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DS. Cortes Generales, Comisiones Mixtas, núm. 48, de 03/10/1994
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DIARIO DE SESIONES DE LAS
CORTES GENERALES
COMISIONES MIXTAS
Año 1994 V Legislatura Núm. 48
DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
PRESIDENTA: DOÑA MARTIRIO TESORO AMATE
Sesión núm. 9
celebrada el lunes, 3 de octubre de 1994
en el Palacio del Senado



ORDEN DEL DIA:
Comparecencia de la Directora General de Empleo, Ilm.ª Sr.ª doña Aurora
Domínguez González, para informar sobre la repercusión de las reformas
laborales en el empleo femenino. (Números de expedientes: S. 713/000177;
C. D. 212/000758.)



Se abre la sesión a las dieciséis horas y cincuenta minutos.




La señora PRESIDENTA: Buenas tardes, señorías. Se abre la sesión.

Hoy comparece ante la Comisión Mixta Congreso-Senado de los Derechos de
la Mujer, y a petición del Grupo Popular, la Directora General de Empleo,
a quien damos la bienvenida, para explicarnos la repercusión de las
reformas laborales en el empleo femenino.

Tiene la palabra al Directora General de Empleo.




La señora DIRECTORA GENERAL DE EMPLEO (Domínguez González): Muchas
gracias, señora Presidenta.

Señoras y señores Diputados y Senadores, en primer lugar, quiero
agradecer a esta Comisión que me haya citado para comparecer e informar
sobre las repercusiones que la reforma laboral ha podido producir sobre
el empleo femenino.

Como todos ustedes saben, han transcurrido pocos meses desde la vigencia
de la reforma laboral y el análisis de su repercusión en el empleo, en
general, y en el femenino,



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en particular, no puede tener sino un carácter provisional y
cuantificable sólo respecto de aquellas medidas que, por su aplicación
anticipada, por razones de urgencia, a través del Real-Decreto-ley
18/1993, han surtido efectos desde el 1.º de enero de este año, es decir,
las relativas a la contratación laboral. Pero limitarnos a este análisis
empobrecería los objetivos perseguidos por la reforma laboral, siendo el
primero de ellos, sin duda, hacer efectivo el principio de igualdad de
oportunidades.

No hace tanto tiempo, señorías, el 20 de febrero de 1991 bien es cierto
que en la anterior legislatura--, tuve el honor de comparecer ante misma
Comisión de los Derechos de la Mujer para informar sobre las medidas
adoptadas en aplicación del I Plan de Igualdad de Oportunidades, todas
ellas tendentes a eliminar las desigualdades que, por razón de sexo, aún
impregnaban nuestra legislación laboral y de Seguridad Social
directamente, al no considerar en pie de igualdad al hombre y a la mujer
en tanto que trabajadores, o indirectamente, por no contemplar la
incidencia que la maternidad o el cuidado de los hijos produce en la
carrera profesional de esta última.

Todo ello forma parte desde entonces de nuestro acervo jurídico, que se
sigue enriqueciendo en igual dirección con medidas como las contenidas en
el proyecto de ley de acompañamiento de los presupuestos generales del
Estado, aprobado en el último Consejo de Ministros, donde se configura la
maternidad como una contingencia específica de protección dentro del
sistema de Seguridad Social diferenciada de la incapacidad laboral
transitoria, al tiempo que se mejora la consiguiente prestación
económica, elevándola de la actual, 75 por ciento, al cien por cien de la
correspondiente base reguladora.

Pero si mucho ha avanzado la sociedad española en la eliminación de
cualquier discriminación legal en el trabajo de la mujer, tal condición
necesaria es insuficiente para hacer efectivo su derecho al trabajo si no
es capaz --si no somos capaces-- de crear más empleo para eliminar el
origen de la auténtica desigualdad real entre quienes tienen un empleo y
aquellos que lo buscan inútilmente --especialmente, las mujeres-- y
evitar así el deslizamiento de éstas últimas hacia la exclusión social y
todo lo que ello comporta.

En consecuencia, el objetivo que preside toda la reforma laboral consiste
en eliminar la mayor segmentación que existe hoy en el mercado de trabajo
entre trabajadores ocupados y parados, creando las condiciones necesarias
--tal como señalaba el Ministro de Trabajo y Seguridad Social cuando
presentó en el Congreso los diferentes proyectos de ley que conforman la
reforma-- para que todo empleo posible que pueda generar nuestro sistema
productivo se transforme en un empleo real, única plataforma desde la que
se pueden garantizar y mejorar las condiciones de trabajo, no sólo de los
que ya están ocupados, sino también de los que quieren estarlo.

El crecimiento del paro en todos los países de la Unión Europea, pero muy
especialmente en España, no responde sólo a la crisis económica o al
ciclo económico, sino también a factores estructurales del mercado de
trabajo, que se ha mostrado incapaz de adaptarse en este final de siglo a
los cambios profundos que han experimentado los sistemas productivos.

El Libro Blanco de la Comisión sobre el crecimiento, la competitividad y
el empleo, que fue aceptado por todos los jefes de Estado y de Gobierno
de los países de la Unión, y en virtud del cual se ha aprobado el Plan de
Acción en la Cumbre de Bruselas del mes de diciembre de 1993, constituye,
por su diagnóstico de los problemas en relación con el paro y las
propuestas allí apuntadas para solucionarlo, un referente obligado para
todos los países europeos.

La creación de empleo es consecuencia del crecimiento económico, pero no
siempre éste se traduce en el número de empleos necesarios para hacer
descender la tasa de desempleo. Las altas tasas de crecimiento económico,
que nadie cuestiona, del último quinquenio de la década de los ochenta no
pudieron absorber el incremento de la población activa provocado por el
hecho, sin duda positivo, de la incorporación de la mujer al mercado de
trabajo. Es necesario, por tanto, que el crecimiento en el nuevo ciclo
expansivo de la economía se traduzca en más puestos de trabajo y que la
capacidad de adaptación de las reglas laborales a las circunstancias
económicas evite en los momentos depresivos, tal como ha ocurrido en los
últimos tres años en España, una destrucción masiva de empleo. El despido
debe pasar a convertirse no en el único, sino en el último recurso a
utilizar cuando las adaptaciones racionalmente posibles en la relación
laboral --léase reducción de jornada, distribución irregular,
modificación de condiciones de trabajo, etcétera-- no hayan podido evitar
el despido.

En consecuencia, la reforma laboral es la apuesta decidida por un nuevo
equilibrio en nuestro modelo de relaciones laborales para conservando sus
señas de identidad, que consideramos irrenunciables: libertad sindical,
negociación colectiva y protección social, lejos de constituir un
obstáculo, apoye la promoción y el mantenimiento del empleo. Porque la
cantidad o la calidad del empleo no se decide desde el «Boletín Oficial
del Estado», ni los cambios profundos de una economía y un comercio
mundializados permiten responder con las recetas clásicas a una fase de
organización de la producción radicalmente distinta a las hasta ahora
conocidas.

Estas breves consideraciones, señorías, me permiten afirmar que no se
puede hablar del presente o del futuro del empleo femenino fuera del
contexto global de la evolución del empleo sin que ello implique olvidar
las dificultades añadidas que el mismo presenta, debido a la frustrante
lentitud de los cambios culturales, de la que todos, sin excepción, somos
responsables, para trasladar al campo del empleo la igualdad de trato
entre hombre y mujer.

Existen, a mi juicio, dos hechos irreversibles en la posición de la mujer
ante el empleo que avalan la anterior afirmación. Uno es la incorporación
masiva de la mujer a la actividad en el último decenio. Ha pasado su tasa
de actividad del 27,8 por ciento en 1985 al 35,6 por ciento en 1994. Pero
esta incorporación no es un fenómeno coyuntural vinculado a los períodos
expansivos, como siempre se ha dicho que ocurre con la incorporación de
la mujer al trabajo, sino que responde a una clara voluntad de
participación de ésta en el mercado de trabajo, que se mantiene incluso



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durante los períodos de crisis. Del incremento de la población activa
entre 1992 y 1994 en 347.000 personas, 338.500 son mujeres y sólo 8.300
son hombres.

El segundo factor fundamental es el creciente nivel educativo y formativo
de las nuevas generaciones de mujeres que se incorporan a la vida activa,
cuya influencia se aprecia claramente en el empleo de las mismas. Sin
embargo, y pese a los indudables avances que se han producido, éstos no
han sido ni son suficientes para mitigar las diferencias respecto a la
ocupación masculina, pues, en virtud de patrones culturales muy
arraigados, el empleo femenino se sigue concentrando en el sector
servicios y en puestos de trabajo que requieren menor cualificación, con
la consiguiente discriminación salarial indirecta que esto comporta.

El panorama descrito no difiere en lo sustancial en relación con los
demás países europeos, salvo en las más elevadas tasas de actividad
femenina, que en media comunitaria se elevan al 42 por ciento, y la gran
difusión del trabajo a tiempo parcial, que explica las altas tasas de
ocupación de la mujer en algunos países. Podría establecerse una línea
divisoria entre los países del norte y del sur de la Unión Europea.

Mientras que en países como Holanda, Reino Unido y Dinamarca más del 40
por ciento de mujeres trabajan a tiempo parcial, en Grecia, Italia,
Portugal y España no exceden del 10 por ciento.

Con las diferencias cuantitativas apuntadas, y sin olvidar las realidades
distintas y los procesos históricos específicos de cada país, los
problemas asociados al empleo remunerado de la mujer son similares a
nivel europeo, como lo ponen en evidencia las medidas de los sucesivos
programas de acción comunitaria para la igualdad de oportunidades entre
las mujeres y los hombres, así como los anuales informes de la Comisión
sobre el empleo en Europa.

Ahora bien, el camino hacia la igualdad efectiva de ambos sexos en el
empleo ha modificado radicalmente, en un proceso que aún no ha concluido
--basta observar las diferentes tasas de actividad que tenemos en España
y que tienen el resto de los países europeos--, la dimensión del
desempleo e invalida las recetas clásicas para ponerle remedio. No basta
con garantizar la igualdad de trato por razón de sexo a nivel legal, sino
que es necesario crear más empleo y comenzar a pensar en repartirlo, si
no queremos excluir del derecho al trabajo, que es tanto como decir de la
sociedad, a un número muy elevado de ciudadanos, y especialmente de
mujeres.

Permítanme que vuelva al principio para decirles que las reformas
realizadas este año, tanto en la modificación de las condiciones de
entrada en el mercado de trabajo como en las instituciones básicas de la
relación de empleo, acompañadas de la moderación salarial resultante de
la negociación colectiva en 1994, han jugado un papel importante en la
reducción del umbral de crecimiento de nuestra economía para generar
empleo y que la evolución de los datos más recientes permiten ser
optimistas respecto al objetivo fundamental que ha presidido estas
reformas: crear empleo, dando prioridad a aquellas políticas que permiten
luchar contra los dos aspectos más dramáticos del paro. En primer lugar,
la permanencia en el paro durante períodos superiores a un año, lo que
conocemos como paro de larga duración. Un 55 por ciento --no me
equivoco-- de los parados registrados se encuentra en esta situación,
cifra que se eleva al 62 por ciento en el caso de las mujeres. Y en
segundo lugar, el paro de los jóvenes, que vuelve a superar la tasa del
40 por ciento.

No es posible pensar que el mercado de trabajo, actuando con total
libertad y pudiendo seleccionar --al existir una gran oferta de mano de
obra-- a personas cualificadas y con experiencia, se va a inclinar,
naturalmente, por contratar a personas que llevan desvinculadas largo
tiempo del mercado de trabajo, que carecen de cualificación o que, aun
poseyéndola, no tienen experiencia laboral. Es necesario que los poderes
públicos, que deben, por mandato constitucional, velar para que la
igualdad de los individuos sea real y efectiva, favorezcan la integración
de los colectivos más afectados por el paro, mediante fórmulas
contractuales adaptadas a sus carencias más significativas. Puede ser
falta de cualificación, falta de experiencia, desvinculación del mundo
laboral, deseo o necesidad de compaginar trabajo con otra actividad u
otras obligaciones. Los contratos formativos, el trabajo a tiempo parcial
y el programa de fomento de empleo en favor de los mayores de 45 años,
minusválidos y parados de larga duración responde a esta filosofía.

Desde enero a agosto de este año se han contratado 147.000 aprendices,
28.000 titulados medios o superiores en prácticas y se han celebrado
566.000 contratos a tiempo parcial. La distribución por sexos, si bien
difiere según la fórmula contractual analizada, es, por ejemplo, del 65
por ciento en hombres y del 35 por ciento en mujeres en el contrato de
aprendizaje; es del 52 por ciento en hombres y del 48 por ciento en
mujeres en el contrato en prácticas, y es del 59 por ciento en mujeres y
del 41 por ciento en hombres en el contrato a tiempo parcial. Pero si
analizamos estas fórmulas contractuales en su conjunto, el porcentaje de
mujeres contratadas a través de ellas es superior al de los hombres,
representando un 54 por ciento frente a un 46 por ciento en los hombres.

Señorías, se afirma que el desempleo es el problema más grave que tiene y
que tendrá nuestra sociedad en los próximos años y que para ayudar a
resolverlo era necesario reformar el mercado de trabajo. Esta afirmación
comprende especialmente a las mujeres, que representan hoy el 52 por
ciento del paro registrado. Y, repito, con un 62 por ciento de paro de
larga duración y un 34 por ciento de paro juvenil femenino. La
solidaridad que la reforma pide a los trabajadores ocupados con los
parados, así como la orientación del mercado de trabajo mediante la
actuación de los poderes públicos, pretende evitar que se ahonde la
lacerante discriminación que la mujer ha sufrido tradicionalmente en el
mercado de trabajo y disminuir, no sólo las actuales tasas de desempleo,
sino también responder con oportunidades reales de empleo a las mujeres
que continuarán incorporándose, en un número muy importante todavía, a la
población activa.

Una reforma del mercado de trabajo de naturaleza estructural, como la que
se ha llevado a cabo, requiere un tiempo de maduración para trasladar sus
efectos al campo



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del empleo. Sin embargo, el número de contratos celebrados, los cambios
que se han producido en la negociación colectiva en este año y los
acuerdos alcanzados entre los interlocutores sociales --empresarios y
organizaciones sindicales-- para modernizar las relaciones laborales
permiten afirmar que estamos en la buena dirección y que es hora de
profundizar, sin excesiva impaciencia, en las potencialidades que el
nuevo marco jurídico ofrece.

Muchas gracias, señora Presidenta.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias por su exposición, doña Aurora
Domínguez.

En nombre del Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra doña Carmen
Pardo.




La señora PARDO RAGA: Gracias, señora Presidenta.

Quiero dar las gracias a la Directora General por haber venido a
comparecer ante esta Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer, a
petición del Grupo Parlamentario Popular.

Debo manifestar a todas sus señorías que la verdad es que estábamos
preocupadas por las repercusiones de las recientes reformas laborales, y
quisiéramos saber en qué medida han incidido en el trabajo femenino.

Sabemos todos --usted misma lo ha dicho-- de su carácter provisional,
puesto que poco se puede evaluar ya que ha pasado muy poco tiempo desde
la aprobación de la Ley hasta hoy. Usted ha dado unos porcentajes sobre
los contratos a tiempo parcial, los de aprendizaje y las contrataciones
temporales. Parece que en estos últimos datos hay un aumento
sensiblemente superior sobre el sexo femenino. Si no le importa, le
agradecería que volviera a repetir los datos, porque no los he llegado a
tomar todos.

Aparte de esto, creo que no sólo mi Grupo, sino todos estamos de acuerdo,
sobre todo en cuanto a las recomendaciones que hace el Libro Blanco
--como usted muy bien ha dicho--, porque fue aprobado por todos y
pensamos que se deben seguir esas directrices que recomienda la Unión
Europea. Quizá, a través de preguntas muy sencillas, podría usted después
clarificarme si en el trabajo las mujeres estamos igual, mejor o peor
después de la reforma y si piensa que se han cumplido todas las
previsiones de su Departamento, porque al principio --y yo comprendo que
tenga que ser así-- se hacen planteamientos de una filosofía un poco
general.

Entrando ya en la cuestión, me gustaría que fuera tan amable de contestar
a algunas preguntas. Es verdad que la población femenina es la que sufre
en mayor proporción el azote del desempleo y la que lo acusa con mayor
fuerza. Por otra parte, quisiera comentarle que hace poco, después de
celebrarse el Día de la Mujer Trabajadora, la señora Alberdi, Ministra de
Asuntos Sociales, decía en una entrevista que las mujeres entran en los
empleos más precarios y que, por tanto, es más fácil que cuando haya
momentos de recesión pierdan el trabajo. A nuestro Grupo le parecen
ciertas estas afirmaciones, pero no por eso uno se ha de sentir
satisfecho con esta situación. Además, nos encontramos con que en la
pirámide de empleo, sobre todo en la Administración, y según los datos de
que dispongo, la base de empleo femenino casi siempre está compuesta por
secretarias, limpiadoras, etcétera y, sin embargo, en los niveles más
altos el porcentaje es muy bajo o prácticamente nulo.

Así pues, la radiografía del paro y del empleo en España muestra unas
sombras alarmantes. Es una crisis profunda la de este siglo en la que
todos sabemos que uno de cada cuatro trabajadores está sin trabajo y hay
un millón de familias en las que todos sus miembros carecen de empleo. Y
este desempleo se produce a pesar de disminuir el número total de
personas activas que, en conjunto, suman en España alrededor de unos 15
millones y medio y, por tanto, la tasa de actividad es inferior a lo que
es normal en Europa, donde hay más personas activas y menos paro. Una de
las características de la población activa en España ha sido, como usted
muy bien reconocía, la creciente presencia de la mujer con el 75 por
ciento, lo cual hace suponer que tenemos aproximadamente cinco millones y
medio de mujeres activas en España.

Mi Grupo está muy preocupado por la tasa tan alta de desempleo. Es cierto
que estos contratos en el sector servicios, dada su temporalidad, tienen
su incidencia durante los meses de verano, en los que normalmente se
suele contratar más, pero seguimos con un 31,41 por ciento de mujeres en
paro frente al 20,02 por ciento de los hombres. Al hilo de ello, durante
este fin de semana, el Fondo Monetario Internacional ha hecho unas
recomendaciones al Gobierno Español que desde mi punto de vista son duras
y bastante graves, ya que destacaban el problema del paro en España como
uno de los más graves, distinguiendo a nuestro país como la nación con la
tasa de desempleo más alta de la Europa occidental. Sus señorías saben
que Michel Camdessus señaló que aquellos países que cuenten sólo con la
recuperación económica para reducir sus tasas de desempleo sufrirán una
gran decepción. Yo no estoy de acuerdo con esta afirmación; creo que
estamos jugando con el futuro de los seres humanos y, sobre todo, por el
sentido de esta Comisión, con el futuro de aquellas mujeres que
concretamente quieran incorporarse al mundo laboral. Es triste que
quieran incorporarse y que muchas veces no encuentren un trabajo digno.

Por tanto, desde el punto de vista de mi Grupo, debería reducirse el
gasto público y deberían tomarse medidas para absorber este crecimiento
económico y recuperarlo, de modo que, como usted muy bien decía, no nos
vuelva a pasar lo que nos pasó en la década de los ochenta y podamos
aprovecharlo. Usted conocerá tan bien como yo los problemas comunes que
gravitan sobre las economías desarrolladas y que pueden dificultar que
esta expansión sea sólida y prolongada: la inflación, el déficit y la
deuda pública. Por eso, el Grupo Popular está pidiendo recortes, pero en
el gasto público, y esto no lo decimos por falta de solidaridad, sino
todo lo contrario, porque creemos que con esa reducción del gasto
público, o gastando mejor, podremos ser solidarios sobre todo con las
clases más desprotegidas y con las mujeres que están intentando entrar en
el mundo laboral.

Usted reconocía también, como lo reconoció la Ministra en su anterior
comparecencia en el Congreso, que respecto



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al paro de larga duración, frente a la cifra de los hombres que es del 55
por ciento, la de las mujeres está en el 62 por ciento. Es una cifra que
refleja una situación grave y a las mujeres que están en esta situación
poco les podremos hablar de la recuperación económica que se empieza a
sentir. Creo que ellas en sus bolsillos y en sus economías poco pueden
notarlo y que es el Gobierno el responsable de poner en marcha las
medidas que de algún modo lo puedan paliar. Por eso, quisiera hacer un
análisis, en el que usted no ha entrado en profundidad y que me gustaría
que hiciera, sobre las políticas activas y pasivas de su Departamento.

Respecto a las políticas activas, permítame que le insista, por su
importancia, sobre todo cuando se ha de tener un criterio y asignar unos
medios para la formación profesional que es inherente al contrato de
aprendizaje que acabamos de aprobar con la reforma laboral. No es bueno
que se produzca un desfase entre una reforma de carácter general como
ésta a la que estamos aludiendo y los reglamentos o normas
imprescindibles para llevarla a cabo. Desde mi punto de vista, no es
lógico que en este momento haya más de 146.000 contratos de aprendizaje
--y le pediría que me precise cuántas mujeres están en este caso-- sin
soportes educativos para garantizar un normal contrato de aprendizaje. Y
cuando digo normal digo aquel que sea capaz de superar con holgura y sin
dificultad la actual legislación. No es lógico que se estén dando
instrucciones e indicaciones a las inspecciones de trabajo para que no
valoren, estudien o tengan en cuenta la legalidad de este tipo de
contratos. Permítame que le diga que ha llegado a mis manos una
información, y creo que es usted, doña Aurora Domínguez, la que ha hecho
estas afirmaciones. No nos parece lógico que desde la Inspección de
Trabajo pase a la Inspección la siguiente circular: «Aquel empresario que
no pueda dar una formación teórica al aprendiz no incurrirá en fraude de
ley, según la Ley 8/1988, ya que no existe incumplimiento de la normativa
señalada sino imposibilidad de ofrecer al aprendiz la adecuada
formación.» Comprendo que quizá haya sido rápida la aprobación de la Ley,
pero quiero insistir en que no sólo hay que tener también previstos los
reglamentos y una inspección, a la que no culpamos en el Grupo Popular,
sino que simplemente hay que tener a disposición la formación adecuada
porque si no esos contratos de aprendizaje se quedarán sin ningún valor.

Y, aunque como usted ha dicho, hayan subido las cifras de contratación,
si no cumple con el mandato de ofrecer una formación y encima circula
esta información de Ministerio a Ministerio, la verdad es que tristemente
se pueden llevar a cabo.

Respecto a las políticas pasivas, podría decirle que en nuestro país,
como señala el propio informe del Gobierno del pasado año sobre el
desempleo, las dos causas fundamentales de crecimiento del gasto en
desempleo, además de la destrucción de empleo, es la deficiente gestión
del INEM para comprobar los requisitos exigidos por la normativa vigente
sobre desempleo. Me explicaré. En concreto, el INEM viene siendo incapaz
de controlar cuántos perceptores o perceptoras en este caso de
prestaciones por desempleo aceptan o rechazan optar al empleo adecuado y,
en su caso, a acciones de formación. Esto confirma que el INEM desconoce
las necesidades de empleo y también las necesidades de cualificación
profesional, tema de gran incidencia cuando la mujer quiere incorporarse
al mundo del trabajo y, en definitiva, prepararse para una nueva
cualificación profesional porque, como usted y el Ministro de Trabajo muy
bien decían, siempre incide en mujeres mayores de 45 años, minusválidos,
etcétera. Parece que siempre ponemos a las mujeres en la misma bolsa; por
muy buenas intenciones que tengamos, por muchas declaraciones sobre la
igualdad de derechos que hagamos y aunque realmente estén recogidos en la
Constitución, luego muchas veces en la práctica no se desarrollan tal
cual.

Y, en segundo lugar, como se indica en el Informe sobre el Empleo en
Europa de 1994, de la Comisión Europea, España sigue siendo el país con
mayor índice de temporalidad en la contratación, y esto podemos cotejarlo
frente a Alemania, que refleja una alta estabilidad en el empleo y,
lógicamente, los más altos porcentajes de inversión en formación, motivo
por el cual abordé antes ese tema. Creo que usted no lo ha tratado
bastante, pero a mí sí me gustaría incidir en ello. En 1992 había 275.000
personas en formación; en 1993, 147.000. Vemos que en un año hemos pasado
casi a la mitad del contrato de formación. Según los datos de la EPA del
segundo trimestre de 1994, como usted ha dicho muy bien, la tasa de paro
femenino en España es el 31,41 por ciento, frente al 30 por ciento de
parados y al 12,5 por ciento que recogen los países que pertenecen a la
Unión Europea. Así pues, en este repaso coincidimos en algunas cosas y en
otras tenemos que estar de acuerdo en las cifras porque todas salen de la
misma fuente. Pero, aprovechando esta Comisión, yo quisiera decir que,
desde el punto de vista del Grupo Parlamentario Popular, el Gobierno
socialista ha hecho de la mujer un objeto político, dedicando muchísimas
veces la mayor partida presupuestaria solamente a su promoción, a
campañas de imagen más que a la contratación o a obtener un resultado
apetecido. Porque hemos de decir --por eso incidía antes en el tema de
los contratos de formación-- que, según el Instituto de la Mujer, un
órgano dependiente del Ministerio de Asuntos Sociales, en España hoy
existen todavía 1.200.000 mujeres analfabetas, 2.760.000 mujeres sin
ningún tipo de estudios; y así vamos creciendo, aunque la generación
joven se ha preparado mejor, lo ha reconocido usted y es cierto. Pero no
solamente debe promocionarse a la gente joven del país. Es en estas
mujeres que en su edad escolar o joven no pudieron tener esa formación
sobre las que en estos momentos el Gobierno debería recapacitar, para
poder prestarles una mayor enseñanza. Por esta falta de formación la
mujer española está arrinconada muchísimas veces en la economía
sumergida, sin Seguridad Social o en trabajos precarios y discriminados
generalmente.

Otro grave error, bajo mi punto de vista, del Gobierno socialista ha sido
desprestigiar el trabajo no asalariado de la mujer, es decir, aquel
trabajo que realizan las amas de casa y que, sin embargo, no se valora ni
se reconoce. Ha habido una ausencia de políticas para facilitar la
incorporación de la mujer al mercado laboral, acarreando dificultades
insuperables. Una de ellas --volvemos otra vez a lo mismo, y permítame
que me centre siempre en este tema



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porque, para mí, es el más grave-- es la falta de formación. Otro tema
que también podríamos abordar sería el de la insuficiencia de guarderías
que, muchas veces, son inasequibles para la mayoría de las mujeres, o el
de los horarios laborales incompatibles con la atención de los hijos.

Debemos saber que dos de cada tres hombres que están trabajando están
casados, mientras que solamente una de cada tres mujeres activas está
casada. Quizá esto nos haga pensar que es porque los horarios no son
flexibles para poder atender a sus hijos.

Así pues, vemos que España es el único país de la Unión Europea en el que
la tasa de paro femenino supera muy ampliamente el 20 por ciento. ¿Qué ha
hecho ante esto el Gobierno socialista? Ha presentado, hasta ahora, dos
Planes para la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, pero
creemos que no ha sido capaz de llevarlos a la práctica porque, de lo
contrario, no existiría este desastre. Quizás el Gobierno socialista no
ha sabido aplicar unas políticas adecuadas incentivando a la empresa
privada para que aproveche ese potencial económico de las mujeres, con
sus múltiples capacidades. Habría que convencerlas de que en la teoría es
lo mismo contratar a un hombre que a una mujer, y que no sean rechazadas
cuando van a acceder a un puesto de trabajo. Hubiera sido una tarea muy
bonita que el Gobierno socialista podría haber cumplido respecto de los
empresarios privados.

También creemos que ha permitido que por un trabajo igual algunas mujeres
perciban salarios inferiores en un 20 por ciento a los de los hombres. Ha
sido el Tribunal Constitucional, y no el propio Gobierno socialista, el
que ha corregido la discriminación por sexo mediante una sentencia a
favor de mujeres que percibían sueldos inferiores a los de sus compañeros
de trabajo. De todos es conocida esta sentencia porque salió publicada en
la prensa y, aunque antes se había recurrido ante el Tribunal de lo
Social, tuvo que ser el Tribunal Constitucional quien se manifestara,
puesto que se comprobó que a igual trabajo estaban recibiendo un 20 por
ciento menos de salario.

El Gobierno socialista también ha llevado a cabo una política de cuotas,
reservando puestos para la mujer en las Instituciones que la sitúan a
corto plazo en un 40 por ciento de plazas exclusivas; pero eso supone una
mera manifestación de buenas intenciones, como lo están demostrando los
hechos. Como bien saben sus señorías, somos muy pocas las mujeres
representadas en los organismos oficiales.

Así pues, y para finalizar esta intervención, quería formularle una serie
de preguntas en nombre de mi Grupo: ¿Qué hace la Dirección General de
Empleo para corregir el dramático 47 por ciento de paro femenino entre 16
y 24 años? ¿Conoce la Dirección de Trabajo el porcentaje de
universitarias que trabajan en su especialidad? Porque nos llenamos la
boca diciendo que la gente joven está muy preparada; es verdad, acceden a
la universidad una mayoría de mujeres frente a hombres, pero después,
¿todas tienen un trabajo digno de su carrera o de su especialidad?
Quisiera que me contestase a esto. Siguiendo con el mismo tema, ¿se
conoce qué licenciadas trabajan en su especialidad y no como secretarias
o dependientas, o incluso cuidando niños en las casas? ¿Cuántas jóvenes
con licenciatura están apuntadas en el INEM? ¿A cuántas mujeres, en
general, se les ha proporcionado trabajo a través del Instituto Nacional
de Empleo? ¿Por qué ha sido el Tribunal Constitucional y no el propio
Gobierno quien ha corregido mediante sentencia el hecho de que a igual
trabajo las mujeres perciban un salario un 20 por ciento inferior al de
sus compañeros varones? ¿Puede concretar el porcentaje de plazas que son
ocupadas por mujeres en las Instituciones? Y para finalizar, ante el Año
Internacional de la Familia, ¿qué políticas van a llevar a cabo para que
la mujer pueda hacer compatible su tarea profesional con el cuidado de la
familia? ¿Qué política se piensa adoptar respecto de los contratos a
tiempo parcial para mujeres con hijos o familiares a su cargo? Después de
una excedencia voluntaria, ¿qué medidas concretas se tomarán para
facilitar la reincorporación de la mujer al mundo laboral? Porque sería
muy triste que volvieran y no tuvieran trabajo, y creo que sería
competencia de su Departamento y del propio Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social que se tuviera en cuenta a estas mujeres que a veces por
la baja de maternidad dejan su puesto de trabajo.

Termino, señora Presidenta de la Comisión, señora Directora, diciendo que
el Grupo Parlamentario Popular estará a disposición de su Departamento y
de su Ministerio siempre que creamos que las medidas son correctoras para
acabar con el desempleo, sobre todo con el desempleo femenino que es lo
que nos preocupa en esta comisión. Cuente, sobre todo, con nuestra
disposición para aceptar las recomendaciones que hace la Unión Europea;
pero piense también que nuestra labor crítica estará garantizada en todo
momento y no vamos a declinar en ella por más que se monten parafernalias
diciendo que va mejor el país, si eso no es cierto.

Muchas gracias, señora Presidenta.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, doña Carmen Pardo.

En nombre del Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra su
Portavoz, doña Isabel Alberdi.




La señora ALBERDI ALONSO: Muchas gracias, señora Presidenta.

Señorías, en primer lugar, y en nombre del Grupo Parlamentario
Socialista, quiero dar las gracias a la señora Domínguez por las
explicaciones que nos ha dado sobre la repercusión de la reciente reforma
laboral sobre el empleo femenino. Nuestro Grupo coincide con usted
--probablemente por eso no ha pedido su comparecencia en la Comisión como
hizo en otras ocasiones, en 1991, por ejemplo, en que usted recordará que
la solicitó el Grupo Socialista-- en que ha pasado muy poco tiempo como
para ver la repercusión global y, más aún, la repercusión sobre la
población femenina de una forma tan reciente y de una envergadura tan
grande, una reforma estructural que se enmarca en un conjunto de reformas
con el objetivo de crear empleo: tener una economía que crezca, que sea
competitiva y, sobre todo, que cree empleo.

Ahora bien, respecto de lo que usted nos ha podido explicar y de los
datos más recientes que tiene, aunque no



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sean muy extensos, se ve claramente que una reforma como la que se ha
hecho en el mercado laboral beneficia la entrada en dicho mercado de los
sectores que más dificultad tienen para introducirse. La reforma laboral,
como decía usted, ha intentado --respetando la libertad sindical, la
negociación colectiva, la posición social-- flexibilizar la entrada en el
mercado laboral; y, una vez en él, la permanencia o no a través de la
negociación. Esto, a cualquier colectivo, como es el caso de las mujeres
o de las personas jóvenes, en general, le beneficia de salida. Pero
coincidimos con lo que usted dice; realmente, lo que beneficia a las
mujeres para conseguir empleo es que éste se cree. Por eso, el objetivo
fundamental de la política económica del Gobierno socialista, al cual
apoya nuestro Grupo, sin duda, coincide plenamente con nuestros
planteamientos. El objetivo es crear empleo, no es simplemente crecer
económicamente --que es importantísimo porque para crecer hay que ser
competitivos--, sino que hay que potenciar que ese crecimiento y esa
competitividad generen empleo, porque es la forma de ir realmente a una
sociedad más equilibrada en la que pueda haber empleo para los hombres y
para las mujeres, pero fundamentalmente para un colectivo que tiene mucha
dificultad para conseguir empleo, aunque la situación ha cambiado debido
al acceso masivo a la educación y a los altos niveles de formación de las
mujeres en este momento en nuestro país, afortunadamente. Y luego me
referiré a lo que decía la portavoz del Grupo Parlamentario Popular de
que hay carencia de formación, porque, sí, hay carencias de formación en
ciertos tramos de edad por causas históricas que todas las personas que
estamos aquí conocemos, sin embargo, el nivel medio de formación de la
gente joven y de la gente de mediana edad en nuestro país es muy alto.

Por tanto, la presión de las mujeres sobre el mercado laboral es muy
fuerte y la única posibilidad de poder dar salida, de poder dar cauce a
esa presión sobre el mercado laboral es, evidentemente, lo que usted
decía: crear empleo. Ahora bien, hay que crear empleo teniendo en cuenta
también los papeles sociales que las mujeres realizamos en el mundo que
nos ha tocado vivir. Es decir, que hay cuestiones más importantes que
simplemente acceder al mercado laboral, puesto que este acceso debe ser
compatible también para hombres y mujeres con sus responsabilidades en la
vida privada, en la vida familiar.

Usted hacía referencia a las políticas de igualdad, lo mismo que cuando
compareció aquí en el año 1991. Aunque hasta ahora tenemos pocos datos,
yo creo que hay que tener en cuenta que se han contratado más mujeres con
los nuevos sistemas de contratación; se han contratado más mujeres, sobre
todo, a tiempo parcial, en prácticas y menos en aprendices, y eso tiene
que ver con la propia estructura social y con las funciones y
expectativas, que hoy todavía no son iguales para hombres y mujeres en el
mundo en que vivimos. Pero, evidentemente, hay unas políticas de igualdad
anteriores y ha habido un acceso de las mujeres a la actividad, y usted
daba unas cifras bastante impresionantes: en el año 1985, un 27,8 por
ciento de mujeres en actividad y, en el año 1994, un 35,6. De hecho, si
analizamos las reformas que se hicieron del mercado laboral en los años
ochenta, durante el primer Gobierno socialista --aunque no fuera una
reforma tan en profundidad como la que se ha hecho ahora--, vemos que
aunque fueron muy contestadas, muy criticadas, tuvieron el apoyo y el
consenso de algunos sindicatos, si bien, evidentemente, fueron
contrastadas y cuestionadas socialmente hasta que se vieron los
resultados: cuando vino el crecimiento económico se permitió la creación
de empleo y entraron a la ocupación, no a la actividad, un millón más de
mujeres.

Lo que no se puede decir es que en los últimos 10 ó 12 años de gobierno
del Partido Socialista las mujeres han ido retrocediendo. No; las mujeres
han ido avanzando, aunque a lo mejor no todo lo que querríamos porque el
camino es muy largo y la situación de la que partíamos era bastante
desagradable, bastante siniestra --y eso no es responsabilidad de las
personas que estamos aquí, pero hay que recordar y conocer la historia--.

Evidentemente, se hace toda una política de acción positiva para corregir
las desigualdades de las mujeres en el mercado laboral, para intentar
corregir la segmentación hombre-mujer, no ya la segmentación de la que
usted hablaba --con la que estoy de acuerdo-- entre el que tiene trabajo
y el que no lo tiene, ya que normalmente, según las cifras que usted nos
daba, los que no lo tienen son en su mayoría mujeres. Luego lo primero
era abrir el mundo laboral a las mujeres, puesto que había muchos
sectores a los que no tenían ni acceso, y después poner en marcha
políticas de formación, políticas de reciclaje, porque dado el doble
papel de las mujeres, de responsables de la vida privada y familiar y, al
mismo tiempo, personas con derecho a realizarse en el mundo laboral y
social, había mucho desajuste y muchas veces abandono del mercado laboral
por mujeres que necesitaban reciclaje. Yo creo que el proceso de
inserción de las mujeres en la formación de tipo general para volver a
reincorporarse al empleo ha sido muy grande, y yo le pediría a la
portavoz del Grupo Parlamentario Popular --porque creo que no lo debe
conocer bien-- que analice un poco las políticas que se han hecho en el I
Plan de Igualdad y las que se proponen en el II.

Yo comparto su interés, y no tengo ninguna duda sobre el mismo, por la
igualdad de las mujeres, pero el Grupo Socialista y el Partido Socialista
no han convertido a las mujeres en objeto político, las han convertido en
sujeto. Las mujeres hemos sido siempre objeto de la política
--han buscado siempre nuestro voto, nuestro interés--, pero creo que ha
habido un cambio en la sociedad democrática de nuestro país, de forma que
las mujeres hemos pasado de ser lo que usted decía, objeto, a ser sujeto
de la política, si bien no con la plenitud que querríamos. Por ejemplo,
las cuotas --que a usted le parecen una cosa muy rara-- nos permiten
estar a un 14 por ciento de mujeres en el Parlamento en vez de un 6,5. Y
no diga usted que el Instituto de la Mujer no hace nada, yo creo que sí,
que lleva a cabo una serie de políticas, y entiendo que si todas las
mujeres que representamos aquí a los distintos grupos tenemos un objetivo
común de trabajar por la igualdad de las mujeres, sería más constructivo
que analizáramos --como tratamos de hacer en esta Comisión-- cuáles son
las medidas, las políticas que se han llevado adelante que han
beneficiado



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a las mujeres o las que realmente no les han beneficiado, o cómo podemos
optimizar los recursos económicos que se dedican a políticas de igualdad
en las mujeres para que obtengamos el mayor beneficio en aras de
conseguirla.

Respecto al mercado laboral, aunque sigue habiendo un paro femenino
tremendo, si comparamos la situación actual de nuestro país, incluso en
el momento más duro de la crisis económica, con lo que sucedía diez años
antes, vemos que no tiene ninguna semejanza. Durante la crisis económica
--de la que parece que estamos saliendo este año; ya hay síntomas de
recuperación, hay indicadores que parecen apuntar que si hacemos
políticas adecuadas puede haber una recuperación económica seria--, con
toda la
caída del empleo, ésta no ha afectado a las mujeres de la misma forma
como les afectaba antes las crisis económicas; es decir, la permanencia
de las mujeres en el mercado laboral estaba mucho más ligada a momentos
de expansión económica que a un convencimiento y una capacidad de las
mujeres para permanecer con todas las dificultades, igual que los
hombres, aunque de salida estemos en peor situación. Yo creo que éstas
son cosas que hay que ir reconociendo, porque si no las reconocemos no
vamos a poder avanzar en el objetivo que yo creo que es común a todas las
mujeres --al menos así lo pienso; a lo mejor peco de buena fe--,
independientemente del grupo político al que pertenezcamos.

Evidentemente que hay que arbitrar --y así aparece en el II Plan de
Igualdad-- muchas medidas que no son ni de carácter general, sino que son
medidas específicas para las mujeres, y estoy de acuerdo con usted en que
hay que conseguir ver cómo se soluciona el cuidado no sólo de las niñas y
de los niños, sino también de las personas mayores, si mediante los
sistemas sociales o con algún tipo de compensación que se arbitre para
este fin, porque si las mujeres tenemos que seguir respondiendo a los
mismos papeles va a ser muy difícil. Hay que buscar las medidas, y en esa
línea va el II Plan de Igualdad; medidas de acción positiva que permitan
hacer compatible la vida profesional con la vida familiar y la vida
doméstica. Y es verdad que eso tiene que ver muchísimo con los horarios,
pero éstas son cuestiones que no se ha inventado el Grupo Socialista,
sino que son costumbres, culturas de algunos países en las que las
mujeres tenemos muchas más dificultades, porque hay que reconocer que los
horarios de este país son disparatados para cualquier mujer que quiera
hacer compatible su vida privada con su trabajo. Pero eso, repito, no lo
ha inventado el Partido Socialista, es la cultura de un país que tiene
tradición de años --de siglos, diría yo-- de horarios distintos, que
responden a una situación subordinada y completamente escindida y
relegada a la vida privada de las mujeres. Luego, evidentemente, para
mejorar la situación de las mujeres en el mercado laboral tenemos que
arreglar eso, pero no lo vamos a arreglar diciendo que se lo han
inventado unos que gobiernan ahora, sino sabiendo que responde a la
situación histórica en la que han estado las mujeres.

Se están cambiando muchas cosas porque las mujeres están accediendo al
mercado laboral, y está puesto de manifiesto en todo el trabajo del Grupo
en nombre del que yo hablo y del Partido al que yo represento que para
los socialistas un objetivo fundamental es el acceso de las mujeres al
empleo. Efectivamente, se accede a través de la educación, pero creemos
que el acceso de las mujeres al mercado laboral es lo que les da
independencia y es lo que, en definitiva, las hace libres.

Yo le diría --usted aún no tiene muchos datos-- que la reforma del
mercado laboral va por el buen camino para conseguir crear empleo y,
además, para que ese empleo se reparta entre hombres y mujeres; en ese
camino va a tener siempre nuestro apoyo el trabajo por la igualdad entre
hombres y mujeres, sobre todo para conseguir que las mujeres puedan
acceder a cualquier campo de la vida social y puedan hacer compatible su
vida de ciudadanas, de personas con formación, de personas con capacidad
para desarrollar un trabajo en la esfera de lo público y también hacer
compatibles sus elecciones personales y familiares.

Es una política compleja, porque la política del mercado laboral tiene
otra serie de políticas complementarias. Ahora mismo usted ha dicho que
en la ley de acompañamiento de los presupuestos se ha cumplido un
objetivo del segundo plan de igualdad que es acabar con la idea de que el
permiso por maternidad o la baja por maternidad es incapacidad laboral
transitoria y, además, que tenga una cobertura del cien por cien.

Admitiendo la situación de la que partimos y siendo capaces de abordar en
profundidad las reformas que sean necesarias es como se cambia la
realidad de una sociedad, es como se transforma la sociedad. A nosotros
nos interesa que esta sociedad se transforme en la línea de conseguir la
igualdad real entre hombres y mujeres, y no sólo la igualdad legal, que
es muy importante pero insuficiente.

Creemos que la reforma laboral y la política presupuestaria que está
realizando el Gobierno de contención del gasto contribuirán a ello --la
portavoz del Grupo Parlamentario Popular ha hecho referencia--, pero
cuando se dice contención del gasto cada Grupo tiene sus prioridades.

Nosotros tenemos una prioridad que es contener el gasto, porque la
inflación y el déficit no son buenos, pero creemos que no se puede hacer
a costa de la protección social, a costa de las políticas sanitarias, a
costa de las políticas educativas, ¿por qué? Porque creemos que son la
base para poder abordar una redistribución y una sociedad más igualitaria
que, evidentemente, no sólo beneficia a hombres y a mujeres, sino que, al
beneficiar a los hombres y a las mujeres, evidentemente, nos beneficiará
a las mujeres, que somos la mitad de la población.

Termino volviendo a darle las gracias y diciéndole que ya abusaremos de
su paciencia y la llamaremos para que nos explique los datos con más
detalle cuando realmente usted pueda tener la oportunidad de disponer de
ellos.

Nada más y muchas gracias.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señora Alberdi.

Para contestar a todas las cuestiones que se le han planteado aquí que
tengan relación con el objeto de la comparecencia, tiene la palabra doña
Aurora Domínguez.




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La señora PARDO RAGA: Señora Presidenta, ¿me permite un momento, por
favor?



La señora PRESIDENTA: ¿En base a qué artículo?



La señora PARDO RAGA: Es por alusiones.




La señora PRESIDENTA: Ahora mismo no estamos en turno de alusiones.

Cuando corresponda, yo le daré la palabra gustosamente.

Tiene la palabra la señora Directora General de Empleo.




La señora DIRECTORA GENERAL DE EMPLEO (Domínguez González): Gracias,
señora Presidenta.

En primer lugar, quiero agradecer a las portavoces de los dos grupos
parlamentarios que han intervenido, tanto desde el apoyo como desde la
crítica, sus consideraciones a las medidas que desde el Gobierno y, más
concretamente, desde la Dirección General de Empleo, se están realizando
en torno a beneficiar o a potenciar el trabajo de la mujer y luchar
contra sus altísimas tasas de desempleo.

Con respecto a todos los planteamientos que la portavoz del Grupo
Parlamentario Popular ha realizado en torno al trabajo de la mujer,
señoría, tengo que decirle, en primer lugar, que ha tocado usted
múltiples temas, y es necesario abordar cada uno de ellos con el
suficiente rigor y con los datos en la mano, con el fin de poder hacer
una justa valoración de la evolución del trabajo femenino. Creo que las
mujeres debemos exigir nuestro derecho a participar en igualdad de
condiciones que los hombres y a desempeñar cualquier tarea o cualquier
trabajo o cualquier puesto de responsabilidad; también debemos tener el
mismo rigor a la hora de examinar los problemas y de dar las respuestas
adecuadas. No seguiría yo ese principio fundamental de rigor si
pretendiera responder en este momento a todas las cuestiones que usted me
ha planteado que no son objeto de esta comparecencia y comenzara a
improvisar y a dar respuesta a datos concretos, sobre los cuales,
señoría, usted sabe que todos utilizamos las mismas fuentes, pero, en
función de cómo se analicen e interpreten, los resultados pueden ser muy
diversos.

Me decía usted que España es el único país de la Comunidad que tiene una
tasa de desempleo femenina que supera el 20 por ciento. Casi no me
extraña que supere el 20 por ciento porque nosotros tenemos la tasa de
desempleo más elevada. Esto no es un orgullo, simplemente es constatar la
realidad de todos los países de la Comunidad y, por tanto, señoría,
tenemos que tener también la tasa de desempleo femenino más elevada de
toda la Comunidad. Hay una precisión muy importante que creo que es
necesario resaltar. Usted ha hecho una referencia al informe sobre el
empleo en Europa-1994; todavía no se ha publicado,
pero como su señoría ya dispone de él podrá comprobar que las tasas de
ocupación femenina en los países europeos --que es lo que más distancia a
España respecto a estos países-- viene derivada, fundamentalmente, del
trabajo a tiempo parcial, que en muchos países supera el 40 por ciento
del empleo femenino. En dicho informe se dan datos, además, muy
significativos: más del 15 por ciento de la población asalariada en los
Países Bajos trabaja menos de diez horas a la semana; más de un 8 por
ciento de la población femenina en el Reino Unido trabaja menos de diez
horas a la semana, y así sucesivamente. Hay datos que es importante
compararlos, pero hay que hacerlo con cierto rigor porque, si no, no
sabemos de lo que estamos hablando.

Es cierto que nosotros tenemos una tasa de temporalidad elevada, no
solamente entre las mujeres, sino con carácter general. Pero, señoría,
cuando se habla de la temporalidad en Europa hay que hablar de toda y hay
que incluir también los contratos a tiempo parcial, que por ahora en
Europa no se están incluyendo, entre otras cosas, porque hay muchos
países europeos donde por debajo de ciertos límites ni siquiera el tiempo
parcial está sometido a la legislación laboral. Por tanto, hay que
analizar los datos con rigor.

Pero, si lo que queremos tratar en esta Comisión es de hacer un análisis
pormenorizado de la estructura del desempleo femenino, podemos hacerlo.

Yo vendré gustosísima, pero ustedes me han convocado para hablar de la
reforma del mercado de trabajo, y la reforma del mercado de trabajo,
señoría, como usted sabe, es una reforma estructural, que no se limita
--y yo lo repito siempre y no me canso de hacerlo-- a los aspectos que
periodísticamente se realzan más como son los contratos de aprendizaje,
los contratos a tiempo parcial, etcétera, sino que tiene una vocación y
una potencialidad tremenda para cambiar realmente las relaciones
laborales en España y para conseguir que todos los problemas que tenemos
podamos arreglarlos por la única vía que tiene solución --y en esto usted
coincide conmigo-- que es crear empleo.

Si no creamos empleo ya se pueden incorporar todas las mujeres que
queramos a la población activa, ya pueden tener los niveles educativos
que tengan, que realmente no les vamos a dar la oportunidad real de
integrarse en el mercado de trabajo y las vamos a conducir --y ésta es la
primera preocupación del Gobierno al hacer la reforma-- a la exclusión
social, que es el grave riesgo que, probablemente, estemos corriendo en
España, pero no solamente en España (usted conoce bien los documentos
europeos, los ha manejado), sino en todos los países europeos. El riesgo
es la exclusión, el factor que socializa al individuo es el trabajo. Hay
que acercar el mundo de los parados al mundo de los ocupados,
insertándolos en el mundo laboral con empleos, que yo no calificaría de
precarios, porque a mí me parece que cualquier empleo que tengamos en
este momento bienvenido sea. Hay paro de larga duración, y la forma de no
excluir a los jóvenes del mercado de trabajo, de convertirlos en parados
de larga duración, es acercarlos al mundo laboral como una primera
experiencia. Así lo han reconocido los ministros de trabajo de la Unión
Europea en el último Consejo informal de ministros de trabajo.

Una de las propuestas que se hacen para la Cumbre de Essen, justamente
para poner en práctica el Libro Blanco de la Comisión, es intentar luchar
contra el paro de larga duración lo antes posible y antes de que se caiga
en él, porque es fácil deslizarse hacia el paro de larga duración si no



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ponemos medidas que lo remedien y lo difícil es salir del mismo. El paro,
a su vez, conlleva alejamiento del mundo laboral, pérdida de experiencia,
de cualificación y exclusión social, en definitiva.

En cuanto a si estamos mejor o peor y si hemos cumplido todos los
objetivos que se ha propuesto mi Departamento, tengo que decirle,
señoría, que creemos que estamos en el buen camino. Yo pienso que los
datos así lo están demostrando, pero no se puede pedir que el efecto de
la reforma se traslade inmediatamente al campo del empleo, porque la
reforma no es simplemente la aplicación inmediata de una ley que sale en
el Boletín Oficial sobre el empleo, sino que es un cambio de actitudes,
de mentalidad, de cultura, que tenemos que aplicar todos y tienen que
empezar a aplicarlo los empresarios y los interlocutores sociales. La
negociación colectiva de 1994 es un buen ejemplo. Los acuerdos a los que
han llegado las grandes organizaciones empresariales y sindicales para
derogar, cambiar y modificar las ordenanzas laborales también indican que
se van a ir modernizando nuestras relaciones laborales y que, por tanto,
vamos a poder eliminar esos obstáculos que el marco jurídico supone para
el mantenimiento o para la creación de empleo.

Yo pienso que no se puede afirmar que disminuye la población activa. Esta
ha crecido desde el último decenio, sigue creciendo y va a seguir
haciéndolo en el futuro, señoría.

Me hacía usted una pregunta respecto a qué está haciendo la Dirección
General de Empleo para luchar contra el paro juvenil femenino. Estamos
poniendo en práctica aquellas medidas que nos parecen más adecuadas. Es
cierto, el paro es una gran cifra y podemos hablar del paro general, pero
si analizamos el paro, si analizamos su estructura, nos encontramos con
que hay hombres y mujeres y que dentro de éstas hay unas que son paradas
de larga duración y otras se acaban de incorporar a la población activa;
unas tienen una gran formación y otras carecen de ella; unas son jóvenes
y otras mayores, etcétera.

¿Qué hemos pensado para solucionar el paro de las mujeres jóvenes? No
podemos pensar en medidas distintas que para los jóvenes hombres. Tenemos
contratos formativos que pueden ser de aprendizaje o de prácticas.

Tenemos medidas especiales para la incorporación de la mujer al mundo
laboral, usted las conoce perfectamente: unas son todas aquellas que
tienden a conceder determinadas subvenciones a los empresarios para que
contraten a mujeres en profesiones en las que están subrepresentadas;
otras son para que se contrate a las mujeres cuando han estado alejadas
del mundo laboral, sobre todo por interrupción de la carrera profesional
por cuidado de hijos después de un largo período, etcétera.

Todas estas medidas de discriminación positiva son buenas, debemos
mantenerlas, pero debemos potenciar el elemento básico para que las
mismas se puedan poner en práctica, y es que exista el empleo. Señoría,
desde el Ministerio de Trabajo, desde la Dirección General de Empleo no
se crea empleo; se intentan poner aquellas condiciones y eliminar
aquellos obstáculos para que el empleo, que lo crean los empresarios, que
se crea en la sociedad, pueda beneficiar a los hombres y a las mujeres y,
además, se instrumentan una serie de mecanismos que tiendan a eliminar la
discriminación que la mujer tiene en el trabajo respecto al hombre.

¿Por qué ha sido el Tribunal Constitucional y no el Gobierno el que ha
corregido la desigualdad en materia de salarios? Señoría, el Gobierno lo
más que puede hacer es lo que ha hecho desde hace mucho tiempo en los
distintos proyectos de ley que ha sometido al Parlamento y es reconocer
absolutamente que a igualdad de trabajo corresponde una remuneración
igual. Lo que ya no puede el Gobierno, y esto lo acabo de decir en mi
propia intervención, es evitar --por la tradicional discriminación de la
mujer en el mundo laboral y por lo tozuda que es la realidad, que hace
que las mujeres hayan sido siempre contratadas en unos determinados
sectores con las cualificaciones más bajas, usted me lo decía-- que
muchas mujeres licenciadas estén siendo contratadas como secretarias,
auxiliares, etcétera, y se haya producido una discriminación indirecta en
la remuneración de las mujeres.

Eso es cierto, señoría, pero de eso yo he dicho, y lo repito ahora mismo,
que somos responsables todos en esta sociedad, absolutamente todos, no el
Gobierno, sino todos los grupos parlamentarios, todos los empresarios que
contratan y las mujeres, cuando actuamos como empresarias y contratamos,
también somos responsables de la discriminación que padece la mujer,
porque se nos desencadenan esos mecanismos subconscientes de pensar que
para ese puesto de trabajo para el que estamos seleccionando queremos una
persona que nos cree los menores problemas posibles en el trabajo que va
a desarrolla y una mujer tiene unas interrupciones lógicas en su carrera
profesional por maternidad, por cuidado de hijos, etcétera, que a veces
hace que el empresario que le va a contratar o la persona que le va a
seleccionar indirectamente le esté discriminando.

Usted sabe tan bien como yo que una de la cuestiones más difíciles de
probar ante cualquier tribunal es justamente la discriminación por razón
de sexo y sabe también que en la última legislatura y en virtud del
primer Plan de Igualdad de Oportunidades --que yo creo que ha servido
para mucho, porque es muy importante lo que diga la ley, pero es mucho
más importante cambiar los esquemas culturales de toda la sociedad--
nuestro derecho, prácticamente el único en Europa, a invertido la carga
de la prueba en todos aquellos procesos en los que se pueda alegar
discriminación por razón de sexo. Por tanto, señoría, yo pienso que no
cabe imputar al Gobierno no haber actuado con la suficiente diligencia en
esta materia y, por otra parte, me parece muy bien que el Tribunal
Constitucional, no el Gobierno, dicte las sentencias adecuadas que puedan
corregir las discriminaciones que en la práctica se puedan producir.

¿Qué hacemos desde mi Dirección General para garantizar a la mujer que
una vez que disfrute de una excedencia por cuidado de hijos pueda tener
un puesto de trabajo? Señoría, habría que distinguir. Tenemos aquellas
excedencias que están reguladas en virtud del primer Plan de Igualdad de
Oportunidades, donde hay un derecho de reserva del puesto de trabajo y,
por consiguiente, yo, desde la Dirección



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General de Empleo, no puedo hacer más que apoyar en su día aquella
medida. Es el empresario el que debe cumplir con esta obligación que
tiene y, por tanto, serán los tribunales, lógicamente, no el Gobierno,
los que, en definitiva, tendrán que decidir qué ocurre en el caso de que
el empresario no cumpla con esta obligación. Pero hay otro supuesto, que
es el de la excedencia sin reserva de puesto de trabajo y para esto,
señoría, desde la Dirección General de Empleo, o desde cualquier sitio,
sólo se puede hacer lo que creo que estamos haciendo: poner las
condiciones para generar empleo. Si no hay empleo, señoría, es muy
difícil garantizar nada a nadie. Yo podría trasladar el caso de la mujer
a otras situaciones.

¿Se puede garantizar desde la ley que no se despida a los trabajadores en
momentos de crisis? No, señoría. Por mucho que nosotros no tengamos
despido libre, ni queramos tenerlo, sino despido causal --y causal sobre
la base de las conductas de los propios trabajadores o por causas
económicas, tecnológicas, etcétera--, no es la ley, señoría, la que puede
evitar estos problemas, sino que siempre es la realidad social, con la
cual nos tenemos que encontrar y con la cual yo creo que podemos ponernos
de acuerdo. Hay que poner los medios para crear, fundamentalmente,
empleo; si no hay empleo, podemos garantizar formalmente cosas, pero el
derecho real, efectivo al trabajo de la mujer y a la igualdad de
oportunidades no podemos garantizarlo.

Muchas gracias.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señora Directora General, por su
exhaustiva y rigurosa exposición.

Para hacer alguna pregunta o puntualización, cualquier miembro de la
Comisión puede hacer uso de la palabra.

Tiene la palabra doña Carmen Pardo.




La señora PARDO RAGA: Gracias, señora Presidenta.

Deseo agradecer a la señora Directora General su intervención. Yo
entiendo que mi papel hoy aquí era el de oposición, el de hacer un
examen, y tiene usted que comprender que una vez que tengo la oportunidad
de que esté en la Comisión quiera estrujarla --por decirlo de alguna
manera, en plan cariñoso-- para poder sacar el mayor jugo posible a su
comparecencia y sacar el máximo partido a todas las preguntas que rondan
en torno a la mujer.

Estamos de acuerdo en que ojalá no hubiera ninguna discriminación y no
tuviéramos que llegar nunca a tener estos planteamientos entre nosotros,
y que efectivamente fueran exactamente igual tratadas las mujeres que los
hombres. Vaya por delante esto y la posición de mi Grupo creo que queda
así manifiesta.

Sin embargo, quisiera que constara en el «Diario de Sesiones», señora
Presidenta, que usted es muy magnánima en la concesión de palabra --se lo
agradezco--, pero me parece que debería ser la compareciente la que me
contestara y no la señora Alberdi, aunque yo comprendo que por ser del
mismo Partido tiene que hacer una exposición de alabanza y
autocomplacencia sobre estas políticas que está llevando a cabo el
Gobierno. Me parece lógico, pero no creo que deba ser ella la que deba
responderme, sino la compareciente --como lo ha hecho manifiestamente
después, muy bien por su parte-- desde su punto de vista de Directora
General. Quizá la señora Alberdi, acostumbrada por la familia, piense que
ya tiene el rango de Directora General, y es lo que no me gustaría que
volviera a suceder.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias por sus palabras de magnanimidad a
esta Presidenta. Yo deseo solamente que se cumpla el Reglamento, y que se
cumpla con la máxima flexibilidad posible. Yo no soy quien para decir
--siempre que se cumpla el Reglamento-- si su intervención es oportuna o
rigurosa o se aviene solamente a la comparecencia que hemos pedido a la
señora Directora General que, desde luego, ha tenido la máxima
disposición de ofrecernos datos de cuantas cuestiones creemos que son
importantes para los trabajos de esta Comisión.

Creo que lo que debemos procurar todos los miembros de esta Comisión es
hacer el trabajo para el que estamos encomendados, y preguntar también
con rigor --no sólo se responde con rigor-- y ceñirnos al tema; por eso
--y se lo he dicho antes--, yo no soy quien para intervenir. Además, en
su intervención o en la de otros portavoces me ha podido parecer que no
eran cuestiones que tenían que ver con la comparecencia y, sin embargo,
yo en ningún momento --siempre que no se contravenga al Reglamento--
intervengo para cortar la palabra. (La señora Alberdi Alonso pide la
palabra.)
¿En base a qué artículo solicita la palabra doña Isabel Alberdi?



La señora ALBERDI ALONSO: Yo no sé en base a qué artículo, pero me
imagino que puedo pedir la palabra por lo que usted estime procedente.




La señora PRESIDENTA: Tiene la palabra su señoría, brevemente, por
alusiones.




La señora ALBERDI ALONSO: Yo lamento que a la señora Pardo le parezca que
yo digo cosas que no debo decir; esto pasa siempre en los distintos
Grupos, señora Pardo. Usted pide una comparecencia y dice unas cosas que
a mí no me parecen las más procedentes, y yo se lo digo; usted replica
luego y me dice a mí lo que yo tengo que decir. Yo no le he dicho lo que
no debo decir, le he dicho en lo que no estoy de acuerdo con lo que usted
dice. Usted va más allá y añade: no, usted no tiene que intervenir así.

Mire, señora Pardo, intervenimos cada portavoz de grupo como nos parece
procedente, con más o menos acierto; a unos les gusta más, a otros les
gusta menos, pero no se sienta usted disgustada ni aludida.

Le voy a decir otra cosa. El Grupo Socialista no se dedica a hacer
alabanzas a las personas que comparecen, sino que realmente apoya la
política del Gobierno, apoya la reforma laboral del Gobierno, agradece a
la señora Domínguez, Directora General de Empleo, las explicaciones que
ha dado --aun no teniendo datos-- sobre la importancia de crear empleo en
este país. Es, evidentemente, una prioridad del Gobierno Socialista y del
Grupo que apoya al Gobierno Socialista, y a mí no me queda por menos que



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decirle que tiene todo nuestro apoyo y que espero además que los
resultados de la reforma en el mercado laboral sean excelentes para el
bien de este país, no para el bien del Grupo Socialista.

Nada más y muchas gracias.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, doña Isabel Alberdi.

Reiteramos nuestro agradecimiento a la señora Directora General por lo
exhaustivo y riguroso de su exposición, pues creo que ha sido una de las
comparecientes que más ha colaborado en los trabajos de esta Comisión.

Muchas gracias, señora Domínguez.

Se levanta la sesión.




Eran las diecisiete horas y veinticinco minutos.