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DS. Cortes Generales, Comisiones Mixtas, núm. 93, de 21/11/1995
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DIARIO DE SESIONES DE LAS
CORTES GENERALES
COMISIONES MIXTAS
Año 1995 V Legislatura Núm. 93
PARA LA UNION EUROPEA
PRESIDENTA: DOÑA ISABEL TOCINO BISCAROLASAGA
Sesión núm. 30
celebrada el martes, 21 de noviembre de 1995,
en el Palacio del Congreso de los Diputados



ORDEN DEL DIA: Comparecencia del señor Gobernador del Banco de España
(Rojo Duque), para informar sobre la participación del citado Banco en
la consecución de la Unión Económica y Monetaria. A solicitud del Grupo
Popular. (Número de expediente Congreso 212/001532 y número de expediente
Senado 713/000430.)



Se abre la sesión a las doce del mediodía.




La señora PRESIDENTA: Señorías, se abre la sesión.

Buenos días a todos. Buenos días, señor Gobernador del Banco de España.

Agradecemos mucho su presencia, esta mañana, para informar sobre la
participación del Banco de España, del que usted es Gobernador, en la
Unión Económica y Monetaria. El Grupo Popular había solicitado esta
comparecencia para hablar concretamente de este tema y quizá fuera
conveniente, puesto que al día de hoy no tenemos más noticias que las que
se reciben por la prensa, que usted nos haga una primera exposición, si
está de acuerdo, y después intervendrían los distintos grupos que
integran la Comisión, empezando por el Grupo Popular que ha solicitado
la comparecencia, en un turno de preguntas que el señor Gobernador
contestaría sin lugar a dudas.

Tiene la palabra don Luis Angel Rojo.




El señor GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA (Rojo Duque): Muchas gracias,
señora Presidenta.




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Señores Diputados, les agradezco mucho la invitación a comparecer ante
esta Comisión Mixta. He pensado que quizá la forma más útil de ofrecerles
información consista en comenzar con una exposición de lo que están
siendo los trabajos del Banco de España dentro del Instituto Monetario
Europeo en las diferentes líneas que conducen a la constitución de la
unión monetaria. Como SS. SS. conocen, la llamada tercera fase de la
unión monetaria comenzará, a más tardar, el 1 de enero del año 1999.

Durante la fase actual, que comenzó el 1 de enero de 1994, han de
realizarse los trabajos preparatorios para la creación de la unión, la
constitución del banco central europeo y del sistema europeo de bancos
centrales. Para la preparación de ese marco institucional, los bancos
centrales nacionales están realizando su trabajo en el seno del Instituto
Monetario Europeo, que también, como saben ustedes, es un organismo de
la Unión Europea, con personalidad jurídica propia e integrado por los
bancos centrales de los Estados miembros. Su órgano decisorio es el
consejo, que está compuesto por el presidente del instituto y por los 15
gobernadores de los bancos centrales de los Estados miembros, uno de los
cuales actúa como vicepresidente. Cada uno de los gobernadores dispone
de un alterno y el comité de alternos se encarga de preparar las
reuniones de los gobernadores, que tienen lugar en Frankfurt una o dos
veces por mes.

Según el artículo 109 del Tratado de la Unión Europea, el Instituto
Monetario Europeo debe realizar los trabajos encaminados a la preparación
de la aplicación de una política monetaria común y la creación de una
moneda única en la tercera etapa. En concreto, el tratado impone que, a
más tardar el 31 de diciembre de 1996, el instituto habrá de especificar
el marco normativo de organización y logístico necesario para que el
sistema europeo de bancos centrales desempeñe sus funciones en la tercera
fase. Dicho marco --dice el tratado-- se presentará al Banco Central
Europeo en el momento de su constitución para que tome decisiones al
respecto. Deseo subrayar esta última frase, que dice que el Instituto
Monetario Europeo hará propuestas sobre las cuales tomará una decisión
el Banco Central Europeo. Esto es importante a efectos de explicar cuáles
son los trabajos y la función efectiva del Instituto Monetario Europeo.

Como consecuencia de las discusiones del Tratado de Maastricht y la
insistencia de algunos países en que el Instituto Monetario Europeo, en
la fase en la que nos encontramos actualmente, no tuviera ningún carácter
decisorio y no se constituyera en un organismo que de algún modo
condicionara los rasgos básicos de la Unión Monetaria, el instituto se
limita a estudiar y a hacer propuestas que en su día habrá de presentar
ante el Banco Central Europeo, de modo que las decisiones sobre la
inmensa mayoría de los temas corresponden al Banco Central Europeo. El
Instituto Monetario Europeo se limita a preparar propuestas para el día
de mañana, a fin de que el Consejo del Banco Central Europeo adopte las
decisiones correspondientes. Esto en algún caso, como luego veremos, es
importante. Por ejemplo, el Instituto Monetario Europeo puede preparar
los billetes, el diseño de los billetes, etcétera, pero la decisión sobre
cuáles hayan de ser los billetes, cómo hayan de ser estampados, etcétera,
corresponde al Banco Central Europeo. Puesto que la producción de
billetes no va a poder realizarse hasta después de quedar plenamente
constituido, eso explica el que se esté pensando en que el período que
media entre la constitución del Banco Central Europeo y la entrada de los
billetes y monedas expresados en unidades monetarias europeas sea un
proceso que dure, al menos, de dos años y medio a tres años, que es el
tiempo necesario para fabricar los billetes, tras la decisión del Banco
Central Europeo. El instituto no puede acortar los plazos adoptando
decisiones antes.

Para realizar las tareas encomendadas, el instituto ha elaborado un plan
de trabajo que comprende las tareas que tienen que realizar las distintas
subcomisiones y grupos de trabajo, y el instituto realiza una supervisión
continua del ritmo al que van los trabajos de los distintos grupos y
comisiones para asegurarse de que no se están produciendo retrasos.

Existen tres subcomités: de política monetaria, de política cambiaria y
de supervisión. Los grupos de trabajo son seis: de sistema de pagos, de
billete europeo, de estadísticas, de contabilidad, de sistemas
informáticos y otro, recientemente creado, de expertos legales. Los
informes y propuestas de esos subcomités y grupos de trabajo pasan a ser
estudiados por el comité de alternos y, finalmente, son considerados por
el comité de gobernadores, quienes toman nota de ellos y, en su caso, los
aceptan o los devuelven a los subcomités o grupos de trabajo para que
continúen los estudios correspondientes.

Voy a tratar de explicar brevemente cómo están los trabajos en las
diferentes líneas básicas de estudio, aunque en la mayor parte de los
casos todavía esos trabajos están abiertos porque sólo se irán cerrando
a medida que avance el año 1996. Sólo existen dos líneas en las cuales
se han publicado ya los correspondientes informes: el del sistema de
pagos llamado sistema TARGET y, por otra parte, el correspondiente a la
introducción de la moneda única europea. Por lo que se refiere a la
política monetaria única, el subcomité correspondiente ha estudiado, por
una parte, lo que pudieran ser las estrategias de la política monetaria
común y, por otra, los instrumentos de dicha política. Se han considerado
tres estrategias alternativas: la primera fijaría los objetivos
monetarios en términos del tipo de cambio nominal respecto de terceras
monedas, es decir, básicamente respecto del dólar; la segunda centraría
la definición de objetivos en términos de un agregado monetario básico;
la tercera sería una estrategia como la española en este momento y
fijaría su objetivo en términos de la tasa de inflación. Inicialmente se
ha eliminado la alternativa de tipo de cambio y, por consiguiente, se ha
considerado que al final el Banco Central Europeo deberá elegir entre la
estrategia de fijación de objetivos en términos de una magnitud monetaria
básica o en términos de un objetivo de inflación. Cuál vaya a ser la
decisión del banco dependerá de una serie de estudios que tendrán que
realizarse de aquí al momento de constitución de la unión monetaria
porque, como saben ustedes bien, para que se puedan fijar razonablemente
los objetivos de política monetaria en términos de un agregado monetario
básico es preciso que exista una confianza en la estabilidad de la
demanda de ese agregado



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básico y, en muchos países, entre ellos España, en los últimos años se
ha ido abandonando esa forma de fijar los criterios porque razones de
tratamiento fiscal de los activos financieros, las innovaciones
financieras y especialmente el proceso de liberalización y globalización
de los movimientos de capitales han afectado muy fuertemente la
estabilidad de las funciones correspondientes. Por otra parte, para
establecer un objetivo en términos de tasa de inflación sería preciso
disponer de una serie de indicadores que permitieran previsiones
adecuadas de las tasas de inflación. De modo que estos dos temas han
quedado abiertos. Por consiguiente, se ha centrado más la discusión en
el tema de los instrumentos de la política monetaria común.

La mayor parte de los países eventuales miembros de la Unión desarrollan
sus políticas de inyección y detracción de la liquidez, en definitiva de
regulación, mediante operaciones de mercado abierto, bien las que adoptan
la forma de compra y venta de algún activo financiero normalmente
público, bien en forma de operaciones repo y, en algunos casos, swaps de
divisas. Se ha decidido que esta forma de regulación de liquidez debe ser
mantenida para la instrumentación de la política monetaria común. De modo
que a través de un sistema de subastas semejante al que tiene España
actualmente, por ejemplo, y en la mayor parte de los países, el Banco
Central Europeo, por medio de los bancos nacionales --como ahora
veremos--, se encargará de regular la evolución del tipo de interés a
corto plazo en el mercado interbancario. Ha habido más discusiones
respecto de la forma en que puede limitarse la amplitud de la banda
dentro de la cual se mueven esos tipos de interés a corto plazo, mediante
la instrumentación de políticas de concesión de créditos y de apertura
de facilidades de depósito a los bancos. La idea es que el tipo de
interés de mercado, regulado a través de operaciones de mercado abierto,
fluctúe entre un límite superior y un límite inferior. El límite superior
vendría determinado por unas facilidades de crédito en el sentido de que,
cuando llegara el tipo de mercado a ese nivel, el banco central estaría
dispuesto a conceder crédito a los bancos a ese tipo máximo con garantía
de fondos públicos, pero también, en aquellos países donde existan las
condiciones para ello, de activos privados. El suelo del túnel dentro del
cual se mueve el tipo de interés a corto plazo vendría determinado por
un tipo mínimo, con el cual sería posible para los bancos hacer depósitos
en cuantía ilimitada, en principio, en el banco central. De este modo,
al llegar al tipo mínimo, los bancos a ese tipo harían depósitos en el
banco central y, por tanto, quedaría limitada por abajo la fluctuación
del tipo de interés a corto plazo en el mercado interbancario. En estos
temas no creo que vaya a haber ninguna dificultad y que ese esquema, cuyo
ejemplo típico es el alemán, entre el tipo máximo de cesión de crédito
con garantía de fondos públicos y el tipo mínimo de depósitos, es el que
se va a adoptar casi con seguridad.

Los otros problemas que están planteados respecto a los instrumentos son
la introducción o no de un coeficiente de caja. Este tema está abierto.

Hay países que son partidarios de ello, porque piensan que es un
instrumento adecuado para estabilizar la demanda de liquidez por parte
de las entidades bancarias. Otros países, en cambio, son totalmente
enemigos de la introducción de coeficientes de caja. Si se introdujeran
los coeficientes seguramente serían bajos, uniformes en todos los países.

Está en discusión todavía el tema de si, en ese caso, los coeficientes
de caja deberían ser o no remunerados; si lo fueran, lo serían a un tipo
muy cercano a los tipos de mercado.

Un último tema en cuanto a los instrumentos ha sido la discusión sobre
si se deben mantener líneas de redescuento. Esto es algo que no existe
ya casi en ningún país europeo. Los sistemas de redescuento son
tremendamente engorrosos y, por consiguiente, han sido abandonados
prácticamente en todos los países. En España fueron abandonados en el año
1976, pero existe algún país que todavía mantiene líneas de redescuento
para entidades bancarias de pequeña dimensión y que considera muy
importante para esas entidades que se mantengan las líneas de
redescuento, a lo cual, en principio, no hay gran oposición, siempre que
ese redescuento no implique subvenciones. Por otra parte, se ha examinado
el tema de si la ejecución de esa política monetaria, que está dirigida
por el Banco Central Europeo, que definirá los tipos de interés vigente
en cada momento y los instrumentos que serán uniformes en todos los
países, debería ser centralizada o descentralizada. En general se ha
llegado al acuerdo de que la política de intervención de regulación
monetaria debería ser básicamente descentralizada, aunque siguiendo los
bancos centrales las indicaciones del Banco Central Europeo y utilizando
todos ellos los mismos instrumentos.

Una segunda línea de estudio ha sido la correspondiente a la política
cambiaria. Saben ustedes que los países miembros deberán transferir una
parte importante de sus reservas --todavía no se sabe en qué cuantía--
al Banco Central Europeo, y con cargo a esas reservas transferidas se
harán las intervenciones en el mercado de cambios; mercado de cambios que
se refiere a terceras monedas, puesto que entre las monedas de los países
miembros incorporados a la Unión habrá tipos de conversión, pero no tipos
de cambio, y finalmente ni tipos de conversión puesto que sólo existirá
una moneda, la moneda europea. Los temas que aquí se han discutido se
refieren básicamente a si la intervención debe ser centralizada o
descentralizada. Finalmente se ha acordado que debería ser básicamente
descentralizada, lo cual plantea la necesidad de estudiar cómo se
establecen sistemas de comunicación y de información regular entre los
bancos centrales nacionales y el Banco Central Europeo. Actualmente se
está estudiando la transferencia de reservas desde los bancos centrales
nacionales al Banco Central Europeo, en el sentido de determinar cuál
debe ser la cuantía de esa transferencia, qué pasa con el oro, si debe
ser objeto de transferencia o no, cuál debe ser la forma concreta que
adoptará la contrapartida de las aportaciones de reservas al banco
central, etcétera.

Un tema que ha llevado muchísimo tiempo y trabajo ha sido el de los
sistemas de pagos. Inicialmente se hizo un estudio sobre cuáles eran los
sistemas de pagos en los diferentes países del área y se llegó a la
conclusión de que eran muy distintos entre sí y que, por consiguiente,
era necesario armonizarlos si después, como es preciso, se globalizaban



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en toda el área. Por ello se comenzó estudiando los diferentes sistemas
de pagos domésticos y, después de hacer el análisis comparativo
correspondiente, se llegó a la conclusión de que era necesario
armonizarlos para que no entorpecieran la fluidez de los pagos
transfronterizos y que había que definir unos principios que rigieran esa
armonización. De esos principios los más importantes son los que se
refieren a las medidas de control de riesgos. Aquí se ha llegado a un
acuerdo que consiste en que estos sistemas domésticos de grandes pagos
deben ser sistemas de liquidación bruta en tiempo real. Eso quiere decir
que las operaciones tienen que ser abonadas y cargadas una por una --esto
significa que son sistemas brutos-- y además tienen que serlo en tiempo
real, es decir, tienen que serlo en ese momento, lo que quiere decir que
serán abonadas y adeudadas solamente si el banco que hace la
transferencia tiene un saldo correspondiente suficiente. En el caso de
que ese saldo no exista, esas operaciones no se liquidan, sino que quedan
en cola, esperando a que surja un saldo suficiente en la cuenta en el
banco correspondiente, en el banco central nacional, excepto que esté
previsto un sistema de líneas de crédito del banco central a los
diferentes bancos por cuantía determinada, con garantías adecuadas y
siempre créditos intradía, es decir, créditos generalmente instrumentados
mediante repos que vencerán en el momento de cierre del mercado de cada
día. Este es el sistema básico que se trata de introducir para los
sistemas de grandes pagos nacionales, aunque también se acepta que puedan
mantenerse sistemas de pagos por neteo, es decir, no sistemas brutos sino
sistemas netos, siempre y cuando también los créditos intradía estén
garantizados y venzan al final del mercado en cada día.

Determinado cuáles son las características básicas de los sistemas de
pago domésticos, se ha pasado a examinar el sistema de grandes pagos
entre los diferentes países. Aquí se ha llegado a unos acuerdos básicos
que han sido objeto ya de publicación en un informe que propone que los
grandes pagos entre los diferentes países miembros, a través de sus
bancos centrales, se hagan por lo que se llama el sistema Target, the
trans-european automated real time gross settelments express transfer
system. ¿Qué quiere decir esto? Que los bancos centrales lo que harán
será articular, conectar, ligar los diferentes sistemas domésticos, y lo
harán con un sistema que es también en tiempo real y sistema bruto. No
se sigue un sistema de centralización. No se cree que el sistema Target
deba estar en el Banco Central Europeo, sino que es un sistema de
interconexión que se basa en las estructuras de tratamiento de grandes
pagos existentes en cada uno de los bancos nacionales. La publicación de
este informe ha determinado una reacción de los diferentes bancos
centrales en el sentido de examinar cuáles son las adaptaciones que
tienen que introducir en sus sistemas nacionales para después poderlos
ligar con el sistema Target. En el caso español estamos en una posición
muy favorable. Nosotros tenemos en el sistema telefónico del mercado de
dinero introducido un sistema de liquidaciones brutas, aunque no en
tiempo real. Por consiguiente, tenemos que pasar a un sistema de tiempo
real, lo cual creemos que podremos hacerlo en la segunda parte del año
1996. Por otra parte, en la llamada segunda cámara de compensación se
liquidan las operaciones transfronterizas derivadas del mercado de
divisas por un sistema de neteo, que se va a mantener pero que se va a
perfeccionar en los primeros tres meses del año 1997.

Otro tema que ha dado lugar no sé si a mucho trabajo, pero por lo menos
a mucha dedicación de tiempo, ha sido el sistema de los billetes, cómo
deben ser expresados los billetes en la unidad monetaria europea.

Naturalmente no se trata sólo de los billetes, sino de los billetes y las
monedas. Como saben ustedes, los bancos centrales no emiten las monedas,
solamente las ponen en circulación. Las monedas las emiten los gobiernos
y normalmente se hacen en una fábrica de moneda y timbre. Por
consiguiente, la atención del instituto ha estado centrada en el tema de
los billetes. ¿Cómo deben ser expresados los billetes en la moneda
europea? Este tema, que parece que es secundario, como decía está lleno
de dificultades. ¿Debe adoptarse un billete que sea exclusivamente
comunitario por el haz y el envés o, por el contrario, como otros países
preferirían, debe ser un billete que tenga un haz comunitario y un envés
nacional? Esta segunda alternativa complica muchísimo las cosas, porque
naturalmente son billetes más diversos y por consiguiente plantean
problemas mayores de seguridad y, desde luego, problemas mayores de
costes. Sin embargo, todavía no ha sido posible desechar plenamente esa
alternativa, aunque se está trabajando básicamente en el supuesto de que
el billete es un billete común, con seis o siete denominaciones, que
pueden llegar a ser de 5 a 500 ecus, euros o como se llame la moneda
común finalmente. Son billetes de dimensión relativamente reducida, un
poco en la línea que ha sido también adoptada en España recientemente de
reducir el tamaño de los billetes, y el problema que se plantea es si
deben ser billetes abstractos o figurativos, por así decirlo. Se está
trabajando en las dos líneas simultáneamente. La dificultad se presenta
especialmente en el tema de los billetes figurativos, porque si son seis
o siete denominaciones, como hay 15 países y son billetes comunes a todos
ellos de los que estamos hablando, no hay bastantes figuras, por así
decirlo, para atender el orgullo y la vanidad de los distintos países
miembros o potencialmente miembros. Esto ha llevado a una enorme cantidad
de discusiones respecto de cómo tenía que ser el elemento figurativo de
los billetes, si las efigies de artistas, de científicos, etcétera,
deberían persistir, lo cual supone elegir científicos o artistas de los
diferentes países, pero como hay quince países y sólo hay seis o siete
denominaciones algunos se encontrarían con que no tienen su científico
o su artista. Por otra parte, se ha considerado que en el envés debería
ir algún monumento importante, pero de nuevo hay más países que billetes,
y al final un grupo especial de expertos está trabajando en los billetes
para que, después de dividida la historia europea en siete tranches,
empezando por griegos y romanos y acabando en el momento actual, en cada
una de esas etapas --que son el mundo antiguo, románico, gótico,
renacentista, barroco y rococó, siglo XIX y siglo XX-- se elija una
efigie que no sea identificable con ningún país, y que el monumento
tampoco sea identificable con ningún país. Esto es una



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cosa extraordinariamente complicada, no sé cómo lo van a resolver, y no
sé cuál será la decisión final. En todo caso, este grupo de trabajo tiene
que presentar sus propuestas finales en el mes de enero próximo, y en el
primer trimestre del año el instituto tiene que adoptar sus decisiones
referentes a las propuestas que va a presentar en su día el Banco Central
Europeo.

Otro tema importante es el estadístico; tema en el que no voy a entrar
porque es tremendamente engorroso. En definitiva, se trata de estudiar
--y hay dos grupos de trabajo en ello--, por una parte, cuáles son los
requerimientos de información necesarios para poder elaborar las
estadísticas monetarias y bancarias que serán competencia del Sistema
Europeo de Bancos Centrales; y por otra parte, cuáles son los
requerimientos para que no ya el Sistema de Bancos Centrales Europeos,
sino la Comisión de Bruselas elabore las balanzas de pagos, porque las
competencias están distribuidas de este modo.

Otro grupo de trabajo es el correspondiente a la contabilidad del Banco
Central Europeo y de los bancos nacionales miembros del Sistema Europeo
de Bancos Centrales. Este es un tema que puede parecer menor, pero es muy
importante porque es absolutamente necesario armonizar las normas
contables para las cuentas básicas, es decir, para los balances y las
cuentas de resultados. Desde luego, hay que armonizarlas para todos
aquellos renglones que correspondan al sistema, pero seguramente se van
a tratar de armonizar los criterios contables no sólo de esos renglones,
sino del resto de los renglones de las cuentas. Es además importante el
estudio, en el que se está en este momento, de la determinación contable
de la renta monetaria de cada banco central, es decir, de la renta de
señoriaje de cada banco central, y aquí hay grandes dificultades, ya que
hay que identificar cuáles son la partidas que van a aparecer como las
contrapartidas de la base monetaria, puesto que de eso depende la
distribución de beneficios entre el Banco Central Europeo y los bancos
centrales nacionales dentro de la Unión.

Finalmente, el comité de gobernadores ha estado especialmente dedicado
en los últimos meses al tema del proceso de cambio hacia la moneda única
que, como saben ustedes, ha sido finalmente objeto de un informe que se
ha hecho público el día 10 de noviembre en Frankfurt. Se nos ha
encomendado a cada uno de los bancos centrales que hagamos la traducción
correspondiente a las lenguas nacionales y, por consiguiente, la semana
que viene tendrán ustedes disponible este informe en castellano. Yo no
sé todavía si se ha publicado o no en inglés en Frankfurt, no lo sé
porque no se ha recibido todavía nada más que el documento no
encuadernado pero en todo caso la traducción al castellano estará
disponible y se hará pública la semana que viene.

El tema del escenario del proceso de cambio hacia la moneda única es un
problema bastante complejo. Hay muchas restricciones a tener en cuenta;
restricciones en parte de orden físico, por así decirlo, establecidas por
el tiempo necesario para la fabricación de billetes, y otras
restricciones que derivan de diferentes puntos, normas establecidas en
el Tratado de Maastricht. El instituto ha considerado que ese proceso de
transición a la moneda única debería estar asentado en cinco puntos
básicos. En primer lugar, claridad del marco legal para la introducción
de la nueva moneda y la sustitución de las monedas nacionales de los
Estados miembros participantes en el área monetaria. Esto es básico,
naturalmente. El público y los agentes económicos tienen que saber con
una cierta anticipación cuáles son las normas legales básicas que rigen
el paso a la moneda única y el nuevo sistema; en segundo lugar,
simplicidad y sencillez; en tercer lugar, eficiencia; en cuarto lugar,
posibilitar la puesta en práctica de la política monetaria única por
parte del Sistema Europeo de Bancos Centrales desde un primer momento;
y finalmente, libertad de los agentes económicos en el uso de la moneda
europea, de modo que no se vean obligados a utilizarla hasta el momento
en el cual entren en circulación los billetes y la moneda metálica
expresada en unidades monetarias europeas, no se vean obligados a
utilizar la moneda común en forma de dinero escritural, pero tampoco se
les prohíba utilizarla. Este es el último de los criterios del instituto.

Naturalmente, se vio desde un principio que las ideas que habían sido
manejadas por la Comisión en base a un informe de antiguo director del
Tesoro holandés, hace aproximadamente un año, eran imposibles. Es decir,
estaría muy bien que se pudieran introducir los billetes europeos en un
plazo de seis meses desde el comienzo de la tercera fase, pero realmente
las fábricas de moneda han dicho que eso resulta imposible; y además
resulta imposible, como he indicado antes, por el hecho de que el
Instituto Monetario Europeo no puede dar órdenes de impresión antes de
que se constituya el Banco Central Europeo. Al final, todas las casas de
moneda han dicho que necesitaban entre dos años y medio y tres para
disponer de la masa de billetes necesaria para poder empezar a sustituir
masivamente los billetes y moneda metálica nacionales por los expresados
en la unidad europea.

Seguramente lo han leído ustedes y, por consiguiente, voy a hacer
brevemente alguna aclaración sobre algún punto concreto. El instituto ha
decidido definir el proceso en tres fases. Una primera es el período
preparatorio, que va desde el momento en que se seleccionan los países
que van a formar parte de la Unión Monetaria hasta que comienza
efectivamente. En la segunda fase se constituye la Unión Monetaria,
quedan determinados los tipos de conversión entre las monedas
comunitarias y de ellas con la moneda europea común, y durante este
período hay ya dinero escritural expresado en unidades monetarias
europeas, pero aún no circulan billetes en moneda europea. La tercera
fase comienza cuando efectivamente esos billetes empiezan a circular y
empiezan a sustituir, por consiguiente, a los billetes nacionales.

¿Cuáles son las características básicas de cada una de estas fases? La
primera fase o período preparatorio, como decía antes, se inicia con el
proceso de aplicación de los criterios de convergencia para seleccionar
los países que formarán parte inicialmente de la unión monetaria. Ese
momento tiene que anteceder, por lo menos, de acuerdo con el tratado, en
seis meses a la constitución de la unión monetaria. Es decir, que si la
unión monetaria empieza un 1 de enero, la selección de países tiene que
producirse,



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como muy tarde, el 30 de junio del año anterior. Ahora bien, se ha
considerado por el instituto y también por la comisión que la Comunidad
es tan compleja --la participación de las distintas instituciones de la
Comunidad suele dar lugar a reenvíos que consumen tanto tiempo-- que hay
que adelantar el momento de selección de los países. El instituto ha
considerado que este proceso intermedio debería durar aproximadamente un
año, lo cual significa en la mente de todos, yo creo, que la selección
de los países se haría aproximadamente en el mes de febrero o en el mes
de marzo anterior al 1 de enero en que comienza la unión monetaria. Se
utilizarían para la selección los criterios de convergencia cargados, por
así decirlo, con las cifras relevantes correspondientes a los años de
1996 y 1997. Seguramente en parte se tratará todavía de estimaciones,
porque piensen ustedes que, por ejemplo, las cuentas públicas en muchos
países no están disponibles definitivamente hasta el mes de junio o de
julio del año siguiente, con suerte. De modo que habrá que utilizar
cifras inevitablemente provisionales en algunos casos y, por tanto,
cifras que comportan estimaciones.

En todo caso, seleccionados los países, se procede inmediatamente a
nombrar el consejo del Banco Central Europeo. Esto quiere decir que se
constituye de algún modo el Banco Central Europeo, aunque formalmente no
hasta el día 1 de enero, el día en que comienza la tercera fase. En ese
período hasta el día 1 de enero, el consejo del Banco Central Europeo ya
constituido empieza a adoptar una serie de decisiones preparatorias que
no son las básicas, pero sí preparatorias importantes. Por ejemplo, en
base a la más reciente información que hayan proporcionado las fábricas
de moneda y timbre, determinará cuál es finalmente el momento en que van
a empezar a entrar en circulación los billetes y la moneda metálica
expresados en la unidad europea común. Es decir, si va a ser en dos años
y medio, dos años nueve meses o tres años finalmente. Decisiones de ese
tipo. En definitiva, la unión monetaria se constituye de verdad en lo que
estoy llamando el 1 de enero por convención, es decir, pasado ese plazo
de aproximadamente un año desde el inicio del período preparatorio.

El día 1 de enero entramos, por consiguiente, en el período siguiente,
que es lo que en la jerga, ya difícil de seguir, del instituto y la
comisión se llama la Fase 3A. Esa fase es la comprendida entre el momento
en que se constituye la Unión y quedan bloqueadas las relaciones de las
monedas a los tipos de conversión irrevocables, hasta el momento final
de ese período --dos años y medio o hasta tres años después--, en que
empiezan a entrar en circulación los billetes y la moneda metálica
europeos. ¿Qué pasa en ese período de hasta tres años? Es, ciertamente,
un período muy largo, me parece que indeseablemente largo, pero cuya
extensión está determinada de nuevo, repito, por el plazo necesario para
preparar los billetes y la moneda metálica y por la falta de capacidad
del instituto monetario para adoptar decisiones respecto de la
estampación de billetes o la fabricación de monedas. ¿Qué pasa en ese
período de tres años? En el momento inicial queda formalmente constituido
el Banco Central Europeo y el Sistema Europeo de Bancos Centrales. La
moneda única europea tiene el carácter de moneda como tal por sí misma
y, por consiguiente, de algún modo se crea una situación en la que se
convierte en la moneda única desde el punto de vista económico. Lo que
significa esto es difícil de precisar, porque no es ciertamente la moneda
única desde el punto de vista legal, puesto que en principio, y mientras
no haya legislación comunitaria al respecto, coexisten la moneda
comunitaria y las diferentes monedas nacionales durante este período.

Los bancos centrales pasan a expresar su contabilidad en la moneda común.

Desde el primer día se inicia la política monetaria común, que irá
expresada en la unidad monetaria europea. Naturalmente que hay países que
han señalado que tienen bancos muy pequeños y en gran cantidad que son
incapaces de acomodarse a una política monetaria expresada, digamos, para
entendernos, en ecus. Se ha acordado que en esos casos los bancos
centrales puedan ofrecer facilidades de conversión a esos bancos
pequeños. Es decir, la política monetaria se haría en ecus y, por
consiguiente, las ofertas y demandas de liquidez al banco central se
expresarían en ecus. Pero si hay bancos que consideran que no están en
condiciones de llevar una doble contabilidad, por así decirlo, en moneda
nacional y en ecus, en banco central se encargará de proporcionar a esos
países las facilidades de conversión necesarias para que puedan dar las
órdenes en moneda nacional y esas órdenes sean transformadas por el banco
central mediante el convertidor adecuado, que, naturalmente, no será una
máquina, sino simplemente un programa informático que no debería plantear
ninguna dificultad especial. Se trata, por consiguiente, de un período
con política monetaria común desde un primer momento, expresada en ecus,
con operaciones del mercado de cambios respecto de terceras monedas
--porque los tipos de cambio desaparecen entre las monedas de los países
de la Unión--, política cambiaria expresada también en ecus frente a
terceras monedas. Se trata de un período en el cual circulan solamente
billetes y moneda nacional en cada país, no en ecus. Sólo existe la
posibilidad de utilizar ecus en dinero escritural, como se dice ahora en
el instituto --volviendo a siglos pasados-- y, en definitiva, como ya he
señalado antes, los agentes económicos podrán utilizar dinero escritural
en ecus, pero no podrán ser obligados a utilizarlo. Por consiguiente,
dependerá de las preferencias y necesidades del sistema el progresivo
paso de las operaciones desde la moneda nacional a la moneda europea a
lo largo de ese período de hasta tres años. Ciertamente, los ingresos y
pagos de los gobiernos serán en ese período en moneda nacional, aunque
alguno de ellos pueda, de modo marginal, aceptar el pago de impuestos en
ecus.

Así llegamos al final de este período de hasta tres años. Al final de
este período se inicia la llamada fase 3B, en la que los billetes y
monedas nacionales son sustituidos por las monedas y los billetes en
ecus. Por lo tanto, ahora aparece un dinero europeo común, expresado en
la moneda única que adopta el carácter de medio legal de pago. Sólo los
billetes son medio legal de pago, por consiguiente, sólo cuando aparecen
los billetes, aparecen ecus como medios legales de pago. En principio,
está preparada una cantidad



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ingente de billetes y moneda metálica necesaria para la sustitución. Es
de esperar que se puedan readaptar con una cierta rapidez la inmensa
cantidad de máquinas que hay en los países miembros que utilizan monedas
y billetes, disponiendo de un período de seis meses para la sustitución
correspondiente. Idealmente, al final de esos seis meses la moneda
metálica y los billetes en unidades nacionales se habrán retirado
totalmente de la circulación y sólo quedarán moneda metálica y billetes
expresados en la unidad europea como medios legales de pago. Por tanto,
habrá concluido el proceso de transición a la moneda única. Naturalmente
que ese proceso de sustitución no será completado en seis meses y
quedará, con toda seguridad, moneda sin cambiar. Está previsto que, si
bien la moneda nacional, a partir del final de los seis meses, pierde su
condición de dinero legal, sin embargo, podrá seguir siendo cambiada en
los bancos centrales. Naturalmente que en las transacciones entre el
público podrá seguir siendo utilizada, si el acreedor o el vendedor está
dispuesto a aceptar esa moneda nacional; no está obligado a aceptarla,
pero, si quiere, puede aceptarla, y la aceptará en la medida en la que,
de un modo ilimitado en el tiempo, los bancos centrales sigan aceptando
convertir la moneda nacional en la moneda europea.

Estos son, en principio, los rasgos básicos de este programa de
conversión a la moneda única, de este escenario básico que ha sido hecho
público por el Instituto Monetario Europeo la semana pasada y en el que
todavía quedan puntos importantes por decidir, especialmente respecto de
las características legales de las diferentes monedas, etcétera.

Realmente, el trabajo básico está ya realizado, se llevará al Ecofin
próximo, que se deberá celebrar en los próximos días, y después, sobre
ese escenario, tendrá que decidirse en el Consejo Europeo que se celebra
en Madrid los días 14 y 15 de diciembre. Esta será, en principio, la
decisión básica de ese Consejo Europeo.

Nada más, señora Presidenta. Siento haberme extendido tanto en mi
exposición.




La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Gobernador del Banco de
España, por su interesante informe en el que nos ha expuesto con todo
lujo de detalles no solamente las estrategias que han quedado abiertas,
sino también los instrumentos del Instituto Monetario Europeo. Respecto
a los criterios, posiblemente alguno de los grupos que intervendrán a
continuación tendrá interés en formular preguntas respecto a esa
participación concreta del Banco Central en la puesta en práctica de la
política monetaria única que, como decía el señor Gobernador, es uno de
los criterios del Instituto Monetario Europeo.

Hará uso de la palabra, en primer lugar, el portavoz del Grupo Popular,
señor Montoro, que ha solicitado la comparecencia del señor Gobernador.




El señor MONTORO ROMERO: Gracias, señor Gobernador por su comparecencia
en esta Comisión y por el informe detallado, riguroso y objetivo que nos
acaba de ofrecer, satisfaciendo la primera intención del Grupo
Parlamentario Popular, que es el que ha solicitado la comparecencia del
señor Gobernador en esta Comisión, que era conocer el papel que el Banco
de España está desarrollando como miembro de la que será la autoridad
monetaria central, el Banco Central Europeo en el futuro.

Es importante traer estas cuestiones a la Cámara. Es necesario que la
sociedad española conozca, con el mayor detalle posible, el contenido de
un proceso que va a influir decisivamente en la vida económica y social
de todos los ciudadanos europeos y, por ende, de los españoles.

Aprovechando el contenido y el alcance del informe que nos acaba de
exponer el señor Gobernador, el Grupo Parlamentario Popular quiere
también conocer en boca del Gobernador la opinión del Banco de España
sobre el estado de la Unión Económica y Monetaria europea. Estamos en
unas fechas que podemos calificar de decisivas, hemos entrado en la recta
final de una carrera que es la fase final de una integración de los
países europeos y tenemos interés por conocer cómo vive el Banco de
España esa carrera, cuáles son los contenidos, las exigencias de la
carrera y las posibilidades de España para llegar al término de dicha
carrera con éxito.

No es ocioso recordar aquí lo que nos estamos jugando en este proceso de
integración de España en la Unión Económica y Monetaria europea. Podemos
calificar esa integración de España como una auténtica oportunidad, una
oportunidad histórica cuya pérdida lamentaríamos durante largo tiempo,
puesto que lo acusaríamos en nuestra organización y capacidad económica
y, en definitiva, en la insatisfacción de las expectativas de los
ciudadanos.

Para el Grupo Popular es importante reiterar en esta comparecencia cuál
ha sido nuestra posición, puesto que lamentablemente el tema del presente
y el futuro de la Unión Económica y Monetaria europea, señor Gobernador
del Banco de España, no se está debatiendo ni en el Congreso de los
Diputados ni en el Senado con la atención y el detalle que requiere una
cuestión tan importante --como he dicho anteriormente-- para el conjunto
de la sociedad española. El Grupo Parlamentario Popular es claramente
favorable a la constitución de una moneda única en Europa. La entendemos
como un componente esencial del mercado único, la entendemos como una
regla que garantice el juego limpio en el mercado único, por tanto, para
nosotros es una versión más de lo que es la unión económica. La unión
monetaria no es sino el revés de la misma moneda, cuyo envés es la unión
económica de Europa. Además, estamos convencidos de que su implantación
traerá importantes ahorros en las transacciones, despejará muchas
incertidumbres en los agentes económicos y de que la disciplina que emana
para las políticas económicas de los países miembros es eminentemente
positiva para todos, especialmente para un miembro díscolo, en ese
sentido, como es España. España es un país que no está cumpliendo los
criterios de convergencia, que no está aplicando las políticas económicas
conducentes a la consecución de ese objetivo, que es llegar al fin de la
carrera europea con éxito. Hemos visto, además, cómo los efectos de las
crisis financieras son muy negativos y están perjudicando a quienes
padecemos esa crisis financiera y también a todos los europeos. Por ello
estamos viviendo un momento



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realmente importante en la definición de la Unión Monetaria y Económica
de Europa y quisiéramos conocer esta mañana, aquí, la opinión del señor
Gobernador en relación con una serie de cuestiones que a continuación voy
a relatar.

La primera cuestión se refiere a las crisis financieras, sus
consecuencias e incluso las posibilidades de que Europa continúe
sufriendo crisis financieras en el futuro. Existe un comunicado de la
Comisión Europea sobre los efectos de las crisis financieras. A este
comunicado le ha titulado la Comisión «El impacto de la crisis monetaria
sobre el mercado único». Aunque la valoración de las conclusiones sobre
lo que ha sido esa crisis financiera, en nuestra opinión, ha quitado algo
de hierro, no ha podido evitar la conclusión de que la sucesión de crisis
financieras nos está perjudicando en forma de restarnos crecimiento
económico. Por tanto, yo quisiera preguntarle al señor Gobernador, si
desde el Banco de España estiman que estamos perdiendo capacidad de
crecimiento económico en toda Europa, y también en España, como
consecuencia de esa crisis financiera; si se están deteriorando las
expectativas de los agentes económicos como consecuencia de esa crisis
financiera y, puesto que somos un país que está sometido a las
depreciaciones de nuestra moneda, si incluso las devaluaciones formales
de la peseta no han sido, en último término, explicativas de los
problemas de inflación y de elevación de tipos de interés que estamos
teniendo. Le quería preguntar sobre las causas macroeconómicas en las que
insiste la Comisión en su informe, si el señor Gobernador está de acuerdo
en que las causas de esas crisis financieras se centran en una
macroeconomía que consiste en que no hay procesos auténticos de
convergencia de los países europeos, en definitiva, que si Europa quiere
protegerse de esa crisis financiera, en el futuro tendremos que poner
mucha más leña en el fuego de la convergencia, tendremos que hacer un
gran esfuerzo por la convergencia. Me gustaría saber si está de acuerdo
con esta conclusión, que ya no es nuestra, sino la propia del informe de
la Comisión Europea, conclusión en la que, por descontado, el Grupo
Parlamentario Popular participa plenamente.

En segundo lugar le querría preguntar sobre la situación de España en ese
proceso de convergencia, toda vez que en 1995 los datos atestiguan que
va a ser un año negativo para la convergencia de España con Europa, es
decir, vamos a estar en la divergencia. Es claro que hemos perdido el
año, los datos son bastante concluyentes a ese respecto, es claro que no
cumplimos ningún criterio de convergencia y es claro que España forma
parte del grupo de países que han ido a peor en la convergencia con
Europa. No tenemos ningún cumplimiento de los criterios de convergencia,
hemos perdido el de la deuda, que cumplíamos, debido a nuestra menor
participación de la deuda en el producto interior bruto, pero ahora a eso
se ha sumado también un distanciamiento en los tipos de interés que
entendemos que está perjudicando a la economía española gravemente y,
además --y no cito a los otros países miembros de ese pelotón de torpes
en la convergencia europea--, es realmente negativo que España esté
constituyendo ese grupo de países que en este momento están siendo objeto
de una reflexión crítica dentro de la Unión Europea porque están en
divergencia, no ya en convergencia, con Europa. La causa de la situación
española está en el negativo comportamiento de una inflación en los
primeros meses de este año, que es la que nos está restando esos
criterios de convergencia que cumplíamos antaño, y además en una
inflación que no es óbice recordar que entre las razones por las que ha
crecido este año están precisamente los errores de una política
presupuestaria como la que se aplica en 1995, consistente en subir los
tipos impositivos de nuestros principales gravámenes de carácter
indirecto.

Además de solicitar al señor Gobernador su valoración sobre si el Banco
de España está preocupado con esta situación de la economía española, me
gustaría saber si cree que puede darse la convergencia real, es decir,
el acercamiento del bienestar económico de los españoles al bienestar que
tienen los países más desarrollados miembros de la Unión Europea, si
puede darse eso sin la convergencia nominal, si estamos en divergencia.

Aprovechando y dándole la importancia que tiene a su presencia en esta
Comisión, quisiera que me diera su impresión sobre este ambiente social
y político que se está respirando en Europa y que algunos identifican
como una revisión incluso de plazos. ¿Cuál es su opinión al respecto?
¿Cree que sería viable que se produjera un alargamiento, una demora de
plazos o, en su opinión, no es que no fuera viable en cuanto a la
vigencia de los tratados políticos europeos, sino que no sería deseable
en cuanto al propio funcionamiento del mercado único e incluso no sería
deseable para la viabilidad futura, para la consecución final de la unión
monetaria europea?
En esta misma línea también quisiera preguntarle sobre la vigencia de los
criterios de convergencia. Todos los que estamos cerca de estos asuntos
hemos oído voces en Europa (que, por cierto, algunas de ellas vienen de
partidos socialistas pertenecientes a algunos de los países más
importantes de Europa) que están poniendo en cuestión la unión monetaria
europea aprovechando un tirón de preocupación en la opinión pública y,
desde luego, poniendo en riesgo la construcción europea, lo que es de una
enorme gravedad. Parece estarse creando un ambiente en relación con la
vigencia, con la utilidad de los criterios de convergencia. Lo que quería
preguntar al señor Gobernador, puesto que él vive cerca de estos
ambientes, es cuál sería la opinión de los mercados financieros. ¿Cómo
cree que reaccionarían los mercados financieros si en Europa se elevara
una revisión en el sentido de buscar unos criterios de convergencia
diferentes o si se intentara eludir la disciplina presupuestaria y se
empezara a revisar lo que sería el contenido del criterio de convergencia
de déficit público o de deuda pública? ¿Cómo cree que reaccionarían los
mercados financieros ante este tipo de discusiones o de debates por parte
de quienes lo propusieran?
¿Concede usted una gran importancia a la negociación política en la
combinación de la unión monetaria europea? ¿Cómo ve la negociación
política? ¿O cree que más allá de las claves políticas está el criterio
de los mercados? ¿No serán los mercados los que realmente van a definir
la viabilidad de la estabilidad de los tipos de cambio que, en
definitiva,



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es el primer paso para llegar a esa moneda única, que antes calificaba
de aspiración deseable? ¿Cuál es su valoración incluso ante la
posibilidad de un endurecimiento de algunos de los criterios de
convergencia, como se ha empezado a plantear en las reuniones de Ecofin?
Además, los miembros del Gobierno alemán han sugerido la posibilidad de
exigir a los integrantes de la unión monetaria europea mayor disciplina
presupuestaria y llegar a esa unión monetaria europea con un criterio de
un uno por ciento de déficit público sobre el producto interior bruto o
demandar que el déficit público no supere esa cuantía. ¿Qué opinión le
merece esta cuestión?
En relación con la revisión de los criterios de convergencia quisiera
plantearle una última cuestión y es la siguiente: ¿no cree usted que se
está confundiendo algo a la opinión pública, europea en general y
española en particular, cuando se habla de políticas de paro en Europa
como si esas políticas no tuvieran que ver con la política presupuestaria
y con el incumplimiento de los criterios de convergencia? ¿No le suscita
alguna duda, alguna reflexión interesante el hecho de que se empiece a
hablar de que hacen falta más políticas de empleo como si ésas no fueran
las políticas derivadas del crecimiento económico, de la estabilidad en
ese crecimiento económico, de la necesidad de tener un crecimiento sin
problemas de inflación, etcétera?
Partiendo de la hipótesis de que se cumpla la convergencia en los plazos
establecidos, ¿cómo quedarían los países que no entran? ¿Cuál sería la
situación o en qué consistiría la supuesta penalización que se atribuiría
a esos países? ¿Cómo quedaría la relación entre los miembros de la Unión
Europea que están dentro y fuera? ¿Cómo se establecería eso?
Quiero conocer algo más su opinión en relación con el siguiente asunto:
¿cómo se protegen los países que tienen estabilidad de tipos de cambio,
porque son miembros de la unión monetaria europea, de las devaluaciones
de los países que queden fuera del sistema? ¿Cómo se protege esto? ¿Cómo
se armoniza estar fuera y estar dentro en el sentido de que si las crisis
financieras incluso fueran acentuándose a raíz de que hemos llegado a un
núcleo duro de unión monetaria europea y quedan fuera bastantes países
europeos, en esos países puede suceder lo que está pasando con las crisis
financieras actuales. En definitiva, quiero decir que los tipos de cambio
van a apreciarse en los países que merecen la confianza y van a
depreciarse en los países que no merecen esa confianza. Ya se habla de
sustituir el mecanismo del sistema monetario en Europa. ¿Cree usted que
esto es viable? ¿Cree usted que realmente no hay ahí un problema bastante
severo de cara al futuro? ¿Cuáles serían los criterios de convergencia
permanente? Una vez entrados en la unión monetaria europea, ¿cómo se está
en la Unión Europea desde la óptica de los ejecutores de la política
monetaria en Europa? Usted nos ha descrito aquí esta mañana la
construcción de ese instrumento básico de política monetaria, pero los
miembros de los bancos centrales necesitarán de las otras políticas
económicas para permanecer, para, en definitiva, garantizar que estamos
ante una moneda estable, la nueva moneda europea. En consecuencia,
¿cuáles serán los criterios que, en su opinión, tendrían que prevalecer
en el futuro, y ya hablo del año 2000 en adelante, para garantizar esa
permanencia en la unión monetaria europea? ¿O se podría incluso llegar
a expulsar a países que han entrado?
¿Cree usted que en el proceso de la unificación de la entrada de países
en la unión monetaria europea haría falta introducir nuevos mecanismos
de cohesión interna en Europa para asegurar que los países que hacen el
esfuerzo por entrar no se vean perjudicados? El esfuerzo entre comillas,
señor Gobernador, en el sentido de que los ajustes no tienen por qué ser
inconsecuentes con ganar bienestar en esos países, pero estoy pensando
en un esfuerzo que sí puede perjudicar a determinadas regiones, a
determinadas zonas de Europa que deberían ser socorridas por las regiones
más desarrolladas. ¿Cree usted que deberían desarrollarse otros
mecanismos de cohesión social en Europa? ¿Cómo ve este proceso desde el
punto de vista de la unión política? ¿Usted cree que beneficia a la unión
monetaria que los más acérrimos defensores de la Unión Europea lo
utilicen para llegar a una unión política? ¿Cuál es su criterio?
¿Deberían mezclarse estos dos argumentos?



La señora PRESIDENTA: Señor Montoro, le ruego vaya terminando.




El señor MONTORO ROMERO: Acababa ya esta panoplia de cuestiones. Es
evidente, señora Presidenta, que trataba de aprovechar al máximo la
comparecencia del señor Gobernador, porque le decía que lamentaba que en
el Congreso no hubiera debates más profundos sobre una cuestión tan
importante para nuestro presente y nuestro futuro.

La última cuestión que le quería plantear es si usted entiende que hay
una disposición en los agentes sociales y en los agentes económicos y,
en definitiva, hay una política económica en España que nos esté
permitiendo acceder a esa unidad monetaria europea con claridad, y cuáles
serían las recomendaciones que desde la autoridad monetaria harían a las
futuras políticas económicas que se deberían aplicar en nuestro país para
conseguir ese objetivo.

Señora Presidenta, acabo esta intervención insistiendo en un argumento
que es la posición del Partido Popular a este respecto. El Partido
Popular expresa su preocupación, en primer término, por esta divergencia
de España, pero también queremos exponer nuestra confianza en ese
objetivo europeo, porque entendemos que en él descansa la confianza de
lo que es el bienestar presente y futuro de los españoles. A este
respecto, comprendemos que, debido a la crisis política del Gobierno
socialista, hemos perdido el año 1995, que es un año clave, pero también
queremos advertir a la sociedad española que no podemos perder más tiempo
en lo que es ese proceso de convergencia. En consecuencia, la única
reacción que cabe en las circunstancias presentes es acelerar el proceso
de la convergencia europea, y esa aceleración consiste, señora
Presidenta, en corregir unos desequilibrios básicos, corregir la
inflación y el déficit público, que es una estrategia de política
económica óptima en sí misma. Para el Partido Popular no es una
imposición de Bruselas, no es una imposición



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de Europea, es la política económica que nos conviene a los españoles
como única fórmula de política económica capaz de despejar incertidumbres
en el futuro, capaz de consolidar la recuperación económica y capaz de
favorecer la recuperación del bienestar de los españoles en esa
confianza, en esa esperanza en Europa.




La señora PRESIDENTA: Señor Montoro, estamos seguros de que el señor
Gobernador no va a tener ningún inconveniente en contestar a sus
múltiples preguntas, puesto que no ha puesto ningún obstáculo para
comparecer en esta Comisión, pero, si me lo permiten, primero, vamos a
dar la palabra a los diferentes intervinientes, porque, por problemas de
tiempo, conviene que intervengan todos ustedes, para que, en una
contestación única, el señor Gobernador responda a todas sus preguntas.

Por el Grupo de Coalición Canaria, tiene la palabra el señor Mardones.




El señor MARDONES SEVILLA: Empiezo por agradecer al señor Gobernador del
Banco de España la exposición que nos ha hecho, un amplio diagnóstico de
la problemática técnica que esto comporta, y, por tanto, para no
perdernos en tan atractiva materia, voy a hacerle diversas preguntas al
respecto.

Primera pregunta, por si no le he entendido bien: ¿significa que
solamente en ese futuro que usted nos ha trazado habrá un solo banco con
capacidad oficial de ser banco emisor, que será el Banco Central Europeo,
por ejemplo, a los efectos de legalidad de los billetes que se emitan?
Segunda pregunta. Respecto a la política cambiaria, usted ha planteado,
según me ha parecido entenderle, la cuestión de la cesión de reservas de
los bancos emisores de cada país miembro al Banco Central Europeo, y ha
cuestionado la decisión que se tomará en su día de cesión de billetes o
de cesión de oro, si no le he entendido mal. Yo le pregunto: en ese
primer momento, ¿en qué moneda se hace la cesión? ¿En ecus o en euros,
o como se llame, o es dinero solamente en certificados? No alcanzo a
entenderlo dentro de este tremendo panorama de dificultades, de montaña
tras montaña, desde que la estampación de un billete sea figurativa o sea
abstracta hasta las últimas cuestiones de tipos.

La siguiente pregunta que le hago es referente a lo que usted ha afirmado
sobre que habrá tipos de conversión pero no de cambio. Entiendo que eso
está referido a las actuales monedas europeas que, a través de los
procesos de conversión, deben ir entrando en su transformación en la
moneda única o común, ecu o euro, o como se llame, pero no habrá cambio.

Eso entre las monedas, pero, ¿cómo se resolverá este problema de tipos
de conversión y de cambio con respecto al dólar y al yen, por ejemplo,
en los grandes espacios de transacciones económicas internacionales en
que va a moverse esa Unión Europea con el Banco Central Europeo? ¿Qué
comportamientos, qué disciplinas o qué reglas habrá con respecto a tipos
de conversión y de cambio al dólar y al yen?
Señor Gobernador, me ha creado usted una tremenda preocupación, y
comparto ese diagnóstico que el portavoz del Grupo Popular, señor
Montoro, le acaba de decir. Me refiero a lo que usted ha dicho sobre
criterios de convergencia. Usted ha hablado de unos criterios de
convergencia para la selección de países que puedan acceder a la moneda
única, y yo le pregunto: ¿quién va a hacer esos criterios de
convergencia? Si hay una selección de países de un primer bloque que
pueden acceder a la moneda única porque cumplen los criterios de
convergencia, mi pregunta, ahora de tipo estructural orgánico, es que,
existiendo en ese momento el Banco Central Europeo, ¿el consejo rector
del mismo estaría formado por todos los bancos, incluso de los países que
no hayan entrado en esa convergencia en esa primera fase? Usted se ha
referido en un momento determinado de su intervención a la constitución,
en el Banco Central Europeo, de su consejo rector, como me parece que le
ha denominado, o consejo de administración, o como se llame, ¿va a estar
constituido ese consejo rector por todos y cada uno de los miembros
actuales, cumplan o no cumplan criterios de convergencia y hayan entrado
en la primera selección de países? Parecería que tendría una lógica o una
estrategia en determinados países que los países que sean seleccionados
para entrar en esa primera tanda en la moneda única, porque han cumplido
los criterios de convergencia, traten de tener un papel preponderante en
las decisiones de política monetaria que trace el Banco Central Europeo,
porque si no podríamos entrar en un galimatías impresionante o en
criterios de disparidad de derechos en cuanto a lo que allí existe.

Otra pregunta que le hago, señor Gobernador. ¿La entrada en vigor del
Banco Central Europeo y de la moneda única obligaría sistemáticamente a
que el valor de cotización en Bolsa se expresara también únicamente en
esa moneda europea, o va a seguir siendo facultad de cada país miembro,
en las cotizaciones de sus respectivas bolsas, la expresión en la moneda
nacional que tenga cada uno? ¿Ha estudiado el grupo de expertos cómo será
la expresión del valor nominativo, el valor monetario, de los valores de
renta fija o renta variable que se coticen en las diversas bolsas
europeas que estén dentro de este marco general?
Con esto, señor Gobernador, haciendo caso de la indicación de la señora
Presidenta, termina mi intervención, agradeciéndole su atención.




La señora PRESIDENTA: Gracias, señor Mardones, por su comprensión.

Por el Grupo Vasco (PNV), tiene la palabra el Senador Gangoiti.




El señor GANGOITI LLAGUNO: En primer lugar, agradecer la presencia del
Gobernador del Banco de España y agradecer también su exposición tan
amplia y, al mismo tiempo, tan didáctica de un tema tan complejo como es
el de la unión monetaria.

Dicho esto, paso, siguiendo las instrucciones que nos ha dado nuestra
Presidenta, a tratar de hacer las preguntas de la forma más breve
posible.

En primer lugar, como ya estamos en 1995 y, como decía el señor
Gobernador, en 1998 se tomará la decisión en base, normalmente, a los
datos de 1997, me gustaría que el



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Gobernador nos hiciese un pequeño análisis de las posibilidades de que
España pueda cumplir los cuatro parámetros famosos de cara a la
convergencia: déficit, deuda pública, tipos de interés e inflación.

En segundo lugar, la convergencia real. Se puede cumplir, quizá, la
convergencia nominal, pero lo importante es la convergencia real y
básicamente en crecimiento y empleo. En este sentido, me gustaría saber
las previsiones que a tal efecto tiene el Gobernador del Banco de España
sobre las posibilidades, por parte de nuestra economía, de caminar hacia
una convergencia real en crecimiento y en empleo de cara a esas fechas.

En tercer lugar, es un tema que no afecta a nuestra economía, pero que,
bajo mi punto de vista, afecta básicamente a la creación del ecu. Yo creo
que muchos somos conscientes de que la antigua Comunidad Económica
Europea y la actual Unión Europea ante todo es el eje Bonn-París. En
estos momentos estamos viendo cómo, cuando hay alguna tormenta monetaria,
las monedas del Benelux y el schilling austriaco siguen miméticamente,
más o menos, los movimientos del marco alemán, pero el franco francés
tiene sus problemas, mayores o menores, a pesar de un hecho que todos
conocemos de que en cuanto se producen estas situaciones, el Bundesbank
acude rápidamente en ayuda del franco, cosa que no hace con el resto de
monedas.

Parece ser que, en estos momentos, la situación de la economía francesa
no permite asegurar, al revés que ocurre con las otras monedas de la zona
marco, que Francia pueda cumplir esos criterios de convergencia, por lo
que yo le pregunto: ¿Usted cree que Francia está en condiciones de
cumplir esos criterios de convergencia? La segunda pregunta es más
política que monetaria. En el caso de que para 1999 Francia no cumpliera
esos criterios de convergencia, ¿cree el señor Gobernador que se pondría
en marcha el ecu? Desde luego, yo pienso que, conociendo la historia de
la Comunidad y de la Unión Europea, que, como decía anteriormente, es el
eje Bonn-París, si el franco francés no cumple los requisitos, quizá
pueda posponerse la entrada en vigor del ecu.

Otra pregunta se refiere a los países que se queden en la segunda
velocidad o que no entren dentro de la Unión Monetaria. Creo que ayer,
en la Subcomisión Monetaria del Parlamento Europeo, precisamente el señor
Lamfadussy, Presidente del Instituto Monetario Europeo, habló por primera
vez de que hay que pensar cuáles van a ser las relaciones de los países
que entren en la Unión Monetaria y de los países que no entren en la
Unión Monetaria. Yo creo que ése es un asunto terriblemente importante
y que hasta ahora no se ha tocado, porque, teóricamente, los países que
van a entrar en la Unión Monetaria van a ser los países más potentes; los
que se queden en la segunda velocidad los menos potentes y, a partir de
ahí podría abrirse una brecha más grande y se podrían crear problemas
para los países de la segunda velocidad para que pudiesen entrar en la
Unión Monetaria. Desde este punto de vista quizá habría que estudiar
algún mecanismo, igual que se hizo durante los períodos de ampliación de
la Comunidad Económica Europea en los que se buscaron períodos
transitorios. Igual que en Maastricht se llegó al acuerdo de crear unos
fondos de cohesión para los países menos desarrollados, habría que buscar
algún mecanismo comunitario de ayuda a los países de la segunda velocidad
para que la brecha no se amplíe sino que se reduzca y, en consecuencia,
los países de la segunda velocidad puedan acceder a la Unión Monetaria.

La siguiente pregunta se refiere a la ampliación de la Unión Europea. En
estos momentos, estamos viendo cómo, sobre todo por parte de Alemania,
hay un interés muy fuerte en llevar a cabo una ampliación hacia los
países del Este, básicamente su área de influencia política y económica
tradicional (Polonia, Chequia, Eslovaquia, Hungría y quizá Eslovenia),
países que tienen un montón de problemas de orden económico e industrial.

¿Cuáles podrían ser las relaciones? Si los países de la segunda velocidad
de la Unión Europea de los Quince van a tener problemas, ¿usted cree que
realmente es posible y viable esa ampliación de la Unión Europea a países
en situación casi catastrófica?
Por último --y con esto acabo--, señor Gobernador, quisiera preguntarle
si, una vez que entre en vigor la moneda europea, usted piensa que el ecu
puede ser una moneda estabilizadora de los mercados financieros. En estos
momentos estamos viendo cómo el dólar se mueve no de acuerdo con su valor
real, sino siempre en función de las necesidades del Gobierno americano;
es un instrumento que ellos manejan arbitrariamente y que tiene
influencias, en muchos casos, negativas sobre el resto de las economías.

¿Usted cree, señor Gobernador --y con esto termino--, que la entrada en
vigor del ecu, la creación del ecu y del Banco Central Europeo podría
servir para estabilizar esa situación y para que los Estados Unidos no
puedan jugar arbitrariamente con su moneda?



La señora PRESIDENTA: Por el Grupo de Izquierda Unida-Iniciativa per
Catalunya, tiene la palabra don Diego López Garrido.




El señor LOPEZ GARRIDO: Gracias, señor Rojo, por su comparecencia en esta
Comisión.

Efectivamente, nos ha explicado cuál es el proceso técnico previsto para
que se produzca la llegada a la Unión Económica y Monetaria, que,
naturalmente, se trata de un asunto de extremado interés, pero a nosotros
nos preocupa fundamentalmente --como usted se puede imaginar-- cuáles son
las posibilidades que tiene esa Unión Económica y Monetaria de producirse
en realidad, es decir, de encajar la realidad con la previsión normativa
o técnica y, en concreto, las posibilidades que tiene España de ingresar
en esa Unión Económica y Monetaria, cuáles son los riesgos que supone
para nuestro país, por una parte, forzar la máquina para poder ingresar
en esa Unión y, por otra, no ingresar al final en la misma. ¿Qué pasaría
como consecuencia de ello?
La situación actual es una situación que lleva a la preocupación en
cuanto a las posibilidades de nuestro país de entrar, en 1997 o en 1999,
que parece lo más probable, en esa Unión Económica y Monetaria. Es decir,
estamos ante un cierto crecimiento, una recuperación económica evidente,



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con un crecimiento que se evalúa en un 3 por ciento --aunque no sabemos
cuánto tiempo va a mantenerse ese crecimiento--, con una cierta bajada,
una inflexión de la inflación, del paro, del déficit, pero quizá no
suficientes como para producir confianza tanto en los españoles como en
los mercados internacionales, una desconfianza que hace que el consumo
interno no acabe de despegar, una desconfianza que hace que los mercados
internacionales nos exijan, como usted sabe, una prima de riesgo de 4
puntos respecto, por ejemplo, de las obligaciones alemanas para
prestarnos dinero, que va a hacer que al final del presente año paguemos
un 18 por ciento más, aproximadamente, en intereses de la Deuda que el
año pasado. Por tanto, ahí tenemos ya un primer ejemplo de cómo está la
credibilidad de los mercados internacionales en cuanto a ese dinero que
se nos presta y que está demandando nuestro sistema económico y el
déficit público que ha estado durante tanto tiempo descontrolado en
nuestro país, por cierto, así como el hecho de que no hay una clara
acentuación de la convergencia nominal y de la convergencia real con
Europa. La situación que vive en esos momentos nuestro país es así, hay
que definirla, de esa forma, lo cual contrasta con la exigencia, que
claramente aparece en el Instituto Monetario Europeo, en cuanto al
cumplimiento profundamente estricto de los criterios de convergencia de
Maastricht, no solamente de aquellos países que vayan a entrar en la
Unión Económica y Monetaria, sino, además, incluso, como ha señalado el
Instituto Monetario Europeo, de los que no vayan a entrar, es decir, del
mantenimiento de una política monetaria no laxa para aquellos países que
tampoco entren en esa Unión Económica y Monetaria, en ese Instituto
Monetario Europeo, en el que, por cierto, en su «staff» hay muy pocos
españoles y, sin embargo, está plagado de alemanes, lo que denota cuál
es la orientación, también desde ese punto de vista, muy alemana del paso
a la Unión Económica y Monetaria.

Ante ello hay una serie de medidas económicas que nuestro país debe poner
en marcha, que deben cumplirse y que, como usted sabe, tienen un carácter
monetario, por un lado, y de reformas estructurales, por otro. En el caso
de lo monetario es algo que le compete a usted muy directamente y tiene
que ver con el tipo de interés básico, que está situado en el 9,25 y que,
sin embargo, no ha bajado, cuando seguramente podría bajar y favorecer
un relanzamiento económico en este momento. Nos gustaría saber cuál es
la posición a ese respecto en cuanto al tipo de interés básico, y también
reformas estructurales de las cuales quiero recordar que hasta ahora la
única que se ha hecho ha sido la del mercado de trabajo, no se han hecho
más.

También me gustaría saber si usted piensa que para que España pueda
cumplir esos criterios de convergencia, habría que hacer esas reformas
estructurales como requisito «sine qua non» para conseguirlo. Me refiero
no solamente al mercado de trabajo, porque se vuelve otra vez a hablar
de que habría que ir más allá todavía en esa reforma del mercado de
trabajo, pero si hay algo de lo que no se puede culpar al mercado de
trabajo en los últimos tiempos es desde luego que sea inflacionista; el
mercado de trabajo no es claramente inflacionista; está creciendo el
coste de la mano de obra por debajo de la inflación, eso es clarísimo;
la moderación salarial ha sido un hecho y al actitud de los sindicatos
en esos aspectos ha sido también un hecho en estos últimos meses. Faltan
otras reformas estructurales como es el caso de la liberalización de
determinados servicios profesionales u otros --el caso de las farmacias,
por ejemplo--, o incluso la transparencia del sistema financiero, que es
algo que también compete directamente al Banco de España.

Sabe usted que en los últimos 30 años hemos tenido nada menos que 50
crisis bancarias en nuestro país. Probablemente el sistema bancario no
ha estado a la altura de las circunstancias y es un asunto que compete
fundamentalmente a la dirección empresarial de ese sistema. En eso
también tiene mucho que decir el Banco de España. Nos gustaría saber si
el Banco de España está en estos momentos examinando medidas para
aumentar la eficiencia del sistema bancario, ya que en este caso el Banco
de España tiene la competencia no solamente sobre la política monetaria,
sino también sobre el control de la banca, un sistema bancario muy
intervenido, y en estos momentos corresponde al Banco de España hablar
de esas medidas estructurales en cuanto al sistema bancario.

Los últimos escándalos financieros, algunos de gran notoriedad, han
puesto de manifiesto que no es precisamente en el mundo bancario en donde
abunda el capital humano empresarial. Estamos en un país en el que,
seguramente por las condiciones de intervención que ha habido en el
régimen anterior, no han proliferado los empresarios emprendedores, y
seguramente éste es uno de los aspectos fundamentales de la parte de
pérdida de eficiencia de nuestro sistema productivo.

Todas estas condiciones contribuyen, sin duda, a que se pueda contestar
esa pregunta que es básica en este momento, y es: ¿Realmente España puede
estar en la Unión Económica y Monetaria en 1999? ¿Puede cumplir esos
criterios de convergencia, o es una ficción el que se persiga esa quimera
del cumplimiento de criterios de convergencia? ¿Realmente usted piensa
que España puede estar? ¿Está en condiciones de estar, o requeriría de
otras medidas, algunas de las cuales se han señalado, para poder cumplir
ese objetivo de estar en ese núcleo de la Unión Económica y Monetaria?
Desde luego es claro que no estar en ese núcleo significará para España
un coste de credibilidad evidente. Esa es una cosa que está clara. Pero,
si no se consiguiera estar en ese núcleo, ¿qué consecuencias tendría para
España? ¿Podría considerarse que quien no esté en ese núcleo podría
quedar descolgado y cada vez más en divergencia respecto de la deriva de
los estados que ingresen en esa Unión Económica y Monetaria? Nos gustaría
que nos respondiera el Gobernador del Banco de España, que nos diera su
opinión a ese respecto, en un clima en que se está cuestionando el tipo
de transición a la Unidad Económica y Monetaria, sobre la cual también
nos gustaría que respondiera el señor Gobernador del Banco de España.

¿Qué piensa de ese cuestionamiento que se está produciendo en estos
momentos de este tipo de transición? Algún miembro del Bundesbank incluso
ha puesto en cuestión el que se pueda llegar a



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esa Unión Económica y Monetaria, e incluso se ha hablado de la necesidad
de un pacto de estabilidad con criterios muchísimo más duros todavía que
los expresados en Maastricht.

También nos gustaría saber de labios del Gobernador del Banco de España
qué opina sobre las posibilidades de que prosperen esas posiciones
todavía más duras en cuanto a las exigencias de convergencia.

Por último, alguna pregunta más al señor Gobernador del Banco de España
relativa a la convergencia real. ¿Cuál es la perspectiva en estos
momentos del crecimiento de la inversión --él piensa que existe en
nuestro país-- y de la posibilidad de aceleración del crecimiento, en un
momento en el que parece que se está desacelerando el crecimiento en
Europa? ¿Cuáles son esas posibilidades, que también contribuyen a
responder a esa pregunta de si España va a poder estar o no en ese núcleo
de la Unión Económica y Monetaria, es decir, de si va a ingresar en una
Unión de la que depende en muy buena medida toda nuestra estructura
económica? ¿Va a poder España realmente estar? ¿Con qué política
presupuestaria, en un presupuesto en el que, como también sabe, el 75 por
ciento aproximadamente del gasto está comprometido?
Por último, ¿es posible que se llegue a esa Unión? Le pedimos una
apreciación claramente política. ¿Realmente es posible llegar a esa Unión
y que se mantenga sin una simultaneidad en el progreso de la Unión
política, sin una simultaneidad en el progreso de la dimensión social,
de la cohesión social en Europa? ¿Es posible crear un mundo monetario
aparte, que no tenga nada que ver con el progreso en la cohesión social,
que es el fundamento de la Unión política europea? Probablemente eso no
será posible desde nuestro punto de vista. En este sentido creemos que
sería muy importante que se decidiese en el Consejo Europeo de diciembre
un aumento sustancial del Fondo Europeo de Inversión, que es algo que ha
quedado inédito en el llamado Libro Blanco de Delors.

También nos gustaría saber la opinión del Gobernador del Banco de España
sobre esa necesidad del aumento del Fondo Europeo de Inversión, sin la
cual probablemente España y otros países mediterráneos podrían quedar
claramente desvinculados de la Unión Económica y Monetaria.




La señora PRESIDENTA: Señorías, en ocasiones la expresión «por último»
les aseguro que no es más que una coletilla, porque la verdad es que esta
mañana están queriendo ser todos ustedes realmente exhaustivos en sus
preguntas al señor Gobernador del Banco de España.

Tiene la palabra por el Grupo Socialista don Antonio Costa.




El señor COSTA COSTA: Señor Gobernador.

Señor Gobernador, quiero, en primer lugar, agradecer su comparecencia en
esta Comisión Mixta para la Unión Europea y sus explicaciones sobre la
Unión Monetaria.

La Unión Monetaria es verdad que desde hace algún tiempo viene centrando
básicamente todos los debates económicos en España y en el conjunto de
Europa, y lo viene haciendo porque se acerca la necesidad de dar
cumplimiento a los criterios fijados en el Tratado de Maastricht, y que
son el eje central del debate en círculos políticos, económicos,
monetarios y profesionales del conjunto de los países que conforman la
Unión Europea.

La Unión Monetaria es, sin duda, uno de los elementos esenciales para
culminar el mercado único y dar seguridad y estabilidad a los diferentes
operadores económicos internos y externos de la Unión Europea. Por ello,
el paso a la moneda única es el camino a seguir para dar plenitud a este
mercado único, pero es verdad también que este camino está lleno de
obstáculos, que se pueden prever y, lo que es más importante, se puede
tener la certidumbre de que todos puedan transitar por este camino, que
se puede llegar a la meta en las condiciones establecidas para la
creación final de esta moneda única. Creemos que sólo desde esta
seguridad los operadores políticos, públicos y privados, establecerán las
reformas necesarias para que la llegada a la moneda única sea en las
mejores condiciones para todos los operadores. En este camino las
instituciones públicas y privadas tienen un papel actor determinante,
cada uno en su ámbito.

Hoy el Gobernador del Banco de España nos ha dado una explicación sobre
el papel de una institución central para el fin de la moneda única: el
Banco de España. Efectivamente, en el Tratado de la Unión Europea hay dos
instituciones, el Ecofin, el Consejo de Economía y Finanzas, y el Sistema
Europeo de Bancos Centrales, o Banco Central Europeo, que desde las
orientaciones generales sobre la economía y la política monetaria y de
precios, respectivamente, están llamadas a tener una gran responsabilidad
en la consecución del éxito de la Unión Monetaria. El Gobernador del
Banco de España nos ha explicado hoy claramente las diferentes etapas que
se tienen que seguir para llegar al final del camino con coherencia y con
eficacia, desde la toma de la decisión por parte del Consejo Europeo, de
conformidad con los artículos 109 J y 109 L, hasta el último paso que
sería la generalización de la utilización de la moneda única como sistema
de pago en el conjunto de la Unión Europea. Esas explicaciones han sido
de gran utilidad, han sido una información valiosa que nosotros
agradecemos especialmente.

Una vez llegados al final de este proceso habremos, sin duda, conseguido
efectos importantes para la economía y para el bienestar de los
ciudadanos y, por tanto, importantes para la consecución de uno de los
objetivos políticos básicos de las instituciones de la Unión Europea, que
es la creación de empleo.

Pero me gustaría alumbrar los efectos que puede tener la creación de la
moneda única con un ejemplo ya utilizado en algunos de los estudios
previos a la implantación de esta moneda. Si un ciudadano europeo pasa
las fronteras de los quince países de la Unión con un billete de mil
pesetas y va cambiando este billete en cada una de las monedas de cambio
de estos países, llega al final, sin haber gastado un solo céntimo, con
500 pesetas en el bolsillo. Creo que este ejemplo tan simple nos sirve
para explicar las virtudes que la Unión Monetaria tiene tanto en el «sí»
de la Unión Europea, el intercambio entre países del mercado único, como
de éstos con los mercados externos de la Unión. Las potencialidades



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que la implantación de la Unión Monetaria genera, por tanto, las
certidumbres, las seguridades, la estabilidad en las empresas y las
nuevas capacidades que genera dentro de la Unión. Pero es verdad que
llegados a este punto nos debemos preguntar si cada uno de los
importantes y numerosos pasos que hay que dar para alcanzar esta moneda
única están siendo analizados, si se están tomando las medidas adecuadas
por cada una de las instituciones y de los operadores públicos y privados
para hacerlo realidad.

De las explicaciones que el Gobernador del Banco de España nos ha dado
hoy en esta Comisión podemos deducir que se está en un proceso de
análisis serio y riguroso de prever cuáles son los problemas que pueden
surgir en cada uno de los ámbitos para llegar a la aplicación de esta
moneda, pero es verdad también que no sólo del Banco de España depende
el éxito final de esta operación y que hay condicionantes políticos
importantísimos para llegar al final de la misma y que la opinión del
Gobernador del Banco de España sobre éstos es, sin duda, importante y
digna de tener en cuenta.

Por ello, quisiera hacer referencia a unos cuantos puntos concretos --y
no quiero reiterar los que se han dicho aquí, alguno de los cuales
también nos preocupan-- sobre los que nos gustaría conocer su opinión.

En primer lugar, la capacidad de España para cumplir las condiciones
previstas en el Tratado de la Unión Europea para acceder a la moneda
única. En este sentido, nosotros quisiéramos decir que la sensación que
tenemos, nuestra opinión, es que estamos en los dos últimos años en una
política de rigor presupuestario que está atendiendo básicamente, y diría
que con un grado de cumplimiento notable, a lo previsto en el programa
de convergencia, que es el instrumento que nuestro país se ha dado para
llegar a la Unión Monetaria y, por tanto, el elemento sobre el cual
deberíamos poder analizar el grado de acercamiento a los criterios
establecidos por el Tratado de Maastricht.

Dicho esto quisiera, en primer lugar, felicitarme por la postura de otros
grupos, que han permanecido un tanto errantes en el tiempo y parece que
en los últimos meses han tomado una opción clara para que España esté
desde el primer momento en la Unión Monetaria Europea. Creo que la Cámara
se debe felicitar de ello. Se tiene que felicitar porque esta
circunstancia no sea sólo una cuestión de discursos políticos, sino de
coherencia en las acciones y en los hechos donde estos grupos tienen
responsabilidad de gobierno. Sería una gran noticia que el Partido
Popular restringiera de verdad el gasto allí donde tiene responsabilidad,
que hubiera apoyado una política presupuestaria que contribuiría, sin
duda, a cumplir los criterios de convergencia, cosa que no ha pasado,
pero, en cualquier caso, es una buena noticia que el Partido Popular nos
diga hoy en esta Cámara que está dispuesto a que se cumplan esas
condiciones y, por tanto, a tomar las medidas allá donde tenga
responsabilidad para que estemos en la Unión Económica y Monetaria.

En segundo lugar quiero hacer una reflexión sobre las incertidumbres de
si se va a llegar no a la Unión Monetaria, sino a analizar el
cumplimiento por los diferentes países de las condiciones para estar en
la Unión Económica y Monetaria, es decir, si se va a mantener el
calendario y las condiciones trazadas en Maastricht o si esto va a ser
finalmente una decisión básicamente política, en donde se van a quedar
al margen las grandes cifras macroeconómicas, la convergencia nominal.

La reflexión es que hay países de la Unión Europea que gozan de monedas
fuertes y que sus opiniones públicas están muy sensibilizadas en la
pérdida de estabilidad de estas monedas. Sin los criterios establecidos
en Maastricht es evidente que correrían riesgos notables las monedas más
estables de la Unión Europea si se pasara a la Unión Monetaria Europea
y, por tanto, no es que sea una cuestión opinable o fruto de una decisión
política, es que estos criterios son los mínimos establecidos para poder
pertenecer a la Unión Europea y entendemos que, en cualquier caso, fuera
condición o no, se deberían cumplir para dar paso a una economía sana en
todos los países de la Unión Europea.

En tercer lugar, las dinámicas de integración. Hay países que quieren
pertenecer a la Unión Monetaria, que han mostrado su voluntad, y hay
otros países que a lo mejor quieren estar y no van a poder cumplir las
condiciones. Efectivamente, ahí tiene una gran importancia la relación
entre los países que forman parte de la Unión Económica y Monetaria y los
países que se queden fuera de este círculo, así como las políticas a
aplicar para que los países que se queden fuera y que quieran estar en
la Unión Monetaria puedan acceder a ella en cualquier momento en el que
cumplan las condiciones establecidas en el Tratado de la Unión Europea
y no otras que se puedan dar en el camino ya de los países que estén
dentro de la Unión Monetaria. Esta es una preocupación que nosotros
tenemos y quisiéramos diferenciar claramente respecto de aquellos países
que pudiendo estar cumpliendo las condiciones de la Unión Monetaria, no
quieren estar y que puede haber alguno en el momento de iniciarse las
primeras decisiones de la tercera fase de la Unión Monetaria.

Finalmente, dos cuestiones más. ¿Con cuántos países cree usted que se
puede dar paso a la Unión Monetaria? Es decir, ¿con cuántos países se
alcanzaría una masa crítica suficiente de intercambio económico en ecus
para garantizar la viabilidad y la estabilidad de la Unión Monetaria?
Por último, una pregunta que tiene más que ver con la política, una
respuesta, sin duda, será de gran utilidad, que se refiere a alguna de
las afirmaciones y opiniones que he emitido antes. ¿Qué efectos positivos
puede tener la unión monetaria sobre el mercado único y, por ello, sobre
el empleo y el bienestar de los ciudadanos de la Unión Europea?



La señora PRESIDENTA: Para responder a todas las preguntas de sus
señorías, tiene la palabra don Luis Angel Rojo.




El señor GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA (Rojo Duque): Como saben SS. SS.,
el proyecto de unión económica y monetaria surge en la segunda parte de
los años ochenta, en un momento en el que se registra una notoria
aceleración en el proceso de integración comunitaria; período que, por
otra parte, coincide aproximadamente



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con el ingreso de España en la Comunidad. Eran unos tiempos distintos de
los actuales; eran unos tiempos en los que Alemania, actor fundamental
en el proyecto de unión monetaria, venía desarrollando una política
atrevida hacia los países del Este; trataba de lograr unas relaciones
económicas y culturales crecientes con el Este, que quería compensar con
un reforzamiento del proceso de integración europea donde Alemania,
obviamente, tenía que ocupar una posición central. Para conseguir ese
mayor grado de integración de Europa occidental en torno al proyecto
comunitario, Alemania estaba dispuesta a poner sobre la mesa lo que era
su máximo activo económico: el marco. Una moneda que había adquirido una
notoria estabilidad y fortaleza como consecuencia de las políticas
desarrolladas por el Bundesbank desde el año 1948, pero, además, como
consecuencia del comportamiento general de la sociedad alemana que, como
saben ustedes, otorga unos altísimos costes a la inflación.

A medida que fueron modificándose las circunstancias políticas en Europa,
especialmente a partir de lo que denominamos simbólicamente la caída del
muro, claramente las circunstancias europeas cambiaron, y cambiaron
también los condicionamientos de las distintas políticas, entre ellos de
la política alemana. Se hizo cada vez más evidente que el hecho de haber
puesto sobre la mesa el marco, el activo económico fundamental en opinión
de la población alemana, tenía que ir acompañado de un conjunto de
exigencias que garantizaran que ese proyecto de unión monetaria no iba
a perjudicar la estabilidad monetaria alemana. Por consiguiente, ya desde
el período de negociación del Tratado de Maastricht, al principios de los
años ochenta, se observó por parte alemana una decisión de introducir
criterios relativamente rigurosos que asegurasen que esa unión monetaria
iba a ser un proyecto dotado de alta estabilidad. Si en este momento no
fuéramos europeos, si no estuviera implicado nuestro país en el proceso,
si estuviéramos viéndolo desde lejos, tendríamos que concluir que el
proyecto de unión monetaria es de una gran importancia, pero, al mismo
tiempo, es un proyecto con muchísimos riesgos en el sentido de que, una
vez constituida la unión monetaria, si fracasara por la generación de
factores de inestabilidad, realmente el coste de ese fracaso sería
elevadísimo, pero lo sería especialmente para aquellos países que se
incorporarán en su día a la Unión desde una situación de notoria
estabilidad monetaria, y ningún caso es más relevante que el alemán.

Por consiguiente, es perfectamente lógico que Alemania, con el paso del
tiempo y a medida que se acerca la creación del proyecto de unión
monetaria, vaya introduciendo elementos de mayor disciplina, porque
auténticamente existe un gran temor en la sociedad alemana de que el
resultado final del proyecto de unión monetaria, si no se han tomado las
precauciones adecuadas, se caracterice por elementos de inestabilidad que
en último término podrían dar al traste con la totalidad de la idea y del
proyecto.

Efectivamente, en el último período se ha observado un mayor rigor por
parte de Alemania en cuanto a la exigencia, la interpretación, etcétera,
de los criterios de convergencia establecidos en Maastricht.

Independientemente de otras consideraciones, esto está determinado de un
modo evidente por el hecho de que, como saben ustedes, las últimas
encuestas --abundantes encuestas, todas ellas muy coherentes entre sí--
realizadas en Alemania muestran que aproximadamente dos tercios de su
población tienen profundas reservas respecto de la unión monetaria o, lo
que es lo mismo, profundas reservas respecto de hacer dejación de su
activo económico fundamental, el marco. Por consiguiente, desde hace
algún tiempo, Alemania viene insistiendo en que los criterios de
convergencia tienen que exigirse con rigor e interpretarse, además, de
un modo relativamente restrictivo. ¿Es esto poco razonable? ¿Puede
considerarse como una argucia política? Creo que no. Creo que es verdad
que el proyecto de unión monetaria exige unas seguridades de estabilidad,
especialmente cuando se accede desde un país con altísima estabilidad.

Por consiguiente, es normal que se exija rigor en los criterios de
convergencia que van a ser utilizados para elegir los países que van a
formar parte de la unión monetaria. Creo que es así.

Yo soy muy escéptico respecto de la posición mantenida por algunos según
la cual a última hora, en el último minuto, la negociación política
llevará a un relajamiento de los criterios. Creo que eso no va a suceder.

Puede que sí, pero yo no lo creo. En todo caso, hay que estar preparados
para que eso no suceda. Por consiguiente, nos tendremos que enfrentar con
el problema desde la perspectiva de una aplicación rigurosa de los
criterios, en lo que yo pienso que los países con alta estabilidad van
a insistir de modo creciente.

Los criterios de convergencia establecidos en el Tratado de Maastricht
tienen elementos de ambigüedad notables, porque fijarlos en unos términos
muy estrictos estaba más allá de los trabajos de una comisión que era muy
amplia, donde realmente se estaba hablando de temas que en aquel momento
todavía no se habían meditado lo suficiente, etcétera. Por tanto, en los
criterios de Maastricht hay elementos de ambigüedad que exigen
interpretación.

El hecho de que los criterios se apliquen de modo riguroso --como yo creo
que se va a hacer-- no quiere decir que sean interpretados de un modo
exagerado, como algunos quieren. Hay quienes dicen que se toman las
desviaciones hasta un punto y medio, como máximo, respecto de los tres
países con menos inflación en el área. Hay quien dice: como máximo, hasta
tres países, pues tomemos el país con inflación más baja. Creo que no es
ésa la interpretación adecuada, porque quienes elaboraron y quienes
firmaron el Tratado de Maastricht tenían en la cabeza una interpretación,
por así decirlo, normal, vulgar --como quieran ustedes llamarla-- de lo
que los criterios significaban. Y esa interpretación normal, vulgar, de
los criterios, que es la que estaba en la cabeza, como digo, de quienes
habían elaborado el tratado y de quienes lo habían firmado, debe ser la
adecuada. Por otra parte, los criterios deben aplicarse de modo uniforme
y no deben hacerse interpretaciones que carguen más en unos y traten de
suavizar otros. Por el contrario, creo que la interpretación debe ser
razonable y uniforme para todos los criterios. De modo que es fundamental
que en la selección de los países no se generen agravios



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ni discriminaciones, que la selección de los países no sea ocasión para
la introducción de elementos divisorios entre los países de la Unión.

Dicho todo esto en cuanto al cuidado que hay que tener en la aplicación
de los criterios, creo que ésta debe ser rigurosa para que la Unión pueda
funcionar bien en su día. Además, va a serlo, y yo creo que no va a haber
una laxitud final como consecuencia de la negociación política. Los
criterios tienen que ser aplicados de acuerdo con las cifras de los años
1996 y 1997 y, además, naturalmente, de modo que pueda pensarse en que
van a seguir cumpliéndose no en los años 1996 y 1997, sino también en los
años siguientes. Supongan ustedes que hubiera un país con un déficit
público básico importante y que en el año 1997 lograra situar ese déficit
por debajo del tres por ciento mediante una masiva privatización. Es
evidente que eso no es cumplir adecuadamente el criterio fiscal, porque
al año siguiente o a los dos años vuelve a aparecer el déficit. Y esto
lo digo a humo de pajas, porque se ha sugerido por parte de algún país
que pueda hacerse una cosa parecida. No me estoy refiriendo a España,
naturalmente, sino a otros países. Hay que procurar, desde el punto de
vista de quienes apliquen los criterios, que las cosas impliquen una
cierta estabilidad continuada en los países que van a ser seleccionados.

Aparte de esto, una vez constituida la Unión, es absolutamente preciso
que se mantengan los criterios de estabilidad y que, además, la misma se
refuerce allí donde en aquel momento pueden surgir las perturbaciones,
que es el ámbito fiscal, porque el ámbito monetario, en principio, no
tendrá dificultades ya que va a estar sometido a una política monetaria
común, única, dirigida por parte del banco central. Sin embargo,
ciertamente pueden surgir elementos de inestabilidad como consecuencia
del desarrollo de desequilibrios fiscales en uno u otro país de la Unión;
unos desequilibrios que los países protagonistas del proyecto están
dispuestos a suprimir, a impedir que surjan. Es cierto que hay un
acuerdo, recogido en el Tratado de Maastricht, de no bailout, es decir,
que ningún país de la Unión va a surgir como garante, en último término
pagano, de los déficit excesivos que hayan surgido en otros países.

También es cierto que los mercados privados impondrán unos determinados
castigos a los países que incurran en fuertes desequilibrios fiscales.

Lo que sucede es que ese rigor de los mercados se va a expresar,
básicamente, en los tipos de interés. No hay que pensar que los tipos de
interés para las emisiones de deuda en los distintos países, dentro de
la unión monetaria, van a ser uniformes, en absoluto. Aquel país que
tenga mayores déficit fiscales tendrá que seguir pagando premios a los
mercados para que éstos compren la deuda pública. Pero esos mayores tipos
de interés, con toda seguridad, no van a ser un elemento de desaliento
suficiente como para que no puedan desarrollarse desequilibrios fiscales
importantes.

Por consiguiente, creo que es altísimamente probable, prácticamente
seguro, que saldrá adelante esta idea de que existe la necesidad de que
haya un acuerdo adicional por el cual, para los países que se han
incorporado a la unión monetaria, existan restricciones adicionales en
el ámbito fiscal. Que luego ese proyecto corresponda a lo que ha sido
esta primera propuesta alemana es otra cosa. Los alemanes han lanzado una
propuesta muy dura, que supongo que será objeto de discusión, y ya
veremos lo que sale, pero que va a salir algo en ese sentido creo que es
seguro. Y lo único que se puede esperar es que la disciplina fiscal
derivada de ese acuerdo, que es necesaria en mi opinión, para que la
Unión Monetaria pueda funcionar tiene que ser compatible con una cierta
flexibilidad porque, ciertamente, como alguno de ustedes ha sugerido, en
el futuro, durante el período de existencia de la unión monetaria, pueden
surgir crisis, problemas, etcétera. Pueden surgir problemas en el Este
--que afectarían especialmente a Alemania, por cierto--; pueden surgir
problemas de índole muy variada que afecten a los distintos países de la
Unión de modo asimétrico, más a unos que a otros. Por consiguiente, como
ya no hay política monetaria nacional porque existe una política
monetaria común, como no hay posibilidades de recurrir al tipo de cambio
porque los tipos de cambio han desaparecido entre las monedas
comunitarias y a través de la moneda común respecto del resto del mundo,
ciertamente la palanca fiscal es importante. Es fundamental que no se
abuse de esa palanca fiscal, pero es también fundamental que exista una
cierta flexibilidad fiscal para cuando surjan esos determinados casos.

Finalmente, yo creo que es muy importante que durante ese período de
hasta tres años --que, como he tratado de describir antes, va desde el
momento inicial de constitución de la unión monetaria hasta que empiezan
a emitirse billetes en ecus para sustituir a los billetes nacionales--,
que es obviamente demasiado largo, es evidente que hay que tratar de
conseguir combatir los factores de inestabilidad e incertidumbre que sin
duda pueden surgir. Pueden surgir porque puede haber perturbaciones, o
pueden surgir simplemente porque determinados países, por las razones que
sean --que serán fundamentalmente fiscales--, empiecen a ser puestos en
cuestión respecto de su capacidad de aguantar dentro de la unión
monetaria. En ese caso no habrá un fracaso colectivo de la unión
monetaria, pero sí habrá una posible salida de países durante esos tres
años en los que todavía no hay una moneda única en el sentido estricto,
lo que puede dar lugar a toda clase de perturbaciones en las expectativas
de los mercados. Fíjense ustedes que si retrocedemos a épocas históricas,
cuando en una buena parte de Europa existía un sistema patrón, oro, un
país como Italia, por ejemplo, entró y salió del patrón oro varias veces.

Ahora salir de la unión monetaria es mucho más difícil que entonces,
genera unas perturbaciones muchísimo mayores, pero, en definitiva, un
país puede siempre salir de la unión monetaria, y esto es algo que los
mercados van a tener en cuenta. Los mercados pueden generar descuentos
respecto de una determinada moneda mientras esa moneda exista o coexista
con la moneda única, que es lo que sucede durante ese período de hasta
tres años, y eso puede dar lugar a dificultades muy grandes. Por
consiguiente, es absolutamente fundamental --y éste es un problema que
hay que resolver, creo yo-- que existan normas legales y compromisos
comunitarios efectivos, en términos de convertibilidad ilimitada, que
eliminen la incertidumbre de los



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mercados respecto de la posibilidad de que alguna moneda pueda salirse
del sistema o de la Unión, o que los tipos de conversión no resulten
irrevocablemente establecidos. Por consiguiente, ahí también hay un
problema que hay que cuidar, porque es un foco de inestabilidad.

Yo creo que, si el proyecto de unión monetaria se toma en serio, hay que
aceptar que tiene que ser muy rigurosa la aplicación de los criterios de
convergencia, aunque sea dentro de una interpretación razonable, y que
después tiene que haber criterios adicionales estrictos, pero al mismo
tiempo flexibles, para el ámbito fiscal y, finalmente, que para ese
período de hasta tres años tiene que haber unas normas legales y
económicas importantes que eliminen incertidumbres que podrían ser muy
peligrosas. Desde este punto de vista --insisto-- yo creo que no hay que
esperar que los criterios resulten aguados como consecuencia de la
negociación política. Por el contrario, hay que esperar que los criterios
se apliquen estrictamente. Es cierto que cuanto más estricta sea la
aplicación de los criterios menor será el número de países que puedan
incorporarse, por lo menos inicialmente, en el ámbito de la unión
monetaria. Y es perfectamente posible que el número de países disponible
como consecuencia de una insuficiencia generalizada de los criterios de
convergencia no permita alcanzar lo que alguno de ustedes ha denominado
la masa crítica. Esto plantea problemas serios porque, evidentemente, hay
países que tienen que estar inicialmente dentro de la unión monetaria
porque, si no lo estuvieran, la unión monetaria aparecería como un
proyecto fundamentalmente desvirtudado. ¿Va a suceder esto? No se sabe.

El supuesto hasta este momento es que eso no va a suceder. El supuesto
es que, efectivamente, en el año 1998 será posible alcanzar esa masa
crítica. Que suceda así o no se irá viendo con el paso del tiempo y,
seguramente, cuanto antes se vea y se aclaren las cosas, mejor. En este
momento es muy difícil saber qué es lo que va a pasar, pero ciertamente
lo que hay que suponer desde una posición como la nuestra, por ejemplo,
es que en el año 1998 se van a aplicar los criterios y que realmente se
va a constituir la Unión Monetaria. Este tiene que ser nuestro supuesto.

Eso es mucho más importante que hacer muchas conjeturas. Lo importante
es saber cuál es el supuesto de mayor seguridad para España.

A este respecto, y contestando a otras preguntas, tengo que decir, que
yo creo que, una vez constituida la unión monetaria, quedar fuera de la
misma es un problema serio, especialmente si un país se queda fuera no
porque quiere, sino porque no puede incorporarse. Yo creo que esto le
llevaría a ser un país satélite, en el más estricto sentido de la
palabra, que podría ser objeto de fuertes ataques por los mercados, que
han probado que son inquietos, son exigentes, son jueces bastante
implacables y muchas veces bastante arbitrarios respecto de la situación
de los países, y realmente el país que quede fuera de la unión monetaria
está más expuesto a ese tipo de ataques que si se hubiere incorporado,
porque si entra en la unión monetaria esos ataques desaparecen. Creo que
una de las grandes virtudes de la unión monetaria es que reduce
enormemente la exposición a los riesgos de crisis financieras o crisis
cambiarias, en la medida en que las monedas se diluyen en un ámbito mayor
y, por consiguiente, las crisis cambiarias, por definición, son mucho
menores.

¿Qué ocurre si no todos los países entran? Efectivamente, los que no
entran se quedan en una situación bastante delicada. No hay que enfocar
este problema --como lo han hecho algunos países en sus manifestaciones
públicas-- en el sentido de cómo evitar que los países que quedan fuera
disfruten de las ventajas de las devaluaciones. Parece que estamos todos
convencidos de que lo bueno es la estabilidad y estar en la unión
monetaria. Por consiguiente, los que tienen ventajas son los que están
en la unión monetaria; los que están en una posición desventajosa son los
que se quedan fuera. Algunos países han tratado de crear la imagen de que
los que quedan fuera se pueden aprovechar de nosotros. No. Los países que
quedan fuera están en peor situación que los que se han integrado, porque
si estos países están en una situación de ventaja no hagamos la unión
monetaria, puesto que las ventajas están en no pertenecer a la unión
monetaria. Por consiguiente, los países que se quedan fuera no van a
disfrutar de ninguna ventaja respecto de los otros. Los países que se
quedan fuera seguirán teniendo una tarea básica y es que, puesto que no
han entrado en el primer momento, tendrán que seguir tratando de cumplir
los criterios de convergencia. Es fundamental que los criterios de
convergencia que tengan que cumplir sean exactamente los mismos que han
tenido que cumplir los países que han ingresado en el primer momento.

Esto es absolutamente básico.

Es cierto --como decía el señor Montoro-- que hay que pensar en algún
sistema cambiario para esa situación. Este problema es bastante difícil
y todavía no ha sido discutido. Su discusión se va a retrasar seguramente
en el tiempo porque cualquier acuerdo que se tome, convenientemente
filtrada, puede generar unas perturbaciones tremendas en los mercados.

Yo creo que este tema se discutirá más tarde. Evidentemente, respecto al
mecanismo de cambios puede mantenerse un sistema que sea una continuación
del actual o puede pensarse, por otra parte --como algunos proponen--,
que cada país o grupo de países, dependiendo de sus condiciones en
relación con la convergencia, tengan acuerdos por grupos o incluso
individuales con los países de la Unión. Hasta este momento no conozco
que exista una idea dominante al respecto. Todo esto tiene que ser objeto
de muchísima discusión y es --como han señalado algunas de SS. SS.-- un
punto verdaderamente importante.

Tampoco se puede contar con que vaya a haber un reforzamiento de la
llamada política de cohesión, es decir la política de transferencias,
entre los países de la Unión y los que queden fuera de la Unión. Yo creo
que esto no va a suceder. Como han señalado en alguna ocasión en sus
intervenciones, la ampliación de la Unión va a dar entrada en la misma
a un conjunto de países del este de Europa en unas condiciones económicas
muy difíciles y, de hecho, el coste que eso va a representar para la
Comunidad va a ser muy grande. La resistencia a ampliar cualesquiera
transferencias hacia países situados en mejor condición relativa va a
ser, en mi opinión, enorme. En el caso de España, no sé si conseguiremos
que nuestra contribución a la Comunidad



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no sea positiva, es decir, que no aportemos más que lo que recibamos.

Pero pensar que se pueden obtener fondos de cohesión creo que es algo muy
difícil, algo con lo que no deberían ustedes contar en sus hipótesis y
conjeturas porque es muy complicado.

Uno de los problemas, muy importante, que está planteado en este momento
es el tema de que las tasas de paro, en general, en Europa son altas, en
muchos casos muy altas y en algunos casos extremadamente altas. En
principio esto es algo que parece un obstáculo respecto de las políticas
de convergencia. A medio plazo no es verdad, con seguridad. Es decir, las
políticas de convergencia, como alguno de ustedes ha señalado, no son
distintas de las políticas que este país tendría que seguir para asegurar
un desarrollo económico estable a medio y largo plazo; no lo son. Pero,
en el corto plazo, si las políticas de convergencia se aplican por todos
los países a la vez para reducir, por ejemplo, el déficit fiscal, pueden
tener efectos contractivos. Hay quien piensa que no, que sólo los tendrán
si las reducciones de los déficit se hacen despacio, pero si se hicieran
bruscamente las economías saltarían. Sobre los saltos de las economías
no se puede estar nunca muy seguro, de modo que no sé si es así o no. En
definitiva, es verdad que hay un problema que lleva a algunos países a
dudar entre las políticas de empleo, las políticas de convergencia, pero,
a medio y largo plazo, el interés de los países por políticas más
estables me parece que coincide con el interés por mantener tasas de
crecimiento más altas y ritmos de generación de empleo más vivos que en
el pasado.

Todos ustedes han ido a confluir en la misma pregunta: qué piensa el
Banco de España respecto de la política de convergencia española, de la
posibilidad de éxito, etcétera. La verdad es que ser abiertamente
optimista sería decir algo que ninguno de ustedes encontraría del menor
interés, pero me niego a ser pesimista en este tema. Me niego a
considerar que estamos ya en unos términos tales que tenemos el destino
en contra y no se puede hacer nada. Por el contrario, creo que estamos
en una situación obviamente difícil, y no hace falta subrayarlo porque
basta ver las cifras de los parámetros relevantes y dónde está el objeto
de convergencia, pero no creo que sea imposible llegar a una situación
en la que se alcance a tiempo los valores de los correspondientes
parámetros de modo que sea posible que España entre en una primera fase.

Me niego a aceptar que este país tenga todo comprometido. No es verdad.

¿Que hay un porcentaje importante del presupuesto comprometido? Sí. Y
otra parte que no lo es; y alguna que llamamos comprometida no lo es si
se adoptan medidas adecuadas. No creo que debamos tener ninguna posición
derrotista al respecto. Por el contrario, lo que España tiene que hacer
es ver el tiempo que nos queda y los ritmos a los que tenemos que aplicar
los procesos correspondientes que en muchos casos consisten en reformas.

Reformas que no son dramáticas en general, pero comprendo que muchas
veces son políticamente muy difíciles. Esto sí lo entiendo perfectamente,
pero las reformas no son tan dramáticas ni son imposibles, y no está
excluido que puedan dar lugar a unas situaciones razonables de corrección
de las diferencias que nos separan con los valores adecuados de los
criterios de convergencia. De modo que yo me niego a ser pesimista en
este tema, aunque tampoco voy a ser optimista y les vaya a decir a
ustedes que todo va a ir bien, porque eso sería por mi parte simplemente
una tontería.

Voy a contestar ahora a preguntas más concretas y si alguno de ustedes
ve que no he respondido a alguna de las que me han hecho, por favor
díganmelo y me enmendaré inmediatamente.

El señor Mardones me ha formulado una serie de preguntas que yo comprendo
que cuando uno no está en este tema de la Unión Europea son confusas;
pero, en fin, voy a tratar de aclarárselas.

En primer lugar, una vez constituida la Unión Monetaria, sólo hay un
banco central europeo y un banco emisor, pero el banco central europeo
constituye con los bancos nacionales lo que se llama el Sistema Europeo
de Bancos Centrales. Cada banco nacional seguirá en el proceso material
de emitir los billetes, pues por razones puramente geográficas, por así
decirlo, éste es un tema descentralizado; ahora bien, sucederá que en
cada país circularán billetes, que serán idénticos, emitidos por el banco
central europeo, pero que han sido fabricados y puestos en circulación
por los distintos bancos nacionales. Sólo se advertirá el origen porque
pondrá en letra muy pequeñita Banco de Grecia, Banco de España, Banco de
Italia, etcétera, pero por lo demás serán idénticos. En un país de mucho
turismo como España, seguramente nos encontraremos con que una parte
importante de los billetes que circulan procede de billetes puestos en
circulación en otros países que nos traerán los turistas. Esto es así.

Sobre el tema de la cesión de reservas, está establecido en el Tratado
que los diferentes bancos centrales miembros de la Unión ceden una parte
de sus reservas, en porcentaje todavía no determinado, al banco central
europeo y se constituye una masa muy importante de maniobra con cargo a
la cual se hacen las intervenciones. ¿Cuáles son las reservas que se
ceden? Distingamos entre oro y divisas. Todos nuestros bancos centrales
tienen sus reservas básicamente en dólares y, en segundo lugar, en
marcos. Entonces las cesiones serán en dólares, también se cederá en
yenes, en dólares canadienses, etcétera, pero ante todo será en dólares,
que constituye el porcentaje más importante de las reservas en divisas
de los bancos centrales.

Se plantea el tema de que algunos bancos centrales tienen mucho oro, por
ejemplo Francia o Bélgica. España tiene oro, pero en un porcentaje menor
de las reservas que Francia, que siempre ha sido un país con grandes
reservas de oro. El tema está en que si un banco le pasa saldos en
dólares al banco central europeo, éste lo rentabiliza porque,
naturalmente, los dólares no los tiene el banco central en billetes; los
tiene en depósitos rentables en bancos, en letras del Tesoro americano,
etcétera. Todo eso son activos rentables, no de mucha rentabilidad,
porque los bancos centrales tienen que ser conservadores en el
mantenimiento de las reservas, pero activos rentables. El oro, por el
contrario, no tiene la menor rentabilidad; al oro no se le saca la menor
rentabilidad; por consiguiente, hay que determinar qué proporción se va
a permitir que represente el oro respecto de la aportación de divisas,
porque de lo contrario



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habría países que, aportando mucho oro, aportarían mucho activo digamos
estéril, en el viejo sentido keynesiano. Este es un tema a discutir. Lo
que se aporta básicamente son divisas en terceras monedas,
fundamentalmente dólares y son cantidades colocadas en activos rentables
exteriores. Esto es lo que se aporta al banco central para que
intervenga.

Una vez que se crea la Unión Monetaria, el día 1.º de enero del año 1999,
en su caso, se fijan los tipos de conversión entre las monedas; es decir,
los tipos que indican la relación que se establece entre las monedas y
entre ellas y el ecu o el nombre que tenga la moneda europea común.

Además, esos tipos de conversión son irrevocables, teóricamente son para
la eternidad, pero no tanto porque al cabo de unos tres años las monedas
nacionales desaparecen; en consecuencia, esos tipos de conversión pierden
todo el sentido porque ya sólo queda la moneda europea. Lo que no hay
durante ese período de tres años y medio son tipos de cambio, ya no hay
tipos de cambio entre esas monedas. Entre esas monedas hay tipos de
conversión, pero no tipos de cambio; y a efectos del mercado cambiario
mundial aquello en lo que interviene el banco central europeo es en ecus,
no es en monedas nacionales, sino en ecus, y lo que defiende es el valor
del ecu frente al dólar o frente al yen, etcétera.

¿Quién establece los criterios de convergencia? Los criterios de
convergencia ya están establecidos en el Tratado de Maastricht; el
problema es la interpretación. La interpretación corresponde a la
Comisión, que tiene que hacer una serie de estudios preparatorios; al
Instituto monetario europeo, que tiene que informar también; al Ecofin
y, finalmente, al Consejo Europeo. En definitiva, hay una subida desde
niveles técnicos, que hacen unos informes, hasta el nivel político en que
los criterios se discuten y, de acuerdo con ellos, se seleccionan los
países que cumplen y los países que no los cumplen.

Otra pregunta que me ha hecho es la siguiente: ¿la entrada en la Unión
Monetaria significa que las cotizaciones bursátiles se expresan en ecus?
En el período de hasta tres años, en que todavía coexiste la moneda
europea y las monedas nacionales, ¿qué va a suceder? Inicialmente las
cotizaciones estarán expresadas claramente en las monedas nacionales. Se
planteará primero el problema de qué se hace con la deuda pública. Este
no es un tema del ámbito exclusivo del Instituto monetario europeo, pero
sí es un tema en el cual el Instituto monetario europeo considera que
debe ofrecer consejo a los gobiernos. El consejo del Instituto monetario
europeo es que, una vez que se inicie y se haya constituido la unión
monetaria, las nuevas emisiones por parte de los gobiernos comiencen a
hacerse en ecus, especialmente aquellas que tengan un vencimiento
posterior a tres años. Por ejemplo, da igual que las letras del Tesoro
que se emitan a seis meses o a un año, dentro del período de tres años,
se hagan en ecus o en moneda nacional, pero aquellas que tienen un plazo
de vencimiento que ya nos lleva a un período en el cual sólo hay moneda
europea, en este caso el Instituto monetario europeo aconseja que desde
el principio esas emisiones se hagan en ecus. También aconseja que en el
caso de emisiones que tengan un vencimiento largo, más allá de los tres
o los tres años y medio, aunque sean emisiones hechas con anterioridad,
se redenominen en ecus, incluso en algún momento del período de los tres
años y medio, aun aceptando que algunos detentadores de esa deuda pueden
empeñarse en que quieren seguir teniendo la deuda en pesetas, en marcos
o en francos. En ese caso, hay que respetar las preferencias de los
detentadores: Las reconversiones se harán por emisiones y una emisión
grande tendrá un gran tramo redenominado y un pequeño tramo no
redenominado, y ese pequeño tramo se negociará en un pequeño corro
bursátil, mientras que la gran masa de esa emisión se negociará, en el
caso de España, en el mercado de deuda anotada correspondiente con
expresión en ecus.

El señor López Garrido ha hecho algunas preguntas, a las que en parte ya
he respondido, pero, ciertamente, hay algunas referencias suyas al Banco
de España sobre las cuales me interesaría hacer algunas precisiones. Una
--aunque seguramente no es muy importante, la hago al principio para que
no se me olvide-- es que en el «staff» del EMI en este momento hay ocho
economistas y, además, es español el jefe de la división jurídica. El
número de personas que en este momento tiene el Instituto monetario
europeo es de aproximadamente 150, pero eso no es el «staff» técnico, y,
naturalmente, hay personal administrativo que es mayoritario. El «staff»
técnico es más pequeño.

Es cierto lo que usted dice de que hay países que hablan inglés porque
son nativos o porque tienen muy buen conocimiento de idiomas y, además,
son países habituados a estar siempre en los organismos internacionales.

Probablemente los alemanes, los holandeses, etcétera, tienen una posición
relativamente más importante.

Nosotros hemos hecho todo lo posible por tener bastante personal en el
«staff». He de decir que las cosas son difíciles. Primero, porque
realmente se exige un conocimiento al menos del inglés que,
desgraciadamente, en este país todavía lo tienen pocas personas. En
segundo lugar, porque este país, aunque nos quejamos continuamente de él,
debe ser muy agradable, porque nadie se quiere marchar de él.

Evidentemente no vamos a mandar a ningún empleado o funcionario mediocre
a estos sitios, tenemos que mandar a gente muy buena y no hay forma de
que se quieran marchar. Además, si me perdona la Presidenta, tenemos otro
problema. Yo estoy absolutamente encantado de que todas las esposas
trabajen, pero esto introduce un tremendo elemento adicional de
dificultad, porque te dicen, por ejemplo, que su mujer es médico interno
y sólo irán si les buscamos una plaza para su mujer en Frankfurt. ¡Mire
usted, eso ya no quiero! Tenemos muchas dificultades que no son sólo de
absorción por parte de las instituciones correspondientes, sino que
verdaderamente en este país es muy difícil conseguir que las personas se
muevan. Esto es así; no es ser feminista, es una realidad con la que me
encuentro todos los meses.

También quería señalarle que seguramente en este momento no hay ningún
sector más competitivo en España que la banca. La banca viene del sistema
más extraordinariamente regulado que ha tenido en este país, una
regulación que, en los momentos ideales, gloriosos y áureos,



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consistía en que tenían fijados todos los tipos de interés, que para los
que pagaban eran un máximo y para los que cobraban era un mínimo. En esas
condiciones se desarrolló un sistema bancario tremendamente profuso y
dimensionado. ¿Qué hace el Banco de España? El Banco de España ha hecho
lo más que podía hacer: ha liberalizado totalmente el sistema financiero
español en su ámbito bancario. El sistema bancario español está
absolutamente liberalizado. Dice usted que es un sistema muy intervenido.

En absoluto; es un sistema muy poco intervenido. Un reciente informe del
Tribunal de la Competencia, que ha estudiado el tema de la competencia
en el ámbito bancario, ha tenido que concluir diciendo que efectivamente
es uno de los mercados más competitivos del país, y lo es.

El Banco de España lleva una política de supervisión, con normas
prudenciales que no son nunca normas de intervención; son normas
prudenciales. Si usted adquiere tales activos, tiene que mantener tantos
recursos propios; el coeficiente de solvencia es tanto; el coeficiente
de liquidez es tanto. Esas no son medidas de intervención; son medidas
para garantizar la liquidez y la solvencia de las instituciones. Me dice
usted que han quebrado muchísimas. Y yo le digo ¡claro!, es lo que pasa
con los sistemas de altísima regulación cuando la regulación baja. En el
caso español, insisto, el sistema bancario español, en este momento, es
libre en cuanto a las operaciones que las instituciones pueden realizar,
en cuanto a los precios que pueden cargar, en cuanto a las comisiones,
etcétera. Es totalmente libre y lo quiero subrayar.

Me pregunta qué opinión sobre las reformas estructurales. Sabe usted que
a las reformas estructurales yo las llamo introducción de mayores grados
de competencia en la economía, que es de los que se trata y para que no
nos equivoquemos. Yo soy absolutamente partidario de romper todas las
barreras a la competencia, alguna que usted ha citado y otras muchas más.

Estoy totalmente de acuerdo con usted, creo que el avance por el camino
de las reformas estructurales es importante y, además, desde el punto de
vista del Banco de España, adoptar esta posición es responder, por así
decirlo, a los intereses creados, porque realmente una de las
dificultades para bajar la tasa de inflación en España son las rigideces
que derivan de que hay muchísimos sectores sin competencia; por tanto,
bajar la inflación en esas condiciones, es socialmente mucho más costoso.

En consecuencia, para bajar la inflación, que es nuestro cometido
específico, el que este Parlamento nos ha encomendado, naturalmente,
quiero que se reformen esas estructuras, que quiere decir que se aumente
el grado de competencia en muchos mercados que todavía tienen un grado
insuficiente de competencia.

Creo que he respondido a todas las preguntas.




La señora PRESIDENTA: Muchísimas gracias, señor Rojo, y no tenga miedo,
en absoluto, a que sus explicaciones hayan resultado machistas, porque
estamos seguros de que al hablar de los problemas que usted tiene para
incorporar españoles al «staff», evidentemente también se refería a
españolas, en cuyo caso el médico internista estaba claro que podía ser
el marido. Por tanto, no hay ninguna dificultad.

En cualquier caso, queremos agradecerle muy sinceramente su interesante
intervención de esta mañana, porque ha sido muy clara, muy precisa y yo
me atrevería a decir que incluso esperanzadora, ya que nos ha dicho que
aún estamos a tiempo si se ponen los medios adecuados en ritmo y tiempo.

Por tanto, queremos agradecerle su amabilidad y el tiempo que nos ha
dedicado esta mañana. Creemos que sus explicaciones han sido realmente
positivas para todos nosotros. Muchas gracias, señor Gobernador.

Se levanta la sesión.




Eran las dos y treinta minutos de la tarde.