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DS. Congreso de los Diputados, Comisiones, núm. 726, de 30/06/1999
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CORTES GENERALES



DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS



COMISIONES



Año 1999 VI Legislatura Núm. 726



ECONOMÍA, COMERCIO Y HACIENDA



PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. FERNANDO FERNÁNDEZ DE TROCÓNIZ MARCOS



Sesión núm. 74



celebrada el miércoles, 30 de junio de 1999



ORDEN DEL DÍA:



- Comparecencia del señor vicepresidente segundo del Gobierno y
ministro de Economía y Hacienda (De Rato Figaredo) para informar
sobre la evolución de la economía española y sus perspectivas.

Apetición propia. (Número de expediente 214/000126.) ... (Página 207543
)




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Se abre la sesión a las nueve y treinta y cinco minutos de la mañana.




El señor PRESIDENTE: Buenos días, señoras y señores diputados.




Abrimos la sesión de la Comisión de Economía, Comercio y Hacienda -la
última posiblemente de este período de sesiones- con la
comparecencia, a petición del Gobierno, del vicepresidente segundo
del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, don Rodrigo de Rato
Figaredo, para informar sobre la evolución de la economía española y
sus perspectivas. Seguiremos el orden tradicional de intervenciones
en este tipo de comparecencias, que se desarrollará también como es
habitual siempre que realizamos este tipo de actos parlamentarios.

Sin más, tiene la palabra el señor vicepresidente segundo del
Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, don Rodrigo de Rato.




El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO DEL GOBIERNO Y MINISTRO DE ECONOMÍA Y
HACIENDA (De Rato Figaredo): Señor presidente, señorías, buenos días
a todos.

Es para mí una satisfacción comparecer una vez más ante la Comisión
de Economía del Congreso de los Diputados con el objeto, en primer
lugar, de responder a una constante petición de los grupos
parlamentarios, que el responsable del Ministerio de Economía
comparezca periódicamente ante esta Comisión -por otra parte no sólo
una pretensión absolutamente legítima y racional, sino compartida en
varias legislaturas por todos los grupos-, y, en segundo lugar, con
la intención de plantear ante SS.SS., transcurrido el primer semestre
de 1999, los análisis y la visión que tiene el Gobierno sobre la
situación de la economía española en el contexto de la economía
internacional y, a partir de ahí, informar a SS.SS. de cuáles son en
opinión del Gobierno los objetivos alcanzables y que deben ser
planteados de cara a los próximos meses y especialmente a los
próximos años de la economía española.

Para comenzar mi análisis, me parece, señor presidente, especialmente
significativo hacer referencia a que durante el primer semestre de
1999 y ya con anterioridad la economía internacional se hallaba
sometida a los rigores de una importante crisis financiera,
probablemente la más extensa de toda la década, que ha afectado a
economías de varios continentes y que ha tenido momentos
extraordinariamente rigurosos. Para que la opinión pública y SS.SS.

puedan apreciarlo les daré un dato, por otra parte conocido
seguramente por muchos de ustedes, y es que el último trimestre de
1998 supuso, en términos de crecimiento del comercio mundial, el peor
dato desde 1982. Por tanto, hemos pasado a lo largo de los últimos
meses por un período de extraordinaria tensión desde el punto de
vista del crecimiento en muchas economías, que comenzó, como SS.SS.

recuerdan perfectamente, en el verano de 1997 y que a lo largo de los
últimos meses del año 1998 afectó de manera extraordinariamente
potente a las economías no sólo emergentes sino incluso a las
europeas.

Me parece, por tanto, muy interesante que terminando el primer
semestre de 1999, el Gobierno haga un balance ante la Cámara de cuál
es en su opinión -y recogiendo la
información de los principales organismos internacionales- la
situación económica internacional de cuáles son las perspectivas para
los próximos meses, así como de cuáles han sido el resultado y los
efectos de esta crisis económica internacional en la economía
española.

En ese sentido, señor presidente, y analizando cuál es en este
momento la situación económica internacional, creo que podemos
afirmar, a final del primer semestre del año 1999 -que, por otra
parte, es también, como todos somos conscientes, el primer semestre
de la moneda única, cuestión también que me parece relevante desde el
punto de vista de la economía española-, que se encuentra actualmente
en condiciones que podemos calificar de sensiblemente mejores de las
que se esperaban hace sólo pocos meses. Yo creo que todos los grupos
parlamentarios recordarán que en el debate de los Presupuestos
Generales del Estado para el año 1999 muchas de SS.SS. valoraron
entonces las circunstancias internacionales como muy negativas,
valoración que coincidía con la que hacía el Gobierno y organismos
internacionales, y surgieron entonces dudas por parte no sólo de
algunos grupos parlamentarios sino de la propia opinión pública
española, y de algunos sectores especializados sobre los efectos que
la crisis internacional tendría sobre la economía española.

Me parece especialmente importante poder en este momento constatar,
en función de datos que son públicos y de estudios realizados por
diversos organismos internacionales, que la situación y sobre todos
las perspectivas de futuro de la economía internacional son
sensiblemente mejores, como he dicho, a partir de esta fecha. Por un
lado, la economía norteamericana mantiene un muy elevado ritmo de
crecimiento, superior al 4 por 100, como SS.SS. conocen. Los mercados
financieros se han estabilizado a niveles superiores a los
anteriores; es decir, después de una crisis financiera, en algunos
casos muy intensa, durante el otoño de 1998, en estos momentos se ha
producido no sólo una recuperación sino una mejor situación que al
principio del otoño de 1998, y en esa recuperación hemos de incluir
no sólo los mercados europeos y norteamericanos, sino también el
mercado japonés y los mercados iberoamericanos. Tengamos en cuenta,
por ejemplo, que en Brasil, desde principios de año hasta la fecha,
se han producido nueve bajadas de los tipos de interés, lo cual
indica claramente un cambio de situación desde el punto de vista de
la economía brasileña determinante, como SS.SS. saben, con respecto a
la economía del área. Como he dicho, además desde hace meses se está
produciendo -y en estos momentos ya con una intensidad
suficientemente clara- una recuperación en el sureste asiático, tanto
en Corea, en Tailandia, y en Taiwan, como en el propia China, además
de una mejor situación en Japón. A todo ello me referiré más
adelante.

Respecto a Europa, todo parece indicar que podemos hablar de una
recuperación de la actividad a partir del segundo semestre,
especialmente en los países que habían sufrido de manera más intensa
la crisis económica internacional. En definitiva, este año se puede
considerar que la situación económica internacional se encuentra en
un período de tránsito entre los peores momentos de la crisis, que
serían aquellos que van desde mediados del año 1998 hasta principios
de 1999, y la recuperación, que la mayor parte de los organismos
internacionales apuntan que se producirá



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a partir del año 2000. Ya para el año 1999 se estima un crecimiento
de la producción y del comercio mundial ligeramente superior al 2,4
en el caso de la producción y al 4 por 100 respecto al comercio
mundial, mejor en ambos casos que en 1998.

La recuperación de la actividad internacional se apoyaría en opinión
del Gobierno en tres factores. Por un lado la bajada de los tipos de
interés en el mundo desarrollado. Desde el otoño pasado tanto en
Estados Unidos como en Europa se ha producido una importante
disminución de los tipos de interés de los bancos centrales, en torno
a tres cuartos de punto, en la economía europea y en la
norteamericana. Es significativo que, como todos sabemos, esta tarde
puede producirse un cambio de tendencia moderado en el caso de la
Reserva Federal, pero hemos de tener en cuenta esta bajada de tipos
de interés desde el otoño como uno de los elementos que claramente
han incidido en la recuperación de la economía mundial. Asimismo,
están los efectos positivos de una menor inflación, principalmente a
través del incremento en el poder adquisitivo de las economías
domésticas en los países desarrollados y hemos de tener en cuenta que
para 1999 se esperan unas inflaciones en torno al 2 o al 2,5 por 100
en Estados Unidos, extraordinariamente bajas si tenemos en cuenta
cuáles son sus niveles de crecimiento y de empleo, incluso inferior
en la eurozona. No se prevé en estos momentos un repunte
inflacionista significativo en los países industrializados, incluso
con la recuperación de los precios del petróleo que estamos viviendo.

Con respecto a Japón, podemos considerarlo un caso relativamente
aparte, en la medida en que todavía se aprecia un proceso
deflacionista en su economía.

La elevada financiación del Fondo Monetario Internacional creo que
también ha jugado un papel en la recuperación de las economías
emergentes al inyectar liquidez en las economías en crisis por un
valor ligeramente superior a los 180.000 millones de dólares, es
decir, una cantidad equivalente a medio punto del producto interior
bruto mundial, y como haré mención posteriormente, creo que España,
a su nivel ha jugado un papel en esta política de aumentar la liquidez
en el sistema financiero internacional en el otoño pasado. Con todo
ello, y dado el habitual retraso en la transmisión de los impulsos
monetarios sobre la economía mundial, el inicio de la recuperación,
según todas las opiniones de los organismos internacionales en estos
momentos, debería empezar a manifestarse de manera rotunda a partir
de la segunda mitad de 1999.

Quisiera, y creo que puede ser de interés para la Comisión, hacer un
breve análisis por áreas geográficas, habida cuenta de que no sólo
hay situaciones claramente diferenciadas, sino que creo que para
nuestro debate interno, tanto desde el punto de vista español como
desde el punto de vista europeo, existen cuestiones distintas.

Empezaré, señor presidente, señorías, por Estados Unidos, que creo
que desde el punto de vista comparativo es el área que más puede
interesarnos a los europeos.

Estados Unidos se encuentra en el noveno año de una expansión
económica caracterizada por un elevado crecimiento no inflacionario y
por una situación próxima al pleno empleo. Se trata del ciclo
expansivo más prolongado de la economía norteamericana desde la
Segunda Guerra Mundial y algunos analistas privados están en este
momento
planteando un crecimiento superior al 3,5 o al 3,6, que es el
previsto por la OCDE, y los datos del primer trimestre indicarían que
estos analistas privados tienen razón. Esta favorable evolución de la
economía norteamericana -y creo que es de interés para el debate
europeo- tiene mucho que ver, sin duda en el adecuado diseño de las
políticas de demanda y también en la aplicación de profundas reformas
estructurales que han dado a la economía norteamericana un altísimo
grado de flexibilidad. En ese sentido, me gustaría o subrayar ante la
Comisión de Economía del Congreso por un lado el tono claramente
restrictivo de la política fiscal, en el que la economía
norteamericana ha apostado por el superávit, que SS.SS. sabrán que es
aproximadamente de dos puntos del producto interior bruto en 1999.

Asimismo, creo que es de destacar la flexibilidad de la estrategia de
las autoridades norteamericanas para garantizar una política
monetaria que al mismo tiempo mantuviera los equilibrios y no
impidiera el crecimiento económico y la creación de empleo, y además
-vuelvo a subrayar que este es un tema que debe ocupar el debate
europeo en los próximos meses- para afianzar y profundizar un proceso
de reformas por el lado de la oferta, que ha dado lugar a la
utilización de una cada vez más intensa y mejor tecnología, a una
mayor difusión empresarial y a una mejora de las técnicas de la
gestión empresarial.

Además de esta política económica con orientación muy importante
desde el punto de vista del manejo de la demanda y de las políticas
de ofertas, también hemos de reconocer en la economía norteamericana
factores coyunturales tales como el bajo precio de las materias
primas, la moderación de los costes laborales, que se han adecuado al
entorno inflacionista moderado de la economía norteamericana,
y también la reducción de los costes financieros que se ha ido
produciendo también como consecuencia a lo largo de esta crisis de la
llamada huida hacia la calidad, que ha fortalecido el dólar y los
mercados bursátiles norteamericanos. Sin embargo, y creo que también
es de interés poner de manifiesto esta cuestión con respecto a la
economía norteamericana, sus dos problemas o puntos más débiles
estarían claramente relacionados con el muy elevado desequilibrio
externo y, en la otra cara de la moneda, una situación de desahorro
de las economías domésticas. Como ha sido destacado por parte de
organismos públicos y privados, el mayor riesgo que existe en la
economía norteamericana sería que se pudiera producir una reducción
de las cotizaciones bursátiles, con su efecto sobre el consumo
privado. En cualquier caso, y creo que de ello también somos todos
conscientes, son muy amplios los márgenes de maniobra que tiene el
Gobierno norteamericano, dada su situación presupuestaria y la propia
evolución de la economía que se está comportando con una
extraordinaria moderación de precios, aunque se encuentra con una
situación de bajísimo desempleo. En este sentido, para acabar con las
cuestiones relacionadas con la economía norteamericana, me gustaría
subrayar la clara apuesta que las autoridades económicas de ese país
han hecho por continuar en un proceso de aumento del superávit
presupuestario. En ese contexto creo que las últimas afirmaciones del
presidente norteamericano de que su país prácticamente reduzca a cero
su deuda pública en un plazo razonable de tiempoindican una apuesta
de las autoridades y de la opinión



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pública norteamericana hacia un marcado y constante carácter
restrictivo de la política presupuestaria y vuelvo a repetir que creo
que todo esto es de gran interés en el debate que debe realizarse en
Europa a partir de la aparición del euro.

Con respecto a Japón, señor presidente, el producto interior bruto
cayó un 3 por 100 en 1998, los precios de los bienes de consumo
duradero están decreciendo, a su vez el empleo cayó en torno a un 1
por 100 y el desempleo no ha dejado de aumentar y la tasa de paro en
estos momentos se sitúa por encima del 4 por 100. En este momento
existen signos -con respecto a la economía japonesa creo que todos
somos conscientes de lo prudentes que hemos de ser en su apreciación-
que son apreciados por todos los analistas internacionales que hacen
pensar que lo peor de la crisis habría pasado en el caso de Japón. El
producto interior bruto ha crecido en el primer trimestre del año
1999 a una tasa trimestral anualizada próxima al 8 por 100 y este
crecimiento no sólo ha obedecido al crecimiento del consumo y la
inversión pública, sino que también ha aumentado, y creo que esto es
lo significativamente importante, el consumo y la inversión privada.

El último dato del desempleo que ha aparecido hace 48 horas también
apunta en una dirección positiva.

Se ha producido también una importante reducción de la prima de
riesgo que estaban pagando las entidades financieras japonesas, que
llegó a situarse alrededor de los 200 puntos básicos, lo cual
parecería indicar que el plan de saneamiento del sistema financiero
ha tenido éxito. A su vez, como consecuencia de todo esto, el
comportamiento del mercado bursátil explicaría una mejora del
potencial de rentabilidad de las empresas, pero también, y vuelvo a
subrayarlo, hay que interpretar con cierta cautela todos estos datos,
y de momento no es fácil afirmar que Japón ha iniciado una senda de
crecimiento autosostenido y es probable, como se indica desde
organismos, en este caso de la OCDE, que este año todavía se
registren tasas de crecimiento negativo. En todo caso, hay que seguir
insistiendo en la necesidad de que Japón y sus responsables
económicos y políticos deben continuar impulsando las reformas
estructurales, especialmente en el sistema financiero, pero también
-y creo que es un hecho que se ha puesto de manifiesto por parte de
todos los gobiernos, especialmente de los europeos- en el sector
corporativo, máxime si tenemos en cuenta que el márgen para estimular
la actividad económica por el lado de la demanda, es decir, a través
de impulsos fiscales o monetarios, es en este momento en Japón
prácticamente inexistente.

Paso ahora, señor presidente, a hacer una mención a los mercados
emergentes, que son de forma clara los que más intensamente han
sufrido la crisis financiera de los últimos meses y que a su vez han
sido, en muchos casos, causantes de la misma. Empezaré por Asia. En
los mercados emergentes asiáticos, es interesante destacar el
comportamiento de las economías coreana, china e india. En Corea el
crecimiento previsto para este año se aproxima al 5 por 100 y
contrasta con una caída del 6 por 100 del año pasado, por tanto, hay
una recuperación de 11 puntos en la economía coreana. Por su parte,
China, la economía más importante del área, después de Japón, creció
el año pasado, según las estadísticas oficiales, a un 8 por 100, sin
que se haya producido
una temida devaluación de su moneda, pese a la crisis de sus
vecinos asiáticos, y en un contexto de recuperación de sus
principales socios comerciales no parece que debería tener problemas
para alcanzar su objetivo de crecimiento, que es el del 7 por 100 en
1999. Por su parte, la India, también una de las economías más
importantes desde el punto de vista del tamaño, registra un fuerte
crecimiento y su reto principal es hoy el ajuste presupuestario. Hay
otros países emergentes en Asia que no tienen todavía una definición
tan clara de su situación para los próximos meses, como es el caso de
Indonesia, donde sí se ha producido una tímida reforma del sistema
financiero y corporativo, pero que todavía necesita avanzar en esa
dirección, y tras una caída de 15 puntos del producto interior bruto
el año pasado, se espera una caída adicional de 3 puntos en el año
1999. En el caso de Malasia, se espera que todavía se mantengan tasas
de crecimiento negativas, aunque no muy grandes, durante el año 1999.

Señor presidente, paso a referirme al área iberoamericana, en la que,
tanto desde el punto de vista político como desde el económico,
España tiene importantes intereses. Quiero subrayar que Iberoamérica
ha sufrido la consecuencia de la crisis, especialmente a través del
efecto contagio, agravada a partir de la falta de pago por parte de
las autoridades rusas de la deuda externa. En ese sentido, me parece
significativo subrayar que el mantenimiento de políticas de ajuste
adoptadas para hacer frente a esta crisis y la continuidad de
procesos de apertura y de liberalización están permitiendo una rápida
recuperación de las economías iberoamericanas después de la
importante recesión que se produjo en el final de 1998. En el caso de
la más importante, como es Brasil, hay que subrayar que se han
adoptado medidas para sanear sus cuentas públicas y la crisis de su
régimen cambiario de principios de año, y la caída del real no ha
provocado el proceso hiperinflacionista que se temía gracias a una
política monetaria restrictiva muy dura a principios de 1999 y que,
sin embargo, después ha permitido, como antes he mencionado, nueve
reducciones de los tipos de interés en los últimos meses. Esto ha
permitido la continuidad de la asistencia financiera internacional, a
la que España, como SS.SS. recuerdan, ha contribuido de manera
sustancial desde un primer momento, la recuperación de la confianza
en la inversión extranjera y una reciente disminución de los tipos de
interés, como he mencionado.

Desde el punto de vista de otra de las economías importantes, en el
caso del Cono Sur, la economía argentina, la Ley de convertibilidad
1/1 con el dólar no ha aislado totalmente a Argentina del contagio
financiero de la crisis internacional. Tengamos en cuenta que, por
ejemplo, la producción industrial argentina ha caído 14 puntos, lo
cual indica el alto coste que ha sufrido su economía como
consecuencia principalmente de la devaluación del real brasileño.

Todos somos conscientes del alto grado de integración comercial que
tiene la economía argentina con Brasil y por esos mismos motivos el
inicio de la recuperación de Brasil y la vuelta a la normalidad de
los diferenciales de interés en la economía brasileña va a permitir
una recuperación de la economía argentina.

En Méjico, el impacto de la crisis financiera internacional ha sido
muy inferior al del resto de los países iberoamericanos,dada la alta
integración comercial con Estados



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Unidos, la flexibilidad de su régimen cambiario y también la
aplicación de políticas de ajuste por parte del actual Gobierno
mejicano, que ha transmitido inmediatamente a la economía doméstica
la situación financiera internacional y también la evolución negativa
durante 1998 para ese país del coste del precio del petróleo. Creo
que es justo reconocer que probablemente el Gobierno mejicano, que va
a finalizar su mandato dentro de pocos meses, será el primero que en
25 años entrega el poder sin acompañarlo de una recesión económica;
es de justicia reconocérselo a las actuales autoridades mejicanas. Es
positivo subrayar asimismo el acuerdo que recientemente ha alcanzado
el Gobierno mejicano con el Fondo Monetario Internacional, lo cual
asegura sus necesidades de financiación para todo el año 2000.

Antes de referirme a Europa, me gustaría hacer mención muy
brevemente, señor presidente, a la economía rusa. La crisis
financiera y cambiaria de agosto de 1998, que provocó una caída de la
demanda interna del orden del 14 por 100 y del producto interior
bruto del 5 por 100, no podemos decir para nada que haya sido
superada. La Comisión de Economía del Congreso de los Diputados es
plenamente consciente de que precisamente fue esta crisis financiera
rusa la que desencadenó una extensión de la crisis financiera
internacional. No obstante, la fuerte caída del rublo ha restablecido
en parte la competitividad de la industria rusa y la subida en el
precio del petróleo y del gas está estimulando la actividad en estos
sectores que, como ustedes saben, tiene una gran importancia en la
economía rusa. Se han registrado recientemente algunos síntomas de
recuperación en la producción industrial y la caída de la demanda
interna parece haberse interrumpido. Con la creciente rentabilidad de
los sectores energéticos a la que he hecho referencia, unas ciertas
mejoras en la inflación y las subidas en los salarios, cabe esperar
si no una recuperación de la demanda interna, sí un cierto freno al
deterioro que se ha vivido a lo largo de 1998. Pese a todo, este año
todavía se van a registrar, en opinión de los organismos
internacionales, tasas de crecimiento negativo en Rusia, y los
principales desafíos de la economía soviética son, sin duda, en
primer lugar, hacer frente a sus responsabilidades de la deuda
externa, reformar su sistema fiscal, sus cuentas públicas, y su
sector empresarial. En ese sentido me parece significativo mencionar
que la Duma ha aprobado ya 29 de los 30 cambios legislativos que le
había exigido el Fondo Monetario Internacional.

Paso, señor presidente, a referirme a Europa, especialmente al área
euro. En Europa se ha observado claramente una ralentización de la
actividad desde el otoño de 1998, como consecuencia del impacto
negativo de la crisis sobre las exportaciones y sobre la inversión.

En este momento las previsiones oficiales de crecimiento de la Europa
a Quince giran en torno al 2 por 100 para 1999 y al 2,5 por 100 para
el año 2000. Para el área euro, en 1998 se registró un crecimiento
del 2,9 por 100. Se prevé que para el conjunto de 1999 se haya
reducido casi en un punto, es decir, que el área euro crezca
alrededor del 2 por 100, y con cifras ligeramente superiores, pero no
mucho, para el año 2000. El impacto de la crisis sobre la economía
europea es claro y en 1998 la aportación del sector exterior al
crecimiento fue en el área Europea a Quince negativa por primera vez
desde 1993, lo cual indica claramente no sólo, como pasaré a comentar
más tarde, la reducción de las exportaciones, que ha sido
significativa, sino una atonía de la demanda en muchísimos países,
que también ha supuesto una caída de las importaciones muy
significativa.

Estos mismos datos de aportación negativa del sector exterior son
equivalentes en la eurozona, pero, como ya he puesto de manifiesto en
algunas de las comparecencias que he hecho en esta Cámara, podemos
hablar de la existencia de dos grupos diferenciados de países, por un
lado, aquellos que si bien hemos acusado la crisis financiera
internacional, mantenemos importantes ritmos de actividad y de
creación de empleo gracias al impulso de la demanda interna, al
tiempo que mantenemos niveles de precios en torno al 2 por 100, es
decir, de acuedo con el objetivo de estabilidad fijado por el Banco
Central Europeo. En este grupo de países se encontrarían economías de
tamaño medio o pequeño, como es el caso de España, Irlanda, Holanda,
Portugal o Finlandia. El otro grupo de países, en los que destacarían
Alemania e Italia, tienen crecimientos que se sitúan claramente por
debajo de la media como consecuencia no sólo del comportamiento del
sector exterior, sino también debido en algunos casos a una muy
profunda debilidad de la demanda interna que hace que el crecimiento
de los precios en estos países es claramente inferior a la media. La
evolución del euro a lo largo de los últimos meses, que han sido los
primeros de su vida, ha reflejado claramente la situación de la
economía de la eurozona. Se ha producido una cierta depreciación
respecto al dólar, que se explica principlamente por dos factores.

Antes de pasar a esta cuestión, me gustaría poner de relieve ante la
Comisión que en opinión del Gobierno, cuando hacemos una comparación
de la cotización del euro con respecto al dólar, hemos de tener en
cuenta la intensa depreciación que se produjo del dólar en relación
con el marco en el último trimestre del año 1998, lo cual haría que
la depreciación del 11 por 100 entre el euro y el dólar en los
primeros cinco meses del año 1999, si la comparásemos, por ejemplo,
con septiembre de 1998, sería aproximadamente de cuatro puntos,
porque, a nuestro juicio, ha de tenerse en cuenta la intensa
depreciación contraria que se produjo en los últimos meses del año
1998. Para explicar la diferencia de evolución de las dos monedas,
hemos de tener en cuenta, sin duda, en primer lugar, las diferencias
de tasa de crecimiento. Vuelvo a recordar que en los dos últimos
trimestres la economía norteamericana ha crecido a una tasa en torno
al 5 por 100 y la economía de la eurozona lo ha hecho a una tasa en
torno al 1,5 por 100. Por lo tanto, estamos a una diferencia notable,
que explicaría claramente la diferencia de cotización de las monedas
y, en segundo lugar y tiene mucho que ver con lo que he dicho antes,
las diferentes expectativas de evolución de los tipos de interés a
corto plazo, que se han traducido en un claro incremento de los
diferenciales de los tipos de interés a largo plazo. Actualmente el
diferencial, por ejemplo, entre los bonos a diez años americanos y
alemanes se sitúa en 160 puntos básicos.

Es opinión del Gobierno y de muchos organismos nacionales e
internacionales, privados y públicos, a medida que se vayan
aproximando las tasas de crecimiento de ambas economías y se vayan
acercando en ambos casos a sus crecimientos potenciales, la
cotización de las monedas



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se irá aproximando a los niveles de principios de año. Tanto la
Comisión Europea como otros organismos internacionales y los propios
gobiernos de la eurozona coinciden en apuntar una recuperación de la
actividad a partir de la segunda mitad del año y esta previsión con
respecto a la eurozona descansa en tres factores, en primer lugar, en
las condiciones financieras favorables. Vuelvo a recordar que en el
área euro se ha producido desde finales de 1998 una reducción de los
tipos de interés a corto, de los tipos de interés de intervención de
75 puntos básicos, a lo que hay que añadir la depreciación del euro
en relación con el dólar, pero hemos de tener en cuenta que el
traslado de los efectos monetarios a la economía real tiene siempre
una cierta dilación.

En segundo lugar, los datos de la contabilidad nacional del primer
trimestre en Alemania y Francia, las dos economías más importantes
del área euro, en comparación al último trimestre del año pasado,
harían pensar que lo peor de la desaceleración de ambas economías ha
pasado. Eso coincidiría con los índices de confianza que se han hecho
públicos hace muy pocos días y que indican una clara recuperación de
la confianza de los empresarios. Como la Comisión conoce durante
muchos meses, en las economías euro se ha dado una divergencia entre
la confianza de los consumidores y la de los empresarios, que podría
estarse corrigiendo en este momento. Al mismo tiempo, también dentro
de las explicaciones para una recuperación de la economía europea en
el segundo semestre del año 1999, estaría sin duda la continuidad de
crecimiento de la economía norteamericana y la mejora de la situación
de las economías emergentes -a ambas cuestiones ya me he referido-,
así como la cotización actual del euro, que repercutirá positivamente
sobre las exportaciones europeas y favorecerá el inicio de la
recuperación.




La cuestión, señorías, y pienso que es lo que debe centrar una parte
de nuestro análisis, es aprovechar estas condiciones positivas para
afianzar una situación de crecimiento sostenido en el área euro que
permita que las economías europeas puedan entrar en una fase de
crecimiento sostenido y estable a lo largo de varios años. Ajuicio
del Gobierno español, y lo ha subrayado en muchísimas ocasiones,
algunas veces con una cierta soledad, por un lado, no debemos enviar
ningún mensaje que pueda contradecir la voluntad de consolidación
fiscal y el cumplimiento estricto del Pacto de Estabilidad y, por
otro lado, hay que apostar claramente por un proceso de reformas
económicas que aumenten la flexibilidad y la libertad de los mercados
europeos, como base de nuestra política de crecimiento y de empleo.

En ese sentido, nos parece imprescindible que estas reformas no sólo
aumenten el crecimiento potencial de las economías europeas, sino que
además estimulen la inversión y el empleo a corto plazo. En los
primeros meses de 1999 se ha producido en el debate europeo una
cierta confusión, en el sentido de que algunos de los responsables de
las economías más importantes han podido transmitir la impresión de
que la época de la consolidación fiscal había perdido respaldo a
partir de la entrada en el euro y que el tema de las reformas
estructurales era una cuestión secundaria a unas políticas clásicas
de expansión de la demanda. Tengo la impresión -aunque lo veremos a
lo largo de los próximos
meses- de que esta tendencia ha decrecido y que va a haber una
clara definición por parte de varios gobiernos europeos, por un lado,
de apuesta por una política presupuestaria restrictiva que aumente
las posibilidades de financiación de la economía y, por otro, que
ligue reforma económica y empleo. Como he dicho en algunas ocasiones
a la Cámara, creo que esta es una de las cuestiones sobre las que
también gravita una cierta falta de confianza en la eurozona como
consecuencia de una indefinición de las políticas económicas de
algunos países.

Paso ahora, señor presidente, a referirme a la situación de la
economía española, a cuál ha sido su reacción ante la crisis
económica internacional y a qué conclusiones podemos extraer de ahí.

Entiendo que es interesante comprobar en el debate económico cuál ha
sido la reacción de nuestra economía ante una crisis internacional,
la más extensa sin duda de esta década, y cuáles son nuestras
ventajas y nuestros defectos no sólo en momentos en que la economía
mundial y la economía europea evolucionan favorablemente, sino en
momentos en los que las circunstancias pueden ser más negativas. Como
he dicho, cabe pensar que lo peor de la crisis financiera
internacional ha pasado y que a partir de ahora la economía española
va a recibir impulsos más positivos del exterior de los que ha
recibido en los últimos ocho o doce meses, lo cual es especialmente
importante en nuestro caso, dado el elevado grado de apertura de
nuestra economía. Quiero recordar a la Cámara que somos una de las
economías más abiertas de los países europeos, situándonos incluso
por encima de economías como la alemana. Me parece importante
comprobar -como ya ha sido resaltado por el Instituto Nacional de
Estadística- que la economía española estaría creciendo en el primer
trimestre de 1999 a un ritmo aproximadamente del 3,6, por 100, lo
cual indicaría una muy ligera desaceleración respecto al último
trimestre de 1998, que fue del 3,7. Eso indicaría que estamos
manteniendo una velocidad de crucero en el crecimiento económcio y
que hemos sido capaces de bandear con una cierta eficiencia la crisis
internacional, que precisamente en esos dos trimestres ha tenido su
peor momento. Quisiera destacar que, pese a que acabamos de pasar por
los momentos de mayor intensidad de la crisis internacional, el
comportamiento de la economía española ha sido claramente diferente
del que habíamos tenido en otras crisis internacionales y, al mismo
tiempo, ha sido mejor que el de la mayor parte de las economías
europeas, lo cual nos ha permitido avanzar en el proceso de
convergencia real. Probablemente una cosa sería imposible sin la
otra, es decir, si nuestra economía no se hubiera comportado de
manera distinta ante una crisis internacional a como lo hacía
anteriormente no habríamos podido comportarnos mejor que la media de
las economías europeas y no habríamos podido avanzar en el proceso de
convergencia real, pero el hecho de que uno de los saldos más claros
del año 1998-1999 en la economía española sea que hemos avanzado en
el proceso de convergencia real, coincidiendo con una crisis
financiera internacional de las dimensiones de la que ha habido,
indica que los cambios que se han producido en nuestra economía han
sido claramente a mejor. No en vano, repito, se ha producido en 1998
la crisis más extensa de la década y, sin embargo, el grado de
estabilidad de nuestra economíaprácticamente no se ha resentido.

Hemos de ser conscientes,



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sobre todo de cara al futuro, de que si la economía española no ha
sido, por una vez, la que peor ha respondido de las economías
europeas a la crisis financiera internacional, la consecuencia que yo
me permito extraer para el futuro es que se abren posibilidades de
plantearnos metas cada vez más ambiciosos en lo que deben ser los
objetivos primordiales de nuestra economía en los próximos años, que
son, por un lado, el crecimiento económico para permitir nuestra
convergencia real y, por otro y al mismo tiempo, el aumento del
empleo. Por recordar, les diré -todas SS.SS. son conscientes de ello-
que las crisis financieras de los años 1992, 1993 ó 1995 precisamente
se produjeron en condiciones exactamente contrarias: en todos esos
años perdimos convergencia real y, por el contrario, en el año 1997/
1998 la hemos ganado y creo que también será así en 1999.

También me parece significativo en el nuevo comportamiento de la
economía española que, coincidiendo con estos datos que reflejan
ganancia de convergencia real durante una crisis financiera
internacional, nuestro modelo de crecimiento también haya permitido
que creemos empleo a un ritmo tres veces superior al conjunto de la
zona euro. Aunque -y haré mención a ello- hemos sufrido los efectos
de la crisis financiera internacional en nuestras exportaciones, y
eso se refleja en la contribución negativa del comercio exterior a
nuestro crecimiento -también se refleja la potencia de nuestra
demanda interna-, hoy podemos apreciar que la economía española tiene
claramente una mayor capacidad para afrontar las perturbaciones que
le vengan de fuera. Eso me parece especialmente significativo en un
momento en el que la economía española ha perdido margen de maniobra
autónomo al tener la misma moneda que otras economías.

Es una preocupación no sólo legítima, sino imprescindible de la
sociedad española el preguntarse cómo podemos reaccionar ante
circunstancias internacionales adversas cuando ya no tenemos un
instrumento, como el tipo de cambio, para acomodarnos a una situación
de lo que se llaman shock asimétricos. Este año 1998-1999 indica que,
internamente, hoy tenemos mayores capacidades para hacerlo. Vuelvo a
subrayar que la credibilidad de la política económica aplicada se
basa en la reducción del déficit público y de la deuda y en los
avances de la reforma y la liberalización económica. El Gobierno cree
que ahí se encuentran las explicaciones para esta nueva forma de
comportamiento de nuestra economía, y que a eso se deben los claros
rasgos diferenciales que se han producido en nuestra capacidad de
adaptarnos a una crisis internacional.

La cuestión sería, por tanto -y es una de las cosas que me gustaría
exponer a la Comisión-, si sobre la base de estos tres años de nueva
política económica podemos afirmar que estamos ya en una plataforma
para ofrecer a la sociedad española un claro cambio en los próximos
años, cambio que principalmente estaría basado en un cambio
sustancial en el mercado laboral o en el nivel de empleo y de
bienestar.

Apartir de la situación actual, ¿cuáles son las perspectivas de la
economía española? Como he dicho, la economía continúa creciendo a
tasas muy elevadas, prácticamente las mismas entre el último
trimestre de 1998 y el primero de 1999 -hay una diferencia de una
décima según los últimos
datos estadísticos-, lo cual supondría que estamos creciendo al
doble de lo que está creciendo la eurozona. Llevamos -y creo que es
un dato importante- once trimestres creciendo por encima del 3 por
100, lo cual también indica que hemos entrado en una fase en la que
podemos aspirar a crecimientos sostenidos y estables. Como es
natural, de nada nos servirá para el futuro recordar el pasado, con
la cifra de los once trimestres no quiero decir que ello nos
garantiza la situación de por vida, lo único que afirmo es que, si
hemos sido capaces de mantener un crecimiento superior al 3 por 100
durante once trimestres, deberíamos continuar en esa dirección. Ese
es un desafío al que el Gobierno cree que debemos enfrentarnos sin
ninguna duda, con un índice de precios que, como SS.SS. saben, se ha
reducido del 3,8 al 2 por 100 y con un déficit público que se ha
reducido del 7,1 al 1,6 por 100 en 1999.

Este crecimiento ha sido posible durante todo este tiempo gracias a
una evolución muy dinámica de la demanda interna, cuyo avance en el
primer trimestre ha alcanzado cifras cercanas al 5,5, lo que ha
permitido contrarrestar una contribución muy negativa del sector
exterior, del 1,9 por 100. Esta evolución se deriva de dos
cuestiones: por un lado, el comercio internacional y, por otro lado,
la propia demanda interna, que, en el caso español, ha supuesto un
considerable crecimiento de las importaciones como consecuencia de
que el principal motor del crecimiento de la demanda interna -y creo
que esto es muy significativo- es la inversión, tanto en bienes de
equipo como en construcción. Es cierto que en 1998 se ha producido
una clara recuperación del sector de la construcción, pero no se ha
producido un debilitamiento del crecimiento de bienes de equipo y,
por tanto, la economía española hoy está asentada en un crecimiento
potente de su demanda interna cuyo principal motor es la inversión;
en segundo lugar y en menor medida, el consumo de los hogares,
mientras que el consumo de las administraciones públicas crece muy
moderadamente como consecuencia de la orientación de la política
presupuestaria. Esta sería, en mi opinión, la mejor plasmación de lo
que he llamado una nueva forma de comportamiento o un nuevo modelo de
crecimiento de nuestra economía: demanda interna potente basada en la
inversión, en menor medida en el consumo privado y en mucha menor
medida en la actuación de las administraciones públicas con respecto
al consumo.

Es interesante destacar, desde el punto de vista del debate
económico, y político, que en esta fase la recuperación y la
consolidación del crecimiento se han trasladado de una manera muy
intensa a la creación de empleo, de manera más intensa que en
recuperaciones anteriores. Me parece significativo repetir que, en
España, el empleo está creciendo a un ritmo cercano al 3,9 por 100,
lo cual supone que estamos triplicando el promedio de la Unión
Europea y estamos hablando de un millón 300.000 empleos en el período
que va desde junio de 1996 hasta la fecha.

La recuperación económica y la consolidación de esa recuperación, con
un crecimiento sostenido a lo largo de once trimestres, indica que no
sólo estamos aumentando nuestra capacidad de crecimiento, sino que
ésta va ligada a una mayor generación de empleo, lo que, en mi
opinión, subraya la importancia que han tenido las modernizacionesque
se han producido en la economía española en el mercado



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laboral, la adaptación de los salarios a un nuevo marco de
estabilidad, el papel que el diálogo social ha jugado en estas dos
cuestiones y la necesidad de que ese marco de diálogo social que
permita una mayor modernización del mercado laboral y una mayor
adaptación de los salarios al entorno de precios continúe en el
futuro. Quiero destacar que la moderación salarial ha sido compatible
con el aumento significativo de la capacidad adquisitiva de los
salarios, lo cual sólo es posible en un entorno de baja presión
inflacionista.

Adiferencia de lo que ocurrió en los años 1994 y 1995, periodo en el
que los salarios acumularon una pérdida de poder adquisitivo cercana
a cinco puntos, en los últimos tres años los salarios reales han
aumentado más de un punto con respecto a la evolución de la
inflación. La evolución de los salarios, junto a un intenso proceso
de creación de empleo, ha supuesto claramente una mayor participación
de los salarios en el reparto del crecimiento y de la renta española.

Me parece también significativo, señor presidente, referirme a la
situación de los equilibrios macroeconómicos de nuestra economía en
estos momentos. Como he mencionado anteriormente, durante estos 11
trimestres en que hemos crecido por encima del 3 por 100 se ha
producido una considerable reducción de la inflación (en el caso de
diciembre de 1995 a diciembre de 1998 se ha pasado del 4,3 al 1,4 por
100) y en estos momentos nos encontramos en una tasa de inflación de
alrededor del 2 por 100. Es verdad, como la Comisión sabe y el
Gobierno ha venido anunciando, que el primer semestre del año 1999
sería el momento más delicado en la evolución de nuestros precios
como consecuencia de la comparación, es decir, del efecto comparativo
con los meses del año anterior, y también de la evolución de los
elementos más volátiles del índice de precios como es el caso de
alimentos y energía. La Comisión conoce perfectamente que en el caso
de la energía se ha producido un aumento muy considerable, de casi el
60 por 100, entre finales de 1998 y la primavera de 1999. En
cualquier caso, la economía española debe mantener, -el Gobierno lo
mantiene-, su objetivo de inflación para 1999 y creo que la evolución
de la política presupuestaria, a la que haré referencia
inmediatamente, así como a las reformas planteadas por el Gobierno y
la aceleración de las mismas, nos permiten mantener ese objetivo.

Con respecto al déficit público, resultan significativos dos hechos
que me gustaría subrayar ante la Comisión, no por conocidos menos
importantes. Por un lado, la consolidación fiscal en España ha sido
una de las más intensas de la Unión Europea (hemos pasado de un
déficit del 7,1 por 100 en 1995 a un déficit del 1,6 por 100 en
1999), el 90 por 100 de este esfuerzo ha recaído sobre el gasto,
especialmente sobre el gasto primario corriente. La segunda cuestión
es que el Gobierno -vuelvo a subrayarlo a 30 de junio del ejercicio-
está en plenas condiciones de garantizar ante la Cámara que el
objetivo de déficit para 1999 se va a cumplir sin ninguna duda.

Coincidiendo el año 1999 con dos hechos: uno, una crisis
internacional, y otro, una reforma fiscal, el que la política
presupuestaria pueda tener este grado de certeza indica no sólo que
el presupuesto del año 1999 estaba bien diseñado sino, además, que
las medidas que la Cámara ha aprobado para control del gasto están
produciendo efectos muy positivos en la ejecución de la política
presupuestaria española.

Con respecto al sector exterior -es un tema muy importante puesto que
hemos pasado por la parte más aguda de una crisis financiera y
comercial internacional-, los datos de aduanas correspondientes a los
cuatro primeros meses del año, que voy a explicar a la Cámara a
continuación, indican una firme aunque moderada mejoría respecto al
último trimestre de 1998, lo cual coincidiría con la impresión de que
la crisis internacional ha entrado en una fase de mayor moderación.

Existe claramente una moderación de las exportaciones, pero esta
caída ha perdido intensidad. Las exportaciones han caído en este
periodo, es decir en el periodo de abril, a un ritmo de
aproximadamente un 1,5 por 100, frente a una caía del 4,5 por 100
entre octubre y diciembre, lo cual sería otro de los datos que
avalarían la tesis de que el comercio internacional se está
recuperando.

El comportamiento de las exportaciones se explica claramente como
consecuencia de la contracción del comercio mundial y no de una
pérdida de competitividad de la economía española. Me parece
importante subrayar lo que ha sucedido en otros países -a lo que me
referiré a continuación-, pero también hay que tener en cuenta que
para España no sólo ha sido importante la caída de las economías
emergentes en términos de comercio, sino también la desaceleración de
las demandas internas de las grandes economías europeas. Quiero
destacar que el 70 por 100 de nuestro mercado de exportación lo
representa la Unión Europea. Vuelvo a recordar a SS.SS. que el
comercio mundial ha tenido en 1998 su peor comportamiento desde el
año 1982.

Las importaciones han crecido a un ritmo del 6,4 por 100 durante los
primeros cuatro meses del año, claramente impulsadas por el dinamismo
de la demanda interna y especialmente por el crecimiento de la
inversión. Así, precisamente, son las importaciones de bienes de
equipo las que están experimentando un mayor ritmo de crecimiento, lo
cual me parece que también es positivo en el contexto de la evolución
de la economía española. La consecuencia de la evolución, por un
lado, de las exportaciones y de las importaciones, por otro, hace que
el déficit comercial correspondiente al primer cuatrimestre suponga
un 54 por 100 de aumento con respecto al mismo periodo de 1998.

Por lo que se refiere a los datos correspondientes al mes de abril,
quisiera poner de manifiesto que las exportaciones retroceden de
manera muy importante, un 5,3 por 100, lo cual ha afectado al
conjunto de la evolución de este cuatrimestre, con un crecimiento de
las importaciones de un 11 por 100. La Comisión conoce que los datos
de un solo mes deben ser claramente matizados habida cuenta de que se
producen problemas estadísticos que pueden estar relacionados con la
contabilización de algunas operaciones o con correcciones de
contabilizaciones anteriores, y también hemos de tener en cuenta el
efecto Semana Santa. Los datos del primer cuatrimestre, habida cuenta
de que los relativos a abril que hoy se han conocido no van a ser muy
positivos, indican una mejora de la evolución del sector exterior
español.

Hay una pregunta que me parece importante: hasta qué punto nuestra
capacidad de exportar se ha visto más perjudicada



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que la de otros países europeos. Yo sé que hay un debate, que me
parece absolutamente razonable, en la Cámara y en la economía
española relativo a si nuestra situación de inflación está afectando
de manera inmediata a nuestra competitividad. Pues bien, SS.SS.

seguramente lo conocen pero me gustaría subrayar ante la Cámara, que
si la exportación española ha caído un 1,5 por 100 en los primeros
cuatro meses de 1999, las exportación francesa ha caído un 4,5 por
100, la exportación alemana ha caído un 2,3 por 100 y la exportación
inglesa ha caído un 7,1 por 100. Sin embargo, la importación, en
cifras ha sido negativa en el conjunto de la Unión Europea como
consecuencia de la debilidad de la demanda interna, salvo en casos
muy significativos como son Irlanda y de España. Cuando hablamos del
sector exterior, es importante, comprobar hasta qué punto está
limitando la capacidad de crecimiento de la economía española, porque
SS.SS. son conscientes de que una cosa es que como consecuencia de
una caída de las exportaciones, en mi opinión ligada a la crisis
financiera internacional y un crecimiento de las importaciones ligado
al crecimiento de nuestra demanda interna, tengamos una balanza
comercial en la que crece el déficit, y otra cuestión es si el
conjunto de las balanzas que conforman la balanza exterior española
indica que hemos reducido nuestra capacidad de crecimiento y que, por
tanto, se está estrangulando la evolución de ese crecimiento
sostenido en los próximos meses. Me gustaría subrayar que las
subbalanzas de la balanza de pagos están mostrando valores incluso
mejores que en el año 1998. Según los datos de la balanza de pagos,
que se han hecho públicos hoy por el Banco de España, en los cuatro
primeros meses del año la balanza de servicios ha arrojado un
superávit de casi 900.000 millones de pesetas, es decir, un 13,5 por
100 más que en el año 1998, con un crecimiento en el caso del turismo
del 12 por 100, lo que supone un superávit de más de un billón de
pesetas que, como he dicho, es una cifra similar al déficit
comercial.




El buen comportamiento de las balanzas de rentas, transferencias y
capital permite que la economía española siga teniendo capacidad de
financiación positiva con respecto al resto del mundo, lo cual indica
que no estamos en un momento en el que se haya reducido nuestra
capacidad de crecimiento puesto que aún tenemos capacidad de ahorro
interno para financiar nuestra expansión económica y la expansión de
la inversión.

En definitiva, señor presidente -ésa sería una segunda certeza que me
gustaría transmitir a la Cámara, junto con la del cumplimiento del
objetivo del déficit público-, a partir del primer semestre del año
1999 podemos pensar que el crecimiento previsto por el Gobierno para
este año del 3,5 por 100 es un crecimiento obtenible. Si los datos
que en este momento tenemos del comportamiento de nuestra economía
y los relativos a la crisis financiera internacionalindican que en el
segundo semestre va a producirse una recuperación del comercio
internacional, nuestras perspectivas de crecimiento para el año son
claramente positivas, como tampoco existen dudas del Gobierno -y
éssta es la certeza que quiero subrayar-, que fueron discutidas, por
opiniones no sólo políticas y de los grupos parlamentarios sino
también de una parte de la opinión especializada, de que vamos
a conseguir que la economía española crezca al ritmo previsto en la
Ley de Presupuestos Generales del Estado.

Quiesiera decir muy brevemente, señor presidente, que, una vez que se
ha producido la experiencia de estos últimos once trimentres y que
hemos pasado por una difícil experiencia, como es la de una crisis
fínanciera internacional, la opinión del Gobierno es que el nuevo
modelo de crecimiento de la economía española más estable y solidario
es el camino en el que debemos profundizar en el futuro. Las
posibilidades de aumentar nuestra convergencia real y nuestros grados
de bienestar se basan, desde el punto de vista de la política
economíca, en continuar con una política presupuestaria restrictiva,
avanzar al mayor ritmo que podamos hacia un equilibrio
presupuestario, así como debatir y profundizar los intrumentos que
permitan una mayor flexibilidad de nuestro sistema productivo y una
mayor modernización de nuestro mercado laboral. Quiero subrayar que
el objetivo del presupuesto para el año 2000, que el Gobierno
presentará en la Cámara antes del 1 de octubre de 1999, sera situar
el déficit público del conjunto de los administraciones públicas en
el 1 por 100 del producto interior bruto; el déficit público de las
administraciones centrales será inferior, el 0,9 y, por primera vez,
presentaremos un presupuesto de la Seguridad Social en equilibrio.

La experiencia de los últimos años nos indica que la reducción del
déficit público no sólo no es incompatible con la modernización de
los impuestos y la mejora de las políticas de gastos, que inciden en
el bienestar y en el crecimiento, sino que más bien sería al
contrario, la reducción del déficit público amplía las posibilidades
de las políticas de bienestar y crecimiento y de la modernización de
impuestos. Esta experiencia no sólo se deriva de nuestra propia
experiencia, sino de otras economías europeas y de lo OCDE, como
podría ser el caso de la economía norteamericana.




¿Cuál sería -y con esto termino, señor presidente- nuestro mayor
desafío en los próximos meses y años, dada la situación de nuestra
economía dentro del euro y nuestra necesidad de crecer por encima de
la media? Pues bien, si la Comisión me lo permite, creo que una de
las cuestiones más importantes sería mantener costes de producción
competitivos. Si la economía española puede mantener sus costes de
producción a niveles competitivos, habida cuenta que los tiene que
mantener ya con la misma moneda que países tan eficientes como
Holanda, Alemania o Francia, tiene que actuar claramente sobre tres
áreas: los costes fínancieros, los costes laborales y los costes que
conforman el conjunto de los costes de las empresas.

Desde el punto de vista de los costes financieros, la evolución del
déficit público es determinante para encontrarnos en una situación
competitiva. Es claro que estamos en un área monetaria que no sólo
refleja nuestra situación, sino la del conjunto de los economías
europeas, y que es más que previsible que el conjunto del área euro
se mantenga con unos moderados costes financieros, desde el punto de
vista relativo, a nivel mundial, en los próximos meses. En segundo
lugar, la modernización de las políticas tributarias y, en
particular, la reforma del impuesto de la renta sobre las personas
físicas que nosotros y hemos abordado y concluido, nos da un margen
de maniobra que



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puede beneficiar claramente los costes internos de nuestra economía,
la mejor situación de los asalariados y la ruptura de las brechas
fiscales en las políticas salariales. Desde el punto de vista de los
mercados y de los costes que afectan a las empresas, las reformas que
hemos hecho en los sectores como telecomunicaciones, electricidad y
gas han mejorado claramente la evolución de los costes de esos
productos y debemos continuar ampliando las posibilidades de
competencia en nuestra economía.

La competencia y su garantía es uno de los debates básicos en los
próximos años en los que la reciente ley, remitida a esta Cámara, de
modificación de la Ley de defensa de la competencia y otros
instumentos deben centrar -y estoy seguro de que lo van a hacer- el
debate político sobre esta cuestiòn a lo largo de los próximos meses.

Por último la modernización de nuestro mercado laboral ha producido
efectos importantes, aunque todavía tenemos una situación claramente
peor que la de nuestros principales competidores desde el punto de
vista de nuestra tasa de paro. Me gustaría subrayar que en España en
estos momentos existe una clara situación deferencial con respecto al
paro en sod áreas: por un lado, el paro entre hombres y mujeres.

Tengamos en cuenta que el paro masculino se situa hoy un poco por
encima de la media de la Unión Europea, un 12,4, mientras que el paro
femenino se sitúa en el 24 por 100; el doble. Eso indica que, a pesar
de los esfuerzos que se han hecho por parte del Gobierno respecto a
políticas como el coste cero de la matenidad, la protección laboral
de las trabajadoras embarazadas o el impulso de las políticas
formativas para aumentar la participación de las mujeres en los
sectores en los que están subrepresentadas, debemos continuar en el
futuro con esas políticas. También me parece importante destacar las
diferncias de empleo que se producen entre regiones. Tengamos en
cuenta que hay regiones en España donde la tasa de paro es cercana al
30 por 100 y, sin embargo, hay otras en las que la tasa de paro es
inferior a la media europea creo que deba mencionarlas puesto que la
Comisión las conoce. ¿Cuál es la conclusión que me permito extraer de
esos datos? La necesidad de aumentar la movilidad geográfica y de
crear las condiciones para que los que están en situación de
desempleo en una determinada región puedan aprovechar las
oportunidades de regiones que, en muchos casos, están relativamente
próximas. Las políticas de formación y de igualdad de oportunidades,
así como las políticas de descentralización de la negociación
colectiva, especialmente la referente a salarios, deben de
profundizarse en los próximos años para aumentar las oportunidades y
reducir las diferencias de oferta y demanda entre regiones y
sectores. El objetivo que el presidente del Gobierno y el Gobierno
han planteado a la Cámara de la creación, de aquí al año 2002, de
1.300.000 empleos está al alcance de la economía española si
profundizamos en las políticas que acabo de mencionar.

Señor presidene, con esto termino mi informe y agradezco a la
Comisión su amabilidad y la oportunidad que me ha brindado de poder
hacer algunas reflexiones al final de este primer semestre de 1999.




El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo Socialista, tiene la palabra
el señor Eguiagaray.

El señor EGUIAGARAY UCELAY: Señor vicepresidente y ministro de
Economía, señor Rato, ya sabe que vemos con simpatía cada vez que se
digna venir a esta su casa y a la Comisión de Economía. Con el
tiempo, y contando mínimamente con la benevolencia de la que siempre
disfruto del presidente de la Comisión, desearía hacer algún repaso,
también en claves parcialmente coincidentes con la suya y en partes
diferentes, de cuál es la situación y las perspectivas de la economía
española.

Quisiera empezar por decirle que las discusiones que tengamos deben
partir de una premisa fundamental: a todos nos gustaría que sus
buenos augurios, incluso los más optimistas, se pudieran cumplir. El
que las cosas vayan bien no puede ser sino un motivo de satisfacción
para todo el mundo. Es verdad que el panorama que usted ha trazado es
un panorama singular en el que, junto al reconocimiento de algunas
sombras, han aparecido fundamentalmente las luces, e incluso una
valoración notoriamente positiva de algunos aspectos del crecimiento
y de la evolución de la economía española que no puedo compartir,
señor Rato, porque usted ha ignorado una buena parte de lo que ha
significado ese modelo de crecimiento al que se ha referido en
términos tan encomiásticos. Sobre todo, un modelo de crecimiento en
el que, como luego diré, han crecido las desigualdades, en el que los
frutos no se han repartido con equidad y en el que probablemente
tenemos un país, incluso en un período de bonanza, mucho más injusto
del que teníamos en un momento en que las cosas eran menos buenas de
las que ahora lo son.

Voy a trasladar el debate no sólo al ámbito de lo estrictamente
económico, sino al ámbito que se nos supone a usted como responsable
de la política económica del Gobierno y a mí como portavoz político
de los aspectos económicos de los socialistas, una discusión que es
muy importante. Siempre he encontrado en su análisis una concepción
en virtud de la cual si se insistía lo suficiente en los aspectos
económicos y en la bondad de la marcha de la economía, eso, a la
postre, tendría que producir resultados políticos. Utilizando una
expresión que yo he usado en algún momento, una suerte de marxismo
vulgar según el cual la coyuntura económica determinaba la
conciencia. Quiero recordarle, señor Rato, que, a pesar de su
insistencia en la teoría de la lluvia fina o en que como todas las
cosas están yendo bien, en materia económica, según S.S., los
ciudadanos tienen que comportarse sólo a la luz de los datos
macroeconómicos, es una tesis largamente probada como falsa, más allá
del debate ideológico sobre el marxismo, simplemente por la
experiencia de gobiernos anteriores y de su propio Gobierno. Los
últimos resultados electorales ponen de manifiesto que la gente,
felizmente, -digo felizmente porque la gente es mucho más que el homo
económico que a veces estudiábamos en los libros de texto-, no vive
sólo de economía sino que vive de bastantes más cosas. Muchísimo
menos, desde luego, de macroeconomía.

Quiero decirle también, señor Rato, que usted es un vicepresidente y
un ministro de economía afortunado. No sé si me pongo verde de
envidia, pero es muy fácil reconocerle que ha tenido una inmensa
fortuna, de la que soy el primero en alegrarme. Más allá de los
méritos que se quiera atribuir, lo que habría que reconocerle es el
que en una etapa que ciertamente es de dulce, en términos comparati
vos,



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la mejor etapa de los últimos diez años en términos de coyuntura
nacional e internacional, al menos ha conseguido una cosa, y es que
como conductor de ese vehículo importante que es la economía
española, una vez que ese vehículo había superado las rampas más
duras de la cuesta, con esfuerzo y a muy poca velocidad, ahora que
estamos en la cuesta abajo, es decir, cuando el vehículo tiende a
acelerarse, al menos hemos conseguido que no se nos distraiga y que
no se vaya a la cuneta. Es algo que quiero reconocerle. No ha
conseguido que el vehículo se salga de la carretera. Por si fuera
poco -déjeme decírselo en un tono cordial-, en una etapa de
crecimiento real de la economía, cuenta, además, con el estimable
apoyo que significan algunos cambios estadísticos en el Instituto
Nacional de Estadística o, incluso, con acuerdos estadísticos
europeos que producen, de la noche a la mañana, un crecimiento de la
economía, no sólo real, sino también contable, lo cual no le ocurre a
cualquier ministro de economía en todas sus etapas. Hoy, por ejemplo,
los españoles descubren que el producto interior bruto de 1995, de la
noche a la mañana y sin haber puesto usted nada, es simplemente un
4,4 mayor del que pensaban. Y un 4,4 por 100 más en el año base de
1995 y un par de décimas más de crecimiento sobre el estimado
anteriormente en cada uno de los años siguientes, dependiendo de como
hiciera usted las cuentas -y tengo pocas dudas de cómo las va a ir
haciendo en el futuro-, resulta que los españoles son más ricos y que
hemos obtenido más convergencia real de la que inicialmente habíamos
estimado. Incluso podríamos decir, en un cálculo grosero, que tienen
un producto por habitante de unas 75.000 pesetas más, simplemente por
el puro cambio estadístico.

Algunas cosas ciertamente le están favoreciendo, pero una evaluación
de la situación y de las perspectivas de la economía española debiera
ser no sólo la ocasión para repasar los últimos datos de coyuntura
internacional y nacional, sino también los resultados sociales y
políticos obtenidos con una política económica. Al fin y al cabo,
como decía al principio, ni usted viene aquí en su calidad de experto
económico, ni yo lo estoy en esa condición, sino que venimos, usted,
como responsable político del Gobierno en materia económica y yo como
responsable, también político, en materia económica del Grupo
Socialista. Me voy a referir a algunos aspectos, coyunturales algunos
otros de fondo, que tienen que ver, sobre todo, con las consecuencias
del modelo de política económica que ustedes están aplicando.

Como usted sabe, nuestra posición nunca ha sido la de negar la
realidad de un ciclo expansivo, más expansivo en estos últimos años
de lo que lo fue en la etapa inmediatamente anterior. Lo que
sostenemos, señor Rato, para dejarlo claro desde el principio, es que
su política económica no nos está permitiendo aprovechar esta etapa
para reducir desigualdades sociales, para distribuir los frutos del
progreso social, ni siquiera para preparar adecuadamente el futuro.

Más aún, su visión alicorta y su falta de voluntad para hacer frente
a estas exigencias, por un lado de la equidad y de la igualdad
social, y al mismo tiempo a una visión más generosa del futuro, no
sólo están hipotecando el crecimiento de los próximos años, sino
teniendo graves efectos en la calidad de la democracia, precisamente
por algo que deriva sustancialmente del modelo de política económica
que ustedes están aplicando, que es la enorme concentración de poder
económico y de riqueza que se está produciendo gracias a su política.

A algunos de estos extremos me voy a tener que referir después, pero
quisiera empezar por algunos de los datos de la coyuntura. La
reciente contabilidad nacional trimestral ha elevado el crecimiento
económico registrado en los últimos años (1996, 1997, 1998) y también
el crecimiento estimado en el primer trimestre de 1999. Según sus
apreciaciones, el crecimiento del PIB del primer trimestre de 1999
sería el 3,6 por 100, lo que pondría de manifiesto, como usted ha
repetido, una tibia desaceleración de la economía inferior a la que
habían proyectado diversos analistas y ustedes mismos, incluso el
Banco de España, hasta hace poco tiempo. ¿Cuál es el problema? Hay
dos, uno sobre el que quiero pasar muy rápidamente, no tengo tiempo
para hacer una discusión extensa, porque, por otro lado, tiene un
interés relativo -lo reconozco-, pero vale como punto de advertencia
de esa pretendida levísima desaceleración a la que usted ha hecho
referencia. Como usted sabe, la contabilidad nacional tiene dos tipos
de datos: los datos brutos y las datos de ciclo tendencia. Si uno
toma los datos de la serie original la desaceleración sería muchísimo
más intensa que la que se ha anunciado. El crecimiento interanual no
sería del 3,6 sino del 3,3 por 100, que es más o menos el nivel en el
que, sin cambios de metodología, se habían hecho las estimaciones por
la mayor parte de los analistas, antes del conocimiento de la
contabilidad nacional trimestral nueva en base a 1995. En Alemania,
por ejemplo, el Gobierno presenta los datos en términos brutos y le
corresponde al Bundesbank corregirlos para presentarlos en término de
ciclo o tendencia. Si se toman los datos brutos se producen algunas
consecuencias curiosas. El crecimiento del primer trimestre de 1999,
respecto del último de 1998, no sería positivo en un 0,9 por 100 el
crecimiento intertrimestral, sino que sería negativo en una tasa nada
menos que del 1,6 por 100. Si uno quisiera elevar esa tasa de
crecimiento a tasa anual, la tasa intertrimestral, obtendríamos una
tasa de desaceleración del menos 6,1 por 100, lo cual pone de
manifiesto algo que está pendiente de comprobar y, que ojalá, de
ninguna manera se confirme. Dicho de otra forma, el consumo privado
de los hogares, la formación bruta de capital fijo y las
exportaciones habrían caído incluso en términos absolutos respecto de
finales de 1998, lo que llamaría la atención sobre la intensidad de
la desaceleración producida sin haber aplanado la serie de datos
corregida, dulcificada, para acomodarlas al llamado ciclo tendencia,
sino simplemente para ver qué ha pasado en estos últimos meses. Le
recuerdo, por cierto, que las previsiones originales del Gobierno no
eran del 3,5 por 100, sino del 3,8 por 100 de crecimiento para el
conjunto del año. Es verdad que luego aceptaron ustedes corregirlas
levemente, pero su previsión de finales de 1998 era del 3,8 por 100
como media del año.

El segundo problema que tenemos detrás de esto es el de composición
del crecimiento. Se ha referido usted de nuevo a la teoría del
círculo virtuoso sobre el crecimiento económico en unas condiciones
en las que creo que no es posible seguir sosteniéndola, señor Rato.

Abandonando los aspectos contables de los datos brutos o de los datos
en términos



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de ciclo-tendencia -déjeme que acepte como buena la estimación del
crecimiento en términos de ciclo-tendencia, entre otras cosas porque
es la que se corresponde con la metodología utilizada en nuestro país
por el INE en la anterior base de contabilidad nacional trimestral- y
según su nueva estimación, el PIB crecería el 3,6. Ahora, ¿cuál es la
composición de la demanda en ese crecimiento? Una demanda interna
lanzada al 5,5 por 100 y una contracción mucho más intensa de la
inicialmente pronosticada, de menos 1,9 por 100, por el sector
exterior. Es decir, una composición notoriamente desequilibrada de
nuestro crecimiento. Mas aún, si uno ha de considerar la salud del
crecimiento y su sostenibilidad en el futuro, resulta fácil concluir
que la pérdida relativa de peso en términos de las exportaciones y de
la tendencia de la inversión en favor del consumo y de la
construcción -como ha señalado hace menos de quince días, entre otros
analistas, el gobernador del Banco de España- puede tender, si se
mantiene, a generar tensiones en los precios y a dañar la
competitividad mermando las posibilidades de mantener un crecimiento
sostenido. Hasta aquí, una cita textual de alguien cuya autoridad me
parece que todos reconocemos; simplemente como valoración de la
diferencia en la composición del crecimiento y el notable riesgo que
está adquiriendo la composición del crecimiento en términos de su
sostenibilidad futura.

Especialmente preocupante me parece que resulta -y usted lo ha
aceptado- la desaceleración de las exportaciones, que pasa de un 14,7
por 100 en 1997 y un 8,9 en 1998 a desacelerarse hasta un 4,8 por 100
en el primer trimestre de 1999 -siempre en términos interanuales-,
con un mantenimiento simultáneo del crecimiento de las importaciones
en tasas tan elevadas como el 11,9 por 100. Una tendencia que usted
desea que cambie en el futuro, a pesar de que ya ha aceptado que el
dato de abril no confirmará sus buenos augurios; me va a permitir que
manifieste cierto escepticismo, sin tener todavía datos. Escepticismo
en el sentido de que mi impresión es que el sector exterior va a
seguir detrayendo crecimiento en términos muy significativos cuando
se conozcan datos en los próximos meses. Esta es la impresión que
tiene uno. El carácter desequilibrado del crecimiento, en el sentido
de una demanda interior lanzada y un comportamiento muy contractivo
del sector exterior, es posible que no empiece a paliarse todavía,
aunque estoy dispuesto a concluir con usted que sería deseable. En la
misma dirección, el comportamiento de la demanda interna y
especialmente del consumo, alentado por la reforma del IRPF -aquella
reforma que iba a servir para aumentar el ahorro y que ahora está
sirviendo como alimento del consumo-, y un endeudamiento creciente de
las familias al amparo de los bajos tipos de interés coinciden con un
período de relativa relajación de la política monetaria europea, al
menos en lo que hace referencia a las condiciones internas de España,
que no hace sino ampliar las tendencias al desequilibrio en precios y
convertir en problemática la sostenibilidad del crecimiento.

Me parece que esto es simplemente un análisis objetivo de algunos
problemas que sería malo desconocer. Su desconocimiento no debería
llevarnos a la conclusión que usted ha sacado de que en inflación
vamos bien. Por el contrario,
vamos muy mal, señor Rato. Por enésima vez le tengo que decir
que tiene usted los precios -déjeme utilizar una expresión coloquial-
despendolados. Ya no le vale utilizar el argumento favorito que ha
venido utilizando: estamos en los niveles históricos más bajos
conocidos. Sobre ese argumento le dije en algún momento, con cierto
enfado por su parte, que era ridículo -no porque usted lo fuera,
líbreme Dios de afirmar nada semejante, sino por irrelevante como
argumento-; ahora tengo que decirle además que ni siquiera es verdad,
simplemente sería falso, ya no estamos en los niveles históricos más
bajos.La inflación diferencial, la única relevante desde nuestra
presencia en el euro, no ha hecho sino deteriorarse, tanto que
llevamos cuatro meses consecutivos fuera de la convergencia en
relación con su principal indicador, que es -como usted sabe bien- la
inflación. Esto equivale a pérdida de competitividad y, a la postre,
sin duda alguna también de empleo o de capacidad de crecimiento en
materia de empleo. Por citar alguno de los datos que son ya
conocidos, estamos en el 2,1 en términos de precios armonizados, que
es exactamente más del doble de la media de la Unión Económica y
Monetaria y cinco veces más que el índice interanual de precios de
Alemania, Austria o Francia, que en el último mes han sido algunos de
los mejor clasificados.

La inflación de servicios, que es un tema favorito y recurrente en
esta Comisión, sigue clavada en los mismos niveles de los años
anteriores. La media anual hasta hoy es el 3,6, igual que en el año
1998 y una décima superior a la de 1997. La inflación subyacente, la
estable, la que no está sometida a las variaciones erráticas
derivadas de que la energía, los alimentos, etcétera, tengan
modificaciones a corto plazo, no ha hecho sino crecer desde 1997. La
inflación subyacente en 1997 era el 2,1, en 1998 fue el 2,3 y en 1999
es el 2,4 por 100. Por cierto, las previsiones -las suyas y las de
analistas que se dedican a esto- siguen augurando malos resultados
para el conjunto del año y para el año próximo. La previsión de un
2,10 como media para este año y de un 2,15 para el año próximo, al
margen de lo aventurada que pueda ser, contrasta con la que se hace
para la Unión Europea, que se situaría en 1,08 este año y 1,64 el año
próximo. Los sustos que ha tenido usted y los que nos ha dado a
todos, en los que estamos instalados desde hace cuatro meses, no han
modificado lamentablemente un ápice su política. Un discurso retórico
de liberalización unido -perdóneme que se lo diga así, señor Rato- a
la falta de coraje político para adoptar reformas, con mucha
propaganda -eso sí- pero nulos resultados, y la realidad a la que
antes me refería de una enorme concentración de poder económico que
en ocasiones tiene consecuencias políticas bien notorias.

No le voy a repetir en este momento lo que le dije en el Pleno de
convalidación del Decreto-ley de medidas de liberalización. Me
pregunto de nuevo cuántos planes idénticos de liberalización más
vamos a tener que seguir oyendo y usted anunciando antes de que
podamos avanzar seriamente en esta materia. Permítame algunos
recordatorios. La evolución de las telecomunicaciones, de la que está
usted tan orgulloso, es todo un récord de cómo no se debe actuar por
muchos discursos que se hagan sobre la competencia y sobre las
ofertas televisivas de los nuevos operadores. Enel último mes, con
datos armonizados europeos, la inflación



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inteanual de la rúbrica comunicaciones era del 5,5 por 100
-crecimiento-. Para la Unión Económica y Monetaria los precios no
solamente no subían sino que bajaban; bajaba, en un 3,7 por 100
interanual mientras aquí subían en un 5,5; es decir, aumentábamos
claramente nuestro diferencial. Países que vienen de un monopolio tan
intenso y extenso como el nuestro, Alemania por ejemplo, conocían
caídas en los precios interanuales de esta rúbrica de nada menos que
el 9,2 por 100. Las rebajas anunciadas a partir de julio no van a
arreglar el desaguisado que se está haciendo en esta materia ni el
hecho de que tengamos las comunicaciones más caras de Europa. No sé
si usted fía en que a esa rebaja tendrán que seguir otras, no se sabe
cuándo, y en que quizá la revisión del IPC que se anuncia por el
Instituto Nacional de Estadística y que algunos analistas avalan como
conveniente puesto que estamos sobreestimándolo, lo mismo que la
revisión de la EPAo la de la contabilidad nacional, le puedan
resolver por la vía contable algunos de los problemas que sus medidas
no están resolviendo.

Déjeme recordarle en otras materias que tienen que ver con esa
vocación que usted expresa, pero que después no practica por las
reformas estructurales, lo que está ocurriendo con el suelo y con la
vivienda. El precio del suelo que sale a subasta ha crecido un 51 por
100 en el último año; y desde el año 1991 hasta su llegada al
Gobierno los precios de la vivienda no habían subido nunca por encima
del IPC. En el año 1998 la vivienda nueva creció en media nacional un
8 por 100, y para el año 1999 se prevé para la vivienda nueva un
crecimiento del 10 por 100 y un 5 por 100 para la usada. Estamos, por
tanto, ante el fracaso de medidas largamente anunciadas y con efectos
nulos.

Ha hecho usted alguna referencia a su orgullo por el nuevo texto del
proyecto de ley de defensa de la competencia. Voy a decirle un par de
cosas sobre eso. Lo han meditado tanto que simplemente ya no se podrá
aprobar en esta legislatura. La verdad es que la reforma de la Ley de
defensa de la competencia es el resultado nada menos que de dos
decretos-leyes, una reforma parcial a través de la Ley de medidas del
año 1998 y ahora otro parche para anunciar una ulterior refundición
legislativa de todos los textos que han hecho por una u otra vía y
cuando eso se concluya es posible que se puedan desarrollar los
reglamentos. Son ustedes maestros en ganar tiempo -y usted
especialmente, señor Rato- haciendo anuncios y evitando hacer nada
real. En relación con el contenido de la Ley de defensa de la
competencia, además de ratificar algunas de las cosas que habían
hecho en el decreto-ley de medidas liberalizadoras, lo que hacen es
no fortalecer al Tribunal de Defensa de la Competencia y sí al
Servicio de Defensa de la Competencia, precisamente en detrimento del
Tribunal. Han modificado a través de distintos textos diferentes
cosas con un único resultado, que el Tribunal no sale fortalecido y
sí en cambio el Servicio de Defensa de la Competencia. Usted había
anunciado en su momento la creación de un instituto de defensa de la
competencia a las órdenes del Gobierno. Obligado a abandonar esa
idea, lo que ha hecho es erigir al presidente del Servicio de Defensa
de la Competencia en una suerte de sustituto del nonato instituto.

Pretendía aumentar el número de vocales del Tribunal de ocho
a doce. Eso tampoco se pudo llevar a cabo porque era incompatible con
el vaciado de competencias del propio Tribunal. Anunció que los
plazos en los que las víctimas de las infracciones de la competencia
iban a percibir sus indemnizaciones se acortarían por un singular
procedimiento en el que las indemnizaciones iban a ser fijadas por el
Tribunal de Defensa de la Competencia y como eso era
inconstitucional, como el propio Consejo de Estado ha puesto de
manifiesto, también ha tenido que renunciar a esa feliz idea. Pero lo
que me preocupa, señor Rato, es que la reforma se le queda en nada,
ya no podrá ser aprobada en esta legislatura -quizás se trataba de
eso-; en nada excepto en una cosa, la limitación de las facultades
del Tribunal de Defensa de la Competencia. Ya establecieron ustedes
en el decreto-ley una terminación convencional de las concentraciones
al margen de cualquier intervención del Tribunal de Defensa de la
Competencia, sustituyéndola simplemente por el acuerdo con el
Servicio de Defensa de la Competencia. Ahora insisten en el invento y
encima se inventan una terminación convencional también en los
supuestos de infracción de la ley; terminación convencional que
naturalmente supone un acuerdo entre el infractor y el Servicio de
Defensa de la Competencia, sin intervención del Tribunal. En fin, no
quiero seguir con este tema. Tendremos ocasión de discutirlo, pero le
anuncio que tendrá una enmienda de totalidad, probablemente un texto
alternativo. Esto es simplemente una chapuza que no corrobora, en
absoluto, ni su voluntad reformista ni la de hacer frente seriamente
a los problemas de competencia.

Por cierto, lo mismo que le recordé en el Pleno que algunos de los
constituyentes del Tribunal de Defensa de la Competencia que habían
presumido de su ignorancia en la materia no parecían los más
adecuados para formar parte de ese Tribunal, hoy me veo obligado a
recordarle que hay un vocal del Tribunal de Defensa de la Competencia
que no creo que contribuya a la credibilidad, ni siquiera
democrática, de algunas de las actuaciones cuando la mayor aportación
conocida a la ciencia económica que se le recuerda es una en la que
intentaba demostrar que el aborto y las políticas de control de
natalidad son irracionales económicamente y conducen a la necesidad
de acudir a la inmigración, con lo cual, cito textualmente, la
población cambiará en buena parte de color.

Sobre el sector eléctrico, señor Rato, sabe usted que tengo pocas
cosas nuevas que decirle, es casi mejor no repetirlo. Produce sonrojo
contemplar que han aplicado todo lo contrario de lo que la Comisión
Europea dice estar dispuesta a aceptar. Todavía hoy lo recuerda algún
medio de comunicación. Como usted sabe, han aplicado ayudas de Estado
sin autorización de la Comisión Europea y, por tanto, en términos
jurídicos esas ayudas son además ilegales. ¿Sabe lo que está
ocurriendo? Que tras un larguísimo período, que a algunos nos tocó en
mayor o menor medida, de desendeudamiento de las empresas eléctricas
y de saneamiento de éstas con enorme esfuerzo y enorme coste para
todos, dichas empresas vuelven a iniciar la senda del endeudamiento,
pero a costa del consumidor. Operaciones que podrían ser razonables
si costaban 200.000 millones de pesetas, para tomar participaciones o
entrar en el mercado chileno se convierten simplemente en
inaceptables a un



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coste de 700.000 millones de pesetas, eso sí, con la garantía de sus
CTC y de sus tarifas.

Y para no tocar todos los temas de competencia, déjeme decirle alguna
cosa de las que quizás hemos hablado menos pero que yo creo que tiene
importancia ahora que usted se preocupa por el modelo de crecimiento
y sobre todo por las reformas, y hace un discurso pretendidamente
liberal aunque después practique una política claramente antiliberal.

Usted pretendió ser el impulsor de las buenas prácticas en el
gobierno de las empresas. En febrero del año 1997, si lo recuerda,
anunció su segundo plan triunfal de liberalización. Se convirtió en
el impulsor del Código Olivencia. De nuevo propaganda, señor Rato,
empezando por aquellas empresas que son más próximas, las recién
privatizadas. La aplicación del Código Olivencia, una versión, como
todo el mundo sabe, muy light del informe Cadbury, no ha pasado de la
publicidad más superficial, y no sólo en el caso de Telefónica, en el
que el blindaje del señor Vilallonga es un escándalo conocido urbi et
orbe, sino en otros casos mucho menos conocidos, señor Rato. Nos
hemos tomado el trabajo -serio, créame- de evaluar el cumplimiento de
las 23 recomendaciones del Código Olivencia en las ocho empresas
privatizadas más importantes y el resultado es desolador. A usted le
queda el recurso de seguir diciendo que estamos en la buena
dirección, aunque luego ustedes jamás condicionen el poder económico
de los amigos que han designado a las exigencias de los consumidores,
al respeto a los accionistas mayoritarios o a la transparencia en las
actuaciones de las empresas. Lo mejor que se puede decir es que, en
la mayoría de los casos, las empresas a las que me refiero han hecho
caso omiso de las recomendaciones, limitándose a una adaptación
tardía y desde luego cosmética. Pero en tres casos los
incumplimientos son flagrantes. ¿En qué tres casos? En lo que se
refiere al reparto equilibrado del poder en la empresa, a la
introducción de transparencia en favor de los accionistas y de los
mercados en general y a la incentivación de los comportamientos
éticos en los consejeros. Por poner un ejemplo, de nuevo referido a
Telefónica, en esta empresa siguen siendo incompatibles las
retribuciones como consejeros y las que corresponden por otras
funciones ejecutivas o consultivas. Pero créame que hay muchos
ejemplos más que no cito simplemente por no alargarme excesivamente.

En relación con el empleo, la EPA ha sido en el último mes una
estadística popular. Ha usted le ha situado en un mundo que jamás
había soñado. Nos venía diciendo que el incremento del PIB se
traducía en un 75-80 por 100 en creación de empleo y ahora, batiendo
todos los récords, puede decir por fin que no solamente se traduce en
esa cifra sino en un 110 por 100 en creación de empleo. Gracias al
Instituto Nacional de Estadística, que ha roto la serie y que
pretende comparar los últimos datos con los anteriores, usted puede
decir algo a lo que no se hubiera atrevido sin sonrojo en el pasado.

Que eso implique caída de la productividad y que no resista el menor
análisis, con permiso de la presidenta del Instituto Nacional de
Estadística y de su propio secretario de Estado, a quién le importa.

Sabe, señor Rato, que yo no me caracterizo por negar la realidad y
aun reconociendo que estamos creando más empleo que otros países
europeos, más allá de los problemas de calidad que son no pequeños
-ya sé que usted lo dice hasta la saciedad-,
pero me parece relevante señalar en términos de coyuntura en este
momento que -como sus propios datos ponían de manifiesto-, en contra
de los datos oficiales, se está produciendo una desaceleración del
ritmo de creación de empleo. Esto es por cierto lo que ocurre, para
citar otra nueva estadística oficial, en la serie ciclo-tendencia de
la nueva contabilidad nacional, en que pasamos de tasas interanuales
del 3,6 por 100 para el conjunto de 1998 al 3,2 por 100 en el primer
trimestre de 1999, referido eso sí a puestos de trabajo y no a
personas, para ser rigurosos en la comparación. En todo caso, es la
forma que la contabilidad nacional tiene de evaluar el empleo. El
problema del paro masculino y femenino, al que usted ha hecho
referencia, es ciertamente bien serio, solamente que su triunfalismo
en esta cuestión es muy difícil compartirlo -sin entrar ahora en un
análisis pormenorizado de todos los problemas de empleo- porque, como
usted sabe, no solamente tenemos una de las tasas más bajas de
actividad femenina de la Unión Europea, sino que simultáneamente
tenemos el doble de paro femenino que de paro masculino. Para más
inri todas sus previsiones de generación de empleo y de reducción de
tasa de paro -como ya tuve ocasión de decirle a propósito del
Programa de Estabilidad para los próximos años- solamente se pueden
cumplir en los próximos años con la previsión de que no se incorpore
ninguna nueva mujer al mercado de trabajo; dicho de otra manera, que
la tasa de actividad femenina se mantenga en los niveles actuales, lo
cual es algo inaceptable. Pero de cumplirse la reducción de la tasa
de paro que ustedes están señalando se obtendría solamente a base del
mantenimiento de la misma tasa de inactividad femenina que tenemos en
este momento. Solamente en esas condiciones se pueden cumplir sus
previsiones, lo cual me parece un objetivo no solamente no ambicioso,
sino que no podemos compartir absolutamente, que nos llevaría a
hablar de una política de empleo que naturalmente no puede ser la que
ustedes están practicando y sobre la cual ya hemos tenido ocasión de
debatirlo en otros foros y no voy a insistir ahora por falta de
tiempo.

Déjeme que le haga dos referencias muy rápidas a otros tres aspectos
que tienen que ver con la situación de la economía española y con el
problema del futuro. He dicho al principio que estamos creciendo en
condiciones de aumento de las desigualdades. Eso es algo que se pone
de manifiesto de muchas formas, desde luego, no a través del análisis
de la distribución funcional de la renta que usted pretende y que ha
vuelto a repetir hoy; eso no sirve absolutamente para nada. La
igualdad es personal o no lo es y todo lo demás tiene muy poquito que
ver, señor Rato, con el reparto de la riqueza o con el reparto de la
igualdad. La distribución funcional de la renta entre rentas del
trabajo y rentas del capital sirve para algunas cosas, pero no para
analizar los problemas de igualdad entre las personas.

Déjeme que le recuerde un par de cosas que son noticia de estos días
y que figuran en una publicación reciente de la Comisión Europea. Da
la sensación de que no tuviéramos problemas de desigualdad o de
pobreza en el análisis que usted ha hecho de la economía, pareciera
que solamente estamos hablando de cómo crecen las grandes cifras
económicas. El 50 por 100 de las familias de este país dice que no
puede pagarse una semana de vacaciones fuera de su casa. En la Unión
Europea ese porcentaje es del 30 por 100.




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Se podrían utilizar un buen número de indicadores para medir los
problemas de desigualdad que tenemos en nuestro país. Durante el
período 1985-1995, señor Rato, se produjo en este país, según todos
los informes disponibles, una mejora en términos de igualdad en la
distribución de la renta como nunca se había producido en España y
superior a la que en un período tan dilatado de tiempo se produjo en
los demás países europeos. Sobre esto los estudios solventes de
distribución de la renta ponen de manifiesto y llevarían a la
conclusión de que para un crecimiento de la renta disponible del 2
por 100 para el conjunto de los hogares en un período tan largo como
ese, entre 1980 y 1995, el 10 por 100 de los hogares más pobres
habría crecido en su renta disponible un 2,5, los hogares intermedios
aproximadamente un 2 y los hogares más ricos un 1,8 por 100. Eso
habría permitido a lo largo de muchos años un estrechamiento en la
distribución de las desigualdades en nuestro país de cierta
intensidad; de una intensidad que, sin embargo, no permitía decir que
este país fuera el que tenía una distribución más igualitaria de la
renta. Todavía alrededor de 1996, según los datos más fiables en esta
cuestión, España tiene un índice de desigualdad, comparado con la
media europea, de 5,4 en relación con un 5 que sería el índice
correspondiente a la Unión Europea de Quince. Esta es la ratio entre
el 20 por 100 de la renta de los más ricos y el 20 por 100 de la
renta correspondiente a los hogares de las familias más pobres. ¿Pero
qué es lo que ha ocurrido en este período? ¿Esto ha mejorado? En
absoluto, señor Rato, ha empeorado y lo ha hecho seriamente. Es obvio
que no podemos hacer aquí una discusión in extenso sobre indicadores,
pero déjeme que le dé unos datos, algunos que le son queridos porque
los ha escuchado usted en algún otro momento, pero es que me parece
fundamental, volver a hablar de ellos.Una parte del ajuste que
ustedes han hecho en este círculo virtuoso de política económica al
que quiere llevarnos tiene que ver con la brutal congelación de la
inversión en relación con períodos pasados, eso tiene efecto también
en el potencial de crecimiento de la economía, eso ha afectado a
magnitudes no solamente de inversión física sino también de gasto
social, en educación, en tecnología, en otras cosas, pero tiene que
ver también con otros aspectos del gasto social.

Quería referirme al gasto en pensiones. Ha disminuido la parte de la
riqueza que se destina a cubrir las necesidades de los pensionistas
de un 9,10 por 100 en el año 1995 a menos del 9 en el año 1999, a
pesar de que el número de pensionistas ha crecido en este período en
más de medio millón de perceptores. Esto mismo es lo que ha ocurrido
con el gasto total de la Seguridad Social medido en términos de su
participación en el PIB. Para decirlo de una forma todavía más
gráfica, una que hasta ahora ha tenido escaso éxito en su aceptación
por parte de su Gobierno. Una pensión mínima de una persona con 65 o
más años ha mejorado su poder adquisitivo después de los últimos tres
en 728 pesetas mensuales, es decir, un promedio anual de 243 pesetas
al mes. Esta es toda la mejora del poder adquisitivo de las pensiones
mínimas de nuestro sistema. Quizás le parecerá todo un esfuerzo de
reparto de los frutos del crecimiento. Si se hubiera hecho partícipe
a los pensionistas que perciben pensiones mínimas del aumento de la
riqueza de nuestra economía en este mismo período de tiempo, el
aumento hubiera sido de 6.472 pesetas mensuales. La distancia entre
participar del crecimiento general en la misma proporción en que se
produce y participar en 243 pesetas al mes es la que le acabo de
decir, señor Rato. Pero eso no es casual, eso tiene que ver con lo
que ustedes han hecho, con la reducción de la aportación del Estado,
por ejemplo, a la Seguridad Social para mejorar las pensiones
mínimas, que en el año que ustedes llegaron al Gobierno era de
232.000 millones de pesetas y que en los últimos años es simplemente
de 16.000 millones de pesetas cada uno de los años 1997, 1998 y 1999.

Ya sabe usted qué es lo que está ocurriendo. Lo que me preocupa
además es que después de hacer eso pretende usted que, no estando
dispuesto a cumplir el Pacto de Toledo, esto forme parte de una
política de igualdad social, de reducción de desigualdades, que se
pone de manifiesto por este y otros indicadores -tengo una batería de
indicadores que evidentemente no estamos en condiciones de discutir-
que concluyen en algo que ya le he dicho: los frutos del crecimiento
no se reparten adecuadamente, ustedes hacen que aumenten las
desigualdades, este país es más injusto ahora de lo que era antes, a
pesar de que ha tenido usted un período de dulce, con alguna crisis
financiera internacional que no ha ido a mayores, pero con una
situación en la que este período se describirá con variaciones a lo
largo de los meses y de los trimestres simplemente como un período de
coyuntura expansiva.

Una última consideración, señor Rato. Creo que es algo que usted ha
eludido aquí -no puede tampoco tocarlo todo-, pero yo sí quiero
recordarlo, sin desarrollar. Entre los problemas que tiene la
economía española y tiene nuestro país está el de la desigualdad
territorial, y la desigualdad territorial tiene también que ver con
algo que sí está en las manos del Gobierno, que es la financiación
autonómica. Probablemente no es este el lugar ni tenemos tiempo para
discutir ahora sobre lo que usted ha dicho que ha sido un éxito y yo
un fracaso, como es el modelo de financiación autonómica, aparte de
la ruptura del consenso que significó. Ya me parece bastante
disparate lo que han hecho a lo largo de estos años como para no
intentar el que alguna vez volvamos al consenso. En cambio, lo que es
bastante tremendo es constatar, señor Rato, que el reconocimiento
implícito del fracaso del modelo ha llevado finalmente a que, como
consecuencia de su inaplicabilidad en los términos en los que lo
habían pactado (por cierto, contra algunas comunidades autónomas), el
coste de la financiación autonómica (¿recuerda la primera pregunta
que la oposición socialista hacía al Gobierno cuando pactó ese modelo
de financiación: cuánto cuesta?) ya sabemos que en el año 1999 va a
ser de unos 187.000 millones de pesetas para el Estado, derivado de
dos cosas (no en términos agregados, naturalmente -entre los
agregados no hay coste para nadie, lo que uno se quita, se lo lleva
el otro-, sino en términos de cuánto le cuesta al Estado): primero,
de las garantías otorgadas. Para que la reducción o la caída en la
recaudación del IRPF, antes incluso de su reforma, no afectara a las
comunidades autónomas, ustedes han modificado el acuerdo del Consejo
de Política Fiscal y Financiera y han otorgado una garantía para que
la evolución de los ingresos vaya de acuerdo con el PIB nominal -eso
cuesta un porrón de dinero, unos sesenta y tantos mil millones de
pesetas-; además, como consecuencia de la reforma del



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IRPF, ustedes han tenido que aceptar adicionales compensaciones -y
eso cuesta también algo más de dinero-, y me ahorro el decirle
algunas otras cosas que ustedes han incluido y que como no se han
cumplido sus previsiones tienen el grave riesgo de significar también
un coste futuro, como es el problema de la no equiparación en
ingresos por habitante de las distintas comunidades autónomas en
relación con la evolución de su relativa población. Eso plantea un
problema -como sabe perfectamente el señor Zaplana- en Valencia y en
alguna otra comunidad autónoma. Estamos, por lo tanto, ante un
problema de los que debiéramos resolver. Como debiéramos resolver,
señor Rato, en este balance de los problemas que tiene nuestra
economía española, otro problema del que vamos a tener ocasión de
hablar esta tarde, que es la Agencia Tributaria. No quiero
desarrollarlo en este momento; usted sabe cuál es nuestra posición.

En algún momento, los problemas que afectan a los intereses del
Estado deben ser abordados con criterios de Estado, no con criterios
partidarios.




El señor PRESIDENTE: Por el Grupo Parlamentario Federal de Izquierda
Unida tiene la palabra el señor Ríos.




El señor RÍOS MARTÍNEZ: Quiero agradecer al señor Rato la exposición
que nos ha hecho, el tiempo que ha destinado a traernos un escorzo
sobre la economía a nivel general, para centrarse al final de su
intervención en la zona euro y en nuestro país. Me va a permitir que,
para empezar, haga algunas referencias a la introducción, en la que
creo que usted ha sido riguroso pero que choca con su intervención en
esta Comisión hace apenas un año, cuando nosotros le anunciábamos que
se avecinaba una especie de crisis internacional que tendría que
tener efectos sobre nuestro país. Usted entonces nos decía que eso no
era así y que el efecto sobre nuestro país iba a ser muy escaso.

Ahora, a toro pasado, usted ha reconocido con bastante rigor lo que
ha venido a denominar como la mayor crisis financiera de los últimos
diez años.

En relación con el escorzo general que usted ha hecho, me va a
permitir que le solicite alguna precisión. Creo que usted ha hecho un
análisis de la economía muy descarnado, ha hablado de la situación
económica, tanto en el mundo anglosajón como en la parte oriental, en
Japón, en Estados Unidos, en Rusia, pero siempre haciendo referencia
a datos macroeconómicos y le ha quitado usted a la economía algo que
es muy importante tener en cuenta en nuestro país y en el conjunto de
países. Ha dicho que la economía se recupera o sale de su crisis a
nivel mundial, ha dicho que la economía ha tenido una recesión, pero
no ha dicho que tenemos a más de 1.000 millones de ciudadanos que
están pasando hambre; que se está produciendo un agotamiento de los
recursos naturales como consecuencia de una producción excesivamente
mal dirigida; que tenemos flujos migratorios complicados y que,
además, cada vez se hace mayor la diferencia entre lo que los
ciudadanos perciben por salario directo y lo que antes percibían por
otros conceptos, como el salario diferido o el salario indirecto. Es
decir, al hacer la valoración no ha tenido en cuenta una parte
importante de la economía. Cuando usted ha hablado de Estados Unidos
-en todo su análisis Estados Unidos es prácticamente el motor al que
hay que asemejarse-, ha
dicho que tiene un superávit presupuestario, que tiene un paro cero y
que solamente tiene que superar un problema, que es el desahorro de
las economías domésticas, y ha hablado usted de las materias primas,
de los costes salariales y de los costes financieros. Pero también
hay otros costes que hay que añadir. Creo que el americano no es el
mejor ejemplo, porque la situación en Europa tiene otra dimensión y
lo que debería tener en cuenta son los costes sociales y las
condiciones de producir, que también hay que tener en cuenta cómo han
evolucionado allá. En cuanto al análisis internacional que ha hecho,
creo que también ha predominado el ejemplo de los Estados Unidos
sobre lo que debe ser la orientación de la nueva salida a nivel
internacional. Al hablar de la economía rusa -esto es algo
anecdótico-, ha dicho usted que ya hay síntomas de crecimiento, que
hay una especie de freno al deterioro de la demanda interna y ha
aludido a los defectos de la economía soviética. Yo solamente le
informo que los soviets desaparecieron en el año 1991, en la época de
Gorbachov -desde entonces usted ha pasado dos legislaturas en la
oposición y una en el Gobierno-, y la economía tiene ya otra
dimensión. Imagino que ese comentario habrá sido fruto de la propia
discusión.

Respecto a la situación de Europa y de la zona euro, creo que hay un
exceso de dependencia. En su explicación usted ha hablado de
debilidad o de la necesidad de recuperación del euro frente al dólar,
lo cual, al final, no es más que un predominio de las decisiones de
la economía mundial, cada vez más globalizada, en el peso del dólar.

Usted ha dicho que el marco ya era débil antes y que ahora, en
realidad, lo que tenemos es un flujo. No, el diferencial se ha
acrecentado, puesto que la debilidad del euro en el último año ha
sido muy fuerte. Usted ha dicho que la diferencia apenas sería de un
4 por 100, pero yo entiendo que es una valoración muy optimista. Creo
que usted ha dejado a un lado lo que va a ser la dinámica de Europa
para mantener su equilibrio social territorial actual con la
ampliación, que va a tener una influencia muy importante y que
deberíamos tener en cuenta para el próximo futuro de la Unión.

Paso ahora a referirme a la parte final de su intervención, es decir,
la más centrada en la economía española, en la bondad de nuestra
situación económica, cómo ha encajado esta crisis del último semestre
y cómo podemos avanzar en la convergencia. Usted ha enumerado una
serie de planteamientos centrados en la necesidad de profundizar en
la liberalización de nuestra economía, de disponer de una producción
más competitiva y de un control de nuestra política presupuestaria y
económica. Usted ha dicho que nosotros estamos en un proceso de mayor
rigor en la relación al Plan de estabilidad. El Plan de estabilidad
fue firmado precisamente en octubre de 1998 en plena crisis, como
usted decía antes, y yo no entiendo todavía por qué esa obsesión de
España, que usted ha planteado en su intervención, por ser la primera
de la clase en el proceso europeo; tanto en la actitud que usted ha
mantenido aquí durante el último año como en su propia intervención
hay una obsesión de España por serla primera de la clase de la Unión
Europea.

El Plan de estabilidad, que en realidad fue inspirado por Alemania,
ha tenido una respuesta diferente en distintos países. Alemania y
Francia se han planteado unos programas de estabilidad con mayor
margen de maniobra y con



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muchas más cautelas en cuanto a la reducción de déficit de las que
España se ha planteado. Pero es que incluso algunos gobiernos, como
Italia, han suavizado, quizá por la situación económica, sus
objetivos de déficit. Sin embargo, nosotros volvemos a insistir, no
ya con el cumplimiento del Plan de estabilidad o del proceso de
convergencia; no, más allá, vamos a un proceso de aquí al 2002 de
eliminación de déficit, incluso de generación de superávit, ejemplo
americano a seguir. ¿Por qué España puede permitirse eso y no se lo
pueden permitir Alemania y Francia o Italia? ¿Cuál es nuestra
situación de ventaja? ¿Cuál es la situación para que nosotros podamos
tener unos mayores elementos de cohesión?



Luego usted ha citado en su intervención, que hemos avanzado en la
convergencia real, aunque no lo ha cifrado en datos. Hay que aceptar
una cosa que no le puedo rebatir porque es cierta, aunque podemos
distinguir entre lo que es la posición de un optimista y un
pesimista. Usted ha sido muy optimista para nuestro país, menos
optimista para Europa y para el concierto internacional,
supervalorador en cuanto a Estados Unidos. La diferencia entre uno y
otro -yo soy hoy en día un pesimista- es que el pesimista para mí es
un optimista bien informado. Me refiero en cuanto a convergencia
real, porque el crecimiento económico se está produciendo y lleva
usted razón en que en los próximos años vamos a tener una perspectiva
de una estabilidad en el crecimiento económico. El problema es cómo
se administra ese crecimiento económico, si ese crecimiento económico
ayuda a nuestro país a reducir los déficit de convergencia real con
Europa y a poner en buena disposición nuestra estructura productiva,
no de economía especulativa, sino de economía productiva, y nuestro
nivel de empleo o de condiciones de producción. Debemos estudiar cómo
se sitúa con vistas al año 2002, aunque ustedes ya hablan del 2006 y
tendrían que pasarse dos legislaturas más, pero espero que la
situación en el país pueda tener otros avances.

La lejanía de la convergencia real. España presenta la menor tasa de
empleo de toda la Unión Europea. Nosotros tenemos un 38,8, mientras
que la media europea es de un 49,4. Ustedes ni siquiera han sido
imaginativos. En otro día en el debate sobre el estado de la Nación
el señor Aznar también citó lo mismo: Si quitamos el empleo femenino,
la media española de empleo masculino está por encima de la media
europea. Ni siquiera son originales en eso. Cuando el anterior
gobierno argumentaba por qué no reducíamos de manera importante las
tasas de desempleo decía que se creaba empleo pero que la
incorporación de la mujer al trabajo frenaba nuestra tasa de empleo.

La tasa de paro española duplica la europea y fíjense que estamos en
el 17 por 100 hoy y que al final del Plan de estabilidad ustedes
pretenden llegar al 12,8 por 100 -no sé si llegaremos- en cuanto a
reducción de paro. ¿Pero cómo estará la media europea? Utilice usted
la comparación que nos ha hecho de dos países: Estados Unidos está en
el cero por 100 de tasa de desempleo. Pero respecto al país del mundo
desarrollado que está peor, y, que usted ha citado, que es Japón,
usted ha dicho: en Japón este año van a tener un decrecimiento del
PIB de tres puntos. ¿Sabe usted lo que ha dicho a renglón seguido?
Que tiene un proceso grave de crecimiento de paro; fíjese si es grave
que va
a llegar al 4 por 100. Eso es lo que usted ha dicho en su
intervención de Japón. Si usted dice: Fíjese si España va a ir bien
que vamos a crecer económicamente en tasas del 3,5 por 100 de aquí al
2006 y que al final del Plan de estabilidad vamos a tener el 12,8 por
100 de paro, permítame que le diga que la cosa no es como para tirar
cohetes, no debe ser para tirar cohetes.

No voy a entrar en la distribución de esa mayor tasa de paro, porque
si comparamos los datos de nuestra tasa de paro, el juvenil en España
es del 33,3 por 100 y en Europa del 19 por 100, y el femenino el
25,6, mientras que en Europa es el 11 por 100. No quiero entrar en
ello, pero sí me gustaría adoptar otros elementos de convergencia
real, por ejemplo, la mayor tasa de precariedad; nosotros triplicamos
la media europea en tasas de precariedad. Ustedes dicen que estamos
creando empleo en nuestro país y yo les digo que estamos creando
contratos en nuestro país, que es distinto de generar empleo, sobre
todo por la estabilidad. Fíjese que es un empleo frágil el que
estamos creando y que cuando la situación económica coja un pequeño
constipado, va a coger gripes agudas cuando no pulmonías. Pero es que
en España las condiciones de trabajo suponen una siniestralidad
laboral que es el triple de la media europea. Pero es que el PIB per
cápita de nuestro país, el PIB medio, comparado con la situación
europea es solamente superior al de Grecia y Portugal.

La protección social. Nosotros tenemos ahora mismo un estudio en
nuestras manos que ha sido publicado hace poquito en nuestro país -y
no hablo de porcentajes con la media europea- que dice: El porcentaje
de PIB que en España se destina a prestación social es el 20 por 100
menos de lo que se dedica en Europa; referente al PIB, no a los
porcentajes, al dinero que usted gasta. El dinero de la riqueza de
España que destinamos a estos temas es el 20 por 100 menos que la
media europea.

Fíjese, la presión fiscal que en nuestro país tenemos es menor y más
regresiva también que la media europea. Lógicamente el criterio
redistributivo o de justicia social de la realidad económica desde
luego dista muchísimo de lo que deben de ser unos parámetros
sencillamente para sentirse halagado o en condiciones de entender que
nos estamos acercando a la convergencia real.

Si nosotros miráramos el stock de capital tecnológico para ver cómo
España invierte en modernizarse y en estar en condiciones de no
depender de la venida de grandes empresas multinacionales, el stock
tecnológico sobre el PIB está a un 35 por 100 de la media europea.

En suma, lo que le quiero decir con esto es que tenemos una distancia
de la convergencia real muy alta. Un solo ejemplo serían los salarios
reales. Los salarios reales en España suponen el 67 por 100 de los de
la media comunitaria. Usted lo ha utilizado como un argumento
positivo cuando decía: Las condiciones para que nuestro país haya
podido tener una situación positiva han partido del control del
déficit público y la estabilidad de los salarios. Lo ha utilizado
como positivo, y yo creo que es positivo, pero es por el ejemplo y la
madurez con la que los representantes de los asalariados han sido
prudentes a la hora de participar en el crecimiento económico y
frente a un crecimiento económico del 3,5 aceptan un crecimiento de
media salarial del 2 por 100. Lo malo es que eso no va acompañado de
otra participación



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de la misma moderación por parte de otros sectores. Hay una cierta
concepción de insolidaridad de otros sectores que no son precisamente
la parte de lo que es el costo de salario.

En España tenemos un repunte de la inflación, no cumplimos los
criterios de convergencia en inflación. Pero no es provocado
precisamente por los salarios. ¿Por qué es provocado? Por la avaricia
de obtener beneficios rápidos de determinados sectores productivos.

Uno que tiene relación con lo que ahora mismo estamos es el sector
turístico, que a pesar de todas las indicaciones que ustedes han
hecho, a pesar de todos los decretos que ustedes han dictado, ha
preferido recuperar un 4 por 100 de beneficios, aunque eso signifique
disparar la inflación. Hay determinados sectores que ustedes no
controlan y que se revelan al concepto de contención. Es decir,
quieren participar rápidamente, de manera abusiva en los beneficios
en lugar de comprometerse con una estabilidad económica. Me imagino
que eso tendrá que significar algo en cuanto a medidas y en cuanto a
propuestas.

Por último, como dato de convergencia real, el salario mínimo
interprofesional español es uno de los más bajos de la Unión Europea,
el 36 por 100 del salario medio.

Con estos parámetros de comparación -y usted me dirá que estoy muy
alejado del optimismo- lo que intento ponerle encima de la mesa son
los datos de estadísticas que ustedes aportan y que en la Unión
Europea circulan, no son inventados. En todo caso, son datos que a
usted le obligarían a un mayor compromiso de nuestra economía con
todas estas demandas.

Usted ha dicho que nuestro dinamismo económico está en el crecimiento
de la demanda interna. Ha cifrado como un elemento de crecimiento de
la demanda interna, que según usted esta situada en un 5,5,
fundamentalmente el dinamismo de algún sector, como el de la
construcción. El dinamismo del sector de la construcción y del sector
inmobiliario está más provocado por la necesidad de blanquear dinero,
que está oculto y tiene que aflorar a la hora de aparecer el euro,
que en otros elementos que usted ha puesto en circulación.

Además, es lógico que crezca el consumo interno, la demanda interna,
cuando ustedes han dejado en manos de los ciudadanos -de unos más y
de otros menos, porque lo han hecho de manera injusta- casi 800.000
millones de pesetas con la reforma del IRPF. Ese dinero ha ido a
actuar. ¿De qué manera ha actuado? ¿Se ha incrementado el ahorro de
las familias o el endeudamiento de las familias medias, ya que es
aquí donde vamos a discutir las grandes distancias? Nosotros creemos
que no se ha incrementado el ahorro, sino el endeudamiento, nada más
hay que mirar las circunstancias, y el endeudamiento no solamente
para comprar patrimonio o adquirir vivienda, sino hasta para
elementos de consumo. Por tanto, el dinamismo interno debería ir
acompañado de otras cosas. El dinamismo interno no va acompañado de
una fuerte presencia del sector exportador de nuestro país, en el que
hemos sido tradicionalmente importantes en algunas zonas de nuestro
país. En nuestra realidad económica el papel de la exportación no
solamente está contenido, sino que está en proceso de retroceso, pero
avanzado.

Sin embargo, sí que se está dando una cosa importante en nuestro
país, y es la reinversión exterior de nuestro capital. Hay una fuerte
presencia de reinversión del beneficio producido acá en determinados
países. Se está dando una deslocalización de la inversión fuera de
nuestro propio país y no se da en lo que puede ser mejora de la
capacidad de nuestro país a nivel productivo, mejora de la
modernización de nuestra estructura productiva, mejora de nuestra
diversificación productiva. No estoy en contra de que haya capital
nuestro en determinados países, me parece muy bien, lo que le estoy
diciendo es que no estamos logrando fortalecer la capacidad de la
presencia española en el concierto internacional a la hora de aportar
lo que produce. Eso es la exportación. Estamos en retroceso. Como la
demanda interior crece, lógicamente tiene que incorporarse o debemos
recuperar determinados elementos.

Termino con las dos partes que usted ha mencionado al final: un
crecimiento español de nuestro país que sea estable y solidario. Para
que sea estable y solidario, tienen que primar otros criterios y el
principal problema que tenemos en nuestro país es que los criterios
de distribución del crecimiento económico no son solidarios y no lo
son ni en cuanto a los que participan en la producción -llámese
salario directo e indirecto de todos los que participan en la
producción- ni en cuanto a la ciudadanía en general, no en lo que es
una reducción fuerte en los años de vacas gordas del empleo y del
salario diferido, ni tampoco en su distribución territorial. La
distribución territorial del crecimiento económico es injusta en
nuestro país, no ha significado una participación de ese crecimiento
de manera equilibrada -por no utilizar palabras altisonantes- en todo
el territorio.

Por último, como ejemplo, son ustedes un mal ejemplo. Ustedes como
Gobierno, como administradores, como el mayor empresario del país son
un mal ejemplo por dos razones. Una, ustedes no cumplen ni sus
escasos compromisos de empleo público. No han sido capaces de cumplir
la limitadísima oferta pública, con lo cual ustedes están provocando
un deterioro grave en algunos servicios públicos importantes y
básicos de nuestro país. Dos, ni siquiera cumplen sus compromisos
dentro del Plan de estabilidad en cuanto a la inversión pública.

Fíjese que los compromisos del programa del Plan de estabilidad entre
todas las administraciones es de 3,8 puntos del PIB. Ustedes no están
invirtiendo 3,8 puntos del PIB en su conjunto. Es más, anuncian
grandes inversiones, a troche y moche, incluso el presidente ahora
dice que va a invertir 17 billones de aquí al 2006, cuando en los
tres años que lleva gobernando apenas ha invertido un billón de
pesetas cada año, este año 1,2 billones. Si no, dígame la inversión
real de los presupuestos generales del Estado. Ustedes desvían a lo
que son activos financieros un sinfín de inversiones. No me lo sumen,
no me hagan la cuenta de la vieja. Díganme la inversión real que
tiene el Estado y entonces me dirá si de verdad tiene un porcentaje
del 3,8 del PIB a nivel del Estado. Pero además ese anuncio de
inversión que ahora hacen les llevaría a invertir casi tres billones,
tienen que triplicar la inversión que ahora mismo están haciendo. Por
tanto, son un mal ejemplo en cuanto a empresa y un mal ejemplo en
cuanto a los recursos que ponen para dinamizar la economía, y todo el
mundo sabe que recursos públicos



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puestos en circulación significa un complemento de otros recursos.

Ustedes son unos buenos distribuidores de las subvenciones que
reciben aunque algunas veces hay que discutir cómo se distribuyen
esas subvenciones, pero no estimulan lo que es el conjunto de
inversiones que podríamos detraer de la propia iniciativa privada.

Por consiguiente, estoy convencido de que lo que nuestra economía
necesita es un giro que haga real el crecimiento económico y que las
políticas que nuestro Gobierno proponga hagan incrementar nuestra
convergencia real con Europa, y un mayor protagonismo de nuestro país
en el concierto internacional, sobre la base de las propias
exportaciones. Son maneras de ver y de entender, que espero que sean
vistas como verdades relativas, como su verdad también es relativa, y
no vayamos a una discusión de verdades absolutas que significan que
hay aquí una concepción de verdad buena y de verdad relativa pero
mala. Esa distribución de los papeles es demasiado maniquea como para
poder aceptarla.




El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo Catalán, tiene la palabra el
señor Sánchez i Llibre.




El señor SÁNCHEZ I LLIBRE: En primer lugar, quiero agradecer su
comparecencia al vicepresidente segundo en la Comisión de Economía.

Respecto a los planteamientos que ha expresado el señor
vicepresidente en cuanto a la evolución y situación de la economía
internacional, Convergència i Unió coincide, en el sentido de que
existe esta convergencia en cuanto a las opiniones sobre cuál es la
situación actual de la economía internacional dentro de la zona euro,
dentro del contexto de los Estados Unidos, dentro del contexto de las
zonas emergentes y dentro del contexto de las economías
iberoamericanas. Respecto a la situación y a la evolución de la
economía española, mi grupo parlamentario no solamente es coincidente
con la opinión del vicepresidente, sino que también desde esta
perspectiva se siente corresponsable de la evolución y de la
situación de la economía española actual en este último semestre y en
los últimos años. Coincidente y también corresponsable por nuestra
aportación y colaboración, que se inició en el año 1993 con el
Gobierno socialista y que posteriormente continuó con el Gobierno del
Partido Popular, a partir del año 1996.

Es cierto que la evolución de la economía española en estos últimos
años ha sido muy positiva y se han alcanzado unas metas difíciles
hasta lograr la plena incorporación en la unión monetaria europea.

Ahora bien, esta evolución positiva, sintetizada en el ya famoso
España va bien, no debe ir sólo acompañada del optimismo del
Gobierno. Mi grupo entiende que España tiene por delante retos muy
importantes y que los próximos años pueden ser años de sacrificio. La
España va bien de hoy no puede garantizar en absoluto el España va
bien del mañana. Esto solamente se puede conseguir aprovechando las
épocas de bonanza económica para realizar todas aquellas reformas
estructurales que son necesarias y que actualmente están pendientes
y que no se pueden hacer, a nuestro entender, en épocas de crisis
económica. Es necesario, desde nuestra perspectiva, continuar
apostando con firmeza por todas aquellas medidas encaminadas a
favorecer un crecimiento sostenible
y no sólo debido a situaciones coyunturales. Es necesario
establecer una mayor compenetración entre el crecimiento real y el
nominal para que pueda beneficiarse toda la sociedad y no ciertos
sectores de la misma.

Existe coincidencia con usted, señor vicepresidente, en que la
economía española afrontará en este segundo semestre de 1999 una
situación mucho más favorable que la de las principales economías
competidoras de los países europeos. También constatamos que es una
realidad que el crecimiento y la creación de empleo mantienen tasas
muy positivas y el sector empresarial español continúa demostrando
gran optimismo respecto a la materialización de inversiones
encaminadas a la expansión de sus respectivas compañías. También es
evidente, al mismo tiempo, que hemos alcanzado la convergencia
europea del entorno del euro de una manera muy satisfactora. De todas
formas, las primeras decisiones europeas en política monetaria no han
sido las que mejor podían favorecer la economía española. El Banco
Central Europeo optó por reducir los tipos de interés cuando la
inflación española sobrepasaba nuestras previsiones presupuestarias y
amenazaba el cumplimiento del Plan de estabilidad. Esta situación
agudiza la importancia de otras políticas económicas, como pueden ser
la política presupuestaria o la política fiscal.

Por otra parte, no es menos cierto que nuestra tasa de inflación se
encuentra por encima de las previsiones presupuestarias, si bien
dentro de los márgenes aceptables y reconducibles. Uno de los
principales retos de su Ministerio es mantener el control hasta final
de año. No lograrlo significaría entrar en una situación similar a la
de Italia, que ha sido seriamente advertida por la Comisión y por el
presidente electo Prodi. Por todo ello, tendríamos que continuar
manteniendo una tasa de crecimiento superior a la media europea con
creación de empleo y es necesario que las nuevas condiciones de
financiación -como pueden ser las bajadas de los tipos de interés-
sigan traduciéndose en un elevado incremento de la inversión y
evitando, en lo posible, el excesivo aumento del consumo, lo cual
podría derivar en tensiones inflacionarias que serían perjudiciales
para nuestra economía. Por estos motivos, entendemos que para
preparar el futuro es preciso que la política económica incida
cualitativamente sobre la inversión. Necesitamos inversión pública en
infraestructuras; necesitamos, obviamente también, inversión pública
y privada en todas aquellas cuestiones relacionadas con la inversión
y el desarrollo; necesitamos inversión privada con apoyo público
orientada a la exportación y a la internacionalización de nuestras
compañías, es decir, a la creación de estructuras estables de las
empresas españolas en todas aquellas cuestiones relacionadas con las
promociones en el exterior; necesitamos convertir la economía
española en la plataforma europea para poder acceder al mercado
iberoamericano -el acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur- y al
mercado en los países comunitarios. Las medidas que incorporemos en
esta dirección a los próximos presupuestos tendrán, a nuestro
entender, una gran relevancia para nuestra economía, no solamente
para el segundo semestre del año 1999, sino para los posteriores y
para el próximo milenio.

También es una realidad que desde Maastricht hastaeste momento
nuestra política económica, fiscal y administrativa



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se ha transformado profundamente para aproximarse y homogeneizarse e
incluso para ser avanzadilla de la legislación europea. Sin embargo,
estos avances han sido menos importantes en todas aquellas cuestiones
relativas a las políticas laborales. A nuestra legislación le queda
mucho camino que recorrer en este ámbito; sin duda, en política
laboral todo cambio debe acompañarse, a nuestro entender, del diálogo
social, tal y como se está haciendo en estos momentos, pero desde la
política económica debemos ser conscientes que para lograr el
objetivo de crecer y crear empleo es preciso seguir avanzando en la
adecuación de la legislación laboral al marco europeo, al marco de
nuestros países socios de la Unión Europea. Con este objetivo también
creemos que deberíamos analizar la posibilidad de moderar las
cotizaciones sociales y, en concreto, frenar los costes
inflacionarios que genera el proceso de destope de determinadas
categorías laborales.

Por estas razones, señor vicepresidente, el Grupo Parlamentario
Catalán (Convergència i Unió) cree necesario impulsar en este segundo
semestre aquellas acciones políticas dirigidas a mejorar nuestra
competitividad en los siguientes campos: en el área de la
internacionalización de nuestra economía; en todos aquellos aspectos
relativos a las áreas de investigación más desarrollo; en los
mercados financieros; en todos aquellos aspectos relacionados con las
inversiones en infraestructuras; en todos aquellos aspectos
relacionados con el área laboral y presupuestaria y, por último,
mejorar nuestra competitividad impulsando las reformas estructurales,
a pesar de que, estando de acuerdo nuestro grupo parlamentario con el
Gobierno desde el año 1996 cuando iniciamos esta colaboración, ahora
somos conscientes de que no se podrán abordar todas las cuestiones
pendientes dado que parlamentariamente sólo quedan seis meses de
trabajo, puesto que a principios del año 2000 está previsto, porque
se cumple el plazo, convocar las próximas elecciones generales. El
área de trabajo y colaboración de nuestro grupo parlamentario para
que se pueda incidir en estos siete campos de actuación, va a ser,
básicamente, la ley de Presupuestos Generales del Estado y la ley de
acompañamiento, dado que otras cuestiones que podrían reformarse
requeriría ya una nueva legislatura para poder abordarlas.

Respecto a mejorar la competitividad en todos los aspectos
concernientes al área de la internacionalización, desde el Grupo
Parlamentario Catalán (Convergència i Unió) creemos que es el momento
de plantear políticas importantes orientadas a mejorar la
competitividad de nuestras empresas desde la perspectiva de la
internacionalización, dado que el entorno internacional se
caracteriza por un ambiente de incertidumbre y ello hace difícil
prever cuál va a ser la evolución de la economía mundial en el medio
plazo. Asu vez, la economía europea está tardando en recuperarse más
de lo deseable con la política monetaria seguida por el Banco Central
Europeo y está más motivada por las condiciones internas de la
economía alemana y economías afines que por las necesidades de la
coyuntura europea. Hay otro factor, importante a nuestro entender, y
es que el sector exterior ha empeorado considerablemente y deberíamos
profundizar en la internacionalización puesto que este año se
detraerá alrededor de un punto y medio el crecimiento del PIB. Esta
situación podría agravarse si se
mantiene el estancamiento de la economía europea. Por todo ello, el
Grupo Parlamentario Catalán (Convergència i Unió) cree que es
necesario el cumplimiento de la moción que presentó nuestro grupo
recientemente en el Congreso de los Diputados y que fue apoyada por
la mayoría de los grupos parlamentarios con el fin de incidir en
todos aquellos aspectos que pudieran permitir las acciones
encaminadas a que nuestras pequeñas y medianas empresas aborden con
mayor facilidad las exportaciones, no solamente hacia la Unión
Europea sino también hacia otros países tan importantes como Estados
Unidos o los Países del Este, adoptando las medidas necesarias con
nuestro sector productivo, tanto para exportar como para implantarse
en aquellas áreas internacionales de países emergentes, mejorando los
aspectos fiscales que potencien la investigación y el desarrollo para
así internacionalizar nuestra economía productiva.

Señor vicepresidente, desde aquí le anticipamos -aunque ya lo hemos
dicho en las recientes negociaciones presupuestarias- que sería
interesante incorporar este grupo de medidas orientadas a la
internacionalización de nuestro tejido productivo a la próxima ley de
Presupuestos Generales del Estado o a la ley de acompañamiento para
potenciar todo aquello que represente la mejora de la competitividad
en el área de la internacionalización.

También, dado que no ha sido posible tramitar en esta legislatura una
ley tan importante como la de innovación tecnológica en la que se
preveían importantes beneficios fiscales para aquellas empresas
privadas que puedan realizar inversiones en investigación y
desarrollo, deberíamos llegar a un acuerdo con el Grupo Popular en el
sentido de incorporar en la ley de acompañamiento todos aquellos
beneficios fiscales que puedan beneficiar a las compañía que orienten
sus inversiones en investigación y desarrollo.

Nos gustaría también que en los próximos seis meses que quedan para
concluir el año 1999 el Gobierno estudiara las medidas necesarias
para hacer más competitivo el mercado financiero. Es evidente que las
bajadas de los tipos de interés ha posibilitado que nuestras empresas
y nuestro tejido productivo puedan afrontar, con grandes
posibilidades de éxito, todos aquellos proyectos empresariales
orientados a la inversión y a la expansión de sus actividades; pero
no es menos cierto que, si comparamos nuestra legislación en el área
financiera con la de los demás países de la Unión Europea, existe la
posibilidad de poder desarrollar los mecanismos para potenciar las
sociedades de capital-riesgo, todos aquellos mecanismos para
potenciar los segundos mercados para la colocación de bonos y pagarés
a este tipo compañías que no cotizan en Bolsa, así como también
estudiar la posibilidad de orientar los incrementos de los planes de
ahorro y fondos de inversión colectiva para facilitar los planes de
expansión y de inversión de estas empresas que no cotizan en el
mercado de valores.

Respecto a la posibilidad de incrementar medidas para poder ser más
competitivos dentro del mundo laboral, seguimos manteniendo la
posibilidad de profundizar en acciones, dentro de la perspectiva de
la legislación laboral, en el sentido de unificar su regulación con
respecto a los países de la Unión Europea, evitando así la pérdida de
competitividad de nuestra economía. También, si es posible, potenciar
la disminución de los costes de la Seguridad



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Social justamente en los contratos de trabajo con menos cualificación
personal, con el fin de potenciar desde esa perspectiva la rebaja de
las cotizaciones a la Seguridad Social y así incrementar el empleo
desde esta perspectiva laboral que creemos importante.

También vamos a potenciar y negociar con el Gobierno y el grupo
parlamentario aquellas cuestiones relativas al incremento de
inversiones en infraestructuras y telecomunicaciones en los próximos
Presupuestos Generales del Estado. Desde la perspectiva de la
competitividad en el ámbito presupuestario, abordaremos con el
Gobierno, y estamos convencidos de que va a haber acuerdo en este
sentido, el cumplimiento estricto del Plan de estabilidad, en cuanto
a permitir, si es posible, las reducciones del déficit público, con
el objetivo de llegar al equilibrio presupuestario en el horizonte
del año 2002, tal como se previó en el Plan de estabilidad;
igualmente en el control de reducción de la inflación, así como
también la elaboración de una política presupuestaria y equilibrada
que priorice la inversión y el mantenimiento del Estado del
bienestar, dando prioridad a todas aquellas políticas de política
social que orientan el Estado del bienestar.

Respecto al último planteamiento que hemos abordado al inicio de mi
intervención, nos gustaría que en lo que queda de legislatura
pudiéramos abordar con éxito todas aquellas reformas estructurales
que están pendientes de legislar. A nuestro entender sería
interesante poder continuar impulsando un abaratamiento en el mercado
de los servicios, que se empezó a lograr pero que ha quedado
congelado. En este sentido cabe aclarar que de las distintas normas
liberalizadoras incorporadas en los últimos años a nuestro
ordenamiento jurídico, el ciudadano sólo se ha podido observar una
mejora en la factura de la electricidad, pese a las críticas que en
su momento se suscitaron; en cambio, las normas liberalizadoras en
otros sectores, como el del petróleo y gasolina, aun cuando el precio
del crudo está muy barato, no supusieron ninguna rebaja para el
usuario, mientras que ahora, que ha vuelto a subir el precio del
crudo, se observa un encarecimiento del mismo; o en el sector de las
telecomunicaciones en el que, a pesar de las normas de libre
competencia, no se observan, hasta la fecha, ventajas significativas
y sustanciales para el usuario.

También desde nuestra óptica parlamentaria existen otras medidas que
desde Convergència i Unió venimos reclamando desde hace tiempo, como
ha sido la elaboración, por parte del Gobierno, de un proyecto de ley
concursado. Esta solicitud viene plasmada en resoluciones aprobadas
por el Pleno de esta Cámara en el debate sobre el estado de la Nación
de los años 1997, 1998 y 1999. Lo cierto es que todavía no se ha
elaborado este anteproyecto. Esta ley concursal debe encuadrarse en
un ámbito más amplio, que es el de la persecución de la morosidad
para los efectos negativos que repercuten en la economía general.

Esto está encima de la mesa y creemos que existe una voluntad por
parte de su Ministerio de sacar adelante un proyecto de esta
envergadura, aunque no sé si será posible abordarlo y aprobarlo en lo
que queda de legislatura, a pesar del éxito considerable que ello
supondría.

Por último, señor vicepresidente, vamos a formularle una pregunta
que, a nuestro entender, es muy importante, referente a lo que puede
representar el efecto 2000.

Nuestro grupo ve con preocupación lo que se conoce como el efecto
2000, es decir, el efecto que se va a producir en algunos
ordenadores, fundamentalmente los que se adquirieron hace cinco o
seis años y en determinados sistemas empotrados en maquinarias tan
cotidianas en nuestras vidas como los ascensores, y la consecuencia
de lo que va a representar para determinadas cuestiones tecnológicas
en este tipo de ordenadores el cambio de siglo.

Mi grupo es consciente de que el Gobierno está trabajando
intensamente en esta cuestión. No en vano en el último grafico de
conformidad mundial elaborado por el grupo de Coordinación Global
2000, España aparece como uno de los países del mundo que más ha
progresado en la información a estos sectores y a la opinión pública,
así como en la adaptación de los sistemas afectados por el efecto
2000. En este sentido, España se encuentra, según este gráfico global
2000, al mismo nivel que Estados Unidos, y en Europa sólo en Suiza y
en el Reino Unido se ha progresado más que en nuestro país. Nuestro
grupo piensa que el Gobierno, con las diferentes comunidades
autónomas, tendría que impulsar un plan mayor de actuación y
conocimiento durante los próximos meses para que puedan estar
informados los diferentes sectores. Por este motivo nuestro grupo le
formula esta pregunta para saber con exactitud cuáles son los
planteamientos que va a adoptar el Gobierno en los próximos seis
meses.




El señor PRESIDENTE: Por parte del Grupo Vasco (EAJ-PNV), tiene la
palabra el señor Zabalía.




El señor ZABALÍA LEZAMIZ: Desde mi grupo parlamentario queremos
agradecer al vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de
Economía la comparecencia en esta Comisión y los análisis sobre la
situación de la economía, tanto internacional como española que nos
ha dado. A este respecto quisiera referirme a alguna cuestión previa
y espero que el señor ministro me lo interprete en sus justos
términos. Anticipo que lo que no queremos es infravalorar ni dejar de
reconocer la importancia que tiene una comparecencia de este nivel en
la Comisión de Economía; pero tiene que coincidir con nosotros en que
los múltiples análisis de coyuntura económica, tanto provenientes de
las fuentes oficiales como de otros estamentos públicos, así como de
los debates sobre análisis de economía que hacemos en el Parlamento,
nos llevan a que ya tengamos conocimiento de lo que se trata en este
tipo de comparecencias, ya que prácticamente se reducen a hacer el
análisis de una coyuntura económica. A partir de ahí uno puede ser
muy poco original y no cabe decir cosas nuevas que no se hayan dicho
ya o que no se conozcan en los medios y en los informes de coyuntura.

Esto hace que esperemos que en este tipo de comparecencias se pueda
entrar en debates o aspectos que no son tan conocidos, que no han
sido debatidos. Sabemos que esto es difícil y que el tiempo también
es limitado, pero al final uno tiene la sensación de que estamos
debatiendo sobre análisis de política o coyuntura económica que
prácticamente son conocidos no sólo por la Cámara sino por toda la
sociedad a través de los medios de comunicación. Para mi grupo
parlamentario lo que tiene más interés en una comparecencia de este
tipo, es lo que podría decir el Gobierno sobre el grado de
cumplimiento de los objetivos



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que se propuso al inicio del ejercicio. Estamos ya prácticamente en
la mitad del ejercicio y sería interesante haber conocido el grado de
cumplimiento de los objetivos que, como digo, se propuso al inicio a
través de los Presupuestos Generales del Estado, y el grado del
cumplimiento del programa de estabilidad para el período 1998-2202,
además de otras medidas que han sido incluso conocidas y aprobadas en
la Cámara, como el Real Decreto 6/1996, de medidas urgentes de
liberalización e incremento de la competencia, donde se proponía un
conjunto de medidas a poner en marcha -algunas están ya en
funcionamiento-, medidas contra la inflación, que aprobó el Consejo
de Ministros el 16 de abril de 1996, y medidas y acciones previstas
en el informe de progreso sobre la reforma del mercado de bienes,
servicios y capitales. Es decir, quizá haría falta conocer más en
detalle el grado de cumplimiento de todas estas medidas, cómo están
repercutiendo en la situación de la economía española, cuáles no
están siendo efectivas y habría que cambiar y cuáles habría que
aplicar que no fueron contempladas. En definitiva, eso es lo
importante cuando estamos a mitad del ejercicio económico.

Todos sabemos que la economía española tiene una evolución positiva
en términos generales, pero también somos conscientes de que siguen
existiendo algunas alarmas que nos obligan a estar vigilantes sobre
la evolución de la economía y de los mercados internacionales. Pero,
sobre todo, se requiere la puesta en marcha, con urgencia, de las
medidas que se recogen en los programas que antes he comentado. Es
conveniente que crezcamos más que el resto de los países del euro,
aunque -y aquí viene la primera incógnita- no sabemos cuánto tiempo
puede durar esta bonanza económica y aunque tengamos los objetivos
establecidos en el programa de estabilidad, con un crecimiento medio
del 3,3 por 100 hasta el año 2002. Sin embargo, es difícil prever de
aquí al año 2002 si este crecimiento puede ser consistente, porque ya
estamos viendo que el Gobierno ha tenido que ajustar el crecimiento
previsto para un año, lo que hace sospechar que quizá tengamos que
ser un poco más modestos en nuestras previsiones y a partir de ahí
establecer un análisis de coyuntura macroeconómica, que tiene
relación y que viene en cadena a través del objetivo de crecimiento.

Esto es lo que en un primer momento nos hace pensar que hay que ser
cautos en las previsiones de crecimiento, porque difícilmente podemos
mantener una situación quizá de cierto privilegio por una serie de
circunstancias que se están produciendo. No somos una isla en Europa
ni en el mundo, estamos creciendo por encima del resto de Europa y,
desde luego, eso tiene una explicación. Por tanto, tenemos que ser
conscientes de que este tipo de situaciones a veces son difíciles de
mantener.

El mayor diferencial de crecimiento con nuestros competidores es
fundamental para el incremento de la competitividad de nuestra
economía y, consecuentemente, para la creación de empleo. Esto es
algo fundamental. Lo que pasa es que, vuelvo a repetir, no sabemos
por cuánto tiempo podemos mantener ese diferencial de crecimiento con
el resto de los países europeos. El presidente del Gobierno, en el
pasado debate del estado de la Nación, como ha recordado también el
señor ministro, establecía un objetivo para el año 2000 de creación
de 1.300.000 puestos de trabajo nuevos; objetivo que, aún pareciendo
ambicioso, no logra, en
el mejor de los casos, reducir la tasa de desempleo a los niveles de
la media de los quince países de la Unión Europea, que está prevista
para el año 2000 en el 9,9, ya que en España, en el mejor de los
casos, estamos hablando de una tasa de desempleo del 15,8 por 100.

Como explicación, podríamos decir que, indudablemente, la moderación
en el crecimiento económico para este año, que es del 3,3 por 100, va
a tener como consecuencia una menor creación de empleo con respecto a
1998. Las previsiones, por tanto, de creación de empleo empiezan a
decrecer con respecto a 1998. En consecuencia, habrá que seguir
profundizando en reformas del mercado de trabajo. Tenemos que tener
en cuenta que países como Alemania, por ejemplo, con crecimientos
inferiores al nuestro, del 2 por 100 aproximadamente, están
manteniendo la tasa de desempleo. Si esto es así, con un diferencial
en crecimiento del empleo como el que tenemos, tendríamos que
trasladar con más fuerza la creación de empleo a nuestro sistema,
porque, aún siendo optimistas e importantes las cifras que tenemos
sobre creación de empleo, quizás no son suficientes para una
situación de crecimiento como la que estamos teniendo y que, vuelvo a
repetir, no sabemos cuánto tiempo puede durar.

Otro de los aspectos que preocupa es saber si esa fuerte actividad
económica puede ser compatible con las tasas de inflación. La
trayectoria del índice de precios al consumo en el primer
cuatrimestre del año arrojaba una cifra del 2,4 por 100 interanual, y
esto empezaba a ser preocupante. Menos mal que en el mes de mayo bajó
dos décimas y la situación del índice interanual se ha situado en el
2,2. Desde luego, por encima del 1,9 previsto para este año en el
programa de estabilidad. Anunciaba el señor ministro que se va a
cumplir este objetivo al final de año. Ojalá se cumpla, pero
indudablemente otro de los aspectos que en cierto modo nos preocupan
es la posibilidad de controlar ese crecimiento del índice de precios
al consumo en la situación actual que, en el mejor de los casos,
también está muy por encima de la media de la Unión Europea, con el
agravante de que este diferencial sigue incrementándose. Ahora que la
política monetaria es competencia del Banco Central Europeo y, por
tanto, no se puede utilizar el precio del dinero como instrumento de
control ni la cotización de la moneda, es necesario seguir
profundizando en la liberalización de los sectores económicos, y
especialmente en el sector de servicios. Las medidas contra la
inflación aprobadas recientemente eran necesarias, pero no
suficientes. Persisten aún frenos para introducir mayor
competitividad en el sector de la energía, de los transportes y de
las telecomunicaciones. La moderación salarial es otro factor
importante que ha hecho posible la reducción de la inflación en los
últimos años, y es necesario que el crecimiento salarial se mantenga
en términos de ajuste de la productividad.

En cualquier caso, creemos que es el déficit público la variable
macroeconómica que requiere especial atención. El déficit previsto
para este año es del 1,6 por 100 para el conjunto de las
administraciones públicas, según el Plan de estabilidad y los
Presupuestos Generales del Estado. Y si bien a estas alturas del
ejercicio no se puede precisar cuál va a ser, al final, el
cumplimiento del déficit público, aunque sí se sabe el nivel de
ejecución del presupuesto, hay aspectos que preocupan. Por una parte,
respecto de la evolución de los gastos sociales y la financiación de
la Seguridad



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Social, a pesar del incremento de afiliados que se ha producido, del
orden de 200.000 en el primer trimestre, quisiéramos saber cómo está
la deuda del Estado respecto a la Seguridad Social. Se han producido
algunas manifestaciones por parte de la Secretaría de Estado en el
sentido de reclamar al Estado una serie de importes que son
necesarios para cerrar la financiación de la Seguridad Social. Hay
una deuda del Estado con la Seguridad Social; no sabemos cómo está en
estos momentos ni cuál es su cuantía, y es un tema que mi grupo
parlamentario quisiera conocer.

Por cierto, en el tema de gastos sociales y financiación de la
Seguridad Social se está comentado la necesidad de la apertura de la
ponencia del Pacto de Toledo. Si bien es competencia del Parlamento,
sería conveniente conocer las expectativas y previsiones del Gobierno
respecto a reabrirla nuevamente, a fin de estudiar la situación
actual y la evolución futura de la financiación de la Seguridad
Social. El ministro de Trabajo, señor Pimentel, expresaba hace pocos
meses en unas declaraciones que se debería reabrir el Pacto de Toledo
después de las elecciones generales. Aunque queda poco tiempo es un
aspecto que no debe desecharse y habría que acelerarlo al máximo dada
la situación del cumplimiento del Pacto en estos momentos y la
preocupación que está surgiendo a nivel de la sociedad sobre la
seguridad o inseguridad del mantenimiento del sistema de pensiones.

Vamos a tener que estar saliendo permanentemente a los medios para
tranquilizar a la sociedad sobre la seguridad que deben dar las
administraciones y el sector público a este respecto; debemos evitar
que sea un elemento de confrontación y debate, pero eso a veces es
muy difícil de mantener y, al final, el perjuicio va directamente
hacia los afectados.




La evolución que está teniendo en estos momentos la sociedad, con un
incremento de las clases pasivas, requiere que tengamos la
flexibilidad suficiente como para poder dar respuestas lo más
rápidamente posible y no estar pendientes de las situaciones
electorales para tomar decisiones que la sociedad no entiende. La
reapertura del Pacto de Toledo se está retrasando, independientemente
de que en su momento se estableciese en uno de sus últimos puntos,
creo que el 15, que se revisaría cada cinco años. Desde mi punto de
vista, ésa es una revisión límite y debe estar sujeta a las
variaciones de la economía. Cuando en su día se firmó el Pacto de
Toledo la situación de la economía, la evolución demográfica de la
sociedad, no eran las que hay en estos momentos; ahora hay cuestiones
que se deben poner encima de la mesa para ser tratadas y debatidas,
porque, señor ministro, al final, esos aspectos son los que
verdaderamente preocupan a la sociedad y no tanto los debates
macroeconómicos que podemos hacer en el ámbito del Parlamento.




La moderación salarial es otro de los temas importantes que han
influido y han hecho posible la reducción de la inflación en los
últimos años. Como digo, es necesario que se mantenga en términos de
ajuste de la productividad, pero tampoco hemos comentado ni debatido
nada de esto. Uno de los aspectos más importantes de las variables
macroeconómicas es el que se refiere al déficit público. Aparte del
mantenimiento de los gastos sociales y de la financiación de la
Seguridad Social -ya tendremos ocasión de ver cómo se llevan a efecto
en los Presupuestos Generales del
Estado para el año próximo- hay otra cuestión, el proceso de
privatizaciones del sector público empresarial. Según las últimas
noticias, aunque han sido desmentidas, parece ser que hay proyectos
para que Radiotelevisión Española, Renfe y Aena pasen al ámbito de la
Sepi como paso previo a su privatización. Quisiéramos saber si es
cierto que existe ese proyecto, si hay algún plan de saneamiento de
estas empresas públicas, porque a nadie se le escapa la incidencia
que tiene en el componente del déficit público el mantenimiento de
empresas públicas deficitarias.

Para finalizar, sería interesante conocer las líneas generales de los
presupuestos del próximo año. Aunque se ha referido a ello el señor
ministro en la última parte de su intervención, apuntando más o menos
algunos de los aspectos macroeconómicos, eso ya lo conocíamos porque
viene un poco más ampliado en algún medio de comunicación. Creo que
al hablar de la situación económica y del futuro, lo lógico sería que
en una comparecencia de este nivel conociéramos con más profundidad
cuáles serán las líneas maestras de los presupuestos para el próximo
año.

Hay cuestiones importantes que también quisiéramos conocer, al margen
de los objetivos de inflación o déficit público, como que el
mantenimiento del control del gasto pueda ser compatible con un
crecimiento de la inversión pública, uno de los aspectos en los que
últimamente parece incidir más el Gobierno cuando habla de la
inversión pública. Hasta ahora, este elemento ha estado de alguna
forma contenido y da la impresión de que otra vez se quiere dar la
sensación de que a partir de ahora las inversiones públicas van a
tomar un nuevo impulso. Así lo interpretamos después de conocer
algunas manifestaciones del presidente del Gobierno sobre el programa
de ejecución de las grandes infraestructuras, donde al parecer se van
a destinar del orden de 16 billones de pesetas. Yo supongo que
tendremos ocasión de debatir en esta Cámara ese programa porque,
desde nuestro punto de vista, es un tema muy importante, no sólo de
vertebración del territorio, no sólo desde el ámbito social en cuanto
al reparto de riqueza que puede conllevar, sino desde el ámbito de la
propia política económica. Tengo algunas dudas que me gustaría que me
aclarara, porque de esos 16 billones de pesetas que el Gobierno, al
parecer, tiene previstos en el programa de ejecución de grandes
infraestructuras, que se va a desarrollar entre los años 2000 y 2006,
del orden de 10 billones provienen de los fondos estructurales y de
los fondos de cohesión, es decir, fondos que no son generados por la
economía española sino que provienen de la Unión Europea.

Si eso es así, las inversiones públicas provenientes del crecimiento
económico o de la riqueza del Estado serían seis billones de pesetas,
a repartir en siete años. No sé si he hecho bien las cuentas, por eso
quiero que me lo confirme, porque entonces algunas manifestaciones
habría que matizarlas, darles la importancia que tienen en este tema
y evitar confusiones. Dada la importancia que tiene y que ha de tener
un programa de ejecución de grandes infraestructuras, que supongo que
viene a sustituir al Plan director de infraestructuras del Gobierno
anterior, esperamos que haya un debate suficiente en esta Cámara para
tratar todos estos temas.




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Comprobará el señor ministro que no he entrado a debatir los aspectos
macroeconómicos ni de coyuntura de la situación internacional ni
española, porque creo que es algo que todos conocemos, pero nos
gustaría conocer con más detalle el cumplimiento y la ejecución de
las medidas que hemos ido aprobando, tanto en esta Cámara como por
parte del Gobierno, que han ido directamente a hacer frente a la
evolución de la situación económica y de algunos desequilibrios
y deficiencias de la economía española, que no hay que dejarlas en el
olvido una vez que se han aprobado o puesto en marcha, sino que se
debe hacer un seguimiento de las mismas. Es importante saber la
efectividad de estas medidas y, por supuesto, corregir aquellas que
no han tenido el efecto que todos esperábamos.

Tendremos ocasión de conocer en su próxima comparecencia estos
aspectos. Supongo que ahora no es el momento de que nos responda,
pero quisiera que tuviese en cuenta que a nuestro grupo parlamentario
le gustaría conocer la evolución de las medidas que se están poniendo
en marcha, de las que quedan pendientes y de las nuevas que habría
que poner en marcha para hacer un seguimiento del cumplimiento de los
objetivos de estabilidad, que debe ser el marco donde nos debemos
mover, con el que todos estamos de acuerdo. Unas veces la situación
de la economía internacional y otras los por problemas de
desequilibrio de la economía española hacen que veamos con cierta
preocupación el cumplimiento de esos objetivos, sobre todo cuando
estamos hablando de aquí a dos o tres años. Eso es lo que quería
plantearle. Reconociendo que la situación de la economía en estos
momentos nos hace ser esperanzadores, debemos considerar que el
Estado español no es una isla en el mundo y en Europa, que los
diferenciales en positivo que tenemos con otros países hay que
cuestionarlos y los diferenciales negativos hay que eliminarlos. En
eso sabe, señor ministro de Economía, que mi grupo, dentro de sus
posibilidades, está intentando que eso sea así por el bien de la
sociedad.




El señor PRESIDENTE: El señor Aguirre, por el Grupo Popular.




El señor AGUIRRE RODRÍGUEZ: Los más veteranos de la Cámara saben que
uno de los indicadores de la no existencia de alarmas ante una
situación como la económica, viene medida por varios elementos;
elementos que después, cuando uno lee el «Diario de Sesiones» de la
Comisión, no se pueden reflejar. Yyo quiero que cuando alguien lo lea
pueda identificar que la falta de expectación, la falta de choque
político son elementos que determinan la no existencia de alarmas.

Pero si hay un elemento que determina la no existencia de alarmas en
un problema es la intimidad del debate, y hoy debo de reconocer que
estamos en una de esas intimidades, por el número de seguidores que
tenemos en el mismo, que pone de manifiesto que no hay alarmas
suficientes como para generar expectación o choque político.

Además de esta situación que no contiene muchas alarmas, hemos
contado, y tengo que agradecerlo desde el Grupo Popular, con la
caballerosidad con la que ha iniciado su intervención el señor
Eguiagaray cuando ha mencionado que se moría de envidia por el
momento dulce por el que
atravesaba la economía española. Vamos a ver si podemos conseguir que
usted siga en esa situación, porque eso significará que tenemos una
situación económica de bonanza y seguimos en un crucero de
crecimiento sostenible.

También es cierto que cuando nos enfrentamos a este tipo de debates,
algunos -entre ellos, yo- nos tomamos la molestia de releer qué se ha
dicho en debates anteriores de las mismas características. Como son
periódicos, resulta muy ilustrativo comprobar qué se dijo en el otoño
de 1998 o al inicio de 1999. Retomando aquellas comparecencias, era
cierto que se estaban produciendo en el otoño de 1998, y todavía
quedaban restos en el inicio de 1999, los efectos de la crisis
internacional. Incluso algunos portavoces reclamaban toda una serie
de revisiones respecto al cuadro macroeconómico español, hasta el
punto de que, como se puede leer en las últimas comparecencias, se
decía claramente que el cuadro macroeconómico que sostenía al
presupuesto de 1999 era absolutamente irreal en materia de
crecimiento, en materia de creación de empleo, en materia de
cumplimiento de déficit o en materia de inflación.

Hoy tengo la satisfacción de no haber escuchado ninguno de aquellos
malos augurios, porque he escuchado que está confirmado que el
déficit se va a cumplir, lo he subrayado de la intervención del señor
vicepresidente, y que todo lo relativo a nuestro crecimiento también
se va a cumplir, en torno al 3,5 ó 3,6. Por tanto, nuestro cuadro
macroeconómico va a seguir estando dentro de lo previsto y no se va a
alejar en mucho al cierre del año de lo que se anticipó al inicio del
año.

Además, también hemos podido comprobar una de las cuestiones que
considero principales en todo el debate, y es que nadie pone ya en
cuestión que la crisis internacional acaba de tener sus últimos
efectos. Por así decirlo, la crisis internacional comienza a
desaparecer y comienzan a identificarse ligeras mejorías. Cuando
debatíamos en esta Comisión la crisis internacional mostrábamos la
preocupación que existía por la evolución de la economía brasileña,
que podía tener un efecto dominó en todo el continente
iberoamericano. Hoy hemos podido anotar que la economía brasileña no
está desestabilizando la zona y que además la economía brasileña está
abordando una revisión casi permanente de sus tipos de interés;
podíamos añadir que los tipos de interés han mejorado en un 50 por
100.

También nos preocupaba la desestabilización que había en la zona de
Asia y hoy podemos afirmar que en esa zona, después del período de
saneamiento, se está iniciando una levísima fase de recuperación.

Estados Unidos, que se encuentra en el círculo expansivo más
profundo, es y sigue siendo locomotora de toda la economía, y la
Europa a la que pertenecemos también acaba de empezar una
recuperación de aquel estancamiento en el que se encontraba al inicio
del presente año. Por lo tanto, en el marco internacional tenemos que
manifestar nuestra satisfacción porque estamos en un escenario
absolutamente distinto del que terminó el año 1998 y con el que
comenzó 1999.

En ese marco internacional, señor vicepresidente -y aquí viene la
primera cuestión que le quiere formular el Grupo Parlamentario
Popular-, nos preocupa sobre todo lo que acontece en Europa, y en
Europa ha habido últimamente una situación bélica, que desde luego
habrá tenido sus consecuencias y que ha convivido precisamente con la



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aparición de la moneda única. Como este debate está en todas las
portadas de la información económica, nos gustaría conocer qué
opinión le merece la situación del euro y dónde están las
responsabilidades o los orígenes. Creo que hay un asunto que debe ser
tratado en esta Comisión porque, desde mi grupo, comenzamos a ver con
preocupación la indefinición económica de algunos países que
pertenecen a la zona euro, que podría estar anulando los beneficios
que debería de causar el que Europa estuviera instalada en una forma
de crecimiento económico que me atrevería a calificar de dual.

Considero que, en Europa, los países se están comportando de forma
distinta en cuanto a cómo afrontar las reformas necesarias y cómo
afrontar las recetas de crecimiento para la creación de empleo y
quisiera conocer, señor vicepresidente y ministro de Economía, su
opinión al respecto.

Vuelvo al informe del vicepresidente en lo relativo a España,
insistiendo en la estabilidad que -hemos podido anotar- todos los
grupos reconocen en relación con el cuadro macroeconómico, a
excepción de un indicador que le preocupa siempre al portavoz del
Grupo Socialista -que es la inflación-, sobre el que nos ha leído una
autorizada referencia del informe del Banco de España y sobre el que
mi grupo les va a leer otra autorizada referencia del informe del
Banco de España, que no es que contradiga la que S.S. ha manifestado
aquí, pero creo que cuando se leen los textos de estos informes, hay
que procurar leer el párrafo entero y no quedarse en la parte que
parece que fundamenta o asiste a sus argumentos. Como el señor
Eguiagaray ha leído la página 26 del informe del Banco de España, se
puede leer también que el informe del Banco de España dice,
textualmente en esa página 26: La aplicación de las políticas de
liberalización ha empezado a dar sus frutos, especialmente en el
sector de los servicios públicos que estaban más regulados y que
tenían mayores grados de monopolio. Como con cierta frecuencia se
está poniendo en solfa el efecto mayor o menor de las medidas
liberalizadoras del Gobierno del Partido Popular, tengo que decir que
ahí hay un referente que confirma estas medidas comienzan a hacer su
efecto. Creo que los informes del Banco de España tienen en esta
Cámara la suficiente autoridad como para que sirvan de base a un
estudio neutral en materia de inflación. Y digo neutral porque creo
que todos hemos reconocido que se han producido tensiones en el
primer semestre; es más, en el debate de presupuestos para 1999 se
dijo clarísimamente que así iba a ser, que había una comparación
matemática cuyo efecto iba a ser la aparición de esas tensiones, a la
que hay que agregarle -y es cierto- algunos comportamientos que
también han contribuido a tensionar los objetivos de inflación.

Decía que no hay dudas sobre la estabilidad del cuadro
macroeconómico, señor vicepresidente, pero si hemos estado hablando
durante muchos meses de la crisis internacional y hemos podido -no sé
si lo ha dicho usted o lo he leído recientemente- afirmar que la
crisis internacional que se ha vivido en la economía es probablemente
una de las crisis más profundas que se han vivido en la última
década, aquí el Grupo Parlamentario Popular plantea también otra
cuestión. Es curioso que en plena crisis, una de las más profundas de
la última década, la economía española ha estado creciendo, de manera
insistente, por encima
del 3 por 100 -cuando no en las proximidades del 4- y ha estado
creando empleo de manera intensa en ese mismo período. Por lo tanto,
hay un contraste: mientras se vivía esa crisis internacional, España
resistía de manera muy solvente; algo se estará haciendo bien. Creo
que España ha resistido y me gustaría saber en qué cree el señor
vicepresidente que se puede basar esa capacidad que ha tenido la
economía española para comportarse como lo ha hecho, en un cuadro de
crisis internacional, en materia de crecimiento y en materia de
creación de empleo. Además, en este terreno, es evidente que de su
discurso se desprende que se ha producido y se está produciendo una
salida de la atonía de crecimiento o del estancamiento de crecimiento
en el que se había instalado la mayoría de las economías europeas
y se está yendo hacia una recuperación. Y aquí, nuevamente, una
pregunta del Grupo Parlamentario Popular: ¿Cómo cree, señor
vicepresidente, que el Gobierno debería actuar frente a una nueva
fase de recuperación, aunque sea ligera y leve, de las economías
europeas en el cuadro del actual patrón de crecimiento de la economía
española y qué medidas habría que tomar para beneficiarse, en mayor
medida, de esa recuperación que se está ya identificando en el
horizonte de los países centroeuropeos?
En el discurso que ha pronunciado el portavoz del Grupo Socialista ha
habido las referencias acostumbradas, que no por acostumbradas dejan
de tener su fundamento en la formulación que hace el portavoz, pero
es verdad que llevamos tiempo oyendo hablar al portavoz del Grupo
Socialista del diferencial de inflación y de los problemas de la
concentración y de la competencia. Yo, que no voy a reeditar debates
muy recientes en esta misma Comisión en los que ya se le dio cumplida
contestación por parte del señor vicepresidente en relación con todos
esos problemas de la concentración (aunque veo que no ha sido
suficiente porque vuelve a sacarlos y seguramente, hoy, el señor
vicepresidente volverá a exponer sus argumentos en materia de
concentración), quiero decir que al Grupo Parlamentario Popular, en
materia de competencia frente a concentración, que también ha venido
hoy al debate sobre la ley (señor Eguiagaray, el contenido de la ley
de competencia es una opción política, se ha optado por ese modelo y
está usted en todo su derecho de presentar una enmienda de totalidad,
de devolución o de texto alternativo), le preocupa si el Gobierno
tiene pensado adoptar alguna medida respecto a la participación
cruzada entre empresas. Ese tema sí que nos parece que es un elemento
que de alguna manera está enturbiando el debate sobre la
concentración.

Se ha hablado del comportamiento de las empresas recientemente
privatizadas. Al señor Eguiagaray le recomiendo la lectura del
«Diario de Sesiones» de la Comisión de Economía de ayer mismo en la
que compareció el presidente de la CNMV... (El señor Eguiagaray
Ucelay: Estuve presente.) Entonces con mucha más actualidad lo habrá
escuchado y de lo que he leído y quedó reflejado en el «Diario de
Sesiones» he podido observar que el presidente de la CNMV ya
anticipaba que precisamente las empresas privatizadas estaban
adoptando todo tipo de modificaciones normativas para abordar el
cumplimiento del llamado Código Olivencia; es decir, que eso que está
todavía en sus primeros pasos ya está yendo por el camino acertado.




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Por último, dos cuestiones, señor vicepresidente. En materia de
desigualdades hay un indicador (ya sé que podríamos hablar de otros
indicadores y tener un debate sobre cuáles tienen que medirnos si se
está mejorando o empeorando en materia de desigualdad o de
convergencia real) que es aplastante: la creación de empleo. Si hoy
alguien quiere poner en duda la creación de empleo confío en que lo
haga desde el argumento de que el ritmo de corrección que está
teniendo no satisface a todos, y que es evidente que tampoco le
satisface al grupo parlamentario, como creo que no le satisfará
plenamente al señor vicepresidente, pero habrá que reconocer que con
el ritmo de creación de empleo de estos últimos tres años, con ser la
más potente creación de empleo de toda Europa, con recoger a un
sector de los más afectados en el paro como es el de las mujeres, se
está en un camino de cierta satisfacción, aunque es evidente que son
todavía insuficientes los números tal y como están para llegar al
horizonte de convergencia con los de la Europa Central. Haber tenido
hasta hace tres años unas tasas de paro del 23 por 100 y estar hoy
situados en un 17 por 100 creo que, como mínimo, nos tiene que decir
que en materia de empleo se están haciendo las cosas medianamente
bien y se podrán mejorar e intensificar ese tipo de políticas.

Termino con una referencia a la Agencia Tributaria, sobre todo hoy
que creo que termina la campaña de renta. ¿Tiene algún dato el señor
vicepresidente que pueda hacernos valorar cómo ha ido la campaña de
renta o cómo está funcionando la relación del contribuyente con la
Administración en esta campaña de renta?
Por lo demás, señor vicepresidente, le agradezco su comparecencia y,
como es lógico, creo que el interés volverá a esta Cámara con las
múltiples contestaciones que tiene que hacer a todos los grupos.




El señor PRESIDENTE: Suspendemos dos minutos la sesión de la
Comisión. (Pausa.)
Reanudamos la sesión.

Para contestar a las posiciones, a las preguntas y sugerencias
formuladas, tiene la palabra el señor ministro de Economía y
Hacienda, don Rodrigo Rato.




El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO DEL GOBIERNO Y MINISTRO DE ECONOMÍA Y
HACIENDA (De Rato Figaredo): Quiero ante todo agradecer a los grupos
parlamentarios la atención que han prestado a los argumentos, así
como el tono de las intervenciones, que como siempre en esta Comisión
ha sido constructivo y, como es natural, que responde al mutuo
respeto de los grupos parlamentarios y del Gobierno. Voy a contestar
en el orden de intervenciones tratando de responder en muchos casos a
las argumentaciones contrarias y en algunos casos a preguntas
concretas que se me han planteado.

Empezando por el señor Eguiagaray, desde el principio de su
intervención ha dejado patente que su intención era eminentemente
política y que entendía que así debía plantear el debate. Si he
entendido bien su mensaje político se ha basado fundamentalmente en
tres argumentos: el primero es que aquello que sucede en este momento
en la economía española es fruto de la buena suerte y de la
casualidad;
el segundo es que lo que sucede ni es tan bueno ni es en ningún caso
duradero; y el tercero es que incluso aquello que pueda ser bueno o
pudiera ser duradero no lo es para todos. A partir de ahí el señor
Eguiagaray -que ya nos lo había advertido- hace un debate político,
no económico, y utiliza los datos y los argumentos según le pueden
cuadrar en ese discurso político. Por cierto, en un tema que ha
planteado de pasada y que nada tiene que ver con temas económicos,
aunque él ha querido ligarlo, hace una referencia al resultado de las
últimas elecciones que seguramente tiene que ver mucho con la
totalidad del análisis político de su grupo: perder elecciones es una
buena noticia y están contentos, y la evolución de la economía
española no puede ser como es y tenemos que buscarle otra
explicación. (Risas.) En cualquier caso, me parece muy bien, es una
manera como otra cualquiera de enfrentarse a las cosas.

El señor Eguiagaray ha dicho que tenemos una gran suerte, en concreto
se ha referido a mí. Señor Eguiagaray, con todos los respetos, eso me
lo dice usted tres años más tarde. Cuando llegamos aquí y propusimos
que íbamos a entrar en el euro cumpliendo las condiciones, no creo
que usted considerara que teníamos demasiada suerte habida cuenta de
cómo nos lo habían dejado. Quiero recordar una sola vez que no
cumplíamos no sólo ninguno de los requisitos sino que habíamos
retrocedido en los últimos años con respecto a los mismos. No me
parece importante discutir sobre la suerte o no de unos y de otros;
lo que me parece es que no debemos desviarnos, por mucho debate
político que queramos plantear de si el camino de la política
económica en los últimos tres años, en los últimos once trimestres,
indica una senda a seguir o no, con todas las matizaciones y
valoraciones políticas que unos partidos u otros puedan hacer sobre
temas concretos; si nuestra política de liberalización de las
telecomunicaciones ha sido acertada o no; o si la política del
Gobierno en diseñar el nuevo sistema de competencia coincide o no. La
cuestión es bien otra, al menos eso es lo que yo trataría de
plantear, aunque probablemente el discurso político del señor
Eguiagaray no trate de discutir eso sino si tenemos o no una
alternativa económica a la política que ha diseñado el Gobierno, cosa
que por cierto no es baladí, puesto que en Europa hay un intento de
que haya una alternativa económica a lo que nosotros planteamos y los
resultados son bien obvios. Es decir, hay países que les va mucho
peor, que les ha ido peor en el momento de la bonanza económica y que
les ha ido peor en el momento de la recuperación. En ese sentido,
habida cuenta de las coincidencias ideológicas que existen entre esos
países y el grupo que representa el señor Eguiagaray, podía ser un
debate que seguramente no lo vamos a tener hoy. En cualquier caso, yo
creo que sería un grave error pensar que la economía española se ha
enfrentado a una crisis financiera internacional de las dimensiones
de las que hemos vivido y ha salido de ella razonablemente bien,
claramente mejor que muchos de sus socios europeos, como consecuencia
de la suerte, porque entonces en el año 1995 habría que explicar que
todo fue mala suerte. Es decir, si la devaluación de la moneda
mejicana produjo una recesión en la economía española y la
devaluación de una gran parte de las monedas asiáticas, más la de la
mayor



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parte de las monedas iberoamericanas, más el impago de la deuda de
Rusia no ha producido ningún efecto en la economía española, señor
Eguagaray, algo más habrá, porque sería un determinismo histórico
terrible que transmitiéramos a la sociedad española que la próxima
vez que se produzca una situación internacional no se sabe si le va
a ir bien o mal, independientemente de lo que haga. Eso es irracional.

¿Por qué nos va mejor? Porque tenemos menos inflación, porque tenemos
menos déficit público, porque nuestros mercados son más flexibles,
porque hay una política económica más coherente, aparte de que S.S.

pueda hacer otras valoraciones. En ese sentido lo único que quisiera
apuntar, para no entrar en un debate puramente político -ya sé que el
señor Eguiagaray es lo que me ha propuesto, pero yo soy libre de
aceptar o no esa propuesta y la acepto a medias-, es que hay
condicionamientos económicos claros que diferencian la situación de
la economía española hoy de la de hace unos años.

En segundo lugar, el argumento del señor Eguiagaray es que las cosas
no son lo que parecen y hace un análisis basándose primordialmente en
que el Instituto Nacional de Estadística modifica sus técnicas. Creo
sinceramente que ese es un debate que tiene una cierta lógica pero
que tiene un límite, porque lo importante de las estadísticas es que
reflejen la realidad; de nada nos sirven estadísticas equivocadas,
supongo que estaremos todos de acuerdo. Y una manera de saber si
nuestras estadísticas son o no equivocadas es ver si son
contradictorias. Por ejemplo, si en estos momentos estuviéramos
diciendo que el empleo está creciendo a un determinado ritmo, sin
discutir una o dos décimas más o una o dos décimas menos, y
comprobásemos que las retenciones del trabajo están cayendo o que las
afiliaciones de la Seguridad Social se están reduciendo o que los
datos de la EPA y del paro registrado o los datos del consumo de los
grandes almacenes o de la venta de automóviles, etcétera, no
coinciden, probablemente tendríamos bases para decir que algo está
sucediendo que no va en la misma dirección. Si SS.SS. quieren
comparar, ya sean datos sectoriales de ventas de determinados
productos, ya sean datos de consumo de energía eléctrica, ya sean
datos de afiliaciones a la Seguridad Social, datos recaudatorios,
datos del Instituto Nacional de Estadística que coinciden en que
estamos manteniendo altas tasas de empleo y altas tasas de
crecimiento, yo me permito aconsejarles que no continúen por el
camino que llevamos desde hace tres años de que las cosas no son como
parecen, porque si tuviéramos que comparar sus predicciones con las
nuestras hasta ahora vamos ganando.

El señor Eguiagaray se ha fijado en los datos intertrimestrales. Yo
no lo haría. Creo que los datos intertrimestrales no coinciden con
otros muchos y apuntan a que probablemente hay movimientos erráticos
imposibles de evitar en un análisis estadístico. Sería mucho más
lógico seguir viendo si el conjunto de los datos que manejamos y que
nos permiten aproximarnos a una cosa tan difícil como es la realidad
económica de un país como España nos indican que vamos en una
dirección en la que nuestra economía no ha sufrido una grave
consecuencia como resultado de la crisis financiera internacional,
que es lo que me parece que es relevante, habida cuenta de que
probablemente estamos en la parte menos grave de esa crisis y por
tanto, tenemos
ante nosotros situaciones mejores de las que hemos vivido
recientemente.

Las afiliaciones a la Seguridad Social están creciendo a mayo a un
ritmo del 5,7. Seguro que estamos ante una afloración de empleo
sumergido importante, y a eso me referiré después. Pero también es
verdad que eso no se contradice con las cifras de empleo que está
dando la contabilidad nacional, el Instituto Nacional de Estadística.

Cuando vemos que el número de parados se reduce en el primer
trimestre en la EPA en el 13 por 100 y en el paro registrado el
desempleo se ha reducido al mes de mayo al 13,3 por 100, podemos
discutir algunas décimas pero no parece que las cosas vayan en una
dirección contraria. El otro día ponía de relieve el secretario
general de su grupo parlamentario, con sorpresa, el hecho de que
hayamos hecho una reducción promedio del 11 por 100 de las
retenciones del trabajo y que, sin embargo, las retenciones del
trabajo estén creciendo en su recaudación líquida. También eso nos
indica que hay más gente trabajando. Sin pretender que S.S. cambie su
discurso político, porque si su discurso político tiene algo que ver
con los resultados electorales yo estoy encantado con que S.S. lo
mantenga, creo que las cosas, que son siempre matizables, son
razonablemente positivas habida cuenta del año que hemos vivido y que
SS.SS. deberían valorarlas al menos, con la mitad de preocupación o
de intensidad con que valoraron las cosas en el otoño de 1998.

Es verdad -lo ha planteado S.S.- que tenemos un deterioro del sector
exterior ligeramente superior al previsto, pero también es cierto que
la crisis de las exportaciones y el diferencial de crecimiento
interno que tenemos con respecto a los países euro de nuestra demanda
interna explica en parte esa cuestión. Y sin restarle importancia,
que la tiene, tampoco creo que augure una imposibilidad de mantener
el ciclo económico. Al final la pregunta que ha planteado el portavoz
del PNV, el señor Zabalía, es relevante: ¿cómo podemos pensar en
continuar? En estos momentos el sector exterior no nos apunta a que
vayamos a tener graves dificultades para continuar si no nos quedamos
quietos. El señor Eguiagaray y otros portavoces -y contesto a varios
al mismo tiempo, si ustedes me disculpan- plantean la duda sobre que
nuestro diferencial de inflación nos perjudica. Nuestro diferencial
de inflación hasta ahora no nos ha perjudicado; primera cuestión que
tenemos que saber. En términos de competitividad, nuestras
exportaciones han caído menos que las de países que tienen mucha
menos inflación que nosotros. Su señoría considera que eso no es
relevante y yo creo que lo es. Además, me parece que si vamos a
discutir técnicamente sobre la relación entre inflación y
competitividad, quizá deberíamos hablar de la inflación de los bienes
comercializables porque los otros nos afectan menos, aunque reconozco
que a medio plazo largo tiempo con diferenciales de inflación muy
altos pueden perjudicarnos, y seguramente lo harán. Sobre esto hay un
debate indudable. El Gobierno debe plantear -y creo que lo ha hecho-
políticas que frenen el crecimiento de los precios. Es importante ver
si se ha producido un cambio en la economía española y después
podremos decir que el cambio no es suficiente. Yo creo que hay dos
niveles de debate: ha mejorado la economía española en términos de
inflación, uno; ha mejorado



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lo suficiente, dos. Por ejemplo, señorías, la inflación de servicios
-que creo que es un hecho que todos los portavoces han puesto de
manifiesto- en el año 1988 crecía al 7,5. Ya sé que ustedes me dirán
que desde mucho tiempo, es verdad, esa cifra por sí sola no me dice
nada cuando la economía estaba creciendo muy intensamente. En el año
1992, cuando la economía crecía prácticamente cero, sin embargo la
inflación de servicios había aumentado al 10. En estos momentos
nuestras inflación de servicios se sitúa en el 3,4 -no se ha movido-,
con un crecimiento de la economía considerable y acelerado a lo largo
de los últimos trimestres. Con eso no quiero decir -y creo que sería
un gravísimo error por parte del Gobierno y seguro que la Cámara no
estaría dispuesta a aceptarlo- que debamos darnos por satisfechos, ni
muchísimo menos. Creo que debemos continuar en la reducción de una
inflación que precisamente porque está al abrigo de la competencia
internacional se reduce más lentamente. En ese sentido creo que las
actuaciones del Gobierno no sólo sobre los mercados de bienes y
servicios, sino también sobre cuestiones como los colegios
profesionales o sobre el suelo, son actuaciones en la dirección
adecuada. Tengo que decir que algunas de ellas no han contado con el
respaldo de todos los grupos parlamentarios y yo creo que tiene que
haber alguna coherencia entre lo que se demanda al Gobierno y lo que
se está dispuesto a respaldar en la modificación de la leyes.

Yo creo que las medidas que el Gobierno ha tomado y especialmente la
marcha de la política presupuestaria indican que la economía española
puede mantener altas tasas de crecimiento con tasas de precios
moderadas, en el entorno del 2 por 100. Porque lo que en estos
momentos se está produciendo en Europa con una situación dual,
también en inflación, es que los países que tienen tasas de
crecimiento de su demanda interna tan menguadas como las que han
tenido las grandes economías están en este momento en un proceso de
aceleración y probablemente su inflación va a aumentar en los
próximos meses, y tengo que decirles que sin ninguna preocupación de
sus gobiernos, que más bien veían con preocupación lo contrario. Creo
que dentro de los márgenes que nos estamos moviendo, que son décimas,
estamos discutiendo -no estamos discutiendo, yo estoy de acuerdo-
cuántas medidas más tenemos que poner en marcha o identificar -como
planteaba el señor Zabalía- cuáles han sido más o menos eficaces. Si
nuestra economía está creciendo en el entorno del 3,6 ó 3,5, si
nuestra demanda interna está creciendo en el entorno del 5,5 y
nuestros precios se mueven en el entorno del 2,2 ó 2,1, sus señorías
se sentirían más satisfechos si nuestros precios se movieran en torno
del 1,8 ó 1,7. Yo también. Pero seamos conscientes de que estamos
discutiendo en estos momentos una décimas que son muy importantes
dentro de la moneda única pero que indican que estamos, en mi
opinión, en la dirección correcta. No creo que debamos pensar que las
modernizaciones que hace el INE son negativas, porque al final eso es
un grave error. Lo lógico es que si nosotros estamos compitiendo en
el mercado interior con una serie de países que evalúan la evolución
de los precios de sus telecomunicaciones, si ustedes quieren, o de
sus hoteles o de sus servicios públicos con unas determinadas normas,
nosotros debemos tenerlas similares en lo bueno y en lo
malo. Reconocerán ustedes que si hemos pasado a una tarificación por
segundos y eso no se recoge en el índice de precios al consumo,
probablemente estamos desperdiciando un elemento que no debemos
desperdiciar. Con eso no eludo ni creo que haya que eludir el debate
sobre que el Gobierno deba hacer más cosas, pero tampoco creo que
tengamos que considerar que las modificaciones de modernización de
nuestro sistema estadístico son negativas. Yo creo que no lo son y he
puesto un ejemplo que me parece razonable.

Continuando con la argumentación política, se plantea que en la
defensa de la competencia el Gobierno no ha hecho suficiente. Yo
acepto la crítica relativa al retraso del envío de la ley de defensa
de la competencia porque es obvia que me la hagan ustedes. Yo la he
prometido muchas veces y espero que esté aprobada el 31 de diciembre
y que, por tanto, la crítica no llegue más allá de esta legislatura.

Es verdad que hemos anticipado en el decreto-ley de abril una medida
que me parece muy importante, que es la comunicación obligatoria de
las concentraciones, y no comparto que se ha disminuido la capacidad
del tribunal; al revés, el tribunal va a poder a actuar de oficio en
cuestiones de ayudas de Estado, que me parece extraordinariamente
importante, y en otras cuestiones. La terminación convencional -esta
cuestión es muy técnica y se tratará en el debate de totalidad- no es
mala para el servicio y para el tribunal, siempre y cuando no vaya en
contra de los intereses de terceros o de la aplicación de la ley. El
tribunal al actuar de oficio puede evitar eso perfectamente y yo
espero que podamos encontrar una coincidencia de posiciones en esta
ley, habida cuenta del interés que el Grupo Socialista ha manifestado
y va a manifestar en ella, interés que yo aplaudo porque creo que la
cuestión de la competencia es uno de los temas básicos en los que
tenemos que centrarnos.

El debate sobre la concentración de poder económico me parece
absolutamente imprescindible y es un debate político de gran
profundidad. Precisamente por eso el Gobierno del Partido Popular
nunca fue partidario, por ejemplo, de fomentar núcleos duros y mucho
menos de manera absolutamente discriminada. La única ocasión en que
nosotros hemos practicado esa política ha sido a través de concursos
públicos. La creación de núcleos duros a base de citas con el
Gobierno para asignar precios de compañías no ha sido nuestro modelo.

En cualquier caso, el hecho de que en estos momentos nos encontremos
con una participación del público en el conjunto de las empresas
recientemente privatizadas no considero que sea una concentración de
poder económico, aunque creo -y es un debate abierto en todos los
países- que precisamente la importancia de los servicios de defensa
de la competencia radica en que esa concentración de poder económico
tiene que tener límites y los límites son, indudablemente, los
intereses generales y los intereses de la competencia y de los
consumidores.

Me plantea el señor Eguiagaray que las empresas privatizadas no
cumplen con el Código Olivencia. Para empezar le digo con una cierta
satisfacción que el Código Olivencia lo hemos impulsado nosotros, lo
cual le permite a S.S. poder comparar algo con algo, porque si
estuviéramos en la situación que S.S. nos dejó no podríamos
compararnos



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con nadie. Una vez dicho esto -que me permitirá S.S. que lo diga con
una cierta satisfacción-, le añadiré que las sociedades privatizadas,
Aceralia, Aldeasa, Argentaria, Endesa, Repsol, Tabacalera,
Telefónica, Indra, han aprobado ya el reglamento del consejo, que es
público y que es el requisito previo e indispensable para poder
cumplir con el código de buen gobierno; muchas de estas empresas han
presentado ante la Comisión Nacional del Mercado Valores el informe
de asunción de ese código, precisamente a requerimiento de la propia
Comisión, entre ellas una que ha mencionado S.S. a la que yo sé que
tiene mucho interés en seguir, que es Telefónica. Creo que S.S.

debería esperar a que la Comisión Nacional del Mercado de Valores
hiciera el informe porque, si no, tengo que entender que sus críticas
son absolutamente partidistas y las valoro como tal. Pero habida
cuenta de que tenemos un informe gracias a este Gobierno, y que las
compañías privatizadas se someten a la Comisión Nacional del Mercado
de Valores, las críticas que se tengan que producir me parecerán
absolutamente legítimas.

Vamos a hablar de una cuestión que me parece muy importante y creo
que a la Cámara le interesa: el empleo. He visto que los grupos no
han querido entrar en cuestiones que se han planteado, pero sí se ha
tratado de la incorporación de la mujer al mercado laboral y el
énfasis que el Gobierno está poniendo en la dualidad del mercado
laboral entre hombres y mujeres. Para empezar tengo que decir que
nosotros nos hemos encontrado esta situación, no se ha producido en
estos tres años la dualidad del mercado laboral. Precisamente en
estos tres años la mitad de los empleos que se han creado son de
mujeres. Si hubiera sido así en años anteriores seguramente no
estaríamos en esta dualidad. (Risas.) Usted se ríe, señor Eguiagaray,
pero ya me gustaría que se lo contara usted a las mujeres paradas. Lo
que yo no acabo de entender, y creo que sería ilustrativo, es por qué
están ustedes tan convencidos de que, si queremos reducir al 12 por
100 la tasa de paro, eso va a ser a costa de la tasa de actividad
femenina. Porque si hablamos de crear 1.300.000 empleos hasta el año
2002, puesto que las tasas de actividad y de ocupación masculina son
más o menos equivalentes a la europea y lo que hacemos es reducir
nuestro diferencial con Europa, será porque se incrementa la tasa de
actividad y de empleo femenina, si no, sería muy difícil, puesto que
nuestra situación de partida de la tasa de empleo masculina no es
mala. En ese sentido, y habida cuenta de que en esta legislatura se
han creado más de 500.000 empleos para las mujeres, y que es la mitad
del empleo creado -una tasa de creación de empleo que hubiera sido
muy beneficiosa en ejercicios anteriores-, con todo respeto y
esperando aprender, no acabo de entender por qué están ustedes
convencidos de que reducir el desempleo al 12 por 100 en el año 2002
y crear 1.300.000 empleos presupone que eso no va a ser en beneficio
de aumentar el empleo femenino. Tengo que decir que no entiendo esa
argumentación y no sé si es una argumentación de las que llamaríamos
políticas, en cuyo caso nadie pretende que yo la entienda, sino que
simplemente se dice, o si es una argumentación en la que podremos
discutir sobre algo, en cuyo caso estoy, como siempre, dispuesto a
escucharla.

Hablemos de las desigualdades. Como es natural, dentro de este
discurso político al que nos enfrentamos, tan pronto se nos dice que
querer hacer una medición agregada, es decir, la participación de los
salarios en la renta, no resuelva ni indica nada, como se nos dice
que la participación agregada de las pensiones en la renta indica
muchísimo. Lo cual demuestra que estamos ante una discusión puramente
política. Creo que nunca será suficiente el debate sobre las
desigualdades. En ese sentido me parece no sólo legítimo sino incluso
positivo que los grupos de oposición presionen al Gobierno sobre esta
cuestión. En ese sentido no tengo ninguna duda de ello porque creo
que estamos avanzando en el mundo de las desigualdades que tiene hoy
la sociedad española de una forma muy positiva. Yque tengo que
repetir, con toda modestia, que no son fruto de los tres años de
Gobierno actuales ni tampoco de los 14 años del Gobierno socialista;
ese debate sería absurdo, no nos llevaría a ningún sitio y los
ciudadanos pensarían que no tenemos ninguna credibilidad.

En estos tres años sinceramente se han hecho cosas bastante
importantes: primero, la que le ha dicho el señor Aguirre, que me
parece básica, que es la del empleo. En el debate de las
desigualdades tendremos que elegir un camino. El señor Eguiagaray me
ha puesto un ejemplo retórico. Me ha dicho que hay una pensión muy
baja. Pues bien, era muy baja. No es que sea muy baja por decisión de
este Gobierno, es que era así de baja, y seguramente el Gobierno
anterior hizo lo que pudo para irla incrementando. Sin embargo,
quiero recordar al señor Eguiagaray que, cuando se debatió el Pacto
de Toledo, y es una pregunta que es importante si queremos mantener
un mínimo de lealtad en este debate, debate que es muy importante
para los ciudadanos, su grupo, que era mayoritario, consideró que
todas las pensiones tenían que crecer al ritmo de los precios, no al
ritmo de la economía. En el próximo Pacto de Toledo -que estoy
convencido que se hará, si no hemos perdido todos el juicio y
seguramente se tendrá que hacer en un momento menos político del
debate económico- estoy plenamente dispuesto a que un grupo
parlamentario, el que sea, plantee que la evolución de las pensiones
debe ser, o bien distinta entre unas y otras, o bien distinta en
relación al índice de precios. Pero quiero también recordar, porque
me parece relevante para mantener un mínimo de coherencia en nuestros
debates, que ha habido una ley de la Seguridad Social que ha tenido
un amplísimo consenso en esta Cámara y que ha contado con el consenso
del principal partido de la oposición, no sé si como consecuencia de
que contaba con el respaldo de los sindicatos o por motu proprio,
pero en cualquier caso, con el consenso del principal partido de la
oposición, en el que claramente se establecía que las pensiones
evolucionaban al ritmo de los precios y que el complemento de mínimos
era una cuestión que se decidirá después del año 2000. Está dicho en
la ley literalmente. Ya sé que el señor Eguiagaray puede decirme, y
tiene todo el derecho: yo en el año 2000 le diré que el complemento
de mínimos debe ser totalmente contributivo. Es verdad que eso no lo
decía cuando era usted responsable de la Seguridad Social, pero
comprendo que el cambio de papeles permite decir unas cosas ahora y
otras cosas en otro momento. Lo que no es posible es que aprobemos
una ley para racionalizar la Seguridad Social y a mitad de proyecto



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cambiemos de criterio simplemente porque nos sirve para nuestro
debate político.

Señorías, ha habido una racionalización de la Seguridad Social. No
nos engañemos. Yo sólo voy a hablar la parte de la que hemos sido
responsables y otros que hablen de la que ellos han sido
responsables. Cuando llegamos al Gobierno, nos encontramos con que en
el ejercicio anterior la Seguridad Social había tenido 500.000
millones de pesetas de déficit, 600.000 millones de pesetas de
préstamos y tenía 300.000 millones de pesetas de deuda en el Banco de
España. Esa era la situación de la Seguridad Social española cuando
nosotros llegamos. Con eso no quiero meterme con nadie, porque los
anteriores me darán sus explicaciones, pero no es esa la cuestión. Lo
que sí quiero decir es que se ha hecho un esfuerzo considerable en el
saneamiento de la Seguridad Social porque, señorías, en el
presupuesto del año 1999, que algunos de ustedes han votado y otros
no, la Seguridad Social va a tener un déficit público de una décima,
creo que no va a tener que hacer recurso al préstamo de tesorería en
ni una sola peseta y está empezando a pagar la deuda de 300.000
millones con el Banco de España.

Por tanto, señorías, no ha sido en balde el Pacto de Toledo, no ha
sido en balde la Ley de regularización de pensiones. No cometamos el
error ahora de querer abrir un debate parcial que pueda poner en
peligro todo lo que hemos hecho. El argumento de decirnos: la
economía crece más que las pensiones... Bien, lo que nos gustaría es
un modelo de inflación del 5 por 100 y un crecimiento de la economía
del 2, de manera que las pensiones crecieran el 5 y la economía el 2.

¿Cuánto duraría ese modelo? ¿Cuánto duraría ese modelo para que
tuviera que plantearse el Gobierno, el que fuera, el recorte de
pensiones? ¿No ven ustedes lo que está pasando en otros países que
han seguido modelos equivocados y no están tan lejos de sus
internacionales?
Tengamos en cuenta que la mejor garantía de las pensiones es que las
cotizaciones a la Seguridad Social estén creciendo al 6 por 100. Esa
es la mejor garantía de las pensiones. La mejor garantía de las
pensiones es que haya 1.300.000 cotizantes más en la próxima
legislatura. Apartir de ahí podemos discutir todo lo que ustedes
quieran. Pero si hemos establecido un compromiso que, por cierto,
nosotros aceptamos en la oposición, cuando podíamos hacer otro tipo
de cuentas y no éramos responsables de la marcha de la Seguridad
Social, pero sí éramos responsables en este grupo parlamentario y en
otros de llegar a un acuerdo con el grupo mayoritario, respetemos el
acuerdo. Seguramente ustedes tienen muchos argumentos para construir
su discurso político de que el crecimiento no les parece que esté
bien repartido, pero no rompamos los acuerdos, que han sido muy
importantes. La Seguridad Social en este país en el año 1995 no
estaba para bromas y no la volvamos a poner en esa situación. Cuando
abramos el debate del Pacto de Toledo, si su grupo u otros grupos
parlamentarios creen que hay que cambiar los criterios, plantéenlo.

Es absolutamente legítimo. Lo que no tiene sentido es que hayamos
aprobado ya en esta legislatura una Ley de la Seguridad Social, en la
cual fijamos que el crecimiento de las pensiones es el índice de
precios y que ahora se quiera plantear un debate distinto, sólo para
sustentar un debate político que, por cierto, como todos los aquí
presentes conocemos muy
bien, nunca necesita demasiada sustentación, porque los debates
políticos los sustenta cada cual como le da la gana y el que quiere
se los cree y el que no, no. Dudo que les haya conseguido muchos
votos el debate de caja devengo, dudo que les haya conseguido muchos
votos el debate de que la Seguridad Social estaba en quiebra y dudo
que les lleve a ustedes a ningún sitio este debate. Creo que enturbia
algo muy importante que entre todos hemos hecho, que es garantizar
las pensiones públicas en este país y yo estoy convencido que
seguiremos haciendo en el futuro.

Para terminar me voy a referir a dos cuestiones. En primer lugar, la
desigualdad territorial. Sobre la desigualdad territorial
precisamente hoy hay un estudio que dice lo contrario es decir, que
se ha ido reduciendo en los últimos años. En los años que nosotros
hemos gobernado se ha reducido teniendo en cuenta la que recibimos de
ustedes, y ustedes la han reducido con respecto a la anterior. En
segundo lugar, respecto a la financiación autonómica, ¿de qué
consenso de financiación autonómica me habla usted, señor Eguiagaray?
¿El que tenían ustedes con el Gobierno de la Generalitat? Porque ni
sus presidentes autonómicos votaron el sistema anterior de
financiación autonómica. En el desarrollo autonómico ha habido
consenso en este país, con ustedes en el Gobierno y con ustedes en la
oposición; en financiación autonómica no ha habido consenso, ni con
n ustedes en el Gobierno, ni con ustedes en la oposición. Yo acepto la
parte de responsabilidad que usted quiera colocarme en esa cuestión,
pero no me hable de que en el sistema de financiación autonómica ha
habido consenso. ¿Que lo debería de haber? No me cabe ninguna duda, y
cuando quieran ustedes tenemos el debate. Lo único que le digo es que
ese debate va a poner sobre la mesa, primero, que el sistema
funciona; segundo, que el sistema beneficia a las comunidades más
pobres; tercero, que el sistema hubiera sido extraordinariamente
positivo para que las comunidades que ustedes gobiernan se hubieran
incorporado a él, a las que les están sometiendo a un castigo
político muy fuerte que, por cierto, no creo que se haya reflejado
para nada en sus expectativas electorales; y cuarto, que tengan
ustedes en cuenta que la garantía que hemos dado a las comunidades
autónomas del sistema por las variaciones que esta Cámara a hecho en
el impuesto sobre la renta de las personas físicas, es imprescindible
si queremos tener un mínimo de corresponsabilidad fiscal. Porque lo
que no tendría sentido es que el Parlamento que ustedes quieran, el
valenciano, el gallego, el catalán, viniera a esta Cámara a decir:
hemos modificado la parte que nos corresponde del impuesto sobre la
renta de las personas físicas o del impuesto sobre el patrimonio, que
sea el presupuesto del Estado el que sufrague esos cambios. Ustedes
dirían, y con razón: ustedes han votado en su Parlamento, sufráguenlo
ustedes. Pues bien, aquí ha habido una mayoría que ha votado el
impuesto sobre la renta de las personas físicas -que, por cierto,
ustedes no han sido-, y a partir de ahí me parece que lo lógico es
que nosotros garanticemos a esas comunidades autónomas y a todas que
las decisiones de este Parlamento no son financiadas por los
presupuestos de otros parlamentos. Pero tenga usted en cuenta, cuando
vaya a ese debate, píenselo usted antes de ir, que nosotros hemos
garantizado el PIB nominal. El PIB nominal es lo que se les está
aplicando a las comunidades autónomas que



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no aceptaron el modelo, y si lo que reciben las comunidades autónomas
que no aceptaron el modelo es menos de lo que reciben las que lo
aceptaron, será que el sistema evoluciona más rápido que el PIB
nominal. Ustedes lo piensan. Como el debate lo tendremos en su
momento, yo se lo digo por lealtad, porque preferiría no hacerlo así
de fácil.

Por lo que se refiere a la Agencia Tributaria -y contesto a unas
preguntas que me ha planteado el señor Aguirre-, es indudable que si
queremos hacer un debate político, ya sé, señor Eguiagaray, que sus
argumentos van a lo que quieren plantear políticamente. Sin duda, yo
podría plantear otras cuestiones, pero no me parece el momento
adecuado y además no sé si es relevante. Simplemente quisiera
plantear lo que hace la Agencia Tributaria por los contribuyentes,
entre los cuales a S.S. se cuenta. Voy a poner dos ejemplos: ¿qué
hace por los contribuyentes a efectos de devoluciones, que me parece
que es importante, y seguramente a los contribuyentes les parece muy
importante, y qué hace con los contribuyentes con respecto a
ayudarles a confeccionar su declaración?
En estos momentos teníamos un compromiso a 30 de junio de que
3.100.000 contribuyentes habrían recibido su devolución, y hemos
superado ese compromiso en 100.000 personas, son 3.200.000
contribuyentes los que han cobrado ya su devolución. Esto significa
que hay un millón más de contribuyentes que han recibido su dinero
respecto a las devoluciones realizadas en el año anterior, que a su
vez eran muy superiores a las de años anteriores, y hoy, que es el
último día de la campaña de renta, tengo que decir que uno de cada
cuatro contribuyentes con derecho a devolución, ya antes de que
finalice la campaña de renta ha recibido su devolución. Eso es una
muestra de eficacia, aunque sin duda se puede pedir más y habrá que
hacer más cosas en el futuro.

Con respecto a las ayudas, piensen ustedes que en estos momentos hay
doce millones de contribuyentes de los catorce y pico o quince que
presentan declaración, que ya confeccionan su declaración conforme al
programa Padre y, por tanto, son ayudados por la Agencia. Eso indica
claramente que es un servicio público que está avanzando y mejorando,
que da mejores garantías y servicios, que ha sido capaz de aplicar en
poco menos de ocho meses el Estatuto del Contribuyente -que aquellos
que lo votaron con ciertas reticencias nos dijeron que iba a ser
imposible que lo aplicáramos si no entrábamos en un caos de
funcionamiento-, y creo que estas cifras indican que los ciudadanos,
que al final son para los únicos que tenemos que trabajar, están
siendo beneficiados por la actual gestión de la Agencia Tributaria.

Paso, señor presidente, a referirme al señor Ríos. El señor Ríos me
plantea que la crisis financiera internacional ha sido muy grave. Sin
duda, y no voy a ahora a insistir en la idea de que nosotros la hemos
solventado con una cierta eficacia; efectivamente, ha producido
costes sociales muy profundos en los países emergentes. Ese es uno de
los temas más importantes que se están planteando en el debate
internacional. Por ejemplo, la decisión del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial de trabajar conjuntamente y que los
programas financieros vayan acompañados de programas sociales es
imprescindible. En ese sentido, lo que S.S. resalta es verdad. Se ha
producido
un coste muy importante en términos sociales en muchos de estos
países, pero S.S. debe pensar que aparte de las políticas de ayuda -y
quiero volver a repetir la cantidad de financiación internacional que
ha supuesto esta crisis, 180.000 millones de dólares-, también los
países internamente tienen una responsabilidad indudable, y que al
final el camino corto de políticas inflacionistas, de sectores
privados no transparentes, de políticas proteccionistas, está
costando una verdadera fortuna, no sólo desde el punto de vista
financiero, sino desde el punto de vista social, a muchas de estas
economías. En ese sentido, por ejemplo en Iberoamérica esta crisis ha
sido muy intensa pero muy corta, más corta que otras. Esto indicaría
que las políticas de ajuste y las políticas de liberalización están
produciendo efectos en que las economías puedan reaccionar mejor.

Pero sin duda yo comparto con S.S. la preocupación de que los
organismos internacionales y los países europeos debemos tener una
política sensible a estas cuestiones; política que se manifiesta, por
ejemplo, en la condonación de la deuda, en las ayudas
internacionales, pero también se manifiesta en el comercio, y sin
duda vamos a tener que debatir esas cuestiones en ésta y en la
próxima legislatura, puesto que ustedes saben que a finales de este
año comienza la siguiente ronda de liberalización comercial, y en ese
sentido me parece que hay temas de gran importancia.

En cuanto a mi referencia a Estados Unidos, yo creo que el debate
sobre Estados Unidos en Europa no debemos ni magnificarlo ni
trivializarlo. Es decir, no se trata de creer que Estados Unidos es
todo un ejemplo para nosotros en todas las cuestiones, ni siquiera en
las económicas, ni se trata de rechazar los nueve años de crecimiento
de Estados Unidos y el 4,5 de paro con el argumento de que es que
somos diferentes. Ambas posiciones son equivocadas, porque hay cosas
que nos deben interesar. Es decir, que una economía como la
norteamericana, que al final es con la que nos vamos a medir en
términos internacionales las economías europeas, la economía euro,
lleve nueve años de crecimiento sostenido, con una inflación de
alrededor del 2 por 100 en este momento y una tasa de paro del 4,3
-la última cifra-, no debe ser objeto de desprecio. Tenemos que
estudiar qué es lo que han hecho razonablemente, porque los países en
Europa no están manteniendo esas tasas de crecimiento y esas mejoras
en sus niveles de empleo. Por tanto, debemos ver cuáles son las cosas
que podemos aprender, y hay muchas: en términos de eficiencia de los
mercados de valores, en términos de financiación de las pequeñas y
medianas empresas, en términos de financiación de las pequeñas y
medianas empresas en el mercado de valores -a lo que ha hecho
referencia el señor Sánchez i Llibre-, en términos de competitividad
-y yo he tratado de plantear ese debate y el señor Sánchez i Llibre
me ha formulado varias preguntas sobre el mismo-, en términos de
tecnología. Hay muchas cosas que tenemos que aprender de esos nueve
años, así como también tenemos que aprender en la orientación de la
política presupuestaria, que S.S. por ejemplo ha puesto en cierta
duda. No se trata de que España sea el primero de la clase. Si yo
pudiera decirles que somos el primero de la clase, se lo diría
encantado, pero no lo somos. Ni en términos de eficiencia económica,
ni en términos de renta per capita, ni en términos de política social
lo somos y, por tanto, no se trata de eso, ni muchísimo



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menos. Ahora, yo creo que España tiene hoy una base sólida, desde el
punto de vista económico y social como para tener objetivos
ambiciosos en estos próximos años, que son al final a los que SS.SS.

se refieren, es decir, mejorar el nivel de prestaciones sociales, el
nivel de educación, el nivel de empleo, el nivel de servicios
públicos. Esos son los objetivos ambiciosos que tiene que tener la
sociedad española.

Entre paréntesis, acepto su corrección sobre la economía soviética.

Indudablemente es un lapsus después de oír hablar durante demasiados
sobre esas cuestiones. Es la economía rusa a todas luces, y la
inteligencia de SS.SS. seguramente habrá entendido esa equivocación
por mi parte.

No puedo menos que subrayar que el compromiso por el empleo es la
cuestión básica, desde luego no sólo en España, sino en el conjunto
de la Unión Europea, y en ese sentido creo que el debate del empleo
en nuestro país tiene que profundizar. Hemos pasado de un estadio en
el que nuestra economía estaba en grave compromiso de crear empleo a
que en estos momentos, independientemente de que discutamos décimas,
el ritmo de creación de empleo sea intenso. Lo importante es que sea
mantenible y que avance en todas las capas de la sociedad y en las
diferencias regionales, que me parecen muy importantes. En España hay
considerables diferencias regionales de empleo que no pueden ser
tratadas desde una sola dimensión o una sola estrategia, es decir,
pretender que todo el empleo se cree en la región de origen o lo
contrario. Hay que tener estrategias de reequilibrio regional a
través de las inversiones, de políticas sectoriales, de colaboración
con las comunidades autónomas, de políticas de las comunidades
autónomas -porque éstas tienen responsabilidad en la evolución de sus
políticas de empleo- e indudablemente en la movilidad geográfica en
nuestro país.

Respecto a la construcción, no comparto la explicación de S.S. de que
todo lo que estamos viendo aquí es un blanqueo de dinero. Mire usted,
el año pasado se han construido en este país 400.000 viviendas;
estamos en cifras récord y éstas se ven. No creamos que las cosas
tienen esa explicación. Hay un fuerte, intenso, crecimiento de la
construcción, y SS.SS. pueden comprobar en sus circunscripciones cómo
está en este momento el desempleo de cualquier oficio en la
construcción -seguramente tendrán la misma información que tengo yo-:
no es precisamente un momento grave en esa dirección, sino más bien
al contrario, estamos ante un gran dinamismo. Hay un debate,
planteado por el señor Eguiagaray y por otros portavoces de los
grupos parlamentarios, respecto a que está por producirse un aumento
del precio de la construcción. El Gobierno tiene en su mano el Plan
de vivienda, que es un plan ambicioso con más de 500.000 viviendas a
poner en el mercado. Pero tengo que decir sinceramente -SS.SS. podrán
compartirlo o no conmigo- que hay un debate en otras administraciones
y tienen que enfrentarse a él. Es decir, el modelo urbanístico en
este país no depende de este Parlamento y no son ni el Gobierno ni
los grupos parlamentarios los que van a poder afectar esas cuestiones
de manera decidida. Lo cual no quiere decir que no podamos debatir
sobre esta cuestión y que probablemente a través de políticas de
gasto y de vivienda no debamos hacer todo lo que podamos. Pero el
debate sobre el modelo de suelo
también está en otros ámbitos. En mi modesta opinión, no tanto como
miembro del Gobierno, sino como ciudadano, abordar esa cuestión es
uno de los grandes desafíos de los nuevos parlamentos autonómicos que
se constituyen dentro de muy pocos días porque les afecta
directamente a ellos, sin que eso quiera decir, como es natural, que
nosotros -y cuando digo nosotros me refiero al Gobierno y a la
Cámara- con los instrumentos legales de que disponemos no tengamos
que avanzar.

No se ha producido una caída de la inversión, señoría. Se produjo en
el año 1997, pero en el año 1998 hemos superado los niveles de
inversión del año 1995. No estamos hablando de un billón de
inversión. Si no me falla la memoria estamos claramente por encima de
los dos billones de inversión. En ese sentido le haré llegar a S.S.

las cifras que tengo, pero no estamos ni muchísimo menos ante una
situación de falta de inversión del sector público y menos del sector
público central. Su señoría ha terminado diciéndome que todas las
verdades son relativas. No puedo estar más de acuerdo sobre esa
cuestión, y los debates nos demuestran a todos que es así, pero al
fin y al cabo también es importante que tratemos de avanzar
conjuntamente en esa dirección y aprender unos de otros.

Para terminar, respecto de una cuestión que usted ha planteado, el
ahorro de las familias, éste se está manteniendo en un momento de
gran expansión del consumo privado. Es una de las pocas veces en
nuestras experiencias económicas en que un aumento del consumo
privado no coincide con una caída del ahorro de las familias. Ese es
un debate abierto, pero creo que las medidas tributarias tienen mucho
que ver con esta cuestión. En ese sentido, el Gobierno ha acertado en
las medidas que ha tomado sobre el ahorro, sobre las plusvalías,
sobre el impuesto sobre la renta de las personas físicas. Sobre el
tema del endeudamiento, que ha sido mencionado por algunos
portavoces, es verdad que las familias están aumentando su
endeudamiento en estos momentos, pero también es verdad que el coste
de endeudamiento para una renta familiar ha caído a la mitad. No creo
que ni esta Cámara ni este Gobierno tengan que ser los impulsores de
que las familias tomen o no decisiones de endeudamiento. Lo que
tienen que tener las familias son instrumentos para decidir lo que
quieren hacer en función de sus necesidades presentes y futuras. Pero
con los actuales tipos de interés las opciones que tiene una familia
media han mejorado.

Señor presidente, paso a contestar al señor Sánchez i Llibre.

Comparto que no estamos en una situación en la que tengamos que
hablar de optimismo. Los retos que tiene hoy por delante la economía
española son muy importantes. Pero también lo es que la base sobre la
que nos asentamos es sólida y nos debe permitir plantearnos de manera
positiva lo que tenemos que hacer en los próximos años. Es verdad, se
ha dicho en el debate anterior y me remito a lo que he dicho, que
tenemos que ser vigilantes en el tema de la inflación. Hay muchas
cosas que juegan aquí. Sin duda, la liberalización de mercados,
también la política presupuestaria, la evolución de los salarios en
relación con la inflación real de nuestro país así como en los
márgenes, y ahí se actúa directamente a través de la competencia.

El señor Sánchez i Llibre ha centrado su intervención sobre todo en
el tema de la competitividad. Coincido con



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él en que precisamente para no caer en un optimismo absurdo sino para
ser realistas la economía española tiene que centrarse en los
próximos años en mejorar su capacidad de competir o, como he dicho en
mi intervención, en la reducción de costes. Tenemos que modernizar
nuestro mercado laboral en una dirección positiva, y en ese sentido
voy a poner el ejemplo de lo que ha sucedido con el empleo a tiempo
parcial. El hecho de que se estén firmando desde la puesta en marcha
de la Ley de 1998, pactada entre los sindicatos y el Gobierno, 33.000
contratos indefinidos nos indica que vamos por un camino adecuado. No
sé si alguna de SS.SS. habrá visto en los últimos días unos cuadros
en la prensa internacional sobre el empleo a tiempo parcial. En ellos
se comprueba que somos el país con menos nivel de empleo a tiempo
parcial del conjunto de los países de la Unión Europea, y creo que
ése es uno de nuestros problemas, por ejemplo, en el debate sobre la
incorporación de la mujer. La modificación de la ley, que nosotros
establecimos en noviembre, ha sido un paso positivo como lo demuestra
en este momento el crecimiento del empleo. Pero no hemos de olvidar
que España es el país de la OCDE donde el porcentaje de trabajadores
a tiempo parcial es menor, no llega al 10 por 100 frente al 14,3 por
100 de promedio en la OCDE y el 16 por 100 en la Unión Europea. En
ese sentido tenemos todavía un largo camino que recorrer, y el
diálogo social, que ha sido mencionado por S.S., nos permitirá
avanzar en la modernización del mercado laboral, lo cual sin duda
redunda en las posibilidades de empleo de los ciudadanos, como
también que profundicemos en políticas que mejoren la capacidad de
todos los ciudadanos de ser empleados. Coincido con S.S. en que las
cotizaciones sociales juegan ahí un papel importante. Este Gobierno
ha hecho esfuerzos de reducción de cotizaciones sociales para
colectivos concretos que sufren perjuicios; ha hecho esfuerzos para
que las cotizaciones sociales no afecten, por ejemplo, a la
contratación de mujeres. En esa dirección tendremos que continuar,
dentro de los márgenes presupuestarios y del equilibrio de la
Seguridad Social, como creo que se ha respetado hasta ahora.

Respecto a la internacionalización de la empresa, el camino que
llevamos avanzado es importante. Pensemos que las inversiones
españolas en el extranjero eran 400.000 millones en el año 1995 y en
este momento superan los dos billones de pesetas; y pensemos también
que un porcentaje muy importante de estas inversiones del año 1995
estaba residenciado en paraísos fiscales -casi la mitad- y en estos
momentos esa cifra es minúscula. Pero el reto de la
internacionalización es sin duda el reto básico al que tienen que
responder nuestras empresas. Las modificaciones tributarias que
establecimos en 1996 fueron positivas, pero tenemos que seguir
avanzando. También en el tema del mercado financiero hehos hecho
cosas importantes para conseguir que las pequeñas y medianas
empresas, las empresas que no cotizan en Bolsa, como ha referido S.

S., puedan beneficiarse de un proceso de mayor eficiencia de los
mercados de capitales, pero ese camino tiene que continuarse, no sólo
en España sino en Europa si realmente queremos competir con los
Estados unidos.

Respecto al I+D y la innovación, en la próxima ley de acompañamiento
-he coincidido con S.S. en decirlo-
tendrá que ser una de las cuestiones que discutamos con los grupos
parlamentarios, puesto que una de las grandes diferencias que tenemos
con nuestros competidores europeos es el volumen de I+D que se dedica
a la economía española en relación con otras economías. Esa será una
de las bases para conseguir la convergencia real y para aumentar
nuestro nivel de empleo.

Es cierto que el Banco Central Europeo toma decisiones en función de
las grandes economías, y debemos acostumbrarnos. Piense S.S. que sólo
Italia y Alemania representan casi el 50 por 100 del producto
interior bruto de la zona euro. Por tanto, nuestra posición desde el
punto de vista del peso de los índices de inflación en el conjunto
será siempre reducida y ello nos obliga, como es natural, a
acercarnos a los niveles de competitividad de otros países. Yo creo
que lo estamos haciendo, pero sin duda acepto las criticas de que
tenemos que hacerlo con mayor intensidad. Comparto con S.S. la
propuesta de que la reducción del déficit público debe ser el eje de
los próximos presupuestos.

Con respecto al efecto 2000 quisiera aprovechar su pregunta, primero,
para poner de relieve que, como se ha hecho público, la actuación de
las administraciones públicas, no del Gobierno de la nación, sino de
todas las administraciones públicas en España ha sido eficiente. Hay
una coordinación importante con las administraciones públicas con una
comisión que se reúne periódicamente. Con relación a los grandes
servicios públicos y a las administraciones públicas el nivel no sólo
de análisis sino de puesta en marcha de planes de contingencia e
incluso de puesta en marcha de planes de prueba está siendo
satisfactorio. A otros niveles de la sociedad, como pueden ser
pequeños ayuntamientos y pequeñas y medianas empresas, el grado de
conocimiento o de percepción del problema es menor. Puede existir la
equivocación de creer por parte de algunas personas que el efecto
2000 es una cosa que se va a solucionar en todos los casos por parte
de la Administración y no es cierto. Como SS.SS. son conscientes, el
efecto 2000 va a tener consecuencias en bienes domésticos, como
pueden ser ascensores, ordenadores, agendas o videos, que no pueden
ser solucionadas por la Administración, y en bienes empresariales,
como pueden ser congeladores, etcétera, en los que los empresarios
han de tener una posición activa. A través de las cámaras de comercio
se están haciendo cosas importantes en esa dirección. El Gobierno
está llegando a acuerdos con todos los gobiernos autonómicos y ha
entrado en contacto con todos los presidentes que tienen televisiones
públicas para instarles a una colaboración en la difusión de
anuncios, en la que hemos llegado -como no podía ser de otra manera-
a un acuerdo. Eso nos va a permitir utilizar una campaña de difusión
importante que permita concienciar al ciudadano que necesita una
posición activa con respecto a este problema, porque hay una parte
que no la puede solucionar nadie más que él; tiene que ponerse en
contacto con su proveedor o con la persona que le ha vendido ese
producto para garantizar que ese producto va a funcionar. Desde
luego, el Gobierno y las administraciones públicas seremos muy
beligerantes con aquellos proveedores que no colaboren y lo hemos
manifestado ya en varias reuniones sobre este asunto.

En cualquier caso, espero que con los planes de contingencia que se
han realizado, los planes de emergencia que



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se están realizando y la creación en septiembre de una oficina de
coordinación centralizada, que permita además colaborar entre las
distintas administraciones, con el grado de coordinación que ya se ha
establecido, los problemas que puedan derivarse del cambio de milenio
en los ordenadores sean muy limitados, por no decir no graves en
nuestro país. Aprovecho su pregunta para insistir en la idea de que
las administraciones públicas, según me han transmitido también las
comunidades autónomas y los ayuntamientos, no tienen la percepción de
que sea un problema de las administraciones o de los grandes sectores
como puede ser el financiero, el industrial o el energético, pero sí
existe el problema de que los ciudadanos tomen conciencia de que hay
cosas que las administraciones públicas no pueden resolver, porque no
es su responsabilidad ni tienen materialmente capacidad.

El señor Zabalía me señala que lo que hemos traído a debatir aquí ya
lo lee él en los periódicos con más profundidad con que el Gobierno
lo plantea. El Gobierno no pretende competir con los periódicos,
seguro que todo lo que lee el señor Zabalía en ellos es de mayor
profundidad, pero venir a esta Cámara a discutir sobre la incidencia
en España de la peor crisis financiera internacional de la década y
que S.S. me diga que tampoco tiene tanta importancia indica
claramente que lo que yo he dicho no está muy descaminado.




A partir de ahí, me plantea una cosa que me parece importante y en
parte he dicho algo sobre ello, qué estamos haciendo y si se está
cumpliendo lo que hemos previsto. Estoy en condiciones de decirles a
SS.SS. hoy que en términos de déficit público y de crecimiento, las
previsiones en el segundo caso y los compromisos del Gobierno en el
primero son plenamente alcanzables. Por tanto, no debemos tener
problemas ni en el déficit público ni en la previsión de crecimiento,
ni en la previsión de empleo. El debate que SS.SS. han abierto es el
de los precios. El Gobierno está convencido de que en el segundo
semestre, por causa del efecto escalón y también como consecuencia de
la política presupuestaria y de los efectos crecientes de las
liberalizaciones, se va a mantener y es el objetivo del Gobierno
conseguir una inflación situada por debajo del 2 por 100, que me
parece imprescindible de cara a próximos ejercicios.

Desde el punto de vista de las medidas liberalizadoras del Gobierno u
otras medidas, en cunto a la materia tributaria los compromisos y
objetivos del Gobierno se han cumplido. Las medidas que tomamos tanto
con respecto al ahorro y a las pequeñas y medianas empresas como las
que recientemente hemos aprobado con respecto a la renta están
produciendo los efectos que nosotros pretendíamos desde el punto de
vista económico, social y recaudatorio. Sin duda, hay un debate
abierto, que no sólo es legítimo sino necesario, y es si el plan de
liberalización, que es uno -vuelvo al Grupo Socialista, a veces me
acusan ustedes de que siempre presento el mismo y ahora me acusan de
que presento muchos; es uno el que hemos presentado, pero sé que SS.

SS. me siguen de cerca-, ha producido los efectos adecuados. Yo creo
que sí, como consecuencia del cambio de tendencia del incremento de
los precios, pero tengo que decir que ese es uno de los debates
básicos y que me parece imprescindible que el Gobierno se sienta
azuzado por la Cámara en conseguir mayor competencia en los
grandes sectores de este país y que cambiemos el discurso de que
todos los esfuerzos los tiene que hacer siempre la misma parte del
país y empecemos a pensar, no en una ley de hierro de los beneficios
-que en algún momento se dijo por alguna mayoría, por un
vicepresidente político, que no es ninguna tontería y no digo que
fuera compartido; la esquizofrenia existía y no digo que fuera
compartido-. Sino en que, si queremos conseguir que los costes y los
márgenes actúen de manera eficiente, hemos de aumentar la
competencia. En ese sentido el Gobierno no debe sentirse satisfecho y
la crítica de los grupos me parece constructiva, porque creo que nos
indicará siempre los márgenes de actuación que nos quedan por
completar, que nunca son fáciles, como SS.SS. conocen, porque muchos
de ustedes han tenido responsabilidades o tienen grupos que tienen
responsabilidades de Gobierno.

Ala pregunta de cuánto tiempo puede durar la bonanza económica he de
decir que la bonanza económica exterior no ha durado. De momento
nosotros vamos resolviendo nuestros problemas. La base del
crecimiento sostenible en Europa está en que los gobiernos europeos
adopten una decidida política económica y ahí existe un debate
abierto y SS.SS. son conscientes de ello. Ha habido momentos
relativamente dramáticos como han sido las dimisiones en muy pocas
semanas de responsables económicos de grandes economías europeas. Ese
debate está abierto, en el que este Gobierno tiene una posición, que
no es coincidente con la de otros gobiernos, pero eso tiene que ver
-y con esto contesto a una cuestión que me ha planteado el portavoz
del Grupo Popular, señor Aguirre- no sólo con el diferencial de
intereses y el diferencial de crecimiento; algunas cuestiones sobre
definición de política económica pesan en los mercados, qué duda
cabe. En estos momentos tenemos que valorar, y la posición de este
Gobierno es clara, el gran papel que la reforma ha de tener en las
expectativas de crecimiento del empleo en nuestro continente, en la
Unión Europea. Alguno de los mensajes que se han querido trasladar,
como el de que a base simplemente de mejorar las condiciones de los
que ya tienen empleo reduciéndoles la jornada laboral vamos a
conseguir que los que no tienen empleo lo encuentren más deprisa, no
son creíbles para la población. En eso radican también alguno de los
debates importantes que hay que hacer.

España debe seguir apostando por ir, si puede, un poco más deprisa.

El señor Ríos ya ha expresado cuál es su posición, pero nosotros
tenemos que ir más deprisa en la reducción del déficit público. Es
verdad que nosotros tenemos nuestros condicionamientos
presupuestarios, tenemos un modelo de crecimiento de la financiación
no sólo de las comunidades autónomas sino de la sanidad y de los
ayuntamientos ligado al PIB nominal, y SS.SS. son conscientes de
ello, pero prefieren que lo plantee el que gobierna, cosa que me
parece lógico, y está puesto sobre la mesa del futuro debate sobre la
financiación autonómica. No tanto otros que se plantean como ése,
mucho más importante y mucho más complicado de, al final, si son
impuestos directos o indirectos, que me parece que no va a ser lo más
difícil de plantear. Por ejemplo, yo les indicaría a SS.SS. que, si
tienen interés, comprobasen cómo, independientemente de que a unos
les parezca poco o mucho el aumento de financiación que recibimos de
la Unión Europea en el próximo



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sexenio, va acompañado de un aumento de pagos a la Unión Europea que
sólo soporta una parte de las administraciones públicas. Comprendo
que hay cuestiones que no tienen que plantear los grupos
parlamentarios, porque para eso están los gobiernos, pero yo me
permito simplemente mencionárselo a SS.SS., entre otras cosas, porque
sé que son plenamente conscientes de ello. En cualquier caso, creo
que nuestro diferencial de crecimiento es nuestra gran no diré
asignatura pendiente, porque estamos creciendo por encima, sino
nuestro gran desafío. Tenemos que crecer por encima de la media
euorpea. Otros países lo han hecho. Es verdad que Irlanda tenía sus
condicionamientos, Portugal tenía los suyos, nosotros tenemos los
nuestros y, en ese sentido, creo que lo que antes planteaba el señor
Sánchez i Llibre sobre la reducción de costes es un tema básico.

Sobre el déficit público y la financiación de la Seguridad Social ya
he contestado anteriormente. Creo que se ha producido un gran avance
y que los firmantes del Pacto de Toledo y los parlamentarios que en
él participaron pueden estar muy satisfechos de los acuerdos que allí
se establecieron. La Seguridad Social que tendrá que analizar el
próximo Pacto de Toledo tiene otras posibilidades mucho más amplias
que las que se analizaron en el año 1995 y creo que ese es un debate
que permitirá plantearse cuestiones, no todas cómodas, como es
natural, pero sí en un marco de estabilidad financiera más
importante. Es decir, si nosotros conseguimos que en el año 2000 la
Seguridad Social no tenga déficit y, al mismo tiempo, el tan traído y
llevado préstamo de tesorería quede reducido o prácticamente
desaparecido, entramos en una fase distinta. Podemos hablar de otras
cosas, sin duda, y hay muchas cosas de las que hablar, que serán
planteadas desde puntos distintos: cotizaciones, reservas, etcétera;
también el debate indudable que se abre después del complemento de
mínimos. Todas esas cuestiones tienen un marco distinto, más
positivo. Creo que hemos de ser conscientes de que el Pacto de Toledo
fue la apuesta que se hizo en este país, habiendo otra mayoría
-quiero subrayarlo-, para que la estabilidad de las pensiones
públicas fuera posible. Fue un camino muy acertado. Nosotros
contribuimos a él y colaboramos lealmente desde la oposición, lo
hemos desarrollado desde el Gobierno y quien sea responsable después
de las próximas elecciones, que seguramente seremos nosotros, también
tendrá que elaborarlo en esa dirección.

He hablado de moderación y de descentralización salarial. Creo que es
un tema de gran importancia. Desmiento la noticia (por otra parte, al
darla ya decían que el Gobierno la había desmentido; son esas
noticias que se dan diciendo: el Gobierno la desmiente, pero aun así
la vamos a decir) sobre la famosa privatización de Renfe, AENA,
Radiotelevisión Española y no sé si introducían también alguna más.

En cualquier caso, desmiento esa noticia, estaba desmentida cuando se
dio, pero ya saben ustedes cómo son las cosas; en ese mundo vivimos.

Los presupuestos para el año que viene no eran objeto de mi
comparecencia, pero no tengo ningún inconveniente en ponerlo sobre la
mesa. Sus objetivos son, claramente, la reducción del déficit público
(a niveles planteados por debajo del 1 por 100 en el caso del Estado
y de las administraciones centrales) y la desaparición del déficit en
la Seguridad Social; el mantenimiento de políticas como la
profesionalización de las Fuerzas Armadas, el aumento de inversión en
educación y el mantenimiento de la inversión pública por encima del
crecimiento del PIB nominal; también, el aumento de las políticas
activas en prestaciones de empleo -creo que no estoy olvidando
ninguna-, así como la segunda parte de la reducción del impuesto
sobre la renta de las personas físicas. Ese control del gasto es
compatible con la inversión pública, sobre todo en el medio plazo. La
experiencia española demuestra que la reducción del déficit es lo que
más margen presupuestario le da a un Gobierno y creo que si no
invertimos los términos, ese margen presupuestario estará ahí, a
beneficio de los gobiernos que vayan teniéndolo que administrar.

Respecto a los planes de inversión regional, quisiera decirle que el
conjunto de propuestas que el Gobierno está viendo (como S.S. sabe,
eso incluye inversión pública nacional -de todas las
administraciones-, inversión europea e inversión privada) está en
este momento rondando los 22 billones de pesetas. Como es natural, es
un plan ambicioso, que después tendrá la plasmación presupuestaria en
los casos de cada administración que sea posible plantear.

Paso a contestar, por último, al señor Aguirre. Yo también he
percibido que no hay grandes alarmas sobre la situación económica en
los grupos parlamentarios, lo cual no quiere decir que no haya
críticas, y críticas profundas, que me parecen legítimas.

Efectivamente, se ha demostrado que las reticencias que había sobre
el cuadro macroeconómico, que tengo que recordar que no sólo eran de
grupos parlamentarios, sino también de otras personas fuera de esta
Cámara, no han resistido el paso del tiempo y reconozco con S.S. que
la preocupación por Iberoamérica ha sido grande. En España se ha
demostrado con nuestra aportación al Fondo Monetario Internacional de
3.000 millones de dólares y al saneamiento de Brasil de 1.000
millones de dólares, y por ese camino tendremos que seguir en el
futuro.

Desde el punto de vista del euro, ya he respondido en otra referencia
al hecho de que la definición de la política económica europea -y
estamos hablando ya de política económica europea, de coordinación de
políticas económicas- debe avanzar en la línea de la reforma que
algunos gobiernos hemos planteado.

La crisis internacional nos ha producido efectos distintos que otras.

Sin duda, ha tenido un efecto sobre nuestras exportaciones, creo que
imposible de paliar, pero no ha tenido un efecto sobre nuestra
capacidad de crecer por encima de la media, lo cual nos demuestra que
hoy tenemos una economía distinta de la que teníamos y hemos de
aprovechar esa gran oportunidad.

Pregunta S.S. si hay recuperación, qué hacer. Yo creo que,
efectivamente, profundizar en el modelo de crecimiento, de
competencia, de eficiencia y de sectores que deben ser más
competitivos, que es sin duda el debate básico que surge a lo largo
de todas estas intervenciones. La sociedad española asume ese debate,
más que el que podía plantearse en otros momentos de que todo el
esfuerzo lo tenía que hacer exclusivamente una parte de la sociedad.

Creo que no, que el esfuerzo debe ser conjunto y que los sectores
económicos y empresariales deben aportar sin duda una



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mayor eficiencia, que depende, como es natural, del funcionamiento de
la competencia y de los mercados.

Respecto al tema de la competencia quisiera resaltar que el Gobierno
está convencido de su importancia y de los problemas de la
concentración, yo no hablaría de poder económico. Yo creo que la
concentración y el tamaño de las empresas es un tema que está ahí, lo
vemos todos los días. Indudablemente, produce concentración de poder
y sobre ello hay que actuar desde muchos frentes. Se actúa a través
del código Olivencia, a través de la necesidad de la transparencia
y de la homologación de las cuentas, a través de la concentración y,
sin duda, de la competencia. En ese sentido, quiero subrayar ante la
Cámara -y me parece muy pertinente el planteamiento que me hace el
señor Aguirre- que el Gobierno no cree conveniente que los grupos
financieros tengan participaciones significativas o estén presentes
en consejos de administración de más de una empresa en cada uno de
los sectores de servicios públicos. Es verdad que esa es una cuestión
seguramente controvertida que hemos madurado a lo largo del tiempo y
que a partir de ahora pondremos en marcha, dentro de nuestras
capacidades. Me parece bueno que se anuncie en el Congreso de los
Diputados, pero debemos responder a lo que me parece una necesidad de
la economía española. Hacen falta empresas potentes, empresas
grandes, que puedan competir en los mercados internacionales,
empresas que hagan alianzas nacionales e internacionales y empresas
españolas; pero, al mismo tiempo, también hacen falta empresas
competitivas y mercados flexibles y competitivos. En ese sentido,
España tiene una larga experiencia de crecimiento de sus empresas
y de alianzas empresariales, que no empezaba con nosotros ni tendría
ningún sentido que lo hubiera hecho, que va a continuar sin duda y
que es la regla de los tiempos en los que vivimos. Por eso, es bueno
que, desde el punto de vista de la competencia, se marquen líneas
razonables y creo que la presencia de instituciones financieras en
más de una empresa básica de servicios públicos es negativa para la
competencia, por razones obvias. A partir de ahí, como es natural, es
un debate en el que cada cual puede opinar lo que le parezca
conveniente y plantear alternativas. Creo que es una alternativa
equilibrada, que permitirá aumentar el nivel de competencia. Tengo
que decir que en algunas empresas se aplica ya esa regla desde el
punto de vista de sus consejos de administración, lo cual me parece
bien, pero desde el punto de vista del Gobierno, el que nosotros
demos una opinión es bueno y creo que además es el momento de darla,
habida cuenta de que nuestro país dentro del área euro está en un
proceso de alianzas empresariales en muchos casos de gran
trascendencia y que este Gobierno interpreta en el sentido del
mercado interior. La verdad es que algunas interpretaciones de otros
gobiernos creo que no van a poderse sostener en el tiempo, si
queremos realmente construir un mercado interior europeo.

Nada más, señor presidente. Quisiera agradecer, puesto que los datos
de la Agencia Tributaria ya los he dado, a los grupos parlamentarios
sus intervenciones y sus preguntas y esperar que en los siguientes
debates podamos seguir avanzando no sólo en los planteamientos
políticos y en el discurso político que todos hacemos indudablemente,
y que es de lo que se trata en una Cámara parlamentaria, sino también
en cuestiones de gran relevancia como es el reparto de
la riqueza, el empleo, la Seguridad Social, en las que creo que,
independientemente de las posiciones políticas, hay un consenso
generalizado de que quien gobierna tiene que hacer más y es
firmemente la voluntad de este Gobierno.




El señor PRESIDENTE: Abrimos un brevísimo turno de puntualizaciones.

Señor Eguiagaray.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Trataré con brevedad, no obstante, puesto
que el señor vicepresidente ha sido especialmente extenso en su
réplica a mi intervención, de hacer alguna puntualización.




El señor PRESIDENTE: Discúlpeme, señor Eguiagaray, y hablando de
tiempos. Usted ha estado hablando con anterioridad una hora y el
señor vicepresidente le ha contestado nada más durante un cuarto de
hora. Se lo digo en cuanto a la acomodación de los tiempos del breve
turno de puntualizaciones que le he dicho.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Supongo, señor presidente, que tomará en
cuenta el tiempo de intervención previo del señor vicepresidente
también, ¿no?
Lo que quería es llamarle la atención, señor Rato, sobre esa dualidad
que usted ha introducido en el debate, que me parece curiosa sobre
todo viniendo de usted. Seguramente en términos humorísticos nada me
complace más, pero esa pretendida dualidad según la cual usted ha
hecho un discurso económico y yo un discurso político, viniendo de
usted, que naturalmente siempre ha estado acreditado especialmente
como exótico viniendo de usted, que naturalmente siempre ha estado
acreditado especialmente como experto económico, mucho más que como
político y como responsable político, me parece curiosa. Pero fíjese
que por ese camino vamos a algo que, por otro lado, está bastante de
moda, a la idea de que solamente puede existir un discurso económico
y que cualquier puesta en cuestión del discurso económico prevalente
-el que usted hace es naturalmente proveniente de algo seguramente
sospechoso, aunque legítimo, como es la política- nos conduce
simplemente al pensamiento único. Ya sabe usted que le reconozco una
cierta habilidad para llevar el tema a ese debate maniqueo, pero
perdóneme que tenga que poner de manifiesto que usted ha hecho un
discurso político, no un discurso económico, como naturalmente se
espera de usted que haga, un discurso basado en datos económicos,
pero que naturalmente exprese las prioridades, los puntos de vista,
los apoyos sociales y el mundo al que usted representa, que es
distinto del mío.

Un par de cosas, en todo caso, sobre la caracterización que yo he
hecho de su intervención y sobre algunas de las puntualizaciones que
usted también ha hecho. No sé por qué se enfada porque yo le
reconozca que es usted un hombre con fortuna y con suerte. Me parece
que hasta ahí no debiera llevar usted el ánimo de la polémica. No es
que la entrada en el euro sea una cuestión solamente de suerte, pero
desde luego no es por su capacidad taumatúrgica por lo que entramos
en el euro; si no le costaría a usted mucho explicar por qué todos
los demás países, además de España, que no entraban en el euro,
pudieron estar, a pesar de



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estar en una situación de incumplimiento de condiciones, formando
parte del euro.

Sobre el argumento que ha utilizado de cómo hubiéramos hecho frente a
una crisis internacional de no haber tenido algún mérito o alguna
virtud, y ponía usted como comparación lo que ocurrió en el año 1995,
fíjese, señor Rato, que yo le podía dar la vuelta. Según usted, lo
que tendríamos que haber hecho en esta crisis internacional es
precisamente haber producido una devaluación del euro, que es
exactamente lo que ocurrió. ¿No eran ustedes los que decían y los que
reconocieron, precisamente usted mismo, que nos habíamos salvado
mucho mejor de la crisis internacional por el paraguas del euro,
expresión que usted acreditó, y por cierto en la que le doy la razón?
Yo creo que conduce a muy poco ese debate sobre el pasado, porque
todos hemos querido entrar en el euro, no tengo yo por qué recordarle
aquello de la parada del reloj ni las dudas iniciales. Yo sé que
usted de buena fe hizo todo lo que pudo en esa dirección, como, por
cierto, algunos que le apoyábamos y que algunas cosas hicimos en el
pasado.

Sobre los temas de estadística, sabiendo que usted se apunta a un
bombardeo, señor Rato, y no precisamente en nombre del rigor sino en
nombre de la propaganda, como ha hecho con la EPA y como ha hecho con
la creación de empleo, me admitirá, no la broma, la ironía o, si
quiere usted, que le diga: las cosas no parecen ser, porque yo no
creo que usted esté en condiciones de decir que la economía española
está en este momento perdiendo productividad y, sin embargo, usted,
su secretario de Estado y otros, al amparo de los cambios
estadísticos en el INE, no han perdido comba para tratar de sacar
rendimiento a unas cifras que ciertamente todo el mundo acepta que no
son comparables en sí mismas, por lo menos mientras no tengamos
alguna perspectiva.

Algo parecido, salvadas todas las distancias y desde luego con la
expresa reserva de que yo no he puesto en cuestión las cifras del
INE, como usted sabe muy bien, ocurre con el tema de la contabilidad
nacional. En cuanto a lo de las predicciones en esta cuestión, a mí
no me gusta que el mundo sea distinto a como es. Me gustaría que
fuéramos capaces de cambiarlo en una determinada dirección, pero me
llevo muy bien con la evidencia, evidencia que naturalmente no es una
cuestión de décimas, me importan mucho más las tendencias y la
evolución en el medio plazo que lo que puede significar el dato
coyuntural de un mes o de un trimestre. Ahora, si hay que hablar de
predicciones y de la exactitud de las suyas, le recuerdo
permanentemente cada vez que usted polemiza en esta dirección que a
veces da la sensación de que acierta por casualidad, porque cuando
ustedes creen que el crecimiento económico va a estar basado en la
demanda interna resulta que está basado en el sector exterior, y
cuando resulta que el crecimiento va a estar basado en el sector
exterior, como ustedes habían predicho, o en un comportamiento menos
contractivo del sector exterior, resulta que está basado mucho más en
la demanda interna. Tampoco coinciden exactamente sus predicciones,
pero ese es un tema que, más allá de la floritura dialéctica nos
lleva escasamente lejos.

En lo que sí tengo interés, señor Rato -si me permite usted muy
brevemente- es en dejar claras tres cosas, que son las que yo creo
que he dicho, no sé si usted las ha caricaturizado,
pero no me importa siquiera la forma en que usted las ha
expresado. Que estamos creciendo es evidente. Que yo deseo que
sigamos creciendo y que la economía esté en condiciones de
estabilidad y de garantías es evidente. ¿Donde están nuestras
diferencias, señor Rato? Primero, en que el crecimiento en este
momento parece tener algunos problemas, uno de ralentización
relativa, para no discutir sobre décimas. Segundo, es un problema en
el corto plazo en el sentido de que aparecen nuevas tensiones,
algunas derivadas de la composición del crecimiento, que hacen temer
-temer no quiere decir pronosticar, ni prever, ni siquiera vaticinar
y menos augurar- problemas de sostenibilidad. En tercer lugar, un
modelo de crecimiento como el de estos años es uno que hipoteca
también el futuro. Ya le he dicho antes muy brevemente que su modelo
de ajuste, su modelo incluso de entrada en el euro ha estado basado
en el sacrificio del gasto público y de algunos gastos públicos que
son absolutamente claves, desde el punto de vista del crecimiento
futuro: la inversión, la I+D, la educación, la formación, etcétera,
aspectos que no da la sensación de que se puedan o quieran ustedes
recuperar con tanta intensidad como nosotros. Eso plantea sin duda
alguna, un problema de modelo. En cuarto lugar, está el problema de
la inflación. Yo he encontrado hoy, señor Rato, una expresión en
usted que me parece escasamente rigurosa, para decirlo con mucha
prudencia y bastante respeto. Que se le haya escapado prácticamente
la expresión de que la inflación no es un problema me parece que
usted no lo puede sostener, y no lo puede sostener después de cuatro
meses consecutivos de pérdida del índice de convergencia, y sobre
todo no puede sostenerlo con argumentos tan -perdóneme la expresión-
peregrinos como el hecho de que el problema está en los bienes
comercializables, no en los demás. No, señor Rato, está en todos. Y
los servicios son un problema, no porque compitan internacionalmente,
sino porque son un factor del coste de los bienes comercializables
y porque además los precios en general afectan a las expectativas, a
los convenios, a la indiciación de la economía y plantean un problema
de presente y de futuro. Por tanto, como en ese tema la evidencia es
muy mala, desgraciadamente -muy mala, pongámoslo, si quiere usted, en
términos relativos, mala- es por lo que eso no se puede sostener.

El segundo problema, señor Rato...




El señor PRESIDENTE: Señor Eguiagaray, le ruego vaya concluyendo.




El señor EGUIAGARAY UCELAY: Voy terminando, señor presidente.

En el tema de la liberalización y sin repetir datos, le he dado un
buen número de ellos que avalan que al discurso no le sigue la
realidad. La liberalización, señor Rato, que usted pronostica y
predica cada día simplemente no está teniendo efectos, está siendo un
fracaso. Se lo diré de otra forma. Yo creo que ustedes son muy poco
liberales en materia económica y mucho menos en materia política, un
aspecto en el que me precio de tener una visión económica mucho más
liberal que la suya, que es perfectamente compatible con la lucha
contra las desigualdades y con un enfoque, sin duda alguna, de equidad



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y de justicia social. Me alegro de que ahora hablen de otras cosas,
en términos de concentración del poder. Lo de los núcleos duros
algunos lo han formulado en unos términos, otros lo han hecho a
través de políticas como la de privatizaciones y no es el momento de
entrar en ello. Podríamos discutir sobre eso largo y tendido.

En tercer lugar, en materia de crecimiento, el problema es que
estamos ante un crecimiento sin redistribución o con redistribución
negativa, con un aumento de las desigualdades. Perdóneme, señor Rato,
que no le pueda aceptar, ni siquiera en tono irónico, que el
argumento sobre las pensiones mínimas que le he dado sea -y cito
textualmente- retórico. Ahí tenemos un serio problema. El Pacto de
Toledo lo planteamos nosotros desde el Gobierno y yo me alegro de que
ustedes lo aceptaran. Les servía de legitimación, sobre todo servía
para el sistema. Les servía de legitimación porque ustedes jamás
habían estado en aquello que había configurado el Pacto de Toledo ni
el Estado del bienestar. El que ustedes entraran era un factor
positivo. ¿Cuál es mi problema y mi decepción, señor Rato? Que
ustedes no lo cumplen. Es más, usted -se lo he dicho ya varias veces-
ha anunciado que no lo va a cumplir. Ese es el problema, no el de si
uno se atiene a la evolución de los precios o a la evolución del
crecimiento de la economía. En el año 1995, la aportación a
complementos de mínimos que hizo otro Gobierno creció sobre el año
anterior en un 8,43 por 100. Austed le parece esto una cosilla, pero
resulta que en los años 1996, 1997, 1998 y 1999 no ha habido
crecimientos; es más, ha tenido decrecimientos del 93 por 100
respecto de las aportaciones del año 1995. Yahí se produce un serio
problema: el incumplimiento formal de la Ley de Seguridad Social y de
la Ley de racionalización del sistema de Seguridad Social y de las
pensiones. Esto no es cambiar las reglas del juego, señor Rato, es
una interpretación torticera que han hecho ustedes en virtud de la
cual los complementos de mínimos no son prestaciones no
contributivas.




No tiene derecho a acusarnos de enturbiar algo serio, sobre todo tras
el anuncio -se lo digo solemnemente- de que usted no piensa cumplir
el Pacto de Toledo. Y no se trata de hablar de un futuro Pacto de
Toledo, sino de cumplir el actual, con independencia de que si
ustedes no pueden cumplirlo no podrán decir que lo han cumplido y que
no les llega. Podrán decir, en todo caso, que hay que prorrogarlo
o esperar a un momento más propicio, pero yo le tendré que seguir
diciendo que esto no era el Pacto de Toledo, esto no era en lo que
habíamos quedado, que nada tiene que ver con lo que habíamos quedado.

Yahí vamos a seguir teniendo problemas, como vamos a tenerlos
-permítame, señor presidente, y con esto termino- en el tema de la
financiación económica. Bromas aparte, el problema de que ustedes
hayan falsificado aquello que inicialmente firmaron porque era
insostenible y no lo aceptaban ni aquellos con quienes lo habían
firmado es una falsificación de un sistema. El fracaso del sistema
está ya bien evidenciado por las cifras. No es el momento ahora de
volver a discutirlo. Que esto no funciona bien y que tiene problemas
es bastante evidente. Viene en la prensa el que su colega de
Gobierno, señor Acebes, está planteando ya una nueva composición de
la fuente de recursos sobre la base de impuestos especiales -por
cierto, ustedes dijeron que era
algo nefando cuando alguien de entre nosotros lo planteó como parte
del sistema- lo cual pone de manifiesto que esto ha sido un fracaso.

Me alegro de que usted esté dispuesto a que hablemos de este tema,
pero tampoco es verdad, señor Rato, que no haya habido consenso.

Político lo hubo, pero lo hubo también financiero, desde el año 1980.

Otra cosa es que algunos de ustedes no estuvieran, pero lo hubo hasta
que ustedes lo rompieron hace bien poquito tiempo, por cierto, para
volver a hablar ahora de la necesidad -en esto me alegro de
coincidir- de que en algún momento será bueno volver a tratar las
cosas serias con criterios serios y no con criterios meramente
partidistas.




El señor PRESIDENTE: Señor Ríos.




El señor RÍOS MARTÍNEZ: Quiero agradecer las respuestas que ha dado
el señor Rato a algunas de las dudas que hemos manifestado. Voy a
resituarle sólo tres puntos en relación con el debate que ha surgido,
porque no se trata de entrar en una controversia conclusiva de
ninguna discusión. Yo no voy a competir con usted de liberal porque
no quiero ser más liberal que usted. Quiero centrar las preguntas en
el origen de nuestra intervención. La primera es cómo piensa usted
que va a afectar al gasto social la dialéctica que ustedes abren en
la política presupuestaria de liberalización, superávit, reducción de
impuestos; de qué manera va a afectar al gasto social, porque ya han
anunciado que el volumen de inversión va a crecer.

El segundo es cómo piensa resituar las previsiones macroeconómicas en
una situación económica que ha variado en tres elementos: uno, los
tipos de interés que ya no disminuyen sino que aumentan; dos, la
inflación no solamente no está controlada, sino que está situada en
cuatro décimas por encima de su previsión inicial, 1,8 a 2,2; y,
tres, la situación de nuestra capacidad de exportar va a competir con
un futuro de liberalización de comercio con los países de Mercosur,
por tanto, debe resituarse nuestra posibilidad económica. ¿De qué
manera se puede resituar nuestro protagonismo en el nuevo crecimiento
económico?
El tercer punto son dos comentarios a lo que ha manifestado sobre el
crecimiento de empleo como objetivo continuado. Hay una generación
injusta de empleo en cuanto a que hay una rotación y un incremento
del número de contratos. Usted ha hecho una valoración en positivo de
los elementos del crecimiento económico y ha dicho que podemos coger
la cotización a la Seguridad Social, los ingresos del Estado o el
consumo de electricidad. Yo voy a centrarme en los ingresos del
Estado. Usted ha dicho que la participación de las rentas del trabajo
en la renta global hoy ha crecido -estamos ya en un 84,4 por 100 en
el volumen de IRPF-, ¿sabe usted por qué? Porque las rentas de
capital han caído un 30 por 100 este año, un 15 por 100 el anterior y
un 17 por 100 el anterior. ¿Sabe usted por qué? Porque, al igual que
las rentas del trabajo han crecido, las retenciones de empresarios y
profesionales han caído tres años seguidos. Y no sé si crece la
economía o si sólo crece para las rentas del trabajo pero no para
otras rentas. ¿Sabe usted por qué participan más las rentas del
trabajo, y lleva usted razón? Porque tenemos un sistema



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injusto de financiar lo que es el gasto del Estado. Hay más
participación de las rentas del trabajo en el IRPF y muchísima más
participación en los ingresos del IVA. El crecimiento del IVAestá
ligado a la capacidad que puedan tener esas rentas de consumir o
comprar. Que la participación de los que pagan -se incumple un
mandato constitucional- sea por lo menos progresiva y justa .

Termino diciendo que yo estuve en la discusión del Pacto de Toledo y
de las pensiones. Muchos de los que están hoy aquí no estuvieron en
aquella discusión, pero yo sí. En cuanto a las pensiones no hay que
provocar ninguna alarma, pero tampoco es positivo decir que hay que
hacer un nuevo Pacto de Toledo y, a renglón seguido, anunciar que hay
que plantearse una capacidad de competitividad y una modernización
del mercado de trabajo. ¿En qué línea vamos a resituar esto? En aquel
momento nosotros manifestamos que no se podía hacer frente a una
relación igual para todas las pensiones. Decíamos que las pensiones
más bajas tenían que caminar de una manera distinta. Aceptamos el
tema definitivo, pero el problema de la Seguridad Social es dar
tranquilidad, porque no es verdad que no haya habido recursos. Todos
los años ha habido superávit de cotizantes al sistema contributivo,
mayor a medio billón de pesetas. El problema es que ese dinero se ha
destinado a otras cosas. ¿Sabe usted por qué? Porque desde el año
1996 el volumen total del complemento de mínimos es de 635.000
millones de pesetas; hasta entonces el Estado pagaba la mitad y la
Seguridad Social la otra mitad y ha pasado de usar ahora los 600.000
millones de pesetas para hacer frente al complemento de mínimos. La
diferencia entre cotización producida y número de cotizaciones, que
es superior al número de pensionistas con pensión media, no generado
un dinamismo mayor del sistema para el día de mañana. No; todavía hoy
cuando se habla de este asunto SS.SS. preguntan por qué no se crea el
fondo de reserva. ¿Saben lo que decía el señor Aznar el otro día? Qué
primero tendrá que pagar las deudas que tiene con el Estado. Aquí hay
un truco. Parece que ahora la Seguridad Social es deudora con el
Estado y tiene deudas con él porque le ha prestado dinero. El Estado
ha cogido dinero para política no contributiva, política de carácter
social que debiera pagarse universalmente desde los impuestos. Por
eso hay una situación de debilidad, que es mejor que hagamos frente
y que la superemos. La relación, la que usted quiera, la que queramos
establecer; no crea que el problema está en si la ponemos en relación
con el IPC, con el PIB nominal, con el crecimiento de la economía o
con los precios, como usted quiera, pero vamos a establecer una
figura.

Lo que sí me gustaría es que todos los retos que nos marcáramos
fueran desde un objetivo. Aquel pacto fue simplemente comprometer a
todas las fuerzas políticas con el futuro de una realidad
determinada. Tenemos que estar en condiciones de volver a hacerlo.

Aquel pacto no se firmó para cinco años, no es verdad. Aquel acuerdo
se hizo hasta el año 2030, otra cosa es que cada cinco años se
resituaría en la realidad que tuviera. Eso fue aquello. No se trata
de un nuevo gran pacto, se trata de resituarlo en la realidad actual.

Todo el que solicite un cambio sustantivo lo que está poniendo en
cuestión es el modelo. Yallí fuimos, unos con unas propuestas y,
otros, con otras. Allí apareció quien hoy tiene usted de secretario
de Estado de Economía
haciendo unas propuestas que después no salieron. No vayamos a
tirarnos piedras unos a otros porque no es bueno. No vayamos a ser
patrimonio del Pacto de Toledo del anterior Gobierno y patrimonio del
Pacto de Toledo del nuevo Gobierno. Patrimonio del Pacto de Toledo
son los catorce millones de cotizantes y los siete millones de
perceptores de ese sistema que debe tener futuro hasta el año 2030 ó
2050, entre otras cosas para que usted y yo podamos llegar a ese
sistema en condiciones decentes.




El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Zabalía.




El señor ZABALÍA LEZAMIZ: En primer lugar, quiero agradecer las
respuestas que ha dado el señor De Rato a las cuestiones que ha
planteado mi grupo parlamentario. En segundo lugar, quiero
puntualizar algo sobre lo que no quiero quede ninguna duda. Cuando
hablo de la importancia y el contenido de sus comparecencias, si
decimos que desde el ámbito económico conocemos los informes de
coyuntura, la situación macroeconómica del Estado, es porque su
primera intervención se ha centrado en ese tema. Desde nuestro punto
de vista, habría que dar más importancia a las medidas de política
económica, cómo se está llevando a cabo el cumplimiento de las
medidas ejecutadas y cómo van a ser las futuras. Cuando me he
referido a sacar provecho de una comparecencia de este tipo, lo he
hecho en el sentido de dedicar menos tiempo a hablar de la coyuntura
económica, que ya más o menos conocemos incluso oficialmente, y más
de política económica. Eso es lo que quiero puntualizar y lo que
antes he intentado hacer.

Me ha llamado la atención la importancia que ha dado el señor
vicepresidente a la crisis internacional y la forma con que la ha
afrontado la economía española. Este portavoz, en diversas ocasiones,
cuando surgieron los problemas de la crisis financiera internacional
y de los mercados asiáticos -no fui yo solo, otros portavoces también
lo hicieron-, pusimos de manifiesto los problemas que podían existir
e instábamos al Gobierno a afrontar el problema de una crisis que
estaba naciendo y que tenía ya un impacto importante en los mercados
internacionales; no sólo en los asiáticos sino también en los
americanos. Yo recuerdo que en las diversas ocasiones que hicimos
este planteamiento el Gobierno -si no me equivoco, usted mismo-
minimizó la crisis internacional hasta el punto de que dijo que no
había necesidad alguna de adoptar medida adicional o concreta que
pudiera tener un efecto negativo en la economía española. No sé por
qué, pero la economía española estaba tan fuerte que no hacía falta
que tomáramos esas medidas. Este es el esquema que siempre he tenido
in mente respecto a lo que opinaba el Gobierno sobre la crisis
internacional. Hoy me ha llamado la atención cuando ha puesto de
manifiesto el hecho de que la economía española ha podido hacer
frente a esas crisis internacionales. En su momento no tenía ninguna
importancia y ahora sí la tiene, pero hemos conseguido superarla sin
adoptar ninguna medida concreta. Me ha llamado la atención el
criterio que ha seguido al analizar la crisis internacional en el
pasado, cuando nació y ahora cuando está superada por la economía
española.




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El señor PRESIDENTE: Para contestar las puntualizaciones formuladas,
tiene la palabra el señor ministro.




El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO DEL GOBIERNO Y MINISTRO DE ECONOMÍA Y
HACIENDA (De Rato Figaredo): Muy brevemente, señor Eguiagaray, le
diré que la frase de la única política económica posible no es mía,
tampoco digo que sea suya, pero más bien estaba en sus gobiernos.

Tengo que decirle con todo respeto -si S.S. me lo permite- que cuando
le he oído decir que el Grupo Socialista es más liberal que nosotros
me ha dejado un poco desarmado, porque yo no sé si usted se cree que
sólo hay un discurso político posible. Eso nos lleva muy lejos. Para
definir lo que unos y otros creen que es liberal y lo que hacen en
política tendríamos que abrir otro nuevo debate y el señor presidente
no nos lo va a permitir.

Paso a comentar las tres cuestiones que S.S. ha señalado. Una
ralentización relativa; indudablemente la crisis económica
internacional nos ha afectado, no cabe la menor duda, nos lleva
afectando desde el otoño de 1998. Problemas a corto plazo; la
economía española no está falta de problemas, no somos una economía
en estado de perfección, tenemos problemas y SS.SS. han señalado, el
que nos crea en este momento un mayor diferencial con otros, que es
la evolución de los precios. Yo no he tratado de decir -y con esto
contesto a su segunda afirmación- que la inflación sea un problema,
es que hasta ahora parece que no nos ha afectado en nuestra
competitividad, que a medio plazo nos crearía problemas y que el
Gobierno está actuando sobre ella y afectando a su contención.

Estamos hablando de un problema en términos de tres décimas. Lo que a
S.S. le permite el discurso de hoy son tres décimas, si no, sabe S.S.

que no se lo podría permitir. Tres décimas dan para mucho, pero son
lo que son.

Vuelvo a repetir que es importante que el Gobierno sea criticado por
el hecho de que tiene que hacer mayores esfuerzos en el proceso de
liberalización, que es el único camino que tenemos para reducir la
inflación. No tenemos otro. La política presupuestaria sí es un
camino, y creo que se está aplicando correctamente la reducción del
déficit público, pero a partir de ahí tenemos que hacer una economía
más competitiva y ese es un proceso en el que juegan muchos factores,
muchos de los cuales o no dependen de nosotros totalmente, como puede
ser el tema del suelo, o las medidas tardan mucho tiempo en tener
efecto, como puede ser la competencia en el sector servicios. A
partir de ahí todas las críticas tienen un aspecto constructivo.

No creo que se pueda hablar de haber hipotecado el futuro, primero,
porque no es verdad que se haya hecho un sacrificio de gasto público
en I+D, en educación. Se ha hecho un esfuerzo en el crecimiento del
capítulo I y del capítulo VI en el año 1997, exclusivamente. No se ha
producido eso sino, al revés, una recuperación de los niveles de
inversión pública y en ningún momento se ha planteado una reducción
de los esfuerzos en educación. Lo que está ocurriendo en este momento
es que nuestros márgenes presupuestarios, con sus límites, son
mayores como consecuencia de que tenemos menos déficit público y de
que hemos sido capaces de incorporarnos a los países con bajos tipos
de interés. Sobre la liberalización, el Partido
Popular no se va a sentir nada incómodo en el debate de quién es más
liberal. Es un debate en el que yo me siento comodísimo.

Respecto al Pacto de Toledo -y con esto contesto a S.S. y también al
señor Ríos- vamos a no engañarnos en el solitario. El compromiso que
tiene el Gobierno, el que sea, en estos cinco años de Pacto de Toledo
-y es verdad que es una renovación y no un nuevo pacto- es reducir a
cero la contribución a través de cotizaciones a gastos universales.

Ese es el compromiso. En la Ley de Seguridad Social se excluye la
decisión sobre los complementos a mínimos. Podía habérselo pensado
entonces S.S. y haber votado en contra, pero no podía hacerlo porque
los sindicatos lo habían respaldado. Vamos a decir aquí las cosas
como son. Cuando S.S. se encontró con que los sindicatos habían
aceptado que hasta el año 2000 considerábamos prestaciones
universales sanidad y prestaciones sociales, S.S. no pudo hacer su
discurso político. Mala suerte, señor Eguiagaray, qué quiere que le
diga. Los sindicatos tomaron ese acuerdo porque eran conscientes de
que, para que pudiéramos sanear la Seguridad Social y, además, hacer,
por primera vez , que en el año 1999 ni una peseta de cotizaciones
sociales fuera a financiar la sanidad, y en el año 2000 ni una peseta
de cotizaciones sociales fuera a financiar las políticas sociales,
teníamos que hacer un esfuerzo considerable para hacer las dos cosas
al mismo tiempo. Y las hemos hecho. Las ha hecho las economía
española.

El complementos a mínimos es algo que está expresamente excluido en
la ley. ¿Qué a S.S. no le hubiera gustado que estuviera, que cree que
hubiera tenido al Gobierno en una posición más incomoda desde el
punto de vista parlamentario? Sí, pero S.S. tuvo mala suerte porque
ha habido otra parte de la sociedad española que quizás ha visto las
cosas con un poquito más de responsabilidad.

No se trata de cuánto aporta en ésta o en aquella partida el
Gobierno. Se trata de que el compromiso del Pacto de Toledo es que el
Gobierno, en el año 2000, habrá financiado con el presupuesto todas
las políticas universales. Yhay un acuerdo que está en esa ley por el
cual el complemento a mínimos se considera una política que no está
definida como una política universal. Apartir del año 2000, ustedes
podrán plantear no haber votado la ley, cosa que usted no pudo hacer.

Probablemente nosotros hicimos bien en buscar consensos fuera de esta
Cámara para garantizar que ustedes no boicotearan esa operación. Las
cosas son así, qué quiere que le diga. Aquí se ve quién tenía
credibilidad fuera de esta Cámara y quién no la tiene.

Sobre la legitimidad, señor Eguiagaray, -se lo voy a decir con toda
cordialidad, pero también con toda rotundidad-, ni esperamos ni
pretendemos que ustedes nos den ninguna. Nos la dan los nueve
millones de personas que nos votan. S.S. podrá darnos todo lo que
quiera, pero legitimidad perdone que se lo diga, con todo respeto, ni
la pido ni la espero, tengo la que me da el pueblo español como grupo
parlamentario, que es la única que merece la pena.

En cuanto al debate de financiación autonómica voy a decirle dos
cosas. En primer lugar, en el año 2001 espero que SS.SS. se
incorporen al modelo de corresponsabilidad fiscal. (El señor
Eguiagaray Ucelay: ¡No hay!). No sé donde paga S.S. impuestos, ni
tengo por qué saberlo, pero



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si paga impuestos en alguna de las comunidades autónomas en las que
los gobiernos, han aumentado las deducciones por hijo o por vivienda,
S.S. lo sabe. Si S.S. tiene la mala suerte de vivir en una comunidad
autónoma en la que el Partido Socialista le ha prohibido al
presidente aceptar ese sistema S.S. no se podrá enterar, pero alguna
vez se enterará.

En segundo lugar, ¿tiene problemas el sistema? Sí, tres: Andalucía,
Extremadura y Castilla-La Mancha. (La señora Pozuelo Meño: Unos
cuantos millones de ciudadanos.) En Andalucía se han perdido 40.000
millones de pesetas por la imposición del Partido Socialista. ¿Qué le
vamos a hacer? (La señora Pozuelo Meño: ¡Es falso!) Falso no,
absolutamente cierto, lo que pasa es que ustedes no se atreven a
explicar eso a los ciudadanos a los que les han impuesto un
sacrificio, por razones políticas, que no les va a redundar en un
solo voto. (La señora Pozuelo Meño: Ya lo veremos. Lo estamos viendo.

En cuanto al fracaso del sistema, señor Eguiagaray, estoy convencido
de que en el próximo sistema de financiación autonómica en el año
2001 habrá impuestos compartidos y capacidad normativa. De eso estoy
seguro. A partir de ahí, S.S. podrá hacer todos los discursos
políticos que quiera, podrá haber descubierto el Mediterráneo, pero
habrá impuestos compartidos y capacidad normativa. Esa es la gran
diferencia del sistema. Por cierto, no hubo ningún consenso en el
Consejo de Política Fiscal y Financiera. Señor Eguiagaray, ni
siquiera lo ha habido en los territorios forales porque, ¿cuántos
años se prorrogó el cupo? En el sistema de financiación autonómica no
ha habido consensos políticos y es difícil que los haya. Creo que es
un éxito político muy importante de los grupos parlamentarios que los
haya en el sistema de competencias de las comunidades autónomas,
porque en el sistema de financiación hay intereses políticos muy
marcados y hemos estado mucho tiempo, más de una legislatura, con
cupos prorrogados porque no había consenso, y en el último Consejo de
Política Fiscal y Financiera del que ustedes eran responsables sólo
consiguieron el voto de una comunidad autónoma del sistema de
participación de las comunidades autónomas en el 15 por 100 del IRPF.

Si usted cree que eso es consenso no es usted muy liberal porque no
lo habrá, pero consenso quiere decir que hay más de uno de acuerdo.

Si uno se cree que el consenso es que cuando uno piensa una cosa hay
consenso, eso, liberal, muy liberal, por lo menos de los nuestros, no
es.

Señor Ríos, precisamente la liberalización, el superávit
presupuestario y la modernización de los impuestos son la mejor
garantía del gasto social, no me cabe ninguna duda. El discurso de
que cuanto más gasto público haya vamos a tener más gasto social,
pura y simplemente lleva a los recortes sociales, fracaso total del
que nosostros hemos tenido en este país algunas experiencias. Si
tenemos un margen de superávit público, unos impuestos que aumentan
la posibilidad de competencia y crecimiento de la economía unos
sectores económicos eficientes y empleo, no le quepa duda a S.S. de
que los gobiernos podrán hacer políticas sociales. Si estamos en el
otro campo, los gobiernos harán recortes sociales. Lo hemos vivido en
este país y lo estamos viendo en este momento en el casi vecino. No
nos equivoquemos de cuál es el camino de la garantía del gasto
social. Es un Estado saneado , un Estado eficiente y una economía
competitiva. No contrapongamos competitividad y empleo y empleo con
gasto social, porque no vamos a ninguna parte.

En cuanto al cuadro macroeconómico, dice S.S. que los tipos de
interés han subido. De momento , S.S. y yo tenemos que esperar a que
el comité abierto de la Reserva federal tome la decisión esta tarde.

Le recuerdo que esa decisión la toman en Estados Unidos. S.S. avanza
que eso va a producir efectos inmediatos en los demás sitios, pero yo
no haría esa afirmación tan rotunda. ¿Que se ha acabado la época de
evolución de los tipos de interés? Si S.S. lo sabe, lo que tiene que
hacer es contárnoslo, porque ese es el meollo de la cuestión en los
mercados de capitales. Yo no me atrevo a hacer esa afirmación con
tanta rotundidad. Es verdad que en el último mes la inflación estaba
en el 2,2 por 100, pero también es verdad que el Gobierno mantiene su
objetivo de inflación. Vuelvo a repetir que 1999 tiene un segundo
semestre en cuyo perfil tenemos una relativa confianza.




La economía española es una de las más abiertas del mundo. Para
nosotros, no es un cambio de escenario un futuro acuerdo con Mercosur
que, por otra parte, empezará a tratarse dentro de una negociación
más amplia que es la negociación de la ronda del milenio. De lo que
no cabe duda es de que nuestra capacidad de exportar va a estar
ligada, otra vez, a la competitividad, a nuestra capacidad de
invertir en el extranjero y a nuestra capacidad de aumentar nuestro
I+D. Será precisamente nuestra capacidad tecnológica la que nos
permita competir en los mercados. Los esfuerzos que pretende hacer el
Gobierno y los que los grupos parlamentarios le pidan serán muy
importantes.

Desde el punto de vista del empleo, S.S. hace una crítica de la
temporalidad. Es verdad que tenemos un alto índice de temporalidad.

Creemos que la reducción de ese índice también vendrá con el
crecimiento de la participación de los contratos a tiempo parcial
estables. La modificación de 1997 es positiva y ha aumentado
notablemente el crecimiento de los contratos estables. S.S., es
consciente de que el empleo estable es el que más crece. Además, la
temporalidad ha dejado de ser basura, porque toda la temporalidad
tiene prestaciones sociales. Hemos mejorado en ese campo, aunque
tendremos que seguir mejorando.

Una cosa es la participación de los salarios en la renta nacional y,
otra, la participación de los salarios en el IRPF. S.S. se ha
referido a lo segundo. Quiero recordar que las retenciones de los
empresarios y profesionales han subido con este Gobierno... (El señor
Ríos Martínez: ¡Han bajado!) Habrán bajado como consecuencia de que
haya menos, pero han subido porque cada empresario paga más. Lo que
está creciendo en este país es la ocupación asalariada, por lo tanto,
está creciendo. No sé si S.S. ha votado a favor o en contra de
medidas que este Gobierno ha solicitado de aumento de las retenciones
de empresarios y profesionales. En segundo lugar, las retenciones de
pensionistas y trabajadores han caído mucho este año; en años
anteriores habían caído suavemente, sobre todo, las de rentas más
bajas. A partir de ahí, no se puede decir que el impuesto sobre la
renta de las personas físicas esté haciendo una política regresiva,
sino todo lo contrario.




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Coincido con S.S. en que el Pacto de Toledo no es un nuevo pacto sino
una renovación. En esos términos me he expresado y quiero seguir
expresándome aquí. En cuanto a la financiación de gastos universales
a través de cotizaciones, creo que se da un paso sustancial en esta
legislatura. ¿Que los grupos parlamentarios deciden la próxima
legislatura que el complemento de mínimos debe ser financiado en su
totalidad con impuestos? Es una decisión que si se toma tendrá que
ser en un contexto general, no me cabe ninguna duda, pero en esta
legislatura se ha acabado ya con la financiación a través de
cotizaciones sociales de la Seguridad Social y uno de los compromisos
del presupuesto del
año 2000, que me pedía el señor Zabalia, es que toda la financiación
de políticas sociales -unos 200.000 millones de pesetas- se haga con
financiación universal.




El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, ministro.

No sin antes despedir al nuevo flamante consejero de Sanidad de la
Comunidad de Madrid, que abandonará lógicamente la Comisión de esta
casa, don José Ignacio Echaniz Salgado, se levanta la sesión.