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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 265, de 03/08/1994
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CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
COMISIONES
Año 1994 V Legislatura Núm. 265
ASUNTOS EXTERIORES
PRESIDENTE: DON JORDI SOLE TURA
Sesión núm. 22 (extraordinaria)
celebrada el miércoles, 3 de agosto de 1994



ORDEN DEL DIA:
Comparecencia del señor Ministro de Asuntos Exteriores (Solana
Madariaga), a petición del Gobierno, para informar sobre la participación
de la cooperación española en relación con la situación en Ruanda.

(Número de expediente 214/000064.)



Se abre la sesión a las once de la mañana.




El señor PRESIDENTE: Señorías, vamos a dar comienzo a esta sesión de la
Comisión de Asuntos Exteriores que, como saben, tiene un único punto del
orden del día: la comparecencia del señor Ministro de Asuntos Exteriores,
a petición del Gobierno, para informar sobre la participación de la
cooperación española en relación con la situación en Ruanda.

De acuerdo con el artículo 203 del Reglamento, tiene la palabra al señor
Ministro, a quien doy la bienvenida en esta sesión, para que inicie el
turno de intervenciones y para que haga la exposición por parte del
Gobierno.




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El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Gracias,
señor Presidente; gracias, señorías. Durante esta sesión trataré de
comunicar a SS. SS. cómo marcha la cooperación internacional en relación
con el gravísimo problema humanitario de Ruanda. Para hacerlo así,
trataré, aunque sea muy brevemente, de recordar, en primer lugar, algunos
antecedentes políticos de la situación tan desgraciada; en segundo lugar,
el tratamiento que, en el ámbito de Naciones Unidas y del Consejo de
Seguridad, sólo por recordar los últimos acontecimientos; en tercer
lugar, les diría algo sobre el marco de la Unión Europea, cómo está
trabajando, cómo se están coordinando las cuestiones, para pasar, en
último lugar, a la parte sustancial de la intervención, que es la
aportación española al día de hoy.

Dos palabras sobre los antecedentes políticos para refrescar a SS. SS. lo
que quizá no necesite ser refrescado. Les recordaré que el conflicto en
Ruanda viene ya de muy atrás, conflicto entre los hutus y los tutsis, con
proporciones de población de 85 y 14 por ciento; que estas luchas étnicas
se arrastran desde hace ya muchos años, incluso desde la independencia de
Ruanda, y que la situación ha ido a peor en los últimos días.

Como saben SS. SS., tanto el Consejo de Seguridad, como la Unión Europea,
como también bilateralmente España, condenaron los atentados que el 6 de
abril tuvieron lugar contra el Presidente de Ruanda y el de Burundi.

Desde ese momento, como SS. SS. recuerdan bien, se inició una matanza de
tutsis por parte de los grupos más radicales de los hutus, al ser
acusados aquéllos de ser los responsables de la muerte de su Presidente.

Como recordarán SS. SS., cuando los tutsis reaccionaron, el Frente
Patriótico inició una contraofensiva y el conflicto degeneró en una
matanza sangrienta, en la que los tutsis han acabado imponiéndose. Esta
guerra civil ha dado lugar, desgraciadamente, a 500.000 muertos y más de
3 millones de desplazados y de refugiados.

Ante este clima de violencia y de muerte, los países europeos, la
comunidad internacional en general, pusieron en marcha dispositivos de
evacuación de sus residentes, que fueron coordinados, en primer lugar,
por los países que habían tenido un mayor interés en la zona. Me estoy
refiriendo a Bélgica y a Francia.

Sus señorías recordarán también que España envió entonces dos Hércules
C-130 para ayudar a esta evacuación y prestar apoyo logístico a la misión
de Naciones Unidas en aquel lugar. Todos los españoles que lo desearon
lograron salir de Ruanda, aunque tenemos que lamentar el asesinato
posterior de un misionero español que rechazó, generosa y abnegadamente,
ser evacuado.

Dos palabras sobre el tratamiento del conflicto en Naciones Unidas.

Recordarán SS. SS. que las condiciones en que se desenvolvía el mandato
de las fuerzas de Naciones Unidas, encargadas de vigilar la ejecución de
los acuerdos Arusha, tuvo que cambiar a raíz de los acontecimientos que
acabo de describirles. El mandato inicial de Unamir, que fue creada, como
recordarán, en octubre del año pasado por Resolución 872 del Consejo, no
incluía la autorización para interponerse entre las partes combatientes
ni para garantizar por medios coactivos la distribución de la ayuda
humanitaria. Desbordada como estuvo por los acontecimientos, la propia
Unamir fue reducida por la Resolución 912 del Consejo de Seguridad.

Más tarde, como SS. SS. saben, la gravedad de la situación aconsejó al
Consejo de Seguridad adoptar medidas que permitiesen poner fin a las
matanzas y prestar a la población asistencia humanitaria de emergencia
mediante la concesión de un mandato prioritariamente humanitario a
Unamir, ya reforzado.

Recordarán SS. SS. que tras los debates en el Consejo de Seguridad,
mediante resoluciones del 17 de mayo y del 8 de junio, se amplió ese
mandato de Unamir para que, además de continuar intentando la obtención
de un alto el fuego, pudiese también contribuir a la seguridad y a la
protección de la población civil en peligro, incluso mediante el
establecimiento de áreas humanitarias seguras allí donde fuera posible,
y, en segundo lugar, proteger y apoyar la distribución de la ayuda
humanitaria. A estos efectos, el Consejo de Seguridad autorizó la
ampliación de Unamir hasta un máximo de 5.500 efectivos, que hasta este
momento está resultando difícil de reunir.

Ante esta dificultad, el Consejo aceptó la oferta del Gobierno francés de
llevar a cabo una operación multinacional bajo mando francés y al amparo
del capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, para garantizar la
seguridad de las personas que estaban desplazadas y de los civiles en
peligro, por un período de tiempo limitado, hasta que las fuerzas de
Unamir tuviesen el nivel suficiente para poder cumplir su mandato.

Como SS. SS. saben, la delegación española apoyó la iniciativa francesa,
que fue aprobada el 21 de junio, y creo sinceramente que el paso del
tiempo ha demostrado que lo que se dio en llamar «Operación Turquesa» ha
contribuido a que la situación tan espantosa que vive Ruanda hoy no sea
todavía peor.

España, como saben SS. SS., y también el Consejo de Seguridad hizo la
propuesta para que se estableciese una comisión de expertos, imparcial,
que se encargara de examinar y de analizar toda la información disponible
sobre las violaciones gravísimas de derechos humanos y de derecho
internacional humanitario que han tenido lugar en el territorio ruandés.

Como saben, esta resolución fue aprobada por unanimidad mediante la
Resolución 935, adoptada el 1 de julio.

También quiero decir dos palabras, señorías, señor Presidente, sobre lo
realizado en el marco de la Unión Europea.

Lógicamente, el conflicto de Ruanda ha sido tratado también por la Unión
Europea. Ruanda, desgraciadamente, ha formado parte de los órdenes del
día de la mayor parte de las reuniones del grupo de trabajo de Africa
desde hace más de un año. Recordarán que también se trató en Corfú y en
la Cumbre de Bruselas, de la que tuve ocasión de informarles no hace
mucho tiempo.

La Unión Europea se ha ocupado de forma constante de la situación de
Ruanda tratando de contribuir a un arreglo político e instruyendo a la
Unión Europea Occidental para



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que coordine esas contribuciones de los miembros de la Unión.

Pero, aparte de este apoyo de la Unión Europea para que se obtenga una
solución política al conflicto sobre la base de los acuerdos de Arusha y
la cooperación de los países vecinos, merecen destacarse las
contribuciones de la propia Unión a paliar los sufrimientos de la
población civil ruandesa.

Recordarán que el 22 de julio la Unión Europea decidió contribuir con 172
millones de ecus adicionales, aparte de los 150 millones de ecus que ya
había comprometido con anterioridad, de tal manera que se vuelve a
confirmar que la Unión Europea es el primer donante a Ruanda de ayuda de
todo tipo.

Recordarán SS. SS. que aproximadamente un 8,7 por ciento de esta ayuda
corresponde a España y que está también presente por esta vía en los
esfuerzos internacionales para hacer frente a esta tragedia.

En estos momentos está pendiente un viaje, una vista a la zona de la
troika, de los ministros de cooperación de la troika, con objeto de
seguir evaluando las necesidades y de actuar en consecuencia.

Pero, como saben SS. SS. bien, de todas maneras estas cantidades de la
Unión Europea son insuficientes, pues el propio Secretario General de
Naciones Unidas ha estimado que las necesidades urgentes ascienden a 430
millones de dólares y ha pedido la máxima generosidad en la Conferencia
de países donantes, que ha tenido lugar ayer en Ginebra y en la que
España participa. Todo lo que se aporte, lógicamente, será más que
bienvenido, porque la situación humanitaria es absolutamente
catastrófica.

Por recordarles algunas cifras, de una población de casi seis millones de
personas, en estos meses de conflicto ha habido más de medio millón de
muertos, 700.000 personas se han refugiado en Tanzania, cerca de un
millón lo han hecho en Zaire y alrededor de dos millones de personas se
concentraban en la zona de seguridad de la llamada «Operación Turquesa».

Esta población --les refresco algunas cifras-- precisa para alimentarse
800 toneladas de alimentos al día. La Comisión Europea dispone de 40.000
toneladas en este momento en el puerto kenyano de Mombasa, pero se
encuentra con el gravísimo problema de la carencia de medios para
encaminar estos alimentos a las zonas de socorro.

En el momento actual hay más necesidad de equipos médicos y de medicinas
para luchar contra la enfermedad, fundamentalmente contra el cólera, como
lo demuestran los medios de comunicación todos los días, que ha hecho su
aparición y que ha diezmado a la población refugiada en el Zaire. No hay
palabras quizá para describir esta situación; la situación es
apocalíptica y exige, como he dicho, un esfuerzo enorme de coordinación
entre la Unión Europea, principal donante en Ruanda, y también los
Estados Unidos, que en estos momentos, como saben, han decidido lanzar
una operación humanitaria con despliegue de 4.000 hombres, con objeto de
asegurar la llegada de la ayuda y distribuirla de forma eficaz. España,
como saben, ha dispuesto la utilización de la base militar de Morón como
apoyo logístico de estas operaciones, para el transporte a Ruanda de
material de apoyo, personal, maquinaria y vehículos de todo terreno, y
hasta ahora ha sido utilizada por varias decenas de aviones de transporte
de gran tonelaje. Les diré que hasta este momento los datos que obran en
mi poder son que han pasado 40 aviones, de cuatro a seis diarios,
fundamentalmente Galaxy C-5, y algunos Hércules C-141 del ejército
americano.

Paso, señorías, al grueso de la intervención con la aportación española,
que trataré de dividirla en diez puntos para simplificar la exposición.

En primer lugar, a partir del mes de mayo, la Agencia Española de
Cooperación puso en marcha una serie de esfuerzos para atender a los
llamamientos que hacían los organismos internacionales ante la gravedad
de las noticias que llegaban de Ruanda. Se realizó así la primera
contribución en efectivo a la Confederación Internacional de la Cruz Roja
por un valor superior a los 15 millones de pesetas, dirigida a atender el
problema inicial de los refugiados. Por otro lado, se tramitó una ayuda
alimentaria de emergencia a través del Programa Mundial de Alimentos, por
un valor de unos 40 millones de pesetas. Además, en colaboración con
federaciones de asociaciones de vecinos --muy concretamente con la
Federación de Palma, que tuvo un comportamiento inicial ejemplar--, se
procedió a enviar 30 toneladas de ayuda humanitaria a refugiados en
Burundi por un valor aproximado de 10 millones de pesetas.

Segundo. A partir del día 11 de julio, ante el éxodo generalizado de
personas desde sus lugares de residencia con motivo de la violencia
reciente, y conscientes ya de la gravedad de la tragedia que se estaba
produciendo en la zona, el Ministerio de Asuntos Exteriores, en
coordinación con el Ministerio de Defensa, inició los trámites para
proceder a enviar, por medio de aviones del Ejército del Aire, una ayuda
de emergencia para los refugiados de Ruanda. De forma paralela, la
Agencia Española de Cooperación estableció contactos con organizaciones
no gubernamentales, con el fin de coordinar los envíos tanto de personas
como de equipos y de otra ayuda de carácter humanitario. Las
informaciones que recibimos en ese momento, tanto de nuestro Vicecónsul
honorario en Roma, como de las organizaciones no gubernamentales Médicos
del Mundo, Médicos sin Fronteras y Cáritas, fundamentalmente, nos
hicieron pensar que el problema no era sólo de envío de ayuda, sino, y de
manera muy especial, de capacidad de distribución de la ayuda y de la
logística en general. Por ello, y de acuerdo con las organizaciones no
gubernamentales, decidimos enviar de forma prioritaria equipos humanos de
expertos que pudieran hacer una evaluación rápida sobre el terreno de las
necesidades más urgentes y de la logística disponible para, a
continuación, proceder a hacer la ayuda material. No olvidemos, señorías,
señor Presidente, que el aeropuerto de Goma, zona en la que están
concentrados más de dos millones de refugiados, no dispone de medios para
que los aviones reposten ni teníamos certeza de que existieran
facilidades para almacenar los equipos y la ayuda. Eramos conscientes,
asimismo, de acuerdo con las indicaciones recibidas de organismos
internacionales, como ACNUR, como la Cruz Roja o como UNICEF, que



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cualquier avión que aterrizara en el aeropuerto de Goma debía tener
solucionado de manera autónoma el problema de la descarga, por no existir
facilidades de ningún tipo para realizar esta función.

Tercero. Eramos conscientes también de que la gravedad de la catástrofe
hacía necesario no sólo utilizar los recursos disponibles de nuestra
Administración central, sino también intentar movilizar el conjunto de la
sociedad española, de sus instituciones, de las Comunidades Autónomas, de
otras administraciones, para hacer de esa manera un llamamiento general a
la generosidad de los ciudadanos españoles. Desde ahora creo que es de
justicia afirmar que el llamamiento que se hizo en la mañana del domingo
24 de julio, que tuve el honor de realizar, ha tenido una respuesta
extraordinaria, tanto institucional como privada, y que una vez más la
sociedad española ha mostrado su generosidad, su sensibilidad, en este
caso con centenares de miles, con millones de ruandeses que se han visto
afectados por esta terrible tragedia.

En cuarto lugar, el martes 26 de julio un primer avión del Ejército del
Aire se desplazó a Goma con un equipo de médicos y asistentes técnicos
sanitarios de Médicos del Mundo y de Cáritas, junto con 2.500 kilos de
medicamentos, alimentos, mantas y algunas tiendas de campaña. Este
equipo, al que acompañaba un experto de la Agencia Española de
Cooperación Internacional, un médico, tenía como misión principal hacer
una evaluación de la situación y preparar las condiciones logísticas que
hicieran posibles los envíos posteriores de ayuda en condiciones tales
que pudiera garantizarse su eficacia.

En quinto lugar, una vez realizado ya este análisis sobre el terreno y
disponible en el aeropuerto de Goma un almacén alquilado por la Agencia
de Cooperación Internacional para facilitar la distribución de toda la
ayuda que traslademos en colaboración con las ONG, se ha procedido ayer,
martes, día 2, a un nuevo envío de un avión de las Fuerzas Armadas, un
Hércules, que está aterrizando en Goma en la mañana de hoy. Viajan en
este avión dos expertos de Médicos del Mundo y cuatro de Intermon, junto
a la presidencia de la Agencia de Cooperación Internacional y el Director
General del Instituto de Cooperación para el Desarrollo. El avión, como
saben, transporta por cuenta de la Agencia varias toneladas de diverso
material y dos vehículos todo terreno de la organización Médicos del
Mundo.

En sexto lugar --y quiero hacerlo de la forma más clara--, llegado a este
punto quiero resaltar un aspecto que me parece enormemente positivo,
dentro de lo trágico de la situación en que vivimos, y es la fructífera e
intensa colaboración que se ha articulado entre todas las
administraciones, y de éstas con la sociedad civil, que actúan en el
campo de la ayuda humanitaria, y muy especialmente con las que están
trabajando sobre el terreno en favor de los refugiados. Recordarán que el
mismo 26 de julio la Agencia y las organizaciones no gubernamentales
elaboraron ya un comunicado conjunto en el que expresaron los términos de
su colaboración y acordaron también redoblar sus esfuerzos en este tema y
regularizar los envíos con una periodicidad de unos diez días. En opinión
de las organizaciones no gubernamentales, esta periodicidad o esta
regularidad les permite planificar mejor sus envíos de efectivos, tanto
materiales cuanto personales.

Disponer en Goma, señor Presidente, señorías, de unas facilidades
logísticas propias de España y la coordinación constante con los equipos
desplazados de las organizaciones no gubernamentales nos ha permitido,
por otro lado, poner en marcha un nuevo envío de ayuda a través de un
avión comercial de treinta y dos toneladas de carga que despegará en la
noche de hoy, miércoles, del Aeropuerto de Barajas y en el que está
previsto que viajen también aproximadamente quince expertos. Llamo la
atención, señorías, sobre la importancia que tienen los equipos humanos
en esta terrible situación, ya que la canalización de la ayuda no sería
en absoluto posible sin ellos. Nos encontramos, lamentablemente, ante una
catástrofe, no sólo puntual, que se ha producido en un país cuya
capacidad organizativa no se puede mantener a pleno rendimiento, sino que
en este caso no existen, desgraciadamente, autoridades locales en
condiciones de garantizar la distribución correcta en todos los campos.

Por ello, nuestra colaboración con las organizaciones no gubernamentales
españolas está siendo plena y, a nuestro juicio, muy eficaz.

Por otro lado, la importancia también de los envíos regulares facilita la
rotación de las personas, ya que las condiciones en que se desarrolla
este trabajo y el impacto en el ánimo de las mismas hace que se haya
establecido el consenso de que los voluntarios no permanezcan allí sobre
el terreno por un período superior, aproximadamente, a los quince días.

En séptimo lugar les diría que la Administración española, por su parte,
está movilizando en esta área, como anuncié el pasado 24 de julio,
recursos que hemos cifrado en torno a los 1.000 millones de pesetas. De
ellos, la Agencia Española de Cooperación ha puesto aproximadamente 100
millones de los que disponía en su presupuesto, cantidad similar a lo que
está poniendo en marcha el Ministerio de Asuntos Sociales de los fondos
de emergencia que todavía quedaban. Como recordarán, el año pasado estos
fondos de emergencia al final se utilizaron prácticamente en su totalidad
para la ayuda humanitaria a Bosnia. Por parte del Ministerio de Comercio
se está realizando una aportación a fondo perdido, con cargo a los Fondos
de Ayuda al Desarrollo, de 3,5 millones de dólares. El Ministerio de
Sanidad está contribuyendo también con donaciones importantes de
medicamentos y otros equipos y, lógicamente, el Ministerio de Defensa
asume el grueso del esfuerzo logístico del transporte, muy especialmente
a través del Ejército del Aire, que está actuando con la misma dedicación
y con la misma generosidad que las demás acciones en que nuestras Fuerzas
Armadas vienen protagonizando misiones de carácter humanitario.

En octavo lugar les diré que, además de estas aportaciones que
directamente está realizando el Gobierno, deseo subrayar, como ya lo he
mencionado anteriormente, la respuesta de las Comunidades Autónomas, la
respuesta de los Ayuntamientos y de otras instituciones públicas y
privadas, porque están realizando un gran esfuerzo para este fin. Las
organizaciones no gubernamentales nos cuentan, por su parte, la magnífica
respuesta que económicamente han



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encontrado por parte de la sociedad española y el desbordamiento que
muchas de ellas tienen para dar cauce a los esfuerzos generosos y
desinteresados de tantas personas que se aproximan a ellas. Esta
situación, lógicamente, nos debe producir una gran satisfacción a todos y
nos confirma que muchas de estas organizaciones no gubernamentales están
bien implantadas sobre el terreno y están consideradas por la opinión
pública como organizaciones que están realizando servicios importantes en
la ayuda humanitaria.

En noveno lugar les diré que la información de que disponemos en estos
momentos de nuestros expertos y de las organizaciones no gubernamentales
sobre el terreno aconsejan que actuemos prioritariamente en los
siguientes sectores: en primer lugar, aunque las epidemias de cólera y de
disentería se encuentran bastante controladas todavía, desgraciadamente
siguen causando un elevado número de víctimas, por lo que hay que
esforzarse en crear las condiciones higiénicas y sanitarias para frenar
estas epidemias mediante equipos adecuados, sobre todo para hacer el
esfuerzo de potabilización del agua disponible. En segundo lugar, estamos
intentando crear una infraestructura mínima, por medio de dispensarios y
de hospitales de campaña, para poder llevar a cabo las actividades de
carácter médico-sanitarias necesarias, así como la utilización de
almacenes para regular los suministros y distribuirlos a las
organizaciones no gubernamentales y a los grupos religiosos que están
actuando sobre el terreno. En tercer lugar, tratamos de que los enfermos
sean atendidos debidamente en los dispensarios que las congregaciones
religiosas y las organizaciones no gubernamentales tienen establecidos en
los diversos campamentos. Por último, en cuarto lugar, les diría que en
estos momentos la máxima urgencia viene constituida por el envío de
alimentos y muy especialmente de alimentos infantiles para hacer frente a
lo que se ha convertido en el aspecto, quizá, más terrible de esta enorme
tragedia, que es la muerte y el sufrimiento de miles de niños huérfanos,
cuyo destino resulta hoy ciertamente desgraciado e incierto.

En décimo lugar, y para terminar, les diré que estamos en permanente
contacto con el Ministerio de Defensa para planificar los envíos que
realizaremos en las semanas próximas y que el Comité de Coordinación, que
se ha creado entre la Agencia Española de Cooperación Internacional y las
organizaciones no gubernamentales más activas en la zona, se reúne de
forma periódica para planificar, supervisar, coordinar y evaluar las
peticiones de necesidades que surgen en el terreno, como la ayuda que se
envía, encargándose un comité similar sobre el terreno de la distribución
con arreglo a la capacidad y disponibilidad de cada una de las
organizaciones.

Antes de terminar les daré las últimas informaciones de la reunión del
grupo de donantes que terminó la noche de ayer en Ginebra y de las
noticias que he tenido esta mañana antes de iniciar esta comparecencia.

Les diré que de la conferencia de donantes de ayer, la Unión Europea
occidental ha vuelto a poner sobre la mesa cantidades importantes de,
aproximadamente, unos 300 millones de ecus, lo cual vuelve a ratificar
que la Unión Europea sigue siendo el donante primero de ayuda humanitaria
a Ruanda. Les diré también que habría que evaluar algunas cosas para su
mejor funcionamiento. Más o menos, dos tercios de la ayuda total en este
momento se distribuye a través de organizaciones no gubernamentales y
aproximadamente un tercio se está distribuyendo a través de las Agencias
de Naciones Unidas, fundamentalmente dos: la Agencia para los Refugiados
(ACNUR) y el Departamento de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas, que,
como saben, fue creado como uno de los tres grandes pilares de Naciones
Unidas después de la Guerra del Golfo para ayudar a los kurdos.

Les diré también que en este momento, en la Unión Europea Occidental, en
estas últimas horas, se está tratando de hacer un esfuerzo de
coordinación de apoyo logístico, para el que algunos países han ofrecido
colaboración. Asimismo, que Portugal ha ofrecido alguna colaboración; que
España ha ofrecido ya el avión caza 235, que seguramente es de los
aviones más útiles sobre el terreno por la capacidad que tiene para
aterrizar en lugares difíciles. Se va a quedar allí y es una de las
cooperaciones más importantes que se pueden hacer, más que mandar
vehículos todo terreno, aunque se están mandando. Quizá la presencia de
aviones pequeños, con capacidad de movilización rápida, como los caza
235, representa un ación muy útil. Italia va mandar algunos vehículos de
transporte de personas; aproximadamente una docena.

Estas son, hasta este momento, en la mañana de hoy, las aportaciones que
se han recibido para que sean coordinadas por la UEO, aparte de la
avanzadilla que el Gobierno británico ha mandado de ingenieros para
ponerles sobre el terreno la infraestructura necesaria para que todo este
esfuerzo pueda llegar a sus objetivos.

Les diré también que la UEO, en la célula que se ha montado, se va a
encargar, con la colaboración de los países que la componen, de hacer
aquello que, en colaboración con los Estados Unidos de América, ellos no
van a realizar. El Presidente Clinton ha mandado una carta no hace muchas
horas al Primer Ministro holandés para decirles que ellos no se harían
cargo de los temas relativos a las carreteras, construcción o
mantenimiento de las mismas. Por lo tanto, nos hemos distribuido el
trabajo para que sea la Unión Europea, a través de la UEO o de las
organizaciones de la Unión, la que cuide de estos elementos de
infraestructura básica.

Estos son los datos que en este momento les puedo dar de la reunión de
ayer todo el día de la conferencia de donantes y de las últimas noticias
que me llegan de la Unión Europea Occidental esta mañana.

Reitero, una vez más, quizá sin palabras que puedan expresarlo, que la
situación en Ruanda sigue siendo calamitosa, que es una tragedia de
dimensiones desconocidas hasta ahora, que todos los esfuerzos que podamos
hacer hay que hacerlos y que los esfuerzos más útiles que se pueden hacer
en este momento son de carácter sanitario, de una parte, y otros de
carácter de canalización y de distribución de la ayuda humanitaria.

Termino reconociendo y agradeciendo, en nombre del Gobierno, la
cooperación de las distintas administraciones y la cooperación generosa
de organizaciones no



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gubernamentales y de ciudadanos anónimos de España, que, una vez más,
están mostrando su sensibilidad y generosidad cuando una tragedia ocurre
fuera de nuestras fronteras. Lo fue no hace mucho cuando hicimos todos
los esfuerzos en relación con Bosnia, con la antigua Yugoslavia, y lo
están poniendo hoy de manifiesto cuando se trata de esta catástrofe
calamitosa en Ruanda.




El señor PRESIDENTE: Pasamos al turno de intervenciones de los grupos
parlamentarios.

Por el Grupo Parlamentario Vasco, tiene la palabra el señor González de
Txabarri Miranda.




El señor GONZALEZ DE TXABARRI MIRANDA: La verdad es que cuando recibí la
convocatoria para esta comparecencia, señor Ministro, pensé que el
Ministerio podía haber establecido para hacer esta comparecencia en
período estival, el 3 de agosto, alguna medida especial de cara al área
de cooperación, que nos iba a anunciar alguna medida espectacular
distinta a las que hasta ahora nos había dado y que ello le había movido
a convocar esta comparecencia a petición propia. Al entrar hoy en la sala
y ver tal expectación por parte de los medios de comunicación, esta
sensación inicial de duda al recibir la convocatoria se ha visto
confirmada. Lamento ahora y en caliente que de su intervención no se
pueda derivar ninguna circunstancia novedosa, salvo las informaciones
sobre la última reunión de anoche en relación con la política de
cooperación del Gobierno. Le veo, señor Ministro, excesivamente
autocomplaciente. Mi primera pregunta para el siguiente turno iría en el
sentido de decir que todo esto está muy bien y que la última vez que se
lo oímos fue en una rueda de prensa anteayer, pero sería: cuál es el
motivo de la comparecencia y cuál es el objeto de la misma, salvo
refrescar una situación de la que en esta Cámara estamos suficientemente
informados.

Es verdad, como dice usted, resulta difícil permanecer indiferente ante
esa situación, viendo, sobre todo, las imágenes de miseria, de enfermos,
de cadáveres amontonados en esas fosas comunes. El poder de la televisión
llama a las conciencias, llama a la solidaridad, en lo que ahora se
denomina «aldea global», pero a la vez, señor Ministro, resulta
ciertamente llamativo el retraso de los países desarrollados del mundo
entero. Creo que no se trata de hablar del Gobierno de España o de las
comunidades autónomas o de distintas administraciones; creo que habría
que hacer un balance más general y hablar de los gobiernos del mundo
entero, sobre todo de los gobiernos de los pueblos desarrollados que han
tardado tanto en responder a esta situación de emergencia en Ruanda.

Llama también la atención la autocomplacencia basada más en criterios de
caridad piadosa que en parámetros o en criterios de solidaridad política
y económica en el orden internacional.

Ruanda, Haití, Bosnia o Angola --ciudades que usted ha citado-- son
demasiados puntos negros en la política internacional. Yo creía que la
reflexión realizada en el día de hoy iba a ir dirigida a la política que
su Ministerio y la Unión Europea puedan plantear en relación a estos
temas, porque son puntos negros que dejan en evidencia el déficit de
solidaridad de la comunidad internacional y un cierto nivel de cinismo
macroeconómico de los países desarrollados --digámoslo con claridad--,
porque éstas son las oscuras manifestaciones de una estrategia
internacional basada en un gran nivel de egoísmo, de ombliguismo, de
estas comunidades, como la nuestra, que están hartas de hedonismo, con
suficiente capacidad además como para hablar de crisis en nuestras
propias políticas económicas, que se encuentran ahora asustadas ante
estos fenómenos de desintegración de sociedades, de conflictos civiles,
de obras de refugiados sin norte, que observamos como una fuerte amenaza
a nuestra propia estabilidad.

Cada vez somos más, señor Ministro, los que nos preguntamos cuándo la
solidaridad dejará de ocupar ese papel de mero discurso hueco,
autocomplaciente y sin gran contenido real, para llegar a convertirse de
verdad en una de las piezas claves y prioritarias de la política
internacional. También nos preguntamos cuándo nuestros responsables
económicos y políticos dejarán de darle tanta importancia, de anteponer
frente a todas las estadísticas las puramente financieras y especulativas
--y ha hecho usted una gran descripción-- y cuándo serán capaces de
observar, tal cual, al natural, a la persona, a la comunidad que sufre y
llora precisamente por sobrevivir. Cuánto nos costará comprender que al
tiempo que se ocupan de cuidar el corto plazo y las formas debiéramos
contemplar también la importancia que tiene el planteamiento global del
tema, circunstancia que no he visto reflejada en los contenidos de su
comparecencia, señor Ministro.

Desde el Grupo Vasco entendemos que el corto plazo se está convirtiendo
en una trampa mortal y que estas situaciones lo ponen bien en evidencia.

Vivir exclusivamente el día a día nos angustia y nos hace perder
perspectiva, al tiempo que exagera la percepción que tenemos de los
niveles de inseguridad y de incertidumbre.

Frente a ello --tal y como ha hecho usted en su intervención-- quiero
destacar la solidaridad de la sociedad civil, de una sociedad que
reacciona, que aporta, que colabora, que se ofrece, una solidaridad en
recursos humanos, en hombres y mujeres, dispuestos a colaborar,
integrados en múltiples ONG de todo tipo y una solidaridad también en
recursos económicos, tal y como usted ha indicado.

Señor Ministro, a los ciudadanos --y a los datos me remito--, les
quedaban en los bolsillos más recursos que al propio Ministerio en sus
cajones, por citar un ejemplo. Esto resulta sorprendente cuando en esta
misma Cámara se han realizado enmiendas en los últimos años a los propios
presupuestos por parte de varios grupos de esta Cámara en orden a que las
partidas en torno a la cooperación, a toda esta problemática que se ha
suscitado alrededor del 0,7, fuesen superiores.

Hoy mismo un diario de Madrid publica una carta abierta a Felipe González
en este sentido. Juan Luis Herrero del Pozo les acusa en este sentido y
dice que ni usted ni sus Secretarios de Estado les atienden cuando les
quieren hacer entrevistas y dice: «No hemos obtenido nada, ni el atisbo
de unas migajas más en el proyecto de presupuestos de este año.»
Evidentemente, quedarían más recursos en el Ministerio si estas enmiendas
hubiesen sido



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aceptadas y quizá era ésta una de las noticias que yo esperaba, al
desplazarme hoy a Madrid, poder oír del señor Ministro: que de cara a la
confección de los nuevos presupuestos se está en disposición de anunciar,
ante este tipo de situaciones, que las ayudas a la colaboración, a la
solidaridad internacional van a ser aumentadas y que vamos a podernos
encontrar en otro marco de colaboración en política internacional. Si no
fuera así, señor Ministro, entenderíamos que el Gobierno tiene una
política de comunicación que desconocemos, que a la comparecencia del
señor Belloch en el día de ayer se le suma la del comunicador señor
Solana en el día de hoy, porque poco más contenido hemos podido observar
en su comparecencia, señor Ministro.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Ministro.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Voy a tratar
de contestar al representante del Partido Nacionalista Vasco, muy
brevemente.

En primer lugar, le pido disculpas por haber perturbado sus vacaciones,
pero creo que merecía la pena tratar de debatir en el ámbito
parlamentario algo que a todos nos preocupa y que entiendo que también
preocupa al Grupo Parlamentario que él tan dignamente representa.

Señorías, los acontecimientos de Ruanda no son para dar novedades, sino
para describir y compartir el sufrimiento y ver si entre todos podemos
tratar de paliarlo. No está en manos del Gobierno español, ni en manos
del Partido Nacionalista Vasco, ni en manos de la sociedad española poder
resolver ese problema; ojalá pudiéramos resolverlo, pero,
desgraciadamente, no tenemos la dimensión ni los recursos para así
hacerlo. No solamente no lo puede hacer España, sino que no lo puede
hacer la Unión Europea y, como estamos poniendo de manifiesto, ni tan
siquiera lo puede hacer el conjunto de la comunidad internacional a la
velocidad, al ritmo que todos hubiéramos deseado.

Las reflexiones que hace sobre los valores morales de una sociedad, las
comparto, son dignas de ser compartidas; pero si mis afirmaciones pueden
ser piadosas, las suyas también lo son. Desgraciadamente, no sólo vamos a
resolver los temas con palabras, sino que tenemos que resolverlos también
con obras y, sinceramente, creemos que estamos realizando una labor
generosa, y no digo el Gobierno; he tenido buen cuidado en toda mi
intervención en decir que éste es un esfuerzo colectivo de toda la
sociedad. Me parece incluso que el debatirlo en el ámbito parlamentario,
aunque sea en las fechas cálidas de agosto, es un buen ejercicio, y
algunos grupos parlamentarios también lo deseaban así. Siento que el suyo
no fuera de los que lo deseaban.

No hay autocomplacencia; al contrario, lo que hay es la tristeza que nos
acompaña a todos por la impotencia que sentimos al no poder realizar una
labor más eficaz y resolver los problemas que, desgraciadamente, no sólo
los medios de comunicación ponen de manifiesto, sino que también nos
llegan por las noticias de los amigos que tenemos en la zona, que nos lo
dicen todos los días.

Quiero hacer, sobre la última parte de su reflexión, otra que seguramente
S. S. va a entender muy bien. Los recursos que salen del presupuesto para
la ayuda humanitaria no salen de otro sitio que de donde salen los
recursos que los ciudadanos aportan a la ayuda humanitaria. No pensará
usted que el dinero que va del presupuesto a la ayuda humanitaria surge
de otro lugar que no sean los bolsillos de los ciudadanos de España. Por
tanto, la suma de los recursos que en los Presupuestos Generales del
Estado --que surgen de los bolsillos de los ciudadanos de España-- van
dedicados a esta labor humanitaria más aquellos recursos que los
ciudadanos de España también quieren aportar sin que pasen por los
Presupuestos Generales del Estado es el esfuerzo que un país, una
sociedad, realiza en aras de ayudar a resolver los problemas de otras
sociedades que sufren más que nosotros.

He dicho antes que de la Conferencia de Donantes de ayer se pone de
manifiesto una tendencia general, y es que dos tercios de la ayuda
mundial a Ruanda se está realizando por vía de organizaciones no
gubernamentales que surgen y que reciben sus recursos fundamentalmente de
la propia sociedad civil. Por tanto, el que en este momento los
presupuestos con que cuenta el Gobierno destinados a la ayuda humanitaria
de emergencia estén acabados y la hayamos destinado toda ella a un solo
fin, al fin de Ruanda, me parece que es lo que el Gobierno debe hacer, lo
mismo que entiendo que es lo que deben hacer las comunidades autónomas y
los ayuntamientos y lo mismo que está haciendo, entiendo yo, una sociedad
generosa que, cuando le quedaban unos ahorros, una parte de ellos los
está destinando a hacer el bien más allá de sus fronteras. No creo, por
tanto, que autocomplacencia sea el tema, creo más bien que es al
contrario, que es una sensación de frustración que todos tenemos cuando
situaciones de estas características, desgraciadamente, no se pueden
resolver por mucho que sea el esfuerzo que unos y otros hacemos.

En cuanto a la reflexión sobre la situación de los valores morales en
nuestras sociedades, la comparto. Creo que es verdad que el mundo
desarrollado, el mundo que tiene una prosperidad relativa más alta, tiene
que ser más comprensivo y más generoso con el mundo que,
desgraciadamente, tiene una prosperidad relativa mucho más baja; y cuando
estamos hablando de Africa, desgraciadamente, estamos hablando de países
con rentas «per capita» absolutamente aterradoras, desde el punto de
vista de la prosperidad, y ese planteamiento mundial hay que hacerlo.

Todos estamos intentando poner nuestro granito de arena en el debate
internacional, cada uno con la responsabilidad que tiene, España con el
peso específico que tiene en el ámbito de Naciones Unidas, y creo que lo
estamos haciendo con la dignidad que espero que S. S. reconozca.

Nada más, señoría, solamente agradecerle su presencia aquí esta mañana y
sentir que no viniera usted ayer como representante de su Grupo porque
creo que fue una comparecencia interesante también, no sé si más o menos
que ésta, seguramente desde su punto de vista igual de interesante o poco
interesante, pero creo sinceramente que merecía la pena perder esta
mañana, aunque entiendo que debatiendo estas cosas no se pierde el tiempo
sino que se gana.




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El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor González de Txabarri.




El señor GONZALEZ DE TXABARRI MIRANDA: No tenga ninguna preocupación por
perturbar mis vacaciones, señor Ministro, porque estaba de guardia ayer y
hoy, pero comprenderá que si usted tiene esa sensación de frustración que
ha manifestado en esta segunda intervención, cosa que no he podido
percibir en la primera, la pregunta que habría que hacer es qué más puede
hacer el Gobierno que usted representa o qué puede hacer mejor a un nivel
u otro. Eso es lo que, en el contenido de su comparecencia, no he llegado
a percibir. Nos ha descrito usted cuál es la situación en Ruanda, qué
evolución se ha dado, qué parámetros económicos y de solidaridad se han
venido dando a uno u otro nivel; creo que es una descripción exhaustiva
la que ha realizado, pero también creo que ése no era el motivo de la
comparecencia y por eso le venía a decir que, dado que en período estival
se convocaba una comparecencia, veníamos a escuchar qué más va a realizar
el Gobierno de España o qué puede hacer mejor de cara a esas funciones
que tiene encomendadas.

En lo demás, señor Ministro, en lo de ayer como en lo de hoy,
entenderemos que son cortinas de humo de un Gobierno que tiene una
política de comunicación en la que nos quiere envolver a todos, política
de comunicación que, evidentemente, en el Grupo Vasco, ni ayer ni hoy
compartimos.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Catalán, Convergència i Unió, tiene la
palabra el señor Casas.




El señor CASAS I BEDOS: Señor Ministro, le agradecemos que haya querido
informarnos sobre el programa de Ruanda y cuál es la actuación del
Gobierno español, aunque he de decirle que mi situación es un poco
parecida a la del portavoz del Grupo Parlamentario Vasco que me ha
precedido, no tanto por el contenido de la comparecencia sino por la
frustración que le produce a uno como político y como ciudadano observar
la dura realidad de estos conflictos internacionales dramáticos como los
que estamos viviendo (por ejemplo, la ex Yugoslavia, hoy Ruanda, mañana
quién sabe si Nigeria) y la frialdad con que una buena parte de la
opinión pública observa estos acontecimientos ante el escepticismo que le
provoca la actuación de los organismos internacionales. Es decir, aquí
hay una respuesta de solidaridad de la ciudadanía a las organizaciones no
gubernamentales y hay una respuesta fría y de escepticismo a la actuación
de los gobiernos y de los organismos internacionales, que no le reprocho
al Gobierno español, porque, como usted muy bien ha dicho, es una pequeña
parte de todo el concierto internacional y tampoco podemos ser más de lo
que somos; pero es evidente que hay una frustración, una desconfianza y
una frialdad en la opinión pública occidental ante la actuación de los
Gobiernos y de los organismos internacionales en este tipo de problemas.

¿Cuántos planes de paz han fracasado en la ex Yugoslavia y cuánta ayuda
humanitaria que iba dirigida a Ruanda no se sabe a qué destino final ha
ido a parar?
Este es un tema, señor Ministro, que me introduce más en el terreno de la
utopía que en el de la realidad, porque veo que en el terreno de la
realidad difícilmente vamos a poder hacer nada desde esta Cámara, y esto
es lamentable. Realmente, sí que provoca frustración a cualquier persona,
ya no digo a un Diputado, sino a cualquier persona que tenga sensibilidad
por la justicia social y por la solidaridad, ver la impotencia incluso
desde representaciones parlamentarias ante este tipo de problemas; la
impotencia y, además, la ineficacia de muchas de las actuaciones de los
organismos internacionales. En cambio, es curioso constatar la respuesta
solidaria, francamente solidaria, y la confianza que provoca a la
ciudadanía instituciones no gubernamentales, por ejemplo, Médicos sin
Fronteras o Cáritas, que son capaces de movilizar el bolsillo de
muchísima gente y, a través de estas organizaciones, vehicular esta
solidaridad.

Aquí quisiera enlazar un poco con lo que decía el portavoz del Grupo
Vasco. Realmente, en accidente, señor Ministro, hemos de hacer un
esfuerzo importante para cambiar algunos de los valores de nuestra
sociedad, y probablemente estoy entrando --repito-- en el terreno de la
utopía. Prefiero no salirme de aquí, porque si voy al terreno de la
realidad lo mejor sería dejar el tema aquí e irme a casa, porque la
impotencia es absoluta.

¿Es posible que podamos convivir viendo la situación de miseria dramática
de muertes de niños indefensos en estos países desde la opulencia de
Occidente? ¿Es posible que seamos capaces de cambiar de canal en
televisión cuando vemos estas imágenes para que nuestros hijos no vean
estas desgracias, y no ser capaces de impulsar una política internacional
basada más en la solidaridad y la justicia social de verdad que en
intereses geopolíticos y comerciales que puedan tener distintos países?
¿Es posible que no seamos capaces de hacer eso en sociedades donde
tenemos unos niveles culturales elevadísimos y que nos pueda más el
hedonismo, el egoísmo y situaciones estratégicas que estas imágenes tan
dramáticas que estamos viendo constantemente. Esto, señor Ministro,
realmente, aunque sea en el mes de agosto, a uno le provoca una absoluta
sensación de impotencia, y, además, algo hay que hacer.

Entonces, en la medida en que España, desde su posición en el Consejo de
Seguridad, pueda influir en cambiar estos criterios, hay que hacer una
labor didáctica, pedagógica ante la opinión pública, pero esto sólo se
puede hacer ganando en credibilidad. Y, realmente, señor Ministro, creo
que usted estará conmigo en que la actuación de los organismos
internacionales dista mucho de ser eficaz en estos conflictos. Y saldrán
otros en el futuro que ya se ven venir, se van larvando para explotar y
llegar a un punto culminante e invadirnos con imágenes por parte de las
televisiones, que es cuando empezamos a movilizarnos, cuando figuran en
los órdenes del día de todas las organizaciones internacionales, pero, al
final, el saldo es de miles de muertos y de desgracias humanas con cifras
escandalosas.

Realmente, señor Ministro, a mí lo que me preocupa es que la opinión
pública ponga en tela de juicio a los organismos políticos
internacionales, al mismo tiempo que



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gana credibilidad la actuación de las organizaciones no gubernamentales,
lo cual demuestra que hay gente capaz en la sociedad europea, en la
sociedad occidental, de movilizar los sentidos y los criterios de
justicia y de solidaridad de nuestros conciudadanos. Hay gente que es
capaz de hacerlo, porque con su labor ganan en credibilidad, es una labor
eficaz, y es evidente que se mueven sólo por criterios de justicia social
y de solidaridad, de verdad; no hay tanta diplomacia, no hay tanto
discurso que, al final, encubren intereses egoístas geopolíticos en la
zona; hay una actitud noble de despego e incluso, en algunos casos, como
el que usted ha citado de un misionero español, de entregar la propia
vida.

Es por esta vía de movilizar a la opinión pública con eficacia en la
actuación política, de ganar credibilidad acerca de que también somos
solidarios desde la política, por la que realmente se podrá confiar en
las instituciones internacionales para que pongan fin a este tipo de
situaciones. Por eso, señor Ministro, lamentablemente, estoy en la
utopía, sé que esto es prácticamente imposible hoy en día, es lamentable
pero es así, muchos órdenes del día, muchas reuniones, muchos planes de
paz que fracasan, mucha ayuda humanitaria que se pierde en mafias, que lo
que hacen es ganar mucho dinero, y lamentablemente el drama sigue estando
cada día presente y la sociedad desconfía cada vez más de la política
para confiar en gente que es capaz de entregar la vida por estas
cuestiones. En un Parlamento uno tiene que moverse en la utopía en estos
temas porque la dura realidad, señor Ministro, me hubiese forzado a hacer
una intervención muy crítica que hubiese sido injusta, porque tampoco es
el Gobierno español el responsable de esta situación.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra, señor Ministro.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Creo que la
ocasión es buena para hacer algunas reflexiones y puesto que tenemos,
quizá, una agenda más descargada que otras veces que nos reunimos, bien
merece la pena que las hagamos y las hagamos con la mayor franqueza
posible entre todos. Pienso que la sesión va a ser rica --estoy seguro--
y que el Diputado señor González de Txabarri se irá contento de lo que
haya pasado en el día de hoy. Por lo menos aprenderemos todos un poco
más. Estoy seguro de que yo aprenderé mucho.

Desgraciadamente, señorías, el sentimiento de frustración al que hacen
referencia, lógicamente es compartido por todos. El privilegio de la
sensibilidad no se acomoda solamente en los bancos de la oposición. El
sentimiento de la sensibilidad, afortunadamente, se acoge en todas las
personas que tienen alguna responsabilidad y en las que tampoco la
tienen. Por tanto, todos sentimos una cierta frustración y, si me
permite, le diría que quizá más grande cuanto más próximos,
desgraciadamente, hemos tenido que estar a los conflictos, siempre que se
tenga una mínima sensibilidad. Y es cierto que la sensación de
frustración se da ante las catástrofes que están asolando una parte muy
importante de nuestra tierra, pero que no solamente acontecen en el
continente africano, aunque desafortunadamente en esta hora es donde
están aconteciendo con mayor virulencia.

Sí quisiera decir que algo de utopía tenemos que poner, sin duda ninguna.

La utopía, al final, es una verdad prematura nada más y esperemos que
todas esas reflexiones que S. S. ha hecho, un día se conviertan en
realidad y que ese día no esté muy lejano. Pero es verdad que tenemos
obligaciones no solamente de la ética --por citar a Weber-- de la ética
de las convicciones, sino también de lo que pudiéramos llamar la ética de
las consecuencias, por no decir la ética de la responsabilidad. Las
acciones de los que nos sentamos en este Parlamento tienen consecuencias
sobre otros y el debate creo que es muy importante, la movilización
social es muy importante, pero tenemos que tomar medidas que dentro de
nuestras capacidades sean eficaces.

Todos queremos movernos con una cierta capacidad moral, lógicamente. La
acción moral es lo que debe primar en el planteamiento no solamente de
los individuos que se dedican a la política, sino también de las
instituciones. Le recordaría, una vez más, aquella frase que ya le he
dicho alguna vez en privado y que le reitero en público: La acción moral,
entendida como yo creo que la entendemos los que nos sentamos en esta
Cámara, entendida por aquellos que tenemos responsabilidades que están
más ligadas a la ética de las consecuencias porque somos políticos, la
acción moral --como decía Hegel-- es una lágrima derramada sobre la
necesidad; el dolor que nos produce una acción que hay que realizarla en
tanto que acción y, desgraciadamente, todavía tan lejana del ideal. En
ese camino estamos y creo que todos compartimos los mismos principios y
todos en esta acción derramamos alguna lágrima, pero sin duda ninguna,
con todas esas lágrimas regamos también un territorio y de ese territorio
bien regado tendrá que surgir que esa utopía, de la que SS. SS. hablaban,
se convierta pronto en realidad.

Señorías, cuando hablamos del papel de las instituciones internacionales,
nos produce a todos, sin duda, una cierta frustración el pensar que no
realizan todas las funciones que nos gustaría que realizaran. Pero sería
injusto también pensar que las instituciones internacionales no han sido,
en cierta manera, las que han dado prestigio también algunas de las
organizaciones no gubernamentales. Piensen un momento en la señora Ogata,
por ejemplo. La señora Ogata es la responsable de Acnur. Pensar que Acnur
en este momento no está realizando una labor extraordinaria, me parece
que sería una injusticia. Pensar que algunas de las instancias
internacionales del conjunto de Naciones Unidas no están realizando una
labor extraordinaria en este momento --vuelvo a insistir--, me parecería
una injusticia, y me parecería también un poco injusto pensar que todo
aquello que surge de los Estados viene manchado por algo que no se sabe
de dónde proviene. Y todo aquello que surge de la sociedad civil
organizada viene, al contrario, iluminado por todas las virtudes. Ni las
virtudes están todas en la sociedad civil, porque, al fin y al cabo, de
la sociedad civil salen las administraciones, ni las partes negativas
están concentradas en los Estados. Creo que estamos entrando en una
dinámica un poco angelical de pensar que aquello que surge de las
administraciones públicas es



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necesariamente malo y aquello que surge de la sociedad civil es
necesariamente bueno, cuando al final una parte muy importante de lo uno
y de lo otro están realmente concatenadas, realmente unidas, porque la
parte más importante de la ayuda que realizan las organizaciones no
gubernamentales proviene también de la Administración, que la pasa a las
organizaciones no gubernamentales para su gestión. Pero tampoco tratemos
de hacer una reflexión que, a mi juicio, nos puede llevar a algunas
consecuencias no positivas.

Que tenemos que cambiar la mentalidad de la sociedad industrial es
indudable. Pero aquí habría que poner sobre el tapete un tema, a mi
juicio, muy importante --y me he peleado mucho a lo largo de mi vida
sobre estas cuestiones--, tendríamos que traer también todo el tema que
tiene que ver con el comercio internacional y todo lo que tiene que ver
con reducir nuestro nivel de prosperidad relativa si queremos que otros
eleven el suyo.

No digo que sea esto un conjunto de suma cero, que no lo es
afortunadamente. Del comercio y de la ayuda internacional puede salir un
crecimiento que podamos repartir entre todos un poquito mejor, pero sin
duda ninguna algo tendremos que dar que baje nuestro nivel de prosperidad
relativa. Y cuando en esta Cámara, a veces, hablamos del comercio
internacional surgen, lógicamente, las voces de nuestros propios
intereses, de nuestros propios ciudadanos que dicen: no me toque usted
esto; no me toque usted aquello; no me deje usted importar aquello;
defiéndame de aquella otra importación. Y, a veces, eso contribuye mucho
más a disminuir el nivel de vida de estos países que estamos ayudando y
que queremos ayudar que toda la ayuda humanitaria que podamos dar. Si
fuéramos capaces de calcular lo que supondría, por ejemplo, la bajada de
un equis por ciento de los aranceles del comercio mundial seguramente
esto beneficiaría más a muchos de estos países que toda la ayuda
humanitaria que somos capaces de poner en movimiento. Por tanto, saquemos
consecuencias de todo ello. Y saquemos consecuencias para que en otros
debates que vamos a tener en otros ámbitos y seguramente en esta Comisión
seamos capaces de poner en correlación lo uno con lo otro.

Yo le agradezco mucho su contribución y desde la perspectiva moral --¡qué
duda cabe!-- no puedo sino suscribir sus palabras e ir tan lejos como
vaya usted, y juntos iremos, seguramente, para que estas reflexiones
morales se conviertan en realidad en la vida política, que es nuestra
responsabilidad.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Casas.




El señor CASAS I BEDOS: Con mucha brevedad, señor Ministro, porque si
abordamos temas comerciales entraríamos en un debate de mucha profundidad
y mucho alcance y yo no creo que sea este el momento de hacerlo.

Solamente quisiera llamar la atención sobre una pequeña cuestión. En
estos temas la política genera desconfianza y las ONG generan confianza.

Habría que invertir los términos o, como mínimo, equipararlos. Esta es la
única reflexión que quiero dejar encima de la mesa esta mañana.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo de Izquierda Unida-Iniciativa per
Catalunya, tiene la palabra el señor Vázquez.




El señor VAZQUEZ ROMERO: Gracias, señor Ministro, por su comparecencia.

Para aclarar alguna duda que tenía alguno de los anteriores
intervinientes, quizá convenga aclarar que mi Grupo Parlamentario
solicitó la reunión de la Diputación Permanente del Congreso precisamente
para que se produjera esta sesión, para que en la Comisión de Asuntos
Exteriores se debatiera no sólo sobre lo que hasta ahora están haciendo
el Gobierno o la sociedad española o la sociedad internacional ante el
tema de Ruanda, sino sobre las perspectivas de futuro que había y sobre
cómo podíamos aumentar ese tipo de ayuda. Probablemente esa petición de
mi Grupo la semana pasada provoca esta comparecencia de hoy. En cualquier
caso, no me parece que sea perder el tiempo, ni muchísimo menos. Yo creo
que el tiempo que dediquemos a reflexionar sobre la utopía o sobre la
frustración o sobre algunas de las cosas que hasta ahora se han dicho no
es tiempo perdido sino, al contrario, recuperado, sobre todo si somos
capaces de que no se quede únicamente en reflexión sino que esa reflexión
traspase la conciencia de cada uno de nosotros y penetre en nuestro hacer
cotidiano. Cuando hablamos de solidaridad que no se quede en una palabra
sino que la solidaridad cale por todos los poros de la acción política de
todos los grupos políticos de esta Cámara, lo cual creo que sería
aprovechar el tiempo.

Entrando en el tema de su comparecencia, debido a que la guerra ya se ha
acabado, que el Frente Patriótico ruandés ha conseguido el reconocimiento
fundamentalmente de los Estados Unidos, que el señor Kadame ya ha estado
en el Departamento de Estado norteamericano y que al menos en el terreno
de la guerra civil las cosas están en mejor situación que hace escasos
días, creo que todas estas condiciones van a favorecer o a posibilitar
una actitud un poco más optimista de la situación de Ruanda a medio
plazo. Lo dramático para mí y para mi Grupo es que toda esta «movida»,
entre comillas, se produce después de que haya habido alrededor de un
millón de muertos. De toda esta situación hay un solo hecho positivo: esa
avalancha de solidaridad que se ha producido en el seno de la sociedad
española; solidaridad que ha sido canalizada fundamentalmente a través de
las ONG, y ni a mí ni a mi Grupo nos preocupa en absoluto que las ONG
tengan credibilidad. Nos parece muy bien que la tengan porque entendemos
que son un entramado absolutamente necesario en nuestra sociedad, entre
otras cosas porque son las personas, son las organizaciones capaces de
llevar a la práctica hasta sus últimas consecuencias esa hermosa palabra
que se llama solidaridad.

Cuando se habla de sociedad civil, excluyendo de la misma a lo que
podríamos llamar la sociedad política, yo creo que estamos cayendo en un
error. Creo que los partidos políticos somos sociedad civil, que los
políticos como



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ciudadanos somos sociedad civil y, por tanto, nos tenemos que alegrar de
que esa sociedad civil encuentre cauces de organización además de los
políticos y que esas organizaciones, esas ONG, sean capaces de vehicular
tantos y tantos esfuerzos como hacen.

Otra cosa es que con cierta frecuencia cuando discutimos los Presupuestos
Generales del Estado, cuando discutimos los presupuestos de su
Ministerio, señor Ministro, nos encontramos año tras año con que su
Ministerio incumple acuerdos en cuanto a subvenciones para el
mantenimiento básico de las ONG, no para el aporte extraordinario a raíz
de un hecho especial, como puede ser este de Ruanda o el de Bosnia que
moviliza a la sociedad española, sino para su normal funcionamiento, que
todos nos cansamos de alabar. En cualquier foro político europeo
internacional todo el mundo habla maravillas de las ONG, pero cuando se
tiene que llegar a la concreción de esas maravillas y dotarlas de los
presupuestos necesarios para poder abrir la puerta, simplemente para
poder abrir la puerta, ahí entramos ya en la dificultad de que año tras
año vemos cómo no se alcanzan los compromisos adquiridos con las ONG, en
lo que a subvención de sus funciones básicas se refiere.

Decía que el único aspecto positivo de este tema de Ruanda es, sin duda,
esta respuesta ciudadana, expresión de solidaridad, quizá mezcla de
compasión y de conmoción de conciencias, de sentimientos piadosos,
probablemente es un conglomerado de cosas. En cualquier caso, quizá es el
único hecho positivo de esta situación que nos ocupa, porque es expresión
de que a pesar de que, como dicen los teóricos de la comunicación, el
exceso de información desinforma y el exceso de repetición de imágenes
acaba creando un callo en la conciencia de los ciudadanos, a pesar de
esas aparentes verdades de la teoría de la comunicación, todavía sigue
habiendo capacidad de conmoverse ante imágenes, ante hechos tan
absolutamente incalificables como los que estamos viendo cada día.

Repito, éste quizá sea el único aspecto positivo.

Hay otro hilo de reflexión al que me gustaría referirme ahora: el papel
de la Unión Europea en este conflicto. Decía usted que recientemente se
ha coordinado algún tipo de esfuerzos. Yo creo que eso no se corresponde
con la realidad, señor Solana. La Unión Europea en este tema, como en
tantos otros por desgracia, está actuando de forma absolutamente
descoordinada. Cada uno de los países de la Unión Europea está haciendo
por su cuenta aquello que le parece, que puede ser más o menos útil no
para el conjunto de la Unión Europea, sino para sus intereses en la zona,
como el caso de Francia, o para sus imágenes o su imagen ante su propia
sociedad, etcétera. En absoluto ha existido una política coordinada de la
Unión Europea. Es verdad que la PESC, como usted dijo, es una vocación,
pero yo creo que ya va siendo hora de que esa vocación se vaya plasmando
en realidad o, al menos, que se vayan dando pasos ante hechos como éste
que nos ocupa para poner en marcha los instrumentos que el propio Tratado
de la Unión contempla, para que desde la Unión Europea se sea capaz de
enfrentarse a conflictos de este estilo para, de forma coordinada, poder
rentabilizar en mayor medida los esfuerzos de cada una de las sociedades
de la Unión Europea.

Creo que estamos perdiendo ocasiones importantísimas (y esta de Ruanda lo
es, como lo es la de Bosnia, como fue la de Somalia, como lo han sido en
el pasado reciente tantas otras y como desgraciadamente es posible que lo
sean en el futuro inmediato otras circunstancias) de dar cohesión a esa
línea fundamental de la Unión Europea que tiene que ser la PESC, que
tiene que pasar, repito, de vocación a acción.

En esa dirección, mi Grupo ha presentado ayer en la Cámara una
proposición no de ley en la que pretendemos instar a esa acción conjunta
de la Unión Europea, en concreto ante el tema de Ruanda, para que se
coordinen los esfuerzos de los gobiernos y, a su vez, de las
organizaciones humanitarias de los países integrantes de la Unión para
rentabilizar los esfuerzos. Esta proposición no de ley procedimentalmente
se verá cuando se tenga que ver, y ojalá cuando haya que verla sea
innecesaria. En cualquier caso, casi podemos guardarla para presentarla
cada vez que se produzca un hecho similar y seguro que cada vez, por
desgracia, seguirá siendo válido volver a recordar que hacen falta
acciones coordinadas en el seno de la Unión Europea, que no puede ser que
cada uno de los países integrantes de la misma vaya actuando según le
parezca, sin que haya la menor posibilidad, repito, de aunar esfuerzos.

Otro aspecto sobre el que me gustaría reflexionar es sobre el papel de la
comunidad internacional, entendiéndola representada por Naciones Unidas.

Creo que, una vez más, el tema de Ruanda es expresión de un fracaso
terrible de la comunidad internacional, como tantos otros.

Creo que es hora, en este camino que se ha iniciado de posibles reformas
de Naciones Unidas, de empezar a plantearse seriamente reformas, que a lo
mejor no son tanto de la Carta de Naciones Unidas, sino de su
interpretación, y que temas como el derecho de injerencia humanitaria
puedan empezar a discutirse, derecho que obligatoriamente tendrá que ir
acompañado de una revisión de las relaciones jurídicas en la comunidad
internacional, porque sin esa revisión del estatuto jurídico los países
del Tercer Mundo, es decir, los países pobres, la mayoría absoluta de los
países del mundo, ven, con mucha lógica y con todo el recelo del mundo,
esa posibilidad de injerencia humanitaria. Pero ante la gravedad de las
situaciones que estamos viviendo, de las que hemos vivido en el pasado
reciente y de las que, desgraciadamente, casi seguro viviremos en un
futuro próximo, es necesario empezar a replantearse ese tipo de acciones.

Nos parece que el año próximo, cuando se cumple el cincuenta aniversario
de la Carta y que está abierta esa posibilidad de reformarla, es
necesario entrar en los aspectos sensibles del problema, no quedarnos en
retoques superficiales, sino intentar ir al fondo de las cosas, lo que
debe significar que Naciones Unidas, ante los ciudadanos del mundo,
adquiera el protagonismo que debe tener. Para eso sería absolutamente
necesario acabar con la discrecionalidad de las actuaciones en el mundo
bajo el amparo de Naciones Unidas.




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No se entiende fácilmente, excepto por razones estrictamente cínicas, que
la comunidad internacional fuera capaz de movilizar los enormes recursos
que llevó a cabo en la Guerra del Golfo, ni que haya sido incapaz de
efectuar ningún tipo de recursos para impedir, haciendo diplomacia
preventiva como dice Butros Gali, ese millón de muertos que se ha
producido en Ruanda y los que se produzcan, si no se acude a la obviedad
de que los intereses geoestratégicos de los ricos, de los países del
norte, fundamentalmente de Estados Unidos, son los que impulsan acciones
determinadas, y cuando la catástrofe, del tipo que sea, ocurre en un país
que geoestratégicamente no es prioritario, les puede pasar lo que sea;
únicamente cuando, a través de los medios de comunicación, golpean a la
conciencia de los ciudadanos esas dramáticas imágenes de cada día, es
cuando se empieza a intentar hacer algo. Repito que en este caso que nos
ocupa se ha hecho después de que se haya producido casi un millón de
muertos en un país de seis millones y donde, además, era altamente
predecible que situaciones como ésta iban a pasar. Y se ha olvidado,
entre otras cosas, porque en Ruanda no hay petróleo. Si en Ruanda hubiera
habido petróleo o esa acción tuviera posibilidades de tener algún tipo de
rentabilidad económica, la comunidad internacional, liderada por quien la
lidera, hubiera actuado impidiendo ese tipo de cosas, pero
desgraciadamente el interés geoestratégico de algunos es el que pesa
fundamentalmente a la hora de decidir qué acciones son prioritarias y qué
acciones no lo son.

No sé hasta cuándo los hombres y las mujeres de buena voluntad van a
seguir tolerando ese tipo de cosas. Porque cuando un ciudadano normal le
pregunta a cualquiera de nosotros por qué en aquella ocasión se hace esto
y por qué en ésta no se hace, la única razón, que es la real, es porque
aquello tiene un interés geoestratégico, un interés económico detrás, y
esto no lo tiene. Pero eso no va a ser así siempre. Repugna las
conciencias de cualquiera que eso sea moneda de cambio usada de forma
normal. Uno tiene que acabar diciendo: Sí, pero la complejidad de las
relaciones internacionales, el cinismo establecido como moneda de cambio
normal en las relaciones internacionales hace que las cosas sean así.

Soy partidario de toda la vida, porque además lo necesito, de la utopía
--utopía entendida como verdad precoz, no como quimera, que es lo
inalcanzable, y me congratulo además de que tanto el Grupo Vasco (PNV)
como el Grupo Catalán (Convergència i Unió) hayan hecho esa defensa de la
utopía como motor impulsor de cambios necesarios en la sociedad--, creo
que tenemos que quemar etapas. No podemos estar situándolo todo en
función de la dificultad que tiene cambiar las relaciones
internacionales, de ir eliminando el cinismo como moneda de cambio. No
podemos estar posponiendo todo «ad kalendas graecas». Es necesario, para
alcanzar esa talla moral a la que usted alguna vez alude, que en la
medida de nuestras fuerzas y posibilidades, que tienen que ser todas,
intentemos introducir esos cambios conceptuales absolutamente necesarios,
porque de otra manera estaremos siendo cómplices interesados de esa
absoluta injusticia institucionalizada en las relaciones entre el norte y
el sur.

Creo que el tema de Ruanda da pie a que reflexionemos todos sobre muchas
cosas, pero me parece que hay que aprovechar la ocasión para intentar ir
un poco más allá; intentar, en esa posible reforma de Naciones Unidas,
introducir criterios que estén por encima del interés inmediato. Si no lo
hacemos seguiremos manteniendo potencialmente Ruandas en cada esquina y
cada día.

Si con toda la fuerza y toda la convicción necesaria esos temas se
defienden, no sólo se aumenta la talla moral de nuestro país, sino que
además posiblemente consigamos penetrar en las conciencias de algún país
de nuestro entorno o de nuestra área de influencia.

Creo que usted, como Ministro de Asuntos Exteriores, está absolutamente
obligado a hacer eso, que nosotros como partidos políticos estamos
obligados a exigirle a usted que lo haga y poco más nos queda que hacer
ante una situación como ésta que nos está ocupando, que --repito-- no es
más que expresión de la realidad de cómo vale de forma diferente una vida
humana en función del interés económico que haya detrás. Esa cínica
verdad yo no la puedo aceptar como moneda de cambio. Creo que no se puede
aceptar desde ningún punto de vista como moneda de cambio en las
relaciones internacionales. Es su obligación intentar que eso deje de ser
así y la nuestra exigirle que lo haga.




El señor PRESIDENTE: El señor Ministro tiene la palabra.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Quiero decir
al señor Diputado, en primer lugar, que estoy absolutamente de acuerdo
con sus reflexiones; reflexiones que comparto no desde hoy, sino desde
hace muchos años, y que guían un poco la dirección de la acción política
en este ámbito del Gobierno y del partido que le apoye.

Le diré que, de toda esta experiencia de Ruanda, lógicamente hay que
sacar lecciones, y lecciones a veces quizá difíciles de poner en práctica
en el futuro por la dimensión de las lecciones que hay que sacar. En esto
estoy totalmente de acuerdo; y hay que sacar lecciones también, como
decía algún Diputado representante de otros grupos parlamentarios, sobre
pedagogía social. Es decir, tenemos que ser capaces de aprovechar esta
tremenda catástrofe para concienciar a nuestra ciudadanía a la nuestra
como españoles y a la nuestra como europeos también de la necesidad que
tenemos de cooperar, imaginar, y no sólo imaginar, sino construir un
mundo donde todos estos valores, a los que estamos haciendo referencia
esta mañana, sean compartidos, y no sólo conceptualmente, sino en la
práctica.

De los tres tipos de reflexiones que S. S. ha realizado, me gustaría
hacer algunos comentarios. Empezaré por la última, la tercera, sobre
Naciones Unidas. Estoy de acuerdo en que sobre Naciones Unidas ha
existido en este conflicto un cierto fracaso, pero insisto en que es un
fracaso de la comunidad internacional, no deseado lógicamente, pero fruto
también de las dimensiones del problema con el que se ha tenido que
enfrentar. Insisto que lo



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que tenemos que hacer es sacar lecciones todos, la comunidad
internacional en su conjunto.

Decía S. S. que en el ámbito de la reforma potencial de Naciones Unidas
había que poner algunos ingredientes nuevos. Lo hemos debatido en otras
ocasiones, pero quizá hoy fuera el momento para decir que en aquello que
tiene que ver con la ayuda humanitaria, no sólo con el mantenimiento de
la paz por la vía militar o por la vía de la fuerza, algo se tendría que
hacer en Naciones Unidas. He pasado revista a las instancias de Naciones
Unidas, sobre todo a este tercer bloque que se puso en marcha después de
la Guerra del Golfo, fundamentalmente destinado a dar ayuda a los
refugiados kurdos. Recordarán SS. SS. que es lo que pudiéramos llamar la
agencia de ayuda humanitaria. Creo que en esta ocasión, en la ocasión de
Ruanda, esta agencia no ha estado a la altura de lo que cabría esperar.

Ha habido, yo creo, una acción más útil, más eficaz por parte de ACNUR
que por parte de este bloque tercero que digamos, forma parte de los tres
grandes bloques de lo que es el entramado de Naciones Unidas. Hay que
sacar lecciones y hay que ver cómo se puede hacer mejor.

Habría que hacer una referencia o una reflexión también --que me gustaría
no agotarla hoy, pero que en futuras comparecencias creo que debíamos
pensar seriamente sobre ella-- sobre la construcción de lo que pudiéramos
llamar no solamente ejércitos para el mantenimiento de la paz, sino
ejércitos para la paz y para la ayuda humanitaria. A veces nos debe hacer
pensar que tenemos en nuestros propios países para catástrofes digamos
más pequeñas cuerpos o personas preparadas para acudir a una emergencia
de esas características. Pienso, por ejemplo, en el cuerpo de bomberos. A
nivel internacional y nacional, deberíamos tener preparados también para
el mundo al que nos estamos avecinando, al que nos estamos introduciendo,
personas cualificadas, encuadradas, para que fueran capaces de realizar
estas actuaciones humanitarias que requieren ya no solamente generosidad
y buena sensibilidad social, sino también un saber hacer, una cierta
tecnología de cómo enfrentarse con ellos, que creo que en el caso de
Ruanda se ha puesto de manifiesto. En el caso de Ruanda, como les decía
anteriormente, no ha habido un problema de ayuda humanitaria en el
sentido de falta de alimentos, no ha habido un problema de ayuda
humanitaria en el sentido de falta de medicinas; lo que ha habido,
fundamentalmente, es una incapacidad para canalizar y distribuir lo que
en principio parecía existir. Es decir, que nos falta a veces una
tecnología de cómo hacer estas cosas con mayor eficacia. Sin duda
ninguna, la generosidad y la buena voluntad son imprescindibles, pero
tienen que venir acompañadas también de una cierta organización que sepa
hacer estas cosas de una manera eficaz. Por tanto, el pensar en algún
tipo de ejército para la paz, nacional o internacional, se puede hacer
nacional o internacionalmente, en ambos niveles, con conocimientos, con
preparación, con una cierta capacidad de enfrentarse con problemas,
incluso problemas de esta dimensión, creo que sería de gran importancia.

Sobre el derecho de injerencia, le diré que en cierta manera la filosofía
que usted preconiza esta mañana, que puede ser compartida y que
seguramente en el futuro iremos construyendo entre todos una doctrina
sobre ello, en Ruanda en cierta manera se ha utilizado. En Ruanda se ha
utilizado el Capítulo VII de Naciones Unidas, cosa que no se utiliza para
estos objetivos con frecuencia. La «Operación Turquesa», por ejemplo,
está bajo el auspicio del Capítulo VII de una operación multinacional,
pero bajo el Capítulo VII de Naciones Unidas. Por tanto, un poco en la
línea de lo que S. S. apuntaba como hipótesis óptima de reflexión para el
futuro, es en la que yo creo que vamos caminando.

El segundo gran bloque de cuestiones que S. S. ha planteado es el papel
de la Unión Europea. Es verdad, como he dicho ya en varias ocasiones, que
en el papel de la Unión Europea todavía hay un defecto que tiene que ver
con el rodaje de unas instituciones que no tienen aún toda la estructura
y toda la coordinación legal ni práctica para poder realizar estas
funciones, pero eso no debe hacernos mirar a la actuación de la Unión
Europea en este momento con crítica, porque dentro de las posibilidades
que tiene creo que se hacen cosas y bien. Vuelvo a reiterar una vez más
que la Unión Europea sigue siendo, independientemente de las medallas que
se ponga cada uno, la primera instancia mundial de ayuda humanitaria, y
también en el caso de Ruanda. Otra cosa es que, como no es un país y no
tiene los símbolos mediáticos de un solo país, aparecen otros países que
tienen unos símbolos mediáticos más claros como mayores donantes; pero no
es así, sigue siendo la Unión Europea el máximo donante, y esta vez, y yo
creo que casi por primera vez, la Unión Europea Occidental ha llevado a
cabo una gran coordinación para que las cuestiones más técnicas y
profesionalizadas se pudieran hacer en ese ámbito. La avanzadilla de la
fuerza británica de ingenieros va coordinada en esa dirección y va a dar
la información necesaria sobre las necesidades técnicas logísticas sobre
el terreno para conseguir que la canalización de esa ayuda se pueda
realizar.

Por fin, sobre la primera reflexión que ha hecho --como ve, voy en orden
inverso a como ha sido la suya--, yo no creo que el Gobierno incumpla los
compromisos con las ONG; me atrevería a decir, por el contrario, que no
los incumple. Lo que pasa es que a veces las ONG demandan, lógicamente,
más de lo que se puede dar desde esa perspectiva presupuestaria. Vamos a
tener el debate presupuestario no dentro de mucho. No será un presupuesto
expansivo --nadie lo desea en esta Cámara, ninguno de los Grupos
Parlamentarios--, pero sí tendremos ocasión de debatir, dentro de los
límites presupuestarios en los que nos vamos a mover, qué cantidad puede
ir a la cooperación internacional en todas sus manifestaciones. Yo
agradezco muchísimo la cooperación y la comprensión que los diferentes
Grupos Parlamentarios tienen sobre algo que debiera tener un carácter
prioritario, y habrá que ponerse de acuerdo, a lo largo del debate
parlamentario, sobre dónde quitamos el dinero, de qué otras partidas, o
si decidimos aumentar el déficit presupuestario. Será un debate
enriquecedor del comportamiento y de las posiciones que todos tengamos en
ese momento del presupuesto, que está a la vuelta de la esquina, y sin
duda ninguna llegaremos, desde la perspectiva de nuestra



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sensibilidad, con ella un poquito más a flor de piel de como nos lo
planteamos el año pasado.

Le reitero una vez más que esta década es la década en la que la ayuda
humanitaria de España ha aumentado con una velocidad máxima. En este
momento estamos entre los primeros países en relación con la ayuda
humanitaria que damos. Le vuelvo a decir lo que le dije una vez --sé que
no le interesa ese dato, pero creo que es relevante--, y es que,
proporcionalmente a nuestra riqueza, cooperamos más a la ayuda
humanitaria de lo que lo hacen los Estados Unidos de América. Creo que es
un dato que pone de manifiesto el esfuerzo que este país realiza en la
ayuda humanitaria.




El señor PRESIDENTE: Señor Vázquez, ¿desea añadir algo?



El señor VAZQUEZ ROMERO: Sí, unas breves cuestiones.

De entrada, le diré que para mí Estados Unidos no es un modelo en lo que
a cooperación internacional se refiere; en otros terrenos podríamos
discutirlo, pero desde luego en lo que es cooperación internacional en
absoluto es un modelo para mí.

Cuando le hablaba del incumplimiento del Gobierno para con las ONG, no me
refería al famoso 0,7, que debería ser más allá de lo coyuntural,
absolutamente obligatorio que todos empujáramos para que ese 0,7 fuera ya
en el próximo año y no en el 2000 o vaya usted a saber cuándo podemos
llegar. Tendríamos que dedicar ya, incluso por razones de nuestra
supervivencia, ese 0,7 como mínimo. ¿Qué habría que recortar de algunos
sitios? Pues ya veríamos de dónde recortábamos, pero ese 0,7 habría que
considerarlo una prioridad. Yo me estaba refiriendo a la subvención para
el funcionamiento básico de las ONG, y usted recordará, si quiere
hacerlo, que cada vez que hemos discutido en los últimos cuatro años los
presupuestos de su Ministerio ha habido dotaciones insuficientes para el
mantenimiento de las ONG, cuando las propias ONG habían llegado a
acuerdos con su Ministerio para recibir ese dinero básico para poder
abrir la puerta cada día algunas de ellas; esas ONG que, repito, todos
nos cansamos de alabar como vertebradoras de la sociedad civil, como
captadoras de recursos privados, como instrumentos reales de solidaridad,
etcétera.

Respecto a la Unión Europea, la evidencia, señor Solana, es que todo lo
que es político no funciona, no va, no hay interés, no hay impulso para
que vaya adelante. Lo que es económico, lo que es mercado tiene su
camino, pero todos los aspectos que son políticos, que dan esa otra cara
de la moneda a la Unión Europea, esos temas se enlentecen. No ha sido
posible --y es lo que proponemos nosotros en la proposición no de ley--
hacer una acción común, como se hizo con Sudáfrica, con Bosnia, con
Ucrania. ¿No es posible que la Unión Europea adopte una acción común, que
no significa sólo coordinar el esfuerzo, sino que sea una expresión de
política de la Unión Europea; es decir, darle textura política a lo que
es, de momento, nada más que mercado?
El debate en la comunidad internacional sobre mantener o imponer la paz,
por supuesto, no se agota aquí, pero tiene muchísimo que ver con la
necesaria credibilidad de Naciones Unidas ante la comunidad
internacional. No se puede ir por el mundo, sobre todo por el Tercer
Mundo, pretendiendo que la gente vea con buenos ojos cualquier tipo de
acción de Naciones Unidas, cuando cualquier observador mínimamente atento
es consciente de la discrecionalidad de las actuaciones de Naciones
Unidas en función de los intereses geoestratégicos, fundamentalmente de
los países ricos. Y sea donde sea el conflicto, si esa zona es
geoestratégicamente conveniente para los intereses occidentales y
estadounidenses, se actúa; cuando no lo es, importa poco que se mueran
cien mil más o cien mil menos. Eso no puede validar, ni moral, ni ética,
ni políticamente a Naciones Unidas, que debería estar absolutamente
necesitada de cargarse de razón moral. Y para cargarse de razón moral
tiene que entrar a reformar muchas cosas. Cosas que corresponden a la
etapa de la guerra fría.

Seguir manteniendo el veto para esos cinco miembros del Consejo de
Seguridad permanente es un tema que, aunque no es el de esta
comparecencia, habrá que entrar en profundidad en el mismo si queremos,
de verdad, dotar a la comunidad internacional, no digo de un Gobierno
mundial, porque eso sería una quimera, una utopía, pero sí de un
instrumento válido para resolver conflictos, en esa dirección de
diplomacia preventiva de la que habla Butros Gali y en esa dirección de
fuerzas de interposición o fuerzas no sólo de mantenimiento, sino de
hacer la paz con un Estado mayor.

En fin, son una serie de temas que supongo que tendremos ocasión de
discutir en otro momento y que no están ligados directamente al tema de
Ruanda que, aunque usted dice que no, yo sigo considerando que es la
expresión máxima del fracaso de la comunidad internacional. Es verdad que
no podemos hacer responsable a la ONU de todo; pero lo cierto es que si
ahora mismo hay una institución que globalice el planeta Tierra es
Naciones Unidas, y esa organización que globaliza al planeta Tierra es
incapaz, excepto que haya intereses geoestratégicos concretos, no sólo de
hacer diplomacia preventiva, sino que una vez iniciado el conflicto
tampoco es capaz de pararlo lo antes posible o de que los daños humanos
que se generen sean los menores posibles. Esta es la situación actual, al
menos así lo entendemos nosotros. De ahí la necesidad de entrar en
profundidad a cambiar este estado de cosas.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Popular, tiene la palabra el señor
Rupérez.




El señor RUPEREZ RUBIO: Quería comenzar, en nombre de mi Grupo, por
agradecerle su presencia hoy aquí y, al mismo tiempo, subrayar que a
nosotros nos parece enormemente importante que esta sesión tenga lugar.

Nos parece que, sea cual sea el tiempo en que se produzcan los
acontecimientos, sobre todo si son de la dimensión cataclismática que
estamos contemplando, es bueno que el Parlamento tenga noticia de ellos y
es bueno que el



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Parlamento tenga también la ocasión, bajo cuál sea el impulso, en este
caso del Gobierno, para considerarlos.

Quiero agradecerle, señor Ministro, su intervención, que es la que
posiblemente las circunstancias permiten. Quiero también adelantarle que,
por nuestra parte tristemente, porque no es la primera vez que estas
reuniones relativamente excepcionales se producen, nosotros las
comprendemos y las participamos plenamente. En este momento no únicamente
el caso de Ruanda, sino también otros casos, como el de Haití, como el de
la reanudada violencia en Bosnia, como el de Guinea Ecuatorial que puede
producir también noticias no especialmente agradables, puede aconsejar la
convocatoria de estas reuniones. Nosotros seremos los primeros en
comprender e incluso aplaudir si el Gobierno quiere convocarlas.

Es evidente que en el caso de Ruanda uno tiene la sensación y casi la
obligación de decir que muchas de las palabras sobran, casi todas las
palabras sobran. Lo que se impondría sería un profundo y acongojado
silencio. Cuando centenares de miles de personas se están muriendo como
consecuencia del hambre y de enfermedades, como consecuencia de una mala
distribución de lo que es la riqueza a nivel internacional, uno tiene la
inmediata obligación de decir que, al fin y al cabo, ese sentimiento
íntimo de la solidaridad con el que sufre debería primar sobre cualquier
otro tipo de consideración; y como en tantas otras ocasiones esa
solidaridad con el que sufre impone más bien el silencio respetuoso y
pudoroso que el exceso de palabras.

Dicho esto, que no es más que una reflexión sobre lo que pienso que a
todos nos afecta en estos momentos, a una inmensa mayoría de la población
española y de la población mundial, sin embargo tenemos que pensar de
manera realista y posible si se encuentran a nuestro alcance las medidas
para evitar estas catástrofes humanitarias que periódicamente afectan a
parte importante de la humanidad.

Debemos contar con varias evidencias. La primera es que todavía somos
incapaces de atajar esas catástrofes humanitarias. Lo digo, no únicamente
como reflexión española, sino también como reflexión mundial. Métase en
el cesto de la reflexión mundial a las Naciones Unidas, a la Unión
Europea o a quien se quiera. Esa es la primera constatación que debemos
llevar a cabo. Somos incapaces todavía de poner coto a ese tipo de
situaciones. Subrayo lo de todavía porque no creo que debamos desesperar
en la posibilidad de encontrarnos con una situación radicalmente
diferente de la que tenemos en este momento. Debemos buscar de manera
realista todas las posibilidades a nuestro alcance para que esto no se
vuelva a producir.

Esa reflexión sobre la incapacidad y sobre la lentitud tiene que
aplicarse también a nosotros mismos. Claro que éste es el país que es, la
nación que es, tenemos las posibilidades que tenemos y consiguientemente
la capacidad de respuesta que tenemos. Podemos, creo que legítimamente
debatir, y ocasión habrá para ello, sobre la capacidad que hemos
demostrado en este momento para hacerlo, sobre si el Gobierno lo ha hecho
bien o mal, si podía haberlo hecho mejor o peor. Con independencia de
esos factores cuando centenares de personas mueren lo primero que tenemos
que constatar es que, efectivamente, somos incapaces tanto nacional como
internacionalmente.

Desde este punto de vista habría que modular las respuestas y decir que
quizá lo que en este momento está haciendo el Gobierno, la comunidad
internacional y la Unión Europea también es lo que en las circunstancias
históricas que conocemos podemos hacer. Debemos hacer mucho más y ésa es
la consideración sobre la que deberíamos reflexionar en este momento.

No cabe duda que somos incapaces y somos lentos. Hasta que no seamos
capaces de superar esa incapacidad, hasta que no seamos capaces de
superar esa lentitud, las muertes de los ruandeses, de los bosnios o de
los haitianos seguirán cayendo sobre nuestros hombros y, al mismo tiempo,
producirán una situación de inestabilidad que, querámoslo o no, va a
afectar de manera muy directa, está afectando de manera muy directa a
nuestros planteamientos morales, a nuestros planteamientos políticos y a
nuestra capacidad de supervivencia. En el fondo, como ayer éramos todos
bosnios, hoy todos somos ruandeses. Es una de las verdades que hemos de
tener en cuenta para que esa sangre no siga cayendo sobre nuestros
hombros.

Hay una segunda evidencia importante en este caso y momento concretos y
es que la sociedad española está respondiendo de manera enormemente
solidaria. Quiero decirle, señor Ministro, que participamos plenamente
del llamamiento que hace pocos días hizo el Gobierno. Nosotros querríamos
subrayarlo y firmarlo. Querríamos que todos los españoles, individual o
colectivamente considerados, tuvieran en cuenta que hermanos nuestros en
la humanidad están muriendo en Ruanda y que necesitan de nuestro apoyo.

Que todos los españoles, colectiva o individualmente considerados,
querríamos también subrayar ese llamamiento que ustedes les hicieron y
que, por otra parte, ha tenido esa magnífica respuesta; magnífica
respuesta en este caso concreto y magnífica respuesta que, por otra
parte, añade también posibilidades de desarrollo de lo que es la
cooperación internacional por parte de España y que hasta ahora eran
insuficientemente conocidas. Veremos cómo se organiza mejor esa
cooperación al desarrollo y veremos cómo vamos cumpliendo alguno de los
aspectos concretos de esa cooperación al desarrollo, tema al que me voy a
referir inmediatamente. La evidencia de que la sociedad española ha
sabido responder a ese llamamiento con generosidad y solidaridad nos
parece que es uno de los datos más prometedores y más esperanzadores en
una situación que, desgraciadamente, no tiene todavía mucha promesa ni
mucha esperanza.

Queríamos hacer también algunas reflexiones comparativas. Sabe, señor
Ministro, que este grupo no siempre comulga con los planteamientos
políticos, militares y estratégicos de Francia y, sin embargo, creemos
que Francia, en este caso concreto, ha dado un buen ejemplo de lo que es
un compromiso internacional. Se podrá decir, incluso se deberá decir, que
en ese compromiso internacional y en la traducción directa del envío de
un contingente militar que ha realizado importantísimas tareas de tipo
humanitario, existían otros planteamientos de tipo político, táctico o
estratégico; seguramente eran así. Se ha dicho también que



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en la decisión del Gobierno francés existía la voluntad de paliar alguna
de las críticas que en el pasado se hubieran podido hacer sobre la
política francesa en la zona y, concretamente, en Ruanda. Sea cual sea el
caso, esa presencia de un país europeo, miembro de la Unión Europea, que
en un momento determinado es capaz de comprometer importantes
contingentes militares, materiales y humanos para ayudar a solucionar
--aunque fuera parcialmente-- una situación desesperada, merece nuestra
admiración, respeto y también nuestra envidia. Nos gustaría que este
país, en circunstancias parecidas, llegara a estar en situación de hacer
exactamente lo mismo, y no sólo y únicamente porque respondan a
planteamientos geoestratégicos, que a lo mejor España no tendría por qué
tener, sino sí porque fuera capaz de atender a llamadas de auxilio de la
humanidad doliente. Así como nosotros en otras ocasiones hemos subrayado
la crítica que nos merecían determinados comportamientos franceses, con
la misma claridad lo hacemos en este caso concreto, porque, como el mismo
señor ministro ha dicho, es importante subrayar que esa actitud francesa
ha sido la que ha condicionado o provocado que otras actitudes se fueran
produciendo inmediatamente después.

También creemos que son importantes las decisiones que han tomado
Naciones Unidas sobre el tema del respeto y, consiguientemente, de la
violación de los derechos humanos. De la misma forma que en esta Cámara
se han tomado medidas --como consecuencia de las decisiones de Naciones
Unidas-- para ratificar los instrumentos internacionales para castigar y
penar los crímenes contra la humanidad producidos en Yugoslavia, creemos
que en relación con Ruanda debe hacerse exactamente lo mismo.

Dicho todo lo anterior, creemos que es absolutamente indispensable
imaginar cuál es el futuro y no tanto cuál es la maldad del futuro, sino,
sobre todo, qué está en nuestras manos para prevenir el futuro, para
impedir que estas circunstancias se vuelvan a reproducir y, por
consiguiente, a plantearnos con nivel más o menos agónico, estas
consideraciones.

Es evidente que en el continente africano uno puede pensar en una docena
de países donde estas situaciones de extremada penuria, de extremada
catástrofe, se pudieran producir para amplios grupos humanos. Esta es una
de las consideraciones que deberíamos tener en cuenta para no agotar
nuestra reflexión simplemente en un cuaderno de dolencias, sino también
en nuestra capacidad política, humana y material para poner coto a este
tipo de situaciones.

Desde ese punto de vista nosotros queríamos apuntar algunas
consideraciones que nos parecen importantes. Primero, España debe seguir
proponiendo y subrayando que en la esfera internacional se llegue a una
definición actuante y operativa de lo que es el derecho a la injerencia
humanitaria. Si no llegamos a esa situación o si simplemente dejamos que
el derecho a la injerencia humanitaria sea un deseo más o menos pío, nos
veremos de nuevo con las manos cortadas para evitar que estas situaciones
se produzcan. No es que creamos que ese derecho a la injerencia
humanitaria vaya a acabar mágicamente con todos los problemas, pero
creemos que es uno de los instrumentos más importantes de que se puede
dotar la comunidad internacional para, efectivamente, poner coto a este
tipo de situaciones.

Segundo. Creemos que también es importante que, junto con el derecho a la
injerencia humanitaria, se vayan afirmando toda una serie de
planteamientos que respondan de manera igual a situaciones iguales y
evitar por cualquier tipo de procedimiento que haya una tentación, cierta
o no, una crítica, cierta o no, considerando que en determinadas
ocasiones se actúa por intereses y que, en ausencia de dichos intereses,
no se actúa igual. Nos parece que esa crítica, en ciertos casos fundada,
tiene que tener por nuestra parte un mentís rotundo, de manera que,
efectivamente, el respeto o la violación de los derechos humanos tenga el
mismo tipo de consideración allí donde se produzcan, cuando se produzcan
y de la manera en que se produzcan.

En tercer y último lugar queremos hacer algunas consideraciones
adicionales sobre lo que nos parecen algunos aspectos de la política
estrictamente española.

En primer lugar, dice el señor ministro, con razón, que nuestras
capacidades para prestar ayuda humanitaria y de emergencia se agotan. Es
cierto, pero no es menos cierto, señor ministro, que los capítulos
correspondientes a la ayuda humanitaria y de emergencia se han venido
cortando sistemáticamente en los Presupuestos Generales del Estado desde
1991, de forma que se agotan quizá porque las necesidades sean
imprevisibles y mayores, pero se agotan también porque por parte del
Gobierno no ha habido voluntad de mantenerlos, por lo menos en el nivel
que se encontraban en 1991. Esa es una de las reflexiones a la que
nosotros queríamos aportar nuestra consideración, porque es evidente que
necesitamos más ayuda humanitaria de aquella con la que contamos en este
momento.

En segundo lugar y en la misma línea de consideraciones, debemos tener en
cuenta que, según una de las decisiones tomadas en el mismo Parlamento,
con carácter prácticamente unánime por parte de esta Cámara, el
porcentaje que íbamos a dedicar a cooperación al desarrollo iba a ser el
0,7 por ciento dentro de pocos años y en el año 1995 íbamos a alcanzar la
cota del 0,35 por ciento. Me da la impresión, según los niveles en que
estamos de discusión parlamentaria previa, que ese nivel no se va a
alcanzar. Esa es otra de las consideraciones que tenemos que poner
directamente en relación con el asunto que en este momento nos ocupa.

En tercer lugar, querríamos subrayar que en este esfuerzo que la nación
española, con la Administración del Gobierno español, está realizando en
el caso de Ruanda, con la aportación de esos 1.000 millones de pesetas
puestos a disposición por el Gobierno español, deberíamos tener en
cuenta, deberíamos conocer cuál es la instrumentación, la operatividad de
esos 1.000 millones de pesetas; si van a ser canalizados a través de
créditos FAD, si son donaciones o si tienen algún otro tipo de
consideración.

Me parece que toda esta lección --creo que el señor Ministro compartirá
plenamente nuestras apreciaciones-- induce sobre todo a esa profunda
conmoción que a todos nos embarga y que nos embarga legítimamente. Creo
que todos aquellos que en este momento tendrían la tentación



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de decir que la televisión da demasiadas imágenes de Ruanda se equivocan;
habría que pedir que dieran todavía más imágenes para saber exactamente
en qué mundo no movemos. Más allá de esas conmociones legítimas y lícitas
que en este momento nos embargan tenemos que pensar que si no nos sirven
para realizar una acción eficaz en defensa de los que sufren, en defensa
de los que mueren, en defensa de los que en este momento sufren
necesidades, poco habríamos hecho.

Como evidentemente constatamos la incapacidad y la lentitud con que en
este momento nos movemos, deberíamos tomar medidas adecuadas nosotros
solos, naturalmente en colaboración con todos aquellos que son socios y
aliados, para marcarnos una meta muy clara, quizá difícil, pero muy
nítida, y es que nunca más, en el ancho mundo, la gente vuelva a morir
como consecuencia de estas catástrofes humanitarias.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor ministro.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Contestaré
también brevemente al Diputado señor Rupérez, portavoz del Grupo Popular,
agradeciéndole su tono y el fondo de la cuestión porque, realmente, sobre
los temas de fondo, prácticamente no ha habido diferencias fundamentales
en todo el debate que estamos teniendo esta mañana. Ciertamente, todos
tenemos la misma preocupación: tratar de enfrentarnos a situaciones tan
catastróficas como la que estamos viviendo no solamente haciendo
reflexiones de carácter moral, que yo creo es bueno porque,
pedagógicamente, ayudan también a sensibilizar a la opinión pública, sino
tratando de dar respuestas que sean eficaces a estos dramas.

Dividiría la intervención del señor Rupérez en tres apartados a los que
quisiera dar contestación, pero antes sí quería subrayar la primera parte
de la misma. Creo que esta reunión es una reunión positiva y, desde
luego, el Gobierno y este Ministro está dispuesto a comparecer, dentro de
los esquemas complicados del calendario, cuantas veces sea necesario.

El Diputado señor Rupérez ha planteado dos cuestiones que pueden ser
objeto de debate en el futuro: una es Haití y la otra son los últimos
acontecimientos de Bosnia. Si SS. SS. quieren y el Presidente así lo
estima oportuno, al final de la sesión puedo facilitarles la información
de última hora que tenemos; si quieren aprovechar esta sesión para ello,
con sumo gusto lo haría.

Es verdad que sobran las palabras. Realmente, ante un drama de estas
dimensiones, quizá las palabras sobren, pero no creo que sobren desde el
punto de vista de tratar de encontrar no calificativos para calificar
sino mecanismos para resolver la situación, en cuyo caso yo creo que
entonces las palabras sí deben ser utilizadas. Es verdad que tenemos una
mala distribución de la riqueza en el mundo, es algo de lo que todos
somos conscientes, y desde luego uno de los objetivos de los partidos
políticos y de los gobiernos que tienen una altura de miras ha de ser
intentar que esa distribución de la riqueza mundial avance en la
dirección de un mayor equilibrio y de una mayor solidaridad.

Respecto a las tres cuestiones que, a mi juicio, plantea el señor
Rupérez, la primera de ellas, la incapacidad para resolver las
catástrofes, es un hecho. La esfera internacional, el conjunto de las
instituciones internacionales en estos momentos no tienen capacidad para
enfrentarse con catástrofes de estas dimensiones, e incluso con
catástrofes de una dimensión un poquito menor. Por tanto, conclusión
primera: tenemos que hacer los esfuerzos necesarios para poner en marcha
mecanismos que puedan enfrentarse con catástrofes de estas
características e incluso menores. Lógicamente, no es deseo de nadie que
catástrofes de estas características se produzcan en el futuro, pero es
verdad que cuando miramos con cierta atención al continente africano los
focos de potencialidad ahí están, y seguramente algo de reflexión y de
acción preventiva tendremos que poner en marcha porque, de lo contrario,
cuando las catástrofes de estas dimensiones explotan, estamos comprobando
la dificultad que incluso tiene la comunidad internacional para hacerlo.

Decía bien el señor Rupérez al utilizar el término todavía. Es de esperar
que entre todos seamos capaces de conseguir que ese todavía desaparezca y
que ya seamos capaces de enfrentarnos con algunas de las catástrofes
internacionales que, desgraciadamente, seguiremos siendo testigos de
ellas en el futuro.

¿Hemos sido lentos? Sí hemos sido lentos. La comunidad internacional ha
sido lenta, aunque seguramente era muy difícil ser más rápidos. Cuando
uno pone la película hacia atrás observa que seguramente era muy difícil
haber sido más rápidos, pero, objetivamente, se ha llegado con cierto
retraso para hacer frente a esta situación.

La segunda cuestión que planteaba era la buena respuesta de la sociedad
española. Es cierto que así ha sido. Todos nos hemos felicitado por ello,
pero sí es verdad que también tenemos que sacar algunas consecuencias
nosotros mismos sobre cómo organizar mejor la ayuda cuando se plantee la
necesidad y cómo hacerlo de una manera más rápida y eficaz; algunas
lecciones tenemos que sacar, desde la perspectiva de las administraciones
públicas y de nuestra relación con la sociedad civil.

Ha dicho también, y yo lo he reconocido en mi intervención, que el
comportamiento francés, sean cuales sean las razones que estaban detrás
de las decisiones que ha tomado, fue un aldabonazo y puso en marcha unos
mecanismos de acción, que sin duda alguna todos respetamos y quizá el
término envidia no sé si es el que debiéramos tener, pero sí es verdad
que pone de manifiesto que hay una voluntad en un momento dado y que esa
voluntad es capaz de transformarse en acción, una voluntad capaz de
transformarse en acción por las razones que sean que no vamos a analizar
en este momento.

Pero quizá la parte más interesante es la tercera de S. S., y es qué
hacemos en el devenir, qué hacemos mañana, qué hacemos en el futuro, cómo
prevenimos para que estas cuestiones no vuelvan a hacerse realidad por lo
menos no lo hagan con el sufrimiento y con el drama de Ruanda, de que
estamos hablando esta mañana.




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Ciertamente, la situación en Africa es dramática. Yo creo que de eso
tenemos que ser conscientes. Miremos donde miremos en el mapa de Africa,
nos encontramos con situaciones que desgraciadamente pueden convertirse
en muy graves. Ruanda no es el país más grande, la suma de Ruanda y
Burundi no es el contenido más grande de población que puede explotar
desde una catástrofe humanitaria. Eso es así. Por tanto, la planificación
preventiva debe estar en el orden del tiempo. Su señoría se refería a
cosas concretas que España puede hacer, y quizá es lo más interesante que
podemos resaltar esta mañana.

La primera que decía sobre el derecho de injerencia humanitaria. Yo
comparto esta reflexión; creo que en cierta manera decisiones de las
últimas semanas y meses, sin hacer un reconocimiento total de esa
realidad en el ordenamiento jurídico internacional, se está actuando en
cierta manera en esa dirección. Ruanda quizá no nos damos cuenta, pero la
operación que S. S. valoraba positivamente y que yo también lo hago, la
llamada Operación Turquesa se ha hecho con el Capítulo VII de Naciones
Unidas, con una Resolución del Consejo de Seguridad, para una fuerza
multinacional, no una fuerza de Naciones Unidas, sino una fuerza
multinacional capitaneada por Francia, pero aplicando el Capítulo VII de
Naciones Unidas. La Resolución que se ha tomado sobre Haití también está
en el ámbito del Capítulo VII y algo tiene que ver con cierto nuevo
concepto del derecho de injerencia. Lo cierto es que hay que pulirlo más,
hay que trabajarlo más e incorporarlo al ordenamiento jurídico de manera
que no suceda lo que a S. S. le preocupaba en la parte segunda de su
intervención en este punto, que es el tratamiento igualitario; es decir,
que si no tenemos un sistema jurídico claro o no lo incorporamos a
nuestro ordenamiento jurídico internacional, se pueden dar acciones que
no sean equilibradas en el ámbito de este nuevo derecho de injerencia
humanitaria, y eso es cierto. Yo creo que es el momento para que
trabajemos sobre ello, y sí le puedo decir que por parte de España
podemos seguir trabajando en colaboración con el Parlamento para que,
poco a poco, vaya tomando cuerpo en el ámbito de Naciones Unidas este
tipo de planteamiento.

La tercera cuestión sobre España iba más directamente al tema concreto y
específico de la ayuda humanitaria, ¿cuánta tenemos? ¿Cómo la usamos?
¿Cuánta tenemos? ¿Se agota la ayuda humanitaria? Se agota la ayuda
alimentaria de emergencia porque hemos deseado agotarla en este objetivo
unidimensional. Nos parecía que a la altura del año, a la altura del
tiempo en que vivíamos ya del presupuesto, de la vida presupuestaria,
merecía la pena juntar todos los recursos que están destinados en el
Presupuesto General del Estado para emergencias (no estamos hablando de
partidas que tienen otro objetivo sino partidas que están destinadas y
concebidas así y aprobadas por SS. SS. como partidas de emergencia),
concentrarlas todas en una única acción, que es la acción de Ruanda, y
concentrarlas desde la perspectiva de los tres ministerios que tienen
ayuda de emergencia, digamos, internacional: Asuntos Sociales tiene una
parte, que el año pasado dedicó también casi en su totalidad a Bosnia;
tiene el Ministerio de Comercio en los créditos FAD una parte de ayuda a
emergencia tres millones y medio de dólares, que los vamos a destinar a
este objetivo y la Agencia de Cooperación tiene también una rúbrica de
ayuda de emergencias. ¿Supone que hemos agotado todas las posibilidades
de ayuda humanitaria? No; lo que podemos hacer ahora son cambios de
partidas internas para, si es necesario, de cuestiones que estaban
destinadas a otros objetivos, poder dedicar a objetivos más prioritarios
en este momento, pero --insisto-- la ayuda de emergencia que hemos
tratado de destinar a este objetivo, como su nombre indica, es lo que en
las partidas presupuestarias de los ministerios pueden y deben estar
destinadas a ayudas de emergencia y que hemos decidido concentrar en una
única.

Segunda cuestión, sobre la ayuda o el porcentaje a la cooperación
internacional. Como SS. SS. saben, creo que he sido un defensor de la
cooperación internacional y del aumento del gasto de mi país, de nuestro
país; hay una resolución del Parlamento del año pasado, donde se pide que
se aumente, y yo creo que vamos a hacer todo lo posible para hacer
realidad ese aumento en la cooperación. En cualquier caso, tendremos un
debate presupuestario sobre ello y todos los grupos parlamentarios
podremos o podrán encontrar la fórmula para que se aumente la cooperación
internacional. No sé si llegaremos al 0,35, al 0,36, al 0,4 o al 0,27 por
ciento, lo veremos al final del debate presupuestario, pero es la
voluntad de quien les habla tratar de impulsar que este año aumente
también la cooperación internacional.

Por último, S. S. me pedía conocer la instrumentación de los recursos que
hemos puesto a disposición de la ayuda de Ruanda. He tratado de explicar
esta mañana de dónde surge cada partida y a dónde va destinada. De dónde
surge: fundamentalmente del Ministerio de Asuntos Exteriores, del
Ministerio de Comercio, del Ministerio de Asuntos Sociales y del
Ministerio de Sanidad. Quizá deba decir unas palabras sobre el Ministerio
de Sanidad que no he dicho antes. La ayuda humanitaria farmacéutica es
quizá la que se ha organizado mejor internacionalmente, porque se tomó
una decisión --y ésta sí se tomó en el ámbito europeo-- de poner o
instalar toda la ayuda de carácter farmacéutico en una única
organización; la organización Farmacéuticos sin Fronteras se ha hecho
responsable de toda la ayuda de carácter farmacéutico y ha funcionado
--tengo que decirlo-- muy bien o está funcionando muy bien. Es decir, no
lo hemos hecho país a país, sino que hemos intentado que hubiera una
instancia --en este caso una organización como Farmacéuticos sin
Fronteras-- que hiciera todo el despliegue de la ayuda humanitaria
farmacéutica. Era una experiencia que tenía sus riesgos en concentrarla,
pero, afortunadamente, ha funcionado bien. Lo digo porque el Ministerio
de Sanidad también ha trabajado, pero ha trabajado en esa dirección.

A partir de este momento qué vamos a hacer. Como les decía en mi primera
intervención, el mayor esfuerzo inicial lo pusimos para tener lo que
pudiéramos llamar un almacén sobre el terreno; la posibilidad de poder
hacer llegar nuestra ayuda humanitaria y poderla tener almacenada, tener
nuestro equipamiento sobre el terreno. Una vez conseguido eso, vamos a
tratar de que haya con cierta



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frecuencia, a la que antes he hecho referencia, vuelos del Ministerio de
Defensa, de nuestras Fuerzas Armadas a través de los Hércules y vamos a
hacer, como ya he dicho también, vuelos con líneas regulares que
contrataremos a través de la Agencia de Cooperación Internacional porque
pueden hacerlo, quizá, con mayor rapidez que los Hércules. En cualquier
caso, habrá una compenetración entre lo que hagamos a través de aviones
alquilados de compañías y los aviones del Ministerio de Defensa para
compatibilizarlos de la mejor manera posible.

Trataremos de utilizar, además, las ayudas o las posibilidades de
infraestructura que sobre el terreno nos dan otros países y de realizar
el gasto o la función, para la cual estos recursos están destinados, con
la mayor eficacia posible. Trataremos también de desplegar gente sobre el
terreno, personas sobre el terreno, fundamentalmente voluntarios de
organizaciones no gubernamentales, a los que nos gustaría hacer una
llamada. No todo el mundo puede ir. Es importante que la gente que vaya
tenga conocimiento de la labor y de la función que se puede hacer, que
tenga una preparación. No se trata solamente de demostrar generosidad que
es, lógicamente, respetada y querida por todos, pero hay que demostrar
eficacia. Por tanto, tenemos que hacer compatible las dos cosas. Las
plazas en los aviones son muy limitadas y el personal tiene que estar muy
seleccionado para que sea realmente útil.

Por último, quiero decirle al señor Rupérez que estoy totalmente de
acuerdo con la última reflexión: que nunca más tengamos que ver una
situación como ésta. En nuestras manos no sé si está el evitarlo del
todo, pero sin duda, en nuestras manos está hacer que estas cosas sean
menos dramáticas de lo que han sido, mediante la acción preventiva y una
rápida presencia con la ayuda humanitaria. Creo que, como S. S. ha
reconocido, la sociedad española ha reaccionado bien y es de justicia
reconocerlo. A veces perdemos --incluso-- la propia confianza en nosotros
mismos y la tenemos que recuperar. Somos un país con talla moral y cuando
hay una llamada para salir al encuentro de dificultades, somos capaces de
responder. Creo que es bueno que la sociedad española lo sepa y tengamos
y recuperemos cierta confianza en nosotros mismos, en nuestra estatura
moral y en nuestra capacidad de hacer cosas.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la
palabra el señor Martínez.




El señor MARTINEZ MARTINEZ (don Miguel Angel): Deseo dar las gracias al
señor Ministro por esta oportunidad y, desde luego, de entrada quiero
decir que en nombre de mi Grupo, estando de acuerdo desde la primera a la
última palabra con la intervención del señor Rupérez, me voy a limitar a
subrayar o añadir algunos aspectos que nos preocupan especialmente.

Efectivamente, la situación en Ruanda tiene una gravedad excepcional.

Creo que las cifras hablan por sí solas y que la expresión del señor
Ministro de que no hay palabras o la del señor Rupérez de que sobran las
palabras son algo que debe limitarnos mucho a cada uno de nosotros. Quizá
lo que fundamentalmente debemos hacer es reflexionar, sacar las lecciones
oportunas y derivar estas reflexiones en acuerdos para actuar con el
objetivo del nunca más, no sólo porque deseemos que en adelante sean más
limitados los conflictos que se puedan dar, sino porque nuestra voluntad
debe ir dirigida a evitar situaciones como ésta.

Por tanto, la primera reflexión quizá debería ir dirigida hacia el hecho
de que el conflicto en Ruanda se inicia con armas importantes, con armas
casi siempre suministradas por vendedores de armas que son productores de
armas y de países de nuestro entorno. Yo creo que ésa es una primera
reflexión para que cada uno haga de su capa un sayo al respecto y también
para que nosotros hagamos de nuestras capas los sayos correspondientes,
para evitar que, por la responsabilidad de armas que algún día pudiéramos
haber vendido nosotros, se produzcan situaciones como ésta ante la que
estamos.

Lo que es cierto es que la situación de Ruanda ha producido un impacto
muy notable en las conciencias en nuestro país. Creo que será experiencia
que compartan los colegas diputados de la Comisión el hecho que me ha
sucedido a mí en pueblos muy pequeños de la provincia de mi
circunscripción, donde me he encontrado con gente muy humilde, muy
modesta, que nunca se había dirigido a nosotros planteando problemas
ajenos a su entorno más inmediato y que en este caso vienen absolutamente
conmocionados por lo que están viendo y por lo que están oyendo con
respecto a la situación en Ruanda.

Creo que la movilización solidaria es importante en la sociedad. Me
parece indispensable que el Gobierno haya actuado como lo ha hecho y,
desde luego, me parece conveniente que el Parlamento le dé el carácter de
excepcionalidad que tiene una reunión extraordinaria, fuera del período
de sesiones, para conectar con la sociedad, para ponerse el Parlamento a
la cabeza de la sociedad y dejar claro que, efectivamente, desde España
se está actuando y se está haciendo razonablemente, por más que a veces
haya tentaciones de autoflagelación, por un lado, de demagogia, por otro,
de desinformación buscada en algún que otro caso muy minoritario.

La actuación del Gobierno a nosotros nos ha parecido razonable --y,
naturalmente, la apoyamos-- en los términos expuestos por el señor
Ministro, razonable en su dinámica y en su dimensión global, porque es
una actuación que tiene su dimensión propia, que tiene su dimensión en el
contexto de las instituciones europeas, de la Unión Europea y de la UEO,
y que tiene también una dimensión notable dentro de Naciones Unidas y en
la responsabilidad que nos incumbe como miembros del Consejo de
Seguridad.

Yo quiero decir --y en eso seguro coincido también con el Ministro-- que
naturalmente que se trata de una actuación siempre perfectible y que sin
duda aspira a mejorarse, y yo estaría por decir que de las reflexiones
que se han producido por parte de los distintos grupos el Gobierno alguna
enseñanza sacará para mejorar aquello en lo que estamos en este momento
comprometidos.

En cualquier caso, la crisis, la catástrofe de Ruanda pone de manifiesto,
como lo decían algunos de los colegas, la falta de mecanismos de la
comunidad internacional a



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uno u otro nivel no sólo para intervenir, sino para prevenir conflictos
como éste. Me parece que es importante subrayar la incapacidad en que
estamos de prevenir esos conflictos o de limitarlos y resolverlos
rápidamente cuando se producen, y, desde luego, como se ha dicho, qué
duda cabe que también faltan mecanismos de reacción de ayuda humanitaria
ante catástrofes... Yo, cuando estaba tomando mis notas, tomaba las notas
y decía «catástrofes naturales», porque ya no sé cómo definir una
catástrofe como ésta, señor Presidente. Se llaman catástrofes naturales
en general a aquellas que se producen por grandes terremotos, maremotos,
pero yo no me atrevería a llamar catástrofe artificial a ésta. Es una
catástrofe vergonzosamente natural, porque es una catástrofe motivada por
la acción del hombre contra el hombre.

Efectivamente, carecemos de mecanismos de reacción, de ayuda humanitaria,
y yo quiero dejar constancia para el «Diario de Sesiones» de la
satisfacción, dentro del dramatismo de toda esta situación, que a
nosotros nos debe producir que sea un compatriota nuestro, Manolo Marín,
el que se levante en el marco de la Unión Europea para denunciar
precisamente en ese ámbito la falta de mecanismos que nos permitan actuar
rápida y eficazmente en lo que se refiere a la coordinación y a la
potenciación de la ayuda humanitaria.

Yo creo que en relación con España también se ha puesto de manifiesto una
vez más varias necesidades o varias insuficiencias. Me referiré a dos:
una, la necesidad de potenciar aún más a las organizaciones no
gubernamentales. Nuestro grupo está en eso, pero decir que hay que
potenciar las organizaciones no gubernamentales no puede llevarnos a
ignorar que en este país las organizaciones no gubernamentales han
empezado realmente a recibir una financiación pública desde que los
socialistas hemos llegado al Gobierno; prácticamente, las organizaciones
no gubernamentales que existían desde hace muchos años no formaban parte
del entramado institucional, por la misma razón de que, en términos
generales, la cooperación no se había articulado institucionalmente antes
del año 1982. Por tanto, me parece fundamental subrayar que, exigiendo,
queriendo, deseando una potenciación de las organizaciones no
gubernamentales, nosotros no podemos dejar de considerar cuál ha sido el
tremendo progreso en la creación del entramado de organizaciones no
gubernamentales y, desde luego, la potenciación que desde el Gobierno que
apoya el Partido Socialista se ha dado precisamente para que ese
entramado deje de ser potencial y se convierta en algo real. Yo creo que
precisamente una de las conclusiones modestas que habría que sacar de
esta tragedia es que nosotros ya tenemos organizaciones no
gubernamentales razonablemente operativas como para ser un factor
importante en la manera de acometer una tragedia como la que se está
viviendo en Ruanda; que, evidentemente, esto ni siquiera hubiera sido
imaginable hace diez años. Nadie hubiera podido venir a decir la
importancia que tiene nuestra participación en instituciones que, por
otra parte, no son nacionales, como no son nacionales ni Médicos sin
Fronteras ni Médicos Mundi, sino que participan dentro de una
estructuración que tiene su dimensión europea o su dimensión mundial. Por
tanto, yo creo que esta crisis pone de manifiesto, y así lo subraya mi
Grupo, la necesidad de potenciar aún más las organizaciones no
gubernamentales, pero desde el reconocimiento de que esas organizaciones
no gubernamentales han vivido un período de progreso extraordinariamente
considerable, y ello sin duda debido a las condiciones en que se ha
podido propiciar su desarrollo, y que esas condiciones no son fruto del
azar, sino de una acción de impulso de gobierno y de potenciación de la
articulación, vertebración de la propia sociedad.

Otra necesidad que se ha puesto de manifiesto, señor Ministro, es la
urgencia de quizá una mayor eficacia en algo que es relativamente nuevo,
como es la coordinación entre la acción pública y la privada en estos
mecanismos. Desde el Gobierno, las instituciones, los gobiernos de las
comunidades autónomas, tal o cual diputación que me consta que ha
intervenido en este problema, desde muchos ayuntamientos, hay que ver
cómo se interviene para que el propio Gobierno, otras instituciones del
Estado y organizaciones de la sociedad se articulen eficazmente para que
no se pierda, no se difumine en el camino la ayuda y que el esfuerzo de
todos tenga un máximo impacto sobre el terreno. Me parece que hay que
realizar un esfuerzo grande y todos tenemos nuestra parte de
responsabilidad en aportar ideas y ver cómo se hace en otros sitios.

Mi último comentario me llevaría a señalar mi preocupación, entendiendo
la buena voluntad de todo el mundo, porque la frustración que todos
tenemos, porque, evidentemente, no hemos sido capaces de resolver el
problema ni de evitarlo primero, nos lleve, como decía al principio, o a
una autoflagelación que nos mine la confianza necesaria para actuar en
toda la dimensión de nuestra responsabilidad, pero también que esa
frustración nos lleve a no entender cómo la intervención de tipo público
o la de tipo privado o social no es que sean incompatibles, sino que son
absolutamente complementarias.

A mí me preocupa una visión que ha desarrollado alguno de los compañeros
con los que tenemos más confianza y amistad en la propia Comisión sobre
que existe una notable ineficacia de las estructuras intergubernamentales
o gubernamentales y, en cambio, un enorme prestigio de las organizaciones
no gubernamentales. Creo que eso sólo se puede decir desde el hecho de no
haber estado sobre el terreno viendo hasta qué punto no es posible la
actuación de las organizaciones no gubernamentales sin, entre otras
cosas, la infraestructura que se les viene ofreciendo permanentemente
desde mecanismos de Naciones Unidas o de los propios gobiernos. No
hubiera podido llegar ni una persona ni un bisturí ni un frasco de
medicamentos si no hubiera habido una serie de aviones, que no son de las
organizaciones no gubernamentales, que son de las instituciones de
Naciones Unidas o de los gobiernos, que los están poniendo a disposición
de las organizaciones no gubernamentales en una cooperación que funciona
bien sobre el terreno. Ahí es donde, a veces, una imagen que se tiene
desde un medio de comunicación puede desorbitar la realidad. Cuando un
misionero dice, o se le hace decir, que son los pedigüeños y están
recurriendo a organizaciones



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internacionales como Médicos sin Fronteras para que se les proporcione
ayuda, en primer lugar, ese misionero ya pertenece a una entidad
internacional y, en segundo lugar, Médicos sin Fronteras es una
organización española o con su dimensión española. Da la impresión de
que, como esos misioneros españoles no han tenido ese mismo día el frasco
de medicina con la bandera española puesta, sino que han tenido que
recurrir a Médicos sin Fronteras, ya serían los pedigüeños. Mire usted,
esos misioneros son españoles, pero están allí con una bandera que
generalmente no es la bandera de España; por otra parte, esos misioneros
han recurrido a Médicos sin Fronteras y posiblemente entre los
medicamentos que han puesto a su disposición les habrán dado alguno que
ha salido de Ciudad Real, Zaragoza, Málaga o de algún otro punto de
nuestro país. Por lo tanto, hay que entender hasta qué punto la
cooperación pública al servicio muchas veces de la iniciativa social o
privada es indispensable para que ésta pueda llevarse a efecto.

Termino dando las gracias a todos, porque yo creo que en esta sesión se
da un gran nivel de consenso y de voluntad compartida de salir adelante
y, desde luego, yo, en nombre del Grupo Socialista, querría terminar
manifestando la emocionada solidaridad y compromiso que sentimos con
aquellos que sobre el terreno están actuando: con voluntarios civiles,
con religiosos, con funcionarios.

A este nivel también querría decir algo que quizá no sea superfluo y que
debamos mantenerlo en otras reflexiones ulteriores. Es que el papel, en
esta situación y sobre todo en futuras situaciones en función a ese
«nunca más» al que se refería el señor Rupérez, que juegan nuestras
Fuerzas Armadas y las Fuerzas Armadas de países de nuestro entorno, es
sencillamente insoslayable. Es decir, muchas veces desde nuestro propio
país hay voces que no entienden aparentemente la necesidad de unas
Fuerzas Armadas, con su disciplina, con su capacidad de movilización,
como mecanismo indispensable para cualquier estrategia que realmente
articulemos de cara a ese «nunca más» y, desde luego, en este caso
concreto. Lo decíamos antes: es que no ha entrado ningún voluntario, no
ha entrado ningún frasco de antibiótico, no ha entrado ningún kilo de
arroz que no sea llevado por aviones militares de nuestro país o de
nuestro entorno o del mecanismo europeo de coordinación que estemos en
condiciones de vertebrar en la infraestructura y en la ejecución de estos
proyectos.

Por lo tanto, también queremos manifestar nuestro respeto para aquellos
que están interviniendo, que están actuando, y que sepan todos hasta qué
punto desde el Parlamento de España en este mes de agosto, cumpliendo con
nuestra obligación, estamos todos apoyando la acción del Gobierno, pero
apoyando también la actuación de nuestros compatriotas, representantes
los unos, voluntarios los otros, mano, en definitiva, toda de la voluntad
social, yo creo que claramente expresada también en las palabras de unos
y otros en esta reunión.




El señor PRESIDENTE: El señor Ministro tiene la palabra.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Intervengo
para hacer algunas reflexiones sobre la intervención del Grupo
parlamentario Socialista, con quien estoy de acuerdo en la totalidad de
sus afirmaciones.

Sí quisiera resaltar, quizá, una parte de su intervención, que ha sido
novedosa en relación a las intervenciones de otros Grupos, y quisiera
resaltarla porque coincido con ella.

Todo el tema que tiene que ver con el tráfico de armas, con las armas que
llegan a estos países, que tienen unos niveles de renta bajísimos, que
tienen una situación desde el punto de vista humanitario a veces
terribles y que tienen presupuestos de defensa o de armamento que
ciertamente escandalizan, es algo que nos tiene que hacer pensar a todos.

Nos tiene que hacer pensar porque, al fin y al cabo, la comunidad
internacional industrializada es la que tiene la posibilidad de la
producción y el comercio de armas en una parte muy importante; tendría
que hacernos pensar también sobre algunos mecanismos que habría que tener
en cuenta para la ayuda humanitaria.

Yo he calculado que, en algún país --no quiero decir cuál--, la cantidad
de ayuda humanitaria que se le ha dado durante un período de tiempo --que
tampoco especificaré-- se ha destinado en una parte fundamental a
mantener la compra de armamentos. Si ese presupuesto no se hubiera
utilizado de esa manera, seguramente la situación real de ese país sería
mucho mejor.

Yo creo que algo tenemos que pensar también en el ámbito de la comunidad
internacional, o al menos en países como el nuestro, para tratar de poner
algunas ligaduras, algunos condicionamientos a la ayuda internacional,
para que en los propios países sus presupuestos estén equilibrados desde
el punto de vista de la componente militar. Esta es una reflexión que me
gustaría hacer, porque creo que por ese camino deberíamos seguir
avanzando y trabajando.

Las otras reflexiones del portavoz del Grupo Parlamentario Socialista las
comparto totalmente, y sí es verdad que a veces no nos damos cuenta de la
juventud que tiene en nuestro país toda la estructura de cooperación; la
estructura de cooperación en la Administración central, en las
administraciones no centrales, en las administraciones autonómicas,
ayuntamientos, etcétera, y en la propia sociedad civil, porque cuando
echamos la mirada atrás nos encontramos enseguida con que años ha, y no
muchos, había muy poca estructuración y muy poca conciencia de ello.

Lógicamente, no hace todavía quince años éramos un país que recibíamos,
no éramos donantes, sino receptores de ayuda internacional. En muy poco
tiempo hemos pasado de lo uno a lo otro y hemos estructurado un mecanismo
de ayuda a la cooperación. Si se molestan SS. SS. en mirar las cifras de
ayuda a la cooperación, verán que seguramente somos el país que en un
tiempo más corto ha crecido o ha tenido la velocidad de crecimiento de la
cooperación internacional mayor, y me gustaría que también quedara
constancia de eso, porque me parece que es importante que lo sepamos.

Somos a veces muy rápidos en nuestra propia autocrítica, y eso es bueno,
pero también tenemos que ser



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rápidos alguna vez en reconocer los aciertos que colectivamente hayamos
podido tener.

Sobre la relación público-privada, organizaciones no
gubernamentales-administraciones, ciertamente es verdad. Es muy difícil
que sin la cooperación de las administraciones públicas pueda llegar a
buen puerto una parte, no digo toda, pero sí una parte del apoyo que
socialmente las organizaciones no gubernamentales están realizando.

También quiero hacer una reflexión sobre la coordinación en el propio
ámbito de las distintas administraciones. Es perfectamente legítimo, sin
duda ninguna, el que cada administración, cada ayuntamiento, cada
diputación, cada comunidad tenga unas determinadas prioridades sobre
dónde le interesa, por las razones que sea --por proximidad, porque haya
emigrantes de esa comunidad o por lo que sea-- realizar con mayor
intensidad su cooperación internacional, pero a veces --también lo tengo
que decir-- la eficacia de todo este esfuerzo, el valor añadido de todo
este esfuerzo, cuando se coordina y se pone a disposición de un mismo
objetivo, es mucho mayor. Con esto no quiero que nadie me malinterprete,
pero ciertamente hay ocasiones en que merece la pena que esos esfuerzos
se pongan conjuntamente, se coordinen de una manera más eficaz, porque el
valor añadido que da esa coordinación es extraordinario.

Señor Presidente, yo acabo ya resumiendo lo que, a mi juicio, es quizá lo
más significativo de las intervenciones, por lo menos de la posición del
Gobierno. Los valores de solidaridad deben seguir siendo una guía de
nuestra acción. Es nuestra obligación el hacer una pedagogía social para
concienciar a quien todavía no lo esté. Estos temas de la solidaridad
internacional forman parte de lo que nos debe preocupar prioritariamente.

En segundo lugar, quiero hacer una reflexión sobre los instrumentos para
tener una mayor eficacia en esta acción internacional; instrumentos
nacionales que hay que poner a punto e instrumentos también
internacionales sobre los que tenemos que trabajar para que todo este
conjunto de acciones sea más eficaz mañana que lo que ha sido hoy.

Nada más, señor Presidente. Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Ministro.

Si yo he entendido bien, señor Ministro, usted ha ofrecido la posibilidad
de que antes de acabar la sesión pudiésemos tener alguna información
suplementaria sobre dos grandes problemas internacionales, como son los
de Haití y Bosnia en este momento. Naturalmente, dada la hora y la
situación que se produce, entiendo que sería muy difícil que esto diese
lugar a un debate, puesto que los portavoces tendrían que estar
preparados para ello. Quizá, si SS. SS. están de acuerdo, podríamos
utilizar todavía algún tiempo para que el señor Ministro nos dé una
información sin debate, al menos que algún portavoz considere luego
necesario añadir algunas cosas. ¿Les parece bien a todos ustedes que
podríamos prolongar la sesión? (Asentimiento.) Muy bien.

Pues, teniendo en cuenta el acuerdo, que yo creo que es unánime, el señor
Ministro tiene la palabra para informarnos.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Yo estoy
dispuesto, en cualquiera de las comparecencias, incluso fuera del orden
del día, a tratar de dar las últimas informaciones que obren en poder del
Gobierno, sin que esto signifique que se quiera hurtar un debate
posterior. Entiendo que, por ejemplo, sobre Haití a lo mejor merece la
pena que, aparte de la información que hoy pueda dar, tengamos un debate
para clarificar posiciones y ver dónde se sitúa cada uno ante este
terrible conflicto.

Sobre Haití, conocen ustedes que hay una resolución del sábado pasado por
la tarde que España ha apoyado. España ha trabajado, en el ámbito del
Consejo de Seguridad, para incorporar a esa resolución solicitudes,
sugerencias de países amigos, fundamentalmente de países latinoamericanos
que no estaban representados en el Consejo de Seguridad. Hemos dicho, y
reitero una vez más, que la resolución, a nuestro juicio, es excepcional,
para una situación que también entendemos que es excepcional, por muchas
razones: por la violación masiva y sistemática de derechos humanos que se
ha producido y por la implicación que el propio Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas ha tenido a lo largo de estos años en relación con Haití.

Les recuerdo que las elecciones democráticas de Haití que llevaron a la
elección del Presidente Aristide fueron también vigiladas y controladas
por Naciones Unidas; es decir que ha habido desde el inicio una gran
involucración del Consejo de Seguridad y de Naciones Unidas en el
desarrollo democrático de Haití. Hubo todos los acuerdos de la Isla de
Gobernadores, fruto de resoluciones del Consejo de Seguridad, que han
sido sistemáticamente incumplidos. Por tanto, a nuestro juicio es una
situación claramente excepcional desde el punto de vista político y
humanitario que requería una respuesta excepcional.

¿Se va a poner en marcha al final esta resolución, que, como saben, tiene
dos etapas? Es algo que todavía no se sabe. El deseo de todos nosotros,
desde luego, es que la mera aprobación de la resolución disuada a las
personas que están ocupando el poder ilegítimamente y dejen paso a las
autoridades legítimas de Haití. Nuestra preocupación en aquel momento, y
la transmito hoy, tenía fundamentalmente tres elementos: el primero, la
excepcionalidad de la misma, que se puso de manifiesto claramente en la
intervención de nuestro embajador; el segundo, que hubiera una solicitud
de las autoridades legítimas de Haití --como saben, el Presidente
Aristide hizo una apelación al Consejo de Seguridad pidiendo que se
pusieran en marcha todas las medidas a su alcance para resolver la
situación--, y el tercero, una mayor clarificación en el papel del
Secretario General de Naciones Unidas en la operación, fundamentalmente
en un momento delicado como seguramente será el paso de la primera fase a
la segunda. La primera fase, les recuerdo, es una operación
multinacional, y la segunda fase es una operación más clásica del sistema
de Naciones Unidas de mantenimiento de la paz. Toda la transición de



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la primera a la segunda y el papel que el Secretario General y el Consejo
van a tener son temas que tratamos de incorporar en la resolución.

Les diré también que personalmente tuve contacto no solamente con el
Secretario de Estado americano antes de la aprobación, sino con los
países del Consejo de Seguridad y con un buen número de países amigos
latinoamericanos, para tratar de coordinar nuestra posición. No ha habido
unanimidad, pero sí entiendo que la posición mayoritaria era la que hemos
tratado de mantener.

La segunda cuestión sobre la que les quería dar información es sobre
Bosnia. Conocen SS. SS. lo que ha acontecido en Bosnia en las últimas
semanas, la reunión el sábado del grupo de contacto y el fracaso en
cuanto a la respuesta del Parlamento de Pale. Hay algún optimismo en este
momento, aunque quizá decir optimismo sería una exageración, pero las
declaraciones de Milosevic de las últimas horas quizá pueden apuntar a
que los propios serbios de Bosnia se encuentren en este momento ante una
encrucijada que tienen que resolver, a nuestro juicio, de la manera más
favorable posible para el bien de todos, que es la aceptación del plan de
paz. Decir que hay optimismo por las declaraciones de Milosevic no quiero
llevarlo más allá de sus justos términos, porque cuántas veces, a lo
largo de los últimos años, hemos visto declaraciones de los líderes
serbios, incluido Milosevic, que luego no han conducido al resultado que
deseamos, pero sí es cierto que en este momento las declaraciones han
sido claras con relación a su solicitud en cuento a los serbios de
Bosnia. Lo que se les ha hecho llegar, al menos por parte de España, es
que tienen en su mano una fórmula más eficaz que las palabras, que
seguramente sería sellar la frontera entre Serbia y los serbios de
Bosnia. El sellado de esa frontera para la imposibilidad del tránsito de
lo que hoy desgraciadamente está atravesando esa frontera sería más útil,
desde el punto de vista de la solución del conflicto, que cualquier
declaración que el señor Milosevic pudiera hacer.

No hay más información en este momento que la que les acabo de dar, pero
muy probablemente a lo largo de las próximas semanas la haya. Información
que desearíamos que fuera positiva, que fuera buena, y si fuera así, o en
cualquier caso si no hay necesidad para reunir una Comisión, lo que haría
sería ponerme en contacto con los responsables de los grupos
parlamentarios para darles puntual información de los acontecimientos tal
y como se vayan desarrollando, tanto en lo que se refiere a Haití cuando
en lo que se refiere a Bosnia. Si así les parece, les daría la lata
durante el verano si acontece alguna cosa negativa. Espero que no sea
así.




El señor PRESIDENTE: ¿Algún Grupo desea hacer uso de la palabra? (Pausa.)
Por el Grupo de Izquierda Unida tiene la palabra el señor López Garrido.




El señor LOPEZ GARRIDO: Brevemente para agradecer la información dada por
el señor Ministro sobre las cuestiones de Haití y Bosnia y para hacer
alguna breve puntualización sobre la forma en la que vemos este tema
desde el Grupo Parlamentario Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya.

En cuanto al asunto de Bosnia hay que desear que al fin se llegue a una
paz duradera en el castigado territorio de la ex Yugoslavia. Aquí estamos
ante uno de los casos a lamentar en cuanto a la posición dubitativa e
impotente que ha llevado a cabo la Unión Europea, desprovista de
instrumentos de intervención en estos casos, que es lo mismo que decíamos
en relación con el asunto de Ruanda anteriormente. En este caso, hubo, al
menos, una acción común de la Unión Europea bastante simbólica, ya que la
Unión Europea se ha convertido en una mera pagadora de cheques en cuanto
al tema de las acciones internacionales, pero sin capacidad de decisión y
presencia política. Por tanto en este tema relacionado con Bosnia hay que
esperar que, por fin, este último plan de paz dé resultados y que en los
próximos tiempos la Unión Europea pueda estar a la altura de las
circunstancias en este territorio cercano, de absoluto interés común para
la Unión Europea, pero en el que ni siquiera fue capaz de poder prevenir
o intervenir adecuadamente en el trágico conflicto.

En cuanto al asunto de Haití nosotros estamos en desacuerdo con la
posición adoptada por España en la votación que hubo en relación con este
asunto. Creemos que es muy peligrosa la decisión que se ha tomado. Por
supuesto que condenamos absolutamente el régimen que impera en Haití en
este momento y tiene nuestro apoyo absoluto el presidente Aristide, que
es el auténtico presidente de Haití. Sin embargo, no es por casualidad
que, excepto Argentina, ni un solo país latinoamericano haya apoyado esta
intervención que se prefigura en Haití, que esperemos que no pase de ser
un elemento disuasorio, pero que se prefigura en Haití, y nada puede ser
disuasorio si no tiene unas características de una intervención posible,
creíble. El hecho de que la supervisión de las Naciones Unidas sea
posiblemente ejecutada por Estados Unidos convierte la supervisión de las
Naciones Unidas en algo que es mejor que no existiera porque al final se
convierte en un aval para una intervención que administra a su leal
entender Estados Unidos. Las precedentes intervenciones bélicas de
Estados Unidos en la zona del llamado «patio trasero» de los Estados
Unidos no son como para considerar que puede haber buenos resultados en
un futuro en cuanto a esta supuesta intervención. Nos parece que es
peligroso adoptar estas iniciativas, los países de la zona así lo han
entendido y, por tanto, nosotros manifestamos nuestro desacuerdo en que
se pueda llevar a cabo esta intervención que está avalada
desgraciadamente por Naciones Unidas.




El señor PRESIDENTE: Señorías, entiendo que no se trata de abrir un
debate. La información que nos ha suministrado el señor Ministro se
refería a los últimos datos que se conocían, pero a título informativo.

Yo entendía que las intervenciones de los grupos tenían que ser para
solicitar algún complemento de información, pero no para abrir un debate
a estas alturas, para el que la Comisión no está preparada en este
momento. En todo caso alargaríamos mucho el horario.




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De todas maneras, el señor Ministro me ha pedido la palabra y se la
concedo.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Señor
Presidente, yo sólo he tratado de dar una información, pero sí quiero que
haya debate, no digo en este momento, pero desde ahora mismo solicito
comparecer para hablar sobre estos dos temas porque no pueden quedar
zanjados en un debate de minuto y medio.

No estoy de acuerdo con algunas posiciones que se han mantenido. Me
parece, además, que son contradictorias con lo que se defiende del
derecho de injerencia humanitaria. Por lo tanto, quisiera expresar la
posición del Gobierno en el momento en que la Comisión lo estime
oportuno. Yo estaré todo el verano aquí y estoy dispuesto a venir cuando
a SS. SS. les parezca bien.




El señor PRESIDENTE: Efectivamente, la Comisión lo decidirá cuando lo
estime oportuno.

Se levanta la sesión.




Eran la una y cuarenta minutos de la tarde.