre
nosotros la implantación de un modelo de crecimiento económico basado en
la estabilidad de precios, en la mejora de nuestra competitividad
internacional y en la financiación holgada del país.

Con el pleno cumplimiento de los objetivos de Maastricht, nuestra
economía ha sido capaz de demostrar que la convergencia nominal es una
condición necesaria para la convergencia real, un requisito, en
definitiva, para el crecimiento y bienestar de nuestro país y la
consiguiente creación de empleo.

La práctica totalidad de los datos que resumen el comportamiento
económico de 1997 han superado las estimaciones más optimistas. La
realidad ha sido mejor aún que las previsiones del propio Gobierno. El
crecimiento económico, la inflación, el déficit público, el sector
exterior, el comportamiento de la demanda interna y, sobre todo, el
empleo, se han comportado de una forma que ni los mejores expertos
pudieron anticipar en su día.

El buen comportamiento económico ha tenido una especial significación, ha
tenido un especial asiento en el grado elevado de estabilidad política
que se ha alcanzado en el año 1997. La estabilidad política ha actuado
como una de las claves del proceso actual de recuperación económica que,
sin duda, hubiera sido imposible sin un alto grado de consenso político.

Por otra parte, y ya desde un punto de vista más cualitativo, los
indicadores de confianza de consumidores y empresarios han vuelto a
recuperar valores de finales de los ochenta, expresando, a su vez, un
considerable optimismo en el corto y medio plazo.

Así pues, en 1997, la economía española ha logrado un crecimiento
equilibrado, estable y generador de empleo. Los datos más recientes
cifran en el 3,3 por ciento el incremento del PIB, sólo una décima más de
la cifra del 3,2 por ciento, que ya fue revisada al alza en la segunda
parte del año 1997, y un punto más que el resultado del año 1996. Nuestro
crecimiento económico se caracteriza, además, por estar afectando
positivamente a todas las regiones españolas, y especialmente a las
regiones que actualmente tienen su renta más baja; es decir, en España,
la convergencia real con Europa está sirviendo para la convergencia de
los niveles de desarrollo de las comunidades autónomas en nuestro país.

El crecimiento se está logrando con un perfil de aceleración a lo largo
del año hasta situarse en un aumento interanual en el cuarto trimestre
que habrá superado el 3,5 por ciento; es decir, el crecimiento de la
economía en el último trimestre del año habría sido del orden del 3,6 por
ciento, ritmo que no se alcanzaba desde el año 1990. Esta intensificación
del crecimiento obedece, fundamentalmente,



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al mayor dinamismo de la demanda interna privada, que se ha visto
estimulada por la continuada caída de los tipos de interés y el avance de
la confianza, a lo que antes ya me he referido.

Desde la óptica de la oferta, el rasgo más positivo ha sido el elevado
ritmo de crecimiento alcanzado por el sector industrial, cuya actividad
se ha visto particularmente impulsada por la recuperación del consumo de
las familias españolas y por la buena marcha de las exportaciones.

El crecimiento de nuestra economía se ha producido en un contexto de
evolución económica positiva en los principales países industrializados.

Por una parte, Estados Unidos y el Reino Unido, en el tramo más avanzado
del ciclo económico, han superado en crecimiento a la evolución de la
Europa continental, con una intensificación del crecimiento compatible
con tasas de inflación reducidas y una acentuación generalizada de los
procesos de ajuste fiscal.

Por otra parte, nuestra economía se ha anticipado al comportamiento
económico de los países de la Unión Europea, en donde, según iba
transcurriendo el año y se diluían las incertidumbres en la Unión
Monetaria, se generaba un ritmo lento pero gradual de expansión
económica, cuya media está en aproximadamente un punto por debajo del
crecimiento económico que hemos alcanzado en España.

En sentido contrario, la economía japonesa ha obtenido los peores
resultados previstos, influidos además en la última parte del año por la
situación de las economías asiáticas en desarrollo especialmente azotadas
por una crisis financiera, como es bien conocido.

Volviendo a nuestra situación económica, podemos hablar en España de una
expansión equilibrada, sana, alimentada tanto por la demanda interna como
por la demanda exterior. De hecho, frente a un presupuesto de 1997 que
estimaba, debido a la recuperación económica, una ligera aportación
negativa del sector exterior, los datos cercanos al cierre nos hablan de
0,7 puntos de aportación positiva al crecimiento económico. Para ello,
nuestras ventas al exterior han jugado un papel trascendental. Las
exportaciones han consolidado tasas importantes de crecimiento y han
seguido aumentando por encima de las importaciones, que también han
crecido (el 13,2 y 10,2 por ciento, respectivamente), de manera que
mejoran a un tiempo el grado de apertura de la economía y la
competitividad de nuestras empresas. Es ésta, tal vez, una de las mejores
noticias económicas del pasado año, porque muestra la buena salud de
nuestra estructura productiva y su capacidad de adaptación y respuesta a
los nuevos retos de la integración económica internacional y es, además,
el mejor presagio en cuanto a la duración larga del ciclo expansivo que
estamos viviendo. Nuevamente se cumple, como ha ocurrido en otras
ocasiones, que cuando nuestra economía se abre al exterior, se
intensifica su crecimiento. Este crecimiento ha sido además compatible
con una severa corrección de los desequilibrios básicos; ha sido un
crecimiento estable enmarcado en los criterios de convergencia nominal
acordados en Maastricht. Hace un año, buena parte de lo que acabo de
describir parecía poco menos que imposible. La inflación está ahora en el
2 por ciento, el 1,9 por ciento IPC armonizado, prácticamente igual que
la media de la Unión Europea y sólo un punto por encima de la media de
los tres países miembros mejor situados. El PIB sube, la inflación baja;
no hace muchos años se habría observado esta ecuación con notable
escepticismo.

Entre los elementos más relevantes del balance de 1997, debemos destacar
el comportamiento creciente del consumo privado, que ha superado la
tónica de debilidad de los últimos años para retomar tasas de aumento en
el entorno del 3 por ciento, que no se registraban desde finales de los
ochenta. Pero más destacado aún es la superación del modelo tradicional,
en donde las fases expansivas de la economía venían acompañadas de
explosiones en el consumo privado, con las consiguientes disminuciones en
la tasa de ahorro familiar, motivando los tradicionales desequilibrios de
nuestro sector exterior. Esta cadena tradicional se ha modificado
sustancialmente en los dos últimos años, ya que aproximadamente medio
punto porcentual de aumento del consumo privado del 3,2 por ciento de
1997, puede ser atribuido a la disminución de la tasa de ahorro. Su buen
comportamiento se debe mucho más a los siguientes factores: mejora
generalizada de la confianza, creación de empleo, estabilidad de precios
y ganancia de renta real y caída de tipos de interés y efecto riqueza
derivado de la intensa revalorización de los activos financieros. Este
comportamiento del consumo está siendo compatible con una reducción muy
notable del ritmo de aumento de los precios. Por otra parte, al subsistir
factores estructurales que explican la actividad cautelar de los
consumidores en los últimos años, no es previsible una explosión del
consumo en los próximos meses de modo que perjudique la estabilidad del
modelo.

Por lo que al consumo público se refiere, su aportación al cuadro
macroeconómico ha sido negativa, tal y como se corresponde con una
política de decidida reducción del déficit a partir del control del gasto
público.

En cuanto a la inversión, ésta ha mostrado, a lo largo de 1997, una
tendencia de clara aceleración, fundamentalmente explicada por la
reacción muy positiva a los factores de expectativas de la inversión en
equipo y por la inflexión en el comportamiento de la inversión en
construcción. Entre los factores que determinan este buen comportamiento,
se encuentran la disminución del coste de uso del capital, que no ha
estado nunca en niveles tan bajos como los actuales, alcanzando el
apalancamiento financiero cotas desconocidas hasta ahora; la saneada
situación financiera de las empresas; las expectativas impulsadas por el
nuevo marco de estabilidad de nuestra economía y nuestra segura
integración en la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria.

La demanda externa ha impulsado nuevamente el crecimiento del PIB en
1997, con una contribución positiva --que ya anticipaba hace un momento--
que estimamos en torno a siete décimas de punto porcentual, y ello
compatible con una intensificación de la actividad y de la demanda
interna. Esta se convierte, por tanto, en una de las claves del nuevo
modelo de crecimiento económico, en donde la recuperación interna no ha
impedido, es más, se ha producido un contexto de intensificación de las
exportaciones,



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y esta persistente fortaleza de las exportaciones ha sido capaz de
contrarrestar el progresivo aumento de las importaciones, fruto de la
reactivación económica. De hecho, según los datos del Banco de España, y
haciendo una proyección para todo el año, las cuentas corrientes y de
capital han acumulado un superávit que podría estar en torno al 1,8 por
ciento del PIB, dos décimas más que en 1996, siendo así fiel reflejo de
la generación de ahorro en nuestro país y su exportación al resto del
mundo.

Del sector exterior hemos de destacar, a su vez, el muy buen
comportamiento del turismo, así como el crecimiento espectacular de las
inversiones españolas en el exterior, con un montante de prácticamente
dos billones de pesetas invertidos en el resto del mundo, el doble que en
1996 y a nivel de países como Japón; España ha pasado a ser el octavo
país del mundo en inversiones en el exterior. Este buen comportamiento de
nuestro sector exterior se ha debido fundamentalmente a la mejora en la
estructura de costes de nuestras empresas --costes financieros, costes
fiscales, costes salariales, costes energéticos, costes de
telecomunicaciones--, así como a la estabilidad de nuestro tipo de cambio
frente a los países de la Unión, al comportamiento del dólar por lo que a
nuestras exportaciones a Latinoamérica se refiere, así como precisamente
a la cada vez mayor presencia inversora de nuestras empresas en el
exterior, demostrándose una estrecha correlación entre nivel de inversión
de nuestras empresas en un país, y solidez y estabilidad de nuestras
exportaciones al mismo. De hecho, a todas estas corrientes se está
incorporando cada vez más la pequeña y mediana empresa española. La
evolución del superávit corriente, el buen comportamiento de la cuenta de
capital, como sucede cada año desde nuestra adhesión a la Unión Europea,
y las entradas de divisas recogidas en la cuenta financiera y obtenidas
fundamentalmente en la segunda parte del año, donde se consolidan
nuestras perspectivas de crecimiento y adhesión plena a la Unión
Monetaria, han permitido que 1997 se haya saldado con un nivel de
reservas de 72.456 millones de dólares, máximo histórico para la economía
española.

En todo este comportamiento la política económica de reducción del gasto
público ha jugado un papel preponderante. El objetivo de déficit público
de Maastricht y el de los presupuestos era el 3 por ciento; se ha quedado
en torno al 2,8 por ciento. En términos de contabilidad nacional, que es
la metodología relevante para la medición de los déficit públicos, hemos
provocado un intenso esfuerzo de consolidación fiscal. En tres años se ha
reducido desde el 6,6 por ciento del producto interior bruto, demostrando
que conteniendo el gasto público crecíamos y crecemos con los
desequilibrios controlados. El peso fundamental de la reducción del
déficit ha gravitado en los gastos. Ya desde el primer momento, en 1996,
el Gobierno tomó la decisión de recortar el gasto público en 200.000
millones de pesetas sobre un presupuesto prorrogado --como fue el de
1996-- influyendo de esa manera y de forma considerable en las
expectativas de los agentes económicos, y reconstruyendo así también la
credibilidad de la política económica. Buena parte de la mayor
recaudación hay que imputársela también a la severa corrección del gasto,
porque ésta ha sido una de las señales decisivas para los mercados de
capitales y para los inversores en general, y una de las pautas
directrices de la política monetaria. De manera que el incremento de
recaudación procedente del mayor crecimiento económico debe considerarse
en buena medida una renta del ahorro público. La reducción del déficit
puede así atribuirse en 0,4 puntos porcentuales a ingresos adicionales,
provenientes de la recuperación económica, y en un punto a la reducción
del gasto público.

Habíamos destacado, como uno de los rasgos más favorables de la actual
expansión económica, haber sido capaces de compatibilizar una
intensificación del crecimiento con niveles de inflación históricamente
bajos. Así, a lo largo de 1997 el IPC disminuyó 1,2 puntos, desde el 3,2
de diciembre de 1996, hasta el 2 por ciento de diciembre de 1997, nivel
en el que actualmente se mueve. Tal y como ya anticipábamos, el índice se
fue reduciendo hasta el 1,5 en el mes de mayo, tendiendo ya en la segunda
parte del año a estabilizarse en torno al 2 por ciento. A raíz
precisamente del excelente comportamiento de los precios en la primera
mitad del año 1997, el Gobierno decidió reducir el objetivo oficial de
inflación del año 1997 para adecuarlo mejor a lo que ya iba a ser una
fructífera realidad en nuestro país. De esa manera, el proyecto de
reducción obedecía a inducir expectativas de contención de precios en
España, expectativas que afortunadamente están en la base del control de
la inflación en la actualidad. El caso es que hemos terminado el año con
una inflación del 2 por ciento, medida en IPC general, inflación que es
igual que la media del año, y con estos datos la inflación en España es
perfectamente comparable a la media de la Unión Europea. Pero debo
insistir en que ese logro que hemos conseguido en España, ese logro que
en IPC armonizado incluso es inferior al 2 por ciento, es un logro que se
ha compatibilizado con una aceleración del crecimiento económico de
nuestro país, porque, señorías, es mucho más fácil bajar la inflación
cuando la economía no crece, cuando no hay demanda suficiente de nuestros
productos, y realmente lo que ha ocurrido en España es exactamente el
proceso contrario: a medida que hemos tenido más crecimiento económico y
el papel del crecimiento económico ha sido protagonizado por la demanda
interna de las familias, por la recuperación de la inversión en clave
interna, se ha producido también en España una efectiva contención de la
inflación en torno a ese 2 por ciento. ¿Por qué se ha comportado de esta
manera la inflación? Este es un asunto realmente fundamental para nuestro
país, puesto que la continuidad de la inflación en estos niveles es
básica para que podamos tener en España no sólo suficiente crecimiento
económico, sino para garantizar la calidad del crecimiento económico que
está registrando afortunadamente nuestra sociedad.

A la hora de encontrar explicaciones en el éxito obtenido en materia de
control de precios en la España de 1997 hemos de destacar, en primer
lugar, la decidida y adecuada combinación de las políticas monetaria y
fiscal, orientadas hacia el objetivo del descenso y apoyadas fuertemente
por la credibilidad de sus resultados. Es decir, también en este punto en
materia de inflación la realidad de la evolución de nuestros precios ha
sido aún mejor que los objetivos, francamente



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ambiciosos, que trazó el Gobierno inicialmente. En segundo lugar debo
destacar la intensificación de los programas de liberalización y fomento
de la competencia y, entre ellos, los programas de privatización de
empresas públicas. En tercer lugar figura la utilización de la técnica
conocida como el IPC menos equis para los precios todavía sometidos a
régimen administrativo. En cuarto lugar tengo que mencionar el proceso de
apertura de nuestra economía al exterior, que está influyendo, y de
manera positiva, en la contención de los precios de bienes y servicios
comerciales. En quinto lugar figura el importante descenso de los costes
de producción de nuestras empresas, la caída de los tipos de interés, el
descenso de los costes financieros, que se ha unido también a la caída de
determinados impuestos, la reducción de la carga fiscal de la pequeña y
mediana empresa, y al ahorro que para las empresas ha supuesto también la
reducción de costes tan importantes como son los precios de la energía, y
en particular de la energía eléctrica. Por último, a ello se añade el
buen comportamiento de los precios energéticos en la segunda mitad del
año y de determinados productos alimenticios en los primeros meses del
año, asunto al que ya me he referido.

Quiero destacar, señorías, el significado de esa estabilidad de precios,
convertida en uno de los elementos claves del actual proceso de
crecimiento económico, permitiendo que el crecimiento real esté por
encima del comportamiento de los precios, y evitando las injustas
distribuciones de la renta que produce el fenómeno de la inflación. La
corrección de los desequilibrios básicos y el cumplimiento de Maastricht
han ido abriendo paso a una bajada muy importante de los tipos de
interés. Desde 1996 los tipos de interés a largo plazo se han dividido
por dos, alcanzando niveles que constituyen un récord histórico. El
rendimiento de la deuda a diez años se situaba a finales de diciembre en
torno al 5,4 por ciento. Hoy --con cifras del mediodía-- el tipo de
interés a diez años en nuestro país está situado en el 5,2 por ciento. Se
trata, pues, de reducciones muy importantes en el coste de la deuda,
incluida, por supuesto, también la parte de la deuda cuya financiación es
más a corto plazo, como es el caso de las letras del Tesoro. Y es que en
dos años los tipos de interés a largo plazo en España se han reducido a
casi la mitad, con una caída de prácticamente 500 puntos básicos, y algo
similar ha sucedido en el corto plazo. Dado que la tasa de inflación se
ha reducido en el período señalado en algo menos de dos puntos, es
evidente que la intensa reducción en la prima de riesgo-país, medida por
la mucho más intensa caída de los tipos nominales que de la inflación, ha
obedecido también a otros factores, entre los que debemos destacar la
credibilidad de la política económica del Gobierno.

También ha sido notable la estabilidad cambiaria de la peseta, incluso en
momentos de severas turbulencias como las que ha generado la crisis
asiática, siendo esta crisis eminentemente financiera nuestros mercados
financieros se han comportado de un forma muy notable, de manera que han
tenido un comportamiento perfectamente comparable al registrado por los
países que tienen esa condición de estabilidad más acreditada o
reconocida. Conviene que recordemos que en 1997 ha habido seis
reducciones de tipos oficiales llevadas a cabo por el Banco de España,
con lo cual estamos hablando de un descenso de punto y medio en el tipo
de intervención.

A pesar de que, a veces, las circunstancias internacionales no han sido
especialmente favorables, como es el caso de la existencia de la crisis
financiera asiática y de su traslación en determinados momentos a los
mercados de valores de renta variable europeos, el índice de la Bolsa de
Madrid al concluir el año 1997, ha superado claramente el nivel 600, con
una revalorización en un año cercana al 40 por ciento. En este
comportamiento tan positivo de nuestras Bolsas ha influido la política y
la aplicación de la estrategia de privatizaciones de empresas públicas
que han dado mayor calado, mayor profundidad al mercado, añadiéndose, en
definitiva, una nueva oferta de papel a lo largo del año por un valor
aproximado de 1,75 billones de pesetas.

A lo largo de toda la exposición que he realizado del cuadro
macroeconómico, sólo me resta analizar su repercusión más relevante, que
es la creación de empleo. Hemos tratado de hacer hincapié en otro aspecto
que, a mi juicio, se ha convertido en una característica fundamental del
nuevo modelo de crecimiento económico, me estoy refiriendo a los
profundos cambios provocados en la estructura de flujos de inversión y
financiación de nuestra economía, facilitados por la importante bajada en
tipos de interés y provocados también por los cambios fiscales. Así hemos
visto que crece el consumo privado al mismo tiempo que se mantiene el
nivel de ahorro, por tanto, se sustenta en un aumento de la renta
disponible, facilitado por el abaratamiento de los créditos y por la
garancia de los salarios reales, debido a la baja inflación, y en el
efecto riqueza de difícil cuantificación. Se han reducido intensamente
los costes financieros de las empresas y se han facilitado también sus
alternativas de inversión, al mismo tiempo que el sector público no
detrae recursos de la economía derivado del intenso esfuerzo de
consolidación fiscal que se ha practicado. Los menores tipos de interés
abaratan, asimismo, la financiación del Tesoro, las menores necesidades
de gasto disminuyen sus necesidades de captación de recursos y, por
tanto, el ahorro se dirige hacia la economía productiva, donde los
menores tipos de interés hacen nuevamente atractivas y rentables
oportunidades de inversión que antes no lo eran. Se destina así más
inversión a actividades con más riesgo, se invierte en nuevos negocios y
se invierte en el exterior. Unas primeras cuantificaciones permiten dar
las siguientes cifras provocadas por la caída de los tipos de interés en
nuestro país. Se ha generado una renta disponible adicional de 1,7
billones de pesetas para familias y empresas; se ha reducido el valor
presente de la deuda pública en aproximadamente 4 billones de pesetas, y
los gastos financieros de 1997 se reducen, en términos de contabilidad
nacional, en aproximadamente 500.000 millones de pesetas. Sin duda
alguna, señorías, las cifras que acabo de facilitar esta tarde son
ilustrativas de los beneficios que está reportando para todos los
españoles, para todos los ciudadanos la reducción de tipos de interés en
nuestro país.




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La economía española, poco a poco, ha ido consolidándose en una situación
en la que se combina estabilidad y dinamismo. Llegamos así a uno de los
aspectos más positivos del balance de 1997, cual es la elevada incidencia
que el crecimiento económico ha tenido sobre la generación de empleo.

Durante 1997 se han firmado más de 700.000 nuevos contratos fijos de los
que prácticamente la mitad han correspondido a jóvenes. Se han creado más
de 350.000 nuevos empleos, empleos adicionales por tanto, al tiempo que
ha aumentado el número de afiliados a la Seguridad Social prácticamente
en 500.000 personas. En esta creación de empleo, la pequeña y mediana
empresa está jugando nuevamente un papel muy destacado. Como la población
activa ha seguido creciendo a buen ritmo, del orden del uno por ciento,
convocada por las mayores posibilidades de empleo que promete la
favorable evolución de la economía, el paro ha mejorado en 1,5 puntos,
que corresponde a 175.000 personas. El hecho de que la actual fase de
recuperación económica esté siendo muy intensiva en trabajo se explica
por varias razones. Eliminación de la sobredimensión tras los fuertes
ajustes de las crisis 1992 y 1994; el crecimiento moderado, a
continuación, de los costes laborles; la recuperación de la industria y
el acuerdo para la estabilidad del empleo pactado en la primavera de 1997
por los agentes sociales, empresarios y sindicatos, reforma que introdujo
en nuestro país un nuevo contrato de duración indefinida, con un menor
coste por despido improcedente y una mayor clarificación de las
circunstancias que pueden dar lugar a despidos. Este aspecto se ha
convertido en un importante reforzamiento de la confianza, clave --como
estamos señalando constantemente-- para la recuperación de nuestra
economía. El empleo, en todas sus variables, ha subido en España mucho
más que en el resto de los países de la Unión Europea. Estas cifras que
acabo de recordar son el mejor indicio de que vamos por el buen camino;
nos falta trecho, sin duda alguna, por recorrer, pero estamos
discurriendo por el buen camino. Al fin y al cabo el objetivo, la
finalidad última de la política económica es la creación de empleo, ahora
lo estamos consiguiendo y, sobre todo, estamos sentando las bases para
que durante los próximos años se pueda mantener la misma tendencia. La
creación de empleo ha reforzado, a su vez, las expectativas de los
agentes económicos y de los mercados y ha contribuido al despegue de la
demanda interna, de tal manera que siendo como es el objetivo último del
proceso económico, lo que da sentido al mismo, no se detiene en él la
rotación del círculo virtuoso, sino que aporta igualmente su impulso al
conjunto de la economía.

Es cierto que la economía española se ha beneficiado en 1997 del mejor
tono de la economía internacional, pero también es cierto que los
resultados de la economía española han sido mejores que los de la media
de los países industrializados y ampliamente superiores a los de la Unión
Europea, que son nuestro entorno más cercano. En ese sentido los
resultados de 1997 son en sí mismos una satisfacción para toda la
sociedad española, que ha sabido conseguir lo que se proponía con
iniciativa, con trabajo, con buen juicio y con capacidad crítica. Más
concretamente estos resultados son una satisfacción para todos los
agentes económicos, para los trabajadores, para los empresarios, para los
inversores, para los ahorradores en general, para los profesionales
libres y, por supuesto, para los funcionarios de las administraciones
públicas, en un año que vivieron la congelación de su sueldo, de su
renta.

Cuando en un año se registran los éxitos que se obtuvieron en el año 1997
debemos considerarlo realmente un éxito de todos. Gracias a todos España
va a llegar justo en el tiempo convenido a la cita de la Unión Monetaria,
situándose en una excelente posición para sacar el mejor provecho, el
mejor fruto de la construcción política de Europa que sucederá una vez
hagamos entre todos los europeos la nueva moneda única: el euro. Es más,
el compromiso firme, desde un primer momento, de este Gobierno en el
proyecto europeo, en el proyecto del euro, ha beneficiado la credibilidad
de la política económica, generando unas expectativas en los mercados que
afectan positivamente a la recuperación de nuestra economía, favoreciendo
así también el compromiso de otros países con la Unión Europea. Al mismo
tiempo, nuestra economía se ha convertido en un buen referente al poder
demostrar, como he dicho antes, al comienzo de mi exposición, que son
precisamente las políticas económicas dirigidas a la convergencia
monetaria, a la convergencia real, a la llamada convergencia nominal, las
que mejor reactivan la economía, las que más empleo crean y, por tanto,
las que mejor sirven a la convergencia real.

Estos resultados son también una satisfacción para las fuerzas políticas
representadas en esta Cámara, porque --como decía antes-- de todos son
los frutos de un año que ha sido crucial para alcanzar el objetivo
perseguido expresamente por la mayoría de los españoles aquí
representados. Aunque sin duda alguna con matices, con diferentes
orígenes, formulando procedimientos diferentes, incluso algunos grupos
parlamentarios con diferentes metas, los caminos de casi todos los
partidos políticos españoles se cruzan en el proyecto europeo y por eso
podemos, legítimamente, celebrar juntos la consecución de uno de sus
hitos más importantes. Por supuesto, hay un motivo de satisfacción íntima
y profunda para el Gobierno, que ha tenido la responsabilidad de orientar
la política general y la política económica durante un año clave para la
construcción europea, como ha sido el año 1997, de forma que ahora
podemos rendir cuentas de ese año con la tranquilidad del deber cumplido.

Tenemos que aprovechar lo que ha sido nuestra experiencia, lo que ha sido
el recorrido que hemos desarrollado para llegar al euro, para obtener las
claves de lo que va a ser ese futuro. Llevamos, sin duda alguna, mucho
tiempo mirando hacia fuera para ver cómo se hacían las cosas en otros
países; quizá hemos hecho ese ejercicio tanto tiempo que habíamos perdido
la costumbre de ver lo que teníamos en casa. Ahora, de la experiencia
reciente, podemos derivar que cuando nos hemos puesto a hacer los deberes
en casa los resultados son muy positivos, no sólo para nosotros, sino
para la propia construcción de la Unión Monetaria, es decir, para todo el
conjunto de Europa.

Con todo, no es lo más importante que la economía española haya crecido
más de lo previsto, ni que el déficit



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público se haya reducido más de lo presupuestado, ni que la inflación se
haya recortado sustancialmente más de lo exigido, ni que los tipos de
interés hayan bajado a cotas que hasta hace un año parecían impensables,
ni siquiera lo es que se hayan generado 350.000 nuevos empleos; lo
verdaderamente importante, señorías, es que todo eso se haya conseguido a
la vez y por un orden. Ahí es donde reside la novedad del modelo de
crecimiento económico que estamos estrenando los españoles, y ahí está la
auténtica garantía de un crecimiento sostenido hasta que la economía
española pueda dar pasos firmes e irreversibles en la utilización de
nuestro elevado potencial de crecimiento, aprovechando lo que hoy son
recursos ociosos en nuestro país, me refiero especialmente a nuestros
elevados recursos humanos. Decía que tenemos por delante ese desafío que
significa la reducción del paro, pero a través de la implantación, de la
consolidación de este modelo de crecimiento económico, podemos aspirar a
paliar, en primer lugar, y a corregir de una manera más decisiva, en un
futuro próximo, el primer problema político, social y económico que
tenemos todos los españoles.

Decía, señorías, que la novedad del modelo estriba en que el crecimiento
económico es perfectamente compatible con la corrección y el control de
los desequilibrios macroeconómicos; más aún, que esta corrección y este
control son ya, en sí mismos, fuentes de crecimiento. A medida que la
economía española se ha ido integrando en los valores de estabilidad
macroeconómica, ha ido creciendo la confianza de los agentes económicos
propios y foráneos y de la sociedad en general en nuestras posibilidades
de crecimiento. Este año pasado, además, hemos podido observar cómo se
han ido deshaciendo los pesimismos y malos presagios sobre nuestra
capacidad de cumplir con los compromisos de la Unión Monetaria en el
plazo acordado. En este punto, la verdad es que no sólo hemos tenido que
luchar contra nuestros propios fantasmas, sino que también hemos tenido
que esperar a que la tozudez de los datos, la contundencia de las cifras,
derribaran las últimas barreras de desconfianza que aún existían más allá
de los Pirineos.

No tengo que extenderme mucho más para demostrar que realmente la
confianza es un requisito fundamental de la actividad económica. Debemos,
pues, felicitarnos de que hayamos ganado entre todos, siempre --y subrayo
entre todos--, la batalla de la confianza, y así se demuestra en todos
los indicadores de opinión que están situados en valores máximos, como ya
ocurriera en épocas anteriores, de la evolución de nuestra economía, de
la evolución de la sociedad.

En mi opinión, señor presidente, nos hemos acercado así a una de las
claves del éxito económico del pasado año: la estabilidad que genera
confianza. Conviene observar que la estabilidad, en nuestro caso, no ha
sido únicamente estabilidad económica; antes, con prioridad temporal y
causal, ha sido estabilidad política, entendida tanto en el sentido más
genérico del acuerdo social básico, madurez institucional y proyecto de
Estado, como en el más restringido y operativo de capacidad de gobierno,
es decir, la estabilidad de la mayoría parlamentaria que apoya al
Ejecutivo.

Como ya he mencionado, el amplio acuerdo político y social concitado en
España en torno al proyecto europeo es uno de los elementos básicos de la
estabilidad política y económica en nuestro país. Incluso, los
compromisos de Maastricht fueron recibidos de buen grado por la sociedad
española, y hemos puesto en ellos empeño y convicción. Muchos estábamos y
seguimos estando convencidos de que los tres enfoques posibles del
análisis de la economía española, es decir, el del contexto
internacional, el del contexto europeo y la lógica interna, coincidían
felizmente en recomendar unos objetivos de política económica idénticos a
los compromisos de convergencia nominal adoptados en Maastricht. En otras
palabras, España, aunque no hubiera existido el compromiso de la Unión
Monetaria, habría tenido que practicar la misma política económica. Hemos
contado, pues, con un fundamento político suficiente y con objetivos
económicos claros para diseñar y llevar a la práctica una política
económica nueva que fuese capaz, a la vez, de cumplir las metas del corto
plazo y las exigencias permanentes de crecimiento sostenido del producto
y del empleo. A grandes rasgos, esta política económica ha consistido y
consiste en una política fiscal firme en el empeño de consolidar las
cuentas públicas y exigente en el cumplimiento estricto de los
Presupuestos Generales del Estado. La firmeza y fiabilidad de la política
fiscal, además de los beneficios directos que supone para el déficit del
Estado y la deuda pública, generan otros indirectos, incluso más
importantes, al convertirse de hecho en el fiel de una balanza que
inclina toda la economía a procesos progresivos o regresivos, dependiendo
de la fiabilidad de esas finanzas públicas, donde entran en juego las
principales variables macroeconómicas retroalimentándose. Son los tantas
veces aludidos círculos viciosos o virtuosos de las economías.

Por otra parte, la política monetaria ha seguido atenta a las señales de
la política fiscal, actuando con la vista puesta en la inflación, y
transitando con una prudencia, que ha sido su norma, por la estrecha
senda que le marcaban los compromisos de la Unión Europea. Cuando, como
ha ocurrido el año pasado, se consigue reducir constante y
significativamente el precio del dinero sin miedo a las tensiones
inflacionistas, es señal clara de que la balanza se ha inclinado hacia el
proceso virtuoso.

El tercer ingrediente de esta nueva política económica es la
liberalización de mercados y factores productivos y la decidida
privatización de empresas públicas. Se trata de estimular, y en algunos
casos posibilitar, la competencia, que es la mejor vía para perfeccionar
los productos y los servicios y abaratar sus precios. El procedimiento
consiste en eliminar posiciones asimétricas de algunos agentes en los
mercados, fruto de privilegios, proteccionismos o, simplemente,
intervenciones bienintencionadas del sector público, pero que, tras larga
experiencia, se advierte que es peor el remedio que la enfermedad. En
sociedades avanzadas como la nuestra, con economías muy desarrolladas y
complejas, la función del Estado debe centrarse cada vez más en
garantizar la limpieza, el orden y la seguridad del tráfico económico; es
la mejor manera de proteger la igualdad de oportunidades sin interferir
ni desvirtuar el sistema



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socioeconómico de incentivos que moviliza a los individuos y a las
empresas en nuestro tiempo.

Esta labor liberalizadora y ordenadora de mercados y factores de
producción ha impulsado la liberalización en sectores tales como las
telecomunicaciones, el suelo, la energía, la farmacia, los colegios
profesionales, al mismo tiempo que se refuerzan, y aún se hará más en el
futuro, los mecanismos de defensa de la competencia. Compete al Estado
seguir depurando y protegiendo la libertad de los mercados de las
excesivas concentraciones de poder, que actúan como trombos en la
corriente sanguínea del mercado, entorpecen y frenan la actividad
económica y ocasionan un perjuicio general. Creo que en este punto de las
reformas estructurales el año pasado hemos ido avanzando a buen paso, y
ello ha quedado fielmente reproducido en los recientes informes de
instituciones internacionales tan prestigiosas como el Fondo Monetario
Internacional o la OCDE. He observado con satisfacción que el grado de
acuerdo político en esta materia es más amplio de lo que parece a primera
vista, incluso recibimos sugerencias de la oposición --hoy ausente-- para
ahondar más en algunas de las iniciativas liberalizadoras en marcha.

Seguramente a la oposición no le parecen suficientes los planes
liberalizadores del Gobierno. Estaría bien que nos explicaran exactamente
en qué consiste esa alternativa económica de la oposición. (El señor
Alcaraz Masats: De la oposición no, del PSOE.) De parte de la oposición;
en concreto, me refiero a la alternativa del Grupo Parlamentario
Socialista, ya que, si se me permite el inciso, diré que por parte de
Izquierda Unida no conocemos ninguna intención liberalizadora. Por tanto,
señorías, con tan amplia coincidencia de objetivos en este ámbito, sólo
queda que el pragmatismo nos siga aconsejando en lo relativo al ritmo y a
la oportunidad de acometer esas reformas liberalizadoras de nuestra
economía.

He pretendido resumir en mi intervención cuáles han sido las claves de
ese éxito económico que se ha registrado en España el año pasado.

Recapitulando, diré que la primera clave es la estabilidad política y
económica; la segunda, la formulación de objetivos claros, firmemente
anclados en un compromiso exterior con nuestros socios europeos, y la
tercera, una política económica nueva basada en tres ejes fundamentales:
austeridad y fiabilidad presupuestaria, liberalización, ordenación de
mercados y privatizaciones, y diálogo social como eje fundamental de la
confianza.

Como dije al principio, señor presidente, mi intención no era ningún tipo
de autocomplacencia en relación con el ejercicio que ha finalizado hace
apenas dos meses. En su análisis he buscado las claves no para recrearme
en ellas, sino para sacar un conocimiento que puede y debe sernos útil de
cara al futuro.

Se advierte enseguida que todas estas claves están relacionadas entre sí;
que se influyen y se condicionan mutuamente y nos conducen a un
pensamiento circular donde a veces incluso es difícil identificar cuál es
la causa y cuál es la consecuencia. Lo que sí tenemos cada vez más claros
son los instrumentos específicos de la política económica y el ámbito de
nuestra competencia. La importancia decisiva de la política
presupuestaria, en cuanto factor desencadenante de procesos virtuosos,
merece la máxima atención, como se desprende de la cláusula del Pacto de
Estabilidad y Crecimiento, que compromete a todos los países europeos que
aspiren a la Unión Monetaria. El déficit público va a ser el campo de
juego de los próximos años y en él tendremos ocasión de ejercitarnos, en
saludable competencia con los demás países miembros del euro, bien
conscientes de que el premio de los mejor situados es un buen lote de
ventajas económicas: mayor atención de los mercados, mayor crecimiento y
más empleo, mejoría de las finanzas públicas, menor presión fiscal.

Esta perspectiva nos va a exigir la más atenta vigilancia en la gestión
del presupuesto y ser extremadamente rigurosos a la hora de contraer
nuevos compromisos de gasto, no sólo por el valor de la austeridad, sino
por las superiores ventajas que trae consigo para el saldo general de la
economía y, en último término, para el bienestar, para la capacidad
adquisitiva de los ciudadanos. A este respecto conviene apuntar que
--como ya ha ocurrido el año pasado-- cuando la mejora del poder
adquisitivo se obtiene por la moderación de los precios en vez de por el
aumento de los salarios reales, desaparecen el efecto de la ilusión
financiera y otros costes, entre ellos el de la incertidumbre por la
evolución interanual de los precios, además de mejorar la sensibilidad
del instrumental de ajuste. Los precios libres proporcionan un ajuste
automático; en cambio, los salarios, al ser precios convenidos, pueden
tener una cadencia anual diferente.

Este razonamiento me da pie a referirme --y ya con extrema brevedad-- a
los beneficios percibidos por el destinatario final: el bolsillo, las
expectativas y las ilusiones de cada ciudadano. Es interesante rastrear
este efecto, capaz de transformar unos logros nominales macroeconómicos
en realidades constantes y vividas. En dos palabras: los bienes y
servicios cuestan menos y también cuestan menos los créditos de los
bancos y de las cajas de ahorro. El despegue del consumo privado, el buen
tono de la inversión y las opiniones que recogen las encuestas sobre la
percepción de la economía, tanto de consumidores como de empresarios,
indican que los beneficios ya están llegando a su destinatario final: el
ciudadano. Llevábamos muchos años viviendo bajo la sombra de la crisis y,
desde luego, no viene mal que a los españoles se nos alegre un poco la
cara. Crece la sensación general de que la economía española va por el
camino correcto y no es aventurado esperar largos años de prosperidad
para España si somos capaces de mantener y perfeccionar las referencias
que esta tarde he tratado de analizar.

Muchas gracias, señor presidente.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor secretario de Estado.

Quiero decirles que vamos a ordenar este trámite de la siguiente forma:
en primer lugar, intervendrá el representante del Grupo Parlamentario
Federal de Izquierda Unida, señor Alcaraz; posteriormente, el
representante del Grupo Parlamentario Vasco (EAJ-PNV), señor Zabalía;
después, el representante del Grupo Parlamentario de Coalición Canaria,



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señor Gómez Rodríguez, y cerrará el primer turno de intervenciones el
señor Aguirre. En este primer turno, podrán formular cuantas
interpelaciones, matizaciones y aclaraciones quieran y serán respondidas
por el secretario de Estado. Por último, si hubiera lugar a ello, habría
otro turno para las aclaraciones puntuales que deseen pedir los señores
portavoces, con lo que, lógicamente, el debate concluiría con la
intervención del secretario de Estado.

Sin más, tiene la palabra, en nombre del Grupo de Izquierda Unida, el
señor Alcaraz.




El señor ALCARAZ MASATS: En principio, quisiera aclarar que Izquierda
Unida ha decidido quedarse a la celebración de esta sesión de la Comisión
y contestar al señor Montoro. (El señor secretario, Souvirón García,
ocupa la Presidencia.) A este respecto, hemos de aclarar que no hemos
tenido ningún contacto previo con el Partido Socialista de cara a la
reacción que se podía tener a la vista del funcionamiento de la Comisión
--y en esto sí coincidimos con el Partido Socialista-- respecto a la
comparecencia del señor ministro y otras comparecencias similares. Si le
digo la verdad, no sé qué hubiéramos hecho de tener un contacto previo
con el Partido Socialista. En todo caso, cambiando algunas cosas sobre la
marcha, nosotros vamos a realizar la tarea que teníamos preparada de
antemano. Sí quiero decir, reiterar, que el señor Rato se está
comportando ante esta Comisión de Economía y Hacienda, más que como un
objetor, como un auténtico insumiso. No podemos debatir con él y, tal
como están las cosas, es muy difícil hacerlo a través de los medios de
comunicación, por lo menos para el Grupo de Izquierda Unida. Desde
nuestro punto de vista, se están lanzando auténticos obuses, teniendo en
cuenta la matriz económica y política a partir de la cual funcionan
ustedes, y es imposible debatir esos temas en sede parlamentaria; es
absolutamente imposible y estamos recibiendo constantemente esa serie de
propuestas, entre ellas la del señor Rato y, al mismo tiempo, sufrimos
ese chaparrón idílico, como el que usted acaba de lanzarnos, que no
coincide para nada con la España que nosotros conocemos. Yo vengo de
Andalucía, señor Montoro, donde hay un 32,6 por ciento de paro, que está
sufriendo un auténtico genocidio pesquero, agrícola e industrial. Desde
ese punto de vista, la intervención que usted ha hecho aquí no se
compadece para nada con ese 19 por ciento de la población española, pero
absolutamente para nada. Otra cosa son los papeles de celofán o el
mensaje más o menos electoral que ustedes utilizan, que no tiene nada que
ver con la realidad que nosotros estamos viviendo. Sí se traduce esto,
según dicen las encuestas, en términos electorales, pero más que nada,
creemos nosotros, porque ustedes están realizando la política que le
hubiera gustado realizar al PSOE y, en este sentido, puede haber un
cierto trasvase de votos, teniendo en cuenta también otra serie de
razones que muchas veces hemos enumerado en esta Cámara y fuera de ella.

Pero, como digo, no porque España vaya bien económicamente, entendiendo
por economía no sólo la macroeconomía, sino la vida cotidiana de la
gente, señor Montoro. Desde ese punto de vista, no podemos estar de
acuerdo en absoluto.

Lo que yo voy a hacer aquí, señor Montoro, es lo mismo que usted ha hecho
con nosotros: lanzarnos una especie de rueda de prensa. Yo le voy a
lanzar mi rueda de prensa --posiblemente tendré menos fortuna que usted--
y, a partir de ahí, no creo que corresponda ningún tipo de debate. Yo
seré brevísimo, le lanzaré casi titulares o subtitulares y aquí paz y
después gloria. Ya llegará el momento en que de verdad, cuando ustedes
corrijan, tengamos la posibilidad de debatir estos temas en sede
parlamentaria, ya que hasta ahora no hay ningún tipo de posibilidad.

Han conseguido la cuadratura del círculo, lo que usted muchas veces ha
enunciado como el círculo virtuoso. Cuadratura que consiguen ustedes a
través de la palabra, semánticamente, pero no de otra manera, ahora se lo
demostraré con cifras. Intentan ustedes decir que con una política
restrictiva, con una política dura, han llegado a conseguir una etapa
expansiva donde el crecimiento del empleo se dispara, cuando ni los
sabios más eminentes de la economía habían previsto que se disparara el
crecimiento del empleo de esta manera. Esto no coincide con nada de lo
que existe en la realidad, señor Montoro, y mucho menos comparativamente
con cifras europeas.

Desde ese punto de vista, he de decirle que el crecimiento económico está
ahí, las cifras son constatables, pero no se está creando empleo a partir
de ese crecimiento económico. Es una realidad estructural del sistema y
ustedes la están reproduciendo a través de la aplicación política que
efectúan. Por cierto, están cambiando las variables en las que ustedes no
tienen intervención más positivamente que las variables donde interviene
el Gobierno directamente. Es decir, hasta cierto punto ustedes están
aprovechando un ciclo expansivo objetivo que se está dando igual en
muchos otros países. Ustedes lo venden electoral y políticamente como un
triunfo del Gobierno, que me parece bien, pero no hacen referencia a las
restricciones económicas y presupuestarias que estamos sufriendo.

No sólo crece la economía. Usted ha aludido constantemente a que los
tipos de interés bajan. Es cierto, aunque no se han expresado bien del
todo en la reducción de las hipotecas, y sí en la reducción del interés
para los depósitos a plazo fijo, que eso cambia de un día para otro en
función de las bajadas de tipos de interés, pero fundamentalmente se ha
expresado en el crecimiento de los beneficios empresariales que, según la
Central de Balances del Banco de España, ha tenido un récord histórico,
hablándose incluso de un 35 por ciento de crecimiento neto con respecto a
cierto segmento empresarial. (El señor Vicepresidente, Zabalía Lezamiz,
ocupa la Presidencia.) Pues bien, ni siquiera ese crecimiento del
excedente empresarial que marca un récord histórico ha supuesto el
crecimiento del empleo en estas grandes empresas, fundamentalmente y las
empresas públicas. Según las cuentas que se deducen del documento citado,
el empleo fijo ha disminuido el 1,3 por ciento en estas empresas de
beneficios récord, mientras que los puestos de naturaleza eventual han
subido un 5,2, lo que deja la variante total en un menos 0,6 por ciento.

Por tanto, a pesar de los beneficios de las empresas, que son
absolutamente desmesurados --y sobre los que ustedes pasan sobre ascuas,
nunca haciendo referencia a



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ellos, solamente de cara al índice de inflación-- hacen referencia a la
necesidad de moderar los salarios del sector privado y congelan los del
sector público, pero nunca hacen mención del crecimiento de los
beneficios, que es absolutamente desmesurado en estos momentos. Por
tanto, señor Montoro, no están adoptando las medidas que conducen al
crecimiento del empleo y al aumento del empleo fijo.

Hay dos medidas que le pongo sobre la mesa. Ya sé que esto le suena a
chino y no me hace caso y, además, ha dicho que la oposición se ha ido.

No, la oposición es diversa, señor Montoro. Esto no es un bipartidismo y
usted lo irá entendiendo poco a poco, porque si no, estamos fuera de la
situación real de este país. Estas dos medidas ya se están aplicando en
otros países, incluso por ley en Francia; la reducción de la jornada
laboral, la reducción drástica de las horas extraordinarias o la
tendencia a la reducción de la edad de la jubilación crean empleo, aunque
hay una oposición tremenda de los empresarios con ataques a todos los
niveles, ideológicos, políticos, culturales, pero esto va en la dirección
que le digo, cosa que aquí no se tiene en cuenta.

De ahora en adelante habrá que aludir a una especie de ley sobre los
beneficios, a la necesidad de fondos de inversión obligatorios del
excedente empresarial para crear empleo porque, si no, no se entiende de
dónde sacan ustedes esa bonanza espiritual que hasta ahora está tiñendo
su discurso económico. No lo entendemos, otra cosa es que otros no
encuentren margen de maniobra para hacer oposición con respecto a la
política económica que ustedes están orquestando, pero para nosotros lo
que usted nos ha dicho es chino, y le voy a dar algunas cifras que
demuestran que la realidad hay que vivirla de otra manera, señor Montoro.

Ya le he dicho que en Andalucía está el 32,6 por ciento de paro, pero
hablemos de cifras del desempleo y de otras condiciones laborales, señor
Montoro.

Datos de la Unión Europea de 1996 en tantos por ciento con respecto a la
tasa de paro de la población activa. Le voy a decir cómo andan las cosas
en Europa y en este país. Por cierto, he de decirle que ustedes
constantemente intentan engañar a la gente cuando se remiten a datos del
empleo registrado del Inem a la hora de hablar de la cifra de desempleo
en este país. Esos no son datos homologables en Europa. Los datos
estadísticos, el 22 por ciento de paro, los tres millones y pico de
parados, es el único dato que se debe utilizar si queremos ser leales con
la realidad. Ustedes constantemente utilizan las cifras del paro
registrado del Inem, que despistan a la gente, porque por una parte se
oyen dos millones, por otra tres, por otro lado se oye el 12 por ciento
de paro y por otro el 22 y andan ustedes confundiendo a los ciudadanos
con cifras que ya no se utilizan en ningún país de Europa.

Pues bien, hablando del paro estadístico en Europa en la fecha a la que
he aludido antes, España está en el 21,9 por ciento de paro, muy por
encima del resto de los países de la media europea, que está en el 11 por
ciento de paro. Le sigue Finlandia, con el 16,1 por ciento, y el resto,
empezando por Irlanda, con un 15 por ciento, bajan muchísimo, hasta
llegar a Austria, al 3,9 por ciento. Ahí está esa cifra.

¿Qué tipo de convergencia es la que estamos experimentando, señor
Montoro? Una convergencia que, además, no aceptan ciertos países por el
momento y han sobrepasado Maastricht. Suecia no entra en el examen e
Inglaterra y Dinamarca tampoco aceptan el primer examen del euro en la
tercera fase. Usted lo sabe perfectamente. No admiten la restricción en
la política presupuestaria ni el estrujón de cuentas, porque tiene
repercusiones electorales muy serias, ya se ha visto el caso francés. A
Grecia se le quita de en medio y hay dos países que superan los
indicadores de Maastricht en deuda y déficit, me refiero a Italia y
Francia, a los que se va a admitir en la primera velocidad por razones
políticas. Entonces, ¿qué tipo de historieta estamos haciendo al
conseguir ser los primeros de la clase, señor Montoro?; en función de
conseguir ser niños prodigio, después nos van a decir que para qué tantos
fondos de cohesión, si somos ricos. Estamos vendiendo la imagen de que
somos ricos, según los indicadores de convergencia. Es absolutamente
imprudente la imagen que están vendiendo.

Ya le he dado una cifra y le voy a dar otra: la tasa de empleo, es decir,
el tanto por ciento de ocupados sobre la población total. En España es
del 32,1 por ciento; en Finlandia, 41 por ciento; en Irlanda, el 34; en
Francia, el 38; en Austria, 46; en el Reino Unido, el 45. España es la
que menos empleo tiene por ocupado con respecto a la población total. Ya
le he dado otra cifra de Alicia en el País de las Maravillas, señor
Montoro, que no coincide en nada con lo que usted ha dicho. Le doy otra:
el empleo temporal en tanto por ciento sobre el total de asalariados. En
España el empleo temporal es del 33,8 por ciento. Desde luego, superamos
cualquier otra cifra, y la media por descontado, que es del 11,6. En
Finlandia, el 16,5; en Irlanda, el 10,2; en Austria, el 6 por ciento; en
Portugal, el 10, y aquí el empleo temporal sobre el total de asalariados
es del 33,8 por ciento. Ustedes tienen una gran política comunicativa,
propagandística. Están haciendo ustedes, porque no les dejan margen de
maniobra ciertos partidos de la oposición, la política que les hubiera
gustado hacer a otros entrando en Maastricht como ustedes lo van a hacer,
con la lengua fuera, pero los primeros de la clase, y esto no coincide
con lo que estamos viviendo otros.

Sin embargo, con respecto al coste laboral por hora trabajada, España
aparece con el dato más bajo, el 11,2 por ciento, y la media es del 14,6.

Tenemos a Finlandia con el 14,7, a Irlanda con el 15 por ciento,
etcétera, todos por encima, incluso el Reino Unido, con el 11,3 por
ciento. Señor Montoro, éstos son datos de la Unión Europea que, si son
reales, ustedes derivan su optimismo de las cifras macroeconómicas, no de
otra cosa. De las cifras macroeconómicas --no lo digo ahora por el
Gobierno sino por gente aledaña-- y de la caradura, señor Montoro. El
señor Cuevas ha dicho que en España el paro no pasa del millón y medio de
personas, ¿de dónde lo saca? ¿Es un viva a la economía sumergida y al
genocidio de la seguridad económica y social de los trabajadores? ¿De
dónde saca esa cifra para engañar, despistar y provocar a la gente, señor
Montoro?
Yo he oído hoy en las tertulias de radio las respuestas y los comentarios
que se están haciendo y la gente se ha sentido



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provocada y muy molesta. Y otros al contrario, desde una posición
absolutamente impensable dicen que somos todos unos vagos, que el que
quiere trabajo lo encuentra y que tiene razón el señor Cuevas. Si éste es
el debate, señor Montoro --y no sé si me explico-- estamos falseando la
realidad. Por eso le digo que la realidad que usted vive y la que vivo yo
no son la misma. Ayer mismo tuvimos una movilización en Sevilla y
recorrimos ocho o diez pueblos en una caravana, y en ellos nos daban los
porcentajes de paro, la situación y tocaban el tema de que ahora se les
siguen pidiendo peonadas, que no van a echarlas en función de la OCM del
olivar, quizá cuando pase un poco de tiempo; por tanto, la situación que
hay es absolutamente catastrófica. Y no me diga que esto sólo afecta a
las comunidades autónomas donde gobierne el PP. Estoy hablando de cifras
estructurales y de la responsabilidad del Gobierno en todas las
comunidades autónomas.

Señor Montoro, nosotros no estamos conformes con esta situación y vamos a
luchar a fondo para que no se siga implantando ese discurso falso,
idílico y ya provocativo del señor Cuevas y compañía, que se aprovecha, a
veces, de cierta anemia sindical. Vamos a intentar abrirle paso al tema
de la jornada de 35 horas y del fin de las horas extraordinarias, porque
sabemos que esto no termina en el examen de ahora sino que seguimos en
una convergencia duradera, donde las políticas de restricción van a ser
tremendas, tan tremendas que, en la euforia que ustedes están viviendo,
se les escapan los contenidos.

Ha dicho el señor Aznar que hay que profundizar en la reforma laboral,
¿podría usted explicar en qué consiste eso? ¿Está en consonancia con las
recomendaciones del Fondo Monetario Internacional, a la vez que nos dicen
que hay que reducir el empleo público y cosas por el estilo? ¿Hay que
meterlo en el saco de la nueva flexibilización laboral y del
abaratamiento --aún más-- del despido, señor Montoro? ¿O qué quiso decir
el señor Rato el otro día al clausurar el Congreso empresarial, cuando
dijo que la reforma laboral era sólo el principio? ¿Por qué el señor Rato
sólo va a los congresos de los empresarios y no va también a los
congresos de los trabajadores a decir lo mismo? ¿O el señor Rato y el
señor Gobernador del Banco de España sólo van a ir a clausurar las
reuniones de los empresarios? ¿Por qué no van también a las reuniones de
los trabajadores a decir eso? Ya verá usted cuál es la respuesta, no la
que tuvo el señor Cuevas --que inmediatamente ha saltado a la prensa--
diciendo que en este país no hay paro, que hay muchos vagos y que no pasa
de un millón y medio de parados. Sí, señor Montoro, lo ha dicho, que
todos lo hemos leído. Usted tendrá mucha influencia en ese sector y será
un padre espiritual de algunos, pero a nosotros el señor Cuevas no tiene
ningún espíritu que trascendernos o traspasarnos.

Todo esto nos parece una provocación absoluta en la situación de este
país, con el 22 por ciento de paro, 3.200.000 parados y ocho millones de
pobres. Ustedes hacen una política para un país al que le sobran 3,5
millones de personas. Con 3,5 millones de personas fuera, como la basura
que se mete debajo de la alfombra, esa política tendría cierto
funcionamiento, pero resulta que hay 3,5 millones de personas más en este
país, ése es el problema de fondo. A ustedes les sobran 3,5 millones de
personas, sin contar más cosas, en función de los indicadores de pobreza.

Ese es el problema.

Cuando ustedes dicen que España va bien se refieren a otras cosas: a
cifras macroeconómicas, a indicadores de convergencia y a otros
indicadores que están ahí y que tienen sus consecuencias, como el tema de
los tipos de interés, que por cierto son los que han provocado, junto al
aumento de la demanda y a la reactivación económica, los excedentes
empresariales que suponen un récord histórico. ¿Por qué no tomamos ya
medidas con respecto a esa situación, señor Montoro, que también está
coadyuvando de manera muy negativa a esa inflación que ustedes dicen que
está controlada, que no es verdad, y ya lo iremos viendo? ¿Por qué sólo
lo cargan al haber de los salarios? Vamos a intentar adoptar medidas,
todas ellas constitucionales, de cara a la reinversión de una parte del
excedente empresarial. ¿Por qué no empezamos también por ahí? Porque
ahora, de cara a la convergencia duradera y a los tiempos que nos
esperan, el apretón que ustedes han anunciado --el señor Piqué ha llegado
a decir que de cara al año 2000 no quedará ni una sola empresa pública--
es un apretón muy fuerte que, a nuestro juicio, va a suscitar una
respuesta social --por encima o por debajo de los sindicatos, me da
igual-- muy contundente, señor Montoro.

Fíjese usted que en Alemania, con un nueve por ciento de paro; en
Francia, con un 11,5 de paro estadístico --el paro que se considera en
toda Europa--, los parados se están organizando y está habiendo
movilizaciones de todo tipo, repito, en marcos nacionales con un nueve o
un 11,5 por ciento de paro. Y aquí, con un 22 por ciento de paro --en
ciertas comunidades con un 32 por ciento--, todavía no hay una respuesta
social homologable a estas situaciones a las que he aludido, pero la
habrá, la va a haber, señor Montoro. No echen la campanas al vuelo, no
escondan la basura debajo de la alfombra ante una visita inesperada del
vecino. Esos 3,5 millones de personas están ahí y son muy difíciles de
organizar, pero habrá que responder porque, si no, ustedes están echando
del sistema y de la economía de la realidad a cerca de cuatro millones de
personas en este momento: esos que ni siquiera ven la televisión, esos
que ni siquiera votan, esos que ni siquiera asisten a las movilizaciones,
esos que a ustedes les sobran.

Ustedes están hablando de que España va bien, pero se refieren sólo a una
parte, fundamentalmente a un tercio de españoles y españolas. El resto a
ustedes no les preocupa porque piensan que están derrotados, que no van a
responder, pero yo les aseguro que tarde o temprano lo van a hacer. Yo se
lo digo desde otra concepción, obviamente, desde fuera del tema de
Maastricht. Pero no desde un fuera irreal, sino desde fuera como Suecia,
como Dinamarca o como Inglaterra, señor Montoro; desde fuera con respecto
a ciertos indicadores, como Francia, que ha cambiado partidas de defensa
a enseñanza, ha subido el salario mínimo y ha reducido drásticamente las
privatizaciones; desde fuera no desde la luna, señor Montoro; desde fuera
como en Italia, que igualmente van a superar los indicadores de
Maastricht.




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Esta es nuestra posición, señor Montoro, y yo se la dejo sobre la mesa.

Espero que socialmente se responda en este país y esto va a ocurrir
--como las golondrinas anuncian la primavera-- como está ocurriendo en
muchos otros países de la Unión Europea.




El señor VICEPRESIDENTE (Zabalía Lezamiz): Por ausencia del señor
presidente he tenido que asumir la Presidencia de la Comisión, pero dada
mi condición de portavoz de mi grupo parlamentario me voy a tener que
desdoblar. Por tanto, si a ustedes les parece y no tiene inconveniente el
secretario de Estado voy a pasar enfrente para ver de qué hablamos sobre
el tema de la economía. (El señor vicepresidente, Zabalía Lezamiz,
abandona la Presidencia y ocupa su escaño.--El señor secretario, Souvirón
García, ocupa la Presidencia.)



El señor ZABALIA LEZAMIZ: Me tengo que dar yo mismo la palabra, pero como
ya estaba establecido por parte del señor presidente cómo iba a ir el
ritmo de las intervenciones, tampoco hace falta.

Ante todo, quiero dar la bienvenida al señor secretario de Estado de
Economía y pedir disculpas por haber llegado algo tarde, por problemas de
tráfico aéreo. También quiero constatar que dado que no he tenido en mi
poder el informe de la Secretaría de Estado sobre la coyuntura económica
no he podido estudiarlo con detenimiento. Por tanto, voy a tratar de
utilizar los datos que tengo y que no corresponden al informe. Hay dos
cuestiones que me gustaría tratar: una es el tema de la inflación y su
evolución y, en segundo lugar, la situación y las perspectivas de la
economía.

Creo que sobre la inflación poco hay que comentar, parece que está
controlada, éste es un hecho constatado. Desde el año 1989, en que
estábamos en el 6,9 por ciento el producto interior bruto, el descenso ha
sido imparable. Se han cumplido las previsiones del año 1997, que tenía
un objetivo del 2,2 por ciento, incluso mejorando la previsión, dado que
se cierra el año con un 2 por ciento, que es el más bajo, creo recordar,
desde el año 1960. A esto hay que añadir también que es positiva la
evolución de la inflación subyacente, que se ha estabilizado o al menos
está en un 2 por ciento el año pasado, y además tenemos los datos del mes
de enero, que vienen a ratificar el buen comportamiento del índice de
precios al consumo, una subida del 0,4 por ciento, lo que representa una
tasa interanual del 2 por ciento, aunque parece que la subyacente sí está
repuntando ligeramente, se ha ido al 2,1 por ciento.

En definitiva, estos resultados mantienen las expectativas del control de
la inflación, lo que ha permitido, por otra parte, como hemos observado
hace unos días, al Banco de España rebajar en un cuarto de punto los
tipos de interés, del 4,75 al 4,50. La situación parece que es buena. Sin
embargo, el Banco de España ya advirtió hace algunas fechas sobre el
peligro de un repunte de la inflación de los precios a primeros de año,
peligro que algunos analistas económicos también están apuntando y están
situando la tasa de inflación en el 2,5 por ciento para mayo de este año.

A este respecto, sí me gustaría conocer, si es que el secretario de
Estado no se ha referido a esto antes, cuáles son las previsiones de la
Secretaría de Estado de Economía sobre la evolución de la inflación, y si
es cierto que parece ser que puede haber ese repunte y cuáles serían las
causas. En cualquier caso, hay una cuestión que parece que tiene
importancia en todo este tema, que es el papel que va a jugar la
evolución de los salarios en los convenios colectivos; cómo ve ese papel
que tienen que jugar en el futuro, para el control de la inflación, el
desarrollo y la evolución de los salarios y si considera que de
producirse este repunte se podrá absorber a lo largo del año o va a
quedar ahí, digamos, consolidando una subida que, en principio,
trastocaría las previsiones iniciales. Eso por lo que respecta al tema de
la inflación.

Por lo que respecta a las perspectivas de la economía, la situación de la
economía española es buena, parece que no hay duda, no sólo por el
control de la inflación, sino por el estado de los demás índices
macroeconómicos, en especial el déficit público, que hace que sea posible
el cumplimiento de los criterios de convergencia. Parece segura la
posibilidad de que en mayo seamos uno de los países elegidos para la
entrada en la Unión Monetaria. Sin embargo, últimamente se están oyendo
algunas voces, provenientes, sobre todo, de Alemania, que están
proponiendo el aplazamiento de la implantación del euro; 150 catedráticos
de economía están en esta línea, incluso cuatro catedráticos de Derecho
han elevado una queja al Tribunal Constitucional alemán para que prohíba
al legislativo entrar en temas sobre la integración alemana en el euro.

Posiblemente no sean más que unas voces sin mayor trascendencia, pero me
gustaría saber cómo se contemplan estos rumores desde la Secretaría de
Estado, qué fundamento pueden tener y si, efectivamente, puede haber
algún movimiento más importante que lo que pueden ser unos cuantos
intelectuales hablando sobre este tema.

Decía que la economía española es buena, estamos creciendo a un ritmo más
elevado que la mayoría de los países de la Unión Monetaria, controlamos
el déficit público y la inflación, hemos conseguido tener un tipo de
interés del dinero sin precedentes en los últimos tiempos, pero --y aquí
viene siempre el problema que subyace y que no podemos pasar por alto--
seguimos en tasas de paro en torno al 20 por ciento, que es del 40 por
ciento en el empleo juvenil, por lo menos en el entorno en que nosotros
nos movemos, y me refiero al País Vasco. Al ritmo de crecimiento actual
de la economía, teniendo en cuenta el efecto de las reformas
estructurales que está llevando a cabo el Gobierno, podemos suponer que
el ritmo de reducción de la tasa de paro esté entre el 1,5 y el 2 por
ciento anual, lo cual significa que para alcanzar hoy la media deparo de
la Unión Europea tendremos que esperar cinco o seis años.

Es cierto que el problema del paro no es sólo nuestro, es de todos los
países de la Unión Europea; es cierto también que la cumbre sobre el
empleo, celebrada en Luxemburgo en noviembre pasado, ha significado un
paso importante para la búsqueda de soluciones conjuntas; sin embargo, no
vemos --y hablo desde mi grupo parlamentario-- que el Gobierno asuma
decididamente, como objetivo prioritario de la política económica, la
creación de empleo, más allá de la que pueda ser generada a través de la
evolución de la



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economía. Algo de esto creo que se dejó entrever en la postura española
en Luxemburgo. Echamos en falta una mayor implicación activa, sobre todo
en políticas contra el paro juvenil. Las empresas, lo estamos viendo en
todas las asambleas donde exponen sus resultados, miden esos resultados
por los beneficios económicos conseguidos; esto es habitual y lógico en
cierto modo. El Gobierno también mide los resultados de su gestión y de
su política económica por la mejora de la economía, que se refleja en
esos parámetros macroeconómicos que actualmente están referidos a los
indicadores de convergencia. Pero creo que tenemos que ir pensando en que
ha llegado el momento en que las empresas y el Gobierno midan sus
resultados por la generación de empleo que se ha conseguido, y no sólo
por los beneficios. Este debería ser un elemento a considerar, que
entrara en la cultura empresarial y en la cultura de los gobiernos,
concretamente de este Gobierno.

Hace un año por estas fechas, por otra parte, creo recordar que el
Gobierno presentó un plan de liberalización y de impulso de la actividad
económica, fue en febrero del año pasado, y ahí se establecía toda una
serie de políticas de liberalización y de impulso de la economía. La
verdad es que nos hubiese gustado conocer a un año vista un balance de
esos objetivos conseguidos, de los resultados obtenidos y un compromiso
sobre las medidas que aún hay que poner en marcha. Nos hubiese gustado
ver ese balance y en él nos hubiese gustado también que hubiese entrado
la previsión de la creación de empleo de acuerdo con las medidas que se
habían adoptado.

En definitiva, creo que no podemos estar satisfechos de lo conseguido
mientras no logremos una estructura económica que genere muchos más
puestos de trabajo. Estamos bien, vamos bien, la economía va creciendo,
pero ahí está esta situación. No voy a entrar en las declaraciones --como
ha dicho antes el portavoz de Izquierda Unida-- que ha hecho el señor
Cuevas. Yo no sé si existen dos millones de parados o dos millones
doscientos mil, no lo sé; pero las estadísticas están ahí y a ellas nos
tenemos que referir. Lo que sí sé es la realidad social, y ésta es de una
preocupación permanente sobre el primer problema que tiene el Estado
español, el primer problema que tiene el País Vasco. Incluso allí, a
pesar de todo, el primer problema, por encima del terrorismo, es el paro.

Y eso en un territorio donde indudablemente el nivel de vida y el empleo
no son comparables con otros del resto del Estado. Sin embargo, ésta es
la preocupación permanente, y en ello tenemos que incidir. No podemos
mantenernos en una postura de satisfacción permanente con estos
resultados mientras no seamos capaces de establecer una estructura de
política económica en la sociedad que permita la reducción drástica de
esta tasa de paro. Hay que seguir profundizando, con mayor ritmo que el
actual, en las reformas estructurales y en las reformas de liberalización
de la economía. Tenemos que hacerlo a un ritmo más acelerado y, además,
con mayor profundidad, repito, de lo que se está haciendo en estos
momentos.

Esta es, quizá más que pregunta, la reflexión; pero de lo que quiero
dejar constancia es de que al margen de reconocer --como no podría ser de
otra forma-- lo que se ha conseguido, la situación económica que tenemos
hoy y las perspectivas, sin embargo, no debemos estar tan satisfechos que
nos impida ver el grave problema que tenemos con el desempleo que todavía
existe, y que parece ser que va a seguir perdurando porque las
previsiones que hay de reducción del paro son muy limitadas. Este es uno
de los aspectos que habría que revisar; se van a revisar otros índices
macroeconómicos como pueden ser la inflación o el crecimiento porque la
economía va bien, pero no estamos revisando la reducción de las tasas de
desempleo, que es el grave problema que tenemos.

Por mi parte sólo me queda agradecerle al secretario de Estado su
atención.

Ahora, si me permiten, voy a pasar otra vez a mi puesto de presidente de
la Comisión. (El señor vicepresidente, Zabalía Lezamiz, ocupa la
Presidencia.)



El señor VICEPRESIDENTE (Zabalía Lezamiz): Por el Grupo de Coalición
Canaria, tiene la palabra don Jesús Gómez Rodríguez.




El señor GOMEZ RODRIGUEZ: Señor presidente --movible, pero presidente--,
en primer lugar, quisiera agradecer, con toda sinceridad, la
comparecencia y explicaciones que ha dado el secretario de Estado de
Economía sobre la situación del Estado español en el ejercicio de 1997.

Este agradecimiento es consecuencia de lo acordado en esta Comisión de
Hacienda el 11 de febrero, relativo a la paulatina comparecencia de
diversos secretarios de Estado hasta culminar, en el mes de marzo, con la
del señor ministro de Economía y Hacienda.

Yo hubiese agradecido mucho al Grupo Socialista el que aquel día, o con
posterioridad, me hubiese dicho que iba a retirar un tema como es el del
incremento unilateral y salvaje de precios de cuatro compañías aéreas,
tan importante para las Baleares, Ceuta, Melilla y Canarias. Me ha dicho
el presidente que no se va a tocar y, por tanto, está usted libre de
contestarme, pero jugando limpio --fair play-- quiero decirle que vamos a
solicitar su comparecencia, que consideramos suficiente y bien dotada de
conocimientos, para responder adecuadamente --independientemente de la
resolución del Tribunal de la Competencia-- sobre qué ha ocurrido con
aquella petición del Pleno del Congreso (votada favorablemente salvo por
un voto) para que la situación de elevación de precios quedase
amortizada, anulada o suspendida hasta que se decidiese por el Tribunal,
independientemente de que después se recurriese la resolución del propio
Tribunal. Y también en qué estado se encuentran las conversaciones entre
el Gobierno central y los gobiernos autonómicos para conseguir todo lo
que sea necesario para acreditar y valorar debidamente el hecho insular,
que era lo básico en la defensa del consumidor.

La voluntad política del Gobierno quedó demostrada con las medidas
urgentes que adoptó a través de la Dirección General de la Competencia y
con la comparecencia del señor Rato, que lo explicó perfectamente. Pero
no quisiéramos que el tiempo hiciese olvidar que hoy día hay 1.600.000
canarios y un millón de habitantes en las Baleares,



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Ceuta y Melilla, así como el resto del Estado español, que estamos
sufriendo las consecuencias de una elevación unilateral, sin consultar al
consumidor ni a sus organizaciones, por parte de estas cuatro compañías.

Esa elevación, que ha supuesto un 25 por ciento entre las líneas
Madrid-Canarias y Canarias-Madrid, y un 40 por ciento en las líneas entre
las islas, hace que nos separemos más --no de afectos y consideraciones,
pero sí de acercamientos de otra clase-- de la Península y entre unas
islas y otras. No voy a insistir sobre el tema porque ya presentaremos la
solicitud de comparecencia.

Al hablar ahora de la explicación que ha dado, tampoco voy a estar
repitiendo todos estos datos macroeconómicos que usted ha señalado, que
no son reflejo de un laboratorio técnico que se ha sentado a sacar
cifras, sino de la realidad de este país. Los datos macroeconómicos
proceden de la economía, proceden de los resultados de las empresas, de
la marcha del comercio de exportación e importación, de la reducción del
tipo de interés, etcétera. Nosotros no vamos a entrar en esto porque con
sus manifestaciones acerca de cómo está la economía española a finales de
1997 nos consideramos altamente satisfechos. Quisiéramos entrar, sin
embargo, en algunos aspectos que nos preocupan, unos de carácter
internacional y otros de carácter nacional, que pudieran enturbiar ese
camino que llevamos, progresivo pero firme, hacia el euro en su tercera
fase.

Los problemas internacionales --algunos ya los mencionó el señor
Zabalía-- son los euroescépticos en Alemania acerca de la moneda única,
o, como usted señaló, la crisis del lejano Oriente, la crisis que las
economías japonesas y las economías de los países en vías de desarrollo
que están adláteres de la japonesa, pero también esa espada de Damocles
que tenemos ahora --y que esperemos que no caiga-- que es la crisis del
medio Oriente, la del Golfo Pérsico. Todas estas circunstancias de
carácter internacional pueden incidir en la marcha hacia la convergencia
europea y eso no lo puede discutir nadie.

Nosotros somos optimistas, creemos que la reducción que ha hecho el Banco
de España, por ejemplo, del 0,25 por ciento, es un camino --nos quedan
diez meses y unas subastas decenales-- hacia la rebaja de un punto; vamos
bien. Los tipos de interés de España, por tocar el tema financiero, se
acercan a los de los países europeos del núcleo duro, que están al 3,5
por ciento, pero hay países que están dispuestos, en un gesto de
solidaridad, a rebajarlo un tanto para conseguir la convergencia deseada.

Volviendo a los fantasmas, tenemos que tener en cuenta que también dentro
de la economía española hay problemas, sería un desiderátum el que no los
hubiese, pero comparemos la situación de este país cuando comenzó la
legislatura, señorías, y como está actualmente. Veamos y comparemos las
cifras macroeconómicas y microeconómicas y tomemos los resultados y las
consecuencias.

Hay muchos problemas internos en la economía española. No los voy a
recordar ahora aquí porque todos los sabemos. Nos preocupan esos 3
billones de pesetas de dinero negro que hay en nuestro país y cómo va a
incidir el arribo de toda esa masa dineraria; nos preocupa que el ahorro
español no sea de largo plazo; nos preocupa que la política de
privatizaciones tendrá un fin; nos preocupan más cuestiones pero no es el
momento ahora de señalarlas. Sin embargo, hay una, como dijo mi estimado
compañero Jon Zabalía, que nos preocupa a todos los españoles, de
izquierda, de centro y de derecha: el paro. Y le preocupa también al
Gobierno. No se diga ni se afirme, con una ligereza impresionante, que
están cruzados de brazos ni los partidos políticos ni el Gobierno. Es un
asunto que nos preocupa a todos y hay que admitir que si volvemos a
repetir las cifras del comienzo de la legislatura y las cifras actuales
estaremos satisfechos de lo que se ha conseguido, pero insatisfechos
hasta llegar a lo óptimo. Yo me apuntaría y firmaría lo que ha señalado
el portavoz del Partido Nacionalista Vasco de que en cinco años se
acabaría el paro. Señalaba esa ratio. (El señor Zabalía Lezamiz: Llegan a
la media europea.) Ese es el buen deseo que tiene mi compañero Zabalía
--que me está diciendo que él no ha dicho eso-- de que existiera ese
coeficiente. Entonces rectifico porque sería un desideratum
impresionante, una magnífica ilusión que en cinco años se acabase el
paro. Estoy de acuerdo con él en que hay que proponer al mundo
empresarial esa cultura de que los excedentes tienen que ser aplicados al
problema más grave que tiene la economía española hoy día y que también
tienen otros países europeos.

En resumen, señor secretario de Estado, Coalición Canaria está satisfecha
por la buena marcha de la economía española en general. Podemos decir,
como usted ha dicho, que se han cumplido los deberes, pero aún tenemos
que seguir adelante para conseguir no un sobresaliente, sino un aprobado
ligero que sería suficiente y satisfactorio para todos los españoles.




El señor VICEPRESIDENTE (Zabalía Lezamiz): Por el Grupo Parlamentario
Popular tiene la palabra el señor Aguirre.




El señor AGUIRRE RODRIGUEZ: Señor presidente, mi grupo quiere dejar
huella en este «Diario de Sesiones» de que en el Gobierno no hay ningún
insumiso parlamentario, como se ha pretendido dejar dicho en este «Diario
de Sesiones». Sería insumiso, en todo caso, aquel miembro del Gobierno
que llamado por la Cámara, bien en la esfera plenaria, bien en la esfera
de comisiones, rehusara venir ante un llamamiento reglamentario. Todos
los llamamientos reglamentarios legítimamente acordados en esta Cámara,
tanto en Pleno como en Comisión, han sido atendidos puntualmente por los
miembros del Gobierno. Por tanto, no existe ninguna insumisión. Que
algunos portavoces de esta Comisión consideren que hoy era el día
adecuado para hacer un gesto político y poner en escena el teatro de la
inexistencia de una oposición, o de la inexistencia de una alternativa,
me parece cuando menos opinable, pero en cualquier caso anecdótico,
porque abandonar la institución parlamentaria con la excusa de un
argumento de forma deja al descubierto que el problema que reside en ese
gesto político es un problema de fondo, y el problema de fondo es que,
queramos o no, este Gobierno no tiene alternativa y desde el Grupo
Socialista no se tienen propuestas



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para contestar lo que hoy es un informe de coyuntura francamente
incontestable. Ese es el verdadero motivo del porqué algunos hacen hoy
gestos y los querrán repetir hasta que pase este momento del ciclo
económico en que las cifras son tan sólidas y tan solventes que han
merecido toda una calificación favorable no ya del Gobierno ni del grupo
que apoya al Gobierno, sino incluso de todas las instituciones y
observatorios económicos españoles y europeos. Quiero recordar que en
esta Comisión, cuando empezó esta legislatura, se debatía concretamente
en este trámite, la comparecencia del secretario de Estado de Economía,
la interrogante de si España entraba o no en la Unión Económica Europea.

En aquel entonces, el Gobierno recién llegado, democráticamente desde las
urnas y constituido desde la estabilidad parlamentaria que da el diálogo
y los acuerdos con los partidos nacionalistas moderados, aquel Gobierno
había recibido el balance, bastante negativo, de un cuadro macroeconómico
que incumplía todos y cada uno de los requisitos de la Unión Económica y
Monetaria. Hoy el debate --y así se ha visto en las intervenciones de
presentes y ausentes-- no es si España está o no está en la primera hora
de la tercera fase; no. Hoy el debate está centrado en dos pilares
fundamentales a los que voy a hacer referencia en mi intervención. En
primer lugar, está centrado en cómo mantenernos en ese marco de
estabilidad que nos requiere la Unión Económica y Monetaria al día
después de las fechas de Maastricht. Y en segundo lugar, el reto de si a
la convergencia nominal podemos empezar a añadirle una certeza en la
convergencia real, expresada esta convergencia real fundamentalmente en
términos de empleo.

Quiero también dejar huella en algunos portavoces, concretamente el
portavoz de Izquierda Unida, de una frase que le ha espetado al
secretario de Estado y que no puedo, como Grupo Parlamentario Popular que
apoya al Gobierno, dejar pasar de balde. Para el Grupo Popular, y soy
consciente de que para el Gobierno, no sobra nadie. Esa frase, esgrimida
por los portavoces de Izquierda Unida, de que al Gobierno o al Grupo
Popular le sobran aproximadamente tres millones y medio de españoles es
absolutamente falsa. Al Gobierno y al Partido Popular no le sobra
absolutamente nadie. Y precisamente si hay algo que ha puesto pilotando,
como motor impulsor de toda su economía y de sus actividades legislativas
y acciones de gobierno, ha sido intentar disolver esa gran bolsa de paro
lo más rápidamente posible. Y nosotros, el Grupo Popular, tengo que
subrayar que estaremos siempre de acuerdo con las cifras oficiales que se
hagan públicas desde el Gobierno y desde el Inem en materia de paro; esas
cifras serán para nosotros el santo y seña y la orientación, y no otras
cifras que puedan ser esgrimidas desde otros altavoces de la economía o
de los agentes sociales españoles.

Creo que, en efecto, el problema que España tiene en este momento,
después de visto el informe de coyuntura del que no podemos, por más
argumentos que demos, más que mostrar nuestra satisfacción porque España
es un firme candidato y un valor seguro para la integración europea, el
grave problema en el que en este momento se encuentra la economía
española es cómo hacer compatible ese crecimiento económico y la entrada
en la Unión Europea con el principal problema que hay que resolver, que
es el empleo. Por tanto, es bueno que desde otros grupos parlamentarios
se esgrima el debate de si se trata de reformar el mercado laboral, si se
trata de reducir la jornada laboral, o si se trata de hacer una ley sobre
beneficios o la eliminación de horas extraordinarias. Creo que el debate
del empleo va a residir ahí, y probablemente no será en este tipo de
comparecencias donde haya que debatir cuáles son las fórmulas para
combatir más intensamente el empleo, siempre y cuando se quiera reconocer
como mínimo algunos valores que sí tiene la creación de empleo en España.

Yo y cualquier miembro de esta Comisión tiene al alcance de su mano saber
que, hace escasamente dos años, la tasa de desempleo en España --y vuelvo
a cifras oficiales y no hago caso a otro tipo de cifras-- era
aproximadamente del 24 por ciento. Hoy la tasa de desempleo, pasados dos
años, está en la horquilla oscilante entre el 20 y el 21 por ciento. Eso
viene a darnos una muestra, como se decía anteriormente, de que se está
produciendo una caída de las tasas de desempleo de alrededor de 1,5
puntos por cada ejercicio. ¿Que es deseable --y este grupo se suma a esa
expresión-- incrementar el ritmo de desaparición de esa tasa de
desempleo? Por supuesto, pero también hemos de tener en cuenta alguna
cuestión previa. Era previo a todo ese animado ritmo de disolución de la
bolsa de desempleo poner en marcha algunas medidas que consiguieran la
estabilidad presupuestaria y el saneamiento de las cuentas públicas que
hoy se ha conseguido; hoy España está dentro de los márgenes en materia
presupuestaria. Era deseable y era muy operativo, para poder establecer
condiciones para crear empleo, empezar a descender en nuestros niveles de
endeudamiento; hoy se está descendiendo, y ahí están los datos. Era
deseable que algunas variables macroeconómicas estuvieran bajo control y
no anduvieran en crecimientos explosivos o en crecimientos claramente
descontrolados, como era el caso de la inflación; hoy, después de dos
años, España tiene su inflación claramente bajo control. Al margen de que
se pueda producir o no en este primer semestre de 1997 algún tipo de
tensión dentro de la inflación, que ya ha sido anunciado por el Gobierno,
que ha sido también anunciado por el banco emisor y por la autoridad
monetaria, todos coinciden, observadores, Gobierno, autoridad monetaria y
nosotros mismos en que esas tensiones inflacionistas que se puedan
registrar en el primer semestre de 1997 lo son de carácter automático por
la comparación que se va a producir en un período de 1997 en que los
productos alimenticios tuvieron un comportamiento excesivamente bajista,
no normal para la inflación como componente, con 1998, en que estos
productos alimenticios puedan dar esa especie de tensión aritmética por
la comparación de ambos indicadores. Pero no existe en este momento otro
tipo de sombras grises sobre la evolución de la inflación, y no hay nadie
que ponga en cuestión que la inflación va a operar durante 1998 bajo las
previsiones que el Gobierno y el propio Banco de España han hecho en
relación con este indicador. Y qué decir de que todos estos indicadores
han derivado en la acelerada, contenida, pero en



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cualquier caso verídica reducción y caída de los tipos de interés, sobre
los que todavía a lo mejor existe recorrido para seguir aumentando esa
caída. Era absolutamente prioritario también poner en marcha todo un
paquete de medidas de disciplina presupuestaria, y se han puesto. Era
absolutamente necesario poner en marcha todo un paquete de medidas
liberalizadoras, y no confundir éstas con las necesarias medidas también
en el campo de las privatizaciones. Yo creo que cuando todas estas
medidas puestas en marcha por el Gobierno comiencen a dar su fruto en el
más inmediato futuro, la creación de empleo será todavía si cabe más
intensa; y digo que si cabe más intensa porque considero que si la
economía española está creciendo en este momento, como nos dice el
informe de coyuntura, al 3,3 por ciento, la creación de empleo está
creciendo al 2,8 por ciento. Nos parece un buen ritmo de crecimiento del
empleo. ¿Que todos desearíamos que fuera mayor? Por supuesto. ¿Que las
políticas de nueve ministerios, como recoge el plan plurianual para el
empleo del Gobierno, están dictadas, orientadas y decididas en el mismo
objetivo? También es así. Y todavía tendrá que plantearse ante las
autoridades europeas el programa de empleo que en este momento se
encuentra en elaboración y en período de consulta no sólo con los
diferentes departamentos del Gobierno, sino también con los diferentes
agentes sociales y fuerzas políticas.

Por tanto, señor secretario de Estado, era difícil venir hoy aquí a hacer
oposición sobre un informe de coyuntura como el que usted ha expresado, y
comprendo que se hiciera difícil intentar construir un discurso de
alternativa cuando claramente España navega a una velocidad de crucero
que no es que seamos ni los primeros ni los segundos de la clase,
sencilla y llanamente estamos haciendo lo que teníamos que hacer con o
sin Maastricht. Por tanto, en el futuro el debate de esta Comisión no
estará en si estamos o no integrados en Europa, en si nuestra economía va
a estar adecuadamente recuperada para este proceso que se abriga
esperanzador a partir del mes de mayo de 1998; el discurso que
seguramente tengamos que hacer será esa compatibilidad entre lo
sostenible y la creación de empleo. Mi grupo le muestra la satisfacción
con la propia insatisfacción que le genera el hecho de que el empleo
todavía no esté en la intensidad que a todos nos gustaría y le quiere
hacer una sola pregunta de cara a la famosa semana de mayo de 1998.

¿Usted considera, señor secretario de Estado, que esa semana en la que se
van a producir todos los eventos del primer impulso de la tercera fase de
la Unión Económica y Monetaria vendrá precedida de algún tipo de
especulación contra el escudo, la lira y la peseta?



El señor VICEPRESIDENTE (Zabalía Lezamiz): Para contestar a las
intervenciones de los diversos portavoces de los grupos parlamentarios,
tiene la palabra el señor secretario de Estado.




El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ECONOMIA (Montoro Romero): En primer
lugar, quiero expresar mi agradecimiento a los portavoces que han hecho
uso de la palabra. Comenzando por la valoración de la intervención del
portavoz de Izquierda Unida, quisiera introducir una matización, y es que
cuando hice un inciso en la presentación de la evolución económica
durante 1997 me referí a la ausencia de la oposición en la sala, pero a
lo que en ese momento me quise referir era a la ausencia del primer
partido de la oposición, del Partido Socialista Obrero Español.

Evidentemente no era el caso de Izquierda Unida, aunque también tengo que
decir a continuación que lamento que su portavoz ahora esté ausente. Y
quiero dar también una valoración política a lo que significan las
ausencias del debate parlamentario. Está muy bien expresar quejas en
relación con las ausencias y con que se celebren debates parlamentarios
en esta sede, pero cuando llega la hora de la verdad este secretario de
Estado no tiene con quién debatir exactamente desde posiciones de la
izquierda sobre el contenido y las fórmulas alternativas de política
económica para nuestro país. Créanme que lamento que se dé esta
situación, pero también entiendo que se dé. Comprendo que existe una
dificultad a la hora de establecer un control del Gobierno, que es la
primera tarea de la oposición. Cuando las cosas están discurriendo como
están discurriendo, la oposición tiene problemas, aparte de esos lemas a
los que parece aferrada de ricos y pobres y de que por lo visto la gente
de España no va sintiendo la recuperación. Este es todo el discurso en el
que se queda la oposición de la izquierda, con la única excepción --y
creo que es justo reconocerlo así-- de Izquierda Unida, que tiene un
discurso de izquierda que yo respeto aunque no comparto, porque entiendo
que son unas fórmulas que no nos convienen como sociedad en este final de
siglo. Pero desde luego tenemos que reconocer que lo único que
escuchamos, por lo menos desde ese lado de la ideología y del espectro de
la sociedad española, es el discurso de Izquierda Unida, porque del resto
del discurso tenemos el más completo de los vacíos, y créanme que lo
lamento, señorías, como español, como político y como responsable del
Ministerio de Economía y Hacienda de nuestro país; créanme que lo siento
porque creo en la oposición. Yo he sido también en su momento miembro de
la oposición y entiendo que tiene una figura institucional absolutamente
básica y fundamental por la que, desde luego, tengo que criticar
severamente su actitud en esta tarde de hoy, que con un motivo formal lo
que hace es evitar la sede parlamentaria cuando tiene la oportunidad de
ejercer el control del Gobierno y explicar a los españoles en el
Parlamento, que es donde hay que explicarlo, qué haría esa oposición
parlamentaria para reforzar, completar, dar más coherencia a los
planteamientos económicos del Gobierno. Pero en fin, seguiremos esperando
que la legislatura avance y que conozcamos en qué consiste la alternativa
al Gobierno, porque todavía --y ya estamos en el ecuador de la
legislatura-- esa oposición está absolutamente inédita, y decía que
lamento que sea así porque es importante, sin duda alguna, el papel
institucional de la oposición.

Dicho esto, lo que quiero resaltar es la coincidencia de todos los
portavoces que han intervenido esta tarde aquí en su preocupación, que es
la del Gobierno, en relación con la evolución del empleo, con la
evolución del paro en España. He tratado también de resaltar en mi
intervención



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cuál es el valor, para qué sirve la política económica de España, para
qué sirve nuestra integración en la Unión Monetaria, a qué responde, en
definitiva, de qué fundamentos se inspira la concepción de política
económica y social en nuestro país. Tienen razón quienes han dicho esta
tarde que más allá de las cifras, más allá de la cuantificación, hay una
realidad y una preocupación en la sociedad española. Existe un problema
político en España, no un problema económico, que es dar respuesta a esa
preocupación de la sociedad española en relación con el empleo, en
relación con el paro. Ese es el principal problema político de España en
este final de los años noventa, pero también quiero recordar que es el
mismo problema que existe desde hace veinte años. En definitiva, tenemos
un desafío en los proyectos políticos españoles que es dar respuesta a
esa demanda de la sociedad española, que no es actual, que no es
presente, sino que viene arrastrada de unas condiciones que se han
engendrado durante años y años. Hay que luchar seriamente contra ese
problema para poder formular soluciones alternativas al mismo. Cuando
hacemos todo esto, como han destacado muy bien los portavoces del Grupo
Parlamentario Popular y de Coalición Canaria, creo que es justo reconocer
que en España existe ya un proceso importante de creación de empleo. Ese
es el punto de partida. A ese respecto todas las estadísticas que podamos
elaborar en nuestro país, la encuesta de población activa, que es a la
que se han referido mis cifras de esta tarde, pero también la afiliación
a la Seguridad Social, que también se ha contenido en mi exposición
inicial, así como las estadísticas de paro registrado, todas muestran que
en España existe una significativa creación de empleo. Sólo desde un
manejo inexacto --digámoslo suavemente-- de las cifras de empleo en
nuestro país, se puede decir que no se está creando ocupación, que no se
está creando empleo. Realmente cuando uno tiene delante esas que no son
cifras, que son realmente puestos de trabajo ocupados por personas,
puestos de trabajo ocupados por nuestros jóvenes, por nuestras mujeres,
que son los más perjudicados por el paro, y ve que resumen el hallazgo de
esos puestos de trabajo, tenemos en primer lugar que felicitarnos como
españoles de que eso sea así y, en segundo lugar, tenemos que continuar
con ese proyecto que está permitiendo que esa situación se dé. Porque,
señorías, cuando yo he reflejado la afiliación a la Seguridad Social la
pregunta es la siguiente. ¿Quiénes están rellenando esos formularios de
la Seguridad Social? Detrás de cada uno de estos nuevos 500.000
formularios adicionales presentados el año 1997, en comparación con 1996,
hay una persona física que empieza a cotizar a la Seguridad Social ese
año y que antes no lo hacía. Por tanto, estamos hablando de cifras
importantes en materia de empleo. Cifras que, en definitiva, están
resumiendo una creación de empleo que no se está dando prioritariamente
en la gran empresa española sino en ese tejido de pequeñas y medianas
empresas, de pequeñas iniciativas, de trabajo autónomo, donde realmente
se está produciendo este movimiento y la nueva afiliación a la Seguridad
Social y que está detectando una encuesta realizada seriamente en España,
como es la encuesta de población activa.

Por todo ello tenemos que confirmar que ese proyecto de creación de
empleo va discurriendo por su camino. Puedo comunicarles que los avances
existentes en relación con las primeras semanas del año 1998 nos
confirman que vamos en el camino correcto y que está continuando esa
tendencia de creación de empleo en el año 1998. Creo que estos hechos
tenemos que saludarlos todos. No podemos decir --porque sencillamente no
es verdad-- que el crecimiento económico no se esté traduciendo en más
empleo. Es al revés. Nunca en la historia económica de España el
crecimiento económico que estamos registrando se está traduciendo en
tantos empleos; insisto en que nunca. El año 1997 ha sido un año
excepcional en esa materia porque nunca habían existido tales relaciones
entre nivel de crecimiento y creación de empleo. Pero es más. El año 1997
es mejor que 1996, señorías. Lo que ha ocurrido en 1997 es que aún se ha
reducido el umbral de crecimiento que la economía española necesita para
crear empleo, todavía ha mejorado más en 1997. Todo eso tiene que ver con
la reforma del mercado de trabajo acordada por los agentes sociales, eso
tiene que ver con la bajada de los tipos de interés y con los incentivos
económicos y bonificaciones de Seguridad Social que ha puesto el Gobierno
sobre esos contratos, y eso tiene que ver con una mejora de ese clima
económico que a veces también los propios economistas no le damos el
valor que tiene a la hora de situarnos en la realidad.

La diferencia entre las cifras macro y las micro me empieza a divertir.

Se dice que las cifras macroeconómicas van correctamente pero luego hay
otra realidad. Esto es imposible. Las cifras macroeconómicas no existen.

Las cifras macroeconómicas revelan comportamientos individuales; si no,
no tienen sentido, estarían equivocadas, serían erróneas, y nadie
cuestiona que las cifras macroeconómicas de España sean erróneas. Antes
al contrario, estamos siendo recibidos y felicitados por los organismos
internacionales por la calidad de nuestras cifras macroeconómicas, pero
insisto en que no existen. Cuando baja el recibo de la luz realmente se
está beneficiando el consumidor español de forma especial, sea familia,
sea pequeña o mediana empresa; o cuando mejora el grado de un transporte
o cuando, como antes citaba, se produce más afiliación a la Seguridad
Social. Esto no es macroeconomía, eso es realidad cotidiana en el sentido
de que en España, desde la reforma de mayo de 1997, se han firmado
700.000 contratos indefinidos, lo que supone que 700.000 españoles han
puesto su rúbrica a un contrato que les está dando estabilidad en el
empleo y seguridad en el futuro. No son cifras macroeconómicas, son uno a
uno españoles --y decía que casi la mitad jóvenes-- que están llegando a
esa situación de estabilidad en el empleo. Esta es la situación económica
que estamos pergeñando desde el valor --al que me he referido al
principio de mi intervención-- de la estabilidad política. En ese sentido
quiero agradecer las intervenciones de los portavoces realizadas esta
tarde. Es imposible tener recuperación económica sin estabilidad política
en nuestro tiempo, porque es la confianza --como he tratado de subrayar--
lo que realmente estimula el crecimiento económico. Si no existe
confianza no hay ahorro,



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si no existe confianza no hay inversión, si no existe confianza en el
futuro no se realizan consumos de los que depende a su vez la demanda de
millares y millares de pequeñas y medianas empresas; no se producen
consumos en el sector servicios, no se promueven actividades económicas,
incluidas las relativas al ocio. Si no hay confianza en los países
realmente no puede haber prosperidad, no puede haber crecimiento
económico y no puede haber empleo. Y la confianza depende
fundamentalmente de esa condición que he llamado antes estabilidad
política, es decir, que exista la masa crítica en la representación
popular, que es el Parlamento, para poder tomar decisiones de política
económica que sustenten esa confianza. Eso es lo que estamos haciendo
para llegar a Maastricht, ése es el resultado anticipado que nos está
dejando nuestra ya segura integración en Maastrich, y ése es el valor de
la confianza que todavía tenemos que sustentar en diferentes parámetros.

Por ejemplo, España tiene otros problemas políticos serios y graves, como
el terrorismo, que es un problema de todos los españoles. El terrorismo
está reñido con la confianza, evidentemente, y también está reñido con el
bienestar de los pueblos, porque cuando hay miedo, sea de la clase que
sea --y el terror engendra ese miedo--, no pueden existir los valores
fundamentales sobre los que se asientan las recuperaciones económicas
sólidas. Eso está reñido con tal concepción, con ese tipo de conflictos
que algunos todavía siguen llamando políticos, y que están yendo contra
el bienestar de los pueblos.

Realmente, España tiene una estabilidad política, sobre la que se asienta
esta recuperación económica que está permitiendo que vayamos hacia
Maastricht, no sé en qué número de la clase --quiero decir a la hora de
hacer los deberes--, ni me importa. Esta tarde se ha escuchado hablar
aquí de la numeración: los primeros de la clase, simplemente aprobar,
etcétera. Que cada uno saque de aquí la interpretación que quiera; en
este caso la calificación es subjetiva. Lo importante es que nos vaya
bien en ese trayecto, que es de lo que efectivamente se trata, porque
queremos estar en la moneda única para obtener las mejores ventajas de
ella. Realmente, lo importante es que podamos obtener beneficios de la
estabilidad económica, de la estabilidad en el tipo de cambio, de la
estabilidad monetaria, de la estabilidad de los precios, sobre los que
vayamos asentando el bienestar del futuro. Esa es la clave, eso es lo
realmente básico, y es lo que, afortunadamente, estamos consiguiendo en
nuestro país.

El euro ha pasado ya hace tiempo el punto de no retorno. Se seguirán
oyendo voces --y voces todavía críticas-- en Europa, y es correcto que
sigamos oyéndolas, pero hay ya demasiada voluntad política puesta en el
proyecto europeo de la moneda única y, además, hay convergencia. En este
sentido también podríamos hablar de núcleo básico de convergencia
suficiente para tener una moneda única en Europa. Por tanto, aunque será
muy legítimo seguir hablando, incluso seguir cuestionando, sobre algunas
convergencias, para nosotros el punto de no retorno ha pasado hace mucho
tiempo. Vamos a construir el euro y tenemos que saludar que España esté
en el euro desde el primer momento de su nacimiento, porque eso permitirá
tomar decisiones muy importantes para todos los españoles desde el primer
momento. Hoy, esta mañana y esta tarde, se está celebrando el Efocin, y
allí está el ministro y vicepresidente del Gobierno trabajando en la
construcción de esa Europa, identificando también los riesgos de futuro,
como es el caso de la crisis financiera asiática. Afortunadamente, España
no tiene demasiados problemas; no tenemos inconvenientes como los que
tienen otros países, al menos en el corto y parece que en el medio plazo.

Estamos trabajando en despejar ese futuro y tenemos que saludar que
España, al haber hecho sus deberes, al estar en la convergencia, al
hacerlo de una manera rigurosa, lo que está haciendo es construir la
propia estabilidad del euro, y cuando se escriba la historia de lo que ha
sido este trayecto, estoy convencido de que se va a reconocer el papel
que España está teniendo en este proyecto.

Recuerdo a SS. SS. que hemos hablando en otras ocasiones, en otros
encuentros, de otras voces que se escuchaban allá a comienzos de 1997; no
hay que remontarse a los tiempos de las cavernas, estamos hablando de que
justo hace un año, se oían voces de importantes financieros y de
importantes políticos en Europa, y cuestionaban que el Sur estuviera en
el euro. Esas voces hoy ya se han acallado por completo, porque España ha
jugado de manera muy decidida, sin titubeos, lo que ha sido ese proceso
de convergencia y sin duda alguna, al hacerlo así, al haber concitado
tanta voluntad política en ese proyecto europeo, hemos dado estabilidad
al propio concepto del euro, lo que va a suponer un paso decisivo en la
integración política de toda Europa. Eso es lo que estamos consiguiendo,
y sobre esas bases, sobre esas premisas vamos a seguir teniendo una
recuperación económica de nuestro país desde el trabajo que tenemos que
seguir haciendo, desde la estabilidad política, para seguir tomando
decisiones en materia de reformas económicas que son fundamentales para
que, una vez culminado nuestro proceso de integración en el euro, podamos
sacar los mejores beneficios, las ventajas que nos tiene que reportar esa
integración, fundamentalmente la creación de empleo, especialmente para
nuestros jóvenes.

Muchas gracias, presidente. Quedo a su disposición por si tienen de nuevo
intención de intervenir.




El señor VICEPRESIDENTE (Zabalía Lezamiz): ¿Hay algún grupo parlamentario
que quiera consumir un turno de réplica? (Pausa.)
Parece que no hay ninguno, por tanto vamos a dar por finalizada esta
sesión, agradeciendo al señor secretario de Estado su comparecencia y las
explicaciones que nos ha dado, así como el informe que nos ha remitido.

Se levanta la sesión.




Eran las siete y cuarenta minutos de la tarde.