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Notas de prensa

La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, destaca en su intervención en el acto institucional que "la Constitución sirve para aunar voluntades, no para imponer las propias"

06/12/2020
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha pronunciado un discurso ante los representantes de las altas instituciones del Estado y los invitados al acto institucional del Día de la Constitución en el que ha resaltado que "la Constitución sirve para aunar voluntades, no para imponer las propias".

"Señor presidente del Gobierno, señora presidenta del Senado, señores presidentes del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, señoras y señores miembros del Gobierno y presidentes de las Comunidades Autónomas, autoridades, señorías, señoras y señores:

Bienvenidos al Congreso de los Diputados, que para celebrar el Día de la Constitución, cambia hoy sus salas y pasillos por esta Plaza de las Cortes, como tantas personas e instituciones de nuestro país han debido cambiar en estos meses su forma de actuar para mantener sus proyectos y sus vidas en el contexto de la pandemia.

Celebrar este acto expresa nuestra voluntad compartida de resistencia frente a la crisis y de continuidad en el ejercicio de nuestros derechos, funciones y actividades.

Expresa así mismo la necesidad de encontrar momentos de reflexión conjunta sobre lo que nos une y nos identifica como sociedad para poder después convertir nuestros valores y compromisos compartidos en acuerdos y acciones. 

En las dificultades, incertidumbres y dudas que genera una crisis como la que vivimos, creo especialmente necesario recordar ese sustrato de valores comunes y la responsabilidad que de él se deriva para cada uno de nosotros.

Los cambios en la celebración de este día son insignificantes en relación con los que han experimentado tantos ciudadanos, para quienes ha sido mucho más difícil mantener los elementos fundamentales de sus vidas y han perdido recursos, empleo, proyectos y hasta a sus personas queridas. A todos ellos traslado una vez más mi pésame y el sentimiento por todo lo sufrido.

Evitar, mitigar o, en lo posible, recuperar esas pérdidas ha sido y sigue siendo la primera y fundamental finalidad de las instituciones públicas. Como también el reconocimiento a tantas personas que durante estos meses han trabajado por nuestra vida, nuestra salud y nuestra seguridad.

Agradecimiento a los sanitarios, trabajadores sociales y servidores públicos

Como Presidenta del Congreso y en representación de la ciudadanía, quiero dirigirme a los distintos profesionales sanitarios que hoy nos acompañáis.

Gracias a todos por tantos días de trabajo, gracias por ir más allá de lo que exige la profesionalidad, por la compañía y las palabras de consuelo, por las manos apretadas y las caricias repartidas, por haber hecho todo lo posible para reconfortar a los que hemos tenido cerca la enfermedad. Gracias por todos los esfuerzos entregados.

La lucha contra las consecuencias sociales y económicas de la pandemia ha convocado a otros profesionales y servidores públicos. Por eso quiero reconocer también a las organizaciones que desde la solidaridad os implicáis diariamente en la atención de quienes tienen menos recursos, que lucháis contra la pobreza y la exclusión, contra la violencia de género y contra todas las discriminaciones. Gracias especialmente a quienes habéis seguido asumiendo la tarea de cuidado de las personas mayores y dependientes. Este año honráis este acto con vuestra presencia.

Quiero dirigirme finalmente a quienes desde otras profesiones de servicio público, maestros, trabajadores sociales, fuerzas de seguridad, fuerzas armadas, personal de protección civil, han sostenido más directamente la lucha contra la COVID. Muchas gracias a todos.

Si celebrar la Constitución es celebrar lo que nos une y nos refuerza como sociedad, hoy sin duda es vuestro día y no hay en este 2020 mejor ni más fiel representación del compromiso constitucional que la vuestra, la de los servidores públicos.

Galdós, de quien celebramos este año el centenario de su muerte, nos supo hablar de un patriotismo enraizado en el carácter fraterno y humano de los ciudadanos, en los vínculos de familia, amistad, oficio y vecindad, en la consideración y la sensibilidad hacia el prójimo. Vuestro esfuerzo y vuestra solidaridad reverdecen en este año ese hermoso concepto de patriotismo.

Hace pocas semanas Su Majestad el Rey nos convocó a un gran esfuerzo colectivo de entendimiento y concordia, y a que "mostremos toda nuestra energía, todo el talento de nuestra sociedad, toda la capacidad del Estado y una voluntad y actitud inquebrantables y decididas de superación".

Mirar al futuro, a los retos que se nos plantean por encima de los logros alcanzados, es hoy más necesario que nunca, y es también el mejor modo de celebrar y seguir haciendo fructífera nuestra Constitución.

Lo que nos une o nos separa, lo que nos refuerza o nos debilita, no es lo que ocurrió en el pasado, aunque pueda marcar el presente. Lo que hace buena una Constitución no es sólo ni cómo se elaboró ni quién la votó. Es su concreto programa de convivencia, asumido como acuerdo compartido por el conjunto de la sociedad.

Cuando celebramos la Constitución, pero también cuando la aplicamos o la reivindicamos, lo hacemos porque en su contenido, también hoy, identificamos un acuerdo ampliamente mayoritario de nuestra sociedad actual; un acuerdo global, que asume la totalidad de sus preceptos porque sabemos que en cada uno de ellos reside la capacidad de integrar a una parte de nuestros conciudadanos; porque asumimos su conjunto como equilibrio satisfactorio para nuestro propio proyecto de convivencia.

"Lo que hace buena una Constitución es su carácter de pacto y su capacidad de integrar"

Lo que hace buena una Constitución es su carácter de pacto y su capacidad de integrar elementos fundamentales de los proyectos de la gran mayoría de los ciudadanos y ciudadanas.

Quien lea la Constitución Española verá que tenemos una muy buena Constitución, la más inclusiva de nuestra historia. Y ese no es un éxito menor ni un dato irrelevante para comprender su duración y su efectividad. 

Quien lea la Constitución Española observará que la mayor parte de sus preocupaciones fundamentales encuentran atención en su texto, y que muy pocas, si alguna, se ven limitadas por la Carta Magna. 

Quien lea la Constitución verá que dentro de su marco existe un gran espacio para defender y desarrollar proyectos políticos distintos y hasta opuestos. 

Quien lea la Constitución Española comprobará finalmente que incluso bajo la presión de la pandemia, los valores constitucionales y sus instrumentos de acción siguen plenamente vigentes y que los poderes públicos siguen a ellos vinculados.

La Constitución debe generar confianza, estabilidad y punto de encuentro. Una función que desarrolla la ley y que garantiza el Poder Judicial. La Constitución sirve para aunar voluntades, no para imponer las propias.

Una Constitución inclusiva demanda una lectura honesta y abierta; una lectura también integradora, que no pretenda apropiarse del texto constitucional convirtiéndolo en bandera y patrimonio partidista. Nadie tampoco debe pretender ignorar los contenidos que le resulten molestos o incorporar al mismo nuevas exigencias excluyentes o reductoras. 

En esto consiste la lealtad a un pacto: aceptar, defender y sentir como propio lo que gusta más y lo que gusta menos.

A la entrada del Parlamento debiéramos consignar la que es quizás la más repetida cita del Presidente Landelino Lavilla, fallecido lamentablemente este mismo año: "En las Cámaras están presentes distintas opciones políticas con diferentes modos de entender el mejor futuro para España y la mejor manera de alcanzarlo". Ninguna de ellas merece la descalificación. 

La democracia y la Constitución exigen aceptar al otro y considerar sus argumentos, asumir sus posibles ventajas, someter a crítica sus razones y, desde luego, aceptar su plena y legítima participación en nuestro sistema político e institucional.

Hace ya mucho tiempo que sabemos de las consecuencias nefastas de considerar al adversario político un enemigo, de negarle legitimidad, de asumir un enfrentamiento constante e incondicional. El objeto del debate político democrático no es eliminar al contrario, sino integrarlo y transformar sus posiciones.

Cada uno de los homenajes a la memoria de Ernest Lluch en el vigésimo aniversario de su asesinato, exige esa conclusión. 

Igualmente, cada uno de esos actos de memoria pone de manifiesto el éxito colectivo de nuestra democracia en la erradicación del terrorismo de ETA. En el patrimonio común de todos los ciudadanos se encuentra la victoria de la democracia sobre el terror. Mi mayor deseo es que algún día seamos capaces, como sociedad, colectivamente, de celebrarlo todos juntos.

Señoras y señores, tenemos por delante importantes retos y tareas que abordar. En este 2020 hemos asistido a uno de los más importantes y complejos acuerdos de la historia de la Unión Europea. El ejemplo de ese acuerdo, de su posibilidad, del trabajo necesario para alcanzarlo y de sus efectos beneficiosos, debe ser un acicate para buscar acuerdos igualmente difíciles y satisfactorios (entre nuestras fuerzas parlamentarias y entre las distintas entidades territoriales de) nuestro país. 

La reconstrucción de nuestro tejido empresarial y laboral, de nuestros servicios públicos y de nuestra sociedad en su conjunto exige que seamos capaces de aprovechar la riqueza y las posibilidades que el esfuerzo y el trabajo generan; y en especial las que proceden del conocimiento y la investigación científica.

Hace algunos meses Felipe VI decía que "apostar hoy por la investigación y la innovación es pensar en el futuro; en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, conseguir empleos de mayor valor añadido o aumentar la competitividad y la internacionalización de las empresas"; es clave para la cura de enfermedades o para paliar los efectos del cambio climático es "imprescindible si queremos avanzar en cualquier ámbito". 

Ese carácter imprescindible al que aludía el Rey no puede quedar relegado a las frases de los discursos ni a los buenos propósitos incumplidos. Su expresión del consenso en el reconocimiento de esa necesidad exige que seamos capaces de trasladar ese acuerdo al ámbito de la acción política e institucional.

Esa es la tarea de la política. Una tarea opuesta al enfrentamiento generalizado entre opciones irreconciliables, a la descalificación del oponente, a la permanente negativa a hallar puntos de coincidencia. Los partidos políticos, en su concepción constitucional, no existen sólo como instrumentos de la lucha electoral; no agotan su sentido en la expresión del voto en las urnas; son también, y con igual importancia, herramientas de la actuación institucional para favorecer el diálogo plural y el acuerdo.

La politóloga norteamericana Anne Applebaum, heredera de las corrientes liberales del pensamiento europeo, nos ha advertido recientemente de la dificultad de asumir el disenso y de enfrentarse a la complejidad como causas profundas del atractivo del nuevo autoritarismo en nuestras sociedades.

Frente a problemas difíciles y complejos, las soluciones lo son también. Toda respuesta acertada surge de un diálogo lleno de incertidumbres, discrepancias, condicionantes, enfoques divergentes e ignorancias en todos sus participantes.

Los valores de libertad, igualdad, justicia y pluralismo político y sus concreciones constitucionales en forma de derechos, servicios y prestaciones públicas son el fundamento compartido para abordar los retos de futuro.

La crisis ha agravado los problemas, retos y necesidades de nuestro país: la precariedad y la inseguridad laboral y económica siguen generando pobreza y exclusión; derechos constitucionales como el acceso a la vivienda o a la atención social de mayores y personas dependientes no son todavía una realidad para quienes cuentan con menos recursos; la despoblación y los desequilibrios territoriales siguen siendo un reto imprescindiblemente vinculado con la exigencia global de la emergencia climática; la discriminación de colectivos y personas subsiste y emerge bajo formas distintas ante los esfuerzos de avance de la igualdad efectiva.

Todos estos problemas deben abordarse decididamente en el esfuerzo de reconstrucción que emprendemos. La doble tarea de protección de la salud y de reconstrucción social y económica exige que cada uno de nosotros aportemos nuestro esfuerzo en nuestras actividades cotidianas. Superar las crisis exige responsabilidad y compromiso. Desde luego lo exige en la tarea de los representantes públicos, pero lo necesita también en la actuación diaria de todos.

El pasado mes de julio, el Congreso fijó ámbitos de impulso en los que fuimos capaces de apuntar consensos. Los diputados y las diputadas demostramos entonces la utilidad de nuestro trabajo y el resultado del esfuerzo conjunto para dar respuesta a los problemas de la ciudadanía. Sigamos por ese camino y seamos capaces de hacer fructíferos esos acuerdos de base.

Tenemos los instrumentos necesarios y estoy segura de que tenemos también la confianza mayoritaria de los ciudadanos y ciudadanas con ese fin. A nosotros, los políticos, y en especial a los miembros de las Cortes Generales, nos corresponde hallar la voluntad política para ello.

Las palabras de Ortega y Gasset pronunciadas hace casi noventa años siguen siendo válidas. España "necesita de todas las colaboraciones, las mayores y las ínfimas, porque necesita "queráis o no- hacer las cosas bien, y para eso todos somos pocos".