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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 60, de 02/11/1993
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CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
COMISIONES
Año 1993 V Legislatura Núm. 60
SANIDAD Y CONSUMO
PRESIDENTA: DOÑA BLANCA GARCIA MANZANARES
Sesión núm. 4
celebrada el martes, 2 de noviembre de 1993



ORDEN DEL DIA:
--Comparecencia del señor Secretario General de Salud (Gutiérrez
Morlote), para explicar la situación actual y perspectivas de la política
de salud y, en concreto, el Plan del Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida (SIDA). A solicitud del Grupo Parlamentario Socialista. (Número
de expediente 212/000026.)



Se abre la sesión a las doce y cinco minutos del mediodía.




La señora PRESIDENTA: Señorías, buenos días.

Damos comienzo a la sesión de la Comisión de Sanidad y Consumo con el
único punto del orden del día, que es la comparecencia del Secretario
General de Salud, don Jesús Gutiérrez Morlote, para explicar la situación
actual y perspectivas de la política de salud en el Departamento y, en
concreto, el Plan del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.

Esta comparecencia ha sido solicitada por el Grupo parlamentario
Socialista y me ha comunicado su portavoz que renuncia a la intervención
inicial para dar paso,



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en primer lugar y directamente, a la exposición del señor Gutiérrez
Morlote, a quien damos la bienvenida a esta Comisión.

Tiene la palabra el señor Gutiérrez Morlote.




El señor SECRETARIO GENERAL DE SALUD (Gutiérrez Morlote): Muchas gracias,
Presidenta. Buenos días a todos, señorías.

Quiero agradecer, en primer lugar, al Grupo parlamentario Socialista esta
petición de comparecencia que nos va a permitir hablar, con serenidad y
rigor, de un problema sanitario grave como el del sida que afecta a toda
la población mundial y sobre el que es necesario unir esfuerzos para
encontrar un horizonte de esperanza.

Agradezco comparecer ante SS. SS. para hablar del sida porque ello me
permite mantener informados a los máximos representantes de los
ciudadanos, aunque en modo alguno considere que el problema del sida haya
de ser campo de batalla política. Esta será una máxima a la que nunca
renunciaré, ni en mi comparecencia de hoy ni en las que periódicamente
solicitaré a fin de que SS. SS. estén perfectamente informados. Mi
espíritu será siempre buscar la sintonía y el esfuerzo común; nunca la
utilización del sida como arma política ni favorable, ni desfavorable,
porque detrás de las cifras que vamos a oír hay personas que sufren, que
sufren mucho. Nuestra obligación es evitarlo o paliarlo; en modo alguno
instrumentarlo.

Quiero huir también en esta comparecencia de manifestaciones doctrinales,
de declaraciones generales de sobra conocidas por SS. SS. y repetidas a
lo largo de este período que arranca de la definición de la enfermedad en
1981.

En mi doble condición de Secretario General de Salud y Presidente del
Plan Nacional del Sida estoy obligado a adentrarme en el terreno de lo
concreto y, por ello, tras una descripción de la situación actual de la
enfermedad y de las perspectivas de su evolución, voy a informar sobre
las medidas que está desarrollando, y las que tiene previsto desarrollar
el Ministerio de Sanidad y Consumo en relación con el síndrome de
inmunodeficiencia adquirida.

Espero ser lo suficientemente concluyente como para contribuir a deshacer
algunas ambigüedades y confusiones que suelen producirse siempre que se
toma en consideración el tema del sida y que en nada ayudan a combatir la
enfermedad ni a informar a los ciudadanos.

La pandemia de sida es un fenómeno mundial nuevo, todavía dinámico e
inestable, cuyo mayor impacto está aún por llegar en algunas zonas del
planeta y cuyo futuro y dimensión dependen en exclusiva o, al menos,
fundamentalmente, del comportamiento humano, individual y colectivo,
aparte, lógicamente, del desarrollo de la ciencia.

Las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud a nivel mundial y
para este momento son de cinco mil nuevos afectados diarios, más de trece
millones de infectados (hombres, mujeres y niños, dos millones y medio de
enfermos de sida y unos costes directos sobre el sector sanitario de
5.000 millones de dólares, e indirectos, en términos de pérdidas de
productividad, de hasta diez veces más. Para finales de siglo, de trece a
dieciocho millones de enfermos de sida y de treinta a cuarenta millones
de personas seropositivas.

En España, durante el tercer trimestre de 1993, el número de casos
notificados ha sido de 1.390, con lo que a 30 de septiembre el total
acumulado asciende a 21.205. De todos ellos, 9.625 pacientes
ya han fallecido, lo que nos proporciona una cifra de enfermos activos de
11.580. Del total acumulado, el 82,2 por ciento son varones y el 82,4 por
ciento tenían en el momento del diagnóstico una edad comprendida entre
los 20 y los 40 años, siendo los menores de 13 años un 2,5 por ciento de
los casos.

La evolución del número de casos por año ha oscilado entre el primer
caso, declarado en 1981, hasta el máximo, en el año 1992, de 4.015 casos,
con unos incrementos porcentuales, año tras año, que, como luego veremos,
van disminuyendo. La tasa de incidencia, con 110,5 casos por millón de
habitantes y año, coloca a España, en 1992, en el primer lugar de los
países de la Comunidad Europea. Detrás de España, y en el conjunto de
Europa, siguen Francia, Suiza e Italia.

En nuestra distribución interna, por comunidades autónomas, nos
encontramos que existe un grupo de ellas, compuesto por las comunidades
de Madrid, País Vasco, Cataluña, Baleares y La Rioja, que presentan una
tasa de incidencia que oscila, en 1992, entre 28,3 y 115,3 casos por
millón de habitantes.

Por categoría de transmisión, de los 21.205 casos de sida acumulados
desde 1981, el 64 por ciento de los casos corresponde a usuarios de
drogas por vía parenteral; el 15,1 por ciento de los casos a prácticas
homo y bisexuales; el 2,2 por ciento a usuarios de drogas por vía
parenteral, que, además, realizan prácticas homosexuales; el 6,7 por
ciento a heterosexuales; el 2,1 por ciento a hijos de madre de riesgo; el
2,3 por ciento a hemoderivados y el 1,1 por ciento a transfusiones
sanguíneas.

La distribución de casos en función de las categorías de transmisión ha
experimentado, desde 1984, la siguiente evolución: Los usuarios de drogas
por vía parenteral han pasado de ocupar el 36 por ciento de los casos en
1984 al 62,5 por ciento en 1992. La práctica de riesgo ligada a las
relaciones homosexuales representaba un 22 por ciento del total de casos
de sida en 1984, y un 14,9 por ciento en 1992. El mayor porcentaje, un
22,9, se produjo en 1985 y desde entonces no se han producido
incrementos. El grupo de heterosexuales debuta en 1985 con un 1,2 por
ciento de los casos; a partir de 1988, comienza a subir el número de
casos de esta práctica de riesgo, manteniéndose la tónica hasta la
actualidad. De los casos notificados y diagnosticados en 1993 --datos a
los que antes me refería diciendo que eran a fecha 30 de septiembre--, el
10,5 por ciento son heterosexuales. Los casos de transfusiones
representan un 2 por ciento en 1984 y desde entonces mantienen un
descenso que sólo se alteró en 1986. Los casos ligados a hemoderivados
eran en 1984 el 24 por ciento del total; desde entonces se produce una
notable disminución constante.




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De los datos que acabamos de aportar, extraemos las siguientes
conclusiones generales: La primera, que si bien en número de casos se
sigue produciendo un incremento, en términos porcentuales este
crecimiento está descendiendo desde el comienzo de la epidemia. Así, en
1987 el incremento porcentual fue del 121,6 por ciento respecto al año
anterior, mientras en 1991 el incremento fue de 14,1 por ciento, ambos
relativos a la tasa de incidencia. Ello se explica por la naturaleza del
registro que, como conocen SS. SS., es un registro peculiar y porque el
diagnóstico de la enfermedad no coincide con el momento de contagio,
habiendo, entre uno y otro, de 8 a 10 años de separación por término
medio. También por el resultado de las campañas de información y
prevención realizadas por las administraciones sanitarias y por las
organizaciones no gubernamentales.

Aunque los datos de disminución del crecimiento porcentual son ciertos
estadísticamente, deben ser relativizados en función del número absoluto
de casos y de la segura infranotificación a la que se enfrenta el
registro.

La segunda, que, si bien es cierto que España presenta la mayor tasa por
millón de habitantes, lo es también que nuestra tendencia es bastante
similar a los países de nuestro entorno socioeconómico y cultural. Hemos
tenido un comportamiento alcista, como también lo han tenido Italia,
Francia, Dinamarca, Bélgica, Holanda, etcétera, por la razón de estar
aflorando ahora los resultados de la epidemia durante la pasada década.

La tercera, que el patrón de la epidemia sigue vinculado mayoritariamente
en España al consumo de drogas por vía parenteral, si bien existen
indicios de una cierta contención en el crecimiento asociado a esta
práctica por cambio de hábitos en usuarios de drogas, mostrando la
tendencia un ascenso de heterosexuales y un marcado descenso en los casos
atribuidos a receptores de transfusiones y hemoderivados.

El patrón descrito para España se diferencia del resto de la Comunidad
Europea en: 1) La presencia mayoritaria de casos atribuidos a usuarios de
drogas por vía parenteral. 2) Casos atribuidos a relación heterosexual
significativamente menor. 3) Casos atribuidos a relación homosexual con
menor peso específico. Italia tiene el mismo patrón epidemiológico que
España, con un porcentaje de usuarios por vía parenteral más elevado que
España. Teniendo en cuenta eso, las medidas preventivas, que más tarde
mencionaré, especialmente las de educación e información, no pueden ser
tampoco homogéneas en todos los países.

Lo que hoy conocemos, señorías, sobre la realidad de los casos de sida en
nuestro país es suficientemente elocuente, pero hemos de tener en cuenta
que el número de casos de sida va a aumentar en los próximos años debido
a: Primero, el curso de la epidemia; segundo, la aplicación de la nueva
definición de caso de sida, que entrará en vigor el 1 de enero de 1994,
adelantando en dos años el momento de diagnóstico, y, tercero, la mejora
de funcionamiento del registro, con una política activa de búsqueda de
casos e incentivación de la notificación.

Debido a esto, sobre todo por las razones segunda y tercera, la nueva
definición de caso y la política activa del registro, podemos
encontrarnos en el próximo año con un incremento, ciertamente artificial
en su mayor parte, de alrededor del 40 al 50 por ciento.

En definitiva, señorías, dado el período de latencia del sida, lo que
ahora estamos detectando es, en términos generales, el resultado de las
prácticas y situaciones de riesgo ocurridas en los años 1984 a 1986.

Desde entonces es mucho lo que sabemos de la enfermedad, muchas las
medidas que se han adoptado y muy superior el conocimiento que la
población tiene del problema. Sus consecuencias positivas, en términos de
evolución de la enfermedad, deberemos verlas en los próximos años.

Quisiera pasar a referirme ahora a las actuaciones. El sida es un
problema de todos, porque todos debemos pararlo, porque entre todos
debemos financiar los gastos que genera y porque entre todos debemos
erradicar la discriminación de los afectados.

En términos de salud, es un problema particularmente importante para
quien ejercite las prácticas de riesgo o no adopte las medidas
preventivas oportunas. Debemos situar las cosas en sus justos términos,
sin alarmar a la ciudadanía. El reto es informar, no amedrentar. El miedo
es un efecto de la ignorancia y la discriminación una consecuencia de
ambos.

Centradas así las cosas, quiero exponerles, señorías, las medidas que
venimos adoptando. Se asienta la política del Estado en los ejes
normativo y de coordinación administrativa y se articula en torno a
cuatro verbos: prevenir, atender, conocer y sistematizar.

Como problema de salud pública, el sida se incluye entre las competencias
de las comunidades autónomas, pues a ellas, conforme a sus estatutos de
autonomía y a los reales decretos de transferencia de funciones y
servicios, les corresponde el estudio, vigilancia y análisis
epidemiológico de los procesos que inciden positiva o negativamente en la
salud humana y los programas sanitarios tendentes a la protección y
promoción de la salud. A la Administración sanitaria del Estado
corresponde el establecimiento de estrategias de planificación conjunta
que hagan posible una respuesta eficaz ante la enfermedad o, por decirlo
de otra manera, el ejercicio de la función que la jurisprudencia
constitucional y la Ley General de Sanidad han dado en denominar
coordinación general sanitaria.

Junto al instrumento de coordinación general que constituye el Consejo
Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, por acuerdo del Consejo
de Ministros de 5 de junio de 1987, se creó la Comisión Nacional de
Coordinación y Seguimiento de Programas de Prevención del Sida, para la
coordinación de los programas impulsados por las Administraciones
sanitarias en la prevención y control de las infecciones producidas por
el VIH. En este período, la Comisión Nacional se ha mostrado como
instrumento eficaz en la generación de sinergias para las actuaciones de
las distintas administraciones públicas.

El reforzamiento de las actividades a desarrollar en la lucha contra el
VIH-sida, su mayor complejidad y el creciente número de entidades,
públicas y privadas, que en



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ellas participan, unido a una escasa definición normativa, han aconsejado
una definición precisa de las funciones y régimen de actuación de la
Comisión Nacional, de sus distintos órganos y de la Secretaría del Plan
Nacional del Sida. El resultado de ello ha sido la publicación del Real
Decreto 592/1993, de 23 de abril, por el que se determina la composición
y funcionamiento de la Comisión Nacional de Coordinación y Seguimiento de
Programas de Prevención del Sida.

Las novedades más significativas que contiene el Decreto son: la creación
de un consejo asesor clínico, integrado por profesionales sanitarios de
reconocido prestigio y dedicación a la lucha contra el sida, y la
posibilidad de incorporar a las sesiones que celebre la Comisión Nacional
a las organizaciones no gubernamentales cuyo ámbito de actuación sea la
información, prevención, formación, atención y apoyo psicosocial y
reinserción de enfermos del sida.

Al terreno normativo, señorías, me referiré sólo de modo sucinto. Desde
el Ministerio de Sanidad y Consumo se han venido dictando aquellas
disposiciones necesarias y aconsejables, en función de la evolución de
los conocimientos, para evitar la transmisión de la enfermedad. Este
proceso legislativo, evidentemente todavía abierto, tiene su origen en
1985 con la obligatoriedad de las pruebas de detección de acuerdos en
hemoderivados, sigue con la norma de obligatoriedad de la prueba de
detección del VIH en la donación de sangre, en febrero de 1987, y su
último eslabón es la homologación de preservativos en 1991.

Acabo de describir los ejes sobre los que se asienta la actividad
estatal. Me interesa ahora detenerme en los cuatro verbos sobre los que
se articulan las actuaciones que estamos llevando a cabo.

El primero, prevenir, que es tanto como decir informar. Entendemos que la
primera obligación de la autoridad sanitaria es impedir la propagación de
la enfermedad. Apostar por la prevención significa apostar por la
educación y la información. Aunque se ha mencionado muchas veces,
continúa plenamente vigente la afirmación de que la información y la
prevención son las dos armas fundamentales de que disponemos para luchar
contra el sida. Sabemos cómo se transmite y cómo no se transmite la
enfermedad. Se transmite básicamente en nuestro país mediante las
relaciones sexuales sin protección y por el hecho de compartir agujas y
jeringas contaminadas. La información, tanto la que se refiere a la
población general como la dirigida a las personas que realizan prácticas
de riesgo, ha sido un objetivo permanente de las administraciones
públicas, ya fueran estatal, con campañas realizadas en los años 1987,
1988, 1990 y 1993, autonómica o municipal.

Aun cuando las campañas informativas son las que tiene una mayor
relevancia pública, sólo son una parte de las acciones llevadas a cabo.

Existen otras muchas actividades concretas y puntuales desarrolladas por
el Estado y por las administraciones sanitarias de las comunidades
autónomas, unas dirigidas al ámbito del conocimiento general, en
escuelas, barriadas, asociaciones, etcétera, y otras dirigidas a usuarios
de drogas, prostitutas, etcétera, colectivos de muy difícil acceso para
las campañas y actividades de índole institucional, pero más permeables a
las acciones desarrolladas por organizaciones no gubernamentales, a las
que desde aquí agradezco su inestimable labor.

No hay que dejar de mencionar la política del Ministerio de Justicia con
su programa de prevención y control del sida, dirigido a todas las
personas que ingresan en los centros penitenciarios y cuyas actividades
van desde el establecimiento de sistemas de información y medidas de
prevención --educación sanitaria, distribución de material de
desinfección y condones-- hasta la formación del personal y el
tratamiento y seguimiento de enfermos y de portadores.

Como datos más relevantes en el colectivo de reclusos, datos que fueron
aportados por el Secretario de Estado de Asuntos Penitenciarios en el
Pleno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud del
pasado mes de septiembre, habría que señalar: un descenso importante en
la prevalencia de infección por virus VIH entre las personas que cada año
ingresan en prisión; entre las ingresadas por primera vez, el porcentaje
de infectados ha pasado de un 12,7 en 1989 a un 9,7 en 1992. Una ligera
reducción de consumidores de droga por vía parenteral; el 28,1 por ciento
en 1989 frente al 26,1 en 1992 de los ingresados por primera vez. Una
prevalencia de infección por VIH entre los usuarios de droga por vía
parenteral; el 44,3 por ciento en 1992, once veces superior que entre los
no consumidores, que era el 4 por ciento. Una prevalencia de infección
por VIH más alta entre las mujeres que entre los varones. Una incidencia
de casos de sida en aumento; de tres casos por mil internos en 1989 se ha
pasado a 5,4 por mil internos en 1991. Las características de los casos
son similares a las del conjunto de casos a nivel nacional, salvo que, en
prisión, el 91 por ciento de ellos corresponde a usuarios de drogas por
vía parenteral, colectivo sobrerrepresentado en el medio penitenciario
frente a la población general.

El segundo verbo al que hacía antes referencia es el de atender, el de
cuidar. La asistencia es, obviamente, otra obligación esencial e
ineludible de la autoridad sanitaria. Pienso que la asistencia reposa
sobre un trípode cuyas columnas son la clínica, la farmacia y la
investigación.

Concedemos a la clínica una importancia extraordinaria, fundamental.

Nada, absolutamente nada puede hacerse sin contar con los profesionales
que, día a día y superando enormes dificultades, están en primera línea.

Yo ahora, desde aquí y en nombre del Ministerio de Sanidad y Consumo, me
honro en rendirles público homenaje y profunda gratitud como ciudadano y
como Secretario General de Salud, porque sólo con ellos podremos llevar a
la práctica la adecuada planificación de la atención médica y social de
los que han adquirido y desarrollado la enfermedad en la perspectiva de
poder asumir sanitariamente la futura demanda.

El sida es una enfermedad que alguien llamó de bata blanca, es decir, en
la que necesitamos al médico y a la enfermera, al personal sanitario, en
suma, en su versión



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más tradicional, más humana y más cercana al enfermo.

Antes refería que el patrón epidemiológico del síndrome en nuestro país
está vinculado, mayoritariamente, al consumo de drogas por vía
parenteral. Esto nos da un perfil especial de los enfermos. Son personas
con un problema de desarraigo importante, y con unas dificultades de
relación extraordinarias, que requiere un trato humano y mucha
dedicación.

Por otra parte, el peso asistencial de estos enfermos ha recaído en la
asistencia especializada de los hospitales. Los servicios de enfermedades
infecciosas y de medicina interna se han volcado en este problema,
saliendo, en algunos casos, al exterior, para realizar la atención
domiciliaria. En una encuesta realizada en 33 hospitales del Insalud se
recoge que un 61 por ciento de los pacientes atendidos en las unidades
VIH-sida son seropositivos con seguimiento, sin AZT; el 33 por ciento son
seropositivos en tratamiento, y el 15 por ciento son pacientes con sida.

Podemos decir que la asistencia ofrecida a los enfermos de sida y
problemas asociados es de buena calidad, lo que no obsta para reconocer
que es posible, y debe intentarse, un ajuste sobre los aspectos
asistenciales del sida, particularmente en la implicación de la atención
primaria en este problema y, en general, en la normalización de la
asistencia a los pacientes con VIH positivo.

Es necesario protocolizar el tratamiento y los cuidados en todo el
territorio, a través de la coordinación y la complementariedad de los dos
niveles de atención a la salud. Pero alguien debe responsabilizarse de
todo el proceso y para ello se ha creado la figura del coordinador
hospitalario, a quien corresponde la elaboración de protocolos que
permitan una adecuada atención médica y de enfermería, la formación
continuada del personal, la promoción de proyectos de investigación
clínica, clínico-terapéutica y conductual, evaluando los costes,
coordinando todas las unidades y servicios hospitalarios que intervengan
en el proceso e interrelacionándose con el primer nivel de atención.

La atención primaria, por su parte, se encargará de la educación
sanitaria, del diagnóstico de la infección y de la evaluación y
seguimiento clínico de enfermos, profilaxis de infecciones oportunistas,
atención domiciliaria a terminales, etcétera. La atención primaria tiene
que ir jugando un papel cada vez más importante en la atención y cuidado
a los enfermos de sida y para ello la formación de sus profesionales
resulta de una importancia clave.

Por su parte, el tratamiento farmacoterapéutico de los enfermos de sida
abarca tanto los medicamentos antivirales específicos como los utilizados
en la infección primaria de infecciones oportunistas. Ningún medicamento
específico y de eficacia probada, que exista o pueda existir en el
futuro, dejará de estar públicamente financiado. La solidaridad de la
sociedad española se fragua en enfermedades como el sida; su utilidad
excede al propio enfermo, beneficia a toda la sociedad.

Hecha esta declaración de garantía de los derechos de los pacientes, es
preciso, señorías, tomar conciencia del coste de la prestación
farmacéutica a enfermos y seropositivos.

En terapéutica antirretroviral, la FDA viene recomendando tratar con
zidovudina, AZT, a todos aquellos pacientes que, siendo VIH positivos,
tengan una cifra de linfocitos CD4 inferior a 500 por milímetro cúbico,
sin síntomas, además, por supuesto, de todos aquellos que ya han
desarrollado el sida. Igualmente se está empleando el DDI, didanosina, y
el DDC, dideoxicitidina, en el tratamiento de estos enfermos y, en
determinados supuestos, una terapia combinada.

Teniendo en cuenta los precios actuales del AZT y los previsibles del
DDI, el coste por paciente y día puede estimarse entre 1.000 y 2.000
pesetas para AZT y entre 500 y 1.000 pesetas para DDI. Esto supone un
coste medio anual de 300.000 pesetas por paciente y año, como mínimo. El
número de pacientes susceptibles de tratamiento puede situarse entre
30.000 y 40.000, correspondientes a 10.000 enfermos y entre 20 y 30.000
seropositivos, con cifra de linfocitos CD4 inferior a 500.

Quiere ello decir que, de acuerdo a estos factores, el gasto en
terapéutica antirretroviral para 1993 puede estimarse entre 9.000 y
12.000 millones de pesetas. Los datos que acabo de indicar a SS. SS.

están calculados de acuerdo al coste resultante de su dispensación en las
farmacias hospitalarias. Si se dispensara en oficinas de farmacia habría
que incrementar el gasto en un 66,9 por ciento, como consecuencia del
margen de mayoristas más el margen de las oficinas.

Por otra parte, los pacientes VIH positivos y especialmente los que ya
han desarrollado la enfermedad son tributarios de múltiples terapéuticas
complementarias para tratar los episodios infecciosos que jalonan la
evolución de la enfermedad. Resulta muy difícil estimar el gasto de este
tipo de tratamientos que, por lo general, se hacen a nivel hospitalario,
ya que cuando el paciente tiene un episodio infeccioso es ingresado. Como
aproximación puede estimarse que, por término medio, cada paciente puede
gastar anualmente en este tipo de medicamentos una cantidad similar a la
gastada en terapéutica antirretroviral. Esto significaría, de nuevo, una
cifra de entre 9.000 y 12.000 millones al año.

Estamos pues, señorías, en un gasto de entre 18.000 y 24.000 millones de
pesetas, durante 1993, sin incluir, por ejemplo, los gastos de personal,
material fungible, etcétera. Debemos, por tanto, poco a poco y con el
esfuerzo de todos, abocar en una conferencia de consenso que concluya la
protocolización farmacéutica de esta patología.

La tercera columna sobre la que reposa el trípode asistencial es la
investigación. Huelga decir que, para vencer la enfermedad, es el factor
estratégico por excelencia. En los márgenes de nuestras posibilidades
debemos consolidar y reforzar los recursos asignados a investigación,
tanto en el ámbito nacional como en el seno de la Comunidad Europea. El
Fondo de Investigación Sanitaria está financiando, durante 1993,
cincuenta proyectos de investigación relativos a distintos aspectos de la
infección por VIH, del desarrollo del sida y de las complicaciones de
esta enfermedad. Los proyectos se desarrollan en las



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comunidades autónomas de Cataluña, 25; Madrid, 12; Andalucía, 4; Castilla
y León, 4; Cantabria, 2; Comunidad Valenciana, 2; Asturias, 2; Baleares,
1; Aragón, 1, y Castilla-La Mancha, 1.

La investigación europea sobre sida, en la que participan el Instituto de
Salud Carlos III y numerosos centros asistenciales del Sistema Nacional
de Salud, abarca las áreas de control y prevención de la enfermedad, de
investigación viroinmunológica, de investigación clínica y de
investigación para el desarrollo de la vacuna.

En fin, señorías, es elevada nuestra participación en proyectos de la
Comunidad Europea, pese a lo cual creo que todavía puede --y en eso
estamos-- ser ampliada.

El tercer verbo era conocer. Además de prevenir informando y de atender y
cuidar, en la triple vertiente que acabo de explicar, es preciso conocer
la realidad. El conocimiento epidemiológico de la enfermedad es una
herramienta de trabajo fundamental que urge perfeccionar al máximo. Este
área, sin duda, quedará reforzada en la estructuración del Plan Nacional
sobre el Sida, que trataré a continuación.

Es necesario mantener el seguimiento y análisis de los datos existentes
en el Registro nacional de casos de sida, así como establecer los
criterios que deban presidir la realización de marcadores serológicos de
infección por VIH, respetando la confidencialidad y el anonimato.

El cuarto verbo es sistematizar. Pretendemos, por último, sistematizar
los esfuerzos destinados a la prevención, la asistencia y el
conocimiento. Convertir el tratamiento del sida en un tratamiento
normalizado como aquel que puede caracterizar a cualquier otra
enfermedad. Consideramos saludable despojar al sida de la enorme carga
emotiva, e incluso de sacrificio, que comporta su asistencia. Toda
estructura sanitaria debe ser funcional y efectiva, al margen del
voluntarismo, por restabilísimo que éste sea. La normalización total de
la asistencia debe ser, a corto plazo, uno de los objetivos prioritarios
de toda la política sanitaria respecto al sida.

El Ministerio de Sanidad y Consumo, a la luz de los datos que conocemos
de la realidad y que les he comentado, así como de las tendencias a nivel
internacional y las recomendaciones de los organismos internacionales,
está convencido --y seguro de compartirlo con SS. SS.-- de la necesidad
de reforzar la estrategia de la lucha contra el sida.

En este tema, como en otros que afectan seriamente a la salud, no caben
actitudes complacientes ni de excesiva confianza. Se han conseguido cosas
pero nos queda mucho todavía por hacer. El problema del sida nos afecta a
todos, cada vez más a todos, según los datos que antes les comentaba, y
solamente entre todos lo podemos afrontar eficazmente.

Recientemente, en una publicación del Instituto Pasteur, el Profesor Luc
Montaigner, descubridor del virus del sida, afirmaba lo siguiente: La
mitad de las personas con riesgo de morir de sida a finales de los años
noventa, que desgraciadamente serán muchas, no están aún contaminadas por
el virus. Nuestro deber es claro: evitar que estas personas contraigan la
enfermedad y mueran por ignorancia.

Estamos hablando, señorías, de un problema serio de salud pública y no de
un problema ideológico. Haríamos, por tanto, un flaco favor a su solución
si lo afrontamos desde la confrontación y no desde el acuerdo, como se
está tratando en los países que mejor están liderando la estrategia de
lucha contra el sida, como está haciendo el Ministerio de Sanidad y
Consumo con todas y cada una de las diecisiete comunidades autónomas,
independientemente del color político de su Gobierno. De lo que se trata
es de sumar y no de restar, de unir esfuerzos y actuaciones, de
coordinar, de conseguir sensibilizar y movilizar tranquilamente,
serenamente, al conjunto de la sociedad en la información y prevención de
la enfermedad, en la atención y cuidados a los afectados y en la lucha
contra discriminación.

Les decía que seguro que compartirían conmigo la necesidad de
intensificar y reforzar las actuaciones en relación con el sida.

En esa dirección hay que entender algunas de las medidas tomadas por el
Gobierno en los últimos tiempos: El Real Decreto por el que se determina
la composición y funcionamiento de la Comisión nacional de coordinación y
seguimiento de programas de prevención del sida; la circular de la
Dirección General del Insalud, creando en sus hospitales la figura del
coordinador VIH-sida en agosto de 1993; la dinamización y trabajo de los
subcomités de asistencia y formación, investigación y epidemiología,
durante el primer semestre del año 1993, con la producción de acuerdos
importantes sobre temas como la nueva definición de caso, el nuevo
formulario para la notificación de casos de sida, el documento de norma
de normas de bioseguridad en centros sanitarios, así como el documento de
consenso sobre la ordenación de servicios para la atención sanitaria al
paciente con infección por el VIH. Y, finalmente, el nombramiento del
nuevo responsable del Plan Nacional del Sida, así como el refuerzo de la
estructura y los recursos humanos del Plan en septiembre de 1993.

A continuación, señorías, desearía, muy brevemente, hacerles partícipes
de algunas de las actuaciones previstas para el inmediato futuro, con
ningún prejuicio cerrado o excluyente sino con la convicción de ser algo
que, sin duda, será enriquecido con sus aportaciones: La puesta en marcha
del Consejo Asesor Clínico de la Comisión Nacional, con el objetivo de
consensuar las bases de la protocolización de la asistencia a los
enfermos de sida y seropositivos; la convocatoria de la reunión de
coordinadores o responsables de sida de las comunidades autónomas, con la
finalidad de relanzar su funcionamiento y sentar las bases de una mejor
coordinación de las actuaciones entre la Administración General del
Estado y las de las comunidades autónomas; la convocatoria de la Comisión
nacional de coordinación y seguimiento de programas de prevención del
sida, con el objetivo de impulsar la coordinación y actuación
intersectorial en temas de sida entre los diferentes ministerios de la
Administración General del Estado, las comunidades



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autónomas, los consejos generales de las profesiones sanitarias y las
organizaciones no gubernamentales; la promoción y coordinación de la
campaña de comunicación en relación con el día mundial del sida, que se
celebra el 1 de diciembre, con el objetivo de sensibilizar e implicar a
la sociedad, hacer llegar a ésta, y particularmente a los grupos más
vulnerables, las medidas preventivas y movilizar recursos humanos y
financieros en la lucha contra el sida y la puesta en marcha, de una
manera consensuada con las comunidades autónomas y los profesionales
implicados, de la nueva definición de casos y formulario para la misma
con efectos 1 de enero de 1994.

Estas son algunas de las actividades previstas en el corto plazo. Desde
hoy, me comprometo ante ustedes a volver a esta institución parlamentaria
en el plazo de unos meses para traerles la propuesta del plan de acción
del Plan nacional del sida para el próximo trienio.

Como conclusión, les diría que el sida es una enfermedad grave, pero
sabemos cómo atajarla y queremos hacerlo. No es un problema de unos
grupos más o menos marginales sino del conjunto de la sociedad y
solamente entre todos seremos capaces de encararla con éxito. Su
solución, como problema social, compromete a toda la sociedad, sociedad
de la que ustedes, señorías, son los más altos representantes.

Muchas gracias.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Gutiérrez Morlote.

¿Grupos que desean intervenir? (Pausa.) Por el Grupo Catalán,
Convergència i Unió, tiene la palabra el señor Hinojosa.




El señor HINOJOSA I LUCENA: Quiero agradecer al señor Secretario General
de Salud, don Jesús Gutiérrez, su comparecencia, su documentada
explicación, y hacer un par de comentarios.

De su exposición se deduce que, desgraciadamente, somos líderes en este
tema, líderes europeos en sida, y, aunque lo atempera usted en la
explicación que da más tarde, no deja de ser preocupante que sus
previsiones sean un crecimiento de hasta un 50 por ciento de las personas
implicadas en este problema.

En su exposición hay un dato que me gustaría resaltar, porque parece que
es un porcentaje perfectamente evitable: ese 2 por ciento de contaminados
a través de transfusiones sanguíneas. Es un problema que ha afectado a
nuestro país, concretamente a la comunidad de la que yo procedo, de una
manera dura, de una manera hiriente, pero que se puede seguir produciendo
si no atajamos la posibilidad de la contaminación a través del plasma.

Hoy hemos sabido que un país tan adelantado, iba a decir perfecto pero
pongámoslo entre comillas, como Alemania se ha dedicado a vender plasma
dentro y fuera de su país sin el menor control, sin hacer ninguna prueba
respecto al sida. ¿Quién nos dice que no tenemos plasma de esta
procedencia? Espero que usted me aclare que lo compramos en otro sitio,
que no es procedente de Alemania, porque, si estuviésemos comprándolo
allí, habría que dictar una instrucción para que se analizase a fondo.

Otro problema sobre el que le quería preguntar, aunque ha hecho una
referencia a él, es el de la investigación. No le hablaré de la
prevención, porque usted la ha resaltado y todos estamos de acuerdo en
que es lo más importante. Toda la política de prevención es vital y toda
la colaboracion posible en esa línea entre las comunidades autónomas y el
Estado será poca. He de confesarle (y en este momento no se lo digo como
crítica, porque no conozco el dato) que en una determinada época teníamos
graves problemas para desarrollar los programas de investigación en
Cataluña, los que se nos había encargado y los que se hacían por propia
iniciativa, por falta de recursos, lo cual supongo que pasa también en
otras comunidades.

Quería saber qué estamos gastando en investigación en España y fuera de
España, porque supongo que también somos colaboradores de programas de
investigación fuera de España. Qué recursos estamos empleando en ello.

Nada más, señora Presidenta. Lamento que no haya unos visos futuros de
reducción sino el aviso del incremento de esta enfermedad.




La señora PRESIDENTA: Por el Grupo Popular, tiene la palabra el señor
Robles.




El señor ROBLES OROZCO: Gracias, señor Secretario General, por su
exhaustiva y detallada información que arroja algo más de luz sobre lo
que es el llamado plan del sida, que, como supongo que usted conocerá,
para nosotros, de entrada, adolece de algunas cosas muy importantes para
que pueda ser considerado, efectivamente, como un plan nacional contra el
sida. Creo que ha hecho un esfuerzo por informarnos y por darnos detalles
de cuál es la situación actual, cosa que le agradezco, porque me parece
que es un punto nuevo y positivo con respecto a comparecencias de
anteriores responsables, directos o indirectos, del Plan, en la Comisión
de Política Social, que era la que asumía antes estas competencias.

Quiero decir esto también como referencia al comienzo de su intervención.

Qué duda cabe de que, en temas tan serios como éste, la petición de
serenidad y la petición de acuerdos es, lógicamente, atendida, y usted lo
conoce bien, porque los responsables de otras comunidades autónomas del
partido al que nosotros pertenecemos desarrollan un trabajo serio y
coordinado en esa misma dirección. Lo que sucede es que el no introducir
el debate político debe ser entendido de muchas maneras. Por supuesto, no
hacer bandera política de un tema de salud pública tan importante es una
cuestión obvia, pero no producir el debate político en los foros en que
ha de hacerse y con la celeridad que debe hacerse, también tiene efectos
negativos muchas veces sobre la eficacia de las acciones que las
administraciones, todas, deben emprender.

En ese sentido es en el que nosotros, una y otra vez, vamos a incentivar
y a pedir información a la Administración, para que todos seamos más
eficaces en la lucha contra el sida. Algún otro responsable, que ocupaba
el



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mismo puesto que ocupa usted en este momento, también informándonos sobre
el sida en esta Comisión, a mi juicio, no sólo intentó minimizar, en su
momento, aspectos importantes de la pandemia, sino que incluso,
claramente, jugó a la desinformación, como ya tuve ocasión de decir en
una reunión posterior de la Comisión. Y ése no es un buen ejemplo de cómo
abordar la política de acciones eficaces contra el sida. No quiero volver
sobre el tema, porque ya lo hablamos en la Comisión, pero me parece que
decir las cosas con toda la profundidad y la gravedad que tienen nos
ayuda a todos a tener un análisis serio y realista de la situación y, por
lo tanto, a poder afrontar eficazmente las acciones.

Me alegro de que, por primera vez, se nos hable con absoluta claridad
hasta de las previsiones nada halagüeñas que hay de esta situación y que,
incluso, no solamente usted, sino el nuevo Secretario del Plan (que, por
cierto, aprovecho para felicitarnos de su nombramiento, porque es una
vieja petición de este Grupo que se cubriera esa vacante, que llevaba
bastantes meses sin hacerse), en una entrevista que ha concedido a un
diario madrileño, diga cosas en la línea de lo que usted hoy apunta aquí.

Viene con ello a dar la razón a algunos grupos de esta Cámara que hemos
venido pidiendo, primero, una información constante y exhaustiva;
segundo, la información correcta en toda su dimensión, para poder
abordar, como digo, esos programas. Hace un análisis crítico, que creo
que es fundamental para poder redefinir lo que va a ser el plan nacional
del sida.

El nuevo responsable, señor Artundo, dice que hay que mejorar ciertas
cosas y que las campañas de información han sido poco eficaces, que no se
ha acertado en los impactos sobre determinados colectivos. Da toda la
importancia que durante algunos meses dimos al aumento del número de
enfermos en la población heterosexual y que fue minimizado en algunas
comparecencias en esta Cámara. Alerta sobre la importancia que supone el
trabajo de las organizaciones no gubernamentales y también sobre un
fenómeno importante que parece que está surgiendo, y del que me gustaría
que usted nos hablara: conflictos entre determinados colectivos que están
trabajando en el mundo de la lucha contra el sida. Hace, por ejemplo, una
afirmación clara: Es verdad que parece ser que las pautas de uso de
determinadas drogas por vía parenteral están, poco a poco, cambiando,
pero no las pautas de conducta sexual entre este mismo grupo de riesgo,
lo que significa que, por lo tanto, el riesgo, aunque sea por otra vía de
contagio, prevalece.

Todo esto, a mi juicio, lo que hace es dibujar la situación. Ahora de lo
que se trata es de ver qué es lo que ha fallado en nuestro ámbito que
pueda ser mejorado, para afrontar el plan en el próximo trienio en la
línea que usted ha dicho.

El hecho de estar a la cabeza del sida en Europa, que no es, desde luego,
ningún «ranking» deseable, tiene que ser analizado desde otro punto de
vista, comparando lo que ha sido la evolución europea. España ha ido
escalando puestos, hasta alcanzar la cabeza, mientras que otros países,
en los que también ha ido aumentando el número absoluto y porcentual de
sida, han ido corrigiendo determinados grupos de riesgo. Usted mismo nos
ha dado los datos. Por ejemplo, en el grupo de consumo de drogas vía
parenteral hemos arrancado de un treinta y tantos por ciento y estamos en
el sesenta y muchos por ciento. En el caso de la transmisión
heterosexual, hemos ido de un escaso uno por ciento al 7 por ciento; en
el del sida pediátrico, exactamente igual. Estamos a la cabeza de Europa
en estos casos. Mientras tanto, países de nuestro entorno europeo, aunque
no sean Francia, Portugal o Italia, de costumbres más mediterráneas,
Alemania y el Reino Unido, han disminuido, por ejemplo, el del grupo de
la vía de transmisión de drogas o de uso parenteral, han contenido el
sida pediátrico o han mejorado en aspectos de información sobre
determinados colectivos. Y en esa línea es en la que yo creo que nosotros
deberíamos plantearnos nuestra propia estrategia de futuro.

Usted nos ha aportado algunos puntos de lo que van a ser las líneas
generales, y a mí me parece, con todos los respetos, señor Secretario
General, que están bien, que realmente es un paso importante que se
quiera impulsar definitivamente el plan y se le dote con una secretaría,
pero creo que hay un exceso de voluntad coordinadora y un defecto de
acciones concretas.

Nos ha dicho usted que está dispuesto a venir en una próxima
comparecencia a explicarnos ese plan trienal; yo esperaba que la
comparecencia de hoy fuese precisamente para conocer ese plan trienal,
porque, siendo bueno que exista una voluntad por parte de la
Administración de coordinarse con el resto de las administraciones,
consejos y profesionales, creo que estamos en una fase en la que hay que
pasar de la coordinación y de las comisiones, cuanto antes, a los
programas y a las acciones concretas.

En la última comparecencia del entonces responsable de la Secretaría de
Salud, se nos anunció una serie de medidas, como era una campaña
destinada a la población juvenil entre doce y quince años, que desconozco
que se haya producido; una campaña en instituciones penitenciarias, que
desconozco que se haya producido; un material que estaba confeccionándose
para distribuir en las escuelas a través de los programas de educación
para la salud de la Logse, que desconocemos en qué fase se encuentra. En
definitiva, se nos dijo que se iba a intentar adaptar una campaña a esos
colectivos de riesgo específicos que necesitaban un impacto diferente al
que se está utilizando, a través de los medios de comunicación, para la
población general. De todo eso es de lo que hoy nos gustaría conocer la
situación, porque se hacen estudios y análisis, se vuelve a plantear las
definiciones, pero, año tras año o comparecencia tras comparecencia,
vemos con inquietud el aumento de los porcentajes, se nos vuelve a
anunciar campañas y medidas de coordinación, pero no vemos que haya
realmente un análisis de las medidas anteriores, cómo han sido de
eficaces, y qué acciones concretas se van a desarrollar en este momento
para atender este problema.

Como sabe usted también, al final de la anterior legislatura nosotros
presentamos en el Pleno una interpelación que se debatió y que dio lugar
a una moción; creo



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francamente que sigue vigente y no voy a recordarla, pero me parece que
es un punto de partida para buscar acuerdos y puntos de coincidencia a la
hora de abordar el problema del sida. Qué duda cabe que las acciones
preventivas, no solamente informativas, sino a nuestro juicio también
formativas, son pieza fundamental y de arranque de esta campaña. Y
permítame que le diga que para nosotros tiene una especial importancia
concebir estas campañas no como una acción coyuntural y concreta del
momento. Es verdad que en instituciones penitenciarias se han repartido
folletos hace unos años y que se distribuye el «kit» sanitario, pero son
poblaciones que necesitan una acción muy constante y permanente,
precisamente porque son muy especiales y quizá el impacto dura poco, por
decirlo de forma muy llana. Hay que hacer una labor constante y
permanente de formación para que tenga prevalencia sobre ese tipo de
poblaciones, y lo mismo sobre colectivos de prácticas de prostitución o
de otro tipo de consumos. Recuerdo que fue uno de los argumentos que dio
la anterior Ministra de Asuntos Sociales cuando hablaba, por ejemplo, de
campañas de información sobre prevención de embarazos. Decía que la
población se rejuvenece constantemente y que se incorporan continuamente
nuevos colectivos de jóvenes, año tras año, que necesitan, por tanto, que
estas campañas se reactualicen de forma permanente. Eso es lo que yo no
sé si estamos haciendo o si nos hemos conformado con hacer en un momento
determinado unos impactos informativos muy agresivos y después no se ha
mantenido el esfuerzo de una forma permanente.

Para nosotros, la campaña, entendida en ese aspecto de formación
constante y permanente, es el punto de partida. Y debe ser especializada;
usted lo ha dicho y nosotros lo compartimos. Hay que distinguir la
población general de las poblaciones que necesitan unas acciones
específicas.

Creo que después quedan temas tan importantes como son las redes de
atención domiciliaria y la atención a personas con desarraigo social, es
decir, personas que están también en fases terminales; se está hablando
de la posible excarcelación de personas con sida terminal. Yo creo que
ahí hay, por tanto, un campo importante para poder cubrir esas
necesidades que no son ni siquiera sanitarias, sino que son más bien de
asistencia social.

Se nos confirmó por el anterior Secretario de Salud que, en Instituciones
Penitenciarias, era un porcentaje muy pequeño el que estaba recibiendo
tratamientos con antirretrovirales. Yo creo que el hecho de que una
persona esté privada de la libertad no significa que pueda estar privada
de la salud y creo, por tanto, que en ese ámbito también convendría hacer
un esfuerzo importante.

Qué duda cabe que el tema de las indemnizaciones a los colectivos que han
sufrido o bien transfusiones o bien hemoderivados sigue siendo para
nosotros importante, porque, aunque hemos aprobado en esta Cámara la
habilitación de créditos, desconocemos cuáles han sido los términos de la
negociación. Como creo que recordarán SS. SS., nosotros condicionamos
esta habilitación, porque hubiéramos dado nuestro apoyo, en todo caso,
que fue, como ustedes recordarán, una de las iniciativas que tomamos,
pero nos gustaría tener una información constante de cómo se están
articulando las indemnizaciones a estas personas; si se está tratando de
igual manera a los transfundidos que a los que han recibido
hemoderivados; es decir, si hay un plan de tratamiento asistencial
también a sus familias, en un tiempo. Nos gustaría, por tanto, recibir
información.

Como digo, la moción sigue pendiente. Nuestras opiniones son conocidas.

Los temas en los que podemos coincidir son muchos. Probablemente, la
definición que usted hoy ha hecho aquí de la situación y de los análisis,
insisto, nos complace, pero dudamos de si se ha hecho también un análisis
crítico de cuáles han sido las acciones anteriores, que me parece punto
obligado de partida. Sobre todo nos gustaría invitar a que pasáramos un
poco de los pronunciamientos a las acciones concretas, a un proyecto
concreto de actividades y de programas, porque como usted también ha
dicho el tema se nos está desbordando a un ritmo realmente escalofriante.

Hoy, por primera vez, hemos escuchado aquí la cifra de las 50.000
personas que probablemente puedan estar en tratamiento en un período de
tiempo muy limitado, si no es que lo están ya, y si hacemos una
proyección estadística de lo que en este momento puede ser el número de
seropositivos en nuestro país y sobre la tasa de aparición del sida, el
sistema sanitario se va a encontrar, en un período de tiempo corto, con
un problema realmente importante.

Yo no sé si en ese sentido también se han dado los pasos suficientes como
para que la atención hospitalaria y la atención primaria encuentren
definitivamente sus respectivos marcos de actuación, porque de la
atención primaria se nos ha hablado repetidas veces --hoy lo ha hecho
usted--, pero tengo la sensación de que todavía no está involucrada de
forma real en este problema.

Para terminar y no alargarme, decirle que en el clima que usted ha
expuesto nos vamos a encontrar, pero que nosotros entendemos el debate
político de esta manera: espoleando a la Administración, buscando mayores
cotas de eficacia y prestando, en el fondo, un servicio a estas personas
y también a toda la población en general que necesita cauces de
prevención y de información quizá más eficaces de los que hasta ahora
hemos tenido.

Muchas gracias por su información, y esperamos a futuras comparecencias
para conocer profundamente lo que es el programa trienal que usted nos ha
anunciado.




La señora PRESIDENTA: Por el Grupo Parlamentario Socialista tiene la
palabra el señor Gimeno Ortiz.




El señor GIMENO ORTIZ: Gracias, señora Presidenta.

En primer lugar, agradecer, en nombre del Grupo Parlamentario Socialista,
la presencia del Secretario General de Salud, el doctor Gutiérrez
Morlote, en esta Comisión de Sanidad y Consumo, donde nos ha expuesto la
situación actual de infección VIH (sida) en España, las líneas futuras de
actuación del Departamento que, en realidad han sido los dos pilares
sobre los que se ha basado su disertación.




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En segundo lugar, desearía expresar que nuestra petición de comparecencia
se explica teniendo en cuenta las características de esta virosis, tanto
desde el punto de vista epidemiológico, clínico y de prevención en el
momento actual, como por la repercusión sanitaria y social, factores
éstos que entendemos que obligan a que las acciones de política sanitaria
no puedan ser inmutables sino que, por el contrario, tengan que estar
caracterizadas por una permanente vigilancia, intervención y adaptación a
las diversas circunstancias, a la luz de las características
epidemiológicas que se vayan desarrollando, a la luz de los avances en la
investigación, conductas o actitudes sociales, etcétera.

Por tanto, en esta línea, las futuras acciones del Ministerio que ha
expuesto el Secretario General nos parecen acciones concretas puesto que
incorporan criterios técnicos y políticos que, a juicio del Grupo
Parlamentario Socialista, pueden contribuir a la mejora --como usted ha
expresado-- tanto del conocimiento de la propia enfermedad y su
evolución, y, en consecuencia, de la información que demos a la población
en general, como en la asistencia de enfermos e infectados, finalizando,
por ejemplo, con una mejor coordinación con las distintas
administraciones sanitarias y con las distintas instituciones implicadas
en el tema. En este sentido, la incorporación de los equipos de atención
primaria para el seguimiento de los enfermos --usted ha citado también la
labor de educación sanitaria, etcétera, de estos equipos--, nos parece
acertada y factible; y nos parece factible por dos razones fundamentales
en el momento actual: en primer lugar, porque existe una cobertura
poblacional importante atendida por los equipos de atención primaria. En
segundo lugar, por la experiencia adquirida en el abordaje de los
conocimientos sanitarios y sociales de la enfermedad. Igualmente, por
ejemplo --como también citó ya la señora Ministra--, el establecimiento
de un plan de acción conjunta con el Plan Nacional contra la Droga nos
parece sumamente acertado, pues no podemos olvidar --como usted muy bien
ha expuesto-- que la infección VIH sida se asocia al consumo de drogas
por vía parenteral, concretamente el 66,2 por ciento, sumando el 64 por
ciento que usted ha citado con el 2,2 que tienen dos prácticas de riesgo
simultáneas, a lo que hay que añadir que es el colectivo donde aparece un
mayor número de seropositivos y su implicación en el sida pediátrico.

Igualmente, la oferta permanente de diálogo que como política del
Ministerio usted ha ofrecido con otras instituciones, y muy especialmente
con las comunidades autónomas, nos parece fundamental y posiblemente
permitirá continuar adoptando acciones prioritarias por consenso. Gracias
a esta política de coordinación y gracias a esta política de apoyo
técnico del Ministerio con las comunidades autónomas, sí podría decirle
--y hablo por experiencia personal por haber sido responsable de la
sanidad en el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Extremadura durante
más de diez años--, que es factible incardinar la atención primaria en la
prevención de la drogodependencia. Es decir, desde el inicio, el programa
de prevención y de lucha contra el sida en Extremadura se incardinó en el
programa de lucha contra la drogodependencia incorporando recursos del
tipo de la atención primaria: profesionales que no dependían directamente
por no ser funcionarios de la comunidad autónoma y sí del Ministerio,
servicios sociales de base y, lógicamente, los centros de diagnóstico y
tratamiento contra la drogodependencia.

En realidad, esta iniciativa conjunta que tomamos con el Ministerio fue
anterior a la cumbre mundial de Ministros de Sanidad y al Consejo de
Ministros de Sanidad de las Comunidades Europeas que, como saben, se
celebró en el año 1988, donde manifestaban que la orientación de los
programas de prevención del sida debía estar íntimamente ligada a la
lucha contra el tráfico ilícito de drogas y al control de la infección
por VIH en este colectivo. Por tanto, esto demuestra que sí es factible
ir avanzando en la incardinación de la atención primaria en las misiones
que usted le encomendaba.

Igualmente, valoramos muy positivamente, entre las medidas que usted ha
expuesto de acciones concretas, el mantenimiento de la financiación
pública de los tratamientos aplicables a los enfermos infectados del sida
como política de solidaridad, pues no podemos olvidar que frecuentemente
se trata de una población que no siempre puede asumir el coste de estos
tratamientos, precisamente incidiendo en lo que usted había dicho de
problemas de desarraigo, etcétera. Hay una cifra importante, que creo que
citó usted, del tratamiento de los retrovirales más las infecciones
oportunistas que está entre los 18.000 y los 24.000 millones de pesetas.

Igualmente, el Grupo Parlamentario Socialista comparte acciones concretas
que usted ha expuesto, empezando por aspectos de normalización o
protocolización de la asistencia en el tratamiento de los enfermos,
pasando, por ejemplo, por el reforzamiento de los recursos asignados a
I+D en este campo, y finalizando con el establecimiento de criterios para
la realización de pruebas de «screening», que nos parecen medidas
concretas, incluso medidas normativas como la figura del coordinador,
etcétera. Todo esto nos parecen acciones concretas de política sanitaria
en el tema del sida, aun cuando esto no quiere decir que no puedan
ampliarse.

Si me permiten, en este momento quisiera hacer dos reflexiones sencillas.

La primera es que quizá podría ser interesante, al menos podría
estudiarse, que la información con respecto a los casos de sida en el
registro se tratase de la misma forma que se hace con otras patologías,
en el sentido de que, junto al indicador de la incidencia acumulada desde
el año 1981, en el futuro se pueda ir incrementando con otros indicadores
de análisis que nos permitiesen, conjuntamente con el de la incidencia
acumulada, valorar la evolución temporal de la enfermedad y la carga para
el Sistema Nacional de Salud, desde permanencias, mortalidades brutas,
ajustadas, etcétera.

La segunda reflexión sería la relativa a la conveniencia de modificar el
flujo de información promocional que cada vez más, el público en general,
los médicos y los farmacéuticos, reciben acerca de los fármacos que



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vulgarmente se denominan antisida. Posiblemente, en este sentido podría
ser interesante en un futuro, lógicamente hablando, establecer
instrumentos que facilitasen las revisiones de los ensayos clínicos, la
difusión de los mismos, quizá la verificación terapéutica, incluyendo
abandonos e incumplimientos de tratamientos; lo digo porque lógicamente
tratándose de los colectivos afectados y de la propia característica de
la zidovudina, tendrían que darse abandonos e incumplimientos y,
lógicamente, habría que ir estudiando o diseñando estudios de futuras
resistencias, etcétera, que podrían tener cabida en el futuro dentro de
las comisiones técnicas a las que usted aludía y de las que he tomado
nota; por ejemplo, dentro del propio consejo asesor clínico.

En cualquier caso, me gustaría formularle algunas preguntas. Una de ellas
está relacionada con lo que ha aparecido en los medios de comunicación.

Quisiera saber qué información tiene el Ministerio con respecto al
investigador que, en rueda de prensa, a través de los medios de
comunicación, dijo que se había inoculado sangre seropositiva, según dice
él, parece ser que con la idea de poner en duda la etiología de la
enfermedad. Creo que este tipo de informaciones, y otras que aparecen con
una falta de rigor científico importante, deberían obligar al Ministerio
y a los medios de comunicación a hacer una reflexión conjunta (la
dificultad estaría en cómo se hace esa reflexión y qué medidas se toman),
de forma que se impidiera el aumento de ansiedad en los enfermos, en la
familia, etcétera, máxime cuando creo que, desde el punto de vista de la
salud pública, sobre todo en esta enfermedad, el sida, la principal arma
es la información, los medios de comunicación, radio, televisión,
etcétera, que deben ser los grandes aliados de la administración
sanitaria y de los profesionales.

Quisiera, si es posible, que usted incidiera un poco más en el sentido de
que desde que se describió el síndrome de inmunodeficiencia adquirida y a
efectos de vigilancia epidemiológica, la definición de casos de sida ha
sufrido modificaciones. Acaba usted de mencionar que a partir del 1 de
enero de 1994, creo, va a entrar en funcionamiento una nueva definición
de casos de sida. En este sentido, quisiera preguntar las razones de esta
nueva modificación y los efectos que prevé que producirá con respecto a
la situación de la enfermedad.

Tercera pregunta. Usted ha hablado de que se va a hacer la normalización
con respecto a la protocolización de la asistencia, pero quisiera que nos
informara sobre si se va a incluir también, dentro del Plan Nacional de
Sida, algún tipo de recomendación, protocolización o normalización de
actuación en quimioprofilaxis en aquellas personas seropositivas pero sin
presencia todavía de síntoma o síntomas de enfermedad.

Igualmente le preguntaría, porque no lo he entendido, sobre la figura del
coordinador, que al Grupo Socialista le parece fundamental para coordinar
acciones. Puesto que va a darle una función nueva a la atención primaria
dentro de esta ordenación del servicio para la asistencia sanitaria ¿cree
conveniente la apertura de consultas (no de camas) en los hospitales de
área a efectos de, por lo menos, coordinar mejor la acción que tienen que
desarrollar los equipos de atención primaria dentro de su demarcación
territorial? Igualmente le pediríamos que nos comentara un poco más la
alternativa de apoyo que ha citado de la atención domiciliaria.

Por último, nosotros pensamos que determinados grupos sociales realizan
un papel fundamental en determinados tipos de patologías con un
importante componente social. Quisiéramos preguntarle, en definitiva, qué
medidas piensa adoptar para fomentar la actividad de este tipo de
organizaciones.




La señora PRESIDENTA: Vamos a dar la palabra al señor Secretario General
de Salud para responder o aclarar algunas de las cuestiones que han
planteado los distintos portavoces.




El señor SECRETARIO GENERAL DE SALUD (Gutiérrez Morlote): Realmente va a
ser difícil dar respuesta puntual a todo lo que se ha preguntado porque,
sin duda, son un número importante las preguntas que se han formulado.

Aunque sea ocioso decirlo por mi parte, estoy a su entera disposición,
aquí y fuera de aquí, para responder acerca de los aspectos que les
parezcan a SS. SS. que han sido insuficientemente respondidos.

Creo que sí ha habido una coincidencia, que les agradezco, en cuanto a
que en esta comparecencia hemos dado un número importante de datos acerca
de la realidad del sida y de su evolución. Evidentemente eso es fruto de
que funcionan determinadas comisiones del Plan Nacional del Sida y de que
funcionan nuestras relaciones con las 17 comunidades autónomas, que son
quienes, en última instancia, recaban esos datos y los transmiten. Por lo
tanto, ese temor que muchas veces tenemos de que los planes nacionales o
las grandes manifestaciones de coordinación no escondan nada real detrás,
yo creo que precisamente se deshace cuando vemos que somos capaces de
acceder a esa información, y no por nuestros méritos individuales en
tanto que administración sanitaria del Estado, sino por el grado de
colaboración y de coordinación que se puede imprimir desde el Plan
Nacional a los responsables de las 17 comunidades autónomas. Quizá ahí
deberíamos centrarnos de nuevo en cuál es el papel de la administración
sanitaria, no porque pretenda eludir determinadas respuestas, que con
mucho gusto voy a dar, sino porque realmente, cuando hablamos, por
ejemplo, de atención domiciliaria --de la que han hablado tanto el
portavoz del Grupo Popular como el del Grupo Socialista-- o hablamos de
campañas, etcétera, no podemos ni debemos olvidar cuál es ese papel de
coordinación al que me refería antes y cuál es la responsabilidad de las
comunidades autónomas, salvo que pretendiéramos, cosa que seguramente no
pretendemos ninguno, duplicar el sistema asistencial o generar desde la
Administración del Estado una transferencia finalista que condicione las
actividades que, en uso de su propio estatuto, pueden libremente elegir
las comunidades autónomas. Ni queremos ni podemos imprimir nosotros una
dirección a los planes de las comunidades autónomas, ni



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queremos duplicar un sistema asistencial. Por lo tanto, nuestro papel es
un papel --repito-- de coordinación de lo que las comunidades autónomas
hacen.

Tampoco es que hayamos cambiado el mensaje. Permítame, señoría, que en
ese aspecto no pueda estar de acuerdo con usted. Creo recordar que ya en
febrero de 1993, el anterior Secretario General de Salud, Marcos Peña,
denominó como tenebroso nuestro liderazgo en materia del sida. Se han
dado explicaciones y a veces se han dicho calificativos duros o
preocupantes. Por tanto, el exponer unos datos que globalmente denoten la
gravedad del problema, aparte de que yo creo que es realista y que es
responsable, no supone una rectificación, a la que, por otro lado,
estaríamos dispuestos en cualquier caso. Yo creo que es un tema que todos
hemos ido descubriendo juntos, en el que todos hemos ido aprendiendo
desde que surge la epidemia, y al decir todos no me refiero sólo a los
grupos políticos, al conjunto de las administraciones con responsabilidad
sanitaria, sino también al conjunto de los países más desarrollados del
mundo. Recientemente se hablaba de contagios por hemoderivados o por
transfusiones en esta Cámara y, sin embargo, no era cierta la noticia.

Eso puede alarmar a los pacientes y, sin embargo, no ha habido
rectificación, ni hace falta, pero yo creo que es bueno, no obstante, que
sepamos que en este largo camino de lucha contra el sida, probablemente
todos, desde nuestras distintas responsabilidades, habremos cometido sin
duda algún error.

En cuanto a la observación que hace el portavoz del Grupo Catalán sobre
que son preocupantes las noticias de periódicos acerca de lo que sucede
en otros países, yo creo que la respuesta tiene que ser clara: Hasta
donde nosotros conocemos, y se supone que conocemos lo que ocurre, se
está cumpliendo la ley en los análisis que se realizan también a las
importaciones. Por tanto, no debe constituir un problema el de la
importación de determinados productos de Alemania.

¿Qué se gasta en investigación? Les decía que participábamos en la
investigación europea y me refería también al área de responsabilidad del
Fondo de Investigación Sanitaria y al sinnúmero de proyectos en los que
se participa. El otro día, en la comparecencia para explicar los
presupuestos para 1994, ya hacía una referencia a un artículo
recientemente publicado en una revista científica que yo creo que es
importante y sobre el que se debe reflexionar. En España se está
invirtiendo en I + D, y está creciendo el porcentaje que dedicamos a I +
D más de lo que crece el producto interior bruto, más de lo que crece la
renta «per cápita» o más de lo que crece el gasto sanitario. Sobre todo,
en España, la correlación público-privado, desgraciadamente es muy
favorable al gasto público en investigación. Digo desgraciadamente porque
se echa en falta, y sería bueno que concienzáramos al sector privado para
que colaborase como, por otro lado, sucede en países incluso con sistemas
sanitarios públicos, como puede ser el Reino Unido, donde la correlación
es justamente la inversa. Hay mucha más inversión privada que pública.

En investigación clínica, participamos en la Red Europea para el
Tratamiento del Sida, ENTA, y en la Red Europea para el Tratamiento del
Sida y de la Infección VIH en niños, PENTA, a través de la práctica
totalidad de los departamentos de pediatría de todo el conjunto del
Sistema Nacional de Salud. En la investigación europea sobre el sida,
decíamos que participa el Instituto de Salud Carlos III y numerosos
centros asistenciales. En las áreas de control y prevención de la
enfermedad e investigación viroinmunológica, el Instituto de Salud Carlos
III actúa como servicio centralizado para la monitorización
epidemiológica del sida en la Comunidad Europea y para el análisis del
genoma de VIH. En el área de investigación para el desarrollo de la
vacuna, el Instituto de Salud Carlos III forma parte del grupo de gestión
del programa que persigue conseguir reactivos de alta calidad para poner
en marcha programas de desarrollo de la vacuna y promover investigaciones
colaboradoras a través del fomento de la interacción entre varios grupos
de investigación orientados hacia el mismo objetivo.

Quizá de una manera desordenada, voy a ir respondiendo a algunas de las
preguntas concretas. Por ejemplo, en cuanto a la Secretaría del Plan,
permítame que le diga, señoría, que nunca estuvo vacante. El nuevo
Secretario del Plan sustituye a otro que llevaba más de un año.

En cuanto a las organizaciones no gubernamentales, me preguntaban por
unos comentarios del nuevo Secretario del Plan del Sida respecto a
posibles conflictos entre colectivos. Yo no quisiera entrar en ello. Las
organizaciones no gubernamentales tienen su propia dinámica y,
probablemente también, diferentes enfoques en cuanto a acceder a los
pacientes y a la propia lucha contra el sida. Yo creo que el papel de la
administración sanitaria es tutelar, simplemente, que existan esas
organizaciones, que funcionen, pero respetando su independencia, porque
la experiencia, y admito que es perfectamente discutible, nos demuestra
que el entrar en esas organizaciones, aunque sea para intentar poner
orden en esos eventuales conflictos, si es que existen, genera más
desconfianza y rechazo, y probablemente sea buena la espontaneidad,
incluso con ese riesgo, de unas organizaciones que se están mostrando
como unos colaboradores de primer orden, sobre todo para acceder a
determinados colectivos a los que S. S. hacía referencia y a los que es
muy difícil acceder.

Y también es difícil comparar el resultado inmediato de las campañas
respecto del efecto en el desarrollo de la epidemia, porque en encuestas
realizadas, por ejemplo, vemos que la mayoría de los entrevistados tienen
muy claras las formas de contagio. Más del 95 por ciento de los
encuestados, en una encuesta realizada en abril de 1993, las relacionan
con situaciones en las que interviene la sangre, mientras que en esta
encuesta sube respecto de otras anteriores. Se citan las jeringuillas,
las agujas usadas, los objetos personales, las cuchillas de afeitar; el
92 y el 88 por ciento hablan de que se trasmite a través de la madre
embarazada; el 95 por ciento que se trasmite por contacto sexual íntimo.

Yo creo que el nivel de conocimiento de la población española respecto de
las características de la transmisión del sida es un conocimiento



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alto. Tienen razón, no obstante, quienes nos dicen que puede haber
determinados colectivos que, conociendo las formas de transmisión, no
ponen en práctica las medidas conducentes a protegerse. Esto explicaría,
a nuestro juicio, ese incremento entre la población que hace prácticas
heterosexuales. Creo que debiéramos intentar discriminar más, dentro de
ese grupo que en el último año, en 1993, decíamos que superaba el 10 por
ciento de heteroxesuales y que va en crecimiento, el porcentaje
corresponde a usuarios de drogas por vía parenteral, porque llega un
momento en que la propia marginalidad de esa población drogadicta les
hace despreciar las medidas de prevención del contagio e incluso, si se
me apura, el propio coste de determinadas medidas de prevención, como
podrían ser los preservativos, respecto del coste de una dosis de droga.

Por otro lado, las mujeres drogadictas también acceden con mucha
frecuencia a situaciones de prostitución. Hay estudios en comunidades
autónomas, sin significación a nivel estatal, que dicen que hasta el 50
por ciento de la prostitución callejera es drogodependiente. Si eso fuera
cierto, la posibilidad de encontrar una prostituta seropositiva sería de
uno a cuatro.

Se ha preguntado también sobre la nueva definición de casos de sida.

Quisiera comenzar afirmando que he previsto un incremento importante en
la declaración de casos de sida en los próximos meses, pero no es menos
cierto que en la misma frase y a continuación he dicho que era un
incremento artificial y que iba a ser debido a dos causas: a la nueva
definición de sida y a una política activa del registro.

¿Qué es la nueva definición de sida? Como SS. SS. conocen, ha habido
varias definiciones de sida. Desde que se produce la infección hasta que
aparece la enfermedad hay, como saben, un largo período de tiempo, que
suele estar entre los ocho y los diez años, por eso, desde 1981 todo el
mundo ha diferenciado lo que es la infección por VIH y el sida. Para que
la comunidad internacional se pusiera de acuerdo a la hora de
contabilizar un caso de sida, se elaboró un listado de enfermedades
indicativas y esa lista se ha ido modificando; se ha modificado en 1982,
en 1985 y en 1987. En España, en 1988, se empezó a aplicar la definición
de caso de 1987 de la Organización Mundial de la Salud y el CDC en la que
se incluía como enfermedad indicativa la tuberculosis extrapulmonar.

Entonces ya se produjo un aumento importante de casos. La nueva
definición de 1993 planteó un grave problema en Estados Unidos,
precisamente porque el definir o no un caso como caso de sida definía
también de alguna manera el acceso de ese paciente a determinados
servicios sanitarios. Las autoridades sanitarias deciden adelantar, en el
transcurrir de la historia natural de la infección, la etiqueta de caso
de sida; no se trata de decir que es sida lo que no va a serlo, sino de
adelantar esa declaración, y lo hicieron para que tuvieran acceso
gratuito a los servicios sanitarios y a los beneficios de las pólizas de
seguros el mayor número de afectados, situación que, afortunadamente, no
se da en nuestro país. La nueva definición se puso en vigor el 1 de enero
de 1993 en los Estados Unidos e incluye criterios biológicos, como es el
recuento de los linfocitos CD4 por debajo de doscientos y añade tres
nuevas enfermedades como indicadoras del sida: la tuberculosis pulmonar,
la neumonía recurrente en un período de 12 años y el cáncer invasivo de
cuello uterino.

El Centro Europeo Colaborador de la OMS para la Vigilancia Epidemiológica
del sida reunió a expertos de la Comunidad Europea, a principios de 1993,
planteándose la postura europea ante la definición CDC y se concluyó la
conveniencia de modificar la definición del caso ampliándola con tres
criterios clínicos pero no con el criterio biológico. En julio de 1993,
de los 42 países de la región europea, 39 han aceptado la inclusión de
los tres nuevos criterios clínicos y tres lo mantienen en discusión
(Bulgaria, Malta y la Federación Rusa); la aplicación de esta nueva
definición la haremos el 1 de enero de 1994 (entonces se decidió que se
hiciera entre enero de 1993 y 1994, según la decisión de cada país). En
España, el Subcomité de Epidemiología del Plan Nacional sobre el sida fue
consultado en junio de 1993, pronunciándose a favor de la inclusión de
los tres criterios clínicos. La adhesión a esta nueva definición no va a
cambiar ni a mejorar la vigilancia epidemiológica o el curso de los
estudios clínicos en marcha, pero sí va a permitir una mayor sensibilidad
en la inclusión del caso y, necesariamente, supone también que podamos
comparar nuestros casos con los de la Comunidad Europea. En resumidas
cuentas, el Subcomité de Epidemiología ha recomendado a la Dirección
General de Salud Pública y al Plan Nacional que, a partir del 1 de enero
de 1994, se empiece a utilizar la nueva definición sin efecto
retroactivo. Conviene decir que ello no supone un incremento de costes
puesto que todos los sujetos susceptibles de entrar en la nueva
definición ya están en tratamiento gratuito en el Sistema Nacional de
Salud, que adelantará en dos casos la notificación de cada caso
aproximadamente y que producirá un incremento artificial de la curva
epidemiológica.

En cuanto a las campañas realizadas, de las que hemos hablado mucho,
quizá convendría recordar algunas de las que se han realizado en 1987,
1988, 1990 y la de 1993, la más reciente, con el lema «Vamos a parar el
sida». Me preguntaba S. S. por la dirigida a la juventud y he de decirle
que dimos prioridad a la campaña «Vamos a parar el sida» que iba dirigida
a la población en general, pero es cierto que estamos haciendo un
esfuerzo, yo diría que afortunadamente rutinario, de acuerdo con el
Ministerio de Educación y Ciencia en cuanto a la educación para la salud,
que yo creo que está teniendo éxito en la medida en que se consolida como
una actividad habitual incluida en las actividades transversales de
determinadas enseñanzas que prevé la Logse; yo creo que lo mejor que
puede suceder es que se convierta precisamente en algo habitual y
rutinario, que sea normal en el ámbito educativo.

En cuanto a las instituciones penitenciarias, yo creo que lo que se ha
hecho --por las noticias que nosotros tenemos a través de la Secretaría
de Estado correspondiente-- es adaptar a las instituciones penitenciarias
las



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campañas de la administración sanitaria dirigidas a la población en
general.

Habría que referirse también a las campañas más específicas que vienen
realizando comunidades autónomas y que, por lo que sabemos, se dirigen
incluso a poblaciones marginales de más difícil acceso, como prostitutas,
etcétera, a que nos referíamos antes.

En cuanto al tratamiento antirretroviral en la población penitenciaria,
por lo que nosotros sabemos, también se viene tratando a los pacientes en
el interior de las cárceles, yo diría que incluso con un control mayor y
más exhaustivo del que se puede tener fuera de ellas. Ha habido
problemas, que tampoco le oculto, respecto de los protocolos a aplicar;
problemas que existen en la comunidad científica y que por tanto se
trasladan también al ámbito asistencial, por eso nosotros quisiéramos, en
la medida de lo posible porque no es sencillo --y aprovecho para
contestar también al Diputado señor Gimeno--, poder llegar a un acuerdo
con esa comisión clínica que ya viene funcionando, aunque no se haya,
digamos, bajado la bandera oficial para su puesta en marcha. Yo quisiera
que esa comisión clínica fuera capaz de avanzar en un protocolo, pero
existen dificultades, y existen dificultades porque la administración
sanitaria tiene muy claro que no es ella quien tiene que elaborar el
protocolo sino asumir el que hagan los propios profesionales, que son
quienes entienden del asunto, y los propios profesionales tengo la
impresión personal de que no se ponen de acuerdo con facilidad acerca de
cuál es el protocolo más adecuado, ni aquí ni en el conjunto de la
comunidad científica internacional. No obstante, yo creo que es
importante hacer ese esfuerzo, aunque haya que cambiar el protocolo las
veces que sea preciso, a la luz de los avances científicos, porque eso
nos va a servir de referencia y también como un instrumento práctico de
suma utilidad, por ejemplo en cuanto a la población penitenciaria, en las
cárceles, donde los médicos no necesariamente tienen que ser
especialistas en ésta o en ninguna otra enfermedad; en definitiva, yo
creo que va a ser una herramienta de trabajo muy importante para el
conjunto del sistema asistencial.

Me recordaban la aparición en algunos medios de comunicación de
determinadas personas con actitudes que ponen en duda la propia
existencia del sida o la conveniencia de los tratamientos que se están
aplicando con antirretrovirales o incluso los mecanismos de transmisión.

A mí me preocupa y me alegra que S. S. lo haya dejado patente en público.

Creo que ahí habría que llegar también a un pacto, que desde luego
estamos dispuestos a promover en la responsabilidad de todos, y también
de los medios de comunicación, en el tratamiento de estos temas tan
tremendamente delicados. Ver por determinada televisión a una persona
explicando que no existe el sida o que no se transmite como creemos y ver
que esa persona se presenta como científico, créame que es duro, y
supongo que mucho más duro todavía para los pacientes de sida o para los
familiares de esos pacientes, que atisban una esperanza que,
desgraciadamente, no existe en ese campo o que dudan de los tratamientos
que se les aplican o que dudan incluso del médico y del sistema
asistencial que les trata.

Creo que S. S. se refería, entre otros, al doctor Wilner, que apareció en
determinada televisión. Aquel mismo día pedí que se hiciera un rastreo en
la base de datos «Med Line», que tiene una conexión entre nuestra Escuela
Nacional de Sanidad y la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados
Unidos. Le puedo decir que no se ha encontrado ningún artículo firmado
por este señor entre los años 1985 a 1993, y que lo hemos rastreado por
todas las posibilidades: por el nombre, por el apellido y por temas. Esta
persona se presentaba como un científico y estaba creando una tremenda
zozobra en los familiares y en los propios pacientes. Creo que esto es
grave y que ahí debiéramos de colaborar todos, asumiendo lo que la
comunidad científica internacional viene asumiendo en un 99 por ciento, y
estando dispuestos, cómo no, a corregir lo que ahora nos parece una
certeza y en otro momento puede ser que no nos lo parezca, pero lo que
ahora mismo existe como una referencia que, sin tranquilizarnos, nos da
cierta seguridad acerca de lo que estamos haciendo.

En cuanto a las consultas y a la atención domiciliaria, quisiera dar dos
respuestas o una respuesta doble. Por un lado, que desconfío de la puesta
en marcha de servicios con carácter de unidad orgánica en nuestro
sistema. Si se refieren a la creación de un servicio, mi respuesta
tendría que ser negativa porque no soy responsable, en primer lugar, de
la asistencia sanitaria, y es un servicio de salud, y, en segundo lugar,
porque tengo la experiencia de lo que sucede. Tienen que ser unidades
funcionales y creo que es a lo que se refería S. S.

Creo que la propia figura del coordinador hospitalario, que desde la
asistencia hospitalaria tiene, entre otras responsabilidades, la de
coordinarse con la atención primaria, va a ser la que en un momento dado,
a la vista del número de pacientes que se atienden en ese área
hospitalaria, exija y promueva la creación de la consulta. Además, uno
tiene confianza, a la luz de la experiencia, en lo que hacen los propios
coordinadores que conocen muy bien el tema y que trabajan a pie de obra.

Creo que, desde aquí, sería pretencioso por mi parte decir consulta sí,
consulta no. Creo que consulta sí y que se va a generar de una manera
espontánea, en la medida en la que el coordinador hospitalario vaya a ver
su necesidad. ¿Que en la atención primaria hay una gran disparidad y
dispersión, un gran abanico de actuaciones? ¡Qué duda cabe! La propia
atención primaria no es igual en las 17 comunidades autónomas. La
atención primaria de modelo tradicional todavía sigue cubriendo un
porcentaje de la población. Los centros de salud y los equipos de
atención primaria no se pusieron en marcha el mismo día. Los hay con
mayor y con menor experiencia, con una procedencia de integración por
parte del modelo antiguo o de nuevo acceso. Por lo tanto, generalizar
siempre sería peligroso y por mi parte podría sonar a triunfalista, pero
la atención domiciliaria, la asistencia a pacientes de sida,
afortunadamente se va incardinando ya en las de los equipos de atención
primaria, como decíamos antes respecto a las actividades escolares, como
rutina, como se



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atiende al anciano, como se atiende al hipertenso; si se quiere con más
preocupación por la gravedad de esta enfermedad, pero como una rutina más
en las actividades de salud pública que se generan desde los equipos de
atención primaria.

No sé si he contestado a todas las preguntas de S. S., pero, a grandes
rasgos, la consecuencia positiva que quisiera extraer de esta
comparecencia de hoy --que probablemente SS. SS. de una manera generosa
han calificado de exhaustiva y que yo podría decir que quizá lo que ha
resultado es demasiado minuciosa o incluso aburrida-- es que el problema
del sida es grave; que probablemente va a aumentar la notificación de
casos, pero que debemos saber que ese incremento va a ser en su inmensa
mayoría artificial por el cambio de la definición de caso; que
afortunadamente sabemos más que hace diez años qué es lo que hay que
hacer; que se está haciendo; que el incremento año tras año es más bajo y
la curva epidemiológica se va estabilizando; que el incremento en nuestro
país, aunque cuantitativamente estemos a la cabeza de Europa, es
semejante al de otros países europeos. Y en cuanto a su composición
interna, por ejemplo, la referencia a los usuarios de drogas por vía
parenteral, somos semejantes a Italia; y que sin buscar la complacencia
--creo que no la buscamos ninguno-- tampoco debemos ser tremendistas en
el sentido de que nos espere un futuro mucho peor que a cualquier otra
nación o tan malo como si no supiéramos lo que iba a pasar y no
hubiéramos adoptado medidas. Sabemos cómo se transmite, se están
adoptando las medidas, tenemos que transmitir serenidad, y preocupación,
a la población, tenemos que creer en nuestra posibilidad de coordinar las
actuaciones de todas las administraciones en luchar contra el sida, no
queremos ser ni protagonistas de la solución del problema ni tampoco
responsables de todos los fallos que se produzcan, porque somos muchos
los implicados. Yo les diría, señorías, que al final, en la lucha contra
el sida --como decíamos en una frase de mi comparecencia--, todos somos
responsables.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Secretario General de Salud.

Vamos a finalizar la sesión de esta comparecencia del señor Gutiérrez
Morlote, que no solamente no ha sido aburrida, sino que, añadiré, ha sido
exhaustiva, intensiva y llena de interés.

Quería transmitirle al señor Secretario General de Salud que en esa lucha
contra el sida va a tener, además, en esta Comisión a un buen equipo de
colaboradores con la Administración para todas aquellas tareas que, de
cara a los ciudadanos, podamos hacer desde nuestro papel aquí.

También quiero agradecer a SS. SS. y a los portavoces de los grupos
parlamentarios, no solamente la seriedad y el rigor de sus
intervenciones, sino, fundamentalmente, la cordialidad.




El señor VICEPRESIDENTE (Blázquez Sánchez): Señora Presidenta, me
gustaría que constase en acta el sentimiento de la Comisión de Sanidad y
Consumo por el fallecimiento de nuestro Premio Nobel don Severo Ochoa.




La señora PRESIDENTA: Gracias, señor Vicepresidente Primero, por su
indicación.

Se levanta la sesión.




Era la una y cincuenta minutos de la tarde.