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DS. Congreso de los Diputados, Pleno y Dip. Perm., núm. 38, de 13/11/1996
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CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES DEL
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



PLENO Y DIPUTACION PERMANENTE



Año 1996 VI Legislatura Núm. 38



PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. FEDERICO TRILLO-FIGUEROA MARTINEZ-CONDE



Sesión Plenaria núm. 37



celebrada el miércoles, 13 de noviembre de 1996



ORDEN DEL DIA:



Comunicación del Gobierno, al amparo de lo dispuesto en el artículo 196
del Reglamento:



-- Comunicación del Gobierno, al amparo de lo dispuesto en el artículo
196 del Reglamento, sobre la participación de España en la Alianza
Atlántica renovada (número de expediente 200/000001) (Página 1667)



(Continúa el orden del día en el «Diario de Sesiones» número 39, de 14 de
noviembre de 1996.)



Página 1666




SUMARIO



Se reanuda la sesión a las cuatro y cinco minutos de la tarde.




Comunicación del Gobierno, al amparo de lo dispuesto en el articulo 196
del Reglamento (Página 1667)



Comunicación del Gobierno, al amparo de lo dispuesto en el articulo 196
del Reglamento, sobre la participación de España en la Alianza Atlántica
renovada (Página 1667)



Interviene el señor Presidente del Gobierno (Aznar López), justificando
su comparecencia ante el Congreso de los Diputados en base a la voluntad
del Gobierno de exponer públicamente y de compartir con todos los grupos
parlamentarios la necesaria respuesta a las actuales exigencias de
seguridad y defensa. Considera, tal y como el Gobierno explicó en la
comunicación remitida a esta Cámara el pasado 29 de octubre, que la
Alianza Atlántica renovada constituye un elemento crucial del nuevo
entorno geoestratégico en el que España tiene un importante papel que
desempeñar mediante su integración en la nueva estructura de mandos.

A continuación explica los acontecimientos históricos sucedidos desde la
caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, que han hecho que las
necesidades de seguridad sean ahora distintas y que las soluciones deban
ser reajustadas, aunque esto no significa que los riesgos para la paz se
hayan desvanecido, como nos lo recuerda el conflicto en la antigua
Yugoslavia. Por tanto, el nuevo entorno, consecuencia del fin de la
guerra fría, requiere lo que se ha dado en llamar una «nueva arquitectura
europea de seguridad», que trata de que el entramado de instituciones
relacionadas con ella se complementen y refuercen mutuamente, por lo que
España no puede ni debe quedar al margen de las decisiones que se vayan a
tomar en los próximos meses y que configurarán el espacio común de
seguridad.

Recuerda la fecha del 30 de mayo de 1982, cuando España se convirtió en
el miembro número 16 de la Alianza Atlántica, siendo un aliado leal desde
entonces y contribuyendo de manera creciente a la defensa común y a todas
las misiones de la Alianza, de común acuerdo con los aliados europeos y
norteamericanos. Explica que los designios estratégicos que inspiraron el
nacimiento y el desarrollo de la Alianza han cambiado, con el fin de que
la Organización, sin olvidar sus objetivos básicos de defensa colectiva,
esté preparada para cumplir las nuevas misiones que requiere la
actualidad. Añade que, en este proceso de profunda renovación de la
Alianza, tiene especial interés para España el desarrollo de la identidad
europea de seguridad y defensa, concebida en Maastricht, y que a raíz de
la reunión ministerial de Berlín se impulsará, de acuerdo con los deseos
de nuestro país, en el seno de la Alianza Atlántica. Así, los aliados
europeos podrán asumir un mayor protagonismo en su propia defensa,
compartir de manera más equitativa con los aliados las tareas y
responsabilidades que supone la defensa del continente, y hacer frente a
misiones en las que una respuesta exclusivamente europea se considere más
conveniente, reforzando al mismo tiempo el vínculo trasatlántico. Por
otra parte, manifiesta que la Alianza acentúa ahora su orientación hacia
operaciones de mantenimiento de la paz, humanitarias y de gestión de
crisis, como lo pone de manifiesto la aplicación de la vertiente militar
del plan de paz para la antigua Yugoslavia. Resalta en este punto la
intervención de España en la IFOR, que, con el apoyo y el reconocimiento
de los ciudadanos, deja constancia del valor y de la profesionalidad de
sus soldados, refleja el alcance del compromiso español en las nuevas
tareas de la Alianza y refuerza la lógica voluntad de participar
plenamente en todos sus órganos. Estima que, precisamente por la urgente
necesidad de adaptación a las nuevas exigencias, es por lo que los
aliados están reconsiderando la estructura de mandos de la Alianza, que
ha de ser más ajustada a las necesidades y proyectable en unas fuerzas
móviles, capaces de reaccionar en el tiempo y en el escenario precisos
con tanto rigor como agilidad.

Pasa a continuación a exponer ante la Cámara el estado actual de los
debates sobre la futura estructura de mandos que deberá ser examinada por
el Consejo ministerial del próximo mes de diciembre, y en donde existe ya
un consenso previo sobre los siguientes aspectos: habrá tres niveles de
mando --estratégico, regional y subregional--, desapareciendo los mandos
de cuarto nivel; en el nivel estratégico habrá dos mandos: uno europeo y
otro atlántico; en el nivel de mandos regionales, la preferencia general
es que éstos se dividan en dos o tres regiones en el Atlántico y otras
dos en Europa; el nivel subregional estará formado tanto por mandos
conjuntos como por mandos componentes, no habiéndose determinado todavía
el número concreto de los mismos ni su distribución geográfica. Esta
línea llevará más adelante a la ampliación hacia el Centro y el Este de
Europa, fomentándose al mismo tiempo la asociación para la paz y para el
establecimiento con Rusia de vínculos estables de cooperación



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que la permitan desempeñar el papel que la corresponde en el nuevo
esquema de seguridad. Por todo ello, considera que la Alianza es hoy la
organización más capacitada para afrontar los problemas de seguridad con
garantía de eficacia, y España tiene ahora su oportunidad de intervenir
plenamente en una Alianza Atlántica más europea y más propicia a los
intereses nacionales, mediante una participación más activa y, al mismo
tiempo, más firme, consolidando a su vez su posición entre las grandes
naciones europeas. Son los intereses básicos y permanentes de España los
que, en opinión del Gobierno, aconsejan que en este momento de
transformación de la Alianza se prosiga con la estrecha cooperación que
se ha venido manteniendo en materia de seguridad y defensa con los
aliados, por lo que es conveniente la plena participación de España en la
nueva estructura de mandos, participación que no alterará, en ningún
caso, los términos de la autorización otorgada en su día por las Cortes
Generales para su adhesión, no obligará a España más allá de los
compromisos asumidos en el Tratado de Washington ni contravendrá las
condiciones planteadas en el referéndum celebrado en 1986. Opina que
España puede afrontar este nuevo modelo, participando en una nueva
estructura de mandos única y multinacional, aceptable para los dieciséis
aliados y apta para llevar a cabo tanto las misiones tradicionales de
defensa colectiva como las nuevas misiones. Se trata de atribuir a España
responsabilidades de mando y operativas, acordes con su contribución
militar y peso político, de manera proporcionada a la aportación que
España está haciendo en el esfuerzo defensivo conjunto. En esa nueva
estructura de mandos, el Gobierno desea que se ubique en España un mando
subregional conjunto, por lo que tanto las Islas Canarias como los
accesos atlántico y mediterráneo al Estrecho de Gibraltar habrán de
quedar en el área de responsabilidad del mando aliado ubicado en España.

Asimismo España mostrará su disposición a participar en los mandos que se
estime oportuno, y, en particular, en los de su inmediato interés
estratégico, actualmente proyectado en la estabilidad del Mediterráneo y
en la garantía de los accesos al Estrecho de Gibraltar.

Para terminar, manifiesta que no estar en la estructura de mandos
alejaría a España de los órganos de decisión, y por tanto de influencia,
para la defensa de sus intereses. Por eso, el Gobierno ha querido
compartir con todos los grupos parlamentarios el alto interés nacional de
esta cuestión de seguridad y confía en contar con el respaldo de la
mayoría para alcanzar la plena participación española en la nueva Alianza
Atlántica.

En turno de portavoces, intervienen los señores González Márquez del
Grupo Parlamentario Socialista; Anguita González, del Grupo Parlamentario
Federal de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya; Parlamentario
Federal de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya; Molins i Amat, del
Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió); Anasagasti Olabeaga,
del Grupo Parlamentario Vasco (PNV); Mauricio Rodríguez, del Grupo
Parlamentario de Coalición Canaria; Vázquez Vázquez (don Guillerme), las
señoras Rahola i Martínez y Lasagabaster Olazábal y el señor Chiquillo
Barber, del Grupo Mixto; y el señor Rupérez Rubio, del Grupo
Parlamentario Popular.

Contesta el señor Presidente del Gobierno (Aznar López). Replica el señor
Anguita González, duplicando el señor Presidente del Gobierno.

Se suspende la sesión a las siete y cincuenta minutos de la tarde.




Se reanuda la sesión a las cuatro y cinco minutos de la tarde.




COMUNICACION DEL GOBIERNO, AL AMPARO DE LO DISPUESTO EN EL ARTICULO 196
DEL REGLAMENTO:



--COMUNICACION DEL GOBIERNO, AL AMPARO DE LO DISPUESTO EN EL ARTICULO 196
DEL REGLAMENTO, SOBRE LA PARTICIPACION DE ESPAÑA EN LA ALIANZA ATLANTICA
RENOVADA (Número de expediente 200/000001)



El señor PRESIDENTE: Se reanuda la sesión, que continúa con el punto V
del orden del día: Comunicación del Gobierno, al amparo de lo dispuesto
en el artículo 196 del Reglamento, sobre la participación de España en la
Alianza Atlántica renovada.

Para su exposición, en nombre del Gobierno, tiene la palabra su
Presidente, señor Aznar.




El señor PRESIDENTE DEL GOBIERNO (Aznar López): Señor Presidente, la
razón de esta comparecencia ante SS. SS. es la voluntad del Gobierno que
presido de exponer públicamente, y de compartir con todos los grupos
parlamentarios, una cuestión de la mayor importancia para España, como es
su necesaria respuesta a las actuales exigencias de seguridad y defensa.

Tal y como el Gobierno ha explicado en la comunicación remitida a esta
Cámara el pasado día 29 de octubre,



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la Alianza Atlántica renovada constituye un elemento crucial del nuevo
entorno geoestratégico en el que España tiene un importante papel que
desempeñar mediante su integración en la nueva estructura de mandos.

Señor Presidente, los acontecimientos históricos sucedidos desde la caída
del muro de Berlín, en noviembre de 1989, con la reunificación de
Alemania y con la recuperación de la libertad de los países de Europa
central y oriental, han hecho que las necesidades de seguridad sean ahora
distintas y que las soluciones que se deben dar a los nuevos problemas
deban ser, en consecuencia, reajustadas. El mundo, afortunadamente, no
late ya según el pulso de la confrontación Este-Oeste. El surgimiento de
los sistemas democráticos y de economía de mercado en el centro y el este
de Europa, aun con las dificultades propias de su arranque, permite
afirmar con razón que no existen hoy estructuras de seguridad que puedan
ser concebidas como adversarias o como enemigas de nada o de nadie. Pero
no descubro nada nuevo ante SS. SS. al afirmar que el cambio de panorama
tras la guerra fría no significa que los riesgos para la paz se haya
desvanecido. La guerra en la antigua Yugoslavia nos lo ha recordado de
manera brutal en los últimos años. El análisis actual demuestra que sigue
siendo, pues, imperativo velar por la estabilidad, y por ello los
gobiernos deben seguir teniendo entre sus preocupaciones y
responsabilidades esenciales el mantenimiento de una política de
seguridad, entendida ésta en el sentido más amplio, y no sólo en el
estrictamente militar.

Aquella larga oposición bipolar ha sido sustituida por conflictos de
distintos alcance y diversa condición, que si bien no nos amenazan
globalmente, sí suponen un riesgo evidente de inestabilidad crónica si no
son atajados a tiempo. Además de tales conflictos, han surgido otros
desafíos de seguridad que exigen por nuestra parte la búsqueda de nuevas
respuestas.

El nuevo entorno en que nos movemos, consecuencia del fin de la guerra
fría, requiere lo que se ha dado en llamar una nueva arquitectura europea
de seguridad. Se trata de que el entramado de instituciones relacionadas
con ella (como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en
Europa, la Alianza Atlántica, la Unión Europea, la Unión Europea
Occidental o el Consejo de Europa), sin tener un papel exclusivo ni
excluyente, y reconociendo el carácter global e indivisible de la
seguridad euroatlántica, se complementen y se refuercen mutuamente.

En los próximos meses se van a tomar decisiones fundamentales que
configurarán un espacio común de seguridad. La Cumbre de la OSCE en
Lisboa y la reunión ministerial de la Alianza Atlántica, ambas el próximo
mes de diciembre, la cumbre de la Alianza prevista para mediados de 1997,
así como la Conferencia Intergubernamental de la Unión Europea,
constituirán hitos en la configuración de esa nueva arquitectura de
seguridad de la que España no puede ni debe quedar al margen. Señorías,
es nuestra responsabilidad ser parte activa, y desde el principio, en la
creación de un nuevo entorno de seguridad en Europa más pacífico y más
seguro.

Señor Presidente, como recordarán SS. SS., el 30 de mayo de 1982 España
se convirtió en el miembro número dieciséis de la Alianza Atlántica, una
vez que esta Cámara otorgó la autorización preceptiva para nuestra
adhesión al Tratado del Atlántico Norte, y tras la correspondiente
ratificación por los parlamentos de los estados miembros. Desde entonces,
España ha sido un aliado leal, contribuyendo de manera creciente a la
defensa común y a todas las misiones de la Alianza, y participando de
forma activa en las nuevas tareas asumidas de común acuerdo con nuestros
aliados europeos y norteamericanos.

Desde que se produjo el ingreso de España, la Alianza Atlántica ha tenido
una paulatina y sustantiva evolución, inducida por la necesidad de
adaptarse a las variaciones del escenario internacional.

Como he mencionado antes, los últimos tiempos han dejado un entorno
estratégico radicalmente distinto al que durante más de cuarenta años se
vio desde la perspectiva de la guerra fría y a todas luces diferente al
que regía cuando España ingresó en la Alianza.

Desaparecida la Unión Soviética, desaparecido el Pacto de Varsovia;
desaparecidos, en fin, los motivos de antagonismo bipolar, los designios
estratégicos que inspiraron el nacimiento y el desarrollo de la Alianza
han cambiado con el fin de que la organización, sin olvidar sus objetivos
básicos de defensa colectiva, esté preparada para cumplir las nuevas
misiones que requiere la actualidad.

En los últimos seis años, como consecuencia de las decisiones tomadas por
los Jefes de Estado y de Gobierno de los miembros de esta organización,
la Alianza Atlántica ha emprendido una honda renovación, que empezó en
las cumbres de Londres y Roma de 1990 y 1991, para adaptar la estrategia
general a los cambios acaecidos y que previsiblemente concluirá en los
próximos meses.

En estos años, en el ámbito convencional la Alianza ha reducido de manera
sustancial sus niveles de fuerza, alerta y despliegue. Asimismo, y en el
ámbito nuclear, la Alianza decidió en 1991 reducir su arsenal nuclear
subestratégico desplegado en Europa en un 80 por ciento, reducción que
quedó completada en 1993. Asimismo, se han transformado radicalmente
nuestras relaciones con los países del antiguo Pacto de Varsovia,
mediante la creación del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, foro
de consultas políticas y de cooperación práctica en cuestiones de interés
mutuo relacionadas con la seguridad.

Este proceso de renovación cristalizó en la Cumbre de Bruselas de 1994,
cuando la Alianza decidió impulsar la necesaria adaptación de sus
estructuras políticas



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y militares a fin de poder realizar nuevas misiones, de reflejar en su
seno la naciente identidad europea de seguridad y defensa y de apoyar al
efecto las operaciones de la Unión Europea Occidental. Con este fin se
acuñó el concepto de Fuerzas operativas combinadas conjuntas, que debe
hacer posible la participación de los países no aliados en las nuevas
misiones.

Al mismo tiempo, los aliados reafirmamos en la Cumbre de Bruselas nuestra
voluntad de abrir la Organización a otros países europeos y lanzamos la
iniciativa de la Asociación para la Paz a fin de estrechar la cooperación
con las nuevas democracias del centro y este de Europa, antes adversarios
y ahora impacientes por disfrutar de los beneficios de su pertenencia a
una organización que, a través del esencial vínculo trasatlántico, ha
sabido proteger la libertad, la estabilidad y la prosperidad de sus
miembros.

Más recientemente, la reunión ministerial de Berlín, de junio de este
año, ha supuesto un enorme avance en el proceso de renovación de la
Alianza, dando un impulso definitivo al desarrollo de la identidad
europea de seguridad y defensa, formulando nuevas directrices para la
estructura de mandos de la Alianza, avanzando en el diálogo con los
países interesados en integrarse y considerando la formalización de una
relación especial con Rusia.

Señor Presidente, en este proceso de profunda renovación de la Alianza
tiene especial interés para España el desarrollo de la identidad europea
de seguridad y defensa, que a raíz de la reunión ministerial de Berlín se
impulsará, de acuerdo con nuestros deseos, en el seno de la Alianza
Atlántica. Con este propósito los aliados hemos perfilado los mecanismos
necesarios para que la Unión Europea Occidental pueda disponer de los
medios colectivos y de las estructuras militares de la Alianza que le
permitan acometer operaciones bajo su control político y su dirección
estratégica. De este modo, sin duplicar medios ni estructuras, los
europeos podremos dar curso, por vez primera, a las acciones comunes
acordadas, utilizando el soporte de la Alianza.

Los aliados europeos podremos asumir con ello un mayor protagonismo en
nuestra propia defensa, compartir de manera más equitativa con nuestros
aliados las tareas y responsabilidades que suponen la defensa de nuestro
continente, así como hacer frente a misiones en que una respuesta
exclusivamente europea se considere más conveniente. Esto no hará sino
reforzar el vínculo transatlántico, que sigue constituyendo fundamento y
garantía de nuestra seguridad.

Sin perjuicio de que la defensa colectiva siga siendo la tarea esencial
de la Alianza, ésta acentúa ahora su orientación hacia operaciones de
mantenimiento de paz, humanitarias y de gestión de crisis, cuyo ejemplo
mejor es la aplicación de la vertiente militar del plan de paz para la
antigua Yugoslavia. La operación, dirigida por la OTAN bajo mandato y a
petición de la Organización de Naciones Unidas, está contribuyendo de
manera decisiva a la pacificación en Bosnia-Herzegovina, pudiendo sin
duda hablarse de un antes y un después de la intervención de las fuerzas
dirigidas por la Alianza.

En esta determinante presencia de la Alianza no sólo ha sido notable la
propia eficacia de sus actuaciones militares, sino también su capacidad
para atraer la cooperación de numerosos países no aliados, así como la
estrecha colaboración establecida con otras instituciones internacionales
que actúan sobre el terreno.

En este punto, quiero resaltar ante SS. SS. la intervención de España en
la IFOR que, con el apoyo y el reconocimiento de los ciudadanos, deja
constancia del valor y profesionalidad de nuestros soldados, refleja el
alcance del compromiso español en las nuevas tareas de la Alianza y
refuerza la lógica voluntad de participar plenamente en todos sus
órganos.

Señor Presidente, en esa tarea de urgente adaptación a las nuevas
exigencias, los aliados estamos reconsiderando la estructura de mandos de
la Alianza, que queda aligerada y flexible, más ajustada a las
necesidades y proyectable en unas fuerzas móviles capaces de reaccionar
en el tiempo y en el escenario precisos con tanto rigor como agilidad.

Quiero a este respecto, señor Presidente, explicar a SS. SS. el estado
actual de los debates sobre la futura estructura de mandos, que deberá
ser examinada por el Consejo ministerial del próximo mes de diciembre.

En este momento, sabemos que en principio existe un consenso previo y
básico sobre aspectos relativos a los tres niveles de mando, estratégico,
regional y subregional, desapareciendo en consecuencia los mandos de
cuarto nivel; que en el nivel estratégico habrá dos mandos, uno europeo y
otro atlántico; que en el nivel de mandos regionales la preferencia
general es que éstos se dividan en dos o tres regiones en el Atlántico y
otros dos en Europa; y que el nivel subregional, por último, estará
formado tanto por mandos conjuntos como por mandos componentes, no
habiéndose determinado todavía el número concreto de los mismos ni su
distribución geográfica.

Los países aliados, en suma, hemos reafirmado unánimemente la vigencia de
nuestros lazos fundamentales, pero estimamos que evolucionar, con un
fructífero sentido de futuro, quiere decir adaptarse a las circunstancias
actuales que incluyen no sólo la protección de nuestra propia seguridad,
sino también una complementaria proyección de estabilidad hacia otros
países que no son miembros de la Alianza.

La prolongación de esta línea, seguida atentamente por tantos países,
llevará más adelante a la ampliación, abierta al centro y al este de
Europa, a las democracias emergentes en esa zona. Al mismo tiempo,
estamos trabajando para reforzar la Asociación para la Paz y para
establecer con Rusia unos vínculos estables y permanentes de cooperación,
que le permitan desempeñar el papel que le corresponde en el nuevo
esquema



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de seguridad. La cooperación en Bosnia-Herzegovina ilustra bien esta
disposición de la Alianza.

Señor Presidente, creo que se debe reconocer que el relieve de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte ha crecido hasta dar a esta
institución político-militar un sello singular en la escena
internacional. No en vano existe la convicción unánime, de todos los
miembros de la Alianza y de otros países europeos, de que la OTAN es, y
debe seguir siendo, el fundamento de nuestra seguridad.

La Alianza es hoy la organización más capacitada para afrontar los
problemas de seguridad con garantía de eficacia, y es congruente con ello
el hecho de que la Alianza se haya convertido en el eje fundamental de
nuestra política de seguridad y defensa, tal como lo recoge no sólo la
evidencia cotidiana, palpable y concreta, sino también el consenso de las
principales fuerzas políticas de nuestro país sobre esta cuestión.

España tiene ahora la oportunidad de intervenir plenamente en una Alianza
Atlántica más europea y más propicia a los intereses nacionales mediante
una participación más activa y, al mismo tiempo, más firme. Tiene,
además, la ocasión de consolidar su posición entre las grandes naciones
europeas.

Esta transformación, como saben SS. SS., ha sido claramente alentada por
nuestro país y es crucial para nuestros intereses mantener ahora este
apoyo. España no debe quedar al margen de los beneficios, sean éstos
puramente políticos o derivados de la presencia en la nueva estructura de
mandos de la Alianza.

Señor Presidente, son los intereses básicos y permanentes de España, en
definitiva, los que forman el entramado constituyente de la nación, los
que, en opinión del Gobierno, aconsejan que en este momento de
transformación de la Alianza prosiga la estrecha cooperación que hemos
venido manteniendo en materia de seguridad y defensa con nuestros
aliados. Para ello es conveniente la plena participación de nuestro país
en la nueva estructura de mandos. Dicha participación, señor Presidente,
no alterará, en ningún caso, los términos de la autorización otorgada en
su día por las Cortes Generales para nuestra adhesión, no obligará a
España más allá de los compromisos asumidos en el Tratado de Washington,
ni contravendrá las condiciones planteadas en el referéndum celebrado en
1986.

La reducción de las fuerzas norteamericanas en España se ha cumplido con
creces y la no nuclearización del territorio español es un hecho desde
1976 que se va a mantener en el futuro. Por último, la actual estructura
militar integrada está próxima a desaparecer para ser sustituida por una
nueva estructura de mandos no comparable con la existente.

España puede afrontar hoy esta adecuación de forma muy halagüeña: no se
trata como ocurrió al sumarse a la Alianza, hace ahora catorce años, de
quedar encajados en un marco preeexistente, sino de concurrir desde el
principio con voz propia y de procurarnos el lugar que nos corresponde en
el nuevo modelo.

En definitiva, participaremos en una nueva estructura de mandos única y
multinacional aceptable para los dieciséis aliados, apta para llevar a
cabo tanto las misiones tradicionales de defensa colectiva como las
nuevas misiones que refleje de manera visible la identidad europea de
seguridad y de defensa y en la que puedan participar los países asociados
y los futuros nuevos miembros de la Alianza.

Los españoles hemos sabido comprender la trascendencia que para nuestro
provecho individual y colectivo tiene esa compenetración con los países
aliados, cuyo fin no es otro que el logro de un entorno más seguro, más
justo y, en definitiva, más libre. Los ciudadanos perciben hoy lo
importante que es la defensa de los intereses de una España consciente de
sus derechos y de sus responsabilidades y capaz de hacerlos valer dentro
y fuera de sus fronteras.

La plena participación deberá sustanciarse en términos favorables a esos
legítimos intereses. Se trata de atribuir a España responsabilidades de
mando y operativas acordes con nuestra contribución militar y peso
político de manera proporcionada a la aportación que España está haciendo
en el esfuerzo defensivo conjunto.

Señor Presidente, en la nueva estructura de mandos, el Gobierno desea que
se ubique en España un mando subregional conjunto que cubra nuestro
territorio y satisfaga los intereses estratégicos españoles tanto en
misiones que se deriven de las obligaciones contenidas en el artículo 5.º
del Tratado de Washington sobre la defensa colectiva, como en aquellas
nuevas misiones fundamentalmente de apoyo a operaciones de paz.

Consecuencia de lo anterior, tanto las islas Canarias como los accesos
atlántico y mediterráneo al Estrecho de Gibraltar habrán de quedar en el
área de responsabilidad del mando aliado ubicado en España. Asimismo,
España mostrará su disposición a participar en los mandos que se estime
oportuno y, en particular, en los de nuestro inmediato interés
estratégico actualmente proyectado en la estabilidad del Mediterráneo y
la garantía de los accesos al Estrecho de Gibraltar.

La finalidad es colaborar en la seguridad y la estabilidad colectivas
mediante nuestra participación en la estructura de mandos en pie de
igualdad con nuestros aliados. No estar en la estructura de mandos nos
alejaría de los órganos de decisión, y por lo tanto de influencia, para
la defensa de nuestros intereses y concepciones. La oportunidad es única
en un momento en que se están tomando las decisiones que configurarán la
nueva Alianza Atlántica. El Gobierno cree con absoluta convicción que
nuestra plena participación es la mejor forma en que se puede proteger la
seguridad nacional. Pero la perspectiva, señorías, es mucho más amplia.

Somos conscientes de que, como he dicho, en los próximos meses los socios
de la Alianza y de la



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Unión Europea adoptaremos decisiones trascendentales para la
configuración del nuevo marco de seguridad en Europa. España puede y debe
estar a la altura de las circunstancias. El propósito trasciende la
faceta militar, pues un paso vacilante en esta hora importante y crucial
tendría como consecuencia una inevitable pérdida de nuestro peso
político.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte, en su trayecto
inexorable hacia las nuevas soluciones que exigen los profundos cambios
internacionales, nos depara una singular coyuntura para que España
muestre sus buenos reflejos. Por ello el Gobierno, que mediante la
correspondiente comunicación ha querido compartir con todos los grupos
parlamentarios el alto interés nacional de esta cuestión de seguridad,
buscando el consenso y desarrollando el diálogo al que se comprometió en
el discurso de investidura, confía en contar con el respaldo de la
mayoría para alcanzar la plena participación de España en la nueva
Alianza Atlántica. Nuestro interés nacional reclama dar este paso
decisivo en interés de la paz y de la seguridad, para así contribuir,
señorías, de acuerdo con nuestra responsabilidad internacional, a la
defensa de unas sociedades más democráticas, más justas y más libres.

(Aplausos.)



El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Presidente del Gobierno.

Por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra el señor González
Márquez.




El señor GONZALEZ MARQUEZ: Señor Presidente, señorías, permítanme, a modo
de introducción, resaltar la importancia de este debate sobre la
definición de la posición española en torno a los problemas de la paz y
de la seguridad en nuestro país, en Europa y también en la dimensión
euroatlántica.

Es cierto que hablar de los problemas de la paz y de la seguridad es
difícil en situaciones de normalidad, cuando no existen peligros, o por
lo menos peligros evidentes para la paz. Ocurre como con la libertad:
sólo cuando existe un riesgo llama la atención el problema de la paz o el
problema de la libertad. Sin embargo, el tema es de extraordinaria
importancia para nuestro país y para la construcción europea en su
conjunto. Nosotros, como partido, como fuerza política de la oposición,
estimamos que el grado de consenso que pueda producirse a nivel nacional
entre las fuerzas políticas y la opinión pública condicionará la
fortaleza de España y también su contribución a la paz. Por tanto,
estimamos que mientras mayor sea el grado de consenso entre las fuerzas
políticas y en la sociedad española, más clara, más rotunda y contundente
será nuestra contribución a un esquema de paz y de seguridad para nuestro
país y para Europa.

Permitirán que recuerde que en mi experiencia personal al frente del
Gobierno se produjo no el cambio en la situación que vivíamos entre 1986
y 1996, sino el cambio a partir de 1989; un cambio sustancial para la paz
y para la seguridad en Europa; un cambio radical en las circunstancias
que afectan no sólo a Europa sino al mundo entero. Este cambio, que ha
producido la realidad de una nueva OTAN, sin duda se produce en un
momento, planteando a todos los miembros de la Alianza lo que podríamos
considerar una cuestión existencial. Desaparecido el muro de Berlín,
liquidado el Pacto de Varsovia, la primera cuestión a plantearse en el
año 1990 es: ¿Tiene que sobrevivir la Alianza Atlántica? ¿Debe permanecer
la OTAN como garantía de seguridad en la nueva situación? Hay una
pregunta importante y existencial. Debo confesar a SS. SS. que no hubo la
menor duda en ninguno de los aliados y en el complejo arco de fuerzas
políticas que pueden estar representadas en los distintos países de la
Alianza. Todo el mundo estuvo, desde el principio, convencido de que la
Alianza debería permanecer y, por tanto, que su objetivo básico de
garantía de la seguridad, de garantía de defensa para el conjunto de los
aliados, era un objetivo que trascendía la desaparición del enemigo, del
adversario de referencia, del Pacto de Varsovia. Es verdad que no se
discutió mucho sobre esto, pero también es cierto que había un
sentimiento profundo entre todos los países aliados de que --quizás
expresado en términos negativos-- el objetivo fundamental de la
permanencia radicaba en evitar el riesgo de la renacionalización de
cualquier política de defensa.

Por tanto, aunque formulado en esos términos, la experiencia del siglo XX
en Europa --por no remontarnos al XIX--, la experiencia de las
confrontaciones militares de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial
creaban una nítida conciencia, entre todos los países europeos, de que
sobre todo había que evitar el riesgo de un paso atrás que supusiera, con
la renacionalización de las políticas de defensa de nuevo, la dinámica de
una Europa dividida en zonas de influencia, dividida, desde el punto de
vista de la seguridad, en países con una u otra pretensión sobre zonas
del territorio. Este planteamiento --que era extraordinariamente serio y
profundo, y que no fue largamente discutido porque formaba parte de la
evidencia y de la experiencia histórica-- era paradójica y
particularmente sentido por los países que superan la dictadura
comunista, salen del Pacto de Varsovia y quieren incorporarse a la nueva
estructura de seguridad. Si me permiten --para no extenderme en
consideraciones que pudieran afectar a uno u otro país--, algunos de
estos países del centro y del este de Europa, acostumbrados como estaban
al desgarramiento producido por los enfrentamientos europeos, algunos
países tan importantes desde el punto de vista político y estratégico
como Polonia, tenían que vivir esta terrible experiencia de un cierto
estrabismo político, mirando al Este y al Oeste, para saber si su
seguridad podría estar definitivamente garantizada, y no tenían que
volver a pasar



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por la terrible experiencia histórica del reparto de sus territorios
entre contendientes que les resultaban ajenos.

Resuelta esta pregunta existencial, ¿tiene o no que permanecer la OTAN?
En este sentido --que he expresado en términos negativos, pero que
naturalmente se podría expresar en términos claramente positivos--,
cabría también preguntarse si no es posible en la nueva etapa que Europa
--Europa como tal-- garantizara su propia seguridad, desvinculándose de
la Alianza Atlántica, es decir, rompiendo el vínculo atlántico. Debo
decir que en esto tampoco ha habido ninguna duda entre los socios
europeos de la Alianza, y puedo afirmar que de la misma manera se han
comportado los socios norteamericanos de la Alianza. Todo el mundo ha
creído que el vínculo atlántico es necesario para mantener la seguridad
en Europa y la seguridad euroatlántica.

Seguiré con el argumento en el sentido que expresaba antes. Existe una
experiencia histórica muy reciente en Europa, y esa experiencia histórica
lógica naturalmente condiciona los comportamientos; y hablo de
condicionamientos en todas las direcciones. Ese condicionamiento tiene un
elemento, a mi juicio, esencial, a veces difícil de comprender y con
frecuencia no exento de alguna contradicción. Condicionamiento que supone
valorar la presencia del norte de América en la Alianza y en el
territorio europeo como una garantía, como decía antes, para que no se
produzca siquiera la tentación de una renacionalización de las políticas
de defensa y, por tanto, de la ruptura de los vínculos que en materia de
seguridad y de paz unen a los países de Europa, de Europa Occidental, y
ahora a otros países que tratan de incorporarse.

Resuelto, por tanto, este problema de carácter existencial para Europa y
para la supervivencia del vínculo atlántico, había que plantearse
inmediatamente la respuesta a la nueva situación en términos de
renovación, de reforma de la Alianza Atlántica. Como verán no he empleado
ningún argumento, después daré algunas cifras que complementen un
análisis que llevo al terreno estrictamente político de seguridad. Es
evidente que también se plantean problemas económicos y, acompañando a
los problemas económicos, problemas tecnológicos de suficiencia o de
insuficiencia en materia de seguridad. Se plantea, por tanto, desde la
caída del muro de Berlín y la liquidación del Pacto de Varsovia (aquí se
acaba de mencionar, de paso, por el Presidente del Gobierno --el lenguaje
incluso empieza a cambiar-- y se habla de los vecinos del centro y del
este de Europa como los antiguos adversarios; terminología que
rápidamente desaparece para empezar a considerarse a los países del
centro y del este de Europa, incluida Rusia y los países de la
desaparecida Unión Soviética, como necesarios cooperadores o
colaboradores en la construcción de la seguridad europea), digo que se
plantea desde el comienzo la necesidad de la reforma, de la adaptación,
de la renovación, de tal manera que hablar hoy de la Alianza Atlántica,
en la fecha en que estamos hablando, en 1996, es radicalmente distinto de
hablar de la Alianza Atlántica en 1989, no digo en 1986 o 1981, sino en
1989. Es cierto que esto viene precedido de un período que hemos vivido
con especial intensidad, que es el período de la reforma en la Unión
Soviética protagonizado por Gorbachov, todo el proceso de la perestroika
que permite a la Alianza dar algunos pasos no fáciles, con discusiones
muy fuertes como, por ejemplo, parar la decisión y después deshacerla de
la renovación de los misiles de corto alcance. Discusión que todavía fue
muy aguda en la cumbre de Londres y que desapareció rápidamente hasta no
sólo decidir que no había necesidad de modernizar los misiles de corto,
sino decidir la plena desaparición de ese tipo de armas en suelo europeo.

En la reflexión sobre la nueva Alianza, en la nueva situación europea
internacional, naturalmente que se buscan nuevos objetivos. Manteniendo
la Alianza como una garantía para la seguridad y la paz europea, empiezan
a definirse las perspectivas de objetivos de mantenimiento de la paz, de
respuesta a crisis que la experiencia nos demostró que no eran sólo el
fruto de la imaginación o un esfuerzo de imaginación para mantener viva
una estructura militar y defensiva, sino que la cruda realidad de la
antigua Yugoslavia puso de manifiesto como un desafío dramático para la
paz, para la seguridad en Europa. Alguien ha dicho que el siglo XX, el
siglo corto, empezó y terminó en Sarajevo; empezó y terminó en Sarajevo
no sólo para la antigua Yugoslavia, sino también para la propia seguridad
en el conjunto de Europa.

Además de eso, existe la necesidad de reformar, naturalmente, de cambiar
radicalmente la estructura de mandos. No digamos ya el propio despliegue
de la Alianza Atlántica. No era necesario mantener ni el despliegue ni
las normas de comportamiento que iban desde Noruega hasta Turquía, frente
a la definición del enemigo que era el Pacto de Varsovia. La nueva
concepción de la estructura de mandos lleva a la Alianza a considerar que
la propia reducción y la flexibilidad consiguiente de esta estructura de
mandos probablemente la situarán en el 50 por ciento, aproximadamente, de
la estructura que mantenía la Alianza en la fase anterior. A nivel
interno empieza a desarrollarse también, y consta ya en el Tratado de
Maastricht, con una vocación en el segundo pilar de política exterior y
de seguridad para la Unión Europea, empieza a definirse la identidad
europea de defensa. Se habla en el argot europeo, en primer lugar --ya se
venía hablando durante la fase previa--, del pilar europeo de la Alianza;
se corrige después esa terminología para pasar a una concepción, a mi
juicio mucho más inteligente, de la relación entre la Alianza Atlántica,
como estructura defensiva euroatlántica, con la identidad europea de
defensa, como fuerza separable pero no separada de



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esa estructura, tanto desde el punto de vista de las garantías de
seguridad cuanto desde el punto de vista operativo y, desde luego, desde
el punto de vista del esfuerzo económico y tecnológico necesario para
hacerlo operativo.

No quiero dejar de considerar, como he dicho al principio de la
intervención, que algún elemento de contradicción, como siempre ocurre en
política, hay que asumir en esa evolución, porque al mismo tiempo que se
habla se persigue una identidad europea de seguridad y de defensa que sea
el respaldo lógico, natural, de un proceso de construcción europea, con
una política exterior propia, que todavía no existe, que se dan los
primeros pasos en esa dirección. Al mismo tiempo que se habla de eso se
sigue considerando imprescindible el mantenimiento del vínculo atlántico.

Debo decir desde ahora que, a mi juicio, en el horizonte político en el
que cualquiera puede hacer previsiones, la consciencia de los europeos va
a mantener la necesidad de ese vínculo por razones de paz y de seguridad
fundamentalmente, pero también por razones técnicas y económicas
relativamente fáciles de comprender si se analiza cualquier supuesto.

Hay, por tanto, una evolución interna de la Alianza; una evolución
interna que afecta a los objetivos, a la estructura de mandos, al nuevo
despliegue y al desarrollo de una identidad europea de defensa;
evolución, reforma que se va produciendo a través de las distintas
reuniones de los ministros y de los jefes de Gobierno y de Estado
correspondientes a lo largo de los años 1990 y siguientes. Hay también
una evolución externa de la Alianza. Por primera vez la Alianza se
plantea seriamente una política alternativa como resultado no sólo de la
liquidación del Pacto de Varsovia, sino de la aspiración, a mi juicio
legítima, incontrovertible, de cada uno de los países que se liberan de
la dictadura anterior y de la dependencia del Pacto de Varsovia, a
integrarse en la nueva estructura de seguridad. Los pasos se dan, como
siempre en estas materias, con una cierta prudencia, midiendo el terreno.

Primero se decide que haya un consejo de cooperación del Atlántico Norte.

Más tarde se decide que haya una asociación para la paz, como complemento
de este consejo de cooperación, que va incluyendo en ambos casos
políticamente, en operaciones conjuntas y en el proceso de adaptación, a
los países que pretenden acercarse e integrarse en la Alianza Atlántica,
pero que también incluye a aquellos países que no estarán en la Alianza
Atlántica pero que forman parte del esquema de seguridad europeo y
euroatlántico. Más tarde se decide, por la petición de los propios países
del centro y del este de Europa, que habrá un proyecto de ampliación
hacia el centro y el este de Europa. Pero no se olvida que dentro de ese
proyecto de ampliación hay una necesidad básica, como garantía para la
paz y para la seguridad, que es un acuerdo entre la Alianza Atlántica y
Rusia, y se le sigue ofreciendo insistentemente una negociación en forma
de carta que, sin crear ninguna situación privilegiada que pudiera
aparecer como un derecho de veto o de condicionamiento de los demás,
incluye en el mismo nivel de responsabilidad a un país como Rusia y a los
países de la Alianza Atlántica como garantes de ese esquema de paz y de
seguridad euroatlántica. Estos son los ingredientes internos y externos
de la reforma de la Alianza.

El ejemplo de la actuación en Bosnia me va a servir para continuar con
esta reflexión política. Estamos en un nuevo momento, sin duda alguna, y
repito que no exento de contradicciones. La operación en Bosnia reúne
todas las paradojas de la nueva situación. Es la primera vez que la
Alianza Atlántica actúa fuera de la zona desde su fundación, fuera de los
límites de la Alianza Atlántica, y lo hace a requerimiento de Naciones
Unidas para llevar adelante el plan de paz en Bosnia. He dicho que la
operación y el propio ejemplo no están exentos de contradicciones porque
pone de manifiesto las insuficiencias europeas en materia de seguridad en
su propio territorio y, por ende, la necesidad de una estructura de
seguridad como la Alianza; porque pone de manifiesto que la política
exterior de la Unión Europea, que propuso el plan de paz que al final ha
sido aceptado por los interlocutores como el plan de paz que se está
aplicando, no tuvo capacidad, tampoco políticamente, para ponerlo en
práctica. Fueron en Estados Unidos los norteamericanos los que llegaron a
conseguir que las partes se pusieran de acuerdo en ese plan de paz.

Además, pone de manifiesto la nueva vocación de la Alianza Atlántica, no
sólo en los aspectos que digo, sino en la capacidad de integración, en la
misma operación de paz de rusos o de polacos junto con tropas españolas,
británicas, francesas o de Estados Unidos; exactamente en la misma
operación, con la misma estructura de mandos.

Tomando ese ejemplo como revelador, simbólicamente muy expresivo de las
necesidades de seguridad, de la capacidad más o menos limitada de
respuesta de unos y otros y, por tanto, de la propia necesidad de una
estructura de paz y de seguridad como la Alianza Atlántica, también nos
sirve a nosotros como país para reflexionar. Nosotros estamos desde el
principio, por cuenta de Naciones Unidas, en las operaciones de ayuda
humanitaria, y hemos continuado después cuando la operación se ha
transformado de meramente de ayuda humanitaria a una operación de
aplicación de un plan de paz. Estamos en una operación, por cuenta de
Naciones Unidas, delegada en la Alianza Atlántica y con la participación
de países no miembros de la Alianza Atlántica. Nuestras tropas están
integradas, las tropas de Tierra, las tropas de Aire, incluso la Armada;
por tanto, nuestras tropas están integradas en esta operación.

¿Cuál es la situación que se nos plantea en la nueva OTAN para poder
explicárselo con claridad a los ciudadanos? La situación es si debemos
seguir básicamente



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coordinando nuestra acción, pongamos por caso, en Bosnia, después de
haberse tomado la decisión por los mandos de la Alianza en cuanto al
carácter de la operación, el despliegue y sus características, etcétera,
o decidimos que también tenemos derecho y obligación de participar en el
proceso de toma de decisiones que decide la operación, que perfila la
operación, que reparte las responsabilidades. Esta es la diferencia
cualitativa, además, como se ha dicho ya por el Presidente del Gobierno
en la tribuna, de participar en una nueva estructura de la Alianza, en un
reparto de responsabilidades que sea acorde con nuestra contribución y
con nuestro peso.

Pero el gran cambio, en el sentido formal, respecto de 1986 y respecto de
la consulta que entonces se efectuó, no es el cambio que supone este
cuento que ahora circula de que va a haber de nuevo tropas americanas en
bases españolas, algo absolutamente increíble que naturalmente hay que
aclarar hasta el fondo, porque es verdad que la confusión en la opinión
pública puede ser grave. Yo he oído hoy en las noticias a algún
responsable político de otro nivel, como un alcalde, decir: Pues bueno,
si vuelven los norteamericanos a Torrejón, mejor. No tiene por qué saber
si vuelven o no vuelven en el nivel de responsabilidad que tiene, pero es
un planteamiento absurdo. Se ha ido el 70 por ciento de la fuerza
norteamericana de Europa; de España se fueron, en el ajuste bilateral, a
principios de los ochenta. ¿Quién puede concebir que ahora van a hacer
una recuperación de presencia aquí, habiéndose ido de Alemania y de otras
zonas del territorio europeo? (Rumores.--Aplausos.) Es un montaje al que
nos tienen acostumbrados determinados agitadores de cualquier profesión
para confundir a la opinión pública (Rumores.) y a veces algunos
responsables políticos se dejan arrastrar por montajes de esa naturaleza
que no obedecen a ningún tipo de realidad ni de necesidad.

Por tanto, ¿para nosotros en qué va a cambiar la situación respecto de la
fecha en que se consultó al pueblo español en 1986? No en esto que acabo
de decir, no en el mantenimiento de la no nuclearización, que falta
también explicar que en Europa han desaparecido todas las armas nucleares
instaladas en tierra, todas las armas nucleares. Se acabó el debate sobre
los SS-20 de principios de los ochenta; se acabó el debate sobre los
misiles de corto alcance, aquellos que con razón decía Helmut Kohl que
sólo mataban alemanes. Por tanto, se acabó el debate, desaparecieron las
armas nucleares en tierra. ¿Alguien puede plantear seriamente,
honestamente, que existe algún riesgo para que en España se instalen
armas nucleares? (Rumores.) Esto no es razonable. No hay ningún horizonte
político en el que se pueda prever esa situación. Pero, para colmo, creo
que es bueno ratificar la voluntad y la decisión de que no haya armas
nucleares en España. Por tanto, la decisión consiste en participar o no
en esa estructura de mandos; ésta es la que cualitativamente cambia
respecto de 1986. (Rumores.)



El señor PRESIDENTE: Un momento, señor González.

Señorías, guarden silencio.




El señor GONZALEZ MARQUEZ: No se preocupe, señor Presidente, estoy seguro
de que tienen interés. (Rumores.--Risas.)



El señor PRESIDENTE: Puede continuar, señor González.




El señor GONZALEZ MARQUEZ: Hay esa decisión. ¿Es posible imaginar que
fuera necesaria una consulta para decir a los ciudadanos españoles que
todos tenemos la conciencia clara de que están de acuerdo con nuestra
participación, y los responsables políticos también, en el plan de paz en
la antigua Yugoslavia, que de nuevo vamos a montar una consulta para
saber si quieren que, además de participar en ese desarrollo de plan de
paz, participemos en el proceso de toma de decisión previo, desde el
punto de vista técnico y militar, para desarrollar ese proceso de paz?
Esto es evidente de toda evidencia. Si no se quiere participar, lo
comprendo, pero si se cree que es razonable que entre nuestras
responsabilidades esté el participar en objetivos de garantía de la paz
en Europa, ¿cómo no va a ser razonable que nuestros mandos también
participen en el proceso de toma de decisiones que define el papel de
cada cual?
Yo no quiero insistir, porque el razonamiento me parece políticamente
intachable, pero me gustaría dar a SS. SS. algunos datos que tienen
importancia y sobre los que seguramente sería bueno que reflexionaran.

Los gastos de defensa, a partir de 1990, en toda Europa, han descendido
un 30 por ciento; las fuerzas disponibles en la Alianza Atlántica, un 25
por ciento; la presencia de Estados Unidos ha descendido en casi un 70
por ciento; las armas nucleares en tierra han desaparecido y los gastos
en estructura que representan la participación en la Alianza son el 0,35
de los presupuestos de Defensa.

Permítanme una breve reflexión, porque yo soy de los que creo que Europa
tiene que ir haciéndose cargo cada vez más de las responsabilidades de su
propia seguridad y de su propia paz. En Europa, los gastos de defensa han
descendido hasta ser ahora un 2 por ciento del producto bruto. En España,
bastante menos que eso. En Estados Unidos son un 4 por ciento del
producto bruto. Y esto marca una distancia en términos tecnológicos y
operativos que hacen imprescindible, a pesar de la propaganda, la
presencia en los proyectos de seguridad y de paz de Estados Unidos y de
Canadá en Europa; imprescindible, porque nadie se atrevería a subir a una
tribuna para proponer que Europa duplicara



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su esfuerzo de defensa para apenas irse acercando a la inmensa distancia
técnica y tecnológica que Estados Unidos tiene respecto de los países de
Europa.

Por tanto, en España lo que hay que decidir es mantenimiento del no al
despliegue de armas nucleares, sí a estar en el centro de tomas de
decisiones, sí a la existencia en nuestra zona de un mando que garantice
ese mando en nuestro territorio, y sí a un tema que creo que no debemos
olvidar: a incrementar la ocupación y la preocupación en materia de
seguridad sobre el propio Mediterráneo, que ha sido un paso que
tímidamente empieza a darse en los debates internos de la Alianza y que
creo que hay que fortalecer para ayudar a los objetivos de la Conferencia
del Mediterráneo, que hace un año pusimos en marcha como país por cuenta
de la Unión Europea, fortaleciendo la relación, también en materia de
seguridad con los vecinos del norte de Africa.

Nuestra obligación, como conclusión, es participar en la construcción de
la paz y de la seguridad, de Europa y euroatlántica, participar asumiendo
que es verdad que hay contradicciones para Europa en ese proceso, pero
asumiendo también que ésta es la mejor garantía para la paz y para la
seguridad, repito, no sólo en Europa, sino a nivel euroatlántico.

Además de eso, hay que considerar, y seriamente, que la Alianza Atlántica
se ha convertido y será en el futuro --eso espero-- un instrumento útil
para Naciones Unidas como garantía para el mantenimiento de la paz, como
garantía para hacer operaciones, que probablemente sin esa nueva
estructura, sin esa estructura flexible, operativa, capaz de encajar en
su seno la participación de otros, sería prácticamente imposible.

Esto no excluye un debate que seguramente está pendiente, que es el
debate sobre los nuevos desafíos para la paz en la Comunidad
Internacional, incluida la reforma de Naciones Unidas. Pero es un debate
distinto. Este es el que se refiere a las garantías de paz y de seguridad
para España, a las garantías de paz y de seguridad para Europa, es un
debate que nos concierne, debe ser un debate que conduzca a una
clarificación lo más seria, lo más rigurosa posible entre nuestros
propios conciudadanos y que produzca un consenso que, mientras más amplio
sea, mejor será para la paz y para la seguridad de todos.

Gracias. (Aplausos.)



El señor PRESIDENTE: Gracias, señor González.

Por el Grupo Parlamentario de Izquierda Unida, tiene la palabra el señor
Anguita. (Algunos Diputados del Grupo Parlamentario Federal de Izquierda
Unida-Iniciativa per Catalunya muestran a la Cámara carteles en los que
se lee: «OTAN, no».)
Señorías, les ruego que guarden silencio y que guarden el adecuado decoro
de la Cámara. El Grupo Parlamentario de Izquierda Unida tiene en este
momento a su portavoz, y creo que presidente, en uso de la palabra, que
es el medio de expresión del Congreso de los Diputados. (Varios señores
Diputados: ¡Muy bien!--Aplausos.)
En consecuencia, con toda cordialidad, les invito a retirar otra forma de
expresión. Se lo agradeceré enormemente.

Cuando quiera, señor Anguita.




El señor ANGUITA GONZALEZ: Señor Presidente, señoras y señores Diputados,
constato con cierto maligno alborozo que el Gobierno ha tenido esta tarde
dos portavoces: el natural, quien lo preside, y el jefe del principal
partido de la oposición, circunstancia sin duda anómala, pero que va a
tener seguramente repetición en otras ocasiones.

Para el Grupo Federal de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya, son
tres las características que definen este debate y sus contenidos.

Primera, éste es un debate presidido por la sospecha; este es el debate
de una doble renuncia, renuncia a la construcción de una Europa autónoma
e independiente e incluso a la misma construcción de Europa y renuncia a
la construcción de un nuevo orden internacional justo, solidario y
democrático. Y la tercera y consecuente con las anteriores, que éste es
el debate preparatorio de una nueva guerra fría.

Nuestro grupo parlamentario participa de la sospecha, pienso que más que
fundada, de que la discusión de hoy es totalmente inútil, no en el
sentido del resultado final, que está cantado, pero sí en el sentido de
que estamos discutiendo sin haber recibido la información a la que esta
Cámara tiene derecho sobre asuntos que inciden sobre la política de
defensa, el convenio bilateral con los Estados Unidos de América y las
condiciones del referéndum de 1986. Me refiero, obviamente, al asunto
destapado por el diario El Mundo referente a los deseos de Estados
Unidos, manifestados en contactos con la Administración española, de
aumentar su presencia militar en España. Y no solamente la presencia
militar es el número de soldados; la presencia militar aumenta por la
calidad y tipo de las misiones --y lo digo por algún que otro
interviniente--, no solamente porque aumente el número de soldados, sino
por el tipo de misiones, el alcance de las mismas y el tipo de material
que puede transitar por los aeropuertos españoles y por las bases de
utilización conjunta.

Los desmentidos del Gobierno de S. S., señor Aznar, las confirmaciones a
continuación con cautelas y medias palabras posteriores han mostrado a un
Ejecutivo carente de cohesión e incapaz de comparecer ante esta Cámara
para dar las explicaciones pertinentes. El pueblo español, que participó
en un referéndum en 1986, debe conocer, tiene derecho a conocer, con toda
clase de pormenores, la situación y la posición del Gobierno. Y antes de
haberse celebrado este debate, S. S. tenía la obligación de haber venido
aquí para decir con



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datos si esto es cierto o no es cierto, porque afecta a la seguridad y
porque afecta al debate que en estos momentos nos ocupa.

Este debate también está presidido por la sospecha, en la medida en que
el trámite parlamentario que lleva a España a una nueva OTAN, una simple
comunicación, está fuertemente condicionado por los ritmos, prisas y
plazos de los otros. Y esas prisas llevan al Gobierno y a otras fuerzas
políticas de esta Cámara, casi todas, a pasar como por ascuas ante el
tema que sigue dividiendo a la opinión pública española.

A las sospechas anteriores hay que añadir la evidencia de que el bajo
perfil al que se ha sometido el debate es simplemente la consecuencia de
no querer evidenciar que en esta cuestión no se quiere conocer la opinión
del pueblo español y se hurta la convocatoria de un referéndum y, además,
que se van a incumplir las condiciones que para el ingreso en la OTAN el
pueblo español puso en 1986.

A la evidencia anterior hay que añadir esta otra: estamos ante la
concreción de la renuncia europea y española a la construcción de Europa
y a un nuevo orden internacional, justo, solidario y democrático.

Recabo la atención de SS. SS. en torno a una exposición cronológica de
hechos que ilustra más que muchos discursos. 4 de abril de 1949, se crea
la OTAN contra el peligro, que, a juicio de los fundadores, lo
constituían los sistemas llamados del socialismo real. Como respuesta, se
crea el 14 de mayo de 1955 el Pacto de Varsovia. 21 de noviembre de 1990,
en una atmósfera de plena distensión y con la participación de 34 jefes
de Estado y de Gobierno, entre ellos los de España, Unión Soviética y
Estados Unidos, se firma la Carta de París. Veamos algunos elementos
básicos de este documento. Primero, se dice textualmente: Europa está
liberándose de la herencia del pasado. Se constata que ha habido una
reducción sin precedentes de Fuerzas Armadas y de armamento convencional.

Se constata la necesidad de nuevos enfoques sobre seguridad y
cooperación, especialmente en el campo de la seguridad, y dicen
textualmente: Nos comprometemos a buscar nuevas formas de cooperación en
esta esfera. Y todo ello dentro del proceso de reforzamiento --dicen--
como ámbito idóneo --repito, señorías, el reforzamiento como ámbito
idóneo-- de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea.

Como documento anejo a la Carta de París se produjo la declaración
conjunta de veintidós Estados, también entre ellos España, Estados Unidos
y la Unión Soviética. Los rasgos más significativos se concretaron en
ciertas y rotundas afirmaciones. Y ruego meditar, señorías, sobre estas
afirmaciones.

Primera, ya no somos adversarios. Hoy, el Presidente del Gobierno ha
recordado en esta tribuna que ya la confrontación en el mundo no pasa por
la confrontación Este-Oeste. Dice el comunicado final: La seguridad es
indivisible. Todo Estado tiene derecho a ser o no ser parte en un tratado
o alianza y el compromiso de reforzar el proceso de consolidación y de
ampliación competencial de la Conferencia de Seguridad y Cooperación
Europea.

A partir de aquí, señorías, a partir de estos hechos se ponen en marcha
dos procesos paralelos. Uno, tímido, sin garra, que tiende a plasmar,
siquiera livianamente, la Carta de París y la consolidación de la CSCE y
el otro firme y rotundo, tendente al mantenimiento del complejo económico
y militar que representa la OTAN. De esta manera. Abril de 1991, se
propone una fuerza naval permanente en el Mediterráneo. Mayo de 1991, se
crea una Fuerza de Intervención Rápida, con cuatro divisiones y 100.000
hombres. Junio de 1991, se deshace el Pacto de Varsovia y, con ello, uno
de los pilares que han mantenido la guerra fría.

Permítanme, señorías, que les traslade las declaraciones que por entonces
hizo un prestigioso militar español: A partir de este hecho, es decir, la
desaparición del Pacto de Varsovia, la OTAN se ha convertido en una
organización con medios, pero sin misiones, sin trabajo.

Octubre de 1991, España, Francia y Alemania piden una defensa
estrictamente europea y exigen la revitalización de la Unión Europea
Occidental creada en 1954 y aletargada desde entonces. Noviembre de 1991,
la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN, reunida en Roma,
discute sobre la viabilidad y la necesidad o no de la existencia de la
OTAN, una vez que el Pacto de Varsovia había desaparecido. En dicha
cumbre, el Presidente de Estados Unidos, George Bush, planteó la
necesidad de buscar nuevos ámbitos geográficos para las actuaciones de la
Alianza y tras «hablar», entrecomillado, de los peligros del sur, en la
resolución final se decide que la OTAN y Estados Unidos --señorías,
repito, la OTAN y Estados Unidos-- son los garantes de la seguridad
europea. Diciembre de 1991, el Tratado de Maastricht plantea una política
europea de seguridad compartida, etérea y prácticamente inexistente, que
se hace concreción y rotundidad cuando encarga la defensa europea a la
UEO, como complemento de la OTAN. Mayo de 1992, Francia y Alemania, con
la adhesión posterior de España y Bélgica, deciden crear una brigada
francoalemana, con 40.000 hombres, que ponen a disposición de la UEO como
embrión de lo que se llamará euroejército.

Cumbre de la UEO de 1994, en Petersberg, Alemania. Se plantean, como
objetivos centrales para la iniciativa europea de seguridad y defensa,
las misiones humanitarias que posteriormente serán conocidas como
misiones Petersberg. 3 de junio de 1996. El Consejo Atlántico, reunido en
Berlín, avanza, en lo que describe como iniciativa de seguridad y defensa
europea, el concepto de fuerzas separables pero no separadas, eufemismo
que viene a indicar que cualquier fuerza europea estará indisolublemente
unida a las fuerzas y



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mandos militares de los Estados Unidos. Además, plantea cambios profundos
en la organización.

Para el próximo mes de diciembre está prevista la reunión del Consejo
Atlántico, a nivel de embajadores, para ir desarrollando la propuesta, y
en la primavera próxima tendrá lugar la reunión de la cumbre de la OTAN,
para la aprobación definitiva de la nueva alianza.

Señorías, al llegar aquí, las conclusiones que se derivan, hasta los
datos que acabo de decir, son las siguientes: primera, que este trámite
parlamentario conduce a la incorporación de una organización militar
distinta a la OTAN anterior, y baste con seguir el comunicado final de la
cumbre de Berlín. Allí se afirma: Hemos dado un gran paso hacia adelante
para dar una forma nueva a la Alianza. Esa nueva forma se traduce en
reformas estructurales y en nuevos objetivos para la OTAN. En definitiva,
hay un cambio en la estrategia. Se cambia la estrategia, se cambian las
estructuras y se cambian las misiones. Estamos ante una Alianza que se
llama OTAN pero que es distinta a la anterior.

Segunda conclusión. Que dicha incorporación a esta nueva OTAN merecía,
por la índole del compromiso, un trámite parlamentario distinto al de una
simple comunicación y hacerlo por el artículo 93 de la Constitución;
porque en este acto, señorías, se entrega soberanía sobre el ejercicio de
mando del Ejército español y se traslada a una nueva entidad, y eso
merece que se traiga aquí bajo la discusión de una ley orgánica. Se
conculcan los artículos 93, 62 y 8.2.

Tercero, cuando la Unión Europea está en un proceso de revisión del
Tratado de Maastricht, resulta bochornoso que, mucho antes de finalizar y
aprobar las conclusiones de dicha revisión en el ámbito europeo, la OTAN,
ella, fije ya las características de la defensa europea. Y quiero llamar
a la reflexión, no sólo a la Cámara, sino a cada Diputado y a cada
Diputada, para que lo piensen a la hora de votar: Si de la revisión del
Tratado de Maastricht se ha obviado, se ha quitado, se ha eliminado, la
discusión sobre la Unión Monetaria y los criterios de convergencia, y
ahora se obvia, se elimina, por imposición de la OTAN, la política de
seguridad, ¿quieren decirme SS. SS. qué es lo que queda que pueda ser
objeto de revisión?
El bochornoso papel que puede tocarle a este Parlamento y a toda la Unión
Europea es patético. Acto a acto, cumbre europea a cumbre europea,
acuerdo parlamentario a acuerdo parlamentario, nos estamos alejando cada
vez más de una auténtica construcción europea.

Pero hay más. ¿Cómo puede este Parlamento plantear la integración en una
estructura militar que está en proceso de definición? ¿Qué ocurrirá si
mañana Estados Unidos da otra vuelta de tuerca y pone condiciones en la
cumbre del próximo año? ¿No es consciente esta Cámara, no son conscientes
SS. SS. uno a uno, de que representan la soberanía nacional y que están
dando un cheque en blanco?
El pueblo español se pronunció en referéndum en 1986 y aprobó la
incorporación a la antigua OTAN con tres claras condiciones, que no viene
mal que recordemos. La participación de España en la Alianza Atlántica no
incluirá su integración en la estructura militar integrada, y esto es
entrar en la estructura militar integrada. Se mantendrá la prohibición de
instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español,
que se hará porque así lo demandará la nueva situación. Se procederá a la
reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en
España, y esta fuerza política piensa que esto se va a conculcar salvo
que el Presidente del Gobierno, aquí o en comparecencia, lo explique
punto a punto.

Estas condiciones serán papel mojado en el momento en que este Congreso
de los Diputados apruebe la comunicación del Gobierno.

El rechazo que ayer dio esta Cámara a la convocatoria de un referéndum
para consultar al pueblo español sobre la incorporación plena a la nueva
OTAN hace que la aprobación de la propuesta del Gobierno, sin duda
constitucional y legal, que no lo negamos, sea moralmente ilegítima.

¿Cuáles son los contenidos de la organización militar a la que se
pretende que España se incorpore plenamente? ¿Qué enemigos y adversarios
son los que justifican su mantenimiento y existencia? El señor Presidente
del Gobierno esta tarde ha venido a hablar de los aliados. Pues, cuando
se habla de aliados, señor Presidente del Gobierno, ¿quiénes son los
aliados? ¿En función de qué se alían y contra quién se alían, salvo que
el término quede magmático y plenamente confuso? ¿Qué concepciones sobre
las relaciones políticas o sobre el futuro de esta aldea global que es ya
el planeta tierra vertebra la Alianza Atlántica?
Señorías, en primer lugar, estamos ante una organización militar surgida
de la guerra fija y de la existencia de dos bloques antagónicos. Por
tanto, estamos ante un dinosaurio cuyo mantenimiento obedece a otras
razones. Estamos ante una organización militar que mantiene intacto el
concepto de disuasión nuclear y lo mantiene con un arsenal en más de
5.000 misiles de alcance y de armamento estratégico. Pero, además, el
señor Presidente del Gobierno ha dicho aquí esta tarde algo importante,
que la seguridad no se basa en la defensa o en los conceptos puramente
militares. Y si eso es cierto, y compartimos que la seguridad obedece a
la cooperación, ¿me quieren decir entonces por qué entramos, en nombre de
qué seguridad entramos en una organización militar, cuando el Presidente
del Gobierno confiesa que la seguridad se basa en otros argumentos que no
los estrictamente militares?
La entrada en la estructura militar significa asumir el despliegue
nuclear y participar de su filósofa, sus desplazamientos y sus riesgos.

Seremos socios de una



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organización que acumula una potencia explosiva equivalente a 20.000
megatones, es decir, el equivalente a más de un millón de bombas como la
de Hiroshima, o, dicho de otra manera, un potencial equivalente a más de
tres toneladas de TNT por cada habitante de la tierra; el equivalente a
setecientas cincuenta veces los explosivos utilizados en todas las
guerras de la historia hasta 1990.

La creación de esta nueva OTAN será el justificante para reanudar la
carrera de armamentos, si es que alguna vez esta carrera se detuvo, y,
con la carrera de armamentos, las prioridades en gastos militares sobre
los gastos en educación, sanidad y ayudas al tercer mundo, el complejo
económico militar que representa la OTAN y que ya fue denunciado por
algún que otro presidente de Estados Unidos continuará con su negocio. La
nueva OTAN agravará el problema de carácter militar del esfuerzo
científico internacional. Según el Sipri, instituto sueco para la
investigación sobre el armamento y el desarme, la tercera parte de
investigación más desarrollo que se hace en el mundo está orientada hacia
fines militares. Este tipo de investigación recibe fondos que son cuatro
veces superiores a los dedicados a investigar la salud, seis veces
mayores a los de la investigación sobre medios de transporte y diez veces
mayores a los de la investigación agrícola. Los seis primeros países
industrializados gastan en I+D militar una cantidad seis veces mayor que
la cifra destinada a los países del tercer mundo, al desarrollo de sus
actividades científicas. Y aquí, en España, no escapamos de este
panorama. Desde 1989, el presupuesto español de I+D militar se ha
disparado espectacularmente. Duplicamos en porcentajes de I+D del
producto interior bruto a países como Italia y Canadá, cuadruplicamos a
Holanda y sextuplicamos a Japón. El propio ministro señor Serra, aquí
presente, ha tenido que reconocer en la Comisión de Defensa que nuestra
incorporación a la nueva OTAN va a suponer de gastos añadidos 4.000
millones de pesetas más, y si a eso se añaden las nuevas misiones que hoy
aparecían en la prensa diaria, 2.000 millones de pesetas más.

¿Qué enemigos diseña la nueva OTAN? ¿Contra quién? Desde las
declaraciones, los documentos y las intervenciones de altos mandatarios
de la OTAN se deduce que los enemigos diseñados son los siguientes:
primero, las ex repúblicas soviéticas y su degeneración política por mor
de los llamados, entrecomillo, «nacionalismos expansionistas». La
dispersión de armamento nuclear en Rusia, Ucrania, Bielorrusia y
Kazajstán; los conflictos del Cáucaso; los conflictos del Mediterráneo y
el conflicto árabe-israelí.

Por lo que hace referencia a las ex repúblicas soviéticas y su potencial
nuclear, la creación de la nueva OTAN y la incorporación a la misma de
algunos países de los antiguos llamados del socialismo real, provocará,
ya está provocando, una reacción equivalente en el campo contrario.

Volvemos a planteamientos de la guerra fría.

En cuanto a los otros referentes que la OTAN o sus integrantes definen
como enemigos o adversarios, sólo queda hacer, por nuestra parte, una
serie de consideraciones.

Primera. Los denominados peligros del sur tienen en su origen la miseria,
la marginación, la colonización cultural y las disputas de intereses
entre bloques económicos de los mismos países. Segunda. La existencia de
países del sur o del tercer mundo con poderío militar, sin que éste
siquiera llegue al de la OTAN, está producida por los apoyos de los
países de occidente en función de sus intereses económicos. Se apoyan y
se mantienen dictaduras, regímenes casi feudales y caudillos que rozan el
canibalismo. Esto no se resuelve con armas, sino con un nuevo orden
internacional.

Los peligros del sur devienen también de los fabulosos negocios de
exportación de armamento que, de manera ilegal o bajo el amparo de los
créditos FAD, se realizan desde los países de occidente. La apuesta por
una nueva OTAN es reforzar aún más una contradicción peligrosa. Por una
parte, se reconoce que estamos en un proceso de globalización y de
internacionalización económica. Para ese proceso, tanto el Fondo
Monetario Internacional como el Banco Mundial dictan normas de política
social de extremada dureza. Pero, por otra parte, los países más
favorecidos erigen barreras que impiden una de las consecuencias más
importantes de la mundialización: las migraciones. Occidente impulsa el
deseo y después lo reprime manu militari. Por último, la OTAN es, en
definitiva, el instrumento armado de un imperialismo económico, político,
cultural y militar.

Nuestro grupo parlamentario, por estas razones, va a votar en contra de
la propuesta del Gobierno. Pero nuestro voto negativo cobra aún más
radicalidad y más fuerza en la medida en que somos portadores de un
proyecto alternativo radicalmente opuesto al que hoy centra nuestra
discusión. Votamos no, porque no compartimos los valores, los
comportamientos, las estructuras políticas y militares que la OTAN
representa. Y también votamos no, en función de la propuesta que paso a
exponer someramente y que vertebra nuestra alternativa de seguridad y de
defensa.

Nuestro modelo de seguridad se fundamenta en la cooperación. El
subdesarrollo y la desigualdad social son el principal foco del mayor
peligro para la seguridad mundial. La cooperación económica con los
desfavorecidos no sólo es un deber de justicia social, es también una
necesidad para la seguridad internacional. Todos los recursos que
pudieran liberar una política progresiva de desarme se deben orientar a
paliar las desigualdades y el subdesarrollo.

La cooperación, para nosotros, tiene una serie de principios. Primero,
todas las naciones tienen el derecho legítimo a la seguridad. Segundo, la
fuerza militar no es



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un instrumento legítimo para resolver conflictos internacionales. Urge la
renuncia expresa a la fuerza ofensiva como instrumento de política
nacional. La seguridad compartida es un proceso programático y
pragmático, que conduce a una situación punto cero, con referencia al
desarme. La función de la diplomacia es dividir y subdividir los
conflictos, nunca generalizarlos o ampliarlos.

Son tres los instrumentos que, desde un nuevo orden económico y político
internacional, desarrollan la cooperación como base de la seguridad
compartida. El primero, unas Naciones Unidas democratizadas, rediseñadas,
con más valor y más papel al conjunto de la Asamblea General, y con más
apoyo por parte de los estados miembros, especialmente por parte de
Estados Unidos de América. El segundo elemento fundamental, una
organización para la seguridad y la cooperación europea que, heredera de
la CSCE, contiene grandes potencialidades para profundizar en ella. Es
una instancia eminentemente política, cuenta en su seno con la
participación de todos y cada uno de los países europeos y puede
constituir una organización de ámbito regional ligada a las Naciones
Unidas. Una OSCE que, asumiendo el protagonismo que la Carta de París le
dio, pudiera avanzar en los siguientes objetivos y principios: Avanzar en
el desarme militar convencional hasta alcanzar niveles que imposibiliten
la agresión militar. Eliminación de todas las armas nucleares tácticas de
Europa. Europa como espacio libre de armas nucleares. Eliminación de
todas las bases extranjeras en suelo europeo. Disolución de todas las
estructuras militares de la guerra fría, OTAN y UEO. Creación de un
Consejo de Seguridad de la OSCE con autoridad para resolver conflictos. Y
como tercer instrumento, la Unión Europea. La Conferencia
Intergubernamental encargada de reformar el Tratado de Maastricht debiera
establecer una verdadera política exterior y de seguridad común,
fundamentada en los siguientes conceptos clave. El primero es el de
seguridad paneuroepa, exclusivamente europea, es decir, contar con la
participación de todos y de cada uno de los países de nuestro continente.

El segundo, una seguridad eminentemente política, dejando en segundo
plano las estructuras militares. En tercer lugar, una seguridad
compartida y cimentada en la mutua confianza. En cuarto lugar, una
seguridad global, incluyendo los aspectos económicos, sociales y
culturales. Y en quinto lugar, una seguridad basada en la prevención y,
en su caso, en la capacidad de gestionar crisis, promover la ayuda
humanitaria, o establecer, mantener y consolidar la paz.

Termino, señorías. Estas son las líneas básicas que sostienen y
fundamentan nuestro discurso para la auténtica construcción de Europa y
para el diseño de un nuevo orden internacional. Somos conscientes de
nuestra soledad parlamentaria, una soledad que compartimos con alguna que
otra fuerza política representada en el Grupo Mixto. Una soledad
parlamentaria en la defensa de la paz, la seguridad, el desarme y un
futuro mejor. Una soledad parlamentaria que en absoluto conlleva la
soledad en la sociedad española. Y esta afirmación de que estamos solos
en el Parlamento pero muy acompañados en la calle, nos gustaría
desmentirla o verificarla con la gran prueba de un referéndum. ¿Se
atreven ustedes? ¿Se atreven ustedes, fuerza política que sostiene al
Gobierno, a intentar llevar estos planteamientos a debate público para
que el pueblo español, que ya votó en 1986, decida sobre la entrada en
una nueva alianza militar? ¿Se atreven ustedes, Diputados y Diputadas del
principal partido de la oposición, que ya plantearon cuando eran Gobierno
un referéndum y que en este momento pudieran diferenciarse y no
estaríamos solos? Porque el problema es que estamos solos. ¿Ustedes con
quién están? Miren al resto de la Cámara. ¿Se atreven ustedes, señorías
de Convergència i Unió, cuando tienen detrás el voto de 1986, donde la
mayoría de Cataluña votó en contra de la OTAN? ¿Se atreven ustedes,
señores del PNV, donde el 65,14 por ciento del pueblo vasco votó en
contra de la OTAN? ¿Se atreven ustedes, señorías de Coalición Canaria,
teniendo el resultado del cincuenta y pico por ciento en contra de la
OTAN? ¿Se atreverían? ¿Por qué no vamos a ese referéndum? Y sobre todo,
teniendo en cuenta que cuando se convocó el referéndum había tres
condiciones que parecían limar las asperezas de la OTAN. Ahora no hay
condiciones. ¿Por qué no hablan en nombre de sus pueblos que dicen
representar y convocan un referéndum? ¿Por qué no escuchan lo que dijeron
el pueblo canario, catalán y vasco en las urnas hace diez años? ¿Se
atreverían, señorías? Nosotros nos atrevemos. ¿Y ustedes? (Aplausos en
los bancos del Grupo de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya.)



El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Anguita.

Por el Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió), tiene la
palabra el señor Molins.




El señor MOLINS I AMAT: Señor Presidente, señorías, es éste un debate en
el cual las posiciones de los diversos grupos políticos presentes en la
Cámara están suficientemente explicitadas. Esta es, como mínimo, la
tercera oportunidad, a lo largo de los últimos quince años, en que en
esta Cámara se debate sobre el objetivo de mandatar al Gobierno en la
toma de decisiones que comprometan nuestra defensa en ámbitos superiores.

Como en las anteriores, sería deseable que se consiguiera el más amplio
de los consensos; consensos que no fueron posibles ni en 1981, con motivo
de la adhesión al Tratado de Washington, ni en los debates de 1985-1986,
en diciembre y en febrero, con motivo del debate sobre paz y seguridad
previo al referéndum convocado por el entonces Presidente del Gobierno,
don Felipe González.

A nadie extrañará, por tanto, que ya desde el inicio exponga nuestra
posición favorable a la vinculación a



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la estructura de mandos de la Organización de la Alianza Atlántica y a su
futuro. Esa fue también nuestra posición del año 1981. Ya entonces
considerábamos que nuestra vocación europea --en 1981 España estaba
todavía fuera de la Comunidad Económica Europea-- llevaba aparejada la
participación en los mecanismos de defensa existentes en la época.

Decíamos entonces: No se puede disociar un modelo de sociedad de un
planteamiento de política internacional y de relaciones internacionales y
de un modelo de seguridad y defensa. Lo decíamos entonces y lo seguimos
diciendo hoy. Aunque la mayoría así lo entendió también, y en
consecuencia se produjo nuestra adhesión al Tratado, es bien cierto que
no se produjo en 1981 con los consensos deseables. Más tarde, en 1986, el
Gobierno socialista vino, de hecho, a dar razón a nuestros argumentos del
año 1981. Formando parte desde el 1 de enero de ese mismo año de la
entonces Comunidad Económica Europea, no tenía ningún sentido quedar al
margen de la --insisto-- única estructura occidental de defensa de aquel
momento. Desde el año 1986, pues, formamos parte, aunque no estamos
integrados en su estructura militar, tras una decisión de amplio consenso
en ese momento en esta Cámara. Amplio consenso que hoy, al proponer el
Gobierno actual nuestra integración en la estructura de mandos de la
Organización de la Alianza, podría pasar a ser incluso superior al ya
amplio de aquel entonces.

Los cambios sustantivos producidos en la realidad mundial, y
particularmente en la europea, con la desaparición de bloques y el final
de la guerra fría, deberían propiciar ese más amplio consenso porque, de
hecho, acaba con los argumentos de aquellos pocos que en diciembre de
1985 no secundaron con su voto las decisiones de esta Cámara a favor de
continuar en el seno de la Alianza Atlántica.

Por lo oído hasta ahora, la realidad ha cambiado, la Alianza también, los
argumentos de entonces no sirven hoy, pero se plantean nuevos argumentos
que, por supuesto, no compartimos. Mucho --casi todo-- ha cambiado en la
realidad mundial, y en la europea particularmente, desde aquel entonces.

El foco básico de tensión se situaba entonces en el este de Europa, no
sólo físicamente sino también políticamente, en el sentido de que
tensiones en diversas partes del mundo eran fruto o consecuencia de las
tensiones entre bloques. Hoy los bloques no existen. Los países del este
europeo han recuperado su libertad, y no sin problemas ni tensiones se
disponen a participar activamente en un futuro de libertad, desarrollo
económico, paz y seguridad común en Europa.

Esos cambios en la realidad política se han traducido ya, como no podía
ser menos, en cambios sustantivos en la propia Alianza Atlántica. En ese
sentido, la reunión de Berlín del 3 de junio pasado dibuja esos cambios e
inicia la definición de lo que debe ser la
Organización del Tratado del Atlántico Norte del siglo XXI.

La propia identidad de los reunidos en Berlín pone ya de manifiesto un
cambio cualitativo. Por primera vez en su historia, la reunión
ministerial del Consejo del Atlántico Norte se conforma a través de los
ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros y no a través de
los ministros de Defensa.

Señor Presidente, señorías, señor Presidente del Gobierno, nuestro grupo
parlamentario se siente suficientemente satisfecho con la línea, con la
dirección, con el sentido de los cambios que se apuntan, coincidentes con
los elementos de preocupación explicitados siempre por nosotros. Me
refiero a la importancia dada en la citada reunión de Berlín a la
denominada identidad europea de seguridad y defensa, que pretende una
mayor asunción de responsabilidades por parte de Europa, no tanto en su
propia defensa como en la participación en operaciones de paz en
territorio europeo o en operaciones de paz de estricto interés europeo.

Como hemos venido sistemáticamente recordando, la credibilidad europea en
la escena internacional, su capacidad de influencia exige de una política
internacional común soportada por una política de seguridad y defensa
común. Esto no sólo porque la Unión Europea, primera potencia comercial
del mundo, no se puede contentar con el ejercicio de responsabilidades
sólo secundarias en los asuntos internacionales, como nos ha ocurrido en
los Balcanes o en el Próximo Oriente, sino sobre todo porque es bueno,
positivo y conveniente para el conjunto de la humanidad que la Unión
Europea tenga su propia respuesta a los problemas del mundo, aporte su
propia solución. Esa solución, esa respuesta, sólo será escuchada si la
Unión Europea dispone de mecanismos autónomos para aplicar sus decisiones
en materia de paz y seguridad. Todo ello puede, y debe, llevarse a cabo
sin poner en duda el vínculo transatlántico de la Alianza y, a ser
posible también, sin duplicar inútilmente las infraestructuras y los
medios de la Organización Atlántica. Nuestro grupo entiende que a esos
objetivos va dirigida la creación, insisto, de la identidad europea de
seguridad y defensa en el seno de la Alianza y de ahí nuestro firme
apoyo.

Quisiera igualmente remarcar, señor Presidente, el hecho cierto de que la
autorización al Gobierno para sumarse a la estructura de esa nueva
Organización Atlántica --que de eso trata este debate, en base a la
comunicación del Gobierno-- no supone romper las condiciones básicas en
que esa autorización se produjo ya en 1981, y recalcar particularmente la
vigencia del compromiso de no nuclearización del territorio del Estado.

Expresada, pues, la autorización de nuestro grupo al Gobierno para
iniciar las conversaciones dirigidas a la participación de España en la
estructura de mandos de la nueva Organización Atlántica que se está
diseñando



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y sin alterar los términos básicos en que se produjo la autorización por
esta Cámara, en 1981, de adhesión al Tratado de Washington, nuestro
grupo, señor Presidente del Gobierno, desearía exponer los criterios, los
acentos, con que, a juicio de nuestro grupo, debería desarrollarse la
política del Gobierno en la citada Alianza. (El señor Vicepresidente,
López de Lerma i López, ocupa la Presidencia.)
Centraré nuestras prioridades en cinco puntos concretos. El primero de
ellos ya lo he citado, la necesidad de que, sin menoscabar en nada la
participación en la fijación de objetivos de la OTAN en materia de
seguridad y defensa, se desarrollen al máximo, evitando duplicidades
costosas e inútiles, los mecanismos autónomos de la Unión Europea en la
materia. No creo necesario extenderme en este tema, crucial a nuestro
entender, no sólo para el futuro de la Unión sino también para el de la
propia Alianza. Sin buscar antagonismos con los Estados Unidos, que
carecen de toda justificación a la luz de la historia reciente, apoyamos
una mayor asunción de responsabilidades por parte de Europa en su propia
defensa. En tal sentido, nos felicitamos por la adopción de la llamada
iniciativa de seguridad y defensa europea, que se presenta como un primer
paso en esa dirección, iniciando la articulación de un mecanismo que
puede conducir a la Unión Europea Occidental a ser verdaderamente el
pilar europeo de la Alianza Atlántica.

En segundo lugar, señor Presidente, desearíamos remarcar, con la
intención de que sea ésa también la actitud y el convencimiento del
Gobierno, la constatación de que, en esa nueva realidad mundial, el
Mediterráneo, ha sustituido a otras zonas en cuanto a potencialidad de
conflictos a los que, en orden a una política de paz y seguridad, la
Organización Atlántica debe prestar atención principalísima.

Debo de inmediato recordar que nada tiene que ver esa potencialidad de
conflictos con las amenazas ciertas de conflicto armado que se
vislumbraban en otras zonas en los años ochenta. Poco tienen que ver los
conflictos de hoy en el Mediterráneo, ni la política a aplicar en
consecuencia, con aquellos antiguos conflictos. Es bien cierto, sin
embargo, que la situación política del flanco sur de Europa ha crecido en
importancia desde la terminación del mundo bipolar que hemos conocido
desde el fin de la II Guerra Mundial. Diferentes motivos han hecho que no
sólo los Estados Unidos, sino particularmente toda Europa, hayan
incrementado su interés por la situación de la región mediterránea y, en
particular, por su seguridad y su estabilidad.

Lamentablemente, no llegó a cuajar en 1990 la iniciativa española,
apoyada por Italia, de establecer una conferencia para la seguridad y
cooperación en el Mediterráneo, que habría tenido por modelo a la
entonces CSCE, hoy Organización de Seguridad y Cooperación Europea. Otras
iniciativas parciales, con mayor o menor éxito, han ido abordando,
también en el seno de la Unión Europea Occidental, la cooperación
mediterránea y sus problemas en materia de seguridad. Constituyó un
importante paso adelante la Conferencia de Barcelona, celebrada en
noviembre de 1995, en la que se situó la cooperación política y en
materia de seguridad entre uno de los tres pilares de la cooperación
euromediterránea. En particular, la declaración de Barcelona comprometió
a los participantes a promover la seguridad regional mediante la
actuación, entre otras cosas, en pro de la no proliferación de armas
nucleares, químicas y biológicas y a estudiar las medidas de confianza y
seguridad que podrían ser adoptadas entre las partes para crear un
espacio de paz y estabilidad en el Mediterráneo, incluida la posibilidad,
a largo plazo, de instaurar un pacto euromediterráneo con ese fin.

Los anteriores objetivos han de ser tenidos en cuenta en el momento en
que se plantea una reforma de la Alianza, que ha de modificar nuestro
compromiso militar y ha de determinar los objetivos y los medios en una
nueva alianza para el siglo XXI. En este sentido, apoyamos la
conveniencia, puesta ya de relieve por los ministros de la Unión Europea
Occidental reunidos en mayo de 1996 en Birmingham, de incrementar la
coordinación de las iniciativas de la Unión Europea y de la OTAN en el
área mediterránea con las de la UEO, todo ello a la luz de las
conclusiones de la ya referida Conferencia de Barcelona.

En tercer lugar, señor Presidente, atención también a los países del
Este, que ven en la Alianza Atlántica muchas veces no sólo la garantía de
paz y seguridad que ayude a construir un espacio de paz y seguridad común
del Atlántico a los Urales, sino también la garantía de estabilidad que
les permita seguir viviendo en libertad y progresar social y
económicamente.

En cuarto lugar, señor Presidente, atención especialísima a Rusia, país
todavía hoy de futuro incierto; todavía hoy, en consecuencia, foco
cercano de potencial inestabilidad. El problema, obviamente, no nos
supera a nosotros solos, supera incluso, quizás, a la Unión Europea y
encuentra en la cooperación transatlántica y en la participación de los
países del Este la dimensión idónea para su tratamiento; tratamiento que
requiere y reclama un trato privilegiado, lejos, sin embargo, de la
prepotencia o el paternalismo.

Por último, señor Presidente del Gobierno, deseo remarcar el interés de
nuestro grupo en llamar particularmente su atención también en este
debate --y me atrevo a decir que con especial énfasis-- sobre la
necesidad de adaptación de nuestras Fuerzas Armadas al nuevo modelo de
Fuerzas Armadas que la nueva Alianza y los nuevos compromisos que
adquiriremos a partir ahora nos obligan. Al enfocar este tema pretendo no
tanto recordar aquí lo que es un compromiso electoral de Convergència i
Unió y también un acuerdo político entre nuestro grupo parlamentario y el
Partido Popular: la construcción de unas fuerzas armadas plenamente
profesionales y la desaparición, en consecuencia,



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del servicio militar obligatorio, que también, obviamente, aprovecho para
recordarlo. Pretendemos, sobre todo, llamar la atención sobre el hecho de
que la dinámica abierta por el fin de la guerra fría, la desaparición de
la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia ha supuesto para todos los
Estados de Europa no sólo el replanteamiento profundo y global de sus
políticas de seguridad, no sólo la voluntad de construir la unidad
europea desde la perspectiva de la seguridad y la defensa común, sino
que, y como consecuencia de todo ello, está significando también el
inicio de importantísimas reestructuraciones de las Fuerzas Armadas de
buena parte de ellos.

La decisión reciente por parte de Francia, Holanda y Bélgica de
profesionalizar sus ejércitos, es la respuesta a ese doble y nuevo
planteamiento. Tanto la crisis del Golfo como el conflicto de los
Balcanes, han puesto de manifiesto las necesidades políticas, pero
también las estrictamente militares, de afrontar esas reformas. De ahí
que desde la Cumbre de Roma, en 1991, la OTAN, reconociendo el nuevo y
distinto contexto estratégico, establezca la necesidad de reestructurar
las Fuerzas Armadas de los Estados aliados reduciendo sus dimensiones y
dotándolas de mayor flexibilidad y movilidad.

Desde la extraterritorialidad de los conflictos --recuérdese nuestra
participación en el dispositivo IFOR-- hasta el nuevo concepto FOC, de
fuerzas operativas con miradas conjuntas, todo apunta, como en Bélgica,
como en Holanda, como en Francia, a la conveniencia y a la necesidad,
creemos nosotros, de profesionalizar las Fuerzas Armadas. De hecho, el
nuevo modelo de defensa europeo exige un nuevo modelo de defensa en
España, y de ese nuevo modelo deben formar parte no sólo nuevas
aportaciones en el terreno de los principios y los valores. La
priorización de la política exterior como el mecanismo básico de creación
de seguridad, implica trabajar en conceptos y prácticas tan básicas como
son la potenciación de mecanismos de prevención de conflictos, la
diplomacia preventiva, la generación de mecanismos de seguridad
compartida, la creación de mecanismos de mutua confianza, pero también la
primacía del concepto de seguridad humana versus el de seguridad militar,
o el cálculo de la necesidad de efectivos de los ejércitos desde el
concepto de la suficiencia mínima razonable. Nuevo modelo español de
defensa, pues, acorde con nuestra incorporación al nuevo modelo europeo y
atlántico de defensa.

Acabo ya, señor Presidente. Señorías, nuestro grupo parlamentario
prestará su apoyo al Gobierno en orden a participar en los mecanismos de
defensa atlántica y europea, convencido no sólo de que ésa es la mejor
garantía de nuestra propia seguridad, sino de que esa decisión es
indisociable de nuestra voluntad de coparticipar en la construcción de la
Unión Europea, el mayor espacio de paz, solidaridad, libertad y progreso
a nivel mundial que entre todos los Estados de la Unión estamos
construyendo. Como dijimos en el año 1981, como repetimos en 1985 y en
1986, y nuevamente reiteramos hoy, celebramos que hoy ocurra en un
contexto de mayor aceptación y consenso.

Muchas gracias, señor Presidente. Muchas gracias, señorías.




El señor VICEPRESIDENTE (López de Lerma i López): Gracias, señor Molins.

Por el Grupo Parlamentario Vasco (PNV), tiene la palabra el señor
Anasagasti.




El señor ANASAGASTI OLABEAGA: Señor Presidente, señorías, hace diez años,
el 5 de febrero de 1986, un mes antes del referéndum de la OTAN, el
representante del PNV, Andoni Monforte, fijó la postura del PNV ante
aquel debate. En relación al referéndum, dijo lo siguiente: Nosotros no
somos partidarios de la celebración del referéndum, pero en la medida en
que es inevitable, es imparable, no nos opondremos al mismo. En relación
con la vinculación, expresó: En cuanto a la integración en la estructura
militar, para nosotros lo importante en el Tratado del Atlántico Norte es
su dimensión política, por ello no vamos a discutir el grado, la
graduación en este tipo de integración ya que consideramos legítimo que
cada gobierno adopte las medidas que considere oportunas.

Diez años después, nuestro grupo parlamentario sigue diciendo exactamente
lo mismo. Seguimos siendo coherentes con lo dicho y con nuestra dimensión
europea y atlántica de la seguridad y defensa, aun reconociendo los
importantes cambios habidos desde la desaparición de la política de
bloques. Hace diez años también el debate nuclear estaba muy presente y
consumió la mayor parte de la intervención. Hoy ese asunto, según la
comunicación del Gobierno, está dilucidado y no vamos a insistir en ello.

El pasado martes, el Presidente Clinton fue reelegido para otros cuatro
años. En Rusia, el Presidente Yeltsin convalece mientras el problema
checheno sigue sin resolverse. En Estados Unidos, al parecer, hay dos
tendencias, la de mantener la actual situación y la de replegarse. Los
internacionalistas son gente convencida de que el fin de la guerra fría
no tiene por qué traducirse en que Estados Unidos se repliegue sobre sí
mismo. Están convencidos de que la OTAN tiene siempre un papel que jugar
y que puede beneficiar a todos. Además, constatan que el fin del
enfrentamiento entre los dos bloques, junto a la globalización de los
intercambios, ha liberado energías para una redoblada competición
comercial entre Estados Unidos y Europa. Pero el Presidente es Clinton,
alguien que ha demostrado ser un socio complaciente en todos aquellos
asuntos que serán determinantes para Europa en los próximos años;
reelegido lo será aún más ya que su lugar en la historia será para él más
importante que sus intereses electorales. Y aunque es cierto que no ha
formulado



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una visión global de los que debería ser la diplomacia americana tras la
guerra fría, su acción es más fiable que la de aquellos que quieren
reimponer el liderazgo norteamericano porque, en el fondo, es más
desestabilizador, y nosotros, no hay que olvidarlo, somos europeos.

Escribía el director de Le Nouvel Observateur el domingo sobre los
Estados Unidos lo siguiente. Preguntaba qué es lo que quiere la potencia
norteamericana, y se contestaba a sí mismo: Mantener su supremacía. ¿Qué
puede hacerse contra ella? Nada. Sin ella, muy poca cosa; con ella, todo
o casi todo, a condición de aceptar la subordinación, si no la sumisión,
o al menos la dependencia. No es bueno proponer a los norteamericanos un
proyecto. La idea tiene que surgir de ellos mismos y, cuando aceptan una
idea inspirada por otro, por Europa, por ejemplo en relación a Bosnia,
tienen que ser ellos quienes la lleven a cabo y quienes la controlen. La
idea de los acuerdos de Oslo entre israelíes o palestinos no provino de
ellos, pero han sabido confiscar rápidamente su realización y su
beneficio. Todos recordamos lo que ocurrió en la guerra con Irak cuando
el Ministro de Asuntos Exteriores, Tarek Aziz, rehusó entrevistarse con
los ministros de Exteriores de la Unión para hacerlo con James Baker.

Pero la OTAN, nos guste o no, es una realidad.

En 1949 coexistían también dos tendencias, la de los europeístas y la de
los partidarios de la Alianza Atlántica. Los partidarios de las tesis
europeístas mantenían su posición porque no se creían obligados a admitir
la división entre Oriente y Occidente, porque pretendían que, entre esas
dos fuerzas colosales, debía surgir una tercera vía que evitara el choque
frontal. Pero en 1949 Europa no pudo realizar esa paz, y aquellos países
que habían ganado la última guerra rompieron la alianza que les valió la
victoria y se agruparon en bloques, que declaradamente no fueron sólo
ideológicos, sino francamente estratégicos. Aquella fue la razón del
Pacto Atlántico.

Anteayer se planteó el conflicto entre democracia y fascismo; ayer, entre
democracia y comunismo; hoy, Europa exige su propio espacio de seguridad
y defensa. De ahí que deseemos hacer especial hincapié, señor Presidente,
en el pilar europeo de defensa, que nos parece fundamental. Ante esa
nueva Europa del euro, hemos de trabajar por un espacio propio, y tenemos
veinte años de perspectiva para hacerlo. Rusia, ante su actual situación,
necesita tiempo y Europa, a pesar del recelo norteamericano, requiere su
propio perfil político y defensivo.

Debe, por tanto, analizarse la defensa española en este marco de defensa
europea en construcción. En este sentido, desde el Partido Nacionalista
Vasco, subrayamos nuestra apuesta clara por el desarrollo de esta
política común europea de seguridad y defensa. Esta convicción nace de
tres reflexiones. La primera es la orientación de Europa hacia un sistema
que asegure su cohesión económica y, a más largo plazo, política. Lo
cual, necesariamente, tiene que conllevar a la toma de conciencia y
plasmación de una política de relaciones exteriores, de relaciones de
defensa y seguridad común. Esta debe, a su vez, asegurar la salvaguarda
de los intereses comerciales y los principios democráticos propios de la
Unión e insertarse en un sistema de defensa más general, por medio de las
alianzas en las que la Unión, a través de sus Estados miembros, se
inserta.

La segunda es la naturaleza de los retos y desafíos de seguridad, a los
cuales debe responder Europa en esta generación, que son sustancialmente
diferentes a aquellos vividos en épocas pasadas. Nos referimos a las
potenciales amenazas del fundamentalismo en el Mediterráneo sur, la
proliferación de conflictos en el este de Europa o la fraudulenta
diseminación de productos nucleares; cualquiera de ellos exige un
diagnóstico y una estrategia común por parte de los Estados europeos.

Una tercera reflexión, como Grupo Parlamentario Vasco, es la necesidad de
superar un enquilosado concepto de Estado encerrado en sí mismo, forjado
a lo largo de los últimos dos siglos que, en este marco de globalización
y de la revolución tecnológica, no responde a las necesidades de
articulación de nuestra sociedad europea. Vivimos un mundo globalizado,
en el que las estructuras políticas viven un doble proceso tendencial.

Por un lado, una fuerza centrípeta que empuja a la creación de unidades
políticas mayores; en nuestro caso, a la unión política europea.

Por estas tres razones, el Grupo Parlamentario Vasco busca la
construcción de ese espacio común de defensa europea, sin olvidarnos de
la OTAN y siendo conscientes del camino que hay que recorrer; pero, a la
vez, siendo muy conscientes de que la defensa y la seguridad nunca han
sido ajenas a la creación del mundo comunitario europeo. De hecho, es la
búsqueda de la paz y de la seguridad la razón originaria del nacimiento
de las estructuras comunitarias. Constituye un tópico la afirmación sobre
la Europa de los mercaderes; sin embargo, cuando los fundadores de Europa
esbozan su proyecto político, no es el mercado o la economía el principal
motor o --permítasenos decir--, por lo menos, el único motor. Cuando
Schuman lanza, en 1950, su revolucionaria declaración, que da paso a la
creación de la CECA, la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, está
pensando fundamentalmente en la paz y en la seguridad, más que en la
economía. No es, por tanto, anormal ni extraño que la Unión Europea haya
evolucionado hacia estructuras embrionarias, con el objeto de hacer
frente a su defensa y seguridad.

A lo largo de las últimas décadas la mayor parte de los Estados
integrantes de la Unión Europea han formado parte de la estructura de
seguridad euroatlántica, integrada en la OTAN. El fin de la guerra fría y
el



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desarrollo de la unión política europea han creado las condiciones que
han hecho posible la búsqueda del fortalecimiento de ese pilar europeo de
defensa.

La caída del Muro de Berlín, como se ha dicho en reiteradas oportunidades
esta tarde, y la disolución del Pacto de Varsovia abren un proceso que
transforma radicalmente la situación estratégica, heredada del
antagonismo entre el mundo occidental y el mundo del Este. Ello ha traído
como consecuencia un replanteamiento del papel de la Alianza Atlántica,
lo cual conlleva de forma paralela la aparición de una entidad europea de
defensa que hoy también en esta sesión discutimos.

La UEO, y hay que recordar estos datos históricos, nacida del Tratado de
Bruselas de 1948 y modificada por los Acuerdos de París de 1954, agrupa a
los miembros de la Unión Europea, excepto a Dinamarca, Irlanda, Austria,
Suecia y Finlandia. Las competencias militares de la UEO, cuyo artículo
5.º prevé una cláusula de la asistencia militar mutua, se transfirieron a
la OTAN a partir de 1951. Pero, no obstante, con el Tratado de Maastricht
se inicia un movimiento de reactivación de esta organización de defensa
que la convierte en el componente defensivo de la Unión Europea. Y aunque
ahora se trata de hablar de la OTAN, señor Presidente, permita que me
remita, de manera especial a la defensa europea porque, vuelvo a repetir,
somos europeos.

A la hora de hacer balance de esta actividad de la política exterior y de
seguridad común europea, tras la aprobación del Tratado de Maastricht,
podemos constatar que el salto cualitativo buscado penosamente por los
autores del Tratado de Maastricht no se ha producido. La política
exterior y de seguridad común es, en gran medida, una política de
intenciones, una política declaratoria, lo cual debilita el objetivo de
afirmar la identidad de la Unión Europea en el concierto internacional, y
afecta también a la propia Alianza Atlántica. A la política exterior y de
seguridad común le falta, sobre todo, una política real de integración, y
el instrumento realmente útil no ha sido prácticamente aplicado con
decisión, que es la acción común y su desarrollo por mayoría cualificada.

Sólo ha habido tres acciones comunes a lo largo de 1995: el año pasado,
la relativa a las minas antipersonales, la participación de la Unión
Europea en las estructuras de aplicación del acuerdo de paz de Bosnia
Herzegovina y la relativa al apoyo al proceso de paz en Oriente Medio.

El pilar europeo de la Alianza Atlántica debe concebirse como una de las
partes de un diálogo equilibrado entre ambas orillas del Atlántico. Como
socio de los Estados Unidos, con su propia entidad política, económica y
militar global, la Alianza Atlántica debe alcanzar un futuro de
reequilibrio en torno a un polo norteamericano y a un pilar europeo como
entidades político estratégicas, separables pero no separadas, de forma
que alcance así un nuevo auge.

Esta Alianza Atlántica, con su pilar europeo, tiene enormes
responsabilidades en el desarrollo y la prosperidad económica y en la
garantía de la paz y la estabilidad en Europa central y oriental, así
como en la región del Báltico. Pero lo cierto, señor Presidente, es que
la Unión Europea Occidental no da la medida que fuera exigible hasta hoy
para contribuir al reforzamiento de la Alianza Atlántica, mientras que
esta última, por su parte, no ha dado ningún signo verdadero que haga
pensar en que va a adaptar su organización y sus recursos o a desarrollar
sus estructuras y procedimientos políticos y militares a fin de facilitar
la cooperación con la UEO.

Como resumen final ante este análisis de la OTAN y la Unión Europea
Occidental, cabe hacer una especie de análisis de lo que ha supuesto la
Unión Europea Occidental en estos años.

En primer lugar, no se ha cumplido ninguno de los objetivos esenciales
establecidos en la declaración de Estados miembros de la UEO para su
desarrollo, en tanto que medio para reforzar el pilar europeo de la
Alianza Atlántica y de incrementar la función, las responsabilidades y
las contribuciones de los estados miembros de la UEO en el seno de la
Alianza.

No se ha obtenido acuerdo alguno en lo que concierne a la posible
disposición de los medios colectivos de la Alianza Atlántica a favor de
las operaciones de la Unión Europea Occidental.

La marginación de la Unión Europea Occidental ha sido casi total, tanto
en el plano político como en el militar, de los esfuerzos para la
intervención y pacificación de la antigua Yugoslavia.

No ofrecen sustancia política las reuniones entre los consejos
permanentes de la UEO y de la OTAN, ni se organizan reuniones a nivel
ministerial. En consecuencia tampoco se da una evaluación común de los
nuevos desafíos en Europa y en el mundo en materia de seguridad ni sobre
las respuestas que son exigibles, y lo estamos viendo estos días con
motivo de lo que está ocurriendo en el Zaire.

No se concuerda un programa de trabajo preciso para compartir riesgos,
responsabilidades y funciones entre las dos organizaciones y, en
particular, entre los estados mayores de la UEO y de la OTAN.

Hay cierta apatía de los Estados miembros de la UEO, debido en parte a
las limitaciones presupuestarias impuestas en los países concernientes y
a la posibilidad cierta de recurrir a los medios y capacidades de la
OTAN, evitando así todo doble empleo.

Pese a los acuerdos del Tratado de Maastricht sobre seguridad y defensa
europeas y su referencia directa a la UEO, la impresión que se viene
recogiendo en los mentideros políticos, incluyendo la Asamblea
Parlamentaria de la Unión Europea Occidental y el funcionariado de ésta,
es el incierto futuro de la UEO a largo plazo para llevar a cabo por sí
sola las decisiones y acciones de la Unión Europea que impliquen el
dominio de la defensa.

Finalmente, no es fácil, con todo, jugar a profetas sobre el particular,
pero sí me cabe recordar lo que en



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cierta ocasión vino a decírseles en el Pentágono a los miembros de la
Comisión de Defensa de la UEO: La UEO no tiene más futuro que el de su
plena integración en la OTAN, donde se le otorgaría alguna subsecretaría.

No es ésta nuestra visión de las cosas. Perdone, señor Presidente,
nuestra insistencia en el tema de la defensa europea, porque creemos que
es fundamental a la hora de abordar la renovación de la Alianza
Atlántica.

Tampoco estamos de acuerdo en que siendo la OTAN no sólo una organización
militar sino una organización para la estabilidad de la democracia, siga
permitiendo lo que en la actualidad acontece en Turquía. Es inadmisible,
a nuestro juicio, que la pertenencia de este país a la Alianza Atlántica
le permita actuar de una manera absolutamente irregular contra partes del
propio pueblo turco, en concreto contra el pueblo kurdo, no dejándole
expresar democráticamente sus aspiraciones, y para ello no sólo utiliza
el gran paraguas atlántico sino hasta sus propias armas. Para nosotros,
señor Presidente, esto es inadmisible, es acreedor de la máxima protesta,
y le tenemos que decir que ésta no es la Alianza Atlántica para el
fortalecimiento de la democracia que nosotros queremos.

Como Estado miembro de la Unión Europea ésta debe ser nuestra apuesta:
Una Europa políticamente fuerte, con una potenciación operativa y
política de la UEO como brazo armado de la Unión Europea, sin que ello
afecte negativamente a la eficacia de la OTAN, y sin producir
duplicidades innecesarias, articulando el pilar europeo como uno de los
dos pilares de una estrecha cooperación transatlántica. Por supuesto, una
de nuestras exigencias a esta política común debe ir enfocada a dar un
carácter prioritario a las políticas que tengan el Mediterráneo como
objetivo. La seguridad de este flanco sur, especialmente su parte
occidental, afecta de forma importante a España, por lo que debe
trabajarse activamente por la priorización de estas políticas, combinadas
con medidas económicas y políticas dirigidas a la obtención de un marco
de estabilidad en la zona.

Un último apunte, señor Presidente. La mejor medida de seguridad es
aquella que no se prepara frente al conflicto, sino que trabaja
previamente la obtención de la paz. La diplomacia preventiva debe de ser
el gran arma de la seguridad europea. Desgraciadamente todos los
problemas descritos respecto a la debilidad exterior europea inciden
también en la dificultad de una diplomacia preventiva eficaz.

Ha habido una delegación parlamentaria que acaba de visitar Rumania. Yo,
que personalmente he formado parte de esa delegación que acaba de venir
de Bucarest, le tengo que decir que no parece de recibo que el agregado
militar español viva en Praga y ahora se encuentre haciendo un cursillo
de generalato en Madrid. Los tiempos son para gente a tiempo completo y
no estos ejemplos. Por ello, este gran reto debe también ser abordado. La
diplomacia sobre todo preventiva significa haber mirado hace siete años a
un Estado como Yugoslavia, analizar las fuentes de tensiones y ayudar a
solucionarlas democráticamente antes de que estallen.

La Unión Europea con una política exterior común estaría bien dotada para
este área, en la medida en la que dedica un presupuesto importante a la
cooperación y tiene un gran contingente diplomático que, remando en la
misma dirección, constituiría el mejor mecanismo de seguridad.

Finalizo, señor Presidente. Nuestro Grupo Parlamentario va a votar como
hace diez años. Nosotros no hemos cambiado de opinión al respecto. Han
cambiado muchas cosas en Europa: ha desaparecido la política de bloques;
las necesidades son ahora totalmente distintas. A nuestro juicio, la
mejor vía de seguridad es la europea, que debe potenciarla. Atacar las
causas de los conflictos es la mejor forma de vencerlos. En estos meses
cuando se decide también el futuro de Europa para los comienzos del nuevo
siglo, sólo esperamos que estemos a la altura de Schuman, De Gasperi,
Adenauer y Spaak. Las futuras generaciones se lo agradecerán, al igual
que hoy nosotros agradecemos a los fundadores europeos el habernos dejado
en herencia un continente en el que merece la pena vivir y en el que no
ha habido guerra en los últimos 50 años, también hay que decirlo, gracias
a la Alianza Atlántica.

Muchas gracias, señor Presidente.




El señor VICEPRESIDENTE (López de Lerma i López): Muchas gracias, señor
Anasagasti.

Por el Grupo parlamentario de Coalición Canaria, tiene la palabra el
señor Mauricio.




El señor MAURICIO RODRIGUEZ: Señor Presidente, señoras y señores
Diputados, voy a exponerles la opinión del Grupo Parlamentario de
Coalición Canaria en relación al debate sobre la integración de España en
la estructura militar de la Alianza Atlántica.

Nuestro grupo coincide con las opiniones mayoritamente expresadas de que
estamos hablando de un cambio sustancial de la Alianza Atlántica, de que
ya no estamos en el marco de la guerra fría, de los conflictos entre
bloques y que, por tanto, hay un cambio de naturaleza, de objetivos y de
fines de la nueva Alianza Atlántica, que necesita una reestructuración.

Está claro que en las declaraciones que estamos haciendo va a plantearse
un tema fundamental como es la ampliación de la Alianza Atlántica hacia
el Este y la posibilidad de negociar con un país nuclear de enorme
importancia militar como es Rusia y con otros países de la antigua Unión
Soviética un marco estable de seguridad y de cooperación euroatlántico.

Este mismo objetivo define un cambio histórico de las razones, de la
identidad, de lo que era la OTAN anteriormente.

Dicho eso, el debate tiene otros planteamientos y otros objetivos. Sin
embargo, de lo que estamos hablando



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aquí es de integrarnos en una alianza militar con contenidos políticos,
que no es exactamente lo que es la Unión Europea, es decir, una alianza
de socios iguales. Apoyamos las palabras del señor Anasagasti y de otros
intervinientes respecto a lo que llamamos el pilar europeo, la identidad
europea de seguridad y defensa, que ha expuesto de una manera muy amplia
el señor González, y nosotros estamos de acuerdo con eso. Pero cuando se
dice que en la estructura de mandos de la nueva organización militar debe
aparecer con un carácter claramente visible la fuerza y la presencia de
la identidad europea, tenemos que decir que apenas va a aparecer y que va
a ser muy difícil visualizarla.

Estamos ante una alianza, nos guste o no, que tiene un socio enormemente
mayoritario y muy fuerte y una serie de socios menores que no han sido
capaces de unificar su política de defensa, por tanto tampoco su política
exterior, y que no puede tratar en el marco de la alianza de igual a
igual al socio mayoritario. Estamos en un mundo en el que ya no hay dos
bloques, pero hay una sola superpotencia. Ese es un factor de
desequilibrio en la situación mundial. Y aunque en este momento la
victoria del Presidente Clinton en las elecciones norteamericanas da una
cierta seguridad y tranquilidad al mundo en cuanto a que vemos cuáles
pueden ser las actuaciones previsibles de la administración americana,
esto dura sólo cuatro años, y ahora no estamos hablando de un acuerdo por
cuatro años sino de un acuerdo a largo plazo. Por tanto, es cierto que
debemos trabajar por fortalecer la Unión Europea, su pilar de defensa y
su pilar exterior y lograr equilibrios nuevos que no tenemos a nivel
mundial.

Por eso cuando se dice que en la estructura de mando vamos a lograr
visualizar, repito, la fuerza de los países de la Unión Europea, hay que
decir con claridad que a pesar de que la posición del Gobierno español
sea la de apoyar, por ejemplo, que en el Mediterráneo fueran los
franceses u otro país de esas características quienes tuvieran un
submando regional, eso no va a ser posible, ni lo va a aceptar la
potencia hegemónica de la Alianza Atlántica. Esto, en nuestra opinión, lo
único que plantea es la necesidad de avanzar en la conferencia
intergubernamental y en otros foros en el reforzamiento, pero a medio
plazo, porque a corto plazo no es posible.

Ante una situación así, desequilibrada en su propia naturaleza, tenemos
que garantizar que España y la Unión Europea no sean utilizadas, directa
o indirectamente, en operaciones militares que no tengan la legitimidad
que da el apoyo, la aprobación y el respaldo de las Naciones Unidas.

Hace muy pocos meses, el Gobierno español ha tenido que denegar la
utilización del territorio español como apoyo logístico a operaciones que
se producían en Irak frente a una actuación que no tenía el apoyo de las
Naciones Unidas. Estas situaciones se nos pueden volver a repetir. No
tenemos ningún peligro de conflicto internacional mundial a escala de
gran conflicto mundial, pero sí tenemos zonas calientes en el norte de
Africa, en el Oriente próximo, en zonas incluso más al sur de Africa,
etcétera. En ese sentido, son fundamentales, y nosotros lo apoyamos,
elementos de garantías, como son el status, la condición no nuclear de
España --y debe quedar muy claro que eso era una condición básica del
referéndum-- y la reducción hasta los límites mínimos, si pudiera ser
incluso la eliminación, de bases militares extranjeras en España que
puedan ser utilizadas al margen de los intereses estratégicos y
esenciales de Europa y de nuestro país. Estas dos condiciones se dan. En
la declaración del Presidente del Gobierno está; en la declaración del
Secretario General del PSOE y portavoz del grupo parlamentario más
importante de la oposición, señor González, así como en otras
declaraciones de los grupos nacionalistas, se han dejado muy claras estas
cuestiones que nosotros respaldamos.

Dicho lo anterior, también nosotros planteamos la necesidad de que, de
acuerdo con el peso político y la contribución militar que España hace a
la Alianza Atlántica, tengamos en la estructura de mandos de la nueva
Alianza Atlántica, la capacidad, las responsabilidades de mando que
responden a nuestra contribución. Esta es la gran cuestión que lleva a un
tema específico, pero yo creo que de Estado, que es el de Canarias.

A nosotros, sin duda, nos ha tranquilizado la intervención del Presidente
del Gobierno, en el sentido de garantizar durante su exposición que
Canarias, una parte del territorio español sin duda y que nadie pone en
discusión, va a estar en la estructura de la zona del mando subregional
instalado en España, de la Alianza Atlántica con mando español. Esta
declaración para nosotros es, desde luego, positiva, pero nos
preguntamos, ¿por qué no decirlo expresamente en este Congreso de los
Diputados? Esto no nos crea ninguna dificultad de negociación con otros
países; al contrario, nos da fuerza y firmeza en la negociación de ese
tema. Es impensable, ha dicho el Presidente Aznar, en Marsella --y yo se
lo agradezco de nuevo--, que nosotros pudiéramos ni siquiera pensar que
una parte del territorio español estuviera bajo otro mando distinto al de
España. Si eso es así, ni siquiera pensable, tenemos que votarlo. Es un
elemento de tranquilidad y de seguridad para los canarios. Este es un
problema de Estado, y al igual que Coalición Canaria y yo creo que todos
los partidos políticos en Canarias, sin ninguna duda, están expresando
una contribución responsable a las tareas esenciales del Estado, el
Estado tiene la obligación de ser responsable con una parte del
territorio y garantizarle que el mando español va a ser el que asegure el
status histórico y tradicional de las islas, un mando que garantice que
Canarias sea una plataforma de paz, una comunidad en la que no va a haber



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tipo alguno de utilización militar externa a los intereses estratégicos
de España y, por tanto, de Canarias. Este es un elemento esencial.

Repito que me parece magnífica la declaración que ha hecho el Presidente
Aznar, pero yo colocaría, simplemente, bien en la resolución que planteen
todos los grupos o bien en una resolución específica de Coalición
Canaria, exactamente las palabras del señor Aznar, y votémoslas. Es un
elemento de garantía para nosotros y es un elemento de demostración de
firmeza y de responsabilidad del Estado.

En nuestra negociación internacional, ¿qué estamos pidiendo? Hubo un
momento en que planteábamos los accesos al Estrecho, según me han
informado, y, entonces, eso planteaba problemas en el Algarve portugués.

Los portugueses naturalmente han dicho: a nosotros no nos toquen el
Algarve. Los accesos al Estrecho empiezan en Huelva, aunque militarmente
es muy discutible. Muy bien, se lo hemos aceptado. Hemos hablado incluso
de Gibraltar, y los ingleses rápidamente se han llevado Gibraltar y lo
han metido como plaza británica, y nosotros no intervenimos en una parte
del territorio que correspondía teóricamente al mando español. (El señor
Presidente ocupa la Presidencia.) Por las mismas razones tenemos que
hacerlo con Canarias, y exigir lo mismo que hacen otros, porque es una
demostración de nuestro peso político y de nuestra contribución militar
porque somos una de las principales potencias europeas. No somos un país
de pequeña entidad, aunque un país de pequeña entidad que ha sido un
aliado tradicional de Estados Unidos, reivindique sobre submando
territorial. Nuestros hermanos portugueses tienen todo el derecho y los
españoles también a defender ese submando regional, pero no tiene por qué
quedar limitado ni subordinado ni subestimado porque las islas Canarias
estén en el mando español, aunque estén dentro del Saclant.

Por tanto, señoras y señores Diputados, el Grupo de Coalición Canaria
comparte la mayoría de los objetivos que ha planteado el conjunto de las
fuerzas políticas de los grupos parlamentarios, pero considera que el que
aparezca o no aparezca lo de Canarias no es un elemento negociable.

Dicen: es que si no aparece nos dan más margen de negociación. Con los
principios no se negocia y con los intereses del Estado tampoco, y este
Parlamento debe estar a la altura de sus responsabilidades de Estado y
pedir que Canarias esté en el mando español, como lo exigen todos los
grupos parlamentarios según lo han planteado y como lo acaba de declarar
el Presidente Aznar.

Nosotros pedimos a todos los grupos parlamentarios que esto se vote y que
quede claro porque será un acto de firmeza y de responsabilidad de España
en un tema vital para nosotros como es Canarias.

Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Mauricio.

Por el Grupo Parlamentario Mixto, piden la palabra el señor Vázquez, la
señora Rahola, el señor Chiquillo y la señora Lasagabaster. Lo digo a
efectos de la distribución de su tiempo.

En primer lugar, tiene la palabra el señor Vázquez.




El señor VAZQUEZ VAZQUEZ (don Guillerme): Gracias, señor Presidente.

Señoras y señores Diputados, intervengo para fijar la posición del Bloque
Nacionalista Galego acerca de la comunicación del Gobierno sobre la
participación de España en la Alianza Atlántica renovada y empiezo
expresando nuestra oposición a la integración del Estado español en la
estructura militar de la OTAN. Lo hago también en el marco de esta
discusión en el Congreso, donde la inmensa mayoría de las señoras y
señores Diputados van a aprobar esa integración, es decir, una mayor
implicación del Estado español en el seno de la OTAN. Una decisión que
este Parlamento puede adoptar con total legalidad, pero que a nosotros
nos plantea serias dudas sobre el método elegido, entre otros, para
llevarla a cabo. Una integración que se va a realizar con demasiada
rapidez, sin que la opinión pública conozca con exactitud el significado
real de la integración en la estructura militar aliada, sin que conozca
lo que supone la llamada nueva OTAN, a pocos meses de realizadas unas
elecciones en las que la mayoría de los grupos que van a apoyar la
integración no explicitaron esa intención a sus electores; sin que ni
siquiera a través de los medios de comunicación se reflejase la
importancia de la decisión que se va a adoptar. Al contrario, más bien
planteando la cuestión como algo natural, evidente, sin importancia,
saltándose además las condiciones fijadas para la adhesión en el
referéndum celebrado en 1986. Somos conscientes de que en estas
condiciones a muchos ciudadanos se les pasará desapercibido lo que supone
esta integración, porque, señoras y señores Diputados, estamos hablando
de una alianza militar con unos fines determinados, una alianza militar
para defender unos intereses concretos frente a otros intereses.

En la comunicación del Gobierno se habla de integrar al Estado español en
la nueva OTAN, adaptada a la nueva situación, una vez que desaparecieron
los bloques militares antagónicos, capaz de afrontar los riesgos
emergentes. Pero, naturalmente, no concreta cuáles son los fines de la
Alianza, una vez desaparecido el peligro soviético. ¿Qué fines se
pretenden alcanzar? ¿Cuáles son los riesgos emergentes que acechan a los
ciudadanos españoles y europeos? Sería interesante que los ciudadanos
conociesen con claridad cuál es el enemigo del que les tiene que defender
la OTAN, para que pudiesen opinar con conocimiento de causa.

El Gobierno nos dice que en el seno de la OTAN se desarrollará la
política de defensa de la Unión Europea



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cuando en realidad la OTAN estuvo antes, y sigue ahora, comandada por los
Estados Unidos; una estructura militar, en fin, que responde
fundamentalmente a la defensa de sus intereses.

Nos hablan de una OTAN que busca la paz, pero que permite la presencia en
su seno de Estados que intervienen militarmente en distintos lugares del
mundo para imponer sus intereses políticos y económicos. Una comunicación
que además reconoce que cada país desempeñará un papel adecuado a su
importancia y no, por lo tanto, en pie de igualdad con los demás
integrantes.

Se reconoce por el Gobierno que no habrá una relación de igual a igual en
el seno de la OTAN. Una integración que se realizará sin un conocimiento
real sobre el posible almacenamiento en territorio del Estado de armas
nucleares, que se hará sin que los ciudadanos conozcan el coste económico
de la pertenencia a la Alianza, cuando además estamos en un momento en
que se les dice que hay que recortar prestaciones sociales o salarios
para disminuir el déficit público; en un momento, además, en que la
dirección de la política de defensa del Gobierno parece orientarse con
claridad hacia la aceptación de las pretensiones de los Estados Unidos.

Ya parece algo más que un rumor que los Estados Unidos van a volver a
hacer operativas las bases en el suelo del Estado, bases que abandonaron
en su día, lo que vulneraría un nuevo punto de los aprobados en el
referéndum de 1986, bases que serán usadas al servicio de la estrategia
militar de otro Estado, a lo peor en contradicción con los intereses del
Estado español.

Señoras y señores Diputados, al BNG, que defiende una política de paz
basada en la cooperación internacional en pie de igualdad y, por lo
tanto, una política de desarme, le plantea más de una duda, más de un
interrogante, la aún mayor participación del Estado español en el seno de
la OTAN. Y esta postura, que será tachada naturalmente de idealista,
pensamos que, sin embargo, responde mejor a los intereses de la mayoría
social.

Una vez desaparecido el Pacto de Varsovia, muchas personas creyeron
llegado el momento de avanzar en la desaparición de la OTAN, de avanzar
en la desmilitarización del mundo. La realidad de momento parece avanzar
en sentido contrario, lo que no va a impedir que sigamos manteniendo con
firmeza nuestras convicciones. En todo caso, en vez de adoptar decisiones
tan rápidas y aparentemente tan triviales, tan sin importancia,
convendría más una reflexión sosegada, un debate de fondo y transparente
sobre las necesidades de defensa del Estado español y desde el punto de
vista de sus intereses, en vez de sumarse alegremente a estrategias
ajenas.

Cabe preguntarse si los intereses de la OTAN o, más bien, de los países
hegemónicos en la OTAN van a ser coincidentes con los del Estado español.

Cabe preguntarse si será tan positivo que el Estado español renuncie a
una política propia e independiente, también en materia de defensa. El
tiempo lo dirá, pero para el BNG la pertenencia a la OTAN del Estado
español no ayuda a caminar hacia la consecución de un mundo más justo y
más igualitario, un mundo que necesita menos gastos militares y más
solidaridad entre los pueblos, un mundo por el que el Bloque Nacionalista
Galego apuesta.

Muchas gracias, señor Presidente.




El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Vázquez.

Tiene ahora la palabra la señora Rahola.




La señora RAHOLA I MARTINEZ: Gracias, señor Presidente.

Tanto por tradición política propia como por la tradición mayoritaria
catalana favorable y a menudo pionera de nuestra vinculación a las
grandes alianzas estratégicas por tener un papel relevante en lo que se
ha dado en llamar la geopolítica, es evidente que el no que hoy
planteamos a la comunicación del Gobierno no se debe a una cultura
aislacionista, se debe a una doble preocupación, quizá a una doble
actitud.

La primera, que aquello que nació fruto de un referéndum sólo tendría que
ser modificado, a nuestro parecer, con otro referéndum. En todo caso, no
encontramos ningún argumento sólido que justifique, más allá de rehuir el
debate, el por qué no se plantea la consulta popular. ¿De qué sirvió que
hubiera un sí condicionado si ahora se cambian, sin consulta, las
condiciones? En el fondo, esta comunicación, que no sólo no parte de un
referéndum, sino que no se plantea ni como proyecto de ley, como mínimo
para poder debatir qué grados de soberanía militar se ceden, es en cierta
manera un fraude a la decisión soberana que, sólo condicionadamente, nos
permitió entrar en la Alianza.

La segunda preocupación nace de la sospecha, creo que francamente
fundada, de que las tres condiciones para entrar en la OTAN en 1986 van a
ser vulneradas en su letra y espíritu, y no sólo en lo que hace
referencia a la entrada en la estructura militar, sino muy especialmente
en el punto sensible del armamento nuclear y en el no menos sensible de
la presencia cualitativa y cuantitativa de Estados Unidos en España.

¿Está usted en condiciones, señor Presidente, de garantizar de manera
rotunda que no van a ser vulnerados estos dos principios básicos y
sensibles? ¿Las denuncias periodísticas en este sentido son
contundentemente desmentibles? Hay, pues, dos cuestiones de fondo y forma
que nos impiden el sí a la comunicación: la manera en la que entramos en
la estructura militar, sin consulta popular, claramente exigible en este
caso, y los acuerdos opacos y preocupantes que ello comportará.

Pero hay un tercer punto, fruto de la radical adscripción a la cultura de
la paz, que represento, y que nos llevará siempre a luchar, sólo desde la
cultura de la



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paz, por nuestros ideales. Y este es el punto que nos lleva también al
no. La convicción de que la Alianza no es un poderoso instrumento a favor
de esa voluntad pacífica, sino un poderosísimo instrumento a favor de la
cultura de la guerra.

¿Es un instrumento a favor, por ejemplo, del derecho los pueblos? En
absoluto. Ahí esta Chechenia, ahí está el Kurdistán, ahí está el Sáhara
¿Es un instrumento a favor del derecho de los individuos? En absoluto.

Ahí están Afganistán, Angola, Ruanda, ahí está incluso Bosnia, que tuvo
que poner tantos y tantos muertos encima de la mesa para conseguir lo que
yo entiendo que fue una pálida reacción.

La Alianza, no seamos farisaicos, es un instrumento enormemente
importante al servicio de la cultura de la guerra, al servicio de
mantener la tensión permanente que convierte el negocio armamentístico en
el primer eje económico del mundo. Y es, sobre todo, un instrumento al
servicio de los intereses geopolíticos del primer comisario del mundo,
que es Estados Unidos. Ni es, pues, un instrumento para situar a Europa
en la estrategia internacional, ni servirá para consolidar la defensa de
nuestros intereses, ni tiene como prioridad la defensa del derecho de los
pueblos o del derecho de las personas. Bien al contrario, va a significar
un grado mayor de supeditación de los intereses europeos y de los propios
a los intereses americanos, intereses éstos absolutamente dignos y
respetables, pero no siempre coincidentes y a veces, veamos si no la ley
Helms-Burton, absolutamente contrarios. Va a suponer un grado mayor de
supeditación a la cultura de la guerra y una contribución casi gratuita a
la consolidación de una tierra más injusta, más solidaria y, a nuestro
entender, más destructiva.

Un no, pues, a la comunicación fruto de esta triple convicción: que hacía
falta un referéndum para cambiar las condiciones, que no va a ser una
contribución a la cultura de la paz y que no va a defender nuestros
intereses.

Gracias.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señora Rahola.

Tiene la palabra la señora Lasagabaster.




La señora LASAGABASTER OLAZABAL: Señor Presidente, señor Presidente del
Gobierno, señoras y señores Diputados, intervengo en nombre de Eusko
Alkartasuna para fijar su posición negativa en relación con la propuesta
del Gobierno del Estado para la plena integración de España en la OTAN, o
la Alianza Atlántica renovada.

Manifiesto esta posición desde una doble perspectiva: en primer lugar, y
en lo que concierne al aspecto procedimental para la adopción de tal
decisión, no nos parece correcto, ni siquiera respetuoso para con los
ciudadanos y ciudadanas que fueron consultados en referéndum respecto de
los términos y límites de la adhesión, que hoy se alteren dichos
términos, rehuyendo el refrendo popular para los cambios que se
propugnan, especialmente, como se ha señalado en esta tribuna, en
territorios y naciones como la Comunidad Autónoma del País Vasco, como
Navarra, es decir, Euskalherría, en el cual el no fue mayoritario, más
del 65 por ciento.

Si la razón invocada es que han cambiado sustancialmente las
circunstancias geopolíticas desde que se celebró el referéndum de 1986,
creemos que la ciudadanía no debe ser tratada como menor de edad,
impidiéndosele juzgar directamente estas nuevas circunstancias y la
oportunidad de los cambios en los términos de la adhesión. Y ello aun
reconociendo que, en efecto, tales circunstancias y las reformas más
recientes de la OTAN, han podido ofrecer algunos argumentos legitimadores
de la existencia de la organización en la postguerra fría.

Pero desde la perspectiva de un partido como Eusko Alkartasuna, que
siempre ha rechazado la teoría de la disuasión armada, que ha propugnado
el empleo por la comunidad internacional de medios de presión
diplomáticos y económicos, y hago especial referencia al control
sistemático de la producción y tráfico de armas, no resulta admisible una
opción que sigue apostando por la propia disuasión nuclear con todas sus
implicaciones.

Y aunque se han producido desarrollos importantes en el desarme, como se
ha señalado en esta tribuna, no es menos cierto que la Alianza ha
expresado con claridad el mantenimiento de la estrategia de la disuasión
nuclear, con todos los compromisos que de tal opción se derivan para los
Estados plenamente integrados en ella, por más que el debate en esta
cuestión pueda pasar desapercibido.

Nuestra actitud, contraria a la teoría de la disuasión armada, que sin
duda merecerá para muchos el calificativo de utopía pacífica, arranca de
la propia experiencia del pueblo vasco, de nuestro pueblo, que tiene que
procurar su convivencia con otros pueblos y hasta su propia supervivencia
como pueblo, lejos del recurso a la fuerza, confiando la defensa de sus
legítimos objetivos al uso exclusivo de la razón, el diálogo y el
entendimiento de su interlocución con los Estados de los que forma parte.

No tendría mucho sentido, señorías, que, como principio, nos mostráramos
entusiastas de respaldar el recurso a la fuerza en otras instancias
cuando denunciamos, y hasta reprobamos, tal recurso en las que nos son
propias e inmediatas.

Pero aun asumiendo, como se nos ha argumentado y justificado, que la
Alianza Atlántica renovada o la reorientación de la OTAN, lo es hacia
intervenciones en conflicto de baja intensidad o en misiones de paz,
habría que someter esta idea a la crítica del interés desigual que se ha
observado para dichas intervenciones,



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en función, en muchos casos, de intereses materiales y cálculos
inconfesables que, en modo alguno, han respondido de manera uniforme a
consideraciones puramente morales o filantrópicas.

Igualmente, desde una posición europea y europeísta, resulta más que
discutible el papel hegemónico de Estados Unidos en Europa, y su
incidencia en la complicada definición de la política exterior y de
seguridad común de la Unión Europea. Y ello, aunque se haya producido un
relativo fortalecimiento del pilar europeo de la Alianza, reforzando la
cooperación con la UEO, especialmente en labores de mantenimiento de la
paz, y más recientemente con la creación de la llamada identidad europea
de defensa.

En 1998 expira el Tratado de Bruselas por el que se constituyó la UEO,
organización para la que la internacional conservadora ha llegado a
sugerir su desaparición. Sin embargo, desde una perspectiva europeísta,
parecería más lógico plantearse una defensa común europea, al margen de
la supremacía americana, y considerar si no sería más recomendable que la
UEO constituyera la organización natural para la articulación de una
política exterior y de seguridad común, sin ser únicamente, y en el mejor
de los casos, tan sólo el pilar europeo en materia de seguridad de una
Alianza Atlántica controlada por los Estados Unidos, en la que la
tentación hegemonista ante la nueva situación mundial vaya imponiéndose
de manera evidente, al tiempo que se supera el peligro de confrontación
entre bloques.

En la medida en que las decisiones de una organización militar dependan
de ese peso de Estados Unidos, más que el de la propia Unión Europea, las
señas de identidad y los intereses y la realidad política y social de los
pueblos que integran Europa difícilmente inspirarán, de manera
predominante, una política exterior y de seguridad genuinamente europea.

La tradición de neutralidad de algunos pueblos europeos, ya integrados en
la Unión Europea, no es producto de la casualidad, sino de su particular
situación geopolítica que, muy legítimamente, han querido considerar.

Nuestra pertenencia a un viejo pueblo europeo, el pueblo vasco, que en su
accidentada historia sólo desgracias ha cosechado de sus experiencias y
de sus alineamientos militares, nos hace ser particularmente refractarios
a la hora de confiar nuestra seguridad a instancias ajenas y distantes de
nuestra propia realidad nacional, y menos fuera de Europa. Por ello, no
podemos apoyar decisiones --y por tanto esta decisión-- que impliquen
nuevos compromisos de carácter militar que desde ninguna de las
perspectivas señaladas nos resultan convincentes.

Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Gracias, señora Lasagabaster.

Señor Chiquillo.




El señor CHIQUILLO BARBER: Señor Presidente, señorías, debatimos hoy la
comunicación del Gobierno acerca de la participación de España en la
nueva Alianza Atlántica renovada. Quisiera empezar por situarnos en este
año de 1996 con un comentarista, un columnista de un medio de
comunicación que nos sitúa un poco en lo que son las cosas y en cómo
evolucionan, cuestión a la que ya se ha referido algún orador que me ha
precedido. Se ha hablado de cómo evolucionan, de cómo pasan los años y
cómo, afortunadamente, la política de bloques no tiene sentido alguno.

Dice este comentarista: Enfrente ya no está el Pacto de Varsovia; tampoco
existe la vieja URSS; en el lugar donde estuvo el antiguo bloque del Este
sólo hay un rompecabezas de países que buscan por su cuenta la forma de
integrarse en el único sistema que ha quedado en pie después del
terremoto.

Creo que esto, como punto de partida de la comunicación que hoy nos
presenta el Gobierno, es donde debemos confluir, y, por lo que hemos
visto en este debate, ahí confluye gran parte del arco parlamentario
español. La participación española que nos propone el Gobierno, esa plena
integración de España en la estructura de mandos de la OTAN, vaya por
delante que va a contar con el apoyo de Unión Valenciana, porque
consideramos que es hacia donde va el devenir de los hechos, de los
acontecimientos y la propia coyuntura política y social del mundo en el
que nos ha tocado vivir.

En el año de 1990 la disolución del Pacto de Varsovia obligó a nuevos
planes estratégicos, pero no disolvió esta Alianza, la Alianza Atlántica,
que, desde la unificación alemana, había desplazado su frontera desde el
Elba hasta el Oder-Neisse. La nueva situación fue reconducida por la OTAN
en tres conferencias, en tres escenarios: en Londres en el año 1990, en
Roma en 1991 y en Bruselas en 1994, y ahora, pronto, se va a firmar una
nueva etapa de lo que será el futuro de esta Alianza Atlántica renovada,
y desde la óptica de Unión Valenciana tiene que ser renovada en visión
europea, en participación y peso de los países de la Unión Europea, que
de alguna manera venga a hacer el contrapeso a esa hegemonía que ha
tenido Estados Unidos hasta el día de hoy.

En 1994, en Bruselas se definieron los futuros conceptos de la OTAN y se
estableció la asociación para la paz como fórmula para la participación
de los antiguos países de la órbita soviética, aunque, de momento, sin
integrarse como miembros de pleno derecho, y esa es una de las
asignaturas que desde España debemos impulsar, y que creo que es hacia
donde devienen esos nuevos pasos de la futura Alianza Atlántica renovada.

Pero en 1996, de cara a 1997, hay unos nuevos retos, y coincido con la
comunicación del Gobierno. De ahí el sí de Unión Valenciana a lo que
debería ser esa nueva Alianza Atlántica renovada.




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España debe contribuir a conseguir la estabilidad en Europa, a probar el
encaje de Rusia y del resto de países del Este en esta nueva Alianza. Hay
que redimensionar y darle juego al papel de Rusia, básico para la paz,
queramos o no queramos, básico para la paz, la seguridad y la estabilidad
en Europa y, sobre todo, hay que impulsar y reforzar el papel de la Unión
Europea Occidental, la UEO, para darle ese toque que hemos dicho que
tiene que ser básico en los próximos años, un toque para que consigamos
que esa Alianza sea una Alianza más europea y, por tanto, donde la voz de
España esté considerada en plano de igualdad con el resto de países, y,
sobre todo, para trabajar por una Europa de seguridad, de la defensa, de
la paz, que son las palabras que se han utilizado en el día de hoy, pero,
principalmente, la Europa de la estabilidad, y en ese conjunto el papel
de la nueva Alianza es fundamental en la estabilidad.

Tenemos que dar el impulso, el empujón, el relanzamiento hacia esa
integración, en un breve espacio de tiempo, de los Estados de la Europa
central y oriental, a esas medidas de seguridad occidentales, porque lo
demandan, creen en ellas y creen que es el momento oportuno para relanzar
esa nueva Alianza, pero reafirmando, y repito, ese nuevo papel
fundamental de la Unión Europea, tendiendo, como algún Diputado ya ha
comentado, al fomento de esa política exterior y de seguridad común,
donde el papel de Europa sea muy importante, y al final remarcaré el
porqué de ese papel de la Unión Europea, fundamental en esta nueva
Alianza.

La Unión Europea Occidental tiene que definir una política de defensa
europea común con rigor y celeridad antes del año 1998, sobre todo,
porque es básico para la estabilidad --palabra que he remarcado-- en el
área mediterránea, porque pensamos que es fundamental y es donde puede
haber algún sobresalto en los próximos años que ponga en peligro la
seguridad y, sobre todo, el bienestar de muchos pueblos de la Unión
Europea.

Debe garantizarse la independencia y la estabilidad de la Unión Europea.

Por ello, la Unión Europea --y por ende España-- tiene que jugar un papel
muy importante --por eso nuestro apoyo a la comunicación del Gobierno--
en esa nueva estructura de la reformada Alianza Atlántica. Las actuales
estructuras de seguridad occidentales, la OTAN, pero sobre todo la Unión
Europea Occidental, deben ser el garante en el sistema de estabilidad
europea desde la cooperación y la coordinación como principios básicos.

Pensamos que esa plena participación de España en el esquema definitivo
de la OTAN, para la que el Gobierno solicita nuestro apoyo, pensamos que
es fundamental, pero debe, en todo caso, ratificar los mismos compromisos
asumidos tras la adhesión al Tratado de Washington, debe respetar
escrupulosamente la autorización otorgada por las Cortes para dicha
adhesión y, sobre todo, y por lo que estamos viendo en el debate de hoy,
tiene que ir con el aval, con el acuerdo, con el amplio consenso que en
materia de paz y seguridad se ha manifestado en esta Cámara. Por tanto,
vaya por delante ese apoyo. Pero hay algunas dudas.

Me gustaría que en el mandato que el Congreso va a dar a sus
representantes, al Presidente del Gobierno y al Ministro de Asuntos
Exteriores, se contemplaran algunas dudas, algunas preocupaciones, como
ha planteado el portavoz de Coalición Canaria, sobre la cuestión de
Canarias y la cuestión, sobre la que hay un amplio consenso, de
Gibraltar.




El señor PRESIDENTE: Señor Chiquillo, le ruego concluya.




El señor CHIQUILLO BARBER: La cuestión de Gibraltar, sobre la que se han
vertido algunas noticias que han inquietado a la opinión pública española
en relación con la cesión o no de soberanía a un país tercero como es
Gran Bretaña. La cuestión de Canarias y la cuestión de Gibraltar son
innegociables. En ese sentido, me gustaría que el mandato parlamentario
fuera claro.

También hay algunas dudas con relación a Ceuta y Melilla. Algunos grupos
parlamentarios hemos recibido un escrito que recoge ciertas
preocupaciones y recelos en cuanto que no se comenta nada del papel que
España quiere jugar y quiere exigir a la nueva Alianza Atlántica respecto
a los intereses españoles.

Creo que, con el objetivo básico, que es lo importante, de ser fuertes en
Europa, como rezaba su eslogan en las últimas elecciones europeas, tiene
el voto de Unión Valenciana para contribuir a esa paz, a esa seguridad, a
esa estabilidad, desde la óptica europea, por la convivencia
internacional. Por eso, repito, le vamos a dar nuestro apoyo. Pero lo que
nosotros queremos darle con nuestro sí es un claro mandato de conseguir
una España fuerte en Europa, una España y una Europa fuertes en la nueva
Alianza Atlántica y, sobre todo, una España que sea respetada en el
conjunto de esta nueva Alianza Atlántica que se está diseñando y en la
que esperamos y deseamos que, con el consenso que hoy se va a conseguir,
podamos decidir y participar en plano de igualdad con el resto de países
que conforman esa Alianza.

Muchas gracias.




El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Chiquillo.

Por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra el señor Rupérez.




El señor RUPEREZ RUBIO: Señor Presidente, señorías, si hubiera que
imaginar cómo la OTAN podría ser adecuadamente recordada en la historia,
quizá la mejor manera posible de hacerlo sería la de describirla



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como el factor más poderoso de estabilidad democrática con que contó la
vida europea en el siglo XX.

Somos todos conscientes de que existen otras diferentes, divergentes y no
tan generosas evaluaciones. Algunos, afortunadamente hoy ya no muchos, se
empeñan todavía, y en contra de toda evidencia, en pintar la Organización
Atlántica como un factor de agresión internacional, como un elemento de
militarización del pensamiento político o, simplemente, como un recuerdo
del pasado. La verdad, sin embargo, es la que queda reflejada al
principio de mis palabras: la OTAN hoy y siempre durante su existencia ha
sido un poderoso factor de estabilidad democrática, de previsibilidad, de
atracción. De otra manera, sería difícilmente explicable el porqué de las
urgencias con que todos los países que en su momento formaron parte del
Pacto de Varsovia, en el centro y en el este de Europa, hoy quieren
ingresar en la Alianza Atlántica. Y me parece que, desde ese punto de
vista, es necesario también tener en cuenta que si la Alianza Atlántica
hoy tiene una renovada fuerza, no es tanto, o no es sólo porque sus
antiguos miembros hubieran decidido su continuación, sino sobre todo por
la urgencia, por la necesidad, por la conveniencia que muestran los
candidatos para que esa continuación efectivamente se produzca. Desde ese
punto de vista, me parece también que sería enormemente engañoso intentar
contraponer sistemas de seguridad, como si la OTAN reflejara algo
contrapuesto a lo que significa la Organización sobre la Seguridad y la
Cooperación en Europa. Son ambas, afortunadamente, sistemas
complementarios de seguridad, sistemas que hoy se necesitan mutuamente,
sistemas que incluso en un futuro inmediato pueden llegar a ofrecer algo
que, en un pasado no todavía muy remoto, hubiera sido impensable, como
que, por ejemplo, la OTAN ponga sus elementos militares al servicio de
las misiones de pacificación de la propia OSCE. Por eso, hoy la OTAN, en
misiones diferentes, bajo prismas relativamente diferentes, sigue
teniendo la misma justificación de estabilidad, de atracción, de
capacidad, de estabilidad democrática que siempre tuvo.

Cabe recordar, asimismo, que la manera extraordinariamente eficaz que la
OTAN ha patentado para conseguir esa generalización de la estabilidad, ha
consistido en la creación de un sistema en donde se combinan, de manera
extraordinariamente inteligente, los factores políticos y militares de la
seguridad. Es decir, la Alianza Atlántica tuvo desde el principio la
virtualidad de añadir a la enumeración de sus propósitos y de sus
principios, la existencia de una maquinaria defensiva suficiente, tan
suficiente como para ser creíble. De hecho, si bien lo consideramos, la
ventaja de la OTAN con respecto a otras alianzas político-militares no
radica en la calidad de sus convicciones, que al fin y al cabo en el
mundo occidental son siempre las mismas, sino en las respectivas
capacidades o incapacidades para agotar los propios y respectivos
propósitos de presencia disuasoria contundente y creíble.

Podríamos analizar con detalle las razones por las cuales los mismos
países europeos que en la UEO todavía no han demostrado su capacidad
efectiva de participación, sin embargo sí lo han hecho, y desde hace ya
bastante años, en el seno de la OTAN. Habrá incluso quienes, con tonos
laudatorios o despectivos, que el tema siempre tiene la paradoja de
admitir cualquiera de los dos planteamientos, apunten a la presencia de
los Estados Unidos en la Alianza Atlántica como catalizador para
conseguir lo que los europeos en solitario sólo rudimentariamente
parecemos haber alcanzado; tema éste, a nuestro parecer, no tanto de
crítica hacia los que se encuentran fuera del continente europeo, sino de
reflexión hacia nosotros mismos; y tema éste además indispensable en el
contexto de la reflexión sobre la identidad europea de seguridad y
defensa si queremos, efectivamente, dotarla de la presencia y de la
eficacia que todos queremos en el futuro inmediato.

El hecho es que la credibilidad de la OTAN, su benéfica influencia en los
últimos cuatro decenios, su misma capacidad de transmitir los valores de
la democracia como identificados con la estabilidad, han dependido y
siguen dependiendo de la combinación adecuada entre los aspectos
políticos y militares de su existencia. Y en verdad no ha habido ningún
aliado nunca que haya negado esa evidencia. No lo ha hecho Francia, con
independencia de que buscara obtener los mismos resultados a través de
proyecciones exclusivamente nacionales. Y hoy es la misma Francia,
patrocinadora en su momento de la distinción entre la estructura militar
y la estructura política de la Alianza, la que busca el acercamiento
hacia la integración militar. Y no lo ha hecho tampoco nunca España, con
independencia de cuáles fueran las peculiaridades de sus primeras
participaciones en la Alianza Atlántica. Cabe recordar al respecto que
España siempre participó de manera activa en el Comité de Planes de
Defensa de la Alianza, órgano rector de lo que se entiende por la
estructura militar integrada, y que España tenía y tiene todavía
contraídos con la Alianza unos acuerdos de coordinación que reflejan
precisamente la voluntad de nuestro país para participar en los esfuerzos
militares conjuntos.

España ha sido miembro del Comité Militar de la Alianza y ha tenido
siempre sus representantes en el Estado Mayor internacional y todavía no
hace mucho tiempo decidió también participar en los programas de
infraestructura de la Alianza, parte importante y significativa de la
estructura militar integrada.

Es necesario al mismo tiempo tener en cuenta que, en lo que son
claramente las nuevas y distintas funciones y tareas de la Alianza, en lo
fundamental reflejadas en la presencia de la OTAN para colaborar en los
esfuerzos, en el mantenimiento, e incluso en la imposición



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de la paz en la antigua Yugoslavia, España ha estado presente desde el
comienzo con tropas y muy variado material.

En definitiva, señorías, señor Presidente, España, los españoles, hemos
sabido poner al servicio de los superiores y comunes intereses de la
seguridad occidental esfuerzos grandes, e incluso a veces dolorosos, que
han envuelto y siguen envolviendo medios materiales y humanos de no
escasa significación. Y lo ha sabido hacer a lo largo de los últimos años
de una manera progresiva, no siempre coincidente en los análisis
políticos internos, pero en cualquier caso en forma en donde hoy podemos
afirmar que, con independencia de los gobiernos de turno, la OTAN,
nuestra pertenencia a ella, forma parte elemental e indiscutida de
nuestra política exterior y de seguridad.

En ese esquema de participación española en las tareas de la Alianza
quedaba un capítulo por recorrer, que era precisamente el de decidir la
presencia española en el sistema integrado de mandos. La decisión del
Gobierno de proponer a esta Cámara, y eventualmente obtener de ella el
beneplácito para participar en ese esquema y cerrar con ello el ciclo de
nuestra participación en la OTAN, merece parabienes por su oportunidad y
por su conveniencia. En efecto, el sistema político militar de la Alianza
Atlántica adquiere su última racionalidad con los sistemas de mando y
control, a los que sólo de manera oblicua nos habíamos acercado. Esos
sistemas tienen una consideración mixta técnico-política y suelen
reflejar los intereses nacionales de seguridad, coordinados con los
aspectos generales de la Alianza. No constituyen una alteración
sustancial de la forma en que un país está en la Alianza, sino por el
contrario, un reconocimiento de las aportaciones y de los esfuerzos que
ese país realiza en beneficio del interés común. Esa participación no
altera la filosofía de la presencia, sino que, por el contrario, la da
forma e igualdad de derechos y responsabilidades.

Era lógico, por otro lado, que la nueva OTAN mereciera por parte de
España una aproximación asimismo novedosa. Una alianza ampliada, reducida
en sus efectivos militares, enriquecida en sus participaciones
pacificadoras y humanitarias, convertida en reforzado baluarte de la
estabilidad en el centro y en el este de Europa, responsable asimismo de
los grandes entendimientos geoestratégicos con la Federación Rusa, debía
también contar con la plena participación española. Plena participación,
como digo, entendida así en la asunción de los derechos y de las
responsabilidades que corresponden a un país como el nuestro, cada vez
más consciente de sus posibilidades, cada vez más activo en la esfera
internacional, cada vez más implicado en los grandes esquemas de paz y
seguridad del mundo moderno. En definitiva, eso es lo que hoy el Gobierno
nos viene a proponer con un gran sentido del momento histórico.

Yo estoy absolutamente seguro, y así lo desea nuestro grupo, de que la
inmensa mayoría de la Cámara así lo sabrá apreciar, otorgando su
confianza a una propuesta que, siendo positiva para nuestros intereses,
ha de contribuir asimismo también a los propósitos comunes de todo el
continente: la paz y la seguridad como resultado de la estabilidad
construida a su vez sobre la democracia.

Señor Presidente, hace casi 15 años, día por día, el 29 de octubre de
1981, esta Cámara decidía por mayoría absoluta autorizar la adhesión de
España al Tratado del Atlántico Norte. Como todos sabemos y recordamos
--sobre todo los que en aquellos debates tuvimos ocasión de participar y
de los cuales, dicho sea de paso, pocos vamos quedando ya en esta
Cámara--, el tema no ha sido siempre razón para el encuentro y en más de
una ocasión, por el contrario, ha servido para el disenso. Que hoy,
cuando 15 años más tarde cerramos el ciclo comenzado aquel 29 de octubre,
la mayoría que vaya previsiblemente a reflejar esta Cámara sea una
mayoría notablemente más amplia que la de entonces, refleja algo que me
parece positivo y fundamental. Es un proceso, lento pero seguro, de
maduración aproximativa entre una gran mayoría de ciudadanos españoles y
las fuerzas políticas que les representan en torno a una política
exterior y de seguridad nacional permanente, previsible, y por tanto
ajena a los vaivenes de las propuestas partidistas. Es una importante
consecución, de la que todos deberíamos congratularnos.

Nosotros siempre hemos creído en los valores que la Alianza Atlántica
pretendía encarnar y siempre hemos sido firmes partidarios de la
participación de España en la misma, no tanto porque necesitemos
garantías adicionales de seguridad, sino porque defendimos entonces, como
defendemos ahora, la necesidad de que nuestro país sea
ininterrumpidamente un miembro pleno y responsable de la comunidad de
naciones democráticas. Encontrarnos hoy tan masivamente acompañados en
esas convicciones por la inmensa mayoría del Congreso español de los
Diputados es una satisfacción profunda y útil para los intereses
nacionales.

La decisión, que hoy nos invita el Gobierno a tomar y que el Grupo
Popular apoya fervientemente, es un paso positivo para el futuro de los
intereses españoles. Estoy absolutamente seguro de que así lo comprenderá
la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos.

Muchas gracias, señor Presidente. (Aplausos.)



El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Rupérez.

Señor Presidente del Gobierno.




El señor PRESIDENTE DEL GOBIERNO (Aznar López): Señor Presidente,
señorías, creo que efectivamente, como se acaba de decir, este debate, en
los términos que se ha planteado, es una demostración de normalidad y de
madurez política y democrática en la vida de un país, lo que era difícil
pensar hace algunos



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años, por decirlo de alguna manera. No creo que hace algunos años fuera
muy pensable celebrar este debate con el alto grado de consenso que se ha
conseguido y, al mismo tiempo, con el nivel de expectación perfectamente
descriptible. También entra dentro de la normalidad que hoy, a la inmensa
mayoría de la Cámara y también a la inmensa mayoría de los ciudadanos,
les parece una solución no solamente acertada sino de sentido común que
España perfeccione su posición en la Alianza Atlántica renovada, pensando
en sus intereses y pensando naturalmente también en los intereses de sus
aliados en el marco de la Alianza Atlántica.

Quiero empezar diciendo que es bien sabido que el Gobierno no estaba
obligado a realizar este debate. El Gobierno ha mandado la comunicación a
la Cámara buscando justamente hacer partícipes a todos los grupos
parlamentarios en la búsqueda de ese mayor consenso posible, no solamente
entre las fuerzas políticas sino también entre la opinión pública. Por
tanto, dentro de ese espíritu de búsqueda de consenso, dentro de ese
espíritu de diálogo, que ha significado la mayor parte de los portavoces
que han intervenido, el Gobierno ha mandado una comunicación que ha
merecido el respaldo mayoritario, ampliamente mayoritario de los grupos
parlamentarios, que se ha traducido en una propuesta de resolución que
debatirá y votará mañana la Cámara que, en mi opinión, interpreta
correctamente el interés nacional, fortalece en sus conclusiones la
posición de nuestro país, en sí misma y en el marco de la Alianza
Atlántica, y naturalmente supone un claro respaldo y un buen acicate para
la negociación que tiene que desarrollar el Gobierno en nombre de España.

Quiero decir que agradezco la actitud y el tono de todos los portavoces
que han intervenido, incluidos los que no han estado de acuerdo con la
comunicación o con ese gran consenso que se ha creado en la Cámara.

Agradezco su tono y agradezco también la sensibilidad que ha habido para
formar ese consenso, superando antiguas dificultades, antiguos
planteamientos de carácter político, ante una cuestión que afecta
claramente al interés nacional y que afecta claramente al desarrollo de
las posiciones de España en el futuro inmediato.

Por otra parte, creo que este debate, señorías, ha sido muy oportuno y no
solamente por el respaldo que recibe el Gobierno desde el punto de vista
de una negociación que tiene que acometer. Quiero resaltar esto porque
creo que algún portavoz ha equivocado --estoy absolutamente seguro de que
sin ninguna intención-- los términos de la resolución que se vota mañana.

Mañana no se vota por el Congreso de los Diputados la integración
inmediata de España en la estructura; se vota, naturalmente, y se apoya
una negociación determinada del Gobierno que debe desembocar, si se dan
las circunstancias, en la participación de España en la nueva estructura
de mandos de la Alianza. Decía que, además, es oportuno porque se produce
no solamente en cuanto al fondo de una decisión, sino en un momento en el
cual tenemos que abordar, dentro de ese concepto al que me he referido de
la nueva arquitectura de seguridad, aspectos y decisiones importantes
--lo he dicho--, en las que España de ninguna manera puede quedar al
margen. Dentro de muy pocas fechas vamos a celebrar la reunión de jefes
de Estado y de Gobierno de los países que integran la Organización de
Seguridad y Cooperación de Europa, que incluye a 54 países europeos, es
la única organización que contiene a Rusia en su seno. Vamos a celebrar
la cumbre ministerial de la Alianza Atlántica. Está prevista la cumbre de
primavera de la Alianza Atlántica para aprobar definitivamente la reforma
de estructuras de la Alianza. Hay que llegar a la conclusión de la
Conferencia Intergubernamental. Están pendientes los mecanismos de
reforma y de ampliación de la Alianza Atlántica. Es natural; es ahora
cuando hay que tomar la iniciativa de negociar la posición de España y no
esperar, en una actitud absurda o si se quiere ridícula, a que otros
tomen decisiones que pueden afectarnos y que, desde luego, no afectarían
de manera positiva a nuestros intereses, en ningún caso.

Quiero agradecer a los distintos portavoces que han intervenido y que han
manifestado su consenso con la posición del Gobierno y con la
comunicación que el mismo ha enviado, por supuesto al portavoz del
Partido Popular, al jefe de la oposición, señor González, en nombre del
Partido Socialista, al portavoz de Convergència i Unió, al portavoz del
Partido Nacionalista Vasco y también al portavoz de Unión Valenciana.

El señor González ha manifestado su acuerdo con la búsqueda de ese más
amplio consenso, ha hecho un repaso a la historia de lo que ha sido el
cambio, sin duda vertiginoso --y que a veces algunos no se dan cuenta--,
de la Alianza Atlántica cifrado específicamente desde 1989 y ha hablado
de cómo se despejaron algunas preguntas existenciales, una relativa a si
la OTAN tenía que existir o no tenía que existir, salvada positivamente;
otras relativas a si era posible un modelo estrictamente europeo sin el
vínculo atlántico, lo cual se resolvió también positivamente, y a la
propia renovación de la Alianza Atlántica en términos de su despliegue,
de su estructura de mandos o también, en este caso, las vicisitudes de la
ampliación tanto en lo que se refería al primer Consejo de cooperación
como a la Asociación para la Paz o a la ampliación en este momento en que
estamos de acuerdo en los términos de la resolución, es decir, que debe
depender del derecho de los países que quieran formar parte de la Alianza
Atlántica --por supuesto, sometido a las condiciones de ratificación de
los integrantes de la Alianza--, sin que ningún país tercero tenga
derecho de veto sobre esa decisión. Ha manifestado también algo, en lo
que estoy absolutamente de acuerdo, que es la importancia del vínculo
transatlántico. Es obvio que un fortalecimiento de la dimensión europea
de la defensa históricamente en este momento, no puede plantearse sin el
reforzamiento del vínculo transatlántico ni al margen



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de él y eso depende también de circunstancias políticas, económicas y,
por supuesto, también técnicas. Dicho de otra manera, yo creo que en la
reunión de Berlín se produce un avance muy sustancial y muy importante de
la identidad europea de seguridad y defensa y hay que seguir
perfeccionando (se han referido hoy otros portavoces, singularmente el
portavoz de Convergència i Unió y el portavoz del Partido Nacionalista
Vasco, señor Anasagasti) ese pilar europeo que es la identidad europea de
seguridad y defensa, siendo la primera vez que en el marco europeo y en
el marco de la Alianza Atlántica se da la posibilidad de desarrollo de
una política europea en términos de defensa; la primera vez, lo demás han
sido construcciones más o menos voluntaristas. Por tanto, estoy de
acuerdo cuando se dice que hay que seguir apostando por el
fortalecimiento de esa identidad europea de seguridad y defensa y es
exactamente lo que estamos haciendo no solamente en el marco de la
política del Gobierno sino en el marco de la propuesta que el Gobierno
envía a la Cámara a la hora de manifestar su posición en relación con la
Alianza Atlántica. Parece bastante lógico que en medio de este proceso no
decida nadie por nosotros, sino que, en pie de igualdad con los demás,
tengamos capacidad de decisión en la estructura de esa nueva arquitectura
de seguridad y, por tanto, en la definición de nuestros intereses y de
los intereses comunes o conjuntos.

Ha habido dos cuestiones --el señor González se ha referido a ellas en
tono distinto, que agradezco, al de otros portavoces-- que quisiera
despejar de entrada en este momento respecto de la posición española.

En primer lugar, quiero decir, como ya lo he manifestado en mi primera
intervención, que la decisión de España no obligará ni añade nuevas
obligaciones a las que ya tenemos, ni nos lleva más allá del Tratado de
Washington, ni vulnerará la autorización de estas Cortes de 1981, a las
que se ha hecho referencia, ni vulnerará ninguna de las condiciones del
referéndum. El señor Anguita se ha referido a eso junto con otros
portavoces. Le quiero decir que las condiciones del referéndum, como S.

S. sabe muy bien, eran tres: primera, la no nuclearización; segunda, la
reducción de las fuerzas norteamericanas y, tercera, la no integración en
la estructura militar. Muy bien.

Quiero aclarar, porque alguien ha preguntado sobre el tema nuclear (y
contesto en el sentido de cortesía parlamentaria porque para mí no hay
tal cuestión), que el territorio español está desnuclearizado desde el
Tratado de Amistad, Defensa y Cooperación con Estados Unidos de 1976. La
desnuclearización fue reiterada en acuerdos bilaterales en 1982 y 1988.

En la autorización al Gobierno por las Cortes Generales para la Adhesión
al Tratado del Atlántico Norte, en octubre de 1981, la Cámara exigió la
no aceptación de almacenamiento e instalación de armas nucleares de la
Alianza en territorio español y posteriormente, en el referéndum
consultivo de 1986 se estableció la prohibición de instalar, almacenar o
introducir armas nucleares en territorio español.

Señor Anguita, señoras y señores Diputados, el Gobierno no tiene la más
mínima intención de variar esta situación, no tiene motivo alguno para
hacerlo, ni lo va a hacer. Por tanto, no hay ninguna cuestión que
plantear en ese terreno, si se quiere hablar de este tema en términos
serios; si lo que se quiere hacer es lanzar a la opinión puras falacias o
falsedades que naturalmente pueden quedar aleteando por ahí, es otra
cuestión distinta. No hay la más mínima cuestión en el terreno nuclear
que nosotros tengamos que rectificar.

La segunda cuestión se refiere no voy a decir a una noticia más o menos
parcial, a una información o a una desinformación sino a un disparate,
que es el hecho de la presunta negociación para el retorno de fuerzas
norteamericanas y utilizar bases. Quiero aclarar a algún señor Diputado,
me parece que se le ha deslizado al señor Mauricio, que no hay bases
militares extranjeras en España. Hay bases españolas, nada más que bases
españolas, y semejante idea no puede producirse más que probablemente en
una mente fantasiosa. Dicho de otro modo, señor Anguita y distintos
señores portavoces que se han referido a este asunto: no ha habido
ninguna conversación ni ninguna negociación en ese sentido. No hay
ninguna conversación ni ninguna negociación, y no hay ninguna razón para
que haya conversación o negociación al respecto, lo digo con toda la
claridad ante esta Cámara y, por supuesto también con todas sus
consecuencias.

Además, en términos de cumplimiento de referéndum tengo aquí las cifras
del compromiso derivado de las condiciones del mismo y de la reducción
del personal norteamericano en España. Si en 1986 era de 14.224 en este
momento en términos de hecho hay una presencia real de 3.500, que es en
general lo que determina lo que se llamaría, según los términos de la
pregunta, las condiciones de la reducción; pregunta que yo no digo ahora
si fue bien o mal hecha, porque no es el debate de este momento, sino que
respondería a una acusación o a una imputación de distintos portavoces
parlamentarios.

Respecto a la no integración de España en la estructura militar
integrada, tampoco se vulnera el contenido del referéndum por una
sencilla razón, porque deja de existir la estructura militar integrada y
se cambia por una estructura de mandos en un escenario nuevo en el que
resultaría, como he dicho, absolutamente ridículo que España no se mueva,
cuando todos los demás se muevan, que España dependa de cómo los demás
defienden sus intereses y no seamos capaces de defender el nuestro,
cuando todos los que antes estaban fuera ahora quieren estar dentro. Por
decirlo de alguna manera, hasta Rumanía quiere formar parte de la Alianza
Atlántica, señor Anguita, lo cual es una posición absolutamente
razonable, pero querrá formar



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parte de la Alianza Atlántica defendiendo también lógicamente su posición
y sus intereses. No creo necesario, por tanto, insistir más en este
aspecto, a lo que añado otra consideración.

He dicho antes que el Gobierno no estaba obligado a mandar esta
comunicación a la Cámara, pero lo ha hecho buscando el mayor consenso, y
es una actitud que siempre mantendremos cuando se trate de temas que
afecten al interés nacional o a temas que puedan entenderse como interés
de Estado. Agradezco su actitud a los que han mantenido una posición
constructiva; pero quiero decir que este debate no lo van a ver repetido
SS. SS. en países europeos que también van a tener que acomodar su
posición, ni mucho menos en términos de un referéndum. Por eso, cuando se
dice que, quien hace el debate o quienes apoyamos esta resolución
consideramos a los ciudadanos menores de edad, ¿qué diría alguno de
ustedes en un país donde ni siquiera se hace debate y se toman las
decisiones porque legal o constitucionalmente el Gobierno las puede
tomar? Sin duda, no me parece un argumento de peso.

Por último, el señor González --luego volveré a algunos aspectos aludidos
por el señor Anguita-- se ha referido a la importancia de lo que supone
el Mediterráneo para el interés estratégico español en el marco europeo,
también en el marco de la Alianza Atlántica. Estamos absolutamente de
acuerdo que en el marco de la Alianza Atlántica hay que reforzar
claramente lo que significa el espacio mediterráneo. Nosotros deseamos no
solamente continuar --y a ello estamos dedicando algunos esfuerzos,
espero, dentro del consenso general-- con lo que significó el impulso de
la Conferencia de Barcelona, sino que, como saben SS. SS., también en el
marco del Mediterráneo, se acaban de producir algunos movimientos, sin
duda incipientes en el marco europeo, como es la conjunción de esfuerzos
en Eurofor, Euromarfor; por cierto, Eurofor ha relevado recientemente su
mando y en este momento está comandado por un general español.

El señor Molins ha hecho también el elogio del consenso y ha hablado del
cambio del escenario y del cambio de las estructuras. Quiero resaltar
también, con el señor Molins, lo acertado de la declaración de Berlín.

Los cuatro puntos de la declaración de Berlín, que afrontan el futuro de
la Alianza Atlántica en términos de reforma de estructuras, ampliación,
relaciones con Rusia, son cosas que realmente marcan el futuro y los
pasos que hay que dar, desde un punto de vista operativo, muy claramente,
en interés de la propia Alianza Atlántica y, por tanto --estoy
convencido--, en nuestro interés.

Ya he dicho que no se alteran las condiciones del referéndum, y me parece
muy bien las prioridades a que se ha referido: el desarrollo de la
identidad europea de seguridad y defensa. Cuando se habla del
fortalecimiento de esta identidad, hay que referirse a ello, como digo,
en términos políticos, económicos y técnicos; a veces, no es difícil, es
fácil pronunciar un discurso --no estoy hablando del señor Molins-- en
términos de fortalecimiento europeo, es difícil, luego, tomar las
decisiones en ese sentido y, sobre todo, ser consecuente con ello,
incluso en términos presupuestarios. Excuso decir a SS. SS. lo difícil
que es mantener algunos presupuestos en materia de defensa en este
momento; pero no se puede hacer la gran prédica de la responsabilidad
europea en materia de defensa y terminar diciendo, simplemente, que
paguen los demás. Esa política no es posible. En términos políticos,
económicos y técnicos hay que ir avanzando en la responsabilidad europea,
pero, siempre, en el marco de la Alianza, y siempre sin detrimento del
vínculo transatlántico.

El señor Molins se ha referido también a los países del Este. Nosotros
somos partidarios de la ampliación, en los términos que se señalan en
esta resolución. Las relaciones con Rusia --a las que también se ha
referido el señor González-- forman uno de los ejes esenciales de la
nueva política de la Alianza Atlántica, de la nueva Alianza Atlántica
renovada, en la cual, efectivamente, hay que llegar a una relación
singular entre la Alianza y Rusia, y explotar todas las posibilidades que
de esa relación se deriven para la arquitectura de seguridad europea.

Por último, ha hecho una referencia a las Fuerzas Armadas españolas y a
su necesidad de adaptación. Quiero decir que está próxima la
promulgación, por el Presidente del Gobierno, de la nueva directiva de
defensa nacional, también en ese proceso de adaptación de nuestras
Fuerzas Armadas y de nuestros ejércitos a las nuevas realidades y a las
nuevas situaciones, y espero que a finales de este mes de noviembre el
Gobierno presente ante la Cámara el informe definitivo sobre el proceso
de profesionalización de las Fuerzas Armadas (un compromiso electoral del
Partido Popular, también de Convergencia i Unió; un compromiso del debate
de investidura), para que los distintos grupos parlamentarios puedan ir
debatiendo y discutiendo ese informe del Gobierno en los plazos previstos
por el propio Parlamento. Comparto plenamente con el señor Anasagasti su
preocupación por la identidad europea, ya me he referido a ello. Espero
también que en el marco de la Conferencia Intergubernamental y en el
desarrollo del segundo pilar podamos avanzar al respecto. Sabe usted que
en este momento ha habido avances en el ámbito europeo (me he referido a
Eurofor, Euromarfor; existe también el Eurocuerpo, o Cuerpo de Ejército
Europeo) y una conexión más intensa e interesante entre los distintos
países, no solamente en términos estrictamente militares, como he dicho
antes, sino por supuesto, en términos políticos. Vamos a seguir avanzando
en ese fortalecimiento, no solamente en el desarrollo europeo, sino
también en el desarrollo estricto de los intereses españoles.

Aprovecho para decirle al señor Anasagasti, le interesará aunque no forma
parte del ámbito de defensa,



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porque creo que es una buena noticia, que el Presidente del Parlamento
Europeo para el próximo período de sesiones, hasta que se cumpla la
legislatura de cinco años, será un español; será don José María
Gil-Robles que ha sido elegido hoy por el Partido Popular Europeo, de
acuerdo en la votación posterior con el Grupo Socialista Europeo. Por
tanto, como ya ocurrió en otra ocasión España tendrá dentro de poco, en
un proceso muy importante de desarrollo final de la Conferencia
Intergubernamental, la responsabilidad de tener a un español al frente
del Parlamento Europeo.

Señor Mauricio, le tengo que decir que lamento que Coalición Canaria no
se haya sumado, desde el comienzo, a la resolución. Lo lamento y se lo
pido. Le pido que se sume; le pido que haga el esfuerzo de sumarse y de
compartir con los demás este amplio consenso parlamentario, porque creo
sinceramente, señor Mauricio, y estoy convencido que íntimamente S. S.

también lo cree, no hay ninguna razón para no hacerlo. Yo he dicho
claramente en mi intervención que las islas Canarias deben depender del
mando aliado establecido en España --no puedo ser más expresivo al
respecto--, como otra parte del territorio nacional.

Además, usted sabe muy bien que la doctrina, dentro de la Alianza
Atlántica, es que el mismo territorio no esté dividido entre varios
mandos. Yo pido al señor Mauricio que no confunda la prudencia con la
duda. Duda, no hay; hay prudencia simplemente a la hora de reflejar en un
proyecto de resolución parlamentaria lo que debe ser un margen razonable
para cualquier Gobierno, para éste y para cualquiera. Le pido que eso lo
tenga en cuenta. No apele usted, por tanto, señor Mauricio, y permita que
se lo diga, a la duda; apele simplemente a la prudencia y sepa que en
esta resolución está razonablemente salvaguardado lo que a usted le
preocupa.

He hablado de esa pequeña equivocación respecto de las bases extranjeras
y también de las circunstancias relativas a la no nuclearización en una
política que no tiene por qué sufrir, ni sufrirá variación.

Agradezco también al portavoz de Unión Valenciana, señor Chiquillo, su
apoyo a la resolución. Creo que, en los términos generales que he
comentado hasta ahora, me he referido a alguna de las cosas que él ha
tratado.

En contra de la resolución se han manifestado el portavoz de Izquierda
Unida, señor Anguita; el señor Vázquez, del bloque Nacionalista Gallego;
la señora Rahola y la señora Lasagabaster, también del Grupo Mixto. Ya me
he referido a algunas de sus consideraciones. De la señora Rahola
respecto a las condiciones del referéndum; de la señora Lasagabaster que
también se ha referido al referéndum y a la supuesta minoría de edad,
que, como digo, debemos ser una excepción en eso, y también respecto al
portavoz del Bloque Nacionalista Gallego, sobre algunos aspectos que
había comentado respecto de los criterios nucleares o de la presencia
norteamericana en el futuro en nuestro país.

Se ha manifestado también en contra el señor Anguita. El señor Anguita ha
planteado su intervención agrupándola en tres grandes conceptos. Primero
ha dicho que este debate estaba sometido a sospecha. Tengo que decirle
que no sé por qué; no sé cuál puede ser la sospecha. Tampoco entendería
que hubiese sospecha respecto a qué, si no hubiese debate, pero, habiendo
debate, no sé cual es la sospecha. Le ruego que si usted tiene alguna
duda seamos capaces de despejarla aquí porque estoy seguro que la
despejaremos sin ningún problema.

En segundo lugar, que Europa renuncia nada menos que a la construcción de
su propia política de defensa y su propia identidad europea de defensa.

Acabo de comentar que justamente una de las ventajas de la reforma de la
Alianza consiste en que por primera vez se puede trabajar en el seno de
la misma en la identidad europea de seguridad y defensa.

Señor Anguita, no basta proponer, haciendo castillos en el aire,
alternativas que no se tienen de pie, permítame que se lo diga. Cuando se
propone una operación concreta hay que saber si es posible o no, y cuando
se propone una política europea de defensa hay que saber si es mantenible
o no. Decir en este momento que se renuncia al fortalecimiento del
contenido del pilar o de una identidad europea de defensa cuando podemos
impulsar, dentro de la Conferencia Intergubernamental, la política
exterior de seguridad común, que podemos impulsar en el marco de la
Alianza la identidad europea de seguridad y defensa, a mí me parece al
menos un poco exagerado.

La tercera consideración que ha defendido el señor Anguita es que
conculcamos la Constitución. Creo francamente que no, en ningún caso, en
ningún terreno.

La cuarta, que me ha parecido la más notable, es que con estas decisiones
estamos abocados a una nueva guerra fría en breve plazo. Tengo que
decirle que nunca había escuchado esto en los últimos tiempos, señor
Anguita, se lo digo; es a usted a la única persona que se lo he
escuchado. Entonces no me extraña que usted se considere solo. Es difícil
no considerarse solo, pero el problema no es considerarse solo, el
problema es, si además de estar solo, está equivocado. Creo, señor
Anguita, que está usted equivocado. En este momento podremos tener muchos
problemas, estamos resolviendo problemas en Bosnia, y probablemente
España --aunque no forma parte del marco de la Alianza-- como saben SS.

SS., va a intervenir y va a enviar unos soldados --que estoy seguro harán
una labor extraordinaria-- a resolver el conflicto en el Zaire, pero
hemos participado, como se ha dicho, en Bosnia en lo que es la primera
acción de la Alianza Atlántica. Usted no me puede decir que la Alianza
Atlántica ha hecho 50, 100, 2.000 intervenciones; la primera es en
Bosnia, lo hace bajo mandato de Naciones Unidas, en el marco



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de la Alianza, con países que no forman parte de la Alianza, con Rusia, y
además lo hace bien.

Creo que esa es una posición, señor Anguita, que no se mantiene, salvo
que usted fuese partidario de lo anterior. Yo no lo creo, pero convendría
tal vez que usted, señor Anguita, lo explicase de alguna manera.

Le invito a la reflexión, le invito a que no se queden ustedes atrás; a
que sean capaces de mirar hacia adelante; a que vean estos actos como un
debate absolutamente de normalización y vean que no existe ningún sentido
en este momento, después de lo que ha pasado en el mundo y en Europa,
para que la Alianza Atlántica continúe siendo objeto de división; y a
darse cuenta, señor Anguita, y se lo digo con la mayor cordialidad, que
vivimos en 1996, no en 1989, en 1986, en 1982, ni en 1954. Han cambiado
las cosas para todos, señor Anguita, incluido para ustedes, aunque no se
den cuenta. Por eso, nuestra obligación es intentar que se den cuenta.

(Aplausos.--Algunos Diputados del Grupo Parlamentario Federal de
Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya muestran a la Cámara carteles en
los que se lee: «OTAN, no.»)
A mí no me parece bien ni mal que ustedes saquen un cartelito que ponga:
«OTAN, no», pero por mucho cartelito que saquen no tienen más razón. Creo
que siguen estando ustedes equivocados. (Aplausos.)
He contestado a la cuestión del referéndum. También al tema de lo que es
la presencia norteamericana. Lo mismo en relación a lo que es la Alianza
Atlántica en su actuación con Bosnia. También en relación con la
identidad europea de seguridad y defensa.

Por último, me queda simplemente hacer una breve referencia en relación
con lo que ha dicho el señor Anguita de los gastos de la decisión. Yo
creo que el mayor gasto, el coste, señor Anguita, es no tomar esa
decisión, que otros decidan por uno, o simplemente no apostar por la
estabilidad y la seguridad que supone también esta decisión para España y
en su contribución a la estabilidad general. Por tanto, señor Anguita, le
invito a que reflexionen en el deseo de que su grupo parlamentario
también se sume a un consenso, que estoy absolutamente convencido --me
perdona, porque no quiero entrar en esas consideraciones-- que al menos
muy buena parte de sus electores y votantes así lo desearían.

Quiero dar las gracias a los portavoces parlamentarios. Creo que hoy se
toma una buena decisión dentro de un debate pleno de normalidad y que
hemos servido correctamente el interés nacional español.

Gracias, señor Presidente. (Aplausos.)



El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Presidente del Gobierno.

Tiene la palabra el señor Anguita.




El señor ANGUITA GONZALEZ: Señor Presidente, señoras y señores Diputados,
señor Presidente del Gobierno, S. S. me invita a la reflexión y yo
tranquilamente voy a reflexionar con S. S., pero no a la luz del tópico
sino a la luz de la serena razón, de la concatenación de juicios y de la
experiencia de lo que ha pasado en los últimos años.

Muchos intervinientes han estado en esta tribuna, especialmente S. S., y
todos vienen a decir lo mismo: Todo ha cambiado. Sin embargo, apuestan
por una vieja estructura militar remozada. Primera contradicción que
tienen ustedes, que están afirmando que el mundo ha cambiado, que ha
desaparecido el peligro del Este, que ya no existe la tensión y votan por
una estructura totalmente militar. La confusión la tiene usted en su
cabeza, señor Aznar, y en sus argumentos, puesto que si reconoce que no
hay peligro de enfrentamiento, ¿a qué viene estar en una estructura
puramente militar? Me aclara esto, señor Aznar, Pero además me lo aclara
con los propios argumentos que S. S. dio aquí en la primera intervención:
que los problemas de seguridad ya no son estrictamente militares, y sin
embargo se pide la integración en una organización militar. Esa
contradicción está en su cabeza, señor Aznar. Usted se la tiene que
clarificar.

Sigamos. Quien aquí ha estado clarísimo --y no comparto con él su
exposición-- es el señor Anasagasti, que ha venido a decir que todo el
mundo canta la gallina ante la presión de Estados Unidos. Ha sido el
único que ha sido sincero en esta tribuna, aparte del portavoz de
Izquierda Unida. El único. (Rumores.) No se puede hacer nada. Cuando los
americanos dicen que esto hay que hacer, hay que convencerlos. Esta es la
auténtica razón y no hay otra. Esta es la razón que ha mostrado aquí el
señor Anasagasti, utilizando otros textos que ha leído.

Señor Aznar, ha tenido usted en su intervención un lapsus; supongo que
será un lapsus. Al comienzo de su segunda intervención ha dicho: Esta es
una decisión aceptable por la inmensa mayoría de esta Cámara y de los
ciudadanos. ¿Y cómo lo sabe? ¿Por qué no convoca usted un referéndum? Ha
dicho de esta Cámara y de los ciudadanos. Su señoría ha separado los dos.

De esta Cámara lo tiene. ¿Pero de los ciudadanos qué instrumento tiene S.

S.? ¿Qué encuesta? (Un señor Diputado: Nosotros los representamos.) ¿Por
qué no va al referéndum? (Rumores.)



El señor PRESIDENTE: Señorías, silencio. No interrumpan al orador.




El señor ANGUITA GONZALEZ: No se alteren, señorías. Déjenme proseguir.

Cuando esta Cámara aprobó la entrada de España en la OTAN y se produjo un
referéndum, la relación que había aquí entre escaños no se correspondía
con la votación. En absoluto. No quieran mantener la ficción de que
siempre se corresponde lo que hay aquí con lo que hay en la calle. Por
supuesto que esta es la



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representación de la soberanía nacional, pero hay momentos en que esta
representación está muy lejos de lo que piensa la calle. Y si no ¿por qué
no convoca un referéndum? Veremos quién lleva razón. No puede hablar, por
tanto, de que la inmensa mayoría de la sociedad está de acuerdo. La
prueba de la práctica: convoque un referéndum. Ya veremos cuánto apoyo
puede tener. (Rumores.)
Señor Aznar, ha planteado algo que a mí me llama la atención en su
intervención: el Gobierno no estaba obligado a traer esta comunicación.

Vamos a ver por qué. Artículo 94.1 de la Constitución Española: «La
prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio de
tratados o convenios requerirá la previa autorización de las Cortes
Generales...». Esto es para una resolución. El mantenimiento de lo que yo
dije continúa siendo el siguiente: Aquí hay una pérdida de soberanía que
exigiría una ley orgánica. Por tanto,
S. S. ha traído la comunicación porque está obligado por la Constitución
a traerla, porque nos incorporamos a una estructura militar que implica
pérdida de soberanía. No es un capricho ni un acto de generosidad del
Gobierno que S. S. preside.

Su señoría ha querido, en cierta medida, matizarme y ha planteado lo
siguiente: Señor Anguita, no nos integramos; de aquí no sale la
integración plena; en el fondo lo que se va a votar es una autorización
para que discutamos en el seno de la Alianza cuál es el resultado final.

Vale. ¿Va a traer S. S. el acuerdo final para que lo ratifiquemos? Porque
sería la conclusión lógica. Voy a repetir. Si aquí lo que estamos
debatiendo es acerca de una aproximación al objetivo final que tiene que
aprobar la cumbre de la OTAN, en la primavera del año que viene, y este
Congreso de los Diputados da la autorización para que comencemos a
aportar en la discusión, cuando ésta termine, ¿por qué no se compromete a
traer aquí el texto final? Esa sería la conclusión de su propio
pensamiento, señor Aznar, de su propia explicación, no del mío. Señor
Aznar, si esto no es así, si S. S. no se compromete, sigo manifestando
que esta Cámara está dando un cheque en blanco --que nadie se llame a
engaño--, salvo que en su intervención ahora me lo clarifique.

No podemos desvincularnos de la OTAN por razones económicas y por razones
políticas. De modo que no podemos desvincularnos porque hay razones
económicas y políticas que hacen imposible que nos desvinculemos de una
estructura militar. Esa es la confesión palmaria de que detrás de la OTAN
hay lo que nosotros seguimos llamando imperialismo económico, político y
militar. Si no, explique qué significa la vinculación de lo económico y
de lo político a una estructura militar, salvo que se tenga todavía la
idea de que la guerra no es ni más ni menos que la política con otros
instrumentos, cosa que parece ser que ya ha periclitado.

Señor Aznar, el pilar europeo (a base de repetir la palabra europeo
confían en que todo el mundo se trague el anzuelo) y la política europea
quiere decir política única, sola y exclusivamente europea. Señor Aznar,
¿por qué no recordamos los documentos que yo he citado aquí, en concreto
la Carta de París, donde se da un impulso a la Conferencia de Seguridad y
Cooperación Europea, y dice: Ese es el instrumento? ¿Por qué no hablamos,
por ejemplo, del sentido que tienen las misiones Petersberg? ¿Por qué no
planteamos esa iniciativa que hace Alemania, Francia, a la que se suman
Bélgica y España, diciendo que ésta tiene que ser una política
exclusivamente europea? Señores que van a votar esta comunicación, en
esta tribuna durante muchos años ha habido un discurso paneuropeísta,
pero a la hora de la verdad, ni al revisar el Tratado de Maastricht se
revisan las condiciones de convergencia, es decir, el 90 por ciento, y la
política exterior y de seguridad compartida no la define Europa, la
define la Alianza Atlántica y Estados Unidos. ¿Díganme si esto es un
discurso paneuropeo o de construcción europea? Porque lo que se diseña es
que Europa tenga una autonomía, sí, pero dentro del marco de la OTAN.

¿Eso es una política europea? ¿Me pueden explicar esta contradicción?
Su señoría asegura que no hay conversaciones. Bueno, pues no hay
conversaciones, señor Serra; sépalo usted. No hay conversaciones, don
Inocencio Arias y señor embajador de los Estados Unidos. Afirmación
solemne del Presidente del Gobierno: no hay conversaciones ni las habrá
sobre este extremo. De acuerdo. Simplemente tomo nota y espero que figure
en el «Diario de Sesiones» para poder hablar de esta cuestión. Pero sepa
usted, señor Serra, que no ha habido conversaciones, y si S. S. estuvo,
fue el sueño de una noche de verano; sería quizá el ectoplasma o sería
otra cuestión; su señoría no estaba. (Rumores.)
Segunda cuestión: ¡Qué juego de palabras más interesante! Todo se hereda,
señor Aznar, además de la Presidencia del Gobierno. (Risas.) Resulta que
no podemos hablar de la estructura militar integrada porque ahora no
existe; estamos en el mando único. Es lo mismo. El problema es que con lo
que se llamaba estructura militar integrada hacía referencia a la unidad
de mando. Es decir, que un general americano casi siempre daría órdenes a
generales españoles. Esa es la estructura militar integrada, pero ahora
se llama de otra manera: la unidad de mando. Es lo mismo. Ha cambiado el
nombre. Por tanto estamos, según la terminología clásica, en la
estructura militar integrada, que ya no se llama así, se llama ahora
unidad de mando. Es lo mismo. Se conculca el referéndum.

Tercera cuestión: Su señoría ha afirmado aquí que en absoluto va a haber
ni bombas ni artilugios nucleares en tránsito ni almacenamiento. Le hago
una pregunta sencillita. ¿Su señoría está en condiciones de explicar
aquí, en esta Cámara, qué instrumentos tiene el



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Gobierno para verificar esa comprobación? Salvo que el Gobierno me diga
que se fía de la palabra de los Estados Unidos de América, y entonces le
pondríamos la medalla a la ingenuidad. Yo quiero que usted explique aquí
que la afirmación solemne de que no va a haber tránsito de armamento
nuclear, ¿en qué se basa, en qué instrumentos de comprobación, en qué
controles de un Gobierno soberano sobre el tránsito de fuerzas armadas de
otro país? Conteste a esto.

Una cuestión que debiera servirnos para reflexionar. El señor Aznar dice:
Hasta Rumanía. El problema es, como dije al principio de mi intervención,
que los antiguos países llamados del socialismo real plantean la
incorporación también para estar en la Unión Europea, pero se encuentran
después con algo muy chocante, y es que aspiran a entrar --lo que se les
plantea-- en esta aldea global y después reciben el portazo en las
narices porque no puede haber para todos. Esta es una cuestión de la que
ya hablaremos más adelante.

¿Por qué he dicho que hay un debate bajo sospecha? Porque es lógico,
después de todo lo que se ha armado. El señor Presidente del Gobierno o
el señor Serra hubiesen comparecido ante el Congreso de los Diputados
antes de este debate para afirmar: Desmentimos rotundamente...; y no
hacerlo en el momento de este debate. Porque cuando aparece una
información no desmentida por la embajada americana, dígame, señor Aznar,
si no merecía la pena de que esto se dijera. Me dicen que sí. No, señor
Serra.

Seguimos. Europa no puede renunciar a la ventaja del pilar europeo dentro
de la OTAN. ¿La ventaja? ¿Pero no estamos construyendo una Europa nueva?
¿Pero no estamos haciendo realidad lo que planteó Spinelli hacia la
construcción de un Estado federal que indica una total independencia,
soberanía en aspectos económicos y en aspectos militares? ¿Por qué de
pronto ese tirar hacia conservar a la Unión Europea dentro del ámbito del
pilar norteamericano? ¿Dónde está la identidad de la construcción
europea? Explíquemelo, señor Aznar.

¿Por qué ha hablado de la guerra fría? ¿Cuáles son las características de
la guerra fría? Veamos algunas. Para empezar, el mantenimiento de una
tensión bélica y, por tanto, el diseño del enemigo. Tanto uno como otro
bloque tenían diseñado el enemigo. Ahora mismo está diseñado el enemigo,
las ex repúblicas soviéticas, los fundamentalismos, determinados países
árabes y lo que se llama en la cumbre de la OTAN de 1990 los peligros del
Sur ¿A qué Sur hacía referencia? En segundo lugar, ese enfrentamiento y
ese diseño del enemigo va acompañado siempre de una fuerza coercitiva, es
decir, de una intensificación de la capacidad militar, que en este caso
es una capacidad militar que no ha abandonado la disuasión nuclear. ¿O es
que esta nueva OTAN ha abandonado la disuasión nuclear? ¿En qué documento
consta que han abandonado la disuasión nuclear? Por tanto, contéstese si
esta segunda característica no plantea algo sobre una nueva guerra fría.




El señor PRESIDENTE: Señor Anguita, le ruego vaya concluyendo.




El señor ANGUITA GONZALEZ: Estoy terminando. Es que el señor Presidente
ha sido extenso y ha dicho tantas cosas, y qué cosas, que hay que
contestárselas. (Risas.)
Señor Presidente, se diseña, y lo sabe S. S., con la pretensión de que
varios países, conocidos en la terminología como pecos, se puedan
incorporar a la estructura de la OTAN, toda una reacción virulenta en
declaraciones; pero ya en el inicio de reuniones, como las que hoy tienen
lugar en Moscú, plantean el despliegue de misiles rusos en el territorio
de Bielorrusia. ¿Esto no es una respuesta a lo que aquí se está
planteando? Eso es un planteamiento de otra versión de la guerra fría.

En definitiva, señor Aznar, no es un problema de no haber entendido.

Todos los que estamos en esta Cámara tenemos muy claro lo que queremos.

En concreto, nosotros les hemos entendido a ustedes demasiado bien, igual
que todo lo que hoy están defendiendo. Estas posiciones nos han
enfrentado en el pasado y nos van a seguir enfrentando porque son
posiciones de concepción profundas y distintas. Por tanto, seguiremos
debatiendo aquí, en esta Cámara, y lo vamos a manifestar con el ejercicio
de ciertas acciones que no creo que rompan el velo de la seriedad de esta
sacrosanta casa por enseñar un cartelito en el que expresamos que no
estamos de acuerdo; aquí y, en la medida en que podamos hacer
actuaciones, en otros lugares. Esta es nuestra palabra, estas son
nuestras ideas y esta es nuestra lucha. (Aplausos.)



El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Anguita.

El señor Presidente del Gobierno tiene la palabra.




El señor PRESIDENTE DEL GOBIERNO (Aznar López): Muchas gracias, señor
Presidente.

Simplemente deseo puntualizar algunos de los argumentos del señor Anguita
y, por cierto, uno que antes he omitido.

Ha dicho el señor Anguita que, bien el Presidente del Gobierno, bien el
Ministro de Defensa, debían haber comparecido ante la Cámara para
desmentir toda esa falacia que he dicho antes de unas supuestas
conversaciones o negociaciones para el incremento, incluso el retorno, de
las fuerzas norteamericanas a las bases españolas en un plazo de tiempo
breve. Yo le voy a decir, con toda claridad y con toda franqueza, señor
Anguita, que no estoy dispuesto a estar desmintiendo cualquier disparate
que se le ocurre a cualquiera todos los días, precisamente porque no me
parece serio. A mí no me parece serio venir a esta Cámara a desmentir un
disparate que no tiene el más mínimo fundamento. Si es usted el que dice
que se ha organizado no



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se sabe qué, le invito a que utilice el trámite parlamentario y haga la
pregunta correspondiente al Gobierno, si es que cree que la tiene que
hacer. No ocurra como con otras decisiones del Gobierno, que se alimentan
algunos supuestos escándalos y luego llega el turno de preguntas
parlamentarias y no hay ni una sola pregunta parlamentaria para que el
Gobierno pueda contestar. A mí eso no me parece lo razonable en este caso
y en los demás. No estoy dispuesto a hacer comparecer ante la Cámara a
ningún ministro para ir desmintiendo los disparates que se le ocurren a
cualquiera y, por supuesto, tampoco el Presidente del Gobierno.

En segundo lugar, usted entiende, señor Anguita, que hay alguna confusión
en mi cabeza. Pues es una confusión bastante compartida en España,
bastante compartida en Europa. Probablemente alguien un poco más gracioso
diría que una confusión que comparte bastante el mundo mundial, pero es
lo mismo. En todo caso, señor Anguita, no sé qué hacer para convencerle
de que me parece un poco absurdo a estas alturas que usted, por el hecho
de pertenecer a la Alianza Atlántica, nos considere --cosa que no estaba,
en absoluto, en el interés ni en la voluntad del señor Anasagasti-- poco
menos que lacayos de los norteamericanos. ¿Y qué éramos antes que no
estábamos en la Alianza Atlántica? ¿Superlacayos? ¿Y qué son los demás
que pertenecen a la Alianza Atlántica? ¿Qué son los franceses, los
ingleses, los italianos, los alemanes? ¿Qué son ésos? ¿Y qué quieren ser
los polacos, los checos, los rumanos? ¿Qué quieren ser ésos? ¿Quieren ser
también lacayos o quieren pertenecer a una estructura que da seguridad y
que cuando hay que hacer una operación de paz como la de Bosnia, la única
que ha hecho la Alianza Atlántica, es capaz de hacerla en los términos
que lo ha hecho? ¿O es que usted está en desacuerdo con lo que se ha
hecho allí y cómo se ha instrumentado la política de la Alianza Atlántica
al respecto?
En tercer lugar, señor Anguita, usted confunde los términos de lo que
significa una autorización de las Cortes o de la Cámara. La autorización
ya se dio. Esta Cámara, que representa la soberanía popular, hoy da un
respaldo a un mandato negociador del Gobierno, no a la negociación de un
nuevo tratado ni de un nuevo acuerdo, sino a un mandato negociador del
Gobierno en términos de una posición estrictamente española. Esa es la
realidad, aunque a usted no le guste. Ha cambiado, como le he dicho
antes, para todos, incluido para usted. Y como sabe que soy persona
bastante perseverante, seguiré perseverando para que usted, señor
Anguita, deje de estar solo y equivocado y se ponga de parte del sentido
común y de la mayoría que en este momento defiende los intereses de
España.

Gracias, señor Presidente. (Aplausos.--El señor Anguita González pide la
palabra.)



El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Presidente.

Señor Anguita, sabe S. S. que reglamentariamente el turno ha concluido.




El señor ANGUITA GONZALEZ: Señor Presidente, se me ha atribuido una
expresión que no he utilizado.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra por un minuto, señor Anguita.




El señor ANGUITA GONZALEZ: Señor Aznar, la expresión «lacayos» la ha
utilizado S. S.; yo no.




El señor PRESIDENTE: Gracias, señor Anguita.

Se suspende la sesión hasta mañana a las diez de la mañana.




Eran las siete y cincuenta minutos de la tarde.