Ruta de navegación

Publicaciones

DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 104, de 25/01/1994
PDF





CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
COMISIONES
Año 1994 V Legislatura Núm. 104
ASUNTOS EXTERIORES
PRESIDENTE: DON JORDI SOLE TURA
Sesión núm. 10
celebrada el martes, 25 de enero de 1994



ORDEN DEL DIA:
--Comparecencia, a petición propia, del señor Ministro de Asuntos
Exteriores (Solana Madariaga), para informar sobre la Cumbre de la
Alianza Atlántica, que ha tenido lugar los días 10 y 11 de enero. (Número
de expediente 214/000039.)



Se abre la sesión a las diez y cinco minutos de la mañana.




El señor PRESIDENTE: Señorías, vamos a dar comienzo a esta sesión, con la
comparecencia del señor Ministro de Asuntos Exteriores a petición del
Gobierno, para informar sobre la cumbre de la Alianza Atlántica que tuvo
lugar los días 10 y 11 de enero.

Doy la bienvenida al señor Ministro y le cedo la palabra.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Señor
Presidente, quisiera agradecer a SS. SS. la oportunidad que me brindan de
explicar, en nombre del Gobierno, la cumbre de la Alianza Atlántica de
los días 10 y 11 de enero que tuvo lugar en Bruselas. Sé que algunos
grupos parlamentarios habían solicitado esta comparecencia, y les
agradezco, por tanto, que sean copatrocinadores de esta sesión.

Trataré de dividir la intervención en seis apartados. En primer lugar,
una brevísima introducción histórica de la



Página 3322




preparación de esta cumbre. En segundo lugar, les diré unas cuantas
palabras sobre el vínculo transatlántico que se trató en la cumbre de
Bruselas. En tercer lugar, trataré brevemente del tema importante de la
adaptación de la Alianza Atlántica a la nueva situación de la seguridad
europea, que, a su vez, dividiré en tres partes: primero, la ampliación
de la Asociación para la Paz, que creo que fue uno de los elementos
claves de esta cumbre; segundo, la identidad europea de defensa y la
Alianza Atlántica, y, tercero, la adaptación de la Alianza a las
operaciones de mantenimiento de la paz.

El cuarto punto que me gustaría tratar, aunque fuera brevemente, es el
Mediterráneo en la Alianza Atlántica a través del resultado de la cumbre.

En quinto lugar, las reflexiones que sobre Yugoslavia se produjeron en la
cumbre. Y, en sexto lugar, decir algunas palabras sobre el tema de la no
proliferación de armas de destrucción masiva, que fue también una de las
cuestiones que se trataron en la cumbre.

Empiezo por el primer punto, una brevísima introducción y los
antecedentes de esta importante cumbre.

Como SS. SS. saben bien, la anterior reunión de Jefes de Estado y de
Gobierno de la Alianza Atlántica se celebró en Roma en noviembre de 1991.

Recordarán SS. SS. que aquélla fue una reunión muy importante, una
reunión sustancial, en la que se aprobó el nuevo concepto estratégico de
la Alianza y el inicio de una colaboración más estrecha de cooperación
con los países de Europa central y oriental, mediante el establecimiento
del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte.

Sin embargo, señor Presidente, los acontecimientos tan importantes que
desde entonces han venido teniendo lugar en el panorama de la seguridad
europea reclamaban --y así tuve la oportunidad de comentarlo repetidas
veces con mis colegas de otros países y con los responsables de los
grupos parlamentarios a lo largo del año pasado-- la celebración de una
nueva cumbre.

Sin pretender ser exhaustivo podríamos destacar, entre otros
acontecimientos que llamaban a la celebración de esta cumbre, los cambios
dramáticos ocurridos en el entorno de Rusia, empezando por la propia
desaparición de la Unión Soviética; el afloramiento de tensiones y
conflictos en Europa, que conforman gran parte de los nuevos riesgos a
nuestra seguridad, y la entrada en vigor, no hace muchas fechas, del
Tratado de la Unión Europea, que señala el comienzo de la política
exterior y de seguridad común para Europa.

La convocatoria y la preparación de esta cumbre de la Alianza ha sido el
producto de un proceso largo de consultas entre todos los aliados, en el
cual el Gobierno de España ha participado de forma particularmente
activa. Les recordaré que tanto en las reuniones bilaterales que
precedieron a esta cumbre que hemos celebrado en los últimos meses con
Estados Unidos, Francia, Alemania y Portugal, como en las reuniones
ministeriales en las que he tenido el honor de participar en nombre del
Gobierno, hemos dedicado una atención muy especial a los temas que se
trataron.

Por su parte, los Ministros de Defensa de los países aliados también
contribuyeron a este esfuerzo en las reuniones que celebraron, quizá la
más importante la de Travemunde en octubre pasado, y en Bruselas en
diciembre. Finalmente, tanto el Ministro de Defensa, señor García Vargas,
como yo mismo, asistimos al Consejo ministerial de la Unión Europea
Occidental que se celebró en Luxemburgo en noviembre, que también se
dedicó, en gran medida, a preparar, desde una perspectiva propiamente
europea, la cumbre de la alianza en enero.

Ha sido, señor Presidente, señorías, un proceso largo, un período intenso
de preparación el que nos ha permitido llegar a esta cumbre de Bruselas
con la certeza de poder avanzar de un modo significativo en el proceso de
fortalecimiento de la seguridad en nuestro continente. Creo que los
resultados han sido importantes. Si tuviera que sintetizar de algún modo
lo que han sido las aportaciones de esta cumbre de la Alianza, la mejor
forma sería resumirla en un binomio: reafirmación y transformación.

Reafirmación de los caracteres más fundamentales de la Alianza e inicio
también de una nueva fase de continuada transformación para adaptarse a
los requerimientos de la nueva situación de seguridad en el continente.

Paso, señor Presidente, brevemente también, a relatarles al primer punto
de los que se trataron, es decir, el reforzamiento del vínculo
transatlántico.

Es conveniente señalar, ante todo, que esta cumbre ha puesto de
manifiesto un acuerdo pleno entre todos los aliados, dieciséis, de que en
el todavía confuso panorama de la seguridad europea sigue siendo
imprescindible que mantengamos una Alianza Atántica con vínculo
transatlántico fuerte, es decir, una Alianza del Atlántico Norte
cohesionada y eficaz.

Aunque el final de la guerra fría ha traído una esperanza firme de una
nueva era de paz en Europa, es también indudable que nuestros países
necesitan hoy, para garantizar su seguridad, del sistema de defensa
colectivo que supone la Alianza Atlántica. La presencia de la OTAN es
necesaria no sólo para garantizar su fin esencial de disuadir contra una
agresión y organizar la defensa colectiva de sus Estados miembros, sino
también para proyectar estabilidad en toda Europa. Esto es algo que no
dejan de repetirnos, una y mil veces también, los países de la Europa
central.

Un elemento esencial de esta alianza eficaz y cohesionada es la vitalidad
que entendemos debe continuar en su vínculo transatlántico, que refleja
el compromiso recíproco de los aliados europeos y norteamericanos para el
logro de una estabilidad y de una seguridad mayor en Europa.

En esta cumbre, señor Presidente, señorías, este recíproco compromiso se
ha visto renovado, por un lado, mediante un anuncio hecho por el propio
Presidente Clinton de que Estados Unidos mantendrá una presencia militar
significativa en Europa, y, por otro lado, por la clara disposición
manifestada por los países europeos para asumir mayores responsabilidades
en el ámbito de la seguridad y de la defensa, que debe contribuir así a
reforzar el llamado pilar europeo de la Alianza Atlántica.




Página 3323




Paso a desarrollar el segundo punto al que les he hecho referencia en mi
introducción, que es el proceso de adaptación de la Alianza a una nueva
situación de seguridad en Europa.

Al mismo tiempo de esta reafirmación del carácter indispensable de la
OTAN, esta reunión debía ser acompañada del inicio de una nueva fase en
la transformación de la propia Alianza para responder al menos a cuatro
necesidades que se plantean ante la nueva situación de seguridad en
Europa. Primero, el reforzamiento de la seguridad europea en su conjunto,
incluyendo una particular consideración de las preocupaciones legítimas
de seguridad de los países de Europa central que habían solicitado
adherirse a la Alianza. Esto había llevado a una reflexión sobre una
ampliación posible de la Alianza que, obviamente, debía también abordarse
al máximo nivel con ocasión de esta cumbre.

Segundo, facilitar, en consonancia con el desarrollo progresivo de una
dimensión de defensa europea, una contribución mayor de los aliados a la
seguridad de nuestro continente, definiendo unas líneas de actuación y
unos procedimientos técnicos que posibilitasen, en condiciones
determinadas, la realización, por parte de la Unión Europea Occidental,
de operaciones militares autónomas pero complementarias con la Alianza
Atlántica.

Tercero, la adaptación de las estructuras de la Alianza a los nuevos
retos de seguridad en Europa, con el fin de aprovechar al máximo su
eficacia militar también en el marco de las operaciones de gestión de
crisis y mantenimiento de la paz que le puedan ser encomendadas, ya sea
por Naciones Unidas o por la CSCE.

Y cuarto, dedicar una atención mayor, por parte de la Alianza Atlántica,
a las cuestiones de seguridad en la región del Mediterráneo, puesto que
la seguridad de la Alianza no puede desligarse de la estabilidad y la
seguridad de todos los países de dicha región.

Ya conocen, señor Presidente, señorías, que la cuestión de una posible
ampliación de la OTAN y la propuesta de Asociación para la Paz era quizá
el tema central de esta cumbre y, como he señalado antes, a él veníamos
consagrando todos los aliados un amplio proceso de reflexión. Se trataba,
en esencia, de analizar el modo de reforzar la seguridad del continente
europeo en su conjunto tras la desaparición de los bloques que durante
largos años enfrentaron a sus regiones occidental y oriental. Más en
concreto, debíamos atender debidamente las legítimas preocupaciones de
seguridad de los nuevos regímenes democráticos de Europa central que
veían su adhesión a la Alianza Atlántica quizá como la fórmula mejor para
hacer frente a dichas preocupaciones.

Desde un punto de vista puramente conceptual cabrían dos enfoques básicos
sobre esta cuestión. El primer enfoque propugnaba iniciar inmediatamente,
incluso ya a partir de esta cumbre de enero, un proceso de ampliación de
la OTAN para integrar a algunos de los países de Europa central. Ello
implica, inevitablemente, un intento de seleccionar, de entre ellos, los
candidatos potenciales, cuando era evidente que, en general, los países
del centro y del este de Europa no se encontraban todavía suficientemente
avanzados en sus procesos de reforma para poder incorporarse a corto
plazo a la Alianza Atlántica. El segundo, el que entendía que el
verdadero problema no era que la cumbre decidiera una ampliación
inmediata de la Alianza, por mucho que algunos planteasen esta opción en
términos de polémica casi dramática, sino más bien sentar las bases para
el desarrollo de un nuevo sistema de seguridad cooperativa, en el que
tuviesen cabida todos los Estados europeos sin exclusiones.

Señorías, la preferencia de los dieciséis aliados se decantó pronto por
este segundo enfoque, que todos estimamos que era más ambicioso, más
solidario, pero también más realista y conveniente. Más ambicioso y
solidario, señorías, porque lo que queríamos era diseñar un sistema que
nos permitiese seguir avanzando hacia el logro de una mayor seguridad en
el continente europeo en su conjunto, evitando la creación de una nueva
división de Europa o el riesgo de debilitar los todavía precarios
procesos de reforma política y económica en países como Rusia o como
Ucrania. Lo contrario, señorías, podría ser contraproducente no sólo para
nuestra propia seguridad, sino también para la seguridad de los mismos
países de la Europa central. Realista porque era evidente que el proceso
de incorporación de los países de Europa central y oriental a las
estructuras occidentales de seguridad, y en concreto a la Alianza, debía
pasar, de forma necesaria, por una primera etapa que permitiera la
homologación progresiva de sus doctrinas y de sus estructuras políticas y
militares con los países miembros de la Alianza. No se trata,
lógicamente, de negar la posibilidad de que estos países ingresen un día
como miembros de pleno derecho de la Alianza, sino más bien precisamente
de posibilitar que su integración en la misma se haga en las condiciones
mejores. Desde esta perspectiva, la cuestión de la ampliación de la
Alianza no es, por tanto, de si hay que llevarla a cabo, sino de cuándo y
de cómo debe tener lugar.

De acuerdo con este planteamiento, señorías, la cumbre de Bruselas
recoge, ante todo, una afirmación al máximo nivel de que consideramos
posible y esperamos que en el futuro se lleve a cabo una ampliación de la
Alianza a estos nuevos países democráticos de Europa. Al mismo tiempo se
promueve un progresivo acercamiento a la Alianza de los países de Europa
central y oriental mediante lo que se ha dado en llamar la Asociación
para la Paz.

Comprendo, señor Presidente, que la propuesta que realiza la OTAN pudiera
no satisfacer plenamente los deseos de aquellos que habían expresado su
voluntad de adherirse lo antes posible al Tratado de Washington, sin
embargo, si tenemos en cuenta la acogida positiva que la Asociación para
la Paz ha tenido ya en todos los países de Europa central y oriental,
debemos concluir que todos ellos comparten nuestra misma preocupación por
sentar las bases de un nuevo marco de seguridad en el continente europeo
del que no quede excluido ningún país, sino, al contrario, que sea el
producto de una cooperación del conjunto de los países europeos. Es
conveniente subrayar, además, desde el punto de vista de la solidaridad
del



Página 3324




conjunto europeo, el valor que la Asociación para la Paz tendrá no sólo
entre la OTAN y los países del centro y del este de Europa, sino también
entre estos últimos entre sí.

Es importante, señor Presidente, señorías, destacar que el propio
contenido de la Asociación para la Paz abre, en este sistema de
relaciones con los países del centro y del este de Europa, unas
perspectivas hasta ahora inéditas. No solamente prevé la realización de
operaciones militares conjuntas con los países de la Alianza --con lo que
conlleva en términos de planeamiento, entrenamiento y ejercicios
conjuntos--, sino también el otorgamiento de un derecho a celebrar
consultas con todos los miembros de la Alianza si perciben una amenaza
directa a su seguridad.

Paso brevemente a desarrollar la complementariedad entre la Alianza
Atlántica y la identidad europea de defensa.

Señor Presidente, señorías, como señalé al principio, el desarrollo del
proceso de integración europea en su dimensión de seguridad y defensa
hace necesario, por otra parte --especialmente tras la entrada en vigor
del Tratado de Maastricht--, adecuar la propia Alianza Atlántica a esta
nueva realidad política. Quiero destacar, en este sentido, la importancia
que a mi juicio tiene la determinación con que la cumbre de la Alianza ha
apoyado el desarrollo de la identidad europea de seguridad y defensa, que
tras la entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea estamos
construyendo en el marco de la política exterior de seguridad común y de
la Unión Europea Occidental. Esta determinación es, a mi juicio, el
reflejo de los avances que han tenido lugar en la posición, tanto de los
Estados Unidos de América como de los aliados europeos.

Por un lado, señor Presidente, se puede percibir una actitud a mi juicio
mucho más abierta ahora de Estados Unidos hacia la construcción de la
identidad europea de defensa, en un claro cambio respecto a posiciones
asumidas por administraciones norteamericanas anteriores; posición que,
además, no esconde una voluntad de desvincularse de los problemas de
seguridad en Europa, puesto que, como ya he mencionado, en esta misma
cumbre de Bruselas, Estados Unidos ha reafirmado al máximo nivel, por
boca de su Presidente, su compromiso para mantener una presencia militar
significativa en el continente.

Por otro lado, por lo que se refiere a los aliados europeos, todos,
insisto, hemos destacado en esta reunión nuestra firme voluntad en
avanzar en el reforzamiento de esta dimensión de seguridad y defensa del
proceso de integración europea y del llamado pilar europeo de la Alianza.

Se disipan, señor Presidente, señorías, los recelos de aquellos que en el
pasado veían en la identidad europea de defensa una competidora y no un
complemento a una estructura de defensa transatlántica. Lo que es más,
señor Presidente, la cumbre acuerda dar una concreción práctica a los
principios de compatibilidad y complementariedad mediante la creación de
unas capacidades separables, pero no separadas, que permitirán, evitando
tanto innecesarias duplicaciones como una subordinación de una
organización a la otra, que los recursos colectivos de la Alianza puedan
ser utilizados en operaciones militares que lleven a cabo los países
europeos en el marco de la Unión Europea Occidental. Prueba de ello es
que, como sus señorías saben, se acordó desarrollar el concepto de una
fuerza operativa combinada, conjunta, sin descartar tampoco otro tipo de
transformaciones que más adelante puedan aparecer como necesarias. La
Alianza no solamente debe adaptarse a esta nueva identidad europea de
defensa, sino que debe hacerlo también para ser útil en las operaciones
de mantenimiento de la paz, y más tarde me referiré a ello.

Lógicamente, los cambios que con el fin de la guerra fría tienen lugar en
el panorama de la seguridad europea, y en particular la naturaleza
distinta de los conflictos --ya sean reales o potenciales-- a los que se
enfrenta en nuestro continente, hacen, sin duda, necesario que la OTAN
lleve a cabo nuevas misiones, son misiones encaminadas a prevenir los
conflictos o a gestionar las crisis, en particular a través de
operaciones de mantenimiento de la paz que la Alianza Atlántica lleva a
cabo a petición, ya sea de Naciones Unidas o, en su caso, bajo la
responsabilidad de la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa en
tanto que organismo regional de Naciones Unidas.

Para que estas nuevas funciones de la Alianza puedan planificarse y
desarrollarse de la forma más útil posible y más eficaz, es necesario, a
su vez, modificar sus estructuras militares, pensadas y dirigidas, como
es bien sabido, a hacer frente a una amenaza de carácter muy distinto. Es
esto precisamente lo que ha decidido la cumbre: adaptar las estructuras y
procedimiento de la Alianza para, sin descuidar la función tradicional de
defensa colectiva, facilitar la respuesta más rápida, una respuesta más
flexible a las peticiones de intervención en este nuevo tipo de misiones,
incluyendo también la posibilidad de una cooperación más estrecha con
otros países europeos no miembros de la Alianza.

Con esto cierro la parte correspondiente a la adaptación de la Alianza a
la nueva situación de seguridad en Europa que formó parte, lógicamente,
del bloque esencial del debate de la cumbre.

Dos palabras sobre la seguridad en el Mediterráneo. Como sus señorías
saben, desde hace algún tiempo el Gobierno español venía considerando que
la nueva situación de seguridad europea requería, desde otro punto de
vista distinto, que la Alianza prestase una atención creciente, una
atención mayor a la estabilidad y a la seguridad en la región del
Mediterráneo. Para promover esta idea España presentó una propuesta que
contó, desde el primer momento, con el apoyo de algunos otros aliados
mediterráneos, dirigida a trasladar a todos los aliados la lógica
sensibilidad respecto a la necesidad de esforzarnos para lograr una
estabilidad mayor en el norte de Africa y en la región del Mediterráneo
en su conjunto. Entendíamos que los recientes y esperanzadores
acontecimientos en el proceso de paz en Oriente Medio debían permitirnos
contemplar nuevas perspectivas con mayor confianza y con un mayor
entendimiento en la región del



Página 3325




Mediterráneo que la OTAN debía también ser capaz de aprovechar.

El mandato al Consejo permanente, que en este sentido se recoge en la
declaración de la cumbre, para que continúe examinando esta situación y
alentando todos los esfuerzos dirigidos a reforzar esa estabilidad
regional, es, por tanto, un importante primer paso, estimamos, en la
dirección adecuada. Trabajaremos ahora para desarrollar este mandato al
Consejo permanente, que, a nuestro modo de ver, debería un día aprobar el
inicio de unos contactos con determinados países del sur del Mediterráneo
destinados, mediante el diálogo en materia de seguridad, a reforzar la
paz y la estabilidad de toda esa región.

Señor Presidente, señorías, la cumbre de la Alianza trató también el tema
de Yugoslavia; lo hizo desde la perspectiva de la Alianza Atlántica, como
no podía ser de otra manera. En esta primera intervención brevemente diré
cuáles son los resultados de la cumbre, para pasar, en el turno de
preguntas, si a sus señorías y a la Presidencia les parece bien, a dar
las últimas informaciones que poseo en este momento sobre el desarrollo
del conflicto en Yugoslavia.

El tratamiento que la cumbre de la Alianza da al conflicto de la antigua
Yugoslavia lógicamente está en la línea de los acuerdos que ya había
tomado la Alianza Atlántica durante el mes de agosto, para ser más
explícito los días 8 y 9 de agosto, sobre las posibilidades de acciones
aéreas para conseguir que la ayuda humanitaria llegara allí donde fuera
necesario que llegara y también para proteger a las fuerzas de Unprofor.

Quizá la precisión más específica que se realiza en la cumbre de la
Alianza tiene que ver con dos extremos. El primero, la rotación de las
fuerzas de Unprofor en Srebrenica, que como saben SS. SS. en este momento
está rodeada por soldados del contingente canadiense que quieren ser
relevados por el contingente de Holanda, y a los que en este momento no
se les permite realizar esta rotación. Se llegó al acuerdo, a través de
los mecanismos de Naciones Unidas, de que para que esa rotación fuera
eficaz se pudieran realizar incluso ataques aéreos. Como saben SS. SS.,
en este momento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en la
Secretaría General, se están haciendo los análisis pertinentes para que
esas decisiones se puedan llevar a efecto.

La segunda cuestión tenía que ver con el compromiso de la apertura del
aeropuerto de Tuzla, que, como SS. SS. saben, se encuentra en la parte
este de Bosnia. Se entiende que su apertura tendría consecuencias
enormemente positivas para el desarrollo de la ayuda humanitaria, aunque
se encuentran dificultades por parte de los serbios. También se dio una
instrucción por parte de la Alianza Atlántica para que el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas hiciera los planes correspondientes para que
esa operación se pudiera llevar a efecto. A esas dos concreciones se
llegó en la cumbre de la Alianza, más allá de ratificar los acuerdos ya
tomados los días 8 y 9 de agosto de 1993.

Me gustaría subrayar que a veces, contrariamente a lo que se opina, la
Alianza Atlántica está realizando una labor útil en relación con el
conflicto de Yugoslavia. A veces no se percibe por parte de las opiniones
públicas, pero me gustaría subrayar que la labor que la Alianza Atlántica
está realizando en función del desarrollo de los acontecimientos
desgraciados y escandalosos de Yugoslavia es útil y positiva.

Una palabra más sobre el último tema que se trató, que tiene que ver con
la no proliferación de armas de destrucción masiva. Sus señorías saben
bien que uno de los grandes problemas de esta hora es el riesgo de
proliferación de armas de destrucción masiva. Ese es el nuevo riesgo que
ha aparecido tras el final de la guerra fría y, por tanto, todos los
aliados compartimos una preocupación especial por los peligros de esa
proliferación. Nuestro país ha sido siempre consciente de ese riesgo y
tradicionalmente hemos dedicado una atención especial a las medidas
tendentes a prevenir una proliferación de estas armas.

Entendíamos que en la cumbre de la Alianza debía también dedicarse una
atención mayor a estos problemas, incluyendo sus posibles implicaciones
militares, con el fin de completar los esfuerzos que a este respecto se
llevan a cabo en otros foros y a través de otros instrumentos. Por ello,
en la cumbre se incluye un mandato para elaborar lo que pudiéramos llamar
una política global en relación con la proliferación de armas de
destrucción masiva de la que hasta este momento la Alianza Atlántica
carece.

Señor Presidente, para no alargarme voy a tratar de concluir de la
siguiente manera. Entiendo que esta cumbre ha tenido gran importancia. Ha
sido una de las cumbres, desde nuestro punto de vista, más eficaces. Ha
venido bien preparada, con un trabajo previo largo y serio que se inicia
más allá de la sesión celebrada en Atenas en el verano y que creo que ha
tenido consecuencias importantes.

Si tuviera que resumirlas, serían las siguientes. En primer lugar, ha
aportado una respuesta solidaria y realista a las preocupaciones que en
materia de seguridad venían expresando determinados países de la Europa
central. Las reacciones que desde estos países se están produciendo en
las últimas fechas a la Asociación para la Paz avalan ese convencimiento
de los 16 aliados de que la solución dada a esta cuestión, cuestión
especialmente delicada y compleja de la ampliación de la Alianza, ha sido
la correcta.

En segundo lugar, tras la cumbre la identidad europea de defensa se ve
reforzada, no sólo en el terreno de los principios, sino también a través
de mecanismos prácticos que harán posible su desarrollo operativo.

En tercer lugar, la propia Alianza mejorará su eficacia para contribuir a
operaciones de mantenimiento de la paz gracias a la reforma de sus
estructuras y de sus procedimientos de carácter militar.

En cuarto lugar, recogiendo ideas y sugerencias de España y de algunos
otros países mediterráneos, la Alianza contribuirá, a partir de esta
cumbre, a la búsqueda de mecanismos encaminados al reforzamiento de la



Página 3326




estabilidad y de la seguridad de la región a través del Mediterráneo.

Son los resultados, señor Presidente, señorías, que el Gobierno español
considera importantes, que cumplen las metas que nos propusimos al
preparar la cumbre y que, como he dicho, fueron objeto de un amplio
proceso de consultas con todos nuestros aliados a lo largo de varios
meses.

Nuestra satisfacción, señor Presidente, por el resultado de esta cumbre
no nos hace olvidar, sin embargo, que el nuevo sistema de seguridad
europeo precisa aprovechar también al máximo las posibilidades y las
capacidades de actuación que en esta materia ofrecen las demás
organizaciones --CSCE, la Unión Europea, la Unión Europea Occidental, el
Consejo de Europa-- que, junto con la Alianza Atlántica, conforman lo que
se conoce como la nueva arquitectura europea.

En todos estos foros España continuará también trabajando para conseguir
un continente, el nuestro, más estable; un continente, el nuestro, más
seguro y en cuyas estructuras de seguridad puedan un día integrarse
plenamente todos los Estados que hoy lo componen.




El señor PRESIDENTE: Vamos a dar comienzo al turno de intervenciones para
que los diversos grupos parlamentarios formulen sus posiciones, preguntas
u observaciones, por diez minutos. En aplicación de los artículos 203,
apartado 2, y 75, apartado 4, vamos a empezar de menor a mayor. Por
consiguiente, tiene la palabra el representante del Grupo Mixto, señor
González Lizondo.




El señor GONZALEZ LIZONDO: Señor Ministro, la OTAN --Organización del
Tratado del Atlántico Norte--, constituida en el año 1949 como sistema
defensivo internacional, agrupa a 14 Estados de pleno derecho...




El señor PRESIDENTE: Le ruego, señor González Lizondo, que se acerque más
al micrófono. Ya sabe que ésta es la cruz que tenemos en esta sala.




El señor GONZALEZ LIZONDO: ..., Además de Canadá y Estados Unidos. La
esencia del Tratado señala que un ataque producido a cualquiera de ellos
se consideraría dirigido como hacia todos. Es de destacar también que ni
Francia ni España, que ingresó en la OTAN en el año 1982, forman parte de
la estructura militar integrada.

Si he entendido bien, en la cumbre de la OTAN, celebrada en Bruselas, la
Alianza Atlántica, reunida los pasados días 10 y 11 de enero, propuso a
los antiguos miembros del Pacto de Varsovia un esquema de colaboración
político-militar, basado en el modelo Asociación para la Paz, promovido
por Estados Unidos, que prevé consultas políticas, actuaciones militares
conjuntas a nivel de entrenamiento y salvaguardia de la paz en zonas
conflictivas. Pero estas consultas no llevan aparejadas garantías de
seguridad para los países afectados --República Checa, Eslovaquia,
Polonia, Hungría y los países bálticos--, también denominados países PECO
--Países de la Europa Central y Oriental--. Por tanto, los socios para la
paz que se sientan amenazados en su integridad territorial, su
independencia política o su seguridad podrán pedir la apertura inmediata
de consultas políticas con la Alianza, pero no contarán con la garantía
de seguridad que caracteriza la plena pertenencia a ésta. Según Warren
Christopher, Secretario de Estado de Estados Unidos --no olvidemos que la
Asociación para la Paz se realizó a instancia de Estados Unidos--, la
Asociación permitirá a las fuerzas de los Estados que no estén en la OTAN
el desarrollo de una relación de trabajo práctico con las fuerzas de la
OTAN al planificar, entrenar y ejercitarse codo con codo. Añade que los
miembros tendrán representación en los cuarteles generales de la OTAN y
participarán en los órganos políticos y militares de la Alianza, teniendo
en cualquier momento el derecho explícito de contar con la misma. Por lo
tanto, los adherentes a la Asociación para la Paz no podrán invocar al
artículo 5.º del Tratado de Washington, que es el que contempla la
posibilidad de una respuesta militar aliada en caso de ataque a uno de
sus miembros.

Respecto a la posible ampliación de la Alianza, el Secretario de Estado
norteamericano señala que el aspirante-miembro tendrá que demostrar que
se adhiere a los principios de democracia, libertad individual y respeto
a los derechos humanos, el Estado de derecho, la solución pacífica a los
conflictos y la inviolabilidad de las fronteras de los Estados.

La totalidad de países que forman parte de la Alianza se ha mostrado
partidaria de la ampliación de la OTAN hacia al Este, pero ha matizado
que debe realizarse en un proceso evolutivo y siempre teniendo en cuenta
los desarrollos políticos y de seguridad de la propia Alianza.

En este mismo sentido, el mismo Warren se muestra cauteloso respecto a
las previsiones y consecuencias derivadas de una extensión precipitada de
la OTAN al Este y, según sus propias palabras, se podría correr el riesgo
de volver a dividir a Europa y de incluir países que no están preparados
político-militarmente para la responsabilidad de la Alianza. Más
pesimista se ha mostrado el líder nacionalista ruso, Vladímir
Zhirinovski, el cual ha manifestado que la ampliación al Este de la OTAN
puede desembocar en la tercera Guerra Mundial. Por su parte, algunos
dirigentes de los antiguos países comunistas del centro y del este de
Europa han declarado su satisfacción ante la llamada Asociación para la
Paz, al mismo tiempo que han indicado que la consideración es
insuficiente y sólo un paso previo para su definitiva integración en la
Alianza Atlántica.

De otra parte, respecto a la situación de Bosnia-Herzegovina, a la guerra
de los Balcanes, la Cumbre de la OTAN esgrimió la amenaza --sólo la
amenaza-- de efectuar bombardeos aéreos selectivos contra las fuerzas
serbias en Bosnia. El Presidente Clinton pidió, en aras a la seguridad de
los ciudadanos de Sarajevo y también en aras a la credibilidad de la
Alianza, el pasar de la retórica a la acción.

En primer lugar, ante la comparecencia hoy del Ministro del Gobierno,
Unión Valenciana debe manifestar, una vez más, el déficit democrático que
existe en esta



Página 3327




Cámara relativo a asuntos exteriores. Prueba evidente de ello han sido
los más de diez días que han tenido que transcurrir desde que la cumbre
de la OTAN finalizara hasta que esta sesión se celebrara, a nuestro
entender demasiado tiempo en un tema tan importante.

Unión Valenciana lamenta que en la reciente cumbre tan sólo se hayan
formalizado propuestas de colaboración político-militar con países del
Este tendentes a su futura integración en la Alianza más o menos lejana,
mientras no se han dispuesto las medidas oportunas para solucionar otras
situaciones que, a nuestro juicio, son mucho más prioritarias y que
también exceden a nuestra competencia nacional. El horror que estamos
sufriendo en Bosnia-Herzegovina continúa hoy en día sin que se adopten
las medidas necesarias para poner fin, de una vez por todas, a esta
fratricida y cruenta contienda. Al mismo tiempo, Unión Valenciana
considera que la situación actual de nuestros cascos azules allí
destinados es insostenible y que es hora ya de actuar con firmeza y de
acabar con esta situación.

Respecto al contenido de la cumbre, Unión Valenciana celebra el modelo
propuesto por Estados Unidos denominado Asociación para la Paz, al mismo
tiempo que considera que el proceso se debe llevar a cabo con la máxima
prudencia, habida cuenta del riesgo, reconocido prácticamente por todos
los Estados miembros, de volver a dividir a Europa. Pero esta prudencia
tampoco puede ser muy larga y la posible división de Europa pasa, según
creo, por no haber planteado la integración de Rusia y Ucracia en la
OTAN.

Señor Ministro, suya es la responsabilidad. Que el Gobierno no consienta,
según mi entender, que se pierdan más vidas sin sentido. Pónganse de
acuerdo y presionen a sus colegas europeos para que entre todos pongamos
fin a lo que está sucediendo y nos toca vivir en estos albores del siglo
XXI.

¿Qué puede pasar si toda Europa entra en la OTAN? ¿La van a destruir? No
soy antiamericanista, señor Ministro. Creo en Estados Unidos y que su
democracia es integral, pero también creo que a veces es sólo de puertas
hacia adentro, esto es, para los propios Estados Unidos. Me da la
impresión de que esta sensación es compartida por bastantes cientos de
miles de ciudadanos (por lo menos por los 120.000 que me trajeron a esta
Cámara, que estoy convencido de que sí lo avalarían) en el sentido de que
si toda Europa estuviera en la OTAN, incluidas Rusia y Ucrania, a lo
mejor se solucionaba todo discutiendo y también tendrían la posibilidad
--lo digo aunque pueda sonar a chanza-- de tirarse piedras allí, si
querían, pero lo que me parece un absurdo es que en estos momentos no se
prevea la posibilidad, total y completa, de integrar a Europa en su
totalidad.

Digo esto porque se habla de dividir a Europa, pero esta posibilidad
siempre se da cuando hay un bloque Rusia-Ucrania más equis países que no
se sienten integrados aquí. A mí me da la impresión de que Estados Unidos
pretende mantener aún ese tipo de guerra fría en el que nosotros en
alguna forma podemos colaborar.

Vuelvo a repetir que quizás algunos de ustedes --usted a lo mejor, señor
Ministro-- considera una perogrullada mi intervención, pero de verdad se
lo digo, y creo que le hablo con el criterio puro y duro de la calle:
Estamos hartos de que haya dos bloques; estamos hartos de que se hable de
una Europa dividida porque no somos capaces de acercarnos definitivamente
a esos países como pueden ser Rusia o Ucrania; estamos hartos de que
definitivamente aún se piense que se tiene que llegar más a la
democracia, que se tienen que respetar derechos, que se tiene que
hacer... No sé si se respetarán en su totalidad los derechos o no, pero,
desde luego, sí que han iniciado un camino hacia la democracia que se
tiene que apoyar.

Si mantenemos la tesis de que unos, sí y otros, no, posiblemente no
saldremos jamás de este tema en el que me da la impresión de que algunos
pueden estar interesados. Mis preguntas, mis reflexiones, todos aquellos
comentarios se dirigen en el mismo sentido: ¿No es hora ya de que
definitivamente la OTAN --entiendo que el Gobierno español podría
proponerlo-- diga: Señores, toda Europa, de la cual forman parte también
--repito-- Rusia y Ucrania además de los antiguos países comunistas de la
Europa Central y del Este, vamos a discutir y vamos a construir esa
Europa por la que muchos suspiramos, aunque da la impresión de que
algunos no la quieren?



El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el representante del Grupo de
Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya, señor Espasa.




El señor ESPASA OLIVER: Señor Ministro de Asuntos Exteriores, yo diría
que la reunión de Bruselas, como en parte fue la reunión de Roma de la
organización de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte, es un poco la
búsqueda de la identidad perdida.

El señor González Lizondo acababa preguntando por qué no todos en la
OTAN. Yo empezaré diciendo que por qué no revitalizamos de verdad desde
Europa la Carta de París, es decir, la CSCE. ¿Qué tiene el Tratado de
Washington que no tenga superado y acrecentado con creces la Carta de
París? Es decir, una política moderna, actual, de seguridad compartida
que abarca desde Vladivostok a San Francisco; una política que además
incluye una voluntad de desarme, como fue el inicio de lo que ha sido al
final la desaparición de los bloques; una política que ha hecho de los
derechos humanos y de la democracia el eje central de la Carta de París.

¿Está usted en condiciones, señor Ministro, señor Solana, de decirme que
el Tratado de Washington, creado y estructurado en plena guerra fría, por
tanto hijo de su tiempo, contiene más y mejores garantías democráticas,
defensivas, de defensa de los derechos humanos, de voluntad de desarme,
de voluntad de desaparición de los bloques y del recurso a la guerra como
último mecanismo de solución de conflictos político-sociales del tipo que
sean? ¿Está usted en condiciones de decirme --y me estoy refiriendo
fundamentalmente al núcleo que nos ocupa en tanto que políticos
democráticos, es decir, a los derechos humanos, a la democracia, a la
seguridad compartida-- que es mejor el Tratado de Washington que la Carta
de París, que da plena vitalidad



Página 3328




a la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea? Estoy seguro de que
usted no será tan temerario como para decirme que prefiere el Tratado de
Washington a la Carta de París. Estoy seguro de que no será así.

El camino que en mi opinión, en opinión del Grupo Parlamentario al que
represento, debería seguir usted y el Presidente del Gobierno --he leído
con atención el discurso en esta cumbre de Bruselas del señor Felipe
González-- debería ser el de apostar mucho más por la Carta de París que
por el Tratado de Washington.

Se trata ya de una nueva situación política en la que no hay
americanismos ni antiamericanismos, ni quintas ni decimoquintas columnas.

Se trata de una situación política radicalmente nueva en la que se
encuentra el mundo, en la que se encuentra Europa, y en la que hay que
optar políticamente por lo que ofrezca más garantías de solidaridad, de
seguridad y de futuro.

Para nosotros las ofrece mucho más la revitalización, la vigorización de
los principios de la CSCE, de la seguridad compartida, del desarme en
toda Europa y también en América del Norte, desde Vladivostok a San
Francisco, que no esta eterna duda hamletiana del señor Manfred Wörner y
todos los que le siguen sobre qué haremos ahora con la OTAN, para qué nos
servirá la OTAN. ¿Será un buen agente al servicio de la CSCE, de Naciones
Unidas? ¿Tendrá voluntad propia de actuar? ¿Pondrá condiciones políticas
o militares --temo mucho más las políticas que las militares-- a las
actuaciones que se le pidan en el marco de acciones decididas de Naciones
Unidas o que puedan ser de la CSCE?
Para nosotros está claro que la opción sería la primera, no la segunda, y
vemos estas sucesivas cumbres como esta búsqueda de la identidad perdida.

La propia Asociación para la Paz, que tiene aspectos positivos --¡qué
duda cabe!-- es --y usted mismo lo reconocerá-- un quiero y no puedo,
porque o se extiende a todos o se entiende que a los que no se les
extiende se les considera enemigos. Estoy seguro de que el señor Solana
no comparte las tesis del señor Kissinger que el otro día venían
reproducidas en un periódico nacional, que venía a decir, refiriéndose a
unos versículos bíblicos, que el enemigo que huye reconoce la
culpabilidad, con lo cual introducía la carga de la culpa en aquel que no
está en el cenáculo de los elegidos. Parece que esta tímida ampliación de
la OTAN iría por estos derroteros. Estoy seguro de que el señor Solana no
compartirá estas apreciaciones del señor Kissinger, porque o es para
todos o no sirve para nada; o estamos en condiciones de dar un paso más
para superar una antigua alianza militar nacida al frío de la guerra fría
--y valga la redundancia--, o estamos aún atenazados por unos miedos que
no acabamos de comprender.

No se trata de quedar inermes ante posibles amenazas, ni mucho menos. Ahí
está la identidad europea de defensa, ahí está la PESC, ¿por qué no
apostar mucho más por la identidad europea de defensa y por la política
exterior conjunta de la Unión Europea? Los que hemos creído y continuamos
creyendo en la Unión Europea quisiéramos verla realizada en todos sus
aspectos.

Hoy nos corresponde hablar de seguridad y política exterior. Hemos
hablado de una Europa más integrada social y territorialmente. Nosotros
quisiéramos una Europa mucho más integrada y soberana en políticas de
defensa, en las acciones a tomar y en los mecanismos de la toma de estas
decisiones, sin ninguna tutela de ninguna alianza militar preexistente;
tutela que puede ser muy sutil ya que se pone a disposición el
dispositivo, esta fuerza operativa conjunta, en función de si se está de
acuerdo o no con los objetivos políticos que soberanamente pueda decidir
la Unión Europea. A nosotros nos intranquiliza este margen de duda y
quisiéramos tener respuesta o mayor información sobre esta cuestión por
parte del Ministro de Asuntos Exteriores. ¿En qué medida esta utilización
conjunta de unas mismas fuerzas no tiene en sí misma un condicionamiento
no ya militar, operativo o logístico, sino un condicionamiento político?
Ahí sí que no estaríamos, en absoluto, de acuerdo.

La soberanía política en materia de defensa europea para nosotros está o
en la CSCE, Carta de París, o en la identidad europea de defensa.

Consideramos absolutamente obsoleta la Alianza Atlántica en lo que sea
aportación política a mecanismos de solución de problemas de seguridad
compartida en el continente europeo. Creemos que no le añade nada. Si
algo le añade es riesgo, y para nosotros riesgo es pretender aún a estas
alturas solucionar --y sé que ahí el Ministro comparte en buena medida
nuestras tesis-- con ataques aéreos un conflicto civil, interétnico,
religioso, absolutamente intrincado, deplorable desde todos los puntos de
vista, desde todas las consideraciones que se quieran hacer en este
terreno, pero eso no nos debe llevar a una disparatada solución política.

Para nosotros sería una disparatada solución política una solución
técnicamente perfecta de bombas o proyectiles inteligentes pretendiendo,
desde la inteligencia de estos despreciables instrumentos de destrucción,
arreglar un conflicto ya de por sí despreciable y complicado como es el
de Yugoslavia.

En este sentido, nos pronunciamos clara y rotundamente por la permanencia
de las fuerzas españolas en Yugoslavia. No comprendemos las posiciones
distintas o cambiantes de otros grupos, aunque naturalmente hemos de
respetarlas, pero quiero señalarle que nosotros estamos por la
continuidad de Unprofor, por la continuidad de las fuerzas españolas en
Unprofor y por la continuidad del esfuerzo de solución política en la
antigua Yugoslavia. Es verdad que a todos se nos desgarran las carnes
viendo cómo los niños caen muertos por unas bombas y por otras, pero esto
no nos debe llevar a la precipitación de una peor solución política en
este aspecto.

Quiero terminar, señor Presidente --los temas eran muy amplios y muy
complejos y, naturalmente, una breve intervención siempre tiene el riesgo
del esquematismo--, con estos puntos que resumo. Estamos por la
progresiva y paulatina incorporación de lo que representó en su día la
Alianza Atlántica a lo que creemos mucho más actual, moderno y con
posibilidades de futuro de la Conferencia de Seguridad y Cooperación
Europea, de la CSCE; en el plano de la defensa europea apostamos sin
ninguna duda por una identidad europea de defensa



Página 3329




plenamente soberana y dependiente sólo de la voluntad política soberana
de la Unión Europea, con todas las complementariedades que haga falta.

Nadie está planteando ninguna actitud de choque entre ningún bloque,
puesto que no existen estos bloques, y creemos que la mejor garantía de
extensión de los derechos humanos, de la voluntad de desarme y de la
seguridad compartida a toda Europa hasta Vladivostok, es la extensión del
espíritu de la Carta de París tantas veces citada. Esta es la mejor forma
de no hacer discriminaciones: si llegamos hasta Visegrado, si vamos más
allá de Visegrado o dónde nos quedamos.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra
el señor Rupérez.




El señor RUPEREZ RUBIO: Gracias, señor Ministro, por su presencia aquí
esta mañana.

Quería comenzar mi intervención por decir de una manera muy clara que el
Partido Popular es partidario de proceder durante un tiempo razonable,
sin prisa pero sin pausa, a la ampliación de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte. Creemos, desde ese punto de vista,, que la cumbre
extraordinaria de la OTAN celebrada hace pocos días en Bruselas debía
haber respondido a un reto histórico. El mismo Ministro de Asuntos
Exteriores se ha referido a que en el fondo, lo más importante que tenía
delante de sí esa reunión-cumbre era precisamente la respuesta a dar a
determinadas demandas de seguridad y de estabilidad que han sido
manifestadas muy claramente, muy vocalmente, muy nítidamente, por algunos
países que fueron miembros, hasta hace poco tiempo, del Pacto de
Varsovia.

Desde ese punto de vista, también nosotros tenemos que decir claramente
que consideramos decepcionante la solución adoptada. Es evidente que la
OTAN --hay que recordar, nosotros lo recordamos pues no queremos proceder
a ninguna simplificación-- no es, ni más ni menos, que una poderosa
organización que depende de la voluntad de sus miembros. No tiene otra
voluntad que no sea el añadido y el consenso de la voluntad de sus
miembros. Pero la OTAN ha sido perfectamente consciente del reto e
incluso, si se me permite, de la mala respuesta que estaba dando al reto
cuando incluye repetidas veces en todos los documentos que produce la
cumbre varias referencias a algo que por otra parte no podía ignorar que
está en el artículo diez del Tratado de Washington, que es la vocación de
apertura de la OTAN a todos aquellos países que compartan los principios
y los objetivos del Tratado y que estén en situaciones de cumplirlo.

Por otra parte, es cierto --el mismo señor Ministro lo ha subrayado y
también se repite varias veces a lo largo de esos documentos-- que la
OTAN ofrece un sistema de consultas parecido al que figura en el artículo
4.º del Tratado de Washington para aquellas situaciones en las que los
países que ahora entren a formar parte de la Asociación para la Paz
pudieran sentir amenazada su integridad territorial, su soberanía o su
independencia.

Son dos manifestaciones que consideramos positivas aunque insuficientes,
pero, sobre todo, son dos manifestaciones que, de una manera poco
psicológica pero muy política, se pueden leer con la manifestación del
mismo incómodo con el cual la OTAN se enfrenta a la respuesta
insuficiente al reto. Dice la OTAN que no a determinadas peticiones de
estabilidad y de seguridad y, sin embargo, ofrece, algunos le llamarán
caramelos, nosotros le llamamos soluciones, que no dejan de tener su
razonabilidad pero que no son suficientes y que, dígase lo que diga, y
digan lo que digan públicamente aquellos mismos países que han pedido la
entrada en la OTAN y que en este momento se ven ofrecidos la Asociación
para la Paz, no les satisface y a nosotros, tampoco.

Creo que la Alianza no ha comprendido que lo que se estaba pidiendo no
era una mecánica garantía de seguridad, sino una declaración política de
intenciones, que naturalmente hubiera desembocado en la ampliación, pero
que tenía otras connotaciones. Estamos hablando continuamente de la
garantía de seguridad y hay que preguntarse cuándo, en toda su historia,
la OTAN ha hecho ejercicio efectivo de las garantías de seguridad que
están contenidas, sobre todo, en el artículo 5.º. Nunca. No ha tenido que
hacerlo. El éxito de la OTAN no está en poner en práctica garantías de
seguridad, sino en ofrecer una razonabilidad en la estabilidad. La OTAN
no ha tenido nunca que amenazar con el uso de la fuerza para que fuera
efectiva y, consiguientemente, la ampliación de la OTAN no se planteaba
en términos de que los miembros de los parlamentos respectivos tuviéramos
que pensar seriamente sobre las garantías de seguridad, naturalmente
traducidas en la entrada de una guerra si se produjera una amenaza. Esos
no eran los términos de la petición. Los términos de la petición eran de
estabilidad y de seguridad genérica.

La OTAN, señor Ministro, tenemos que reconocerlo y decirlo, ha sido
víctima, en este caso, de algo que está en la naturaleza de las cosas, si
se quiere, pero que no por ello deja de ser lamentable. Primero, ha sido
víctima de sus propias divisiones. Es evidente --el señor Ministro se ha
referido a ello-- que había matizaciones al respecto; es evidente también
que había un país que estaba firmemente decidido a impedir que la OTAN se
ampliara, que era Francia. Y un país ha tenido que ofrecer mediación para
aquellos que querían o no querían la ampliación: los Estados Unidos.

Asimismo, dicho sea de paso, la OTAN ha sido víctima de sus propios
demonios sovietológicos. En este sentido, representados de una manera
ilustre en alguna parte de la administración americana.

La OTAN, por primera vez en su historia, ha hecho caso de una manera
directa a un veto ruso. Tradicionalmente, la OTAN no había hecho caso
nunca de ningún tipo de veto soviético. Nosotros lo sabemos
perfectamente, porque, cuando España decidió su entrada en la OTAN, la
Unión Soviética intentó ejercer ese veto y ni la OTAN ni España lo
aceptaron. Sin embargo, en este momento, en el que, curiosa y
paradójicamente, las situaciones de los que vetan se han alterado
radicalmente de la fortaleza a la debilidad, en este momento, repito, se
acepta ese veto.




Página 3330




Eso, señor Ministro, a nosotros nos lleva a una conclusión, provisional,
porque todas las cosas son siempre superables, pero clara, y es que nos
parece decepcionante la postura del Gobierno español en este caso.

Nosotros hemos leído con mucha atención las palabras que el señor
Presidente del Gobierno pronunció en la cumbre extraordinaria y le puedo
decir que prácticamente al 95 por ciento estamos de acuerdo con ellas.

Tan de acuerdo con ellas estamos que, con el permiso del señor
Presidente, voy a citarlas, porque me parecen enormemente significativas.

Dice, entre otras cosas, el señor Presidente del Gobierno, don Felipe
González: No podemos ser débiles frente a ningún fanatismo. El
tratamiento de estos problemas reclama un nuevo marco de seguridad en
Europa y parece evidente una primera constatación: La Alianza Atlántica
es hoy la principal garantía de esa seguridad. Dice también don Felipe
González: La comunidad de valores que compartimos y el vínculo
transatlántico entre viejas y nuevas democracias confieren a la Alianza
una función insustituible. La Alianza Atlántica se ha convertido después
de la guerra fría en el principal instrumento para configurar ese nuevo
marco de seguridad europeo y en la principal garantía de que los
elementos de desestabilización que lo amenazan no llegarán a ser
dominantes. Se refiere varias veces a la continuada vitalidad del vínculo
transatlántico. Dice, además, que la Alianza debe encarnar la proyección
de estabilidad, que es esencial hacia el este, pero también tiene
importancia hacia el sur. Y, sin embargo, en todas estas cosas, que, en
el fondo, son manifestaciones que nosotros compartimos y que se traducen
claramente en un canto lírico a las calidades de la Alianza, para propios
y para ajenos, llega un momento en donde la normalidad lógica del
discurso se interrumpe para decir que no se puede proceder en este
momento a la ampliación. Con ello estamos haciendo, en esa interrupción
del discurso lógico, un canto lírico de un elemento que nosotros
compartimos, pero que el Gobierno español y otros gobiernos de la Alianza
niegan a los países que lo piden.

Nos parece, además, con toda franqueza, señor Ministro, que nosotros
tenemos una experiencia particularmente significativa al respecto. España
ha sido el último país que se ha integrado en la Alianza. España ha sido
el último país que ha conocido exactamente cuáles son los problemas de la
integración, los problemas de la negociación de la integración, los
problemas de la homologación de las sensibilidades de seguridad y de
estabilidad. Nosotros sabemos perfectamente que entrar en la Alianza no
es sólo la culminación de un proceso de calidad interna, sino también un
proceso de ayuda a que ese proceso de calidad interna se produzca. Para
nosotros la Alianza no era la reivindicación de una garantía de
seguridad; era, sobre todo, una ayuda a la estabilidad democrática. Y si
hoy recorremos las peticiones de los polacos, de los húngaros, de los
eslovenos y de los checos, nos encontramos con que la petición es esa. No
es tanto la petición de una garantía de seguridad, sino la petición de
una ayuda a una estabilidad democrática.

A nosotros nos parece que la postura del Gobierno español, desde ese
punto de vista, ha pecado de una cierta cicatería y de una cierta falta
de visión histórica.

Nosotros creemos que la ampliación no es, como acabo de decir, una
extensión de la garantía de seguridad, sino una voluntad de proyección de
estabilidad, que se tiene que producir, primero, caso a caso. Nosotros no
contemplaríamos nunca una ampliación colectiva. Segundo, realizada
también a través de una pedagogía democrática e internacional elemental.

No se trata de que la Alianza importe conflictos interiores y conflictos
bilaterales. En tercer lugar, una ampliación producida asimismo --y de
eso tenemos experiencia-- a través de la negociación, para saber
exactamente cuáles son los términos concretos en que se producen las
aportaciones respectivas. En cuarto lugar, una negociación que tiene que
traer consigo la confluencia de doctrinas políticas y militares.

Eso es lo que se tenía que haber hecho. Eso es lo que se podía haber
hecho. Eso es lo que nosotros hubiéramos deseado que el Gobierno español
hubiera hecho. Y estaba en situación de hacerlo.

En este momento entramos en una situación que alguien ha descrito como
limbo de seguridad; nosotros no llegamos a tanto porque, al fin y al
cabo, creemos que algo de positivo, bien que intermedio, puede haber en
la Asociación para la Paz, pero constatamos que esa Asociación para la
Paz, si no tiene una voluntad clara de proceder a la ampliación en su
momento, será, pura y simplemente --entonces sí--, un limbo de seguridad
que no constituirá en absoluto un paso importante para ese tipo de
seguridad ampliada que nosotros queremos y de estabilidad europea que
nosotros buscamos.

Desde ese punto de vista, señor Ministro, nosotros querríamos que el
Gobierno español actuara en consecuencia con lo que dicen los comunicados
y lo que dice el señor Presidente del Gobierno, que es que, por el
momento, desaparezca cuanto antes para que procedamos a ese tipo de
ampliación.

Que nadie se llame a engaño, la OTAN nunca ha tenido propósitos
ofensivos. La OTAN, evidentemente, no tiene en este momento propósitos
ofensivos. La OTAN, de todas formas, responde a un tipo de seguridad
colectiva, que afecta fundamentalmente a sus miembros, y a un tipo de
filosofía que, sin ser interpretada ofensivamente por nadie, no tiene por
qué ser participada por todos. Nosotros creemos que el intento de hacer
una OTAN para todos sería tanto como el intento de hacer una OTAN para
nadie.

Quería referirme con más brevedad a algunos de los aspectos que nos
parecen significativos en las manifestaciones y en las decisiones de la
cumbre extraordinaria.

Primero, estamos de acuerdo con el primer intento realizado por el
Gobierno español y por otros gobiernos mediterráneos para recordar algo
que nos parece fundamental y es que la OTAN no puede quedar ensimismada
en el este, sino que tiene que tener también en cuenta lo que dicen
muchos textos internacionales, entre otros claramente la Conferencia de
Seguridad, de que la seguridad europea es incomprensible sin la seguridad
en el Mediterráneo.




Página 3331




Desde ese punto de vista, yo sí creo que sería importante también, aunque
no sea cuestión directamente relacionada con la OTAN, que el capítulo
mediterráneo de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en
Europa, que es una de las cenicientas de esa Conferencia, sea también
recordado activamente en todos los procesos, ministeriales o no
ministeriales, ejecutivos, en donde el Gobierno español participe, porque
hay ahí un caudal de doctrina y de acción importante para recordar esta
conveniencia de volver la vista hacia el sur.

Segundo, tenemos todos un problema y, desde luego, la OTAN lo tiene, con
respecto al tema de Yugoslavia, y el señor Ministro es perfectamente
consciente de ello. Y la OTAN tiene un problema porque lo que no se puede
permitir es seguir realizando amenazas bienintencionadas y no
realizarlas. Estamos todos de acuerdo en que de lo que se trata es de
proceder a tomar las medidas adecuadas para que los contendientes se
sienten en torno a una mesa y acepten toda una serie de acuerdos de paz
razonables, y subrayo lo de razonables. Lo que no podemos permitirnos es
que la OTAN u otros medios internacionales europeos y occidentales sigan
profiriendo determinadas manifestaciones de voluntad para la utilización
del uso de la fuerza y, sin embargo, ese uso de la fuerza no se llegue a
materializar. No es éste el momento de examinar si ese uso de la fuerza
puede ser útil o puede no serlo. Hubiera sido mucho más útil hace dos
años cuando la agresión todavía no había conseguido gran parte de sus
objetivos. En cualquier caso, es cierto que la OTAN, en este momento,
reitera su voluntad de proceder a determinados ataques aeroterrestres
para conseguir esos efectivos que, al final, se traducen exclusivamente
en un proceso de paz. Nosotros estamos de acuerdo con esas decisiones,
pero también hemos recordado que si en un plazo relativamente corto no se
produce algún avance significativo, en el terreno de la ayuda humanitaria
y en el de la pacificación entre los contendientes, habrá que proceder a
una revisión de todas las actuaciones, tanto de las Naciones Unidas como
de la misma OTAN. Y el señor Ministro seguramente estará de acuerdo.

Finalmente, consideramos claramente positivos todos los párrafos que los
comunicados de la cumbre extraordinaria dedican a la compatibilidad y
transparencia en la cooperación entre la identidad europea de seguridad y
de cooperación y la misma OTAN. En el fondo, esos párrafos revelan algo
enormemente importante, que es, por parte de la identidad europea de
seguridad, la constatación de que sola no puede y que necesita recurrir a
todos los instrumentos permanentes que la OTAN ha creado a lo largo de
estos últimos años. También se produce algo que nos parece enormemente
positivo cual es el reconocimiento, por parte del pilar americano de la
OTAN, de los aliados norteamericanos, de la importancia de esa nueva
identidad. Desde ese punto de vista, alentamos al señor Ministro, al
Gobierno español, a que sigamos explorando de una manera concreta cuáles
son las traducciones de esa complementariedad y de esa transparencia.

Nosotros vemos una unidad de efectivos y de contingentes puestos a
disposición de todas las acciones, sean puramente europeas, sean
atlánticas; vemos la necesidad de proceder también a una unificación de
los mandos para evitar cualquier tipo de duplicación, que sería realmente
enloquecedora, cuando se van acumulando ya las instancias de seguridad; y
vemos perfectamente posible la separación, ya no la separabilidad, de las
misiones, en función de lo que unos y otros instrumentos decidan, pero
fundamentalmente con un propósito de universidad en las misiones y de
utilización de los mismos elementos que no pueden ser multiplicados al
infinito.

Nos parece también muy importante que, dentro de poco tiempo, y esperemos
que así sea, se proceda a la racionalización, a la puesta operativa en
marcha de las fuerzas conjuntas y combinadas que pueden ser la primera
manifestación concreta de esa colaboración entre la identidad europea de
seguridad y la misma OTAN.

Estos son algunos de los comentarios que queríamos realizar respecto a la
intervención del señor Ministro y de las decisiones que la cumbre
extraordinaria de la OTAN ha tomado hace pocos días en Bruselas,
subrayando los aspectos positivos, pero también las discordancias, señor
Ministro. Nos parece que la OTAN y el Gobierno español han perdido una
ocasión histórica para acceder políticamente a esos deseos de ampliación.

Esperamos y deseamos que, en tiempo no demasiado largo, estemos, estén en
situación de hacerlo.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la
palabra el señor Moya.




El señor MOYA MILANES: Quiero agradecer muy sinceramente al señor
Ministro que haya brindado la oportunidad de mantener este debate, que me
parece útil e interesante y en el que mi Grupo, a la hora de realizar su
intervención, se encuentra flanqueado por dos intervenciones de signo
contrario. Por un lado, una intervención orientada en la línea de decir
que la OTAN ya jugó su papel histórico y que su presencia en el escenario
internacional ha dejado de tener sentido. Por otro, otra intervención que
ha mostrado una cierta decepción por que el crecimiento cuantitativo, al
menos de la OTAN, no se haya producido aquí y ahora.

Digo que mi Grupo se encuentra en medio de estas dos intervenciones
porque no comparte ni una ni otra. Comparte más bien esta sensación de
encontrarnos ante una situación positiva, prudente, si se quiere --quizá
la prudencia, en cuestiones de seguridad, es algo que, a mi juicio, nunca
se debe perder en el horizonte-- y positiva, en la dirección adecuada.

¿Por qué? El Ministro hablaba en su intervención del enfoque, de la
colocación en un terreno o en otro. Para mí ésa es, quizá, la clave de la
discusión. No podemos perder de vista el momento histórico que, en
materia de construcción de un nuevo marco de seguridad en Europa, estamos
alumbrando.

En un momento en el que se está intentando definir los mimbres de una
nueva arquitectura europea de seguridad, las preguntas esenciales son:
¿Qué marco de seguridad global vamos a construir? ¿Cuál es la mejor
garantía



Página 3332




de seguridad para toda Europa? Y ¿cómo garantizamos mejor la seguridad
para el conjunto de toda Europa? Por eso las preguntas sobre la
ampliación aquí y ahora, ampliación sí o ampliación no, a mi juicio deben
tener un carácter subsidiario de la pregunta anterior. ¿Cambiar la raya
trazando la frontera más hacia el este, en cuanto al ámbito geográfico de
la OTAN, es la pregunta esencial en este momento? ¿O es más esencial
compartir, dentro de un proceso cooperativo con los países del este y con
la propia Rusia, los esquemas para ir construyendo un marco de seguridad
global que incorpore también, indudablemente, a Rusia, cómo no, en este
proceso?
Yo creo que habrá que ir, probablemente con el tiempo, a la ampliación,
pero sin necesidad de trazar una línea divisoria final este-oeste; y eso
en un proceso gradual, en un proceso individualizado, no en un proceso en
bloque, y donde se sea consciente de que la cuestión no es tanto dar una
respuesta inmediata a unas demandas de ampliación concreta --que se ha
dado, de hecho, también de alguna forma, indudablemente--, sino mejorar
el conjunto de la seguridad europea. Y estoy convencido que la mejor
seguridad europea es aquélla que cuente con el concurso de Rusia también,
indudablemente. Y no lo digo porque el señor Rupérez lo haya manifestado
en su intervención anterior --yo no voy a hacer, evidentemente, un turno
de comentario a sus palabras--, sino porque a lo largo de todos estos
días hemos visto, en los medios de comunicación y en artículos de
opinión, que se ha utilizado con bastante profusión la expresión del
derecho de veto por parte de Rusia en relación con esta situación. El
propio Henry Kissinger en un artículo reciente, de hace un par de días,
lo expresaba con determinada contundencia. Pero yo creo que en eso
convendría hacerse alguna reflexión, a lo mejor modesta o sencilla, o
responderse algunas preguntas. Si queremos una seguridad compartida,
donde Rusia tenga su papel que jugar, si queremos, en definitiva,
incorporar estos países al proceso de construcción de una seguridad
global, si esto es así, ¿no será mejor hacer las cosas no al dictado de
nadie, pero tampoco contra nadie?
Esta es una reflexión que, a lo mejor, pudiera estar teñida de demonios
sovietológicos, como decía el señor Rupérez, puede ser, pero, en
cualquier caso, me parece que, en el marco de la búsqueda de una
seguridad global que afecte a toda Europa, son preguntas que los que nos
encontramos dentro de la Alianza Atlántica no podemos dejar de hacernos.

Y a mí me parece que dar respuestas teniendo delante esas preguntas es
una actitud sensata que, a mi juicio, no supone ningún tipo de rendición,
ni supone ningún tipo de sumisión, ni supone ningún tipo de actuar al
dictado de nadie; supone simplemente jugar con todas las claves de la
situación internacional. Creo que es un elemento sustancial de prudencia.

Por otra parte, hemos visto, en contrapunto con las intervenciones o las
expresiones que han realizado en los medios de comunicación estos días
determinados articulistas, que en el otro sentido hay opiniones también
muy fundadas y muy serias, no sólo de la administración americana, no
sólo de cualificados representantes del Senado americano, sino también de
prestigiosos representantes europeos, en el sentido de argumentar y de
dar solidez al paso que acaba de adoptar la OTAN en su última cumbre,
porque, a veces, podemos tener delante exclusivamente los riesgos que se
pueden derivar de la no ampliación en este momento de la Alianza, pero se
pueden olvidar los riesgos que puede tener la propia ampliación, porque
también los tiene, y también forma parte de los elementos que deben tener
y que deben jugar en este sentido.

Creo que son riesgos --no se trata de dramatizar en absoluto-- que se
encuentran en el propio ámbito geográfico de países que podrían,
teóricamente, incorporarse --por lo menos han hecho su petición--, donde
el entramado de diferencias fronterizas entre algunos, de contenciosos
nacionalistas, de macedonia de nacionalidades, como decía algún
articulista recientemente con una expresión bastante afortunada, dentro
de algunas de sus propias reivindicaciones, todo eso podría llevar a
introducir eventuales yugoslavismos en casa propia y de alguna forma la
OTAN, en medio de todo este panorama, probablemente estaría en una
situación arriesgada, en un papel complicado en un escenario, en un
entramado de relaciones bilaterales y multilaterales, dentro de ese
propio escenario, que no resulta todavía definitivamente clarificado. Ese
es un elemento a barajar también antes de dar pasos definitivos. Como
también lo es --y explícitamente lo han dicho algunos destacados
representantes de la administración americana, el Consejero de Seguridad
Nacional, el Presidente de la Comisión de Defensa del Senado, con
artículos, a mi juicio, bastante profundos o bastante meditados-- la
conveniencia de no alentar tendencias antioccidentales en la propia
Rusia. Creo que ese no es un argumento baladí. Recientemente se han
celebrado unas elecciones allí y hemos advertido el auge de esas
tendencias ultranacionalistas y medidas de esta naturaleza podrían ir en
la dirección de alimentar esos fenómenos. Tampoco es que eso tenga que
ser la medida de lo que tiene que dictar a los aliados sus propias
decisiones, pero, a la hora de barajar todos los elementos, también es
una cuestión a barajar si estamos, repito, en el escenario inicial de
querer construir una seguridad global compartida, en la que Rusia tenga
también, evidentemente, su papel que jugar.

Por tanto, probablemente, no se ha dado el paso que los demandantes
querían, pero tampoco ha quedado la situación como estaba. No conviene
minimizar esto, porque al decir no a una ampliación radical ahora no se
están cerrando las puertas en absoluto para el futuro; simplemente se
está abriendo una puerta para que se empiece a caminar.

Me parece que eso, también desde el punto de vista del proceso que
tendrán que ir abordando todos estos países, en cuanto a sus capacidades,
sus democratizaciones definitivas --ya, de hecho, prácticamente
consolidadas o en vías de consolidación en muchos de estos países--, sus
arreglos, desde el punto de vista de los problemas de minorías
nacionales, etcétera, tendrá, sin duda, un



Página 3333




escenario mejor que el que existe en este momento en futuros más
próximos.

Distanciándonos de un planteamiento, a nuestro juicio, un tanto
maximalista, que hubiese sido el de la aventura, en cierto modo, de haber
corrido con la ampliación definitiva en este momento, y también,
indudablemente, del otro planteamiento de decir que esto no es sino una
expresión más de que la OTAN anda a la búsqueda de la identidad perdida,
mi Grupo no comparte esa opinión. Lo que ocurre es que es lógico que, en
el proceso en el que nos encontramos, haya que ir encajando las piezas
que articulan todo el entramado de la arquitectura de la seguridad
europea. Pero yo creo que no es bueno actuar por la vía de la
simplificación de este proceso, mediante la sustitución de unas piezas
por otras. Probablemente es más complejo, más difícil, pero es mucho más
efectivo, bastante más útil y, quizás, bastante más seguro proceder a un
encaje entre todas las piezas, a una redefinición de los papeles de todas
las piezas, que a un simple proceso de liquidación por sustitución.

En ese sentido, a la pregunta de si CSCE u OTAN, CSCE sí y OTAN también,
porque es que los papeles son distintos, las naturalezas de una y otra
son distintas, las garantías de efectividad, de seguridad militar de una
y otra son radicalmente distintas, los medios y los instrumentos también.

No cabe en este momento hacer esta comparación.

Creo que estamos dando un nuevo paso, desde que, en la Cumbre de Londres
de 1991, empezó la Alianza Atlántica a adoptar su nuevo papel. Y no ha
dejado de hacerlo en cumbres sucesivas, pienso que de una manera bastante
ejemplar en cuanto a ir adaptándose a esas necesidades que la nueva
situación internacional iba demandando. El ejemplo quizás más expresivo
--y con eso concluyo-- en este terreno probablemente sea los pasos de
comprensión progresiva que se han ido abordando sobre la relación entre
la identidad europea de defensa y la Alianza Atlántica.

Me parece que Maastricht colocó una piedra fundamental en cuanto a
consagrar ese inicio de identidad europea de defensa. Y esta cumbre, de
alguna forma, supone, si quieren, el espaldarazo desde la propia cumbre
de esa línea de Maastricht que se produce por parte de los europeos. Esa
convergencia entre europeos y Alianza Atlántica, tanto en Maastricht como
en la Cumbre de Bruselas, me parece enormemente positiva, porque supone
la superación de recelos, a mi juicio, de una manera bastante definitiva;
hay que ir, como se ha venido diciendo durante mucho tiempo, a la
necesidad de alcanzar transparencia, complementariedad, que no haya
duplicidades. Ahora ya tenemos, en ese sentido, un esquema en el que esas
no duplicidades, esa complementariedad y esa transparencia van a jugar un
papel con los nuevos conceptos de fuerzas separables y no separadas, con
la nueva creación, con los nuevos conceptos de fuerzas operativas
combinadas conjuntas, etcétera, con los nuevos escenarios que se pueden
propiciar para la actuación de todas estas fuerzas, bien bajo marco UEO,
con recursos y medios de OTAN. En ese sentido se ha dado un paso
fundamental, desde el punto de vista práctico, de esa convergencia de
Alianza Atlántica e identidad europea de defensa. Y concluyo, en relación
con Yugoslavia, haciendo dos preguntas fundamentalmente al señor
Ministro.

La cumbre parece que, de alguna forma, había alertado sobre la
posibilidad de que podían producirse actuaciones selectivas sobre fuerzas
serbias, sobre objetivos concretos en relación con los dos elementos que
el propio Ministro ha expresado, sobre las imposibilidades de rotación de
las fuerzas de Unprofor en Srebrenica y la apertura del aeropuerto de
Tuzla. Quisiera simplemente preguntar cómo está en este momento la
situación sobre el terreno en esos escenarios y si las informaciones que
se han producido a lo largo de estos días en los medios de comunicación
en relación con la preparación por parte del Secretario General de
Naciones Unidas de alguna resolución al respecto, a la vista de los
acontecimientos, es algo que está desarrollándose o realmente se está
produciendo un desbloqueo que va a impedir que se produzca la aplicación
de esas medidas; cómo se encuentra la situación a ese respecto.

La última pregunta es también en relación con el planteamiento que otras
veces, en esta Comisión o en la de Defensa, se ha expresado por parte del
Gobierno y que creo que básicamente compartimos todos los grupos
parlamentarios: la necesidad del replanteamiento de la presencia de
Fuerzas de Naciones Unidas en el escenario conjunto, dentro del marco de
las decisiones conjuntas de Unprofor en primavera a la vista de la
evolución de los acontecimientos, sobre la base de que no son, de alguna
manera, presencias incondicionadas ni presencias indefinidas en el
tiempo, sino que están sujetas también a la evolución de los
acontecimientos, a su desarrollo diplomático; podrán producir, a lo
mejor, en un momento determinado, decisiones que pueden ir por la vía de
rotaciones, como en otros países, si es que es factible, reducciones o
retiradas, lo que sea. En cualquier caso, cuál es la atmósfera que, en
este momento, se vive dentro del resto de los países aliados en relación
con ese previsible escenario que se puede plantear a la vuelta del
invierno en Bosnia.

Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Ministro para contestar.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Gracias,
señor Presidente.

Trataré de contestar a las preguntas que los señores Diputados han
formulado y también, al hilo de alguna de las reflexiones, aportaré las
mías, como complemento a mi primera intervención.

El Diputado representante del Grupo Mixto, señor González Lizondo, ha
realizado una intervención de la que trato de extraer lo que me ha
parecido más claro. Afirma que hay un déficit democrático en materia de
política exterior en esta Cámara. No comparto esa tesis; no creo que haya
ningún déficit democrático en esta Cámara en ninguna materia, mucho menos
en materia de



Página 3334




política exterior. El término déficit democrático me gusta poco. Como
terminología, creo que no debiéramos acostumbrarnos a usarlo. Me parece
que cuando ocurre un acontecimiento de importancia se comparece en esta
Cámara a la mayor brevedad posible, cuando es compatible con los
calendarios de unos y de otros. Si no es así, dispuesto estoy a corregir
los errores en los que yo haya podido caer.

A su señoría lo que le preocupa fundamentalmente es esa Europa con la que
sueña, con la que quizá todos soñamos, pero, a veces, lógicamente los
sueños están un poco lejanos de la realidad. Sueña con una Europa
maravillosa, donde, desde un lado hasta el otro, todos estemos unidos,
todos seamos felices y podamos seguir avanzando por la vía de la paz, de
la justicia y de la solidaridad. Lógicamente todos compartimos ese
planteamiento. Lo que pasa es que estamos haciendo política, no soñando.

Hacer política significa tomar decisiones a veces incómodas, a veces
molestas, que a veces no satisfacen todos los objetivos de cada uno. Esto
es lo que esta cumbre de la Alianza ha significado también: un paso. Un
paso, entiendo yo, en una dirección correcta y que creo que es la buena.

Lo que es verdad es que no es la solución de todos los problemas; no lo
es, no lo podría ser. Pero sí es el principio para la solución de muchos
de los problemas. Desde ese punto de vista comparto su preocupación que,
lógicamente, todos tenemos. Lo que debemos hacer es ponernos a trabajar
en esa dirección para seguir avanzando y seguir empujando la historia
hacia adelante. Pero, claro, para alcanzar el éxito total todos los
vectores concurrentes tienen que tener la resultante en la misma
dirección. De lo contrario será más lento ese proceso y, quizá, ni tan
siquiera en ese proceso se lleguen a encontrar.

Respecto a toda Europa en la OTAN, incluidas Rusia y Ucrania, seguramente
es un sueño que se puede tener. No veo yo que sea un sueño con una
inmediata realización, pero sí es un sueño que se puede tener.

¿Quieren los americanos mantener la guerra fría? Yo, señoría,
modestamente creo que no, que no quiere Estados Unidos mantener la guerra
fría. Es una posición defendida por S. S. que yo no comparto. Yo creo que
en este momento el planteamiento de Estados Unidos, juntamente con el
planteamiento de la Europa comunitaria, más amplia que la Europa
comunitaria, no es recuperar los valores de la guerra fría, sino al
contrario: tratar de que esos valores queden desterrados para siempre. Y
a los ejemplos me remito. Creo que lo que se está haciendo por parte de
la Europa comunitaria y por parte de los Estados Unidos para ayudar a
algunos países que tienen que salir de situaciones dramáticas históricas
pone de manifiesto casi las antípodas, desde el punto de vista práctico,
de lo que S. S. quería decir. Por tanto, no puedo más que estar en
desacuerdo con esa parte, pero con la base fundamental de su
argumentación, por lo que he entendido, podría estar de acuerdo con su
señoría.

Sobre la cuestión de los cascos azules quisiera extenderme más adelante.

Su señoría afirma que la situación es insostenible. Lógicamente la
situación es difícil y todos lo comprendemos. Lo que tendríamos que
intentar todos --yo, desde luego, lo voy a hacer en la sesión de hoy-- es
hacer que esa situación no sea más difícil todavía. A lo largo de la
última intervención trataré de explicar a SS. SS., si lo tienen a bien,
el estado de la cuestión en Yugoslavia en estas últimas horas en las que
hay acontecimientos importantes. Por nuestra parte tenemos el compromiso,
que yo quisiera que se defendiera, de mantener la presencia de nuestros
casos azules en la antigua Yugoslavia hasta la finalización de la
operación del invierno, compromiso que entiendo que el Gobierno de España
debiera mantener. Esa es la posición que yo quisiera defender ante esta
Cámara hoy. Lógicamente, la terminación de ese proceso en el invierno
será el momento para, junto a nuestros aliados, con los países que tienen
tropas desplegadas sobre el terreno, hacer una evaluación de la situación
si es que no ha avanzado la vía que estamos defendiendo con todas
nuestras armas, que es apoyar la vía de la negociación, la vía del
acuerdo pacífico.

Por tanto, le agradezco muy sinceramente su aportación esta mañana. Hay
una parte que comparto y otra parte que compartiría en el futuro. Me
gustaría que así fuera, pero desgraciadamente todavía tenemos un gran
trecho de camino que recorrer para que las aspiraciones de S. S., que yo
comparto, se conviertan en realidad.

Paso a contestar y hacer algunas reflexiones sobre la intervención del
Diputado de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya, que también
solicitó mi comparecencia en esta Comisión. Le agradezco el tono y la
forma en que se ha producido. Creo que la posición es constructiva,
aunque tengamos algunos puntos de diferencia fundamentales.

Yo no creo que la OTAN esté buscando la identidad perdida. Lo que sí es
verdad es que está buscando una nueva identidad de una situación nueva,
sin duda alguna, pero la identidad total no está perdida. Lo que sí es
verdad es que aparecen situaciones nuevas, algunas muy nuevas, y
lógicamente tiene que ser capaz la Alianza de dar respuesta también a
esas situaciones. A veces no es fácil, a veces requiere tiempo, y eso es
lo que estamos intentando hacer con la mejor intención: tratar de adaptar
de la manera más óptima, más eficaz, una institución, que es la Alianza
Atlántica, que ha funcionado bien, que ha dado pruebas de que es capaz de
hacer cosas importantes, que ha sido una garantía, sin duda alguna, de
paz --la más larga que ha tenido el continente en el que afortunadamente
habitamos-- y hacer que sea capaz de seguir manteniendo la paz ante
nuevos retos y nuevos desafíos. Sin duda alguna los retos y los desafíos
del ayer no son los mismos que los retos y los desafíos del hoy, y la
instancia que estamos considerando --la Alianza Atlántica-- tiene que ser
capaz de, manteniendo todavía los residuos que queden de retos del ayer,
enfrentarse también con los nuevos desafíos del hoy y del mañana. Y es
verdad que no es incompatible el defender la Carta de París con defender
la Alianza Atlántica. Todos y cada uno de los países que componen la
Alianza Atlántica defienden con la misma pasión los elementos que
constituyen el



Página 3335




Tratado de Washington que la Carta de París, porque todos los que están
en la Alianza Atlántica forman parte también de la Conferencia de
Seguridad y Cooperación en Europa. Lo que pasa es que quizá estamos
confundiendo dos planos distintos. La arquitectura europea, incluido
también el vínculo transatlántico, está formada por círculos concéntricos
de radio distinto, algunos de radio creciente y otros de radio
decreciente, pero sin duda alguna todos ellos forman parte de eso que
hemos dado en llamar la arquitectura europea. Hay una parte de la
arquitectura europea que tiene que ver con la seguridad y hay otra parte
de la arquitectura europea y transatlántica que tiene que ver con la
defensa, que es algo ligeramente distinto, señoría.

La Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa, como su nombre
indica, tiene unos objetivos y dentro de esos círculos concéntricos y
algunos, incluso, excéntricos tiene unas responsabilidades en ese
conjunto armonioso de arquitectura europea y otras instancias tienen
otras responsabilidades. Señoría, yo parto de la base de que ese círculo
que significa la seguridad militar, la seguridad de defensa, que es la
Alianza Atlántica, debe diferenciarse del círculo que significa la
cooperación y la seguridad, que es la CSCE. Creo que el segundo es
importante, pero también la Alianza Atlántica es importante, más si cabe
en esta hora y en este momento. Señoría, el vínculo transatlántico sí que
lo quiero defender, y quiero defender el vínculo transatlántico porque me
parece que es una de las piezas fundamentales de la estabilidad europea
y, más allá de la estabilidad europea, de la estabilidad mundial; un
vínculo transatlántico que tiene una componente de defensa, que tiene una
componente de cooperación y que tiene una componente comercial de
extraordinaria importancia. No podríamos hablar seriamente de la
estabilidad en el mundo de hoy incluso si ese vínculo transatlántico no
funcionara en el ámbito del comercio. Yo creo que hemos visto a lo largo
de este año la importancia que tiene el vínculo transatlántico para
resolver otro tipo de guerras, otro tipo de batallas que afortunadamente
no son cruentas pero que tienen que ver con el comercio de manera muy
importante. Por tanto, el vínculo transatlántico me parece que es
importante, funciona bien en el ámbito de la Alianza Atlántica, está
también representado en el ámbito de la Conferencia de Seguridad y
Cooperación en Europa, y no entiendo en este momento por qué se intenta
contraponerlos. Su señoría se puede plantear el problema del futuro, del
mañana. ¿Existe un mañana en el cual sobre una de las dos instancias?
Pues puede existir un mañana en el cual sobre una de las dos instancias.

Lógicamente querríamos todos --las personas de buena voluntad que nos
dedicamos a intentar hacer que el bienestar de los europeos sea un
poquito mejor--, nos gustaría que la que sobrara fuera la iniciativa que
corresponde al círculo relativo a la defensa porque estuviera superado el
problema de la guerra. Desgraciadamente todavía no ha llegado el momento
para ello, y en tanto no llegue ese momento creo que es importante que
con el mismo aliento defendamos la cooperación y seguridad en Europa a
través de la CSCE y defendamos también la instancia correspondiente a la
Alianza Atlántica.

Me interesa y subrayo que S. S. haya hecho hincapié en el tema de la
identidad europea de defensa. Le rogaría que hiciera una reflexión sobre
la importancia que tiene la Alianza Atlántica hoy para que mañana
tengamos una sólida identidad europea de defensa. Seguramente sería muy
difícil, señoría, imaginar hoy la creación de una identidad europea de
defensa ex novo, sin contar con algunos de los elementos básicos que
configuran la Alianza Atlántica. El mecanismo que se ha puesto en marcha,
que tiene ese nombre tan complejo pero que podríamos entendernos al
hablar de fuerzas separables pero no separadas, sin duda alguna será un
instrumento fundamental para consolidar la iniciativa europea de defensa,
y para consolidar por tanto una política de defensa en Europa y la Unión
Europea occidental, que cuando el tiempo corra hacia adelante a lo mejor
ya no es necesario más que una de las dos partes y sólo es necesaria la
identidad europea de defensa si entramos en un mundo en el que nos
gustaría lógicamente a muchos de nosotros vivir, pero que todavía queda
un cierto tiempo para que se haga realidad.

Sí me gustaría decirle que en los temas de mantenimiento de la paz
también hay que reflexionar sobre el papel que puede tener y que tiene
que tener la Alianza Atlántica. Quizá estamos todos sometidos al dolor y
a la depresión que nos produce ver la situación de Yugoslavia. Pero si en
el ámbito de la solución del conflicto de Yugoslavia hubiera que hacer
una intervención de carácter militar, que en este momento no está
planteada, incluso operaciones singulares como pueden ser los bombardeos
selectivos, seguramente, si no existiera la Alianza Atlántica, sería
todavía mucho más difícil de ponerlos en marcha. Estamos hablando de una
instancia que se somete al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y a su
Secretario General. Es decir, no estamos hablando de una Alianza
Atlántica que actúa por su cuenta y riesgo en la resolución de conflictos
como el de Yugoslavia, donde el mantenimiento de la paz y la gestión de
crisis puedan ser necesarios. Estamos hablando de una Alianza Atlántica
que se somete al Secretario General de Naciones Unidas y, por tanto, al
Consejo de Seguridad. Pero pensemos por un momento en que eso no
existiera, si fuera necesario --y a lo mejor lo es todavía-- que alguna
operación de carácter militar --esperemos que sea lo menos necesaria
posible-- hubiera de realizarse en Yugoslavia. Por tanto, en el momento
en el que estamos viviendo, en la situación transitoria que estamos
viviendo de pasar de la guerra fría a una situación en la que
afortunadamente eso ha desaparecido, entiendo, señoría, y creo que
compartiría conmigo que tenemos todavía un trecho largo de un camino que
recorrer, en el que es imprescindible el mantenimiento de este conjunto,
a veces complejo, de instancias que tienen, como digo, radios de distinta
dimensión, a veces circunferencias concéntricas y a veces excéntricas.

Me ha preguntado S. S. si había leído el artículo de Kissinger. Sí, lo he
leído. No sé si he leído todos los



Página 3336




artículos que se han publicado sobre el particular, pero he leído
bastantes de ellos y le diré que no estoy de acuerdo con la posición
--como luego trataré de apuntar contestando al Diputado señor Rupérez--,
no sostengo la tesis que mantiene el profesor Kissinger en su artículo
publicado en la prensa internacional. Tiene algunos elementos que son
positivos y que se pueden compartir, pero la tesis general no me parece
acertada. Tampoco me parece acertada, señoría, en su totalidad, la que
publicó en fecha anterior Mijail Gorbachov; tampoco la compartiría en su
totalidad. Tiene elementos que pueden ser compartidos, pero tampoco la
compartiría en su totalidad.

Para terminar diré dos palabras sobre Yugoslavia. Como S. S. sabe,
comparto la idea de la permanencia de los cascos azules españoles en este
momento y creo que están realizando una labor extraordinaria. Una salida
abrupta de los cascos azules en este momento no contribuiría a los
ideales o a los anhelos que todos tenemos para intentar resolver este
tremendo y dramático problema de Yugoslavia. Otra cosa es, como he dicho
tantas veces, que al finalizar este período del invierno, durante el cual
tenemos el compromiso, los países que tenemos tropas comprometidas sobre
el terreno nos replanteáramos la situación en función de los
acontecimientos que tengan lugar desde ahora hasta ese momento.

Agradezco al Diputado señor Rupérez su intervención, que tiene elementos
que comparto aunque hay otros que no comparto profundamente. El Diputado
señor Rupérez afirma que el Partido Popular es partidario de la
ampliación de la Alianza Atlántica. Como sabe muy bien y ha reconocido,
el artículo 10 del Tratado de Washington abre esa posibilidad y, por
tanto, no sólo el Partido Popular sino todo el mundo, en principio, que
ha firmado el Tratado de Washington por su artículo 10 es favorable a que
aquellos que cumplan sus condiciones para su integración lo hagan. En lo
que ya sí que no estoy de acuerdo con S. S. es con ese sentimiento que le
embarga de decepción. No sé si ese sentimiento de decepción que le
embarga es personal o es un sentimiento colectivo del grupo político al
que representa, pero sería difícil encontrar, en el conjunto de los
gobiernos europeos o en el conjunto de las formaciones políticas europeas
a que S. S. pertenece algún responsable político que tuviera ese
sentimiento de decepción colectiva. Su señoría lo puede tener
personalmente, me parece legítimo, porque ha vivido de una manera muy
dramática lo que es la Alianza Atlántica desde el principio de la
incorporación de España a la misma y sabe muy bien de las dificultades
que tiene, de las ventajas que tiene y de algunos de los riesgos y de los
rigores que también tiene la incorporación de un país a la Alianza
Atlántica. Pero sería difícil encontrar, señoría, algún grupo político,
del conjunto de los grupos políticos del arco parlamentario que
constituyen el Parlamento Europeo, que hubiera hecho afirmaciones como
las que S. S. ha hecho. Yo no he encontrado ninguno que haya dicho que
esta Cumbre le haya parecido decepcionante. Al contrario, si mira usted
la bibliografía, las hemerotecas, encontrará todo lo contrario. Incluso
iría más lejos, le costaría a usted encontrar un dirigente político
--encontraría sólo uno--, incluidos los de los países del centro y del
este, los que someten su candidatura a la Alianza Atlántica, que hiciera
una reflexión acaso parecida a la suya y seguramente con menos intensidad
que la suya.

Piense en Polonia. Su señoría sabe que Polonia ha sido el ejemplo del
país que ha tenido una posición más dura o más positiva respecto al
significado profundo que tiene para Polonia su integración en la Alianza
Atlántica, y lógico es que lo sea. La historia de Polonia seguramente nos
llama a todos a que tengamos una sensibilidad especial sobre el tema de
Polonia. Pero lea las declaraciones del propio Primer Ministro de
Polonia; si no las tiene, se las enviaré. Solamente ha habido una persona
en Polonia que últimamente ha vuelto a decir de forma muy matizada algo
que no va ni mucho menos con la decepción que S. S. le ha producido, y es
el Presidente Walesa; el único. Si lee usted las declaraciones del
Presidente de la República de Chequia o lee usted las declaraciones del
Primer Ministro de Eslovaquia o lee usted las declaraciones del de
Rumanía o del de Bulgaria, verá usted lo contrario, que la terminación de
esta cumbre de Bruselas ha supuesto una gran satisfacción, una gran
alegría y una cierta tranquilidad que no tenían antes. ¿Y por qué se ha
producido? Mire usted, señoría, ¿cuándo se empieza a tratar este tema? Su
señoría lo sabe bien. Su señoría sabe que este tema se empieza a tratar
con un viaje del Senador americano Lugge a Europa, donde empieza a tomar
contacto con las distintas formaciones políticas y los distintos partidos
políticos y gobiernos sobre esta materia. Se generan unas expectativas
que han hecho que luego fuera difícil explicar bien el significado
profundo que tenía la Asociación para la Paz. En cuanto este esfuerzo de
explicación se ha hecho, por el mismo razonamiento que S. S. ha empleado,
esos países han quedado satisfechos. ¿Cuál es el argumento que S. S. ha
empleado? Su señoría ha empleado el argumento siguiente, que estos países
no están pidiendo que se cumpla el artículo 5.º. No les preocupa que no
se cumpla el artículo 5.º del Tratado de Washington. Lo que desean es que
se les dé una garantía de que se cumpla el artículo 4.º. Esa es la
esencia del argumento que S. S. ha empleado; argumento sorprendente
porque realmente unirse a la Alianza Atlántica no es unirse a un club de
tenis. Unirse a la Alianza Atlántica supone muchas consecuencias; supone
un ejército preparado; supone una homologación de mantenimiento de
material; supone tantas y tantas cosas que S. S., que conoce tan bien la
Alianza Atlántica por dentro, sabe muy bien que esos países no pueden
añadirse a la Alianza Atlántica en este momento más que con la garantía
que da el artículo 4.º, pero sería absolutamente imposible que pudieran
cumplir el artículo 5.º. Su señoría lo sabe y lo sabe bien. Soy
perfectamente consciente del conocimiento profundo que tiene de la
Alianza Atlántica, pero su señoría sabe que ninguno de esos países podría
cumplir el artículo 5.º. Por tanto, su argumentación en este momento es
falsa, con todos los respetos; es política. Lo que estos países demandan,
y demandan con razón, son seguridades políticas de protección, pero no a
través del artículo 5.º. Eso es lo que el partenariado para la paz les da
y les



Página 3337




confiere. Piense por un momento lo que significa el artículo 4.º que, de
hecho, se les va a aplicar. El artículo 4.º significa la capacidad de
consultas, algo que da perfecta satisfacción en este momento por el mismo
argumento que S. S. ha traído a colación. Vuelvo a insistir en que su
argumento es que no necesitan y no quieren el artículo 5.º, pero no es lo
que les preocupa; lo que les preocupa es el artículo 4.º. El artículo 4.º
está concedido. Por tanto, en este momento creo que lo que hemos hecho es
lo que se debía hacer. Nos hubiéramos precipitado, y S. S. lo sabe.

Su señoría dice que habría que integrar a más países, pero yo le
pregunto, ¿a cuántos debíamos haber integrado los días 9 y 10 en
Bruselas? ¿Debíamos haber integrado a Polonia sola? ¿Qué hubiera pasado
con Chequia? ¿Debíamos haber integrado a Chequia y no a Eslovenia? ¿Qué
hubiera pasado entonces? ¿Debíamos haber integrado a Chequia o a Hungría
y no a Bulgaria o a Rumanía? Si hubiéramos hecho eso, ¿hubiéramos
conseguido una Europa más segura o más insegura? En el fuero de su
corazón, señoría, me tiene que reconocer que si hubiéramos integrado, por
ejemplo, a Hungría y no a Rumanía en el mismo acto seguramente hubiéramos
generado una situación más difícil, más inestable de la que S. S. está
pidiendo. Por tanto, seamos serios con este tipo de cuestiones. Creo que
tenemos que tener el suficiente sentido común y la suficiente frialdad
que S. S. tiene al igual que el Grupo político que le apoya, para saber
que a veces decisiones que nos dan calor por dentro cuando las pensamos,
que nos dan orgullo y solidaridad al pensarlas, cuando se llevan a la
práctica conducen al objetivo contrario al cual por el que se está
peleando. No creo que hubiera sido bueno, y no es que no lo crea yo, sino
que no lo cree nadie: no lo cree el Gobierno británico ni el Gobierno
francés ni el Gobierno alemán ni el Gobierno danés, no lo cree ningún
gobierno. Todos decimos que el artículo 10 del Tratado de Washington debe
estar abierto y, por tanto, que ese proceso de ampliación se debe
producir en tiempo y en forma, de manera tal que su incorporación se
realice de la manera más útil posible.

Insisto, creo que en su propia argumentación hay algo que es noble en la
forma en la que S. S. la expone. Es verdad que estos países necesitan
ayuda y es verdad que como nosotros recibimos ayuda en nuestro momento en
la transición debemos darla. Pero si tuviéramos que escalonar según las
prioridades, las ayudas y los deseos de estos países, le digo
sinceramente, con conocimiento de causa porque he hablado con todos los
ministros de Asuntos Exteriores de todos estos países a los que nos
estamos refiriendo largo y tendido, que en este momento seguramente la
mayor garantía de seguridad que les podríamos dar es comercial, la mejor
ayuda que les podríamos dar en este momento es hacer unos tratados de
asociación como los que estamos haciendo con la Unión Europea. Lo más
útil que podemos hacer para la estabilidad democrática de esos países es
eso, y cuando nos planteemos eso en España en este Parlamento tendremos
muchas dificultades porque, señorías, es muy fácil decir que entre en la
OTAN, que no es la prioridad número uno de esos países. La prioridad
número uno de esos países es el comercio. Insisto, cuando discutamos en
este Parlamento los tratados de asociación de Rumanía, de Bulgaria,
etcétera, veremos cómo nos posicionamos cada uno y veremos entonces
cuándo las generosidades y las solidaridades surgen a flor de piel o son
profundas. Por tanto, creo que tendríamos que pensar estas cosas desde
una perspectiva sin duda generosa, pero más global. Por consiguiente, si
lo que querían, de acuerdo con su razonamiento que yo comparto, era una
señal política más que una garantía de acuerdo con el artículo 5.º del
Tratado de Washington, la tienen. ¿La tienen para siempre? No. Todos
somos conscientes de que todos estos países o los que quieran, a través
del partenariado por la paz, a partir de maniobras conjuntas, a partir de
homologación de sus ejércitos --proceso de homologación de sus ejércitos
que será enormemente importante para la estabilidad de sus democracias--,
podrán incorporarse a la Alianza Atlántica.

Quisiera sacarle de un error que tiene S. S. y que menciona con relativa
frecuencia. No ha sido Francia la que se ha opuesto de manera más tajante
al planteamiento que S. S. propone como el ideal. No es así. Los debates
en la Alianza Atlántica, como S. S. sabe bien, no son públicos, pero, si
me cree, permítame que le diga que no tiene la versión correcta. Otros
países mucho más próximos al pensamiento político que S. S. representa
han sido enormemente más enérgicos en el no a una posibilidad de
ampliación en este momento de la Alianza Atlántica, mucho más que
Francia. Otra cosa es que las imágenes hacia fuera sean las que son. Es
verdad que los discursos son secretos, aunque se filtran y se conocen más
o menos, y le puedo decir que es de esta manera. Por lo tanto, en este
caso, la Alianza no ha sido víctima de sus divisiones internas. No tengo
una gran experiencia porque no he participado en un número muy importante
de reuniones de la Alianza Atlántica, pero de las que he participado --y
sumo más de las que se pueden contar con los dedos de una mano-- sin duda
ninguna ha sido la más útil, la más suave, donde ha habido un acuerdo
mayor y donde las decisiones se han tomado con mayor facilidad, si me
permite la expresión.

Y la última parte a la que sí quisiera responderle, señoría, es a la
decepción como español. Insisto en que comparto por su experiencia
personal, que es muy parecida a la mía, muy paralela a la mía, lo que ha
supuesto la incorporación de España a las instancias, a los foros
multilaterales en Europa y más allá de Europa. Pero creo que el mejor
servicio que podemos hacer en este momento, de la misma manera que el
mejor servicio que nos hicieron nuestros amigos, es incorporarlos,
abrirles las puertas a la Unión Europea. Seguramente aproximarnos más a
la vía del comercio, abrir sus capacidades de exportación, etcétera, es
el mejor esfuerzo y el mejor servicio que podemos hacer a la estabilidad
democrática de esos países. Y cuando digo esto permítame que le diga que
no lo hago con vergüenza, porque hay algo de lo que a veces no nos damos
cuenta. Yo les rogaría que miraran, desde el año 1989 ó el 1990 hasta
ahora, las cifras, los grados de intercambios comerciales de Europa con
algunos países,



Página 3338




los países del Visegrad nada más: Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia.

Realmente no creo que se haya dado en la historia reciente una elevación,
una derivada --si me permite la pedantería-- física o matemática, un
cambio en la tendencia tan alto, un incremento en el porcentaje tan alto
como se ha producido en estos poquitos años con esos países. Se ha hecho
mucho por parte de la Unión Europea con gran generosidad, pero
seguramente todavía tenemos que hacer más. Por eso, compartiendo su
preocupación --que insisto en que es noble-- de que estos países que
salen de situaciones de dictadura deben incorporarse y hay que ayudarles
a que se incorporen a lo que suponen los valores compartidos por
nosotros, seguramente los dos razonamientos que S. S. ha aportado son
correctos. Primero, el tema comercial, que he aportado yo y creo que
estaba también en su razonamiento, y segundo, la señal política más
ligada al artículo 4.º del Tratado de Washington, que al artículo 5.º. Y
dejemos bien claro que el artículo 10 está para ser cumplido, es decir,
que está abierto para ser cumplido y, por tanto, que no debiera plantear
ningún problema.

Paso a los últimos temas que S. S. ha planteado. Ha dicho una frase que
sí me preocupa y que habría que analizarla en su totalidad. «Una OTAN
para todos equivale a una OTAN para nadie», creo que han sido las
palabras textuales que S. S. ha dicho. Tendríamos que pensar sobre esto
también. ¿Qué significa una OTAN para todos?, si significa una OTAN para
nadie. Porque ¿quiénes son todos? ¿Dónde ponemos el cierre y dónde
empezamos a pensar que una OTAN para muchos empieza a ser una OTAN para
muy pocos o para casi ninguno? Estas reflexiones sí las tendríamos que
hacer y creo que tiempo tendremos en el futuro para hacerlas porque son
decisiones de gran calado que vamos a tener que tomar en el futuro.

¿Dónde decimos basta? Lo tendremos que decir a lo largo de los años. Y si
al decir basta estamos diluyendo tanto la Alianza que ya no sirve, que es
un poco la tesis que S. S. me plantea. Sobre estas cuestiones tendremos
que pensar.

Su señoría se ha referido después a tres cuestiones sobre las que voy a
pasar muy brevemente. En cuanto al Mediterráneo, me alegro que a S. S. le
satisfaga que hayamos trabajado y hayamos tratado de que la Alianza
recupere su visión hacia el flanco sur, pero le quisiera decir que en el
foro de la CSCE estamos teniendo una labor creo modestamente que
positiva. En la cumbre de Roma, de no hace mucho tiempo, sabe S. S. que
tuve el honor de ser el ponente sobre el tema del Mediterráneo y que por
primera vez conseguimos que los ministros de Asuntos Exteriores de
Egipto, de Argelia, de Túnez y de Marruecos comparecieran en el foro de
la CSCE del Mediterráneo en una sesión plenaria, en la que tuve el honor
de hacer la presentación en nombre del Gobierno de España. Por tanto, en
el ámbito de la CSCE creo que no sería justo decir que no estamos
trabajando por los temas del Mediterráneo.

Por lo que se refiere a Yugoslavia, comparto con S. S. el riesgo que
tenemos en Yugoslavia. Y aquí sí tenemos que decir que uno de los prismas
a través de los cuales miramos la realidad, que por eso nos sale a veces
tan fea y tan deforme, es el de nuestra experiencia con Yugoslavia. Y la
experiencia en Yugoslavia es terrible. Nos conmueve a todos, nos
conmociona a todos y nos escandaliza, pero no sabemos hacerlo de otra
manera en esta hora, en este momento. No encontramos la fórmula para
resolver este problema de otra manera en este momento, insisto. Y es
verdad que a veces nos estamos pasando, la comunidad internacional se
pasa de declaraciones bienintencionadas que luego no se llevan a la
práctica, y eso no es bueno para la credibilidad de las instancias que
las producen.

Sobre el uso de la fuerza, en las dos hipótesis que en este momento están
contempladas, muy brevemente le contesto a su pregunta y luego contestaré
a S. S. sobre la otra. Las dos instancias en que en este momento se está
trabajando operativamente es la apertura del aeropuerto de Tuzla y la
posibilidad de la rotación de las fuerzas en Srebrenica. Le diré que la
segunda es más fácil que la primera. Creo que la rotación de las fuerzas
en Srebrenica se va a conseguir, y se va a conseguir sin necesidad del
uso de la fuerza. Hay un problema todavía con alguno de los carros
pesados que el Gobierno de Holanda quiere llevar hacia Srebrenica y habrá
dificultad para que pase. Pero creo que vamos a tener un problema muy
serio con la apertura del aeropuerto de Tuzla. La apertura de este
aeropuerto no se consigue solamente con bombardeos. Como sabe muy bien S.

S., la ocupación del terreno es absolutamente fundamental. En ese momento
el Secretario General de Naciones Unidas, señor Butros Gali, dice que es
un cambio muy importante, determinante de la misión de las Fuerzas de
Unprofor, porque pasarían a tener una función ofensiva, no estrictamente
defensiva. Sería abrir el aeropuerto con la infantería y eso requeriría
un acuerdo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sondeado el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en estas últimas horas, no le
oculto que algún problema existe con alguno de los países que tienen
derecho de veto. Por tanto, habrá que seguir trabajando sobre esa
hipótesis y ver si es posible, sin necesidad de los bombardeos aéreos,
abrir el aeropuerto de Tuzla. Los que se oponen a que se abra al
aeropuerto, como S. S. sabe, son los serbios de Bosnia, y se oponen
porque creen que, a través de la apertura de ese aeropuerto, no llegaría
sólo ayuda humanitaria sino que llegarían también armas. Se está pensando
en una fórmula que permita que los propios serbios de Bosnia den
garantías de que lo único que llega al aeropuerto de Tuzla es ayuda
humanitaria. En las próximas horas veremos cómo salimos de este tremendo
problema del aeropuerto de Tuzla, pero, insisto, creo que la rotación
sobre Srebrenica se podrá conseguir sin necesidad de hacer uso de la
fuerza.

Sobre la identidad europea de defensa, comparto lo que S. S. apunta. Me
parece que el ejercicio de fuerzas combinadas, operativas conjuntas, es
una buena idea que nos puede permitir el ir desarrollando paulatinamente
y con seriedad la iniciativa europea de defensa y las funciones que la
UEO pueda hacer, autónomamente ya de la Alianza Atlántica.




Página 3339




Al Diputado señor Moya, del Partido del Gobierno, le agradezco muchísimo
sus reflexiones. Le quiero decir que es verdad que hay dos posiciones, no
tan lejanas, que son las que se han defendido por los grupos
parlamentarios anteriores. Creo que en el corazón del debate estamos
básicamente de acuerdo y hay un gran consenso, pero puede haber matices
que nos separen de alguna manera.

Sobre las nuevas misiones de mantenimiento de la paz, a las que S. S. ha
hecho referencia, me parecen muy importantes. Vuelvo a insistir en que la
deformación que tenemos en este momento por verlo todo a través del
prisma de Yugoslavia es uno de los dramas que tenemos que llevar sobre
nuestras espaldas. Esperemos encontrar alguna forma para resolver estos
problemas, aunque no soy optimista, y en este momento, a estas horas,
menos optimista que hace una semana o semana y media.

Sobre la identidad europea de defensa le digo lo mismo que he dicho a los
portavoces anteriores. Todos los grupos parlamentarios compartimos
básicamente la posición y, por tanto, me felicito de ello.

Me ha hecho S. S. dos preguntas: la primera sobre Yugoslavia, cómo está
el asunto de Srebrenica y Tuzla, a la que ya he contestado, y la segunda
sobre cómo está el ambiente, por usar su propia terminología, en cuanto a
las Fuerzas de Unprofor. Pues, señorías, en estas horas se está
produciendo un buen número de contactos. Durante todo el día de ayer hubo
contactos entre Francia, España, Gran Bretaña y los dos negociadores: el
negociador comunitario, David Owen, el negociador que todavía es de
Naciones Unidas, Stoltenberg, y el nuevo representante personal del
Secretario General, el japonés Hasaki, para ver cómo dábamos un impulso a
la situación. ¿Cuál es la novedad de la situación? La novedad de la
situación es que sobre el terreno las cosas han cambiado, y han cambiado
de una manera a favor, aparentemente en este momento, de los musulmanes.

He tenido oportunidad de estar hablando varias horas con el Presidente
Izetbegovic en Malasia, donde iba a una reunión con la cumbre islámica, y
la impresión que saco, y la tengo que decir --ayer estaba publicado
prácticamente con integridad en un editorial muy largo del «Herald
Tribune»--, es que la situación ahora es que las fuerzas musulmanas creen
que tienen un ejército de 200.000 personas y que tienen posibilidades de
recuperar por la vía de la fuerza algunos de los enclaves que fueron
quitados por la vía de la fuerza por los serbios.

Por tanto, el ambiente, digamos, negociador es más bien pesimista en este
momento. De las negociaciones del día 18 no ha salido nada, o
prácticamente nada. Están convocadas las partes para el día 10 de febrero
otra vez, pero el ambiente que se respira en este momento es más bien
pesimista en cuanto a la negociación política, puesto que hay partes
enfrentadas que creen que tienen todavía una esperanza por la vía
militar. Sinceramente los mandos militares sobre el terreno estiman que
es una esperanza que no se compadece con la realidad, pero es muy
difícil, cuando hay una parte que cree que todavía tienen posibilidades
por la vía de lo militar de recuperar territorio, que se sienten en la
mesa a negociar. En la mesa de negociación prácticamente hay acuerdo
sobre los elementos básicos: el 33 por ciento, un tercio del territorio,
para los bosnios, 17,5 por ciento para los croatas y el resto para los
serbios.

¿Cuáles son los temas donde no hay acuerdo? No hay acuerdo sobre lo que
pudiéramos llamar la calidad del territorio. Hay acuerdo sobre la cifra,
pero no hay acuerdo sobre la calidad del territorio. La pelea es ahora
cómo se consigue que alguno de los enclaves o algunos de los pueblos que
están en este momento en el mapa en la parte serbia sean recuperados por
la parte musulmana. Esta es la batalla en la que nos encontramos en este
momento. A eso hay que unir los siguientes tres puntos: primero, el
acceso hacia el río Drina, que creo que tiene solución, es una solución
técnicamente complicada pero creo que la tiene y se podría encontrar.

Segundo, el acceso al Adriático, donde hay dos opciones. Prácticamente se
va concentrando la atención sobre una de las mismas que es Ploce y Neum,
no la otra, ahí creo que se podía encontrar un acuerdo. Y, tercero, dos
cuestiones más: control de Sarajevo y control de Mostar, donde no hay
acuerdo. Sarajevo, como saben SS. SS., se estaba pensando que fuera
controlado por Naciones Unidas y Mostar por la Unión Europea. No hay
acuerdo sobre esa materia. Una nueva reivindicación que se ha puesto
sobre la mesa el día 18 es el acceso al río Drina, río histórico porque
fue frontera de los imperios, y se desea por parte musulmana un acceso
también a ese río. Por tanto, los temas reales sobre el terreno parece
que debieran ser solubles, pero en este momento el estado de ánimo de las
partes, sobre todo de la parte musulmana, es que se siente con más
capacidad de acción en este momento. Sin duda tiene una capacidad de
haber roto el embargo de armas, sin ninguna duda, y ellos creen que
tienen la posibilidad de una ofensiva para recuperación del terreno.

Esta es la situación en este momento. Creo que a lo largo de esta semana
tendré una información más detallada y con sumo gusto, ya sea por la vía
de la Presidencia o por los portavoces de los grupos parlamentarios, les
daré la información pertinente, porque puede haber alguna iniciativa en
las próximas horas. Sí les puedo decir que los Estados Unidos de América
han vuelto a decir de forma clara que no pondrán tropas sobre el terreno
nada más que para la implementación de un plan de paz libremente acordado
por las partes, y que no lo pondrán para la separación de los
contendientes.

Gracias, señor Presidente.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Ministro.

Vamos a hacer un segundo turno, breve, por favor.

El señor González Lizondo tiene la palabra.




El señor GONZALEZ LIZONDO: Muchas gracias, señor Presidente.

En primer lugar, señor Ministro, gracias por su tono y por sus formas. Yo
puedo cambiar la palabra déficit por la de tardanza, no tengo ningún
inconveniente si es más



Página 3340




oportuno. Pero yo tengo una costumbre, que además creo que la compartimos
muchos, y es que no nos gusta hablar con la prensa o con ningún tipo de
medio a través de unas informaciones que recibimos de la propia prensa.

Hay líderes que les gusta. En el momento en que se ha celebrado el acto,
inmediatamente ya lo conocen todo. No sé si tendrán medios
extraordinarios o algún micrófono oculto que les facilite la información
de todo lo que ha pasado, pero al día siguiente ya están discutiendo
cuáles son las conclusiones y cuáles son las formas. Yo prefiero saberlo
del propio Gobierno. Y, sinceramente, quince días en este tema para mí es
tardanza --sustituyo y digo tardanza.

Agradezco también que comparta mis inquietudes. Dice el señor Ministro
que es un sueño una Europa unida. Puede ser un sueño, efectivamente, yo
no digo que no, pero hay que soñar; yo quiero soñar con eso y le pido que
sueñe usted también. Le pregunto ¿han hecho los esfuerzos necesarios?
¿Han hecho una declaración clara y concreta frente a Rusia diciendo:
vamos a sentarnos? Porque me ha parecido entender que usted no lo
compartía, y yo tampoco, eso de que una OTAN para todos es una OTAN para
nadie. No lo comparto, ni muchísimo menos. Una OTAN para todos es una
OTAN para todos los que tienen que estar. Y ¿quiénes son todos los que
tienen que estar? Toda Europa. Por tanto, para mí no es una OTAN para
nadie, es una OTAN para todos, válida para conseguir aquello que es
posible que sea un sueño, pero que quiero pensar que puede ser una
realidad.

En cuanto a andar muy deprisa, no quiero hablar más de Estados Unidos,
porque da la impresión, aunque ya he dicho que no lo soy, que soy
antiamericanista, pero ahí está el GATT y una serie de cosas en las que
Estados Unidos ayuda, pero también se autoayuda cuando le hace falta,
cosa que me parece muy lógica. No quiero entrar más en ese tema.

Cascos azules. Mi partido, Unión Valenciana, avaló su presencia y votamos
a favor. Lo que le he dicho es que se está haciendo insostenible porque
no vemos ninguna salida y nos gustaría encontrarla. Me ha sentado muy mal
cuando ha dicho que una cosa es la teoría, pero que, por otra parte,
están los musulmanes que en estos momentos están envalentonados, de
alguna forma es así, porque se consideran fuertes y creen que por la
fuerza pueden conseguirlo. El tema no está claro y no vemos una salida;
yo, por lo menos, no se la veo. Habrá que tomar una decisión, a lo mejor,
drástica. Antes se ha dicho: sí por la paz, nunca por ningún bombardeo. A
mí no me gustan los bombardeos, pero día a día vemos cómo se pierde una
bomba y mueren niños. Quizá fuera más conveniente una solución fuerte y
rápida. No me atrevo a decirlo, pero pasado este invierno tendrán que
planteárselo porque este tema se está haciendo insondable.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el Ministro de Asuntos Exteriores.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Muy
brevemente, señoría. Le agradezco mucho su intervención.

Sobre la última parte de su intervención quería decirle que los cascos
azules españoles están realizando una labor espléndida, de la que nos
podemos sentir orgullosos. Tenemos el compromiso con la ayuda humanitaria
a lo largo de este invierno, pero de no encontrarse una solución pacífica
y adecuada, por la vía del acuerdo, que resuelva el problema, sí es
verdad que nos debíamos de plantear colegiadamente, con los países que
tienen fuerzas sobre el terreno, qué hacer después.

No puedo evitar decirle una cosa sobre el sueño. ¿Me la permite?
(Asentimiento.) Estoy seguro de que S. S. es un gran lector de Quevedo.

Quevedo tiene un verso precioso sobre el sueño: «A fugitivas sombras doy
abrazos/ en el sueño se cansa el alma mía.» La suya se cansará en el
sueño, la mía se cansa trabajando y despierto.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Federal de Izquierda Unida-Iniciativa
per Catalunya, tiene la palabra el señor Espasa.




El señor ESPASA OLIVER: Señor Ministro de Asuntos Exteriores, usted
decía, y yo comparto la apreciación respecto de su respuesta, que nuestra
posición era, aunque discrepante en aspectos esenciales, constructiva.

Creo que su respuesta también lo ha sido y, a veces, desde la
discrepancia, pero con la voluntad constructiva, se puede llegar incluso
a acuerdos.

En esta misma tónica, señalando claramente cuáles son nuestras
discrepancias y diferencias, quiero puntualizar algunas de sus respuestas
a mi intervención. En primer lugar, en cuanto a la que quiere presentar
como central, el vínculo trasatlántico, dice que contiene elementos de
defensa y seguridad compartida, comerciales y de cooperación, que no
vamos a poner en duda. Yo no lo pongo en duda, señor Ministro. El vínculo
trasatlántico no lo pongo en duda. Lo que sí pongo en duda es si el
vínculo debe ser de igual a igual o de subordinación. Ahí está la
diferencia de nuestro Grupo con el suyo. Y recuerde usted las discusiones
que hemos tenido a propósito del GATT con usted y con el Vicepresidente
del Gobierno, señor Serra; recuerde usted las discusiones que acabamos de
tener sobre identidad europea de defensa, a la que usted le reclama una
partera de la historia que la verdad no me parece muy eficaz. Si la
partera de la identidad europea de defensa ha de ser la OTAN, aviados
estamos con el «nasciturus», señor Ministro de Asuntos Exteriores.

Por tanto, volviendo al tema central, se trata de igualdad. Vínculo sí,
igualdad también. Ahí está la cuestión y ahí está el porqué de defender
que es mejor la CSCE que la OTAN. Usted dice: es que todos los de la OTAN
están de acuerdo con la CSCE. Claro que sí, pero es que hay muchos más en
la CSCE que en la OTAN. Por tanto, a igualdad de posiciones, más a mi
favor: están todos en la CSCE, no están todos en la OTAN. Por tanto,
marco de relaciones, marco de seguridad compartida, marco de debate
político de las diferencias, mucho más seguro, si



Página 3341




hay ganas de utilizarlo, mucho más fiable, mucho más igual el de la CSCE,
porque ya están todos dentro.

Realmente, ha estado usted brillante respondiendo a otro portavoz cuando
señalaba las contradicciones de aquel portavoz, pero sin darse cuenta
señalaba las suyas propias, señor Ministro. Usted decía: si vamos hasta
Bulgaria o Rumanía, o donde nos vayamos parando, ¿aumenta o disminuye la
seguridad? Y decía con razón: Aumenta la inseguridad si vamos haciendo
distingos. En el fondo, contradiciendo a aquel portavoz se contradice a
usted mismo. La ampliación total o parcial de la OTAN, cuando sea, es un
distingo absurdo teniendo otros vínculos u otros marcos como el de la
CSCE, y usted mismo reconocía el peligro que significa dónde nos paramos
o si llegamos hasta el final. Si hemos de llegar hasta el final tenemos
la CSCE, revitalizándola, claro está, dotándola de fuerzas, claro está,
etcétera, etcétera. Por tanto, vínculo trasatlántico sí, tanto como el
suyo, sólo que con una gran diferencia: desde la igualdad. La identidad
europea de defensa no tiene por qué someterse a la OTAN, que es una
alianza militar nacida al calor de la guerra fría. La identidad europea
de defensa se debe someter sólo al poder político de la Unión Europea en
plena colaboración política, democrática, comercial con el resto del
mundo y, especialmente, con el vínculo trasatlántico, para usted tan
querido. Por tanto, ahí está la diferencia, quede claro: en la igualdad,
no en la subordinación. Estoy de acuerdo con usted en que lo mejor que
podemos y deberíamos hacer, en un mundo cada vez más tripartito --hablo
ahora en el ámbito comercial--, como europeos y como solidarios y
demócratas, es abrirnos comercialmente hacia el Este. Esto será costoso y
caro, como usted decía, y ésta es nuestra misión fundamental, y «ahí te
quiero ver, escopeta», como dice el castizo. Aquí veremos todos dónde
estamos cuando tengamos que abordar estas cuestiones.

Usted decía: el papel de la OTAN es positivo en la medida en que se
somete totalmente a la autoridad de Naciones Unidas, del señor Butros
Gali. Faltaría más. Usted sabe cuál es nuestra posición en esta cuestión:
desarrollo del Capítulo V de la Carta, autoridad de Naciones Unidas sobre
las fuerzas, cosa que los Estados Unidos no quieren. Ejemplo clamoroso,
Somalia, y ejemplo menos clamoroso pero que está en lo mismo, los
bombardeos de la OTAN. Hay una cuestión política que creo que usted y yo
también podemos compartir; el que bombardea tiene soldados en tierra; no
vale bombardear y tener otros soldados en tierra. Por eso, algunos grupos
políticos quieren que se retiren las fuerzas españolas, para facilitar la
vía --que yo no comparto-- de que la solución militar del bombardeo es la
solución política de Yugoslavia. Cuidado con eso, señor Solana. Nadie
debe bombardear, pero el que bombardea tiene que tener tropas en el
suelo, ahí no hay distingos, y en cambio los americanos sí quieren hacer
distingos. Ellos ponen las bombas y nosotros los músculos. No, nuestro
Grupo no está de acuerdo con esta salida.

Termino, señor Presidente. Usted decía, y se lo agradezco, que no se
trata tanto de una identidad perdida como de la búsqueda de una nueva
identidad. No haré cuestión de nominalismos como en la Edad Media, pero
me parece que en buena medida me ha venido a dar la razón.

También ha hablado de un futuro, no somnoliento, en el que a lo mejor,
usted lo ha dicho muy púdicamente pero ahí queda escrito y tiene su
mérito, la OTAN no haga falta, un futuro en el que, a lo mejor, lo único
que hay es la identidad europea de defensa. Desde el final de este camino
le llamo para que vaya viniendo a él.




El señor PRESIDENTE: El señor Ministro tiene la palabra.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Muy
brevemente, pero por cortesía parlamentaria decirle al señor Espasa que
creo que lo más importante que quizás hayamos oído, con la contundencia
con que lo hemos oído, es la defensa del vínculo transatlántico. Creo que
ésa es una declaración que está en el «Diario de Sesiones» y que pienso
que es muy importante. Que el señor Espasa defienda con esa pasión el
vínculo transatlántico me parece que es importante en el nuevo mundo en
el que estamos viviendo.

Sí le digo que no hay razón ninguna para que haya subordinación. No hay
más subordinación o menos en la CSCE que en la Alianza Atlántica. ¿Por
qué en la CSCE hay menos subordinación o más igualdad? Me parece que es
una forma de ver las cosas un poco particular.

Le vuelvo a decir que creo que estamos confundiendo --pienso que lo
confundo menos que S. S.-- el ámbito de la seguridad y el de la defensa.

Estamos hablando de dos cosas distintas: el ámbito de la seguridad y el
ámbito de la defensa.

Creo que me ha interpretado mal. No pienso que la OTAN sea la partera de
nada en la identidad europea de defensa, pero sí creo que es un elemento
que, paralelamente, va a permitir que la unión europea de defensa surja,
digamos, de una manera más sólida en el futuro cercano.




El señor PRESIDENTE: El señor Rupérez tiene la palabra, en nombre del
Grupo Popular.




El señor RUPEREZ RUBIO: Señor Ministro, si me lo permite comenzaré con
una pequeña incursión de tipo puramente metodológico. Al señor Ministro
--como, en el fondo, a todo ser humano-- le gusta que le aplaudan y no le
gusta que no le aplaudan. Cuando alguien no le aplaude tiende a
descalificar los argumentos del que no aplaude con algún tipo de
argumento claramente especioso. Nos ha dicho que estamos solos, nos ha
dicho que no somos serios y me ha dicho que yo estoy solo, que tengo una
especie de sentimentalismo. Le puedo asegurar que, primero, este portavoz
no está solo. Este Diputado representa en este momento a un número
importante, como usted sabe, de votos en este país y no está solo.

Segundo, no estamos solos porque nosotros, que no caemos en la cita de
los demás (caemos, si quiere, en la autocita,



Página 3342




porque hacemos nuestro propio trabajo), sabemos que ha habido foros
internacionales significativos, de los cuales el señor Ministro debería
de estar al tanto, como, por ejemplo, la Asamblea del Atlántico Norte,
que en su sesión del mes de noviembre tomó una decisión muy clara a favor
de la ampliación de la OTAN, incluso descendiendo a detalles muy precisos
sobre cómo, en qué términos, en qué condiciones se podría producir ese
tipo de ampliación. Tercero, estoy convencido de que el señor Ministro
comprenderá que eso de serio o no serio son argumentos que en este
importante debate no deberían tener absolutamente ningún lugar, por lo
cual los doy por no oídos.

Quería recordarle al señor Ministro que el mismo Presidente del Gobierno
(y posiblemente ésta sea la vez que más abundantemente he citado a don
Felipe González en mi ya no corta vida política y esta vez para decir que
estoy en estos temas precisamente de acuerdo con él, hace diez años no
estaba de acuerdo con él o él no estaba de acuerdo conmigo, en este caso
sí lo estoy) dice que la Alianza es hoy también un punto de encuentro y
de referencia para todos aquellos que quieren construir en nuestra zona
geoestratégica un nuevo orden mundial basado en la equidad, la democracia
y una economía libre. Pues bien, a aquellos que dentro o fuera de la
Alianza creen que eso es así y a aquellos, sobre todo, que fuera de la
Alianza creen que eso es así y por eso piden la entrada en la Alianza,
¿qué es lo que les dice la Alianza? Que están verdes, que la están
peinando que dirían los castizos, y que, consiguientemente, el artículo
10 del Tratado de Washington es pura y simplemente una fórmula retórica,
un ya veremos, como tantas otras cosas.

Claro que estamos hablando de política, señor Ministro, porque ellos
esperaban una respuesta política, como nosotros esperamos una respuesta
política en 1982 en el momento en que entramos en la Alianza Atlántica.

Claro que se puede jugar con el artículo IV o con el artículo V, y claro
que se puede especular, porque al fin y al cabo es absolutamente lícito
especular con las consecuencias que tienen todos los países que se
comprometen en función del artículo V.

Usted sabe que el artículo V también tiene muchas interpretaciones y
ninguna de ellas mecánica. Usted lo tenía que haber sabido, el Gobierno
lo tenía que haber sabido y la Alianza lo tenía que haber sabido si
hubiera tenido un sentido político de lo que es la respuesta que en este
momento creemos que necesitaba la seguridad europea. De manera que no se
trata de decir: «No, es que si entran, y nos comprometemos al artículo V,
prácticamente tenemos adquirida la guerra.» No, la Alianza ha tenido
artículo V desde el año 1949 y no ha tenido guerra, por muchas razones
que usted perfectamente conoce.

Ese argumento que usted me da de que, al fin y al cabo, es el artículo V,
no es así. El artículo V en el fondo tiene tanta política como el
artículo IV. Lo que nosotros pedimos, y es una petición razonable, y lo
que ellos pedían y lo que muchos europeos miembros de la Alianza pedían
era que se diera esa respuesta política.

Claro que la ampliación no es automática, ¿quién lo ha dicho? La
ampliación, y eso lo sabemos algunos mejor que otros, necesita respuestas
concretas, necesita negociaciones concretas, necesita comparaciones
concretas de medios militares, defensivos y tantas otras cosas. ¿Pero qué
hubiera impedido a la Alianza en este momento afirmar que estaba
dispuesta a considerar esos temas? No es una promesa firme de ampliación,
ni siquiera es una promesa firme de calendario de ampliación; se examinan
los temas, se pueden empezar a considerar los temas, afirmando que se
está dispuesto a la alianza.

Por supuesto, ya lo he dicho claramente, no se trata de contemplar ningún
tipo de admisión colectiva, porque eso no tendría absolutamente ningún
sentido, sino caso a caso. En ese sentido, decir que los polacos están
encantados... Hombre, los polacos no están encantados. Se han resignado,
como se han resignado los húngaros, como se han resignado los checos y
como se han resignado los eslovacos y se resignarán los demás porque a
falta de pan buenas son tortas. Lo que les ofrecen en este momento
ustedes, la OTAN, nosotros, son tortas. Pero de eso a concluir que los
polacos están encantados, hombre, miremos la realidad de frente. No es
eso lo que querían ni es eso lo que quieren ni se sienten satisfechos con
lo que han obtenido.

Creo que es una responsabilidad de todos saber exactamente qué es lo que
les hemos ofrecido en función de la situación europea. Porque don Felipe
González habla aquí de una cosa muy importante que se llama la zona
geoestratégica. Eso puede tener muchas variables. Pero eso tiene que ver
también con la OTAN de todos o de nadie; eso tiene que ver también con el
momento en que tracemos las fronteras. También miremos a la realidad de
frente, señor Ministro. La situación en este momento en el este de Europa
no está nada clara y no vayamos --hay muchos profetas de calamidades que
dicen que en el caso de Yugoslavia estamos repitiendo exactamente el
mismo proceso que se produjo ya antes de la I Guerra Mundial-- a repetir
en el caso de Polonia exactamente el mismo proceso que se produjo antes
de la II Guerra Mundial. Ese es un ejemplo que ellos tienen en la cabeza,
pero que nosotros deberíamos tener en la cabeza, y no por ningún deseo de
jugar a la guerra, sino por un deseo de afirmar con el corazón en la mano
--y no me importa decirlo--, que nos estamos jugando la libertad de todos
los habitantes de este continente, la libertad en la paz, en la justicia
y en la prosperidad. Eso no es ninguna broma y nosotros creemos que desde
ese punto de vista, y lo vuelvo a repetir, personal y colectivamente, las
decisiones de la OTAN en este momento han sido decepcionantes.

Claro que nosotros estamos de acuerdo con que hay que proceder a
determinadas acciones de tipo comercial y económico, no es ése el tema
que hoy nos traía aquí. Seguramente usted, que es buen lector desde
primera hora de la mañana, ayer leería no únicamente el artículo de
Kissinger, interesante, sino también el artículo de Timothy Garton Ash
que dice exactamente lo que usted ha dicho, y no digo que usted esté
citando a Garton Ash. Claro que eso es así, pero no es el tema que
estamos tratando aquí, porque nosotros, efectivamente,



Página 3343




recibimos la solidaridad de la Unión Europea, pero antes recibimos la
solidaridad de la Alianza Atlántica.

Yo y muchos como yo en este Grupo votamos que sí a las dos cosas. Usted
no votó que sí a las dos cosas; a una votó que no. Eso nos da una cierta
autoridad para decirle que a nosotros nos hubiera gustado que el Gobierno
español hubiera estado mucho más a la altura de las circunstancias
históricas, y eso es muy serio, señor Ministro.

Gracias, señor Presidente.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Ministro.




El señor MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES (Solana Madariaga): Gracias,
señor Presidente.

Lo primero que quisiera decir es que yo me he debido explicar bastante
mal en la primera intervención, porque nada más lejos de mi tono ni de mi
manera de ser que descalificar globalmente; nunca lo he hecho, he tratado
de no hacerlo nunca en el Parlamento y mucho menos con S. S. Su señoría
lo sabe bien, por tanto, no se apunte usted a una situación de
martirologio en ese sentido porque no lo he hecho nunca ni lo pienso
hacer. He tratado de darle los mejores argumentos que he podido, no sé si
satisfactorios o no para SS. SS.

Y sí me gusta que me aplaudan, señoría, mucho. Voy a los mítines a que me
aplaudan y me gusta mucho que lo hagan, no aquí; aquí yo vengo a
convencer, dentro de lo que puedo, y quiero que me aplaudan con la
cabeza, no con las manos, hay otros sitios donde me pueden aplaudir con
las manos. Pero no crea usted que reacciono a sus intervenciones por esa
razón; no, sino porque realmente los argumentos que S. S. ha expuesto,
inteligentes, como lo que suele salir de su boca, en este caso, a mi
juicio, son equivocados. He tratado de refutarlos también lo más
inteligentemente que puedo y con la misma claridad. No he dicho que sus
argumentos fueran serios o no, ni he tratado de descalificarlos
globalmente, al contrario, me he detenido, creo que con una cierta
premura incluso, a tratar de desmontarlos, desde mi punto de vista, poco
a poco.

Señoría, lo que sí le quiero decir es que la última parte de su
intervención, apasionada y noble, la comparto totalmente. ¿Cómo no vamos
a compartir que los polacos tienen necesidades porque ha sido uno de los
países que ha tenido mayores sufrimientos a lo largo de los años? ¿Cómo
no vamos a compartirlo? La cuestión es que no está claro que la defensa
de esos valores esté mejor hecha a través de la Asociación para la Paz en
los días 9 y 10 ó 10 y 11 del mes de enero de 1994, que si se hubiera
tomado una decisión que S. S. apunta; no está claro, está por demostrar
que de esa manera se defendieran mejor. Lo que sí le puedo decir una vez
más es que la Asociación para la Paz abre un camino, y ese camino hace
que el artículo 10 pueda entrar en vigor, que es lo que S. S. quiere.

Por tanto, lo que al final queda de su intervención y de la mía es que a
usted le hubiera gustado que el día 10 se hubiera dicho: entran ustedes
en la Alianza --no se sabe quiénes ni cuántos-- y los otros países que
forman parte de la Alianza Atlántica y sus gobiernos han dicho: vamos a
abrir un proceso de asociación que nos ponga en contacto con maniobras
militares, que ponga en contacto los ejércitos, que se homologuen los
temas que se tienen que homologar en nuestras estructuras militares y que
eso sea la puerta para que en el momento en que esas cosas estén maduras,
no verdes, como S. S. ha reconocido, se pueda producir esa integración.

Esta es la posición que yo creo que se ha defendido, y que es una
respuesta política idónea, buena, positiva, a las reivindicaciones y las
aspiraciones de esos países. Porque, vuelvo a insistir, el artículo 4 y
el artículo 5 no son lo mismo, y S. S. lo sabe bien. El artículo 4, en
este caso, en la Asociación para la Paz está vigente, y el artículo 5 no
lo está. Y no está vigente porque nadie estaría dispuesto, en el conjunto
de los países de la Alianza Atlántica, a firmarlo en este momento, y S.

S. lo sabe tan bien como yo porque ha formado parte de la Asamblea de
dicha Alianza Atlántica, donde personas muy respetables habrán expuesto
esta posición en nombre de los gobiernos de los que forman parte.

Nada más, señor Presidente. Gracias por esta velada. Si ocurriera algo a
lo largo de las próximas horas o en estos días, con sumo gusto estaría a
disposición de comparecer ante sus señorías.




El señor PRESIDENTE: Muchísimas gracias, señor Ministro.

Se levanta la sesión.




Eran las doce y treinta y cinco minutos del mediodía.